juan pablo marat, penalista

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JUAN PABLO MARAT, PENALISTA
Por el Licenciado Arnulfo MARTINEZ
L A V A L L E , Profesor de Derecho Penal
de la Uniziersidad Nacional Autónoma
de Misico.
Debo a mi dilecto nnrigo, el erudito Doctor en Derecho Penal, Celestino Porte
I'etit, el haber l l c ~ a d oa +>tispizanos la traducción espekola del Plan de 1.egislacibn
Criminal de J w n Pahlo Alorot. Porte Petit, en su afán universitario de hocer de la
biblioteca del Se>izinario de Dercdlio Penal de la Facultad de Dercclio, del que es
digno Director, la ~licjoren su especialidad, hurga, investiga, se informe y dota,
dentro de las posibilidaúes impernntes, o1 Seniinario, de lar obras que deben ser
abrevadero científico para los estt~diosos del Derecho Penol, ciencia del Derecho
dificil, nitantente otrngcrzte 2 cuyo conlenido cientifico aún se enz'entra en la edod
de la verdadera investignción, para poder desentrañar
autktico contenido y
situarlo en el rango que por si anwrite, pese al desprecio inaudito que algunos ciegos
juristur honrosa*i~entele adircdican.
Iguolnzente, agradezco la distinguida oportunidad que lo Academia de Cienciar Porales de México se Iza sem'do otorgarme, al doncederme hospitalidad en su
seno, esperando ltacerme diga0 de tal generosidad, que i»nPulsa el interés de la investigación e incite a une leal superación.
El medio.-La insigne Francia del siglo XVIII revoluciona, no sólo en
la política, sino fundamentalmente cn la filosofía. Al pretender crear una
nueva concepción del Estado, realiza concomitantemente una transformación en los conceptos generales del Derecho. El periodo de la humanización del Derecho Penal, arraiga definitivamente en ese estadio histórico y produce lógicamente una necesaria revisión de las normas y las
formas que lo estructuraban.
Todo el ámbito del pensamiento cientifico se convierte entusiastamente en contractualista, pero el desarrollo de las teorías que lo infor-
man, deviene como fenómeno del Reiiacirniento, y son "un efecto de
aquella amplia corriente de cultura que di6 una nueva dirección al espiritu humano en todas sus actividades. E1 Renacimiento reprisenta csencialmente la liberación para el espiritu critico, reprimido y sofocado
durante tanto tiempo, por el dogrnati~mo."~
La conformación del pacto social, coilio base para el desarrollo organizado de la sociedad y del reconocimiqnto de los derechos del individuo, se gesta a través del pensamiento filosúfico surcando el pensamiento
de los hombres de ineditación. Hobbes, el pesimista, el creador de la
frase horno hoininis Izlpus, niega la tesis griega del hombre político por
antonomasia y precisa su sentimieiito en al expresióti lapidaria de que
"el hombre no es sociable por naturaleza". Al reconocer la posible existencia del pacto social, como base primigenia de la sociedad, reconoce
en él la s ~ ~ e d i t a c i ó del
t i individuo a un poder soberano que lo representa, concentrando en si mismo el poder integro de todos ellos; erige
el orden y la tranquilidad, frente al sacrificio de la libertad, ya que
considera la iiaturaleza humana limitada al egoísmo. Hobbes crea totalmente la coiicepción absolutista. Contra él y contra quienes tratan (le
justificar la existencia del pacto social, Spitioza opone sus ideas. E l Estado no puede imponer limites a la conciencia, al pensamiento; no porque en virtud del poder en su expresión jurídica no esté en posibilidades de lograrlo, sino porque naturalisticamente el pensamiento por su
propia esencia es incoercible, de donde, la libertad existe por si, ante
la imposibilidad de violarla. Sin embargo, Loclce, precisa cómo el hoinbre en el estado de naturaleza, tiene ya ciertos derechos, entre ellos,
el derecho de libertad personal, el derecho al trabajo y, por ende, a la
propiedad, derecho este últinio que se funda precisamente en el trabajo.
Concibe posteriormente la iiecesidad de la existencia de una garantia
para la ixisteticia de dichos derechos, de uiia autoridad que los regule.
Con ese propósito los individuos, a fin de asegurarlos, renuncian a iitia
parte de sus derechos naturales, coiisienten ciertas limitaciones y lo logran a través del contrato; pero quien recibe el poder público por tal
procedimiento, se encuentra a la vez limitado, no puede hacer uso de él
arbitraria~iiente,ya que la autoridad se le concede para la sola tutela
de los interces indii~iduales;si abusa del poder, el pueblo recobra -ii>so
iactosu soberanía origiiiaria. "E1 espíritu <le la teoría de Lockc (coino
1 Del Veccliio, Filosofin del Derrcho.
JLVA.V PABLO .li'~llI>AT,PEiVALISTA
99
Rousseau) se halla entero en el concepto de la reciprocidad o bilateralidad de la obli6.ación política". "
Juan Jacobo Iiousseau el aglutinador de las teorías contractualistas, precisa de manera diáfana y ubica el pe~isainientodel contrato social,
dr manera cientilica y captable por todos. Su Contrato Soci:iI, deviene
la biblia de todos aquellos que, al calor de la Enciclopedia, de la diosa
razóti, cotivieneii en la existencia de un pacto social, como forma de orgatiización social gai-aiitc dc los iiitcrcses y <!erechos de los individuos en
lo personal y en su conjuiito. I'recisa cómo los sujetos sociales, los in<lividuos, deben depositar por un instante sus deredios en ei Estado,
quien realiza una conversihn con los misnios: de dercchos naturales, a
clcriclios civiles. K o st: precisa privilrgio al::uiio : el acto concesionario,
realiza<lo por todos, asegura de iilanera definitiva el niisnio trato, la
igualdad. Igualdad, que posteriormciile viene a ser uno de los postulados fundameritalrs dc !a tríada libcrtaria de la Revolución francesa.
I'or lo demás, todos y cada uno conser\-aii su libertad, el sujeto se hace
síil>dito sólo e11 relaci¿!i al JCstado. y r-spccto a 61, pues &te iio es irás
que la síntesis de las libertades individuaics.
El contenido filosófico en las distintas concepciones de ia tcsis contractualistli, informan el iiue\ro derecho potencialmente, y en forina tímia se \.nn actualizando sus trat;itnientos linsta el momento ilgido, de
cotiviilsión de la epopeya francesa di: fines dcl x\-III. Su relracción sobre el trataiiiie~itodel Iiotribre conio tal, es (le formidable impacto y por
necesidad lógica S? precisa en Ins normas del Ilerecho Penal, desestimando las existentes y precisando las futuras.
E1 Derecho Penal coinúii europeo hasta antes de fines del siglo XVIII
y sus expresiones !egislritivas, se f u é coriformando a travGs <le las influencias dcl Dcreclio Tioi~iaiio. cl Gcr~iiáiiicoy ei Cr~nónicoque dieron
1:is bases durante la E(ia11 Media. Una natural falta de coexistericia y
estabilidn~l sc hace patitite cn virtud de tal mczcla, predor,inan<lo en
ocasiotics uno y en ocasi«nes otro. Para Iiraiicia e Italia, priva fundamentalmente el Derecho Romano.
E l incoritenible del-eiiir de la Hisloi-ia itifor!lia ti11 tiuei-o trntainicnto para el hombre, )- si bie~i1lc rarios piintos <le la l'uropa de etitonccs, se escucha el clamor hunianit;irio de los hombres que sienten !;
sufren las 7-iolaciones del I'o<ier, <le las atiquilosatlas costuinhrcs, dc !a
100
ARNULFO MARTINEZ L A V A L L E
expresión talionesca aún no desestimada y que hace expresar a Beccaria, a Howard y Marat la necesidad de una renovación total en defensa de los más elementales derechos del individuo, toca a Francia precisar, legislativamente, tales aspiraciones. En las ideas de aquéllos, unos
sólo filántropos, tal vez auténticamente cristianos, se finca, como apunta Jiménez de
más que la edificación de un Derecho Penal y
carcelario nuevo, la censura de lo existente, la destrucción de lo ya
caduco: por eso son revolucionarios. El movimiento francés de fines
del XVIII inspiró de manera decisiva la reforma penal. El artículo 69 d e
la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, se inspira
en el Contrato Social y en la Enciclopedia, así como los códigos subsecuentes. El panóptico perceptible es por demás cruel y desastroso. L a
tortura, los castigos infamantes, las bárbaras prácticas punitivas en Italia y, en general, los castigos infringidos dentro de la arbitrariedad, la
desigualdad y el rigorismo.
En la Francia pre-revolucionaria, la justicia punitiva se encomendaba a la jurisdicción real, los tribunales de Bailliage y las cámaras
criminales de los Parlamentos. El desarrollo legislativo en sus expresiones más importantes se encuentran en el Grand Coutumier de Carlos VI (1453) ; las ordenanzas criminales de Francisco 1 (1539), la Ordenanza Criminal o Código Criminal de Luis XIV (agosto dc 1670). E n
este ÚIltiino, se encuentran fundamentalmente normas procesales más
que disposiciones punitivas y, en consecuencia, la ausencia de preceptos
de Derecho Penal Material, precisa la influencia e importancia de la
jurisprudencia de los Parlamentos. Esta se informa, bajo la triple influencia de la doctrina, la legislación y el Derecho Canónico. De ahí,
la creación de diversas infracciones: los crímenes de lesa majestad divina y lesa majestad humana; y los crímenes contra las personas. Las
penas por imponer eran señaladas al arbitrio del juzgador, caracterizándose por ser: desiguales, ya que atendían a la condición del culpable;
rigorosas y frecuentemente crueles; interesadas, como la confiscación,
que significa para las arcas reales una fuente ópima de ingresos.
Toca a Francia, influída por la época de las luces, anunciar el Derecho Penal revolucionario y empezar antes que otros pueblos la tarea
codificadora.
La reforma del Derecho criminal, la confección de un código penal, son presentados simultáneamente a los Estados Generales en Fran3 Tratado de Derecho Penal, tomo
I.
