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SIMEL Nodo NOA
Instituto de Investigaciones
Facultad de Ciencias Económicas
Universidad Nacional de Jujuy
Jujuy – República Argentina
DOCUMENTO DE TRABAJO Nº 13
Individualismo metodológico,
racionalidad y economía
Laura Golovanevsky
SIMEL NOA – Facultad de Ciencias Económicas - UNJu
http://www.fce.unju.edu.ar/simel
ISSN 1853-4562
2012
1
SIMEL Nodo NOA
Instituto de Investigaciones en Ciencias Económicas
Facultad de Ciencias Económicas
Universidad Nacional de Jujuy
Editor Responsable: SIMEL Nodo NOA
Otero 369
(CP 4600) San Salvador de Jujuy
Provincia de Jujuy
República Argentina
Teléfono: 54-388-422-1541
E-mail: simel@fce.unju.edu.ar
Coordinadoras editoriales: Liliana Bergesio y Laura Golovanevsky
Diseño de Tapa: Lucía Scalone
ISSN 1853-4562
2012
Documento de Trabajo Nº 13 “Individualismo metodológico, racionalidad y
economía”.
Sumario:
Resumen (página 3); Introducción (página 4); Individualismo metodológico y
holismo metodológico (página 5); La racionalidad de los individuos (página 9); El
individualismo metodológico en Weber (página 13); Conclusiones (página 15);
Bibliografía (página 16).
2
INDIVIDUALISMO METODOLOGICO, RACIONALIDAD Y ECONOMÍA
Laura Golovanevsky
Resumen
La discusión acerca de si los fenómenos sociales se pueden comprender en términos
del comportamiento de los individuos o si el estudio de lo social debe basarse en tramas de
relaciones, en estructuras, sistemas o instituciones, es una disputa que se encuentra en el
nacimiento de las ciencias sociales. Lo que se pretende en este trabajo es profundizar la
cuestión del individualismo metodológico y la postulada racionalidad de los individuos
como la entiende una de las disciplinas dentro de las ciencias sociales, a saber, la
economía.
En la formación del economista el individualismo metodológico no es aportado
como una alternativa metodológica, sino como la única metodología posible. La
racionalidad de los agentes no es un supuesto, sino la única forma posible de
comportamiento. En suma, al alcanzar su título la mayoría de los economistas cree, sin
lugar a discusión, que la única forma de estudiar y desarrollar la economía es partiendo del
agente individual, racional y maximizador. Quienes no piensan esto, porque han
profundizado en otras vertientes teóricas, son considerados marginales, y terminan
discutiendo sólo entre ellos, ya que la “mainstream” agrupa a la mayoría de los teóricos.
En este documento se intenta entonces discutir las nociones de individualismo
metodológico y de racionalidad económica a la luz de una lectura de autores tales como
Elster, Popper y Weber, entre otros.
Palabras clave: Economía / Individualismo metodológico / Racionalidad
Una versión preliminar de este escrito fue presentada como trabajo final del Seminario Epistemología de las
Ciencias Sociales, dictado por el Dr. Francisco Naishtat, en el marco de la Maestría en Teoría y Metodología
de las Ciencias Sociales, Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Jujuy
(marzo de 2000).
Laura Golovanevsky es Doctora en Economía. Magíster en Teoría y Metodología de las Ciencias Sociales.
Miembro de la Carrera de Investigador Científico de CONICET. Profesora Asociada Ordinaria de
Metodología de la Investigación en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Jujuy.
Docente de la Maestría en Teoría y Metodología de las Ciencias Sociales (UNJu) y del Doctorado en
Ciencias Sociales (UNJu).
3
INDIVIDUALISMO METODOLOGICO, RACIONALIDAD Y ECONOMÍA
Laura Golovanevsky
Introducción
Lo que se pretende en este trabajo es profundizar la cuestión del individualismo
metodológico y la postulada racionalidad de los individuos en la disciplina en la que estoy
formada, que es la economía. Esto se basa en el argumento formulado por Naishtat (1998a)
quien sostiene que “si lo social se dirime en términos de acciones intencionales, o si
existen en cambio totalidades más profundas (estructuras, clases sociales, sistemas,
conciencias colectivas, tendencias históricas) que lo resuelven, es una disputa congénita a
la ciencia social misma” (Naishtat op. cit.: 11).
