cultural también puede conducir a una descompresión de

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cultural también puede conducir a una descompresión de lo polí­
tico. En un mundo en el que todo se dice ser de índole política, se
puede llegar a engendrar una cultura de la indiferencia en la que
nada se vea como real o efectivamente político.
Para aquellos de nosotros interesados en las problemáticas del
desarrollo socioeconómico en el Tercer Mundo e inquietados ante
la ausencia de alternativas viables al auge del neoliberalismo, la
crítica del autor a la teoría posmodernista resulta ser particular­
mente relevante. Dicha teoría, argumenta el autor, se legitima por
su desidentificación con el centro; no por su contra-identificación.
Es decir, aunque atraídos hacia la periferia, los adeptos del
posmodernismo no han dado muestras de estar preparados para
abandonar su posición “al margen de la frontera centro-periferia”.
Así, el análisis cultural posmoderno corre el riesgo de hacerse
cómplice de las crecientes formas de globalización que buscan
aprovechar, explotar, administrar y por ende, restringir a esa
diversidad de voces a las que el posmodernismo le ha dado la
bienvenida. De aquí que Connor finalice su exposición señalando
que la tarea a realizar por el posmodernismo es la de forjar nuevas
y más completas formas de colectividad ética y crear un marco
general que garantice la continuidad de una diversidad de voces a
nivel global.
Luz Nereida Pérez-Prado
El Colegio de Michoacán
HOBSBAWM, Eric y RANGER, Terence (eds.), The invention
o f tradition, Cambridge University Press, 1987,322 pp.
Es una compilación de siete estudios sobre el tema de la tradición
como fenómeno histórico, político y social en la Europa de los
siglos XVIII, XIX y principios del XX , así como en las colonias
británicas a través de las ópticas de Eric Hobsbawm, Hugh Trevor-
Roper, Prys Morgan, David Cannadine, Bernard S. Cohn y
Terence Ranger, quienes examinan la tradición como un sistema
simbólico que representa la identidad de los galeses, escoceses,
indúes y africanos, así como también a los rituales de gobierno en
sus formas conservadoras y en su cambio de actitudes sociales que
atañen tanto a las monarquías británicas como a las colonias que
desarrollaron modelos similares en el ceremonial de representa­
ción de la autoridad, especialmente en Africa y La India, pero que
también exponen características muy particulares de entender el
ritual y la autoridad.
La primera incursión la expone Eric Hobsbawm con un aporte
introductorio sobre “La invención de las tradiciones” (Capítulo 1,
pp.1-14) en donde propone que el concepto de tradición debe ser
entendido como un fenómeno de continuidad, pero también
como una tendencia hacia la invención, claramente diferenciada
de los conceptos de “costumbre” y “convención”. Hobsbawm
sugiere que las tradiciones inventadas debieran entenderse como
un proceso de formalización y ritualización, por lo que ofrece un
repaso de lo que en materia de tradición se ha entendido en el
nacionalismo suizo y alemán, tocando algunos otros aspectos
como los de los cantos folklóricos y las fiestas, la institucionalización
de la tradición en las iglesias católica, primitiva y metodista, así
como en la masonería. Finalmente propone que la invención de
la tradición es interdisciplinaria y se ha reconocido como un
fenómeno histórico, social y cultural.
La segunda aportación es la de Hugh Trevor-Roper sobre “La
invención de la tradición en las Tierras Altas de Escocia” (Capí­
tulo 2, pp. 15-41). Aquí el autor propone algunas reflexiones sobre
la cultura en las tierras altas de Escocia y sobre la tradición como
una invención retrospectiva. Muestra un análisis de la situación
cultural de Escocia, examinando por ejemplo que algunas catego­
rías regionales de na tivoy extranjero, cuyos significados hacen ver
cómo las tierras altas y las islas de Escocia estuvieron culturalmen­
te deprimidas, de tal suerte que su literatura fue un crudo eco de
la literatura irish.