JUAN PABLO MARAT, PENALISTA
101
cia; M. Ortolan, precisa los puntos más importantes de la reforma,
los que se refieren fundamentalmente a : reglas de procedimiento, publicidad de la instrucción, libertad de defensa, obligación de fundar los
arrestos, prohibición de toda comisión criminal, establecimiento del juicio de jurados, etc.
Por cuanto a las penas, abolición de toda tortura, de los suplicios
crueles y la confiscacióti; limitación de la pena capital a la privación de
la vida (cn Francia se acostumbraba cortar la mano del parricida, antes
de ejecutar la sentencia de muerte) ; igualdad en la ejecución de la
pena de muerte por medio de la decapitación, y que la misma se aplicase en casos raros y solamente para crímenes atroces; dulzura de las
penas, penas proporcionadas al delito, legalidad de las penas, etc.
Cuello Calón afirma que la renovación del Derecho Penal proveniente del enorme influjo del libro de Beccaria, encontró un instrumento poderoso en la Revolución francesa. Noso:ros opinamos que no hay
por q u i no citar a Juari Pablo Marat, cuando éste en 1790, presenta
a la Asamblea Nacional su Plan de Legislación Criminal.
Durante el siglo SVIII aparecen algunos atisbos de legislación penal
en Francia, mas no propiamente códigos penales. La época codificadora, como hemos apuntado, comienza con la Revolución francesa. Ectatuída la Declaración de los Derechos del Hombre, necesariamente se
abren rumbos diferentes para las leyes penales. Los primeros códigos
franceses fueron, el de 25 de septiembre-6 de octubre de 1791; el de 3
de Brumario del aiio IV (25 de octubre de 1795), preparado por Merlín de Douai, y el código penal de 1810, llamado código de Napoleón,
cuyo proyecto fué elaborado en 1504. Este código, al decir de Jiménez
de Asúa, templa en parte la injusticia de las penas fijas establecido
en el código de 1791, inspirada en la cláusula penal del Contrato Social de Rousseau. Se acepta totalmente el principio nzcllum crimen nulla
poena sine Zege, que actualiza los principios de libertad, igualdad y fraternidad, así como determinación expresa de los tipos legales y el menor
rigorismo en los castigos.
El código penal de 1810, se inspira en las ideas utilitarias de Bentham. Sin embargo, atendiendo a las perturbaciones de la época, este
código regresa a cierto tipo de penas abolidas por las leyes de 1791,
como: la confiscación, la marca, la mutilación de la mano antes de ajus4 Hirtorio del Derecho Penal en Europa, París, 1841
5 Og. cit.
102
ARNULFO AfARTINEZ LAI'ALLE
ticiar al parricida, y las penas perpetuas, aumentando igualmente los
casos en que se aplica la pena de muerte. Quiere decir que el código
de 1791, proiiiulgado después de la publicación en Francia de la obra de
legislación penal de Marat, había suprimido tales penas que los códigos revolucionarios habían proscrito en función del principio de igualdad. Así, el código de 1810 otorga al juzgador un verdadero arbitrio
entre los limites de un máximo y un mínimo de pena fijado para cada
caso, apartándose del sistema arbitrario del antiguo régimen y de la
tasa punitiva establecida por los códigos de la Revolución.
Juan Pablo Marat escribe su Plan de Legislación Crin~inalen 1778.
Tal obra, al decir de Thonissen, "es la de un hombre que ha escrutado
la jurisprudencia criminal de su época, que conoce sus vicios y reclama enérgicamente la reforma."
Hemos de considerar que Marat conocía perfectamente la obra de
Beccaria, pues en 1780 habían aparecido diez ediciones de la miqma, y
para la época en que escribe su Plan de Legislaciln, ya el Tratado de;
los delitos y de las penas, habia sido traducido al francés, según anuncio
que Morellet hace a Beccaria en carta de 1766, influido segur;imente, no
sólo por el éxito internacional de la obra, sino por el elogio qiie dc la
misma hizo D'Alembert en 1763 en carta dirigida a Pablo Frisi.
Por ello, no debemos subestimar la influencia que la obra de Marat
ha de haber suscitado en los primeros códigos penales de la Revolución
francesa y al que un afán de ocultación interesado, ante la figura del
hombre revolucionario, del "amigo del pueblo", de sus errores y sus alteraciones, condenaron seguramente al silencio de los historiadores del
derecho posteriormente.
El Plan de Legislación Criminal de Marat es, pues, confeccionado
en un ambiente de absoluta negación a los más elementales derechos del
individuo; en una época en que las penas se caracterizaban por su desigualdad y su crueldad; en que la tortura era medio para la obtención
de confesiones absurdas y en que el poder del Príncipe no se dclenia
ante traba alguna. Su posterior análisis nos llevará a considerar, cómo
las ideas de la Enciclopedia, la tesis contractualista de organización de
la sociedad y del Estado, influyen de manera decisiva en su pensamiento y cómo la clara inteligencia del hombre de ciencia y del justo, se
actiializa en la forma de prever y sistematizar las leyes punitivas, dentro de un propósito de verdadera justicia y legalidad.
JCAN PABLO hfAIIAT, PEXALISTrl
103
El hombre.-En 1789 aparece ante los lectores de París, un follcto ilciioriiinado Ofrelzda a la Patria o Discurso al Estado Llano de Francia, obra
clc un hombre, J V A X PABLO
INARAT,quicn a partir de ese tnoinento, al renacer prnpiame~itca la vida desputs de larga y penosa cnferrnedad, estima'
scgúu lo afirma, "el dar a sus conciudadatios un testimonio de su abnegacií>n", traz:~n<losedesde entonces un sólo propósito, una sola meta: interveiiir decididamente en la política en forma activa, si11 liinitaciones y 110:lici?do al servicio del pueblo toda su experiencia, su erudición, su entu2
siasiiio y, sobre todo, su propia personaliilad, persotialidad en esa época
amargada por la desestiinación sufrida por los ambientes científicos locales, pero sumergida en si misma y saturada de la idea de la justeza de
sus pretensiones.
E s a partir de ese momento cuando, para nosotros, y dada la índole
de este tiabajo, el hombre se perderi en el fárrago y 13 vorágine revolucionaria para que otros arialicen su futura rxistencia y encuentren el
significado de sus actos y la justificación o desprecio de sus actitudes, calificándolas dcsde el prisma de la critica histórica.
Si para Louis Barthou y Gerard 1iTalter,OMarat no interesa como
jurista, acotando esta e::traña fase de su personalidad sólo por cuanto
pueda traducir algo del pensamiento del futuro Diputado de la Convención, a nosotros toca retrotraer el análisis de su vida, precisarla y ubicarlo dentro dc esa única maiiifestación: el jurista.
MAR,\T, es un publicista de sus estudios
Hasta 1789, J V A N PABLO
cientificos, que encuadran dentro dc los ámbitos de la socio!ogia, la política, la psicología, la medicina, la economía, la física y el derccho.
Esta polihsia ante la cieucia deiitro de la cultura, ilo se compagina,
y extraña, casi por anacrimica, ante la figura insigne del formidable libelista de El A+71igodel Pucblo y el demagogo extraordinario de la Convencibti.
E s Roudry, dentro del Cantón de Neuchatcl. en la Suiza de Rousseau,
a quien nuestro hombre siempre admiró y de quien "pedía su claro :alento" para inspirarlo, donde el 24 de mayo de 1742 cerca de las apacibles aguas del lago, apacible coino la Suiza misnia, a J U A N P A B IMARAT
.~
su "madre le infligió la vida", según expresión de Chateaubriand. Esta
exacta frase, producida por el genio que durante sil vida tuvo e1 éxito
-
6 :\4orat. Ed. Osiris, 1934.
7 24 de niayo de 1744: Diccionario Encicloptdico Hispana-Americano. 24 de
mayo de 1743: Enciclonedia Espnsa.
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ARNULFO MARTINEZ LAVALLE
mundano y el éxito del pensamiento, es dramáticamente certera. Al meditarla, creemos posible considerar a Juan Pablo Mara, quien después
agregó una T a su apellido para sentirse totalmente Francés, como un
Job del siglo XVIII. Ciertamente su vida fué -según podemos colegir de
los pocos biógrafos que nos han orientado-, con escasos paréntesis de
tranquilidad económica y física, un constante luchar, un persistente caer
en la tristeza, la pobreza y muchas ocasiones en la desesperación. De ahí
tal vez la rebeldía que inflamó su vida turbulenta de hombre maduro,
para lanzarse, sin limitaciones, dentro del logro de un desfogue subconsciente incontenible, desfogue que si traducía terror y violencia, no ocultaba un acendrado amor al miserable, al desposeído, al esclavizado.
Su vida transcurre en el continente, especialmente cn Francia. Sin
embargo, antes de radicarse definitivamente, pasa diez años en Inglaterra,
en Londres y otros lugares, conociendo íntimamente las costumbres de la
época y saturándose el sentido de la política interna de la Gran Bretaña.
Abandona la casa paterna, en la que pudo contemplar a su progenitor,
"que a veces la hacia de médico y a veces de pintor o dibujante".B U ~ I
padre emigrado de la Cerdeña por cuestiones religiosas, que constituye
hogar con una suiza, madre de Marat, de quien escribe con nostalgia
perceptible de sus años infantiles en apuntes autobiográficos, imbiiidos
de tranquilidad y arrobamiento: "mujer respetable, que hizo florecer en
mi corazón, la filantropía, el amor a la justicia y el deseo de gloria".
Esto último es a todas luces claro y persistente durante su existir. Animado por ello tal vez, estudia prolijamente, lee, abreva, contempla, analiza y va estructurando una fisonomía pensante que rige férvidamente
sus años de juventud.
