CLASES SOCIALES Y LA DEFINICIÓN DE DELITO Hermán Schwendinger y Julia Schwendinger* Hermán Schwendinger es Profesor Adjunto y Julia Schwendinger Profesora Asistente del Departamento de Sociología de la Universidad de Nevada, Las Vegas. Traducido de "Crime and Social Justice". Issues in Criminlogy, 7 Spring-Summer, 1977 por: Susana Iglesias. En este mismo número de "Crime and Social Justice", James Petras (1977) analiza los delitos burgueses que primero desestabilizaron, y lue go destruyeron, el gobierno democrático de Chile1. Anota que estos de litos fueron, esencialmente, delitos de clase y, por consiguiente, que no hubo "un solo grupo, o grupos, que actuaron (aisladamente) para derro car a Allende". Al distinguir los "tres pasos de la corriente": organiza ción, acontecimientos y engranajes criminales que prepararon el camino para la toma fascista del poder, Petras hace un aporte a la criminología radical2. Su artículo también contiene ciertas generalizaciones históri1. Las restricciones de espacio de la revista nos han obligado a dejar de lado muchos elementos complejos implicados en la definición de delito. Afortunadamen te, Richard Ayres y Anatol Antón están produciendo una serie de artículos que se rán publicados. Ellos tratarán comprehensivamente los problemas planteados por la ética marxista y su relación con el delito, el derecho y el Estado. Finalmente, que remos agradecer a Greg Shank, Paul Takagi, Richard Ayres, Gene Grabiner y Virgi nia Engquist-Grabiner por sus críticas y las sugerencias para esta publicación. 2. El artículo de Petras presenta en este aspecto un modelo interesante para los radicales, al desarrollar las estrategias que abortan o previenen las incipientes condiciones fascistas que surgen en las democracias burguesas cuando la autodeter minación nacional o los movimientos socialistas son fuertes. Este modelo está en abierto contraste con las sugerencias de los científicos sociales burgueses que coad yuvan con las agencias de inteligencia a subvertir los gobiernos democráticos, por ejemplo, en Guatemala, Brasil, Chile, Grecia, etc. Andreas Papandreou (1972: 19) pregunta retóricamente sobre el golpe militar de 1967, en Grecia. ¿"Cómo sólo cin co hombres pudieron de la noche a la mañana derrocar un gobierno? Y responde; "...pudieron hacerlo apoyados en un plan de la NATO, denominado Prometeo. El plan estaba registrado en computadoras, preparado en Washington y revisado en fe brero de 1967. Las cintas computarizadas contenían los nombres de las personas que debían ser arrestadas, así como los nombres de los oficiales que también serían arrestados. Fue programado por un científico graduado en computación en el M.I.T... (e implementado en base a una decisión) realizada por un Subcomité del Consejo Nacional de Seguridad de los Estados Unidos en febrero de 1967, bajo la conducción de ...W.W. Rostow". 203 cas. Primero, que la lucha por el socialismo se ve confrontada, inevi tablemente, con la violencia burguesa contrarrevolucionaria. Segundo, y a la luz de la experiencia chilena, que deposita la confianza en la legali dad burguesa para defender los logros socialistas, es suicida. Las observaciones de Petras sobre el aparato judicial y la policía puntualizan estas generalizaciones. Las instituciones de la justicia penal durante la presidencia de Allende no enjuiciaron o sancionaron vigoro samente las olas de crímenes que las organizaciones burguesas cometían contra las personas, la propiedad y el Estado. Así, mientras Allende pro clamaba el régimen de derecho, las propias instituciones responsables de defender esta autoridad estimulaban la progresión de crímenes con su inacción. Estas observaciones nos hacían presente que la composición y las funciones de clase del aparato del Estado no se transforman automáti camente cuando una clase emergente y sus aliados, triunfa políticamen te. La lucha de clases continúa tanto dentro del aparato como fuera de él. Consecuentemente,f el que los recursos dirigidos por el Estado pue dan ser efectivamente utilizados en favor de la clase ascendente depen derá de los resultados de la lucha por el poder dentro del Estado. En es ta lucha, los socialistas pueden controlar una parte del gobierno, pero no todo. En el caso de Allende, los socialistas controlaban el Poder Eje cutivo; sin embargo, la policía, el aparato judicial y las fuerzas armadas estaban aún comandados.por funcionarios de la burguesía. Como resul tado, las lealtades de clase de los mandos policiales, judiciales y milita res restringieron la capacidad de Allende para estabilizar el país frente a los masivos crímenes políticos. De ahí que cuando Allende llamó a la nación a respetar el régimen de derecho en defensa del gobierno democrático, sus palabras fueran inoperantes. La legalidad, que no siempre es voluntarista, no está sus tentada en una fuerza mística; es asegurada por el sistema de justicia pe nal y por los militares. Estos centros vitales de la violencia política orga nizada conllevan poderes dictatoriales, y finalmente, se afirman en la dictadura de la burguesía o del proletariado. En condiciones de estabili dad política, estos poderes están representados por las leyes penales y las sanciones. En condiciones de inestabilidad, incluyen una vasta pano plia de "poderes de emergencia" directamente ejercidos por las fuerzas armadas, así como por el sistema de justicia penal. Pero los poderes de emergencia de Allende que hubieram podido implantar la ley marcial, las detenciones preventivas y otras medidas, no podían ser ejercidos sin la cooperación del sistema de justicia penal y 204 los militares. Más aún, Allende no hubiera podido invocar poderes de emergencia sin arriesgar una guerra civil contra sustanciales segmentos de la burguesía, que incluían elementos de las fuerzas armadas. En estas condiciones, el poder indispensable para administrar el gobierno debería haber estado apoyado en la reconstitución de la base social sobre la cual está fundada la violencia política organizada. Esta reconstitución hubie ra involucrado la movilización de los movimientos de justicia popular, los elementos progresivos dentro de los militares y la policía, y destaca mentos armados de trabajadores y sus aliados. Esta movilización hubie ra suministrado las fuerzas armadas necesarias para el mantenimiento de la integridad de su gobierno democráticamente elegido. Pero el rechazo a usar sus poderes excepcionales para movilizar decisivamente tales fuer zas armadas, selló cualquier posibilidad exitosa de sostener el gobierno. Con el fin de evitar la guerra civil, Allende no hizo mucho más que afir mar la virtud de la legalidad burguesa. Otras enseñanzas basadas más en la realidad que en los mitos de la legalidad, fueron puestas de manifiesto por el desarrollo del caso chile no. El régimen de derecho, en circunstancias variadas, puede servir a di ferentes fines. Por una parte, es visto como el baluarte de los derechos democráticos. Por otra, en tanto los derechos burgueses de la propie dad reinen en forma soberana, el régimen de derecho es también un me dio de defensa de la propiedad burguesa, de las libertades basadas en es ta forma de propiedad, y de los principios de soberanía del Estado que afirman las precondiciones políticas para el modo de producción capita lista. En consecuencia, el régimen de derecho es un medio para "altos" fines; pero los poderes dictatoriales son invocados cada vez que la legali dad burguesa se considera inadecuada para mantener los fundamentos del orden burgués. Más aún, cada vez que la defensa de la propiedad, las libertades, etc., burguesas no pueden ser conducidas legalmente, a causa del equi librio de las fuerzas de clase dentro del Estado, la robusta "sociedad ci vil" burguesa —el reino de los "intereses privados"— que normalmente se yergue por detrás del Estado (Gramsci, 1971), se mueve vigorosamen te para rectificar esta situación. Los terroristas chilenos que defendían la propiedad, las libertades y la soberanía política burguesa, formaban parte de esta sociedad civil. Sus actos fueron justificados y reinterpretados en nombre de "Patria y Libertad". Sin embargo, estos grupos terro ristas, con toda su violencia reaccionaria, eran también, entidades ideo lógicas. Sus crímenes políticos demostraban, repetidamente, la existen cia de una moral de clase que colocaba ciertos derechos y deberes eco nómicos y políticos por encima de los ideales democráticos. 