SUDAMÉRICA: ¿CUNA DE LA HUMANIDAD? Germiniano González Título: Sudamérica: ¿Cuna de la Humanidad? Autor: © Germiniano González I.S.B.N.: 84-8454-352-8 Depósito legal: A-624-2004 Edita: Editorial Club Universitario Telf.: 96 567 38 45 C/. Cottolengo, 25 - San Vicente (Alicante) www.ecu.fm Printed in Spain Imprime: Imprenta Gamma Telf.: 965 67 19 87 C/. Cottolengo, 25 - San Vicente (Alicante) www.gamma.fm gamma@gamma.fm Reservados todos los derechos. Ni la totalidad ni parte de este libro puede reproducirse o transmitirse por ningún procedimiento electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación magnética o cualquier almacenamiento de información o sistema de reproducción, sin permiso previo y por escrito de los titulares del Copyright. AGRADECIMIENTO: En primer lugar al “Paleontólogo” Horacio Parent, de la Universidad Nacional de Rosario (Argentina), por la excelente documentación que me envió. Después, a la profesora de la Complutense (Madrid) María Paz Villalba Currás, por mandarme la información que le pedí. Y en tercer lugar, a algunos compañeros de estudios como Manuel Rodríguez, Isabelino Rubio y Javier Barrio, a los que solicité algunas direcciones valiosas. DEDICADO: A la memoria del “Antropólogo” Florentino Ameghino, en el 150 aniversario de su nacimiento, que tuvo lugar el 18 de septiembre del año 1854. Florentino Ameghino 3 CAPÍTULO I EL DARWIN SUDAMERICANO Florentino Ameghino nació el 18 de Septiembre de 1854 en Luján (Argentina). Pronto destacó como un adelantado naturalista, sobresaliendo en Geología, Paleontología y Antropología. Ameghino ha sido uno de los grandes genios de nuestra civilización. Sus descubrimientos crearon una polémica acerbada y hubiera superado la fama de Darwin si éste no hubiera lanzado unos años antes su teoría de la evolución y si, lo más importante, Ameghino hubiera trabajado en Europa. Su “Transformismo” le creó enemigos en todas partes pues demostraba, con sus continuos hallazgos, que el origen del hombre estuvo en las llanuras o pampa argentina. Sus 186 trabajos científicos, totalmente documentados, están hoy impresos en 26 volúmenes que eclipsan el saber de cualquier otro científico. Llegó a ocupar los más elevados puestos en las principales escuelas, universidades y museos argentinos. Sus descubrimientos le llevaron a viajar algunas veces a la Ciudad Luz donde las cátedras admiraron, aunque con recelo, sus ideas, sus hallazgos y donde se quedó parte de sus primeras colecciones. Murió el 6 de Agosto de 1911 en la pobreza, pues gastaba absolutamente todo el dinero en los viajes y estudios que hacía de los hallazgos. En su sepelio, Argentina le rindió un gran homenaje, cosa que no supo hacer en vida. Si nuestro sabio –dice el Dr. Castellanos- hubiese actuado en Europa o Estados Unidos, no en un país tan mísero y adverso como el que le tocó vivir, su nombre habría alcanzado el tope en la cumbre del pensamiento humano. Florentino Ameghino fue y seguirá siendo el paleontólogo más importante que ha dado América del Sur. Desde estas líneas quiero dejar testimonio de que Ameghino encontró pruebas mucho más claras y documentadas que Darwin de que el origen del humano no sólo fue por evolución sino que es mucho más antiguo que lo defendido hoy y que tuvo lugar en Sudamérica. Ameghino: Evolución del hombre en Sudamérica. El aportó las pruebas del nacimiento del género humano. Todas las culturas o civilizaciones se hacen, en algún momento, la pregunta: ¿Dónde está el origen de la especie humana? Tal interrogante sólo encuentra respuesta en los primates de Sudamérica y a éstos debemos buscarlos en el período Cretácico. En el continente sudamericano comenzaron su rápida evolución en el piso “Notostilopense”, que 5 Germiniano González Ameghino consideró del Cretácico por tratarse de sedimentos compuestos de areniscas rojas con dinosaurios. Entre esos primates primitivos podemos nombrar al Notopithecus, al Adapithecus y al Henricosbornia. Muchas especies, pues, de primates convivieron con los dinosaurios durante millones de años. Especies muy pequeñas pero de gran variedad. Al comenzar otra era, la Cenozoica, hace 65 millones, encontramos restos abundantes de esos primates evolucionados, representados por verdaderos simios como el Homunculites o los Pitheculites de la Patagonia argentina, entre los 65 y 44 millones de años. Los restos del Pitheculites lo muestran como un simio muy pequeño que dará origen a los homunculideos del Eoceno superior, entre los 44 y 38 millones. En este tiempo hallamos diversas o variadas formas con dos características: El tamaño es muy pequeño, pero su aspecto es sumamente elevado. Los fósiles principales son de “Homunculus”, “Anthropops” y “Pitheculus”. Los restos paleontológicos presentan al Homunculus con una cabeza o cráneo muy parecido al humano, pero en pequeño o miniatura. Los fósiles del Anthropops muestran un cráneo aún mucho más parecido al humano. ¿Supone esto que eran realmente inteligentes? La respuesta parece afirmativa, pues otros restos o huellas lo prueban. ¿Qué prueban?Que eran industriosos y utilizaban el fuego. Aunque la antropología académica cierre sus párpados, poco importa. Estamos hablando de hallazgos y estudios directos que hicieron antropólogos y geólogos argentinos que ya habían comenzado la búsqueda de fósiles humanos antes de que Darwin publicara el Origen de las Especies. De hecho, en París, hay mucho material sudamericano del siglo 19, mostrando algunos útiles y huesos humanos de algunos millones de años. Aquel diminuto humano o humanoide llamado Anthropops dejó huella de su quehacer en los manchones o pequeños montones de tierra cocida “in situ” y lo que es más importante, en dichos estratos se encontraron huesos con incisiones regulares trazados con útiles o puntas de piedra. Es más, también se halló un “fémur” del Homunculus al que Ameghino dedicó decenas de páginas, en las que después de compararlo con el de muchos otros mamíferos del tiempo, demuestra que es humano. Se puede, pues, afirmar que los homunculideos son los mamíferos que reúnen mayor número de caracteres comunes con el hombre y los que más se aproximan al tronco primitivo de donde se separaron los monos americanos, los antropomorfos y los hominideos. Siendo así, la interrogante es: ¿Habrá tenido el hombre o la especie humana su origen en Sudamérica? Otros descubrimientos posteriores en el Oligoceno del Paraná y en el Mioceno y Plioceno argentino prueban que la evolución de la especie humana estuvo en este continente. La única dificultad seria que podría echar por tierra la teoría de Ameghino y otros científicos de su tiempo es que hubieran datado mal las capas geológicas donde se encontraron los restos de hogueras, los huesos con incisiones artificiales y las puntas de piedra trabajadas, pero a su favor está que hicieron una datación meticulosa siempre. En sus libros Ameghino deja constancia en cada ocasión del estudio que hace del terreno y demostró, posteriormente, que el 6 Sudamérica: ¿Cuna de la humanidad? rechazo que hacían a sus clasificaciones estaba basado en errores y apreciaciones ligeras o superficiales que hizo Darwin cuando recogió fósiles en Sudamérica y les dio edades equivocadas a los estratos. Error