University of South Florida Scholar Commons Digital Collection - Science Fiction & Fantasy Publications Digital Collection - Science Fiction & Fantasy 1-1-2009 Qubit 42 Cubit Follow this and additional works at: http://scholarcommons.usf.edu/scifistud_pub Part of the Fiction Commons Scholar Commons Citation Cubit, "Qubit 42 " (2009). Digital Collection - Science Fiction & Fantasy Publications. Paper 42. http://scholarcommons.usf.edu/scifistud_pub/42 This Journal is brought to you for free and open access by the Digital Collection - Science Fiction & Fantasy at Scholar Commons. It has been accepted for inclusion in Digital Collection - Science Fiction & Fantasy Publications by an authorized administrator of Scholar Commons. For more information, please contact scholarcommons@usf.edu. 1 Índice: • • • • • • • • • La literatura de ciencia ficción en Guatemala. El hombre que parecía un caballo. Rafael Arévalo Martínez. ¡Hola Dolly! ¡Y qué me decías tú de la ciencia ficción? Rosina Cazali Clonación. (Poesía) Cristina Camacho Fahsen. La conciencia, la última frontera. Estuardo Prado. LEHD-9. / Mundos apartes (Poesía) Cristina Camacho Fahsen.. Cuando en la ficción no hay ciencia. Javier Payeras Megadroide Morfo-99 contra el Samuray Maldito. Julio Calvo Drago El estado de la ciencia ficción no tiene límites: así lo demuestran los creadores chapines de cortometrajes. Lucía Herrera • Historia del cine ciberpunk. 1995. Aeon Flux. La serie animada para tv. Para descargar números anteriores de Qubit, visitar http://www.eldiletante.co.nr Para subscribirte a la revista, escribir a qubit@centro-onelio.cult.cu 2 La literatura de ciencia ficción en Guatemala La historia comienza con Rafael Arévalo Martínez, Escritor guatemalteco, cultivó la narrativa y la poesía lírica. Iniciado bajo la influencia del modernismo, derivó después hacia otras tendencias. Aunque con un estilo muy personal, se le ha situado como novelista de ciencia ficción y como uno de los antecesores del llamado realismo mágico. Algunos críticos relacionan sus relatos con el mundo angustioso y alucinado de Franz Kafka. En narrativa publicó Una vida (1914), El hombre que parecía un caballo (su obra más notoria, 1914), El trovador colombiano (1920), El señor Monitot (1922), La oficina de paz de Orolandia (1925), El mundo de los maharachías (1938) y Viaje a Ipanda (1939). En 1963 Cristina Camacho Fahsen publica su primer poemario Siderales. Tanto la temática de su poesía como de su pintura ha sido el espacio estelar y las profundidades de las galaxias en los confines del Universo. Por su singular percepción poética es considerada por la crítica literaria, exponente fiel de la ecopoesía. Aparte de Siderales, ha publicado Espacio (1979), Cosmoalma (1985), Dimensión futura (1990), Poesía sideral (1996) y Meridianos de luz (1996), entre otros. Cristina es de los pocos guatemaltecos que cultivan simultáneamente con éxito dos ramas artísticas: Pintura y poética. Además de aficionada a la Astronomía, es periodista y promotora cultural de la Municipalidad de la ciudad de Guatemala. Su poesía ha sido editada en Antologías, revistas y periódicos literarios de Guatemala, México, Reino Unido, Brasil y Japón. Es considerada como una de las poetisas más sobresalientes de la Guatemala del siglo XX. 3 En 1969, Carlos René García Escobar (1948) antropólogo y novelista, publica su primer cuento “Todos se fueron a la luna” en la revista Guía Comercial Zona 19. Este cuento estaba inspirado en el título de una canción norteamericana popular de la época. Lo escribió 19 veces a mano, hasta quedar satisfecho. En 1975, ya como director de la misma revista, publicaría otro cuento del género, “La hora perdida”. En el 2000 publica “El último Katún”, una colección de todos sus cuentos. El cuento que le da nombre al libro, es una narración que ofrece una solución al tan estudiado y nunca bien aclarado asunto de la desaparición de la civilización Maya. Cárcel de árboles de Rodrigo Rey Sosa es, junto a La invención de Morel, uno de los relatos de ciencia ficción más afortunados de Latinoamérica. Es una cruel sátira sobre los excesos del poder en Guatemala y una reflexión sobre la escritura. Ese texto está disfrazado como el diario de una persona que escribe para recordar, porque unos científicos lo han operado de manera que su cerebro no pueda almacenar memoria. Cárcel de árboles, publicada en 1992, toca la convergencia entre el lenguaje, el pensamiento y el placer, una ficción desconcertante sobre las capacidades del hombre para entender el mundo a través de palabras y por ende sufrirlo o disfrutarlo. Una Doctora, una apuesta por anular el pensamiento cortando la lengua, interviniendo el cerebro, la relación entre palabra y placer, eliminando los lazos cerebrales de la memoria, convierte a hombres en máquinas de perfecta obediencia. Pero no cuenta con la escritura, los signos que construyen un mundo que las operaciones no logran borrar. “Megadroide Morfo-99 contra Samuray Maldito” de Julio Calvo Drago se publicó por Editorial Cultura, casi diez años después de que resultara ganador el desaparecido premio de cuento Bancafé-elPeriódico en 1998. Se trata de un relato ágil, trepidante, lúdico que, mientras describe una batalla virtual de un juego electrónico, ofrece una serie de estampas realistas acerca de la violencia cotidiana en Guatemala. Aparte de ser el mejor cuidado en la historia de Editorial Cultura, el libro es objeto de colección por su singularidad narrativa y despliegue gráfico. 4 El hombre que parecía un caballo Rafael Arévalo Martínez En el momento en que nos presentaron, estaba en un extremo de la habitación, con la cabeza ladeada, como acostumbraban a estar los caballos, y con aire de no fijarse en lo que pasaba a su alrededor. Tenía los miembros duros, largos y enjutos, extrañamente recogidos, tal como los de uno de los protagonistas en una ilustración inglesa del libro de Gulliver. Pero mi impresión de que aquel hombre se asemejaba por misterioso modo a un caballo no fue obtenida entonces sino de una manera subconsciente, que acaso nunca surgiese a la vida plena del conocimiento, si mi anormal contacto con el héroe de esta historia no se hubiese prolongado. En esa misma prístina escena de nuestra presentación, empezó el señor de Aretal a desprenderse, para obsequiarnos, de los traslúcidos collares de ópalos, de amatistas, de esmeraldas y de carbunclos, que constituían su íntimo tesoro. En un principio de deslumbramiento, yo me tendí todo, yo me extendí todo, como una gran sábana blanca, para hacer mayor mi superficie de contacto con el generoso donante. Las antenas de mi alma se dilataban, lo palpaban y volvían trémulas y conmovidas y regocijadas a darme la buena nueva: "Éste es el hombre que esperabas; éste es el hombre por el que te asomabas a todas las almas desconocidas, porque ya tu intuición te había afirmado que un día serías enriquecido por el advenimiento de un ser único. La avidez con que tomaste, percibiste y arrojaste tantas almas que se hicieron desear y defraudaron tu esperanza, hoy será ampliamente satisfecha: inclínate y bebe de esta agua." Y cuando se levantó para marcharse, lo seguí, aherrojado y preso como el cordero que la zagala ató con lazos de rosas. Ya en el cuarto de habitación de mi nuevo amigo, éste, apenas traspuestos los umbrales que le daban paso a un medio propicio y habitual, se encendió todo él. Se volvió deslumbrador y escénico como el caballo de un emperador en una parada militar. Las solapas de su levita tenían vaga semejanza con la túnica interior de un corcel de la Edad Media, 5 enjaezado para un torneo. Le caían bajo las nalgas enjutas, acariciando los remos finos y elegantes. Y empezó su actuación teatral. Después de un ritual de preparación cuidadosamente observado, caballero iniciado de un antiquísimo culto, cuando ya nuestras almas se habían vuelto cóncavas, sacó el cartapacio de sus versos con la misma mesura unciosa con que se acerca el sacerdote al ara. Estaba tan grave que imponía respeto. Una risa hubiera sido acuchillada en el instante de nacer. Sacó su primer collar de topacios o, mejor dicho, su primera serie de collares de topacios, traslúcidos y brillantes. Sus manos se alzaron con tanta cadencia que el ritmo se extendió a tres mundos. Por el poder del ritmo, nuestra estancia se conmovió toda en el segundo piso, como un globo prisionero, hasta desasirse de sus lazos terrenos y llevarnos en un silencioso viaje aéreo. Pero a mí no me conmovieron sus versos, porque eran versos inorgánicos. Eran el alma traslúcida y radiante de los minerales; eran el alma simétrica y dura de los minerales. Y entonces el oficiante de las cosas minerales sacó su segundo collar. ¡Oh esmeraldas, divinas esmeraldas! Y sacó el tercero. ¡Oh diamantes, claros diamantes! Y sacó el cuarto y el quinto, que fueron de nuevo topacios, con gotas de luz, con acumulamientos de sol, con partes opacamente radiosas. Y luego el séptimo: sus carbunclos. Sus carbunclos eran casi tibios; casi me conmovieron como granos de granada o como sangre de héroes; pero los toqué y los sentí duros. De todas maneras, el alma de los minerales me invadía; aquella aristocracia inorgánica me seducía raramente, sin comprenderla por completo. Tan fue esto así, que no pude traducir las palabras de mi Señor interno, que estaba confuso y hacía un vano esfuerzo por volverse duro y simétrico y limitado y brillante, y permanecí mudo. Y entonces, en imprevista explosión de dignidad ofendida, creyéndose engañado, el Oficiante me quitó su collar de carbunclos, con movimiento tan lleno de violencia, pero tan justo, que me quedé más perplejo que dolorido. Si hubiera sido el Oficiante de las Rosas, no hubiera procedido así. Y entonces, como a la rotura de un conjuro, por aquel acto de violencia, se deshizo el encanto del ritmo; y la blanca navecilla en que voláramos por el azul del cielo, se encontró sólidamente aferrada al primer piso de una casa. Después, nuestro común presentante, el señor de Aretal y yo, almorzamos en los bajos del hotel. Y yo, en aquellos instantes, me asomé al pozo del alma del Señor de los Topacios. Vi reflejadas muchas cosas. Al asomarme, instintivamente, había formado mi cola de pavo real; pero la había formado sin ninguna sensualidad interior, simplemente solicitado por tanta belleza percibida y deseando mostrar mi mejor aspecto, para ponerme a tono con ella. ¡Oh, las cosas que vi en aquel pozo! Ese pozo fue para mí el pozo mismo del misterio. Asomarse a un alma humana, tan abierta como un pozo, que es un ojo de la sierra, es lo mismo que asomarse a Dios. Nunca podemos ver el fondo. Pero nos saturamos de la humedad del agua, el gran vehículo del amor; y nos deslumbramos de luz reflejada. Este pozo reflejaba el múltiple aspecto exterior en la personal manera del señor de Aretal. Algunas figuras estaban más vivas en la superficie del agua: se reflejaban los clásicos, ese tesoro de ternura y de sabiduría de los clásicos; pero sobre todo se reflejaba la imagen de un amigo ausente, con tal pureza de líneas y tan exacto colorido, que no fue uno de los menos interesantes atractivos que tuvo pare mi el alma del señor de Aretal, este paralelo darme el conocimiento del alma del señor de la Rosa, el ausente amigo tan admirado y tan amado. Por 6 encima de todo se reflejaba Dios. Dios, de quien nunca estuve menos lejos. La gran alma que a veces se enfoca temporalmente. Yo comprendí, asomándome al pozo del señor de Aretal, que éste era un mensajero divino. Traía un mensaje a la humanidad: el mensaje humano, que es el más valioso de todos. Pero era un mensajero inconsciente. Prodigaba el bien y no lo tenía consigo. Pronto interesé sobremanera a mi noble huésped. Me asomaba con tanta avidez al agua clara de su espíritu, que pudo tener una imagen exacta de mí. Me había aproximado lo suficiente, y además, yo también era una cosa clara que no interceptaba la luz. Acaso lo ofusqué tanto como él a mí. Es una cualidad de las cosas alucinadas el ser a su vez alucinadoras. Esta mutua atracción nos llevó al acercamiento y estrechez de relaciones. Frecuenté el divino templo de aquella alma hermosa. Y a su contacto empecé a encenderme. El señor de Aretal era una lámpara encendida y yo era una cosa combustible. Nuestras almas se comunicaban. Yo tenía las manos extendidas y el alma de cada uno de mis diez dedos era una antena por la que recibía el conocimiento del alma del señor de Aretal. Así supe de muchas cosas antes no conocidas. Por raíces aéreas, ¿qué otra cosa son los dedos?, u hojas aterciopeladas, ¿qué otra cosa que raíces aéreas son las hojas?, yo recibía de aquel hombre algo que me había faltado antes. Había sido un arbusto desmedrado que prolonga sus filamentos hasta encontrar el humus necesario en una tierra nueva. ¡Y cómo me nutría! Me nutría con la beatitud con que las hojas trémulas de clorofila se extienden al sol; con la beatitud con que una raíz encuentra un cadáver en descomposición; con la beatitud con que los convalecientes dan sus pasos vacilantes en las mañanas de primavera, bañadas de luz; con la beatitud con que el niño