DON BOSCO TEMPRANO LLEGÓ Don Bosco llegó temprano a mi vida. Su cuadro estaba en una de las paredes de mi casa. Era la devoción que había difundido en el vecindario don Carlo Lombardo, a quien el Santo de Turín había anunciado que vendría a América y recomendado promover la devoción a María Auxiliadora. En los años de mi infancia, llegaba a menudo a mi casa el P. Aschieri, porque mi padre era de la comisión de la capilla. También el P. Meriggi, por asuntos del Sindicato Agrícola que había fundado, y mi padre lo acompañaba en sus recorridas por la campaña. A los 7 años mi padre me llevó al Colegio, que desde entonces fue como mi segunda casa. La alegría del patio, la amabilidad de los sacerdotes - Vallejo, que fue mi primer maestro, y otros como Mariano Bacigalupe, José Garzetti, Vicente Razzetti, Juan y Carlos González, Bastarrica nos hacían muy agradable la estadía. Siendo alumno, en 1951 nos llevaron a la fiesta aniversario de los 75 años de la llegada de los Salesianos . Fue un recuerdo imborrable. La época de los estudios en el Manga, me permitió conocer mucho la vida salesiana y aprender de recordados sacerdotes: Pavanetti, Gotardi, Bruno,Germano, Apicella, Iglesias, Pepe Osma. Tuve inolvidables compañeros de estudios: entre ellos, Algorta, Jorge Martínez, Ivo Miranda, Zednicek, Tejero, Raúl Dutra… Fue un quinquenio maravilloso, que a veces recordamos los exalumnos, cuando nos reunimos, haciendo resonar las paredes con aquel himno, “Su Concierto”, hoy casi olvidado, pero que en aquel entonces era el algo así como el himno oficial de la Familia Salesiana. Y luego, el trabajo en el Colegio. Como animador primero. Fue en el tiempo en que se empezó a construir para el colegio-liceo, el nuevo edificio, que vi levantarse desde los cimientos. Docente, colaborador en la parroquia, profesor y durante trece años subdirector del liceo. Fueron 49 años, aprendiendo del testimonio de tantas figuras venerables: Clavijo, Chemello, los hermanos Massarino, Techera, Martínez, Bisio, Silvestri, Bajac, Irureta, Andrés Boone, Labrada, Danellón, Verme –fallecido recientemente- Barillari, Josema Acuña…y tantos otros que dejaron sus huellas imborrables, y las características inconfundibles del carisma. Tuve también la fortuna de una fluida comunicación en reuniones de trabajo, con otros laicos, encargados de las obras salesianas diseminadas en el país, y de los cuales he aprendido mucho de su compromiso y generosidad. Paralelamente fui docente en los liceos públicos, (hoy jubilado) y también periodista cultural, en El Pueblo, donde escribía una página diaria, y además, publiqué numerosos suplementos culturales, algunos de ellos dedicados a la actividad de los Salesianos Hoy, un tanto retirado del “mundanal rüido”, -como dijera Fray Luis de León- sigo vinculado a la obra como Salesiano Cooperador, institución en la que integré años atrás, el Consejo Inspectorial , situación esta que me resultó sumamente enriquecedora por el aporte invalorable de los delegados, tanto religiosos como laicos. Entretanto, sin las obligaciones de horarios y responsabilidades laborales de otros tiempos, el presente es propicio para una intensa vida de familia: esposo, padre, abuelo, las reuniones familiares, constituyen un apetecido momento de bienestar afectivo, que alumbran este último tramo de mi vida, que ha sido inmerecidamente colmada de dones por el Señor. Pero por supuesto, que aún no nos podemos sustraer cuando se nos pide algún aporte, ya sea desde la parroquia, o de otro ámbito de las actividades, como es colaborar en el Boletín Salesiano. Cada día afloran a mi labios las palabras del salmo: “¿Con que retribuiré al Señor por todo el bien que me ha dado?”. Porque haber conocido tan temprano a Don Bosco, y haber podido colaborar con su obra, es, conjuntamente con mi realidad familiar y los amigos que me ha dado la vida, un don tan grande, que me hace exclamar, con aquel verso final de uno de los poemas más hermosos de Amado Nervo: “Vida, nada me debes. Vida, estamos en paz”. José Guarino.