darwinista que aún pervive. Sirva como ejemplo de este error la demostración que ha hecho Ameghino del terreno “pampeano” como perteneciente al Plioceno y que Europa tomó por cuaternario siguiendo las débiles explicaciones que dio Darwin a su regreso. El transformismo Dice Ameghino: Lo que afirman los transformistas es que los seres en general, y cada especie en particular, no ha aparecido así no más porque sí, de sopetón, de la noche a la mañana: que nada se forma de la nada; que por consiguiente todo debe tener antecesores, y concretándome particularmente a las formas superiores de la animalidad, cuya cúspide somos nosotros, lo que sostiene dicha escuela es que el hombre desciende de una forma inferior extinguida, que los monos antropomorfos actuales descienden de otro tipo también extinguido, que a su vez tuvo sin duda por origen un tipo primitivo del cual se separaron igualmente en épocas sumamente remotas las formas precursoras del hombre. El transformismo tiende a establecer la unidad orgánica, demostrando que las diferentes especies de animales que pueblan y han poblado la superficie de la tierra, tuvieron origen en simples variedades y éstas no son sino formas precursoras de futuras especies. Todas las especies vegetales y animales que actualmente pueblan la superficie de la tierra son debidas a una serie indefinida de transformaciones verificadas lentamente durante un inmenso número de millares de años, que no son más que formas derivadas de otras preexistentes, que a su vez tuvieron origen en otras formas anteriores, de modo que los vegetales y animales actuales no son más que las últimas ramificaciones de un árbol inmenso, infinitamente ramificado. La Personalidad Científica de Ameghino El Hombre (Por el Doctor Oscar Baulies) Considero a Florentino Ameghino de auténtica cuna Argentina. Si él siempre afirmó serlo y los hermanos y viejos habitantes de Luján así lo confirmaron antes y después de su muerte, no se ve el motivo que justifique, ni siquiera la insinuación de otra nacionalidad para él. Sus padres suplieron con ternura y cariño la falta de reales conocimientos para poblar la frente del niño. Pero lo hicieron bueno, limpio y puro de alma, y ya hicieron su parte. La tierra estaba abonada de bondades, el entorno lleno de sugerencias y la natural inteligencia, la curiosidad y la imaginación del niño, prepararon por sí mismo la sementera. 7 Germiniano González Fue creciendo lleno de interrogantes y como nadie sabía contestárselos, aprendió a buscar respuestas por sí mismo. Primero observaba, después echaba a vuelo la imaginación, luego amasaba la idea y la razón, y, finalmente, con el análisis, trataba de crear la hipótesis. Su cerebro era una muela infatigable: Molía y molía constantemente. Y su imaginación, precoz y extremadamente viva, conformó más de una idea con ribetes de premonición: Tal, por ejemplo, su anticipo mental sobre el primitivo origen americano del hombre, principio que después habían de confirmarle sus descubrimientos. Todo este mundo de removido interior, que hacía desbordar a un Ameghino adolescente, se iba desarrollando en las idas y venidas de un muchacho joven y alejado de todo contacto de verdadera trascendencia científica para él. Pero nunca se hace nada en vano, ni para mal ni para bien. La inteligencia despierta de ese escolar que hacía permanente sus correrías por las barrancas del río de su infancia, cachorro de la ciencia que excavaba y excavaba en procura de una curiosa merienda que a él le apasionaba y presentía oculta en las entrañas del suelo patrio, esa inteligencia, decimos, vitalmente precoz, llamó la atención de su maestro D`aste, que lo llevó a la ciudad haciéndose cargo de su cuidado y su control. En ella había de cambiar su mundo. Había sido un niño alegre, feliz, querido, que nunca estuvo solo, porque llevaba un universo dentro de sí mismo. Dejó el hogar, dejó los hermanos con los que vivió unido toda su vida, y se trasladó a la ciudad para iniciar allí estudios en una escuela normal de preceptores, que había de tener muy fugaz vida. Al término, le fue concedido el título de preceptor con el que llegó a director de la escuela rural de Mercedes. Pero el pedagogo no distrajo al naturalista. Era apenas un adolescente, pero ya hablaba y escribía francés e italiano, y a través de estas lenguas se fue familiarizando con el pensamiento de algunos hombres de ciencia europeos. Su temperamento era apasionado y vehemente, pero perfectamente controlado. Por otra parte, todos sabemos, que una obra gigantesca y renovadora como la que llevó a cabo Ameghino, no puede lograrla ni llevarla a cabo quien no sea un apasionado. Como era capaz de todos los milagros (a los 17 años dominaba idiomas, tenía ideas originales, escribía apuntes, conocía el pensamiento naturalista de los mejores autores del mundo, tenía una colección extraordinaria de fósiles y poseía una idea clara de lo que perseguía), a los 20, determinó realizar el viaje que había de poner en marcha su nombre por el mundo: Se trasladó a Francia. ¿Con qué recursos? Con los de su decisión y los de la confianza que en su propio rumbo no lo abandonó jamás. En Francia, el científico se llenó de gloria y se vinculó a los mejores ambientes estudiosos, y el hombre, (del que felizmente no prescindió el naturalista) se enamoró de una bella francesita con la que volvió al país casado. Al llegar se encontró que las autoridades correspondientes, habían determinado su cesantía del cargo de la escuela de Mercedes. Se había excedido en la ausencia… Fue la historia de siempre: Hijos que caminan más ligero que la madre, que van más lejos, y que la madre sólo alcanza cuando se mueren. El destino de Ameghino no 8 Sudamérica: ¿Cuna de la humanidad? pudo diferir de este molde al que está sujeto por lo general el genio. La patria, la madre a que nos referimos, lo comprendió en todo su valor cuando el sabio había detenido su paso para siempre. Esta cesantía no fue más que la inicial de otras postergaciones injustas, máxime si tenemos en cuenta que Ameghino regresaba con un prestigio científico sancionado en el viejo mundo. No era, pues, una cantera dudosa. Era la veta con toda su riqueza brillando entre la roca. No obstante, la necesidad del pan, la imperiosa necesidad del pan, verdadero freno y estímulo a la vez de los cultores del arte y la ciencia, le impuso el rumbo más inesperado, y después de un frustrado intento industrial, Ameghino abrió las puertas de una insólita librería que, en sus dos etapas, la de la ciudad de Buenos Aires y la de la ciudad de La Plata, cambió de base pero no de aspecto: Una y otra tuvieron el inconfundible sello de lo que se posee pero no se ama. La librería rebosaba más de huesos que de papeles. Y el librero, oculto en cualquier rincón, reemplazado a menudo en las tareas del mostrador por su mujer, aprovechaba todos los momentos posibles (pues Ameghino era un fabuloso devorador de tiempo) investigando, estudiando, clasificando y escribiendo las miles y miles de cuartillas que habían de constituir el basamento de su grandiosa obra paleontológica. De esa librería franciscana en la que, según refiere uno de sus biógrafos no había más de quinientos pesos de mercaderías, salió sin