Capirato en la historia de Sinaloa Rigoberto Jiménez Lauren1 En los tiempos donde la vida humana transcurría lentamente en el espacio nativo oculto a la mirada del español destructor, cuando el hombre libremente deambulaba por las faldas de la Sierra Madre Occidental y las riberas del Río Humaya, al nordeste de lo que ayer se conocía como la Villa de Culiacán, y a catorce leguas de ahí, se encontraban unos asentamientos humanos conocidos como los indios de capirato y, a una legua hacia el poniente, estaba el otro pueblo llamado los indios de comanito. Ambos pueblos formaban parte de la gran nación indígena Tebaca.2 Esta nación se asentaba en los márgenes del río Humaya, ocupando parte de los territorios de lo que hoy son los municipios de Culiacán, Badiraguato y Mocorito. Los indígenas de esta nación eran “buenos cazadores, bien proporcionados y se alimentaban de la caza y pescando en el río. En las vegas de los ríos cultivaban maíz, frijol, calabaza y hacían comercio con sus vecinos los Thaues, por ser menos belicosos que las demás naciones costeras”.3 Los indios de capirato y comanito lo hacían en las riveras de dos caudalosos arroyos que pasaban por las orillas de sus pueblos, mismos que irrigaban grandes extensiones de tierras que producian grandes cosechas de maíz y frijol cada año; en diferentes temporadas del año se dedicaban a la recolección de frutas, dada las condiciones naturales de humedad que se presentaban en esos lugares. Los pueblos de Capirato y Comanito se asentaban en las faldas de los cerros en donde se inicia la Sierra Madre Occidental y que colindan con el valle. Este valle se localiza desde ahí hasta las costas del océano Pacífico, formando un espacio vacío, en donde posteriormente los españoles desarrollarían procesos demográficos, económicos, sociales y políticos en torno a la apropiación y concentración de la tierra. –––––––––––––– 1 Egresado de la Maestría en Historia-UAS. Laura A. Tostado Alarcón, “Época prehispánica”, en Antonio Nakayama, Crónicas de Culiacán, Culiacán, IICH-UAS, 1981, p. 178. 3 Aristeo Zavala, Sinaloa en el siglo XVI, Culiacán, UAS, 1981. 2 Clío, 2002, Nueva Época, vol. 1, núm. 27 112 El modo de vida de estos pueblos terminó violentamente en el año de 1531, cuando Nuño Beltrán de Guzmán4 apareció en estas tierras con un numeroso ejército, en su mayoría indígenas de otros lugares (se presume que eran tlaxcaltecas), e inició un proceso de conquista desalmado. De este modo, los indígenas de esta región caen primero en la esclavitud y después en el sistema de encomienda, que consistía en que “encomendaba cierto número de indígenas a un español para que percibiera de ellos un tributo y la prestación de limitados servicios personales”.5 A finales de las dos últimas décadas del siglo XVI ya habían sido sometidos físicamente, pero no en su cosmovisión6 del mundo y del hombre. El conquistador descubre que el indígena tenía una enorme capacidad de entendimiento y comunicación a través de los símbolos y un gran espíritu religioso, que le permitía conocer el ir y venir del tiempo, de la vida y el mundo. Este descubrimiento hizo suponer al conquistador que si conquistaba el espíritu del indígena no sólo le conquistaría el cuerpo, sino su destino de manera definitiva. Por ello hicieron venir a los curas de diferentes corrientes integrantes de la religión católica. El gobernador de la Nueva Vizcaya conocedor de la persistencia de la resistencia indígena al mandato español, dispuso en el año de 1591 “previo acuerdo con el virrey Don Luis de Velasco y del superior provincial de la Compañía de Jesús”7 comisionar a los padres jesuitas Gonzalo de Tapia y Martín Pérez para evangelizar la región de Sinaloa. “Los religiosos franquearon la Sierra Madre Occidental en el mes de mayo de ese mismo año, entrando por Acaponeta, Nayarit, y pasando por Culiacán llegaron al sitio (Villa de San Felipe y Santiago de Sinaloa) el día seis de junio del mismo año y fundaron su primera edificación”.8 A partir de esta fecha, los jesuitas desplegaron su accionar en todos los asentamientos humanos donde predominaba la influencia de español. –––––––––––––– 4 Eustaquio Buelna, Compendio histórico, geográfico y estadístico del Estado de Sinaloa (2a edición facsimilar), Culiacán, Editorial Culiacán, 1978, p. 25; y Laura A. Tostado Alarcón, apoyándose en Aristeo Zavala, nos explica que Nuño de Guzmán, después de fundar la Villa de Culiacán en el año de 1531, explora todo el río de Culiacán en su parte baja y en la parte alta del río Humaya y Culiacán, quemó poblados y herró a sus moradores, p.180. 