El autor nos ilustra en cuanto a entender que se puede hablar
de creación de una tradición independiente de las tierras altas y la
imposición de una nueva tradición, considerando que ambas son el
producto de acontecimientos históricos y políticos de finales del
siglo XIX y principios del XX. Esto se explica en tres etapas,
primeramente por la revuelta en contra de Irlanda, la usurpación
de la cultura irish y la elaboración de una nueva historia escocesa
que culminó en la insolente expresión de clamor por Escocia como
una tierra celta que se consideró como nación madre, dejando a
Irlanda en situación de dependencia cultural. La segunda etapa se
refiere a la creación artificial de la tradición de las tierras altas
escocesas, mostrada como antigua, original y distinta a las demás.
La tercera etapa se caracterizó por el proceso mediante el cual
estas nuevas tradiciones forman parte de la historia escocesa de las
tierras bajas, es decir la de lospicts, los sajones, y los normandos.
Además de estas reflexiones, el autor se refiere a una breve
explicación de la vestimenta tradicional de los escoceses, que se
muestra actualmente como el símbolo material de su identidad y de
su pasado, el cual se mantiene en la actualidad tan sólo como un
tipo de emblema, cuya historia tiene mucho que ver con los clanes
de las familias escocesas.
La tercera contribución corresponde a Prys Morgan con el tema
“Desde una muerte hacia una visión: la cacería en el pasado galés,
periodo romántico” (Cap. 3, pp.43-100). En esta contribución Prys
Morgan ofrece una revisión histórica de los galeses tocando entre
los aspectos más importantes: la vida de Merrie Wales, el eisteddfod
o competencia poético-musical, los antiguos y modernos druidas,
el descubrimiento de los celtas, el Gibberish ofTaphydom o lengua­
je del cielo, la tierra del canto, la Nueva Cambrian Valhalla, los
espíritus del lugar, la heráldica de la cultura, el Tratado de los Libros
Azules.
Todos estos temas se abordan a través de descripciones bien
detalladas, iniciando con la vida cultural en la antigua Gales entre
los siglos XVIII y XIX, con algunas acotaciones sobre Jorge IV y
su historia como músico, además de algunas otras descripciones
sobre las iglesias católicas y protestantes, además de una aprecia­
ción de cómo es la tradición galesa, incluyendo sus distintas dimen­
siones, tanto en la lengua como en el espíritu profètico o mesiánico
que proyectó al pasado galés en el futuro británico.
Prys Morgan expone toda una cátedra sobre el eisteddfod como
término que significa sesión y que se refiere al conjunto de
eventos de competencia musical y poética de la tradición galesa,
que se representa anualmente y cuyos antecedentes se remontan
a la Edad Media, para examinar y dar licencia a los músicos
ejecutantes galeses con más reputación. A este tipo de eventos se
les llamó eventos “bárdicos” y agruparon a poetas y músicos desde
el siglo XVIII. Se incluye dentro de estos grupos a los “druidas”
como defensores de la nación galesa. Prys Morgan pone como
testimonio de ello algunos de los poemas más antiguos que fueron
escritos en “cabala”. Se hace aquila reflexión de que el druidismo
fue casi una religión y se agrega que la extensa literatura neodruídica publicada por galeses en el periodo romántico tanto en
galés como en inglés no ha sido propiamente estudiada, quizá por
el hecho de que algunos enfoques históricos modernos han con­
siderado de poco valor testimonios sobre las ciencias antiguas
como la magia y la hechicería.
Por lo que se refiere al “lenguaje del cielo”, Prys Morgan
reconoce que el galés se contrapone al antiguo lenguaje de los
Gauls, considerado primitivo. La definición que se da al galés es el
de un lenguaje sujeto más intensamente a creencias, mitos y
leyendas. Se hace aquí una severa crítica dirigida a libros tales como
Origin ofLanguage and Nations que apareció en 1764, The Ctrcle
o f Gomery The Ten Triads, en los cuales se abusa del galés, en
donde los términos en galés se usan de manera indiscriminada y
poco científica, tanto hasta el punto de afirmar que el galés es la raíz
de todas las lenguas.