205 Los contrarrevolucionarios chilenos encontraron que estas violacio nes a la ley estaban moralmente justificadas por sus altos fines. ¿Según qué patrones podemos nosotros, entonces, considerarlos delincuentes? El artículo de Petras ofrece dos criterios. El primero es legalista: los te rroristas burgueses son delincuentes pues violaron las leyes de un gobier no democrático. El segundo criterio implica la relación entre daño so cial e intereses de clase: los actos políticos burgueses son delitos pues son dañinos a los intereses de la clase obrera. Este criterio plantea una serie de cuestiones claves. ¿Es necesario el criterio de legalidad para identificar los delitos —actos políticos bur gueses—, o, para este caso, cualquier otro delito? No debemos olvidar que bajo ciertas circunstancias políticas, el criterio de legalidad es am biguo, y aún, contradictorio. El genocidio y otros daños sociales no son legalmente clasificados como crímenes pues el poder del Estado reside en las manos de la burguesía nacional. ¿Esta ausencia de violación legal hace que estos daños sociales sean menos criminales? Hay, además, ciertos delitos burgueses, tales como la explotación capitalista, que están prohibidos por la ley en las sociedades socialistas. El denominar tales actos como delitos sancionados por la ley introduce, ciertamente, una consideración importante en el análisis y control de los daños sociales. Más aún, ¿la ausencia en las leyes burguesas de estas distinciones legales socialistas, excluye estos daños burgueses de la lista de delitos en el marco de las sociedades capitalistas? La respuesta a estos interrogantes será el tema central de este ar tículo. Antes, sin embargo, debemos prever algunas nociones fundamen tales acerca de las relaciones legales en las sociedades burguesas. La revi sión histórica nos llevará a plantear la definición de delito en un contex to que esclarecerá este y otros trabajos surgidos a raíz del derrocamiento del gobierno de Allende. Este contexto implica las ya mencionadas rela ciones como el control clasista del Estado o de sus segmentos, la violen cia organizada subyacente en la legalidad, la independencia de la socie dad civil con respecto al Estado, la relación entre libertades individuales y moral de clase, y el rol de los derechos individuales en la sociedad bur guesa. RELACIONES LEGALES Y BURGUESÍA Históricamente, el Estado se origina a partir de la conformación de las relaciones de clase y por ende, cada sistema comprehensivo de leyes está esencialmente determinado por los factores de clase. Las definiciones le gales o estatales del delito son especialmente importantes, pues afirman 206 los intereses de las clases dominantes mediante la fuerza. Estos intere ses generales están, por encima de todo, sostenidos por leyes que prote gen la infraestructura económica del orden político. Primero y ante to do, la infraestructura requiere la garantía de que un conjunto dominan te de relaciones sociales de producción sean reproducidas. Además, aunque las relaciones de producción burguesas están ge neralmente identificadas con el ascendente dominio del trabajo asala riado y del capital, otras relaciones sociales de producción también han sido aseguradas por la ley en las primeras sociedades burguesas. Por ejemplo, las primeras relaciones burguesas de producción estuvieron ca racterizadas por la explotación de numerosas y variadas formas de tra bajo, incluyendo el trabajo esclavo, el trabajo forzado, el trabajo carce lario, así como el trabajo asalariado (Schwendinger and Schwendinger, 1976; 11; Petras, 1976: 22). La producción de mercancías basada en la esclavitud, fue en esa época introducida, en gran escala, en el Caribe y en el sur de Norte América por el incremento de las relaciones mer cantiles a nivel mundial. Por consiguiente, se dictaron leyes coloniales para proteger la pro ducción esclava; es más, la Constitución Americana, la primera en reco nocer los derechos universales del hombre, continuaba protegiendo la esclavitud. En los hechos, la esclavitud en los Estados Unidos fue man tenida hasta la Guerra Civil, en 1863, cuando la Emancipación se hizo realmente efectiva. A pesar de la situación legal de la esclavitud, Eugene V. Debs (1970) argumentaba "La historia del negro en los Estados Uni dos es una historia del crimen sin paralelo". Se puede decir que ciertas leyes burguesas socavaron tanto las rela ciones de producción pre-existentes, como las costumbres, las leyes y la vida del pueblo en todas partes. Por ejemplo, no sólo las relaciones de esclavitud se vieron aseguradas por tales leyes, sino que también se impusieron tratados a las tribus indígenas americanas que legalizaron el saqueo violento y en gran escala de sus recursos naturales, y la transfor mación de éstos en propiedad burguesa. Otras relaciones legales impues tas apoyaron los desiguales términos de comercio que favorecieron a las clases dominantes de los Estados Unidos, minando las relaciones de cla se basadas en las industrias nativas en América del Sur. La reproducción de la sociedad clasista protege las relaciones de producción, pero también asegura otro nivel de relaciones basado en es tas mismas relaciones de producción. Así, las grandes instituciones, co mo la familia y el Estado, derivadas pero actuantes sobre las relaciones de producción, deben también ser protegidas y reguladas por relaciones 207 legales. Del mismo modo, las prohibiciones contra actos tales como el asesinato, la violación y el incesto están interrelacionadas con la protec ción de estas instituciones mayores, aunque estos actos parezcan estar basados en características que han existido en todos los lugares y desde siempre. Sin duda, "las normas elementales de la vida social son conoci das desde hace siglos", pero no están basadas en leyes sociales naturales acerca de las propiedades fundamentales de las organizaciones sociales3 . Por el contrario, estas normas están subordinadas a las organizaciones sociales (por ejemplo, a las relaciones burguesas de familia) que fueron creadas y modificadas por los cambios en los modos de producción, así como por otras relaciones. Más aún, estos cambios han alterado sustancialmente el contenido de virtualmente de todas estas normas elementa les. La mayor proporción de asesinatos se produce durante las guerras imperialistas y en el curso de los "negocios" (por ejemplo, en el lugar de trabajo) y no son prohibidos por ninguna ley (por ejemplo Swartz, 1975). Son pertinentes, entonces, algunos aportes finales sobre las impli caciones de las relaciones de clase en las definiciones del