Prudencia y lógica, elementos esenciales del razonamiento jurídico Cada uno juzga bien aquello que conoce; de estas cosas es cada uno buen juez. Y así, el que ha sido formado en una materia determinada hablará de ella competentemente, pero para tratar de una cuestión de conjunto es necesario tener una formación general. Aristóteles Con la virtud1 de la prudencia2 ocurre un movimiento pendular; durante muchos siglos fue objeto de estudio y del mayor aprecio de filósofos, teólogos, juristas y artistas, además, las personas comunes veían en ella una elemental exhortación a la moderación y al acierto en las decisiones de la vida. Con el paso de los siglos, ya entrados en el deslumbrante siglo XVIII o de las luces, Voltaire la llama “estúpida virtud”, porque ante posturas de pensamiento propias de la época que invitan al desenfreno, precisamente la prudencia supone contención y mesura; posteriormente, Kant3 considera que no debe ser incluida en el contexto de la valoración moral de los actos, porque su imperativo es hipotético y, en consecuencia, no categórico, llegando con estos descalificativos al otro extremo del movimiento pendular, el desprestigio y el olvido. En los tiempos que nos toca vivir padecemos los estragos de las decisiones imprudentes en diversos órdenes de la vida social, hoy, de nueva cuenta, se hace necesario volver sobre el estudio de la prudencia, precisamente, ante el evidente agotamiento de posturas de pensamiento que hacen manifiesto la insuficiencia o pobreza del razonamiento cuando se trata de ofrecer argumentos sólidos del por qué de las decisiones,4 y no sólo de las afecciones o sentimientos que las motivan, tanto de las que se inscriben en el ámbito de la vida privada como de aquellas otras de trascendencia pública, de manera que ahora está resurgiendo, con la fuerza del movimiento inverso del péndulo, el estudio sobre la primera de las virtudes cardinales, aquélla que era considerada como pórtico o entrada a la reflexión moral. 1 No hay cosa amable sino la virtud, ni aborrecible sino el vicio. La virtud es cosa de veras, todo lo demás de burlas. La capacidad y la grandeza se han de medir por la virtud, no por la fortuna. Ella sabe bastarse a sí misma. Vivo el hombre, se hace amable; y muerto memorable. DÍAZ, Carlos, La virtud de la prudencia, Trillas, México, 2005, p. 133. 2 RHONHEIMER, Martin, La perspectiva de la moral, RIALP, Madrid, 1999, p. 240. La verdadera virtud de la prudencia tiende a aquellos objetivos que poseen relevancia para la vida como un todo, como vida humana. Es la sabiduría en las cosas humanas, y por cosas humanas nos referimos a las que conciernen al fin general de la vida humana, a un fin que consiste en dirigir todas las tendencias con arreglo a la razón. 3 Kant nos dice que: “si todos actuamos de tal forma que nadie llevase a cabo acción alguna por amor o benevolencia, pero tampoco violase jamás el derecho de cada hombre, no habría miseria alguna en el mundo, salvo aquella que no tiene su origen en el daño perpetrado por otro, cual es el caso de las enfermedades y de las catástrofes. Si bien la mayor y más frecuente miseria humana es consecuencia no tanto del infortunio como de la injusticia del hombre”. KANT, Immanuel, Lecciones de ética, Crítica, Barcelona, 2002, p. 28. 4 RICOEUR, Paul, Finitud y culpabilidad, Trotta, Madrid, 2004, p. 153. Las leyes parecen nunca aplicarse exacta e inequívocamente a los casos individuales, y la vida prueba ser una de esas grandes excepciones, porque el código es constantemente suplementado y desarrollado al ser aplicado a casos concretos 1 La complejidad del estudio de la virtud de la prudencia es innegable, precisamente porque se trata de un ejercicio que compromete el orden del pensamiento como presupuesto de la acción correcta, es decir, estamos en presencia de una virtud intelectual con materia moral, esto significa, entre otras cosas, que los actos, las acciones humanas son objeto de valoración desde diversas perspectivas;5 una de ellas es la jurídica, y la virtud que contribuye al razonamiento jurídico para desentrañar en el caso concreto qué es lo debido en que la justicia se concreta, es justamente la prudencia. De manera que la valoración del acto,6 o caso concreto, no es de carácter especulativo en el ámbito de la prudencia, es decir, no versa sobre el conjunto de posibilidades de la acción, sino sobre la acción concreta realizada, en consecuencia, la prudencia no se propone el análisis de factibilidad o del conjunto de supuestos en que se halla inmersa la acción, sino de lo concreto que de ésta resulta, en resumen, de la acción misma y cómo se inscribe o no en el ámbito del derecho que le es exigible. La