Fundamentos bíblicos del Acompañamiento a Comunidades El objetivo de estas reflexiones es fundamentar bíblicamente el acompañamiento a comunidades, en este caso, específicamente a Comunidades de Vida Cristiana (CVX). No se trata de hacer un estudio exhaustivo. Más bien la pretensión es buscar una sugestiva inspiración bíblica del acompañamiento. Antes de entrar en materia, es pertinente recordar de qué tipo de acompañamiento estamos hablando y para qué es ese acompañamiento. Primero que todo, podemos comparar la labor de los acompañantes o asesores de comunidades a la del asistente eclesiástico, ya que en el folleto Principios y Normas Generales de las C.V.X., en el n. 14, p. 19, dice que “la Comunidad de Vida Cristiana en cada nivel tiene un asistente eclesiástico”. Según ese mismo número, el asistente eclesiástico tiene varios encargos: Su principal responsabilidad el desarrollo cristiano de toda la comunidad. Ayudar a los miembros a descubrir los caminos de Dios Tiene una responsabilidad especial en el área de los problemas doctrinales y pastorales y en la armonía de la comunidad. Por su parte, el documento Nuestro Carisma CVX muestra en forma más específica lo que es una comunidad de este estilo: En ella se vive la vocación personal, cristiana y especial a CVX. Con un sentido de misión al estilo de Jesús, en la iglesia y en colaboración con ella. Con un sentido profético y sacramental que alimenta permanentemente. Tiene a María como modelo de la misión. Así que la responsabilidad del desarrollo cristiano de toda comunidad CVX tiene esos aspectos principales, en los cuales el acompañante debe ayudar a descubrir los caminos de Dios. Se trata, entonces, de acompañar a la comunidad en un discernimiento permanente de la voluntad de Dios para hallarla y guiarse por ella en la vida, tanto personal como comunitaria. 1. La Voluntad de Dios en la Revelación. La Biblia consiste en una serie de testimonios de la fe del pueblo de Israel y de la comunidad cristiana primitiva de las experiencias de Dios tenidas a lo largo de siglos. Esas experiencias conscientes, analizados esos diversos testimonios, los 2 orientaron a vivir y organizarse como pueblo y comunidad con unas características concretas a nivel social, económico, político y cultual. La realidad de esa organización fue, en el A.T., la constitución de un pueblo solidario, de hermanos iguales, con los mismos derechos en todos los niveles de su existencia y noviolento. Esta organización era obligatorio mantenerla, promoverla y buscarla con comportamientos responsables, es decir, justos. De esa manera se ve qué es lo que busca Dios con su acción continua en el ser humano, qué es lo que él hace al crear al hombre y a la mujer: organizarlos en un pueblo con esas características. Esa es la voluntad de Dios. En el N.T. resulta siendo lo mismo, pero en términos de comunidad como cuerpo de Cristo, con esas mismas características de solidaridad, acogida, no exclusión, amor fraterno y materno, con una responsabilidad misericordiosa por todos, especialmente por los miembros más débiles. Lo nuevo en la revelación en J.C. es que esa voluntad se ve claro que es conocida y percibida por autoconciencia del mismo Jesús, quien descubre a Dios actuando en sí mismo, con inmediatez y nos revela a nosotros que todos tenemos ese mismo acceso inmediato a Dios, como ya lo anunciaba el profeta Jeremías: “cambiaré su corazón de piedra en un corazón de carne... pondré mi ley en su interior...” de manera que ya nadie tenga que consultar a otro por cuál es la palabra que Dios le dice. Ahora bien, esa voluntad de Dios o ese Dios creando permanentemente seres humanos orientándolos desde dentro, no se descubre de manera individual, aisladamente. La Biblia, toda ella, en cuanto testimonio expresivo de la voluntad de Dios, se debe a comunidades de fe, en donde se fue percibiendo a Dios, se fue testimoniando en la vida cotidiana, se fue aprendiendo qué era lo que funcionaba de acuerdo a esa experiencia de Dios y se fue reforzando un tipo de comportamiento que llegó