delito. Dado que las leyes civiles y penales garantizan, generalmente, las condiciones para la reproducción de las relaciones de clase, representan la autoridad estatal impuesta por las clases dominantes sobre las clases sociales en ge neral, los grupos tribales y las naciones coloniales. Aunque las leyes son, generalmente, instrumentos de la clase dominante, y/o de sus fraccio nes, los intereses de clase más importantes que las relaciones de clase cumplen, no pueden ser definidos en referencia a los arbitrarios deseos de los poderes soberanos o de los intereses especiales de fracciones de la clase dominante. Los intereses de clase más relevantes se basan en las condiciones que reproducen el sistema clasista en su globalidad. Por lo tanto, estos intereses de clase sólo se encuentran representados en los intereses generales de la clase dominante, los que trascienden los intere ses particulares de los individuos o grupos dominantes. Las relaciones legales, cuando son tomadas en su totalidad, conlle van también ciertas características generales que trascienden sus aspec tos particulares. Las leyes particulares son parte de un sistema de leyes que posee elementos esenciales, algunas veces llamados "leyes básicas de la nación" (por ejemplo, las leyes constitucionales), pues protegen los fundamentos económicos y políticos del orden social. Estos elementos 3. Para las relaciones entre la tradición del derecho natural y las leyes sociales naturales, ver Schwendingers (1974: 7-14). 208 corresponden a los intereses generales de la clase dominante; consecuen temente, ellos también están determinados por necesidades estructura les, por tendencias socio-económicas que crean los fundamentos de la sociedad. Finalmente, los sistemas legales no dejan de presentar contradic ciones. Tomados en forma general, son instrumentos de las clases domi nantes; pero ciertas leyes que salvaguardan la propiedad personal, la se guridad de las personas, los derechos económicos y políticos, etc., pue den, en un momento dado, servir también a los intereses de la clase obrera. Algunas de estas leyes están al servicio de los intereses de la cla se dominante pues protegen ciertas relaciones como las de salarios, que satisfacen las necesidades institucionalizadas entre los trabajadores y sus familias mediante las relaciones capitalistas de producción o las relacio nes basadas en ellas. Por otra parte, otras leyes de este mismo tipo (por ejemplo el reconocimiento del derecho de huelga y los derechos demo cráticos a la disidencia política) pueden contradecir, en forma limitada, los intereses dominantes. Dentro de este contexto general de análisis, los sistemas legales burgueses son importantes pues han sido desarrollados para asegurar la producción y el intercambio generalizado de mercancías, basado en el modo de producción capitalista. Es así que, como hemos visto, las pri meras leyes burguesas defendieron la primitiva acumulación de capital mediante la violencia y legitimaron la consolidación del capital terrate niente y comercial generado por las fuerzas del mercado (Marx, 1959: 713 ss). Estas leyes suprimieron las relaciones primitivas de propiedad basadas en la auto-producción, consistente en pequeñas granjas, y el ar tesanado. También destruyeron las relaciones tradicionales que ofrecían el libre y habitual acceso a los recursos naturales, pastos, madera, pesca y caza. Las leyes burguesas aceleraron, por otra parte, la aniquilación de las relaciones económicas que habían provisto las necesidades básicas de la vida, a millones de personas. Estas necesidades fueron obtenidas me diante el trabajo, pero el poder para trabajar estaba ahora organizado dentro del modo de producción capitalista. Hoy día, las relaciones generalizadas de las mercancías fijan el es tadio de las relaciones legales en las democracias burguesas. En estas so ciedades prevalece el trabajo asalariado y el capital; de ahí que las for mas de las relaciones legales estén ordenadas según ilusiones y realidades asociadas al fetichismo de la mercancía. Tales ilusiones y realidades in cluyen, entre otras, la universalidad de los derechos y deberes de los in dividuos y la libre voluntad de un incontable número de personas que, 209 motivados por beneficios personales, intercambian voluntariamente, mercancías en el mercado. También se incluye aquí la igualdad formal de cada poseedor de mercancías: el propietario del capital es equipara do al trabajador que no tiene nada que vender sino su fuerza de trabajo. Particularmente en las democracias occidentales burguesas estas ilusiones y realidades han jugado un importante rol en la esfera jurídica, aunque estén históricamente ancladas en simples relaciones de mercan cías. Con anterioridad a nuestras actuales formaciones socio-económicas basadas en la reproducción extensiva del capital, los derechos y deberes individuales coexistieron con los derechos consuetudinarios de los gru pos y las formas colectivas de responsabilidad. Estos derechos y deberes estaban ampliamente basados en los modos de producción dirigidos por los Estados feudales o los agrupamientos de familias. Pero el capitalismo destruyó estos modos de producción y con la evolución del Estado capi talista, las leyes civiles y penales orientadas hacia los individuos despla zaron las normas tradicionales orientadas hacia las colectividades (Ken nedy, 1970; Ayre, 1974). Para el modo de producción capitalista, algunos derechos (y por lo tanto, deberes) son más significativos que otros. Los derechos legales que implican el respeto a los reclamos de los trabajadores de ser dueños de su fuerza de trabajo son significativos, pues el intercambio de fuerza de trabajo por salario entra dentro de los términos de la explotación ca pitalista. Igualmente significativos son los derechos legales que determi nan el respeto de los derechos de los capitalistas a poseer los medios de producción para la apropiación de la fuerza de trabajo contra el pago en salarios o en especies; y el control de ambas mercancías dirigidas a ge nerar la plusvalía. Agregados a estos significativos derechos están aque llos que aseguran las relaciones de circulación en las cuales las mercan cías cobran su valor. La naciente burguesía de comienzos del capitalismo pretendió que los derechos de propiedad fueran derivados de las fuerzas naturales del universo, trascendiendo así la voluntad humana. Consecuentemente, se proclamaba que estos derechos no podían ser alienados por el poder so berano, pues tal poder sólo representaba la voluntad de un príncipe do minante o del parlamento, pero no de Dios. Desde el momento en que estos derechos de propiedad eran considerados inalienables, eran moralmente justos, y a pesar de algunas leyes que restringían ciertas liberta des económicas, por ejemplo, la libertad de comercio, eran correctos. La lucha por estos importantes derechos engendró la exigencia de derechos políticos y finalmente produjo un catálogo de derechos llama210 do "los derechos del hombre". Después de las revoluciones burguesas se incorporaron a las leyes fundamentales de la nación ciertos patrones de derechos y deberes, de justicia, y por ende, de criminalidad. Sin embar go, esta transformación legal de la categoría del derecho no disminuyó el hecho de que las concepciones burguesas acerca de la justicia habían emergido antes, y habían sido instrumentales para la transformación re volucionaria del orden político. Así, las luchas de clase burguesas con firmaron la importancia revolucionaria