En la formación del economista el individualismo metodológico no es aportado
como una alternativa metodológica, sino como la única metodología posible. La
racionalidad de los agentes no es un supuesto, sino la única forma posible de
comportamiento. En suma, al alcanzar su título la mayoría de los economistas cree, sin
lugar a discusión, que la única forma de estudiar y desarrollar la economía es partiendo del
agente individual, racional y maximizador. Quienes no piensan esto, porque han
profundizado en otras vertientes teóricas, son considerados marginales, y terminan
discutiendo sólo entre ellos, ya que la “mainstream” agrupa a la mayoría de los teóricos.
Habiendo recibido esa formación, reaccioné en contra de ella, ya que tenía una
profunda sensación de que el enfoque individual era inapropiado para estudiar los
fenómenos sociales. Cuando a uno le explican, por ejemplo, fenómenos monetarios a partir
de Robinson Crusoe, esta sensación recién señalada se encuentra, desde mi punto de vista,
completamente justificada.1 Además, si bien es concebible la racionalidad de los agentes
económicos, su aplicación lineal a todos los individuos y todas las circunstancias no parece
conjugar, en muchos casos, con lo que uno observa en la realidad.
Otra cuestión, a mi entender relevante, es la poca importancia otorgada a los
problemas epistemológicos propios de la disciplina. En mi caso particular, puedo señalar
que la Licenciatura en Economía de la Universidad de Buenos Aires no contaba con
ninguna materia relativa específicamente a este tema en la currícula en la década de 1980.2
1
Al respecto podemos citar a Popper (1996 [1961]), quien señala que “Robinson Crusoe y su economía
individual aislada no podrá nunca ser un modelo valioso para una economía cuyos problemas nacen
precisamente de la interacción económica de individuos y grupos” (Popper op.cit.: 22-23).
2
Aunque esto parecería lógico a la luz de lo que señala Méda (1998) “Y no hay que olvidar que la economía,
a pesar de reclamar el título de ciencia -incluso el de la más exacta entre las ciencias sociales- nunca ha
4
Entonces, al aparecer el planteo individualista de Hobbes en el curso de
Epistemología me produjo la necesidad de profundizar este tema para comprobar si mi
sensación acerca de la inadecuación del punto de partida individual era o no plausible.
Debo admitir entonces que inicié la investigación de este tema con una concepción
bastante firme de que dicho trabajo me permitiría reafirmar mis creencias acerca de lo
inapropiado de utilizar métodos que parten del individuo para estudiar fenómenos sociales.
A medida que fui tomando contacto con la bibliografía un panorama completamente nuevo
se abrió frente a mí. El punto de partida individual dejó de parecerme inapropiado, sobre
todo en el enfoque weberiano.
En este trabajo trataré de resumir este camino seguido a lo largo de mis lecturas, y
las conclusiones a las cuales me llevaron.3
Individualismo metodológico y holismo metodológico
Popper (1996 [1961]) aparece como el autor de la denominación de individualismo
metodológico, cuando señala que “la tarea de la ciencia social es la de construir y analizar
nuestros modelos sociológicos cuidadosamente [...] en términos de individuos, de sus
actitudes, esperanzas, relaciones, etc. -un postulado que se podría llamar individualismo
metodológico” (Popper op. cit.: 151).
Según Gordon (1995) la “doctrina del individualismo metodológico sostiene que la
explicación científica de los fenómenos sociales debe basarse en leyes relacionadas con las
acciones de personas individuales. La doctrina del holismo metodológico afirma que las
entidades importantes para la mayor parte de fenómenos sociales son más amplias; son, por
ejemplo, clases socioeconómicas o los dos grupos sexuales o las naciones. Y las leyes de
los fenómenos sociales deben formularse en función de estos «conjuntos» o entidades
mayores” [resaltado del autor] (Gordon op.cit.: 63).
