Estudio Doctrinal LA EXPERIENCIA DE LOS

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Estudios
La experiencia de los Juzgados de Violencia sobre la Mujer y la
protección integral contra la violencia de género,
Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre
Marta Iglesias López.
Magistrado-Juez del Juzgado de Violencia
sobre la Mujer, número 1, de Oviedo.
Sumario: 1. Origen de los Juzgados de Violencia sobre la Mujer.–2. Antecedentes normativos de la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre.–3. Ámbito y
competencia en sentido amplio de los Juzgados de Violencia sobre la Mujer: A) Distinción entre Violencia Doméstica y Violencia de Género. B) Competencia penal y
civil de los Juzgados de Violencia sobre la Mujer. C) Competencia territorial.–4. Cauces para dar inicio al proceso penal ante los Juzgados de Violencia sobre la Mujer.
Desarrollo procedimental.–5. Medidas Cautelares: especial referencia a las Órdenes
de Protección y a su quebrantamiento por parte del imputado.
1. Origen de los Juzgados de Violencia sobre la Mujer
Los Juzgados de Violencia sobre la Mujer (en adelante, JVM), se crean en nuestro
país, por la Ley Orgánica 1/2004 de 28 de Diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, (en adelante, LI o Ley Integral), Ley ésta cuyo
objetivo final, según reza su Exposición de Motivos, no es otro que el de proporcionar
una respuesta global a la violencia que se ejerce sobre las mujeres.
La norma atiende así las recomendaciones de los organismos internacionales que
ya desde el año 1979, en el que se celebra la Convención sobre la eliminación de
todas las formas de discriminación sobre la mujer, hasta el año 2004, en el que la
Decisión número 803 del Parlamento Europeo aprueba un programa de acción comunitario «Programa Daphne» para prevenir y combatir la violencia ejercida sobre la
infancia, los jóvenes y las mujeres y proteger a las víctimas y grupos de riesgo, ponían
de manifiesto la necesidad de adoptar una postura firme y conjunta por parte de los
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Estados integrantes de la Unión a fin de erradicar todas aquellas situaciones que supusieran discriminación hacia la mujer, por el hecho de serlo, y de entre ellas, la
definida como símbolo más brutal de la desigualdad, esto es, la violencia.
La LI pretende pues afrontar la erradicación de este tipo de discriminación por
razón de sexo, desde una perspectiva global e integral, extendiendo su ámbito de
aplicación a sectores tan variados como el educativo, el publicitario, el sanitario, el
social, el laboral, el institucional, el penal y el judicial.
A este último sector, esto es, al judicial, responde la creación de estos Juzgados
que se integran en la medidas de Tutela Judicial que la LI, en su Exposición de Motivos,
considera precisas para garantizar un tratamiento adecuado y eficaz a la situación
jurídica, familiar y social de las víctimas de violencia de género en las relaciones intrafamiliares y, a ellos destina la citada Ley, el título V, dedicando el título IV, a la introducción de tipos penales específicos en los que se elevan las penas en aquellos casos
en los que los ataques se produzcan contra quien sea o haya sido esposa del autor o
mujer que haya estado ligada a él por una análoga relación de afectividad.
Así pues, los JVM se han creado, bien como órganos nuevos con competencia
exclusiva, bien como atribución competencial dentro de los ya existentes Juzgados de
Instrucción, y para el conocimiento de determinadas materias dentro del ámbito penal
y del Derecho de Familia y en función de la condición de los sujetos implicados.
Son, pues, en el fondo Juzgados especializados con competencia civil y penal en
determinados casos en los que la sustraen a los de Primera Instancia e Instrucción
respectivos de su ámbito territorial (caso de los JVM exclusivos) pero también pueden
configurarse, y esto por el momento es lo habitual, como una materia competencial
dentro de un Juzgado de Primera Instancia e Instrucción, que de ser único en el partido
judicial al mismo le será atribuida, atribuyéndose a uno de ellos de existir varios, que
será un Juzgado de Instrucción caso de hallarse dividida la jurisdicción. Así en el
panorama actual, se puede hablar de JVM «exclusivos» y de Juzgados de Instrucción
o de Primera Instancia e Instrucción (Mixtos) «con competencia atribuida en materia
de violencia sobre la mujer».
Partiendo de estas consideraciones genéricas y haciendo expreso hincapié en que,
según la ya citada Exposición de Motivos de la LI, los JVM son Juzgados de Instrucción
especializados dentro del orden jurisdiccional penal, resulta ahora preciso hacer una
breve mención a los antecedentes normativos que, hasta la entrada en vigor de la Ley
Orgánica 1/2004, regulaban la materia relativa a la violencia de género.