se pega al seno nutricio y después, ya lleno, sonríe en sueños a la visión de una ubre nívea. ¡Bah! Todas las cosas que se completan tienen beatitud así. Dios, un día, no será otra cosa que un alimento pare nosotros: algo necesario pare nuestra vida. Así sonríen los niños y los jóvenes, cuando se sienten beneficiados por la nutrición. Además me encendí. La nutrición es una combustión. Quién sabe qué niño divino regó en mi espíritu un reguero de pólvora, de nafta, de algo fácilmente inflamable, y el señor de Aretal, que había sabido aproximarse hasta mí, le había dado fuego. Yo tuve el placer de arder; es decir, de llenar mi destino. Comprendí que era una cosa esencialmente inflamable. ¡Oh padre fuego, bendito seáis! Mi destino es arder. El fuego es también un mensaje. ¿Qué otras almas arderían por mí? ¿A quién comunicaría mi llama? ¡Bah! ¿Quién puede predecir el porvenir de una chispa? Yo ardí y el señor de Aretal me vio arder. En una maravillosa armonía, nuestros dos átomos de hidrógeno y de oxígeno habían llegado tan cerca, que prolongándose, emanando porciones de sí, casi llegaron a juntarse en alguna cosa viva. A veces revolaban como dos mariposas que se buscan y tejen maravillosos lazos sobre el río y en el aire. Otras se elevaban por la virtud de su propio ritmo y de su armoniosa consonancia, como se elevan las dos alas de un dístico. Una estaba fecundando a la otra. Hasta que... ¿Habéis oído de esos carámbanos de hielo que, arrastrados a aguas tibias por una corriente submarina, se desintegran en su base, hasta que perdido un maravilloso equilibrio, giran sobre sí mismos en una apocalíptica vuelta, rápidos, inesperados, presentando a la fe del sol lo que antes estaba oculto entre las aguas? Así, invertidos, parecen inconscientes de los navíos que, al hundirse su parte superior, hicieron descender al abismo. Inconscientes de la pérdida de los nidos que ya se habían formado en su parte vuelta hasta entonces a la luz, en la relativa estabilidad de esas dos cosas frágiles: los huevos y los hielos. Así de pronto, en el ángel transparente del señor de Aretal, empezó a formarse una casi inconsciente nubecilla obscura. Era la sombra proyectada por el caballo que se acercaba. 7 ¿Quién podría expresar mi dolor cuando en el ángel del señor de Aretal apareció aquella cosa obscura, vaga e inconsistente? Había mi noble amigo bajado a la cantina del hotel en que habitaba. ¿Quién pasaba? ¡Bah! Un obscuro ser, poseedor de unas horribles narices aplastadas y de unos labios delgados. ¿Comprendéis? Si la línea de su nariz hubiese sido recta, también en su alma se hubiese enderezado algo. Si sus labios hubiesen sido gruesos, también su sinceridad se hubiese acrecentado. Pero no. El señor de Aretal le había hecho un llamamiento. Ahí estaba... Y mi alma, que en aquel instante tenía el poder de discernir, comprendió claramente que aquel homecillo, a quien hasta entonces había creído un hombre, porque un día vi arrebolarse sus mejillas de vergüenza, no era sino un homúnculo. Con aquellas narices no se podía ser sincero. Invitados por el señor de los topacios, nos sentamos a una mesa. Nos sirvieron coñac y refrescos, a elección. Y aquí se rompió la armonía. La rompió el alcohol. Yo no tomé. Pero tomó él. Pero estuvo el alcohol próximo a mí, sobre la mesa de mármol blanco. Y medió entre nosotros y nos interceptó las almas. Además, el alma del señor de Aretal ya no era azul como la mía. Era roja y chata como la del compañero que nos separaba. Entonces comprendí que lo que yo había amado más en el señor de Aretal era mi propio azul. Pronto el alma chata del señor de Aretal empezó a hablar de cosas bajas. Todos sus pensamientos tuvieron la nariz torcida. Todos sus pensamientos bebían alcohol y se materializaban groseramente. Nos contó de una legión de negras de Jamaica, lúbricas y semidesnudas, corriendo tras él en la oferta de su odiosa mercancía por cinco centavos. Me hacía daño su palabra y pronto me hizo daño su voluntad. Me pidió insistentemente que bebiera alcohol. Cedí. Pero apenas consumado mi sacrificio sentí claramente que algo se rompía entre nosotros. Que nuestros señores internos se alejaban y que venía abajo, en silencio, un divino equilibrio de cristales. Y se lo dije: -Señor de Aretal, usted ha roto nuestras divinas relaciones en este mismo instante. Mañana usted verá en mí llegar a su aposento sólo un hombre y yo sólo encontraré un hombre en usted. En este mismo instante usted me ha teñido de rojo. El día siguiente, en efecto, no sé qué hicimos el señor de Aretal y yo. Creo que marchamos por la calle en vía de cierto negocio. El iba de nuevo encendido. Yo marchaba a su vera apagado ¡y lejos de él! Iba pensando en que jamás el misterio me había abierto tan ancha rasgadura para asomarme, como en mis relaciones con mi extraño acompañante. Jamás había sentido tan bien las posibilidades del hombre; jamás había entendido tanto al dios íntimo como en mis relaciones con el señor de Aretal. Llegamos a su cuarto. Nos esperaban sus formas de pensamiento. Y yo siempre me sentía lejos del señor de Aretal. Me sentí lejos muchos días, en muchas sucesivas visitas. Iba a é1 obedeciendo leyes inexorables. Porque era preciso aquel contacto pare quemar una parte en mí, hasta entonces tan seca, como que se estaba preparando para arder mejor. Todo el dolor de mi sequedad hasta entonces, ahora se regocijaba de arder; todo el dolor de mi vacío hasta entonces, ahora se regocijaba de plenitud. Salí de la noche de mi alma en una aurora encendida. Bien está. Bien está. Seamos valientes. Cuanto más secos estemos arderemos mejor. Y así iba a aquel hombre y nuestros señores se regocijaban. ¡Ah! Pero el encanto de los primeros días, ¿en dónde estaba? Cuando me resigné a encontrar un hombre en el señor de Aretal, volvió de nuevo el encanto de su maravillosa presencia. Amaba a mi amigo. Pero me era imposible desechar la melancolía del dios ido. ¡Traslúcidas, diamantinas alas perdidas! ¿Cómo encontraros los dos y volver a donde estuvimos? 8 Un día el señor de Aretal encontró propicio el medio. Eramos varios sus oyentes; en el cuarto encantado por sus creaciones habituales, se recitaron versos. Y de pronto, ante unos más hermosos que los demás, como ante una clarinada, se levantó nuestro noble huésped, piafante y elástico. Y allí, y entonces, tuve la primera visión: el señor de Aretal estiraba el cuello como un caballo. Le llamé la atención: -Excelso huésped, os suplico que adoptéis esta y esta actitud. Sí, era cierto: estiraba el cuello como un caballo. Después, la segunda visión; el mismo día. Salimos a andar. Y de pronto percibí, lo percibí: el señor de Aretal caía como un caballo. Le faltaba de pronto el pie izquierdo y entonces sus ancas casi tocaban tierra, como un caballo claudicante. Se erguía luego con rapidez; pero ya me había dejado la sensación. ¿Habéis visto caer a un caballo? Luego la tercera visión, a los pocos días. Accionaba el señor de Aretal sentado frente a sus monedas de oro, y de pronto lo vi mover los brazos como mueven las manos los caballos de pura sangre sacando las extremidades de sus miembros delanteros hacia los lados, en esa bella serie de movimientos que tantas veces habréis observado cuando un jinete hábil, en un paseo concurrido, reprime el paso de un corcel caracoleante y espléndido. Después, otra visión: el señor de Aretal veía como un caballo. Cuando lo embriagaba su propia palabra, como embriaga al corcel noble su propia sangre generosa, trémulo como una hoja, trémulo como un corcel montado y reprimido, trémulo como todas esas formas vivas de raigambres nerviosas y finas, inclinaba la cabeza, ladeaba la cabeza, y así veia, mientras sus brazos desataban algo en el aire, como las manos de un caballo.-¡Qué cosa más hermosa es un caballo! ¡Casi se está sobre dos pies!-Y entonces yo sentía que lo cabalgaba el espíritu. Y luego cien visiones más. El señor de Aretal se acercaba a las mujeres como un caballo. En las salas suntuosas no se podía estar quieto. Se acercaba a la hermosa señora recién presentada, con movimientos fáciles y elásticos, baja y ladeada la cabeza, y daba una vuelta en torno de ella y daba una vuelta en torno de la sala. Veía así de lado. Pude observar que sus ojos se mantenían inyectados de sangre. Un día se rompió uno de los vasillos que los coloreaban con trama sutil; se rompió el vasillo y una manchita roja había coloreado su órnea. Se lo hice observer. -"Bah-me dijo -, es cosa vieja. Hace tres días que sufro de ello. Pero no tengo tiempo para ver a un doctor." Marchó al espejo y se quedó mirando fijamente. Cuando al día siguiente volví, encontré que una virtud más lo ennoblecía. Le pregunté: "¿Qué lo embellece en esta hora?" Y él respondió: "Un matiz." Y me contó que se había puesto una corbata roja pare que armonizara con su ojo rojo. Y entonces yo comprendí que en su espíritu había una tercera coloración roja y que estas tres rojeces juntas eran las que me habían llamado la atención al saludarlo. Porque el espíritu de cristales del señor de Aretal se teñía de las cosas ambientes. Y eso eran sus versos: una maravillosa cristalería teñida de las cosas ambientes: esmeraldas, rubíes, ópalos... Pero esto era triste a veces porque a veces las cosas ambientes eran obscuras o de colores mancillados: verdes de estercolero, palideces verdes de plantas enfermas. Llegué a deplorar el 9 encontrarlo acompañado, y cuando esto sucedía, me separaba con cualquier pretexto del señor de Aretal, si su acompañante no era una persona de colores claros. Porque indefectiblemente el señor de Aretal reflejaba el espíritu de su acompañante. Un día lo encontré, ¡a él, el noble corcel!, enano y meloso. Y como en un espejo, vi en la estancia a una persona enana y melosa. En efecto, allí estaba; me la presentó. Era una mujer como de cuarenta años, chata, gorda y baja. Su espíritu también era una cosa baja. Algo rastreante y humilde; pero inofensivo y deseoso de agradar. Aquella persona era el espíritu de la adulación. Y Aretal también sentía en aquellos momentos una pequeña alma servil y obsequiosa. ¿Qué espejo cóncavo ha hecho esta horrorosa transmutación?, me pregunté yo, aterrorizado. Y de pronto todo el aire transparente de la estancia me pareció un transparente vidrio cóncavo que deformaba los objetos. ¡Qué chatas eran las sillas...! Todo invitaba a sentarse sobre ello. Aretal era un caballo de alquiler más. Otra ocasión, y a la mesa de un bullanguero grupo que reía y bebía, Aretal fue un ser humano más, uno más del montón. Me acerqué a él y lo vi catalogado y con precio fijo. Hacía chistes y los blandía como armas defensivas. Era un caballo de circo. Todos en aquel grupo se exhibían. Otra vez fue un jayán. Se enredó en palabras ofensivas con un hombre brutal. Parecía una vendedora de verduras. Me hubiera dado asco; pero lo amaba tanto que me dio tristeza. Era un caballo que daba coces. Y entonces, al fin, apareció en el plano físico una pregunta que hacía tiempo formulaba: ¿Cuál es el verdadero espíritu del señor de Aretal? Y la respondí pronto. El señor de Aretal, que tenía una elevada mentalidad, no tenía espíritu: era amoral. Era amoral como un caballo y se dejaba montar por cualquier espíritu. A veces sus jinetes tenían miedo o eran mezquinos y entonces el señor de Aretal los arrojaba lejos de sí, con un soberbio bote. Aquel vacío moral de su ser se llenaba, como todos los vacíos, con facilidad. Tendía a llenarse. Propuse el problema a la elevadísima mente de mi amigo y ésta lo aceptó en el acto. Me hizo una confesión: -Sí, es cierto. Yo, a usted que me ama, le muestro la mejor parte de mí mismo. Le muestro a mi dios interno. Pero, es doloroso decirlo, entre dos seres humanos que me rodean, yo tiendo a colorearme del color del más bajo. Huya de mí cuando esté en una mala compañía. Sobre la base de esta percepción, me interné más en su espíritu. Me confesó un día, dolorido, que ninguna mujer lo había amado. Y sangraba todo él al decir esto. Yo le expliqué que ninguna mujer lo podía amar, porque él no era un hombre, y la unión hubiera sido monstruosa. El señor de Aretal no conocía el pudor, y era indelicado en sus relaciones con las damas; como un animal. Y él: -Pero yo las colmo de dinero. -También se lo da una valiosa finca en arrendamiento. Y él: -Pero yo las acaricio con pasión. -También las lamen las manos sus perritos de lanas. Y él: -Pero yo las soy fiel y generoso; yo las soy humilde; yo las soy abnegado. -Bien: el hombre es más que eso. Pero ¿las ama usted? 