Delegación del Gobierno en Madrid DISCURSO DE LA DELEGADA DEL GOBIERNO EN MADRID, CRISTINA CIFUENTES Madrid, 5 de diciembre de 2013 Real Casa de Correos Han pasado 35 años desde que los españoles, al refrendar con nuestro voto la Constitución de 1978, sentamos las bases para la convivencia pacífica, el reconocimiento de la diversidad territorial, y la garantía de los derechos y libertades públicas. Todos los elementos que nos definen e identifican hoy como Nación. La Constitución de 1978 marcó un antes y un después en nuestra historia, porque no era un texto impuesto, sino el fruto del consenso, del diálogo, de la voluntad de reconciliación, de la cesión de unos y de otros para alcanzar una meta común que permitiera reforzar lo que nos une como Nación, sentando las bases para construir una sólida democracia y desarrollar un nuevo modelo territorial. Decir Constitución en 1978 era decir nuevos tiempos, democracia, unidad, solidaridad, afán de justicia y libertad, proyecto común como Nación, sobre la base de unas reglas de juego diseñadas por todos, aceptadas por todos y respetadas por todos. A lo largo de estos 35 años, la Constitución no ha defraudado las expectativas que los españoles pusimos en ella y ha contribuido decisivamente: A la estabilidad política. A la vertebración territorial. Y a la salvaguardia de los derechos de los ciudadanos mediante el imperio de la ley. Como factor de estabilidad política, la Constitución ha definido una forma de Estado basada en la monarquía parlamentaria, que durante décadas ha permitido desarrollar en paz un proceso de transformaciones y modernización sin precedentes. 2 Como factor de vertebración territorial, la Constitución ha hecho posible que las comunidades autónomas alcancen cotas de autogobierno impensables hace sólo unos años. Como garante de los derechos fundamentales y libertades públicas, la Constitución se ha configurado como un referente para preservar sus valores en todo el ordenamiento jurídico, velar por los derechos humanos, y evitar situaciones de abuso y discriminación. La Constitución es hoy, sin duda, la piedra angular de nuestra democracia y la base más firme de instituciones y organizaciones esenciales para la convivencia en libertad, como la Corona, las Cortes Generales, el Poder Judicial, los partidos políticos o los sindicatos que, al margen de situaciones coyunturales, debemos fortalecer como garantes de los derechos fundamentales y libertades públicas y, en definitiva, del sistema democrático. Todo ello, sin perjuicio de la participación de los ciudadanos en los asuntos públicos a través de iniciativas como los movimientos sociales, que la propia Constitución reconoce, pero que no puede sustituir, según algunos pretenden, a la democracia representativa fundamentada en los partidos políticos. Porque la democracia no son sólo las urnas, pero sin urnas no hay democracia, y la Constitución representa la mayor salvaguardia del sistema democrático que, hoy por hoy, es el mejor de los sistemas posibles. Pese a los extraordinarios beneficios que ha reportado y reporta a los españoles, sin embargo, los logros alcanzados por la Constitución se ven hoy amenazados por quienes plantean con insistencia de forma irresponsable la urgente necesidad de: Modificar la forma política del Estado. 3 Sustentar el modelo territorial sobre bases federales de más que dudosos beneficios. Y, sobre todo, quienes pretenden conseguir, de forma directa y unilateral, la ruptura de España que es, también, la ruptura de la Unión Europea en su concepción actual. El independentismo es, sin duda, la mayor de las amenazas que vive hoy la Constitución, y supone un atentado directo al corazón de nuestra convivencia. Conviene recordar, porque quienes propugnan la ruptura de España pretenden ignorarlo, que la Constitución se asienta de manera ineludible sobre los conceptos de “Nación”, “soberanía” e “indisolubilidad”. Es la “Nación española”, según señala el Preámbulo de la Constitución, la que “en uso de su soberanía, proclama su voluntad” de dotarse de una norma suprema, situada en la cúspide del ordenamiento jurídico. En esta misma línea, el texto constitucional señala en su artículo segundo que “la Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles”, haciendo especial hincapié en que “la soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado”. El hecho de que estos fundamentos jurídicos aparezcan en el Preámbulo y los dos primeros artículos de la Constitución, son la mejor prueba de la importancia capital que los constituyentes quisieron otorgar al elemento más importante que nos une, sin el cuál carecería de todo sentido nuestra Constitución: la Nación española. La Constitución ha sido garante durante estos 35 años del derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones de España. Pero la configuración del modelo territorial establecido en la Constitución precisa como requisito inexcusable de las más altas cotas de lealtad institucional, totalmente incompatible 4 con el propósito de algunos de romper la Nación española utilizando como plataforma para ello las cotas de autogobierno que la propia Constitución ha hecho posible. No cabe mayor deslealtad. Se trata de una aventura secesionista inviable jurídicamente, que parece querer distraer la atención de los ciudadanos respecto a los graves problemas económicos y sociales que atraviesan de manera especial algunas comunidades autónomas. Superar la grave crisis que vivimos actualmente está requiriendo del esfuerzo de todos, y los propósitos independentistas suponen una dificultad añadida al proceso de recuperación económica, porque estos planteamientos