El lugar del sorteo en la teoría democrática: una justificación de un

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El lugar del sorteo en la teoría democrática: una justificación de un
régimen mixto
Sebastián Linares
slinares@usal.es
Área de Ciencia Política y de la Administración
Universidad de Salamanca
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El lugar del sorteo en la teoría democrática1
El concepto de democracia ha estado asociado, en diferentes épocas históricas, a dos métodos
muy diferentes de selección de cargos públicos y asignación de responsabilidades: las
elecciones populares y el sorteo de representantes. En los últimos doscientos años la teoría
democrática ha dado por hecho que el único método democrático para escoger cargos
públicos es la elección de representantes a través del voto popular. Sin embargo, desde sus
orígenes en Atenas (508 A.C) hasta bien entrado el siglo diecinueve, el concepto de
“democracia” solía hacer alusión al uso del sorteo para la selección de cargos públicos (Manin,
1997).
Este artículo está dividido en dos partes, una teórica y otra de ingeniería institucional. En la
primera voy a desarrollar y someter a crítica cuatro líneas de justificación del sorteo de cargos
públicos. Una primera justificación, que abreva de la democracia clásica ateniense, cuestiona
el carácter plutocrático y oligárquico de las elecciones competitivas y defiende la igualdad de
competencia política de los ciudadanos. La segunda línea de justificación, que se remonta a
Rousseau, enarbola una defensa condicionada del sorteo de cargos públicos, afirmando que
éste resulta apropiado sólo en áreas en las que puede presumirse una igual competencia de
los ciudadanos. Una tercera línea de justificación apela a la capacidad del sorteo de cargos
para generar una muestra descriptiva de la sociedad en general, de la que podría inferirse una
voluntad general hipotética si los sorteados deliberaran adecuadamente entre ellos. Y
finalmente, una cuarta línea de justificación sostiene que el sorteo de cargos públicos, cuando
se selecciona un número amplio de participantes, es un instrumento adecuado para propiciar
la diversidad cognitiva, lo cual a su vez promueve la toma de mejores decisiones políticas. En
este artículo voy a sostener que ésta última línea de justificación es la más promisoria, y que
sus fundamentos justifican un régimen mixto de elecciones populares y sorteo de cargos.
En la segunda parte voy a describir una serie de propuestas de diseño institucional que
incorporan al sorteo como pieza clave para el mejoramiento de la democracia representativa
contemporánea. Describo cada una de las propuestas y hago una breve evaluación de las
mismas a la luz de las consideraciones teóricas vertidas en la primera parte. Finalmente,
expongo las conclusiones. Pido perdón por la extensión del texto. Los lectores interesados en
los argumentos teóricos, pueden limitarse a leer la parte teórica, que por otra parte creo que
es la más importante.
I.
Fundamentos teóricos del sorteo de cargos públicos
La justificación categórica de la igualdad de competencia política
La primera justificación del sorteo de cargos públicos reivindica la historia de la democracia
clásica ateniense (desde que en ésta se introdujo el sorteo, con las reformas de Clístenes, hacia
508 antes de Cristo), y en particular la figura de Protágoras (en los Diálogos, de Platón).
Recordemos que Protágoras sienta la tesis, en el mito de Epimeteo, de que las capacidades
políticas se han repartido por igual a todas las personas. La clave del mito es que las
capacidades técnicas se han distribuido de manera desigual (unos saben de una cosa y otros de
1
Una parte de este texto fue expuesto en el Congreso de Organizaciones Democráticas, celebrado en
Salamanca, celebrado el 9 y 10 de mayo de 2013. Agradezco a Tomás Mancebo sus comentarios.
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otras), mientras que las políticas se han repartido por igual. Pues bien, si asumimos que todas
las personas tienen iguales capacidades políticas, entonces cualquiera está capacitada para
tomar decisiones políticas en nombre de todos, sin importar quién sea escogido. La elección de
cargos públicos por azar, por tanto, quedaría justificada. Uno de los autores contemporáneos
más importantes que han enarbolado esta justificación son Jacques Rancière (2006) y Ettienne
Chouard (2012)2.
Esta línea de justificación empieza atacando el carácter oligárquico y plutocrático de las
elecciones populares, y defiende la idea de que las elecciones –con independencia del
contexto- sesgan los resultados del proceso a favor de las minorías económicamente más
aventajadas (Chouard, 2012). Es verdad que las elecciones populares abren la puerta para que
sean escogidos los más virtuosos, aquellos motivados por el bien común, pero también para
que sean escogidos los más oportunistas, aquellos que utilizan todos los ardides necesarios
para situarse en una posición ventajosa o para dominar a los demás. Según esta visión, las
elecciones populares tienden estructuralmente a que sea más probable el segundo de los
escenarios posibles: la elección de los más oportunistas, que procuran conseguir ventajas
materiales para sí o para sus próximos. El sorteo de representantes, dice esta visión, puede
ser un instrumento adecuado para neutralizar ese sesgo oligárquico, al adjudicar los cargos de
manera aleatoria.
Ahora bien, argumentar que las elecciones populares están condenadas a tener un sesgo
oligárquico y plutocrático no basta para justificar el sorteo, porque también cabría recurrir a
otros métodos para combatir esa tendencia plutocrática (como el establecer restricciones
económicas para ser elegible, o instaurar rígidos controles populares contra la corrupción y la
malversación de fondos). Para justificar el sorteo de cargos públicos hace falta, por tanto, un
argumento positivo a favor del mismo. En esa línea, esta visión ofrece el siguiente: el sorteo
otorga a todos una oportunidad igual de salir sorteados y ejercer una función pública, habida
cuenta que todos son igual de competentes en materia política. La igual competencia política
es, por tanto, el fundamento último de esta línea de justificación del sorteo. Evaluemos este
argumento con detalle.
¿En qué circunstancias tiene sentido fijar un procedimiento que ofrezca a todos la misma
probabilidad de ser victorioso? En general, se ha dicho que el sorteo puede ser apropiado,
como método de decisión, cuando no hay razones discernibles para decidir entre una u otra
opción, cuando las razones que se esgrimen resultan inconmensurables, o cuando ambas
partes de la disputa esgrimen razones de igual peso, sin que tengamos meta-criterios a mano
para dirimir el conflicto entre ellas (Elster, 1989, Stone, 2007; Stone, 2011, parte II). ¿Son estas
circunstancias aplicables al sorteo de representantes? No estoy seguro. Si creemos que todos
los ciudadanos tienen un derecho igual a ejercer la función pública, sin que quepa discriminar
otras razones para preferir entre ellos, entonces podría resultar justo adjudicar los cargos por
sorteo3. Sin embargo, resulta dudoso que no dispongamos de parámetros para juzgar los
méritos de los candidatos, aún cuando éstos sean controvertidos. Si entendemos que la
distribución de funciones debe estar asociada al mérito, la competencia o la virtud (y ello con
independencia de que luego estemos en desacuerdo respecto de lo que significan o implican
esas palabras), entonces el sorteo no se justifica, porque impide que esas razones valiosas
ejerzan su debida influencia.
2
En el ámbito español, Moreno Pestaña (2013) y Mancebo (2013).
Esta línea de justificación del sorteo, basada en la creencia de que todos los ciudadanos tienen una igual competencia política, o
al menos una igual capacidad para adquirir las competencias políticas relevantes, puede remontarse a Protágoras, en el mito de
Epimeteo. Suscribe modernamente esta visión Jacques Ranciere (2000).
3
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Recordemos que el sorteo, para la toma de decisiones en general, es un procedimiento que ni
hace públicas las razones (en caso que las hubiera) para escoger una u otra alternativa, ni deja
que la decisión venga causalmente determinada por razones. Las preferencias de las personas
no tienen, en principio, ninguna influencia causal en el resultado, salvo la decisión de decidir
entre cuáles alternativas se va a aplicar el sorteo. Pero aún esta decisión puede dejarse librada
al azar4. De manera que, en el sorteo, las preferencias de las personas no importan. Algunos
autores hablan así del carácter a-racional del sorteo (Dowlen, 2009).
Las votaciones, en cambio, sí pueden tener, en principio, la propiedad de seguir el rastro de las
razones públicas cuando vienen precedidas de una adecuada deliberación: las razones que
sustentan cada preferencia se hacen públicas, y las razones públicas son las que determinan el
resultado colectivo. Es verdad que la propiedad de “seguir el rastro de las razones públicas” a
veces puede estar ausente en la práctica: podemos creer falsamente que ciertas razones
públicas son las que determinan la voluntad de los votantes, cuando en realidad los factores
decisivos son otros menos confesables. También podemos creer, de manera intuitiva, que hay
buenas razones para escoger una opción, pero no somos capaces de expresar o articular esas
razones en público. En ambas situaciones, las votaciones no siguen el rastro de las razones
públicas. Sin embargo, cuando la votación viene precedida de una fase de discusión o
deliberación adecuada, es probable que el proceso de votación haga públicas las razones
relevantes y sus decisiones sigan el rastro de esas razones. El sorteo puro, en cambio, no
cumple ni es capaz de cumplir ninguno de ambos cometidos, ya que carece, como tal, de
cualquier propiedad epistémica.
El sorteo de representantes, siendo una manifestación específica del sorteo puro entre
alternativas, es por lo tanto el blanco de la misma clase de objeción. Esa objeción apunta al
nulo papel que desempeñan las razones en la elección de cargos públicos. Si tenemos razones
pragmáticas para delegar el poder en representantes políticos, al menos para decidir sobre un
número importante de asuntos comunes, queremos que el proceso que conduce a la selección
de los gobernantes haga públicas y siga el rastro de nuestras razones. Y el sorteo de
representantes no hace ninguna de las dos cosas. Dado que los asuntos a decidir son tan
importantes, no queremos dejar librada la decisión de los mismos en cualquiera que resulte
escogido por azar, porque esto es equivalente a echar la decisión a la suerte.
Por otra parte, la tesis de que todas las personas cuentan con iguales capacidades para juzgar
políticamente resulta, cuanto menos, controvertida. También puede razonablemente
argumentarse que, dado que prácticamente todas las decisiones políticas involucran
cuestiones técnicas, no todos están capacitados para juzgar esos detalles. Sin embargo, el
hecho de que en la sociedad exista una división técnica de trabajo -en virtud de la cual algunos
pocos saben más que otros sobre ciertas áreas específicas- no necesariamente justifica la
delegación del poder en los técnicos o expertos (véase Estlund, 2008), porque también las
personas comunes podrían, en pie de igualdad, tomar decisiones que involucran cuestiones
técnicas complejas una vez que se hubieran escuchado a los expertos. Para justificar el sorteo –
dice el argumento- solo hace falta la igual capacidad para juzgar la competencia de los
expertos. El problema que tiene este argumento, según creo, es que sólo hay buenas razones
para sostener que un número suficientemente amplio de personas, cuando razona en conjunto
y decide por mayoría, es capaz de juzgar correctamente sobre la competencia de los expertos,
pero no para afirmar, sin más cualificaciones, que todos estamos igual de capacitados para
juzgar sobre la competencia de los expertos respecto de cualquier área5. Con lo cual el sorteo
4
Por ejemplo, se puede escoger por azar un número limitado de alternativas, de todas aquellas que por azar se encuentren en los
manuales de economía, o en los periódicos en un determinado momento.
5
Para un análisis de esta tesis, véase Coady (2013) y Ober (2013).
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podría quedar justificado sólo si va unido a la selección de una asamblea numerosa de
sorteados, que tome decisiones después de evaluar las razones de los expertos6. Pero aún así,
por las mismas razones no quedaría claro por qué debemos preferir el sorteo de una única
asamblea de representantes a un sistema de democracia plebiscitaria en el que los
representantes electos sometieran a votación popular todas las decisiones políticas (o cuanto
menos las más importantes). La tesis de la igual competencia para juzgar expertos no justifica
automáticamente el sorteo de una única asamblea numerosa de representantes.
La justificación condicionada de la igualdad de competencia política
Una manera de sortear las dificultades que el sorteo de representantes plantea es la de
explorar la justificación de sistemas mixtos, que incorporen tanto el sorteo de cargos como la
elección de representantes. Rousseau, en esa línea, pensaba que en una república bien
organizada, no todos los cargos deben ser cubiertos a través de la elección, y que esquemas
mixtos pueden ser apropiados en algunas circunstancias. Según este autor: la “elección debe
llenar los lugares que exigen capacidad propia”, mientras que el sorteo conviene para cubrir
aquellos cargos “en los que basta el buen sentido, la justicia y la integridad” porque en una
república bien organizada “esas cualidades son comunes a todos los ciudadanos” (Rousseau, El
Contrato Social, Libro IV, Capítulo III). Según Rousseau, conviene que los cargos legislativos, los
administrativos (Contrato Social, Libro III, Capítulo IV) y los empleos militares sean asignados
por elección, y dejar el sorteo para la asignación de los cargos judiciales (El Contrato Social,
Libro IV, Capítulo III).
Ahora bien, la justificación del sorteo en los esquemas mixtos, para Rousseau, sólo aplica en
circunstancias en las que cabe predicar una igual competencia entre los ciudadanos para el
ejercicio del cargo. A igualdad de competencias y méritos, entonces cabe dar paso,
subsidiariamente, a un método que otorgue a cada uno una igual probabilidad de acceder a
esa función gubernamental. Pero si hay funciones para las que se requiere una competencia
especial, desigualmente distribuida entre los ciudadanos, cabría interpretar que debemos
asignar esas funciones por elección.
El problema de esta línea de pensamiento es que no resulta extrapolable a las complejas
sociedades modernas, donde la división de trabajo y la especialización de funciones han
conquistado todas las áreas del pensamiento y de la acción política. Por ejemplo, incluso
quienes proponen, en una línea cercana a la de Rousseau, la creación de jurados de
ciudadanos sorteados para el control judicial de constitucionalidad (Spector, 2009, Gosh, 2010)
son reacios a asignar dichos cargos por medio del sorteo puro, sin ningún tipo de filtros
destinados a excluir a los más incompetentes. De manera que hoy resulta muy difícil identificar
áreas de políticas públicas o funciones gubernamentales en las que se pueda predicar una
igualdad de competencia entre los ciudadanos. Es verdad que, tratándose de cuestiones
morales fundamentales, en las que no están en juego cuestiones técnicas, el desacuerdo
razonable vuelve imposible la determinación e identificación de quiénes son los más
competentes (Estlund, 2008). Pero la solución epistémica al desacuerdo razonable consiste en
dejar que sean las preferencias epistémicas, en pie de igualdad, las que determinen el
resultado, y no dejar que lo haga la suerte. El desacuerdo razonable en la identificación de los
más competentes nos lleva a replegarnos a un procedimiento equitativo o igualitario, pero no
hasta el extremo de vaciarlo de contenido epistémico. En definitiva, lo que quiero decir es que,
si a la desigualdad de competencias le sumamos la imposibilidad de identificar a los más
competentes más allá de toda objeción razonable, lo que queda es la elección en pie de
igualdad, no el sorteo.
6
Para una defensa de esta visión, véase Chouard (2012).
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Si queremos justificar el sorteo en el marco de sistemas mixtos, debemos por lo tanto apelar a
alguna otra justificación que prescinda de la igualdad de competencia de los ciudadanos. Ni
todos los ciudadanos son, de hecho, igual de competentes en todas las áreas y funciones
gubernamentales, ni podemos encontrar áreas en la que todos los ciudadanos sean, de hecho,
igual de competentes, dada la complejidad de la vida moderna. Estas dificultades por supuesto
no justifican la delegación del poder en los más competentes. Dado que en casi todas las
decisiones políticas están involucradas cuestiones morales y valorativas, resulta imposible
identificar a los presuntos mejores más allá de toda duda razonable (Estlund, 2008).
Con todo, creo que es posible, desde una perspectiva epistémica, justificar el sorteo en
sistemas mixtos sin necesidad de sostener la igualdad de competencia entre los ciudadanos.
Existen dos líneas de justificación epistémica en ese sentido: a) una corriente dominante que
apela a los efectos del sorteo sobre la representación descriptiva, y a la posibilidad de inferir
de ésta una voluntad general hipotética y b) una corriente que sostiene que el sorteo de
representantes, cuando el número es suficientemente amplio, puede propiciar la diversidad
cognitiva, que a su vez mejora la potencialidad epistémica del procedimiento.