embargo la sustancia vital que durante 16 años había de abastecer las limitadas necesidades económicas de la pareja, y las continuas peregrinaciones de Carlos, el gran hermano de Ameghino, su primer admirador, su mejor colaborador, el infatigable andariego patagónico, consecuente, tenaz e imponderable proveedor de material de estudio sobre la mesa de Florentino. Es digno de hacer notar la calidez de hermandad que siempre entibió el clima estudioso de Ameghino. Tanto Juan, como Carlos, le hicieron la entrega generosa de lo mejor de sí mismos, sin aspirar ni pretender otra cosa –y esto es lo hermoso-, que aportar su esfuerzo áspero y oscuro como un leño a la pira ya en llamas del que, ellos primero que nadie, estimaron genio. No se dan ciertamente con frecuencia estos casos de total consagración fraternal que para la realización de su obra contó Ameghino. Siempre quiso, es verdad, entrañablemente a sus hermanos, y siempre resolvieron de común acuerdo sus recíprocos problemas, pero a pesar de esta identificación efectiva que los unía, es innegable que hubo una rara y ejemplar confluencia entre estos tres seres y que existe algo de injusticia en el cono de sombra en que las circunstancias los han sumergido, especialmente a Carlos, que llegó a ser espíritu muy avezado en muchas de las disciplinas en las que el hermano fue maestro. Ameghino, que conoció las ternuras de un hogar sencillo pero noble, tenía un gran concepto de la inteligencia de su madre. Inteligencia sin desbrozar, pero que guardaba en sus relámpagos el calor que había de poner tanta fe y tanta esperanza en el corazón de ese hijo suyo nacido para sabio, y en el de los que lo habían de dar todo para que cumpliera su destino. Napoleón decía, ante todo hombre de valer: “¡Usted debe haber tenido una gran 9 Germiniano González madre!”, y hemos de suponer que la de Florentino Ameghino no fue por azar madre de tres hombres que no conocieron el veneno de la envidia, ni de los celos, ni de la indolencia. No pudo pagarles maestros, pero trató que la pobreza, lejos de embrutecerlos o desanimarlos, fuera para ellos esa ¡lección útil! que el padre de George Sand estimaba como la más fecunda para alcanzar las mejores metas creadoras del hombre. Ameghino fue discípulo permanente de la pobreza, y aún en la hora en que fueron llegando algunas recompensas que entrañaban un mayor desahogo económico para él, se le vio seguir la marcha tan modestamente como la había iniciado. Fuera de lo que necesitaba su fervor científico, en búsquedas de fósiles y en las ediciones de sus libros, lo demás, todo le sobraba. No tenía vicios. Ni siquiera fumaba. Y como era un trabajador sin resuellos, no tenía tiempo para veleidades que podrían haber despertado en él alguna superficialidad personal. Por otra parte, su mujer, si alguna vez había soñado otra cosa, ya no debía acordarse siquiera. Sin familia y sin relaciones, se avino a poner el hombro en la hora inicial, y al total renunciamiento de su personalidad, siempre obligada a una soledad cuyo gran sentido quizá llegó ella a intuir, supo comprender que tenía a su cuidado un niño de rara sensibilidad al que ella amaba hasta los celos, pero al que no obligó a torcer su rumbo. Y grande debió ser el lugar que ella ocupaba en la vida del sabio, cuando en la hora de su muerte, quince días próxima a la hora de la muerte de su propia madre, Ameghino se sintió derrumbado, iniciando evidentemente desde ese momento el camino de su declinación física. Hay que ser hombre y saber lo que son los cuidados, atenciones y ternura de una madre y de una esposa, para comprender el tremendo vacío en que cayó desde ese instante la vida del hombre y del sabio. Todo el andamiaje de las viejas luchas, con sus búsquedas insaciables, con sus polémicas ardorosas, con sus aciertos y sus errores, con sus logros y sus escamoteos, con su dolor y su gloria; todo ese velamen que como hombre y como científico creía recogido definitivamente porque su vida había entrado en la mar calma; todo ese mundo de creación y de sueños se le vino de pronto encima y le restó toda fuerza para entablar con la vida restante la menor batalla por su defensa. Muertos los ángeles tutelares de su hogar, empezó para Ameghino el peregrinaje más desvalido del mundo: El del hombre solo. Como esos árboles que después del hachazo fatal conservan aún un vigor signado sin embargo por el inexorable y pronto fin, así la vida de Ameghino quedó, desde ese momento, sometida al pacto secreto de un emplazamiento de su destino. No obstante, siguió trabajando. Ya había alcanzado honores dentro de su patria. Ya era miembro honorario de cuanta Sociedad importante tenía la historia natural en el mundo. Ya era firme y consolidadamente el rector de su ciencia, y ya su nombre servía en las esferas científicas extranjeras para identificar el nombre de su tierra natal; y se decía, a veces: “La patria de Ameghino” porque ya su nombre había alcanzado la fama y la gloria indispensables para ser una misma cosa con su tierra y 10 Sudamérica: ¿Cuna de la humanidad? con su patria. Ya lo era todo, pero el destino acababa de dejarlo sin nada… Poco a poco vino, sin embargo, la reacción espiritual. El trabajo es también un gran compañero. Y Ameghino ya sabemos que era un trabajador extraordinario. Además, tenía aún muchas cosas que establecer y muchas otras que poner en su lugar. Como hombre de ciencia era infatigable y como teórico, a veces, atrevido. Pero amaba a la verdad., a la que él llamaba “religión del porvenir”, y en aras de ella nunca tuvo a menos rectificar cualquier aserto si un día comprendía que estaba equivocado. De una manera o de otra, el hombre se levantó a vivir los escasos tres años trágicos que le restaban de vida. Como si lo hubiese presentido y como si la vida misma hubiese querido darle la compensación que más amaba (la estimación de sus amigos) y la que más lo fortalecía (el reconocimiento de su país a la importancia de su obra), esos años trajeron a Ameghino las grandes satisfacciones de recobrar amigos, como Moreno, por ejemplo, (aquel que le había prohibido la entrada al Museo Nacional, por rivalidades en la ciencia) y la de ver que los valores científicos y espirituales de su país, y el país mismo, iban alcanzando su paso, reconociéndole los merecimientos que llevaban implícitos los homenajes y nombramientos que iban desde la designación de Director del Museo Nacional de Buenos Aires en 1902, hasta el de académico de la Facultad de Filosofía y Letras en Buenos Aires en 1909. A pesar de todo esto, algo quedaba aún pendiente en sus más fervientes deseos. No se trataba de nada para sí. A Ameghino todo le sobraba, hasta la gloria. Y si alguna vez se indignó por alguna postergación injusta, no era por vanidad, sino por espíritu veraz, que no aspiraba a más que a aquello a que tenía derecho. Lo que ahora lo desvelaba era el deseo de que el Museo que dirigía “barracón infame” fuera trasladado a un edificio digno de exhibir y conservar los tesoros que guardaba. Ya algunas delegaciones científicas extranjeras habían insinuado su asombro ante la precaria presentación de colecciones tan valiosas. “Oro entre barro”, había dicho alguno. Y a Ameghino le dolía como un dardo la expresión y