2. Antecedentes normativos de la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de
Diciembre (LI)
Ha sido ciertamente la necesidad de la lucha frente a la lacra social que supone
la violencia doméstica, en general, y de género, en particular, lo que ha llevado en los
últimos tiempos a una preocupación legislativa sobre la materia.
Ya en el anterior Código Penal de 1973 se contenía en su artículo 425 el Delito
de Malos Tratos Habituales sobre el cónyuge o persona ligada por análoga relación de
afectividad, hijos o pupilos.
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Esta infracción la recogió el vigente Código Penal de 23 de Noviembre de 1995,
en su artículo 153, contemplando en su artículo 57 la posibilidad de que los tribunales
en las sentencias condenatorias por determinados delitos contra las personas pudiesen
imponer al culpable como pena accesoria la prohibición de volver al lugar en que
hubiere cometido el delito, o aquél en el que residiere la víctima o sus familiares si
fuere distinto y por un período temporal de hasta cinco años.
A partir de aquí, y ya con miras al ámbito de la violencia doméstica, se fueron
produciendo sucesivos avances legislativos; Así en la Ley Orgánica 11/1999, de 30 de
abril, se añadió como pena accesoria en el citado artículo 57 del Código Penal la
prohibición de aproximarse a la víctima o comunicarse con ella o sus familiares, medidas que se consolidan en la Ley Orgánica 14/1999, de 9 de junio, estableciéndose
la posibilidad de su adopción como cautelares, esto es, durante la tramitación del
procedimiento (art. 544 bis) de la LECrim.)
Seguidamente, ha de citarse la Ley Orgánica 27/2003, de 31 de julio, reguladora
de la Orden de Protección de las Víctimas de Violencia Doméstica, sobre la que luego
se incidirá, la Ley Orgánica 11/2003, de 29 de septiembre, que abre la posibilidad de
que en los supuestos de violencia doméstica el tribunal en su sentencia acuerde la
privación de la patria potestad, tutela, curatela, guarda o acogimiento, y finalmente la
Ley Orgánica 15/2003, de 25 de noviembre que amplía a diez años la duración
máxima de las medidas del artículo 57 del Código Penal en los casos de delitos graves,
incluyéndose la previsión de cumplimiento simultáneo con la pena privativa de libertad, e incluso una vez conclusa ésta, ello a fin de evitar el posible acercamiento o
comunicación con la víctima durante eventuales permisos penitenciarios o concesión
de libertad condicional.
Así, llegamos a la legislación vigente integrada en la Ley Orgánica 1/2004, de 28
de diciembre, de Medidas de Protección Integral Contra la Violencia de Género, o Ley
Integral que abarca aspectos preventivos, educativos, sociales y asistenciales a las
víctimas, así como medidas legales en el ámbito civil habida cuenta de la incidencia
de la convivencia familiar, y da una respuesta en el ámbito penal a las infracciones
que señala. Contempla de un lado una tutela institucional, siendo de destacar la creación de las Delegaciones Especiales del Gobierno contra la Violencia Sobre la Mujer,
y el Observatorio Estatal de Violencia sobre la Mujer, dependiente del Ministerio de
Trabajo y Asuntos Sociales. De otro lado, prevé una tutela jurisdiccional pretendiendo
garantizar un tratamiento adecuado y eficaz a las víctimas, y de ahí la especialización
de los Juzgados, bien compatibilizando su competencia, bien creando órganos nuevos
y exclusivos. Asimismo, dentro de las Fiscalías se crean Secciones especializadas.
3. Ámbito y competencia, en sentido amplio, de los Juzgados
de Violencia sobre la Mujer
A) Distinción entre Violencia Doméstica y Violencia de Género
Con carácter previo, cabe hacer una distinción fundamental entre lo que debe
denominarse violencia doméstica y violencia de género.
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La primera es de contenido más amplio y abarca los supuestos en los que la
transgresión se haya producido entre personas ligadas por una relación familiar o
análoga; la segunda es más específica y se concreta en los supuestos en los que la
víctima sea la esposa o mujer que esté o haya estado ligada al autor por análoga relación de afectividad.
Es esta última la que se configura legalmente como digna de una especial protección, de manera que las infracciones cometidas en dicho marco son las que resultan
atribuidas a los JVM, proyectándose asimismo y si previamente se ha producido un
acto incardinado como violencia de género, a los casos en los que la víctima sea un
descendiente propio del autor o esposa o conviviente, o menor o incapaz que conviva
con el autor o esté sujeto a potestad, tutela, curatela, acogimiento o guarda de la esposa o conviviente (art. 87 ter de la LOPJ).
