04 a fondo dilaciones indebidas y judicialismo creador_02:Maquetación 1 30/04/2010 10:23 Página 42 Procesal Dilaciones indebidas y judicialismo creador. Especial referencia al Ministerio Fiscal Dr. Ricardo Yáñez Velasco Profesor de Derecho Procesal. Juez La inactividad del órgano judicial por falta de personal o medios materiales, por muy consolidado o habitual que sea, entraña responsabilidad del Estado, porque el retraso habitual no debe considerarse normal desde el punto de vista objetivo. Además de esta consideración, el autor expone una serie de ejemplos concretos en los que se hace y se admite como normal lo que la Ley no contempla o no pretende. Desde una extensión desmesurada del articulo 135 LEC, pasando por modelos mal adaptados y escritos formularios del Ministerio Fiscal presentados fuera de plazo o inasistencias de éste a vistas en que su presencia era obligatoria. Interesante artículo que pone ejemplos concretos de lo que es habitual en muchos juzgados pero no debiera serlo según la Ley. 01 INTRODUCCIÓN GENERAL La dilación indebida se encuentra prohibida (art. 24.2 CE) y su contenido se ha configurado a través de la doctrina y la jurisprudencia nacional e internacional más allá del retraso en los trámites. Y se ha superado, asimismo, normalizar la anormalidad del sistema: la inactividad del órgano judicial por falta de personal o medios materiales, por muy consolidado o habitual que esto sea, entraña responsabilidad del Estado, porque el retraso habitual no debe considerarse normal desde el punto de vista objetivo4. No obstante, tanto el retraso procedimental que no coincide con el concepto estricto de dilación indebida, como en menor grado el agotamiento de los plazos procesales cuando ello es prescindible, acumulan tiempos inservibles que demoran significativamente la duración del proceso judicial. Por ejemplo, es destacable el generalizado uso del art. 135.1 LEC, sea o no en el proceso civil, presentando escritos el día siguiente al último del plazo, en absoluto porque realmente se precise ese agotamiento temporal, a lo que se suman los tiempos de reparto ordinario desde el servicio de decanato –o en su caso servicio común procesal– como unificado lugar de presentación de escritos. En esta situación no suele tardar el traslado entre procuradores (art. 276 LEC), pero en muchas ocasiones resulta problemática la remisión al Juzgado destinatario, pues en absoluto suelen tenerse presente las exigencias del art. 69 LEC, menos aún las del precepto siguiente; lo que puede generar decisiones jurisdiccionales sólo apelables. Por su parte, exprimir el plazo permite plantear la preclusión por infracción del art. 151.2 LEC, en la determinación del dies a quo, que se basa en protocolos que proponen una extravagante interpretación auténtica del citado precepto – que, como es sabido, sólo cabe en manos del legislador; al margen de unificaciones no vinculantes entre los mismos jueces (art. 170.1 LOPJ)–, por cuanto la recepción de escritos judiciales en el Colegio de procuradores no se sella 4. Cfr. Ricardo Yáñez Velasco, L’Oficina Judicial a Catalunya. Mitjà real d’una Justicia eficaç pel ciutadà del segle XXI, Centre d’Estudis Jurídics i Formació Especialitzada, Barcelona, 2008, pp. 43 y ss., 69 y ss., 590 y ss. y 611 y ss. 42 mayo 2010 04 a fondo dilaciones indebidas y judicialismo creador_02:Maquetación 1 30/04/2010 10:23 Página 43 Derecho Procesal cuando se recibe, sino al día siguiente5. Imagínese que en los Juzgados se hiciera lo mismo, por cuestión de sobrecarga de trabajo, según se ha defendido más de una vez (¿?). Pero el problema de fondo no está en la dilación, porque de aplicarse los alegales protocolos se trataría de un solo día de diferencia. Una de las cuestiones de fondo más preocupantes radica en la inseguridad jurídica: el Juzgado no recibe constancia de la entrega realizada el día en que lo hace –porque se sella al siguiente, en principio– sino que recibe con posterioridad las copias entregadas, ya selladas y firmadas, por los procuradores destinatarios, de modo que nada puede verificar al respecto, salvo que pretenda gestionar un control paralelo de las entregas, inviable a vista del resto de trabajo pendiente. A menudo no se comprende –o no se quiere comprender– la cuestión porque, planteada por ejemplo en sede de inadmisión impugnativa por preclusión, se da por supuesto que el sello de recepción tiene lugar cuando se recibe el escrito judicial. De ahí que se afirme que ese tipo de prácticas se vincula a la ficción del art. 151.2 LEC, por la que el escrito judicial no se entiende recibido por el procurador destinatario el día que se entrega en el servicio de procuradores, sino al siguiente6. Si fuera así no habría ningún problema. Lo que ocurre es que el día en que se entrega en tal servicio no se sella recepción ninguna, que tiene lugar después, en el día siguiente si se cumpliera un protocolo –lo que el Juzgado no puede constatar– que carece absolutamente de legitimación constitucional. Y además caben problemas de igualdad, porque si uno de los procuradores recibiera notificación directamente (art. 135.5 LEC) –por error en la primera comunicación al servicio común– o lo hiciera una parte no representada, o un letrado en representación de su defendido (768, 797.3 ó 970 LECr), el cómputo para estos comenzaría el día siguiente al de la notificación (art. 133.1 LEC), y materialmente dispondría de menos tiempo. Ante la detención policial llaman la atención protocolos de actuación que determinan la puesta a disposición del juez a primera hora de la mañana, pero también que los tiempos máximos de atención letrada de oficio (8 horas desde la comunicación al colegio pro- Sumario 1. Introducción general 2. La participación del Ministerio público en el Derecho de familia 3. El sentido jurídico de la instrucción penal y la labor que en ella observa el Ministerio Fiscal 4. En particular, las diligencia de investigación complementarias 5. Los recursos y el traslado físico de las causas 6. El tiempo de la instrucción criminal Se desvirtúa radicalmente el sentido de la instrucción durante meses o años con la práctica de todo un cúmulo de diligencias en absoluto imprescindibles para la calificación jurídico-penal de los hechos y la determinación de su presunto autor fesional, final del art. 520.4 I LECr; aunque a veces se utiliza el teléfono del letrado de guardia) abundan en mayor perjuicio de lo anterior: existen extendidas prácticas en las que el abogado no recibe comunicación de su Colegio a partir de determinada hora de la noche y hasta, por ejemplo, el comienzo de la mañana, práctica conocida por la policía que la conduce a no llamar al Colegio después de determinada hora de la noche. Aunque es habitual que los letrados no agoten sus ocho horas, éstas se han podido duplicar, por lo que el detenido no pasará a disposición del juez esa mañana –cuando será asistido y se cerrará atestado– sino acaso la siguiente. No parece recordarse que el servicio de asistencia jurídica gratuita es de 24, no de 14 horas. Tampoco faltan letrados que reclaman el plazo mínimo de 10 días entre señalamiento y vista de juicio verbal, alegando indefensión, cuando a todas 5. Protocolos de 21-I y 13-V-2008, suscritos entre la Secretaria de Gobierno del TSJ catalán, María Antonia Amigó de Palau, y la Decana-Presidenta del Consejo de Colegios de Procuradores de Cataluña, Ana Moleres Muruzábal. 