Para Gordon (op.cit.) este dualismo se resuelve teniendo en cuenta que hay
diferentes conjuntos de leyes a diferentes niveles, según cuál sea el problema que
queramos estudiar. Así, si por ejemplo “se quiere predecir qué consecuencias tendrá el
aumento del precio de la gasolina sobre la cantidad de gasolina consumida. Para este
objetivo, la «ley de la demanda» microeconómica, que se interpreta sobre bases
individualistas, es muy útil, pero no lo son las «leyes del desarrollo capitalista» holísticas
procedido, a diferencia de las ciencias exactas o de la historia, a elaborar su propia epistemología” (Méda
op.cit.: 186)
3
En aras de la síntesis, no me referiré al origen histórico del individualismo metodológico (su raíz cristiana,
el desarrollo de Hobbes), ni tampoco a la polémica en torno a esta cuestión entre Menger y Schmoller.
5
de Karl Marx. Por otra parte, si pretendemos predecir el futuro a largo plazo de la
civilización occidental, la «ley de la demanda» no nos será de mucha ayuda, mientras que
las «leyes del desarrollo capitalista» de Marx es posible al menos que resulten aplicables”
(Ibíd.: 64).
Para Elster (1990) en las ciencias sociales “los acontecimientos elementales son las
acciones humanas individuales, incluidos los actos mentales como la formación de
creencia” (Elster op.cit.: 13). El autor enfatiza que el punto de vista del individualismo
metodológico es para él algo “trivialmente” cierto, aunque reconoce que hay muchos que
piensan de otra manera. Es decir, “la unidad elemental de la vida social es la acción
humana individual” (Ibíd.: 23). Por ello, “explicar las instituciones y el cambio social es
demostrar de qué manera surgen como el resultado de la acción y la interacción de los
individuos” (Ibíd.). Pero el propio Elster reconoce la relevancia de la llamada falacia de
composición, es decir, que el todo es distinto que la suma de las partes. Al respecto, señala
el ejemplo de los cardúmenes. Una acción que individualmente puede ser racional y
preferible, si es llevada a cabo por todos simultáneamente puede tornarse contraproducente
para cada miembro del conjunto.
El holismo metodológico es la contrapartida del individualismo metodológico,
postulando que los fenómenos sociales no pueden reducirse a procesos basados en la
acción individual. El holismo fue la metodología predominante en la sociología francesa
del siglo XIX. En Comte primero y en Durkheim después se acentúa que los hechos
sociales son anteriores al individuo, y también exteriores a él. Nos detendremos
brevemente en Durkheim para representar la postura del holismo metodológico.
Para Durkheim “cuando el sociólogo emprende la investigación de un orden de
hechos sociales dado, debe esforzarse por considerarlos aislados de sus manifestaciones
individuales” (de Las Reglas del Método Sociológico, reproducido en Durkheim 1993: 73).
Es decir, “para que exista un hecho social, por lo menos varios individuos deben haber
aportado su acción; y es esta acción combinada la que crea un nuevo producto” (Ibíd.: 77).
Más aún, “Si, como podemos aceptar, la síntesis sui generis que constituye cada sociedad
produce nuevos fenómenos diferentes de los que tienen lugar en las consciencias
individuales, también debemos admitir que estos hechos residen exclusivamente en la
propia sociedad que los produce y no en sus partes, es decir, sus miembros. En este sentido
son externos a las mentes individuales consideradas como tales, del mismo modo que las
características distintivas de la vida son externas a las sustancias minerales que componen
a los seres vivos. Estos fenómenos nuevos no pueden ser reducidos a sus elementos sin
6
caer en contradicción, ya que, por definición, suponen algo distinto de lo contenido en esos
elementos” (Ibíd.: 75-76).