de los conceptos de derecho, de ber, delito y justicia que son independientes del criterio basado en las relaciones legales prevalecientes. Pero esta confirmación no implica que la justicia burguesa necesa riamente defendió el bienestar de los trabajadores en las primeras socie dades burguesas. En estas sociedades, los derechos procesales, por ejem plo, al ser instituidos en los tribunales penales, fueron escasamente aprovechables por el pobre que no podía pagar un abogado, que era in capaz de poder abonar una fianza y que era juzgado por jueces y jura dos que pertenecían, normalmente, al estrato de propietarios. Por otra parte, los mismos propietarios de bienes no aseguraban por sí mismos la existencia de patrones de justicia favorables a la nacien te burguesía. De ahí que la burguesía que no dominaba la totalidad del aparato estatal tuvo, en los hechos, que crear un nuevo tipo de Estado; formalizó asimismo una serie de procedimientos de derecho penal según una orientación que estimulaba la independencia de la esfera judicial de los remanentes y tradiciones del feudalismo en el marco del aparato de Estado (por ejemplo, en los niveles administrativos y en las burocracias civiles). Los conflictos entre varias fracciones de la burguesía ("grupos de intereses") fueron otras de las razones que motivaron la independen cia judicial. Las leyes procesales fueron también necesarias para defen der los intereses generales de la nueva clase dominante frente a los inte reses particulares de sus fracciones. Durante la segunda mitad del siglo XIX, la desaparición en las de mocracias occidentales de estos remanentes feudales, la expansión del capitalismo industrial y los convenios entre la burguesía agraria e indus trial, acabaron con los antagonismos principales; hecho necesario para que la formalización de los procedimientos de derecho penal garantiza ra a la burguesía sus derechos. El liberalismo que caracterizó a muchos jueces en la primera mitad del siglo, abrió paso a un estricto conservadu rismo, y la ideología de la independencia de la instancia judicial se transformó en un camuflaje para la lucha contra el proletariado. Final mente, el problema político de protección de los derechos legales se 211 transformó ampliamente en una cuestión de mera técnica legal (Rusche y Kirchheimer, 1968: 142-143). Por otra parte, en la lucha entre la burguesía, y el proletariado y sus aliados, los procedimientos del derecho penal, aunque irrestrictos, por momentos se irguieron como obstáculo a los fines burgueses. Estos casos ocurrían cuando las disensiones políticas eran reprimidas por fun cionarios estatales reaccionarios. A veces, cuando un suceso así ocurría, la legalidad burguesa prote gía la lucha por los derechos democráticos y el socialismo. Pero, en la mayoría de los casos, esta legalidad y su escudo de leyes procesales, constituyó un medio extraordinario para proteger la consolidación del poder económico burgués. DEFINICIÓN LEGAL DE DELITO Equipados ahora con cierta información sobre los cambios históricos en la validación de los derechos burgueses, podemos volver a la controver sia acerca de la definición legal. Debemos recalcar que según la mayoría de los criminólogos, los delitos son considerados un daño social, prohi bido por la ley, y por lo tanto sancionado por el Estado. Pero antes, de bemos enfatizar que su definición es un concepto muy especial, no la simple, decriptiva, definición de un acto ilegal tal como se encuentra en los códigos penales. Los códigos se refieren a actos singulares de delito, tales como robo, homicidio, extorsión, etc. El código no repara en las características comunes que atraviesan todos los delitos: por ejemplo, los delitos son actos anti-sociales, los delitos están prohibidos por la ley, etc. Pero los criminólogos, los juristas y otros intelectuales, formulan, sin embargo, definiciones de delito en base a estas características comu nes. Estas definiciones son pues las utilizadas cuando los intelectuales expresan sus ideas acerca del delito, entre ellos, o a la población en ge neral. Pero numerosos criminólogos en la enseñanza de su disciplina a otros profesionales o al público en general, expresan que el delito se re fiere sólo a los actos estipulados por las leyes y sancionados por el Es tado. Esta información deslegitimiza tácitamente las referencias a aque llos crímenes no estipulados por la ley y no sancionados por el Estado. En consecuencia, desde un punto de vista legalista, Clarence Darrow (1920) debería ser denunciado .como profesionalmente incompetente, así como puramente ideológico cuando declara: "Un hombre libre (no en prisión) que no ha cometido ningún delito puede, por ejemplo, ha212 ber acaparado todo el carbón de los Estados Unidos, haber aumentado en dos o tres dólares su precio innecesariamente y así matar a miles de niños y enviar a miles de personas a los asilos de indigentes y docenas de miles a la cárcel, como ocurre cada año en los Estados Unidos y éste es un delito de tal magnitud que nadie que está en la cárcel llegó nunca a cometer; pero la ley no lo castiga. ¿Por qué? Pues los muchachos que controlan la tierra hacen las leyes" (El destacado es nuestro). Como indicamos, los criminólogos informan a la población que los delitos legalmente definidos pertenecen comúnmente a la categoría de actos antisociales y son, por lo tanto, nocivos para la sociedad. La elec ción de daño social como una característica común de tales deütos está expuesta a serias dudas en una sociedad de clases. Nosotros estamos, ciertamente de acuerdo con que una gran mayoría de delitos son social mente dañinos. Sin embargo, desde el momento que el control del po der estatal permite a las clases dominantes sancionar legalmente aque llos actos que se oponen a sus intereses, tales como huelgas4, disenti mientos políticos, y afiliación a partidos de izquierda, cualquier defini ción que acepte el corolario de que los delitos señalados por la ley son actos socialmente dañinos, implícitamente legitima estas leyes y sancio nes penales, independientemente de sus contenidos represivos. Las huel gas obreras, el disentimiento político y la afiliación a corrientes de iz quierda no son socialmente dañinos; pero a su vez, las leyes que repri men estos actos en el interés de la clase dominante son socialmente no civas. En consecuencia, cuando las definiciones legales equiparan el deli to con el daño social asumen la rectitud del orden legal y son inherente mente apologéticas5. 4. 