En la parte de la “tierra del canto”, el autor descubre que
durante el siglo XVIII los académicos galeses no pudieron inter­
pretar el códice musical de Robert Aphuw del 1665. Se estima que
fueron cantos basados en el folklore, aunque compuestos en inglés
para mofarse de los galeses. Prys Morgan encuentra que en el siglo
XIX se adoptó una postura diferente en cuanto al lenguaje, ya que
se consideró al territorio galés como la tierra del canto, en donde
el sonido musical corría desde las arpas y las gargantas de la gente
durante siglos. Como consecuencia surgieron, libros de canto,
coros, arpistas, premios, medallas para la música, y una red de
sociedades para la creación posterior de la música nacional. Una
producción importante en lo musical es la que se menciona en
torno a las colecciones de área de cámara, la colección de música
antigua británica, y la tradición delpenillion o estrofas acompaña­
das con arpa, que formó toda una tradición típicamente galesa.
La cuarta contribución es la de David Cannadine y versa sobre
“El contexto, performance y significado del ritual: la monarquía
británica y la invención de la tradición c.1820-1977” (Cap. 4,
pp.101-164). Esta es una descripción de las actitudes contemporá­
neas hacia los rituales de la monarquía británica, y anota cómo se
han dado ciertos cambios en cuanto a las actitudes frente a los
ceremoniales de la realeza, desde la presencia de una población
mejor educada, el desempeño del ritual casi mágico sobre la base
de un conocimiento interior impecable que se centra en el desem­
peño de la monarquía, y que demuestra en realidad un cierta
ineptitud más que una grandeza. El cambio en la Inglaterra actual
se da por el hecho de que alrededor de la Reina Elizabeth II, existe
tan sólo un ritual popular, pero fuera de ella ninguna cabeza de
estado se rodea de popularidad ritual. Se explican aquí los cambios
sucesivos en el contexto y la naturaleza del ceremonial de la
realeza, además de encontrar o redescubrir el significado de tal
ceremonial mediante una apreciación comprensiva dentro de su
contexto histórico. Se reconoce aquí que la idea central de esta
aproximación es que las ocasiones ceremoniales como los trabajos
de arte o los de teoría política no deben ser interpretados solamen­
te en términos de su estructura interna. David Cannadine dice que
como todas las formas culturales, que deban ser tratadas como
textos, o todos los textos que puedan ser tratados como formas
culturales, se requiere por lo regular de una descripción densa y no
tan somera, en un intento por ver al ceremonial de la realeza desde
una descripción geertziana, es decir como texto y como contexto.
Se ve por ejemplo, el caso de como el significado de la corona­
ción cambia según las circunstancias y los tiempos. Y así por
ejemplo en la etapa estable, el ritual que no cambia es una señal de
consenso y estabilidad y aún en periodos de cambio, conflicto o
crisis el ritual puede estar deliberadamente inalterable, como para
dar la impresión de continuidad, aunque el contexto diga lo
contrario. Se comienza así por describir la contextualización del
ritual y el ceremonial de la monarquía británica. Los cambios a
partir de los 1870 se advirtieron por el giro de una generación
conservadora hacia una generación extravagante. Cannadine hace
mención de cómo la prensa se mantuvo hostil a la monarquía
especialmente entre los 1850 y los 1870, en que la Reina Victoria
fue constantemente objeto de crítica y escándalos sensacionalistas.
Según Cannadine, el cambio más palpable se da entre 1870 y
1914 en cuanto a la imagen pública de la monarquía británica, ya
que ésta se convierte en ritual de apelación privada y limitada, o
bien pública y popular, debido al retiro de los monarcas de la vida
política. Pero al mismo tiempo la recuperación de la libertad de
prensa como resultado del fin del siglo XIX, las grandes ceremo­
nias de la realeza fueron descritas como algo sin precedentes,
llenos más que todo de una forma sentimental y emocional. En la
dimensión de los cambios aparecen también mencionados los
inventos tecnológicos, entre los que se anota en la aparición del
primer neumático fabricado por Dunlop en 1888, el cual produjo
un efecto impactante en el desarrollo de la monarquía y la vida
social. Un ejemplo de ello fue la llegada del automóvil en la vida de
la monarquía a principios del siglo XX que induce a cultivar el
deseo de posesión, dando un cierto esplendor a la monarquía, con
atributos de lujo y prominencia. Así partir del automóvil las tradi­
ciones arcaicas de la Edad Media, se alargaron en su propósito
como para darle un moderno esplendor a los imperios.