10 -Sí, las amo. -Pero ¿las ama usted como un hombre? No, amigo, no. Usted rompe en esos delicados y divinos seres mil hilos tenues que constituyen toda una vida. Esa última ramera que le ha negado su amor y ha desdeñado su dinero, defendió su única parte inviolada: su señor interno; lo que no se vende. Usted no tiene pudor. Y ahora oiga mi profecía: una mujer lo redimirá. Usted, obsequioso y humilde hasta la bajeza con las damas; usted, orgulloso de llevar sobre sus lomos una mujer bella, con el orgullo de la hacanea favorita, que se complace en su preciosa carga, cuando esta mujer bella lo ame, se redimirá: conquistará el pudor. Y otra hora propicia a las confidencias: -Yo no he tenido nunca un amigo-y sangraba todo él al decir esto. Yo le expliqué que ningún hombre le podría dar su amistad, porque él no era un hombre, y la amistad hubiese sido monstruosa. El señor de Aretal no conocía la amistad y era indelicado en sus relaciones con los hombres como un animal. Conocía sólo el camaraderismo. Galopaba alegre y generoso en los llanos, con sus compañeros; gustaba de ir en manadas con ellos; galopaba primitivo y matinal, sintiendo arder su sangre generosa que lo incitaba a la acción, embriagándose de aire, y de verde, y de sol; pero luego se separaba indiferente de su compañero de una hora lo mismo que de su compañero de un año. El caballo, su hermano, muerto a su lado, se descomponía bajo el dombo del cielo, sin hacer asomar una lágrima a sus ojos... Y el señor de Aretal, cuando concluí de expresar mi último concepto, radiante: -Ésta es la gloria de la naturaleza. La materia inmortal no muere. ¿Por qué llorar a un caballo cuando queda una rosa? ¿Por qué llorar a una rosa cuando queda un ave? ¿Por qué lamentar a un amigo cuando queda un prado? Yo siento la radiante luz del sol que nos posee a todos, que nos redime a todos. Llorar es pecar contra el sol. Los hombres, cobardes, miserables y bajos, pecan contra la Naturaleza, que es Dios. Y yo, reverente, de rodillas ante aquella hermosa alma animal, que me llenaba de la unción de Dios: -Sí, es cierto; pero el hombre es una parte de la naturaleza; es la naturaleza evolucionada. ¡Respeto a la evolución! Hay fuerza y hay materia: ¡respeto a las dos! Todo no es más que uno. -Yo estoy más allá de la moral. -Usted está más acá de la moral: usted está bajo la moral. Pero el caballo y el ángel se tocan, y por eso usted a veces me parece divino. San Francisco de Asís amaba a todos los seres y a todas las cosas, como usted; pero además, las amaba de un modo diferente; pero las amaba después del círculo, no antes del círculo, como usted. Y él entonces: -Soy generoso con mis amigos, los cubro de oro. -También se lo da una valiosa finca en arrendamiento, o un pozo de petróleo, o una mina en explotación. Y él: 11 -Pero yo les presto mil pequeños cuidados. Yo he sido enfermero del amigo enfermo y buen compañero de orgía del amigo sano. Y yo: -El hombre es más que eso: el hombre es la solidaridad. Usted ama a sus amigos, pero ¿los ama con amor hu mano? No, usted ofende en nosotros mil cosas impalpables. Yo, que soy el primer hombre que ha amado a usted, he sembrado los gérmenes de su redención. Ese amigo egoísta que se separó, al separarse de usted, de un bienhechor, no se sintió unido a usted por ningún lazo humano. Usted no tiene solidaridad con los hombres. -............. -Usted no tiene pudor con las mujeres, ni solidaridad con los hombres, ni respeto a la fe. Usted miente, y encuentra en su elevada mentalidad, excusa para su mentira, aunque es por naturaleza verídico como un caballo. Usted adula y engaña y encuentra en su elevada mentalidad, excusa para su adulación y su engaño, aunque es por naturaleza noble como un caballo. Nunca he amado tanto a los caballos como al amarlos en usted. Comprendo la nobleza del caballo: es casi humano. Usted ha llevado siempre sobre el lomo una carga humana: una mujer, un amigo... ¡Qué hubiera sido de esa mujer y de ese amigo en los pasos difíciles sin usted, el noble, el fuerte, que los llevó sobre sí, con una generosidad que será su redención! El que lleva una carga, más pronto hace el camino. Pero usted las ha llevado como un caballo. Fiel a su naturaleza, empiece a llevarlas como un hombre. Me separé del señor de los topacios, y a los pocos días fue el hecho final de nuestras relaciones. Sintió de pronto el señor de Aretal que mi mano era poco firme, que llegaba a él mezquino y cobarde, y su nobleza de bruto se sublevó. De un bote rápido me lanzó lejos de sí. Sentí sus cascos en mi frente. Luego un veloz galope rítmico y marcial, aventando las arenas del desierto. Volví los ojos hacia donde estaba la Esfinge en su eterno reposo de misterio, y ya no la vi. ¡La Esfinge era el señor de Aretal que me había revelado su secreto, que era el mismo del Centauro! Era el señor de Aretal que se alejaba en su veloz galope, con rostro humano y cuerpo de bestia. Guatemala, octubre de 1914 Rafael Arévalo Martínez nació en Guatemala (1884-1975). Estudió hasta el bachillerato en el Colegio de Infantes. Poeta, narrador, ensayista y dramaturgo. Es uno de los escritores guatemaltecos más destacados de la Generación de 1910, también llamada la Generación del Cometa, por el cometa Halley. Fue colaborador de los periódicos El Imparcial, Diario de Guatemala, redactor en jefe de La República y Nuestro Diario; publicó el diario Juan Chapín; dirigió la revista Centro América. Presidente del Ateneo Guatemalteco, director de la Biblioteca Nacional de Guatemala durante 18 años y de la Biblioteca Mexicana en Guatemala. En 1945, durante el gobierno democrático de Juan José Arévalo, fue nombrado embajador especial de su país en Washington. Llegó a ser miembro de número de la Academia Guatemalteca de la Lengua. Conocido internacionalmente por su obra El hombre que parecía un caballo (1915), breve relato, con el que se inicia la Psico-zoología como forma literaria. En sus novelas encontramos una denuncia temprana en contra del imperialismo norteamericano. Su ensayo Ecce Pericles! es fundamental para conocer la dictadura de Estrada Cabrera. 12 ¡Hola, Dolly! ¿Y qué me decías tú de la ciencia ficción? Rosina Cazali En el año de 1997, cuando corrió la noticia de los últimos avances de la ciencia de la clonación, que hacían posible la creación de una oveja a partir de la glándula mamaria de otra, hubo más de un desvelado que rememoró ese futuro dibujado de tantas maneras, en diferentes tiempos, a través de la literatura, el cine y los relatos de la más variada narrativa de ciencia ficción, donde la réplica humana o de seres artificiales era la meta casi imposible. El referente por excelencia fue "Un mundo feliz", de Aldous Huxley, donde se narran las peripecias de un marginado en una sociedad futura altamente tecnificada, en la que los seres humanos son creados en serie y pertenecen a distintas castas según su función. Para el cine tampoco faltaron los noctámbulos que discurrieron entre los espíritus premonitorios de películas como "Los niños del Brasil", del director Franklin J. Schaffner, un escalofriante relato que lleva a descubrir cómo un científico nazi, tras haber conseguido y mantenido vivas células arias, las inyecta en mujeres para crear decenas de pequeños monstruos. De manera más amable, el tema de los clones apareció en "Sleeper" ("El Dormilón"), donde Woody Allen se enfrenta al líder de un mundo futurista quien ha preservado su nariz con el propósito de ser clonado. El tema también abarca producciones esperpénticas tipo Hollywood, como aquélla donde Michael Keaton, un atareado trabajador de clase media, alivia sus tareas y atención familiar al dejarse clonar, aunque la cosa se le vaya de las manos. Cómo no mencionar las películas de culto "Blade Runner", de Ridley Scott, y una de las producciones más preciosas de los últimos tiempos, "Gattaca", del director Andrew Niccol, donde la reflexión más profunda -"no existe un gen para reproducir el espíritu humano"- danza entre diseños extraordinarios de sets e imágenes de seres perfeccionados a través de una tecnología genética de claras intenciones hedonistas e incluso fascistas. 13 Por años, la literatura como el cine han incurrido en ese intento de sacar a luz versiones distintas de un futuro poblado por clones, "cyborgs", replicantes o morfos. Estas vertientes creativas registran deseos de perfección en mundos idealizados y controlados por máquinas o convierten verdaderas ansiedades colectivas en amenazas palpables. Una de las peores: esa pesadilla recurrente, donde tanto experimento altera los patrones de la naturaleza que se han repetido por millones de años y desembocan en mutaciones pervertidas. Sin embargo, y a pesar de esos miedos colectivos expresados con antelación por la ciencia ficción, es un hecho que la ingeniería genética sucede hoy todo el tiempo en áreas fuera de la especie humana y dentro de la misma. Y, con ello, estos relatos ficticios y futuristas se acercan cada vez más a convertirse en certezas. Si alguna vez Mary Sheeley, la escritora inglesa que a los 18 años de edad publicó "Frankenstein" (1816), hubiera sabido que la visión de tantos creadores posteriores a ella trascendería a su monstruo de buhardilla con mitos cinematográficos como el "cyborg" T-800 de "Terminator 2", o provenientes de la realidad como la oveja Dolly, tal vez su novela no habría sido una simple producción animada por un círculo de escritores -dentro del cual se encontraban Lord Byrron- y que pedía a cada integrante escribir un relato de fantasmas y hechos espeluznantes. Sí, la narración de Sheeley cautivó a más de un seguidor de las teorías darwinianas por su visión fascinante sobre individuos creados en laboratorios, sin la asistencia de un dios, pero es hoy sólo uno de los miles de antecedentes que la tecnología actual cuestiona como ideas antiguas sobre el cuerpo. No obstante, por relatos como el de Sheeley no es extraño que "Frankenstein" sea hoy la metáfora perfecta que se aplica a las intenciones que animan complejas investigaciones que abarcan la ingeniería de la clonación o la descodificación del llamado genoma humano, y, por ello, sean acompañadas por acaloradas discusiones éticas, religiosas, morales, etc. que se han extendido en todo territorio del saber humano. Asimismo, que podamos reconocer entre nosotros variantes de "Frankensteins", morfos pasados por el bisturí del cirujano plástico en nombre de un estándar genérico de belleza, reinventados y lo más lejos posible de su identidad original. O que nuestros abuelos sean lo más parecido a los "cyborgs" al aceptar implantes de dispositivos artificiales como marcapasos, articulaciones de acero o lentes intraoculares que reemplazan partes gastadas de sus cuerpos. Y, más allá, que fuerzas diferentes amenacen con despedazar nuestros cuerpos en nombre de un comercio de órganos bajo el disfraz de la investigación médica y la industria cosmética. En los últimos años pareciera que nadie duda que la creación ha jugado un papel imprescindible en la configuración del futuro, como un umbral de información que se adelantó a mencionar los caminos que tomaría la ciencia o sencillamente un medio que recrea todo ese bagaje de información que ha saltado de los pórticos de los laboratorios o las teorías de la cibercultura para formar parte de nuestro diario vivir. Hasta hace poco se le relegaba, como pura retórica fantasiosa, a un juego de habilidades literarias creativas para el deleite de los aficionados, quienes piden empujar cada vez más los bordes de lo permisible, para recrear su fantasía y desbordarse en un futuro lo menos parecido a la actualidad. Incluso, hasta hace poco, las películas de ciencia ficción ficción fueron catalogadas como "típicas", con un formato tan predecible como el de un "western" o cargadas de mensajes que se refieren al uso adecuado, o humano, de la ciencia contra su uso demente y obsesivo, como indicó Susan Sontag en su ensayo "La imaginación del desastre". 14 Ha pasado el tiempo. El acucioso ensayo fue escrito por la crítica estadounidense en 1965, y sus observaciones han dejado de tener efecto sobre lo que en realidad sucede. Muchos temen (y unos cuantos radicales esperan que ocurra) que la ciencia ficción se transforme en una realidad palpable, donde la ficción sea cada vez menos ficción. "¡Un mundo de clonalización nos vigila!" podría ser la consigna para pasar, sin advertirlo, al proyecto del mundo feliz a lo Huxley, perfecto, ordenado, dirigido, o a aquellas visiones envueltas en vientos apocalípticos, ciudades derruidas donde pululan enfermedades dispersas por guerras bacteriológicas y, como nómadas fantasmales, son transitadas por seres posthumanos. Tal vez durante muchos años de creación de ciencia ficción, tanto en la literatura como en el cine, el mensaje en la botella futurista no ha sido el intento de búsqueda de una lección moral o de poner en la balanza la razón versus el conocimiento en manos de un puñado de científicos locos. Tal vez su intencionalidad se reduce a dos cosas: la necesidad humana de dibujar respuestas a su dolorosa existencia actual, comparándola con esas versiones futuristas, o la posibilidad de ir preparándonos silenciosamente hacia lo ineludible. ¿Hacia la catástrofe? CLONACIÓN Cristina Camacho Fahsen Clonaciones en serie, descontroladas, formando vidas iguales. Ejércitos enteros de robots que no disciernen. A esto hemos llegado crepitando con el viento... ¡Qué curiosa misión urgente tiene el hombre de crear y destruir al mismo tiempo! Materia y antimateria, energía contra inercia, luz contra tiniebla. ¡Qué mecanismo misterioso utiliza el Universo en su evolución eterna! ¡Qué curiosa sensación de soledad y niebla! Tomado del libro DIMENSION FUTURA febrero 1990 15 La conciencia, la ultima frontera… Estuardo Prado Estos son los viajes de Masterdrogo, su misión: el descubrir nuevos estados alterados de la conciencia, encontrando realidades alternas en la estructura del universo. Para llegar a donde ningún otro drogo ha llegado antes. Ta Ta Ta Ta Ta Ta Ta…1 (ʺBeam my up Scootyʺ, dijo capitán Kirk poniéndose la pipa de crack en la boca). ʺSome people never go crazy but truly borring lives they must lead.