Por tanto, no constituyen expresión de violencia de género y quedan excluidas
del ámbito competencial de los JVM, todas aquéllas transgresiones que, aún dentro
del ámbito familiar en sentido amplio, no se produzcan con carácter principal sobre
la esposa o mujer que esté o haya estado ligada al autor por análoga relación de afectividad. Así, no podrán considerarse expresión de violencia de género las infracciones
penales que se cometan por los padres respecto a los hijos, por los hijos respecto a
los padres, por los hermanos entre sí, o por cualesquiera otros integrantes del núcleo
familiar. Tampoco podría ser definida como violencia de género, la transgresión o el
ataque que se produzca entre personas del mismo sexo y que tengan o hayan tenido
una relación sentimental y ello a salvo los supuestos de transexualidad reconocida
oficialmente.
Ahora bien, no puede soslayarse, en este sentido y a fin de delimitar el objeto de
lo que debemos considerar a efectos legales como violencia de género (física o psicológica), que el artículo 1 de la Ley Orgánica 1/2004 señala como tal la que lo sea
como manifestación de la discriminación, situación de desigualdad y relaciones de
poder de los hombres sobre las mujeres, de ahí que haya de señalarse que dicha definición legal implica una cierta concreción, de manera que los actos en los que el
sexo de la víctima es algo accidental o irrelevante en el comportamiento del sujeto
activo, no serían incluidos en la ley que comentamos, como podrían ser los actos
delictivos de índole puramente económica.
b) Competencia penal y civil de los Juzgados de Violencia sobre la Mujer
Ya se ha dicho que la materia relativa a los JVM comprende tanto el ámbito penal
como el civil, y respecto a este último, concretamente, el Derecho de Familia.
En materia penal, en síntesis (art. 14.5 de la LECrim. y artículo 87 ter de la LOPJ),
y siempre partiendo de que los sujetos pasivos o víctimas lo sean las ya señaladas
antes, esto es quien sea o haya sido esposa o mujer ligada por análoga relación, así
como descendientes menores o incapaces cuando se haya producido un previo acto
de violencia frente a aquélla, le corresponde la instrucción de hechos que puedan
constituir delitos de homicidio, aborto, lesiones, lesiones al feto, delitos contra la libertad, integridad moral, libertad e indemnidad sexuales, o cualquier otro cometido
con violencia o intimidación, así como delitos contra los derechos y deberes de familia. Asimismo, les corresponde la adopción de las órdenes de protección de las
víctimas así como el enjuiciamiento de las faltas contra las personas y el patrimonio.
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El hecho de que las personas implicadas (aún en el ámbito familiar), sean diferentes de las citadas y de que no ostenten la posición señalada, implicará la atribución
de la competencia al Juzgado de Instrucción.
En cualquier caso en que resulte competente el JVM, lo será el del domicilio de
la víctima (art. 15 bis de la LECrim) y no el del lugar de los hechos, lo que puede
plantear problemas en no pocos casos, como más adelante se examinará a la hora de
definir la competencia territorial de estos Juzgados.
Por otro lado, las actuaciones ante el JVM deben realizarse dentro de las horas
de audiencia (se establecen legalmente cuatro horas de lunes a viernes por la mañana,
aunque lo usual es que resulten insuficientes para practicar todas las actuaciones que
se requieren) por lo que fuera de ellas tanto las denuncias, petición de actuaciones
urgentes o presentación por la Policía o Guardia Civil de detenidos por hechos derivados de violencia de género, deberán canalizarse a través del Juzgado de Guardia.
Respecto al ámbito civil de los JVM, no es sino la materia del Derecho de Familia
siempre que existan actuaciones penales en dicho Juzgado o se haya adoptado una
Orden de Protección consecuencia de actos de violencia de género, y alguna de las
partes del proceso civil sea víctima o imputado. En tales supuestos, y según los casos,
las actuaciones civiles serán remitidas por el Juzgado Civil o de Familia al JVM para
que, como competente, conozca del litigio.
En estos procedimientos tienen una importancia fundamental los informes psicosociales que suelen emitirse por equipos técnicos especializados con relación al régimen de guarda y custodia y de comunicación de los menores con sus progenitores,
tras llevar a cabo las entrevistas y estudios procedentes tanto de los padres como de
los hijos. Resulta patente que la Administración deberá potenciar tales equipos que
ciertamente resultan insuficientes para atender las solicitudes judiciales que demandan
su intervención.