entonces a formularse como voluntad de Dios en normas simples al inicio, luego en leyes más amplias. Pero la comunidad no anula los individuos. Estos forman la comunidad. Pero es solo en la comunidad donde los individuos pueden crecer a la medida de la voluntad de Dios por el testimonio mutuo y la solidaridad. Dentro de esas comunidades van surgiendo personas más sensibles y transparentes a la acción de Dios y se convierten en puntos de referencia para validar las experiencias de Dios de la comunidad y la voluntad de Dios a la que ellas los movían. En otras palabras, Dios se sirvió siempre de mediadores, mensajeros, intercesores, jueces, profetas, reyes, es decir, de hombres y mujeres concretos que le ayudaron a mostrarle a Israel y a la comunidad cristiana el camino que Dios iba realizando con ellos y que le manifestaron también sus errores, torpezas y desvíos. Dios siempre ha acompañado a su pueblo por medio de seres humanos concretos, que han servido de mediadores de la revelación de su voluntad. La revelación, entonces, nos da un criterio para saber qué tenemos qué acompañar: la creación de comunidades fraternas, solidarias, que cuidan 3 especialmente de los más débiles, que profesan la fe en Dios y en Jesucristo con ese tipo de comportamiento que genera comunión, es decir, vida divina. Pero también la revelación nos plantea que somos mediadores, facilitadores, indicadores de esa voluntad en las comunidades. 2. La Revelación del nombre de Dios: “Yo soy el que estoy”. El libro del éxodo, en el capítulo 3, versículos 13 y 14 dice: Moisés replicó a Dios: “mira, yo iré a los israelitas y les diré: el Dios de sus padres me ha enviado a ustedes. Si ellos me preguntan cómo se llama, ¿qué les respondo?” Dios dijo a Moisés: “Yo soy el que soy”. Esto dirás a los israelitas: ‘Yo soy’ me ha enviado a ustedes. Yo soy el que soy, en hebreo se dice utilizando un verbo que quiere decir ser, estar, acontecer o suceder. No se trata propiamente hablando de un nombre. Dios no revela su nombre para mantenerse libre de la manipulación mágica que podría hacer el hombre de é. Lo que revela es más bien su personalidad, su modo de comportarse: yo soy el Dios que está. “Yo estoy” o “Yo acontezco” me envía a ustedes. Dios es el Dios que acompaña, que está presente, que va sucediendo en el camino de Israel, que va con él solidario en todas sus circunstancias. Así, pues, la experiencia que Israel tiene de Dios está expresada en términos de presencia solidaria en medio de su pueblo. Podríamos decir que el nombre propio de Yahvé es “El Solidario”, el que está ahí acompañándonos por donde vamos, así nos metamos por donde no es. Es el Dios compañero incondicional de viaje que se va hasta el destierro con su pueblo, aunque el pueblo tenga la culpa del mismo destierro. 3. Dios toma la iniciativa para estar con los hombres. Desde el comienzo de la historia de Israel, como Israel la interpreta y le da sentido, vemos a Dios tomando la iniciativa en favor de Israel, pero siempre a través de personas concretas. Dios actúa siempre con la mediación y el concurso del ser humano. Vemos, pues, a Dios tomando la iniciativa de toda la historia de Israel, prometiendo tierra, descendencia numerosa, especial relación con Dios y bendición para un hombre concreto y, a través de él, para todas las naciones. Un día el Señor le dijo a Abraham: ‘Deja tu tierra, tus parientes y la casa de tu padre, para ir a la tierra que yo le voy a mostrar. Con tus descendientes voy a formar una gran nación; voy a bendecirte y hacerte famoso, y será una bendición para otros. Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré a los que te maldigan; por medio de ti bendeciré a todas las familias de la tierra. Abraham marchó como lo había dicho el Señor... (Gn 12,1-4a) 4 A esta iniciativa divina corresponde en Abraham la obediencia, de la que depende que la promesa se encamine a su cumplimiento: “Abraham marchó como lo había dicho el Señor”. Sólo entonces se percibe que se trata de una relación de Alianza, si bien la promesa se hizo en forma incondicionada. El acto de fe de Abraham, que le cree a la palabra empeñada de Dios y se pone en camino, es la primera encarnación en la historia de Israel de Dios con nosotros. Este Dios se hace historia en la fe de Abraham. La acción de Dios pide el concurso del hombre por su fe en la Palabra de Dios, la confianza en ella y la obediencia, ya que orienta su vida por la promesa escuchada. La fe pone en marcha la historia de Israel. Así se entiende Israel muchos años después cuando reflexiona sobre su historia a partir de situaciones difíciles que le tocó vivir. Su historia no tiene un origen mítico sino histórico y comienza con la fe de un hombre. Acompañar la vida de comunidades sólo se puede hacer desde la fe, la confianza y la obediencia a la Palabra de Dios viva en las comunidades y personas que la componen. Acompañar, supone, dejarse acompañar por Dios mismo en el discernimiento personal de la voluntad de Dios cuyo criterio vimos al principio. 4. Moisés: el acompañante por excelencia en el A.T. 7 Y el SEÑOR dijo: Ciertamente he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y 8 he escuchado su clamor a causa de sus capataces, pues conozco sus sufrimientos. Y he descendido para librarlos de la mano de los egipcios, y para sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y espaciosa, a una tierra que mana leche y miel, al lugar de los cananeos, de los heteos, de los amorreos, de los ferezeos, de los heveos y de los jebuseos. 9 Y ahora, he aquí, el clamor de los hijos de Israel ha llegado hasta mí, y 10 además he visto la opresión con que los egipcios los oprimen. Ahora pues, ven y te enviaré a Faraón, para que saques a mi pueblo, los hijos de Israel, de Egipto. (Ex 3, 710) Yahvé ve la aflicción de Israel, escucha su clamor, conoce su sufrimiento, baja para librarlo de la dominación de Egipto y para sacarlos de allí y llevarlos a una nueva tierra. Yahvé mismo se pone en marcha para cumplir sus promesas. Pero de nuevo, estas piden que su voluntad liberadora se engrane en la historia y para ello envía a Moisés. Este deberá ser la transparencia de todas esas acciones de Dios: ver la aflicción, escuchar el clamor del pueblo, conocer sus su sufrimientos, bajar para liberarlos y sacarlos de la tierra de opresión y conducirlos a una nueva tierra. El acompañante misionero que es Moisés debe tomar las mismas actitudes compasivas, solidarias, misericordiosas y liberadoras de quien lo envía en misión. Moisés acepta, no sin antes poner algunos peros y de hacer algunas preguntas esclarecedoras de su misión y de quien lo envía. Él cumplirá a cabalidad su misión, en medio de muchas dificultades, las principales de ellas venidas del pueblo mismo que murmura contra él en el desierto y añora el pasado, casi prefiriendo la esclavitud a la nueva situación de libertad. Moisés conduce a Israel 5 por el desierto hasta las puertas de la tierra prometida. Pero muere antes de que se cumplan las promesas, ya en las fronteras de la tierra prometida, en el monte Nebo, en Moab. Sin embargo Israel lo recuerda como una de las figuras más significativas en su historia, como aquel que supo ir al ritmo de su pueblo, que supo interceder por él ante Dios, que supo mostrarle el camino y que se apiadó de él cuando tenía hambre y sed. Además supo comprender a su pueblo, hasta a los más cercanos a él que lo criticaron. “María y Aarón murmuraron contra Moisés por causa de la mujer cusita que había tomado por esposa: por haberse casado con una cusita. Decían: ¨¿es que Yahvé no ha hablado más que con Moisés? ¿No ha hablado también con nosotros?¨. Y Yahvé lo oyó. Moisés era un hombre humilde más que hombre alguno sobre la haz de la tierra” (Nm 12, 1-3). Moisés reflejó a Dios en su rostro, fue transformado por el contacto con Dios y testimonió su presencia liberadora hasta el punto que, Cuando Israel vio el gran poder que el SEÑOR había usado contra los egipcios, el pueblo temió al SEÑOR, y creyeron en el SEÑOR y en Moisés, su siervo (Ex 14,31). Humildad y transparencia, siendo fiel siervo del Señor, contacto íntimo con Dios, intercesión, misericordia, solidaridad, comprensión y perdón, saber ir al paso de la comunidad. Estas son las características del acompañante misionero, siervo del Señor, que nos comunica la figura de Moisés. 