No son sus andanzas, las de un aventurero presto a actuar en el escenario de una vida intrascendente, a vivir de lo que más tarde precisa en
su obra jurídica, "a expensas de la necedad humana", si bien en sus primeras incursiones y ya en Burdeos, acompaña a una especie de Dulcamara, voceando elixires y panaceas. Esto, más que pervertirle, le sirve
para conocer el alma humana, la simplicidad de los hombres de bien y la
psicología de los grupos, que más tarde servirá para tratar de fijar en
normas jurídicas, las sanciones para aquellos que utilizan cl engaño y el
aprovechamiento de la ignorancia, para medrar y defraudar.
8 Jncques Castelnau, J. P. Marat. Trad. de L. Nuevamena, Edit. América, México, 1845.
9 Ob. cit. en la nota anterior
JUAN PABLO MAPAT, PENALISTA
105
Su espíritu inquieto, fortalecido por el estudio, estudio tal vez falto
de método como todo auti-ntico autodidacta, se orienta hacia los conocimientos científicos no sin que existan paréntesis que, en sus obras, anuncian al luchador reivindicador del futuro.
E1 aspecto físico de todo hombre, no siempre reproduce su psicología o su disposición mímica. Tal vez, a no ser un reproductor genial que
traslade al lienzo la personalidad misma del sujeto eninarcada dentro de
los limites plásticos, el conocimiento somático no nos da ni revela la verdadera personalidad. Si plásticamente hablando, objetivamente, ello es
objetable, menos aún podremos conocer, en la descripción hablada o escrita, los avatares en que se agita un alma o las profundidades excelsas
que en un cuerpo distorsionado se oculteii. Si11 embargo, consideramos
importante dar a conocer algunos de los retratos liablados que nos han
quedado de Juan Pablo Marat y poder deducir de los misinos, bien un
deseo de aminorar su personalidad! bien la traducción de una enemistad
o <lesestimación manifiestas.
E n la Introducción del Plan de Legislación Crinzilzal que llegó a
nuestras manos, se reproduce un grabado de Marat debido al buril de
Blanchard, realizado en 1790, y al que el traductor anónimo, imbuido
(1891) por las ideas antropológicas que animaron los principios de la
criminologia analiza así: "la cabeza es de líneas muy fuertes: el cráneo,
dados los dos diámetros máximos y atendida su conformación por los
perfiles dcl grabado, es de forma alargado, alto; la frente espaciosa, ancha e inclinada atrás; el cabello escaso, sedoso y desordenado, las cejas
pobladas; ojos grandes y expresivos, de mirada penetrante; nariz aguileña, grm(1e; boca entreabierta, inandíbula grande; rostro escuálido, cuello largo y descubierto, no apreciándose asiinetria facial. Hay en la espresihn del retrato cierto aire de melancolía y audacia." A la vez, reproduce los retratos literarios y psicológicos de Thiers, Laniartine y Quinet.
"Thiers, después de representarle como el espíritu de 13 devastación,
lleno de envidia, retraído y silencioso eii las reuniones y poseído de una
actividad convulsiva, trabajando sin cesar dieciocho horas diarias a pesar
de padecer una enfermedad inflamatoria, le retrata en estos términos:
Estatura mediana, cabeza muy grande, facciones fuertemente pronunciadas, tez lívida, ojos fogosos y toda su persona desaseada. Causaba horror
y desprecio; le empujaban, le pisaban los pies y era objeto de burla su
miserable persona. Acostumbrado a las luchas científicas, se había habituado a despreciar a los que se mofaban de él." Lainartine, en la Historia
106
A R N U L F O MARTINEZ L A V A L L E
de los Girondinos, se expresa de, él diciendo: "El exterior revelaba su alma. Pequeño, flaco, huesoso su cuerpo, parecía incendiado por un horno
interior; manchas de sangre salpicaban su piel; sus ojos, aunque prominentes y llenos de insolencia, parecían como deslumbrados por el sol; su
boca ancha y hendida, como para lanzar la injuria, tenia el pliegue habitual del desdbn. Conocía la mala opinión que se tenia de él y afectaba
provocarla. Llevaba la cabeza alta y un poco inclinada a la izquierda,
como en señal de desafio.. . Todas sus facciones eran divergeutes como
su pensamiento.. . Afectaba la viilgaridad y la suciedad en el traje.
Usaba zapatos sin hebillas, las suelas con clavos, pantalón de tela ordinaria manchado de lodo, la chupa corta de los artesanos, la camisa abierta,
dejando ver los músculos del cuello; las manos bastas, el puño cerrado y
los cabellos grasientos y surcados sin cesar por los dedos, quería que su
persona fuera la viva enseña de su sistema social." E n otro lugar de la
misma obra se Ice: "Devorado por una fiebre lenta y por una lepra asquerosa, espuma visible de los hervores de su sangre, ya casi no salia de
su habitación sombría y apartada.'' Para Quinet, Marat era: "Frente
velada, cabelluda, rostro cobrizo, ojos desmesuradamente abiertos bajo
espesas cejas arqueadas, anchas fosas nasales, nariz maciza, carnívoro, hocico en acecho de la presa, boca aulladora, con sonrisa de bestia feroz,
mezclada de alegría y de furor, infundíanle lástima como otros pigmeos,
Dantón y Robespierre"; y el traductor anónimo de referencia, como para
alimentar la hoguera del desprecio, que los anteriores retratos despiertan,
termina el retrato de Marat, de la siguiente forma: "Los retratos reproducidos y el carácter general que ofrece Marat, es el de un histérico epiléptico; esa actividad convulsiva, el tono dogmático, el desprecio a la
vida, el uso constante de un pañuelo en la cabeza como para calmar la
cefalalgia, la enfermedad inflamatoria, el rostro lívido y cobrizo, el insomnio, el delirio de la gloria, el ansia de renovación absoluta de la sociedad;
todo esto colocado en serie y en relación con la vida del niño y del adolescente, concentrada en el estudio constante y la meditación; la extrema
sensibilidad, la exaltación de las pasiones, la osadía en considerar como
charlatanes a Laplace, D'Alembert y Lavoisier referida por el mismo
Marat en El Amigo del Pueblo, así como la grave enfermedad que sufrió en la juveutud y en cuya convalescencia compuso el tratado de la
Ofrenda a la Patria, todo esto, revela claramente la confirmación del
concepto anteriormente apuntado, de que Marat era un histérico, que por
degeneración progresiva, llegó a ser un tipo de epiléptico, cuyos abcesos
JUAN PABLO MARAT, P E X A L I S T A
107
delirantes encontraron la realidad espantosa del terror: se produjo la
identidad de la epilepsia con la <lelincuencia congénita."
Estas son, seguramente, las más imporiantcs dcscripcioiiec del soma
y la personalidad de Marat e11 el apogeo de su actividad revolucionaria.
d-$cripciones que a travts de la historia nos han dejado u11 sabor amargo
y una estimación hacia el hombre de un verdadero criniinal. Y a Loinbroso lo clasificó como el tipo conipleto del delincuente entre los anarquictas.
Siti embargo, no podemos menos, al enterarnos de SII vida, su obra y sus
idcales, que considerar flagrantemente tendenciosas tales descripciones.
No puede negarse que propaló la violencia y la muerte en sus libelos;
pero no debe olvidarse que en una época en que las reivindicacioiics de
un pueblo sufrían la traición y el engaiio; una ;poca en que el dcrrnn~be
de una tiranía y un sistema oprobioso, trataba de salvarse y salvar algo
del mismo, se necesitaba una voz alta y fuerte que demostrara al pueblo
los peligros futuros y la inutilidad del derramamiento de su propia sangre. Por algo Desmoulins le decía: "Pobre IIarat, vives dos siglos adelantado." ' O Pero lo in~presión del Marat revolucionario, su figura, su
ese hoinbrc repulsivo, pudo insactitud, 2 fué la misrna siempre?
pirar amor a una noble francesa? Meditando, dcbenios dudar y considerar las e~cpresionesconforme a la intención que las anima.
acaso
L a obra.-Hemos podido conocer, que a pesar del desprecio con que sc
trata a su persona, aun los mismos que lo hicieron, reconocen en Rfarat un
honibre dedicado acendradamcnte al estudio, a la satisfacciírn de una invcstigación científica y. desde luego, anotan el reconocimiento de una genialidad poco común. No deseo explayarme en este tópico por ahora, se
hará a su tiempo si es que el tema y el hombre lo amerita; pero conozcamos las obras de este supuesto engendro de la naturaleza.
Una sola obra de carácter eminentemente literario aparece eii la bibliografia inaratiana: L a s aventuras del Co~zdePutowshy. Xovela de amor
y de aventuras, cuyos personajes viven la época de la dominaci6n polaca por Catalina de Rusia y que termina c o un
~ ~feliz desenlace para sus
protagonistas.
Sin embargo, a través de algunos pasajes, Marat anuncia su futura
ideología, al considerar que los males de la Polonia de entonces, son debidos al poder tiránico y absolutista que domcña la libertad del pueblo polaco. Los biógrafos no dan alguna importancia literaria a esta obra y la
consideran como intrascendente.
10 Barthou y Walter, Marot.
108
ARNULFO MARTZNEZ LAVALLE
E n 1774 publica en Inglaterra Las cadena$ de la esclavitud, en la
que se preocupa por las cuestiones políticas y pretende dar y establecer
principios para la actuación legítima de la ciudadanía inglesa. Obra importante por traducir conocimiento de los medios políticos locales y por
la pretensión en fijar normas para la actividad misma. Carlos Marx, el
teórico de las nuevas revoluciones, poseía esta obra debida y profusamente anotada y no pocos publicistas de la Rusia actual, la consideran como
el primer intento de una verdadera teoría revolucionaria. Esta es su última obra escrita en Inglaterra, pues antes, en 1773, después de serios estudios de griego, latín y medicina, había escrito una obra cuyo título traduce una inquietud sobre el mundo de la psicología: Del hombre, o de los
principios y de las leyes de la influencia del alma sobre el cuerpo y del
cuerpo sobre el alnza; más conocida como Ensayo sobre e1 hombre, que
más tarde, en lengua francesa es publicada cn Amsterdam. De esta obra
Diderot diría que "Marat no sabe lo que se dice, cuando habla de la acción del alma sobre el cuerpo, pero es claro, sólido, preciso". Nuevamente
cierto velado reconocimiento a su capacidad; pero por otra parte, Voltaire, lapidario, aun cuando le haya inquietado la lectura del folleto, clama
en relación con el mismo: "una cabriola de payaso para provocar la carcajada del público".
