Unidad Didáctica 3. Hª de la Filosofía 2º Bach 2013-2014

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Unidad Didáctica 3
¿Carece de valores nuestra sociedad?
Friedrich Nietzsche y la crítica a la modernidad
A) OBJETIVOS:
1.- Reflexionar sobre la sociedad actual, pluralista y democrática desde la perspectiva de
considerarla resultado directo de la Ilustración europea y su deconstrucción.
2.- Identificar y valorar los rasgos más sobresalientes de la evolución de la cultura occidental
europea en este período de tiempo: agotamiento cultural y necesidad de escapar al
esquematismo de la razón ilustrada.
3.- Las críticas a los conceptos centrales de la filosofía de la modernidad: la deconstrucción
del sujeto, la crítica a la tradición filosófico-moral occidental y a la Religión, la
desintegración de la filosofía y del saber universal.
4.- Profundizar en las figuras, obras y tiempo de F. Nietzsche; conociendo su biografía, los
problemas de su época, la temática de su filosofía y las influencias que recibió y ejerció.
5.- Leer el texto correspondiente a Nietzsche entendiendo su vocabulario y profundizando en
sus argumentaciones y planteamientos; siendo capaz de conectarlo con la filosofía de otros
autores y planteándose su actualidad.
6.- Reflexionar sobre la temática de la filosofía moderna europea valorando su actualidad y
poniéndola en contraste con otros planteamientos que permitan hacer una valoración crítica
de ella.
7.- Iniciarse en el trabajo diario y continuado: hacer las actividades, leer textos propuestos,
completar el esquema del tema, realizar el vocabulario del tema.
8.- Valorar el esfuerzo racional por comprender al hombre y al mundo realizado por los
pensadores de la modernidad europea; buscando su actualidad y dialogando con ellos.
B) CONTENIDOS:
Conceptos
3.1. El desencanto en la filosofía contemporánea. De mediados del siglo XIX a la Postmodernidad: la
quiebra del proyecto ilustrado.
Modernidad y postmodernidad
Globalización, fragilidad y multiculturalidad
3.2. Estudio de un texto de Friedrich Nietzsche: Crepúsculo de los ídolos
3.2.1. Biografía y contexto histórico de Nietzsche.
- Vida y obra de F. Nietzsche
- La Europa de la ciencia, la industrialización, el colonialismo y el nacionalismo a
finales del siglo XIX
3.2.2. Contexto cultural y filosófico de Nietzsche.
- Evolucionismo decimonónico
- El positivismo de augusto Comte
- Schopenhauer
3.2.3. Temática de la filosofía nietzscheana:
- Lo “apolíneo” y lo “dionisíaco”
- La verdad como “mentira necesaria”: crítica a la tradición filosófica.
- El advenimiento del nihilismo
- La transvaloración de todos los valores. Perspectivismo
- El ultrahombre y la Voluntad de Poder
- El Eterno Retorno de lo mismo
VOCABULARIO
Apolíneo
Genealogía
Devenir
Dionisíaco
Bueno y Malo (sentido extramoral) Concepto
Distinción real/aparente
Bueno y Malo (sentido moral)
Socratismo/Platonismo/Egipticismo
Moral de esclavos
Moral de señores
Metáfora
Voluntad de verdad
Nihilismo
Nihilismo activo
Nihilismo pasivo (reactivo)
Muerte de Dios
Valor
Afirmación de la vida
Amor fati
Transvaloración (Umwertung der Werte)
Ultrahumano (superhombre) (Übermensch)
Eterno Retorno (ewige Wiederkunft)
Perspectiva/perspectivismo/interpretación
Voluntad de Poder (Wille zur Macht)
ENLACES EN INTERNET:
Explicación de su filosofía.
http://www.youtube.com/watch?v=9goHTF7rhVs&feature=related
http://www.youtube.com/watch?v=U9btGhUtfDk&feature=related
http://www.youtube.com/watch?v=ETrRmigqsYg&feature=related
Su vida y obra.
http://www.youtube.com/watch?v=RZbfCtGtUsQ
(Cuidado con los errores de traducción: Nietzsche estudió “filolofía clásica”, no
“filosofía clásica” como dice el video. Además en el cuento del hombre loco los que
le escuchan no son “los que creían en Dios”, sino “los que no creían en Dios”)
http://www.youtube.com/watch?v=RZbfCtGtUsQ
http://www.youtube.com/watch?feature=iv&annotation_id=annotation_576978&v=
Q9KTO7lEHb0&src_vid=j3aDhCDcALU
http://www.youtube.com/watch?feature=iv&v=QwlVW0YvGg&src_vid=Q9KTO7lEHb0&annotation_id=annotation_231915
Procedimientos
-
Lectura y análisis de textos de extensión breve y moderada.
Lectura y análisis de un fragmento de la obra de Nietzsche Crepúsculo de los ídolos.
Confección del cuaderno de estudio de la Unidad Didáctica.
Recopilación de información de diversas fuentes: textos suministrados por el profesor,
audiovisuales, documentación buscada por el alumno; análisis de la misma y posterior
síntesis de los contenidos relevantes para la unidad didáctica.
- Definiciones de conceptos fundamentales recogidos en el vocabulario de la Unidad
Didáctica.
- Expresión oral y escrita madura y coherente, tanto de lo aprendido como de los propios
pensamientos.
- Elaboración de argumentos para criticar y defender las diversas doctrinas y temáticas
estudiadas en cada Unidad Didáctica.
- Realización de diversas composiciones filosóficas por parte de cada alumno.
- Debates en clase sobre la temática de cada Unidad Didáctica.
- Preparación para realizar, con éxito, la prueba de selectividad de Hª de la Filosofía.
Actitudes
- Regularidad y continuidad en el trabajo diario.
- Confrontación con la modernidad europea sabiendo ser críticos con sus logros y
fracasos.
- Valoración de los elementos fundamentales de la crítica a la modernidad que comenzó
en el siglo XIX y se extiende hasta nuestros días.
- Valoración del mundo contemporáneo y sus características (individualismo, liberalismo,
consumo, bienestar, pluralismo, multiculturalidad).
- Esfuerzo y superación ante los retos intelectuales que se presenten.
- Presentación del diálogo con el pasado como medio de enriquecimiento cultural y
personal.
C) METODOLOGÍA:
A continuación aparece el conjunto de actividades que vamos a realizar para el
estudio de este tema, unas se harán en casa y otras en clase. En ocasiones el trabajo será
individual y en otras trabajaremos en grupo. Algunas de ellas están diseñadas para que
explicitemos las ideas que previamente poseemos sobre el tema (pues lo creamos o no algo
ya sabemos, eso es seguro), otras invitan a leer y pensar para ir entendiendo los conceptos
que deberemos asimilar. En este curso es fundamental la elaboración del cuaderno de
estudio. Las actividades son un medio para poder aprender. Como resultado de tu trabajo y
ayuda para estudiar los conceptos en casa debes ir rellenando el esquema de contenidos
conceptuales que se exponía más arriba. El profesor irá comprobando periódicamente que
vas realizando este trabajo.
Las fases del trabajo son las siguientes:
3.1. El desencanto en la filosofía contemporánea.
Actividad 0) Actualidad del proyecto ilustrado
Actividad 1) Modernidad y posmodernidad
3.2. Estudio de un texto de Friedrich Nietzsche: Crepúsculo de los ídolos
Actividad 2) Nietzsche, intempestivo
3.2.1. Biografía y contexto histórico de Nietzsche.
Actividad 3) ¿Una Europa brillante, exitosa y plena?
Actividad 4) Nietzsche, una vida atormentada
3.2.2. Contexto cultural y filosófico de Nietzsche.
Actividad 5) ¿De dónde saca Nietzsche sus ideas?
3.2.3. Temática de la filosofía nietzscheana:
Actividad 6) Lectura del texto de Nietzsche
Actividad 7) Seminario sobre el nihilismo. Visionado de la película “Matrix revolutions”
Actividad 8) Estudio de la temática.
Actividad 9) Juicio a Nietzsche
3.1. El desencanto en la filosofía contemporánea.
Actividad 0) Actualidad del proyecto ilustrado
En la Unidad Didáctica anterior estudiamos la filosofía de la modernidad, que
culminó en la Ilustración. Ya sabes cuáles fueron las características principales y el proyecto
que los ilustrados se hicieron acerca de cómo se podían reformar el hombre y la sociedad. Al
comienzo de esta Unidad Didáctica tenemos que retomar dicho proyecto puesto que el tema
que nos ocupa ahora es nuestra propia sociedad y su situación actual. Todos debemos saber
que la sociedad en la que actualmente vivimos es fruto directo de los procesos que
comenzaron con la Ilustración: revolución industrial, capitalismo, auge de la ciencia y la
tecnología, reformas sociales que acabaron con la tradicional sociedad aristocrática y
construyeron nuestra sociedad burguesa y democrática -liberal, pluralista y social... Y
también de las críticas que dicho proyecto ilustrado sufrió a lo largo de la segunda mitad del
siglo XIX y el siglo XX.
Para realizar este trabajo vamos a usar dos documentos. El primero escrito; es un
texto de Inmanuel Kant en el que expone muy claro cuál creía él que era la esencia de la
Ilustración y cuál era la finalidad que ésta perseguía. Lee atentamente el texto y responde a
las preguntas que se te hacen a continuación.
Documento a) Fragmento de "Respuesta a la pregunta ¿qué es la Ilustración?"
"La ilustración es la liberación del hombre de su culpable incapacidad. La incapacidad significa la
imposibilidad de servirse de su inteligencia sin la guía de otro. Esta incapacidad es culpable porque su causa
no reside en la falta de inteligencia sino de decisión y valor para servirse por sí mismo de ella sin la tutela de
otro. ¡Sapere aude! ¡Ten el valor de servirte de tu propia razón!: he aquí el lema de la ilustración.
La pereza y la cobardía son causa de que una gran parte de los hombres continúe a gusto en su
estado de pupilo, a pesar de que hace tiempo la Naturaleza los liberó de ajena tutela; también lo son de que se
haga tan fácil para otros erigirse en tutores. Es tan cómodo no estar emancipado! Tengo a mi disposición un
libro que me presta su inteligencia, un cura de almas que me ofrece su conciencia, un médico que me
prescribe las dietas, etc, etc.., así que no necesito molestarme. Si puedo pagar no me hace falta pensar: ya
habrá otros que tomen a su cargo, en mi nombre, tan fastidiosa tarea. Los tutores, que tan bondadosamente se
han arrogado este oficio, cuidan muy bien que la gran mayoría de los hombres (y no digamos que todo el sexo
bello) considere el paso de la emancipación, además de muy difícil, en extremo peligroso. Después de
entontecer sus animales domésticos y procurar cuidadosamente que no se salgan del camino trillado donde los
metieron, les muestran los peligros que les amenazarían en caso de aventurarse a salir de él. Pero estos
peligros no son tan graves pues, con unas cuantas caídas, aprenderían a caminar solitos; ahora que, lecciones
de esa naturaleza, espantan y le curan a cualquiera las ganas de nuevos ensayos.
Es, pues difícil para cada hombre en particular lograr salir de esa incapacidad, convertida casi en
segunda naturaleza. Le ha cobrado afición y se siente realmente incapaz de servirse de su propia razón,
porque nunca se le permitió intentar la aventura. Principios y fórmulas, instrumentos mecánicos de un uso, o
más bien abuso, racional de sus dotes naturales, hacen veces de ligaduras que le sujetan a este estado. Quien
se desprendiera de ellas apenas si se atrevería a dar un salto inseguro de salvar una pequeña zanja, pues no
está acostumbrado a los movimientos desembarazados. Por esta razón, pocos son los que, con propio esfuerzo
de su espíritu, han logrado superar esa incapacidad y proseguir, sin embargo, con paso firme.