6. AAP Barcelona, Secc. 5ª, 16-VII-2009, RJ 2º (rollo queja nº 1/2009), ponente: Santiago Vidal Marsal. En fin, contra el punto de partida de esta resolución, el Colegio de procuradores no acredita la recepción efectiva estampando su sello oficial. Cfr. Ricardo Yáñez Velasco, “Cómputo de plazos”, Economist & Jurist, diciembre-enero 2007, p. 123. mayo 2010 43 04 a fondo dilaciones indebidas y judicialismo creador_02:Maquetación 1 30/04/2010 10:24 Página 44 Ricardo Yáñez Velasco A propósito de las interpretaciones extravagantes No falta la mala fe (art. 247.1 LEC) en el actuar del Ministerio fiscal, que permite la aplicación del 247.2 LEC –aplicable ex art. 4 LEC– cuando en realidad pretenda defraudar la Ley. Pero la inadmisión de peticiones o incidentes no siempre cabe, degenerando en tiempos muertos a causa de mera inactividad voluntaria. Por ejemplo, instando efecto suspensivo de una apelación que no lo tiene –p. ej. la que recurre denegación de diligencias complementarias (arts. 217 y 766.1 LECr)–, a fin de conseguir el efecto suspensivo se solicita el sobreseimiento provisional sin causa (sin cita ni acomodo al 641.1 ó 2 LECr), indicando expresamente que se estará a la espera del resultado de la apelación en curso. De poco servirá rechazar la petición y devolver la causa, advirtiendo del contenido del art. 781.3 ó 782.2 LECr. Quepa dos botones de muestra de absoluto caos en el entendimiento procesal de la forma de las resoluciones –auspiciado por el Ministerio fiscal y refrendado en un primer momento por la superioridad–, que dilató durante meses varias causas de instrucción de forma incomprensible. Aunque no existe norma expresa que en realidad lo indique, parece ser que la forma de la resolución que inadmite un recurso de reforma o apelación debe ser el auto, por definición motivado. El uso de una providencia, no obstante motivada, no supone problema alguno a tenor de la jurisprudencia constitucional, pues debe estarse al fondo y no a la forma, de manera que, si es motivada, no tiene sentido ninguno recurrir su falta de forma, sino discutir sin más la inadmisión decidida por estar en desacuerdo. De otro lado, una petición de traslado de la causa efectuada por el Ministerio fiscal, por ejemplo para informar sobre un recurso de reforma de otra parte, no requiere la forma de auto, pues basta una providencia para rechazar ese trámite ilegal. La ley procesal no recoge recurso alguno contra las providencias del juez instructor (art. 218 y s. y 766.1 LECr), pero ello no impide que la reforma sea admisible bajo el principio pro recurso, y el auto que la decida, como tal, sea apelable. Y no obstante una providencia no ha de contener motivación ninguna, que conviene incorporarla para facilitar la impugnación. Hasta aquí el planteamiento legal y jurisprudencial parece pacífico, pero veámoslo en ejemplos generadores de dilación bajo la interpretación del Ministerio fiscal: 1) No importa que una providencia esté motivada para decidir la inadmisión de un recurso, la falta de forma (como auto) impone su nulidad y el nuevo redactado (de la misma decisión) en forma de auto, interponiendo para ello recurso de queja; 2) Si una providencia está ampliamente motivada se convierte en un auto, y puede recurrirse en apelación directa. Y así lo ha hecho reiteradamente. En el primer caso, dictada providencia motivada que inadmitió por muy extemporáneo un recurso de apelación, se interpuso queja y se estimó, pero no para dictar nueva resolución en forma de auto, sino que marginando cualquier motivación sobre la extemporaneidad ordenó la admisión de la apelación claramente presentada fuera del plazo legal1. En el segundo supuesto, dictada una providencia que rechazaba trasladar físicamente la causa al Fiscal frente a un recurso de reforma del contrario, imprimiendo larga motivación para evitar en lo sucesivo este tipo de peticiones –incauto el juez–, se recurrió en apelación directa, alegando –al revés– la jurisprudencia constitucional antes aludida, con evidente deslealtad procesal: como ha sido muy motivada, la providencia debe considerarse auto. Resultado, una decisión que no puede acoger la forma de auto sino la de providencia, es recurrible en apelación directa2. Finalmente se optó por entender, correctamente, que por mucho que se motivase una resolución, si la misma debía ser providencia y no auto por afectar a la mera ordenación del trámite, siempre sería 1. AAP Barcelona, Secc. 5ª, 14-III-2007 (rollo nº 19/2006), ponente: Elena Guindulain Oliveras. Tiempo transcurrido para solventar la cuestión: más de cinco meses. Otra cosa que frente a la inadmisión de una apelación proceda queja (art. 218 LECr), no apelación ni reforma, aunque se inadmita por auto. 2. AAP Barcelona, Secc. 5ª, 8-VI-2007 (rollo queja nº 9/2007), ponente: José María Assalit Vives. Tiempo transcurrido: más de cuatro meses. 3. AAP Barcelona, Secc. 5ª, 3-XII-2007 (rollo queja nº 10/2007), ponente: Augusto Morales Limia. En cualquier caso, tiempo transcurrido para solventar la cuestión: más de diez meses. 44 mayo 2010 04 a fondo dilaciones indebidas y judicialismo creador_02:Maquetación 1 30/04/2010 10:25 Página 45 Derecho Procesal providencia al margen de su extensión, y las providencias no son apelables3. Claro está que mucho antes se dejó de motivar la providencia de rechazo al traslado físico de las actuaciones en trámite de recurso de reforma, llegando incluso a suprimir la resolución separada denegando el traslado e incluyendo lo expuesto en el propio auto que resolvía la reforma, pues el instructor ya debía resolver según el plazo que le correspondía respetar. luces se trata de una maniobra en el fondo dilatoria que comporta un renacer del plazo. Es común que acordada diligencia final no se respete el plazo máximo para su práctica –problema típico en las diligencias para mejor proveer de la LEC/18817 –, que se aplique a los juicios verbales cuando no cabe o que en el proceso de familia se olviden, también, los tiempos máximos de prueba (10 y 30 días; arts. 770-4ª, 771.3 I, 773.3, 775.2 y 3, LEC). Abunda la exigencia a ultranza de la tasa judicial, sobre todo en trámite de apelación, cuando dicho requisito es perfectamente evitable a través de comunicación a la Hacienda pública siguiendo adelante con el trámite; los problemas de verificar exhortos son diarios, cuando en muchas ocasiones caben requerimientos directos a través de fax; tardías peticiones de justicia gratuita que aconsejarían eludir por dilación la suspensión del trámite no lo hacen y suspenden –lo que es excepción, y mera posibilidad (art. 16 ley 1/1996); se espera la iniciativa de parte para abrir la ejecución en monitorios y cambiarios sin oposición en plazo, donde se impone el actuar de oficio; se vulnera la perpetuatio iurisdictionis cuando el deudor monitorio ya ha sido requerido y luego cambia de domicilio8 o se inhibe porque el domicilio del administrador no coincida con el de la empresa deudora contra la que en puridad se reclama9. No cabe olvidar la ausencia de un plazo concreto como tiempo otorgado para la subsanación de la falta de apoderamiento, que ha llegado a prolongar durante meses el curso de las causas –en algún caso incluso años, e imponer declaración de caducidad de la instancia–, sólo porque no ha existido la determinación temporal que procede ante el silencio legal (231 LEC). Pero este tipo de situaciones se muestra de muy menor importancia ante demoras que, siendo o no dilaciones indebidas en sentido estricto, perjudican gravemente el buen devenir del pro- ceso jurisdiccional y los intereses de litigantes o profesionales, normalmente ajenos a la causa del retraso. No deviene posible plantear como justificación el tan manido problema doméstico, de sobrecarga de trabajo relativa al reparto de asuntos en Fiscalía, pues el mismo argumento podría presentar un letrado que recibe comunicaciones por fax, o a través de procurador, y en ningún caso sería admitido por contrariar radicalmente la norma procesal En este ámbito de análisis suele incluirse la falta de medios materiales y humanos como razón de la actividad jurisdiccional dilatoria. Pero ni que decir tiene que el medio material poco tiene que ver con el número de resoluciones pendientes de resolver, y por encima del plazo legal, que competen en exclusiva al órgano judicial unipersonal o colegiado. El medio material enlaza aquí con la necesidad de instrumentos para resolver la causa fundamental, el continuo conocimiento y la investigación jurídica de la materia aplicable, que muy difícilmente tiene lugar, sustituida por modelos mal adaptados o los copia-y-pega característicos de las búsquedas en bases de datos de supuestos de hecho lo más parecidos posibles, reduciendo con ello la cualidad del resultado. Para este punto se indica con lo anterior el exceso de trabajo, que en buena medida se alza como motivo habitualmente usado por el funcionamiento de las excusas por demora. Y relacionado con ello es fundamental resaltar cómo la falta de capacidades redunda negativamente en la ineficiencia del día a día en la Oficina judicial. 