Vínculos entre Corrupción y Populismo en América Latina (2000-2010) José Miguel Cubillos Munca 1 Vínculos entre Corrupción y Populismo en América Latina (2000-2010) Por: José Miguel Cubillos Munca Resumen Se parte de evaluar las características que definen al populismo para verificar si estas o algunas de estas conducen a la corrupción, se analizan los casos de Colombia en los dos periodos de Álvaro Uribe como populista de derecha y tres periodos del gobierno de Hugo Chávez en Venezuela como populista de izquierda, al evaluar como los gobiernos de estos no generan cambios significativos en la percepción de la corrupción ni en las variables concurrentes con esta, a menos que se le interprete desde el punto de vista filosófico, entendiendo la corrupción como una degeneración del régimen. Sin embargo, si se ve posible que la corrupción derive en actividades populistas como medio para permanecer en el poder. Palabras claves: populismo, corrupción, poder, izquierda, causas, líder, demanda equivalente, retórica, clientelismo, demagogia, personalismo, patrimonialismo, nacionalismo, pueblo, el otro Abstract Evaluating the characteristics that define populism whether those or some of these lead to corruption, we analyze the cases of Colombia during the two periods of Alvaro Uribe as populist right and across three periods of the government of Hugo Chavez in Venezuela as populist left, to assess how these governments did not generate significant changes in the perception of corruption, or other concurrent variables, unless it can be interpreted from the philosophical point of view, understanding corruption as a degeneration of the regime. However, is possible to derive from corruption populist activities in order to still in position of power. Keywords: populism, corruption, power, left, causes, leader, equivalent demand, rhetoric, patronage, demagoguery, personalism, patrimonialism, nationalism, people, the other 3 Résumé Faire partie d'évaluer les caractéristiques qui définissent le populisme si ceux ou certains de ceux-ci conduisent à la corruption, nous analysons le cas de la Colombie dans les deux périodes de Alvaro Uribe, qui est un populiste de droite, et trois périodes du gouvernement de Hugo Chavez au Venezuela comme populiste de gauche, afin d'évaluer la façon dont les gouvernements ne génèrent pas de changements significatifs dans la perception de la corruption ou des variables concomitantes avec cela; moins être interprété du point de vue de la philosophie, la compréhension de la corruption comme une dégénérescence du régime. Cependant, s'il est possible de dériver des activités populistes de la corruption comme un moyen de rester au pouvoir. Mots-clés: le populisme, la corruption, la puissance, à gauche, les causes, leader, la demande équivalente, la rhétorique, le clientélisme, la démagogie, le personnalisme, patrimonialisme, le nationalisme, les gens, l'autre Este documento se origina en una investigación sobre los fenómenos de populismo y corrupción en América Latina durante la última década, buscando caracterizar tales fenómenos para luego establecer si existe una relación entre populismo y corrupción, teniendo en cuenta algunos indicadores de esta que se manifiestan durante gobiernos identificados como populistas. Los regímenes populistas en América Latina han sido señalados por algunos críticos como corruptos, insinuando una relación entre el fenómeno de corrupción y el de populismo, donde este último alimenta al primero. Por lo anterior, la problemática a esclarecer en este trabajo, es establecer si existe o no una relación de causalidad entre populismo y corrupción en América Latina, de acuerdo con lo ocurrido en la década 2001-2010. Desde un punto de vista jurídico la corrupción es interpretada como una desviación de lo normado a favor de alguien y donde participan mandante, mandatario y cliente de la corrupción, y que cumplen cada uno un papel específico 4 luego de una valoración entre beneficio y costo. De la misma forma que hay esencialmente alguien que comete un delito, puede haber alguien que convoca al delito y hay alguien en contra de quién se comete el delito. Estos elementos encajan también dentro de otras definiciones como la de Robert Klitgard quien propone desde la perspectiva económica un modelo de relación entre el mandante, el mandatario y el cliente, apoyado en las ideas microeconómicas de los incentivos y de la información, y adiciona consideraciones sobre la estructura de