La voluntad general hipotética
Se ha dicho que una de las virtudes del sorteo, cuando éste se usa para la selección de un
número amplio de representantes (como una asamblea o cámara legislativa), es precisamente
la de asegurar la representación descriptiva de los seleccionados (Fishkin, 2009; Sintomer,
2012a, 2012b, Zakaras, 2010, Dellanoi, Dowlen y Stone, 2012), esto es, que el grupo
seleccionado pasa a ser “un retrato exacto, en miniatura, de la población general” (Adams,
1851: 194-195)7. Según esta línea de pensamiento, el sorteo hace posible que los rasgos
descriptivos que identifican a las personas de una población (género, étnica, cultura, clase
social, lugar de residencia, educación, edad, profesión, actitudes valorativas, entre otros) estén
presentes, en igual proporción, dentro de la muestra seleccionada por azar. Este efecto sólo se
produce, por supuesto, si el número de representantes escogidos por azar es suficientemente
amplio: cuanto más amplio sea el número, más representativa será la muestra seleccionada,
porque menos rasgos sociales importantes quedarán sin representación. El efecto en la
representatividad de la muestra es el resultado mecánico del carácter aleatorio y a-racional del
sorteo: dado que todos cuentan con una igual probabilidad de salir sorteados, la ley de los
grandes números hace posible, finalmente, que los rasgos descriptivos más salientes salgan
sorteados en igual proporción al de la población general.
En base a esta simple idea, una pléyade de autores defiende el sorteo de representantes
apelando, en primer lugar, al efecto del sorteo sobre la representación descriptiva, y, en
segundo lugar, a la posibilidad de inferir, de la representación descriptiva, una voluntad
general hipotética8. James Fishkin es el principal abanderado de esta tesis. Así, este autor ha
7
Sobre el concepto de representación descriptiva, véase el clásico trabajo de Pitkin (1967).
El primero en concebir el uso de las loterías para descifrar una voluntad general hipotética fue Robert Dahl, en After the
revolution (1970: 149-153). En esa obra, Dahl sugiere la posibilidad de crear un mini-populus, conformado por 1000 personas
sorteadas al azar, cuyo cometido sea el de deliberar, por un año, sobre una cuestión problemática específica, y tomar una decisión
al respecto, que no será vinculante sino meramente exhortativa. Los miembros del mini-populus, al ser tan numerosos, podrían
comunicarse por vía digital o telefónica. Según Dahl, el mini-populus debería seleccionar un comité administrativo por sorteo,
encargado de convocar expertos, preparar sesiones, repartir documentos. Asimismo, el mini-populus podría estar asesorado por
un comité de expertos, seleccionado por el mismo mini-populus. Dahl también sugiere la posibilidad de que existan múltiples
“mini-populus” con poderes exhortativos: un mini-populus podría encargarse de definir la agenda del resto, y los demás minipopulus deliberar cada uno sobre una cuestión específica. Los mini-populus podrían crearse en cualquier nivel estatal, municipal,
regional o nacional, y su creación estaría en principio a cargo de los representantes de cada nivel. Es más, Dahl recomienda la
creación de mini-populus en todos los niveles estatales, como una manera de revitalizar la participación democrática y mejorar los
procesos de consulta ciudadana. Una de las recomendaciones más notables de Dahl es la de que las asambleas de sorteados
8
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sostenido que las asambleas de sorteados permite la expresión de una opinión pública
deliberativa “contrafactual”: equivale a lo que sería la opinión pública si la gente hubiera
podido formarse su opinión en condiciones deliberativas adecuadas (Fishkin, 2009: 13). Sin
embargo, Fishkin no extrae implicaciones institucionales robustas de esa tesis. Así, todo el
proyecto de Fishkin está dirigido a convertir a las asambleas de sorteados en una fuente de
“consulta” para las autoridades electas9.
Otros autores, más consecuentes, están dispuestos a llevar esta tesis a sus máximas
consecuencias. Yves Sintomer, por ejemplo, se atreve a sugerir la posibilidad de constituir
asambleas de ciudadanos sorteados “decisoras”, con carácter vinculante. Si dejamos que una
muestra representativa de ciudadanos delibere en conjunto y tome una decisión, sostiene
Sintomer, podríamos inferir que esa sería la decisión a la que llegaría la población general en el
supuesto (impracticable en los hechos) de que todos hubiesen podido reunirse para deliberar
e intercambiar información entre ellos (Sintomer, 2012a, 2012b) 10. Alex Zakaras, en la misma
línea, sostiene que los representantes escogidos por azar actúan siguiendo sus propias
actitudes y preferencias, pero el punto es que estas actitudes y preferencias son
proporcionalmente equivalentes a las actitudes y preferencias de la población general11. Por
ello, recomienda la creación de una cámara de ciudadanos sorteados permanente (Zakaras,
2010). En definitiva, para autores como Sintomer y Zakaras, las decisiones de las asambleas de
sorteados son las mismas a las que llegaría la población general si ésta tuviera idéntica
información y tiempo para deliberar. En base a esta idea, defienden la necesidad de
empoderar efectivamente a las asambleas de sorteados apelando al argumento de la voluntad
general hipotética.
Todos estos autores vienen a defender el carácter epistémico del sorteo de representantes por
su capacidad para inferir, de la muestra representativa, una voluntad general hipotética. En
rigor de verdad, se trata de cuatro inferencias, que conviene analizar. Primero, la ley de los
grandes números permite inferir que la muestra seleccionada por azar contiene, en igual
proporción, los mismos rasgos, identidades, actitudes, valores y preferencias que los de la
población general. En segundo lugar, se supone que los representantes así seleccionados
actuarán movidos por perspectivas, valores y actitudes equivalentes a los de la población
general, en el caso de que ésta tuviera que deliberar sobre un asunto común. Se supone, en
tercer lugar, que la deliberación y el intercambio de información entre los miembros de esa
muestra, transformará las preferencias de las personas, para dar paso a unas preferencias más
informadas, lo que desembocará en una opinión (Fishkin, 2009) o decisión colectiva (Sintomer,
2011, Zakaras, 2010) mejor. Entonces, y en cuarto lugar, el carácter representativo de la
muestra permitiría inferir que esa es la opinión o decisión a la que llegaría la población general
en el caso hipotético de que hubiese podido deliberar adecuadamente.
funcionen como un complemento consultivo (a menos que se les delegue expresamente, en algún caso puntual, el poder de toma
de decisiones con carácter final) de las autoridades típicas de una democracia (Cortes, Congreso, Ejecutivo, entidades
burocráticas).
9
En sus obras Democracy and Deliberation: New Directions for Democratic Reform (1991), The Voice of the People: Public Opinion
and Democracy (1995), y When the People Speaks (2009), Fishkin recomienda el uso de asambleas de ciudadanos sorteados como
mecanismo adecuado para “consultar” la voluntad popular. A este mecanismo de consulta popular lo denomina “encuestas
deliberativas” (deliberative opinión polls”), en las cuales, a diferencia de las tradicionales encuestas de opinión, se registran las
opiniones y preferencias de los ciudadanos precedidas de un proceso de deliberación e intercambio de información. Según Fishkin,
las encuestas deliberativas “proveen un modelo estadístico para inferir lo que el electorado habría pensado si, hipotéticamente,
todos los votantes hubiesen tenido las mismas oportunidades para deliberar que las que tuvieron los ciudadanos sorteados”
(Fishkin, 1991: 4).
10
Sintomer defiende, además, la tesis de que el sorteo de cargos fue desestimado, por los padres fundadores del gobierno
representativo moderno, porque no estaba aún desarrollado el concepto de “muestra representativa” (Sintomer, 2012a).
11
Zakaras sostiene que las “asambleas de sorteados” encarnan una forma distinta de representación política, la “representación
indicativa”, un concepto tomado de Pettit (2010). La representación indicativa implica no sólo que el representante sorteado
suscriba o defienda las mismas actitudes o preferencias políticas que las de la población general, sino que actúe en base a esas
actitudes (Zakaras, 2010: 463).
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Existen varias dificultades teóricas que esta justificación debe enfrentar. Lo primero que hay
que decir es que la fuerza de las inferencias depende del tamaño de la muestra, que a su vez
depende del nivel de confianza que asignemos a la misma. El nivel de confianza indica la
probabilidad de que las inferencias sean ciertas. Así, un 95,5 % de confianza es lo mismo que
decir que nos podemos equivocar con una probabilidad del 4,5%. Cuanto más alto sea el nivel
de confianza y más bajo el margen de error, más aumenta la precisión, pero harán falta más
sujetos para extraer inferencias válidas. Por ejemplo, cuando las poblaciones son muy grandes,
como sucede con las asambleas de sorteados, y el nivel de nivel de confianza es del 95.5%,
necesitaríamos una muestra de 384 individuos. Si el nivel de confianza es de 99%, el tamaño
de la muestra se elevará a 660 (Morales Vallejo, 2011). Ahora bien, si en la muestra tenemos
199 personas, y 100 personas dicen preferir una alternativa de entre dos opciones, un nivel de
confianza del 95% significa que, en la población general, habrá entre 95 y 105 personas que
preferirán esa misma alternativa. Este punto es importante porque muestra que, cuando las
diferencias entre las mayorías y las minorías son muy pequeñas, lo que decida la mayoría
puede situarse dentro del margen de error asumido en la muestra. Luego, lo que a primera
vista aparece como el equivalente de la mayoría social, puede estadísticamente no serlo. Una
mayoría de 243 votantes, en una asamblea de sorteados de 384, por ejemplo, no representará
estadísticamente la voluntad de la mayoría de la población general, porque la cifra queda
atrapada dentro del margen de error de la muestra. Con todo, este problema no es
insuperable, ya que podemos diseñar la muestra para que el margen de error sea mínimo, e
incluso cabría exigir una mayoría especial para extraer inferencias válidas.
Existe, no obstante, un problema fundamental en la tesis de la voluntad general hipotética. La
dificultad radica en la segunda inferencia: pensar que las perspectivas de los ciudadanos
sorteados serán equivalentes a las perspectivas de los ciudadanos de la población general si
éstos enfrentaran las condiciones adecuadas. Aquí nos será útil someter a análisis la teoría de
Fishkin, para ver sus flancos débiles.
Fishkin considera, en ese sentido, que las opiniones de la población general sobre diversos
asuntos comunes, y expresadas en encuestas, son de pobre calidad. Fishkin aporta las
siguientes razones para explicarlo. En primer lugar, las opiniones de cada persona tienen un
impacto minúsculo, casi inexistente, sobre la decisión colectiva final. Luego, es “racional” para
cada persona suscribir “atajos” mentales o delegar la opinión en otras personas que
públicamente aparecen como expertos en el tema. En segundo lugar, las personas tienen
“menos opiniones” que las que normalmente dicen tener. Por supuesto, el público tiene
muchas opiniones sólidas sobre diversos temas, pero en una gran variedad casos no ha tenido
el tiempo, o el interés, en formase una opinión, y pese a ello no deja de expresar una opinión
cuando se la pregunta sobre el tema, una opinión que normalmente es “lo primero que se le
viene a la mente” (“top of the head” opinions). En tercer lugar, las personas en general
discuten con gente “como uno” (like-minded people), que no defiende ideas o intereses
opuestos o diferentes. Por lo tanto, muchos carecen de la oportunidad de contrastar sus
opiniones con información e ideas provenientes de distintas fuentes. Por todas estas razones,
dice Fishkin, las opiniones de la gente son de pobre calidad informativa, inestables,
inconsistentes, y vulnerables a la manipulación (Fishkin, 2009: 2-5).
De acuerdo con Fishkin, una asamblea de sorteados, adecuadamente encauzada, puede
sortear estos problemas y transformar los incentivos que enfrentan las personas para formarse
opiniones sólidas e informadas sobre algún tema específico. En particular, sostiene que en las
asambleas de sorteados los ciudadanos sabrán que la opinión de cada uno va a tener un
impacto mucho más poderoso sobre el resultado. Luego, ya no será una estrategia racional el
permanecer ignorante (Fishkin, 2009: 11). Al reducirse el número de decisores, la estrategia de
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la “ignorancia racional” deja de estar disponible y se sientan las condiciones para la generación
de motivaciones apropiadas. En segundo lugar, el reducido número de representantes permite
una deliberación adecuada, y permite contrastar las opiniones de cada uno con perspectivas
opuestas o adversarias, propiciando opiniones más informadas y menos polarizadas. Es de
esperar que algunos cambien de opinión, a la luz de la información o de los argumentos
vertidos por los adversarios. El hecho de que las perspectivas o preferencias cambien o se
transformen no hace desmoronar las inferencias involucradas en la tesis de la voluntad general
hipotética. Precisamente, se trata de pensar, contrafactualmente, a qué opinión o decisión
llegaría el público en general si tuviera las motivaciones y perspectivas adecuadas.
Rechazando la voluntad general hipotética
La interpretación de Fishkin, no obstante, no está exenta de dificultades. El principal problema
es que su tesis está anclada en una imagen muy discutible de lo que es la “competencia” de la
población general sobre diversos temas. Por supuesto que, si atendemos a lo que dicen las
encuestas de opinión, encontraremos que los juicios de las personas resultan muy
defectuosos. Así como las personas encuentran racional no formarse opiniones sobre asuntos
en los que su opinión o decisión tendrá un impacto nulo, también encuentran racional intentar
“adivinar” a la pregunta de una encuesta de opinión, cuando saben que su opinión no tendrá
carácter vinculante, y más si su opinión es anónima. Fishkin ofrece, sin embargo, una imagen
de la opinión del público general, expresada en encuestas, que traduce la idea de “todos
opinando con frivolidad sobre cualquier cosa”. Pero esta no es una imagen adecuada de la
competencia del público, rectamente entendida12. La gente, cuando tiene que tomar parte en
una decisión (y no meramente dar una opinión) que afecta su bienestar, o el de otros, suele
adoptar perspectivas más reflexivas y responsables. Y, llegado el caso de no tener seguridad
sobre las razones que motivan las alternativas en juego, suspende el juicio y se abstiene de
tomar parte en la decisión. La imagen apropiada de la competencia del público no es la de
“todos opinando frívolamente sobre cualquier cosa”, sino la de grupos diversos y variables de
personas, con opiniones formadas y responsables, opinando sobre diversos temas en los que
están interesados y en los que hay que tomar una decisión, y suspendiendo el juicio y dejando
de participar en aquellos sobre los que no han tenido tiempo de reflexionar, o carecen de
interés en hacerlo.
Fishkin considera que, al reducirse el número de participantes, las asambleas de sorteados
permiten la generación de las perspectivas y motivaciones adecuadas. Puede resultar
convincente creer que una asamblea de sorteados13, que se reúne puntualmente para
deliberar e intercambiar información sobre un tema concreto, enfrente incentivos apropiados
para alcanzar una decisión juiciosa y responsable. Pero si esto así, ¿por qué entonces no
hacerlas también permanentes? Seguramente Fishkin no crea que sea una buena idea hacerlas
ni decisoras ni permanentes, ya que no hace ningún esfuerzo por abordar estas pregunta, y se
limita a recomendar el uso de las encuestas deliberativas para el mejoramiento de las
instituciones actuales (Fishkin, 2009; Fishkin, 2010). Pero la justificación que ofrece de las
asambleas de sorteados clama por una respuesta a estos interrogantes. Su silencio sobre la
plausibilidad de establecer asambleas de sorteaos decisoras y permanentes, según creo, se
basa, en definitiva, en lo endeble de la tesis de la voluntad general hipotética.