7. Ricardo Yáñez Velasco, “Diligencias finales: incidencias relativas al momento procesal de la solicitud”, Economist & Jurist, número 126, diciembre-enero 2009, p. 84. 8. Meses de retraso sufrió la entidad acreedora cuando un Juzgado se inhibió a pesar de ya haber sido requerida la deudora, omitiendo el dato cuando se discutió la inhibición, lo que ni advirtió el Ministerio fiscal ni el órgano superior dirimente; ATS Secc. 1ª, 10-X-2007 (rec. nº 140/2007), ponente: Ignacio Sierra Gil de la Cuesta. 9. Cfr. AaTS 25-VI-2002, 26-V- 2004, 30-IX-2004, 16-III-2005, 17-III-2006, 20-XII-2007, etcétera. mayo 2010 45 04 a fondo dilaciones indebidas y judicialismo creador_02:Maquetación 1 30/04/2010 10:25 Página 46 Ricardo Yáñez Velasco Un buen equipo de profesionales, capacitados y comprometidos personalmente con su trabajo, puede mantener un Juzgado “al día”, no efectuando tareas superfluas, ni haciendo el trabajo que corresponde a sus superiores sino el suyo propio, llevando agendas propias para controlar trámites y comunicarlos cuando proceda a secretario judicial y juez –para quienes sería imposible efectuar ese tipo de control pormenorizado–; aunque en no pocos casos realicen para ello más horas de las que les corresponden en oficinas especialmente saturadas –horas que no se remuneran–. Naturalmente que se requiere un mínimo de experiencia y capacidad y el buen ejemplo de los superiores en ese nivel de compromiso, pero con todo la motivación fácilmente decae ante las múltiples faltas de resolución de la Administración: las bajas del compañero no se cubren con sustitutos sino hasta superado el mes y con dificultades; la provisión de personal sin conocimiento alguno deriva más trabajo del que el inexperto realiza –tiempo para su formación desde conceptos mínimos y solución de entuertos que provoque–; la atención al público y profesionales por parte de todo funcionario le coloca en una desesperante ventanilla única que continuamente interrumpe su trabajo –imagínese un abogado continuamente interrumpido en su despacho por clientes que plantean cuestiones aquí-y-ahora–; la conciliación de la vida familiar es unidireccional, de todo punto ajena al trabajo del Juzgado10, y un muy largo etcétera. Ahora bien, pese a la importancia de estos aspectos en el estudio del retraso judicial en general, centrán- donos en los procesos civiles no dispositivos y la instrucción de las causas penales, es el Ministerio fiscal la institución que, a no dudarlo, centra con claridad las mayores críticas sobre demora procesal. Y al respecto no puede esquivarse la directa responsabilidad en la dirección material y formal de la Oficina judicial, que significativamente asume tales defectos estructurales en realidad ajenos a la misma, de modo que en gran número de ocasiones permite un auténtico desajuste entre el ser y el deber ser de un Ministerio público que, según la letra de la ley, habría de defender la legalidad establecida. En este sentido, la falta de limitación judicial hacia el Ministerio fiscal, muy ampliamente generalizada, permite el retraso y, en ocasiones, la dilación indebida, de lo que por consiguiente es responsable último el órgano jurisdiccional. Aparte de los ejemplos ya expuestos, algunos de bagatela, dejamos a un lado la normalmente arrinconada jurisdicción voluntaria o el judicializado Registro civil –donde son necesarios dictámenes o informes del fiscal y los retrasos alcanzan cotas surrelistas–, no obstante subrayando la importancia que el ciudadano les otorga; piénsese en las declaraciones de herederos intestados, la autorización para la enajenación de bienes del incapacitado, los expedientes de nacionalidad y de matrimonio, etcétera. Lo peor de todo es que se acostumbran a recibir escritos formularios del Ministerio fiscal, muy superado ya cualquier plazo razonable, que nada aportan al trámite aparte cumplirlo con demora, y sin perjuicio de la que a continua- 10. El funcionario con reducción de jornada hace menos horas y recorta emolumentos. Se considera entonces que el resto de compañeros –el Juzgado– debe asumir las horas de trabajo suprimidas para el anterior, olvidando que los funcionarios sin reducción también tienen un número de horas de trabajo y que si la saturación siquiera les permite ventilar el suyo menos todavía pueden asumir el de otros. Para ver el absurdo con claridad, piénsese que toda la plantilla estuviera en reducción de jornada: todas las horas “reducidas” simplemente se irían acumulando sin más en los armarios. El resultado de la falta de apoyos suele ampararse en la falta de presupuesto, tanto ahora como siempre, por lo que en absoluto tiene que ver con tiempos de crisis. 46 mayo 2010 04 a fondo dilaciones indebidas y judicialismo creador_02:Maquetación 1 30/04/2010 10:26 Página 47 04 a fondo dilaciones indebidas y judicialismo creador_02:Maquetación 1 30/04/2010 10:26 Página 48 Ricardo Yáñez Velasco ción se produzca en manos de la Oficina judicial o del propio juez. 02 LA PARTICIPACIÓN DEL MINISTERIO PÚBLICO EN EL DERECHO DE FAMILIA En los procesos de familia que comportan ineludible intervención del Ministerio fiscal, las vistas orales se plantean como momento procesal para su eventual informe o dictamen. Marginando que comparezca, si lo hace, mediante escrito modelo que a menudo apenas tienen que ver con el objeto del proceso, la ley de ritos no prevé que el fiscal actúe por escrito tras la celebración de la vista. Sin embargo, no es extraño que en algunos juzgados se remitan las causas a Fiscalía para que ésta informe tras haber tenido lugar el juicio contencioso en un proceso matrimonial o de menores, o la comparecencia de medidas previas o provisionales coetáneas. Esto es así porque el Ministerio fiscal no suele acudir a las vistas orales, si bien aun cuando lo hace –en capitales de provincia puede ser más frecuente– manifiesta no pocas veces reservarse para informe escrito, lo que topa con el trámite oral y no diferido más allá de la discusión sobre si caben o no conclusiones (orales y en el acto) dentro del juicio verbal. En cualquier caso, este tipo de actuaciones escritas contra legem acostumbran a generar dilaciones destacables, que incluso muestran tiempos superiores al que media entre demanda y juicio. La notificación de cualquier resolución no comporta el traslado físico de la causa, sólo previsto en muy pocos supuestos. Ante ello, no faltan peticiones del Ministerio fiscal para que se le entregue el expediente completo a fin de decidir si recurre o no, principalmente frente al auto por el que se clausura la instrucción En procesos de familia de mutuo acuerdo desaparece el trámite oral de la vista, y el Ministerio público debe actuar por escrito. Ello no obstante, y a pesar del silencio legal, no es posible operar un traslado al fiscal por tiempo indefinido a efectos del dictamen que, en este caso sí, viene implícito en el proceder. Y 48 mayo 2010 en la no determinación judicial del plazo está precisamente el problema dilatorio, suponiendo en la práctica y con excesiva frecuencia que el trámite llevado a cabo desde admisión de la demanda a la ratificación personal del convenio regulador se reduzca, incluso, a días, y la sentencia no se dicte sino después de un dictamen fiscal emitido tras varios meses. En éste, como en otros muchos supuestos, aunque la causa de la demora se ubica en el quehacer del Ministerio público, la razón última de la misma reside en el beneplácito de quien como juez lo permite sin ninguna base legal. Si éste establece un plazo y se supera, basta poner fin al trámite y dictar sentencia, aunque el dictamen fiscal no haya tenido lugar. Es digno de mención especial que, como medida provisional o definitiva, la guarda y custodia compartida requiere en algún supuesto dictamen vinculante del Ministerio fiscal (art. 92.8 CC). Sin perjuicio del planteamiento de la cuestión de inconstitucionalidad –que a mi entender pasa por haber determinado un marco cautelar suficiente, para eludir los nocivos efectos de una falta de decisión judicial durante muchos años, dado el ritmo del Tribunal Constitucional–, o de fraudes de ley evidentes al establecer regímenes de visitas y pensiones que, en realidad, acotan una guarda y custodia compartida de facto, el Ministerio fiscal sometido al plazo, con su inacción en éste, puede perjudicar muy seriamente los intereses de los particulares –no obstante puedan actuar los mismos extrajudicialmente si coinciden bajo pacífica relación–, planteando una posición de fuerza que pugnaría con el respeto a la preclusión. 