ʺ WASP 16 Ayer me detuvo la policía por haberle prendido fuego a las plantas de un parque en el centro, cuando en realidad ellos deberían ‐por que ese es su deber‐ de ayudarme a incendiar todos los parques, pues la misión tanto de ellos, como la mía es la de servir a la comunidad. Aunque pensándolo bien, la mía es mayor aun. Yo lucho por la sobrevivencia de toda la raza humana quemando arriates. No se cuando fue… me parece que han pasado varias vidas ya, desde esa primera vez que trascendí la realidad aparente del cosmos ‐el velo de Maya‐ y encontré el ser esencial, el Eido Kosmos, tal como lo llamara el avatar Philip K. Dick, que dicho sea de paso fue la ultima encarnación del Bodhisatba de Buda en la tierra, antes del final del Kali Yuga en preparación del principio de la era de acuario. Pero bueno ese es otro trip. Llevaba un gran rato de estar fumando speed balls on the rocks.2 No se cuantos días había estado haciendo esto… tan sólo me recuerdo que en varias oportunidades vi que se hacia de día y de noche. Estaba sentado frente al televisor, no mirando nada en especial ‐me gusta ver figuras o imágenes sueltas que disparen un sinnúmero de recuerdos almacenados en mi inconsciente, sobre el pasado, el presente y por supuesto también el futuro… lo cual es posible porque todas las mentes están inmersas en lo que Jung llamo inconsciente colectivo, y De Chardin la noosfera con forma de un gran cerebro ectoplásmico sobre todo el planeta… aunque para ser sincero yo ya lo vi en un viaje astral, y no tiene forma de cerebro, sino más bien tiene la forma de un huevo, esto es porque la noosfera de la tierra es uno de los testículos del universo, un portal cósmico al germen primigenio donde el espíritu de Dios vuela sobre las aguas. ¿Que porque vuela sobre la tierra? simple… porque si nosotros somos el huevo fecundado, la paloma tiene que estar cerca… es obvio no, o por lo menos para un iluminado ‐como yo‐ que se ha despertado el chacra tántrico con la ayuda de la energía kundalini que las prostitutas de la segunda avenida me han hecho fluir, son feas y gordas, pero cobran barato y a nivel de iluminación o avivamiento del aura corporal no es la calidad, sino la cantidad la que cuenta. Puta… ya se me fue la onda otra vez del tema central. La cosa es que estaba frente al televisor, cargue la pipa con media piedra de crack y un canuto de heroína negra, y al estar aguantando el humo en los pulmones además del adormecimiento placentero que sube por la nuca a toda la cabeza de la parte posterior hacia los temporales, tuve una visión, tal vez causada por un ataque epiléptico en el lóbulo temporal izquierdo. De primero comencé a ver figuras geométricas ‐rombos, triángulos y círculos que se cambiaban de una forma a otra‐ iban apareciendo en el aire tejiendo una estructura simétrica en el espacio, colores vividos que cambiaban del azul al rojo, pasando por todas las tonalidades del espectro de la luz. Parecía que estaba teniendo un episodio sinestésico, o que V.A.L.I.S. me estaba tratando de contactar, lanzándome información no en un lenguaje simbólico verbal; sino a través de sonidos que se hacían imágenes, para después volverse sensaciones táctiles y olfatorias, 17 cambiando de un estimulo sensorial a otros, en una sinfonía caótica en donde todos mis sentidos estaban siendo impresionados de una forma nunca percibida por otro ser humano. Por la fuerte cantidad de drogas había expandido el umbral sensorial que Max Weber había descubierto, permitiéndome percibir más allá de la cotidianidad que se presenta a todas las personas. Después de haber pasado algún tiempo viendo pinturas de Kandisky en el aire, percibí que me estaba acercando al encuentro con la Santa Sophia, al igual que David Bowman al acercarse al monolito en ʺ2001: Una odisea espacialʺ, estaba inmerso en el túnel de luz, el universo entero se iba a abrir ante mí. De pronto todo se acabo quedándome en completa oscuridad. En mi loquera pense ʺ¡Puta! Ya me cortaron el cable por falta de pagoʺ, pues no sabía en ese momento bien ni que pisados estaba viendo. Del centro de las tinieblas un gran ojo se abrió. Era el gran ojo cósmico, Cuzco o el ombligo del universo, el cual estaba todo colorado como si se hubiera fumado un pito, lo cual confirmo la primera teoría que tuve al trepanarme el cráneo para que mi cerebro pulsara al mismo ritmo que los latidos del corazón, expandiendo así la conciencia: que el universo entero esta hecho de moléculas de humo de marihuana. El ojo se convirtió en la tierra y de ella salieron grandes gusanos que destrozaban las ciudades y los campos, para después curvearse en el aire y volverse a ensartar con sus grandes fauces hambrientas ‐igual que en el ultimo vídeo de Pearl Jam‐ en las masas de personas que corrían de un lugar a otro sin encontrar refugio en donde esconderse de los voraces asesinos. Contemple detenidamente a uno de los que corrían y vi que era yo mismo, los gusanos me atacaron tirándome al suelo y salieron miles y miles de ellos de una cloaca que estaba cerca del lugar en el callejón en donde había caído, el cual era una de las escenas del nivel 8 de ʺDoom 2ʺ, introduciéndoseme los gusanos en el cuerpo por todos los orificios que encontraban, sentía como las masas de animales repugnantes se me metían por los oídos, por la nariz, por los lagrimales, por el ano y por la punta de la verga. Mis gritos de desesperación fueron callados con los cientos y cientos de gusanos que se adentraban en mi boca; y pude sentir como devoraban mis entrañas, prosiguiendo con la piel cuando ya no había nada que comer, no dejando más que huesos que parecían albóndigas en un plato de espagueti vivo y putrefacto, que eran los manojos de gusanos que se enroscaban unos sobre otros. Y vi sobre un edificio a una gran lombriz que chillaba de una manera horrorosa, mientras las babas se le escurrían sobre su gordo y seboso cuerpo por lo sobrealimentada que estaba, mientras escuchaba ʺE5150ʺ de Black Sabbath de música de fondo. De alguna manera supe que ese aullido de la horrible bestia era el grito de lucha que dirigía la turba de gusanos que atacaban a los humanos, comiéndoselos a todos (la música cambio en ese momento a ʺThe Mob Rulesʺ, viniéndome a la mente algunas escenas de ʺHeavy Metalʺ). El fin del hombre había llegado y de pronto supe ‐al meterme telepáticamente en la 18 mente del gusano líder, pues aprendí esto de ʺScannersʺ‐ que ya ellos habían exterminado a los antiguos pobladores de la tierra, antes del hombre con los dinosaurios y antes con los animales del periodo cambriatico y así en una lista de devastaciones una tras otra, llegando a animales de épocas tan remotas en la tierra, e inclusive en otros planetas que ni los científicos modernos han descubierto en todas sus especulaciones imaginarias más aventuradas. Esta era la verdadera plaga de ʺ Invasion of the body snatchesʺ y yo era Karen Allen. Después de la ultima visión apocalíptica del fin de la raza humana, me vi de nuevo sentado frente al televisor, quedándome varias horas en una posición hierática, como una estatua babilónica, mientras asimilaba la visión que me había sido revelada y volvía a tener control sobre mi cuerpo. ¡Sí!… después de haber estudiado durante tantos años filosofías orientales, los discursos de Timothy Leary, los libros de Terence Mackenna y las obras de Jhonn Lilly, al conjuntarlo con el conocimiento apodíptico que me ha sido revelado en las visiones alucinógenas que he llegado a tener; por fin llegue a descubrir la respuesta a los enigmas centrales de la humanidad: ¿que es el hombre? y ¿cual es su fin? Las respuestas eran tan obvias, que nadie las había descubierto. No somos más que una manada, un rebaño de ganado para proveerle de alimento a los verdaderos seres superiores en este mundo… En algún lugar debajo de la tierra deben estar cuidando que su alimento se siga multiplicando, para que la sociedad de los gusanos de la carroña siga su existencia. Seguramente debajo del edificio de las naciones unidas hay un tonel enterrado, en donde gusanos telepáticamente controlan las decisiones globales para que sus rebaños no decrezcan, siendo verdaderamente ellos los que dominan al mundo. Por eso es por lo que la ecología se ha puesto de moda… ʺsalve un árbol, salve un bosqueʺ, pues claro, si allí es donde los gusanos se congregan esperando a que caigamos muertos para brincarnos encima y comernos. Por eso hay que matar de un ladrillazo a todos los ecologistas, así como prohibir las caricaturas de los Planetarios, pues estas pervierten la mente de los niños. También es por eso por lo que al fumar mucho crack se ven gusanos por todas partes ‐blancos, fosforescentes y negros‐, sobre el cuerpo, entrando entre la piel, lloviendo del techo, volando en el aire y metiéndosenos en los pulmones al respirar. Todos creen que estas son alucinaciones, pero no, son la visión de la exacta realidad, la cual es propiciada por la expansión de las facultades mentales del hombre, a través de la ingestión de drogas. Seguramente son tan avanzados que decidieron, hace millones de años, cruzar varios genes de gusanos con los de cualquier animal, un cerdo, un perro, o tal vez un mono imbécil; para que así piense que su fin en la tierra es ʺcrecer y multiplicarseʺ (de allí la cita bíblica, que no era la voz de Dios, sino del supremo y soberano Gusano); así sobrepoblaron al mundo y tienen tanta comida en abundancia que pueden hacer festín tras festín en una orgía perpetua de despojos putrefactos… Por eso es que no nos queda más que pisotear las 19 jardineras en las casas, romper las macetas, quemar los bosques, destruir toda capa de suelo fértil en donde los gusanos se puedan refugiar… y por ultimo prenderle fuego a nuestros hogares con nosotros y nuestras familias adentro, para que todo el mundo arda y la tiranía‐ironía de los gusanos se acabe. * * * ʺUn hombre estuvo una vez quitándose bichos de su pelo. El doctor le dijo que no tenía ningún bicho en el pelo. Después él paso ocho horas bajo el agua caliente de la regadera, sufriendo el dolor que le causaban, salió y se seco pero todavía tenía bichos en el pelo; en realidad, tenía bichos sobre todo su cuerpo. Un mes después los bichos estaban en sus pulmonesʺ. Philip K. Dick 1. Nota: (música de fondo) 2. Nota: una mezcla de heroína y crack Estuardo Prado (Guatemala, 1971) Licenciado en Filosofía y Letras. Actualmente cursando una Maestría en Literatura Hispanoamericana. Ha publicado "Estética del Dolor" (1998), "Vicio-nes del Exceso" (1999) y "el libro negro" (2000); todos en la rama de cuento. Participó en la revista "ANOMIA" (1996-1998) y fundó la Editorial X en 1998. 20 LEDH – 9 I Bajo la curva dorada del Sol veo tu silueta que crece y se agiganta volviéndose infinita. Eres todo y lo llenas todo, tu mente gobierna materia y vacío, se extiende donde ya no hay nada. Eres energía centellante aumentada por el paso de los siglos, fuerza viva que ha estado allí desde que comenzó el tiempo. Nuevos sistemas de mundos han surgido, miles de generaciones han pasado pero tu sigues imperturbable bajo la curva dorada del sol llenando todo lo existente, magnetizando al Universo, altivo, poderoso, inalterable. II Inalterable ante el dolor y ante la muerte, ante el grito de angustia, ante el por qué de la existencia. No son doctos tus Sacerdotes al decir que estamos solos en el firmamento, que estamos libres en este planeta-cárcel en el que llevamos aunque no lo quieran nuestro ancestro de simios a cuestas. Inalterable, siempre inalterable, ante si mismo, ante todo. ¿Eres anti-materia? ¿Anti-vacio? ¿Es qué no existes y nuestro pensamiento 21 no tiene eco en tu energia? III Se que soy parte de Ti y me conmuevo ante lo pequeño, ante el dolor, ante lo inconmensurable, por tanto, la respuesta nace en mi, crece, grita, se agiganta bajo la curva dorada del Sol; se vuelve fuerza que perdura con la tuya y la de todo ser viviente. Sea que eres como eres: Altivo, poderoso, inalterable, vives en mi con toda tu potencia total, con lo más pequeño de cada átomo y si es que el secreto de existir se descubre después de la muerte, acepto tu dominio incomprensible y creo en Ti global y matemáticamente. Cristina Camacho Fahsen del libro POESIA SIDERAL marzo 1996 22 MUNDOS APARTES A través del cristal tus ojos deslumbran atrayentes, tus ojos me llaman. Descubro secretos en sus pupilas, secretos de fuego. Hemos soñado un amor imposible, diferente y etéreo, a través dedimensiones paralelas, a través de mundos apartes, a través de un cristal. antenas que preguntan, que despiertan y atardecen, antenas de soledad... Cristina Camacho Fahsen del libro MERIDIANOS DE LUZ noviembre 1996 Cristina Camacho Fahsen ha publicado hasta la fecha seis libros que abarcan el tiempo de cuatro décadas: 1996 Meridianos de Luz. 1996 Poesía Sideral. 