5 Sergio Ortega Noriega, Un ensayo de historia regional: El Noroeste de México 15301880, México, IIH-UNAM, 1993, p. 40. 6 Ricardo Pozas e Isabel H. de Pozas, Los indios en las clases sociales de México, México, Siglo XXI, 1992. 7 Ortega Noriega, Un ensayo de historia…, p. 52. 8 María Eugenia Cué Navarro, “Rutas de las misiones” en México Desconocido, núm. 17, México, 1994, p.17. Clío, 2002, Nueva Época, vol. 1, núm. 27 113 En 15949 llegaron a San Juan de Capirato (Capirato pueblo) los misioneros jesuitas Hernando De Santarén y Pedro Méndez procedentes de la Villa de Culiacán; su destino era la Villa de Sinaloa, en donde los esperaba el padre Tapia para incorporarse a las misiones por él fundadas. El 13 de julio, día de llegada de estos jesuitas, una vez que descasaron del viaje, continuaron su camino y al “pasar por la propiedad del Capitán Gaspar Osorio ... se enteraron de que el padre Tapia había sido asesinado por los indios. La noticia los dejó rígidos y se volvieron a San Juan de Capirato a rezar en silencio en el coro de la iglesia”10. Varios días pasaron en este pueblo antes de poder continuar su camino. Cinco años más tarde, Hernando de Santaren11 fue el encargado de organizar el rectorado Jesuita en el Noroeste. Entre los pueblos a donde llevó el espíritu de las misiones jesuitasse encuentran Alicama, Santa Cruz, Badiraguato, Yacobito, San Juan de Capirato, Comanito, Navito. A estos pueblos se les identifica como pueblos de misión. En la primera década del siglo XVII, la gran Nación Indígena Tebaca había sido ya conquistada no sólo físicamente, sino también espiritualmente por el español. Don Lázaro de Arregui nos dice que en 1607: Todos tendrán 256 tributarios y mas de 400 indios, que no tributan por ser nuevos, serranos y apartados de la comunicación de los españoles – que más de 200 fue yo padrino en el año 1607 que los bautizó el padre Florián de Ayerve de la Compañía de Jesús, fundador de la misión de Atotonilco- y toda esta gente es menos ladina que la atrás nombrada.12 En los tiempos coloniales, la jurisdicción de Capirato pertenecía a la Provincia de Culiacán y se localizaba entre el río Humaya y el río Mocorito, entre la Sierra Madre Occidental y el Mar de Cortés, en una superficie territorial aproximadamente de 800 leguas cuadradas (3352 km cuadrados). En este espacio, a mediados del siglo XVII, con una densidad poblacional de 15 a 20 habitantes por kilómetro cuadrado,13 aparecen los primeros núcleos poblacionales en forma de ranchos, entre los que destacan el Platanar, Moholo Viejo, la Calera, la Majada, Palos Blancos, las Cabezas así como dos sitio de –––––––––––––– 9 Pablo Lizárraga Arámburo, El camino de los libros: algo más sobre Navito, Quilá, Tacuichamona y Capirato, Culiacán, La Crónica de Culiacán, 1999, p. 119. 10 Ibíd., p.120. 11 Cué Navarro, “Rutas de las misiones…”, p.17. 12 Domingo Lázaro de Arregui, Descripción de la Nueva Galicia, Guadalajara, Gobierno de Jalisco, 1980, p. 148. En esta cita, Arregui se refiere a los indígenas de la Nación Tahue, ubicada en la jurisdicción de la Villa de Culiacán. 