atentan contra uno de los principales valores aportados por la Constitución, como es la estabilidad política, un factor clave de nuestra competitividad y de nuestra credibilidad internacional. Que no duden, quienes desde el autogobierno que les ha permitido alcanzar la Constitución, pretenden romper unilateralmente la unidad nacional, que la propia Constitución, y el resto del ordenamiento jurídico, incluyen instrumentos eficaces para impedirlo. En un mundo cada vez más globalizado y competitivo, es tiempo de abrir espacios y no de levantar barreras; de pretender objetivos comunes, y no de fomentar la división. Necesitamos una España fuerte y unida, que sea la suma de todas y cada una de las comunidades que la han conformado históricamente. Una España abierta y plural, donde las comunidades autónomas puedan desarrollar sus potencialidades en un clima de tolerancia y libertad, sin más limitación que el marco constitucional. Nadie puede ser excluido, ni puede autoexcluirse, de esta meta común, según parece pretender alguna comunidad, como Cataluña. 5 Precisamente por ello, en estos momentos más que nunca, hay que decir alto y claro, desde la convicción, la lógica y el corazón, que España necesita a Cataluña y Cataluña necesita a España. Juntos hemos superado grandes dificultades a lo largo de los siglos y no podría comprenderse la España de hoy sin la enorme contribución de Cataluña a la cultura, la economía, el arte y la ciencia, que son ya patrimonio de todos y cada uno de los españoles. Queremos a Cataluña y a los catalanes, no hay razones objetivas para lo contrario y, precisamente por ello, podemos y debemos entendernos en el marco de la Constitución de 1978, que es la Constitución de todos. Nada puede haber tan importante como para hacer que se rompa unilateralmente una convivencia forjada a lo largo de siglos de historia en común. No olvidemos, sin embargo, que la Constitución Española no es ni puede ser, en modo alguno, un texto inamovible, que deba permanecer inalterado a lo largo del tiempo. Su articulado incluye mecanismos para llevar a cabo reformas, de acuerdo con un procedimiento que requiere de mayorías cualificadas y de la participación de todo el pueblo español. SÍ, pues, a las reformas tramitadas legalmente y desde el consenso, que pueden resultar necesarias: Para extender las cotas de autogobierno dentro de los límites constitucionales. Para dotar de coherencia y máxima equidad al sistema de financiación autonómica. Para desarrollar las previsiones legislativas constitucionales, a la luz de la experiencia de estos 35 años. O para redistribuir competencias con el fin de eliminar duplicidades, racionalizar la Administración, disminuir el gasto público, evitar la ruptura de la unidad de mercado e impedir ineficiencias en la gestión. 6 Pero NO, un NO rotundo y sin ambages, a los procesos unilaterales que, al margen de la ley y de las previsiones constitucionales, pretenden romper España y destruir su identidad como Nación, queriendo dejar atrás siglos de historia, de cultura y de valores compartidos, sin contar para ello con la decisión de todos y cada uno de los españoles. Quienes esto persiguen se encontrarán, no les quepa duda, con la firmeza del Gobierno de España, y la fortaleza y el rigor de la propia Constitución. Una Constitución que refleja los anhelos del pueblo español de convivir en paz sobre la base de irrenunciables principios de libertad, justicia, equidad y seguridad. Una Constitución y unos principios por los que muchos han dado su vida. Precisamente por ello hoy, aquí, quiero transmitir todo mi cariño y rendir el más cálido homenaje a las asociaciones de víctimas del terrorismo, algunas de las cuales nos acompañan en este acto, y expresarles mi solidaridad en estos dolorosos momentos, en los que se nos hiela el corazón al comprobar que legalidad y justicia, términos que creíamos idénticos, siguen incomprensiblemente caminos dispares. Como delegada del Gobierno en Madrid, reitero en un día tan señalado como hoy mi compromiso de velar por el cumplimiento de la letra y el espíritu de la Constitución española en el ámbito de nuestra Comunidad Autónoma, lo que supone ineludiblemente: En primer lugar, garantizar el ejercicio de los derechos fundamentales en los términos que establece la propia Constitución. En segundo lugar, hacer compatible en todo momento los principios de seguridad y libertad, como referente esencial de la labor que realizan las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. 7 Y, por último, velar por que el Estado de Derecho sea una realidad y se configure día a día como fundamento del orden político y la paz social. Convoco a todos los madrileños y madrileñas a trabajar solidariamente en la consecución de estos objetivos y a mantenernos unidos en torno a la Constitución, desde el convencimiento: De que juntos somos más fuertes, y de que es más lo que nos une que lo que nos separa. Permítanme que, para finalizar, evoque a John Fitzgerald Kennedy, cuando se conmemora el 50 aniversario de su asesinato, reproduciendo una de las frases de su discurso de toma de posesión, en la que llama a la unidad de quienes comparten un origen cultural y espiritual común: “Unidos, es poco lo que no nos es dado hacer en un cúmulo de empresas cooperativas; divididos, es poco lo que nos es dado hacer, pues reñidos y distanciados no osaríamos hacer frente a un reto poderoso”. España tiene ante sí, probablemente, los mayores retos políticos, económicos y sociales de su historia, y para superarlos necesitamos, más que nunca, mantenernos unidos y seguir siendo lo que somos: una gran nación. Muchas gracias. 8 9