La pregunta que hay que hacerse, en la teoría democrática, es si una asamblea decisora
permanente tendría incentivos para alcanzar decisiones juiciosas y responsables sobre una
12
La mayoría de estudios fracasan a la hora de demostrar un nexo causal entre la incapacidad de las personas de responder a
ciertas preguntas en los cuestionarios y su presunta incompetencia política para tomar decisiones correctas (Luskin, 1987, Delli
Carpini y Keeler, 1996). Esto es así porque el diseño de los
13
En mi opinión, que las asambleas de sorteados “consultivas”
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gran variedad de asuntos complejos que se le habrán de someter en cadena o
simultáneamente sin ningún control previo (asuntos que emergen con todo el dramatismo y la
urgencia propia de las complejas sociedades contemporáneas). Sintomer y Zakaras creen que
sí, que las asambleas de sorteados decisoras y permanentes serían capaces de tomar
decisiones responsables, y alegan las mismas razones que da Fishkin para justificar las
asambleas de sorteados consultivas y puntuales. Yo creo, en cambio, que esta tesis está
basada en una premisa falsa, la idea de que una muestra de ciudadanos sorteados puede
“representar” las actitudes, valores y preferencias del público en general. En segundo lugar,
creo que, a falta de dispositivos adicionales apropiados, una asamblea de sorteados decisora y
permanente no enfrentaría incentivos tan poderosos para la formación de opiniones
informadas, y explicaré por qué. Esto, a mi juicio, echa por tierra la justificación epistémica de
las asambleas de sorteados en la tesis de la voluntad general hipotética.
En primer lugar, desde una perspectiva filosófica resulta muy controvertido pensar en que una
asamblea de ciudadanos sorteados pueda “representar”, a escala pequeña, todas las actitudes,
rasgos, valores, preferencias, y perspectivas del público general. Muchas personas se
consideran seres irrepetibles, con valores, sentimientos y pensamientos únicos, algunos puede
que hasta incomunicables. Siempre resultará muy difícil, desde un punto de vista filosófico,
reclamar a estas personas obediencia a las leyes por el hecho de que haber estado
“descriptivamente” representadas en la muestra; siempre tendrán buenas razones para
rechazar esa pretensión. Yo, por ejemplo, rechazo que alguien puede descriptivamente
representarme en todas las notas que definen mi existencia, mi persona y mi condición. A mi
juicio, esta es una objeción razonable que desbarata todo el esquema de Fishkin y el de sus
seguidores. Incluso aquellas personas que se consideran “normales”, “medianas”, o “del
montón”, suscriben una combinación de perspectivas, actitudes, y rasgos, que muy
dudosamente puedan ser desagregados sin menoscabo de lo que la persona realmente es. Esa
combinación de rasgos, perspectivas, y actitudes da lugar a propiedades emergentes de la
persona que también aspiran a ser representados. El problema es que no existe ninguna
posibilidad práctica de dar representación adecuada a todas las combinaciones de aspectos
relevantes más allá un umbral que garantice una adecuada deliberación (véase Goodin, 2008).
En segundo lugar, la tesis de la voluntad hipotética fracasa por una cuestión de incentivos.
Cuando los ciudadanos deben tomar una decisión común sobre cómo proveer un bien público
que todos podrán disfrutar, las únicas perspectivas que permiten una solución óptima son las
epistémicas. Adoptar perspectivas epistémicas implica que cada uno intenta discernir cuál es la
mejor alternativa para todos, asumiendo que los demás adoptan la misma perspectiva. Si sólo
uno, o unos pocos, adoptan una perspectiva epistémica, y el resto adopta perspectivas
puramente egoístas (aquellas que sólo se preocupan por lo que es mejor para uno, aunque la
solución sea perjudicial para el resto), puede dejar de ser racional seguir pensando en la mejor
solución para todos. Si todos adoptan perspectivas egoístas, asumiendo que los demás harán
lo mismo, el resultado es el conocido dilema del prisionero, que desemboca en la no provisión
del bien.
Una asamblea de ciudadanos sorteados decisora y permanente tendrá que decidir sobre un
conjunto extremadamente variado de bienes públicos que afectarán de manera
predominantemente a otros. Un ciudadano sorteado, al igual que un legislador electo, podría
tomar parte en decisiones que afectan a la provisión o el mantenimiento de un conjunto de
bienes públicos, sin ser afectado personalmente por ninguna de esas decisiones, o estando
personalmente afectado sólo en unos pocos casos. En pocas palabras: las decisiones de los
sorteados serán, tanto en número como en magnitud, predominantemente “referentes al
bienestar de otros” (other-regarding decisions) y esto transforma radicalmente el contexto de
decisión y las perspectivas que adoptan los participantes.
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Las perspectivas que se pide que adopten los participantes de una asamblea de sorteados
serán, de manera predominante, “referentes al bienestar de otros”. La cuestión es que las
elecciones populares intentan introducir incentivos que propician, hasta cierto punto, esas
perspectivas: al hacer depender el éxito del candidato a la captación de los votos de los
ciudadanos, los candidatos tienen alicientes para hacer promesas destinadas a mejorar las
condiciones de vida de los ciudadanos. Y si se permite la reelección, los ciudadanos pueden
castigar el incumplimiento de esas promesas, removiéndolos del cargo. Estos dispositivos
electorales, con todas sus imperfecciones (sobre las que hablaremos en el próximo capítulo),
tienen el cometido de alinear las preferencias ciudadanas con las de los representantes (véase
Przeworski, 2012). En el próximo capítulo veremos por qué las elecciones no configuran, en los
hechos, un canal adecuado ni eficiente de representación de las preferencias epistémicas
ciudadanas, debido, entre otras cosas, a la perversa influencia del dinero en las campañas
electorales. Pero si comparamos la elección con el sorteo, las diferencias de grado son
notables: si las elecciones, en principio, intentan alinear las preferencias de los ciudadanos con
las de los representantes, así como establecer controles destinados a promover la adopción de
perspectivas “other-regarding”, el sorteo, en sí mismo, no ofrece ningún dispositivo capaz de
fortalecer la generación de esas perspectivas. Los sorteados no acceden al cargo por las
promesas que hayan proclamado frente a otros, ni el mantenimiento del cargo depende de su
buen desempeño en la función. Los incentivos para la generación de preferencias epistémicas
son, por lo tanto, muy débiles.
La justificación epistémica del sorteo, en un sistema mixto, no puede estar anclada en la tesis
de la voluntad general hipotética, debido a lo endeble de la cadena de inferencias que la
sustentan. En particular, sostener que los ciudadanos sorteados representan adecuadamente
el conjunto de actitudes, valores, rasgos y perspectivas de la población general es vulnerable a
objeciones razonables. También lo es sostener que los ciudadanos sorteados enfrentan unos
mismos incentivos que los legisladores electos para adoptar perspectivas epistémicas. Esto no
significa, en todo caso, negar que el sorteo pueda tener virtudes apropiadas para blindar la
designación de cargos de factores epistémicamente distorsivos (como el dinero), ni negar que
las asambleas de sorteados puedan hacer contribuciones inteligentes en el proceso de toma
de decisiones. Sólo significa negar que las decisiones de las asambleas de sorteados puedan
representar la voluntad general hipotética.
Representación descriptiva y diversidad cognitiva
Si, desde un punto de vista epistémico, no podemos justificar el sorteo en un sistema mixto en
la tesis de la voluntad general hipotética, ¿entonces cómo podríamos justificarlo? Creo que
existe una línea de justificación promisoria, que ha sido articulada por vez primera por Helen
Landemore (Landemore, 2012, Landemore, 2013). Según Landemore, las asambleas de
sorteados se justifican por la contribución epistémica que pueden hacer para la solución de
problemas comunes y la formulación de predicciones. En el capítulo anterior vimos, en esa
línea, cómo la diversidad cognitiva de un grupo puede desempeñar un papel epistémico
trascendental en algunos contextos de toma de decisiones. Así, cuando hay un problema
práctico que resolver, un grupo de personas con una competencia general mediocre, pero con
herramientas conceptuales y heurísticas diversas, puede llegar a mejores soluciones que un
grupo igual de numeroso con una competencia general superior (Hong y Page, 2002, 2004;
Page, 2007). En cambio, cuando se trata de hacer predicciones, el hecho matemático es que la
diversidad cognitiva desempeña un papel igual de importante que la competencia.
Es a la luz de estas premisas, sostiene Landemore, cabe considerar la posibilidad de diseñar la
designación de representantes con miras a propiciar la diversidad cognitiva dentro de un
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sistema político. ¿Cómo podría potenciarse la diversidad cognitiva en un sistema mixto? Adrian
Vermeule considera explorar la idea de que la diversidad profesional esté correlacionada con la
diversidad epistémica, en particular con la posesión de herramientas heurísticas y soluciones
técnicas diversas a problemas comunes (Vermeule, 2008: 15). Aunque Vermeule no da
recomendaciones prácticas, de esta sugerencia se seguiría que deberíamos potenciar, tanto
como sea posible, dicha diversidad profesional en el seno de las asambleas, y no otras
diversidades posibles (de género, identidades culturales, religión, clase social, etcétera). Si lo
que importa es la diversidad profesional, en vez de extraer una muestra representativa de la
población general, deberíamos intentar planificar, de manera no aleatoria, la maximización de
la diversidad de profesiones y oficios.
Sin embargo, esta es una manera inadecuada de plantear la diversidad cognitiva. En primer
lugar, en la teoría de Hong y Page no sólo importa la diversidad de herramientas heurísticas,
sino también la diversidad de perspectivas, interpretaciones del mundo, y modelos predictivos.
Por ejemplo, un economista puede poseer herramientas útiles para resolver el problema de la
inflación monetaria en un país, pero un ama de casa tendrá una interpretación del mundo que
aportará luz sobre los problemas de dominación de género en las familias con bajos recursos y
muchos niños. Descartar “a priori”, el punto de vista de las amas de casa puede privar a la
sociedad de una fuente importante de valor epistémico. Y, dado el carácter complejo y
multidimensional de la política, resulta difícil, por no decir imposible, planificar a priori el tipo
de diversidad epistémica que hace la diferencia (Landemore, 2012). Puesto que no sabemos de
antemano, y somos incapaces de saberlo, qué perspectivas y herramientas heurísticas
importan, debido a la complejidad, variedad e imprevisibilidad de los temas y problemas que
se discuten, debemos permitir tanta diversidad cognitiva como sea posible (Landemore, 2012).
El sorteo sería, así, un mecanismo rastreador de la diversidad cognitiva (cognitive diversity
tracking method)14.
Creo que aquí reside la justificación de un sistema mixto, que combine la elección con el sorteo
(y en particular, según diré, de una cámara de ciudadanos sorteados decisora y permanente).
Las asambleas de ciudadanos sorteados no representan la voluntad de la población general.
No equivalen a una miniatura de la población. Las dimensiones moralmente relevantes en
política son mucho más numerosas y complejas que las que cualquier asamblea de sorteados
plausible y viable puede dar cabida. La virtud del sorteo de representantes es la de tratar de
maximizar, tanto como sea posible, la diversidad cognitiva, en aras de encontrar soluciones
prácticas a los problemas de la gente y mejorar la formulación de juicios predictivos.
En principio, las elecciones populares se supone que tienden a la elección de aquellos
representantes que, a los ojos de los electores, resultan más competentes para gobernar. Sin
embargo, el carácter multidimensional de la política hace que los candidatos y electores se
concentren sólo en algunos aspectos o dimensiones del arte de gobernar: se enfatizan las
virtudes generales del liderazgo, o la capacidad de persuasión, o se hace hincapié en algunos
problemas prioritarios genéricos, en detrimento de enfoques más específicos que pongan el
acento en las soluciones prácticas. Esto hace que, en la elección de representantes,
predominen algunas razones y perspectivas generales, en detrimento de otras, y que en
conjunto se reduzca la “diversidad cognitiva” de los representantes. Pero si resulta que la
diversidad cognitiva puede desempeñar un papel epistémico importante en la toma de
14
Según Helen Landemore, las cuestiones políticas son imprevisibles, y ello hace que no podamos anticipar cuál será la perspectiva
relevante. No sabemos de antemano de dónde vendrá la respuesta o la contribución más inteligente, y por esa razón no resulta
racional creer que la solución a los problemas prácticos siempre vendrá de la misma gente, la gente que ha sido elegida en virtud
de unos pocos criterios que se consideran relevantes para ganar las elecciones. Dichos criterios puede que no sean útiles a la hora
de encontrar soluciones prácticas, y por eso, lo más racional es tratar de incorporar el máximo de perspectivas, herramientas
heurísticas, interpretaciones y modelos predictivos compatible con un contexto donde sea posible encauzar una deliberación
adecuada (Landemore, 2012, Landemore, 2013).
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decisiones colectivas, incluso más importante que la competencia en algunos contextos,
entonces hay argumentos para pensar que las loterías deberían tener algún papel dentro del
sistema político, y ese papel, en particular, se justifica porque las loterías, usadas para la
selección de un grupo numeroso de representantes, propician la diversidad cognitiva. Dado
que importa tanto la diversidad cognitiva como la competencia, el mejor sistema será aquel
que combina ambas cualidades del mejor modo posible. Es así como llegamos a justificar un
sistema mixto de elección y sorteo de representantes.
II.
Aplicaciones institucionales
Introduciendo las loterías en el proceso político de toma de decisiones
El uso de las loterías para la toma de decisiones políticas no es novedoso en la historia de la
humanidad. Cualquiera que conozca algo de teoría de la democracia sabe que las loterías se
usaron, para la selección de representantes y cargos públicos, en Atenas y en las Repúblicas
italianas de Venecia y Florencia. Aquí no me voy a detener a explicar cómo funcionaban estos
arreglos políticos15. Más bien voy a intentar desarrollar un conjunto de propuestas que han
aparecido en los últimos veinte años, y que plantean usar las loterías como un ingrediente
para la revitalización o profundización de las democracias contemporáneas.
Según veremos, las concepciones democráticas que guían cada propuesta son muy distintas.
La gran mayoría de estas propuestas está basada en la tesis de la voluntad general hipotética,
una tesis que yo he rechazado. Otras están fundadas en la propiedad que tiene el sorteo para
evitar las envidias o la corrupción en la elección de cargos. Con todo, en este apartado no
pretendo explorar los presupuestos teóricos de las propuestas. Me interesa en cambio mostrar
la gran variedad y complejidad de propuestas institucionales que la teoría y la ciencia política
está barajando para el mejoramiento de la democracia.
Con un propósito puramente didáctico, voy a partir haciendo una distinción básica: entre
propuestas de loterías aplicadas “en el nivel del electorado”, y loterías aplicadas “en el nivel de
de los representantes”. Las loterías aplicadas en el “nivel del electorado” usan el sorteo para
seleccionar electores con distintas finalidades, pero ninguna de ellas para seleccionar
directamente representantes políticos con capacidad decisora. Más bien buscan mejorar la
representatividad, o la deliberación, o el juicio, de la sociedad civil o del electorado. Las
loterías aplicadas “en el nivel de los representantes”, en cambio, utilizan el sorteo
directamente para la selección de representantes políticos.
Loterías aplicadas en el nivel del electorado
En esta categoría existen cuatro propuestas que pasaremos a considerar: el sufragio aleatorio,
la asignación aleatoria de distritos electorales, los jurados permanentes de control ciudadano,
las asambleas ciudadanas consultivas puntuales, y las asambleas de selección de candidatos.
No tengo espacio para desarrollar todos los detalles institucionales y todas las implicaciones de
cada propuesta, así que me concentraré en los rasgos más salientes.
a) El sufragio aleatorio
15
El lector podrá consultar las obras de Elster (1987) y Manin (1998).
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López Guerra (2011) sugiere abolir el sufragio universal para sustituirlo por un mecanismo de
selección aleatoria de electores (de allí su nombre, “sufragio aleatorio” o “enfranchisement
lottery”). La selección aleatoria de votantes permitiría obtener, según este autor, una “muestra
representativa” de la ciudadanía, que tendrá la obligación (y no meramente el derecho) de
elegir, a través del voto, a los representantes, aunque después de pasar por un proceso
educativo y deliberativo previo a la decisión. Según López Guerra, si tenemos una muestra
reducida del electorado, sería posible someter a dicho “mini-populus” a un proceso de
educación, deliberación, e intercambio de información entre ellos. Ello mejoraría la
competencia epistémica promedio de los votantes, y el proceso redundaría en mejores
representantes y a la postre en mejores decisiones políticas. Con todo, López-Guerra se resiste
a respaldar esta propuesta bajo cualquier circunstancia. Su propósito es más bien modesto:
intenta sólo mostrar que puede tener algunas ventajas epistémicas frente a las actuales
elecciones populares.