13 Ortega Noriega, Un ensayo de Historia…, p. 31. Clío, 2002, Nueva Época, vol. 1, núm. 27 114 ganado mayor14 propiedad de don Thomas Cabanillas en el lugar llamado los Pericos, a una distancia de dos leguas de San Juan Capirato en dirección al Mar de Cortés. Este señor, además, era poseedor de 18 caballerías de tierra15 aun no identificado con exactitud estas posesiones en la jurisdicción de Capirato. Todo esto representa el despegue de la formación del latifundio así como la formación de la clase terrateniente en esta región, representadas por las familias de don Diego Amarillas, de don Melchor Ramírez y de don Melchor Cabanillas. No existe el dato de cuando muere un Thomas Cabanillas, pero su hijo don Miguel de Castillo y Cabanillas residente en la Villa de Culiacán desde la década de 1740, inició el proceso de legalización de sus tierras en los tribunales de la Villa de San Miguel provincia de Culiacán, y después los continúa en Guadalajara. En 1769, arrendó sus extensas propiedades a don Francisco Peiro y Gramón. La misión de la Iglesia Católica y, en particular, de los jesuitas de la Compañía de Jesús, fue determinante en el proceso de colonización de esta región. Agrupaba a los indios y los inducían a trabajar sistemáticamente en la agricultura, la ganadería y en la obediencia a sus patrones y los designios de Dios. En 1765, en la subregión sur (del río Cañas al río Mocorito) sólo había quince parroquias,16 siendo una de ellas la de Capirato, la cual comprende desde la Villa de Culiacán al rancho de la Jurisdicción (a cinco leguas al norte de San Juan de Capirato) y desde la jurisdicción de Badiraguato hasta Chinitos (hoy ejido de la municipalidad de Angostura), estando la sede del poder político y religioso en San Juan de Capirato. Aquí se construyó un majestuoso templo, con un cura de planta y en excelentes condiciones materiales.. Don Pablo Lizárraga Arámburo nos dice con respecto del templo: Tenemos muy buenos templos de ese siglo como los de Mocorito, Copala, San Sebastián y el reconstruido del Rosario: hay otros Más grandes del siglo pasado como las catedrales de Culiacán y Mazatlán, pero al de Capirato en majestuosidad no le llegan. Es en verdad imponente, muy impresionante sus grandes canteras labradas y sus estilos, mezcla del gótico tardío con el –––––––––––––– 14 Un sitio de ganado mayor es una extensión territorial que ampara 25 millones de varas cuadradas, equivalente a 17 millones 556 mil 100 metros cuadrados. Cada vara equivale a 0.835 metros. Este dato se encuentra en Francisco de Solano, Cedulario de tierras: compilación de legislación agraria colonial, 1497-1820, México, UNAM, 1984, p. 38. 15 Ibíd., p. 38. (Una caballería de tierra equivalía a 472 mil 953 metros cuadrados). 16 Ortega Noriega, Un ensayo de Historia…, p. 93. Clío, 2002, Nueva Época, vol. 1, núm. 27 115 barroco, agradablemente combinado con sencillez. Estando en su interior, uno se siente transportado a otros lugares y épocas.17 San Juan de Capirato es uno de los pueblos con mayor presencia colonial en la región del noroeste, y no obstante que el español tenía el control de la voluntad de los indígenas y el dominio de toda su jurisdicción, a este pueblo siempre se le ha considerado “pueblo de indios”. Don Pablo Lizárraga nos dice al respecto: San Juan de Capirato, que así lo nombran los manuscritos coloniales y hablan tanto de sus cerros volcánicos y de los ranchos a su alrededor, fue considerado como tantos otros como Pueblos de Indios y aun cuando en él vivían blancos, la autoridades que nombran alcalde, siempre era un indio según se acostumbró en todo el Estado y en los pueblos grandes con blancos e indios, había dos alcaldes, el hispano y el indígena, caso Mocorito, y en aquellos de fundación puramente español como Culiacán, San Sebastián... el alcalde era un español...18 La demostración de esta aseveración, –que nos habla del papel que el blanco le otorgaba al indio, es significativo en la configuración de este espacio poblacional y de la sujeción política del indio a los dictados de las normas y voluntades de los blancos– la hace con base en unos viejos papeles fechados en 1771 (no menciona fuentes), referentes a unos deslindes de terrenos rústicos: En atención de haber citado a los indios del pueblo de Capirato- que está al poniente del respecto a éste de el Platanar-, y estos haber comparecido con su Alcalde Felipe Jacobo, el Teniente Nicolás Reátiga, Juan De Dios Reátiga, Clemente y Manuel... Nada más que los Reátiga eran mestizos o criollos puesto que tenían apellidos y los indios no... ...y reconocido y deslindado del pueblo de Capirato que se pusieron por los mismos naturales en una loma zacatosa y pedregosa que llamaban La Mesa de las Cruces, en donde se amontonaban muchas piedras Y se puso una cruz por división y lindero de esta tierra de el Platanar y (del) pueblo de Capirato quedando conformes una y otra parte…19 En esta fecha, 1771, se ponía de manifiesto un conflicto agrario cuyo resultado vino a cambiar los destinos de la vida del pueblo de San Juan de Capirato y de las rancherías existentes en su jurisdicción: el conflicto entre el –––––––––––––– 17 Lizárraga Arámburo, El camino de los libros…, pp. 116-117. Ibíd., p. 120. 