Trigésimo Primer Domingo del Tiempo Ordinario - Ciclo A San Francisco de Sales Humildad y buen nombre (cf. Introducción a la vida devota c.7: Obras selectas [BAC, Madrid 1953] t.i p.140-143). A) Relaciones entre alabanza, honor y buen nombre “La alabanza, el honor y la gloria no se tributan a los hombres por una simple virtud, sino por una virtud excelente. Pues por medio de la alabanza queremos convencer a los otros para que estimen, la excelencia de alguno; mediante el honor hacemos protesta de nuestra estima; y la gloria no es otra cosa, a mi manera de ver, que cierto destello de la reputación que irradia del conjunto de alabanzas y honores; de forma que los honores y las alabanzas son como piedras preciosas de cuyo conjunto irradia la gloria como un brillo”. B) La humildad busca el buen nombre a) El humilde no puede renunciar a su buen nombre “Ahora bien, la humildad, no pudiendo sufrir en nosotros algún deseo de sobresalir o de ser preferidos a los demás, no puede tampoco tolerar que busquemos nuestra propia alabanza ni el honor y la gloria que son debidos a la excelencia de la virtud. Sin embargo, ella se aviene con la exhortación del Sabio, que nos amonesta cuidar el propio renombre, que es la estima no de una virtud excelente, sino de una sencilla y común probidad e integridad de vida que la humildad no impide reconocer en nosotros mismos, y que, por tanto, es legítimamente deseable”. b) La humildad exige el buen nombre por motivos de caridad “Cierto que la humildad despreciaría esta reputación si así lo exigiese la caridad; pero siendo el buen nombre uno de los fundamentos de la sociedad humana, sin el cual no sólo seríamos inútiles, sino perjudiciales a los demás a causa del escándalo que de ello pudiera provenir, la caridad requiere, y la humildad está conforme en ello, que deseemos y conservemos nuestra reputación como un don precioso. c) El buen nombre ayuda a conservar las virtudes “Además de esto..., la buena reputación, que por sí misma no es cosa muy deseable, no deja de ser muy útil no sólo por el ornamento que presta a nuestra vida, sino también para la conservación de nuestras virtudes, y especialmente para las que todavía son tiernas y delicadas; la obligación de mantener nuestra reputación y de ser tales como se nos estima, nos obliga a un esfuerzo generoso y a una firme y dulce violencia... C) La preocupación excesiva por el buen nombre a) Es perjudicial a la misma fama “Con todo, no parece necesario que seamos muy vehementes, exactos y melindrosos en buscar la conservación de la buena fama, porque los que se muestran quisquillosos y muy sensibles en esto, se asemejan a los que, cuando sienten la menor indisposición, echan mano de las medicinas; pues éstos, pensando conservar la salud, lo que hacen es malgastarla, y aquellos, pretendiendo mantener cuidadosamente su buen nombre, lo que consiguen es perderlo por completo, pues con este desasosiego se vuelven extraños, quejumbrosos, insoportables, y provocan la malicia de los murmuradores”. b) El desprecio de la calumnia es buen remedio contra la misma “El disimular y despreciar la injuria y la calumnia es, ordinariamente, un remedio más saludable que el resentimiento, la réplica y la venganza; el desprecio las hace desvanecer; en cambio, el enojo parece que las exaspera... El miedo excesivo a perder la reputación acusa una falta marcada de fundamento de la misma, que es la sinceridad de una buena vida... Los que tienen un alma sólidamente cristiana desprecian ordinariamente los desmanes de las lenguas maldicientes; mas los que se sienten débiles se inquietan ante la menor contrariedad. Cierto...que el que quiere tener buena reputación delante de todos, la pierde por completo, y merece perder también el honor quien pretende recibirlo de aquellos que por sus vicios son tenidos por infames y poco honrados”. D) Se ha de preferir la virtud a la reputación a) Porque vale mas “La reputación es como una señal que hace ver donde mora la virtud; por tanto, ésta debe ser preferida en todo y por todo. Es por lo que se dice: Si te llaman hipócrita porque buscas la devoción o te tildan de pusilánime porque perdonas injurias, no hagas caso. Pues, además de que estas apreciaciones provienen de gente ruin y de poco criterio, deberías estar dispuesta a perder la reputación con tal de no abandonar la virtud ni el camino que a ella conduce, ya que hay que preferir el fruto a las hojas; es decir, el bien interior y espiritual a todos los bienes exteriores. Hemos de ser celosos, pero no idólatras de nuestro buen nombre; de la misma manera que no conviene ofender la vista de los buenos, tampoco hay que dar contento a la de los malos...” b) La injuria ayuda al crecimiento de la virtud “Aunque tu nombre sea cortado o del todo rasurado por la lengua de los maldicientes, que, según David, es como una navaja muy afilada (Ps. 51,2), no hay que inquietarse, porque pronto volverá a nacer con mayor pujanza y belleza que antes y también más vigorosa. Mas si nuestros vicios, nuestras felonías, nuestra mala vida se oponen a nuestra reputación, será muy difícil que la recuperemos, porque ha sido arrancada de raíz. La raíz del buen nombre es la probidad, que, mientras permanezca en nosotros, puede hacer rebrotar el honor que de ella viene”. E) Calumnias que se han de rechazar y calumnias que se han de despreciar “Es necesario dejar una conversación vana, una práctica inútil, una amistad inútil, una loca familiaridad, si ello causa perjuicio al propio renombre, pues éste vale más que toda suerte de vanos pasatiempos; mas si, porque ejercitamos la piedad, porque pretendemos avanzar en la devoción y alcanzar un bien eterno, se murmura de nosotros, se nos critica y calumnia, dejemos que los perros ladren a la luna; si ellos pueden dar origen a una mala reputación..., se trocará en instrumento favorable a nuestra honra, como la podadera a la viña, que la hace centuplicar el fruto”. F) Confianza en Jesucristo, nuestro maestro y mode “Elevemos siempre nuestra mirada a Jesús crucificado; entreguémonos a su servicio con sencillez y confianza, pero al mismo tiempo con sabiduría y discreción. El será el protector de nuestro buen nombre, y si permite que tengamos que sufrir alguna contrariedad en esto, será para ventaja nuestra o para que practiquemos mejor la santa humildad, de la cual una sola onza vale más que mil libras de nuestro honor. Si se nos injuria injustamente, opongamos tranquilamente la verdad a la calumnia; y si ésta continúa en sus trece, continuemos humillándonos; pongamos toda nuestra reputación, como nuestra alma, en las manos de Dios; no podremos encontrar lugar más seguro. Sirvamos a Dios, tanto por la buena como por la mala fama, como San Pablo (2 Cor. 6,8), para poder decir con David (Ps. 68,8): ¡Oh Dios mio!, por ti he soportado el oprobio, y la confusión ha cubierto mi rostro.” G) Cuándo no se debe callar ante la calumnia “He de exceptuar ciertos crímenes tan atroces e infames, ser calumniado de los cuales nadie tiene obligación de soportar, cuando se pueden poner las cosas en claro fácilmente, y a ciertas personas de cuya reputación depende la edificación de muchos; pues en estos casos es necesario procurar la reparación del mal recibido, siguiendo el consejo de los teólogos”.