5. El artículo de Staughton Lynd sobre el Derecho y el derecho de huelga, seña la las presiones que se pueden ejercer para subvertir este derecho modificando la ley. Ver, en particular, la discusión acerca de los precedentes legales que apoyan la voluntaria enajenación de este derecho en los convenios colectivos concertados (Lynd, 1977: 10-14). Esta crítica no es sólo hecha por los radicales. Releyendo "The Subculture of Violence" de Marvin Wolfgang y Franco Ferracuti, Edward Glover (1969), subraya la función apologética de la categoría de daño social en este tipo de definiciones. Glover afirma que Wolfgang y Ferracuti ''ci tan con una condescendencia indulgente a Guillin, cuando éste afirma que el delito es "un acto que se debe demostrar que es realmente dañino para la sociedad o se cree que es dañino por un grupo de gente que tiene el poder de hacer cumplir sus creencias y que coloca este acto bajo la prohibición de penas positivas", una afirmación que tomada literalmente, podría ser causa de error en las investigaciones sobre la criminalidad larval, pero que también 213 DEFINICIONES PROLETARIAS DE DELITO Hace varios años atrás, escribíamos (1970) que una definición del delito basada en los derechos humanos podría impedir las restricciones im puestas por el Estado al estudio del comportamiento delictivo. Nuestra propuesta señalaba que los grandes padecimientos infligidos al pueblo de muchas naciones habían sido exceptuados de las clasificaciones lega les a causa, simplemente, de que los ejecutores de estos daños podían manipular la ley en su propio interés. La guerra imperialista contra el pueblo de Indochina estaba aún en su apogeo en ese momento y sus cul pables cotidianos, que estaban en los más altos niveles del gobierno, no eran acusados por sus crímenes contra la humanidad6 . Tampoco los mi les de criminólogos se preocuparon por estos crímenes. Su razonamien to era simple: los ejecutores no estaban definidos o sancionados como criminales por el Estado. Nuestra discusión de la definición legal de delito enfatizaba su efecto restrictivo en la práctica científica y política7. Las definiciones legales son instrumentos ideológicos que moldean y desarrollan el len guaje y objetivos de la ciencia de forma que ratifiquen la dominación de clase. Restringiendo la definición del campo y naturaleza de la crimino logía, por ejemplo, la definición legal reproduce la división burguesa del trabajo entre los trabajadores científicos, y subordina directamente las investigaciones criminológicas a las políticas del Estado y a las prácticas legales8. podría minar seriamente el derecho constitucional de los países más democrá ticos. Eventualmente provee una completa justificación de las políticas de Goebbels y sus compatriotas nazis, en base a las cuales los oponentes a su ré gimen fueron tratados como criminales ajusticiables, siguiendo, por otra par te, la costumbre adoptada en el siglo anterior por los liberales y conservadores ingleses que estaban acostumbrados a acusar, exiliar o ejecutar en la Tower Hill a sus más virulentos e influyentes opositores". Por esta razón Robert Scheer (1972) escribe en un extraordinario artículo: "The language of Torturers", EUsberg podía haber escrito prudentes artículos contra la guerra y permanecer en el club, pero al lanzar sus Documentos (del Pentágono) no sólo se volvió contra la guerra sino contra el sistema que está por detrás de ella... Pero, a pesar de todo, los criminales están aún en el poder". 7. Otros trabajos, incluyendo el sofisticado artículo de Gene Grabiner (1973) han distinguido, críticamente, las perspectivas positivistas e idealistas que 8. Como indicaba Tony Platta (1974: 2, 5-6) en su clásico artículo sobre la criminología radical, la comprensión de esta restricción está en las bases de la subyacen en esta controversia. 214 Al proponer una perspectiva del delito a partir de los derechos hu manos, rechazábamos firmemente las definiciones de los derechos hu manos realizadas por el derecho natural, aun cuando estas definiciones utilicen criterios independientes del Estado. En esa época, (1970: 145) señalábamos las limitaciones de estas definiciones: "Delineando las cua lidades naturalmente intrínsecas al hombre, los filósofos han intentado trascender los acontecimientos políticamente controversiales planteados por la abrogación de los derechos humanos. Sus principios de derecho natural no pueden ser sustituidos por una interpretación sustantiva e históricamente relevante de los derechos humanos que tome en cuenta los ideales políticos que los hombres poseen, así como los tipos de ins tituciones sociales que pueden anular o realizar estos ideales". Por lo tanto, nuestra interpretación de los derechos humanos obviamente re chazaba un criterio moral ahistorico garantizado por las leyes naturales y aplicable a cualquier sociedad, en cualquier época. Respondiendo a una meditada crítica a nuestra perspectiva hecha por Clayton Harthen (1972), nosotros señalábamos (1971: 81) que cier tas definiciones no legales del delito surgen de las luchas contra la opre sión de clase. Citando a Angela Davis (1971), por ejemplo, hacíamos re saltar su distinción entre aquellas violaciones a la ley que reflejaban los intereses egoístas de los individuos y las violaciones en la defensa de los intereses de una clase o de un pueblo oprimido por la ley. En el primer caso, el violador debe ser considerado un delincuente, pero en el segun do, el o la violadora es un reformador o un revolucionario. El reforma dor revolucionario es llamado delincuente por el Estado, pero es una etiqueta ambigua que simboliza tanto la moral como la culpabilidad le gal. El reformador o revolucionario ha violado la ley pero moralmente el acto representa los intereses de la clase trabajadora y sus aliados9 . profunda ruptura con la convencional criminología liberal. Actualmente, en nuestra opinión, las definiciones del delito que trascienden las definiciones legalistas, representan uno de los pilares centrales de la criminología radical en los Estados Unidos. Estas definiciones justifican las actividades profesionales dirigidas contra las relaciones represivas que no están necesariamente prohi bidas por la ley. (Las cuales son, en la práctica, frecuentemente engendradas por el Estado). Consecuentemente, una de las posibilidades de una nueva perspectiva en las definiciones es la creación de una radicalmente diferente distribución social de los trabajos entre los criminólogos. 9. Más tarde, se hará obvio que los actos en el interés de la clase trabajadora y sus aliados deben ser juzgados objetivamente. Las buenas intenciones de los reformadores y revolucionarios no son garantía objetiva para tales actos. 215 Desde los arrestos de los miembros de la Comuna de París (Waldman, 1973), en adelante y quizás aún antes, los funcionarios del Estado utilizaron la categoría de delito para opacar las diferencias entre las prácticas ilegales de los reformadores o revolucionarios y aquellas de los delincuentes comunes. En nuestro tiempo, la aceptación tácita de las perspectivas legalistas con respecto al delito cumplen, a menudo, la mis ma función. Pero los radicales han demistificado estas perspectivas en su práctica, al analizar los fundamentos del orden legal en las sociedades clasistas y al enfatizar sobre la doble perspectiva existente y los intere ses de clase que subyacen en las concepciones legales del delito. Pero aún está por realizar la tarea vital de delinear, desde un punto de vista proletario, la moral y las bases científicas para aplicar correctamente la categoría de delito a las relaciones que implican un daño social. Mientras la tarea de delinear las bases para una correcta aplicación de la categoría de delito se complementa sustancialmente, los radicales, en cierto grado, continúan la lucha en el terreno de la ideología burgue sa y en el marco de la problemática burguesa. También pueden llegar a quedar bloqueados en el momento singular del análisis, olvidando el precepto de Marx (1845): "Los filósofos han interpretado el mundo de varias formas; pero el objeto, sin embargo es transformarlo". Ir más allá del terreno de la ideología burguesa requiere, en primer lugar, de una información científica que dé cuenta de las relaciones an tagónicas de clase que han dado nacimiento a una moral alternativa de clase y sus respectivas concepciones del delito. En las sociedades capita listas maduras, estas clases antagónicas están, sobre todo, representadas por la burguesía y el proletariado. Hay relaciones