Durkheim postula entonces el siguiente principio: “La causa determinante de un
hecho social debe buscarse entre hechos sociales anteriores y no entre estados de
consciencia individuales” (Ibíd.: 79). Más aún, señala que “La función de un hecho social
debe buscarse siempre en su relación con algún fin social” (Ibíd.: 80).
Se observa claramente la oposición entre esta postura holista y el individualismo
metodológico antes expuesto. El mismo Durkheim critica la metodología de la economía:
“Para la escuela de Manchester, la economía política consiste en la satisfacción de las
necesidades del individuo, particularmente sus necesidades materiales. Para esta
concepción, en consecuencia, el individuo es el único fin de las relaciones económicas:
todo se realiza a través de él y para él. En cuanto a la sociedad, se trata de una construcción
mental, de una entidad metafísica que el estudioso puede y debe desdeñar. Lo que se llama
con ese nombre es simplemente el contacto de todas las actividades individuales; es un
compuesto en el que no hay nada más que la suma de sus componentes. En otras palabras,
las principales leyes de la economía serían exactamente las mismas aunque no existieran
naciones ni estados: presuponen sólo la presencia de individuos que intercambian sus
productos. [...] en el lazo social no ven nada más que una conexión superficial determinada
por la convergencia de intereses. [...] una vida colectiva demasiado intensa pronto sería una
amenaza para la independencia individual que para ellos es la cosa más preciosa del
mundo” (de “Sociología y Ciencias Sociales”, Revue philosophique, vol 55, 1903,
reproducido en Durkheim 1993: 73-74)
En esta misma línea de crítica hacia la economía, Méda (1998) apunta que “La
economía se ha construido tomando como punto de partida a los individuos y con el
propósito de insertarlos dentro de un orden. [...] El reto de la economía consiste en lograr la
coexistencia entre individuos que carecen de interés por los demás [...] De ahí las dos
características que la economía no abandonará: siempre parte del individuo o de la
agregación de individuos y elude considerar cualquier otra preocupación en el individuo
que no sea la individual” Méda (op.cit.: 161-162).
Al convertir a la utilidad en el concepto central de la economía, se profundiza el
“individualismo original y atomístico de la economía” (Ibíd.: 164). Así, “el individualismo
queda elevado a principio metodológico de la economía” (Ibíd.: 165). Merced al trabajo de
pioneros como Burlamaqui y A. Walras, “del individualismo “atomístico” y psicológico de
los inicios se ha pasado al individualismo metodológico de la escuela de Lausanne” (Ibíd.:
7
165). Pero la escuela de Viena (cuyos representantes principales fueran Menger y Hayek,
entre otros) “irá aún más lejos. Su individualismo metodológico irá acompañado de un
discurso ideológico que niega la existencia de realidades otras que individuales, como las
clases sociales o la sociedad” (Ibíd.: 165). Méda diferencia entonces el planteamiento de
Walras, simplemente metodológico, que buscaba simplificar la realidad para entenderla
mejor, del de la escuela de Viena, que es filosófico, sosteniendo que sólo existe el
individuo.
En una postura abiertamente crítica, Méda considera que “la economía desgaja a los
individuos y a los fenómenos de sus contextos sociales y temporales para pasar a
considerarlo todo como relaciones naturales” (Ibíd.: 178). Ignora de esta forma que las
relaciones sociales “resultan de una historia, de unos conflictos, de unas relaciones de
fuerza, de unos compromisos” (Ibíd.: 178). En la economía “la sociedad es percibida como
una agregación, colección o asociación de individuos racionales o como un decorado que
añade algo de color a unos fines que siguen siendo individuales. El paso a la vida en
sociedad no cambia nada” (Ibíd.: 201). Para Méda este planteo esconde el miedo a que la
sociedad pueda ser reconocida como algo más que una suma de individuos, el terror a que
“las relaciones sociales no estén totalmente determinadas por unas normas eternas” (Ibíd.:
202).