mucho más porque era cierta. Luchó con denuedo y removió oficinas y funcionarios para que el absurdo fuera enmendado. Consiguió promesas, que a veces eran sinceras, pero los incesantes cambios políticos deshacían de pronto el castillo tan penosamente levantado. Y había que volver a empezar de nuevo. A esperar. Pero la muerte no espera. Y la que aguardaba a Ameghino contaba en él con su mejor aliado. Fuera por descreimiento o por desabrimiento de su soledad no quiso cargar armas para su defensa. Ni médicos ni medicinas. Se entregó al destino. Y si el científico se había agigantado, el hombre, en cambio, se apagaba. Y él lo presentía… En este prólogo de su muerte, en el que, dicho sea de paso no le fue dado conseguir la realización de su sueño de un Museo mejor, cuántos recuerdos habrán desfilado por su mente excepcional, al evocar su vida sin infancia; su juventud incierta y ardorosa; sus primeros vislumbres; sus primeros triunfos; los hondos entusiasmos 11 Germiniano González y los tremendos desalientos; los grandes enconos y los profundos afectos; las desavenencias y las conciliaciones; las esperanzas y las realidades; todo el mundo de grandes y pequeñas cosas que rodean gastan y estimulan la vida del genio. Y por sobre todos esos recuerdos (verdadera sustancia de las vidas sembradoras) ha de haber sentido Ameghino (solazándose en ella) la idea firme, segura y absoluta de haber abierto un camino a la ciencia, a través del hombre y su ejemplo. Dicen que Pasteur tenía siempre ante sus ojos en su habitación de trabajo y para que hicieran carne en su espíritu estas palabras: “¡Dichoso el que teniendo un ideal, logra sacrificárselo todo!”. Ameghino nació llevando el sentido de esta expresión, no sólo ante los ojos, sino en la misma sangre, como si la providencia se la hubiese escrito en ella para gloria de la ciencia y orgullo del mundo. Comentario a la división de los tiempos geológicos que hizo Ameghino: Se ha combatido bastante la división geológica que ha hecho este sabio, pero estoy seguro que se ha exagerado, pues las clasificaciones oficiales también tienen grandes diferencias. Por ejemplo, el Plioceno para unos comienza hace 5,3 millones; para otros hace 5,1 millones; unas editoriales lo ponen desde hace 5 millones y otras como La Guía de Fósiles de Martínez Roca hace 7 millones. Y si nos fijamos en el comienzo del Pleistoceno, para unos es desde hace 2,5 millones; para otros desde hace 2, y para otros desde hace 1,8 millones. Y esto, hoy día, que tenemos tantos medios para hacer clasificaciones y estudios. Voy a recordar ahora la división que hace Ameghino del cretácico, porque creo está muy acertada. Dice nuestro sabio: “Alternando con las ramas y troncos transformados en piedra que llenan las capas de areniscas rojas se encuentran cantidades de osamentas igualmente petrificadas y pertenecientes a vertebrados terrestres del extinguido grupo de los dinosaurios”. Y a continuación nos describe a unos como gigantes de más de 30 metros, a otros como liebres. Unos caminando en 4 patas, otros en dos. Unos acorazados, otros sin coraza, etc., etc. Y escribe hasta nombres como el Argyrosaurus, el Titanosaurus, el Bothrispondylus, el Genyodetes, el Lonoosaurus, etc. Y lo más curioso es que pone a algunos dinosaurios en pisos que otros autores modernos colocan en el terciario. Aquí falla algo. Habla de dinosaurios en las areniscas rojas guaraníticas y el Guaranítico abarca 4 pisos no 1 (el Puelchense) como creen algunos. Y digo esto, pues en el siguiente piso, el “Notostilopense” hay también dinosaurios petrificados y cita en este piso dos géneros de dinosaurios, el Genyodetes y el Lonoosaurus. Como algunos expertos ponen el Notostilopense en el Eoceno, resulta que los dinosaurios no desaparecieron hace 65 millones de años, sino bastantes millones después, es decir, hace 54 millones, ya que aquí comienza el Eoceno para la ciencia de hoy. Ello demuestra que la división hecha por Ameghino se acerca mucho a la realidad. Por eso creo que la división que hizo del terciario debe ser muy acertada, aunque tenga algunos errores. 12 Sudamérica: ¿Cuna de la humanidad? DIVISIÓN DE LOS TIEMPOS GEOLÓGICOS EN SUDAMÉRICA Millones Reciente...............................................................aluviones recientes Postpampeana Cuaternario..........................................................platense Plioceno Mioceno Terciario ............................lujanense Pampeana bonaerense ensenadense Araucana Oligoceno ...Entrerriana Santacruceña Eoceno Patagónica Cretácico ....Guaranítica superior Cretácico Cretácico ....Chubutiana inferior puelchense chapalmalense hermosense araucanense rionegrense 2 3 7 8 24 aquitaniense mesopotamense paranense 25 santacrucense 39 38 notohippidense astrapothericulense colpodonense 64 pyrotheriense astraponotense 65 notostylopense pehuechense protodidelfense 97 98 144 13 CAPÍTULO II COMENTANDO LA TEORÍA TRANSFORMISTA DE AMEGHINO ¿Evolucionó el hombre en América del Sur? Es lo más probable. La antropología occidental o europea, también la norteamericana y algunas otras, ignoran lo que quieren. Cualquier antropólogo dedicado a buscar restos del hombre antiguo da por cierto que los útiles, instrumentos o herramientas son la prueba concreta y evidente de la existencia de la especie humana o de un ser racional. Se conservan mejor las herramientas de piedra que los huesos. Como los huesos pueden desaparecer con más facilidad, el método de datar por los “útiles” es uno de los caminos que debemos emplear para conocer la antigüedad del hombre, sin temor a equivocarnos. Si se pueden asociar a los restos óseos, mejor, sino siempre será un método correcto y seguro. Estamos refiriéndonos a herramientas, es decir, piedras principalmente y también a huesos y maderas que han sido trabajados con o para una determinada finalidad. No consideramos como herramienta un canto o palo que se recoge y a continuación se utiliza para machacar, atacar o defenderse; nos referimos a útiles que además de emplearse en algo, han sido primero trabajados, golpeados o manipulados. Hay una distancia, prácticamente insalvable, entre la actividad de un chimpancé que coge una piedra y rompe con ella una nuez y otro ser que coja una piedra, la golpee con otro canto y le saque muescas, cortes o punta para después poder cortar, raspar, herir o matar. Trabajar la piedra, el hueso o producir fuego supone, dentro de la arqueología, una prueba contundente de capacidad intelectual consciente, de vida social organizada, de rudimentaria actividad tecnológica, en la que no podemos incluir a los antropomorfos ni a otros animales. Fabricar herramientas se enmarca en lo puramente racional y consciente, aunque dicha racionalidad puede tener una escala enorme de grados. Igual es de racional u hombre un nativo del Amazonas o Nueva Guinea que un físico de nuestro tiempo y sin embargo los útiles que ambos emplean son muy distintos, pero todos son verdaderas herramientas. El grado de racionalidad es diferente, mas uno y otro son auténticos hombres, como seres racionales. Fabricar herramientas encaja sólo en lo humano, no en lo simplemente animal. Y aquí entramos en el terreno de las pruebas, que es la clave de todo. Y de pruebas