Pero ya es más fácil que el público se ilustre por sí mismo y hasta, si se le deja en libertar, inevitable.
Porque siempre se encontrarán algunos que piensen por propia cuenta, hasta entre los establecidos tutores del
gran montón, quienes, después de haber arrojado de sí el yugo de la tutela, difundirán el espíritu de una
estimación racional del propio valer de cada hombre y de su vocación a pensar por sí mismo.(...)
Para esta ilustración no se requiere más que una cosa, libertad; y la más inocente entradas las que
llevan ese nombre, a saber: libertad de hacer uso público de su razón íntegramente.(...)"
Documento b) Capítulo de la serie los Simpson "Homer tamaño King Size"
El segundo documento es un capítulo de la serie "The Simpsons" que nos pretende
servir de contraste a las pretensiones ilustradas. Podríamos decir que los que los ilustrados
pretendieron a terminado desembocando en nuestra sociedad y el retrato -esperpéntico- que
la citada serie realiza de ella tal vez no esté muy alejado de la realidad.
Tras ver el episodio debes responder por escrito a las siguientes cuestiones:
- ¿A qué atribuye Kant la "incapacidad" que la gente tiene para servirse de su propia
razón?
- Identifica de entre los valores que a continuación se enumeran aquellos que, a tu juicio,
pertenecen más a lo que dice el texto de Kant y aquellos otros que se podrían asimilar más a
lo que presentaba el capítulo de los Simpson. (No tienes porqué usarlos todos y algunos se
pueden repetir en los dos casos)
PODER INDEPENDENCIA
INTELIGENCIA
RIQUEZA
LIBERTAD
FAMA
AMOR
PRUDENCIA TRABAJO
JUSTICIA
AMISTAD IGUALDAD SEGURIDAD CORAJE
VERDAD
AUTONOMÍA
BELLEZA TOLERANCIA
BUENOS MODALES DECISIÓN SOLIDARIDAD
SALUD
Kant
Simpsons
- Haz tu propia lista de valores: elige un máximo de 7 valores de los anteriores y ordénalos
por orden de preferencia. ¿Con quién te sientes más identificado, con Homer Simpson o con
Kant
- Comenta la siguiente frase: "El mundo actual es una directa consecuencia de la realización
de los ideales ilustrados puesto que la Ilustración pedía más libertad para los individuos y
eso es lo que hemos conseguido. Lo que sucede es que la gente desea la libertad para poder
hacer lo que le dé la gana, no lo mejor."
Actividad 1) Modernidad y posmodernidad
Para completar el estudio que venimos haciendo deberás el siguiente texto. Deberás
incorporar luego su contenido, en tu cuaderno de estudio, al apartado 3.1. de la Unidad
Didáctica
“La modernidad es el proyecto que encabezaron los filósofos modernos y que tuvo su culminación en los
ideales de la Ilustración. La modernidad encarnaba los ideales de igualdad, de libertad, de fraternidad, de
afirmación del individuo, de democracia, de progreso sin fin, de racionalización de la vida social e individual.
El hombre moderno, lleno de optimismo, creía que estos ideales eran universalmente realizables. En cambio, la
crítica radical de Nietzsche a la cultura occidental inició un camino en dirección opuesta a la modernidad, un
camino que llegará hasta la posmodernidad. En el siglo XX muchos pensadores, como Vattimo (1936),
Lyotard (1924), Rorty (1931) y Lipovetsky (1944) afirman que las conquistas de la modernidad han
implicado un precio excesivamente alto y que la modernización y el progreso han comportado efectos no
deseados, tanto contra el propio hombre como contra el medio ambiente: el proyecto moderno trae consigo
debilidades, insuficiencias y errores.
Desde la década de 1980 se ha hablado a menudo de pos-modernidad o de actitud posmoderna, una actitud que
nace del reconocimiento de los aspectos negativos de la modernidad y de una aceptación de la imposibilidad de
salvar los ideales occidentales modernos. Ya no se puede hablar de historia como proceso unitario, universal;
la historia es la representación interesada del pasado, ha sido construida por los grupos y clases sociales
dominantes. Ya no se puede hablar de un curso unitario de la historia, tampoco se puede hablar de progreso: la
técnica y la ciencia han demostrado en muchas ocasiones durante el siglo XX su “lado oscuro” (genocidios, I y
II Guerras Mundiales, armas atómicas…)
El ideal occidental de humanidad se ha ido mostrando como uno entre muchos otros ideales: no es
necesariamente el peor, pero poco puede pretender ser el mejor y erigirse en la esencia de todo lo humano.
Así, la palabra posmodernidad no representa una filosofía o un proyecto alternativo, sino que es más bien una
actitud, una sensibilidad, que asume la debilidad de la razón ante las grades cuestiones que se plantea el ser
humano. La actitud posmoderna acepta la existencia de una pluralidad de pensamientos y la incapacidad de
todos a la hora de fomentar ideales y valores.
Los posmodernos creen que la sociedad occidental ha entrado en un etapa radicalmente diferente a las
anteriores, una etapa de pluralidad en la que es imposible obtener una visión unitaria de las cosas.
Desde la perspectiva posmoderna, los múltiples contextos vitales y culturales de nuestro mundo han
desprovisto de todo sentido los criterios universales de verdad, de justicia, de preferencia racional de una
opción frente a otra, de valoración ética. Las grandes respuestas a las inquietudes humanas (por ejemplo, el
cristianismo, los ideales republicanos de igualdad y libertad o el sistema comunista) han resultado invalidadas
y refutadas en los últimos cincuenta años.
Los posmodernos acusan a los modernos de querer imponer los valores, ideales y perspectivas occidentales a
otras culturas y civilizaciones. Los pensadores que aceptan los ideales modernos acusan a los posmodernos de
ser neoconservadores, de ser indiferentes ante las injusticias que sufren los pueblos del Tercer Mundo y de
menospreciar unas mínimas exigencias éticas universales.
Si comparamos esquemáticamente modernidad y posmodernidad, éstos podrían ser los rasgos que definen una
y otra tendencia:
Modernidad:
•
Siguiendo la línea trazada por la filosofía de Kant, acepta el gran poder de la razón humana. Tiene fe y
optimismo en las posibilidades del pensamiento.
•
Cree que los ideales de la Ilustración son universalizables.
•
Considera que existe un pensamiento capaz de comparar y evaluar culturas diferentes.
•
Valora lo que beneficia a la “Humanidad” por encima del valor del individuo singular.
Posmodernidad:
•
Cree que no se puede hablar de una razón universal capaz de decir la última palabra, sino únicamente
de racionalidades parciales. Hay que afirmar un pensamiento débil, que acepte la contingencia de las
“verdades” y los “valores”.
•
Considera que cada cultura tiene sus propios ideales, que no son universalizables. No cree que exista
un criterio que sea suficiente para permitirnos valorar culturas.
•
Entiende que los valores deben servir a los individuos y éstos no son “sacrificables” por “el bien” del
colectivo.
Este es el debate filosófico en el que vivimos actualmente, a comienzos del siglo XXI. Sea cual sea nuestra
propia opinión lo innegable es que las condiciones de vida actuales han variado mucho desde la época de la
Revolución Francesa.
Después de la Segunda Guerra Mundial, se instauró la política de bloques: el bloque occidental, encabezado
por Estados Unidos, y el bloque comunista, liderado por la Unión Soviética. La caída del muro de Berlín en
1989 y la desmembración de la Unión Soviética en 1991 significaron el naufragio del bloque comunista e
iniciaron una nueva configuración política del planeta. Es lo que lleva a hablar de una globalización del
pensamiento y estilo de vida occidentales.
Así, el término globalización se acostumbra a emplear para indicar la generalización de los valores
occidentales, de la democracia liberal y de la economía capitalista por todo el mundo. Valores que se sustentan
en la lógica del mercado (oferta-demanda), el consumo, la constante generación de nuevas necesidades en los
consumidores y la agudización de la libertad individual.
La civilización materialista no ha dejado nunca de ser criticada por las familias intelectuales más diversas. Las
corrientes religiosas tradicionales la han acusado de destruir la fe y las obligaciones religiosas. Los
«republicanos», empezando por Rousseau, acusan al lujo y a las comodidades de la vida de corromper las
costumbres y las virtudes cívicas. Los racionalistas han fustigado la inutilidad de la moda, lo superfluo, el
derroche de las sociedades de la abundancia. Los pensadores aristocráticos o elitistas han expresado todo el
desprecio que les merece una cultura «vulgar» que se basa en vender productos de baja calidad a consumidores
mediocres. En cuanto a los teóricos marxistas, han lanzado sus dardos contra el capitalismo de la opulencia,
calificado de nuevo opio del pueblo, de máquina económica de producir falsas necesidades, pasividad alienante
y soledad impotente.
A estas críticas «exteriores» se han sumado las críticas «internas» que denuncian la impostura de la felicidad
comercial, la incapacidad de las sociedades ricas para contentar realmente a las personas. Pues al prometer el
paraíso de los goces del tener, el mundo de la mercancía no deja en realidad de orquestar las frustraciones,
carencias y decepciones de la inmensa mayoría. La euforia está en cartel, la desolación de las personas
aumenta un poco cada día. Opulencia material, déficit de felicidad.
Pongamos un ejemplo cotidiano. Se dice que desde la aparición del mando a distancia, el zapeo se ha vuelto
una práctica tan habitual como general. Los telespectadores zapean para evitar la publicidad, de eso no hay
duda, pero también para buscar «otra cosa», para encontrar un programa que les atraiga más. ¿Cómo no
reconocer en este fenómeno la expresión de la insatisfacción, la decepción, la irritabilidad de que es víctima el
público? Si se cambia de canal con tanta frecuencia es porque el espectador se aburre en mayor o menor
medida y porque hay un sentimiento de decepción, no profundo pero sí real, en la relación con la pequeña
pantalla.
Tal vez haya que tener en cuenta que al difundir por toda la sociedad el ideal de la realización personal, la
sociedad de hiperconsumo ha exagerado las discordancias entre lo deseable y lo efectivo, lo imaginario y lo
real, las aspiraciones y las vivencias cotidianas. Como los modos de existencia se destradicionalizan, es decir,
abandonan los cánones tradicionales, los usos y valores morales transmitidos por la familia, el estado o la
Iglesia, y como las vidas personales y profesionales se vuelven inseguras y precarias, se multiplican las
ocasiones en que se siente tristeza, se duda de uno mismo y se emiten juicios negativos sobre la propia vida: el
individuo está hoy condenado a conocer de manera más o menos regular la sensación de fracaso personal. Esto,
naturalmente, no es lo propio de la época: pero todo hace pensar que la civilización hiper-moderna, al remitir
cada vez más al individuo a sí mismo, crea más ocasiones de angustia. La explosión de las depresiones y las
ansiedades, los síntomas de deterioro de la autoestima señalan la nueva vulnerabilidad del individuo, que es
inseparable de la civilización de la felicidad. Las opiniones negativas sobre uno mismo, las dudas sobre el
valor de su existencia presente, la sensación de haber fracasado en la vida constituyen de manera creciente una
de las tendencias del individualismo reflexivo: ahí se encuentra el fracaso de la felicidad paradójica.