A poco de estas publicaciones, Juan Pablo Marat recibe el título de
Dpctor en Medicina, otorgado por la Universidad Escocesa de San Andrés: el pergamino, escrito en latín, lo firma el rector el 30 de junio de
1775. Los biógrafos Barthou y Walter y Jacques Castelnau, indican con
ironía "que tal Universidad según su fama, tiene reputación de no inostrarse severa ante quienes solicitan la expedición de diplomas". Sin embargo, el otorgamiento del diploma, hará posteriormerite que Marat se
dedique de lleno al ejercicio de la medicina, al parecer no con mucho
éxito, y a promover experimentos de curación por electricidad. Sin ernbargo, su interés es manifiesto, pues realiza constantemente vivisecciones en
animales con propósitos de investigación y llega a scr médico de la Guardia de Corps del Conde de Artois. Igualmente logra salvar la vida de la
Marquesa de D'Aubespine, desahuciada de tuberculosis, con un medicamento de su propia creación. No escapa, al fin y al cabo, a pesar de que
él indique que su radicación definitiva en Francia se debe al reclamo y
reconocimiento de varios enfermos distinguidos, desahuciados por los
médicos y a quienes acababa de devolverles la salud, que su ejercicio
no tradujo ninguna posición económica exitosa. E n esta época, 1775,
JUAN PABLO MARAT, PENALISTA
109
escribe un folleto titulado Ensayo sobre la gonorrea, con el deseo de
que sus experiencias, en esa especialidad, lleguen al conocimiento de
todos. E n el "prefacio" expresa que "un hombre guiado por el solo interés habría preferido sin duda guardar el secreto de eso." Intenta con su
publicación "disminuir en todo lo posible el número de esas desgraciadas víctimas". Vemos nuevamente al hombre de ciencia, al filántropo,
tratando de servir a sus semejantes con su ciencia.
Posteriormente, Juan Pablo Marat escribe, seguramente en 17771778, su Plan de Legislacidn Cr'minal, del que nos ocuparemos más tarde.
E n 1779, ya en París, publica sus Descubrimientos sobre el fuego, la
electricidad y la luz; en 1782, Investigaciones fisicas sobre la electricidad
y la luz, y en 1784 Nociones elementales de óptica, en la que corrige a Newton, sosteniendo que los co!ores primitivos del espectro sólo son tres:
amarillo, azul y rojo, conociendo la obra de éste por haber hecho una
traduccióii de su Optica.
Igualmente obran en su bibliografía, estudios tales como: el Elogio
ae dlontesquieu, Estudios sobre la electricidad médica y más tarde, un
Proyecto de declaración de los dcrechos del hombre y del ciudadano, así,
coiiio Los ckarlatanes modernos, o cartas sobre los charlatanes acadénzicos.
Esta última obra, seguramente, couio contestacibn a la desestimación que
la Academia Francesa de Ciencias tuvo para sus estudios sobre física y
electricidad y en respuesta al silencio del secretario de la misma, a pesar
dc sus reiteradas instancias para obtener un dictamen, M. Coudorcet. Se
sabe, y ello inquieta, que el ilustre Franklin, durante su estadia en París,
acudió a varios de los experimentos de Marat sobre la electricidad.
Este es el panorama intelectual que nos ha legado este hombre contradictorio, e independientemente del valor científico de sus trabajos, que
cabrá a otro calificar, traducen un espíritu humanístico, de investigación,
académico, audaz, que no es posible subestimar para la estimación total
de su personalidad.
El Plan de Legislacidn Crzmina1.-El primero de octubre de 1765, la
Gaceta Literaria de Berna, publica el otorgamiento que la Sociedad Económica de dicha ciudad, hace al libro, todavía anónimo. llamado De los delitos
y de las penas, consistente en una medalla de oro y que anualmente concedía a escritores distinguidos o triunfantes sobre un tema que la misma
señalaba y sin convocar por tal motivo, durante ese año, al concurso. E n
esta publicacibn, la Sociedad Económica, invita al autor a revelarse e indica
que la presea es otorga al autor del libro citado, como "seca1 de estima
debida a un ciudadano que osa levantar la voz en favor de la humanidad
contra los prejuicios más arraigados". 11
E s la misma Gaceta, la que el 15 de febrero de 1777, publica un llamado a la Sociedad Económica de Berna a efecto de que convoque n un
concurso. Barthou y TValter, en la biografía de Marat, l2 reproducen tal
llamado en los sii.uieiites términos : "Un amigo de Ya humanidad que, contento de hacer el bien, quiere sustraerse al reconociiniento público ocultando su nombre, ofrece a la sociedad económica de esta ciudad un premio de cincuenta luises a favor de la memoria que la sociedad juzgue la
mejor, sobre el tema que sigue: Componer y redactar un plan completo y
detallado de la legislación criminalista, desde estos tres puntos de vista:
l o crimene,s y castigos proporcionados que se trata de aplicarles; 2" de
la naturaleza y de la fuerza de las pruebas y de las presunciones; 30 del
modo de co~iseguirlaspor la via del procedimiento criminal, de manera que
la dulzura e instrucción de las penas esté conciliada con la certeza de un
castigo pronto y ejemplar y que la sociedad civil encuentre la completa
seguridad para la libertad y la humanidad. E1 premio será adjudicado a
fines del año de 1779 y las obras a concurso deben ser dirigidas, francas
<le porte, al señor doctor Tribolet, secretario principal de la sociedad, hasta
julio de 1779." "Voltaire parece haber sido el principal animador de este
premio" -dicen Rarthou y Walter-; Federico 11 proporcionó la mayor
parte de los fondos. Marat decidió participar en el concurso y se di6 muy
seriamente al trabajo. Dos años más tarde enviaba al doctor Tribolet el
inanuscrito que perá conocido en seguida bajo el titulo de Plan de Legisiación criminal y que Marat se complacia en considerar como "la menos
imperfecta de todas sus obras".
Voltaire, además, y con el propbsito de despertar el entusiasmo por
el concurso, publicó una memoria titulada Premio de la justicia y de la
l~zcmanidad.A la Sociedad Económica de Berna se enviaron varios trabajos además del de Marat, entre ellos uno del girondino Brissot, titulado
Teoria de las leyes pe7cales y que no fué admitido por rio ser inédito. Fué
hasta 1872 que el premio se adjudicó a dos escritores alemaiies, Von
Globig y Hulster, quienes publicaron el trabajo, que no tuvo mucha importancia, en su lengua nativa.
Según nos informa el traductor anónimo de la obra al es!~aiicil~
"la Memoria de Marat fué publicada en 1780 en Neufchatel, cieiido coil.
-
11 R. Moridolfo, Ccsnre b'rcca~.ia 31 su obie.
12 Saiilingo de Cliile, Trad. Isrnael Tapia Maore, 1934.
IU.4iV PABLO JIARAT, PE.brALISTA
111
siderada como mediana; y coiiio sc ve, no esperó a la adjudicación dcl
prvinio, no pnrecieiic!o cxtrario que el autor le dici-a poca ii~~porcaiicia,
por estar coiisagrado a estudios de ciencias físicas y de medicilla y tambiC.11por la vida azarosa y desdichada que llevaba . . . ;\unque se habla de
iiuiiierosas rdicioiies de csta obra, si'lo se conocen la
en Suiza
y la editada rii París eii 1790 por Rochette, que contiene algunos capitulos niicvos y notas del autor."
1.a eilici6n de 1780 es enviada a París por el impresor de Neufchatel, pero antes de llegar a las maiios de Marat, pasa por la censura del
Guarda-Scllos, el scñor dc Miro~iicsnil,quien estiinaiido que en la niisma
csisteti algunos pasajes suhversiros, la mutila, por lo que Marat decide
no distribuirla. Tres años después, en la Bibliotrca Criminal dc Brissot,
aparece el Plan de Legislariún Crinzinal, sin la firma del autor, rehpareciciido en 1700 ya con todos ios honores para el autor, publicada por
Rocliette.
Esta ok;a de Marat fué publicada, según Castelnau, en 1780, cuando
su autor se rncontrnha "saturado de ese espíritu de indignación que ya
no le dejari", '%efiriétidose nsi a la descstiniacii~n que la Academia de
Cieiicias francesa había realizado respecto a sus publicaciones y experimeiitos ciciltíficos.
L a traducción española de la obra jurídica de Juan Pablo Marat, a
que nos heli~osreferido, :iparece en Madrid en 1891, editada por la librería de Gabriel Sánchez y realizaiia por u11 "ahoxado del ilustre Colegio de esta Corte" que se firma ion las iniciales A.E.L., y que la dedica
al Escmo. Sr. D. José Canalejas y ifléndez, y a quien manifiesta dedicársela con el "principal objeto de reproducir uiia obra rara y de \Terdadero intcrks bibiiográfico.. ." Y arlara: "Sat~c iistcd que me repugna rl anónimo, que empleo por razoncs i1e pru<le~icia
y respeto a especiales circunstancias; entiendo que iio me he dedicado a reliabilitar n Marat, al apologista del Terror, aun tratándose de u11 trabajo jurídico, pero
no descoiiozco la rel~ulsióna su nuinbre, y auii sictido Iionrada mi interición, es sabido que a la niujer de CCsar no le bas:a serlo' sino que lo ha
de parcccr."