Uno de los problemas más acuciantes de las elecciones populares, que analizaremos en el
próximo capítulo, es el de que las elecciones populares suelen ser de una “gran pobreza
informativa”. Si tuviésemos una muestra representativa del electorado, dice López Guerra,
sería más fácil dirigir nuestros esfuerzos educativos y deliberativos. Pues bien, si sentamos las
condiciones para que la muestra representativa reciba información adecuada de distintas
fuentes, escuche la opinión de expertos de distintas ideologías, e instrumentamos un proceso
previo de deliberación entre los ciudadanos sorteados, entonces cabría presumir que las
decisiones de ese grupo equivalen a las decisiones que el electorado en su conjunto tomaría si
tuviera oportunidades de informarse adecuadamente (López Guerra, 2011: 8). Asimismo,
cabría pensar que aquellos que saliesen sorteados van a estar motivados –en mayor medida
que las elecciones populares- por un sentido más fuerte del deber público, ya que su voto
tendrá un mayor peso que el que tiene bajo un sistema de sufragio universal.
b) La asignación aleatoria de distritos electorales
Otra propuesta interesante de aplicación de las loterías al electorado es la sugerida por
Rehfeld (2005) para mejorar el sistema electoral de los Estados Unidos. En vez de seleccionar
por azar una muestra de electores, Rehfeld propone, en cambio, asignar por azar, a cada
individuo que alcance la mayoría de edad para votar, uno de los distritos electorales del país.
Según Rehfeld, uno de los grandes problemas de las elecciones en distritos uninominales o de
magnitud pequeña es el de las motivaciones particularistas y localistas de los votantes y de los
candidatos. El hecho es que los votantes tienden a votar por aquellos candidatos que
prometen mejorar la suerte o el bienestar de la localidad o región, incluso cuando ello va en
detrimento del bien común. Pues bien, una manera de combatir esta tendencia epistémica
perversa es la de asignar aleatoriamente los distritos a cada persona. Por ejemplo, en el caso
de los Estados Unidos, tenemos 435 distritos uninominales. Según la propuesta de Rehfeld, a
cada persona le sería adjudicado, por azar, uno de esos 435 distritos, de manera que cada
distrito territorial pasaría a estar conformado ya no por “residentes”, sino por una muestra
representativa del electorado en su conjunto. De esta manera, todos los distritos electorales
pasarían a ser “miniaturas” del conjunto de la población.
Según Rehfeld, la potencialidad epistémica de este esquema viene dada por sus efectos
motivacionales. Dado que una mayoría de votantes tendrá que votar por representantes de
distritos en los que no residen, habrá incentivos para que adopten una perspectiva más
abarcadora y generalista, y más enfocada en el bien común. Al mismo tiempo, se incentiva que
los candidatos intenten atraer los votos de todo el electorado, y no los del distrito en
particular.
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c) Los jurados permanentes de control ciudadano
Gil Dellanoi, Oliver Dowlen y Peter Stone (2012) han recomendado la creación de “jurados
ciudadanos” de control de los representantes políticos. La propuesta consiste en usar las
loterías para seleccionar ciudadanos encargados de “controlar” la labor legislativa y
administrativa del Estado. En particular, por cada comisión legislativa (o incluso por cada
legislador, en otra versión) habrá un jurado de ciudadanos sorteados encargado observar y
fiscalizar su labor. Aunque los autores no desarrollan con detalle la propuesta, cabe pensar que
dicho jurado podrá (o tendrá la obligación de) participar de las reuniones públicas de las
comisiones legislativas, podrá presentar peticiones ciudadanas o propuestas de enmiendas
que deberán ser atendidas por la comisión, y podrá requerir información sobre los gastos de
los legisladores. También la ley podría obligar la celebración de reuniones periódicas con los
ciudadanos sorteados, en los que el legislador tenga la obligación de justificar su actividad ante
ellos. Los miembros del jurado recibirán una compensación por su labor, que se hará efectiva
sólo si asisten a las reuniones de comisión o a las reuniones periódicas. Los autores sugieren
también la creación de jurados para el control de otras entidades administrativas, como las
empresas del estado, o los organismos electorales.
d) Asambleas ciudadanas consultivas puntuales: modalidades
Cuando se habla de asambleas de ciudadanos sorteados, habitualmente se suele hacer
referencia a las experiencias de asamblea de ciudadanos de British Columbia (2004) y Ontario
(2006), en Canadá, que reunieron a cientos de ciudadanos a deliberar, durante un año, sobre
la necesidad de reformar el sistema electoral de la provincia, para terminar votando por una
propuesta que luego se sometería a consideración de las autoridades políticas. Sin embargo,
antes que esos dos experimentos, existieron muchas experiencias de asambleas ciudadanas,
tanto en Europa como en los Estados Unidos. Con todas sus diferencias, se pueden encontrar
características comunes de todas estas experiencias: a) se trata de asambleas convocadas para
tratar un tema puntual, b) los ciudadanos son seleccionados por sorteo, o el sorteo al menos
ocupa un papel relevante en la selección y c) los resultados de las asambleas son meramente
exhortativos, es decir, sirven como fuente de consulta para las autoridades políticas. Fuera de
estas similitudes, existen notables diferencias en las propuestas. Una clasificación útil que
permitirá explorar esas diferencias es la clasificación de Gastil y Richards (2012), que distingue
el tipo de asambleas según la etapa del proceso en la que intervienen: a) definición del
problema, b) identificación de alternativas y propuestas, y c) aprobación o rechazo de las
mismas. Dependiendo de la fase en que se convocan estas asambleas puntuales, tendríamos
distintas modalidades, que pasamos a describir.
d.1) Conferencia de prioridades
Las llamadas “conferencias de prioridades” (Priority Conferences) se convocan expresamente
con la finalidad de “identificar” asuntos problemáticos que exigen una respuesta del gobierno.
A estas conferencias se les pide que deliberen sobre los problemas más acuciantes o urgentes
de la sociedad. La finalidad es la de detectar asuntos problemáticos y detectar un orden de
prioridades entre esos asuntos. Del mismo modo que a los ciudadanos, en las encuestas
tradicionales, se les pide que jerarquicen diferentes problemas de la sociedad, en las
conferencias de prioridades se les pide a los ciudadanos sorteados que expresen sus ordenes
de prioridades antes y después de las deliberaciones. Las “conferencias de prioridades”
pueden ser convocadas por una Legislatura, el Ejecutivo, o un Departamento administrativo,
cuando se quiere conocer la opinión informada de los ciudadanos sobre la urgencia de
determinados problemas. También, por supuesto, podría ser convocada por una organización
no gubernamental, sin necesidad de autorización alguna.
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En principio, nada impide que se convoque una conferencia para identificar problemas en
muchas áreas de competencia gubernamental, o muchas conferencias para identificar, cada
una de ellas, un solo problema, o incluso para valorar la urgencia o relevancia de un supuesto
problema ya definido de antemano. Los organizadores de la Conferencia pueden reunir una
muestra de aproximadamente 400 ciudadanos para que deliberen entre 4 días, sopesen la
importancia relativa de las cuestiones que compiten por la atención pública, o simplemente
valoren la importancia de una sola cuestión pública. Excepcionalmente la conferencia podría
estar autorizada a explorar soluciones potenciales, pero su foco de atención primaria es
siempre la detección de problemas. El resultado de la Conferencia debería ser comunicado a
las autoridades pertinentes, para que tomen las medidas necesarias en un determinado plazo.
Al final del plazo estipulado, se debe pasar una encuesta a los participantes de la conferencia
para que expresen su opinión sobre la respuesta de las autoridades políticas a los problemas
identificados. Si los participantes juzgan que no ha habido respuesta, o que ésta ha fracasado,
ello puede activar eventualmente una “Asamblea de Ciudadanos” (Gastil y Richards, 2012).
d.2) Paneles de diseño
Los paneles de diseño (design panels) son grupos de ciudadanos sorteados que intervienen en
una fase intermedia entre la identificación de los problemas y la propuesta de soluciones
alternativas. Cuando algún legislador, o un grupo de ciudadanos, buscan presentar una
propuesta de reforma para dar respuesta a determinado problema, antes de someterla a
discusión ante la asamblea legislativa, puede considerar oportuno abrir una fase de diálogo
entre los ciudadanos. El objetivo de esta iniciativa es el de buscar soluciones prácticas a los
problemas y reforzar, en el caso de que alguna solución sea evaluada positivamente por los
ciudadanos sorteados, la legitimidad de dicha propuesta en el plenario legislativo. También
puede tener como objetivo el de mejorar la propuesta, abriendo un espacio para la
presentación de enmiendas, con miras a garantizar la viabilidad de la misma en caso de ser
aprobada. Se trata, por lo tanto, de una asamblea de ciudadanos sorteados “anticipada” a la
presentación de la propuesta en la Legislatura.
La idea los “paneles de diseño” tiene su origen en las llamadas “células de planificación”
(planning cells), inventadas por el profesor alemán Peter Deniel y aplicada por primera vez en
la ciudad de Schwelm, Alemania, en 1972 (Sellereit, 2010)16. Frente a la creciente insatisfacción
ciudadana en la gestión pública local, Deniel ideó un método para que los ciudadanos pudieran
“auto-representarse” en la búsqueda de soluciones a problemas comunes. La implementación
de un panel de diseño requiere varios pasos. Primero, debe reclutarse por sorteo a un grupo
de 25 ciudadanos. Para ello se requiere de un comité organizativo que identifique
aleatoriamente a una lista de ciudadanos que quieran participar y “se encuentren afectados
directa o indirectamente problema”. Los miembros sorteados recibirán una compensación por
su participación. Las actividades del panel se desplegarán en cinco días y se dividen en tres
fases. En la primera, los ciudadanos se informan sobre el problema, a través de lecturas,
videos, y ponencias de expertos. En la segunda fase el panel se divide en cinco grupos
pequeños, de cinco miembros cada uno, en los que discutirán distintas soluciones alternativas.
En la tercera fase, las recomendaciones de cada grupo pequeño se someten a consideración
del conjunto de miembros. Después de un debate, el grupo pasa a votar por las distintas
16
Los paneles de diseño se utilizaron más tarde en 1982 por el Ministerio de Investigación y Tecnología de Alemania, en 1988 por
el Departamento de Protección Ambiental de New Jersey, Estados Unidos, en 1992 por el Ministerio de Correo Postal y
Telecomunicaciones de Alemania, y en 1997 por el Departamento de Transporte de la Comunidad Autónoma del País Vasco
(Sellereit, 2010)
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alternativas17. Los moderadores finalmente elaboran un informe final, en el que registran las
alternativas consideradas, las opiniones de cada grupo, y los resultados de las votaciones.
Dicho informe final se agrega a la propuesta final que es presentada ante la Asamblea
Legislativa (u órgano administrativo) para su consideración y votación.
Si la propuesta es impulsada por un grupo de ciudadanos, que aspiran a presentar una
iniciativa legislativa, Gastil y Richards (2012) sugieren la conveniencia de que la ley otorgue
trato de favor en el caso de que la propuesta venga precedida de un panel de diseño. En ese
sentido, la ley debería rebajar el umbral de firmas que normalmente se requiere para su
presentación formal en la legislatura, si dicha iniciativa cuenta con el apoyo de una asamblea
de ciudadanos sorteados que reúne determinadas características. Para certificar dichas
características, es necesario que los impulsores notifiquen a las autoridades pertinentes de la
realización de los paneles de diseño, para que las autoridades fiscalicen el cumplimiento de
unos requisitos mínimos (en particular, la imparcialidad del sorteo), sin los cuales el panel de
diseño no puede tenerse como válido.
d.3) Asamblea de ciudadanos
Se denominan “Asambleas de Ciudadanos” (Citizen’s Assembly) en sentido estricto, a todas
aquellas asambleas de ciudadanos sorteados que son convocadas para deliberar sobre alguna
propuesta de reforma ya presentada en la Legislatura, pero aún no votada. Así, un grupo de
ciudadanos puede exigir a la Legislatura que convoque a La asamblea de ciudadanos con el fin
de que ésta se pronuncie sobre la cuestión, pero con carácter no vinculante18. La Asamblea
convocada tiene el cometido de evaluar las reformas propuestas, deliberar sobre las distintas
alternativas, proponer enmiendas, y llegar a una decisión exhortativa por mayoría o alguna
supermayoría de votos (según los requisitos que se establezcan). La decisión equivale a una
recomendación ciudadana, que se presentará a la Legislatura y se publicará en la prensa y los
medios de comunicación. La Asamblea decidirá, con posterioridad, si someter o no la
propuesta a plebiscito o referéndum, o aprobar la propuesta con el sólo voto de los
legisladores. Típicamente, el proceso puede incluir el registrar las preferencias de los
ciudadanos sorteados, sobre las distintas alternativas, antes y después de la deliberación, para
captar si hubo cambios de preferencias que obedezcan al intercambio de información y al
diálogo.
Como modelo de Asamblea de Ciudadanos puede citarse a la Asamblea de Ciudadanos de
British Columbia, en Canadá, que tuvo lugar en 2004. Dicha Asamblea fue convocada por el
gobierno canadiense para que discutiera alternativas de reforma al sistema electoral provincial
canadiense. La Asamblea llegó a la conclusión de que el sistema electoral, de mayoría relativa
en distritos uninominales, debía cambiarse por un sistema de “Single Transferable Vote” (o
método Hare, ver capítulo XX). Esta recomendación fue sometida a consideración de los
residentes en British Columbia en un plebiscito concurrente con las elecciones de 2005. La
propuesta fracasó porque sólo se obtuvo el 57,7% de los votos ciudadanos, y la ley de
convocatoria del plebiscito exigía una mayoría de 60% de votos ciudadanos del total de la
17
Para ello, pueden echar mano a distintos métodos de votación con múltiples alternativas, si bien el range voting podría ser el
más adecuado.
18
Finley Stockton (2006) ha propuesto la idea de institucionalizar la “iniciativa de asamblea de ciudadanos” sorteados, con
carácter vinculante. En su propuesta, un porcentaje de la población (un 5% de los votantes) puede obligar a la Asamblea
Legislativa la instrumentación de una asamblea de ciudadanos sorteados para decidir sobre alguna cuestión específica. Este
dispositivo oficiaría como un mecanismo de control ciudadano, pues forzaría a la Legislatura (o a las autoridades ejecutivas) a
abordar cuestiones que están siendo ignoradas por los representantes. Stockton propone, sin embargo, limitar el uso de
asambleas de sorteados para ciertas cuestiones. Propone que las asambleas de sorteados sólo puedan convocarse para decidir
sobre cuestiones electorales, o para decisiones fundamentales de inversión en infraestructuras (si construir un puente, o destinar
dinero para el mejoramiento de la infraestructura educativa, por ejemplo).
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población canadiense, así como una mayoría absoluta en 60% de los 79 distritos electorales. La
Asamblea fue conformada por 160 ciudadanos sorteados (un hombre y una mujer, sorteados
por cada distrito electoral, más dos ciudadanos indígenas sorteados)19.
En el año 2006, la provincia canadiense de Ontario instrumentó una Asamblea de ciudadanos
similar, con el mismo cometido de plantear una reforma al sistema electoral de la provincia. La
recomendación de la Asamblea fue sometida a referéndum en las elecciones de 2007, y corrió
la misma suerte que su antecesora: sólo recibió el 47% de los votos (y para su aprobación se
requería el 60% de los votos y la mayoría absoluta en 60% de los distritos).
Una variante interesante de las asambleas de ciudadanos sorteados ha sido la organizada en
Bélgica, durante el año 2011, bajo el título de G1000. Lo interesante de esta Asamblea es que
combinó la participación on-line por internet, para el establecimiento de la agenda, con la
deliberación en una asamblea de 1000 ciudadanos sorteados, y una toma de decisión final por
un panel de 32 ciudadanos escogidos por azar de una lista de 400 ciudadanos que participaron
en la Asamblea deliberativa. La originalidad de esta asamblea fue la de que las autoridades
políticas no pudieron influir en la determinación de la agenda, y fueron los propios ciudadanos
los que seleccionar los temas a debatir20.