prudencia se propone un análisis del acto en su integridad 7 y en cada uno de sus tres elementos; en esta profundidad de la reflexión reside la complejidad de la virtud, porque no se trata de una virtud sólo del entendimiento, ni sólo de la voluntad, se trata de una que es la primera y más importante, precisamente porque compromete la consideración de las dos facultades que hacen racional al ser humano, es decir, el entendimiento y la voluntad. Desde antiguo se ha definido a la prudencia como la recta razón en el obrar; esto supone el orden del entendimiento que guía la acción hacia lo que debe ser. En el ámbito del derecho que aquí nos ocupa, gracias a la prudencia, el 5 Como en todo orden jurídico, en la ley existe un inevitable margen de incertidumbre e inseguridad, y esto sólo lo niegan quienes, obsesionados por una necesidad jurídica, consideran esa seguridad sólo propia de la ley. Pero el hecho de que exista un margen de incertidumbre e inseguridad en el sistema legislativo, de ningún modo invalida la ley como un medio que satisface un anhelo de seguridad jurídica. No se trata de seguridad absoluta, sino relativa, que garantiza la evolución humana. FERNÁNDEZ, Alberto Vicente, Función creadora del juez, Abeledo-perrot, buenos Aires, 1980, p. 47. 6 Es precisamente la conciencia de la condición ética (conciencia que a su vez se ha ido configurando en la historia) aquello que constituye uno de los caudales más ricos —incluso el contenido principal— de la historia de la ética teórica o filosofía moral, sobre todo en sus desarrollos ontológicos. La trascendencia histórica de las grandes reflexiones éticas está puesta justamente en su capacidad de interrogarse acerca de las estructuras básicas y los factores permanentes de la eticidad o moralidad esencial. El pensamiento ético del pasado sigue teniendo significación porque toca los fenómenos perennes del mundo moral. GONZÁLEZ, Juliana, Ética y libertad, FCE, México, 2007, pp. 30-31. 7 El ser del hombre es posibilidad y su ser posible implica intrínsecamente una alternativa y una cualidad. Se puede ser esto o lo otro; se tiende a ser así o de otra manera. Ver lo que somos, entonces, implica ya, de un modo u otro, una apreciación, una decisión y una participación activa en el devenir de ese ser en proceso, capaz de múltiples y contrarias posibilidades. El conocimiento moral es una preferencia y una decisión. En este sentido, la sabiduría socrática es, ciertamente, prudentia, en tanto que pre-visión, anticipación activa de sí mismo. Y de ahí también que la vida moral para Sócrates dependa de un arte de medir (metretiké téchne), de prever el alcance de nuestro propio ser, activo y temporal, más allá de la superficie y la apariencia de nuestras impresiones inmediatas.7 La sabiduría permite al hombre ver y distinguir el alcance real de sus actos y puede así evaluarlos, seleccionarlos y dirigirlos. En la medida misma del autoconocimiento, el hombre ético se torna agente de su propio devenir, causa eficaz de su propia vida, cualquiera que sea el riesgo de su decisión. Se hace libre, en suma. Ibidem, pp. 61-62. 2 entendimiento formado en la ciencia jurídica del abogado postulante o del juez8 guía la acción o conjunto de acciones para desentrañar lo debido en que la justicia se concreta. En consecuencia, la prudencia no supone un conocimiento meramente teórico del ser humano, a la manera de un estudio científico, propio de sabios y eruditos; tampoco un saber hacer eminentemente práctico, a la manera de la destreza con que un ebanista modela los tablones de madera para hacer un hermoso mueble; la prudencia consiste en que el conocimiento teórico sólido y profundamente adquirido sobre el ser humano y sus exigencias, se aplique con acierto en la acción concreta. Si advertimos en profundidad el ámbito propio de la prudencia, 9 ya queda esclarecido que no existe acción de la persona, en tanto propia de un ser racional, que escape o se sustraiga de la valoración prudencial; en cada acción realizada, la prudencia está en posibilidad de elaborar un análisis del objeto de la acción, así como de las circunstancias en que se realiza y del fin que con ella se produce; y esto último con independencia de que aquello que resulta en la acción concreta, sea o no querido por el sujeto que actúa. La prudencia se encuentra esencialmente vinculada a la lógica, porque —como arriba se ha anotado— en un primer momento, para ser prudente es necesario saber razonar bien, con orden y rigor, de manera que la falta de lógica en el razonamiento es ya de suyo una imprudencia que conduce a la confusión, la simulación y el engaño. Una de las mayores aportaciones que realizara Aristóteles