19 Ibíd., pp. 121-122. 18 Clío, 2002, Nueva Época, vol. 1, núm. 27 116 propietario de las extensas tierras ubicada en el punto geográfico llamado los Pericos, don Miguel del Castillo y Cabanillas y el arrendatario de esa tierra don Francisco Peiro y Gramón quién manifestaba la intención de quedarse con dichas tierras. En los inicios de la década de 1770, don Miguel del Castillo aceleró el procedimiento de legalización de sus propiedades en el máximo tribunal agrario instalado en la ciudad de Guadalajara, Jalisco: Real Sala de Justicia Virreinal. En 1773, la propiedad en conflicto quedaba comprendida “de oriente a poniente desde una mohonera que deslinda la tierra del pueblo de Comanito en un puesto que se llamaba la Higuerita hasta un monte firme que llamaban el Barazón hacia la entrada de Chichimento, y del norte al sur desde un arroyo que deslinda las tierras de Joroguaruto [posiblemente Vitaruto] hasta el puesto nombrado la cabezas que esta al sur, adelante del arroyo que llamaban de capirato, como un cuarto de legua poco más, y desde otro puesto para adelante siguen las tierras de don Diego Amarillas”20. Esta propiedad contaba estaba una población con cría de ganado mayor, mulada y caballada, casa, corrales, gentes de servicio y quién gobernaba y mandaba en ella era don Miguel del Castillo ante de arrendarla a don Francisco Peiro. Al parecer, el reclamo no prosperó y don Francisco Peiro de esta fecha a 1820 se forma una de las haciendas más prosperas de la región. Esta hacienda se convierte en polo de desarrollo demográfico, económico y social, dando lugar a la formación de dos tiempos históricos, conocidos como Capirato de los altos y Capirato del valle (1769- 1929) y Mocorito de los altos –norte– y Mocorito del valle –sur– (1929 hasta la actualidad). En ambos tiempos ha sido el valle de Capirato (sur) y el sur de Mocorito donde se ha dado la concentración de la población y el crecimiento económico. La Hacienda es también la formadora de la familia aristocrática en esta región. Los verdaderos dueños de las haciendas no eran propiamente los individuos, sino mas bien las familias y los linajes,21 es decir, las propiedades o posesiones estaban bajo el régimen del mayorazgo,22 autorizado desde el año de 1550 por las autoridades reales de la Nueva España, en donde se establecía que un propietario, aun teniendo título, no podía disponer libremente de sus tierras si no contaba con la autorización de la familia. –––––––––––––– 20 Archivo de Instrumentos Públicos del Gobierno del Estado de Jalisco, ramo de Tierras, año 1773. 21 Francois Chevalier, La formación de los latifundios en México: Tierra y sociedad en los siglos XVI y XVII, México, FCE, 1982, p. 362. 22 Ibíd., pp. 362 y 363. Clío, 2002, Nueva Época, vol. 1, núm. 27 117 En 1767, el matrimonio formado por Francisco Peiro y Gramón oriundo del reino de Aragón, España, y doña Josefa Pérez, oriunda del pueblo San Juan de Capirato, unieron sus bienes para arrendar las posesiones de don Miguel Del Castillo y Cabanillas y posteriormente posesionarse definitivamente de éstas y fundar la hacienda Nuestra Señora de las Angustias. En el año de 1795 fallece doña Josefa Pérez y deja cuatro hijos de nombre Francisco, José Nieves, Juana y Jesús y así también deja la disposición de construir una capilla, bautizada con el mismo nombre de la hacienda en el asentamiento de ésta, los Pericos. Este templo, un poco más pequeño que el San Juan de Capirato se construyo a partir del año de 1795 y se terminó en el año de 1802. Al poco tiempo