ideológicas que se co rresponden con estas clases sociales, basadas en una moral burguesa o en una moral proletaria. Estas acepciones de la moral conllevan concepcio nes sobre el bien y el mal, el derecho y el deber, la justicia y la crimina lidad, que difieren según la clase. Más aún, los rasgos progresivos de la moral burguesa están conte nidos en la moral proletaria. En este sentido, la moral proletaria evolu ciona desde, y trasciende, la moral burguesa. Las transformaciones cua litativas de las relaciones de clase introducen cambios en el desarrollo histórico de la moral. Así, la moral burguesa representa las condiciones ideológicas que reproducen las relaciones capitalistas; con la emergen cia del proletariado, su clase antagónica, estas ideas morales han ido cambiando. El proletariado al incidir activamente en la transformación del presente a fin de conformar sus propios intereses, desarrolla su pro pia moral. Hace avanzar selectivamente las tradiciones morales que le 216 permiten cambiar el orden existente así como consolidarse asimismo. En el proceso de cambio, en las vicisitudes de la lucha de clases, se agregan nuevos elementos morales y las tradiciones morales son recons tituidas dentro de un nuevo marco de conciencia de clase. Emerge así una moral cualitativamente nueva que interpreta el esfuerzo ideológico que el pueblo requiere para transformarse a sí mismo y para provocar la transformación revolucionaria de la sociedad (Engels, 1939: 104105). Pero, en esta etapa, la moral proletaria no significa relaciones pro letarias tal cual son, sino lo que pueden y necesariamente devendrán, por las tendencias objetivas en una sociedad clasista. Es más, la moral proletaria alcanza su especificidad cualitativa en la lucha de clases; pero esta conquista no excluye a sus aliados. El campesinado, los intelectua les, pequeños burgueses, los pequeños comerciantes, etc., pueden antici par o participar (por ejemplo, a través de la lucha por los derechos de mocráticos) en el desarrollo de esta moral. A causa de las tendencias es tructurales, el proletariado es la única clase objetivamente capaz de de sarrollar e instituir acabadamente las más avanzadas formas de moral, y por ende, las más avanzadas definiciones de delito. Las definiciones más avanzadas de delito identifican los delitos contra las colectividades, tales como naciones y clases explotadas, así como contra todos los individuos. Caben, además los actos imperialistas de agresión que aniquilan, oprimen y explotan al pueblo entero. Aquí también caben los daños sociales producto de la explotación de clase, de la forzada apropiación por el capital de la plusvalía generada por el trabajo. Por consiguiente existen criterios subyacentes en estas definicio nes para juzgar los delitos que conciernen las leyes del imperialismo y el desarrollo de las clases sociales, que justifican el derecho a la autodeter minación y a la no intervención en los asuntos internos de una nación; que se refieren al derecho del proletariado al control colectivo, apropia ción y administración de la plusvalía en su propio interés y que deünean los "delitos del sistema" basados en las condiciones criminógenas inhe rentes a las propiedades generales de una formación socio-económica1 ° . 10. Nuestro artículo original (1970: 147-148) proponía, "...Que las condiciones sociales en sí mismas deben convertirse en el objeto de la política social y que no. es un individuo o una colección de individuos atomizados los que deben ser controlados, sino las relaciones sociales entre los individuos que dan origen a una conducta delictiva... En este contexto, el término crimen, como etique217 Estos criterios, aunque en parte confían en los derechos y deberes colectivos, van más allá aún, incluyendo la noción de derechos y respon sabilidades individuales. Sin lugar a dudas, existen similaridades entre la burguesía y el pro letariado acerca de las nociones de criminalidad y justicia. Estas similaridades son debidas a la necesidad de proteger las for mas de la coexistencia social (por ejemplo, las relaciones salariales, las familiares, etc.) en las cuales cada clase está igualmente interesada. Sin embargo, hay muchas diferencias en las nociones relativas a la defini ción de delito. Diversos daños sociales, criminales, que afectan vitalmen te los intereses de la clase obrera y sus aliados, no están aún considera dos como ilegales, mientras que los daños sociales que afectan los inte reses generales de la burguesía son ilegales1!. Por supuesto que las categorías que implican relaciones sistemáti cas capitalistas, tales como la explotación capitalista y las relaciones im perialistas, raramente tendrán una expresión legal en las sociedades ca pitalistas. Estas categorías, por otro lado, van siendo progresivamente reflejadas en la evolución de las leyes socialistas, a través de la dictadura del proletariado. Son también expresadas en el reconocimiento y apoyo de los gobiernos socialistas a las naciones oprimidas y a las luchas de los movimientos nacionales de liberación. Por estas razones, la moral socialista desarrollada en un medio so cialista emana originariamente de la moral que él proletariado parcial mente elabora bajo condiciones burguesas. Como ha sido señalado, aun que la posición del proletariado con respecto a la criminaüdad es impor ta para los sistemas sociales se convierten en una garantía, no para controlar individuos o para prevenir un acto aislado, sino, más bien, la regulación o eliminación de las relaciones sociales, las propiedades de los sistemas sociales, o los sistemas sociales tomados como un todo". La explotación capitalista es analizada en este marco como un "sistema de delito". 11. También debemos considerar que las escasas leyes en áreas como la salud y la seguridad de los trabajadores, son difícilmente implementadas. Por ejemplo, Murray Kempton (1973: 15) informar "Por más de 35 años, según el estudio de Nader, el Congreso le otorgó al Ministerio del Trabajo el poder de invalidar cualquier contrato gubernamental en el cual no se tuvieran en cuenta reglamentaciones adecuadas de salud y seguridad. Su jurisdicción cubre 75.000 firmas. En 1969, el "Labor Standards Bureau" hizo inspeccionar sólo el 5°/ode ellas, descubriendo violaciones a la seguridad en el 95% y finalizó instruyendo sanciones gubernamentales para sólo dos contratistas. En la administración Johnson, esta misma institución inspeccionó sólo el 3% de los contratistas, pero finalizó invalidando 3 contratos". 