En materia civil, los JVM conocen de las materias correspondientes al Derecho
de Familia cuando concurran los siguientes requisitos: 1) Que alguna de las partes sea
víctima de un acto de violencia de género; 2) Que la otra resulte imputada en la realización de tales actos; 3) Que se hayan iniciado actuaciones penales ante el JVM por
actos de violencia de género o se haya adoptado una Orden de Protección (art. 49 bis
de la LEC). Fuera de tales casos, la competencia será de los Juzgados de Primera Instancia o de Familia en su caso.
C) Competencia Territorial
En cualquier caso en que resulte competente el JVM, lo será el del domicilio de
la víctima (art. 15 bis de la LECrim) y no el del lugar de los hechos, lo que puede
plantear problemas en no pocos casos. En efecto, las particularidades de las reacciones
de las víctimas después de producido un acto de violencia de género, suponen, en
muchas ocasiones, que las mismas abandonen su domicilio y se trasladen al de un
familiar o amigo, o a que soliciten su ingreso en una casa de acogida, pudiendo encontrarse éstos a varios kilómetros de distancia e incluso fuera de la «demarcación
judicial» a la que hasta entonces correspondía, por razón de planta jurisdiccional, la
instrucción de la posible denuncia.
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Así, cabría preguntarse cuál es el domicilio que, a efectos de la competencia
territorial del JVM, debe tenerse en cuenta, pues conforme a las particularidades expuestas podrían operar, al menos, dos domicilios distintos, a saber, el domicilio de la
víctima al momento de la comisión de los hechos, y el domicilio de la víctima en el
momento de interponer la denuncia.
Pues bien, sobre este particular el Tribunal Supremo se ha pronunciado recientemente (auto recaído en cuestión de competencia 131/05, de 2 de febrero y auto de 3
de octubre de 2006) indicando que el domicilio determinante de la competencia territorial del JVM, es el domicilio de la víctima al momento de la comisión de los hechos. La razón de esta elección, viene fundamentada en el Principio de Seguridad
Jurídica, pues de admitir como domicilio determinante de la competencia del JVM el
que tuviera la víctima en el momento de interponer la denuncia, quedaría al exclusivo
arbitrio de ésta la elección de Juzgado que habría de conocer de la causa. Por tanto,
con independencia del domicilio que proporcione la denunciante a la hora de interponer la denuncia, o de cuál sea el que figure en su carnet de identidad, la pregunta
que nunca debe obviarse en su declaración policial o judicial, es la relativa al domicilio que tenía al momento de la comisión del acto de violencia de género.
La determinación de este particular es de suma importancia pues, según establece
la Ley Orgánica 1/2004 y los artículos 42 del Reglamento 1/2005 de Aspectos Accesorios de las Actuaciones Judiciales y 779 de la LECrim, si el JVM recibiese un atestado
o denuncia y careciese de competencia territorial en los términos expuestos, el Juzgado
competente para resolver acerca de la situación personal del detenido y de la Orden
de Protección, en su caso solicitada, sería el Juzgado de Instrucción de Guardia quien,
posteriormente, remitiría la causa al JVM competente por razón del territorio.
Por otra parte, algunos puntos de la geografía española particularmente destacables por su alto índice de población extranjera fluctuante en periodos vacacionales,
han planteado algunas dudas acerca de la competencia territorial del JVM. En estos
casos, y como parece indicar el sentido común, los actos de violencia de género
acaecidos entre extranjeros durante su periodo vacacional serían competencia del JVM
del lugar. No así, cuando sean nacionales españoles los que se encuentren disfrutando
de sus vacaciones
4. Cauces para dar inicio al proceso penal ante los Juzgados
de Violencia sobre la Mujer. Desarrollo procedimental
Por lo que se refiere al ámbito competencial de los JVM, conviene examinar
cuáles pueden ser los modos de iniciación de un proceso penal ante tales órganos
jurisdiccionales, su desarrollo y finalización.
En cuanto a los modos de iniciación y desarrollo del procedimiento penal en los
JVM, éstos suelen comenzar normalmente por la recepción de un atestado en el Juzgado, o por denuncia, siempre que ello se produzca en horas de audiencia. En otro
caso, el encargado de tal recepción será el Juez de Guardia, quien, practicará las actuaciones urgentes (si hay detenido debe legalizar su situación) para luego remitir la
causa al JVM que sea competente.
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Los JVM, al igual que los de Instrucción, únicamente enjuician y deciden en
sentencia sobre las faltas (infracciones leves) y delitos menos graves en los supuestos
de procedimiento de Juicio Rápido y con la conformidad del acusado, sin que la pena
privativa de libertad a imponer pueda exceder de dos años. En los demás casos, son
competentes para realizar las diligencias de investigación de los hechos que, en su
caso, serán enjuiciados y sentenciados por el Juzgado de Lo Penal o la Audiencia
Provincial en función de la gravedad del delito (menos grave o grave).