En conclusión, en relación a este punto, Méda señala la carencia de una teoría que
permita superar la estéril oposición entre la visión individualista y aquella que entiende que
la comunidad es un todo, superior a las partes. Mientras que la primera surge con el
descubrimiento del individuo en el siglo XVIII y queda sellada en la economía, la segunda,
hija de la tradición aristotélica, ha imperado en Alemania, con el ideal de la concepción
comunitaria y de la vida en sociedad. En esta tradición, “la idea de comunidad o de polis es
previa a la del individuo, la familia o la pareja” (Ibíd.: 213). Pero también se reconoce la
necesidad de encontrar una explicación sólida en términos de la participación de
individuos, sin necesidad de apelar a recursos tales como “la mera contigüidad” o “la
atracción por un principio externo” (Ibíd.: 213). Todo ello sin dejar de reconocer que “el
individuo no sería concebible sin una historia, un idioma, unas instituciones políticas, una
moral encarnada, un contexto geográfico. En este sentido, sí cabe decir que el todo es
previo a las partes y que no hay nada más ajeno a esta tradición que la idea de un orden
construido por agregación del que resulte a pesar de todo una unidad” (Ibíd.: 213-214).
Creo que es precisamente en este sentido que el individualismo metodológico de
Weber puede verse como una respuesta. Pero antes de referirme a esa cuestión, pasemos a
8
tratar la cuestión de la racionalidad, que aparece en las discusiones, inmediatamente ligada
al individualismo metodológico.
La racionalidad de los individuos
Elster (1986) señala que hay bases apriorísticas fuertes para suponer que los
individuos actúan racionalmente, siendo la alternativa a esta suposición no ya la
irracionalidad sino el caos. Más aún, apunta que “no hay alternativa a la teoría de la
elección racional como conjunto de prescripciones normativas” (op.cit.: 22, traducción
propia).
Pero Elster reconoce, sin embargo, que sí hay “varias alternativas a la teoría de la
acción racional, en su reclamo de proveer la explicación correcta del comportamiento
humano” (Ibíd.: 22). Estas alternativas pueden apuntar a distintos objetivos: a)
complementar la teoría de la acción racional cuando brinda predicciones indeterminadas,
b) reemplazarla parcialmente cuando de ella surgen predicciones incorrectas y c) vaciarla
de contenido al eliminar cualquier margen posible de elección.
Con respecto a esta última variante, que de acuerdo a Elster se asemeja a los
presupuestos de algunos de los estructuralistas franceses y de algunos autores marxistas, el
autor considera que, si bien puede ser de aplicación en algunos casos, es bastante poco
plausible como teoría general.
Para Elster una alternativa más interesante “es la visión de que la acción humana
debe ser comprendida en términos de normas sociales más que de racionalidad individual”
(Ibíd.: 23). Muchas acciones “son el resultado de hábitos, tradiciones, costumbres u
obligaciones” (Ibíd.: 23). En esta perspectiva “las normas sociales son previas a los
individuos en el orden explicativo, y no pueden simplemente reducirse a sentimientos
subjetivos acerca de qué hacer” (Ibíd.: 23).
Si bien Elster reconoce que en ocasiones la apelación a las normas nos permite
explicar acciones para cuya explicación la elección racional fracasa, considera que esta
apelación tiende a ser “ad hoc y ex post facto”. Es decir, “no existe una teoría robusta y
bien confirmada que especifique las condiciones bajo las cuales, y los límites dentro de los
cuales, las normas superan a la racionalidad” (Ibíd.: 24). Más aún, no sabemos qué es lo
que determina que una norma permanezca fuerte y estable, o que ceda a la presión del
propio interés individual.
Otra alternativa a la teoría de la elección racional es la teoría de la racionalidad
limitada, que señala que los individuos “no buscan la mejor alternativa en el conjunto de
9
oportunidades posible, sino que se limitan a lo que parece lo suficientemente bueno o
satisfactorio” (Ibíd.: 25).
A la luz de estas objeciones a la teoría de la elección racional, Elster concluye que
“el continuo predominio de la teoría neoclásica está asegurado por el hecho de que no se
puede derrotar a algo con nada” (Ibíd.: 27), ya que ninguna de las alternativas propuestas
ha logrado conformar una explicación lo suficientemente robusta, una teoría fuerte,
consistente y simple a la vez.