E1 traductor al espni;.!il, iio deja ilc reconocer. tnrito eii sii ititroilucci0n cori~orii las iiotac y caiiei?tni.ios a 1;r obi-:I inisiiia. su alto ~ a l o r ,su
iiiterCs, las novedailcs cci:inles c,iir e11 la iir.;lerin hncc rl autor y le parece
iiicreíl>lc "r!i:c ese I?onibrc qiie liabin tr:inado cn su cii:iíto cun grardcs
112
ARNULFO MARTINEZ LAVALLE
caracteres la palabra muerte, haya llegado a escribir una obra de legislación penal inspirada en los ideales humanitarios y piadosos del inmortal
Beccaria. Parece increíble que el corazón de Marat, alimentado por la pasión del odio y el placer de la venganza, hasta el extremo de vender su
miserable y sucio lecho para publicar su periódico El Amigo del Pueblo,
que produjo un río de sangre, que se desbordó por toda la Francia, concibiera una obra inspirada en la moderación y templanza de los criminalistas filántropos, condenando severamente los vicios sociales, marcando
las relaciones entre el delito y la pena, aboliendo las penas infamantes,
reclamando la redención de los delincuentes por el trabajo y la educación,
defendiendo los ataques a la religión y sus ministros, precisando la imputabilidad y las causas que la extinguen o la disminuyen, clamando contra la prodigalidad de la pena de muerte y exponiendo la necesidad de
atenerse a principios de equidad en la gracia del indulto."
La interrogante anterior, que realiza una glosa perfecta de la obra
jurídica de Marat, podría contestársela el traductor, ubicando a aquél en
el estadio de su vida en que se presenta el hombre de ciencia y no e3
demagogo.
Para Barthou y Walter, es incontestable que el Plan de Legislación
Criminal de Marat ocupa uno de los primeros lugares en su obra.
Jorge Francisco Thonissen, y no Juan José Thonissen l4 como es
citado por algunos, profesor de Derecho Penal en la Universidad Católica de Lovaina, autor de varias obras de su especialidad y cuya conformación ideológica no podrá traducir simpatía hacia Marat el re~~olucionario y campeón de la violencia, además de masón desde el 15 de abril de
1774, al referirse al Plajz de Legislación Criminal, manifiesta que existen en él "pensamientos generosos y fecundos, mezclados con máximas
jurídicas de gran importancia, hoy día triviales, pero entonces muy vivamente debatidas en las filas de la magistratura y el foro. Es la obra de
un hombre que ha escrutado la jurisprudencia criminal de su época, que
le reconoce sus vicios y reclama enérgicamente la reforma."
Juan Pablo Marat, reproduce páginas enteras de las Cadenas de Ea
Esclavitud, en su Plan de Legislación Criminal, l5 a pesar de que aquélla
la escribe en una época dificil de su vida, en un país extranjero que se
agita dentro de un movimiento político local, y en cambio ésta la logra
14 Diccionario Enciclopédico Hispano-Americaiio. Montaiier y Sirnón. Barcelona.
15 Barthou y Walter, o). cit.
JUAN PABLO MARAT, P E N A L I S T A
113
en uno de los pocos momentos felices de su vida mundana. Jiménez de
Asúa,
reproduciendo a Barthou-Walter, expresa que la obra no tiene
ideas nuevas, según se puede apreciar en el "Discurso preliminar" y que
la misma está inspirada en el pensamiento de Rousseau y htably, Eeccaria y Morellet y hasta de Voltaire, enemigo total de Marat; que "las
ideas académicas se convierten en gritos de revuelta, en Ilamainientos
encendidos, lanzados a pleno pulmón por un hombre presa de indignación extrema, obsesionado por una especie de idea fija, que ha concebido
un odio implacable contra todos los privilegios de la sociedad, contra los
favoritos de la fortuna. La idea fundamental de Marat es que todas las
leyes existentes nada valen, que son, por excelencia, ilegítimas, arbitrarias, contra la moral y el buen sentido y que no se deben tomar en cuenta.
Contra el régimrn de clase dispara sus más terribles adjetivos y como estima que todo lo disfrutan los ricos y nada los pobres, advierte a estos
que deben prepararse a la reconquista de sus derechos." Eiectivatnente,
Marat, al tratar de justificar el atentado contra la propiedad, se conduce
ti una profesión de fe auténticamente comunista. Sin embargo, no todo
el Plan de Legislación Criminal está animado de tal sentido; no es un
libelo integral, cuyo estilo aparecerá desoués en El Amigo del Pueblo;
es una metódica intención de formular posiblemente el priiner código
penal europeo con características científicas y juridicas. E s incuestionable que se inspira en las ideas enciclopedistas y en las formas juridicas
emanadas del medio en que vivió Marat; que no olvida el grito angustioso de la bondad beccariana lanzado más de una década antes, y que
traduce la necesidad de una reforma en el tratamiento humano, en la estimativa de las penas, confluyendo con el respeto debido a la propia calidad del hombre. Juan Pablo Marat no realiza un opúsculo a lo Beccaria: intenta lograr una correcta ordenación de las normas, con mira a establecerse plenamente como ley: así fueron las bases del concurso que lo
incitó a escribir. Por ello, sólo un análisis de la obra misma, podrá determinar si la buena intención requerida tuvo sus frutos o se perdió en
la inutilidad de un fárrago de palabras, mal enlazadas y peor meditadas.
La traducción española de la obra juridica de hlarat, lleva por título Princitios de I-egislación Penal. Se divide en cuatro partes; la primera ostenta el siguiente rubro: De los principios fundamentales de una
buena legislación"; en esta parte, Juan Pablo Marat desarrolla en general sus concepciones y teorías sobre la ley, el delito y la pena. La segunda
-
16 Tratado de Derecho penal, tomo
1,
riúin. 70.
114
A R N U L F O MARTINEZ LAVALLE
parte se refiere a De los delitos y de las penas, exponiendo en sus ocho
secciones capítulos referentes 'a los delitos, a saber: "De los crímenes de
Estado"; "De los crímenes contra legitima autoridad"; "De los delitos
contra la seguridad de las personas"; "De los delitos contra la propiedad"; "De los delitos contra las costumbres"; "De los delitos contra cl
honor"; "De los delitos contra la tranquilidad pública"; y "De los delitos contra la religión".
La parte tercera se refiere a : De la naturaleza y de la fuerza de las
pruebas y de las presunciones; y la parte cuarta a De la manera de adqui-
rir pruebas e indicios durante la instrucción de proc,edimientos a fin de
no herir ni la justicia ni la libertad y de conciliar la dulzura con la. certeza de los castigos y la humanidad con la seguridad civil.
E n consecuencia, Marat realiza, por así decirlo, una división tripartita para desarrollar el tema de su obra. Exposición de la teoría de la ley,
el delito y la pena; clasificación de los delitos (tipos) ; y por Último, normas propiamente de derecho procesal penal o adjetivo. E l plan concuerda
plenamente con los términos de la convocatoria al concurso para el cual
el trabajo fué elaborado.
Debe destacarse el método, el sistema, que al fin y al cabo para su
época, acusó un conocimeinto claro para su autor, de las materias propias de un código penal, es decir, conforme al tipo de nuestros códigos
actuales: una parte general y una parte especial, a más de una reglamentación por cuanto a las pruebas y su valor. En esta última se perciben, además, reglas de procedimiento referidas a la instrucción procesal,
y más aún, reglas sobre la ejecución de las sanciones. Así pues, Marat,
logra sistematizar el contenido de un código penal, cuerpo de leyes aún
no existente en la Europa de su tiempo.
E s de estimarse que la obra de Marat es más coinpleta desde el punto de vista de una verdadera codificación, que la obra de Beccaria, en la
que en términos generales se trata más de una teoría sobre los delitos, las
penas y algunas norinas procesales, que la clasifican y tratamiento especial de los delitos en sus diversos tipos.
De los principios fnnda~@ntalesde una buena legislación.-Esta primera parte expone las ideas de Marat sobre el orden social. Este es
para el autor "el sostén del Estado, así que lo que turbe este orden debe ser castigado". La premisa acusa fundamentalmente un concepto de defensa social por cuanto a la vigencia e inviolabilidad de los
vinculas de solidaridad social; el derecho penal tiende, según esta con-
JUAN PABLO, .tfARAT, PENALISTA
115
cepción, a proteger la paz social como base para el desarrollo de la vida
en común y del Estado, considerando dentro de su égida el sancionar los
actos que los lesionen. Marat estima, informado por las ideas contractualistas, que el orden social, los lazos de la sociedad de tipo interdependiente, provienen de un convenio entre sus componentes, referido a "derechos iguales, rentajas recíprocas, socorros mutuos; libertad, justicia,
paz, concordia y felicidad". Al establecer lo anterior, comenta que tales
objetivos no se logran aún (en su época), pues considera que la tiranía
y la servidumbre iinpidcri la actualización de dichos principios, y exclama consternado: "Conterriplad la mayoría de los pueblos de la tierra,
¿qué véis sino viles esclavos y amos opresores? Las leyes, ¿ n o son los
decretos de los que mandan?" Estirna que la existencia de la ley en toda
su fuerza coactiva, es sólo aplicable al dCbil y al pobre; precisa cómo,
para el siglo XVIII,la imposición de las penas obedecía a un criterio pleno de desigualdad ciudadana y econóniica y contra él, levanta su voz y
sus concepciones. Tales ideas podrán ser enmarcadas en la concepción de
honda raigambre marxista, que señala cómo el Derecho es la expresión
jurídica de la clase económica predominante.
Dc las leyes.-A este respecto, Marat intenta una definición del delito.
";Qué es cl delito? 1.3 riolaci6n de las leyes." Tal parece que cstainos leyendo la definición de nuestro código vigente. Critica que las leyes sean elaboradas por una sola partc d e los micnibros del Estado, dando a este último
una connotación de agrupamirnto social, y precisa la teleología legal : "Para
que sean justas, las leyes de la sociedad no deben estar en oposición c o : ~
las de la naturaleza, las primeras de todas las leycs. Esto no basta si no
tienden al bien general ; es decir, si no son comunes a todos los rruienlbros
del Estado; porque desde el momento quc se prescinde de una parte de
la nación, vienen a ser parciales, y la sociedad no es en este caso, más que
un estado de opresión donde el hombre tiraniza al hoinbre." Iti~nediatamente, y con el estilo del futuro libelista o del antiguo escritor de Las
Cadenas de l,a Esclavitud, temiina exaltado: "i Per*:zcaii, pues, eslas leyes arbitrarias, hechas para la felicidad de algunos individuos en perjuicio
del género humano y acaben también esas distinciones odiosas que vuelven a cierta parte del pueblo enemiga de la otra, que hacen que la multitud se aflija con la felicidad de los pocos y que estos se aterroricen de
la felicidad de la multitud!"