arqueológicas con útiles distintos, con el uso del fuego, con el grabado en huesos, etc. es de lo que nos vamos a ocupar. Si algunos ponen el grito en el cielo, no 15 Germiniano González importa. Los testimonios que podemos aportar también pueden lograr una reflexión, que sería lo más oportuno. Buceen ustedes un poco en libros de arqueología y verán a dónde llegan. Las herramientas más antiguas se colocan en Africa. Las últimas fechas ponen en Hadar (Etiopía) y en Turkana (Kenia) los yacimientos de útiles más viejos. La arqueología académica no quiere saber nada que vaya más allá de tres millones de años; de hecho, dice que el tope de lo encontrado son 2,5 millones. Se trata de herramientas sencillas basadas sobre todo en lascas, raederas, hachetas, discoides, etc. del Paleolítico Inferior, (alrededor de 2 millones de antigüedad). A quien fabricaba estos útiles le puede la ciencia llamar australopiteco, homo habilis o como quiera, pero si era capaz de hacer herramientas tenemos que decir que era un ser racional y consciente. Que su capacidad fuera de 800 cms. cúbicos o de 500 o menos, es igual, son grados de racionalidad, pero es homo verdadero, pensaba, razonaba o reflexionaba, era consciente aunque fuera a otro nivel inferior al nuestro; había salido de lo puramente animal. Ya los filósofos griegos, hace 2500 años, distinguían correctamente entre la “noesis” y el “noema”. Y vamos a intentar aplicar ambos conceptos a la realidad antropológica. La noesis hace referencia al conocimiento, a lo inteligente, en general. La noesis alude a que los seres tienen simplemente inteligencia o reaccionan de forma inteligente. Y noema es la capacidad intelectual de plasmar el conocimiento en una frase concreta y correcta, en un enunciado, en contenidos, en discursos, en transformaciones, no en utilizar solamente. Muchos animales, entre ellos el chimpancé, están dentro de la noesis y lejos del noema. Son inteligentes bajo la categoría de noesis, pero son incapaces de pasar al noema, al razonamiento o reflexión. Todas las capacidades que se le atribuyen a dicho animal son, entre otras, las siguientes: danza cuando se pone a llover, espanta las moscas con ramas, se quita los parásitos, usa palos para rascarse, emplea ramitas para extraer hormigas y usa piedras como martillos para romper frutos. Y algunos otros ejercicios parecidos. ¿Y desde cuándo vienen haciendo esto todos los chimpancés? Parece que desde que son tales, hace unos 4 millones o más. No han avanzado nada en esos millones. Estas reacciones suponen un conocimiento sencillo, de pura imitación, de rudimentarios ensayos. Es una simple “noesis”. ¿Cómo no han trabajado la piedra para hacer herramientas? Otra especie, la del homo, se ha desarrollado en paralelo pero con progreso, con noemas. Golpeaba una piedra con otra para obtener raederas, cuchillos, hachas diversas, y con los huesos hizo sencillísimos punzones y agujas. También dejó, sobre huesos, incisiones o rayas para transmitir inquietudes y acontecimientos que no sabemos interpretar. Más tarde compuso figurillas tanto de animales como antropomorfas. Además enterraba a sus muertos con muy variados adornos. Llegó, incluso, a pintar en cuevas y abrigos naturales. El hombre unió la noesis al noema. El conocimiento se materializó en realizaciones, en progreso. El chimpancé y demás animales no han conseguido pasar a ningún tipo de progreso, se han quedado en una noesis de sencillas manifestaciones estáticas. El noema es 16 Sudamérica: ¿Cuna de la humanidad? dínamis, cambio, evolución. La noesis es quietud, inteligencia estática, variedad aparente, no real. A todos los animales que consideramos inteligentes les corresponde la “cultura de la noesis” y nada más. Al homo, en cambio, le corresponde la “cultura del noema”, que supone a la vez poseer la cultura anterior. Nadie niega hoy, en zoología, que muchas especies animales sean inteligentes, pero atengámonos a los hechos. La conciencia, el razonamiento, la actitud reflexiva, es un tipo de inteligencia distinto. La animal es sólo “noesis” y porque admite grados o estratos diferentes y manifestaciones diversas podemos hablar de cultura de la noesis. La inteligencia del hombre lleva a éste no sólo a recoger o utilizar cantos, palos, huesos, etc., sino a transformarlos en múltiples herramientas; es mucho más que noesis, es noema, y a la especie humana le corresponde, pues, otro tipo de cultura. El progreso no va con la noesis, sino con el noema que es una actividad puramente humana, no del animal. ¿Por qué enseñar a los chimpancés conocimientos del ámbito humano? ¿Números, letras y un etc.? Se intenta saber si después los progenitores son capaces de pasar ese acerbo cultural a sus hijos. ¿Y podrán éstos ampliar lo transmitido y seguir avanzando? Y no podríamos hacer antes la pregunta: ¿Los ha preparado la evolución para el desarrollo intelectual? La idea del Paleontólogo Ameghino es que sólo la especie humana puede seguir ese ascenso si su genética continúa con las leyes de hoy. La respuesta es, por lo tanto, que no parece posible tal evolución cultural en los animales conocidos. Recordemos lo que ha comprobado la ciencia, que en los antropomorfos se da prontamente la soldadura de las partes craneanas. Y ello se debe a que su cerebro no tiene tendencia genética o natural a crecer. No ocurre así en los humanos. Las suturas de nuestro cráneo se retrasan y ello es debido a que nuestro cerebro tiene, por hoy, una tendencia evolutiva a expandirse, a crecer. Hay una perfecta sintonía entre cerebro y la corteza que lo protege. Se da una correspondencia, armonía o sintonía genética entre cerebro y la corteza craneal protectora. Las partes del cráneo, pues, retrasan su soldadura porque el cerebro está exigiendo el avance, el progreso, el crecimiento. En las demás especies animales próximas al hombre no hay tal correspondencia, no se da en el cerebro la necesidad natural de crecer y las suturas del cráneo se dan tempranamente. Están condenadas en la evolución cognoscitiva. Tomando como ejemplo al gorila se observa que se ha detenido todo aumento de volumen del cerebro porque se lo hace imposible la caja ósea que lo aprisiona desde muy temprano. Su evolución es puramente vegetativa en detrimento de la inteligencia. Cerebro y corteza se han sintonizado genéticamente hace mucho tiempo. Es una desventaja para el porvenir de la especie. Desde esta perspectiva todos los conocimientos que impongamos a dichos animales serán cerrados o temporales; no crearán nada por sí mismos. No pueden ser innovadores. Estas aclaraciones sobre la correspondencia entre desarrollo del cerebro y crecimiento del cráneo en paralelo se están confirmando en nuestros días, pero 17 Germiniano González no es idea nueva. Hace más de cien años ya lo comprendieron antropólogos como Ameghino. Como resumen diremos que: 1º Los entendidos en zoología y otros estudiosos del tema reconocen que en todas sus actividades los animales “no modifican deliberadamente nada”. 2º Las suturas del cráneo se dan de la siguiente forma: En el gorila ocurre muy temprano. En el orangután y chimpancé se retrasa algo más. En el gibón se retrasa bastante. Y en el humano la sutura de las partes del cráneo es mucho más tardía que en todos los demás. 