1990 Dimensión Futura. 1985, Cosmoalma. 1979 Espacio. 1963 Siderales. 23 Cuando en la ficción no hay ciencia Javier Payeras Señores de Marte. Queridos hombrecitos verdes. No tengo gente a mi alrededor, todos se han ido y me dejaron en mi planeta. La Tierra. Camino todo el día en calles donde no hay nadie. Entro por las puertas de todas las casas. Las carreteras son líneas nada más, no pasan carros, no se ve una sola alma. Las tiendas han sido abandonadas. Los edificios son cadáveres de polvo. Todo está tan solo y es tan basto. El mundo es enorme desde que se quedó sin gente. Se fueron por la noche y no me dijeron nada. Construyeron sus naves en secreto. Me ocultaron muy bien su plan de abandonarme. No tengo nada qué hacer si en esta soledad solamente quedaron las cosas. Se llevaron todos los animales, algunos árboles, algunos libros, fotos... Todo lo que alguna vez fue mi vida, viaja ahora por el espacio. Allí van mis padres, mi esposa, mi hijo; la señora que vende el pan, también mis compañeros de trabajo, todos mis vecinos. Me dejaron sus monstruos. Una huella de combustible. El surco de nubes en el cielo. Invierno en tenazas. Dos langostas gigantes. El bebé Godzilla. Algunas lombrices de respiración brutal. Una máquina con tetas. Una catedral de cohetes. Las calles se quedan poco a poco sin luces y la lluvia está encharcando en todos lados. Ya no es tarde, ya no puede ser tarde, ya nunca será temprano ni nunca volverá a ser 24 nunca. Se acabaron las promesas. También las contradicciones. Se fugo la depresión con potentes turbinas. Sólo queda tiempo inútil para invertirlo inútilmente. Cada quien sabe que al dejarlo todo siempre se corre el peligro de estar muerto. Sin embargo no pareció importarles. Se lanzaron con arrebato hacia otro mundo, otro sitio que ni siquiera imaginaron. Están por todo el cielo. Ahora saben a ciencia cierta que la ciencia no es cierta. Se estarán riendo de tantas mentiras y de tanta lógica. No existía la ciencia ficción, sólo el miedo al futuro, este futuro solitario. Con Jorge Teillier: Cuando todos se vayan a otros planetas Yo quedaré en la ciudad abandonada Bebiendo un último vaso de cerveza Cada locura imagina de distinto modo lo que vendrá. A veces son máquinas, a veces plantas, simios, niños, ancianos, antimateria, clones. Nadie se imagina la soledad. Señores extraterrestres, ¿qué saben ellos? Yo puedo decirles lo que es quedarse en la vida, remota y perdida, de este satélite de la luna. http://www.revistarecrearte.com/modules.php?name=News&file=article&sid=175 Javier Payeras (Ciudad de Guatemala, 1974), es escritor, artista conceptual y tiene estudios en Filosofía y Letras. En la actualidad es uno de los más destacados escritores jóvenes de su país. Ha sido coorganizador del Festival Octubre Azul, director del Centro de Arte Contemporáneo Colloquia, ha asistido a eventos internacionales como el de narradores en Colombia y el Festival Internacional de Poesía de El Salvador. Actualmente trabaja en Editorial Cultura. Ha publicado varios libros de poesía, entre los que se cuentan La ausencia es 1/4 vacío, Ediciones Mundo Bizarro, 1998; La hora de la rabia, Editorial x 2000; Artificial, Ediciones Mundo Bizarro, 2000 y Soledadbrother, Editorial Cultura. El libro de narraciones (...) y once relatos breves, Editorial x, 2000; y la novela Ruido de Fondo, Magnaterra, 2003. También ha hecho libros objeto y publicaciones experimentales como Terrorismo moral y ético, Ediciones Mundo Bizarro, 1997. Automática 9 mm, Colloquia y El lenguaje es la superficie de otro lenguaje. 25 Megadroide Morfo-99 contra el Samuray Maldito (Electro-Satán ciberno-yo postechnomodern hypersimulative dub style mix) Julio Calvo Drago <ON /para poder asestarle un golpe. La maniobra es exitosa. Ryu se pone de pie inmediatamente y, poseído de una furia que le desorbita los ojos, concentrando todo el poder de que puede hacer acopio en los nudillos de una mano, profiere un grito ensordecedor y revienta la mandíbula del Samuray de un poderoso puñetazo. Toma, maldito. Que la katana abandone tu mano, dé vueltas en el aire y ensarte su filo en aquella roca. Tú, estréllate contra el suelo. Que tu cuerpo y sangre golpeen la tierra con estrepitoso Dolby Stereo Surround. Te clavaría la rodilla en la boca del estómago y luego te ensartaría los dedos de una mano en el cuello, mientras que con la otra te martillo la nariz, los dientes y la cara a puros puñetazos, ¡PAM! ¡PAM! ¡PAM!, hasta deformarte el rostro. Reconstruírtelo. O más bien desconstruírtelo. Porque yo soy tu muerte. Tu cibermuerte. Yo te <techno_death.exe>. Yo = no Samuray Maldito. Yo = Samuray Maldito. Pero no. Ya que estoy de pie, mejor corro hacia el arma. En ella reside todo tu poder. El androide se acerca a la espada, la toma en sus manos e intenta extraerla de la roca, pero no puede. La katana irradia un aura de un dorado sofocante que lo deslumbra y le 26 carboniza las manos de metal. En medio del ¡AAAAARGHH! dolorido del androide, la espada abandona la piedra, levita en el aire y vuela a la mano de su dueño. «No tan rápido, rey Arturo de pacotilla. Jamás tendrás tu Excálibur», ríe el guerrero de la sombra. «Necesitarás mucho más que una espada voladora para vencerme, Samuray Maldito», replica el Megadroide, quien luego baja la cabeza, como quien hace una reverencia, pero sólo para que en ésta, ¡POM! ¡POM! ¡POM!, se abran tres compuertas. El Samuray apenas está terminando de ponerse de pie cuando ¡FFFFFFFFHHH! ¡PAW!, un proyectil le traspasa el pecho y ¡BUUUUUUMMMMMM!, miles de esquirlas y pedazos de carne caen desparramados por todo el paraje. Ése habría sido el fin del Samuray Maldito si no es porque, de las células SilicOrg® Biotronik® HgGolem® Serie B2 que lo componen, surge CyBorgia®, infoespíritu regente del Cyber-Infraspace®, para asistir a su fiel esbirro con un efectivo <infoton.reassemble_samuray_maldito.hggolem.exe/>. Los pedazos de carne, sin perder su color, adquieren textura metálica y empiezan a desplazarse unos en busca de otros. Mercurio rojo. Gotas en desplazamiento. La materia no se crea ni se destruye, sólo se aglutina. ¿Lo anterior es un pensamiento del Megadroide o una afirmación del Samuray? Lo cierto es que la sentencia, verbalizada o sólo una imagen mental, es seguida por una risa macabra, y las gotas de mercurio rojo ya se han fusionado para configurar de nuevo el cuerpo del guerrero nigromante. «La paranoia es el máximo estado de alerta». Burroughs. El asombro es pérdida de alerta. Cuando el Megadroide regresa de su asombro, un sablazo ya rasgó su abdomen de acero, una patada lateral con media vuelta le sacudió la cara, y otra lateral con salto, clavada en la quijada, lo levantó en el aire para luego aventarlo al suelo. Al robot le hierve la sangre (y su rabia le concede literalidad a la metáfora). Ryu enciende sus micropropulsores invisibles, despega los pies de la tierra y queda flotando en el aire. Luego extiende los brazos, tira la cabeza atrás y profiere a todo pulmón: « ¡CONEXIOOOOOOOOOOOOÓN AHORAAAAAAAAA!». HyperSorcerer®, motor operativo de la EtéreaNet®, después de responderle con un frío pero empático: «Vaya. Por fin algo de acción. Esto ya parecía caricatura japonesa para niños», procesa el input en microsegundos/ <Código de conexión: //922309YL44f3939223AFUFG282986 4076AXKYL09987484FHF>/< Código de acceso: //011010111010110110110111111000000010101000111011> /processing/processing/processing/connection_succeeded/waiting_for_reply/waiting_for _reply/waiting_for_reply/satelliteLink=F8/ De modo que Ryu, ya conectado, grita esta vez: «¡MORFO-38C: TRANSFORMAAAAAAAAAAAAAR!». Suspendido en el aire, el Megadroide adopta la posición fetal, cruza los brazos, se lleva las palmas a los hombros para darle campo de acción a su eje centro-horizontal y comienza a transformarse: los omóplatos se desplazan hacia fuera, la espalda cervical se corre hacia abajo, 27 las aletas se doblan hacia dentro, motor compresiona con freno, pectorales giran noventa grados, timón vira a la derecha, contensores axiales emergen, freno se hunde hasta el fondo, bus se parquea, ayudante cobra los pasajes, ¡servidos los de Palín! El bus para. Baja más gente que la que sube y, por fin, por un momento, la sardinera le da un poco de respiro a la ley física aquella de que dos (o más) cuerpos no pueden ocupar el mismo espacio. Gracias a Dios, porque ya de Palín en adelante comienza el calor. Y el tramo hasta Escuintla va a seguir siendo lento hasta el día que inauguren la nueva carretera. «Buenas tardes, amables personas que nos acompañan en esta unidad de transporte extraurbano. Mi nombre es >>>CHAYANNE<<< Y esta tarde me acompaña >>>LUCERITO<<<» «Ah, puchis. ¿Cómo así, vos?», contesta el otro payaso, mientras los pasajeros del bus se atoran de la risa. «¡Ay perdón! Me confundí. Vos estás muy feo para ser Lucerito. Y yo pues no seré Chayanne, pero una cosa sí te digo: tengo un M. P. A. increíble». «¿Qué es eso de M. P. A., vos? ¿Malas Pulgas Ambulantes?». Sonrisas del público. «¡Cómo sos de mula, vos! M. P. A. quiere decir ‘Maldito Pegue Asesino’. Quiere decir que tengo pegue, pues». «Pero con las moscas». De nuevo la risa de los pasajeros. «¡Nombre! Te voy a contar a vos y a todas las damas, caballeros y etcéteras que abordan este bus. El otro día iba yo caminando por la calle, y estaba esperando a que el semáforo me diera vía porque quería pasarme a la otra banqueta». «Y se nota que lo lograste», interrumpe el compañero a la vez que hace gestos afeminados, con lo que provoca las carcajadas del público. «Va, no seás payaso pues. Te estaba contando que iba a cruzar la calle, cuando en eso se me para…». «¡Eso sí es milagro, ve!», vuelve a interrumpir el compañero. Más carcajadas de la gente. «¿Qué?». «Nada. Decías que en eso se te para». 28 «Sí, que en eso se me para a la par un Ferrari Testarossa rojo último modelo con vidrios paralizados, digo polarizados. Yo sólo veo que bajan el vidrio eléctrico. Cuando miro para adentro, lo venía manejando una mamaíta así tipo mi amorcito Ana Bárbara: canchita, ojitos claros, blanquita y con una minifalda que en lugar de pijazos tenía morongazos, porque se le miraba hasta el alma. Y no mirás pues que la canchita me dice ‘subite’. ‘Subite’ me decía. Y yo que me hago el difícil y le digo ‘uy-no-señorita-ustedme-está-confundiendo-yo-no-soy-de-esos-yo-soy-un-payaso-decente-y-cuando-lo-hagolo-hago-por-amor’. ‘Subite’ me seguía diciendo. ‘Subite.’ Y ya me había convencido. Ya estaba por abrir la puerta del deportivo, cuando termina de decirme ‘subite a la banqueta, animal, que te vua pasar tirando a la miércoles jueves viernes sábado y domingo». Todos se matan de la risa otra vez. Los payasos siguen contando chistes. Ya de último, cuando agarran confianza, se echan uno de Pepito bien malcriado, pero buenísimo. Si hasta el piloto (que no sé por qué los pilotos se van haciendo siempre los serios) viene exorcizando demonios a través de la risa, cuando «Muchas gracias, estimados pasajeros de esta unidad de bus. Mi nombre es >>>CUCHILLITO<<<». Y cuchillón es el que se saca de la camisa el infeliz. «Y yo soy >>>PISTOLÍN<<<», dice el otro, sacándose tamaña escuadra del pantalón. «¡Y esto es un asalto!», dicen los dos payasos a coro. La gente se calla por un momento. Luego, todos ríen tímidamente, queriendo creer que lo del asalto es otra de las payasadas de aquellos dos. Pero Pistolín deshace pronto el mito cuando alza el cañón al techo y deja ir el gran morongazo. Mujeres y niños gritan casi al compás del disparo. El piloto pega tal frenazo, que por poco se va en la cuneta. Hasta los payasos se ahuevan. «No te detengás, hijuelagramputa», le grita Pistolín al piloto. Y este, casi encunetado, se ve obligado a reanudar la marcha. El mismo payaso dice, dirigiéndose ahora a los pasajeros, ensordecidos por el disparo: «Bueno, pisados. Que ninguno se me vaya a poner al brinco porque se va horrible». Pistolín se queda a la par del conductor. De ese modo controla mejor todo el bus y está listo para quebrarle el culo a cualquier cerote que se las quiera llevar de Ultra Seven. O de Megadroide Morfo-99. Mientras tanto, Cuchillito pasa por todos los asientos, pone el filo de su arma en las gargantas de los pasajeros y les da así una punzocortante motivación para que entreguen toda pertenencia de valor. De ese modo, conforme pasa el payaso, cada señor, cada señora, cada señorita, cada joven se quita el anillo, suelta la pulsera, saca su billetera, entrega el bolso, 29 despliega la coraza, pasa el monedero, extiende el escudo, entrega el efectivo, ajusta los brazos, desdobla las manos, extrae la katana láser de su funda y ¡KIAAAAA!, de un sablazo le parte un cachete en dos al Samuray, ¡YAAAAAA!, le abre el abdomen de otro sablazo, ¡HUUUUUU!, le clava una lateral en la frente, ¡UAAAAAAH!, le encaja una trescientos sesenta voladora en la sien con tal fuerza, que lo hace dar un vueltegato en el aire y pegar boca abajo contra el suelo, ¡AAAAAAAAHHH! Cuando el