la organización y las actitudes individuales. El conocido científico social de Hardvard Joseph Nye dice que la corrupción es “una conducta que desvía los deberes normales de un rol público hacia un interés privado (familiar, amigos cercanos), pecuniario o para ganar estatus; o violando reglas mediante el ejercicio de ciertos tipos de influencia a favor de un interés privado. Este incluye conductas tales como el soborno (uso de premios para pervertir el juicio de una persona en una posición de responsabilidad); nepotismo (otorgamiento de patrocinio en razón de afinidad o vínculo familiar en lugar del mérito); y malversación (destinación ilegal de recursos públicos hacia usos particulares)” Traducción propia del texto de Nye. (Nye, 1989, p. 966) Esta definición de Nye se refiere exclusivamente a la corrupción de los agentes públicos, mas no se refiere a la corrupción de los agentes privados, así esta última no sea de pleno interés si tratamos de evaluar la supuesta corrupción generada por el populismo. Gardiner presenta una crítica a la definición de Nye en los siguientes sentidos: primero, que si bien es claro que esta se refiere al ejercicio de un rol público por un agente público, en el cual se beneficia un familiar o amigo, no se están considerando actuaciones que beneficien a partidos políticos o grupos étnicos; como en el escándalo del Water gate en los Estados Unidos, cuando el presidente Nixon buscaba un beneficio para su partido en el sentido de asegurar que los republicanos ganaran las elecciones presidenciales de 1972. (Gardiner, 2002, p. 26) Otro limitante de la definición de Nye se refiere a lo relativo a su ámbito de aplicación, pues algunos gobiernos no tienen reglamentado como conductas punibles algunos comportamientos como adelantar campañas electorales desde sus cargos, mezclar deberes oficiales con negocios privados, 5 recibir prebendas o tomar decisiones en asuntos en los cuales hay conflicto de interés. En el Diccionario de Política de Bobbio se define la corrupción como el “fenómeno por el cual un funcionario público es impulsado a actuar en un modo distinto de los estándares normativos del sistema para favorecer intereses particulares a cambio de una recompensa” (Pasquino, 2007). Esta definición al igual que las dos anteriores se limita a la corrupción pública ignorando la privada o considerando que actos como el del nepotismo resultan corruptos si se dan en el sector público, mas no en el privado; se limita a los “estándares normativos del sistema” de lo cual se desprende que no hay consideración de corrupta para una acción que resulte abusiva o anti ética si no está incluida en lo normado; tampoco incluye los actos que llevan a beneficiar intereses no particulares sino de grupos políticos, étnicos o geográficos, que se desvían del deber ser del accionar dentro del Estado. Las definiciones desde el punto de vista jurídico resultan tan limitadas que requieren ser ampliadas al entorno moral o a otros para darles coherencia, puesto que la perspectiva jurídica no contempla intencionalidades y criterios de racionalidad distintos del puramente normativo, “no trasciende la comprobación o la verificación del incumplimiento o violación de las normas, y es realmente reducido el aporte que la ciencia del derecho ofrece para la comprensión y explicación de la naturaleza, causas, consecuencias y elementos constitutivos del fenómeno de la corrupción, porque se limita a establecer, comprobar o verificar, cuando el comportamiento de una determinada persona, incumple, desconoce o viola un precepto consagrado en cualquiera de las normas que regulan las relaciones entre los particulares y entre estos y el Estado” (Arcila Niño, 2000) Tanto Gardiner como Restrepo hablan de definiciones de corrupción basadas en el interés público (Restrepo de Johnnson, 1997, p. 24) como la de Caiden quien afirma que “toda corrupción es un engaño, una mentira que sacrifica el bien común o el interés público por algo mucho menos valioso.” (Caiden, 1997) Definiciones 6 como esta pueden resultar cuestionadas por quienes defienden las perspectivas jurídicas, en tanto que dependiendo de la normatividad de cada país, una actuación puede ser contraria a la norma y favorable al interés público, o acorde con las normas y contraria al interés público. Es decir, la norma puede tener un carácter opuesto o favorable al interés público y ello puede hacer que la definición no sea siempre aceptada a pesar de su validez. En cuanto al objeto