3º Por último: Si un antropólogo, paleontólogo, naturalista o investigador halla útiles en una capa o estrato geológico intacto que tiene dos, cinco o veinte millones de antigüedad, esos útiles los hizo un hombre. Que su capacidad cerebral fuese de 400 o de 700 cms. cúbicos importa poco, ese animal reflexionaba, razonaba, tenía noemas, era homo verdadero. Y esto es precisamente lo que demostró Ameghino. Sus excavaciones personales y las de otros profesionales serios de su época les dieron restos de huesos, herramientas y fuego en capas intactas que llegan hasta principios del Oligoceno y más lejos aún. Podemos hablar de más de 35 millones de años. Dinosaurios y Mamíferos Los dinosaurios no estuvieron solos. En los últimos millones del Cretácico ya no eran tan numerosos como en épocas anteriores. Entre otras muchas especies, los mamíferos llevaban tiempo conviviendo con ellos. Por ejemplo, los proboscídeos o elefantes, es decir, las primeras formas de elefante, que durante millones de años tuvieron un tamaño pequeño, antes de la extinción de los dinosaurios alcanzaron el tamaño de los elefantes actuales y con grandes colmillos superiores e inferiores. Así lo certifican los fósiles del “Pyrotherium” primitivo. ¿Y por qué no hablar del caballo? También los primeros caballos vivieron en el mundo de los dinosaurios. En el estrato Notostilopense, hace unos 80-70 millones vivió un équido muy pequeño llamado Patriarchippus y al final del Cretácico, hace 65 millones, era más grande. Tales fueron el Morphippus y el Rhynchippus, diferenciándose de los caballos modernos porque su dentadura era una serie continua y tenían cinco dedos. Historia paleontológica El tronco del que salen casi todos los mamíferos es el de Los Microbioterios. Proceden del Cretácico, pues se hallaron fósiles en la Patagonia del Proteodidelphys (marsupial) y luego del Didelphys. Los Microbioterios vivieron hace 120-110 millones de años y el Didelphys, por ejemplo, superó enormes revoluciones geológicas, contempló el apogeo y la extinción de los dinosaurios y el desarrollo de los otros grandes mamíferos. Y mientras la superficie de la tierra sufría muchos y enormes cambios, el Didelphys llegó hasta nuestros días cambiando muy poco. Es el 18 Sudamérica: ¿Cuna de la humanidad? más viejo de los mamíferos. La paleontología ha ido descubriendo que los dinosaurios tuvieron mucha competencia en sus últimos millones de años. Los fósiles son la mejor prueba. En el cretácico, en el territorio argentino hubo una fauna variadísima de mamíferos. De aquí partirán, primero, hacia Australia, a través de la Antártida. En esta época del cretácico, en Norteamérica los mamíferos sólo tenían representación en unos pocos marsupiales raquíticos. Lo cierto es que dinosaurios, mamíferos carniceros y herbívoros, cocodrilos, tortugas terrestres, aves, armadillos y gliptodones se hallan mezclados en todos los estratos cretácicos argentinos. Los datos paleontológicos son claros: los mamíferos insectívoros tuvieron en América del Sur su apogeo en el Cretácico Superior, aunque hoy no queden allí descendientes. Los mamíferos carniceros se desarrollaron igualmente en dicha época en Sudamérica y de estos mamíferos salieron después los marsupiales de Australia y los demás carniceros placentarios de ambos hemisferios. Los roedores también aparecen al final del Cretácico Superior sudamericano y se cree que aquí estuvo el origen de todos los roedores. Especial interés merecen los mamíferos ungulados que hoy tienen en Sudamérica pocos representantes pero en el Cretácico tuvieron gran expansión y desde Argentina se extendieron al resto del mundo. Entre ellos podemos nombrar al elefante, tapir, rumiantes, caballo y el Hyrax. En América del Sur vivió el mayor número de ungulados y la mayor variedad de los mismos, conviviendo muchos de ellos con los dinosaurios al final del cretácico. En esta misma época crecían en la Patagonia extensos bosques de palmeras y coníferas como pueden contemplarse, hoy, petrificados en cantidades inimaginables. En las mismas capas de areniscas rojas pueden encontrarse fosilizados un número asombroso de restos de dinosaurios, desde los gigantescos herbívoros a los feroces carnívoros y hasta diminutos dinosaurios como liebres. De la misma época encontramos fosilizados a cocodrilos, tortugas, armadillos, pingüinos, avestruces y otras aves. Fauna de dinosaurios, fauna de mamíferos y otras convivieron durante millones de años. El antepasado o pingüino primitivo vivó en el cretácico superior con el nombre de Cruschedula y Cladornis. El avestruz primitivo recibe el nombre de Physornis, también del cretácico argentino. En la era mesozoica las tierras aumentan en extensión y se elevan. Los océanos ganan en profundidad lo que pierden en superficie. Se empiezan a aislar los continentes. En el Triásico se inicia la ascensión de los Andes en Argentina. En el Jurásico hay un mar interior estrecho paralelo a los Andes, con abundancia de helechos, cícadas, ammonites, peces, ictiosaurios, cocodrilos, etc. En el Cretácico Inferior hay fósiles terrestres y de agua dulce, de ictiosaurios, teleosaurios, plesiosaurios, mosasaurios y ammonites. Pronto aparecen restos del “mamífero” más antiguo de Sudamérica, al mismo tiempo que abundan los dinosaurios. En el Cretácico Superior, entre los 97 y 65 millones, Sudamérica está unida a Africa por una tierra llamada Arquelenis y más al Sur se unía con Australia y Nueva Zelanda por la región antártica, sin hielos. Fauna variadísima y flora tropical. En Sudamérica 19 Germiniano González se desarrollan en sucesivas faunas muy diversificadas la clase de los mamíferos. Desde aquí se extenderán por todo el mundo. En Argentina existieron desde hace 80-70 millones de años unos mamíferos pequeños, los antecesores de los lemures extinguidos de Europa y Norte América y de los que viven hoy en Asia y Africa. Otra de las ramas sudamericanas es la de los Clenialites que dará origen a los Homunculídeos, de los que saldrán los monos de ambos mundos y los antecesores del hombre. La conclusión es que de los antiguos mamíferos de la Patagonia salen los mamíferos de toda la tierra en el Cretácico Superior. En las formaciones cretácicas de la Patagonia hay restos fósiles de ungulados primitivos. Estratos que contienen a la vez fósiles de reptiles y de muchas especies de peces. Ello demuestra que de aquí partieron dichos mamíferos hacia Africa y desde este continente pasaron a Europa y de ésta a Norte América sufriendo en su adaptación constantes modificaciones. De Norte América no pudieron bajar a Sudamérica los mamíferos ya que las dos américas se unieron por primera vez hace unos 7 millones de años y porque además dichos ungulados existen como fósiles en el Cretácico de la Patagonia. Dos teorías muy opuestas: Una defiende que los mamíferos de la Patagonia tienen un origen independiente, y los parecidos que tienen con los de otros continentes se deben al azar o al adaptarse a condiciones semejantes. Son los defensores o partidarios de la teoría creacionista. La segunda teoría dice que los mamíferos de la Patagonia tienen un origen común con los demás de otras partes del mundo, y sus semejanzas se deben a