Los teóricos de la sociedad de consumo han achacado a la envidia la tortura de los deseos materialistas, la
impostura de la felicidad comercial, la inexistencia de realización en el consumo. Ha llegado el momento de
revisar estas tesis. Pues si hay algo «trágico», en general se encuentra menos en la esclavitud de las cosas que
en la relación, cada vez más difícil, con uno mismo y con los demás. En realidad, el consumo, más que
destruirnos, nos devuelve a nosotros mismos: los goces materiales son reales y diversos, pero no se multiplican
sino en sentido paralelo a las frustraciones existenciales, a las dudas e insatisfacciones en relación con nosotros
mismos. El fracaso no es del consumidor, es del propio sujeto y de la dificultad para llevar adelante la propia
vida individual, para hacer uso de la libertad que tenemos y que realmente nos permite hacer lo que queremos,
pero la cuestión que abre esa realidad de la libertad se presenta como un abismo a los pies de todo individuo:
¿qué queremos?”
3.2. Estudio de un texto de Friedrich Nietzsche: Crepúsculo de los ídolos
Actividad 2) Nietzsche, intempestivo
El objetivo de esta Unidad Didáctica es que comprendamos mejor el mundo
actual. No obstante el mundo actual hay que entenderlo como el resultado, a la vez, de la
maduración -el éxito- y la crisis -el fracaso- del proyecto Ilustrado y moderno sobre el
hombre y la sociedad. Friedrich Nietzsche fue un autor que anunció esta ambivalencia de la
modernidad: su éxito sería su fracaso. Pero lo hizo en un tiempo en el que la mayoría de
europeos no era capaz de verlo. Por eso vamos a leer en las propias palabras de Nietzsche su
carácter de pensador intempestivo -que llega a destiempo.
"Conozco la suerte que me espera. Mi nombre algún día estará ligado al
recuerdo de algo gigantesco, de una crisis como nunca la ha habido en la
Tierra, de la más profunda colisión de conciencia, de una decisión tomada,
mediante un conjuro, contra todo aquello que hasta el momento se había creído,
exigido o santificado. Yo no soy un hombre, yo soy dinamita...La verdad habla
en mí. Pero mi verdad es terrible: ya que hasta ahora a la mentira se la ha
llamado verdad... Mi destino determina que yo haya de ser el primer hombre
decente, que yo esté en contradicción con la mentira milenaria... Yo soy el
primero que ha descubierto la verdad, he sido el primero en sentir -en oler- la
mentira como mentira... Mi genio está en mi nariz... Yo contradigo como nunca
nadie ha contradicho y, a pesar de esto, soy la antítesis del espíritu que dice no.
Yo soy un alegre mensajero como ninguno lo ha habido, conozco tareas tan
elevadas que hasta ahora no existía el concepto para comprenderlas; sólo a
partir de mí existen nuevas esperanzas. Sin embargo, yo soy, necesariamente, el
hombre de la fatalidad. Pues, cuando la verdad entable lucha con la mentira
milenaria, padeceremos conmociones, temblores de tierra como nunca se
habían soñado. El concepto de política se halla ahora totalmente sumido en una
guerra entre espíritus, todas las formas de dominación de la vieja sociedad han
saltado por los aires, todas se apoyan en la mentira; habrá guerras como nunca
las ha habido sobre la faz de la tierra."
F. Nietzsche, Ecce homo
1. Enumera los calificativos que Nietzsche se da a sí mismo en el texto (p.ej. "alegre
mensajero", "antítesis del espíritu que dice no")
2. Habitualmente se menciona a Nietzsche como uno de los "filósofos de la sospecha"
porque se dedicó a desenmascarar a la cultura occidental. ¿qué "mentiras" crees tú que
necesitan ser desenmascaradas en nuestra sociedad actual? Pronto estudiaremos la "mentira"
a la que se refiere el texto de Nietzsche.
3.2.1. Biografía y contexto histórico de Nietzsche.
Actividad 3) ¿Una Europa brillante, exitosa y plena?
Es necesario, para estudiar la vida, obra y época de F. Nietzsche que uses el libro de texto y/u otros libros de historia sobre mediados y finales del siglo XIX. La época de Nietzsche
es la de la Europa del desarrollo científico, la industrialización, colonialismo y el
nacionalismo. Lee el texto que se te presenta y extrae las ideas que en él aparecen referidas a
esos cuatro elementos.
“A mediados del siglo XIX se culmina la transición entre el Absolutismo y el nuevo sistema político y social
impulsado por el liberalismo. Desde la caída de Napoleón I se sucedieron en Europa diversos movimientos
revolucionarios (1820, 1830 y 1848) que acabarán por ganar la batalla al Absolutismo. El desarrollo de las
“Sociedades Secretas” es un fenómeno paralelo a dicha lucha. El Liberalismo se apoya en el movimiento
cultural romántico y el nacionalismo que éste usa como bandera. Sus tesis fundamentales son la libertad
económica y la igualdad y libertad jurídicas para todos los ciudadanos. Esta lucha política está enmarcada en
el proceso de desarrollo y expansión de la Revolución Industrial iniciada en Gran Bretaña a mediados del
siglo XVIII. Durante la primera mitad del siglo XIX todas las naciones europeas –España quedará bastante
retrasada en esta carrera- comienzan el proceso de industrialización a marchas forzadas. La fuente de energía
principal es el carbón y la maquinaria se mueve a vapor. Las máquinas revolucionan la forma de trabajo y la
producción de bienes. La progresiva democratización social se ve acompañada de una progresiva
democratización económica que abarata precios y pone más productos al alcance de más personas. El
desarrollo industrial y científico transformó los paisajes de Europa: los ferrocarriles y sus vías férreas, las
chimeneas y los humos de las fábricas, las minas y sus instalaciones así como las montañas de escoria que las
rodean, las embarcaciones a vapor surcan los mares y los ríos navegables… Con este desarrollo se inventan
también nuevas técnicas financieras que ayudan en su desarrollo al capitalismo, ahora triunfante: Sociedades
Anónimas, Bolsa, Monopolios, Banca… La inversión, la racionalización de la producción y de la labor de
trabajo, la mecanización van haciendo de la Europa del siglo XIX la Europa que hoy día conocemos. Surge un
nuevo grupo social: el proletariado urbano, aquellas personas que viven en las ciudades en condiciones muy
malas y que trabajan en las fábricas a cambio de una paga con la que subsistir. Y con los éxitos también los
fracasos: el capitalismo está sometido a periódicas crisis (financieras, agrarias, de superproducción) cuyas
consecuencias negativas suelen recaer en los propios proletarios (paro, hambre, enfermedades…). La
sociedad entonces se va a ver dividida en tres grandes grupos: Aristocracia, que debe ceder su puesto de
dominio político a la Burguesía, que basa su poder económico en la industria y el comercio y el
Proletariado, en 1ª fila de todas las revoluciones y pagando con su vida el progreso científico, tecnológico y
económico. El Movimiento Obrero será capital para entender la lucha entre Proletariado y Propietarios y las
consecuencias que llevan al mundo actual tal y como lo conocemos. El desarrollo del Nacionalismo y la
necesidad de buscar nuevas fuentes de materia prima para la industria y nuevos mercados para vender los
productos llevó a los países europeos –y Japón y Estados Unidos- a una carrera colonial por hacerse con el
control de amplias zonas del globo, aún no incluidas en imperios de ultramar como el británico o el francés.
Alemania e Italia, una vez unificadas, se incorporarán a dicha carrera como fuertes competidores. El África
subsahariana y Asia fueron los principales teatros de dicha competición. Europa se presenta como LA
CIVILIZACIÓN, encargada de llevar el progreso y la prosperidad al resto de naciones. Toda otra cultura es
considerada una fase más primitiva de la cultura occidental o no es considerada como cultura humana en
absoluto. Sólo la civilización occidental es propiamente una cultura humana. Este será el ambiente del siglo
XIX que acabará llevando a la gran debacle de 1914-1918.”
Actividad 4) Nietzsche, una vida atormentada
Lee la siguiente semblanza biográfica de Friedrich Nietzsche y haz un buen resumen para
poder estudiarla. Consulta al profesor cuantas dudas tengas.
“La vida de Friedrich Nietzsche es extremadamente coherente con su filosofía. Él siempre renegó de la
sociedad en la que le había tocado vivir y su filosofía se puede entender como un modo de “azotar” a su
tiempo. Sobre los rasgos fundamentales del siglo XIX ya has leído en la actividad anterior. El triunfo de la
ciencia, el desarrollo económico e industrial, el predominio de la cultura occidental sobre el resto del planeta,
parecen signos de una época de esplendor y triunfo para Europa. Y es en esa época en la que Nietzsche
enarbola la bandera de la “sospecha”. ¿Qué es sospechar? Es intuir que las cosas no son tal como parecen,
la sospecha lleva a trascender las apariencias, a buscar el fondo escondido de las cosas. Marx, Freud y
Nietzsche serán llamados “filósofos de la sospecha”. La sospecha de Nietzsche apunta al corazón de la misma
cultura occidental; denuncia que los valores occidentales ya no sirven. La filosofía de Nietzsche es una crítica
nuestra cultura y de los valores que defiende.
Friedrich Nietzsche nació en 1844, en la ciudad de Rocken, Alemania. Su padre era pastor protestante, como
sus dos abuelos; así, desde su infancia fue educado en un ambiente religioso. En 1848 nació hermana
Elisabeth, de gran importancia en su vida como amiga y confidente; su padre murió cuando él tenía cinco
años. Nietzsche completó sus estudios recibiendo una sólida formación humanística.
En 1864, ingresó en la Universidad de Bonn para estudiar teología y filosofía; su madre insistía para que
continuara la tradición familiar de ser pastor protestante, pero él se opuso a ello y se trasladó a la
Universidad de Leipzig, donde se especializó en filología griega. En esta época descubrió la obra de
Schopenhauer, pensador que le impresionó y entusiasmó: de él asumió la idea de la voluntad de vivir como
realidad fundamental que se manifiesta tanto en el hombre como en todos los demás seres. Ahora bien,
Nietzsche desvinculó la voluntad de vivir del ideal de renuncia que proponía Schopenhauer: Nietzsche dijo sí a
la vida.
A sus veinticuatro años, la carrera académica de Nietzsche no podía ser más brillante. En 1869, la
Universidad de Basilea, en Suiza, lo nombró catedrático de filología clásica; sus clases sobre filología griega
y sobre Homero eran seguidas con auténtica expectación por un gran número de alumnos. En este mismo año,
su antigermanismo lo llevó a abandonar la ciudadanía alemana y nacionalizarse suizo. Sin embargo, por otro
lado, pidió permiso a la universidad para participar en la guerra franco-prusiana de 1870, cosa que se le
permitió en calidad de enfermero voluntario.
En 1872 publicó un primer libro revolucionario, El nacimiento de la tragedia. El libro, que muestra la
influencia de Schopenhauer, defiende que en la tragedia clásica griega está presente la afirmación de la vida
en toda su crudeza; Nietzsche también nos dice que esta afirmación fue rechazada por el intelectual Sócrates.
En 1873 publicó Consideraciones intempestivas, donde polemiza contra las supuestas grandes proezas del
siglo, como por ejemplo el espíritu positivista, la fe ciega en el progreso científico, los valores de la Alemania
nacionalista... En estas primeras obras ya se expresa en su estilo aforístico, constituido por frases breves que
revelan grandes intuiciones y pensamientos explosivos.
Hacia 1876, a los 32 años, Nietzsche inició una crítica despiadada de todo lo que se suele considerar virtud:
en todo aquello que la cultura proclama virtuoso, él descubría hipocresía y corrupción.
