Dossier de prensa Niemeyer by Fontela Hugo Fontela El Centro Niemeyer presenta la muestra “Niemeyer by Fontela” del joven pintor asturiano Hugo Fontela. La exposición es el primer proyecto de artes plásticas producido por el Centro Niemeyer, en colaboración directa con el artista. A través de 89 obras, se narra el encuentro que Fontela y Oscar Niemeyer mantuvieron en Río de Janeiro. “Niemeyer by Fontela” está compuesta por grandes lienzos y pequeñas series sobre papel: serie Río, en la que el artista da su visión de Río de Janeiro y del universo Niemeyer; la serie Palmeras, con lienzos de gran formato, y la serie inédita titulada Vanitas. Hugo Fontela conoció a Oscar Niemeyer en Río de Janeiro, en lo que en palabras de Fontela significó el germen de la serie Río y de la propia exposición: “Visité Río de Janeiro en abril de 2009 y en enero de 2011, y lo que más me sorprendió de la ciudad fue su energía agreste y su verdor. Parecía que todos los colores se acomodaban en una tonalidad verdosa, como si los montes que abrazan Río fuesen capaces de invadir el alma de todas las cosas. Conocí a Niemeyer, conversamos, sentí desde la atalaya, donde el maestro centenario describe con su arquitectura las formas de la ciudad carioca, y comencé a pintar. A pintar las cosas mas pequeñas, a buscar en la frondosidad de su paisaje, en las maneras de sus gentes, y en las líneas de su horizonte, la misma esencia con la que Oscar Niemeyer traza su arquitectura. Sólo conociendo Río de Janeiro, se pude conocer el universo Niemeyer.” NIMEYER POR FONTELA Natalio Grueso, Director del Centro Niemeyer No es muy habitual que dos jóvenes genios se junten para poner en marcha un proyecto creativo. Uno de los jóvenes se llama Oscar Niemeyer y está a punto de cumplir 104 años. El otro se llama Hugo Fontela, quien navegando aún en la veintena, va camino de convertirse en uno de los más grandes pintores contemporáneos que haya dado nuestro país. En el Centro Niemeyer siempre hemos querido mostrar lo mejor de la cultura universal y proyectar al mundo lo mejor de nuestro arte. Y aunque los artistas no tienen más patria ni fronteras que las emociones que despiertan en el corazón de los espectadores, esta conjunción astur brasileña es una bellísima metáfora de lo que pretende ser nuestro centro cultural, un espacio de creación de ida y vuelta en el que conviven todas las artes con el único objetivo de hacer la vida de la gente más bella y más agradable, precisamente en estos tiempos tan oscuros para la razón y la bondad. PINTAR Hugo Fontela El proceso de mi pintura no parte de la creación física, si no que viene de mucho antes. Esta condicionado previamente por el descubrimiento de un lugar, de un espacio o imagen, que me cautiva y emociona. Y lo cierto es que cuando me pongo a trabajar, aun no se exactamente que es lo que me impulsa a ello. Es una necesidad vital. Volcar lo que llevo almacenado en mi retina sobre un lienzo, sobre un papel. Traspasar el limite de lo obvio a través de la pintura, y crear una nueva realidad a partir de ella. Emocionarme con el mundo que me rodea y conseguir que los demás también se emocionen. Adentrarme en el paisaje y conseguir crear un lugar para ser habitado. Pintar. PALMERAS CAÍDAS SOBRE LA ARENA Enrique Juncosa “But surely it would have been a pity not to have seen the trees along this road, really exaggerated in their beauty, not to have seen them gesturing like noble pantomimists, robbed in pink” Elizabeth Bishop* A pesar de su todavía breve trayectoria como artista es ya posible describir a Hugo Fontela como pintor viajero. Estuvo, por ejemplo, en Tampa, Florida, lugar a donde habían emigrado antepasados suyos asturianos, y donde empezó a pintar troncos de palmeras, motivo que le atrajo especialmente y sobre el que como veremos continúa trabajando. Desde hace años, además, tiene su estudio en Nueva York, esa ciudad en la que todavía viven algunos de los mejores pintores del mundo, y lo que sin duda ha influido en su forma de hacer las cosas. En esta ocasión, y para preparar esta exposición en el