de morir doña Josefa, don Francisco Peiro contrae nuevas Nupcias con doña Ascención Pérez, vecina de San Benito de la jurisdicción de Sinaloa. Doña Ascención introdujo al matrimonio cuantiosos bienes con lo que hizo crecer las riquezas de la hacienda. En este matrimonio procrearon seis hijos: Estanislao, Domingo, Máximo, Gumesinda, Ilaria y Anastacio. La fortuna23 de esta familia en la segunda década del siglo XIX, ascendía a 24 mil 960 pesos. Poseía grandes extensiones de tierras dedicadas a la práctica de la agricultura y la ganadería y era propietario de cuantiosos créditos de hacendados ubicados en las jurisdicciones de Badiraguato, Mocorito. En Bacubirito era propietario de los créditos de don Juan Manuel Sepúlveda, en la hacienda de la Sauceda, de los créditos de don Juan Pescador, y en el comercio que sostenía en la Villa de Culiacán, a través de don Pedro Uriarte, y con la ciudad de México a través de los señores don Marco de Palacio y de don Felipe López Negrete. Incluso sus bienes llegaron a colocarse hasta Zacatecas, así como en España, reino donde tenía sus orígenes sanguíneos. Al morir don Francisco Peiro, en el año de 1820, la familia Peiro Pérez va a ser dirigida por don Estanislao Peiro Pérez, hijo primogénito del segundo matrimonio, quien siguiendo las tradiciones y costumbres de sus antecesores –––––––––––––– 23 Copia de escritura pública de División y partición de bienes de don Francisco Peiro y Gramón / Archivo Histórico del Gobierno del Estado de Jalisco. Clío, 2002, Nueva Época, vol. 1, núm. 27 118 de asumir en toda su magnitud el mayorazgo24 y de perpetuar el linaje (clase y categoría de raza) de su familia, hace crecer inmensamente la fortuna de la familia durante las siguientes cuatro décadas, a través de la ampliación de los enlaces comerciales en diferentes villas de Sinaloa y del país. En 1869, después de la muerte de don Estanislao Peiro, sus descendientes don Inés y don Melecio Peiro, siguiendo la tradición familiar y el ejemplo de su padre, decidieron organizar los bienes de la familia y darle un sustento que estableciera las bases de un desarrollo empresarial. En esta perspectiva crearon la primera empresa dedicada a los negocios agrícolas, ganaderos, comerciales, pero, sobre todo, una empresa dedicada a la producción del aguardiente derivado del mezcal. La razón social de esta empresa se denomino “Sociedad Peiro Hermanos” A finales del periodo histórico conocido como La Restauración del Estado de Sinaloa (1867-1877), cuando la agricultura sinaloense era calificada como atrasada por don Eustaquio Buelna debido a que “la gente de escasos recursos económicos se interesaban en la agricultura y los ricos preferían invertir en la minería o el comercio”,25 en Pericos la plantación del mezcal, planta “semejante la del maguey, a cuyo plantío se destinaban los terrenos más áridos y aun pedregosos, impropios para otras plantas, sacándose de él la bebida espirituosa que lleva el mismo nombre, la cual generalmente ha reemplazado a las demás bebidas del mismo género por la pureza de su extracción, por sus virtudes higiénicas, y porque no deja consecuencias desagradables en la cabeza y el estomago”,26 se extendía en las tierras que formaban los ranchos establecidos en la demarcación de Capirato y en tierras de buena calidad de la hacienda Peiro, constituyéndose en la materia prima de enorme producción de aguardiente para la sociedad Hermanos Peiro. Este producto amplió el ámbito regional de esta familia, dado que en esta fecha el –––––––––––––– 24 El mayorazgo son los bienes que recibe el hijo mayor como herencia a condición de que no los divida y los consolide a favor de todos los miembros de la familia para acrecentarlos y mantener el linaje de la familia, ya que se consideraba por los españoles conquistadores y colonizadores que la partición y división de bienes se suelen perder y consumir sin beneficio alguno y perdiendo el linaje familiar o haciendo que el linaje familiar se diluya en familias de menor clase. Además, el poseedor del mayorazgo esta más dispuesto a defender la república donde vivan y a defender a su Rey y a la Ley Divina, en la paz y la guerra. Francois Chevalier, La formación de los latifundios…, p. 364. 