03 EL SENTIDO JURÍDICO DE LA INSTRUCCIÓN PENAL Y LA LABOR QUE EN ELLA OBSERVA EL MINISTERIO FISCAL La responsabilidad indirecta del Ministerio fiscal pero directa del personal jurisdiccional por permitirla también ocurre, muy especialmente, en el ámbito de la instrucción penal, comenzando por la misma concepción de ésta y lo que significa alcanzar indicios racionales de criminalidad suficiente. Aquí se produce una auténtica perversión del sistema, que transforma la instrucción –desde siempre pensada bajo limitaciones temporales muy claras (p. ej. art. 324 LECr)– en letanías interminables, anticipos o ensayo de lo que será el plenario o incluso preparación estratégica de 04 a fondo dilaciones indebidas y judicialismo creador_02:Maquetación 1 30/04/2010 10:26 Página 49 Derecho Procesal contraprueba ante la tesis del descargo que eventualmente presentará el imputado –típico en el impago de pensiones–. Se desvirtúa radicalmente el sentido de la instrucción durante meses o años –problema endémico del proceso penal español– con la práctica de todo un cúmulo de diligencias en absoluto imprescindibles para la calificación jurídico-penal de los hechos y la determinación de su presunto autor. Acaso parece que el Ministerio fiscal no asume riesgo alguno frente a la contradicción, tan característica en un acto de juicio plenario. Con la Ley del Jurado se intentó limitar alguno de los problemas típicos de la instrucción, por ejemplo respecto del número de diligencias de investigación y su tiempo de práctica (art. 25 i.f. y 27.2, y sobre todo 27.1, 3 y 4, en relación con el 29.4 y 31 LOTJ), mas como en otros muchos aspectos el texto legal ha sido forzado hasta cotas inadmisibles. Incluso se llega a concluir que quien debe decidir qué diligencias de investigación son necesarias no es el juez, sino el Ministerio fiscal11, añadiendo con ello que, como después de la audiencia preliminar no cabe alterar los hechos justiciables, deben practicarse las diligencias que se interesen con anterioridad a esa audiencia. Se olvida que no es ese el trámite orgánico legalmente establecido, que se permite la práctica de diligencias en la audiencia preliminar, y que en ésta caben cambios, permitiendo incluso instar la conversión del procedimiento (art. 31.3 LOTJ), pero no de inculpado ni del hecho justiciable –imputación que se concreta con anterioridad (art. 25 LOTJ)– si se pide la apertura de juicio oral. Por citar ejemplo más común, entre otras muchas prácticas inútiles: si en el atestado consta una minuta detallada y el ofrecimiento de acciones al perjudicado, que declaró en comisaría sin ambigüedad o laguna y luego aportó factura de los daños, no tiene sentido reiterar a través de declaraciones testificales –que acaban siendo meras ratificaciones de lo que consta en el atestado y una victimización secundaria del ofendido–, ni por supuesto repetir el ofrecimiento de acciones ya cumplimentado por la Policía judicial, ni tasar pericialmente una factura de la reparación de los daños, donde un perito cobrará por concluir importe equivalente al facturado. De otro lado, llaman la atención las antieconómicas acumulaciones de autos basadas en la conexión subjetiva del art. 17.5 LECr, que en realidad anticipan la acumulación de penas, soslayan la importancia del tiempo en el juicio jurisdiccional, paralizan sucesivamente las correspondientes clausuras de instrucción –sobre todo para delincuentes habituales, lo que por demás afecta la posibilidad de la reincidencia como agravante–, y engrosan las causas de manera desproporcionada. Y más adelante se reiteran en la fase plenaria los problemas habidos en la instrucción para hallar hasta el último perjudicado, constatar su ofrecimiento de acciones o verificar y en su caso tasar daños; con la diferencia, de mayor perjuicio procesal, que la ausencia del testigo en la vista del juicio es causa de suspensión, o interrupción por 20 días con riesgo de nulidad de lo practicado. Resultan mucho más manejables varios procesos sencillos que no el enjuiciamiento único de todos ellos, lo que no impedirá que el reo acumule penas, con posterioridad. Nótese que el problema de la acumulación se anticipa incluso a instar –como diligencia de investigación complementaria del fiscal–, la averiguación de otras posibles causas en las que el imputado pudiera estar encartado, a fin de pedir luego su acumulación. A su vez, no es posible perder de vista que el objeto civil se acumula al penal y de él depende, sin que el primero pueda erigirse rector del segundo –característico en las faltas de tráfico– o dilatar su devenir. A menudo se dispone de elementos suficientes para la calificación como delito de una lesión, pero la dificultad de encontrar a la víctima o la absoluta falta de voluntad de ésta en comparecer ante el perito médico, a pesar de disponer de un informe de asistencia que indica puntos de sutura o fractura ósea, acumulan meses y meses de instrucción sin justificación razonable. La eventual responsabilidad civil restará indeterminada, simplemente, y sería viable, en su caso, concretarla en ejecución de sentencia –que es posible en el proceso penal sin la limitación del art. 219 LEC del proceso civil–. Especialmente en el procedimiento abreviado, el artículo 773.1 LECr establece, entre otras obligaciones, que el Ministerio fiscal debe impulsarlo y simplificar su tramitación, así como intervenir en las actuaciones, 11. AAP Barcelona, Secc. 5ª, 20-IX-2007 (rollo nº 448/2007), ponente: Guillem Benlloch Petit. Llama la atención que la audiencia preliminar se celebró antes de esta resolución –derivada de un recurso del Ministerio fiscal–, con la práctica de dos testimonios –las presuntas víctimas– y de la declaración de la imputada –que mantuvo lo dicho en la primera comparecencia (art. 25 LOTJ)–; sin embargo operó la retroacción y se celebró una nueva audiencia preliminar... con nuevas calificaciones que no modificaron hechos ni imputada. mayo 2010 49 04 a fondo dilaciones indebidas y judicialismo creador_02:Maquetación 1 30/04/2010 10:26 Página 50 Ricardo Yáñez Velasco solicitar del juez los medios de prueba que considere oportunos –en la instrucción, no tras su clausura– y pedir la conclusión de la investigación tan pronto como estime practicadas las actuaciones necesarias para resolver sobre el ejercicio de la acción penal. Esto último no sucede como regla, y tampoco existe iniciativa de impulso, ni participación –casi nunca acude a la práctica de diligencias–, y mucho menos simplificación del trámite, antes bien todo lo contrario al optar por un modelo de instrucción que es ensayo del plenario a fin de asegurar al máximo qué puede ocurrir en éste, incluso más allá del objeto penal. Y cuando a veces el Juzgado remite actuaciones originales a fin de que el fiscal interese lo que considere oportuno no es infrecuente la respuesta modelo según la cual se indica al instructor que es éste el que instruye hasta el supuesto del 779 LECr. Cierto que el trámite de remisión mencionado carece de base legal porque el art. 773.1 LECr opera a través de la dedicación del fiscal a la causa desde que conoce de su actuación y a medida que recibe las notificaciones de las resoluciones que se dicten. Pero lo que casi parece una burla es que habiendo estado ausente en el trámite durante el tiempo que ha durado la instrucción pese a conocer su existencia, la mencionada respuesta modelo tarde incluso meses en llegar y que, después de que el juez, a su recibo, clausure la ins- trucción –porque ese envío alegal suele