de este trabajo, tendríamos que si la corrupción supone una desviación hacia el interés de un particular y en contra del interés público, entonces no se encuentra viable, por lo menos a primera vista, que esta se sustente en el populismo de manera que pretenda reivindicar al pueblo, a no ser que desde el punto de vista aristotélico se considere a la democracia como aquella degeneración del régimen a favor de un grupo particular “el pueblo” que es mayoritario mas su interés no es el mismo interés general, “tiranía del pueblo extraviado por sus aduladores” (Aristóteles, 1873, pág. 192). Además de las definiciones centradas en la legalidad, en el mercado, en el interés público y en la función pública, están las basadas en la opinión pública, las cuales resultan en especial complejas de unificar al no poderse precisar con facilidad quienes son actores de la opinión pública (todas las personas, los adultos, los registrados para votar, los votantes efectivos, los que responden las encuestas, etc.), como también la diversidad que resulta entre uno u otro territorio, nación o país, dado que las opiniones son variables en el tiempo, tienen múltiples variables generadoras y que las hacen cambiar. Las definiciones no solo se dan según su contenido, sino también el punto de vista de quien las formule, estas pueden ser moralistas, funcionalistas, de censura social o social constructivistas realistas (Khan, 2004, p. 2). Por eso es preciso definir que la que servirá de base a este estudio se refiere a la corrupción política de los funcionarios públicos en el contexto latinoamericano, y para ello se toma en cuenta la aproximación de Klitgaard, según la cual “existe corrupción cuando una persona, ilícitamente, pone a sus intereses personales por sobre los de las personas y los ideales que está comprometido a servir. Se presenta en muchas 7 formas y puede variar desde lo trivial hasta lo monumental”… “suele incluir promesas, amenazas, o ambas; puede iniciarla un funcionario público o un cliente interesado; puede acarrear actos de omisión o comisión; involucrar servicios ilícitos o lícitos; hallarse dentro o fuera de la organización pública.” (Klitgaard, 1994, p. 11) La siguiente definición que incluye además de la perspectiva jurídica, elementos del interés público y la perspectiva moral, por lo cual será la utilizada en especial en la primera parte del desarrollo de este trabajo: “La corrupción se define generalmente como el uso de funciones y atribuciones públicas para obtener y conceder beneficios particulares, en contravención de las disposiciones legales y normativas existentes en un momento histórico dado. De manera más general, es el uso indebido del poder y de los recursos públicos para el beneficio personal o el beneficio político particular” (Wills Herrera, 1997) La corrupción como problema de ética pública en un contexto global, tiene implicaciones en la gestión pública, la gobernabilidad, la viabilidad económica y en la sostenibilidad de los estados por su impacto negativo sobre la sociedad y la calidad de vida de los ciudadanos; en la medida que subvierte las normas de convivencia ciudadana y reduce la eficiencia del gasto público. Hechos estos acercamientos a la definición de corrupción, se revisarán algunas concepciones sobre el populismo, desde las que lo ven como un fenómeno nefasto hasta quienes lo consideran un garante de la construcción de democracia. Dado lo complejo que resulta construir una definición de populismo o adoptar una que permita incluir los casos que han sido calificados notablemente como tales, en este trabajo no se tomará ninguna definición como parámetro base de análisis, sino que se partirá de usar las definiciones que han permitido insinuar al populismo como perverso y causante de la corrupción, para luego en un capítulo posterior verificar a partir de otras que lo han considerado valioso componente de la democracia, entonces evaluar desde ese ángulo si se le puede atribuir tal consecuencia. 