25 Sergio Ortega Noriega, Breve Historia de Sinaloa, México, Colegio de MéxicoFideicomiso de Historia de la Américas-FCE, p. 234. 26 Ibíd., p. 59. Clío, 2002, Nueva Época, vol. 1, núm. 27 119 aguardiente de mezcal empieza a ser producto de exportación y a colocarse como uno de los principales giros comerciales en el la economía estatal. En la producción de este producto espirituoso se presenta la tendencia creciente en la economía estatal. En los datos de la tesorería del estado27 se encuentra que en 1895 existen 137 productores fabricantes de aguardiente de Mezcal, sin tomar en cuenta a los productores clandestinos; de ésta cifra “tenemos por un lado, una inmensa mayoría de productores individuales, quiénes efectúan su limitada labor sin grandes avances técnicos y revistiendo el carácter de una industria familiar, mientras que en contraparte, negociaciones como las de Inzunza Hermanos y Hermanos Peiro alcanzaban en conjunto el 43.28 por ciento del valor total de la producción de vino de mezcal en ese año, dotados de enormes extensiones de tierras, maquinaria y una fuerza laboral disponible”.28 En estas mismas fechas y en este mismo punto geográfico, otra familia empieza a adquirir un espacio muy importante en esta región: la familia Retes. En 1883, Guillermo Retes, originario de Tepic y casado con doña Ascención Peiro, a lado de sus cuñados, Hermanos Peiro, fundaron una empresa que viene a consolidar el poder de estas familias en esta región e incrementar su expansión económica y comercial fuera de este territorio. Esta empresa, cuya razón social se le denominó Peiro, Retes y Compañía, con domicilio legal en la hacienda de Pericos y con el objeto de dedicarse a la especulación en negocios de comercio, agricultura, ganadería y transporte de mercancías. Guillermo Retes se caso dos veces: las primeras nupcias las tuvo con doña Ascención Peiro, de cuyo matrimonio nacieron Guillermo, Pablo y Teofila. Muerta doña Ascención Peiro, contrajo segundas nupcias con doña Romualda Bustamante en cuyo matrimonio nacieron José María, Benjamín, María de los Angeles y María del Carmen. La compañía que comandaban don Inés Peiro y don Guillermo Retes, crecía en la medida que iba adquiriendo cada vez más terrenos, semovientes y demás bienes de rancheros en desgracia o con enormes deudas a través de la vía de comprar en subasta pública o en los tribunales en donde demandaban a sus deudores. En las subastas públicas o en los tribunales, nadie les hacía frente o les ganaba algún juicio a la compañía, pero sobre todo del gran comercio que libraban en los distritos de Culiacán y Mazatlán, y en el extranjero. –––––––––––––– 27 Samuel Octavio Ojeda Gastelúm, “La producción de aguardiente de Sinaloa durante el porfiriato”, en IX Congreso de Historia del Noroeste Mexicano, Culiacán, IIES-UAS, 1993, p. 249. 28 Ídem. Clío, 2002, Nueva Época, vol. 1, núm. 27 120 La sociedad Peiro, Retes y Compañía dio por terminado sus actividades en 1892, al fallecer Guillermo Retes el 19 de diciembre de 1891. La fortuna de la familia Retes29 en estos tiempos ascendía a la cantidad de 131 mil 622.62 pesos: 1 mil 769 pesos en semovientes, 207 pesos en muebles, 3 mil 702.75 en bienes raíces y 125 mil 924.87 pesos en bienes en créditos comerciales. De esta fortuna se destaca, los bienes raíces, como lo son las enormes extensiones de tierras que tenía en Pericos, en el rancho las Bocas, en el rancho Zapotillo y la isla de Tachichistle, pero sobre todo en bienes en créditos comerciales por el valor de 125 mil 924.87 pesos, de los cuales 109 mil 748.64 pesos tenía con los hermanos Peiro. Cada uno de los siete herederos recibió en partes iguales la herencia que les correspondía y que equivalía en términos monetarios a la cantidad 16 mil 454.7 pesos. En el año de 1892, don Guillermo Retes Peiro, hijo primogénito del primer enlace matrimonial del finado don Guillermo Retes, continuó con los pasos de su padre como hacendado e incuestionable administrador de lo que a partir de ese