en el siglo IV a. C., al conocimiento del razonamiento del hombre, lo constituye el conjunto de obras suyas que reciben el nombre de “Organon”, es decir, de instrumento, así entendida, la lógica es la ciencia que estudia los procesos del razonamiento correcto, de manera que la prudencia se sirve de la lógica para desentrañar 10 las condiciones en el razonamiento que conducen al acierto o al error. Los libros que se encuentran en la colección que recibe el nombre de “Organon”11 son: las Categorías (versa sobre el concepto); el Peri hermeneias 8 El juez tiene que acudir a la prudencia para ver la porción de justicia que se da en el reclamo que hace cada una de las partes en litigio y para emitir una sentencia que verdaderamente recoja esa proporcionalidad que se da en el juicio. BEUCHOT, Mauricio, Tratado de hermenéutica analógica, UNAM, México, 2000, p. 97. 9 La prudencia es la virtud del acto imperativo de la razón que determina la acción; la justicia es la virtud que regula las acciones realizadas entre iguales; la templanza es la virtud que modera el apetito del placer en el goce de los sentidos, etc.; la fortaleza se refiere al ánimo fuerte para acometer o resistir ante los embates de la vida. RHONHEIMER, Martin…, op. cit., p. 231. 10 La ley es la base de nuestro sistema y hay que respetarla; pero ello no significa que el juez deba ser un autómata cuya única actividad útil sea permanecer rendido a sus pies. LÓPEZ MESA, Marcelo, La doctrina de los actos propios en la jurisprudencia, Depalma, Buenos Aires, Argentina, 1997, p. 21. 11 El término lógica viene del griego logos (λóγο ), que significa palabra, expresión oral, lenguaje, discurso, entre otras acepciones. El estudio de la lógica es un conocimiento científico porque reúne el rigor, la exactitud, y la universalidad necesarias propias de toda ciencia. Pero, más propiamente esta disciplina es el instrumento de toda ciencia, le da coherencia al pensamiento. Aristóteles llama a su obra de lógica Órganon (οργα ó ), que en griego significa instrumento. La lógica es pues, de suma 3 (versa sobre la proposición); los Primeros analíticos (versa sobre el silogismo)); los Segundos analíticos (versa sobre la demostración); los Tópicos (versa sobre la dialéctica); las Refutaciones sofísticas (versa sobre las falacias); la Retórica (versa sobre la persuasión) y la Poética (versa sobre la argumentación estética). Por su relevancia para la comprensión de la prudencia 12 y la lógica como elementos de la argumentación jurídica general, y judicial en particular, interesan de modo especial los Tópicos y las Refutaciones sofísticas, ambos libros deberían ser objeto obligado de estudio en la formación de los abogados, precisamente porque el Derecho posee un carácter eminentemente argumentativo y esto supone que quien se desempeña en ese ámbito debe conocer tanto los modos correctos como los incorrectos a los que llamamos falacias. Así las cosas, la forma de argumentar propia del foro jurídico es la dialéctica13 o tópica, ésta constituye un modo de razonamiento que versa sobre un hecho que puede ser comprendido de diversas maneras, 14 que admite diferentes puntos de vista y que, no obstante, debe ser planteado y resuelto a la luz de la aplicación de la norma al caso concreto, lo que supone una operación racional de carácter subsuntiva15. La tópica o dialéctica fue el modo de razonamiento que de manera preferente utilizaron los romanos en el foro para la resolución de los casos litigiosos o controvertidos que se les planteaban, ellos se propusieron buscar, mediante una ardua labor de interpretación en cada caso concreto, la solución correcta y, importancia para el derecho. PLATAS PACHECO, María del Carmen, Filosofía del Derecho. Lógica jurídica, Porrúa, México, 2006, p. 24. 12 La prudencia tiene que ver con la proporción de lo justo que toca a las partes en pugna, de modo que se logre ese equilibrio representado por la balanza de la justicia. BEUCHOT, Mauricio, Los derechos humanos y su fundamentación filosófica, Cuadernos de Fe y Cultura, Universidad Iberoamericana, Biblioteca Francisco Xavier Clavijero, 2ª edición, México, 2002, citado en PLATAS PACHECO, María del Carmen, Filosofía del derecho. Analogía de proporcionalidad, Porrúa, México, 2003. 