8 No solamente en el conocimiento común, sino también en el de muchos intelectuales se usa el término “populismo” para denotar de forma despectiva a gobiernos que no resultan de su simpatía, ya sea por tener barnices de izquierda, por haber generado relevos en alguna clase política o por representar sectores diferentes. Guy Hermet denota como “basta con asignarle el adjetivo ‘populista’, sin definirlo como signo de infamia.” (Hermet, 2003, p. 5) Ello permite presumir que para tales autores el populismo es un fenómeno inconveniente, por ejemplo Álvaro Vargas Llosa, uno de los coautores del Manual del Perfecto Idiota Latinoamericano refiriéndose a dicho texto dice que: “La especie del “idiota”, sugerimos, era responsable del subdesarrollo de América Latina. Sus creencias –la revolución, el nacionalismo económico, el odio a los Estados Unidos, la fe en el Estado como agente de la justicia social, la retórica del poder por sobre el Estado de Derecho– se originaba, en nuestra opinión, en un complejo de inferioridad. A finales de la década del 90, pareció que el idiota finalmente se batía en retirada. Pero la retirada tuvo corta vida. Hoy día, la especie ha regresado con fuerza bajo la forma de Jefes de Estado populistas que están desenterrando las políticas fracasadas del pasado.” (Vargas Llosa, 2008) Por su parte Donatella Campus hace referencia al populismo enfocándose en el discurso como la característica de algunos movimientos y partidos políticos que hacen “una crítica profunda de las élites políticas y del establishment político”…“los líderes populistas dicen representar los intereses del pueblo en contra del comportamiento corrupto o ineficiente de sus representantes en el poder”…“el lenguaje de la anti política siempre es asociado con el populismo y con la promesa de cambio y transformación del sistema político” (Campus, 2010, p. 152). Tal concepción denota la percepción del populismo como un fenómeno anti sistema que busca no solamente el relevo de la clase política, sino el cambio del sistema o la reconfiguración total del establishment. 9 Hernández y Hurtado al referirse a la vida accidentada de la democracia desde su origen hasta las actuales deficiencias de los sistemas de representación, dicen que esto lleva de forma indeseable a un sistema democrático vulnerable a favor de “quienes buscan su beneficio particular con más interés que el bien del colectivo, y la democracia, a la par de perder calidad, corre el riesgo de inutilizarse pues, en esencia, el Populismo, tal y como hoy le conocemos, bien de izquierda o de derecha, es intrínsecamente antidemocrático” (Hernandez & Hurtado, 2010, p. 7) Si bien en el escrito no se presenta una definición del populismo, si se percibe su caracterización como fenómeno problemático y antidemocrático que aparece cuando la democracia es vulnerable a la corrupción. Las definiciones críticas del populismo por lo general apuntan a resaltar los desaciertos de los gobiernos populistas, por lo que lo caracterizan con el manejo macroeconómico irresponsable, o con el corporativismo estatal, los mecanismos proteccionistas u otras medidas de carácter económico, también por el debilitamiento de las instituciones democráticas, las tendencias presidencialistas o los caracteres nacionalistas, aunque no se presentas en todos los gobiernos o sólo en algunos. Así, se considera que “el populismo, incluso si se somete a las reglas de juego de la democracia, no es un proyecto democrático. Divide a la sociedad a través de su distinción maniquea entre sectores populares y oligárquicos, basa su discurso en la confrontación y no pretende crear ciudadanos, sino seguidores. Por otra parte, la dinámica política del populismo puede derivar fácilmente en políticas económicas poco o nada responsables, ya que su prioridad es la redistribución clientelar en lugar de la inversión y la transformación de la sociedad.” (Paramio, 2006, p. 72) Para Francisco Weffort el populismo es exclusivo de Latinoamérica y cada caso debe ser definido de manera particular, por lo tanto no tiene una definición general, y se refiere a los populismos de mediados del siglo pasado que surgieron 10 como producto de la eclosión del estado oligárquico liberal, que generó la emergencia de clases populares en el escenario político. (Weffort, 1970, p. 54) Esta definición no logra explicar desde luego los populismos de final de siglo así como los de la década a analizar en este trabajo. Tanto Torcuato Di Tella como Gino Germani coinciden en que el populismo es un fenómeno que se da en la transición de un mundo rural y pre-moderno a una sociedad moderna, capitalista y urbana. Para DiTella el populismo es un movimiento político con el apoyo político de las masas populares tanto urbanas como rurales, intelectuales, profesionales de ciudades y otros grupos sociales anti statu-quo que no están conformes con el puesto que ocupan en la sociedad del momento y que llama “incongruencia de estatus” (Germani, 1977, p. 12) Flavia