flamante Centro Niemeyer, Fontela viajó a Rió de Janeiro, en Brasil, en dos ocasiones, teniendo oportunidad de conocer al ya legendario arquitecto. Aquí presentamos los trabajos que resultaron de estos viajes y que forman tres series distintas de obras sobre papel: Palmeras, Vanitas y Río, además de otra serie de cuadros, a veces de gran formato, que vienen a ser como una extensión a lienzo de la serie Palmeras. El Río de Janeiro de Fontela tiene más que ver con la mirada del artista que con una descripción objetiva de la ciudad, o de sus mismas playas, que son el tema que más le ha interesado. No vemos personas, ni tampoco edificios, algo que llama la atención enseguida pues se trata de una ciudad populosa y de magnífica arquitectura. Las playas de Río, durante el día, están siempre están llenas de gente, y por tanto de colores. Fontela, sin embargo, pinta o dibuja un único tronco caído de palmera, probablemente a la salida o la puesta del sol, que parece estar flotando sobre un espacio vacío y blanco que interpretamos como la arena de la playa. Esta forma de aislar el tronco le da inmediatamente importancia, convirtiéndolo en un emblema del paso del tiempo, o lo que es lo mismo, en una suerte de Vanitas tropical. La repetición predeterminada del motivo, y la exclusión de todos los otros posibles, le dan sin duda también un aura trascendente. No sorprende en este contexto que otra de las series se llame precisamente Vanitas. En las obras de esta serie vemos normalmente un solo cráneo humano, y ocasionalmente dos o tres de ellos, flotando también en un espacio vacío y blanco. Fontela ha escrito que al realizar estas obras pensaba en Luis Fernández, pero también en Giorgio Morandi y en Miquel Barceló, lo que efectivamente subraya cuáles son sus intenciones como artista. Fernández y Morandi son dos grandes maestros de la naturaleza muerta, logrando efectos monumentales con escasos recursos. Barceló, que es un artista con más registros que los dos anteriores, ha pintado y modelado cráneos que parecen frutas, pero también grandes paisajes blancos casi vacíos, y a veces, recientemente, con cerillas apagadas que funcionan como los troncos de palmeras o cocoteros muertos de Fontela. Fontela y Barceló, por otra parte, son capaces de sugerir detalles muy específicos con pinceladas muy rápidas, y ambos sienten preferencia por texturas matéricas y tonos monocromáticos. No sabemos que sugirió el tema de la calavera en Rió pero suponemos que sería una prolongación del tema de los troncos caídos y muertos de las palmeras. Los cuadros de gran formato de Fontela tienen algo -sus grandes espacios vacíos, blancos y texturales- de la pintura de Robert Ryman, aunque cuando un tronco de palmera flota sobre ellos los convierte inmediatamente en imágenes de playas vacías, es decir en paisajes. De alguna manera, estas imágenes nos sugieren la presencia poderosa de la naturaleza en Río, con su vegetación tropical, sus playas, sus increíbles parques -incluido un bellísimo Jardín Botánico-, sus lagunas y su especial y espectacular orografía. Son unas imágenes de Río que podrían ser también imágenes de antes o después de Río. Metáforas del transcurso del tiempo, la brevedad de la vida o la inexorabilidad de la muerte. El Río de Janeiro de Fontela es por tanto un lugar silencioso y solitario -a pesar del fútbol y la bossa-nova-, donde la naturaleza es más poderosa que la civilización. Solamente la serie titulada Río, nos remite, finalmente, a los habitantes de la ciudad. Aquí aparece inevitablemente el color, aunque sobriamente, dominado por el verde de la vegetación y el amarillo o naranja de la arena, cuya textura es además dominante. Las imágenes de esta serie incluyen diferentes frutas, cangrejos, peces… y también objetos usados por los humanos, como balones de fútbol, imágenes religiosas, cócteles-una inevitable caipirinha-, sombrillas, cubos, toallas de playa, canoas y también letras escribiendo los nombres míticos de Ipanema o Copacabana. Curiosamente, incluso estas imágenes, quizás por la sobriedad cromática y por su