Un tercer periodo de evolución de la monarquía británica se
anota entre 1914 a 1953, en donde el ceremonial de la realeza se
detiene, para transformarse en un mero aspecto de la inventiva
competitiva, y se convierte así en una expresión única de la
continuidad, en un periodo de cambio sin precedentes. La imagen
dual de la monarquía, por un lado la de la difusión de la Navidad
como una celebración institucional en 1932, se cultivó como un
evento tradicional, para darle al monarca la imágen del padre de sus
propios pueblos.
El cuarto periodo concebido por Cannadine, se inicia en 1953
en donde el significado del ceremonial de la realeza entró en una
nueva etapa, debido a que muchas de las presuposiciones del
periodo previo dejaron de ser válidas. De gran significancia es por
ejemplo la manera en que la ceremonia real fue un antídoto para
legitimar el cambio social domésticamente. Los efectos de la
segunda guerra mundial se dejaron sentir por la visión de una
declinación en la conformidad pública de la ética cristiana. Con
todo ello comienzan a aparecer los conflictos de raza y color, la
violencia, el crimen y la adicción a las drogas. También cambió la
legislación y la opinión pública de manera muy marcada, especial­
mente en los aspectos tales como la pena de muerte, el aborto, las
relaciones sexuales premaritales y la homosexualidad. Así que el
título de “Elizabeth” fue mucho menos importante o grandioso en
este cuarto periodo, que en los periodos anteriores.
Según Cannadine y haciendo una síntesis de los distintos puntos
de vista , en el reino británico como ha sucedido con Europa en
general, parecen haber existido dos grandes fases del esplendor del
ceremonial de la realeza. El primero fue en los siglos XVI y XVII
y se centró en el absolutismo de una sociedad preindustrial. Pero
en el siglo XIX esta fase de desarrollo quedó en el pasado y fue
continuada o sucedida por un segundo periodo que fue de un
nuevo e inventado esplendor ceremonial, que comienza entre
1870 y los 1880, y declinó alrededor de 1914.
Un planteamiento interesante que asienta Cannadine, es la
teorización del ceremonial de la realeza, al hablar de la descripción
de la naturaleza cambiante, del buen desempeño del ritual con sus
características de performance y del contexto del ceremonial, en el
entendido de que esto ofrece alguna explicación de como es que las
ceremonias similares significaron diferentes cosas para diferentes
pueblos en tiempos o épocas distintas. Por supuesto, las fases de la
evolución son más fácilmente identificadas que la dinámica del
cambio explicado. En el nivel de significado, tal aproximación del
ritual, independiente de todo sujeto, de todo objeto y de todo
contexto o de aquellas opiniones que visualizan al contexto como
algo estático y sin cambios.
En el estudio de Cannadine que implica en cierto modo lo que
sería una “descripción densa” geertziana, el texto de una ceremo­
nia ha desaparecido en ocasiones en el contexto de una circunstan­
cia que solamente sirve para demostrar que tan densa necesita ser
tal descripción. Por supuesto formas culturales como el ritual
pueden ser tratadas como textos, como formas imaginativas cons­
truidas.
El quinto ensayo ha sido escrito por Bernard Cohn y versa sobre
“Representación de la autoridad en La India Victoriana” (Cap. 5,
pp.165-209) tocando tangencialmente el problema de la influencia
cultural británica en La India. Según refiere el autor, en términos
conceptuales, lo británico que empezó como algo de fuera, se
convirtió en algo de adentro, por medio de un acta del gobierno de
India con fecha 1858. Esta nueva relación entre la monarquía
británica, sus sujetos Indios y la realeza India nativa se proclamó en
todos los principales centros del gobierno británico en La India.