responder al intento de evitar diligencias complementarias–, el Ministerio fiscal reciba la causa para calificar y, también después de varios meses en muchas ocasiones, inste diligencias complementarias. Efectivamente, la actividad del Ministerio fiscal suele ser nula hasta el momento en que tiene lugar la clausura de la instrucción y el juez encargado ordena el traslado de los autos para su calificación, petición de sobreseimiento o diligencias complementarias. Frente a esas alegales remisiones al Ministerio público, de la causa toda, se suman las que se hacen para que emita algún tipo de informe y en particular de respuesta a algún tipo de petición concreta, lo que no debiera precisar el envío del expediente original que obviamente paraliza la causa en trámite. Es preciso subrayar que los traslados físicos de los autos se encuentran especialmente limitados por la ley procesal, mientras que, según la normativa en presencia, es debida la notificación de toda resolución judicial, pero no del resultado de las diligencias de investigación practicadas –aparte los “adelantos” del sumario–, tales como una declaración de imputado o de testigo; por mucho que el fiscal pueda pedir copia de actuaciones concretas –no genéricamente de toda la causa– y operen los oportunos traslados de copias en todo caso –dictámenes periciales, documentos aportados por las partes, etcétera–. Además, con la incoación de cualquier procedimiento se acompaña oficio de comunicación a Fiscalía, por lo que en ésta procedería abrir expediente a fin de obedecer el preceptivo contenido del antes citado art. 773 LECr. Con todo, hay Juzgados que no cumplen con las notificaciones referidas –a pesar que el Ministerio fiscal conozca de la incoacción y tampoco le preocupe interesarse por un trámite abierto sin actividad ninguna a su vista–, otros que notifican toda resolución que se dicta, en cumplimiento de la normativa procesal, o que además remiten copia por fax u otro medio de lo actuado a medida que tiene lugar –lo que suele ser común durante el servicio de guardia, atestado incluido a pesar de la obligación de la Policía judicial al respecto (art. 772.2 LECr)–. Pese a todo, en general es el fin de la instrucción el que establece, igualmente, el despertar del Ministerio público. Antes, en la inmensa mayoría de causas, no ha existido. Llegados a este punto quizá convenga exponer la importante diferencia entre la notificación y el trasla- 50 mayo 2010 04 a fondo dilaciones indebidas y judicialismo creador_02:Maquetación 1 30/04/2010 10:27 Página 51 Derecho Procesal Prácticas inadecuadas Es destacable el generalizado uso del art. 135.1 LEC, sea o no en el proceso civil, presentando escritos el día siguiente al último del plazo, en absoluto porque realmente se precise ese agotamiento temporal. Ante la detención policial llaman la atención protocolos de actuación que determinan la puesta a disposición del juez a primera hora de la mañana, pero también que los tiempos máximos de atención letrada de oficio (8 horas desde la comunicación al colegio profesional, final del art. 520.4 I LECr; aunque a veces se utiliza el teléfono del letrado de guardia) abundan en mayor perjuicio de lo anterior: existen extendidas prácticas en las que el abogado no recibe comunicación de su Colegio a partir de determinada hora de la noche y hasta, por ejemplo, el comienzo de la mañana, práctica conocida por la policía que la conduce a no llamar al Colegio después de determinada hora de la noche. Aunque es habitual que los letrados no agoten sus ocho horas, éstas se han podido duplicar, por lo que el detenido no pasará a disposición del juez esa mañana –cuando será asistido y se cerrará atestado– sino acaso la siguiente. No parece recordarse que el servicio de asistencia jurídica gratuita es de 24, no de 14 horas. Tampoco faltan letrados que reclaman el plazo mínimo de 10 días entre señalamiento y vista de juicio verbal, alegando indefensión, cuando a todas luces se trata de una maniobra en el fondo dilatoria que comporta un renacer del plazo. Abunda la exigencia a ultranza de la tasa judicial. Abundan tardías peticiones de justicia gratuita. Se espera la iniciativa de parte para abrir la ejecución en monitorios y cambiarios sin oposición en plazo, donde se impone el actuar de oficio. Se vulnera la perpetuatio iurisdictionis cuando el deudor monitorio ya ha sido requerido y luego cambia de domicilio. Abundan los modelos mal adaptados o los copia-y-pega característicos de las búsquedas en bases de datos de supuestos de hecho lo más parecidos posibles. Las bajas del compañero no se cubren con sustitutos sino hasta superado el mes y con dificultades. La falta de limitación judicial hacia el Ministerio fiscal, muy ampliamente generalizada, permite el retraso y, en ocasiones, la dilación indebida, de lo que por consiguiente es responsable último el órgano jurisdiccional. La ley de ritos no prevé que el fiscal actúe por escrito tras la celebración de la vista. Sin embargo, no es extraño que en algunos juzgados se remitan las causas a Fiscalía para que ésta informe tras haber tenido lugar el juicio contencioso en un proceso matrimonial o de menores, o la comparecencia de medidas previas o provisionales coetáneas. Abundan las actuaciones escritas contra legem que acostumbran a generar dilaciones destacables. Se desvirtúa radicalmente el sentido de la instrucción durante meses o años –problema endémico del proceso penal español– con la práctica de todo un cúmulo de diligencias en absoluto imprescindibles para la calificación jurídico-penal de los hechos y la determinación de su presunto autor. El problema de la acumulación se anticipa incluso a instar –como diligencia de investigación complementaria del fiscal–, la averiguación de otras posibles causas en las que el imputado pudiera estar encartado, a fin de pedir luego su acumulación. Abundan las peticiones extemporáneas de diligencias complementarias. mayo 2010 51 04 a fondo dilaciones indebidas y judicialismo creador_02:Maquetación 1 30/04/2010 10:27 Página 52 Ricardo Yáñez Velasco La notificación de cualquier resolución no comporta el traslado físico de la causa, sólo previsto en muy pocos supuestos. Ante ello, no faltan peticiones del Ministerio fiscal para que se le entregue el expediente completo a fin de decidir si recurre o no, principalmente frente al auto por el que se clausura la instrucción. do, y en cualquiera de ambos casos acentuar la importancia de los plazos perentorios en todo supuesto. Para ellos es imprescindible determinar el dies a quo de su cómputo, pues sin el mismo afrontaríamos una absoluta inseguridad jurídica y básicamente la inevitable supresión del plazo en sí. Esto es lo que en realidad defiende, bien a menudo, el Ministerio fiscal, pretendiendo colocarse más allá incluso del denominado plazo impropio que afecta al personal jurisdiccional. 04 EN PARTICULAR, LAS DILIGENCIAS DE INVESTIGACIÓN COMPLEMENTARIAS Es ejemplo paradigmático la petición extemporánea de diligencias complementarias, por mucho que el tiempo que tarda el fiscal en remitir calificaciones provisionales o peticiones de sobreseimiento supere con creces el plazo de diez días establecido en el art. 780 LECr, naturalmente sin petición alguna de prórroga (art. 781.2 LECr: un máximo de otros diez días) y donde para nada sirva el trámite del art. 781.3 LECr –aparte que pueda tener o no alguna incidencia en el ámbito interno de la jerarquía fiscal–. Es curioso que, cuando en alguna ocasión la acusación particular no ha cumplido el plazo propio de diez días para calificar, el Ministerio fiscal, que defendía el sobreseimiento libre, se haya permitido instar la declaración del mismo para la acusación particular demorada, por preclusión. Por el momento, sólo en el procedimiento urgente se prevé un mecanismo corrector de los desmanes temporales del Ministerio público (art. 800.5 LECr). En primer lugar es imprescindible distinguir entre notificación de resoluciones judiciales y traslados físicos de los autos, por original o por copia, no en vano se sujetan a regímenes claramente distintos, sin que quepa confundir lo que se exige en