Desde una postura opuesta, Méda (op.cit.: 162) señala que para la economía “el
individuo simplemente es racional, lo cual significa que siempre preferirá el placer al
dolor. [...] El hedonismo es lo que queda al individuo cuando se le ha despojado de la
sociabilidad y de los imperativos morales”. Según Méda, en el siglo XVIII el utilitarismo
de la economía tiene un carácter hedonista, porque “el hedonismo es la forma menos
elaborada de la racionalidad” (Ibíd.: 162). Ya en el siglo XIX el hedonismo “dará paso a
una racionalidad más formal”, corporizada en el homo economicus, que constituye la
expresión del “individuo racional que persigue su propio interés maximizando su utilidad”
(Ibíd.: 163).
Profundizando su crítica a la economía Méda muestra cómo algunos economistas
han llegado a sostener que el homo economicus “existe y siempre ha existido” (Ibíd.: 187)4.
Al designar como objeto de estudio “el comportamiento humano en relación con unos fines
y unos recursos escasos con usos alternativos” (Ibíd.: 187), la economía “se postuló como
ciencia del comportamiento humano en sociedad, y lo hizo conservando sus presupuestos
individualistas y utilitaristas, es decir, lo hizo universalizando esos presupuestos” (Ibíd.:
187). Así, “la totalidad de la vida social puede pues evaluarse con un enfoque económico,
lo mismo que la totalidad de la actividad humana” (Ibíd.: 188).
La economía se presenta entonces como “la ciencia que descubre y promueve el
principio de racionalidad entendido como principio universal de toda acción racional”
(Ibíd.: 189). Más aún, Méda muestra cómo “la misma teoría política se decide a usar el
método de la economía, asumiendo con ello la visión del mundo, los presupuestos y
4
En este punto resulta adecuado incluir la reflexión de Godelier (1974: 14): “... sabemos que los conceptos
de la economía política elaborados para dar cuenta de un sistema económico de producción mercantil
industrial son considerados por numerosos economistas como portadores de una verdad universal en la
medida en que éstos explicitan las leyes naturales del comportamiento racional del homo economicus que
dormita en todo individuo y en toda época, y sólo habría podido aplicarse y desarrollarse con la economía de
mercado capitalista moderna, que de este modo se convierte en la norma y la encarnación de la racionalidad
económica”.
10
requisitos de ésta” (Ibíd.: 199-200).5 Como consecuencia, “la especificidad de la economía
se va diluyendo a medida que las otras ciencias sociales van adoptando su método” (Ibíd.:
205).
En una crítica que apunta tanto a la cuestión del individualismo como a la de la
racionalidad, Medá, siguiendo a Hegel, considera que el estado de naturaleza no es sólo
una ficción, sino una ficción peligrosa, “porque los individuos no son solitarios y
autónomos, y no pueden ser nunca racionales antes de formar parte de la sociedad” (Ibíd.:
217).
En un plano filosófico, Godelier (1975) se plantea la cuestión de la racionalidad de
los agentes y los sistemas económicos. Considera que “la cuestión de la racionalidad
económica se refiere asimismo a la epistemológica de la economía política como ciencia”
(Godelier op.cit.: 8).
Godelier muestra dos tipos de respuesta a la pregunta referida al origen del
principio general de la acción racional, respuestas ambas que, según él, terminan en
fracaso. Una de las respuestas, de la economía clásica, presenta al principio de la
racionalidad “como un dato invariable de la naturaleza humana, como un hecho cotidiano y
banal de la experiencia que remite a un “a priori” no histórico o transhistórico” (Ibíd.: 15).
La otra respuesta intenta “presentar el principio de la racionalidad como el producto de la
historia y no como un dato intemporal” (Ibíd.: 17). En esta corriente, Lange señala que “el
principio de la racionalidad económica es el producto histórico del capitalismo” (Ibíd.: 17).