Los temas que aborda son, las contradicciones culturales en la
construcción de un idioma ritual; el significado de la sublevación de
1857; la formalización y representación del idioma ritual a partir de
la Asamblea Imperial de 1877; el Acta de Títulos Reales de 1876;
las intenciones de los planificadores de la Asamble Imperial; la
sociología colonial y la asamblea; los invitados a la Asamblea
Imperial; planificación logística y física sobre los campamentos, el
anfiteatro y los motivos decorativos.
El principal enfoque del estudio se basa en discutir cómo se dan
los rituales de gobierno en La India, de un gobierno que entre 1860
y 1870 parece apuntar desde un orden feudal colonial leal a la
Reina Victoria o bien desde una destrucción de tal orden.
Cohn explica que el ritual de la monarquía entendido en La
India como colonia británica se reconoce como un evento de
esplendor en el que se incluyen honores bajo el concepto Indio
nazar, o bien posesiones de valor dentro de el conceptopeshkash,
que incluyen regalos en joyas y bienes. Como un tipo de ofrendas
de honor de tradición árabe-persa, nazar es un término aplicado a
las monedas de oro ofrecidas por los subordinados. Otro concepto
recogido en la cultura de La India es el de khelat, que incluye a un
conjunto específico y ordenado de vestuarios entre turbantes,
ornamentos, joyas, armas, escudos, insignias, tambores como parte
de las posesiones de los gobernantes llamados mughals. Todo esto
implica una tradición de dar y recibir, en donde no parece tratarse
de un simple trueque de bienes y valores, sino que cada cosa guarda
su significado.
Por ejemplo khelat lo entiende Cohn como una idea de conti­
nuidad o sucesión de la monarquía. Nazar junto a Khelat implican
actos de obediencia, de lealtad y de aceptación de la superioridad
de quien guarda la autoridad. Con la llegada de la corrupción y con
el mantenimiento del gobernante como centro simbólico de un
orden político en La India, surgieron otras paradojas, tales como
el hecho de que la corona británica no fue en realidad una corona.
Lo británico en La India fué objeto de sus propios reyes, y así el
gobernante indú, mughal, continuó siendo fuente de honor para el
pensamiento nativo de La India.
Una descripción por demás interesante es la de los campamen­
tos de 1876 que se planificaron para dar cabida a los acomodos
físicos de la Asamblea Imperial. Aquí se explica que el campo
central imperial aglutinó a los miembros de la corte imperial de La
India, incluyendo a sirvientes, asesores, seguidores, visitantes,
guardias, servicios de telégrafos y bazares comerciales. La contri­
bución de Cohn para explicar detalles y categorías del gobierno
Indio-británico gira en torno a la manera como La India tiende a
representar la autoridad, y como a pesar de ciertos movimientos
nacionalistas como los de Ghandi, quienes se rebelaron por las
vías pacíficas, se concentraron en mantener un idioma británico
sobre el ritual de gobierno y la autoridad.
El capítulo sexto escrito por Terence Ranger, se refiere a “La
invención de la tradición en el Africa Colonial” (Cap. 6, pp.211262) y expone un panorama de los años 1870, 1880 y 1890, en
cuanto a una amplia reflexión del florecimiento de una tradición
europea inventada, bien sea religiosa, educacional, militar, repu­
blicana y monárquica con alusiones a los casos de Rodhesia,
Mozambique y Sudáfrica.
Según Ranger, el concepto de imperio fue básico para el
proceso de las tradiciones inventadas dentro de la propia Europa,
pero los imperios africanos, llegaron tan tardíamente en el día que
ellos demuestran los efectos más que las causas de una tradición
europea inventada. Desplegadas en Africa, las nuevas tradiciones
tomaron un carácter muy particular, distinguiéndose éstas de sus
formas europeas o asiáticas imperiales.
A diferencia de La India, según lo apunta Ranger, Africa se
volvió colonia de asentamiento de blancos, y esto significó que los
que se asentaron se autodefinieron como maestros indiscutibles de
un vasto número de africanos. A diferencia de La India también lo
apunta Ranger, Africa no ofreció a sus conquistadores el marco de
un estado imperial nativo, ni tampoco rituales centralizados en el
honor y el grado. Las conexiones entre sistemas de gobierno
africanos y europeos solamente se dieron al nivel de la monarquía.