5. Los Profetas: acompañantes críticos y solidarios. Estos hombres surgen durante el período monárquico y cuando éste llega a su fin, cesa su actividad. Sus figuras son todas muy diferentes porque acompañan a Israel en épocas muy diferentes y la palabra de Yahvé toma cuerpo de muy variadas formas de acuerdo a las situaciones de los hombres de la época a los que se dirige cada profeta. De aquí podemos sacar una primera característica de estos acompañantes apasionados por interpretar la voluntad de Dios en cada época y comunicarla a Israel: estar con la comunidad siempre, pero encarnados en la situación particular que esté viviendo tal comunidad. Los profetas clásicos, Amós, Oseas, Isaías, Miqueas, Jeremías, Ezequiel pero, sobre todo, los del siglo VIII a.C. (los cuatro primeros) levantaron su voz con el objetivo de generar reformas estructurales al sistema monárquico que con el paso de los años había terminado por volverse un fin en sí mismo y había olvidado que sólo tenía sentido si se ponía al servicio de la fe en Yahvé. Esta fe implicaba como cosa que le era inherente, la construcción de un sistema social, económico, político y cultual que garantizara a todo israelita los mismos derechos en cada uno de esos niveles de su existencia. 6 Pero la monarquía olvidó su objetivo. Entonces propició un sistema a nivel económico, especialmente en lo financiero, que fue despojando de sus tierras a un grupo de campesinos. Estos por los préstamos que tenían que hacer y los intereses que implicaban, se fueron viendo sin la posibilidad de pagar y para ello terminaban vendiendo sus hijos como esclavos e incluso entregando sus tierras y a sí mismos como siervos. Estos son los pobres de que hablan los profetas, o también los justos, los humillados, los desposeídos. Y por ellos levantan su voz como rugido de león. La gravedad de esta injusticia institucionalizada cuyo principal responsable era el rey, la corte y las clases altas, era que se estaba menoscabando la identidad de Israel como pueblo de Dios, familia de Yahvé, donde todos son hermanos con iguales derechos en una sociedad solidaria y no-violenta. Eso es precisamente la concreción histórica de la voluntad de Dios. Construir un pueblo de hermanos solidarios, una comunidad que da culto a Yahvé con esa existencia fraternal real y concreta, era lo que Dios buscaba con Israel, pues sólo así se pueden crear hombres auténticos. La pasión de los profetas es la Palabra de Yahvé, es decir, la voluntad de Dios en acto a través de los seres humanos. Y cuando toman conciencia de que Israel va por el camino contrario, se ponen de parte de los pobres, humildes y excluidos de su pueblo para que todo el pueblo se convierta a la Palabra auténtica de Dios que clama por la comunidad de hermanos. Los profetas están, pues, al servicio de ese Pueblo de Dios como expresión histórica de la voluntad de Dios. Y la manera de servir es prestar atención a los más pobres, acompañar a Israel desde los más débiles y marginados para que se reconstruya la sociedad y, en ella, todos los que vivimos, según la voluntad de Dios. Esto es lo que aprendemos de los profetas como acompañantes críticos y solidarios. 6. Jesús de Nazareth, muerto y resucitado por acompañar a su pueblo. Jesús dedicó su vida a predicar el Reino de Dios. Anunció su cercanía, más aún, su presencia ya en medio de nosotros. Este anuncio lo hizo por medio de pequeñas parábolas como por ejemplo: El reino de los cielos es semejante a un grano de mostaza, que un hombre tomó y sembró 32 en su campo, y que de todas las semillas es la más pequeña; pero cuando ha crecido, es la mayor de las hortalizas, y se hace árbol, de modo que las aves del cielo vienen y anidan en sus ramas (Mt 13,31-32) o también esta otra: 33 Les dijo otra parábola: El reino de los cielos es semejante a la levadura que una mujer tomó y escondió en tres medidas de harina hasta que todo quedó fermentado (Mt 13, 33). 