aislamiento en el espacio -suelen flotar en el centro del papel-, tienen también algo de Vanitas, de emblema de algo más allá de lo que meramente representan. Adquieren así un aire intemporal al referirse precisamente al paso del tiempo. Para el artista probablemente son también emblemas de la memoria de su estancia en esa ciudad, reducida a formas y actividades concretas. Y es que en Río parece que se vive en la playa, donde sectores de la población parecen reunirse siempre en balnearios concretos. Fontela, en cualquier caso, transforma todo eso –su experiencia de la ciudad y las imágenes que le han atraído de ella-, en una nueva realidad pictórica emocionante, protagonizada por la consciencia individual que elige y transforma. Como Barceló en Mali, o Delacroix en Marruecos, antes que ellos, Fontela, pinta un lugar que podemos compartir o entender incluso sin conocerlo, porque se refiere a pesar de su especificidad geográfica a asuntos universales. Pinta o dibuja virtuosamente, pero no le interesa la representación por sí misma, sino que esos espacios silenciosos en los que la consciencia se instaura como mesura de la realidad. En los cuadros sobre la playa, Fontela también pinta las sombras de las dunas, creando espacios misteriosos o nocturnos que son imágenes casi abstractas. Fontela es un pintor del espacio y de la luz tanto como lo es del paso del tiempo. El Río de Janeiro de Hugo Fontela, y volvemos a ello, es un Río inesperado, pues el Río que inmediatamente proyectamos en nuestra mente es un lugar de exuberancias, con pájaros, plantas y frutas exóticas y tropicales. Para los más cultos Río es también un lugar donde triunfó la geometría del arte concreto y la arquitectura moderna. Una ciudad que nos remite a Roberto Burhle-Marx, a Lota Macedo de Soares o al mismo Oscar Niemeyer. La gran poeta americana Elisabeth Bishop vivió en Brasil muchos años, precisamente con Lota Macedo, y en uno de los poemas que escribió allí se preguntaba si viajar no demuestra una limitación en nuestra imaginación. Se pregunta esto sin embargo, después de enumerar una serie de imágenes deslumbrantes que ciertamente costaría imaginar sin la experiencia del lugar, como esos árboles envueltos en rosa de los versos con los que hemos empezado este texto. Fontela viajó a Río, y allí no puso límites a su imaginación para ver lo que ya sabía en esos troncos de palmeras caídos sobre la arena y que ha convertido en elementos arquitectónicos y simbólicos de un espacio universal e interior. Enrique Juncosa es un poeta, crítico de arte y comisario de exposiciones español. Desde principios de 2003, ha sido director del Irish Museum de Dublin. Anteriormente fue subdirector del Instituto Valenciano de Arte Moderno y del Museo Reina Sofia. *Elisabeth Bishop, from Questions of Travel, in Poems, Farrar, Straus and Giroux, Nueva York, 2011. Pág. 91. PINTUR-PINTURA Michael Damiano Oí hablar de Hugo Fontela por primera vez hace algo más de dos años en Oviedo. Había viajado allí para realizar una visita al museo privado de la Casa Masaveu, donde se alberga una de las mejores colecciones privadas de España. Estaba allí para ver algunos cuadros de Miquel Barceló. Además, Isaac García, un comisario del museo que me sirvió de guía durante el día, me hizo el favor de mostrarme los demás tesoros de la colección. Juntos admiramos las obras maestras de Miró, Picasso, Sorolla, Ribera y otras grandes figuras de la pintura española. La visita ocupó todo el día. Durante la comida y delante de una fabada, Isaac y yo empezamos a hablar de Fernando Masaveu, el principal propietario de la colección. Masaveu no es simplemente el heredero de una importante colección. Al contrario, está íntimamente involucrado en su gestión y tiene una sensibilidad por el arte refinada. No hacía falta que Isaac me convenciera de ese último punto; ya me había quedado impresionado por la impecable selección de obras, tanto las recién adquiridas como las más antiguas. Además, Masaveu no colecciona exclusivamente a los maestros establecidos. También busca a los jóvenes artistas