Freidenberg propone esta definición de populismo después de evaluar varias de autores con diversos enfoques: “un estilo de liderazgo, caracterizado por la relación directa, carismática, personalista y paternalista entre líder-seguidor, que no reconoce mediaciones organizativas o institucionales, que habla en nombre del pueblo y potencia la oposición de éste a ‘los otros’, donde los seguidores están convencidos de las cualidades extraordinarias del líder y creen que gracias a ellas, a los métodos redistributivos y/o al intercambio clientelar que tienen con el líder (tanto material como simbólico), conseguirán mejorar su situación personal o la de su entorno” (Freidenberg, 2007, p. 25) Finalmente Ernesto Laclau previene sobre los intentos de definición de distintos autores que han caracterizado al populismo con listas desde tres hasta más de cuarenta, de manera que con pocas características todos los estilos políticos resultaban ser populistas, mientras que con las listas más numerosas ninguno resultaba serlo. Además, en cada caracterización, había pesos diferentes para cada factor, lo cual tornaba aún más compleja tal definición. Laclau no hace finalmente una definición explícita, pero si presenta tres conjuntos de categorías centrales: el discurso, significantes vacíos y hegemonía, y la retórica; a partir de 11 las cuales presenta una justificación o razón populista que le hacen un fenómeno necesario en la construcción de la democracia. (Laclau, La razón populista, 2005) Otra perspectiva de los gobiernos calificados como populistas se da porque han generado una expectativa reivindicacionista en la población, la cual no es uniforme, ni necesariamente económica, y se considera desmedida o imposible de satisfacer. Téngase en cuenta que la retórica, uno de los elementos que define al populismo se caracteriza por ser no sólo incluyente, sino reivindicadora de una serie de diversas demandas sociales diversas que se agrupan sobre la base negativa de que permanecen insatisfechas, tal agrupamiento de demandas heterogéneas se llama cadena de equivalencia. (Laclau, Populismo: ¿qué nos dice el nombre?, 2009) Las manifestaciones populistas pueden darse a nivel de discurso como estrategia para atraer el caudal electoral y ganar su elección y luego para legitimarse y mantener su imagen y gobernabilidad; o pasar a la acción si el líder populista es un reivindicador que introduce los cambios necesarios para restablecer el equilibrio político o socioeconómico que considera roto, y así atender la demanda social insatisfecha. En cualquiera de los casos, es probable que germinen casos de corrupción, que según la hipótesis de este trabajo dependerían de la naturaleza de los proyectos populistas como una situación inherente. O también podría concluirse que no existe tal relación. Para ilustrar esto, véase cómo el gobierno de Hugo Chávez Frías en Venezuela, reconocido ampliamente como populista, ha sido clasificado por el informe de International Transparency 2009 en el puesto 162 sobre 180 países, sin embargo este es un solo dato y esta calificación se basa en la percepción de los encuestados sobre la corrupción y no necesariamente sobre los eventos reales de corrupción. El propósito central que guio esta investigación era determinar si existe una relación entre populismo y corrupción, en América Latina en la última década (2001-2010), específicamente verificar si la corrupción aparece como un fenómeno 12 característico de los gobiernos populistas o dicho de otra forma si el populismo propicia y favorece la corrupción. La hipótesis de trabajo planteó que el populismo en América Latina no es la causa de los fenómenos de corrupción, sino que estos últimos dependen de factores estructurales como cultura, educación, presencia de recursos, nivel de desarrollo, sistema político o madurez institucional del Estado y de sus sistemas de control. Sin embargo, al analizar las percepciones se puede apreciar una asociación en la cual la calificación de un gobierno como populista depende de su nivel de corrupción percibida y no a la inversa. Se distinguieron dos niveles de significación para el populismo y dos niveles de significación para la corrupción: El populismo como sinónimo de demagogia vs. El populismo como formación discursiva del pueblo soberano (Laclau); y la corrupción como enriquecimiento ilícito de los funcionarios (definición penal) vs. La corrupción como degeneración del régimen (definición filosófica-política aristotélica). Si