Samuray levanta la cara, su vista se topa con una jovencita en kata de tigre parada enfrente de él. Se trata de la nueva transformación del Megadroide Morfo99: Miyuki, la geisha asesina, su verdadera identidad. «Eres una caja de Pandora, Megadroide. Veo que te has convertido en una perra», jadea el Samuray Maldito. «Te voy a enseñar a tratar bien a las mujeres, horrenda abominación del más allá». Todo indica que el apelativo de perra no le agrada nada a Miyuki. Por aquel insulto, el Samuray ya no tiene chance ni de ponerse de pie, mucho menos de evitar que la androide lo tome de las axilas con ambas manos, lo levante, le meta un rodillazo en los genitales, le dé un cabezazo en la nariz y luego lo lance hacia arriba, sólo para dejarlo caer y, camino al suelo, recibirlo con una sañuda patada frontal bien propinada en el esternón. De nuevo hay un estruendoso impacto del Samuray contra la tierra. Pero allí no acaba la saña. Miyuki no le permite siquiera levantar la cabeza. Una patada en el cráneo hace que el guerrero de la sombra entierre la cara en el lodo. Y sólo entonces Miyuki apacigua su furia. Parada a la par del Samuray, respira profundo, vuelve a desenvainar la espada, la toma con las dos manos, la levanta lo más alto que puede (sus manos y la espada tiemblan) y «¡Ishiro! ¡Ishiro!». «¡InfraGothik®! ¡Ayúdame!». «¡Ishiro! ¡El dolor es una punzante ilusión!». «InfraGothik®, ayúdame por favor», grita el Samuray con desesperación. «¡Ayú…!». «¡Ishiro! ¡Escúchame! El dolor es una punzante ilusión». «¡Claro!», comprende al fin el guerrero de la oscuridad. «<el_dolor_es_una_punzante_ilusion.neurodata.com/neuroprojector.doc/searchi ng/searching/searching/waiting_for_reply/waiting_for_reply/waiting_for_reply/neuroda 30 ta_file_is_open/connecting_with_[_megadroideMorfo99,_microCPU]/creating_hologra m/creating_hologram/creating_hologram/hologram_done>». Justo en el momento en que va a dejar caer el filo de su katana sobre el cuerpo del Samuray, nuestra heroína siente una fuerte punzada en la pierna derecha. El dolor es tal, que no puede evitar soltar la espada, doblar la pierna y caer. El Samuray se incorpora en un dos por tres. Invertidos ahora los papeles, Miyuki, desde el suelo, ve a su enemigo de pie. Se da cuenta de cómo en la mano del Samuray se ha materializado, en forma de holograma, una muñeca igual a ella con un alfiler de luz láser atravesándole la pierna derecha. Y el vudú virtual no acaba allí. Con la otra mano, el Samuray materializa un nuevo alfiler, que luego inserta en el brazo izquierdo de la muñeca. El dolor no se hace esperar. «¡AAAAY, malditos hombres! Creen que porque nos penetran son más poderosos que nosotras», protesta la Megadroide. «Es que me gustas cuando mueres porque estás como ausente», responde el Samuray con el mayor de los sarcasmos. Y mientras altera el verso de Neruda, clava un tercer alfiler en el oído derecho de la muñeca. Ya inserto, lo empuja lentamente hacia dentro a la vez que va diciendo: «Encuentro fascinante cómo a las mujeres todo les entra por un oído y les sale por el otro». La aguja sale por el oído izquierdo. Otro grito de dolor. «Voy a crucificar tu cibercerebro, niña tonta», dice esta vez el guerrero de la sombra, y se dispone a atravesarle un cuarto alfiler por la frente para que le salga por la parte trasera del cráneo. De ese modo, con dos alfileres cruzados, destruye la fuente de poder y ¡hasta nunca, Megadroide! Pero Miyuki saca fuerzas de flaqueza para levitar en el aire, extender los brazos y pronunciar el ciberconjuro: «¡CONEXIOOOOOOOOOOOOÓN AHORAAAAAAAAA!». Desde el satélite, HyperSorcerer hace su trabajo/ < Código de conexión: //922309YL44f3939223AFUFG282986407 6AXKYL09987484FHF>/< Código de acceso: //011010111010110110110111111000000010101000111011> /processing/processing/processing/connection_succeeded/waiting_for_reply/waiting_for _reply/waiting_for_reply/satelliteLink=F8/ «Todos los hombres son iguales, querida. No confíes en ellos», aconseja HyperSorcerer mientras le da la conexión. Miyuki, sin contestarle nada, adopta la posición de una persona corriendo para darle campo de acción a su eje centro-vertical y termina la fórmula de conversión con: «¡MORFO-24G: TRANSFORMAAAAAAAAAAAAAR!». Los antebrazos se despliegan hacia fuera, los dedos se insertan en las manos, la coraza se pliega al pecho, las piernas se doblan hacia atrás, 31 la suspensión hidráulica gira a la derecha, los pies se despliegan hacia arriba, el motor compresiona, el auto se detiene, las manos se estrechan, las últimas palabras son dichas, se cierra el negocio. «Muy bien, ingeniero. Cuente conmigo. Déjeme preparar los materiales y yo le estoy dando una llamadita el próximo jueves para confirmarle cuándo puedo empezar a dar los cursos de capacitación». «Entonces espero su llamada, licenciado». «Cómo no. ¿Va con prisa o entra a la casa a tomarse un cafecito?». «Fíjese que sí voy algo preciso. Por eso ni apago el carro. Gracias de todos modos». «Bueno, no le quito más su tiempo. Gracias por traerme a la casa». «De nada, licenciado. Me saluda a su esposa». Dentro del lujoso automóvil, los profesionales vuelven a darse la mano en la acostumbrada sobredespedida. Tocan otro punto del asunto. Vuelven a despedirse. Tocan otro punto del asunto. Vuelven a despedirse. En ese pase-feliz-tarde-ah-se-meolvidaba-preguntarle están, cuando un picop Dodge Ram del año se estaciona en la casa de enfrente. Se abre la portezuela y sale un tipo panzón, casi calvo, de cincuenta y tantos años de edad y con sus buenos traguitos encima. El señorón camina con decisión de Terminator hacia el Mercedes del ingeniero. Cuando está a unos tres metros de distancia de éste, sin dejar de avanzar, saca su lethal weapon (una escuadra nueve milímetros), extrae un cargador de su bolsillo, lo inserta en la empuñadura de la pistola, quita el seguro, levanta el cañón a la altura de su pecho y llega a la portezuela. Sólo entonces los despreocupados profesionales voltean a ver para que sus ojos se topen nada más y nada menos que con >>>RAMBO LÓPEZ<<< ***EL JUSTICIERO DE LA MUERTE*** Perfil: • Nacido en algún pueblo del interior. • Estudiante de promedio regular en algún internado católico del país. • Víctima de acoso psicológico por parte de sus compañeros de estudios, que solían molestarlo con motes como indio, sapo y otros que aludían a su estatura baja, complexión llena y piel morena. • Filosofía: o Chafa y cura, comida segura. o El comunismo es el demonio. 32 o Este país sólo con mano dura se compone. o Pisto en mano. o El tamaño es lo que importa. • Militar graduado con honores. • Estuvo en la montaña echando reata contra la guerrilla. • Duerme con una pistola bajo la almohada, se despierta a medianoche bañado en sudor frío y dispara un cargador entero contra el techo de su habitación. • Director de un par de dependencias estatales en tiempos de Kjell y Lucas. • Dueño de una casa grande en colonia de clase media baja y de tres o cuatro carros último modelo. • Ahora militar retirado. • Principales temas de conversación: o Armas. o Carros. o Culos. • Preferencias cinematográficas: o Cualquiera de vergazos y balazos. • Preferencias musicales: o Cualquiera de Chente. Invita las rondas de guaro en los puteros más caros de la ciudad. Escoge a la patoja más bonita de la casa, paga una hora con ella, se la lleva al cuarto y, ya que están solos, se acuesta boca abajo y le pide a la puta que por favor le meta un banano en el culo. Después se incorpora y, con la fruta colgándole del chiquito, comienza a moverse todo sensual, como imitando la danza de una bailarina exótica, y es así como se satisface sexualmente. Luego le da más dinero a la chava para que vaya y les diga a sus amigos que qué polvo más rico el que se echaron, que qué grande la tiene y que qué de a huevo coge. «¡Narcos hijos de la gran puta! ¡Malditos! ¡Váyanse de mi casa o les quiebro el culo!», grita Rambo, mostrándoles el cañón del arma. «Pero señor, ¿no me reconoce? Soy yo, su vecino de enfrente», dice el licenciado, extrañado por la confusión paranoica de su vecino, mientras el ingeniero palidece, pues es el más cercano al cañón. «¡Sho, hijo de sesenta mil putas! ¡A mí no me vengás con pajas! ¡Váyanse a la mierda o les quiebro el culo!». «¡Pero si yo vivo aquí, señor! Tranquilícese». Para qué le dijo que se tranquilizara. «A mí nadie me va a decir que me tranquilice», contesta Rambo y ¡POOM!, golpea la mano del ingeniero con la empuñadura de la pistola. El ingeniero, 33 conteniéndose el ¡AAY!, rápidamente quita la mano de la portezuela en un movimiento reflejo. El licenciado, temiendo que al salir del vehículo le metan un plomazo, voltea a ver al policía en la garita de la entrada al residencial, como queriendo pedirle ayuda por telepatía. Para su sorpresa, el policía está observando toda la escena, pero no se atreve a hacer nada. Cuando el licenciado regresa la vista a su vecino, el hijo adolescente de éste ya salió de la casa y se interpuso entre el carro y su papá. «Papa, déjelos. Él es el vecino», trata de explicar el muchacho. «Andate para dentro, patojo cerote». «No, papa. Vámonos para la casa. Usted ya viene muy tomado». «¡Sho, patojo cerote!». Y de un violento empujón quita a su hijo de en medio. «Sabe qué, licenciado. Mejor vámonos de aquí, se apresura a proponer el ingeniero. «Está bien, ya nos vamos», dice después, dirigiéndose a Rambo para que se calme. Luego mete primera y maneja el carro dos o tres cuadras adentro del multirresidencial. Ya lejos de la presencia de Rambo, el licenciado le ofrece disculpas al ingeniero por todo lo sucedido, se baja del auto y se despide. Regresa a pie a su casa y, camino allá, se da cuenta de que sus manos tiemblan. No sabe exactamente si por miedo o por ira. «A ver si el ingeniero quiere trabajar conmigo después de esto. Necesito cerrar el negocio o mi situación económica va a seguir jodida», piensa. Y aunque duda que el vecino tenga madre, no deja de mentársela. Llega a casa, le cuenta a su esposa lo ocurrido y los dos se preocupan. Nada les quita la idea de que tienen como vecino a un asesino en potencia. Ya de noche, el licenciado no puede dormir. Sueña que Urko (el gorila bélico y medio idiota de El planeta de los simios), vestido con una guayabera color yema de huevo rancio y un pantalón de vestir color caca, digo caqui, se le acerca, le apunta con una pistola, dispara y ¡AAAAAHHH!, el licenciado despierta de madrugada gritando y sintiéndose impotente. Y lo de impotente léase también con cierta connotación sexual, pues siente que no hay manera de meterle la verga a su vecino. Sin embargo, ya de madrugada es vencido por el cansancio y el efecto de un par de píldoras para dormir. Se tranquiliza por fin y siente la suave distensión de todos sus músculos, hasta el momento agarrotados por el miedo. Ya relajado, recuesta la cabeza en la almohada, cierra los ojos y sueña que TIMA HORA * NOTICIA DE ÚLTIMA HORA * NOTICIA DE ÚLTIMA HORA * N Ex militar ametrallado en su casa (KARMANOTICIAS/INFERNEWS).— Individuo no identificado, presunto miembro de un escuadrón vengador que se dedica a dar muerte a individuos prepotentes, abusivos y faltos de madre, se introduce a altas horas de la noche en la residencia del señor Rambo López, ubicada en la colonia X de la zona Y de esta capital, y descarga una 34 ráfaga de ametralladora AK-47 sobre López hasta provocarle la obvia, esperada y por todos deseada muerte. A eso de las tres de la mañana, el asesino salta la verja, rompe la ventana, fuerza la chapa, abre la puerta, carga el arma, quita el seguro, dispara los vibrocontensores, jala el gatillo, reconfigura el escudo, despliega las garras biónicas, pega un zarpazo y el Samuray sale disparado como cinco o seis metros atrás, sólo para ir a somatar la espalda contra el suelo. Cuando trata de ponerse de pie, siente en su estómago un retortijón que lo hace vomitar sangre. Se sienta entonces y mira su abdomen. Las rasgaduras en la piel son tan profundas, que reconoce algunas de sus entrañas. Quiere lamentarse por el dolor, pero un ¡GRRRRRRRR! extremadamente cercano lo ensordece. Cuando levanta la cara, su vista se topa con dos hileras de colmillos babeantes y afilados, cada uno tan grande como un fémur humano. «Conque ahora te volviste un animal, ¿eh Megadroide?», dice el Samuray con mordacidad. La ciberbestia, con el tamaño de cinco osos, ojos de lobo, dientes de piraña y garras de tigre, sólo emite un fuerte rugido en respuesta. Se trata de la nueva transformación del Megadroide Morfo-99: Hiperfuria, la bestia carnicera, su verdadera identidad. «Como ya no puedes usar la cabeza, prefieres usar la fuerza bruta, ¿verdad, Megadroide?». «Muy bien, Ishiro. Tú ganas. Voy a usar la cabeza», contesta Hiperfuria, cuya voz tiene la gravedad de un long play de vinilo sonando a bajas revoluciones. Y mientras contesta aquello, retrocede y retrocede, como toro preparándose para embestir al torero. ¿Embestir piensa el Samuray? Pero ya lo intuye demasiado tarde. Cuando Ishiro apenas empieza a agarrotarse llevando codos y rodillas al rostro, la bestia ya se dejó venir contra él. ¡ZZZZUUUUUUUUMM! ¡POWN! «¡AAAAAAAHHHHHHHHHH!», grita