prometedores que puedan emerger como las próximas grandes figuras del arte español, me explicó Isaac. Fue entonces cuando mencionó a Fontela. Hacía un par de años Masaveu le había empezado a coleccionar, e Isaac sugirió que me pusiera en contacto con él cuando volviera a Estados Unidos. Creía que la obra de Fontela me gustaría, pero no me explicó exactamente porqué. “¿Cómo es su pintura?”, le pregunté repetidamente sin recibir una respuesta clara. Isaac dijo que era figurativa pero cuando pedí más detalles, me paró y dijo simplemente: “Te va a gustar”. Cuando finalmente vi la obra de Fontela en su estudio de Manhattan seis meses después, comprendí porqué Isaac me había recomendado conocerle. En la colección Masaveu, Isaac me había visto fascinado por un retrato de Jacqueline, obra de Picasso, una pintura de Miró en tonos terrosos, los paisajes de Sorolla y una plaza de toros de Barceló. Estas obras compartían poco respecto a estilo, tono o técnica. Pero tenían una cosa en común que las grandes telas de Fontela, apoyadas contra las paredes manchadas de pintura de su loft en Soho, tenían también. Todos ellos eran ejemplos de lo que la gente a veces llama “pinturapintura”. No el movimiento francés abstracto que se denominó peinture-peinture, sino algo menos específico. Los artistas, críticos y aficionados del arte a veces utilizan el término “pintura-pintura” para referirse a un grupo de pintores mal definido que abarca figuras tan dispares como Goya o Pollock. Pero a pesar de su ambigüedad, el término no desaparece y parece tener sentido para quienes lo utilizan. Hugo y yo hablamos del asunto el año pasado en su taller. Me dijo que era un practicante de la “pintura-pintura”. Luego intentamos llegar a una definición del término. “Es pintar con pincel sobre un lienzo y con los materiales de siempre y pretender hacer de eso una obra contemporánea”, propuso. Más adelante explicó cómo le parecía que los practicantes de la “pintura-pintura” debían trabajar: “Que miren la realidad, que escojan algo, que indaguen en ello y que luego creen una imagen potente”. Fontela tiende a escoger sus imágenes mientras viaja. En 2008, tras terminar una serie de grandes pinturas de paisajes industriales, Hugo viajó al Golfo de México. Allí encontró una escena que inspiraría su trabajo durante los siguientes dos años y medio. En la playa, encontró el tronco muerto de una palmera en la orilla del mar. La imponente forma le fascinaba. Fue “una especie de naufrago”, explicó más adelante, o “un cuerpo inerte, un cadáver”. Grabó la escena en su memoria, la fotografió y volvió a su estudio en Nueva York. Durante los siguientes dos años, siempre se podía encontrar la foto por algún lugar del taller –sobre una mesa entre papeles de dibujo o pegada a una columna–. Y con el paso del tiempo su superficie se volvió borrosa con los residuos del taller y el borde empezó a ondularse. Mientras tanto, la imagen apareció en distintas iteraciones sobre las grandes telas apoyadas contra la pared o tendidas en el suelo. En una de las primeras, Fontela aplanó ligeramente la perspectiva de la escena original, reduciendo la composición a campos de colores. Dos tonos de azul por el cielo y el mar, separados por un acento oscuro –el tronco de la palmera– de la playa ocre. El cuadro, Big Dead Palm, 2009, recordó las pinturas de paisajes industriales en las que la admiración de Fontela por Rothko también se había hecho evidente. Poco después, las pinturas de la palmera empezaron a cambiar radicalmente. Mientras que en Big Dead Palm Fontela había traducido, casi directamente, la escena original a su lenguaje pictórico, ahora reduciría la imagen a sus componentes esenciales, y luego la pervertiría. El tronco de la palmera todavía estaba presente, desde luego, pero el cielo desapareció, la playa se volvió menos figurativa y el mar azul monocromo fue reemplazado por una mancha negra y sucia. Curiosamente, al año siguiente la realidad se conformó a las nuevas imágenes que Fontela había creado. En la primavera de 2010, tuvo lugar el catastrófico vertido