En 1879, se jubiló voluntariamente de la Universidad de Basilea a causa de sus graves problemas de salud. A
partir de entonces comenzó, con escasos medios económicos, una vida de viajes constantes por la Europa
mediterránea y la alpina, buscando un clima que mejorase su delicada salud. En Roma, en 1882, Nietzsche
conoció a Lou Andreas Salomé, una mujer de origen ruso de inteligencia y belleza extraordinarias, amiga de
Freud, Rilke y otros intelectuales europeos. Dos veces Nietzsche se declaró y por dos veces ella lo rechazó,
aunque le admiraba mucho como pensador.
En 1882 se publicó La gaya ciencia, donde se anuncia la muerte de Dios, y, entre 1883 y 1885, Nietzsche
escribió una obra de importancia capital: Así habló Zaratustra. Los cuatro grandes temas del libro son: el
anuncio de la muerte de Dios, la aparición del superhombre, la voluntad de poder y la intuición del eterno
retorno. Los grandes enemigos del superhombre, del hombre nuevo, son los predicadores de la igualdad, tanto
el emergente socialismo como el milenario cristianismo que loa y protege a los débiles.
A partir de los 38 años, Nietzsche inició una etapa en que formuló ordenadamente su pensamiento. La primera
obra de esta última etapa es Más allá del bien y del mal, una nueva crítica a la filosofía, la moral y la religión,
que no han entendido el valor primordial de la vida. En 1887, escribió La genealogía de la moral, donde
acusa a la religión judía de haber impuesto una moral de esclavos, la moral de los hombres inferiores,
opuesta a la moral aristocrática de los señores. Ahora bien —y éste es uno de los muchos elementos
paradójicos en Nietzsche—, en otras ocasiones apareció como defensor del pueblo judío. Él mismo era
consciente de los progresos que la sífilis –enfermedad contraída en su juventud- hacía en su sistema nervioso.
Por ello se apresuró a culminar su obra antes de que la enfermedad le venciese.
Su último año de vida intelectual lúcida fue 1888; después, cayó en un progresivo hundimiento. Escribió El
ocaso de los ídolos, donde declara que todo lo que hasta ahora se ha llamado verdad no es más que un ídolo
que hay que derrocar. Del mismo año son El anticristo, otra crítica a la moral cristiana, y la provocativa
autobiografía titulada Ecce homo.
A fines de 1888, vivió un momento de entusiasmo y euforia que fue el preludio del colapso que sufrió en enero
de 1889. En la frontera entre la lucidez y la locura, Nietzsche, en Turín, se abrazó llorando al cuello de un
caballo de tiro que no podía con su carga a pesar de los latigazos del carretero. Se dice que le pidió perdón
por el insulto de Descartes. ¿Cómo había insultado Descartes al caballo? Había insultado a la vida al reducir
a los animales a res extensa, a puras materias; no supo comprender que la vida es la realidad suprema.
Finalmente, Nietzsche cayó en la locura. Su madre, y después su hermana Elisabeth, le cuidaron hasta que
murió en 1900.”
3.2.2. Contexto cultural y filosófico de Nietzsche.
Actividad 5) ¿De dónde saca Nietzsche sus ideas?
Para comprender bien el ambiente intelectual en el que se desenvuelve Nietzsche es
necesario conocer a otros filósofos y teorías que él mismo conoció y usó en sus obras. Lee
las páginas que vienen a continuación y extrae las ideas fundamentales que habrás de saber
acerca del apartado 3.2.2. del esquema de conceptos.
“El siglo XIX constituyó otra de las épocas de gran empuje científico: aparecieron nuevas ciencias, tuvo lugar
un gran número de descubrimientos, se estimularon las investigaciones técnicas... Dentro de este contexto,
surgieron dos teorías que tanto se pueden incluir en el ámbito científico como en el filosófico. Nos referimos al
darwinismo y al positivismo comtiano. La primera, a pesar de ser una teoría biológica sobre el origen de las
especies, modificó la concepción que el ser humano tenía de sí mismo; la segunda, el positivismo, además de
significar la inauguración de la sociología, se convirtió también en una teoría filosófica sobre el ser humano, la
historia y la ciencia.
Uno de los factores que contribuyeron al dinamismo de la ciencia del siglo XIX fue la emergencia de nuevas
necesidades fruto de la industrialización. Éstas exigieron recursos y maquinaria progresivamente más
especializados y sofisticados. Esto dio un considerable impulso a la investigación y la experimentación
técnicas, inevitablemente unidas al avance científico. Desde entonces, y cada vez de una manera más estrecha,
ciencia y técnica irán de la mano. Así por ejemplo, en esta época, estimulados por la necesidad de nuevas
fuentes energéticas, se investigó y se descubrieron principios físicos relacionados con la electricidad y
aparecieron inventos como la pila eléctrica de Volta (1800).
Además, durante el siglo XIX, la ciencia se expandió considerablemente y abarcó ámbitos hasta entonces
olvidados. Los éxitos y avances producidos en ciencias como las matemáticas y física impulsaron otras
disciplinas que trataron de conseguir logros similares. Esto explica la aparición de nuevas ciencias, como la
sociología o la psicología –el invento de las actuales Ciencias Sociales. Estas disciplinas nacían con la
pretensión de proporcionar conocimientos tan rigurosos y fiables sobre el ser humano y la sociedad como los
que la física proporcionaba sobre la naturaleza. De todos modos, en esta época también se produjo un proceso
de especialización que contribuyó en gran medida al desarrollo y el progreso científicos. Tanto las ramas del
saber cómo los científicos que se ocupaban de ellas se fueron limitando a ámbitos más reducidos, hecho que
permitió profundizar más en cada parcela del saber. Un siglo antes, los sabios todavía eran hombres doctos en
todas las materias (física, química, geometría, óptica, biología...). Estas eminencias cada vez serán más
escasas; los grandes científicos se concentrarán y se especializarán en una de estas parcelas, de la que, en
consecuencia, llegarán a ser grandes especialistas.
Darwin: el Evolucionismo
En el siglo XVIII la obra de biólogos como Carl von Linné (1707-1778) o George Cuvier (1769-1832) todavía
confirmaba la concepción tradicional fijista del acontecer natural. Según el fijismo, la naturaleza y las especies
vivas que la habitan son realidades definitivas y acabadas, es decir, seres inalterables que permanecen para
siempre tal como fueron diseñados desde un principio. El fijismo a menudo iba emparejado al creacionismo,
por lo que se explicaba el origen de las especies apelando a un creador inteligente responsable de su
adaptabilidad. Los parecidos y proximidades entre especies (como la que pueda haber entre un caballo y un
asno, o entre un tigre y un león) tampoco se explicaban recurriendo a un origen común, a un mismo
antepasado, ya que, según el creacionismo fijista, las especies habían sido creadas separadas e independientes.
La paleontología y la anatomía comparada, ciencias que aparecieron a fines del siglo XVIII (paradójicamente
gracias a los estudios de biólogos como Cuvier), proporcionaron datos que desacreditaban y restaban
credibilidad al fijismo. El estudio de los fósiles suministró información sobre especies que ya no existían y de
las que no había noticia. Las exhaustivas clasificaciones que darían paso a la anatomía comparada reflejaban
proximidades y parecidos entre grupos diferentes que ponían en entredicho su pretendida independencia.
Lamarck (1744-1829) fue el primero en interpretar evolutivamente estos datos. Según Lamarck, las especies
sufren transformaciones a lo largo del tiempo para adaptarse mejor al entorno. Ahora bien, este proceso de
transformación, según el cual, por ejemplo, el alargamiento del cuello de las jirafas se debía a los esfuerzos de
la especie por acceder a zonas de alimento más ricas, no se podía apoyar en pruebas científicas. Esto comportó
que, por el momento, las teorías que lo sostenían tuvieran escasa repercusión.
Charles Darwin (1809-1882) fue quien definitivamente asentó el evolucionismo. La teoría evolutiva que
defendía se concretaba en los siguientes puntos:
—
Las formas de vida no son estáticas, sino que sufren cambios y transformaciones.
—
El proceso de transformación o evolución que experimenta una especie es gradual, lento y continuo.
—
Las especies semejantes están emparentadas: provienen, seguramente, de una especie ya extinguida
que es su antepasado común.
—
Las especies experimentan modificaciones espontáneas en la constitución de algunos individuos.
—
La selección natural es un mecanismo que favorece las modificaciones más adaptativas. Y es que los
individuos que sufren las modificaciones más favorables tienen más posibilidades de sobrevivir, reproducirse y
transmitir sus rasgos.
La teoría evolutiva fue aplicada a la explicación del origen del ser humano. Para Darwin, el hombre no
constituía un ser especial y diferente a los demás. Como el resto de los seres vivos, había sufrido un proceso de
transformación (evolución) que lo había hecho más apto para la supervivencia. La proximidad con otros seres
vivos se debía a que, ciertamente, constituía una especie emparentada con otras especies, sobre todo con los
primates, con los que compartía un mismo antepasado ya extinguido. Esta teoría resultó inaceptable para
muchos de sus contemporáneos, que la consideraron un insulto contra la especie humana.
Comte: el Positivismo
En un contexto de industrialización en el que las innovaciones técnicas llegaban a insospechadas cotas de
eficacia, la situación social, en cambio, no era tan prometedora. Como hemos comentado, en el siglo XIX se
produjeron cambios económicos profundos que trastocaron la estructura y las relaciones sociales provocando
una situación no demasiado alentadora. Las desigualdades, las injusticias y los desequilibrios fueron habituales
durante el primer capitalismo.
Comte, testimonio directo de este triste panorama, se propuso como objetivo la reforma social. Ahora bien,
para transformar la sociedad y acercarla a un estadio positivo, en el que la humanidad disfrutaría de paz y
estabilidad, era necesario, en primer lugar, conocerla y tener claro cuál era su estructura, qué relaciones se
producían en su seno y qué mecanismos internos la movían. Por este motivo, aunque el proyecto de Comte es
primordialmente práctico, se fundamenta en una sólida base teórica, en una concepción de la sociedad y la
historia que él mismo denominó filosofía positiva o positivismo.
El positivismo de Comte arrancó de la confianza ilustrada en el progreso, de la valoración de la experiencia del
empirismo y de la crítica a la metafísica –al conocimiento que no se basa en los datos de la experiencia- que
realizó Kant. Se concretó en un abierto rechazo de las infructuosas construcciones idealistas, que en su vuelo
metafísico únicamente conseguían alejarse de la realidad. En oposición a esto, el positivismo reivindicaba una
filosofía centrada en los hechos concretos y reales, de los que podemos tener experiencia y que pueden ser
explicados mediante leyes. Y es que, según Comte, sólo una filosofía con esta orientación podía contribuir al
progreso humano.
El positivismo comtiano se basaba en la fe en el progreso, en la creencia de que la historia consiste en un
proceso de mejora y perfección imparable, que llevará al hombre a un estadio en que sus necesidades se
solucionarán racionalmente y donde imperará un orden moral justo y pacífico. Para Comte, la culminación de
este proceso se dará cuando la ciencia impregne todos los ámbitos humanos. Esto se producirá en una
evolución en tres fases o estadios: teológico, metafísico y positivo.
Estadio teológico
En este estadio, la realidad se explica recurriendo a poderes fantásticos o sobrenaturales, a fuerzas míticas o
religiosas. La humanidad todavía mantiene una actitud infantil e inmadura.
Estadio metafísico
En este estadio, se ha producido un paso hacia la abstracción, y los hombres ya no explican los
acontecimientos apelando a fuerzas divinas, sino a principios y leyes generales y abstractas. Se puede decir que
la humanidad vive una época de juventud. Estadio positivo
En esta etapa la humanidad ha dado un paso definitivo en su evolución y vive y se relaciona con su entorno con
madurez. Los hombres se explican los acontecimientos naturales y sociales mediante leyes que han extraído de
la observación y la experimentación, es decir, científicamente.