se considera una acepción bastante común del populismo aunque no siempre en ámbitos académicos, como sinónimo de demagogia, resulta relativamente fácil llegar a concluir que éste genere corrupción en el sentido de que la demagogia es un hecho engañoso cuyo fin no puede ser otro que beneficiar al demagogo. Sin embargo, si consideramos el populismo como la formación discursiva del pueblo soberano a través de un líder, no se encuentra una relación directa con la corrupción, a menos que esta se entienda desde el sentido filosófico, como una degeneración del régimen. Para desarrollar el plan anterior se revisó primero, como las manifestaciones demagógicas (calificadas como populismo) son utilizadas para el acceso y sostenimiento al poder de un individuo o grupo, y deriva en el beneficio de redes clientelares. Siguiendo tales tipificaciones de populismo y otras manifestaciones que se han presentado en escenarios calificados como populistas, se intentara verificar empíricamente si este lleva a la corrupción. 13 Elementos como la posible presencia de clientelismo y demagogia en tales gobiernos que puedan considerarse propios de su caracterización populista que hayan permitido o garantizado el acceso y sostenimiento en el poder; también la irreverencia frente a las normas democráticas y el uso discrecional o irresponsable de los recursos públicos, concepciones personalistas y patrimonialistas del poder, y discursos polarizadores, características que han sido referidas por autores como Malamud, de ser pertenecientes a los regímenes populistas. A continuación se consideró el populismo como la forma de asumir lo político en la que una mayoría denominada como “el pueblo” lleva al poder a un líder con un carisma especial en el que centra su esperanza de resolver las demandas hasta ahora no satisfechas, para lo cual le es lícito cambiar o incumplir la norma si es necesario, usar los recursos públicos de forma discrecional o manejar el poder como un patrimonio particular con el fin de sostener el representante legítimo o de satisfacer la demanda equivalente, y de cómo con esas actuaciones se configura un enriquecimiento ilícito o una degradación del régimen político. Luego el análisis de cómo el énfasis en la oposición de “el pueblo” versus “el otro” genera una polarización social que hace evidente la degeneración del régimen el cual está sirviendo solamente al interés de una parte de la sociedad civil: al pueblo, que es un grupo particular diferente de “todos”. Finalmente, al no haber llegado a análisis concluyentes sobre la relación causa efecto entre populismo y corrupción, se analizará como la corrupción como una búsqueda del beneficio particular a expensas del interés general es un fenómeno de características estructurales que no depende de lo democrático o no del proceso político o de la conformación o no de un gobierno populista. Para ello se estudiaron y ubicaron dos escenarios de temporalidad similar (década de 2001 a 2010), relativos especialmente a dos estilos populistas particulares, uno usualmente rotulado como de izquierda y otro ubicado más fácilmente en la derecha, como son los gobiernos de Hugo Chávez Frías en Venezuela y Álvaro Uribe Vélez en Colombia, respectivamente. En cuanto a la pertinencia y 14 representatividad de estos dos casos de estudio, es preciso aclarar que el uso de una muestra no estadística tomada por conveniencia no hace menos riguroso o científico el análisis, en tanto que no es un trabajo viable determinar en forma precisa cuales son los gobiernos populistas que se han presentado, pues dicho marco muestral variará a la deriva en el mismo sentido que definir lo que es exactamente el populismo resulta de límites difusos, de tal manera que el gobierno que es populista para un analista, no lo es para otros. Resulta entonces más pertinente, escoger los ejemplos sobre los que pareciera existir mayor acuerdo en ubicar como populistas, y dándose la diferenciación marcada entre de derecha y de izquierda, es preciso incluirlos a ambos. Una elección más amplia, requeriría de un alcance y tiempo de trabajo mucho mayor que el previsto para este. El desarrollo de los anteriores aspectos se llegó a las siguientes conclusiones y precisiones: Si bien el populismo es acusado por los opositores y por algunas opiniones externas a los ámbitos académicos, como generador de corrupción; en este trabajo se muestra como la corrupción es un problema estructural de las burocracias independientemente