7 Con este lenguaje sencillo, nacido de la observación detenida de las labores del campo, Jesús comunica su experiencia: Dios actúa desde dentro, silenciosamente. Y esto lo sabe no por lecturas o deducciones racionales, sino por la experiencia que él tiene de Dios como su Padre que actúa dentro de él logrando conformarlo a su voluntad. En las parábolas, entonces, Jesús comunica su experiencia personal de Dios. El contenido del anuncio resulta siendo, pues, él mismo que se siente siendo ser humano por la acción de Dios que comulga con él y que lo mueve a hacer lo mismo que Dios hace con él, pero con otros. Por ello lo anuncia despertando sus oyentes a esa realidad y suscitando por medio de ese lenguaje simple una comprensión de lo que significa el reinado de Dios: Dios reinando, o sea, actuando en todos por comunión con ellos desde dentro. Sin embargo, lo otro que llama la atención es que Jesús, que se centra en anunciar el reino de Dios, también se dedica de manera muy especial a formar un grupo de amigos, sus discípulos: Los pequeños discursos e instrucciones o son especialmente dirigidos a los discípulos, o bien, son exclusivamente dirigidos a ellos (20x en Mt, 19x en Mc, 19x en Lc). Los grandes discursos de Jesús son dirigidos particularmente a los discípulos: El sermón del monte (Mt 5,1-7,29); el discurso apostólico (Mt 10,5-42); el discurso parabólico (Mt 13,3-52=Mc 4,3-33); el discurso eclesiástico (Mt 18,1-35) y el discurso escatológico (Mt 24,1-25=Mc 13,2-36). En numerosas ocasiones los discípulos se acercan a Jesús para pedir alguna explicación (Mc 4,10; My 13,36; 5,12; Lc 8,9) o les llama aparte ( Mt 17,1; 20,17; Lc 10,23) o en privado (Mt 17,19; 24,3; Mc 4,34; 9,28), o en casa(Mt 7,17;10,10). Pero la preocupación de Jesús con relación a sus discípulos no es solo en el plano de la enseñanza o de la predicación, sino que se extiende a otras actividades: le acompañan en su oración (Mt 26,36-46=Mc 14,32-42=Lc 22,39-45; 9,18.28;11,1) en sus comidas (Mt 9,10; Mc 14,14) en sus correrías por el mar (Mt 8,23=Mc 4,35=Lc 8,22; Mt 14,22=Mc 6,45; Mc 3,7; 8,10) y por diversos lugares(Mt 12,1; 21,1; Mc 6,1; 8,27; 10,46; 13,1; Lc 9,54) En 13 de los 26 milagros diferenciados que se narran en los Sinópticos, los discípulos están presentes. ¿Por qué Jesús, para predicar el reino, se dedica particularmente a formar ese grupo de discípulos? La respuesta es muy sencilla: Jesús hace lo que experimenta que su Padre Dios hace con él: Comunión. En consecuencia, busca un grupo de personas con quienes Jesús hace comunión, insertándose en ellos, en su vida, en sus preocupaciones y allí los instruye, los forma, les da criterios, y les testimonia a su Padre. Jesús, entonces, es la semilla o Palabra de Dios sembrada por Dios en 8 ese grupo de discípulos y está destinado a fermentar, morir y así dar paso a la vida para otros. Ese es el reino: comunión, solidaridad fraternidad. Jesús, aparece, pues, como el acompañante testigo de Dios su Padre de una pequeña comunidad. El acompañamiento de Jesús es por comunión con sus discípulos, es desde dentro y desde abajo, como humilde servidor de su comunidad por quien llega al extremo de dar la vida. Y por no reservarse nada vive eternamente resucitado. 7. La comunidad que Jesús quiso. Las comunidades primitivas entendieron que Jesús quiso crear un grupo o una comunidad que unas características particulares que dejaron consignadas en los evangelios al colocar a Jesús instruyéndolas o realizando acciones de misericordia (milagros) acompañado de sus discípulos quienes las representan. Tales características son: 1º Una comunidad que rompe con intereses derivados de los vínculos de sangre o económicos y que solo tiene a Dios por Padre (Mc 3,31-35; Mt 12,46-50=Lc 8,1921; Mt 10,37; Lc 2,48; 9,59-61). 2º Sin embargo es una comunidad familia en donde no haya un padre dominador, según el contexto cultural del momento, sino en donde todos son hermanos inclusive sus progenitores con respecto sus hijos y en la cual la relación de hermandad es de tipo maternal.