Senado de la Nación Secretaria parlamentaria Dirección General de Publicaciones (S-0360/09) Buenos Aires, 02 de marzo de 2009 Señor Presidente Ing. Julio César C. Cobos Su Despacho. – Tengo el agrado de dirigirme a usted a los efectos de solicitar la reproducción del Proyecto de Ley de mi autoría: Expediente n º 1.784/07 presentado el 07-06-07; “Reforma del Art. 33 del Código Civil” Sin otro particular lo saludo muy atentamente. – Adriana Bortolozzi de Bogado. – PROYECTO DE LEY El Senado y Cámara de Diputados,... Artículo 1º: Derógase el punto tres (3) de la primera parte del artículo 33 del Código Civil. Artículo 2º: Refórmase el texto del punto uno (1) de la segunda parte del artículo 33 del Código Civil el que quedará redactado de la siguiente manera: “Tienen carácter privado: 1) La Iglesia Católica y las demás entidades religiosas reconocidas, las asociaciones y las fundaciones que tengan por principal objeto el bien común, posean patrimonio propio, sean capaces por sus estatutos de adquirir bienes, no subsistan exclusivamente de asignaciones del Estado y obtengan autorización para funcionar.” Artículo 3º: Comuníquese al Poder Ejecutivo. Adriana Bortolozzi de Bogado. FUNDAMENTOS Sr. Presidente: Etimológicamente, el vocablo “persona” deriva de las voces latinas “per-sonare” que en latín tradicional aludía a la cualidad de sonar mucho o resonar. En la Roma antigua, con la misma palabra se hacía referencia a la máscara o careta que se usaban en ámbitos histriónicos, para que los actores encarnaran sus roles teatrales y modificaran el volumen de su voz. Con el transcurrir del tiempo, por el uso de expresiones figuradas del idioma, se comenzó a designar con la palabra "persona" no solamente a la máscara o careta sino el actor enmascarado y luego, también, al papel que éste desempeñaba durante su actuación escénica, es decir al mismo personaje. La voz "persona" fue adoptada ulteriormente por la terminología jurídica para aludir al sujeto dotado de representación propia en el derecho; enfatizándose que, así como un actor podía desempeñar distintos roles y, en consecuencia, usar varias máscaras, los romanos libres podrían desempeñar diferentes roles, cada uno de los cuales entrañaba un conjunto de derechos y obligaciones especiales provenientes de sus respectivas relaciones sociales y jurídicas. Al advertirse en el ámbito que con la palabra “persona” se designaba a todo ente capaz de atribuírsele derechos y obligaciones, y que esos entes no necesariamente eran seres humanos (estado, cofradías, corporaciones, etc), doctrinalmente se idearon algunas teorías tendientes a justificar la existencia y la naturaleza jurídica de esos entes, que por ser un centro de imputación de derechos y obligaciones fueron denominadas personas morales, ideales o jurídicas. La idea señera cuyas raíces se hallaban esbozadas en el mismo “Digesto” (Libro 46 Titulo 1 Frase 22) y reiterada por “postglosadores” (Libro 50 Titulo 16 Frase 16 ) y canonistas (“Personae ficta” en Canon Praescrptian, pagina 58), fue la teoría “de la ficción”. Según esta doctrina esquematizada y perfeccionada por Federico Carlos Savigny, las personas morales son “entes creados ficticiamente por la ley, siendo su capacidad artificial y otorgadas al solo efecto del cumplimiento de un fin jurídico” (Savigny T II Pags. 83 y 84). Sin perjuicio de que esta teoría ha sido criticada y defenestrada por otras mas modernas y realistas, interesan sus bases pues en ella originariamente, sirvió de fuente “Esboco de Freitas” (proyecto para el Código Civil de Brasil) el cual a su vez, fue utilizado por nuestro codificador, en la redacción de los artículos 32 y 33 del Código Civil. Dalmacio Vélez Sarfield en la redacción original del artículo 33 de nuestro Código Civil, clasificaba a las personas como “personas de existencia necesaria” cuya existencia y regulación la establece el derecho público y “personas de existencia posible” como las que crea el derecho privado. El texto derogado del artículo 33 del Código Civil establecía: “Las personas jurídicas, sobre las cuales este código legisla, son las que, de una existencia necesaria o de una existencia posible, son creadas con un objeto conveniente al pueblo…” pasando luego a enumerar entremezcladamente a entes públicos y privados. La reforma del dto. ley 17.711 pretendió establecer orden y coherencia a ese artículo desechando la clasificación de “existencia necesaria” y “existencia posible”, reemplazándolas por la calificación de “públicas” y “privadas” enumerando entre las primeras la novedad de las “entidades autárquicas”. Fuera de la variación de la clasificación y la incorporación de nuevas formas de persona pública, la redacción del referido artículo en lo que hace a las personas privadas, eliminó la extensa enumeración de entes, estableciendo un texto abierto, en la cual podrían tener cabida diversas personas jurídicas privadas. Sin perjuicio de los propósitos de actualización y coherencia legislativa que inspiraron a la reforma de 1967-1968, la observación atenta del texto del artículo 33 del Código Civil nos indica que respecto a este artículo esos objetivos no se han cumplido cabalmente, sobre todo en lo referido a las personas jurídicas públicas. La reforma mas allá de la innovación de las “entidades autárquicas”, incorporó a tal categorización a entidades como la Iglesia Católica, creando un error de clasificación y calificación más palmario y evidente que el de la redacción original. Dicha equivocación concluyó lisa y llanamente a entronar legislativamente a la referida Iglesia como una institución dependiente del Estado o persona jurídica pública de carácter estatal. Benjamín Villegas Basavilbaso, explicando la ligazón de las personas jurídicas públicas con el mundo jurídico y parafraseando