Las emisiones de contaminantes a la atmásfera son la causa del deterioro de la calidad del aire, y el origen de numerosos problemas sanitarios, económicos y ambientales. Las grandes ciudades, y algunas zonas industriales, concentran los mayores niveles de contaminación atmosférica, siendo el tráfico de vehículos el principal responsable de la misma. El dióxido de carbono (CO2) es uno de los compuestos más abundantes en la atmósfera, siendo el más importante de los denominados “gases de efecto invernadero” (GEI). Tiene un destacado papel en los procesos vitales de plantas, animales y para el ser humano y, en cantidades adecuadas, contribuye a que la temperatura de la Tierra se mantenga dentro de unos límites que hacen posible la existencia de la vida. Sin embargo, a partir de la Revolución Industrial se ha producido un continuo incremento de la cantidad de CO2 emitido a la atmósfera, debido al uso intensivo de combustibles fósiles. Ello ha alterado el efecto invernadero natural, y está causando un cambio climático sin precedentes que, para muchos, constituye el mayor problema ambiental con el que nos enfrentamos en la actualidad. Por sectores, en 2005, el procesado de la energía (que incluye industrias energéticas, manufactureras y de la construcción y el transporte) fue responsable del 78,9% de las emisiones totales, seguido de la agricultura (10,2%), de los procesos industriales (7,7%), del tratamiento y eliminación de residuos (2,9 %) y del uso de disolventes y otros productos (0,3 %). En el mapa se observa la localización de las instalaciones que emiten mayores volúmenes de CO2 a la atmósfera en España, y se puede apreciar su extrema diversidad. Pero las emisiones de dióxido de carbono no se limitan a estos focos bien localizados y, en principio, fáciles de controlar ya que éstas se producen de forma difusa por todo el territorio. Así, según el Ministerio de Medio Ambiente, cada hogar español produce hasta 5 toneladas anuales de CO2, de las que el 54% corresponden a emisiones generadas por el coche y la calefacción. La reducción de las emisiones es un objetivo urgente a nivel mundial, pero constituye también un reto extremadamente difícil de cumplir. Ello se debe a la diversidad de los focos de emisión y al hecho de que, en muchos casos, no existen alternativas -eficaces y económicamente asumibles- a la situación actual.