PRÓLOGO

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PRÓLOGO
Los biocombustibles han desatado una importante polémica. ¿Constituyen una alternativa real
capaz de substituir a los combustibles fósiles? ¿Son realmente beneficiosos para el medio
ambiente? ¿Ayudan a reducir las emisiones de CO2? O por el contrario, cómo afirman otras
voces autorizadas, son sólo una fuente de beneficios para unos pocos que, lejos de reducir las
emisiones de CO2, las incrementan. Algunas opiniones les hacen responsables de un efecto
perverso: la alteración del mercado del maíz y otros productos alimenticios. Así pudo verse en
Méjico, en febrero de 2007, cuando el precio del maíz se multiplicó por 2.4 en apenas cuatro
semanas provocando la revuelta de las tortillas en la que amplias capas poco favorecidas de la
sociedad mejicana salieron a la calle en lo que fue la primera protesta sonora a la que tuvo que
hacer frente el presidente Calderón.
Alrededor de los biocombustibles se han construido una serie de falsas creencias, sin apenas
base científica que, bueno será discutir con la serenidad que requieren los asuntos importantes
de la vida. Hay una trampa semántica: son biocombustibles y, en nuestra sociedad pareciera que
el prefijo bio da carta de naturaleza saludable. Y no es siempre así. No todo lo bio- es
necesariamente saludable y positivo. Para poner los biocombustibles en su justo marco, es
necesario comprender los riesgos que se derivan del incremento de CO2 en la atmósfera y de su
consecuencia inmediata: el calentamiento global. ¿A qué ritmo incrementa? ¿Es realmente
consecuencia de la actividad humana? ¿En algún momento de la historia del Planeta se han dado
concentraciones de CO2 atmosférico tan elevadas como las actuales? A tratar de responder estas
y otras preguntas relacionadas dedicaremos el capítulo 1.
El papel de los bosques como posibles sumideros de CO2 se ha magnificado, sin duda alguna.
Es verdad que la vegetación, y los bosques en particular, fijan enormes cantidades de carbono
en todo el Planeta. Las mejores estimaciones de que disponemos nos permiten afirmar que
nuestro planeta verde absorbe unos 110 mil millones de toneladas de CO2 anualmente y otro
tanto fijan los organismos fotosintetizadotes que viven en el mar pero, por desconocimiento y,
en algunos casos, por intereses poco transparentes, a menudo se olvida que la vegetación del
Planeta retorna a la atmósfera una cantidad equivalente cada año, con lo cual, el balance neto
resulta exiguo. ¿Cómo se explicaría si no el incremento cercano al uno por ciento anual de CO2
atmosférico? O sea, que somos mucho más rápidos los hombres produciendo CO2 que toda la
vegetación del planeta fijándolo. Nuestras esperanzas de hacer frente al problema del
calentamiento global utilizando la capacidad de absorber CO2 por parte de la vegetación
parecen absolutamente desmedidas. ¿Y qué decir de la energía que fijan las plantas? Justo la
energía que luego tratamos de recuperar ya sea como biocombustibles o en forma de biomasa.
La fotosíntesis, la vía de entrada de la energía solar a la biosfera funciona con una parsimonia
tal que las plantas raramente alcanzan a fijar el 1 por ciento de la radiación solar que les llega.
¿Alguien, en su sano juicio, diseñaría un negocio basándose en un proceso técnico que operara
con una eficiencia inferior al 1 por ciento? Si a eso añadimos que los procesos industriales de
obtención de los biocombustibles tienen eficiencias que, en el mejor de los casos, no superan el
50 por ciento, la conclusión no puede ser más desalentadora: nuestro proceso industrial de
obtención de biocombustibles está limitado por el cuello de botella que supone la fotosíntesis y
resulta imposible hacerlo operar con eficiencias razonablemente altas. A estos aspectos
dedicaremos el capítulo 2 después de analizar, en el capítulo 1, la evolución de la concentración
de CO2 atmosférico en nuestro Planeta, su relación con el consumo de los combustibles fósiles y
sus efectos sobre el clima.
Resulta necesario saber con qué cartas jugamos y evitar así la expresión atónita que observo a
menudo en los debates públicos cuando algún asistente descubre, con sorpresa, que la
fotosíntesis opera con rendimientos tan bajos. Y es que la naturaleza ha evolucionado en unas
coordenadas muy diferentes a las del continuo crecimiento que nosotros queremos imponerle.
La cara de satisfacción del ministro de economía de turno cuando anunciaba hace unos meses,
cuando corrían tiempos mejores para la economía mundial, que la economía del país ha crecido
un 3 por ciento, sólo es comparable a su ignorancia de las consecuencias que este crecimiento
tiene sobre nuestro entorno natural. Si, de una vez por todas, los economistas introdujeran en
sus balances los costos ambientales, ese crecimiento se tornaría sin duda, en un balance negativo
y la cara del ministro tal vez debiera acomodarse a la expresión del idiota ignorante.
Con la premisa introductoria de los dos primeros capítulos podemos analizar el ciclo de vida de
los combustibles y los procesos industriales de obtención del bioetanol y del biodiesel a partir
de diferentes materias primas vegetales. Valoraremos y discutiremos su balance energético por
un lado y su contribución a la reducción de las emisiones de CO2 . ¿Pueden satisfacer los
combustibles los requerimientos energéticos de nuestra sociedad? ¿En qué medida pueden
sustituir a los combustibles fósiles? Si lo hicieran ¿reducirían realmente las emisiones de CO2 a
la atmósfera? ¿En qué medida?. Trataremos de dar respuesta a éstas y otras preguntas afines en
los capítulos 3, 4 y 5.
El libro está concebido de modo que los capítulos 1 y 2 pueden leerse independientemente del
resto. Así que, querido lector, si quieres atacar directamente al tema puedes empezar a leer el
capítulo 3 pero permíteme que te invite a visitar los capítulos 1 y 2 en algún momento. Para
facilitar la lectura, algunos aspectos más técnicos se han extraído del texto general y se
encuentran resumidos en forma de cuadros resumen o de apéndices a los que puedes referirte
cuando te resulte necesario.
Como le dice el criado Patronio al Conde Lucanor en la obra del Infante don Juan Manuel,
algunas verdades a medias pueden tener efectos más devastadores que las mentiras. Así que,
bueno será disponer de la información que nos aporte los elementos necesarios para valorar
críticamente la propaganda basada en medias verdades. Si estas pocas páginas pueden aportar
algún grano de arena al mar de la información me daré por satisfecho.
Rojals, Enero de 2009
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