Otra experiencia de asambleas de ciudadanos sorteados digna de mención es la que se dio en
Islandia, durante el proceso de reforma constitucional (2009-2011). Durante de la crisis
económica, que llevó a dicho país a la suspensión de pagos y a la quiebra de su sistema
financiero, se abrió un proceso de reforma constitucional que incluyó formas novedosas de
participación ciudadana. Una de las experiencias precursoras fue la celebración, en 2009 de
una asamblea de ciudadanos sorteados, bajo los auspicios del movimiento social “Anthill”
(Blokker, 2012). En esa oportunidad, 1200 ciudadanos fueron sorteados del censo electoral, y
300 fueron elegidos directamente de las instituciones políticas y asociaciones más relevantes.
La asamblea se dividió en mesas temáticas deliberativas, cuyo cometido era el de identificar
los problemas y las propuestas más relevantes, que después fueron votadas en el plenario.
Esta experiencia sirvió de base para que, en el año 2010, se convocara una reforma
constitucional con algunos elementos innovadores.
En efecto, en 2010, la primera ministra Johanna Sigurdardottir (Social Democratic Alliance)
convocó a una reforma constitucional. La innovación fue que la ley de reforma constitucional,
19
El sorteo se instrumentó del siguiente modo: en una primera fase se cursaron, aleatoriamente, 15.800 invitaciones por correo
postal, a razón de 200 invitaciones por cada distrito. Quienes deseaban participar, debían cursar una respuesta expresando su
intención. Los interesados pasaban a una lista, que luego sufría un segundo filtro aleatorio, para asegurar la representatividad del
sorteo final. Se confeccionó una segunda lista de interesados, asegurándose que en cada distrito hubiera al menos 20
participantes, de los cuales 10 fueran hombres y 10 mujeres. También se garantizó que esos veinte candidatos por distrito
reflejaran la distribución de edad de cada distrito. La confección de estos grupos fue por azar. A los seleccionados se los convocó a
reuniones públicas para que confirmaran su deseo de participar y se informaran de las etapas y las reglas procedimentales de la
Asamblea.
La Asamblea desempeñó funciones por un año. En los seis primeros meses, se sometió a los ciudadanos a un proceso de
“aprendizaje”, en los que escucharon ponencias y discursos de expertos, de manera de entender el funcionamiento de varios
sistemas electorales y sus efectos en el sistema político. Los dos meses siguientes, los ciudadanos deliberaron entre ellos sobre las
virtudes y falencias de cada sistema electoral. Al finalizar el tercer mes, la Asamblea voto por mayoría a favor de un cambio del
sistema hacia un sistema de STV. El noveno mes se dedicó a elaborar el informe final. Dicho informe fue presentado en la
Legislatura a inicios de Diciembre de 2004.
20
El proceso constó de tres fases. En una primera fase, los ciudadanos podían introducir sus ideas y propuestas en una plataforma
web on-line, y calificar las existentes. Hubo miles de problemas y propuestas vinculadas con temas sociales, económicos, políticos
y morales, y participaron unas 6000 personas. De todos los problemas, se escogieron los 25 más salientes, y cada uno de ellos con
distintas alternativas de reforma. En la segunda fase, se invitó a participar a 1000 ciudadanos sorteados, bajo un método de
muestreo segmentada, para que distintos rasgos lingüísticos y sociodemográficos estén adecuadamente representados. En un solo
día, los ciudadanos deliberaron en 81 mesas de diálogo diferentes, 32 fueron bilingües, 30 para flamencos, 18 para francófonos, y
una para germanohablantes. En la tercera fase, se seleccionaron 32 personas, de una lista de 419 ciudadanos participantes de la
asamblea que expresaron su intención de participar, para deliberar durante tres días seguidos, en tres semanas consecutivas, y
arribar a una decisión consensuada para cada problema.
Es sólo un borrador. Los comentarios son más que bienvenidos. Por favor, no citar.
además de regular las elecciones para el consejo constituyente, intimaba a celebrar una
“asamblea constitucional” de ciudadanos en un día previo a las elecciones, para que los
ciudadanos pudieran deliberar e introducir temas en la agenda constitucional. Fue así que en
2010 se seleccionaron por azar 950 ciudadanos, que durante un día discutieron en 128 mesas
temáticas. El resultado de las deliberaciones fue la identificación de ocho temas importantes,
con distintas propuestas para cada uno. Estos temas habrían de servir como insumo para el
trabajo del Consejo Constitucional electo, responsable de aprobar la constitución. Una de las
novedades en la elección del Consejo Constitucional fue la proscripción de los legisladores, el
primer ministro y sus ministros, en las candidaturas: sólo los ciudadanos podían ser candidatos
a constituyentes21. La otra novedad fue que las deliberaciones del Consejo estuvieron
acompañadas de dispositivos de participación on-line, en los que los ciudadanos podían
introducir ideas y propuestas mientras los consejeros deliberaban22. El Consejo propuso un
texto constitucional que fue aprobado por el Parlamento y finalmente ratificado en
referéndum por dos tercios de los islandeses.
d.4) Jurados de información ciudadana
Los “jurados ciudadanos” de información ciudadana son asambleas de ciudadanos sorteados
que se convocan para deliberar, por cinco días, sobre los méritos de los candidatos en las
elecciones, o sobre propuestas que habrán de ser votadas en referéndum. El propósito último
del jurado no es el de tomar una decisión, sino el de “informar” adecuadamente a los
ciudadanos que tienen que decidirse por una u otra opción. Más que recomendar a quién o
cómo se debe votar, lo que busca es ofrecer información valiosa para que los ciudadanos
puedan, en las elecciones, emitir un voto crítico, sustentado en información adecuada.
Los jurados de control fueron creados en 1974 por Ned Crosby, del Jefferson Center for New
Democratic Process, una organización no gubernamental sin fines de lucro del Estado de
Minneapolis, Estados Unidos (Crosby y Hottinger, 2011) y se usaron en 1976 por primera vez
para valorar los méritos de los candidatos presidenciales. A falta de autorización legislativa
para difundir sus resultados en las mesas de votaciones, las experiencias tuvieron poco
impacto en el comportamiento de los votantes, pero sirvieron para concientizar a los políticos
de la potencialidad del sorteo para mejorar la calidad informativa de las elecciones23.
En 1999, Mike Lowry (gobernador de Washington) propuso aplicar la idea de los jurados de
control para informar a los ciudadanos en los referéndums o plebiscitos. Su propuesta no tuvo
éxito, pero despertó el interés de varios políticos y organizaciones no gubernamentales. Así
nació la idea de la “Iniciativa ciudadana de revisión” (Citizen’s Initiative Review), una idea que
fue impulsada más tarde en el Estado de Oregon por la ONG “Healthy Democracy Oregon”, en
el año 200924. La “Citizen’s Iniative Review” es una asamblea de ciudadanos sorteados
convocada para deliberar con el fin proponer recomendaciones sobre las propuestas de
plebiscitos y referéndums aún no votadas. La idea de este mecanismo es el de intentar superar
algunas patologías de los mecanismos de democracia directa: manipulación de las preguntas o
21
Se eligieron 25 consejeros constitucionales, de una lista de 522 candidatos auto-seleccionados. La participación electoral fue tan
baja (37%), que las autoridades políticas decidieron finalmente designar a dedo de entre los candidatos propuestos (Blokker,
2012).
22
Muchos autores describen este proceso como un verdadero proceso de “crowsourcing” para la elaboración del texto
constitucional. Sin embargo, en la realidad la participación fue bastante limitada (los comentarios on line sumaron unos 3600, y las
propuestas unas 370), además de que el Consejo no recogió todas las propuestas que se plantearon (Blokker, 2012).
23
El Jefferson Center organizó jurados de control en los años siguientes, para las elecciones de alcalde del Municipio de St. Paul,
Minneapolis, para las elecciones a gobernador de Minnesota, en 1990, y para las elecciones a Senador en 1992 en Pennsylvania
(Crosby y Hottinger, 2011).
24
La Constitución de Oregón permite que en las elecciones a gobernador y diputados locales se pueda someter al voto de la
ciudadanía diferentes propuestas, algunas de las cuales son de enorme relevancia institucional (como la creación de impuestos, la
aprobación del matrimonio homosexual, entre muchas otras).
Es sólo un borrador. Los comentarios son más que bienvenidos. Por favor, no citar.
de las alternativas, información deficiente o sesgada sobre las propuestas sometidas a voto,
complejidad artificiosa de los temas, entre otras. Se trata de congregar a una muestra
representativa de ciudadanos para que evalúe, en un plazo prudencial, las propuestas de
plebiscito (convocadas por el gobierno) o referéndum (activadas por la ciudadanía), con el fin
de arribar a una decisión informada. Dicha decisión se plasmará en una simple hoja
informativa, de una carilla, que se agregará a las papeletas de voto en las elecciones. Se busca
que los votantes desinformados, antes de depositar la papeleta en la urna, puedan leer con
claridad las conclusiones a las que llegó dicha asamblea de ciudadanos, así como las razones
principales que sustentan dichas conclusiones25.
d.5) Los “jurados” de políticas públicas
Por último, tenemos los llamados “jurados de políticas públicas” (policy juries), que son
asambleas de ciudadanos sorteados que se convocan para deliberar y decidir, con carácter
consultivo, sobre propuestas legislativas puntuales. A diferencia de las asambleas de
ciudadanos en sentido estricto, los jurados de políticas públicas deben deliberar sobre si
aprobar o rechazar una propuesta legislativa o incluso una ley ya en vigor. La idea de es que los
jurados “sustituyan” a los referéndums: se trataría de sustituir el juicio de la mayoría de la
población, por el juicio de la mayoría de una muestra de ciudadanos sorteados. Una de las
variantes de esta modalidad sería la de atribuirle carácter vinculante a las decisiones de los
jurados. Finley (2006) propone, además, institucionalizar una especie de iniciativa ciudadana a
través de la cual un porcentaje del electorado pueda intimar al Congreso la convocatoria de un
jurado para que éste decida con carácter vinculante sobre una determinada propuesta. Hasta
el momento, no ha habido experiencias de este tipo, por lo que los detalles institucionales aún
no están desarrollados. Gastil y Richards (2012) sugieren, por ejemplo, la creación de jurados
de 50 ciudadanos, que deliberarán por dos semanas sobre una propuesta legislativa, y habrán
de tomar decisiones por una supermayoría de dos tercios. Sin embargo, este número resulta
bastante limitado para asegurar una adecuada representación descriptiva de la población, y
ello asumiendo que dicha tesis es válida. Además, consideran que la decisión aprobada por el
jurado solo podrá ser revertida por una supermayoría de la Legislatura, o por la Suprema Corte
o Tribunal Constitucional en caso de inconstitucionalidad.
Figura 1. Iniciativa ciudadana de jurados ciudadanos: Loterías ocasionales
Identificación
del problema
Aprobación o
rechazo de la
propuesta
Propuesta
de solución
Iniciativa
Jurados
de
ciudadana
control
de revisión
Panel de diseño
Conferencia
de prioridades
Asamblea de
ciudadanos
Jurados
de políticas
públicas
Fuente: Gastil y Richards (2012)
25
La iniciativa comenzó con una prueba piloto que consistió en reunir a unos 24 ciudadanos sorteados a discutir sobre dos
propuestas de plebiscito. Los resultados fueron tan satisfactorios que el gobierno local aprobó una ley en junio de 2011 en virtud
de la cual se crea una comisión permanente (bajo la órbita del Ejecutivo) encargada de instrumentar los sorteos y llevar a cabo
toda la labor administrativa de las asambleas de sorteados, que ahora serán convocadas en todas las elecciones locales, siempre
que haya propuestas de plebiscitos o referéndum.
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e) El uso del sorteo para la selección de “candidatos”
El sorteo también ha sido propuesto para la selección de candidatos a representantes
políticos. Dentro de esta categoría podemos encontrar diferentes propuestas. Una propuesta
plantea conformar asambleas de ciudadanos sorteados para la selección ya no de
representantes políticos, sino de “candidatos” partidarios (Fishkin, Luskin, Panaretos, Siu y
Xekalaki, 2008). Esta idea fue aplicada en Grecia por el partido PASOK, durante el liderazgo de
George Papendreu, para la elección del candidato a alcalde en el distrito municipal más grande
de Atenas, Marousi (con 70.000 habitantes), en el año 2004. Se reclutó así una muestra de 153
ciudadanos (de una lista total de 1275 votantes) que fueron invitados a deliberar durante un
día entero sobre las virtudes de seis candidatos a alcalde26. Otra propuesta dentro de esta
categoría sería la de introducir el “sorteo de votos” para la selección de candidaturas
partidarias. Bajo esta modalidad, los miembros de un partido pueden depositar su voto en la
urna, por cada candidato, tras lo cual se extraen, por azar, el o los ganadores. El sistema, para
que sea efectivo, debería prever que el voto de cada participante, así como la distribución final
de los votos, fuera secreto, para evitar deslegitimar a aquellos candidatos sorteados que han
recibido menos votos que otros.
Una de las dificultades de aplicar el sorteo en la selección de candidatos es el hecho de que el
sorteo debilita la cohesión y la disciplina partidaria. Tal vez por esta razón el sorteo no figura
en ningún libro especializado sobre la selección de candidatos partidarios (véase Hazan y
Rahat, 2010). Sin embargo, el sorteo también podría servir para la renovación de las élites
partidaria en un contexto de marcada crisis de representación política, de manera que no
debería ser desechado como alternativa.
Loterías aplicadas en el nivel de los representantes
Las loterías aplicadas en el nivel de los representantes intentan hacer uso de mecanismos
aleatorios para la “selección” de representantes. Es decir, aquí las loterías no se usan para
identificar o seleccionar el electorado relevante que habrá luego de votar por candidatos, o
por representantes, o que habrá de controlar a los legisladores electos, o tomar decisiones
consultivas puntuales. Aquí el sorteo se usa directamente para seleccionar a los propios
representantes políticos. Sin ninguna pretensión de exhaustividad, vamos a hacer una reseña
breve de cada una de las propuestas que, a mi juicio, resultan más significativas.
a) La “Cámara alta de ciudadanos”
Una de las primeras propuestas de introducir en sorteo en la selección de representantes fue
avanzada por Ernest Callenbach y Michael Phillips en 1985 (Callenbach y Phillips, 1985). La idea
de estos autores es la de convertir a la Cámara de Representantes de los Estados Unidos en
una Cámara de “ciudadanos sorteados”. De este modo, el Congreso pasaría a estar
conformado por una Cámara de Senadores electos (elegidos por la población de cada estado
local), y una Cámara de ciudadanos sorteados del conjunto de la población. El cometido de
esta propuesta es el de lograr que la Cámara de Representante “retrate”, como en una
miniatura, las identidades y características salientes de la población. Según estos autores,
muchos grupos sociales vulnerables (los afroamericanos, las mujeres, los indígenas, entre
otros) se encuentran infrarrepresentados en los cargos públicos, y esa infrarrepresentación
obedece, entre otras cosas, al efecto que el dinero genera en la financiación de las campañas
electorales, que restringe el acceso de las candidaturas a los ciudadanos con menos recursos.
26
El candidato escogido por la muestra deliberativa perdió finalmente las elecciones (véase Fishkin et al, 2008).
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Precisamente para neutralizar esas barreras en el acceso a los escaños legislativos, proponen
someter a sorteo los cargos representativos. Para ello, sugieren usar las listas de potenciales
jurados, que ya existen en los Estados Unidos, y combinarlas en una lista común. En la fórmula
de estos autores, serán excluidos de la lista los menores, los condenados, los incapaces, y los
extranjeros. Aunque no son del todo explícitos, también dejan abierta la posibilidad de incluir
otras exclusiones (siendo la primera que se viene a la mente la de los analfabetos). La Cámara
de ciudadanos sorteados gozará de los mismos poderes que hoy tiene la Cámara de
Representantes, esto es, los ciudadanos podrán presentar propuestas de leyes, formar
coaliciones más o menos estables (incluso agruparse en “partidos”), las decisiones se tomarán
por mayoría absoluta de votos, y la Cámara podrá vetar, por mayoría de votos, las propuestas
iniciadas en la Cámara de Senadores.