el guerrero de la sombra mientras cae de espaldas al precipicio. Hiperfuria, en su instinto predador, poseído por la rabia y un hambre natural de vísceras, lo sigue hasta el fondo (no hay Lucifer que se resista a caer cuando en el abismo lo espera la carne). Las piedras no lo detienen. Avanza. Sus colmillos, húmedos a causa de la baba apestosa, vibran con el rugido bestial. Llega al fondo del barranco, busca al Samuray, lo encuentra, se le acerca, lo huele, emite otro 35 rugido, escupe saliva, abre las fauces, acerca el hocico… La situación se pone aquí tan tensa, que es mejor ir a un corte comercial. Después de ver la casa de nuestros sueños en Prados del Alto (precio), descargar manualmente nuestra libido con el generationsex de las Spice Girls y descubrir que las mujeres de no sé qué tribu africana se atavían con colmillos de elefante incrustados en las mejillas para alejar malos espíritus y exploradores pervertidos, según se puede leer en el nuevo número de la International Pornographic, regresamos a la acción. Como recordarán, el Samuray Maldito cayó al fondo del abismo, y el Megadroide, transformado en Hiperfuria, descendió a la sima para devorarlo. Los colmillos del animal buscan el cuello del Samuray. Una vez ensartados, nada los hace retraerse. Penetran profundo y desgarran tendones. La sangre fluye a borbotones y anega los gritos de dolor del Samuray. Muere. Muere, maldito. Desángrate y muere mil muertes antes de morir. Y no te olvides de ir dejando tu rastro de sangre cuando vayas camino al infierno, que hasta allá he de seguirte para continuar matándote, muriéndote, desentrañándote (literalmente). Yo muerte. Yo tánatos. «¡Cierra ya los ojos, maldito Samuray Maldito, y trágate el veneno de la oscuridad!», grita Hiperfuria, con su voz cavernosa, mientras devora al guerrero de la sombra. «¡JA JA JA JA! De acuerdo, Megadroide. Tú ganas», dice esta vez el Samuray, con todo el sarcasmo que el dolor y el desangramiento le permiten. «Ahora vas a pelear contra la oscuridad. ¡JA JA JA JA!». A continuación, el guerrero de la sombra cierra los ojos y <el_cielo_se_oscurece_por_treinta_dias_y_treinta_noches.neurodata.com/infragothik_b lackout.apocalyptikbot.doc/connecting/searching/searching/searching/waiting_for_reply /waiting_for_reply/waiting_for_reply/connecting_to_[_cyberplanetVirtualAtmosphere]/ connection_succeeded>. Y de pronto, oscuridad. Plena, total, extendida hacia cualquier punto al que se dirija la vista. Un inmenso techo negro, de miles y miles de metros cuadrados de extensión, se materializa en microsegundos para tapar el cielo y volverlo todo oscuro. El oxígeno apenas circula y, poco a poco, la asfixia y el pánico empiezan a invadir el alma bestial de Hiperfuria. Cuando las pupilas del ciberanimal se dilatan al máximo, éste ve a lo lejos entradas de luz, salidas de túnel por las que se cuelan fulgores de luz blanca y diáfana, trinos de pájaros, aleteos de mariposas e imágenes de bellas muchachas, vestidas únicamente con túnicas blancas transparentes, llamando al animal apenas con una sonrisa y un suave gesto manual. El Samuray sabe ser macabro: goza con darle vanas esperanzas a la fiera. Hiperfuria siente que el respiro lo abandona, por lo que corre hacia las entradas de luz. Pero el Samuray, que se ha vuelto invisible dentro de toda aquella oscuridad, no lo deja huir. Lo patea, le mete zancadillas, le abre la piel a sablazos y se burla de él. «¿Quieres luz?», le dice, para luego prenderle un fósforo en los ojos. Hiperfuria, como todo buen animal, no puede evitar temerle al fuego y sale corriendo en dirección opuesta a la llama. No obstante, en algún momento de reflexión, el zoorrobot se detiene y pronuncia las palabras cibermágicas. «¡CONEXIOOOOOOOOOOOOÓN AHORAAAAAAAAAAAA!». HyperSorcerer rápidamente procesa el input/ 36 <Código de conexión: //922309YL44f3939223AFUFG2829864076AXKYL09987484 FHF>/< Código de acceso: //011010111010110110110111111000000010101000111011>/ invalid_code/ ¿? ¡CONEXIOOOOOOOOOOOOÓN AHORAAAAAAAAA!/ <Código de conexión:// 922309YL44f39 39223AFUFG2829864076AXKYL09987484FHF>/ <Código de acceso:// 0110101110101101101101111 11000000010101000111011>/ invalid_code/ ¿? ¡CONEXIOOOOOOOOOOOOÓN AHORAAAAAAAAA!/ <Código de conexión: //922309YL44f39 39223AFUFG2829864076AXKYL099 87484FHF>/< Código de acceso: //0110101110101101 10110111111000000010101000111011>/ you_are_fucked!/you_are_fucked!/you_are_fucked!/ «Me temo que ya no podrás transformarte, Megadroide», dice HyperSorcerer en un tono grave y resignado. «¿Qué sucede, HyperSorcerer? » «Error terminal del sistema», contesta el motor operativo de la EtéreaNet. «InfoZombie®, último integrante con CyBorgia e InfraGothik de la terna maldita que rige el Cyber-InfraSpace, logró inyectarme un virus letal, por lo que ya no podré asistirte más. El info-ente atravesó mis barreras antivirus y se infiltró en mi programa. Justo en este momento está destruyendo todos mis comandos y muy pronto comenzaré a desvariar. Lo siento, Megadroide, realmente hubiera querido ayudarte pero no tengo por qué más que sí porque sí no ya verás que la próxima reencarnación iré al mar por la mar que sí misma y no transitar por cervantes que café escribamos vanidad o furia muchos enterrar de no podrá para yo peleo tú peleas todos peleamosupercalifragilísticoespirialidosoperahouse telerecontraradiotransmi sión insurg distant a lo cercan por cuatro igual a 63.98888Ce-000 1 0043 djlls ooe399f ñ'96slk o kdkdd000 e3da{oe54n v’´'ab+{an 445 0 0s a059fciwe´'abj´'abpá'87pw9envc ‘wa9ejmpnm´'ab{kl 8000 lsdkr oaq oweur co3 01 dfllks jdjkl30890 j0we21’ jñ'96aspwieur/)()...». «¡JA JA JA JA!», ríe el Samuray mientras presencia la muerte de HyperSorcerer. 37 «...oiduf0q9834 r02938jh s09w s09whhodskhdlal lskjse oaspp’34882dh9 a|s480 ´'abñ'969 kao9c 32oonnow jfap pifp p98w8e pqwd{jhrlkl kajdl liu p88 08difkljlk lsiuerb cd928... »/ connection_succeeded/ connection_succeeded/ connection_succeeded/ «Estás conectado, Megadroide. Ya puedes transformarte», dice una voz desconocida, pero amigable. «HyperSorcerer, requiescat in pace, te envía un saludo desde el cibercielo. Desde ahora, yo soy tu nuevo ángel de la guarda, WizardBot® 1.0 a tu servicio. Y te digo una cosa: los virus de InfoZombie son mi especialidad». Y después de que Hiperfuria termina la fórmula con ¡MORFO-89Z: TRANSFORMAAAAAAAAAAAAAR!, WizardBot encapsula el virus, modifica el programa de éste, se conecta con el CPU bioelectrónico del Samuray Maldito y le revira el virus al guerrero de la sombra. De pronto el guerrero deja de reírse cuando un abrupto dolor (el dolor de la separación, de la despedida, de las cosas que están unidas a la fuerza y no pueden seguir así por lo que actúan en consecuencia lo quiera uno o no) comienza a invadir y desconfigurar sus células de mercurio. Mientras tanto el Megadroide, luego de adoptar la posición de Cristo crucificado para darle campo de acción a su eje centro-transversal, esconde los antebrazos, abre el pecho hacia fuera, dispara los vibrocontensores, reconfigura el escudo, repliega la coraza, despliega las garras biónicas, pega un zarpazo y el Samuray sale disparado como cinco o seis metros atrás, sólo para ir a somatar la espalda contra el suelo. Cuando trata de ponerse de pie, siente en su estómago un retortijón que lo hace vomitar sangre. Se sienta entonces y mira su abdomen. Las rasgaduras en la piel son tan profundas, que reconoce algunas de sus entrañas. Quiere lamentarse por el dolor, pero un ¡GRRRRRRRR! extremadamente cercano lo ensordece. Cuando levanta la cara, su vista se topa con dos hileras de colmillos babeantes y afilados, cada uno tan grande como un fémur humano. «Conque ahora te volviste un animal, ¿eh Megadroide?», dice el Samuray con mordacidad. La ciberbestia, con el tamaño de cinco osos, ojos de lobo, dientes de piraña y garras de tigre, sólo emite un fuerte rugido en respuesta. Se trata de la nueva transformación del Megadroide Morfo-99: Hiperfuria, la bestia carnicera, su verdadera iden/ ¡Este capítulo ya lo vi! ¡ZAP! /cinos molestos vapulean, linchan y le prenden fuego a presunto delincuen/ ¡ZAP! 38 /yección letal tiene tres compuestos: el primero anestesia al condenado a muerte, de modo que este pierda el conocimien/ ¡ZAP! /gan con las manos en alto! ¡Los tenemos rodea/ ¡ZAP! /blemas extremos requieren soluciones extre/ ¡No hay nada en la tele!/OFF> El niño vuelve a prender el televisor, lo apaga, vuelve a prenderlo, ZAP, ZAP, ZAP, y lo apaga. Conecta el Nintendo en un impulso casi animal (o infantil en este caso, lo cual explica todo) pero, ¿qué va a jugar ahora? Lo invade un hastío cuando lee los títulos de los videocasetes, ya jugados al hartazgo. Mortal Kombat (I, II, III, IV…) Street Fighter. War Gods. Superdoom. Killing Gore. Superultramegahyperdeath. Tira los casetes a la cama y sale corriendo del cuarto como un energúmeno desesperado. Qué aburrido estar castigado y no poder salir de casa. Pero eso sí, nunca más vuelve a sacar malas notas en el colegio. Se hace la promesa por diezmillonésima vez. Va al cuarto de su hermano mayor. Éste y sus amigos están allí encerrados. El niño pega el oído a la puerta para escuchar de qué hablan. El hermano sorprende a sus amigos con el típico relato ese de que el-otro-día-me-eché-verga-con-fulanito-ni-unsolo-trancazo-me-pudo-meter-porque-cabal-cuando-me-tiró-una-manada-yo-me-alejé-yle-pegué-una-patada-lateral-en-la-mera-cara-entonces-él-me-tiró-una-manada-y-yo-meagaché-y-le-di-una-patada-en-los-huevos. El niño se aburre y se va. La verdadera acción está en el cuarto de los papás, donde también la puerta está cerrada. Mamá le pide explicaciones al desgraciado borracho mujeriego de papá, y papá le deshace la cara a vergazos a mamá en respuesta. Mamá le vuelve a pedir explicaciones. Papá le vuelve a meter sus cachimbazos. Nada que el niño no haya visto (ni oído) antes. Así que se aburre y se va. Del cuarto de sus papás se va a la cocina, de la cocina se va a la sala, de la sala regresa a la cocina, de la cocina pasa al comedor, del comedor se va saltando a la sala, sube, baja, sube, baja las gradas al segundo nivel haciendo ruidos de nave espacial, se va al jardín, encuentra tirada su honda, la recoge, comienza a estirarla, da vueltas, y vueltas, y vueltas. En eso ve al gato de la vecindad paseándose por la pared divisoria de las dos casas. Recoge piedritas del jardín. «¡Nave rebelde a base! ¡Nave rebelde a base! ¡Tengo un caza imperial en la mira! ¡Necesito refuerzos!», dice el niño mientras estira el hule de la honda para después soltarlo y dejarle ir un cachimbazo al misho. No logra meterle la pedrada, aunque sí un buen susto. El gato sale corriendo, y el niño detrás de él. «¡Falcon a Laserbeam! ¡Falcon a Laserbeam! ¡Cuidado! ¡Caza imperial a las cuatro! ¡Caza imperial a las cuatro! ¡Voy detrás de ti! ¡Ya lo tengo en la mira! ¡Voy a disparar!». Y le deja ir otro guamazo que le pasa rozando la cola. El gato sube por la verja, se va a la calle y se salva así de la ira de Junior Skywalker, caballero Jedi. En eso (y hablando de Star Wars), el niño ve tirada en la grama su espada de luz (de plástico). Tira la honda, recoge la espada, la alza por encima de su cabeza y comienza a blandirla. El sonido del aire cortado alimenta la hiperactividad del niño, que no deja de espadear contra quién sabe qué constructo de su imaginación con pantalla de 36 pulgadas full color. En eso se queda quieto. 39 «Vas a morir, Godzilla. Te llegó tu hora», dice. Y se deja ir contra la flor de Pascua que su mamá tiene sembrada en un rincón del jardín. «¡Toma! ¡Toma! ¡Toma tu merecido, monstruo maldito!», le dice a la pobre planta, que sólo recibe los golpes. Tallos se quiebran, hojas caen al suelo, pétalos rojos se desprenden de las flores demolidas. De repente, la planta ya no soporta el castigo, se ladea y cae al suelo. Queda toda bañada en su savia lechosa y blanca, que no para de borbotear de su interior. El niño mismo tiene la cara llena de salpicaduras de sangre blanca, pero en la euforia de su juego no siente ardor alguno y sigue dándole y dándole a la Pascua. Por fin, en un respiro que le da más a la planta que a sí mismo, ve al Káiser echa-do a un lado de la puerta. El pobre pastor alemán se echa fácil fácil sus trece o catorce años de edad, está enfermo y ya no tarda en pasar a mejor vida. Por supuesto que el niño no hace ninguna de estas consideraciones. Sin la más mínima gana de sosegarse, se le queda viendo al perro y le dice: «¡Hasta aquí llegaron tus atrocidades, Samuray Maldito! ¡Prepárate para recibir tu merecido!». El Káiser ni se da por enterado de la amenaza. Tampoco se fija que el niño va corriendo por su rifle de balines. El niño regresa como al minuto y, como todo buen combatiente, comienza con su rito de preparación para la batalla. Nuestra pequeña máquina de hacer la guerra se amarra la cinta camuflada en la cabeza, se coloca el cincho de municiones en la espalda, se mete la pistola en el pantalón, se pinta rayas negras en la cara, toma algunos cartuchos, carga el rifle, apunta el arma, extiende los codos, jala el gatillo, retrae la quijada, esconde las orejas, activa los retropropulsores, desenvaina la katana y ¡HUAZZZZ! El samuray, sin desembarazarse aún del virus, pierde su mano de un sablazo: la mano de su propia katana. Fatality! Finish him! Los chorros intermitentes de sangre le hacen saber, sin embargo, que su corazón aún late. Not finished. Yet. Justo cuando está por voltear la cara para ver la nueva transformación del Megadroide, ¡POWNNNNN!, un puñetazo le hunde un ojo al fondo del cráneo, ¡PAWNNNN!, un talonazo en la nuca lo hace escupir sangre y ¡FUAZZZZZZZZ!, la punta de la espada le abre una mejilla y parte de la nariz. 