del estilo político que adopte el gobierno. La corrupción tiene múltiples variables causales, cuya complejidad hace difícil establecer cuales influyen en mayor o menor medida. Pueden estudiarse la influencia de la educación, la cultura, valores religiosos, la distribución del ingreso, el nivel de desarrollo, el nivel de asimilación tecnológica, el género, la raza, el origen geográfico, el sistema político, etc.; pero siempre resultará que al ser variables que no se pueden presentar de forma aislada, no permiten conclusiones determinantes y a la vez se corre el riesgo de terminar formando prejuicios acerca de algún grupo social, o de algún individuo. No es posible afirmar que el populismo sea generador de corrupción “per se” de manera tal que el tener un gobierno populista derive necesariamente y de forma notoriamente superior a otros en una corrupción evidente. Sin embargo se ha mostrado en este trabajo cómo las manifestaciones del populismo pueden permitir 15 que con estas se den eventos de corrupción, sin que ello implique que sean causadas por éste. El manejo discrecional de la economía que suele presentarse en los regímenes populistas, y que pretende mantener a cualquier costo el vínculo incluyente con el pueblo, puede ser un rico caldo de cultivo para la emergencia de casos de corrupción, sin embargo los regímenes populistas recientes o neopopulistas han tenido un comportamiento distinto en el cual se ha buscado tener un manejo coherente de la economía, controlar la inflación, y la autonomía entregada a los bancos emisores ha logrado que esa característica no sea exclusiva ni necesaria de los populistas. También puede darse corrupción a partir de los conflictos y luchas generadas por la polarización entre “el pueblo” y “el otro” que se da en el populismo, permitiendo que el populista se extralimite y ejecute acciones corruptas a fin de lograr un interés particular de mantenerse en el poder o de destruir al oponente. Un tercer sendero de generación de corrupción analizado es la retórica incluyente y reivindicadora de una serie de demandas heterogéneas que se hacen equivalentes bajo el discurso populista. Pueden llegar a que se logre la solución de algunas demandas sociales, pero una gran variedad quedará sin resolver. La solución de unas demandas específicas cualesquiera que sean, - el populismo recoge demandas muy diversas bajo el concepto que Laclau llamó equivalencia – generará necesariamente una inconformidad en el largo plazo y una sensación de que el gobierno actúa sesgadamente, es decir con un comportamiento corrupto. Las anteriores manifestaciones populistas que pueden considerarse generadoras de corrupción quedarían en el aire si se adhiere a la interpretación del populismo por Laclau, asumiéndolo como inherente a la política. Pero una aplicación de una inferencia transitiva no aplica puesto que llevaría a afirmar de forma irresponsable que la política es de naturaleza corrupta. 16 También se analizó que desde las percepciones de la corrupción surge una asociación con el populismo, en la que se cambia el orden de la hipótesis inicial, aclarando que es el nivel de corrupción percibida el que lleva a catalogar y no siempre con justicia a un gobierno como populista. Sin embargo, al entender la corrupción a la luz de la filosofía aristotélica y platónica, donde la democracia y por ende el populismo resultarían ser una deformación o corrupción del régimen, si se podría concluir que el populismo implica corrupción, no de otra manera. También se llega a esa conclusión siguiendo la posición de Rousseau, en tanto que si el populismo es según Laclau una construcción discursiva del pueblo, donde el líder encarna la representación de la voluntad de los más en oposición a los otros, necesariamente, no se está hablando de la voluntad general plasmada en el pacto social, sino de una voluntad de origen privado, y para él si hay supremacía de los intereses privados frente al pacto: hay corrupción. Bibliografía Real Academia Española. (2010). Diccionario de la lengua española (22.a ed.). Recuperado el 27 de 01 de 2013, de http://www.rae.es/rae.html Alayón Gómez, J. (2008). Retórica, democracia, demagogia y autoritarismo. Revista Rhêtorikê # 1. Universidad Central de Venezuela, 1-20. Alcantara, M., & Ibeas, J. M. (2001). Colombia ante los retos del siglo XXI: desarrollo, democracia y paz. Salamanca: Ediciones Universidad Salamanca. Arcila Niño, O. H. (2000). 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