(Mc 10,28- 30) 3º Una comunidad contraste, signo y testimonio, no en función de sí misma, como lo era la comunidad escatológica judía de la época de Jesús, comunidad de puros según la ley, y por lo tanto, cada vez más estrecha y reducida, sino en función salvadora de todos los demás, la gente, los pecadores. 4º Una comunidad para la Conversión que acoge a los pecadores y marginados y convive con ellos. (Mt 22,1-10=Lc 14,16-24) No es una casualidad que los evangelistas hayan puesto la presencia de los discípulos en gran parte de los milagros de curación y se concluye entonces, en buena lógica, que al ser intencionada, quiere decir que en la praxis de misericordia con los enfermos y marginados, no solo estaba comprometido Jesús sino su comunidad de discípulos cercanos; indicando, de esta manera la función solidaria de tal comunidad. 5º Con una autoridad humilde y servicial (Mt 20,20-34; Lc 22,24-37; Jn 13,1-15). 6º Jesús no pretendía hacer ni de todo Palestina, ni siquiera con todos los simpatizantes y seguidores una sola comunidad, sino, más bien una comunidad pequeña de discípulos cercanos, que incluía también mujeres (Lc 8,1-3), pero que fuera modelo o comunidad "memoria" del acontecer del Reino de Dios. 9 8. La comunidad “Cuerpo de Cristo”. Las fórmulas paulinas de la comunidad nos la muestran como Cuerpo de Cristo, especialmente en 1Corintios 12, 1-30. La comunidad sólo es posible por la acción del Espíritu Santo que mueve a cada miembro a darse a los otros con lo que es y tiene. Cada persona es un don de Dios para los demás, es un carisma o regalo de Dios para la construcción de la comunidad. Por eso la pluralidad se ve también como un don querido por Dios, pero que en el respeto y valoración de otro como instrumento de salvación, lleva a la unidad. Ahora bien, esa unidad tiene un centro claro: 22 Por el contrario, la verdad es que los miembros del cuerpo que parecen ser los más 23 débiles, son los más necesarios; y las partes del cuerpo que estimamos menos honrosas, a éstas las vestimos con más honra; de manera que las partes que 24 ya que nuestras partes consideramos más íntimas, reciben un trato más honroso, presentables no lo necesitan. Mas así formó Dios el cuerpo, dando mayor honra a la 25 parte que carecía de ella, a fin de que en el cuerpo no haya división, sino que los miembros tengan el mismo cuidado unos por otros (1Co 12, 22-25). El cuidado por los más débiles, siempre dentro de la comparación del cuerpo, es el que conduce a la unidad. Por ello dice Pablo que son los más necesarios. Por su unidad, la comunidad es un cuerpo orgánico porque busca dar vida a cada uno de sus miembros. En este caso se trata de la vida divina que llega a cada uno por la entrega solidaria y desinteresada de todos. Por ello la comunidad (koinonía) es el acontecer de la muerte y resurrección de Cristo. Este es el tipo de comunidad que queremos también nosotros acompañar en su desarrollo y a su servicio debemos ponernos como acompañantes, testigos, discípulos misioneros y servidores. Lo que es indispensable buscar con el acompañamiento es facilitar que la vida de Cristo, muerto y resucitado, es decir, el Evangelio, fluya en la comunidad por la solidaridad entre los miembros de la comunidad, por la fe expresada en la ayuda mutua, por la oración dirigida siempre a dejar transparentar al Señor en la vida personal de cada uno y, en consecuencia, en la comunidad. 