Este progreso no es exclusivo de la historia; se da también en el ámbito del saber. Cada una de las ciencias ha
evolucionado desde un estadio primitivo a otro de carácter positivo y definitivo. Además, todo el sistema del
saber (compuesto por seis ciencias o disciplinas) se encuentra estructurado y jerarquizado según el grado de
complejidad, especialización y dificultad. En un orden de menos a más, las ciencias se ordenarían así:
matemáticas, astronomía, física, química, biología y sociología. Las matemáticas serían la ciencia más antigua
pero también la más general (es como un método o instrumento del que todas las demás disciplinas se sirven).
La sociología, en cambio, sería la más reciente (el propio Comte es considerado su fundador) pero resulta la
más especializada y compleja, pues trata de los hombres y las relaciones que éstos establecen en el seno de la
sociedad. Además, su importancia sobrepasa la de las demás ciencias, ya que es la que permitirá la reforma
social que Comte preconizaba.
Schopenhauer
Defiende que la herramienta intelectual más elevada es la intuición sentimental, y no el entendimiento o la
razón. La intuición es un saber directo, una captación profunda del corazón de la realidad. Esto pondría en
segundo lugar a los sentidos, porque ellos nos manifiestan un mundo aparente –tal y como Platón dijo- pero no
la auténtica realidad. A Schopenhauer, la intuición le muestra que la realidad más elemental de sí mismo, la
realidad fundamental de todo hombre, es la voluntad de vivir. No hay que entenderla como un impulso del
individuo, sino que todo lo que podemos percibir no es más que una manifestación de un único ser –
Schopenhauer es un autor monista, como Heráclito o Tales- al que él llama Voluntad de Vivir. La voluntad de
vivir está presente en toda la realidad: en los seres humanos, en los animales, en los vegetales e incluso en el
mundo inorgánico, en la piedra que se resiste a la erosión o en el rayo de luz que quiere perdurar. Todo está al
servicio de esta voluntad, incluida la razón humana. La voluntad es una realidad que está fuera del espacio y
del tiempo; cuando se concreta en el espacio y en el tiempo, se divide convirtiéndose la innumerable cantidad
de cosas que nuestros sentidos nos transmiten, que se devoran mutuamente para vivir y para sobrevivir, como
pasa con los lobos que devoran a los gatos o los gatos que devoran a los ratones. La vida consiste en esta lucha
constante que se repite desde hace milenios.
Así, Schopenhauer constata que la voluntad de vivir impone muerte, dolor y guerra eterna. Tal como muestra
el título de su libro, El mundo como voluntad y como representación, la voluntad es la realidad en sí misma, y
las luchas que vemos por todas partes son la representación de esta voluntad, transformada en realidades
concretas.
La voluntad de vivir no es una realidad individual, sino un principio universal, un impulso ilimitado torturado y
en conflicto, una realidad nunca satisfecha. La lucha entre sí de todos los seres concretos se produce porque en
este mundo la voluntad aparece dividida en muchas voluntades particulares. Como en todo ser concreto,
también en el hombre la voluntad está presente, pero el hombre es el ser que se da cuenta de que esta voluntad
nunca podrá ser satisfecha, ya que la muerte siempre acaba por destruir las aspiraciones humanas.
La felicidad humana es imposible, porque el deseo insatisfecho causa dolor, y el deseo satisfecho o placer no
es más que un cese momentáneo del malestar; si uno disfruta cuando come, se debe a que antes ha sufrido
hambre. Aunque vive inmerso en esta realidad, el hombre persigue constantemente fines absurdos y vacíos, se
esfuerza sin parar por alcanzar objetivos que, o bien son inalcanzables (la felicidad), o bien acabarán por ser
destruidos (los bienes materiales).
Ante el pesimismo, Schopenhauer rechaza —casi sorprendentemente— una salida como el suicidio. En
cambio, propone caminos de liberación del dolor. Uno de estos caminos puede ser el arte, pero la vía de
liberación más elevada de todas es la del ascetismo o renuncia radical de la voluntad de vivir, el camino que,
según Schopenhauer, toman hinduistas y budistas.
El ascetismo es la negación de las vanas ilusiones de la vida y de los deseos y satisfacciones corporales; con el
menosprecio de la vida se consigue la victoria sobre la voluntad fragmentada en las existencias individuales. A
causa de todo lo que comporta, la vida es un crimen, es nuestro pecado original que sólo expiamos con la
renuncia, el sufrimiento y la muerte.”
3.2.3. Temática de la filosofía nietzscheana:
Actividad 6) Lectura del texto de Nietzsche
El texto de Nietzsche se estudiará con el apoyo de la guía de lectura. Lee previamente dicha
guía y el texto que el profesor suministrará sobre el libro de Nietzsche Crepúsculo de los
ídolos. Deberás ir haciendo un esquema del contenido el texto y deberás apuntar los
fragmentos que te son de más difíciles de comprender para preguntar al profesor.
En clase haremos una lluvia de ideas sobre los temas que el texto trata y que son centrales a
la filosofía nietzscheana. El profesor los irá apuntando en la pizarra y luego se estudiarán
con el material presente en esta Unidad Didáctica. Dicha lluvia de ideas se irá realizando a
medida que se vayan respondiendo las diversas dudas que los alumnos planteen al profesor,
de ahí la importancia de que hagas preguntas, ¡no te quedes con dudas! ¡PREGUNTA!
Actividad 8) Seminario sobre el nihilismo. Visionado de la película “Matrix revolutions”
“El fin de toda vida es acabar”. Con esa frase resume el agente Smith la totalidad de su
misión y de su propósito. Ya en la primera entrega de la trilogía –durante el interrogatorio a
Morfeo- Smith sugirió que él no estaba a gusto con su papel, con su “vida”. Necesitaba un
cambio. Este cambio se lo proporcionó Neo cuando al final de la película se introduce en
Smith y lo desintegra. Ese cambio le llevó a poder realizar su propósito –que se va
fraguando en la 2ª y 3ª parte: acabar con toda vida, dentro y fuera de Matrix.
La temática nietzscheana gira en torno al binomio salud/enfermedad. Su propia biografía
está teñida por la enfermedad y podemos suponer que Nietzsche sabía bien cuál de las dos
era preferible. Él cree que la cultura occidental está enferma. Enferma de NIHILISMO. Él se
considera a sí mismo el médico que diagnostica esa enfermedad -recuerda la "mentira" del
texto de la actividad 3.
Frente a la NADA que Smith esparce y difunde sólo se situa Neo y su voluntad. No es la
certeza de la victoria sino su deseo lo que le hace enfrentarse a Smith. Frente a la nada la
voluntad, dos grandes temas de la filosofía nietzscheana, que nos servirán para profundizar
en el análisis del nihilismo que Nietzsche realizó.
Actividad 7) Estudio de la temática.
El punto 4.2.3. lo trabajarás con la lectura de las siguientes páginas. Comenzaremos por el
nihilismo para luego llegar a comprender cómo ha llegado la cultura occidental a ese estado
tan lamentable y qué se puede hacer ante ello.
Extraído de la introducción al libro de Nietzsche La gaya ciencia, (Trad. e introducción de
Charo Crego y Ger Groot, Madrid, Edit. Akal, 1988).
“INTRODUCCIÓN: FRIEDRICH NIETZSCHE Y LA FÁBULA DE LA VERDAD
Cuanndo en 1882 se publicó la Gaya ciencia Nietzsche tenía treinta y ocho años. Vivía entonces un momento crucial de su
pensamiento y de su vida. Ya no era profesor en Basilea. Tres años antes había renunciado a su puesto. La razón oficial se
circunscribió a un problema de salud, que se manifestaba en intensos dolores de cabeza, pero no menos importante era su
creciente alejamiento de la vida académica. Desde 1869, año en que fue nombrado profesor de filología clásica se había ido
distanciando progresivamente de su especialidad, de sus compañeros e incluso de su maestro Ritschl, que había hecho todo
para procurarle su plaza en Basilea. Muy pronto, en 1872, con la primera publicación de Nietzsche, El origen de la tragedia
en el espíritu de la música, la ruptura adquirió un tinte de escándalo: «Con mi Origen de la tragedia me he convertido en el
filósofo más escandaloso del momento», se desahogaba en una carta del mismo año a Malwida von Meysenburg, «así que,
dado que todo el mundo es unánime en condenarme, supone un verdadero milagro de atrevimiento interceder por mí»
Efectivamente, las reacciones en el pequeño mundo de los filólogos fueron violentas. Nietzsche fue calificado de traidor a
la filología clásica, cuya tarea consistía en sacar a la luz de una manera científicamente responsable, es decir, por medio de
análisis exactos y de minuciosas y penosas disecciones, la antigüedad que se escondía desde tiempos remotos bajo el polvo
de los mitos. Y este primer escrito impetuoso de Nietzsche no se caracterizaba precisamente por su cientificidad. En él no
se indagaba en los textos, no se comparaban las fuentes e incluso carecía de notas a pie de página, ornamento
imprescindible de toda investigación con pretensiones científicas. ¡No era ciencia! —exclamaban los críticos— tan sólo
charlatanería y obscurantismo y quizá algo así como filosofía.
Precisamente esto último —ya entonces el chivo expiatorio por excelencia de toda ciencia que se emancipaba— era lo que
realmente interesaba a Nietzsche. En este sentido, casi desde sus primeras lecciones se había centrado más en cuestiones
filosóficas que en problemas hermenéuticos o de transmisión de textos. En su juventud se había familiarizado con la
filosofía de Schopenhauer y como éste, no había conseguido liberarse de la cuestión referente a cómo el hombre podría
lograr una existencia armoniosa. ¿Qué perspectivas de ecuanimidad, de felicidad se nos ofrecen en esta vida turbulenta y
dolorosa? Como Schopenhauer, Nietzsche creía que en esto la música desempeñaba un papel singular y sobre todo la
música de Richard Wagner, a quien había conocido personalmente en Basilea.
El origen de la tragedia era tan sólo una defensa filosófica de la ópera wagneriana, que constituía, según Nietzsche, la
reencarnación de lo que había sido la tragedia en la antigüedad clásica. El impulso vital y el carácter estricto de la forma,
alcanzaban una unidad tal que permitían la reconciliación del hombre con su existencia. La vida se caracterizaba por dos
tendencias contrarias: un impulso hacia el caos y un impulso hacia el orden, lo que Nietzsche designaba con los nombres de
«dionisiaco» y «apolíneo» respectivamente. Los griegos se habían batido con esta dualidad hasta encontrar finalmente en la
tragedia su reconciliación. En los tiempos modernos, esta misma obra maestra metafísica se realizaba, según Nietzsche, en
la Gesamtkunstwerk (obra total) que constituía la ópera wagneriana.
Pero la fascinación que Wagner le había causado no duraría mucho tiempo. En 1876 Nietzsche abandona de forma
precipitada el Bayreuther Festspiele, que había sido inaugurado poco antes como centro operístico. La idolatría
aparentemente revolucionaria, pero en realidad intensamente burguesa del público wagneriano, sólo pudo inspirar odio a
éste que ya antes había mostrado un violento desprecio por todo lo que encerraba la burguesía alemana. En el momento de
la publicación de la Gaya ciencia, ya se encontraba amargamente desengañado del mismo Wagner. Por último la ópera
«católica» Parsifal, que se estrenaría entonces, marcaría su punto de ruptura. «Richard Wagner que aparentemente era el
máximo triunfador, es en realidad un ser decadente, carcomido y desesperado, que se ha postrado de repente ante la cruz
cristiana desamparado y abatido...», escribía más tarde en Nietzsche contra Wagner. (…) De esta nueva obra de Nietzsche,
Wagner ya no recibirá ningún ejemplar del autor. Pero, sí lo recibirá su rival musical y enemigo mortal, Johannes Brahms...