Según estos autores, una cámara de ciudadanos sorteados puede tener ventajas epistémicas.
En primer lugar, los ciudadanos no estarán preocupados por su reelección, y tendrán un mayor
tiempo para prestar atención a las propuestas que se presentan en el Congreso. En segundo
lugar, los ciudadanos sorteados seguirán recibiendo la ayuda de expertos, asesores, y oficinas
técnicas que hoy ya existen, de manera que podrán adquirir experiencia y recibir educación
adecuada. Si bien es probable que no cuenten con la competencia que otorga la
profesionalización y socialización en un partido político, tendrán una perspectiva más vívida y
realista de los problemas de la sociedad, de la que a veces carecen los políticos profesionales.
b) El “Tribuno del Pueblo” moderno
John McCormick (2011) ha propuesto, inspirado en el pensamiento de Maquiavelo (Discursos,
1513), resucitar la figura del “Tribuno de la Plebe” de la república Romana, bajo el formato de
una “Asamblea de ciudadanos sorteados”. Esta asamblea se convertiría en otro órgano de
poder, que se uniría (en los Estados Unidos) a las ramas de gobierno ya existentes (cámara de
representantes, cámara de senadores, poder ejecutivo, poder judicial) y tendría unas
competencias limitadas que ahora pasaremos a especificar. De acuerdo con McCormick, el
cometido principal de la propuesta es el de combatir la perversa incidencia del dinero y el
poder económico en el proceso político de toma de decisiones. Se trata de tener un órgano
que sea representativo de las clases y sectores más populares, con capacidad para resistir y
neutralizar el sesgo plutocrático del actual sistema de elecciones populares.
Con ese fin, propone sortear 51 ciudadanos, de entre el conjunto de la población que no
supere un determinado umbral de ingresos per cápita. Es decir, su propuesta no es la de crear
una muestra representativa del conjunto de la población, sino una muestra representativa del
sector más numeroso y popular de la población general, que tenga como misión primordial la
de defender los intereses de las clases más bajas. Dichos ciudadanos desempeñarán su cargo
por un año, para lo cual recibirán una remuneración. Al mismo tiempo, se tomarán medidas
para garantizar su continuidad en su antiguo trabajo una vez que terminen su mandato.
Las competencias de ese “Tribuno del Pueblo” serían tres:
- Vetar, por mayoría de votos, una pieza de legislación, una orden ejecutiva, y una decisión
de la Corte Suprema por año.
- Convocar un referéndum vinculante por año, que tendrá fuerza de ley en caso de ser
ratificado por la población.
- Iniciar juicio político contra un funcionario federal de cada una de las tres ramas de
gobierno. La idea es que cualquier ciudadano pueda plantear una denuncia o acusación
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ante el Tribuno del Pueblo, de manera que éste pueda evaluar los méritos de la misma en
sesión pública.
c) La “Océana” moderna
A diferencia de McCormick, Keith Sutherland (2011) ha abrevado en el pensamiento de James
Harrington para plantear una propuesta novedosa de uso de las loterías en la selección de
representantes. Según el pensamiento de Harrington27, así como resulta apropiado, a la hora
de dividir una torta entre dos personas, sentar la regla de “tu divides y yo elijo”, también
resulta conveniente que el proceso político de toma de decisiones se divida en dos fases: 1)
una fase de elaboración de las alternativas, que debe estar en manos de los mejores (hoi
aristoi), los elegidos por el pueblo, y 2) una segunda fase de aprobación, o toma de decisión
final, en manos del pueblo en su conjunto (hoi polloi). Esta es la mejor manera, según
Harrington, de promover la justicia, y de impedir la tiranía de un grupo de la población sobre
otro.
A la luz de este pensamiento, Sutherland propone crear una Cámara de Representantes
“electos”, encargados de elaborar las propuestas, y una Cámara de ciudadanos sorteados (que
sustituirá al Senado), que tendrán la responsabilidad de votar por ellas por mayoría absoluta
de votos. Los ciudadanos sorteados tendrán un mandato de un año y recibirán un salario. En la
fórmula de Sutherland, la presentación de propuestas debe ajustarse a los programas políticos
del partido, o los partidos, que obtuvieron representación política. Dado que los ganadores de
la elección no van a formar gobierno, sino simplemente a presentar propuestas ante la cámara
de ciudadanos sorteados, en el modelo de Sutherland resulta indispensable que el sistema
electoral sea lo más representativo posible, para que pueda reflejar adecuadamente las
preferencias del electorado en su conjunto. El sistema debe además permitir que los miembros
de la Cámara electa puedan reunirse con los miembros de la cámara de sorteados, para que
éstos puedan exponer sus argumentos por turno, de manera que los ciudadanos evalúen las
alternativas con mejor información. De tal manera que, aún cuando pudiera haber dos
espacios físicos reservados para cada cámara, también se necesitará de un espacio común en
el que ambas cámaras puedan reunirse a deliberar. La cámara de ciudadanos sorteados en
ningún caso podrá formalmente presentar propuestas, pero tendrá el monopolio del voto y
decidirá entre las alternativas que los partidos proponen. Podrá forzar un plenario en la
Cámara de Diputados cuando exista una propuesta que está siendo deliberadamente
retrasada, y tendrá el poder de diseñar y ajustar periódicamente los distritos electorales.
Una segunda propuesta, similar a la de Sutherland, es la desarrollada por Alex Zakaras (2010).
Zakaras propone sustituir la Cámara de Senadores de los Estados Unidos (o de cualquier
sistema que contenga un congreso bicameral) por una Cámara de ciudadanos sorteados.
Todos los adultos podrán ser sorteados, y recibirán un salario por ello (equivalente al doble de
los ingresos per cápita). Desempeñarán su función por un año y dos meses: los dos primeros
meses, se dedicarán simplemente a observar el funcionamiento de la cámara ciudadana
saliente, aprendiendo el tipo de labores que más tarde habrán de desempeñar. Los ciudadanos
27
Aunque los orígenes de esta idea pueden remontarse a Marsilio de Padua, que también concibió una división de tareas entre la
parte aristocrática de la sociedad, responsable de formular las propuestas, y el conjunto del pueblo, encargado de aprobarlas o
rechazarlas. En la misma línea, Rousseau consideró, en su Discurso sobre los fundamentos y orígenes de la desigualdad del
hombre, que en una república bien organizada todas las personas debían tener el derecho a participar en la legislación, pero sólo
los miembros elegidos debían tener el derecho a plantear propuestas de leyes. John Stuart Mill, en Consideraciones sobre el
Gobierno Representativo, tuvo en mente una Asamblea que funcionaría del mismo modo. La función del parlamento, según Mill,
no era iniciar legislación –esta tarea era delegada a una comisión especial- ni podía enmendar la legislación. Simplemente votaba
sí o no a las propuestas definidas por la comisión. Su función más importante era la de “arrojar luz de publicidad a los actos de
gobierno: obligar a una exposición completa y justificación sobre todos los argumentos y datos que cualquiera puede considerar
cuestionables” (Mill, Considerations on Representative Government: 58).
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que acepten el cargo no podrán volver a salir sorteados y tendrán prohibido participar en
elecciones durante un período de 5 años con posterioridad a su salida.
En la propuesta de Zakaras, el tamaño de la cámara dependerá del tamaño de la población28.
La Cámara ciudadana no podrá presentar propuestas de leyes, y sólo podrá evaluar las
aprobadas por la Cámara de representantes, deliberar sobre ellas, y aprobarlas o rechazarlas.
No podrá introducir enmiendas, sino que su función se limitará a devolver a la Cámara de
presentantes las propuestas rechazadas. También la Cámara ciudadana podrá, por mayoría de
votos, forzar a la Cámara de Representantes la votación en plenario de alguna propuesta de
ley que está siendo retenida en alguna comisión. Asimismo, la Cámara de sorteados tendrá a
su cargo el diseño y los ajustes periódicos de los distritos electorales tras la revelación de los
censos poblacionales. Para su funcionamiento interno, la Cámara debe nombrar, por azar,
comités especiales encargados de revisar y deliberar sobre leyes específicas en un período de
semanas o meses. Las recomendaciones de cada comité luego se someterán a voto en el
plenario, después de un proceso de deliberación conjunta, en el que podrán participar los
voceros de los partidos políticos.
Una tercera variante de este modelo “harringtoniano” de bicameralismo es la desarrollada por
Marcus Schmidt y reseñada por Magnus Hansen (véase Hansen, 2005: 54-55). Schmidt
propone, para Dinamarca, crear una Segunda Cámara “Electrónica” de 70.000 ciudadanos
sorteados cada año. Dado que Dinamarca posee 4 millones de habitantes, el número de
70.000 sería el mínimo necesario para que todos los ciudadanos desempeñen, alguna vez, esa
función, en el curso de una vida de duración promedio. A diferencia de la propuesta de
Sutherland, sin embargo, el elevado número de esa eventual Cámara Electrónica volvería muy
dificultosa la instrumentación de un proceso adecuado de deliberación e intercambio de
información entre los miembros electos y los sorteados. En vez de una Cámara deliberativa, se
trataría de una Cámara de agregación de votos electrónicos. Cada ciudadano sorteado recibiría
un salario mensual, y se le compensaría con un pequeño emolumento dinerario (o en la forma
de un crédito tributario) por cada voto que emitiera por vía digital o telefónica.
Finalmente, cabe mencionar una cuarta propuesta: la presentada por Anthony Barrett y Peter
Carter, del partido laborista, en 1998 –a la que denominaron “la solución Ateniense”, para
reformar el Parlamento británico. Dicha propuesta se ajusta, en lo esencial, al modelo
“harringtoniano”, en virtud del cual la Cámara de ciudadanos sorteados sólo tiene el poder de
rechazar las propuestas aprobadas por la Cámara de Representantes, sin poder de iniciativa
legislativa. En la propuesta de estos autores se introducen, no obstante, algunos matices
tendientes a reducir cualquier arbitrariedad de la Cámara ciudadana, exigiéndole a ésta que
haga una evaluación juiciosa en tres dimensiones: que evalúe la constitucionalidad de las
leyes, que evalúe si las propuestas se ajustan a los objetivos declarados por el gobierno, y que
evalúe la claridad en la redacción legislativa. Los autores proponen así abolir la Cámara de los
Lores, para dar paso a una cámara alta de ciudadanos sorteados, denominada “Cámara de
Pares” (Peers). Dicha Cámara, a diferencia de la actual Cámara de los Lores, tendrá las
siguientes atribuciones:
1) Podrá rechazar, por mayoría absoluta, las piezas de legislación que resulten contrarias
a los valores constitucionales.
28
Según parece, el tamaño de las asambleas en el mundo tiende a aproximarse a la raíz cúbica de la población total (véase
Vermeule, 2011), de manera que ese puede ser uno de los criterios a emplear para determinar en general el tamaño de una
asamblea de sorteados.
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2) Podrá rechazar, por mayoría absoluta, aquellas piezas de legislación que, a juicio de la
misma, no vayan a alcanzar los objetivos fijados por el gobierno, e insistir en que el
Gobierno reformule o bien sus objetivos, o bien la legislación.
3) Podrá rechazar, por mayoría absoluta, aquellas piezas de legislación que estén
redactadas en un lenguaje confuso, e insistir en que el gobierno mejore la claridad en
el lenguaje.
Barrett y Carter sugieren seleccionar a los miembros a través de un mecanismo aleatorio
segmentado por categorías. Una categoría de segmentación será la de género, y consistirá en
seleccionar por azar una mitad de mujeres y una mitad de hombres. La otra categoría
relevante será la regional. Por lo tanto, se propone dividir el conjunto de la población en
tantos subgrupos como regiones existan, y seleccionar en cada grupo por azar una mitad de
hombres y una mitad de mujeres29.
Los ciudadanos sorteados durarán 4 años en sus funciones, recibirán un salario, y no podrán
volver a salir sorteados en futuras ediciones. Las elecciones serán escalonadas, de manera que
cada año se escogerán 150 ciudadanos por azar. El sorteo estará dividido en dos fases. En una
primera fase, se escogerá un número elevado de ciudadanos sorteados, por ejemplo, 1.000
por cada región. De esos 1000, se les cursará una nota preguntándoles si desean formar parte
del sorteo. Aquellos que respondan afirmativamente, formarán parte de la lista de cada región
para los sorteos sucesivos. En una segunda fase, se llevarán a cabo los sorteos anuales de 150
ciudadanos por azar entre las distintas regiones. A los empleadores de aquellos ciudadanos
que salieran sorteados, se les pagará una compensación por los perjuicios que pudiera
ocasionarles la salida del trabajador.
Para su funcionamiento interno, la Cámara de Pares seleccionará, por cada pieza de
legislación, un “comité especial” de 71 miembros, que tendrá que deliberar y tomar una
decisión con arreglo a las atribuciones de la Cámara. Esos comités estarán apoyados, en sus
deliberaciones, por representantes de los partidos políticos (que no tendrán voto), y por
expertos independientes que podrán ser consultados a petición de los ciudadanos. Cada
comité someterá su decisión al plenario, en donde todos los miembros podrán oír los distintos
argumentos en competencia, y tomar una decisión común.
e) Asambleas unicamerales mixtas
Se ha recomendado también la creación de una Asamblea unicameral mixta, formada por
legisladores electos y ciudadanos sorteados (Peonidis, 2010). En una primera fase, se
confeccionará una lista de ciudadanos “sorteables”, de entre aquellos que hubiesen expresado
previamente su deseo de formar parte del sorteo y cumplan con los mismos requisitos que se
exigen para ser legislador. Adicionalmente, los ciudadanos deberán acreditar o jurar que no
están afiliados a ningún partido político.
Durante las elecciones legislativas, los ciudadanos podrán escoger entre dos opciones: a) votar
por una de las listas partidarias, o b) votar por el sorteo de ciudadanos. Una vez culminada la
elección, se calcula, del total de votos, el porcentaje de votos adjudicados al “sorteo de
ciudadanos”. El porcentaje de votos automáticamente se traslada al nivel de los escaños. De
tal manera que si hay un 20 por ciento de votos destinados al sorteo de ciudadanos, habrá un
29
Por ejemplo, si la nueva Cámara tiene 600 habitantes, como sugieren los autores, y Londres tiene el 10 por ciento de la
población total, entonces Londres deberá sortear 60 miembros, quince hombres y quince mujeres.
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20 por ciento de escaños que serán asignados por sorteo de entre la lista de sorteables. Esto
significa que el número de escaños sorteados es proporcional al número de votantes que han
decidido confiar en el sorteo de votos y no en la elección de candidatos. Una vez que se sabe el
número de escaños a sortear, se lleva a cabo el sorteo. Los legisladores sorteados durarán en
su cargo el mismo tiempo que los legisladores electos, y recibirán una remuneración
equivalente, y tendrán acceso a los mismos recursos. El sistema debe prever también
mecanismos de control de la labor de estos legisladores, como la revocación popular de
mandato, o el juicio político.
La propuesta de Peonidis tiene como elemento curioso el hecho de que el número de
legisladores sorteados varíe dependiendo de cuántos prefieren confiar su voto al sorteo. Cabe
la posibilidad, por muy remota que sea, que en contextos de crisis, una mayoría de la
población descontenta con los partidos políticos prefiera delegar el poder a legisladores
sorteados, en cuyo caso la formación del gobierno podría quedar en manos de una mayoría de
ciudadanos “a-partidarios”.
f) El “sorteo de votos” para la selección de representantes
Akhil Reed Amar en 1984, en el Yale Law Journal, propuso un nuevo modelo para la selección
de representantes, un modelo que combina el voto y el sorteo (Amar, 1984). Amar propone,
para los Estados Unidos, sustituir el actual modelo de mayoría relativa (plurality voting) para la
elección de representantes en cada distrito uninominal, por un sistema de “sorteo de votos”
(lottery-voting), en virtud del cual los electores emiten sus votos por los diferentes candidatos
de cada partido, tras lo cual se sortea uno de los votos emitidos. Ello equivale a decir, de
acuerdo con la ley estadística de los grandes números, que cada candidato tiene tanta
probabilidad de salir sorteado como porcentajes de votos haya recibido en cada distrito. A más
votos recibidos, más probabilidad de ganar el escaño legislativo. Si un candidato recibe un 60
por ciento de los votos, entonces tendrá una probabilidad de 0,6 de salir victorioso.