N o solamente se traduce la firme convicción de la igualdad ante la
ley y la justicia social, sino se acusa un fino sentido político, cuando
116
ARNULFO MARTINEZ L A V A L L E
precisa cómo la mala conformación de una ley precipita la inconformidad
social y la lucha entre las clases.
De la obligación de someterse a las leyes.-"Puesto
que no hay gobierno en el mundo que se pueda considerar legítimo, la obediencia a
las leyes, :no es más bien objeto de cálciilo que de deber? Pero no
rompamos las débiles ligaduras que nos unen los unos a los otros;
los males de la anarquía serían peores todavía que los males del despotismo." Así plantea Marat la necesaria y justificada obligación de
someterse a las leyes. Afirma su aseveración estimando con un amplio
criterio utilitarista y finalista, "que el único fundamento Icgítimo de la
sociedzd es la felicidad de los que la componen", y con el pensamiento
fijo en la tesis rousseauniana, considera que "los hombres no se han reunido más que por su interés común; no han hecho las leyes más que para
fijar sus respectivos derechos y no han establecido un Gobierno más que
para asegurar el goce de estos derechos. Si renuncian a su propia venganza es porque la declinan en el brazo público; si renuncian a la libertad natural es por adquirir la libertad civil; si renuncian a la priniitiva
comunidad de bienes es para poseer en propiedad alguna parte de ellos."
E n consecuencia, Marat precisa la necesidad de anular la venganza privada para facultar al Estado con el poder del castigo - e l jus puniendi
estatal de nuestra epoca-, y considerar la necesaria transformación del
estado natural al estado social de los hombres. Sin embargo, apunta cóino el miserable, el incapa~de poseer nada entre tanto otros poseen todo,
está destinado a perecer y justifica entonces la no observancia de la ley,
por regresión al estado natural ante la anulaciun del pacto social.
Apunta cómo es necesario supeditarse al orden establecido con el propósito de mantener la sociedad. Tal supeditación se encuentra sujeta a que
al individuo se le satisfaga11 sus necesidades. A este respecto, esboza magistralmente un anuncio de lo que ahora es conquista de los trabajadores
e itnperativo estatal a través del seguro social. "La sociedad, dice, debe
asegurarles su subsistencia, entera protección, socorro en sus enfermedaaes y cuidados en su vejez.. ."; y más adelante anota: "Solainente después de Iiaber cumplido todas las obligaciones con sus miembros es cuaniio tie~iederecho a castigar a los que violan sus leyes." La inferencia necesaria a tales estimaciones, es la de pensar y precisar que Marat habla
y sc desenvuelve dentro de la ya superada tesis del pacto social.
Dcsarrollando tales ideas, Marat justifica el robo cuando el ladrón
realiza el acto con el propósito de subsistir. Apunta posiblemente la ti-
JUAN PABLO M A R A T , P E N A L I S T A
117
mida figura del robo de indigente de nuestras leyes o más aún, reconoce
la moderna teoria del estado de necesidad o de la no exigibilidad de otra
conducta. Considera cómo todo robo presupone el derecho de propiedad
y desenvuelve sus ideas sobre la base de que la propiedad no ha sido nunca un derecho legitimo. No escapa a nuestro criterio que en esto campea
un sentido sectario, pero no podemos dejar de reconocer la validez de sus
argumentaciones desde el punto de vista social, cuando existe una injusta
repartición de la riqueza. E n párrafo lapidario afirma: "El derecho de
poseer procede del derecho de vivir; así es que todo lo indispe~isablepara
la existencia es nuestro y nada superfluo nos debe pertenecer legítimamente mientras que otros carecen de lo necesario. H e aquí el fundamento
legítimo de toda propiedad, tanto en el estado natural coino en el de sociedad." E n seguida, pone en boca de u n acusado de robo un discurso
en el que fiindainentalmente se afirma la justificación del ataque a la
propiedad ante la desigualdad social económica, dando reglas, dentro de
su crítica, para una ordenación de la política social, proporcionando :i
todos la oportunidad de satisfacer sus necesidades. Al leer este discurso,
asoman tesis de verdadero carácter socialista, susceptibles de ser firmadas por cualquier hombre progresista de nuestro tiempo, Jurídicamente,
plantea la existencia del estado de necesidad, díganlo si no, estas frases:
". . . falto de todo y hambriento he aprovechado la oscuridad de la noche para arrancar a un transeúnte el débil socorro que su dureza d r corazón me rehusaba, y porque he usado de los derechos de la naturaleza,
me enviáis al suplicio. i Jueces inicuos! Acordaos que la humanidad es la
primera de las virtudes y la justicia la primera de las leyes." Sin cmbargo, Marat considera necesario desautorizar el robo como acto antisocial,
para cerrar la posibilidad de la anarquia, y para ello propone la instauración de organismos estatales a efecto de refaccionar a los menesterosos,
a los desempleados, sentando las bases para impedir la existencia de parasociales o de holgazanes que vivan a expensas de los demás, por si o
por medio del latrocinio. "No tengáis, dice, a los pobres en la ociosidad,
ocupadlos, ponedlos en condiciones para que ellos mismos se procuren
por su trabajo lo que les falta, que aprendan un oficio cualquiera, y de
esta manera se conviertan en hombres libres; para esto es necesario que
se establezcan multitud de talleres públicos donde sean recibidos los pobres." Estas ideas anuncian las actuales sanciones del trabajo obligatorio como castigo a la mendicidad, a más de que establece que no sola-'
mente el trabajo proporcionado al indigente es suficiente, sino que apunta
118
ARNULFO MARTINEZ LAVALLE
la necesidad de aunar a él la educación. Establece claramente al decir:
"
Examinad aquellos cuya vida es más criminal y veréis que casi siempre
son hombres que no han recibido ninguna educación." Con base en tales
ideas, Marat establece las condiciones que rigen y deben regir la obligación de someterse a las leyes.
De las Leyes penales.-Por cuanto a las específicas leyes penales, considera necesario que en el Estado existan leyes penales justas y sabias. "Es
muy importante que no haya nada oscuro, incierto, arbitrario, en la idea que
se formule de los delitos y de las penas, porque importa que cada cual entienda perfectamente las leyes y sepa a qué se expone violándolas. . . Debe
ser sencillo; las leyes no deben establecerse sino para lo que interesa manifiestamente a la sociedad y para que no priven inútilmente de libertad al
hombre." E n seguida critica el casuismo, estimando que un código criminal
no podrá ser nunca bastante preciso, señalando, además, la necesidad de la
amplia publicidad de las leyes penales. Al desarrollar estas idcas, Marat
realiza una critica vigorosa del estado del derecho penal en su tiempo, considerando ridículo el espectáculo de aquellos magistrados que para determinar un crimen recurrían a hojear enormes volúmenes, ir de autoridad en
autoridad y bajo la f e de algún oscuro legista o de algún ignorante comentador, decidir sobre la libertad y la vida de los hombres. Reclama la
sencillez y la claridad de las leyes penales, oponiéndose a las reformas
parciales.
De la sanción de las leyes.-Marat considera que "no basta que las
leyes sean justas, claras y precisas, es necesario además escogitar los mejores medios para hacerlas observar", y desarrolla la teoría preventiva como
forma adecuada para la existencia de las sanciones. "En toda sociedad bien
ordenada se cuida más de prevenir los crímenes que de castigarlos y a
menudo se consigue esto imponiendo menor pena." U n hálito de los sustitutivos penales de Ferri, campea en tales ideas.
D e las pelzas.-En este capitulo, Marat desarrolla sus ideas contra las
penas infamantes, la tortura, y fundamentalmente contra la pena de muerte.
Harta influencia beccariana traduccn sus pensamientos, muchos de ellos de
una similitud tal para con el filántropo italiano, que no podemos menos
de pensar que abrevó en sus explicaciones para darnos sus ideas. "Las
penas deberán ser siempre, proporcionadas a los delitos, porque a la sociedad le conviene más evitar los crímenes que la destruyen que los crimenes que la perturban", afirma con entereza. Clama contra los castigos
JUAN PABLO M A R A T , P E N A L I S T A
119
afrentosos y contra el aparato del tormento, que son en si la manifestación de la impotencia estatal para corregir. E n la misma forma, critica
'
el perdón judicial, pues por él, las leyes caen en desuso.
Acerca del tormento, propone su abolición, pues e1 mismo incita
a la insensibilidad por su repetición. E n cuanto a la pena de muerte,
precisa que "haciendo los crímenes capitales se ha querido aumentar el
temor al castigo, cuando realmente ha disminuído. Castigar con la muerte,
es dar un ejemplo pasajero, y lo que se necesita es que sea permanente."
Estima con mejor propósito, que más que satisfacer a la justicia es necesario corregir a los culpables, proponiendo en su caso la. segregación
total de los incorregibles. Estas ideas pueden ser suscritas actualniente
y muestran el genio reformista de Marat.
A fuer de acortar la exposición, resumiremos las siguientes ideas de
Marat en esta la primera parte de sil Plan. Propone la necesidad de una
justicia imparcial, sugiriendo el respeto a la igualdad y proponiendo, con
un contenido digno de admirar, la necesidad y las bases de la individualización de las penas. "Fijando la atención en el sexo, la edad, la fortuna de los delincuentes y las circunstancias del delito, es como se puede
juzgar rectamente de la pena merecida." Estas ideas, se ericEetitran inmersas en los artículos 51 y 52 de nuestro código pcnnl de 1931 y fueron
elaboradas a fines del siglo XVIII. Asimismo fija su atención en los casos
de inimputabilidad: "Los que no gozan de sus facultades intelectuales, dice, no son responsables a la justicia y la edad en que los otros son responsables, se fija en la de la razón." "No se debe castigar ni a los imbéciles, ni a los locos, ni a los viejos dementes cuando hacen mal; apenas
saben lo que hacen." E n estas frases se acusa, además de la idea de los
inimputables, la mayoría de edad penal, así como la ausencia de dolo en
la comisión de los hechos delictivos. "Tampoco se debe castigar a los niños, porque no conocen la obligación de someterse a las leyes."