En cualquier caso, recibido el atestado, denuncia o las actuaciones del Juzgado
de Guardia, lo primero que hará el JVM es comprobar si resulta competente objetivamente para conocer de los hechos y si el ámbito territorial del Juzgado se corresponde
con el domicilio de la víctima. Caso de ser así, el JVM dará curso a las actuaciones si
estima que los hechos constituyen infracción penal, dependiendo entonces de la categoría y complejidad de tal infracción la elección de uno u otro procedimiento. Así,
si se trata de una falta (infracción leve) y no precisa actuaciones complementarias,
celebrará de inmediato el Juicio de Faltas oportuno dictando la sentencia que proceda.
Igualmente, si se trata de un delito menos grave (castigado en el Código Penal con
pena de prisión de hasta cinco años) y cuyos hechos no requieran sino una mínima y
sencilla instrucción, procederá a la apertura del procedimiento de Diligencias Urgentes que dará lugar en su caso al denominado Juicio Rápido, que como se dijo antes
finalizará con sentencia dictada por el JVM si el acusado (que siempre será un hombre)
presta su conformidad con la pena que para él solicita la parte acusadora (Ministerio
Fiscal) y que ésta en el momento de imponerse (se reduce en un tercio) no exceda de
dos años de prisión; en otro caso, esto es, si no hay conformidad, será el Juez de Lo
Penal quien, tras la celebración del Juicio, dicte sentencia, a cuyo fin el JVM le remitirá el expediente.
En cualquier otro supuesto, esto es, si los hechos precisan de una investigación
más compleja, o se trata de delitos graves, lo normal es iniciar el procedimiento de
Diligencias Previas, en el que se aborda la práctica de las diligencias precisas tendentes
a la averiguación de los hechos, circunstancias concurrentes en su perpetración, personas responsables, daños y perjuicios personales o materiales producidos, etc, tomando en ellas las medidas de aseguramiento oportunas. En estas diligencias de investigación es donde pueden cobrar importancia los informes médicos o psicológicos,
en orden al análisis de la personalidad del presunto imputado, incluso de las víctimas.
Este procedimiento puede finalizar con sobreseimiento, o su transformación en el que
según los hechos, personas presuntamente implicadas o pena aplicable al delito resulte
procedente, y como hemos expuesto cuyo enjuiciamiento correspondería al Juez de
lo Penal caso de delitos menos graves o a la Audiencia caso de delitos graves, sin olvidarnos de los Sumarios ordinarios y de los supuestos de la competencia del Tribunal
del Jurado (homicidio, amenazas condicionales de un mal constitutivo de delito, entre
otros casos) que se resuelven en el seno de la Audiencia Provincial, con la presidencia
de un Magistrado.
Ahora bien, no cabe soslayar que la sentencia que se dicte, y caso de resultar
condenatoria, será papel mojado si no se cumple, esto es, si no se ejecuta. Corresponde en principio la ejecución al órgano judicial que dictó la sentencia, por tanto
las dictadas en Juicio de Faltas serán ejecutadas por el JVM; el resto (incluso las de
Juicios Rápidos de conformidad) lo serán por el Juzgado de lo Penal o Audiencia, según
los casos.
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Resulta interesante apuntar que las penas privativas de libertad (prisión hasta dos
años) impuestas pueden suspenderse, bajo la condición de que el penado no vuelva
a delinquir por un plazo que oscila entre tres meses y un año, o entre dos y cinco años,
y que además se someta a la medida de alejamiento y prohibición de comunicación
que se le señale así como a participar en programas formativos, culturales, laborales
o educativos. En tales programas, resulta obvia la necesidad de que sean impartidos
por profesionales adecuados, entre los que deberán encontrarse médicos y psicólogos,
siendo precisa una seria implicación de la Administración.
Dicha suspensión corresponde acordarla al órgano de ejecución, con la salvedad
de los Juicios Rápidos de conformidad, en los que en principio podrá ser adoptada
por el JVM, aunque con remisión del expediente al Juzgado de lo Penal para que
continúe la ejecución.
5. Medidas Cautelares: especial referencia a las Órdenes de
Protección y a su quebrantamiento por parte del imputado
En cuanto respecta a las medidas cautelares que el JVM, para seguridad de las
víctimas, puede adoptar en general dentro de los procedimientos de los que conozca,
y en ocasiones aún con anterioridad a su inicio, merece especial mención la Orden
de Protección, regulada en los artículos 61 y siguientes de la Ley Orgánica 1/2004 y
en el artículo 544 ter de la LECrim y que resulta compatible con el resto de medidas
cautelares y de aseguramiento.