materia de notificación de resoluciones, para poder recurrirlas, y en materia de traslados, que comporta la entrega física pero ninguna forma específica propia de una notificación12. Superada la mezcla conceptual que a veces pueda tener lugar, procediendo a la notificación de todas las resoluciones que se dictan, en modo fehaciente, sólo ha de operar el traslado físico cuando corresponda, y una vez notificada en forma la resolución judicial que lo ordena. En materia de diligencias complementarias debe partirse de un plazo legal perentorio de 10 días, porque así lo establece el art. 780.1 LECr, que es llamado propio porque no afecta al personal jurisdiccional: superarlo implica preclusión. En su virtud, y salvo que se considere que ese plazo legal no existe, es preciso establecer su dies a quo. En este sentido, a diferencia de lo que ocurre con la notificación de resoluciones judiciales a fin de interponer recursos en su contra, el traslado físico de actuaciones impone verificar la recepción de las mismas. En materia de actos de comunicación con el Ministerio fiscal, igual que con la Abogacía del Estado, resulta aplicable al procedimiento penal el art. 151.2 LEC (supletoriedad general del art. 4 LEC), porque no existe ningún otro precepto que ofrezca regulación distinta donde insertar los traslados físicos de actuaciones; y según la norma se tendrán por realizados el día siguiente a la fecha de recepción que conste en la diligencia. Salvo que se pretenda propiciar una comunicación por correo con acuse de recibo, o una entrega a través de auxilio judicial con similar finalidad, el sellado oficial de recepción por parte de la Fiscalía se considera fehaciente recepción, inevitablemente efectuado por funcionario adscrito al servicio de Fiscalía. Dicho sea que de no serlo, y requerir algún tipo de diligencia especial, el receptor estaría incumpliendo la norma aplicable, lo que no se considera ocurra: el funcionario correspondiente –y no alguien que pasara por allí– sella la entrada de escritos y causas cuando se reciben, como es deber, igual que ocurriría en cualquier órgano jurisdiccional. Esto 12. Grave confusión entre notificación y traslado, por ejemplo, en AAP de Barcelona, Secc. 10ª de 20-VI-2009, RJ 1º II (rollo de apelación 236/2009), ponente: Montserrat Comas d’Argemir Cendra. 52 mayo 2010 04 a fondo dilaciones indebidas y judicialismo creador_02:Maquetación 1 30/04/2010 10:27 Página 53 Derecho Procesal sentado, ya prevé la citada norma un margen de un día, desde la recepción efectiva, pues es lógico que en tal momento quizá no pueda recibir actuaciones el destinatario final –el fiscal que deba informar, calificar o instar lo que fuera–, operando ficción legal según la cual lo hace al día siguiente, sea o no efectivamente cierto. Eludir el sello oficial de recepción estampado en Fiscalía y la ficción legalmente ordenada suprime el dies a quo para el cómputo de un plazo procesal de obligado cumplimiento, lo que en particular genera una eventual desigualdad constitucionalmente relevante para con el resto de partes sometidas a los plazos. Y tampoco deviene posible plantear como justificación el tan manido problema doméstico, de sobrecarga de trabajo relativa al reparto de asuntos en Fiscalía, pues el mismo argumento podría presentar un letrado que recibe comunicaciones por fax, o a través de procurador, y en ningún caso sería admitido por contrariar radicalmente la norma procesal en vigor. En fin, salvo pretender que el Ministerio fiscal no se sujete a ningún plazo legal en esta materia, debe ser aplicada la preclusión de conformidad con el cómputo mencionado, inevitable por ser norma procesal cogente. De lo contrario, para nada serviría el sello de entrada en el servicio de Fiscalía, estampado por funcionario competente, mientras que no existe mecanismo alguno, ni sistema legalmente previsto, para determinar cómo y cuándo recibe el fiscal destinatario un determinado expediente para calificar –inseguridad jurídica que se sumaría a los inconvenientes de fiscales de vacaciones o en permiso que no sean sustituidos–, alterando de ese modo, singular e inopinadamente, las reglas procesales sobre plazos preclusivos. Los razonamientos que utiliza la Fiscalía para defender el cómputo desde el conocimiento del traslado por parte del fiscal destinatario no alumbran ningún sistema o regla que permita acreditar tal conocimiento, como tampoco lo hacen las resoluciones que en vía de recurso revocan declaraciones de preclusión, esto es, rechazo de diligencias complementarias por extemporáneas. Lo peor de todo es que unas y otras argumentaciones no se basan en legítimos apoyos legales o carecen de ellos por completo. A su vez, la Fiscalía no discute en ningún momento que el sello de recepción de la causa haya sido estampado por funcionario competente, lo que por demás tiene lugar en el mismo expediente judicial remitido; ni siquiera discute diligencias de constancia sobre la remisión de los autos e inevitable recepción cuando el mencionado sello ni tan solo existe y es obligado que desde la fe pública se constate, por seguridad jurídica, dicha entrega –aunque sea de una copia de la causa, si bien los originales comporten, además, responsabilidad de custodia–. Los tribunales del recurso, sin embargo, llegan incluso a discutir las diligencias que constatan, por falta de sello oficial de recepción, cuándo se remitió la causa a través de sistemas de mensajería interna o valija, que inevitablemente se reciben el mismo día que se remiten y deducen esta última fecha; aunque no exista debate impugnativo sobre tal punto y aun cuando la demora supere varios meses –tres o cuatro es bien normal– suprimiendo cualquier duda sobre extemporaneidad13. Y hay supuestos en que se desecha el valor del sello oficial –indiscutido por 13. AaAP Barcelona, Secc. 5ª, 6-VI-2008 (rollo nº 5/08) ó 16-VI-2008 (rollo 229/08); ponente: José María Assalit Vives; el fiscal recurrente no discutía que la diligencia de constancia fuese errónea. Además, de operar traslado por copias y no con originales, al no remitir Fiscalía justificante alguno de recepción ni obviamente devolver las copias, resultaría imposible verificar el plazo sino es a tenor de una diligencia judicial que constate el envío efectivo. 14. AAP Barcelona, Secc. 10ª, 10-VII-2009 (rollo núm. 135/2009), ponente: Montserrat Comas d’Argemir Cendra; tercer párrafo del razonamiento jurídico primero. mayo 2010 53 04 a fondo dilaciones indebidas y judicialismo creador_02:Maquetación 1 30/04/2010 10:27 Página 54 Ricardo Yáñez Velasco la Fiscalía recurrente, se insiste– indicando que no consta “la firma del funcionario receptor de la documentación, ni, lo que es más importante, el asunto de que se trata”14. Llama la atención esto último, pues el sello se coloca en el propio procedimiento, mientras que para la exigencia de firma se cita el artículo 171 LECr, que sin embargo se ciñe a la notificación, añade la necesidad de hacer constar la hora y que junto con el receptor firmará el funcionario que practique la notificación. Es obvio que se confunde el traslado con la notificación –acaso en cercanía con la ignorancia inexcusable porque el 171 LECr se vincula a una cédula, entregando la copia y diligenciando la recepción en el original que regresa al Juzgado (art. 170 LECr)–, nada que ver con la operativa de un traslado de actuaciones. Claro está que, bajo esa tesis, los funcionarios de fiscalía estarán siendo corregidos disciplinariamente de continuo, a tenor del art. 180 i.f. LECr. Téngase presente que si se tratase de una ausencia de notificación del auto que pone fin a la instrucción y ordena el traslado –lo que ocurre en aquellos Juzgados de instrucción que no notifican sus resoluciones al fiscal–, en puridad no habría comenzado el plazo para recurrir las dichas resoluciones, y cabria instar la nulidad –en principio vía recurso ex art. 240.1 LOPJ– salvo que a través del traslado opere el conocimiento extraprocesal –contenido del art. 180 II LECr, para la tesis de quien utilice el art. 171 LECr–. Pero despejando los problemas de la notificación –que dicho sea se somete al contenido de