9. Tenemos un acompañante. Jesús resucitado se queda con nosotros para siempre. La resurrección lo ha constituido salvador con poder de llegar eficazmente a todos nosotros a lo largo de la historia. Su fuerza de comunión y de participación de la vida misma de Dios nos alcanza a nosotros hoy, 2000 años después de su muerte, se cuela por todos los orificios de nuestra realidad personal, por todas las grietas de nuestra situación 10 cruel, violenta y aparentemente desesperanzada y caótica. Gime desde dentro de todas las situaciones de opresión, de exclusión, grita en cada masacre, explota en cada movimiento social... se mueve libremente por todos los rincones del mundo... es como el viento que no se sabe de donde viene ni a donde va... es como el fuego que quema los corazones abrasándolos en amor y capacidad de entrega incluso hasta la muerte. Ese poder de Jesucristo resucitado que nos sobrecoge a nosotros hoy es el Espíritu Santo, el Espíritu de Cristo. El es llamado Paráclito: Pero el Consolador [paráclito], el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, Él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que os he dicho (Juan 14, 26). Paráclito quiere decir, el que está al lado para consolar, para acompañar solidariamente a otro en su camino, sea el que sea. 3 Pero cuando Él, el Espíritu de verdad, venga, os guiará a toda la verdad, porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oiga, y os hará saber lo que habrá de venir (Juan 16,13). Jesús resucitado con el poder de acción en todos los tiempos, es decir, con su Espíritu, nos irá revelando la verdad de la vida, lo profundo de nuestra realidad humana, nos hará vivir toda experiencia en la profundidad humana divina que tiene. Nosotros, acompañantes, somos ante todo, acompañados. Sólo sabiendo que para ser fieles acompañantes debemos ser dóciles acompañados por el Espíritu Santo, ser obedientes seguidores del la voluntad de Dios, al estilo de Jesús. El criterio objetivo para reconocer que estamos acertando, o sea que estamos interpretando bien al Espíritu en nuestra vida para permitir que sea él quien acompañe nuestras comunidades a través de nosotros, es muy sencillo y simple. Nuestro acompañamiento estará acertando si ayudamos a generar comunidades al estilo de la que Jesús generó por comunión con sus discípulos: solidarias, fraternas, sin exclusiones, misioneras, dóciles a la voluntad de Dios, en discernimiento permanente, que crecen en un ambiente de ternura fraterna y con un cariño maternal que fascina y atrae a otros, es decir, comunidades que conducen al encuentro con Jesucristo, no solo a sus miembros sino a quienes entran en contacto con nosotros. Esta es la insistencia maravillosa de los obispos latinoamericanos reunidos en Aparecida y expresada en el documento conclusivo. Si así procedemos, estamos interpretando correctamente la voluntad de Dios que se ha dejado oír en ese documento como verdadero signo de los tiempos. Conclusión 11 Al concluir volvamos al inicio. Según los documentos CVX lo que pretendemos, como desarrollo de nuestra vocación en la Iglesia, es construir comunidades que, discerniendo permanentemente los caminos de Dios y siguiéndolos como comunidades armónicas, viven con una actitud misionera al estilo de Jesús en la Iglesia. Eso es precisamente lo que tenemos que acompañar. Lo que hemos aprendido no es simplemente una ocurrencia bonita y divertida o una moda interesante. El camino recorrido por la Sagrada Escritura nos ha mostrado que hacer ese acompañamiento es ayudar a generar realidades totalmente trascendentes y significativas porque en ellas se está jugando Dios mismo su propio pellejo. Porque la realidad de la comunión que se vive en las comunidades es la mismísima vida de Dios, la salvación ofrecida desde siempre por el Yahvé, el Dios de Abraham, Isaac y Jacob y concretada en Jesucristo, hombre Dios, al dar la vida por sus amigos y por sus enemigos. La comunidad es lo concreto del Reino de Dios. La comunidad es la única manera de corregir al ser humano. Es la familia de Dios, taller de auténticos hombres y mujeres que contrastan con este mundo de opresión, rencor, venganza, violencia y masacres. La comunión vivida en las comunidades es la salvación misma. De manera que ser acompañantes es una tarea trascendental. Pero el acompañante no es el protagonista ni el salvador. Es un servidor humilde, al servicio del Reino que el Espíritu impulsa de muchas otras maneras, y que el acompañante debe saber contemplar, señalar, impulsar, pero no liderar ni arrebatar como trofeos de nuestro trabajo, al estilo de súper héroes. El