La adopción de tales medidas se hará por auto motivado y con respeto a los
principios de contradicción, audiencia y defensa, e intervención del Ministerio Fiscal.
Deberá hacerse constar en ellas un plazo de duración y podrá mantenerse su vigencia
aún después de dictarse la sentencia y durante la tramitación de los recursos, haciendo
constar expresamente en la citada resolución esta circunstancia.
Entre las principales medidas cautelares que se vinculan a la problemática de la
violencia de género, pueden enumerarse:
1.ª La Orden de Protección Integral (art. 544 ter de la LECrim).
2.ª La protección de datos y limitaciones a la publicidad de las vistas y actuaciones.
3.ª La salida del domicilio, alejamiento y suspensión de comunicaciones.
4.ª La suspensión de la patria potestad o custodia de los menores.
5.ª La suspensión del régimen de visitas.
6.ª La suspensión del derecho a la tenencia, porte y uso de armas.
Es la primera de las anteriormente citadas la más habitual en cuanto a su solicitud
y adopción, habiendo tomado carta de naturaleza por Ley 27/2003, de 31 de julio,
aunque ya en la Circular 1/98 de la Fiscalía General del Estado se contemplaba la
posibilidad de la adopción de medidas de protección en los supuestos de delitos de
violencia doméstica.
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Para que pueda acordarse la Orden de Protección, el JVM ha de tener conocimiento de la existencia de fundados indicios de la comisión de un delito o falta que
resulten de su competencia y que además aparezca una situación objetiva de riesgo
para la víctima. Tal conocimiento le puede venir dado por denuncia o solicitud directa
ante el Juzgado por la víctima o el Ministerio Fiscal, o a través de atestado policial o
incluso por parte de las oficinas o servicios sociales de atención a las víctimas. Caso
de presentarse la solicitud fuera de las horas de audiencia del JVM, o no resultar éste
competente, deberá hacerse en el Juzgado de Guardia.
Recibida la petición, que evidentemente conlleva como queda dicho la puesta
en conocimiento de una infracción penal y habrá de dar lugar a la apertura del procedimiento penal correspondiente para el caso de que no estuviere ya abierto, habrá
de convocarse a víctima y presunto implicado, asistido de Abogado, así como al Ministerio Fiscal a una audiencia en el plazo de 72 horas, que incluso podrá coincidir
con la celebración del Juicio de Faltas o Juicio Rápido, tras la cuál se resolverá sobre
la adopción de las medidas de protección oportunas, que pueden ser de índole penal
o civil, destacando entre las primeras las de alejamiento o prohibición de comunicación entre agresor y víctima, y entre las segundas y, caso de existir hijos menores, la
atribución del uso y disfrute de la vivienda familiar, la fijación de la prestación de
alimentos, siendo así que la vigencia de estas medidas civiles tiene la duración de
treinta días quedando sin efecto si antes no se inicia el correspondiente proceso civil
de separación o divorcio.
La adopción de la Orden de Protección se comunica a la Administración a los
efectos de que la víctima disponga de las medidas legales y asistenciales procedentes;
también se comunicará al Registro Central para la protección de las víctimas de violencia doméstica del Ministerio de Justicia, para su inscripción.
Con independencia de las medidas que conlleva la Orden de Protección, se
contemplan, como se dijo, en la Ley Orgánica 1/2004 otras que también pueden
adoptarse y que resultan compatibles, como la suspensión al inculpado del ejercicio
de la patria potestad sobre los hijos menores, del régimen de visitas, o del derecho a
la tenencia, porte y uso de armas.
Todas estas medidas protectoras de ámbito provisional, deberán ser sustituidas
por las que, en su caso, puedan acordarse en la sentencia que ponga fin definitivamente al procedimiento penal.
En cuanto al quebrantamiento de estas medidas por parte del imputado, se pretende profundizar aquí en aquéllos casos en los que éste quebranta o infringe una
medida cautelar o una condena por la que se le imponía determinadas prohibiciones
de aproximación y/o comunicación con la víctima.
Como se ha visto anteriormente, las medidas de protección a las víctimas de actos
de violencia de género pueden consistir en medidas de alejamiento y/o prohibición
de comunicación y pueden imponerse bien con carácter cautelar durante la tramitación del procedimiento penal y con la finalidad de proteger la seguridad de las víctimas, (se trata en estos casos de las denominadas comúnmente Órdenes de Protección), bien como penas accesorias a otras principales, siendo en éste último caso de
imposición imperativa al condenado, a tenor de la redacción actual del artículo 57
del Código Penal.