Aboga enérgicamente por la supresión de las penas trascendentales,
npuntando la necesidad de que sean estrictamente personales. Se produce contra la inicua pena de confiscación, antematizándola asi: "i qué honor que el tesoro público se aumente con los despojos de una desgraciada familia !"
Apunta ideas de política criminal de indiscutiblc avance para su
&poca. Considera que "la impunidad de los crimenes y no la dulzura
de las penas es lo que vuelve las leyes impotentes". Considera la necesaria inflexibilidad de la ley y precisa que el indulto puede dar lugar a
120
ARNULFO M A R T I N E Z L A V A L L E
la ineficacia de la pena por la esperanza del perdón otorgado por el principe. De la misma manera, exalta la jurisdicción del Estado como Única,
para hacer desaparecer el derecho de asilo usual en su época.
Un resumen mental de lo expuesto, nos obliga a pensar que si bien
Juan Pablo Marat no era propiamente un jurista, las ideas que vierte
en su Plan de Legislación Criminal, denotan un conocimiento pleno de
las necesidades reformistas de su tiempo; hace entrever la intuición
genial de este médico, que imprime a sus observaciones matices de una
actualidad que asombra. No son las ideas generalizadas, es ya la metódica afirmación con vías a una aplicación directa en beneficio de la dignidad humana y concomitantemente a una verdadera superación del Derecho Penal. Por ello volvemos a afirmar que, a pesar del silencio de la
fuente, en mucho, los autores de códigos penales posteriormente a la
publicidad de las ideas maratianas, tuvieron que tomarlas en cuenta y
en algunos casos, trasladarlas plenamente.
La Parte Segunda de su Planta dedica Marat a la clasificación de
los delitos, realizándola en la siguiente forma:
"Relativamente a su objeto, se dividen los delitos en ocho clases.
E n la primera se colocan los que tienden a la ruina del Estado. E n la
segunda, los que ofenden a la autoridad legitima. E n la tercera, los que
destruyen la legitimidad individual. E n la cuarta, los que atacan a la
propiedad. E n la quinta, los que ofenden las costumbres. E n la sexta,
los que atacan el honor. E n la séptima, los que turban la tranquilidad
pública. E n la octava, los que ofenden a la religión."
Respecto a los delitos que tienden a la ruina del Estado, Marat logra una división exhaustiva. Establece una diferencia entre los falsos
crimeues de Estado y los verdaderos, considerando entre los primeros
la diferencia entre el delito politico propiamente dicho y la delincuencia
común; considera necesario establecer el concepto de libertad de imprenta:
como delito, cuando se abusa de ella para difamar, mas no delictiva cttando se critican honesta y decentemente las ineptitudes de los funcionarios
gubernamentales." "Que no se tomen a mal los discursos violentos dictados por el amor a la patria, que no se castiguen más que las calumnias, las injurias, el tono indecente y que no se olvide que la pena debe
ser ligera, porque el derecho de censurar al gobierno es la salvaguarda
de la libertad pública, porque nadie quiere usar de este derecho cuando
se expone a muchos peligros".
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Considera justo el hecho de reclamar contra el Príncipe y sus injustos actos y traduce seguramente las ideas inzlesas del habeas Corpus,
al decir: "La autoridad no se ha confiado a los príncipes inás que para
la felicidad de los pueblos. Si reinan, debe ser con rectitud y equidad;
debe por lo tanto ser permitiiio reclamar justicia contra ellos y quejarse
cuando no se obtiene". Kcevnnieiite percibimos ideas, aun-c generales,
que informan el establecimiento (le niiestro juicio de garantías.
El atentado a la vida del príncipe es para Marat, no u11 magiiicidio
eti el sentido especifico, sitio simple y llanamente un asesinato.
Dentro de los falsos crí~nenesde Estado, Marat considera, criticando, que se entiendan como tales la falsificación de moneda y su circulación.
Igualmente el coiitrahando, para el que da una definición que podría reproducirse en cualquier código fiscal actual: "Hacer el contrabaiido es introducir furtivamente alguna incrcaiicía prohibida o pasar algún géiitro sin
pagar los derechos de aduanas; pues partid de aquí para fijar en estos dos
casos la pena merecida". Para estc delito, hfarat considera suficiente la
confiscaci611 dc 13s mercancías y para el caso dc reincidencia, iriulta y, en
Últiina iiistaiicia, prisi61i.
Por cuaiito a la deserción, después de criticar el procedimiento de
enrolamiento forzoso y la leva, considera que tratándose de militares, corresponde a sus propios tribunales el aplicar la sanción correspondiente,
determinando así la idea del luero de guerra.
Por cuanto a los verdaderos crímenes de Estado, clasifica eii ellos:
la sublevación, estimándola como un abandono de los intereses de la patria y señalando como sujeto activo a aquellos pertenecientes al ejército de la nación; las vejaciones y concusiones, por cuanto que abusando
de algún empleo se tiende a hacer odiosa a la autoridad; el vender la
justicia, asimilándola a la prevaricación; pretender el einpobrecimiento
del Estado por medio de malversaciones, robando al tesoro público o
realizando maquinaciones con los enemigos de la patria; destrucción dc
las fuerzas y las riquezas del Estado y, por Último, la conspiración contra el Estado por medio del soborno del ejército y la corrupción de los
jefes de la administración, para derribar las leyes.
E s importante señalar que Marat realiza una verdadera y clara distinción entre la concusión y el peculado, atendiendo a la conducta desarrollada, precisando el bien jurídico violado: en éste los bienes del Estado, en aquélla los bienes particulares abusando del poder.
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ARNULFO MARTINEZ LAVALLE
En la segunda cección, Marat agrupa como delitos contra legitima
autoridad, e1 desprecio a las órdenes del principe y de los magistrados;
el menosprecio a la autoridad paternal y los realizados por amos y criados. Por cuanto a estos Últimos, tal parece que Marat no pudo sustraerse
al concepto del Derecho romano del pater familias; sin embargo, limita
tal poder, ofreciendo un esbozo de ausencia de excusa absolutoria por
abuso en el derecho de corregir, y por cuanto a los amos y criados sí
logra un rompimiento total con los antiguos usos, estableciendo el imperio de un régimen de derecho que dirima las diferencias entre ellos y
considerando la facultad del criado de rescindir su contrato de trabajo
cuando así le convenga.
E n la tercera sección, se agrupan: el homicidio premeditado, para
el cual señala la pena de muerte sin crueldad; las coacciones y los ultrajes, considerando en ellos la privación indebida de la libertad por particulares; la alevosía, las heridas peligrosas, las mutilaciones y otros atentados contra la vida que produzcan la muerte. Las penas señaladas para
estos delitos, en los que se engloban las lesiones graves y el homicidio
frustrado, era la de pena de prisión perpetua, pena que no se compagina
con el criterio de dulzura de la pena invocado por Marat. En el homicidio
en legitima defensa considera justificada la conducta, diciendo: "cuando la ley hecha para proteger a los que viven bajo su imperio, no tiene
tiempo de venir en socorro de un oprimido a pesar del estado social,
vuelve al estado natural y tiene el derecho de responder a la fuerza con
la fuerza". Indudablemente que se precisa la ilicitud de la agresión. De
manera muy original, Marat establece un procedimiento para acreditar
la juridicidad de la conducta observada, precisando que deberá probar el
hecho de acometimiento en su perjuicio sin haber sido el agresor, por
medio de testigos e imponiendo inmediatamente del caso a la autoridad.
Se prevé, igualmente, el homicidio involuntario, cometido por accidente
o por haber llegado a vias de hecho en el calor de una disputa, debiéndose probar la ausencia de premeditación. Se esboza el homicidio por
imprudencia, la falta de intención de producir la muerte, la atenuante de
riña de nuestro derecho, y la preterintencionalidad. Para este homicidio,
por cuanto a la penalidad, rigen las reglas del cometido en legitima defensa, es decir, el procedimiento para acreditar la ausencia del dolo y,
por tanto, su justificación. Marat condena el uso del duelo, y ofrece reglas para castigar la portación de armas por camorristas y alborotadckes.
En el caso del duelo, propone una pena que riñe con los criterios que
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el autor hace valer en principio, pues determina el corte de los dedos
de la mano para el agresor, declarando sólo culpable a éste, siempre y
cuando el ultrajado por la injuria lo acredite debidamente.
Una previsión original, que hasta hace poco nuestras leyes penales
han tipificado especialmente, la realiza Marat al considerar delictuosa
la alteraciíin de los comestibles, considerando fundamentalmente el daño
que hace a la salud en los consumidores. Por último, al tratar el suicidio, considera que es un acto propio de la persona que puede disponer
de sí mismo, condenando las penas infamantes para el cadáver, considerando que "arrojar insepulto el cadáver del infeliz que se ha dado muerte, manchar su memoria, coiifiscar sus bienes, deshonrar y arruinar su
familia, son actos de una tiranía Iiorrorosa." Marat se produce decididamente contra las prnas al suicida heredadas del Dereclio canónico.
L a Sección Cuarta se refiere a los delitos contra la propiedad, clasificando entre ellos el robo, el encubrimiento, la alteración de mercancías y la usura.