218 tante en su lucha por una mejor calidad de vida, muy pocas de estas concepciones cobran expresión legal mientras el poder del Estado se mantiene, en mayor o menor grado, en manos de la burguesía. Cuando el poder del Estado está en manos de la clase obrera y sus aüados, estas concepciones deben ser también expresadas por el Estado en cada una de las esferas legal, ideológica o de planificación, o en todas estas esferas conjuntamente. En consecuencia, las definiciones progresivas del dentó que emergen en una etapa capitaüsta, prefiguran las prácticas estatales de la sociedad socialista. UN CRITERIO OBJETIVO DE ENJUICIAMIENTO MORAL Generalmente, como hemos indicado, los juicios morales sobre el delito en las sociedades burguesas están relacionados con los intereses de clase. Pero ¿esto significa que la veracidad de tales juicios es meramente rela tiva? ¿Esto significa que los juicios irreconciliables son, ala vez, verda deros o falsos, según el punto de vista cómo se encaren, y lo que es ver dad para una clase en ciertas circunstancias, es falso para la otra? Una respuesta marxista a esta posibilidad refutaría este relativismo moral. La justeza de un juicio moral sobre el delito sólo puede ser ga rantizada por criterios objetivos basados en el conocimiento científico de los derechos, deberes, justicia y dentó originados en relaciones socia les determinadas y no en leyes naturales. El criterio para estos juicios está relacionado con los intereses de las clases sociales, pero cualquier acto que alegue servir estos intereses objetivamente debe, también, ser consecuente con las leyes del desarrollo social12. Por lo tanto, las accio nes de los individuos o grupos podrán ser apreciadas como correctas o equivocadas según promuevan o hieran los intereses globales de una cla se social, pero este enfoque puede ser sólo correctamente realizado a la luz de la comprensión científica de las tendencias sociales de la sociedad y de las consecuencias objetivas sobre las actividades humanas en cier tas condiciones históricas dadas. 12. Este criterio objetivo es tomado de Franz Loeser (1958). Los trabajos de Added también toman este mismo criterio y otros trabajos sobre ética marxis ta, incluyendo los de William Ash (1964, 1966); M. Levitas (1958), N. John Shaw (1958); John Lewis (1958); George Burgher (1958) y Gerschorn Freyer (1964). Para una visión general de la ética marxista, recomendamos a William Ash, por la claridad, cobertura y profundidad de sus escritos. 219 Aún más, —y este es el quid del argumento— un criterio objetivo para los juicios morales indica que los intereses de toda la humanidad podrán ser realizados cuando los intereses de la clase obrera crezcan a expensas de los intereses de la clase dominante. En esta etapa del desarrolo social a nivel mundial, los avances no podrán considerarse termina dos porque el pueblo trabajador obtenga un reparto más equitable de los recursos distribuidos entre las clases. La exigencia de una igualdad de clase, desde el punto de vista proletario, alcanza su máxima expre sión en la abolición de las clases (Engels, 1939: 117-118). De ahí que los intereses de la clase obrera serán plenamente satisfechos cuando las condiciones que reproducen el sistema clasista en su totaüdad hayan sido eliminadas. Por estas razones, un criterio objetivo de desarrollo social eleva cualquier discusión acerca de la veracidad de los juicios morales sobre el delito y la justicia social a un nivel de análisis que trasciende las diferen cias subjetivas entre las clases. Cuando se restringe sólo a estas diferen cias, los conflictos entre los juicios morales son irreconciliables. Una evaluación objetiva de la validez de los juicios morales depende del co nocimiento científico de los métodos concebidos para el establecimien to de relaciones sociales satisfactorias. Estas relaciones sociales, entre otras cosas, eliminarán para siempre los daños sociales, promoverán la libertad de toda la humanidad a través del control de la naturaleza y de la sociedad, y realzarán las potencialidades humanas a través de un de sarrollo sin paralelo de las fuerzas productivas. Así se concluye sobre bases objetivas que para servir los intereses de toda la humanidad, es necesario hacer avanzar los intereses de la cla se obrera a expensas de la clase dominante, aboliendo el capitalismo. Es ta conclusión, sin embargo, se contradice con el humanismo burgués, la filosofía moral del individualismo y la propiedad privada, expresada clá sicamente por las concepciones del derecho natural acerca de la irreductibilidad de la esencia humana, por las doctrinas liberales del trabajo y el comercio libre, y por los ideales universales sobre la dignidad, el desa rrollo global y el bienestar de los individuos. Haciendo uso de su ética utilitaria, los humanistas burgueses diferencian las necesidades comunes a todos los individuos. Así, confiando en las ciencias sociales burguesas, asumen que las comunes necesidades humanas pueden ser plenamente implementadas en las sociedades capitalistas. Pero esta pretensión humanista es errónea y su corolario, el huma nismo burgués, se ha convertido en algo inefectivo. Sin duda que los jui cios liberales de los humanistas burgueses condenan la injusticia clasista 220 del "Anden Régime" y de las sociedades coloniales. Y han sido históri camente progresistaspues han apoyado las condiciones que condujeron, primero, al fin de la servidumbre feudal y luego, del trabajo esclavo. Pe ro el individualismo y las libertades de la clase capitalista de hoy no pueden ser defendidos sin menoscabar la dignidad, el desarrollo global y el bienestar de la clase trabajadora. Como resultado, los preceptos uti litarios del humanismo burgués no pueden ser implementados exitosa mente por la naturaleza conflictiva de los ideales humanísticos y las contradicciones objetivas entre estos ideales y la realidad capitalista13. A causa de estos conflictos y contradicciones, la frase "derechos humanos" para los proponentes de una moral proletaria, especifica de rechos que están claramente diferenciados de aquellos necesarios a la reproducción del capital. Esta distinción se identifica con las concepcio nes socialistas de los derechos humanos. (Estas concepciones incorporan ciertos derechos democráticos en un contexto más amplio de derechos sociales, culturales, económicos y políticos, tales como el derecho al trabajo, a condiciones de seguridad laboral, a la igualdad sexual y racial, a la atención de la infancia, educación, vivienda, atención médica, etc.)14. Esta distinción, sin embargo, no elimina la necesidad de un aná lisis científico de los métodos a ser utilizados por los partidos revolu cionarios y otras organizaciones obreras clasistas, a fin de conquistar es tos derechos en las sociedades burguesas. Generalmente, este análisis in dica que sólo las luchas, con conciencia de clase, en pos de los derechos humanos y el socialismo pueden alcanzar los derechos que han sido, a lo sumo, prometidos por los humanistas burgueses, pero de los cuales el pueblo trabajador ha sido totalmente privado en la práctica. Pero las luchas clasistas no triunfarán a menos que coarten los de rechos de los capitalistas y prohiban como criminales las relaciones de 13. Esta contradicción se ve reflejada en una charla realizada por Harris Dole, Director del "Bureau of Mines", quien en una charla para inspectores de minas, declaró: "Ustedes deben evitar a cualquier costo, el insustancial, fútil, autoanulador juego de los polizontes y ladrones en la administración de la mina... Ustedes deben conciliar los requisitos de seguridad con la necesidad de una producción eficiente... La ley no sólo especifica una atención diligente de la salud y la seguridad sino que exige asimismo que las empresas privadas se vean impulsadas y estimuladas a desarrollar los recursos minerales de la nación para el beneficio del pueblo" (aparecido en "The Wall Street Journal" (enero 3, 1973) y citado por Kempton (1973: 15) ). 14. Para mayor información sobre las concepciones socialistas de los derechos humanos, ver Berhard Graefrath e Imre Szabo (1969). 