En consecuencia el incumplimiento en su observancia por parte del autor, o lo
que es lo mismo el quebrantamiento de la medida, puede serlo, bien de la impuesta
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por auto y con carácter cautelar, bien de la fijada como pena en la sentencia de condena.
Ambas figuras integrarían así y respectivamente el Delito de Quebrantamiento de
Medida Cautelar o de Condena regulado en el artículo 468 del Código Penal, clasificado dentro de los «Delitos contra la Administración de Justicia», resultando que, en
estos casos, es ésta el bien jurídico a proteger a través de esta figura delictiva.
Partiendo de lo expuesto, en el caso de que el imputado sea detenido por quebrantar una medida cautelar o una condena, el Juzgado competente para conocer de
los hechos, sería el de Instrucción, y ello aún cuando aquéllas le hubieran sido impuestas en un procedimiento anterior seguido contra el mismo como presunto autor
o autor de un delito de violencia de género. Así, el detenido por este delito debería
ponerse a disposición de este Juzgado y no del JVM.
Por el contrario, si junto al Quebrantamiento de la Medida Cautelar o de la Condena, se hubiera cometido un acto de violencia de género (lesiones, amenazas, coacciones etc.), el Juzgado competente para conocer de ambos delitos, a penar, de conformidad con el artículo 8 del Código Penal, como concurso de normas, sería el JVM
pues, en estos casos, el bien jurídico a proteger con prevalencia sería la vida, la integridad o la libertad de la víctima.
Mención aparte, merece el hecho de que la víctima haya sido consentidora en el
quebrantamiento, pues no son pocos los casos en los que los integrantes de la pareja
reanudan su convivencia a pesar de las prohibiciones de acercamiento o de comunicación que han sido judicialmente impuestas. Sobre este particular, el Tribunal Supremo (STS 26 de Septiembre de 2005) entendió inicialmente que el consentimiento
de la víctima exoneraba la responsabilidad en el quebrantamiento por parte del obligado a observar las prohibiciones de acercamiento o de comunicación que le habían
sido impuestas con respecto a la misma. Más recientemente, y en STS de 19 de Enero
de 2007, el Alto Tribunal sostiene una postura radicalmente opuesta indicando que
dicho consentimiento no exonera de responsabilidad penal al obligado y ello al entender que es el único vinculado por tales prohibiciones.
6. Otros ámbitos de protección: Ámbito administrativo y
derechos de las víctimas en la L.O.1/04 (LI)
No puede concluirse esta exposición sin hacer referencia, aunque sea someramente, a las medidas de índole administrativa y a los derechos que la Ley Orgánica 1/2004 confiere a las mujeres víctimas de actos de violencia de género.
En cuanto a las medidas administrativas, recogidas en el título Primero de la
Ley Orgánica 1/2004, podemos distinguir entre las educativas, de publicidad y medios
de comunicación y sanitarias.
En este sentido se señala (art. 4 y siguientes) que entre los fines del sistema educativo español se incluirá la formación en el respeto de los derechos y libertades
fundamentales y de la igualdad entre hombres y mujeres así como en la tolerancia,
estableciendo que las administraciones competentes deberán prever la escolarización
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inmediata de los hijos que se vean afectados por un cambio de residencia durante los
actos de violencia de género.
En el ámbito publicitario y de medios de comunicación (art. 10 y siguientes) se
considera ilícita la publicidad que utilice la imagen de la mujer con carácter vejatorio
o discriminatorio, otorgándose legitimación para ejercitar ante los Tribunales la acción
de cesación de la publicidad ilícita al Ministerio Fiscal, a las Asociaciones que tengan
por objeto la defensa de los intereses de la mujer, a la Delegación Especial del Gobierno contra la Violencia sobre la Mujer y al Instituto de la Mujer; además, se exhorta
a los medios de comunicación a fomentar la igualdad entre hombre y mujer, garantizando en sus informaciones relativas a violencia sobre la mujer la libertad y dignidad
de dichas víctimas y sus hijos, teniendo especial cuidado en el tratamiento gráfico.
Respecto al ámbito sanitario (art. 15 y siguientes), se exige de la Administración
que promueva e impulse las actuaciones de los profesionales sanitarios para la detección precoz de la violencia de género y que proponga las medidas precisas para la
lucha contra tal violencia, desarrollando en particular programas de formación del
personal sanitario con el fin de mejorar tal diagnóstico precoz, la asistencia y rehabilitación de la mujer. Se prevé la constitución de una Comisión en el seno del Consejo
Interterritorial del Sistema Nacional de Salud a fin de apoyar y orientar la planificación
de las medidas sanitarias que puedan contribuir a la erradicación de la violencia de
género, emitiendo un informe anual que se remitirá al Observatorio Estatal de Violencia sobre la Mujer y al Pleno del Consejo Interterritorial.