40 «La vida no es un ensayo, aunque tratemos muchas cosas…», profiere el Megadroide sin mucha filosofía (considera que las palabras de la cita pondrán a reflexionar por sí solas), mientras ¡TAZZZZZZ!, ensarta su talón en los genitales, estómago y dientes del Samuray en una poderosa frontal triple. Combo: 237 333 puntos. «…no es un cuento, aunque inventemos muchas cosas…». ¡FUIZZZZZ! ¡PUMPUM-PUM-POWWWWWN! Trescientos sesenta voladora contra la cabeza con seguidilla cuádruple de puños en el abdomen y la cara. Supercombo: 456 789 puntos. «…no es un poema, aunque soñemos muchas cosas…». ¡POWN! ¡POWN! ¡POWN! ¡JUAZZZ! ¡FUIZZZZZZ! Tres voladoras circulares en el rostro, una barrida quebrando rodillas y un sablazo en el estómago. Supercombo triple: 8 465 387 puntos. «…el ensayo del cuento del poema de la vida es un movimiento perpetuo…». ¡PUMMM! ¡PUMMM! Puñetazos simultáneos en el rostro y abdomen botan al suelo al guerrero de la sombra. Flawless victory! Finish him! Y justo cuando el Samuray ya terminó de incorporarse: «…eso es: un movimiento perpetuo. Augusto Monterroso». La katana del Megadroide atraviesa el vientre de Ishiro, el Samuray Maldito, para salir ensangrentada por la espalda. Éste, sin fuerzas para sostenerse de pie, cae sobre sus rodillas y hasta entonces puede ver cara a cara a su rival. ¡PUMMMM! El asombro lo golpea más duro. Su vista se topa con un guerrero imperial de katana, pelo negro en cola de caballo, kimono de mangas largas y hakama flojo. Toda la vestimenta es negra. Quiere creer que se trata de una alucinación, de un holograma o, a lo sumo, de una alegoría de esta narración, pero no. Se trata de la nueva transformación del Megadroide Morfo-99: Ishiro, el Samuray Maldito, su verdadera identidad. Con la fuerza del asombro, el Samuray (el verdadero) se incorpora, extrae la espada de su cuerpo, la tira al suelo, termina de vencer el vértigo del virus, neutraliza éste, se ve a sí mismo (al Megadroide) a los ojos y dice: «De acuerdo. Lo admito. De tus cuatro transformaciones, ésta es la única con la que verdaderamente has logrado impresionarme, Megadroide Morfo-99». «Espera a ver entonces las otras 95», le contesta el Megadroide quien, ante los ojos estupefactos de Ishiro, activa la fórmula de transformación con: «¡CONEXIOOOOOOOOOOOOÓN AHORAAAAAAAAA!». WizardBot acude a dar el protocolo de conexión, de modo que el multitransformer sólo termina con ¡MORFO-78F: TRANSFORMAAAAAAAAAAAAAR!, para luego levitar en el aire, extender los brazos y adoptar la posición de/ OFF> 41 Julio Calvo Drago. Ciudad de Guatemala, Guatemala, 1969. Ha publicado El retorno del cangrejo parte cuatro (colección de textos breves, Editorial X, Guatemala, 2001); Megadroide Morfo-99 contra el Samuray Maldito (relato acompañado de contenidos gráficos, Editorial Cultura, Guatemala, 2008). Recibió el Premio nacional de relato y cuento Bancafé-elPeriódico 1998, segunda edición, por el relato Megadroide Morfo-99 contra el Samuray Maldito. Ha publicado en diferentes antologías como Historias de la pequeña biblioteca (antología de microficciones de autores guatemaltecos, Centro Pen Guatemala y Centro Toluqueño de Escritores, México, 2007); Una imagen en mil palabras (selección de cuentos participantes en el concurso del mismo nombre, Asociación Cultural Ars Creatio, España, 2007). Varios cuentos y artículos en distintos periódicos, revistas y otras publicaciones. 42 El estado de la ciencia ficción La imaginación no tiene límites: así lo demuestran los creadores chapines de cortometrajes. Lucía Herrera La ciencia ficción es un género narrativo literario que encontraría un fuerte aliado en la cinematografía. En él se plantean hechos surrealistas o inexplicables, una fusión entre lo real y lo imaginario. Lo que más se conoce del género son las obras en las que se anticipan hechos del futuro, como las novelas Viaje al Centro de la Tierra o Veinte mil leguas de viaje submarino, de Julio Verne, que en su época Escena del largometraje dirigido por alimentó las fantasías de millones de lectores Rafael Lanuza. Al frente, Claudio alrededor del mundo. La mayoría de estas Lanuza (con sombrero) y Luigi Lanuza, historias llegarían posteriormente a la el niño del espacio. pantalla grande. De hecho, el cine de ciencia ficción comienza en 1902 con la película Viaje a la Luna, realizada por el francés George Mélies. Luego, en 1910 se realizó la primera adaptación de la novela Frankenstein. En 1926, apareció la cinta futurista Metrópoli. En la década de 1950 proliferan las historias de extraterrestres, monstruos y viajes espaciales, entre las que se encuentran Enigma… de otro mundo y Plan 9 del espacio exterior. En los 60, películas de Alfred Hitchcock, como Los pájaros o 2001:Una odisea en el espacio, de Stanley Kubrick, marcarían época. Legado guatemalteco En Guatemala, la ciencia ficción se inició en la década 1970 con la película Superzán y el niño del espacio, dirigida por Rafael Lanuza. Esta cinta fue grabada en Amatitlán y el parque Kaminal Juyú. Es la historia de un niño extraterrestre que aterriza en Guatemala y se dedica a expandir el amor y la comprensión, pero un científico demente trata de apoderarse del mundo por medio de los poderes que el niño posee. Dos indígenas guatemaltecos junto con Superzán, personaje de lucha libre, son los encargados de rescatar al niño. Lanuza también grabó El triunfo de los campeones justicieros, La mansión de las siete momias e Historias macabras de la colonia, todas dentro del género de ciencia ficción. Lanuza había comenzado a hacer cine desde 1952, pero fue en 1972 cuando, influenciado por las películas mexicanas de Alfredo Crevenna, Gigantes planetarios y El 43 planeta de las mujeres invasoras, y las películas de lucha libre de El Santo, empieza a pensar en el cine fantástico. Año 2004: ¿el renacimiento? Recientemente se llevó a cabo un festival de cine de ciencia ficción denominado Crónicas Marcianas, en el cual se presentaron seis cortometrajes clase B, caracterizados por su bajo presupuesto. El festival se realizó en el Centro Cultural de España, por iniciativa del guatemalteco Julio Hernández, estudiante de cine en México, quien convocó a 15 productoras de vídeo y cine. De ellas recibió respuesta de seis, que trabajaron rápidamente sus propuestas para presentarlas ante el público, una oportunidad que no se tiene a menudo, según coincidieron en señalar los participantes. “El motivo para organizar el festival es que el género ficción cuenta con muchos seguidores alrededor del mundo, por ser muy conocido dentro de la cultura popular. En Guatemala era un género que estaba perdido, únicamente se consumía de otros países, y era tiempo de hacer algo nuestro,” declaró Hernández. “Todos llevamos algo de la ciencia ficción en la memoria, debido a la televisión, el cine, los libros e imágenes. Es parte de la cultura, por lo se me hizo interesante como ejercicio creativo para ver cómo los guatemaltecos se reflejan en este género”, agregó. Para darse una idea de la variedad de argumentos presentados, basta echar una ojeada a los títulos de los cortometrajes: Los hombres voladores del espacio interior, realizado por Frobeg Ochaeta (4:20 minutos.); El jardín del Edén, dirigido por Carlos del Valle y Rodolfo Espinoza (14:20 minutos.) y Klatú, el niño que vino del espacio, dirigido por Luis Pedro Abascal y Alfonso Campins (8 minutos). También se presentaron El incorruptible, de Julio Hernández (5 minutos.); Bluktar Ukgut, de Álvaro Sánchez (6 minutos) y el documental Panorama Paranormal, de Eduardo Spligler (28 min). Para la producción se utilizaron materiales económicos como plasticina, un robot plástico y tres muñequitos, una puerta vieja y hasta un helado como micrófono. El resto de la historia se complementa con ingenio, cámara y edición. Carlos Valle, uno de los productores participantes dijo: “mientras más festivales como éste se realicen, tendremos más oportunidad de realizar mejores trabajos”. Historia Rafael Lanuza realizó los primeros cortometrajes de ciencia ficción en nuestro país, en 1972. Hoy día, aún existen seguidores de dicho género, aunque suelen trabajar en formato de video digital. El triunfo de los campeones justicieros Largometraje escrito y dirigido por Rafael Lanuza en 1975. Es la historia de unos luchadores que salvan al mundo de unos extraterrestres que toman su poder en la Torre del Reformador. Esta película fue grabada en el circo Rex, y en los alrededores de dicho monumento. 44 Los hombres voladores del espacio interior Cortometraje dirigido y producido por Frobeg Ochaeta, año 2004. Un científico quiere destruir al mundo con ayuda de un robot gigante, hasta que aparecen tres super héroes que rescatan al mundo. Bluktar Ukgut Cortometraje realizado por Álvaro Sánchez, año 2004, donde a un monstruo pequeño lo desprecian y se va con el diablo para que le dé poderes. Luego, regresa gigante y se come a quienes lo despreciaron. El jardín del Edén Cortometraje dirigido y producido por Carlos del Valle y Rodolfo Espinoza. Es la historia de un joven que es tragado por una computadora y llega a una playa en donde encuentra a otros chapines, cada uno con su propia visión de la vida. En medio de la playa hay una puerta que logran abrir entre todos. Aparecen frente a Dios, quien les indica que regresarán a su vida normal hasta que alguien toque un botón de la computadora. Tomado del Semanario de Prensa Libre • No. 05 • 08 de Agosto de 2004 http://www.prensalibre.com/pl/domingo/archivo/revistad/2004/agosto04/080804/dcultura.shtml 45 HISTORIA DEL CINE CIBERPUNK (1995) Æon Flux Aeon Flux, es una vanguardista heroína de ficción protagonista de una serie animada de ciencia ficción que comenzó a emitirse en la MTV en el año 1991 hasta 1995 y fue vagamente adaptada al cine en 2005. La película tiene lugar 408 años después de un futuro post-apocalíptico, después de que un virus eliminara el 99% de la población de la Tierra en el año 2011. Los supervivientes habitan Bregna, una ciudad amurallada, que está gobernada por un congreso de científicos. La serie Creada por el coreano Peter Chung, la serie animada Aeon Flux dio sus primeros pasos en 1991 con un episodio piloto de 12 minutos dividido en seis partes, dentro del espacio «Liquid Television» en MTV. En 1992 se produjeron cinco cortos independientes de escasa duración. Posteriormente por un tiempo Locomotion antes de volverse Animax emitió la serie en 1995. La serie estaba enfocada al público adulto joven amante del anime y de la ficción científica. Aquella contundente mezcla de violencia, sexo y humor negro, en un marco de complicadas tramas, la convirtieron muy pronto en una exitosa serie de culto. Su repercusión fue tal que los responsables de la cadena norteamericana decidieron adaptarla a un formato televisivo más convencional y estable. «Aeon Flux» se vio transformada entonces en una serie de 10 capítulos de 30 minutos de duración, con diálogos, que profundizaban en los personajes y sus relaciones en detrimento de la acción. 46 La película En 2005 se produjo una adaptación cinematográfica ligeramente basada en las series animadas. Ningún miembro del equipo creador de la serie original tuvo un papel importante en esta producción en la que la actriz Charlize Theron personifica a Aeon Flux. Entre las desviaciones respecto a la serie original destaca la personalidad de la protagonista: una hedonista, aguda y moralmente ambigua Aeon se convierte en ingenua, bonachona y fraternal. La aparición de personajes claramente buenos y malos en esta versión cambia la premisa original de Peter Chung, mostrada desde el piloto, de que la misma situación puede ser interpretada desde muy diferentes puntos de vista. Es una película con gran clase tanto desde el punto de vista de efectos especiales, como de su misma trama. FICHA TÉCNICA Titulo original: Aeon flux Categoría: Animación País: Estados Unidos Año: 1991‐1995 Temporadas: 3 Temporadas Episodios: 17 Episodios Duración: 30 Minutos La Emitió: MTV Personajes: Aeon Flux, Trevor Goodchild Sinopsis: Letal y vestida de cuero, Aeon Flux (agente secreto, saboteadora) está inmersa en un interminable conflicto con su némesis/amor, Trevor Goodchild. Y lo que le falta de moral y calidez lo compensa con creces con su munición y sus reflejos felinos. Listado de Episodios 01 ‐ ¿Utopía o Deuteranopía? 02 ‐ Thanatophobia. 03 ‐ Una última vez para todo. 04 ‐ Teoría del éter. 05 ‐ La Purga. 06 ‐ El Impulso Medio. 07 ‐ Itsmo Crítico. 08 ‐ Reraizure. 09 ‐ Chronophasia. 10 ‐ Fin Siniestro. 47