Según Ranger África poseyó únicamente docenas de reyes y
sistemas de gobierno muy primitivos.
Aquí la teología de una monarquía omnisciente, omnipotente
y omnipresente se volvió el único ingrediente de la ideología
imperial, tal y como se dió en África. Entre los aspectos que
desarrolla Terence Ranger, en torno a el panorama de una tradi­
ción británica de gobierno inventada en África, explica las tradicio­
nes europeas inventadas y el imperio africano; los africanos en las
tradiciones de gobernar; las nuevas tradiciones de la monarquía en
la África colonial; intentos africanos para hacer uso de una
neotradición europea; los europeos y la tradición en África; la
manipulación africana de costumbres inventadas; el uso del con­
cepto de tradición por los ancianos contra la juventud; el uso del
concepto de tradición por parte de los hombres hacia las mujeres;
la manipulación de la tradición contra sujetos e inmigrantes.
Resulta particularmente reveladora la explicación de como se
manipula el concepto de tradición en el África colonial. La
sección sobre la tradición de los ancianos frente a las aspiraciones
de la juventud (p. 254) es una explicación de las tensiones sociales
motivadas por el choque entre ancianos yjóvenes, como producto
de la migración de los jóvenes africanos hacia zonas urbanas y de
su posterior retorno a sus pueblos de origen. Según lo explica
Ranger, los jóvenes migrantes se encontraron a su retorno con
una sociedad africana fuertemente controlada por los ancianos,
quienes no veían con buenos ojos las actitudes y hábitos sociales
de los jóvenes migrantes. En la sociedad tradicional africana de
aquel tiempo, los ancianos controlaban la tierra y la mujer,
manteniendo un papel de patrón monopolizador. Así que todo el
control del conocimiento tradicional que se basa en el reclamo de
la tierra y sus recursos, fue visto por los jóvenes como una mani­
pulación de la tradición.
Otro aspecto de la manipulación es el de la tradición del hombre
en contra de la mujer (p.257). Igualmente en el monopolio de las
costumbres de los ancianos, por lo que cuando los británicos
detectaron la tradición africana, descubrieron más que nada una
nueva costumbre inventada que se basó en la información de la
sociedad masculina dominante, con una notoria ausencia de los
puntos de vista de la mujer. Los testimonios de la sociedad feme­
nina permanecieron sin documentarse. Pero desde luego se inició
una rebelión feminista ante el monopolio de la sociedad masculina
dominante, y esto se dio según Ranger por dos vías, por el lado del
cristianismo y las nociones de los derechos humanos, y por el lado
de las contra-propuestas disponibles en las culturas africanas. Por
ejemplo, los reencuentros a los rituales femeninos de la iniciación,
o bien las formas de asociación de los cultos, y los movimientos
macrocósmicos proféticos como para retar las restricciones de una
sociedad de costumbres inventadas.
El último capítulo ha sido escrito por Eric Hobsbawm y trata
sobre “Producción masiva de tradiciones: Europa entre 1870 y
1914” (Cap. 7, pp.263-307), se refiere al periodo de las tradiciones
de las tres décadas anteriores a la primera guerra mundial, periodo
en el que la creación de tradiciones fue entusiastamente practicada
en numerosos países por varios propósitos, pero especialmente los
oficiales o políticos y los sociales de grupos no formalmente
organizados o que no fueron específicamente de conciencia polí­
tica, entre los que se apuntan las fraternidades y clubs, que también
tuvieron funciones políticas. Hobsbawm hace una reflexión crítica
sobre las principales tradiciones políticas europeas de fines del
XIX y principios del XX. Hace especial mención de que después
de 1870 y casi en conexión con el nacimiento de la política masiva,
los gobernantes y los observadores de la clase media redescubren
la importancia de elementos irracionales en el mantenimiento de
la fábrica social y el orden social.
