12 VIERNES LA PALABRA ISRAELITA 17 DE JUNIO DE 2011 CULTURA Las muy diversas interpretaciones del Moisés, de Miguel Ángel POR SONJA FRIEDMANN Desde Sigmund Freud a Marcel Brion, pasando por una larga lista de historiadores del Arte y pensadores, la actitud del personaje bíblico representada por Miguel Ángel Buonarrotti ha sido objeto de cuidadosas observaciones. En marzo de 1505, encontrándose en Roma, el artista recibió del Papa Julio II el encargo de construir para él un monumento funerario. Miguel Ángel planificó una gigantesca tumba con varias estatuas de escala mayor a la natural. Entusiasmado, pasó ocho meses en Carrara, seleccionando los mármoles que utilizaría. Pero, al regresar a Roma, se encontró con que el Papa había cambiado de parecer y le encargaba, ahora, la decoración de la Capilla Sixtina. Buonarrrotti se sabía más escultor que pintor y se enfureció, marchándose a Florencia. Tras muchas discusiones, después de la ejecución de numerosas obras y ocurrida ya la muerte del Pontífice, se simplificó el proyecto original, el artista retomó la tarea y el Moisés, una colosal escultura, quedó instalada en la Iglesia de San Pietro in Vincoli (San Pedro encadenado) en 1545, cuando Miguel Ángel contaba ya con setenta años de edad. Entre los numerosos escritos sobre este artista, destacamos «Vita de Michelangelo», de Giovanni Papini, publicado en Florencia en 1949 y los 8 textos de Charles de Tolnay, que abarcan toda su vida y obra, el último de los cuales fue publicado en Princeton en 1978. Fotos: Claudio Mandler Una de las obras más estudiadas del importante artista del Renacimiento Italiano. Siempre ha intrigado que Miguel Ángel representara a Moisés con cuernos. Y no es el único artista que lo hizo así. La explicación es muy curiosa. Resulta que un sacerdote cristiano, Jerónimo, que se considera santo, hizo una traducción del Antiguo Testamento del hebreo al latín. Y confundió «karan» con «keren», confusión explicable por la ausencia de vocales en la escritura hebrea. En el original, Exodo 34:29, se dice que el rostro del profeta emanaba luz (karan). Además, en la antigüedad, un tocado de cuernos se consideraba símbolo de autoridad, por influencia egipcia. Alejandro Magno gustaba de ser representado así. Marcel Brion (1895 - 1984) fue uno de los más profundos estudiosos de Miguel Ángel. En su libro «Miguel Ángel o la Creación», hace la siguiente reflexión sobre el Moisés: «El profeta está sentado, exhausto y desanimado. Desciende del Sinaí, todavía cegado por los relámpagos, ensordecido por la tempestad divina que se desencadenaba en la cima de la montaña. Ha visto a Ds cara a cara y Ds le ha hablado. Ahora vuelve junto a los hombres llevando escritas sobre piedra las leyes de Ds. Y su pueblo, ocupado en placeres fútiles y perversos, no le escucha. »Este es el momento que Miguel Angel ha elegido para representar a Moisés. Este intervalo entre la intimidad con Ds y la indiferencia de los hombres. El momento, también, en que la cólera se acumula en el corazón del profeta. Todo lo que puede caber de desprecio, de indignación, de desáni- mo, de rabia en este corazón de profeta ignorado, Miguel Ángel lo encierra en la estatua que está esculpiendo. Y cada golpe de mazo, que desprende la forma viva del bloque inerte, testimonia más aun el parentesco entre la obra y el creador.» La interpretación de Freud difiere de la de Brion y de muchos otros autores, a quienes refuta en su libro «Psicoanálisis del Arte», donde compiló cinco ensayos escritos entre 1907 y 1928. Narra en él sus cotidianas y prolongadas visitas a San Pietro in Vincoli, donde, como un detective, estudiaba hasta los más mínimos detalles de la obra: la posición de los pies, el gesto de la mano que sujeta las Tablas y se enreda en la barba... Descubre aquello en que nadie se había fijado anteriormente: que las Tablas están apoyadas precariamente al revés, de abajo hacia arriba, como si hubiesen cambiado recién de posición. Pero, sobre todo, intenta discernir porqué «ninguna escultura me ha producido jamás tan poderoso efecto... he intentado, en reiteradas ocasiones, sostener la mirada colérica del héroe bíblico, temeroso, como si yo mismo perteneciese a aquellos a quienes fulminan sus ojos». Y el gran creador del Psicoanálisis concluye: «No es este el Moisés de la Biblia, el cual se encolerizó verdaderamente y arrojó las tablas contra el suelo, quebrándolas. Sería otro Moisés completamente distinto, creado por el artista... Miguel Ángel ha puesto en el sepulcro de Julio II a otro Moisés, superior al histórico o tradicional. Ha elaborado el tema de las tablas quebradas y no hace que las quiebre la cólera de Moisés, sino, por el contrario, que el temor de que las tablas se quiebren apacigüe tal cólera o, cuando menos, la inhiba en el camino hacia la acción». Según Freud, entonces, Moisés no estaría levantándose, sino que, tras un primer intento de incorporarse, vuelve a sentarse, en un tremendo esfuerzo de autocontrol.