de petróleo en el Golfo, haciendo que las manchas negras de los cuadros de Fontela de 2009 pareciesen proféticas. Durante el resto de 2010, Fontela respondió directamente al desastre medioambiental, inaugurando así la próxima fase de la serie de las palmeras. Ahora en lugar de las manchas negras, tentáculos negros y amenazadores representaban el mar. Y el tronco de la palmera se quedó reducido en tamaño otra vez, encontrándose muchas veces en una esquina de la tela como si estuviera retrocediendo del petróleo invasor. Estas escenas de playas habían comenzado como una desviación radical de los temas de Fontela de antes pero, de alguna manera, volvía a donde empezó. “Esa estética de la suciedad, de la polución, sobre el paisaje tenía mucho que ver con los paisajes industriales”, afirmó. “Es ese punto en el que el hombre interfiere en la naturaleza y la naturaleza es aún más fuerte”. La exposición actual en el Centro Niemeyer, “Niemeyer by Fontela”, consiste en una selección de la serie de las palmeras –incluyendo obras sobre papel relacionadas– y dos series recientes de acuarelas. La primera es el producto de uno de los viajes más recientes de Fontela. En enero de 2011, mientras que seguía trabajando en la serie de las palmeras en Nueva York, Fontela viajó a Brasil invitado por Oscar Niemeyer. Se habían conocido en Río de Janeiro dos años antes a través del Centro Niemeyer. Ahora el joven pintor pasaría dos semanas con la centenaria leyenda [MD2]de la arquitectura moderna entre su casa en Río de Janeiro, su estudio en la Avenida Atlántica y las playas de Copacabana e Ipanema, creando así la “Serie Río”. Dos años antes, Fontela había creado una serie de acuarelas parecida en su primer viaje al Golfo de México. Ahora empleó el mismo estilo, representando, con pinceladas naturales y sueltas, el paisaje y los objetos de su entorno –un cangrejo, barcas, frutos, esqueletos de peces–. El modo de expresión preferido por Fontela son sus telas de gran formato. Pero, entre periodos de enfrentarse a estas imponentes superficies en su taller, pausa para trabajar sobre papel. El resultado son estas series de acuarelas, como los geniales cuadernos de viaje de un poeta durante un descanso de composición más rigurosa. La próxima serie de acuarelas, un grupo de vanitas que Fontela creó en la primavera de 2011 nos proporciona otra visión del artista. Inspirándose en una tradición que tiene sus raíces en la Europa del siglo XVII y que ha tenido especial resonancia con los pintores españoles hasta el día de hoy, Fontela pintó naturalezas muertas de calaveras originales y hábilmente representadas. Estas piezas, inspiradas en lo clásico, al lado de las pinturas de la serie de las palmeras y las acuarelas de Río, son el producto de un fenómeno raro: un artista contemporáneo practicando la pintura pura. Exactamente lo que Isaac me mandó a encontrar. Michael Damiano es un escritor norteamericano. Su primer libro, Porque la vida no basta: Un encuentro con Miquel Barceló, saldrá en marzo de 2012 con Anagrama y Empuries. RÍO Hugo Fontela Visité Río de Janeiro en abril de 2009 y en enero de 2011, y lo que más me sorprendió de la ciudad fue su energía agreste y su verdor. Parecía que todos los colores se acomodaban en una tonalidad verdosa, como si los montes que abrazan Río fuesen capaces de invadir el alma de todas las cosas. Conocí a Niemeyer, conversamos, sentí desde la atalaya donde el maestro centenario, describe con su arquitectura las formas de la ciudad carioca, y comencé a pintar. A pintar las cosas mas pequeñas, a buscar en la frondosidad de su paisaje, en las maneras de sus gentes, y en las líneas de su horizonte, la misma esencia con la que Oscar Niemeyer traza su arquitectura. Solo conociendo Río de Janeiro, se puede conocer el universo Niemeyer. PALMERAS Hugo Fontela Si a principios del siglo XX alguno de mis antepasados no hubiese decidido, emigrar desde Asturias a América y asentarse en las costas de Florida, en Tampa, probablemente yo no hubiese descubierto, casi un siglo después, la naturaleza salvaje y exuberante