Por cuanto al robo. estima nuestro autor que en ningún caso deberá castigarse con la pena de muerte, debiendo precisarse la diferencia
entre el robo simple y el agravado por las circunstancias. Dentro de las
diversas formas del robo, incluye el abuso de confianza; la estafa y el
engaño, considerando que en ningún caso la pena de estos últimos debe
ser igual a la del robo, ya que su comisión acusa mayor peligrosidad en
cl delincuente; el robo de ganado, de doméstico y con fractura. En general, la pena por imponer en esos casos se refiere siempre a la restitución del objeto material del delito y a una multa a favor del Estado,
considerando que la multa se acrecentará al duplo, cuando el sujeto activo hubiese recibido educación o sea rico. E n caso de reincidencia, por
ausencia de confianza para la ley, se señala una pena perpetua de prisión, reduciéndola para el caso de que el robo sea cometido por un
menor. Por cuanto al encubrimiento, considerando en él a los compradores de objetos robados, Marat estima que son tan responsables como
los que ejecutan el robo, proponiendo su absolución cuando entre el coinprador y el ladrón no exista nexo alguno y aquél ignore la procedencia
de la cosa y no haya sido acusado con anteriorida< por un hecho similar. Por cuanto a la usura, Lfarat considera delictuoso el préstamo con
réditos exhorbitantes y cuando éstos son fijados aprovechándose de la
minoría de edad.
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La Sección Quinta agrupa los delitos contra las costumbres, condenando en ellos loc actos de libidino contra la mujer y criticando de mnera acerva y profunda el empleo frecuente de la seducción para la satisfacción de apetitos sexuales o el aprovechar~iicntode la ignorancia y la
miseria ; considera igualmente punible el lenocinio y la prostitución, esta
Última cuando es querida, mas la justifica cuando se practica por exigencia de las circunstancias para poder sobrevivir. E n este capitulo estima delictuosa la actividad de los corruptores, considerando entre cllos
a aquellos que pervierten las costumbres sexuales y atacan la castidad
de las mujeres. La seducción coino tipo, sufre una confusión con el cstupro en la estimativa típica de Marat. Estima que la seducción es prrsnmible cuando existe una castidad total en Ia mujer, considerando iiiás
grave el caso de realizarse en mujer de escasa edad. Por cuanto a los
hijos habidos, no podemos menos que reproducir una loable frase de
Marat: "En atcnción a que es injusto que los niños nacidos de unión
ilegítima sufran la pena por las faltas de sus padres, serán declarados
todos legítimos".
Considera delito el adulterio, estimando que la pena debe ser igual
para el hombre que para la mujer, inas razona con inteligencia para
demostrar por qué motivo las mujeres en algunos casos se ven incitadas
a la relación sexual fuera de matrimonio y critica que el hecho adulterino
de varón se repute aceptable, mientras es altamente condenado el de la
mujer.
Las relaciones sexuales sin mediar el matrimonio, son clasificadas
como relaciones ilicitas, y en holocausto a reprimir el libertinaje, las
considera delictuosas.
El rapto considerado delictuoso por Marat, debe contemplarse desde
dos puntos de vista. "Distingamos bien el rapto, manifiesta, que tiene
por objeto satisfacer el deleite, del que tiene por objeto satisfacer la
avaricia casándose con una menor sin el consentimiento o contra el gusto
de sus padres", y considera, como las más modernas tesis jurisprudenciales, que "un hombre que para satisfacer sus deseos induce a una menor a
escaparse de la casa paterna, no lo consigue sino bajo promesa de inatrimonio; por lo tanto, la ha engañado", Igualmente Marat critica la celebración de matrimonios obligados, estimándolos un desorden para la sociedad.
Sin embargo, estima que el matrimonio es la única forma de reparación.
Considera la violación como uno de los delitos más graves, señalando que
ataca la seguridad de los ciudadanos y denomina poligamia a la bigamia,
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considerando que sólo debe castigarse al bígamo a los ojos de la razón. Por
cuanto a la prostitución y al libertinaje, los considera fundamentalmente,
como costumbres productoras de crímenes, señalando que todo hoinbre que
frecuenta malos lugares debe ser igualmente castigado. En esta idea se observa la consideración de que cn n~uchoscasos la solicitud o la provocacihn
es fuentr de la prostitución misma. Por ciiaiito a la pederastia y In bestialidad. las define estimando que es "amor deslioiiesto que la naturaleza rcproclia, crinicri repugnante que parece no debe inspirar m i s que horror". Sin
eiiibargo, apunta que perseguir ciertos crímenes muy raros, siempre es hacer
que nazca la idea de ellos y estima no debe existir un cruel castigo, tomando como base la posibilidad de degeneración eugenésica por la imposibilidad natural de descendeiicia. Para estas conductas, sugiere incdidas
de seguridad, reclusión en una casa de corrección. Entre los medios para
la prevención de los delitos cuyo origen es el desarreglo de las costumbres, Llarat sugiere la necesidad de "sustraer de la indigencia a las desgraciadas obligadas a prostituirse; arrancar al libertinaje a las que ya se
hubieren entregado a él; encerrar a las que no tienen otro oficio que corromper a la juventud; quitar a los hombres el deseo de seducir mujeres; obligar a los seductores a reparar sus faltas con el matrimonio; reprimir a los libertinos con el temor a la infamia o la pérdida de su libertad
y desterrar de la sociedad a los seductores incorregibles, es decir, arrancar
al vicio sus fautores, sus sostenedores y sus víctimas, poner las cosas en
orden y restablecer las buenas costumbres". E n estas medidas encontramos verdaderas formas preventivas de la delincuencia sexual, que -tienen todavía un valor absoluto.
La Sección Sexta, agrupa los delitos contra el honor, clasificando
entre ellos: la injuria, la calumnia, los libelos, las acusaciones y el perjurio. Al precisar los mismos, Marat señala claramente el objeto de la
tutela jurídica, y establece una clara diferencia entre la injuria y la calumnia: "La diferencia cntre la injuria y la calumnia consiste en que
ésta es un tejido de infames falsedades y aquélla lo es de verdades humillantes, por lo que importa mucho que la ley no las confunda.''
La Sección Séptima se refiere a los delitos contra la tratiquilidad
pública, agrupando en ellos más bien lo que ahora consideramos como
faltas o infracción a los reglamentos de policía. Al considerar la embriagucz con10 uno de cllos, distingue cntre la accidental y la habitual,
el nI:.~~holismocrónico y la dipsomanía. Contra tales conductas, suxiere medidas de seguridad, reclusioiies con propósitos correctivos.
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La Sección Octava se refiere a los delitos contra la religión. Agrupa en ellos, el ateísmo, las herejias y el cisma, el sacrilegio, la blasfemia,
la magia, interrupciones al ejercicio de la religión, maltrato a los curas
y robo de objetos sagrados. Al considerar estos actos como delictuosos,
Marat expone que "en todo aquello que no perjudique a los demás, cada
cual es dueño de hacer lo que quiera" y considera que el castigo más que
humano, es referido a la propia religión. Al iniciar su capitulo expone:
"Que se guarden las leyes de querer vengar al cielo, porque en cuanto
esta idea entra en el espíritu del legislador, se acabó la equidad. ¿Cuántos pat:bulos se han abierto para desgraciados, que se habían negado a
hacer el signo de la cruz, cuántas hogueras se han encendido para desgraciados cuyo crimen era alguna singularidad de opinión y otra infinidad de bárbaros suplicios que hacen estremecer de horror." Contra estos
delitos señala penas de reparación pública y mínimas penas de prisión
para provocar la meditación.
E n esta Sección, y seguramente por omisión de titulo, se habla de los
esiiitos ~scandalosos,que llevan un propósito pornográfico o de apología al vicio; de los cómplices, considerándolos como autores cuando directamente hayan ayudado a la comisión de un crimen, sin poder alegar
ignorancia, precisando así los modernos conceptos de la codelincur-ncia,
y finalmente, de los casos imprevistos en los que claramente se rcfugia
para su resolución en el principio de nullztm crime silte lege, excluyendo la analogía; y como quiera que se refiere a los casos no previstos,
sus conceptos pueden asimilarse a la moderna teoría de la tipicidad. Explica que "hay casos tan singulares que hubiera sido casi imposible prevenirlos. Entonces, cuando la ley no lo ha designado, el juez, que no es
más que su órgano, debe guardar silencio y debe absolver al delincuente;
inconveniente muy grave, convengo en ello, pero inevitable si se quiere
desterrar toda arbitrariedad de los tribunales y asegurar la libertad pública."
La Parte Tercera, se refiere a las normas de procedimiento, analizando las condiciones en que debe operar la denuncia, la averiguación
del culpable, el interrogatoiro del procesado, la prueba de confesión, .de
testigos, la de indicios y de presunciones. E n todo ello campea una absoluta exigencia de garantía procesal, se produce por el sistema acusatorio
y precisa la capacidad genérica y especifica de los testigos para valorizar el testimonio. Por cuanto a la confesión, le concede un valor probatorio pleno, siempre y cuando sea hecha espontáneamente, sin coacción
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ni tormento, y a las presunciones les otorga fuerza probatoria siempre
y cuando sean comparadas con las pruebas directas del hecho al cual se
hallen ligadas. Establece la necesidad de que al pobre se le provea de un
defensor; protesta exaltado contra el maltrato en la prisiiin preventiva y,
en general, considerando que en tanto no se demuestre su culpabilidad
no se le debe tratar como reo, "hasta entre hierros, dice, todo debe advertir al hombre que es libre, que nadie puede oprimirle y que no tiene que
temer nada si no ha violado las leyes". Por cuanto a los tribunales, aboga
por su total autotiomia en relación con las demis autoridades, inspirándose en la división de poderes de Montcsquieu. Se manifiesta partidario
del jurado y de la publicidad de las causas, y critica la inmovilidad judicial
con razonaniiento de anquilosamiento en la función.
Esta es la obra jurídica de Juan Pablo hlarat. Su cxAgesis resulta a
todas luces justificada, su contenido técnico, para la época en que fué cscrita, admirable eri nuestro concepto y los ideales que de ella se traducen,
tienen una actualidad digna de encomio. E s la actualidad de aquellas ideas
que traducen valores y que son inalterables en el tiempo y en el espacio.
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