Aunque la propuesta de Amar va dirigida a reformar tanto el sistema electoral de la Cámara de
Diputados como la Cámara de Senadores, es posible también pensar en fórmulas mixtas, con
una Cámara de Diputados electa por sorteo de votos, y una cámara de Senadores electa por el
sistema tradicional. Asimismo, aunque la propuesta de Amar intenta abordar con inteligencia
algunos problemas del sistema electoral de los Estados Unidos (como la práctica perversa del
gerrymandering, y los efectos de los distritos uninominales en la infrarrepresentación de
minorías vulnerables), en principio nada obsta a que el sorteo de votos pueda ser usado en
sistemas electorales con distritos plurinominales de gran magnitud.
El cometido del sorteo de votos para la elección de representantes, según Amar, es el de
propiciar la representación proporcional de las minorías. En el actual sistema estadounidense,
dice Amar, las minorías suelen no acceder a la representación política. La ley de los grandes
números asegurará que, con independencia de quienes salgan electos en cada uno de los
distritos, la Asamblea reflejará casi con exactitud la distribución de votos de la población entre
los diferentes partidos políticos (Amar, 1984: 1293). Por ejemplo, en una Legislatura con 100
escaños, una minoría de candidatos que cuenten con el 5 por ciento de apoyo electoral,
recibirá entre 2 y 8 escaños legislativos30. A diferencia del actual sistema, el sorteo de votos
propiciará una Legislatura representativa de todas las preferencias ciudadanas. El resultado
30
Según el cálculo de probabilidades, si el partido controla el 5 por ciento de los votos en cada distrito, la probabilidad de que
reciba menos del 2 por ciento de los escaños en inferior a 0,04, y la probabilidad de que alcance más de 8 escaños es inferior a
0,06 (Amar, 1984: 1293).
Es sólo un borrador. Los comentarios son más que bienvenidos. Por favor, no citar.
será un sistema natural de “cuotas” representativas de las perspectivas más votadas por la
sociedad.
Estos efectos tendrán, naturalmente, un correlato en las candidaturas partidarias y, a la postre,
en el sistema de partidos: dado que cualquier candidato tiene probabilidades de salir sorteado
siempre que reciba al menos un voto, el sistema incentivará la proliferación de candidaturas
partidarias, y el tradicional sistema bipartidista americano se resquebrajará (Amar, 1984:
1296). El sistema propiciará el voto “ideológico” en detrimento del voto útil: las personas que
prefieren candidaturas minoritarias tendrán mayores incentivos para votar por ellas, dado
existe alguna probabilidad de que salgan sorteadas, por ínfimo que sea el apoyo el electoral.
En el contexto americano, el sistema asimismo tendrá efectos benéficos en la neutralización de
la perversa práctica del “gerrymandering” (la manipulación, por parte de un partido o grupo,
de las fronteras de los distritos electorales, para asegurarse una mayoría de electores en cada
uno de ellos). Dado que los escaños se adjudican por sorteo de votos, la ley de los grandes
números garantizará que el apoyo electoral de cada partido se traduzca en un porcentaje más
o menos equivalente de escaños, sin importar cómo se haya diseñado el distrito electoral en
cada caso. El resultado es que habrá menos incentivos para adulterar las fronteras de las
circunscripciones en provecho de uno u otro partido.
Finalmente, el sistema propiciaría la rotación de cargos, en detrimento de las actuales tasas
elevadas de reelección legislativa en una u otra cámara. En efecto, ningún legislador podrá
garantizar con certeza que saldrá reelecto en el futuro, por más apoyo electoral que tenga, y
por más buena que haya sido su gestión. A la larga, esto promoverá una mayor circulación de
las élites políticas.
Es verdad que los legisladores, tendrán, en promedio, una menor competencia, pero –dice
Amar- exhibirán una mayor cercanía con las necesidades reales de la sociedad. Además, todos
los grupos sabrán que tendrán su “día en el poder”, y esto con el tiempo permitirá la
integración política de los grupos que hoy están “fuera del sistema”. Más aún, dado que
ninguna mayoría tendrá la certeza de asegurarse el poder, esto incentivará un trato de respeto
hacia las minorías contendientes. La incertidumbre del resultado que introduce el sorteo de
votos induciría así a adoptar un comportamiento cívico (Amar, 1984: 1283).
g) El “Poder Popular”, una cuarta rama de poder
Ethan Leib (2004) ha desarrollado una propuesta novedosa, distinta a las anteriores, pero que
también busca combinar las elecciones con el uso de las loterías. Leib propone crear un
“cuarto” poder, denominado el “Poder Popular”, y que consistirá en una Asamblea de 535
ciudadanos seleccionados por azar. Los ciudadanos sorteados desempeñarán funciones por un
año, y recibirán un salario por ello. Dicha Asamblea tendrá el cometido fundamental de
“sustituir” a los mecanismos tradicionales de democracia directa, como el referéndum, para
dar paso a un sistema más deliberativo, en virtud del cual los ciudadanos sorteados podrán
formarse juicios razonados sobre las cuestiones que se les someterá a decisión. La agenda de
la Asamblea será definida bien a través de una iniciativa legislativa activada por un
determinado porcentaje de votantes, o bien por un planteo que le haga el Poder Ejecutivo o
Congreso. La decisión que tome el Poder Popular, en ambos casos, será vinculante y tendrá
fuerza de ley. También la Corte Suprema (o Tribunal Constitucional) podrá pedir opinión a la
Asamblea, pero en este caso sus decisiones sólo tendrán valor exhortativo. Con todo, para que
una decisión sea aprobada y tenga fuerza de ley, se requerirá una supermayoría. Las leyes así
aprobadas podrán no obstante ser vetadas por el Poder Ejecutivo, o por una supermayoría
Es sólo un borrador. Los comentarios son más que bienvenidos. Por favor, no citar.
equivalente del Congreso. También podrán ser declaradas inconstitucionales por la Corte
Suprema o Tribunal Constitucional.
Para su funcionamiento interno, el “Poder Popular” se dividirá en subgrupos o comités
pequeños que serán dirigidos por “moderadores”, los cuales discutirán por un período
determinado (dos o tres semanas) sobre qué decisión tomar. En sus deliberaciones, el Poder
Popular podrá cambiar la formulación de la pregunta cuando crea que está mal formulada o
induce al error. Los moderadores podrán convocar expertos y testigos, que presenten
evidencias y argumentos ante los comités. Pasado el período de debate en los comités, la
cuestión se someterá a votación en el plenario, previa exposición de argumentos a favor y en
contra. En todo momento, los partidos podrán influir enviando voceros a los comités y a el
plenario, delegados que tendrán voz pero no voto.
Existirá también un órgano administrativo, que podrá estar conformado por empleados
designados por los partidos políticos y por expertos independientes, que organizará eventos,
convocará expertos y políticos a los comités y al plenario, cuando sea necesario. Dicho órgano
llevará un registro de los debates más importantes del plenario, los cuales quedarán
publicados para su consulta en el futuro. Los argumentos vertidos en los debates tienen una
importancia significativa: servirán a los jueces de fuente de interpretación de las leyes y a los
burócratas de insumos para diseñar sus planes administrativos.
El Poder Popular se distingue tanto de los modelos “harringtonianos”, como del Tribuno del
Pueblo propuesto por McCormick. Con los primeros difiere en que aquí se trata de crear una
nueva rama de poder, y no una cámara legislativa que sustituya a la cámara alta de senadores
electos. A su vez, las diferencias con la propuesta de McCormick son notables: mientras que el
Tribuno del Pueblo excluye del sorteo a los más ricos de la sociedad, el “Poder Popular” intenta
ser una muestra representativa donde todos tengan cabida. Mientras el Tribuno del Pueblo
puede “convocar” un referéndum, el “Poder Popular” está llamado a “sustituir” la voz del
pueblo. Finalmente, mientras el Tribuno del Pueblo toma decisiones por mayoría, el Poder
Popular necesita de una supermayoría.
Una segunda variante de “Poder Popular” es la planteada por Kevin O’Leary (2006). O’Leary
propone seleccionar al azar, por cada uno de los 435 distritos electorales de Estados Unidos,
100 ciudadanos, que se reunirán dos o tres veces al mes a discutir las cuestiones más
relevantes que enfrenta el país, a cambio de los gastos básicos de transporte y alimentación.
Los miembros de estas asambleas durarán dos años en sus funciones. Antes y después de las
deliberaciones, se registrarán las preferencias de los ciudadanos, y los resultados se harán
oficiales. El cometido fundamental es informar de los resultados a las autoridades políticas (en
particular a los senadores y diputados de cada distrito), para que las preferencias ciudadanas
tengan alguna influencia política.
El conjunto de miembros de las 435 asambleas ciudadanas podrán discutir, en una especie de
asamblea virtual, las cuestiones nacionales más relevantes. Según O’ Leary, internet permitirá
que (¡las 43.500!) personas se conecten cara a cara para deliberar cotidianamente sobre los
asuntos más importantes. En una segunda fase, el sistema supondría la constitución de una
“Asamblea del Pueblo” virtual, que consistirá en la misma red de 43.500 ciudadanos, pero con
poder de voto. A diferencia del modelo de Leib, la Asamblea del Pueblo no actuaría en
sustitución de los referéndums. Esta “Asamblea del Pueblo” tendrá un comité administrativo,
formado por 100 ciudadanos sorteados del conjunto de las 435 asambleas distritales. Este
comité será el que definirá la agenda de la Asamblea. La Asamblea Popular tendrá como
atribuciones introducir propuestas legislativas en el Congreso (y en esto se distingue
notablemente de los modelos “harringtonianos”), y obligar al Congreso a tratar en el plenario
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alguna propuesta de ley pendiente de aprobación. Asimismo, la Asamblea virtual podrá vetar
las leyes aprobadas por mayoría de votos, veto que sólo podrá revertirse por una
supermayoría de 3/5 de la Cámara de Representantes o del Senado.
h) Los jurados constitucionales
Una corriente de autores ha sugerido la conveniencia de crear “jurados constitucionales”,
formados por ciudadanos sorteados, como un mecanismo revitalizador de la democracia. En
particular, dichos jurados constitucionales vendrían a dar una solución al problema de la
legitimidad de los modelos “robustos” de justicia constitucional. Existen dos propuestas
específicas en esta línea: la de Horacio Spector (2003: 331–4; 2009), y la de Eric Gosh (2010).
Spector propone crear un jurado de 36 a a 72 ciudadanos sorteados, que intervendrá en casos
concretos cuando los litigantes soliciten expresamente eludir el sistema normal de control
difuso de constitucionalidad. Esos jurados constitucionales tendrán la única competencia de
dirimir cuestiones constitucionales vinculadas a la violación de derechos, y no tendrán
autoridad para pronunciarse sobre conflictos de competencia ni sobre cuestiones
procedimentales. Sus veredictos se limitarán a anular la ley o norma que juzguen
inconstitucional, y esos veredictos no tendrán autoridad de precedente para casos futuros, ni
los jurados podrán desarrollar estándares doctrinales ni reglas interpretativas. Para Spector,
estos jurados deben no sólo tomar decisiones, sino hacer explícitas las razones que las
sustentan (Spector 2009: 120–2).
Al igual que Spector, Gosh propone la creación de una “Corte de Ciudadanos”, con la única
potestad de revisar la constitucionalidad de las normas en casos concretos sobre violaciones
de derechos. Gosh recomienda un jurado de 200 ciudadanos seleccionados aleatoriamente, de
entre aquellos que deseen participar. Para tomar decisiones vinculantes, se requerirá del 60
por ciento de los votos. Los casos a ser juzgados por esta Corte provendrán de las cortes de
apelaciones o cortes supremas, cuando los ciudadanos así lo soliciten. También la jurisdicción
podrá ser activada por otros jurados ciudadanos congregados especialmente para seleccionar
casos paradigmáticos, basados en las recomendaciones emitidas por paneles de jueces
seleccionados aleatoriamente. La Corte de Ciudadanos debe tener “el control de la agenda”,
esto es, debe contar con dispositivos adecuados (como el writ of certiorari) que le permitan
seleccionar aquellos casos más relevantes, pudiendo desechar sin argumentos aquellos que
considera insustanciales (Ghosh 2010: 347). Finalmente, las decisiones de la Corte podrán ser
revertidas por el Congreso o Parlamento, mediante una supermayoría del 60 por ciento de los
votos. El Congreso también podrá emplear preventivamente una especie de cláusula
notwithstanding, para blindar a las leyes de cualquier posible intento de declaración de
inconstitucionalidad en el futuro.
La idea rectora que sustenta la creación de “jurados constitucionales” es el hecho de que la
selección aleatoria garantiza el respeto a la igualdad política en la elección de cargos. Según
estos autores, la selección aleatoria se toma en serio la idea de que son los ciudadanos, en pie
de igualdad, quienes deben aprobar las leyes a las que quedan sujetos. Las Cortes
tradicionales, en cambio, no encarnan ese ideal en su constitución, ya que sus miembros,
además de menos numerosos, son escogidos de una manera indirecta por representantes
políticos, cuando no lo son directamente por instituciones no democráticas.
i) La demarquía, un modelo anarquista
Finalmente, una de las propuestas más radicales de uso de loterías ha sido avanzada por John
Burnheim (1999). No me voy a detener en ella, en especial porque su propuesta implica la
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abolición del Estado democrático tal como lo conocemos hoy en día, para dar paso a un
conjunto de comités funcionales, auto-seleccionados por sorteo, que tendrán a su cargo la
toma de decisiones en las distintas áreas y ámbitos de aplicación. La “demarquía” 31 (así llama
Burnheim a su sistema ideal de gobierno) se caracteriza por un largo grupo de comités que
serán “estadísticamente representativos” de aquellos que tienen un interés en sus decisiones
(2006: 104). El tipo de funciones en principio no está predeterminado, y habrá de surgir de los
acuerdos voluntarios entre ciudadanos afectados por algún problema o situación. Lo
importante es que cada comité tendrá a su cargo la toma de decisiones en un área o cuestión
funcional específica (desde el calentamiento global, seguridad ciudadana, hasta la
administración de guarderías infantiles), que no obstante es de esperar que tenga
ramificaciones o solapamientos con las áreas de competencia de otros comités. Los miembros
de los comités serán seleccionados por sorteo, de una lista de personas interesadas en
participar en ellos, y recibirán una remuneración.
La propuesta está plagada de dificultades, y aquí no tengo espacio para desarrollar todas las
objeciones. Sólo mencionaré aquella que, a mi juicio, resulta decisiva para rechazar la
propuesta. En la Demarquía no existe una autoridad central con poder coercitivo sobre el
conjunto de los comités. Los comités serían asociaciones voluntarias, sólo que formados por
ciudadanos sorteados que han querido participar en ellos. El problema de este esquema de
gobierno es que, dado que las decisiones colectivas son multidimensionales, lo más probable
es que la decisión de un comité termine afectando un área específica de responsabilidad de
otro comité, y que surjan desacuerdos entre asociaciones. ¿Cómo resolver los desacuerdos
entre comités, sino es creando una autoridad política final con autoridad coercitiva? Esta
dificultad plantea el problema clásico de cómo justificar la autoridad política en el marco del
desacuerdo, un problema que el anarquismo –concepción que, a la postre, inspira a la
Demarquía-, no sabe responder.
3131
El término Demarquía es tomado de Hayek (Law, Legislation and Liberty, 1973).