Wagner estaba equivocado en su vuelta (…) a un consuelo religioso. Estaba equivocado en su abandono de la relación de
tensión de orden y caos, que tenía que ser solucionada en la vida misma. Estaba equivocado en la espiritualización de los
héroes de sus dramas y en la negación de una existencia natural en favor de una realidad religiosa, situada más allá o detrás
del mundo de los hechos. Todo el pensamiento de Nietzsche está impregnado de esta resistencia al carácter dual de la
metafísica, tan propia del pensamiento religioso y, al menos en su mayor parte, del filosófico. Un pensamiento, según el
cual el mundo se divide en diversos niveles: el natural y el sobrenatural; el mundo de la verdad y el mundo de las
apariencias; la esfera de las ideas y la esfera de las sombras. Una dualidad que sólo muestra nuestra incapacidad para
pensar la existencia en su desconcertante simplicidad; simplicidad que no tiene que pensarse como esencia sino como
superficie detrás de la cual no se esconde nada.
Este es el programa que Nietzsche se proponía realizar en los próximos años. Humano, demasiado humano (1876-1880) se
titula, de manera bastante provocadora, la obra inmediatamente posterior. A continuación, con un título igualmente
programático, Aurora (1881), que proclama el nacimiento de un pensamiento nuevo y libre, (…) publicación de la Gaya
ciencia, en 1882. En estas tres obras se han puesto los fundamentos de lo que será la obra de madurez de Nietzsche, que
comienza inmediatamente después con Así habló Zaratrusta (1882-1885) y que se continuará con Más allá del bien y del
mal (1886), La genealogía de la moral (1887) y El ocaso de los ídolos (1889). La Gaya ciencia desempeña en este conjunto
la función de bisagra, pues, por una parte, pondrá punto final a una cierta tendencia positivista, por la que se había dejado
arrastrar Nietzsche durante el período 1878-1882, orientándose de forma resuelta hacia la ciencia (sobre todo hacia el
darwinismo y la física contemporánea), pero, por otra parte, será también la cuna de los grandes temas de las obras
posteriores: el eterno retorno, el espíritu libre, el superhombre, la transmutación de los valores y la cuestión que más que
ninguna otra ha suscitado equívocos, la voluntad de poder. La Gaya ciencia nos sitúa, pues, en el umbral del pensamiento
nietzscheano, en ella Nietzsche aún está ensamblando lo que constituirá la mayor peculiaridad de su pensamiento. En el
mismo escribir, fragmentario y vacilante, se ven surgir los temas que después estarán en el centro de su filosofía, partir de
una búsqueda desesperada, encuentra titubeando camino de la gran curación. «¡Y todo lo que quedaba atrás! exclama en la
introducción, «desierto, postración, incredulidad, entumecimiento... la tiranía del dolor... la tiranía del o orgullo». Había
atravesado un profundo valle, el valle del que injustamente se ha dicho a menudo que era su profeta: el nihilismo, que está
tan estrechamente ligado a la creencia positivista de la ciencia, como a la creencia metafísica del cristianismo. Por esto, en
este libro ambos constituirán el blanco de su lucha contra el desdoblamiento del mundo, contra «toda metafísica y física
que supone un final... todo anhelo predominantemente estético o religioso de un mundo aparte, un más allá». En el fondo,
ésta será sobre todo una lucha contra una concepción determinada de la verdad. Precisamente esta última cuestión, la
verdad, va a ser uno de los resortes fundamentales del pensamiento nietzscheano, tanto en sus escritos más tempranos como
en sus anotaciones inéditas (…).
* * *
Pero, antes de nada tenemos que volver a un texto que Nietzche escribió en 1873, pero que nunca publicó en vida. Se trata
de un corto ensayo que lleva el significativo título de Sobre la verdad y la mentira en el sentido extramoral. Con el término
«extramoral» Nietzsche quiere subrayar precisamente que el problema no se va a tratar desde el ángulo de la tolerabilidad o
intolerabilidad ética de la mentira (tema propio de la filosofía kantiana), sino desde una aproximación «neutral», analítica
de la cuestión de la verdad de nuestro conocimiento, pensamiento y lenguaje en sí mismos. En las primeras líneas de este
texto, Nietzsche nos cuenta una fábula: «En un perdido rincón del universo, desparramado relucientemente entre los
innumerables sistemas solares, había una vez un planeta en donde animales inteligentes descubrieron el conocer. Este fue el
minuto más altanero y mentiroso de la "historia del mundo", pero sólo duró un minuto. Después de algunos suspiros de la
naturaleza, el planeta se agarrotó y sus animales inteligentes tuvieron que morir».
Con esta fábula Nietzsche quería mostrarnos «hasta qué punto el intelecto humano actúa en la naturaleza sin objeto alguno
y de manera arbitraria». El conocimiento no es un dato natural ni algo evidente por sí mismo; es una maña, una artimaña
con la que el intelecto se crea un punto de referencia en el mundo, que le permitirá defenderse con éxito en un medio hostil.
El conocimiento está al servicio de la autoconservación. En su forma más animal opera según el método de
reconocimiento: un animal, por ejemplo, sabe que se encuentra en peligro cuando ve al mismo tipo de animal depredador,
que anteriormente había atacado a un miembro de su misma especie. Un conocimiento que, aunque en los animales está en
gran parte determinado instintivamente, opera según un esquema básico general, que Nietzsche denomina «igualar la
desigualdad». Los diferentes ejemplares de este tipo de animal depredador nunca son los «mismos». Muy al contrario, son
entidades totalmente diferenciadas con características propias (son más grandes o más pequeños, tienen tipos más o menos
estilizados, algunos poseen una espesa cola y otros no, etc.) y sólo pueden ser puestos en relación por un proceso de
abstracción; una abstracción en la que se renuncia a las diferencias para quedarse únicamente con las correspondencias. Los
datos de la percepción son, pues, elaborados: caen dentro de una red conceptual, en donde las entidades con grandes
divergencias entre sí son sometidas a un único denominador común, a partir del cual se constituyen en «iguales». Según
Nietzsche, todo tipo de conocimiento estriba en tal operación.
Es en el hombre precisamente donde este conocimiento alcanza sus máximas cotas, pues en él la esquematización abstracta
es consciente. Además, al verterse en los moldes de las palabras, no sólo logra conformarse como imagen, sino también
como CONCEPTO. Una vez elaborados estos conceptos, el pensamiento humano sigue su propia lógica. Se creará un
mundo propio, pero no en base al mundo de la realidad, sino en base a los conceptos y esquemas que se ha formado de esta
realidad. Un mundo ilusorio, que, sin embargo, ha sido afirmado durante tanto tiempo que ya nadie es consciente de su
carácter artificial. «Las verdades son ilusiones de las que se ha olvidado que son ilusiones». Decir la verdad «no significa
nada más que mentir según una convención establecida». Verdad y mentira se superponen y se apoyan entre sí, pues la
«verdad» sólo puede nacer de una elaboración inicial de la realidad: la elaboración que Nietzsche denominaba en el título
de su pequeño ensayo «mentira en el sentido extramoral».
Pero ¿en qué consiste, según Nietzsche, la realidad? ¿Qué característica tiene el mundo que nos obliga a ponernos el corsé
del pensamiento y de sus conceptos por medio de esta «mentira» originaria? «El carácter del mundo en su conjunto... es un
eterno caos, dice en la Gaya ciencia, el mundo es flujo y devenir, nacimiento y muerte sin reposo, un proceso de
transformación incesante en el que nada permanece y si algo permaneciera sólo podría ser mentira y autoengaño. Un
pensamiento similar ya había sido expresado por uno de los filósofos Presocráticos, Heráclito, que ejerció una profunda
influencia sobre Nietzsche. Según Heráclito era imposible sumergirse dos veces en el mismo río, pues la segunda vez el río,
que sigue su propia corriente, ya no «es», en realidad, idéntico al anterior y, por tanto, ya no es el «mismo» río. En
propiedad no se puede hablar de «este río», pues bajo las mismas palabras la entidad ha cambiado. El río sigue su curso
escurriéndose entre las redes de la noción de río y del mismo nombre «río». Y esto vale para todo. Sólo podremos hablar de
una «cosa», de una entidad delimitada, cuando esta corriente del devenir, este continuo cambio y movimiento, cese. Pero,
precisamente lo que realizamos con nuestro uso de conceptos y de categorías es este cese y justamente por eso ya no
tratamos con la realidad como es en sí, sino que, incapaces de ello, la violentamos con esta elaboración intelectual.
Hablando en sentido estricto hay que decir que la realidad no puede ser expresada. Incluso la explicación, que estamos
tratando de llevar a cabo aquí, constituye, en principio, una especie de traición, pues desde el momento en que salen de
nuestros labios las palabras, las categorías lógicas y gramaticales, se está destruyendo el carácter fluido y cambiante de esta
realidad sin «cosas» fijas, sin «identidades». No somos siquiera capaces de pensar de forma adecuada esta realidad, pues
nuestro pensamiento sólo sabe operar sobre la ilusión de «que hay cosas perdurables, que hay cosas idénticas, que hay
sustancias, cuerpos», como repite Nietzsche en este libro. «Nuestro intelecto no está preparado para los conceptos el
devenir», indicaba en sus notas póstumas. (…)
La tragedia del pensamiento reside, según Nietzsche, en la incapacidad de pensar por sí mismo la realidad de su devenir.
(…). La elaboración, la «mentira», es necesaria. «Incluso tenemos que querer la ilusión —en eso estriba lo trágico». Sólo
«congelando» la realidad en devenir hasta llegar a un estado en el que nada fluye sino que es, el pensamiento obtiene un
asidero que le permite actuar de manera efectiva.
Decíamos antes que esto es lo trágico del pensamiento, pero también hay que añadir que éste es su mayor éxito, pues esta
ilusión inevitable es al mismo tiempo la condición necesaria que permite al hombre sobrevivir en un entorno hostil.
Imaginémonos a un hombre, como decía Nietzsche «que estuviera condenado a ver en todo un devenir; alguien así ya no
creería en su propio ser, ya no se creería a sí mismo, vería en todo puntos que fluyen en movimiento y que se pierden en
esta corriente del devenir». Si el individuo vivo quiere conservarse, tiene que intentar asir el mundo y un mundo en devenir
no le ofrece ningún asidero. Por eso tiene que crearse un mundo que se pueda asir y el grado en que lo consiga determinará
sus posibilidades de supervivencia. (…) El conocimiento es un instrumento de la autoconservación, esto es, de la sumisión
del mundo a las propias necesidades. El mundo es una lucha ininterrumpida (una referencia a Darwin) de fuerzas en la que
el conocimiento actúa como un arma de máxima efectividad.