tiempo se le denominó La Hacienda de los Retes, cuya razón social se conoció como Retes y Compañía. Esta compañía libró una fuerte competencia con la compañía Peiro Hermanos por el control de la producción del aguardiente de mezcal y su comercialización. En contraparte, la compañía Hermanos Peiro, representada por don Inés Peiro, siguiendo la trayectoria emprendedora de sus antepasados, no sólo impulsó fieramente la producción del aguardiente de mezcal, sino que introdujo el henequén, una planta fibrosa de la cual se extrae el ixtle. Esto dio como resultado un nuevo rumbo en las negociaciones comerciales de la familia Peiro, colocándose con este nuevo producto en el mercado estadounidense, el cual inteligentemente usó de respaldo para enfrentarse no sólo a la competencia de la familia Retes, sino a la “competencia inequitativa del aguardiente ante la devastadora presencia de la industria cervecera desde los primeros años del siglo XX”.30 Estas dos familias no eran las únicas en esta región. Existían grandes propietarios de ranchos con los cuales las familias Peiro y Retes se obligaban a tratar para establecer relaciones políticas y comerciales para asegurar su predominancia en la región. Así encontramos que en la primera mitad de la centuria del siglo XIX la parte alta de Capirato, identificado como el Rancho de –––––––––––––– 29 Copia de Escritura de división y partición de bienes de don Guillermo Retes, 19 de diciembre de 1891. 30 Samuel Octavio Ojeda Gastelúm, Proyecto de investigación histórica, Culiacán, Coordinación General de Investigación y Posgrado-UAS, 1998, p. 6. Clío, 2002, Nueva Época, vol. 1, núm. 27 121 la Urraca, ubicado al norte con los terrenos de Batolito, Badiraguato, al sur con los de Capirato, al oriente con las propiedades del señor Angulo y al poniente con el rancho de Chicorato. Esta propiedad fue de don Agustín Espinoza de los Monteros y que al fallecer se lo hereda a su hija doña Francisca Espinoza de los Monteros. En el año de 1865 esta propiedad se la adjudicó el hacendado de Bacamacari, don Margarito Alonso, propiedad que en 1886 fue valuada en la cantidad de mil pesos.31 La familia Alonso Limón era propietaria de una hacienda ganadera instalada en Bacamacari en la jurisdicción de Capirato y a cinco leguas al norte de Pericos. Los miembros de esta familia más sobresalientes eran don Julián Alonso y doña Rosa Limón, doña Salome Alonso de Inzunza y don Margarito Alonso Limón. Al morir don Julián Alonso en el año de 1880, don Margarito asume la dirección de la familia y se dedica a la compra de bienes raíces y se asocia con don Luis Castro, comerciante de Cacalotito, Mocorito para adquirir bienes en la municipalidad de Angostura del Distrito de Mocorito. En San Juan de Capirato había varías familias propietarias de ranchos, en los que practicaban la agricultura y la ganadería. De estas sobresale la familia Uzeta. La cabeza de esta familia era el coronel Uzeta, un hombre representante del poder militar en esta jurisdicción. Sus bienes, en 1892 estaban evaluados en 1 mil 300 pesos,32 de los cuales se pude destacar los terrenos de cultivo de caña en San Juan Capirato, terrenos en el rancho del Sanjón y posesiones comunales en S. J. Capirato, Comanito, la Majada, Chicorato, y la Vainilla (todos estos terrenos se ubicaban alrededor del pueblo de Capirato, es decir, en la parte serrana), además de ser propietario de créditos con valor superior a los 500 pesos. En el propio núcleo poblacional de la hacienda de Pericos, las familias Peiro y Retes no se encontraban solas, aunque algunas fuera del ramal de ellas. Las familias que destacan a finales de las dos últimas décadas del siglo XIX, son la familia Unamuno Peiro y la familia Peiro Gastelúm. La familia Unamuno Peiro, poseía una fortuna33 superior a los 5 mil pesos en los años de 1880. De sus principales propiedades destacan los siguientes seis cercos: –––––––––––––– 31 Copia de Escritura de protocolarización del rancho del Rincón de la Urraca / 1886. Copia de Instrumento de protocolarización de la partición de bienes de Manuel Uzeta / agosto 9 de 1892. 