la unidad de origen. Es la teoría que defiende el transformismo de Ameghino, quien basándose en la documentación fósil afirma que es Sudamérica de donde partió la dispersión, en distintas épocas y direcciones. Emigraciones Este apartado hace posible entender lo que todavía los estudiosos de hoy no han podido explicar: El paso de las poblaciones entre continentes tan alejados. Escojamos unos párrafos del último libro científico sobre el origen del hombre “Cómo Evolucionaron los Humanos” de Robert Boyd y Joan B. Silk, año 2001: “Existen muy pocos fósiles de primates del Nuevo Mundo y su historia es poco conocida…El origen de estos primates es un misterio…La ciencia de… han sugerido a muchos científicos que los antepasados de los primates del Nuevo Mundo vinieron de Africa. El problema con esta idea es que no sabemos cómo pudieron haber ido de Africa a Sudamérica. Hay que recordar que Sudamérica se separó de Africa hace más de 100 millones de años”. Luego, el citado libro nos dice “que no hay antropoides 20 Sudamérica: ¿Cuna de la humanidad? fósiles conocidos de Norteamérica en ningún período”. Todo este enredo científico tiene solamente una salida válida en la interpretación que dio Ameghino hace más de un siglo. A nuestro sabio se le combatió más que a Darwin. Ameghino dedicó toda su vida a rastrear las pruebas fósiles. En su tiempo se le conocía como “El sabio de los huesos”. Sus obras y hallazgos andan medio perdidos en los Museos de Argentina y de París. ¿Cómo pasaron, pues, los animales de un continente a otro? El esquema de Ameghino es el siguiente: La primera emigración empezó en el Cretácico. Llegan a Australia los “sarcoboros” primitivos que dan origen a los canguros y otras familias. Pasan desde la Patagonia a través de las regiones polares. La segunda emigración es hacia Africa a través del puente llamado Arquelenis. Estamos en el Cretácico-Eoceno. Pasan al Africa los prosimios, protongulados, proboscídeos primitivos, etc. De aquí siguen hacia Europa, Asia y luego a Norteamérica. Todas las formas de mamíferos del terciario antiguo de Africa, Europa y América del Norte son formas evolucionadas de ascendientes sudamericanos. La tercera emigración va hacia Africa también por el Arquelenis, a principios del Oligoceno hace unos 38 millones de años. Y a su vez pasan de Africa a América algunos grupos que habían evolucionado de la fauna que llegó en la emigración anterior. La cuarta emigración es de los mamíferos sudamericanos hacia Norte América al unirse ambas Américas al final del Mioceno, hace unos 6 – 7 millones. Surgen, desde ese momento, faunas mixtas. Dos ejemplos ilustrativos En National Geographic – Abril 2001 – se publica un gran descubrimiento paleontológico, pues se trata de muchos mamíferos que quedaron enterrados posiblemente por una inundación o gran crecida de un río en Tiupampa, Bolivia. Estos fósiles de marsupiales tienen 63 millones de años según el paleontólogo descubridor, Christian de Muizon. El hecho demuestra la gran antigüedad de los mamíferos sudamericanos, pero aún hoy la ciencia oficial se guía por errores establecidos en el siglo pasado y así declara dicho paleontólogo que estas especies de mamíferos llegaron desde América del Norte al final de la era secundaria. Afirmación totalmente gratuita. Desde hace 130 millones de años las dos Américas estuvieron separadas por un extenso mar y se unieron hace tan sólo unos 7 millones de años. ¿Cómo pudieron pasar? Los errores establecidos por la geología europea siguen vigentes en las cátedras. Es una lástima. Lean ustedes “La Evolución” de M.Crusafont, B.Meléndez y E. Aguirre y encontrarán errores paleontológicos parecidos. Les voy a poner un ejemplo: Se dice en este libro que las llamas tienen sus antepasados en el grupo de los camélidos. Estos proceden de Norte América y sus descendientes pasaron en época reciente, a través 21 Germiniano González del istmo de Panamá, hacia América del Sur. Como bien sabemos, ello sólo ha sido posible desde hace unos 7-8 millones. Quisiera saber cómo explicarían estos señores el que un prestigioso arqueólogo oficial, peruano, Julio Tello, encontró fosilizada en Perú la llama de cinco dedos, la cual desapareció hace unos 40 millones para dejar paso a otras con menos dedos. Estamos ante un caso parecido al de Muizon. La paleontología oficial está empeñada en defender lo imposible. ¿Cuántos errores? Una gran parte de científicos académicos sigue ignorando a Sudamérica. Y las clasificaciones, por lo tanto, están mal hechas. Fíjense en los siguientes tres ejemplos, por no poner treinta. Uno, el caso de los armadillos. Abramos la Enciclopedia Marshall Editions. En ella el estudio de los mamíferos fue hecho por la Universidad de Bristol (Gran Bretaña). Se dice aquí: “El armadillo tiene su origen entre los 62-60 millones, después del Cretácico”. Pues, es falso. Ameghino encontró sus restos, placas de armadillo, en capas geológicas que contenían también fósiles de dinosaurios, con más de 100 millones de años. Dos; según esta enciclopedia y otros manuales de paleontología moderna, el caballo primitivo tiene su aparición entre los 60-58 millones. Pues, no es verdad. En el Cretácico argentino aparece el caballo más primitivo, muy pequeño, el “patriarchippus”. Y entre los 68-65 millones existieron dos especies o subespecies de caballos, de mayor tamaño, en Argentina. En las mismas capas de areniscas rojas con dinosaurios había fósiles de dichos équidos. Y por último, otro nuevo error: “Los mamíferos del cretácico no pasaron del tamaño de las musarañas”. Falso, absolutamente. Ameghino demostró lo contrario. Como ejemplos tenemos al elefante, caballo y Pyrotherium primitivos sudamericanos. Los errores científicos de la Europa sabia y de otros lugares respecto a Sudamérica en paleontología y antropología son muchos. Así de claro. Atapuerca (Editorial Complutense – 1999) Los descubrimientos en esta localidad española han cambiado, de golpe, la visión que se tenía en la ciencia de la ocupación y antigüedad del Homo en Europa. Si hago alusión a este libro no es sólo por la importancia de tal descubrimiento, sino por otras dos cosas. Una, que confirma la idea de Ameghino, pues se dice ahí que “la marcha bípeda es la adaptación que define a los homínidos”. Y esto es precisamente lo que el sabio argentino observó en los fósiles humanos de Sudamérica con muchos millones de años, más que los de Africa. Dos, la idea que exponen en el libro los investigadores sobre el primer poblamiento de América es totalmente erróneo y no sé de dónde lo han sacado. Supongo que siguen la hipótesis de Spencer Wells de que el Homo pasó por el 22 Sudamérica: ¿Cuna de la humanidad? estrecho de Bering hace 12-13 mil años. Y como leerán ustedes, Ameghino y otros antropólogos sudamericanos han aportado cientos de datos y hechos sobre el antiquísimo origen del Homo sapiens en Sudamérica. ¿Un gran despiste? Leyendo los últimos libros sobre la evolución del hombre se nos dice que se han encontrado unos pocos fósiles fragmentarios de primates en Africa, en concreto en la depresión del Fayum en Egipto datados entre 36-33 millones de años. De antes, nada. Se supone, según los investigadores, que al comenzar el Eoceno hace 54 millones