***
Pero esta arma podía volverse a su vez contra el hombre mismo. El conocimiento tuvo tal éxito que, poco a poco, el
hombre dejó de verlo como un instrumento para considerarlo una representación de la realidad, la silueta de algo más
profundo, que se escondía detrás del mundo y que constituía su propia verdad. «La propensión prevaleciente a tratar lo
parecido como igual», continúa Nietzsche la cita anterior, «una propensión ilógica —porque no hay nada en sí mismo
igual—, puso los fundamentos de la lógica». Y también los de un supra mundo totalmente metafísico que ha despojado al
conocimiento de su fuerza original, haciendo del hombre un animal filosófico, religioso o ascético, que ha olvidado que
todas las artimañas iniciales surgieron solamente en función de la vida. Ahora, por el contrario, el conocimiento se ha
convertido en contemplación, el instrumento, en fin en sí mismo y «el anhelo de fijar, eternizar, ser» ha terminado en una
actitud vital débil, en un pensamiento fetiche que ya no se dirige hacia la vida sino hacia la destrucción y la muerte: «Los
animales inteligentes tuvieron que morir».
Esta búsqueda metafísica de una verdad última, suprasensible y sobrenatural, es lo que Nietzsche reprocha al cristianismo y
a su proclamación de un orden divino. También, en este mismo sentido, la ciencia es puesta en entredicho, pues aunque ella
no proclama un orden sobrenatural, sí parte, sin embargo, de un orden de la verdad que se sitúa detrás de los fenómenos.
«Cuidado con afirmar que hay leyes en la Naturaleza». Leyes que habría que buscar y que nos revelarían la verdad. Pues,
también esta verdad es un montaje, una ilusión del pensamiento y de la lógica y, por ello, un debilitamiento de la vida y de
la tendencia vital. Ambos, cristianismo y ciencia, constituyen en este aspecto una respuesta nihilista; aunque es cierto que
la ciencia detenta el mayor mérito, debido, sobre todo, a la destrucción que lleva a cabo de las viejas ilusiones religiosas.
(…) Pero, en última instancia, también la ciencia tiene que ser superada y precisamente ahí donde pretende la verdad, ahí
donde erige una ilusión del pensamiento sobre la verdad de la vida.
Nietzsche caracteriza la vida como lucha. Pero, como una lucha que se debate más allá de las categorías morales o de las
prescripciones éticas. «¿Es virtuoso que una célula se convierta en la función de una célula más fuerte? No le queda más
remedio. Y ¿es malo que la célula fuerte asimile la débil? Tampoco a ella le queda más remedio, le es necesario...». La
lucha por la autoconservación es la lucha por el sometimiento del otro, por la apropiación y por la imposición de la propia
voluntad. Una lucha que incluso no se limita a la vida, pues la corriente del devenir, tal y como Nietzsche ve la realidad, no
es más que una lucha infinita y sin reposo de una multiplicidad de cuantos de poder que aspiran a la hegemonía. No hay
que imaginarse estos cuantos de poder o centros de fuerza como una especie de átomo, una unidad material básica de la
realidad, pues, si así lo hiciéramos, reduciríamos de nuevo la realidad en devenir a un conjunto de «entidades» fijas, sobre
las que se terminaría proclamando una «verdad» física o metafísica. (…) No hay magnitudes positivas, sino tan sólo
relaciones de diferencia que desembocan a su vez en otras relaciones de diferencia y así sucesivamente. Se trataría, pues, de
una red de fuerzas, de un campo de tensiones sin momento positivo, un campo en el que lo que se percibiera como
«entidad» se disolvería inmediatamente en relaciones de tensión a causa de estas diferencias.
En cualquier caso, lo más interesante de todo esto es ver que lo que impulsa el movimiento continuo de la realidad es el
deseo de autoconservación, de auto-imposición, por medio del sometimiento de los otros y del afianzamiento de nosotros
mismos. La realidad se caracteriza por un «impulso vital... que aspira al acrecentamiento del poder». Todo cuanto de poder
(esté o no en relación con otro cuanto) intenta en última instancia que se le someta toda la realidad. Esta relación, este
deseo será lo que Nietzsche indicaría, en su obra más tardía y sobre todo en su obra póstuma, con el famoso término de
voluntad de poder. Por esto, esta noción no se referirá en primera instancia a un ideal político o cultural, sino al status
mismo de la realidad.
En la cita transcrita anteriormente, hemos visto como esta voluntad de poder se ejercía en el nivel más rudimentario de la
vida: «Una célula se convierte en la función de otra célula más fuerte... la célula fuerte asimila la débil.» Pero esta voluntad
de poder actúa también en el conocimiento (…). Pues el conocimiento es, sobre todo, un intento de someter al otro a las
propias necesidades. Como ya hemos dicho: transformamos la realidad de manera tal que podamos sacar algo de ella. Lo
que supondrá que el conocimiento es prácticamente un asalto al poder de la realidad. En este golpe de fuerza le imponemos
nuestra voluntad, insertándola en un sistema conceptual que nos es útil. Así, el mundo se nos hace comprensible, es decir:
literalmente manejable. Imponemos a la realidad nuestras necesidades, como si fueran perspectivas del conocimiento, en
esto consiste la violencia original que el conocimiento ejerce sobre la realidad (…).
Dentro de las perspectivas que imponemos a la realidad se alza nuestro mundo, el mundo que, tal y como nos lo
representamos, es «verdadero» para nosotros. Es «verdadero» porque está a la disposición de nuestras necesidades,
sometido a nosotros. Este, según Nietzsche, es el único criterio.
No hay «verdad» en sí con la que se puedan medir nuestras perspectivas. E incluso estas últimas tampoco pueden ser
establecidas para siempre. Podemos cambiar de perspectivas, procediendo según nuestras necesidades; así, en un momento
determinado puede ocurrir que nuestra perspectiva anterior, nuestra anterior «verdad», se nos aparezca como un error. «Sin
embargo, tal vez ese error fuera para ti en ese entonces, en que aún fuiste otro... tan necesario como todas tus "verdades" de
ahora.., no lo necesitas más, por lo que ahora se deshace». A esta perspectiva le seguirá otra que, como la anterior, sólo será
verdadera en la medida en que responda a su propia y única función: ser instrumento de la voluntad de poder en la lucha de
la vida.
Este último carácter relativo es precisamente lo que la filosofía se ha propuesto negar obstinadamente desde el momento en
que Platón proclamó, como máximo objetivo de la contemplación e incluso de la vida humana, la búsqueda de lo absoluto,
de la verdad metafísica. Una verdad que ya no dependía de la persona que la formulaba, sino que se tenía que rastrear en el
reino de lo suprasensible. Una verdad que ya no respondía a las exigencias de la vida, sino que, por el contrario, actuaba
reprimiendo y castrando. El cristianismo, el «platonismo del pueblo», como Nietzsche lo denominaba, prosiguió en esta
dirección. Proclamó una verdad absoluta, que se convirtió en el punto de apoyo de aquellos que no eran lo suficientemente
fuertes como para poder crear por sí mismos, en la lucha de la vida, su propia verdad. Dios servía así de garante de un
orden fijo en la vida para todos aquellos que no eran capaces de procurárselo por sí mismos. Toda naturaleza débil (y,
según Nietzsche, la mayor parte de la humanidad lo es) podía recaer fácilmente en esta seguridad religiosa, sobrenatural, en
esta verdad dada, que no era el resultado de un esfuerzo creativo propio; una verdad que, además, sería por siempre válida y
que en tanto que absoluta y última sometería eternamente al hombre. Este era el Dios de los cristianos, el Dios de la
burguesía alemana, por la que Nietzsche sentía tantísimo desprecio, el Dios, en última instancia también, de Wagner.
***
Pero, este Dios no sólo servía como garante del orden de la verdad, sino también de un orden ético, del orden de los
valores. No se tiene que concebir ambos órdenes como independientes entre sí, pues el juicio sobre el ser de la realidad está
estrechamente ligado al juicio sobre lo que debe ser, sobre la manera en que el hombre debe actuar. En este sentido la moral
cristiana se fundaba también en un orden trascendente del que Dios era su eje y fundamento.
Según Nietzsche, a este orden moral se le podía aplicar todo lo que hasta ahora llevamos dicho sobre el conocimiento y la
verdad: no hay ningún valor absoluto (como no había ninguna verdad absoluta), sólo hay perspectivas de valores que, como
nuestras perspectivas de conocimiento, están al servicio de nuestra voluntad de poder. «Bueno» y «malo» no tienen ningún
significado en sí mismos, sólo lo tienen cuando sirven al individuo para afirmarse con éxito (bueno) o sin éxito (malo) en la
existencia. El orden de los valores está, pues, ligado radicalmente al individuo. Aún más, no hay ningún orden de los
valores; así como la «verdad» de antes tuvo que hacer sitio a la «verdad» de ahora, porque continuamente nos estamos
transformando en «otra persona», de igual forma la «moral» del individuo cambia incesantemente, según las necesidades
vitales del momento en cuestión. Todo lo que en un determinado momento favorece la vida, es decir: todo lo que, en ese
mismo momento, la vida somete de motu propio al valor, es bueno; todo lo que está en detrimento de la vida, es decir: todo
lo que se impone a la vida como criterio exterior, haciendo que la vida ipso facto se someta a una instancia ajena, es malo.
Dios era precisamente la encarnación de esta instancia ajena, que prescribía al hombre su ley, frenándole y esclavizándole,
y justamente de esta instancia ajena, de este Dios, Nietzsche anuncia la muerte.
Ha sido el hombre mismo quien ha matado a Dios. «¿Dónde se ha ido Dios?», grita el loco del famoso fragmento 125 de la
Gaya ciencia, «¡Os lo voy a decir! ¡Lo hemos matado -vosotros y yo!» Esta muerte es el resultado del conocimiento
desmitificador de la ciencia, el cual nos ha desenmascarado el universo metafísico y moral, mostrándonos el orden
indiferente y amoral del mundo. «¿No nos roza el soplo del vacío? ¿no hace ahora más frío que antes?» La ciencia ha
descubierto finalmente el espacio reservado a Dios y esta ha sido su mayor contribución al transcurrir apátrida y huérfano
del pensamiento moderno; tras la ciencia sólo queda un vacío, una nada metafísica. En esto reside precisamente el
nihilismo de la ciencia.
Pero, el anuncio aún no ha sido asimilado. La muerte de Dios, la desaparición de todo pilar central en la existencia humana
que nos dé confianza y sirva de consuelo, la carencia de toda fe en una verdad, es demasiado drástica y desconcertante para
poder ser comprendida sin más. «Este acontecimiento tremendo está todavía en camino», dice el loco, «no ha llegado aún
hasta los oídos de los hombres». El hombre ha matado a Dios, pero este hecho es tan inmenso que incluso él mismo no
llega a entenderlo. La vieja creencia en una verdad y en un punto central sigue actuando como si fuera una droga.
Y en absoluto es extraño, pues la necesidad de mantenerse en la vida exige una verdad. No se puede vivir según el
nihilismo, pues es (en tanto que él mismo no se convierte en creencia) lo más opuesto a las exigencias de la vida sobre las
que Nietzsche ha puesto tanto énfasis. El nihilismo, como el pesimismo, acaba en lasitud, en decadencia, en todo aquello
que encarna el debilitamiento de la vida. Por el contrario, lo que Nietzsche exige es una afirmación explícita de la vida tal y
como es, una confirmación y en absoluto una resignación. Esto último es para Nietzsche precisamente el colmo del
debilitamiento, resignarse supone entregarse al otro y renunciar a la auto-imposición, a la voluntad de poder, que es el
motor de la existencia. Además, la resignación es la característica más propia de la enfermedad cristiana, pues el
cristianismo, busca su salvación en el más allá, es decir, en la negación de esta vida.