33 Copia de Escritura de liquidación y partición de bienes testamentarios de doña Dionicia Peiro Unamuno. 32 Clío, 2002, Nueva Época, vol. 1, núm. 27 122 1. Un cerco localizado en las Higueras. Este terreno tenía una capacidad de 18 almuedas de siembra y de 2000 mezcales de todos los tamaños con un valor de 500 pesos. 2. El segundo cerco se localizaba en la fábrica, contiguo al cerco del señor Vidaurreta. Este terreno tenía una capacidad para dos fanegas34 de siembra y de 2500 mezcales de todos tamaños, su valor era de aproximadamente de 650 pesos. 3. El tercer cerco se encontraba en unos de los callejones a Comanito y con una capacidad de una fanega de siembra y 2500 mezcales de todos los tamaños, su valor era de aproximadamente de 550 pesos. 4. El cuarto cerco se localizaba en el rancho de la Bebelama, con una capacidad de una fanega de siembra, su valor era de 75 pesos. 5. El quinto cerco se situaba en el rancho de la Guasimita en el Bajío, con una capacidad de 7 fanegas de maíz de siembra y de 100 mezcales, con un valor de aproximadamente de 300 pesos. 6. El sexto cerco se encontraba en el mismo rancho de la Guasimita, con una capacidad para una fanega se siembra y 2500 mezcales, su valor era de 550 pesos. Además poseía el 6% de los bienes comunales de Pericos. En el año de 1884 muere don José Unamuno de una terrible enfermedad y deja a su viuda en herencia una fortuna por la cantidad de 4 mil 915 pesos. A finales de 1888, todas la propiedades pasan a poder de la sociedad Peiro, Retes y Compañía mediante el procedimiento de subasta pública por un valor de 3 mil 296.67 pesos.35 La familia Peiro Gastelúm, dirigida por don Eulalio Peiro, llegó a poseer bienes evaluados en una cantidad monetaria de 4 mil 603 pesos. Entre los bienes que se destacan se pueden mencionar la propiedad de terrenos de labor bautizados con el nombre de rancho La Rosa, y los terrenos ubicados en Pericos, Zapotillo, y las Bocas. Su familia era numerosa. Don Eulalio contrajo su primer matrimonio con doña María Gastelúm, en el cual tuvieron cinco hijos: Plutarco, Inés, Pedro, –––––––––––––– 34 Una fanega equivale a 54.7 litros. Domingo Lázaro de Arregui, Descripción de Nueva Galicia, Guadalajara, Gobierno del Estado de Jalisco, 1980, p. 147. 35 Los bienes fueron puestos en subasta pública por el señor don Lucio Ytuarte, comerciante de Culiacán y sobrino político de doña Dionicia Peiro de Unamuno, a quien nombró como albacea de la totalidad de bienes que ella heredó a su hija de 9 años (1884), y a la vez fue el tutor de ella, cuando muere doña Dionicia Peiro (1888). Esta niña, Josefa Unamuno Peiro fue la heredera universal de esos bienes, pero éstos, ya en dinero líquido fue administrado por don Lucio Ytuarte. Clío, 2002, Nueva Época, vol. 1, núm. 27 123 María, Juliana y María de Jesús. Al morir doña María, contrajo segundas nupcias con Doña Francisca Gastelúm, en cuyo matrimonio tuvieron tres hijos: María Rosa, María Ascención y María Guadalupe. Ambas esposas de don Eulalio, introdujeron bienes al matrimonio y los encaminaron a la adquisición de bienes raíces, preferentemente tierras de labor. Otras familias que vivían en Pericos y que también eran tenedoras de bienes raíces, semovientes y fincas, eran las familias Higuera, Pastor y Alatorre, quienes, entre otras, jugaron un papel muy importante en la configuración política administrativa de esta región. Asimismo, en Comanito habitaban las familias Arballo y Pérez Andrade, en Palmitas la familia C. De Castro, en Bacamacari la familia Valderraín. En este punto geohistórico de Sinaloa, la estructura de poder la conformaban los lazos familiares, comerciales y políticos, y cada familia tenía su propia territorialidad, lo que no significa que estuvieran al margen de las decisiones políticas de las familias más poderosas de la región; Peiro y Retes. Al entrar el nuevo siglo, aunque siguen permaneciendo las familias Peiro y Retes, aparecen nuevas familias que han sustituido a las que no pudieron sostenerse en los nuevos ritmos que marcaban la modernidad económica del desarrollo social. Clío, 2002, Nueva Época, vol. 1, núm. 27