de su mar verdoso, ni tampoco las palmeras que tanto me han obsesionado en los últimos tiempos. Las encontré paseando por la playa, varadas en la arena como un naufrago desterrado tras un temporal. Llevo mas de dos años trabajando en ellas, pensando en ellas, y aun me cautiva la solemnidad de su cadáver, postrado frente a la inmensidad del mar.” VANITAS Hugo Fontela Empecé a pintar vanitas cuando descubrí los cráneos de Luis Fernández, y a partir de ahí, también vislumbrando en la pintura antigua este mismo elemento, lo reinterpreté a mi manera. Jamás con un modelo original delante ni fotografía, solo extrayendo la idea de mi memoria. A veces me sorprendía a mi mismo pintando una forma ambigua, que podía entenderse como un fruto putrefacto, y otras, como el cepellón aislado de alguna de mis palmeras. Mientras trabajaba en esta serie, me acordé de Morandi, y también de Barceló. HUGO FONTELA Biografía Hugo Fontela nace en Grado (Principado de Asturias, España) en 1986. Desde niño siente interés por el dibujo y la pintura, pero no será hasta el año 2001, con 14 años, y de la mano del artista asturiano Amado Hevia "Favila", cuando ingrese en la Escuela de Artes y Oficios de Avilés. En ella aprenderá a pintar de una forma académica, lo que le hace recibir el Premio Extraordinario al Mérito en las Artes, que se otorga a los alumnos más sobresalientes. Abandona dicha escuela en junio de 2002, con 16 años, a la vez que finaliza la enseñanza secundaria obligatoria. Posteriormente cursa en la Escuela de Arte de Oviedo el bachillerato artístico, con vistas a estudiar la licenciatura de Bellas Artes. A partir de ese momento se integra paulatinamente en el mundo del arte, combinando su formación con una activa participación en la vida artística del Principado. En 2004 realiza las pruebas P.A.U. con unos resultados que le facultan para iniciar Bellas Artes, pero finalmente decide trasladarse a estudiar a The Art Students League, en Nueva York. Ya en Estados Unidos, en noviembre de 2005, obtiene, en su vigésima edición, el Premio BMW de Pintura, uno de los más prestigiosos de España, que recibe en Madrid, de manos de Su Majestad La Reina Doña Sofía. Tras recibir este importante galardón, asiste como artista invitado a la XVIII Bienal de Pintura Ciudad de Zamora. En el año 2007 recibe el Premio al Mejor Artista de la feria de arte grafico ESTAMPA, concedido por la asociación de Críticos de Arte de Madrid. Durante el año 2011, Cataluña y Asturias han sido los escenarios elegidos para dos amplias muestras de su obra. En el Museo de Montserrat, con una muestra que recorre toda su producción americana, y que ha sido inaugurada por los Príncipes de Asturias, y en el Centro Niemeyer de Avilés, con la muestra “Niemeyer By Fontela”. Su obra forma parte de colecciones tales como la Biblioteca Nacional y la Fundación Universidad Rey Juan Carlos, en Madrid, el Instituto Cervantes, la Hispanic Society of America de Nueva York, la colección Masaveu, la Fundación Príncipe de Asturias, la colección Pérez Simon en México DF, o el Museo de Bellas Artes de Oviedo. Desde el año 2005 vive y trabaja en Manhattan. Exposiciones individuales (Selección): • 2002. Primeras Pinturas. Sala de Exposiciones BBVA, Oviedo. • 2003. Paisajes. Entre el mar y la industria. Galería de Arte Acinas, Avilés. • 2005. Hugo Fontela. Últimas obras. Escuela de Artes y Oficios de Avilés, Avilés. • 2006. Hugo Fontela. Polluted Landscapes, Galería de Arte Fruela, Madrid. • 2006. Hugo Fontela. Back Yards. XVIII Bienal Ciudad de Zamora, Zamora. • 2008. Hugo Fontela. An American Vision. Centro Cultural Casa de Vacas, Madrid. • 2008. Hugo Fontela. New York, New York. Palacio Revillagigedo, Gijón. • 2009. Hugo Fontela. Marcas de Agua. De Manhattan al Golfo de México. Circulo del Arte, Barcelona. • 2009. Hugo Fontela. Gulf of Mexico Days. Instituto Cervantes, Chicago. • 2010. Hugo Fontela. Golfo de México. 100Kubik. Colonia, Alemania. • 2011. Caminos de Tierra, Caminos de Mar. Museo de Montserrat, Barcelona. • 2011. Niemeyer by Fontela. Centro Niemeyer, Avilés.