los artículos 270 y 271 LOPJ, no al mar de confusión que derivaría del art. 166 LECr y ss.; permitiendo el uso del fax–, el traslado no puede sujetarse a esas incomprensibles exigencias. En todo caso, cualquier incorrección o negligencia en el servicio de Fiscalía no puede, a tenor de la jurisprudencia constitucional que por conocida sobra citar, favorecer a la parte que lleva a cabo la infracción: si hay que sellar la entrada y por ejemplo no se sella –o se sella “mal”, según la tesis aludida–, no puede ser que tal cosa sea aprovechada para suprimir el inicio de un plazo legal propio, esto es, ¡beneficie al infractor! En el fondo se acoge el problema doméstico de la Fiscalía, despreciando la ley procesal que parte de la recepción en sede institucional, no por ningún fiscal destinatario concreto que por demás puede desconocerse y cuya recepción carecería de verificación alguna, amén de no existir base legal para ello15. Por último, piénsese que de acoger el planteamiento según el cual los emplazamientos con traslado de actuaciones no pueden basarse en el sello oficial de entrada en Fiscalía (art. 151.2 LEC), debiera aplicarse en todo caso, también para procesos civiles no dispositivos. Y de este modo, cuando en procesos de familia con menores o incapaces se comunica copia de la demanda a Fiscalía, hasta que ésta no contestase –y no siempre lo hace o plantea modelo no ajustado ya superado el plazo– el trámite estaría paralizado. Ni que decir tiene que si se rechaza el fax como medio de notificación de los señalamientos, en espera de que el fiscal destinatario reciba directamente, estos nunca se celebrarían, porque no cabría verificar el tiempo mínimo de 10 días (art. 440.1 LEC), ni siquiera en la vista de juicio a la que no suelen acudir. Sólo es admisible la diligencia complementaria si dentro de la acusación fuese imposible concretar los elementos del tipo penal, sin que quepa completar o ampliar la totalidad de la instrucción: la revisión del material instructor se vincula sólo con la tipificación de los hechos y es excepcional Superada la cuestión formal, que no formalista16, debe analizarse la procedencia material de las diligencias complementarias. No nos llevemos a engaño, en muchos casos resulta más cómodo para el juez instructor admitir su práctica que rechazarla motivadamente y exponerse al recurso, pero también se atiende a una concepción errónea, vinculada a la 15. Teniendo en cuenta el sello de recepción estampado a la entrada de la causa en Fiscalía, v. AaAP Barcelona, Secc. 5ª, 27-VII-2007 (rollo nº 328/2007), 7-XII2007 (rollo nº 500/2007) ó 30-V-2008 (rollo queja nº 4/2008); ponente Beatriz Grande Pesquero. Asimismo se entiende, explícitamente, que no hay ninguna justificación para que el Ministerio fiscal marque a su libre conveniencia el dies a quo de un plazo legal; AAP Barcelona, Secc. 3ª, 12-VI-2006 (nº 406/06; rec. 30/2006), ponente: Roser Bach Fabregó. 16. La preclusión por extemporaneidad está constitucionalmente amparada en la teoría del recurso; simplemente exige definir con claridad cuándo comienza y cuándo acaba el plazo legal. V. Ricardo Yáñez Velasco, Derecho al recurso en el proceso penal. Nociones fundamentales y teoría constitucional, Tirant Lo Blanc, Valencia, 2001, pp. 435 y ss.; y El recurso en el enjuiciamiento criminal. Elementos para una teoría procesal general, Atelier, Barcelona, 2001, pp. 79 y ss. 54 mayo 2010 04 a fondo dilaciones indebidas y judicialismo creador_02:Maquetación 1 30/04/2010 10:27 Página 55 Derecho Procesal inercia de que la admisión es legalmente obligada. La mención “acordará” del primer párrafo del art. 780.2 LECr no significa un sí a todo lo que el Ministerio fiscal pida identificándolo como diligencia complementaria, pues en conexión con la expresión condicional “en cuyo caso” que le precede, ese “acordará” viene restringido al supuesto de hecho del precepto: que el Ministerio fiscal califique una diligencia de investigación como complementaria no significa que lo sea. Por consiguiente, aparte de efectuarse en plazo, debe resultar imprescindible para la calificación jurídico-penal –no la civil eventualmente acumulada–, indicándolo de ese modo y subrayando que no proceden las inacabables solicitudes en cadena, sino que sólo pueden derivar de una petición. No es extraño que el tiempo de la instrucción efectuada sea inferior al tiempo en que, sucesivamente, el Ministerio fiscal va solicitando diligencias complementarias, durante años incluso. La doctrina constitucional no plantea dudas, sólo es admisible la diligencia complementaria si dentro de la acusación fuese imposible concretar los elementos del tipo penal, sin que quepa completar o ampliar la totalidad de la instrucción: la revisión del material instructor se vincula sólo con la tipificación de los hechos y es excepcional (STC 186/1990, 15-XI). 05 LOS RECURSOS Y EL TRASLADO FÍSICO DE LAS CAUSAS La notificación de cualquier resolución no comporta el traslado físico de la causa, como ya se ha expuesto sólo previsto en muy pocos supuestos. Ante ello, no faltan peticiones del Ministerio fiscal para que se le entregue el expediente completo a fin de decidir si recurre o no, principalmente frente al auto por el que se clausura la instrucción (art. 779.1.4º LECr). Y cuando se recurre la ley procesal es bien clara en el trámite: el resto de partes recibirán copia del recurso interpuesto (art. 222 III LECr) –copias que nunca aporta el Ministerio fiscal, dicho sea–, y el juez “resolverá el recurso al segundo día de entregadas las copias, hubiesen o no presentado escrito las demás partes”. En estos casos el Ministerio fiscal también insta que se le entreguen los autos. De admitir la corruptela y enviar actuaciones originales –como es costumbre generalizada–, la causa se paraliza a pesar de que el remedio impugnativo carece de efecto suspensivo (art. 766.1 II LECr), y hasta el escrito modelo que habitualmente presenta el fiscal incluso meses después. Sólo el trámite ilegal del traslado ya superaría el mencionado plazo de dos días, obligatorio para el juez, incluso si se enviara una copia de los autos y no el original, lo que por demás supondría una destacable tarea para el funcionario que hubiera de fotocopiar, a menudo, instrucciones completas. Poner fin a esta dilación indebida ha propiciado el encadenamiento de recursos de reforma, apelación subsidiaria, apelación directa, queja y/o incidentes de nulidad de actuaciones, demorando las causas incluso hasta superar el año. Y aunque el principio de legalidad y la lógica procesal suelen imponerse17 y suprimen por cierto tiempo la dilación impugnativa mencionada, no faltan decisiones extravagantes18 y por supuesto recidivas periódicas del Ministerio fiscal contra el art. 222 III LECr. 17. V., p. ej. AaAP Barcelona, Secc. 5ª, 3-XII-2007 (rollo 314/2007), ponente: Augusto Morales Limia, 7-I-2008 (rollo 41/2007), ponente: Elena Guindulain Oliveras. 18. AAP Barcelona, Secc. 5ª, 23-VI-2007 (rollo 219/2007), ponente: Guillem Benlloch Petit. Según esta resolución no importa la norma procedimental expresa porque el art. 4 del Estatuto Orgánico del Ministerio fiscal permite –se afirma– reclamar la causa original o su copia para informar recursos de reforma. Con ello se hace obvia la defraudación de la ley procesal (el plazo nunca se cumpliría, para empezar), se olvida que exigir notificación o estado de actuaciones no paraliza el trámite, que la petición de vista no comporta traslado sino acudir a Secretaría, mientras que la copia de actuaciones –que tampoco puede suspender el procedimiento– refiere a singulares que han de concretarse en la petición, no “a toda la causa”. mayo 2010 55 04 a fondo dilaciones indebidas y judicialismo creador_02:Maquetación 1 30/04/2010 10:27 Página 56 Ricardo Yáñez Velasco En la apelación contra autos del juez instructor, como trámite a quo, opera igualmente un traslado del escrito de recurso, no de toda la causa, que se encuentra en la secretaría judicial a disposición de todas las partes. Cuestión distinta que, en sede ad quem, sí se produzca un traslado de autos para instrucción (art. 229 LECr), que sólo refieren al material elevado a la superioridad, salvo cuando se enviaron originales por haberse admitido el recurso en ambos efectos (art. 224 LECr). Del mismo modo ocurre para el trámite a quo de apelación contra sentencias dictadas en procedimiento abreviado, al que parcialmente se remite la apelación contra sentencias de faltas (art. 976.2 LECr); en cualquiera de ambos casos, para el eventual recurrente se prescribe que las actuaciones se hallarán en Secretaría a disposición de las partes, mientras que el art. 790.5 LECr es incontestable: “admitido el recurso, se dará traslado del escrito de formalización a las demás partes por un plazo común de diez días...”