En cuanto a los derechos de las mujeres víctimas de violencia de género se hace
referencia a los de información, asistencia social integral, asistencia jurídica gratuita,
laborales y prestaciones de la seguridad social y económicos, todos ellos recogidos
en el título Segundo.
Así, las mujeres han de recibir la información y el asesoramiento relativos a las
medidas de protección, derechos y ayudas previstas en la ley a través de los servicios
establecidos por la Administración (art. 18); tienen derecho a la atención por los servicios sociales lo que se aplica a los menores que se encuentren bajo su guarda, y
singularmente a la información, apoyo psico-social, educativo y a la formación e inserción laboral (art.19). Se garantiza además a la víctima, y en caso de fallecimiento
a sus causahabientes, la defensa jurídica inmediata, especializada y gratuita en caso
de insuficiencia de recursos para litigar (art. 20).
En el ámbito laboral (art. 21) se confiere a la trabajadora víctima de violencia de
género el derecho a la reducción de su jornada, cambio de centro de trabajo, movilidad geográfica o suspensión de la relación laboral con reserva del puesto de trabajo
así como a su extinción, considerándose el tiempo de suspensión como período de
cotización; además las ausencias o faltas de puntualidad motivadas por una situación
de violencia se considerarán justificadas. Esto mismo (arts. 24 y 25) será aplicable a
los funcionarios públicos.
Por lo que respecta a los derechos económicos, las víctimas que careciesen de
rentas superiores al 75% del salario mínimo, ponderando sus circunstancias y en
particular las dificultades para la obtención de un empleo, recibirán una ayuda equivalente a seis meses de subsidio de desempleo, que será de doce meses si tuviesen
reconocida una minusvalía del 33% o superior, dieciocho meses si tienen responsabilidades familiares, y veinticuatro meses si la víctima o algún familiar es minusválido
en un 33% o más.
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En el ámbito administrativo, se crea la Delegación Especial del Gobierno contra
la Violencia sobre la Mujer, adscrito al Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, que
le corresponde proponer la política gubernativa y coordinar e impulsar las actuaciones
en la materia; también se crea el Observatorio Estatal de Violencia sobre la Mujer, que
ha de servir entre otras funciones de centro de análisis de la situación y evolución y
colaboración con la Delegación citada. En cuanto a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, deben colaborar en la prevención y en el control de la ejecución de
las medidas judiciales que se adopten en materia de violencia de género, previéndose
unas Unidades Especializadas y estableciendo un Protocolo de Coordinación con los
órganos judiciales.
7. Conclusión
La erradicación de la violencia de género, en el marco de las relaciones matrimoniales o análogas al matrimonio, problema acuciante y generalizado del que se
han venido ocupando los países de nuestro entorno, ha sido la finalidad fundamental
que ha pretendido nuestro legislador con la promulgación de la Ley Orgánica 1/2004,
de 28 de diciembre, o Ley Integral y ello como corolario de una evolución legislativa
ya iniciada en anteriores disposiciones aunque de forma aislada.
La normativa ampara a aquellas mujeres y, por conexión, a los descendientes,
menores o incapaces, de las conductas violentas que puedan sufrir por parte de sus
parejas o ex parejas de sexo masculino y con las que éstas últimas traten de poner de
manifiesto una situación de fuerza, poder o discriminación, excluyéndose por tanto
aquéllos comportamientos que se produzcan fuera de dicho ámbito aún cuando acontezcan en el ámbito familiar.
La protección que la norma ha querido ofrecer a las víctimas de este tipo de
violencia, se ha canalizado a través de la adopción de un conjunto de medidas que
implican a sectores tanto de índole administrativa (educativo, laboral, social o sanitario), como judicial.
Por lo que respecta a este último sector, la Ley Integral ha introducido, en unos
casos, nuevas figuras delictivas, y, en otros, ha agravado los tipos penales ya existentes,
todo ello con el objetivo de sancionar más severamente las conductas violentas producidas en este ámbito y que históricamente no trascendían de la esfera privada. A su
vez, dicha Ley ha supuesto la creación de los Juzgados de Violencia sobre la Mujer a
los que, dentro del orden jurisdiccional penal, considera Juzgados de Instrucción especializados y a los que atribuye asimismo competencias en materia de Derecho de
Familia.
Boletín núm. 2087–Pág. 18
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