221 explotación aseguradas por estos derechos. Las condiciones materiales que hacen posible los derechos humanos difícilmente podrán ser esta blecidas hasta que la clase obrera, como totalidad, pueda en su propio interés apropiarse planifícadámente de la plusvalía creada por su fuerza de trabajo. Consecuentemente, los derechos de clase que reproducen el capita lismo deben ser prohibidos y los derechos de clase del proletariado de ben ser afirmados antes que una sociedad socialista puedan comenzar a asegurar la satisfacción de las comunes necesidades individuales umver salmente1 5. CONCLUSIÓN Los párrafos anteriores aluden a definiciones del delito elaboradas para una realidad socialista, pero la lucha por los derechos humanos y el so cialismo necesita definiciones atinentes a tipos de delitos que ocurren en etapas previas de desarrollo. Durante estas etapas previas, la implementación de definiciones proletarias requiere estrategias flexibles, con sensibilidad hacia las condiciones concretas. Ciertas condiciones y defi niciones que un partido revolucionario inicia y conduce podrán sólo ser implementadas a largo término. Otras condiciones pueden estimular las luchas por transformar el derecho aquí y ahora. Y aún otras, podrán apelar a la lucha política de las masas contra los fundamentos de las re laciones y políticas imperialistas, racistas y sexistas. Finalmente, otras podrán estimular la implementación de una planificación social y eco nómica y reformas sociales que coadyuven a la elevación de los están dares de vida y de los derechos democráticos. Son imperiosamente ne cesarias aquellas propuestas radicales que sistemáticamente relacionan las definiciones de delito con ciertas estrategias flexibles basadas en ins tancias concretas. En estas primarias condiciones el contenido y la relativa importan cia de las definiciones del delito también dependen de las circunstan- 15. Así como los rasgos esenciales de un sistema socioeconómico no son reducti- bles a sus funciones políticas, las concepciones de clase del delito no pueden ser reducidas sólo a las relaciones estatales. Aunque el Estado es vitalmente importante en las definiciones proletarias del delito, lo es, dentro de un cierto número de métodos organizados para manejar los delitos, particularmente en situaciones burguesas. 222 cias. Es necesario subrayar que las definiciones del delito requieren ga rantías objetivas; antes de etiquetar indiscriminadamente todos los da ños como delitos, deben establecerse prioridades a la luz de una praxis revolucionaria. Cuando es necesario establecer una alianza entre la clase trabajadora y la burguesía nacional en la lucha contra el imperialismo, las distinciones estratégicas entre los daños generados por la burguesía nacional y por la burguesía de una nación imperiaüsta se convierten en distinciones significativas. Las categorías proletarias del delito, aunque políticamente independientes, no deben ser negügentemente estructura das por principios sectarios que no estén imbricados en las condiciones concretas que posibiliten el desarrollo de lasluchas de clases nacionales y que garanticen la creación de estas categorías. Si prevalece el dogma tismo, estas categorías, al ser implementadas, dividirán a la clase traba jadora de sus aliados, incluyendo la pequeña burguesía, y concederán al capital la base social para el fascismo. Los acontecimientos chilenos indican que la ausencia de definicio nes políticamente independientes del delito entre las grandes clases populares, pudo sentar la base del fascismo. Los crímenes políticos con tra el gobierno de Allende y sus aliados populares no fueron vigorosa mente reprimidos por la policía y los jueces. Pero tampoco se movili zaron amplias coaliciones masiva y decididamente, a fin de crear centros populares para la defensa social y para expulsar a los funcionarios gu bernamentales que fueran omisos en sus deberes. Es claro, entonces, que la experiencia chilena sugiere que las ideologías legales burguesas son influyentes, especialmente cuando los movimientos socialistas triun fan en la lucha electoral. La tragedia chilena no impüca simplemente un fracaso de liderazgo y el exceso de confianza de Allende en la ideología de la legalidad bur guesa. La clase obrera chilena y sus aliados, no obügó a Allende a recti ficar sus políticas, pues no estaban preparados ideológicamente para re conocer la necesidad de actuar independientemente, de manera de alte rar la balanza del poder dentro del aparato del Estado. A pesar del cla mor público contra los crímenes políticos de la burguesía, las organiza ciones enraizadas en las clases trabajadoras y en la pequeña burguesía chilena fueron también neutralizadas, en cierto modo, por las mitolo gías burguesas que sirven de base a la definición del delito y su implementación, a través del derecho y del Estado aisladamente. Esta es una estrategia de clase para preparar el camino de la con frontación política entre las clases por el poder del Estado. Esta estrate gia clasista, llamada "guerra de posiciones" por Antonio Gramsci 223 (1971), involucra la lucha a largo plazo por la hegemonía en todas las esferas de la vida. En la esfera ideológica, en nuestra opinión, la lucha requiere la creación de una perspectiva proletaria frente al delito, el de recho y el Estado que enfrente las ideologías burguesas legalistas y que dirija las energías morales de la clase obrera y sus aliados en defensa de las conquistas socialistas. La ideología, después de todo, también estruc tura las instancias en las cuales las grandes masas populares devienen agentes históricamente activos que asumen parte consciente en las luchas políticas y por ende, se ven enteramente comprometidas en el cambio revolucionario. 16. Consideraciones similares se aplican a losderechos de un pueblo, por ejemplo, de una nación oprimida. Ash (1966: 329) observa: La tesis de un "núcleo permanente de moralidad", que podría ligar al marxismo con las tradiciones éticas europeas es rechazada categóricamente por el propio Marx en sus pri meros escritos como "La Miseria de la Filosofía", 1846. "Los comunistas no predican la moral. No pueden plantearle al pueblo la exigencia: Amaos los unos a los otros, no seáisegoístas, pues conocen muy bien que el egoísmo es, en ciertas condiciones, la forma necesaria de la lucha individual por la superviviencia". En otras palabras, no es la moral lo que se aplica igualmente en la sociedad capitalista y en la socialista; y como Lenin (1947: 667, 669) afirma muy claramente, no hay patrones morales "fuera" de la lucha de clases para transformar la sociedad, por los cuales esta luchadebe ser regulada. "Nuestra moral está enteramente subordinada a los intereses de la lucha de clase del proletariado... Moral es lo quesirve paradestruir la vieja sociedad explotadora y para unir los afanes alrededor del proletariado, que está erigiendo una nueva sociedad comunista". Por ello, el intento de establecer una ética humanista en 17. la clase trabajadora antes que ella haya creado las condiciones para construir el socialismo, podría ser una forma de desarmarla antesde que pueda hacer la revolución, como los liberales blancos urgiendo a la no violencia en los pue blos afro-americanos". (La citano aparece señalada en el texto). En la transición al socialismo, esta preparación apunta a la independencia de la policía y elaparato judicial (así como de elementos de las fuerzas armadas) de aquellos que continúan protegiendo al capital dentro del mismo Estado. Por otra parte, se deben considerar métodos organizados para recomponer y formalizar la policía, la administración de justicia, losprocedimientos del de recho penal, etc. Es de señalar que problemas similares fueron enfrentados por la burguesía naciente, cuando se vio confrontada a los remanentes y tradi ciones del feudalismo dentro del aparato del Estado. (La citano aparece seña lada en el texto). 224