. E incluso en los supuestos de sentencias dictadas tras juicios plenarios en los que el Ministerio fiscal estuvo presente, que luego recibió la notificación de lo resuelto, solicita el Ministerio público la entrega de todas las actuaciones, alegando que en caso contrario se produciría indefensión (sic). El particular no pasaría de la mera anécdota si no fuera porque en algunos Juzgados se atiende a tal petición y, cuando no, la superioridad puede llegar a imponerla aun sin mediar recurso. Y téngase presente que en sede ad quem hay vista de los autos, y que cuando el recurso se dirige contra sentencias la admisión tiene lugar en ambos efectos, esto es, se elevan los autos originales. Al parecer ello no basta, dando lugar a situaciones de ilegalidad procesal altamente gravosas en cuestión de tiempo, inevitablemente generadoras de dilación indebida. Entre muchos ejemplos: dictada sentencia de faltas el mismo día del juicio (3 de marzo), en causa incoada como juicio “inmediato” pocos días antes (25 de febrero), la parte condenada solicita suspensión de su plazo para recurrir a fin de utilizar letrado de oficio (10 de marzo), el Ministerio fiscal no recurre en plazo y finalmente lo hace aquélla (6 de abril); la admisión sobreviene el 8 de abril, día en que la misma se notifica al Ministerio fiscal con traslado del escrito de recurso, y a la mitad de los diez días que dispone el fiscal para efectuar alegaciones comunica a través de fax (16 de abril, con escrito fechado el 9 de abril) necesidad de obtener toda la causa so pena de indefensión, a lo que obviamente no se atiende por ser contrario a la Ley y se elevan las actuaciones para resolver (29 de abril) una vez impugnado el recurso por la parte denunciante (27 de abril); el 17 de septiembre se dicta providencia, sin mención a ningún precepto legal, del tenor “...devuélvanse los autos [al juzgado instructor] para cumplimentar lo solicitado [por el fiscal]”19, que se recibe el 8 de octubre siguiente en el órgano a quo. Dejando a un lado los meses transcurridos, es inevitable sorprenderse del trámite “a la carta” efectuado, bajo el entendimiento implícito que el plazo de alegaciones del Ministerio fiscal vuelve a correr desde el 16 de abril, restando cinco días que, como era previsible, no se cumplieron; falta saber si ello se entenderá como causa de preclusión. Nótese que ni siquiera en el trámite de la apelación dentro del sumario –donde el Ministerio fiscal debe recibir testimonios de adelantos (art. 646 LECr)–, el plazo para apelar empieza desde el siguiente día a aquel que reciba la resolución apelable (art. 647 LECr), que no incorpora el traslado físico de actuaciones como tampoco, ya se ha expuesto, cuando el fiscal no fue recurrente. Recuérdese igualmente que cuando la Ley impone indicación de particulares para que su testimonio se eleve a la superioridad, los mismos deben ser individualizados. Ello es así por definición, porque sino no serían “particulares”. La ausencia de un traslado físico de las actuaciones comporta, a veces, y según el criterio del fiscal, la imposibilidad de realizar esa individualización –desplazarse desde la Fiscalía al Juzgado siquiera se plantea– y justifica, así, pedir el testimonio “de toda la causa”. Ni que decir tiene que, en muchas ocasiones, el recurso interpuesto que se comunica al fiscal plantea una cuestión meramente jurídica, o fácticamente vinculada a hechos bien concretos, por lo que ese tipo de peticiones no sólo son absurdas sino que generan un destacable trabajo de tramitación –la copia y el testimonio–, sobre todo en expedientes engrosados por la dilación. De modo que ordenado por la superioridad se acaban por testimoniar diligencias de mero trámite o incluso copias, y multitud de folios que nada tienen que ver con el debate impugnativo, lo que lleva su tiempo, hurtado de otros quehaceres, y supone la remisión al órgano ad quem de gruesos volúmenes en absoluto prácticos para lo que ocupa, sin olvidar que el tribunal superior nunca se 19. Providencia AP Barcelona, Secc. 10ª, 17-IX-2009 (apelación faltas rápidas 43/2009-B), rubrica su presidente, Josep Maria Pijuan Canadell. 56 mayo 2010 04 a fondo dilaciones indebidas y judicialismo creador_02:Maquetación 1 30/04/2010 10:27 Página 57 Derecho Procesal somete a lo testimoniado porque puede reclamar toda la causa si lo precisa. 06 EL TIEMPO DE LA INSTRUCCIÓN CRIMINAL La inmensa mayoría de la jurisprudencia menor interpreta que la habilidad general en la instrucción (arts. 184.1 LOPJ y 201 LECr) debe matizarse, en exclusiva, a la actuación judicial en sentido estricto, pero no a los actos de las partes y en particular al ámbito de los recursos20. La jurisprudencia constitucional es otra (por todas, STC 1/1989, de 16 de enero), y debe recordarse que la habilitación prevista en el art. 182 II LOPJ no tiene sentido para la instrucción de las causas porque en éstas ya existe habilidad general, mientras que no cabe hablar de supletoriedad (art. 4 LEC; y así del art. 135.1 LEC) cuando no hay laguna que suplir. Recuérdese que este tipo de normas son excepciones en sí mismas, y como tales ya se apartan por definición de la regla (de los días hábiles/inhábiles del art. 182 LOPJ); aun debiendo ser interpretadas restrictivamente no pueden sortear su propio y explícito contenido normativo. De todas maneras, la restricción interpretativa expuesta no supera la reducción al absurdo. Imagínese que el juez instructor decide llevar a efecto una determinada diligencia de investigación durante el mes de agosto, lo que es viable según la tesis de que el art. 201 LECr y 184.1 LOPJ atañen en exclusiva al juez, no a las partes. Sin embargo, aunque su decisión pudiera notificarla en día inhábil porque convendríamos que la notificación es actividad judicial, no de parte, a pesar de que los recursos contra dicha decisión no tendrían efecto suspensivo tampoco podrían computarse sus plazos de interposición y oposición/adhesión porque todo esto no cabe en los días de agosto. Es más, de existir representación causídica se afrontarían los problemas, no poco comunes, para notificar al procurador sin que funcione su colegio profesional a tales efectos, o al abogado defensor directamente si procurador no tuviera su defendido, pero hubiera desconectado su fax o marchado de vacaciones sin sustituto alguno. En fin, de cualquier modo el recurso se interpondría al comenzar septiembre, cuando la diligencia de investigación ya se habría practicado –naturalmente si entrañando presencia de abogado cupiera notificarle de ella y practicarla sin él–, planteando la pérdida sobrevenida de su objeto impugnativo o acaso justificando una retroacción de actuaciones por nulidad radical –si ese fuese el motivo del recurso, al margen de que es éste, y no el incidente excepcional de nulidad, el cauce a utilizar para denunciar nulidad (art. 240.1 LOPJ)–. Al margen de todo lo anterior, acogiendo la pretendida tesis de supletoriedad de la LEC igualmente cabría la habilitación del propio juez instrucción al amparo del art. 131.1 LEC, pero ello no es posible porque el art. 201 LECr –precisamente en nueva redacción dada por la LEC (DF 12.5)– indica que no hay necesidad de habilitación especial. 20. Por ejemplo AAP Barcelona, Secc. 10ª, 13-VII-2009, RJ 1º, (rollo apelación nº 225/2009), ponente: José María Planchat Teruel. Habría que preguntarse si debe extenderse esta tesis a la habilidad general de la jurisdicción voluntaria (art. 1812 LEC/1881).. mayo 2010 57