13 Los inicios de la ciencia de la lógica se encuentran en la antigua Grecia. Las polémicas en torno a la teoría de Parménides, filósofo presocrático del siglo V a.C., que afirmaba la unidad del ser y su consiguiente negación del movimiento; fueron la causa del surgimiento de la dialéctica, lo que más tarde se conocerá como lógica. Así pues, a partir de los famosos discursos de Zenón de Elea, donde negaba la realidad del movimiento haciendo un uso abusivo del principio de no-contradicción —según el cual una cosa no puede ser y no ser al mismo tiempo, bajo las mismas circunstancias—, se hizo patente la necesidad de la distinción de conceptos, de argumentar con claridad mediante demostraciones rigurosas, respondiendo a las objeciones del adversario. La lógica científica reflexiona sobre el orden de nuestros pensamientos, con la fundación de la dialéctica, que Aristóteles se la atribuye a Zenón de Elea, se descubre la necesidad de tal reflexión. Así pues, en su teoría de que todo es inmutable Zenón quiere defender a Parménides en contra de Heráclito de Éfeso . Algunos habían refutado a Parménides y Zenón contra argumentaba todo lo que se decía. La dialéctica surgió entonces como el arte de refutar al otro. PLATAS PACHECO, María del Carmen, Filosofía del derecho. Lógica…, op. cit., p. 36. 14 RICOEUR, Paul, Lo justo, Caparrós, Madrid, 1999, p. 177. El sentido fuerte de la palabra juzgar está no sólo en opinar, estimar o considerar algo como verdadero, sino en última instancia en adoptar cierta posición frente a la realidad. 15 La aplicación de una regla es una operación muy compleja donde la interpretación de los hechos y la interpretación de la norma se condicionan mutuamente, antes de llegar a la calificación por la que decimos que tal comportamiento presuntamente delictivo cae bajo tal norma que se ha dicho haber sido violada. Para comenzar por la interpretación de los hechos, es preciso enfatizar la multitud de maneras en las que un encadenamiento factual puede ser considerado y, digamos, narrado. Ibidem, p. 170. 4 en consecuencia, justa; no pretendieron crear un aparato jurídico o conjunto normativo ideal o perfecto. Para los romanos, padres de nuestro derecho, lo importante era la solución correcta al caso planteado, no la idealidad de un sistema normativo capaz de prever todas las posibilidades, tal como muchos siglos después pretendieron los juristas codificadores del derecho. En coincidencia con la tradición de pensamiento jurídico dialéctico iniciada por griegos y romanos; en la Edad Media las escuelas romanísticas privilegiaron la questio, es decir, la formulación de la cuestión controvertida desde diferentes perspectivas (tópicos) en el marco de la variedad y pluralidad de contradicciones dentro de las fuentes romanas y de tesis divergentes de autores relevantes, de manera que la comprensión a profundidad de la questio constituía el punto de partida en la delicada labor de formular la solutio, este modo de proceder discursivo, supone orden y rigor en el pensamiento, logrando con ello que la decisión plasmada en la solución resultara consistente no sólo con lo narrado y probado por las partes, sino con la propia tradición jurídica como fundamento de justicia.16 Se hace necesario insistir en que la lógica no es el fundamento del Derecho, pero sí el instrumento que hace posible y garantiza la corrección formal del razonamiento jurídico, de manera que desentrañar en el caso concreto qué es lo debido en que la justicia se concreta, supone una doble exigencia: la lógica en relación con la coherencia y consistencia de la estructura racional, y la prudencia para esclarecer entre diversas posturas tópicas plausibles la que corresponde al delicado ajustamiento de la norma general y abstracta al caso concreto controvertido. 16 ARISTÓTELES, Ética a Nicómaco, V, 3, 1131a 25-30, Aguilar, Madrid, 1973. En cuanto que la materia de la justicia, a diferencia de las demás virtudes, está en la acción exterior y no en la interior del individuo sobre sí mismo puesto que se refiere a los demás, es necesario que se detecte la proporción que existe entre la cosa sobre la que se ejecuta el acto justo y la persona a quien se le debe algo. Por tanto, escribe el Aquinate, el medio de la justicia consiste en cierta proporción de igualdad de una cosa exterior con su persona exterior en función de un más y un menos que es en lo que radica la equidad. El medio en que consiste la justicia es la equidad, cuya función es considerar la relación de semejanza proporcional que existe entre las partes. Dicha proporcionalidad tiene dos extremos: uno de ellos es la cosa debida y otro a quien le es debida, ambos extremos tienen su medio y su esencia en el principio de debitud que cuando están equilibrados, es decir, cuando se guarda una misma proporción generan un acto justo. Aristóteles lo expresa así: necesariamente lo justo será un término medio e igual en relación con algo y con algunos. Como término medio, lo será de unos extremos (es decir, de lo más y lo menos); como igual, respecto de los términos, y como justo, en relación con ciertas personas. 5