al tratadista italiano Ugo Fortti refiere: “Si la persona es pública, sus actos son regulados por el derecho público, principalmente por el derecho administrativo, desde el punto de la forma, del contenido y de su fuerza ejecutoria, y además del control jurisdiccional. Otra consecuencia de significación es la relacionada con la posibilidad del ejercicio del poder disciplinario sobre los funcionarios y empleados de la persona pública.” ( Villegas Basavilbaso, Benjamín, Derecho administrativo, Buenos Aires, Editora Tipográfica Editora Argentina, t. II, p. 109) -En el mismo sentido Gordillo Agustín Ttdo. Dho Administrativo Tomo I pag. 141-. Ante estas contundentes afirmaciones doctrinales, cabe sentar un interrogante a responderse posteriormente, en el sentido de si la conformación, estructura, fines autoridades, sujeción y otros aspectos de la Iglesia Católica, se relacionan con normas de derecho público, emanadas del estado argentino. Desde la óptica de la doctrina del derecho civil, también la opinión de civilistas como Belluscio, Zannoni, Garbino y otros, han destacado este infortunio legislativo afirmando: … “Sin embargo puede señalarse en el nuevo texto del artículo 33 un defecto grave, pues establece que: Tienen carácter público: 1º) El Estado Nacional, las Provincias y los municipios, 2º) las entidades autarquicas. 3º) La Iglesia Católica… Quedan mezcladas de esta forma las personas jurídicas de carácter publico estatal, con la Iglesia Católica que no tiene tal carácter olvidando que además de la Iglesia, existen otras personas jurídicas de carácter público, no estatal…” (Código Civil comentado, anotado y concordado por Augusto Cesar Belluscio, Eduardo Zannoni, Guillermo Garbino Jorge Lavalle Cobos y otros, Tomo I -Comentario al artículo 33- pag. 147 Edit. Astrea). Mas allá de las posiciones doctrinales transcriptas, nos cabe a nosotros legisladores la tarea de peguntarnos si la Iglesia Católica en la función evangelizadora, de culto, de caridad o de otra índole, ¿se maneja por normas de derecho público dictadas desde el estado argentino?. Evidentemente que más allá de la subsistencia del artículo 2º de la Constitución Nacional, su personalidad jurídica preconstitucional y la asignación de sueldos o subsidios a obispos párrocos u otros dignatarios eclesiales, la Iglesia Católica no se halla regulada ni subordinada en su constitución, estructura, medios ni fines por ninguna norma de derecho público surgidas del legislador argentino. Nuestro Estado es laico. Una interpretación cabal de nuestro orden jurídico nos señala que el Estado (persona de carácter público por excelencia), no posee potestades legislativas ni otra forma de legitimación para señalarle a la Iglesia las acciones a seguir en el desempeño de sus fines ni a establecerles pautas de procedimiento, (lo que sí puede respecto de las otra instituciones realmente estatales bajo su dependencia como sujetándolas a pautas normativas de legalidad administrativa sustancial y formal en búsqueda del orden o el bien públicos). En esa misma interpretación, también es obvio que el Estado carece de legitimación procesal pasiva (no puede ser demandado) por acciones judiciales de particulares por el resarcimiento de un acto ilícito cometido por un cura párroco o un obispo. Admitir literalmente la solución legislativa que indica la redacción actual del artículo cuya reforma se pretende, significa aceptar que la Iglesia Católica es una persona jurídica de carácter público estatal, y ello según las reglas de la lógica nos conduce a admitir el monumental absurdo jurídico que ella depende funcionalmente del estado y que por ende, este puede imponerle pautas de acción eclesial así como representarla en forma promiscua o subsidiaria en el caso de que aquella sea demandada por alguna acción ilícita (civil, penal o de otra índole) imputable a un Ministro eclesiástico o a algún instituto congregacional, (por culpa “in vigilando” o “in contraendo”). El silogismo señalado en el párrafo precedente, surge de la misma afirmación de los administrativistas nombrados y del texto del artículo 33 del Código Civil punto 3 primera parte y se explica en las siguiente premisas: Premisa Mayor: Si la persona jurídica es pública, sus actos son regulados por el derecho público. (conclusión deVillegas Basavilbaso, Fortti, Gordillo y otros). Premisa Menor: la Iglesia Católica es una persona jurídica pública (texto del artículo 33 punto 3 del Código Civil). CONCLUSION: (Absurdo jurídico) Siendo la Iglesia Católica una persona jurídica pública sus actos deben son regulados por el derecho público y por ende sus miembros están sujetos al control y al poder disciplinario establecido por aquel, a favor de quienes se les atribuye la autoridad del Estado. La Iglesia Católica mas allá de su privilegio como culto sostenido constitucionalmente, no es una persona jurídica de carácter público y en el contexto normativo en el que se desenvuelve, nuestro orden jurídico nos indica que si bien puede ser tenida como un una institución pública en el sentido de su libertad de acceso por el público o del interés de la mayoría por su existencia o funcionamiento, no por ello es una institución publica-estatal porque no se halla organizada ni orientada por leyes de derecho público sino por normas, pautas y acciones señaladas por el Estado que la organiza y representa, y que a nivel internacional, sabemos que es el Vaticano, con el que nuestro Estado se vinculó como con cualquier otro Estado. Señores legisladores los párrafos que anteceden señalan someramente una de las mayores incoherencias de nuestra legislación civil. Aboquemos nuestro esfuerzo a subsanarla con una moción como la que se propone u otra similar que despeje de tamaña confusión normativa. Adriana Bortolozzi de Bogado.