tuvo que haber primates similares quienes dieron origen a los del Fayum. La pregunta, ahora, es: ¿Por qué seguir ignorando que en América del Sur se hallaron huesos fósiles de tales primates, muchísimo más antiguos? Recordemos que en el Cretácico de Argentina aparecen los primeros mamíferos y que después el registro fósil nos lleva en una evolución continua hasta nosotros como dejaron en documentación escrita antropólogos del continente sudamericano hace más de un siglo. Me remito a lo que estoy comentando de Ameghino y a la documentación que aportaré después de otros grandes paleontólogos como el Dr. Alfredo Castellanos. Sigo aclarando cosas. Hoy, Paleontólogos famosos de Estados Unidos, entre ellos John Fleagle, viene a decir que buscando “el eslabón perdido” los científicos “se han dado cuenta de que los rasgos clave que distinguen los primeros homínidos de los hominoides ancestrales no eran los rasgos que originalmente se habían buscado como los grandes cerebros y los dientes pequeños que caracterizan a los humanos modernos. Al contrario, fue un conjunto de adaptaciones esqueléticas para el BIPEDISMO lo que marcó la adaptación homínido primaria”. Pues bien, creo que esta novedad científica fue precisamente la que defendió Ameghino y otros de su tiempo. Para confirmarlo vamos a leerlo juntos: “El Homunculus patagonicus presenta caracteres que inducen a colocarle en la línea directa que conduce a los hominídeos primitivos. Su cráneo presenta un aspecto bastante evolucionado; el estudio de su fémur nos sugirió la idea de que era posible la “posición erecta”. Más adelante dice: “Los Homunculídeos no eran arborícolas o trepadores; “caminaban en la posición bípeda, erecta o semirrecta”. Esta conclusión la fundamos sobre el gran parecido de los fémures del Homúnculus y del hombre, y también sobre la morfología de los cóndilos articulares de ese hueso: su extensión hacia abajo y atrás, prueba que la articulación con la tibia se efectuaba en una “línea vertical o poco menos”. Hablando de los brazos escribe: “El húmero del Homúnculus sólo difiere del humano por la presencia de una perforación sobre el cóndilo interno, carácter primitivo y ancestral en el “phylum” del hombre, en quien suele reaparecer con carácter atávico”. Está describiendo Ameghino fósiles del Eoceno Superior, 42-38 millones de años. Aunque nuestro sabio le diera a estos restos más antigüedad de la que posiblemente tengan, queda una cosa clara, que la idea del bipedismo como 23 Germiniano González adaptación homínido primaria tiene más de un siglo. Quedan, pues, dos cosas claras: La importancia del bipedismo en la evolución; importancia que comprendieron los antropólogos sudamericanos hace más de cien años. Y segundo, estos científicos argentinos hallaron fósiles de esos seres bípedos en el Eoceno, junto a manchones de tierra cocida in situ y huesos con incisiones regulares trazados, al parecer, con punta de piedra. Buscando el origen del homo El hombre está dentro de los mamíferos placentarios. Su orden es el de los primates que aparecen en el Cretácico. Hasta que no llegó la Paleontología, con el descubrimiento y estudio de los fósiles, no fue posible reconstruir su origen y evolución. Gracias a esta ciencia se ha podido realmente comprender qué relación existe entre las especies actuales o vivas y las desaparecidas. Ameghino, con su transformismo, defiende el siguiente “phylum” de los primates: un phylum de “Anthropoidea” que tiene como antecesores a los simios y a los prosimios. Los Antropoideos, los Homunculídeos y los Hominideos primitivos descienden todos de los Simoideos primitivos. Son los antecesores de los Antropomorfos y del homo sapiens. El hombre en Centro y Norteamérica No sólo en Sudamérica hay pruebas de la actividad humana que se remonta hasta el Eoceno, también en Centro y Norte América tenemos pruebas de la existencia del Homo que llega hasta el Plioceno, entre 4 y 6 millones de años. Documentación que vamos a resumir. La primera es del delta del Missisipi, cerca de Nueva Orleans; en una excavación se encontraron pedazos de carbón vegetal y un cráneo humano a mucha profundidad. Los estudios realizados dieron 58 mil años. En 1844 el naturalista Lund descubre en las Cavernas de Lagoa Santa de Brasil restos o huesos fósiles de unos 30 individuos junto a huesos fósiles de animales extinguidos hacía milenios como el Platyonyx, Hoplophorus, Megatherium, etc. En Natchez, orilla izquierda del Missisipi, en Vicksburg aparece un hueso fósil humano, al pie de una barranca, junto a huesos de Mastodonte y Megalónice. El hueso pelviano humano estaba impregnado del mismo color negruzco que los fósiles de los animales. El hombre convivió con el Mastodonte del período glacial. Luego, en Gasconade Country aparece el esqueleto de un Mastodonte lapidado y luego quemado en parte. En medio de las cenizas y huesos hay una gran cantidad de piedras traídas de un río cercano. Y entre las cenizas y huesos se hallan varias puntas de flechas, una punta de lanza y hachas de piedra. Así consta en el “Compromiso de 24 Sudamérica: ¿Cuna de la humanidad? la Academia de la Ciencia de Saint-Louis”. 1857. En Puerto Príncipe, año 1849 se halla una mandíbula humana y algunos trozos de huesos fosilizados junto al desdentado Megalochnus rodens. Así tenemos otra vez confirmada la existencia del hombre fósil centro americano y lo podemos leer en “Origen, naturaleza y antigüedad del hombre”. Madrid. 1872. Vilanova. El geólogo William P. Blake en su obra Instrumentos en piedra de California, afirma que en Tuolumbe hay una gran cantidad de instrumentos de piedra, asociados con huesos de Mamut y Mastodonte en terreno diluviano cubierto por cenizas volcánicas endurecidas. El célebre naturalista Deiroyers dio a conocer el hallazgo de hachas de piedra y otros objetos en un depósito de Luisiana, a unos cinco metros de profundidad, más abajo que los huesos de varios mamíferos y de un elefante indeterminado. Su obra se titula Descubrimiento de un elefante y de industria humana en los aluviones de Luisiana. El profesor Wilson también afirma se han encontrado útiles de piedra primitivos en el “diluvium” de varios estados de la Unión. En Méjico los útiles de piedra se encuentran en el “diluvium” que contenía huesos de Elephas Colombi y hachas de piedra, una punta de lanza y un raspador. El hombre convivía con los grandes proboscídeos a lo largo del cuaternario, desde hace dos millones de años. Por último, en Anges, condado de Calamines (California) se halló un cráneo humano y otros restos también humanos a 50 metros de profundidad, bajo varios estratos de ceniza volcánica que comenzaron a depositarse en el Plioceno. Este descubrimiento tenía tanta importancia que el profesor Whitney de la Universidad de Cambridge dio una conferencia sobre el hombre plioceno en América, confirmando la antigüedad pliocena de estos restos humanos. Entre 3 y 5 millones de años. ¿Es cierto que el hombre americano procede de Asia o de Europa al entrar por el Estrecho de Bering hace 12-10 mil años? ¿No será al revés? La documentación fósil del sur de Norteamérica, de América Central y los yacimientos argentinos demuestran lo evidente: El origen del hombre está en Sudamérica. 25