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Loterías en el nivel de los representantes
Propuestas
Órgano(s) de
ciudadanos
sorteados
“Cámara de
Ciudadanos”
Cámara de
ciudadanos (en
sustitución de
Diputados)
“Tribuno del
Pueblo”
Cuarta rama de
poder)
Modelos
“Harringtonianos”
“Poder Popular”
Asambleas
unicamerales
mixtas
Sorteo de votos
Cámara de
ciudadanos
sorteados (en
sustitución del
Senado)
Cuarta rama de
poder, que se
añade a la ya
existentes
Asamblea
Unicameral
(ciudadanos
pueden decidir
votar por partidos,
o por asignar
escaños por sorteo)
Cámara de
Diputados (aunque
también extensible
a Senadores)
Número de
participantes
Duración del
mandato
Requisitos para formar
parte del sorteo
435
2 años
51
1 año
100
1 año
Exclusiones:
Menores de edad
Incapaces
Condenados
Otras (¿analfabetos?)
Ingresos anuales
inferiores a un umbral
Ninguno
Proporcional al
tamaño de la
población
70.000
1 año y dos meses
Iniciar
leyes
Si
Convocar
referendums
No
Iniciar juicio
politico
Si
No
Sí
No
Ninguno
1 año
600
4 años
535
1 año
Asamblea
virtual de
43.500, más
435 asambleas
presenciales
locales de 100
miembros
sorteados
Número de
sorteados
variable
435,
seleccionados
por sorteo de
votos
Competencias
Vetar leyes y actos
Autores
Otras
Si (por mayoría absoluta)
Forzar un
pleno
No
No
Callenbach y
Phillips, 1984
Sí
Sí (por mayoría absoluta)
No
No
No
No
Sí (por mayoría asboluta)
Si
No
No
No
Si (por mayoría absoluta)
Sí
Ninguna
No
No
No
Si (por mayoría absoluta)
No
Diseñar
distritos
electorales
Diseñar los
distritos
electorales
No
McCormick,
2011
Sutherland,
2011
Requisitos para ser
jurados en juicios
Ninguno
No
No
No
No
No
No
No
No
No
No
2 años
Requisitos para ser
jurados
Sí
Sí
No
Sí (por mayoría absoluta),
pero en tres supuestos *
Sí, por supermayoría, y sólo
cuando lo solicite el
Congreso o se plantee una
iniciativa popular
Sí, por mayoría absoluta
(votación digital)
Schmidt,
2005
Barret y
Carter, 1998
Leib, 2004
Sí
No
O`Leary, 206
4 años
Requisitos para ser
legislador
Si
Sí
Sí
NA
NA
NA
Peonidis,
2010
2 años
Requisitos para ser
diputado
Sí
Sí
Si
Sí (vetar propuestas de
leyes de la Cámara de
Senadores, por mayoría de
votos)
No
No
Amar, 1984
Zakaras, 2010
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Propuestas
Órgano(s) de
ciudadanos
sorteados
Número de
participantes
Duración del
mandato
Requisitos para formar
parte del sorteo
Iniciar
leyes
No
Convocar
referendums
No
Iniciar juicio
politico
No
Competencias
Vetar leyes y actos
De 36 a 72
N.D
N.D
Si (sólo por
ciudadanos
inconstitucionalidad, por
sorteados
mayoría de votos)**
“Jurados
“Corte de
constitucionales”
Ciudadanos”
200
N.D
N.D
No
No
No
Si (sólo por
ciudadanos
inconstitucionalidad, por
sorteados
60% de votos)**
Indeterminado.
Indeterminado
Indeterminado
NA
NA
NA
NA
Red de comités
Demarquía
Sorteo entre
funcionales
voluntarios
*Esos supuestos son: evaluación de la constitucionalidad de las leyes, evaluación de la congruencia de las leyes con los objetivos declarados, y evaluación de la claridad en la redacción.
**Sólo en casos concretos de violaciones de derechos (acciones de amparo).
ND: no desarrollado
NA: no aplica
Autores
Forzar un
pleno
No
Otras
No
Spector, 2009
No
No
Gosh, 2010
NA
NA
Burnheim,
1999
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Una breve evaluación de los sistemas mixtos
Resulta difícil valorar en perspectiva comparada todos los modelos o propuestas desarrolladas,
en particular porque, salvando las experiencias cada vez más frecuentes de asambleas
consultivas, no contamos con evidencias empíricas de los efectos de cada modelo. Con todo,
voy a hacer algunas consideraciones puntuales. Según creo, la principal justificación del sorteo
reside en su capacidad para asegurar una igualdad de trato en la toma de decisiones
(neutralizando cualquier práctica corrupta), y en su capacidad para asegurar, cuando se lo
combina con un número amplio de participantes, una diversidad de perspectivas,
representaciones, herramientas heurísticas, y modelos predictivos.
En ese sentido, creo que a la propuesta de sufragio aleatorio de López Guerra (2011) es
vulnerable a varias objeciones. En primer lugar, su propuesta está sustentada en la
controvertida idea de que la muestra de electores “representará” efectivamente todos los
rasgos, actitudes, perspectivas, identidades, valores y preferencias relevantes de la población
general. Aunque puede ser una idea atendible, creo que hay objeciones razonables para
rechazar este esquema. En primer lugar, siempre habrá ciudadanos razonables que se negarán
a aceptar que sus rasgos, valores, perspectivas, identidades y preferencias puedan estar
debidamente representadas por obra del azar. La segunda debilidad es el hecho de que, al ser
una muestra reducida de la población, los factores reales de poder tendrán una mayor
capacidad para influir de manera indebida en las voluntades de los votantes. Cabe esperar que
las acusaciones de corrupción y compra de votos sean moneda corriente en dicho sistema.
La propuesta de asignación aleatoria de distritos electorales (Rehfeld, 2005), por su parte,
tiene la debilidad de que no garantiza una debida diversidad cognitiva en la representación
política. Dado que cada distrito electoral se transformará, por obra del azar, en una muestra de
la población general, cabe esperar que en cada distrito electoral una mayoría de ciudadanos
escoja a unos candidatos con unos rasgos y perspectivas similares. Cada distrito será diverso
en el plano del electorado, pero escogerá unos representantes homogéneos (Landemore,
2012). Es verdad que el esquema favorece la adopción de perspectivas preocupadas por el
bien general, pero ese cometido podría alcanzarse por otras vías (por ejemplo, sistemas
electorales más proporcionales) que también producen una mejora en la diversidad cognitiva.
Los jurados de control ciudadano (Dellanoi et al, 2012) y las asambleas de ciudadanos
sorteados puntuales, con todas sus variantes, son mecanismos dignos de elogio, y sin duda han
llegado para quedarse. Sin embargo, sus virtudes no residen, como sostiene Fishkin y muchos
seguidores, en el hecho de que representan una voluntad general hipotética o contra fáctica.
Ninguna asamblea de sorteados puede reclamar con suficiente fuerza moral esa pretensión. La
virtud de las mismas reside, en cambio, en su capacidad para propiciar una deliberación
informada, asegurar la igualdad de trato en la selección de participantes, neutralizar la
influencia corruptora de los factores de poder, y promover, con los debidos recaudos, la
diversidad cognitiva en la toma de decisiones. Sin embargo, el carácter ocasional y esporádico
de las mismas, así como el hecho de que suelen ser activadas por las mismas élites, aborta
cualquier esperanza de ver en ellas un mecanismo verdaderamente efectivo del cambio social
en aras de una sociedad más justa.
En cuanto al uso del sorteo para la elección de representantes políticos, me atrevo a decir que
ni los modelos –aquí denominados- “Harringtonianos”, ni las propuestas que proponen crear
una cuarta rama de poder, ni el Tribuno del Pueblo, resultan justificables. El “Tribuno del
Pueblo” presenta dificultades teóricas y prácticas. La dificultad teórica radica en que, si lo que
importa es potenciar la diversidad cognitiva para la solución de problemas comunes, entonces
resulta cognitivamente empobrecedor garantizar el acceso a la representación sólo en función
de una de las dimensiones en torno a las cuales las personas pueden diferir (su clase social o
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nivel de ingresos). En todo caso, si lo que McCormick quiere es asegurar la representación de
las clases bajas, en una sociedad muy desigual, el azar ya se encargará de asegurar la
representación de una mayoría abrumadora de personas pertenecientes a las clases más
desventajadas, y sin necesidad de excluir formalmente a nadie (una circunstancia que puede
generar aún más divisiones, al congelar las identidades de las personas). En cuanto a sus
dificultades prácticas, resulta dudosa la plausibilidad de instalar un actor de veto más dentro
de un sistema político como el de Estados Unidos que adolece de múltiples puntos de veto y es
propenso a la parálisis.
Los modelos “harringtonianos” presentan la dificultad de que no permiten que la cámara de
ciudadanos sorteados pueda presentar propuestas de leyes, ni introducir enmiendas, sino
simplemente rechazar o aprobar los textos aprobados por la Cámara alta. Esta prohibición está
sustentada en el argumento, de raíz epistocrática, de que los ciudadanos comunes son
incompetentes para “idear” o elaborar propuestas de acción, pero en cambio sí son aptos para
valorar las recetas elaboradas por los expertos32. Este argumento contradice la misma idea de
que la diversidad cognitiva es apropiada para la “solución de problemas prácticos”. Si creemos
que una de las virtudes de la selección aleatoria es la de que asegura una adecuada diversidad
cognitiva, entonces deberíamos pensar que los así seleccionados deberían estar pertrechados
de facultades para presentar propuestas innovadoras a la solución de los problemas colectivos.
Una propuesta modesta
Por todas estas razones creo que el mejor sistema mixto sería aquel que combina una cámara
de diputados elegidos, con una cámara de ciudadanos sorteados, con poder de iniciativa
legislativa y poder de veto, y con un mandato legislativo de 4 o 5 años, para cada ciudadano.
Los ciudadanos serán sorteados de entre todos aquellos votantes que hubieran expresado su
deseo de participar. Este requisito, por supuesto, introduce un sesgo de auto-selección en la
muestra, pero ese sesgo queda contrarrestado con los beneficios epistémicos que acarrea una
motivación más poderosa. Por demás, vuelvo a insistir que el cometido no es el de asegurar
una representación exacta del electorado para inferir una voluntad general hipotética, sino
meramente el de propiciar, tanto como sea posible, y dentro de los límites prácticos que
permita la deliberación, una diversidad cognitiva adecuada.
Con todo, creo que existen buenas razones para atribuir a la Cámara de ciudadanos sorteados
una posición subordinada a la Cámara de representantes electos. Dicha Cámara podría vetar,
mediante voto secreto33, y por mayoría absoluta de votos de los miembros, las propuestas de
la Cámara de representantes, pero la Cámara de representantes podría hacer prevalecer su
postura con sólo volver a aprobar la propuesta original por mayoría absoluta de los miembros.
En caso de que la Cámara de ciudadanos ejerza un veto con los dos tercios de los votos en su
veto, la Cámara de representantes sólo podría volver a insistir con su propuesta original con la
misma supermayoría. Si la Cámara de ciudadanos no se pronuncia en un plazo determinado, la
propuesta se entiende por aprobada. Mi propuesta plantea, por lo tanto, un régimen de
aprobación ficta.
La Cámara de ciudadanos podría introducir propuestas de leyes, que deberían de ser
aprobadas por mayoría absoluta de sus miembros presentes. Estas propuestas, sin embargo,
no necesitan ser rechazada expresamente por la Cámara de Representantes, en caso de que
ésta esté en desacuerdo con la mayoría de ciudadanos sorteados. Si pasado un plazo ésta
Cámara no se pronuncia sobre la misma, la propuesta caduca.
32
Para una discusión interesante sobre este punto, véase Gat (2010) y Zakaras (2010b).
El voto secreto es para evitar que los grupos de lobby puedan ejercer influencia efectiva en el voto de los ciudadanos, ya que no
podrán controlar si cumplen o no con sus requerimientos. En el caso de los legisladores el voto secreto deja de tener sentido,
porque han sido elegido para avanzar un programa específico, que los ciudadanos deben tener derecho a fiscalizar. Por eso las
decisiones de los legisladores deben ser públicas y están sometidas a la rendición de cuentas electoral.
33
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Entiendo que un sistema como este es el que mejores credenciales tiene para mejorar
legitimidad del sistema en su conjunto, introduciendo un vector epistémico en la toma de
decisiones políticas. Su fuerza principal reside en el carácter epistémico que trae aparejada la
diversidad cognitiva y de manera complementaria en la igualdad de trato que el sorteo
garantiza en la elección de representantes.
Conclusiones
En este capítulo he ofrecido una justificación de los sistemas políticos mixtos, que combinan
las elecciones populares con el sorteo. Según hemos visto, el uso del sorteo para la elección de
representantes ha sido muy resistido por el pensamiento conservador, en virtud de que se
supone que impide que sean las razones adecuadas (en particular, el mérito) influyan
efectivamente en la designación de cargos. Rousseau ofreció una primera línea de justificación
argumentando que el sorteo resultaba apropiado para seleccionar funciones gubernamentales
para los que todos los ciudadanos son igual de competentes. Según sostuve, resulta muy difícil,
en las sociedades modernas, sostener la igualdad de competencia en un contexto de creciente
complejidad en todos los ámbitos de acción colectiva. Una segunda línea de justificación apela
a la idea de asegurar una representación descriptiva adecuada en la Legislatura, de la que
pueda inferirse una voluntad general hipotética. Sostuve, en primer lugar, que ese argumento
es incapaz de dar una respuesta adecuada a las dudas razonables que plantean aquellas
personas que se consideran seres humanos únicos e irrepetibles. En segundo lugar, argumenté
que la tesis de la voluntad general hipotética está sustentada en premisas endebles. En
particular, la idea de que los sorteados adoptarán las perspectivas adecuadas, referentes al
bienestar de otros, fracasa por una cuestión de incentivos: el sorteo no adjudica el cargo a
aquellos que prometen mejorar el bienestar de otros, ni permite castigar a quienes no
cumplen con sus promesas. Si la tesis de la voluntad general hipotética fuera válida, entonces
no habría razones para resistirse a la propuesta de instalar una única asamblea de sorteados
unicameral, decisora y permanente.
Argumenté que la línea de justificación más promisoria de un sistema mixto reside en el
potencial epistémico que acarrea la diversidad cognitiva en la solución de problemas prácticos
y la formulación de predicciones (Hong y Page, 2004, Landemore, 2012, 2013). En tanto que la
diversidad cognitiva a veces es más importante que la competencia en la solución de
problemas prácticos, e igual de importante en la formulación de predicciones, tiene sentido
concebir un esquema de gobierno en la que ambas cualidades, la competencia y la diversidad
cognitiva, estén maximizadas. Es así como llegamos a la justificación de un sistema mixto de
elección popular, encaminado a escoger los más competentes a los ojos de los votantes, y el
sorteo de representantes, dirigido a asegurar una representación descriptiva adecuada capaz
de propiciar la diversidad de perspectivas, interpretaciones, modelos heurísticos y predictivos
compatible con una adecuada deliberación.
Finalmente, describí una gran variedad de propuestas de sistemas mixtos, que proponen el uso
del sorteo para diversos cometidos. En esa línea, distinguí entre la aplicación del sorteo en el
nivel del electorado, y la aplicación del sorteo para la selección directa de representantes. En
cada categoría desarrollé diversas propuestas diseñadas para mejorar o perfeccionar las
democracias contemporáneas. En líneas generales puede decirse que las asambleas de
ciudadanos sorteados puntuales y consultivas comportan experiencias muy valiosas en
términos de legitimidad democrática, que merecen ser reproducidas en todas las democracias.
Sin embargo, su carácter consultivo, ocasional y esporádico, limita la potencialidad de las
mismas como motor de cambio social. En cuanto al uso del sorteo para la selección directa de
representantes, he argumentado que las propuestas que conciben una cámara de ciudadanos
sorteados con facultades limitadas a aprobar o vetar las propuestas elaboradas por la Cámara
de legisladores electores, se contradice con las mismas bases epistémicas que justifican el
sorteo en primer lugar para la elección de representantes: propiciar la diversidad cognitiva
para mejorar la solución de problemas comunes mediante la introducción de propuestas
innovadoras. En base a esta idea, he resumido en líneas generales aquel sistema mixto de
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sorteo y elección popular que, según creo, maximiza tanto la competencia como la diversidad
cognitiva dentro del sistema político.
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