Hobsbawm dice que el estudio intelectual de la política y la
sociedad se transformó en aquellos años en el reconocimiento de
todo lo que tenían las colectividades. Se reconocen diversos pro­
blemas, por ejemplo que fue insuficiente sostener la desaparición
del antiguo cemento social que unía Iglesia y monarquía, que fue
menos práctico restaurar al rey católico como el monarca preferi­
do, que no se podía sugerir que el hombre que gobernó la tercera
república permaneció principalmente en nuevas tradiciones in­
ventadas para lograr una estabilidad social.
Sin embargo la invención de las tradiciones fue un fenómeno
que jugó un papel escencial en el mantenimiento de la república.
Según Hobsbawm, en términos de invención de la tradición, se
pueden reconocer tres ¡novaciones relevantes: el desarrollo de un
equivalente secular de la iglesia o de alguna institución educativa;
la invención de nuevas ceremonias públicas; la producción masiva
de monumentos públicos en una especie de estatuomanía.
La estatuomanía parece haberse cultivado con mayor tradición
durante la Tercera República en Francia. Pero a diferencia de los
franceses, el imperio alemán legitimó sus tradiciones por medio de
las aspiraciones nacionalistas, por medio de su bandera, a través de
la idea de “conquista” de otros pueblos, por la vía de cultivar la idea
de una supremacía cultural y militar. Además de mantener la idea
de un “enemigo secular nacional”, contra quienes los alemanes
han definido su identidad y luchado para lograr una unidad como
estado.
Al parecer, edificios y monumentos fueron la forma más visible
de establecer una nueva interpretación de la historia alemana, o
bien una fusión entre la antigua tradición inventada de 1848, del
nacionalismo alemán y el nuevo régimen. Hobsbawm dice (p.276)
que el primer interés en crear un símbolo nacional fue a través de
las estampas, lo que substituyó a la estatuomanía y que motivo el
nacimiento de otra tradición inventada.
En lo que corresponde a la tradición británica y el caso de los
Estados Unidos, Hobsbawm hace una referencia a diferentes casos
que hicieron patente la presencia de tradiciones inventadas. Des­
taca entre otros la pasión por las geneaologías, el florecimiento y
sobrevivencia de los “Hijos de la Revolución Americana” de los
1890s, el desarrollo del concepto de élite institucional a través de
las fraternidades de colegios, y la práctica de los nuevos deportes
inventados como tradición, entre ellos el tennis, badminton, hockey,
waterpolo y golf. Y algo que parece unir a la mayor parte de Europa,
la tradición del deporte olímpico, que no fue sino un renacimiento
de una antigua tradición, pero en donde se incrustaron nuevos
deportes como parte de una tradición inventada que reforzó
ciertos caracteres de identidad en cada nación, tales como el
football en Inglaterra, los tours de ciclistas en Francia e Italia, que
se convierten en rituales populares con cierto sello político y de
identidad nacional.
Hobsbawm apunta que la invención de tradiciones en Europa
y los Estados Unidos entre 1870 y 1914, encierra tres aspectos
fundamentales. Primeramente, la presencia de un discurso simbó­
lico que se representa materialmente y que identifica a toda nación
que se confronta internacionalmente. En segundo término las
prácticas de ciertas clases sociales, y especialmente entre los
sectores trabajadores el renacimiento o invención de otras tradi­
ciones, por último la relación entre invención y generación espon­
tánea. Al parecer el autor de éste último capítulo nos hace ver que
en la intención de utilizar, y de adaptar se llevan a la práctica
tradiciones que se antojan inventadas por el hecho de reconocerse
en su acción un profundo sentido de manipulación.
Jorge Arturo Chamorro Escalante
El Colegio de Michoacán
APPADURAI, Arjun (ed.), La vida social de las cosas. Perspecti­
va cultural de las mercancías. Argelia Castillo Cano (tr.), Méxi­
co, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes-Grijalbo.
Colección Los Noventa N° 79.1991, 406 pp.
Los antropólogos e historiadores autores del libro cuya traduc­
ción reseñamos1participaron en un simposio sobre mercancías y
cultura realizado en 1984 en la Universidad de Pensilvania, con la
intención de emprender una “revitalizada antropología de las
cosas”. De aquel encuentro salieron nueve artículos a los que el
editor agregó un trabajo introductorio.
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