La afirmación de la vida que exige Nietzsche es un acto por excelencia creativo. La muerte de Dios y la pérdida de la
verdad tienen que ser recibidos como una feliz noticia, como una «gaya ciencia». Pero, aunque no hay verdad es, sin
embargo, imprescindible la proyección de una perspectiva de valor y de verdad. Ahora bien, que cada cual proyecte sus
verdades y valores con su propia fuerza, en función de su propia vida y como expresión de su propia fortaleza; que el
hombre sea un ser creativo, creador de su propia vida y de su propia moral; que sea artista, que cree su vida como si fuera
su «obra de arte»; que exprese su fuerza en su creación de la verdad, en su propia producción de la verdad no subordinada a
ninguna autoridad. Pues, sólo llegaremos a liberarnos de la verdad existente, de eso que se nos impone como «verdad» con
el único fin de someternos, de imponernos un poder que nos es ajeno, cuando podamos enfrentarle nuestra propia verdad,
nacida de nuestras propias fuerzas. La conciencia del carácter infundado de la «verdad absoluta» no basta, no es suficiente
para «destruir el mundo tenido por esencial, la llamada "realidad"», exclama Nietzsche. «¡Sólo como creadores podemos
destruir!» Nosotros, artistas, nosotros creadores, como llama a la nueva casta de filósofos. «Nosotros, disimuladores de la
naturalidad», es decir: de la verdad «natural», dada anteriormente, de los valores establecidos según la «naturaleza» o según
un orden «divino», nosotros que nos dejamos gobernar por «el espíritu y el poder del sueño». «¡Nosotros... queremos llegar
a ser lo que somos —los nuevos, los únicos, los incomparables, los que se fijan su propia ley, los que se crean a sí
mismos!».
El hombre capaz de tal creatividad, de tal fuerza, al que Nietzsche llamará Superhombre, será anunciado en Así habló
Zaratrusta. (…)
Pero, ¿en qué consiste esta nueva moral a la que Nietzsche hace referencia con su expresión «transmutación de todos los
valores»? ¿Qué caracteriza a esta nueva moral de la voluntad de poder (…)? ¿Se trata de esa tendencia animal al poder,
como se interpretó en los círculos nazis? Es verdad que los textos de Nietzsche permiten a partir de una lectura superficial y
parcial tal interpretación, sin embargo, de lo que llevamos dicho esperamos que ya habrá quedado suficientemente claro
que al enfrentarnos con Nietzsche abordamos un pensamiento bastante más complejo y sobre todo mucho menos banal.
La determinación de la voluntad de poder, como un elemento fundamental de la existencia y la caracterización de la
realidad, como un continuo devenir que nunca podrá ser atrapado, suscita también la cuestión que atañe a una nueva actitud
existencial. Ahora, el hombre ya no puede fundar su existencia en una verdad dada, absoluta, fundada en un más allá o en
un orden físico (natural). Por primera vez el hombre se enfrenta a la tarea de tener que construir su mundo, su verdad y sus
valores desde sí mismo, con sus propias fuerzas y con su propia voluntad. Una responsabilidad que es tan gigantesca que
fácilmente podría conducirnos a la resignación, a la desesperación propia del nihilismo, a la agonía, por ejemplo, del
nihilismo ruso (de Petersburgo) contemporáneo de Nietzsche.
Pero, esta resignación es precisamente el extremo opuesto de lo que Nietzsche persigue. Toda su moral está ligada a la ya
mencionada afirmación de la vida tal como ésta es, sin nostalgia de un orden divino o de una seguridad perdida. Una
afirmación de la vida que recibe el nombre de “amor fati”, un retorno y una aceptación consciente de un orden del mundo
que revela a nuestro discernimiento como un mundo sin Dios, sin verdad, sin directriz ni estructura dada. Para expresar esta
idea, Nietzsche nos cuenta de nuevo, justo antes del anuncio de Zaratrusta, al final del cuarto libro de la Gaya ciencia, una
fábula: «Suponiendo que un día, o una noche un demonio te siguiera en la más solitaria de tus soledades y te dijera: "Esta
vida... la tendrás que vivir otra vez, otras infinitas veces..." ¿No te arrojarías al suelo rechinando los dientes y maldiciendo
al demonio que así te habló? O... le contestarías: "¡Eres un dios y jamás he oído decir nada tan divino!"». En estas palabras
encontramos la primera indicación de la doctrina, que más tarde en Así habló Zaratrusta, recibirá el nombre de «eterno
retorno» y que desde hace tiempo ha desconcertado, y sigue aún desconcertando, profundamente a los intérpretes de
Nietzsche. ¿Cómo es posible que Nietzsche haya afirmado que la historia se repetirá continuamente y de la misma manera?
se han preguntado innumerables veces los estudiosos. Algunos, incluso, han llegado a afirmar que esta idea es totalmente
absurda. La cuestión, por tanto, sigue aún viva: ¿qué entendía Nietzsche por eterno retorno?
En primer lugar hay que señalar que aquí se nos está contando una fábula. Nietzsche plantea una cuestión imaginaria:
«suponiendo...», con una formulación hipotética: ¿Qué harías...? La cuestión atañe, pues, a la estimación de la vida misma:
¿aceptas la vida hasta el punto de que estuvieras dispuesto a vivirla de nuevo y siempre de nuevo...? ¿Afirmas realmente la
vida de forma absoluta? «¡Cómo necesitarías amarte a ti mismo y a la vida, para no desear nada más que esta última y
eterna confirmación y ratificación!», concluye el aforismo citado. Tampoco en Así habló Zaratrusta la doctrina del eterno
retorno, predicada por el mismo Zaratrusta, se refiere a una idea temporal cíclica, como tantas veces se ha interpretado.
Nietzsche pone la doctrina en los labios del enano, que es concebido como un personaje pedestre y vulgar, que siempre
interpreta mal la doctrina de Zaratrusta, pues no es lo suficientemente elevado para ella. «El tiempo mismo es un círculo»,
murmura desdeñosamente el enano. Pero, la reacción de Zaratrusta es de reprobación: «Tú, espíritu de la pesadez... ¡no
tomes las cosas tan a la ligera! . Evidentemente la doctrina del eterno retorno tiene que significar algo distinto a esta
constatación semifísica, que en este contexto es tan poco pertinente.
La aceptación y la afirmación de la vida que se expresa en la «doctrina» del eterno retorno es la mayor y la única petición
moral que Nietzsche plantea al hombre. La única porque cualquier propuesta de valor efectiva incumbe a la propia fuerza y
creatividad de cada individuo y le es inalienable. Esta es la tarea que Nietzsche plantea bajo otros términos en su
«transmutación de todos los valores», una petición que se plantea al hombre, pero al hombre como tendría que ser: al
Superhombre. Es decir, al hombre del futuro, al hombre que en efecto se verá arrojado a la vida cien años después, en el
siglo XX: apátrida, despojado de todas las verdades eternas y forzado a crearse con sus propias fuerzas un mundo nuevo,
sin Dios y sin guía. «Se ha desvanecido la confianza en la vida: la vida misma se ha tornado en un problema», escribe
Nietzsche en su introducción a la Gaya ciencia y en el quinto libro añade: «El más grande de los acontecimientos recientes
—que "Dios ha muerto"...— empieza ya a proyectar sus primeras sombras sobre Europa». Pero ello no tiene que significar
que te conviertas «en un obscurantista. Hasta el amor a la vida es aún posible —únicamente, se ama de una manera
diferente. Es el amor a una mujer que nos hace dudar...».
***
Más que en ninguna otra ocasión, esta pérdida supone sobre todo una liberación, la curación tras una larga enfermedad, la
enfermedad de la metafísica, el mal del cristianismo, de la creencia en la verdad. «No, estamos hartos de este mal gusto,
esta voluntad de verdad, de "verdad a toda costa", esta locura de adolescente en el amor a la verdad». El anhelo, que es
ajeno a la vida, de profundidad, de desvelamiento, de manifestación de mundos profundos y de verdades eternas, deja su
lugar a una superficialidad consciente, que no se dirige a las esencias sino a las formas, que no quiere palabras profundas
sino sonidos y música. Es el arte, la creatividad en la vida, lo creativo como vida, también y sobre todo en el conocer, en el
juzgar y en el valorar, lo que Nietzsche proclama en este libro, por primera vez y probablemente más claramente que en
ningún otro lugar, unido a la problemática filosófica que le atormentaba, pero que debido a su incredulidad en la verdad
filosófica, no se dejaba formular en doctos argumentos cerrados en sí mismos.”
Actividad 8) Conclusiones: ¿qué aporta Nietzsche a nuestro mundo de hoy?
Vamos a dedicar un rato a juzgar a Nietzsche y su crítica al mundo occidental. Muchas de
sus ideas siguen presentes entre nosotros hoy. Iremos colocando en la pizarra en dos
columnas los pros y contras de la filosofía nietzscheana de modo que podamos responder a
la pregunta que da título a esta actividad y así resolver la cuestión que daba título a esta
Unidad Didáctica.
El crepúsculo de los ídolos o cómo se filosofa con el martillo.
Obra escrita por Nietzsche en agosto de 1888 y publicada en enero de 1889. Nietzsche
pretende publicar esta obra como preludio a su gran obra filosófica final –la que
inicialmente llamó Voluntad de poder y luego querría llamar Transvaloración de todos los
valores-, necesita publicar algo que despierte el interés del público y dejar luego un tiempo
suficiente antes de dar publicidad a su obra definitiva, “seria”. Dicha obra se terminaría
concretando en el Anticristo.
El libro recoge, propias palabras de Nieztsche, un “resumen de sus heterodoxias filosóficas
esenciales”. De modo que puede presentarse como un resumen de sus ideas principales y
como una introducción a todo su pensamiento.
La estructura del libro lo divide en diversas partes:
Prólogo: en el que explica el título y su significado.
1. Sentencias y flechas: lanza invectivas contra todo y contra todos mediante 44
aforismos
2. El problema de Sócrates: revisión de su tesis sobre Sócrates y la decadencia del
espíritu griego
3. La razón en la filosofía: el apartado central de la obra, en el que describe cuál es la
idiosincrasia de los filósofos -su miedo al devenir- y de su obra –que nos lleva a
falsificar el testimonio de los sentidos.
4. De cómo el mundo verdadero acabó convirtiéndose en una fábula: breve historia de
la filosofía y la cultura occidentales, desde Platón hasta sus días.
5. La moral como contra naturaleza: crítica radical a toda moral
6. Los cuatro grandes errores: concreción del apartado 3 y explicación de los errores
que la filosofía comete
7. Los “mejoradores” de la humanidad: ejemplificación de lo que se dice en el apartado
5, concretada en aquellos que han visto como destino de su vida el hacer mejor a la
humanidad.
Hasta aquí el texto es filosófico, teórico, los siguientes apartados son personales,
autobiográficos, cargados de sentimientos íntimos del autor.
8. Lo que los alemanes están perdiendo: descripción de las virtudes alemanas y de
cómo, desde 1871, el país a optado por el poder y la chabacanería.
9. Incursiones de un intempestivo: críticas y mordacidad para con multitud de autores.
10. Lo que debo a los antiguos: hace un recorrido por sus obras y cómo se gestaron, los
pensadores que influyeron en sus estudios.
11. Habla el martillo: ¡haceos duros!
Nietzsche es consciente de que su estilo, las temáticas que desarrolla, sus obras, no son
aceptados por el público. Sus libros no se venden. Ninguna universidad ni revista
especializada analiza sus libros ni los tiene en cuenta para nada. Sólo le queda la tarea de
escribir para sí mismo, para aclararse a sí mismo lo que piensa. Y lo pone por escrito y lo
publica como una necesidad personal, porque espera siempre ser reconocido, aunque su
espera no tenga objeto.
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