acompañamiento se hace con gran reverencia porque los acompañantes son testigos presenciales de la acción del Espíritu en los demás y sólo son los catalizadores o facilitadores del Evangelio. Los acompañantes deben estar atentos a los más frágiles y débiles de las comunidades. Ser a la vez misericordiosos y severos, cuando haya algún peligro de que la comunidad atropelle a algunos de sus miembros o a otras personas, pues perdería su sentido de concreción del Reino. El acompañamiento se hace por inserción en la vida de la comunidad, al estilo de Jesús, pero también por medio de prudentes retiradas para no tomar el lugar de ninguno de los miembros de la comunidad que debe ser responsable por él mismo. En fin, el acompañante debe ser testigo del acompañamiento de Cristo por la fuerza de su Espíritu, vivo en ese asesor que sabe morir a sus propios intereses también atravesados de egoísmos, para que brille la luz de la entrega solidaria de la comunidad. El acompañamiento es una tarea pascual. 12 TALLER BIBLICO: El compañero de camino (Lc 24,13-35) 13 Y he aquí que aquel mismo día dos de ellos iban a una aldea llamada Emaús, que estaba como 14 a once kilómetros de Jerusalén. Y conversaban entre sí acerca de todas estas cosas que habían 15 acontecido. Y sucedió que mientras conversaban y discutían, Jesús mismo se acercó y caminaba con ellos. 16 Pero sus ojos estaban velados para que no le reconocieran. 17 Y Él les dijo: ¿Qué discusiones son estas que tenéis entre vosotros mientras vais andando? Y ellos se 18 detuvieron, con semblante triste. Respondiendo uno de ellos, llamado Cleofas, le dijo: ¿Eres tú 19 el único visitante en Jerusalén que no sabe las cosas que en ella han acontecido en estos días? Entonces Él les dijo: ¿Qué cosas? Y ellos le dijeron: Las referentes a Jesús el Nazareno, que fue 20 un profeta poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo; y cómo los principales sacerdotes y nuestros gobernantes le entregaron a sentencia de muerte y le 21 Pero nosotros esperábamos que Él era el que iba a redimir a Israel. Pero además crucificaron. 22 de todo esto, éste es el tercer día desde que estas cosas acontecieron. Y también algunas mujeres de entre nosotros nos asombraron; pues cuando fueron de madrugada al sepulcro, 23 y al no hallar su cuerpo, vinieron diciendo que también habían visto una aparición de ángeles que 24 decían que Él vivía. Algunos de los que estaban con nosotros fueron al sepulcro, y lo hallaron tal 25 como también las mujeres habían dicho; pero a Él no le vieron. Entonces Jesús les dijo: ¡Oh 26 insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! ¿No era necesario 27 Y comenzando por Moisés y que el Cristo padeciera todas estas cosas y entrara en su gloria? 28 continuando con todos los profetas, les explicó lo referente a Él en todas las Escrituras. Se 29 acercaron a la aldea adonde iban, y Él hizo como que iba más lejos. Y ellos le instaron, diciendo: Quédate con nosotros, porque está atardeciendo, y el día ya ha declinado. Y entró a quedarse con ellos. 30 Y sucedió que al sentarse a la mesa con ellos, tomó pan, y lo bendijo; y 31 partiéndolo, les dio. Entonces les fueron abiertos los ojos y le reconocieron; pero Él desapareció 32 de la presencia de ellos. Y se dijeron el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón dentro de 33 nosotros mientras nos hablaba en el camino, cuando nos abría las Escrituras? Y levantándose en esa misma hora, regresaron a Jerusalén, y hallaron reunidos a los once y a los que estaban con 34 35 ellos, que decían: Es verdad que el Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón. Y ellos contaban sus experiencias en el camino, y cómo le habían reconocido en el partir del pan. 1. Lee atentamente el texto. 2. Fíjate en Jesús: qué hace, qué dice, cómo procede con los caminantes? 3. Fíjate en los dos discípulos: sus actitudes, sus sentimientos, los cambios que sufren en el relato y por qué. 4. Concluye: A partir de este relato, ¿cómo quisieras ser acompañante de una comunidad? ¿Qué aprendes de los discípulos?