Mientras que el primer grupo llega por esta vía a una exégesis del capitalismo sin
intervención del Estado (siendo el paradigma la “mano invisible” de Adam Smith), la
segunda clase de respuestas concluye en una racionalidad superior del socialismo por sobre
el capitalismo. Criticando ambas posturas, Godelier (op.cit.) plantea que “la racionalidad
económica sólo se muestra por medio de la racionalidad epistemológica de la ciencia
económica, es decir, por medio de la verdad de las explicaciones teóricas elaboradas por
esta ciencia” Godelier (op.cit.: 24), y no partiendo de ella como una afirmación apodíctica.
Y esto nos lleva nuevamente al punto de partida, ya que en la introducción del trabajo se
señalaba justamente la carencia en la economía de la reflexión epistemológica necesaria en
toda ciencia.
Una excelente crítica al uso indiscriminado del principio de racionalidad puede
encontrarse en Kindleberger (1991). “La acción racional en economía no supone que todos
5
Dentro de este grupo incluye a las teorías de la elección racional.
11
los actores tengan la misma información, ni la misma inteligencia, ni idéntica experiencia y
propósitos. Aún más, la falacia de composición hace que, de vez en cuando, todos los
individuos participantes actúen de forma racional, pero combinadamente produzcan un
resultado irracional, como puede ser ponerse de pie para tener una panorámica mejor,
como los espectadores de un acontecimiento deportivo, o, más dramáticamente, correr en
tropel hacia la salida de un teatro cuando se declara un incendio” (Kindleberger 1991:
283).
Kindleberger (op.cit.) se pregunta cómo puede reconciliarse el hecho de que la
historia se encuentre llena de manías, pánicos y cracs (términos que señalan “una pérdida
de contacto con la realidad, o irracionalidad, e incluso algo próximo a la histeria o a la
locura de masas”) con la presuposición de la teoría económica, y la ciencia social en
general, de que el hombre es racional (Ibíd.: 45). Kindleberger postula que la racionalidad
es “una hipótesis a priori más que una descripción del mundo real” (Ibíd.: 46) 6. Si bien
esta hipótesis resulta útil en el largo plazo, ya que partiendo de ella se pueden obtener
previsiones que resultan más o menos certeras en ese plazo, Kindleberger rechaza de plano
la idea de que es imposible que exista una especulación desestabilizadora (idea que se basa
en que un desestabilizador de ese tipo no lograría sobrevivir). Apunta a la posibilidad de
una irracionalidad general, una histeria colectiva, como desviación ocasional del
comportamiento racional.7
Como ejemplos de conductas irracionales Kindleberger cita el efecto demostración
(“que conduce a muchos países en vías de desarrollo a adoptar criterios de consumo que
están más allá de su capacidad de producción” (Ibíd.: 49)), el efecto Duesenberry (que
consiste en rehusarse a recortar el consumo ante una reducción dada en el ingreso de
manera simétrica a cómo se aumenta el consumo ante un incremento en el ingreso de igual
magnitud), el efecto imitación (la gente respalda a los ganadores).8 Además de la ya
mencionada falacia de composición, Kindleberger cita el modelo de la “tela de araña”, tan
conocido en economía, señalando que “la historia de las manías y los pánicos está repleta
de ejemplos de respuestas desestabilizadoras de tipo telaraña ante shocks exógenos” (Ibíd.:
56).
6
En un tono más irónico, en el prefacio de su edición revisada Kindleberger (1991) señala que “el rechazo de
las explicaciones convencionales de los sucesos históricos con el comentario de que violan las suposiciones
del análisis económico es exasperante. [...] es hora de que la economía acepte la realidad” (Ibíd.: 15).
7
Un excelente ejemplo de este tipo de circunstancias puede hallarse en el Capítulo XV de “Groucho y yo”,
libro autobiográfico de Groucho Marx, donde cuenta la locura generalizada vivida por la sociedad en relación
al mercado de valores los meses previos al crack de 1929.
8
Al respecto, cita a un banquero que suscribió en 1720 acciones en una situación de fuerte especulación:
“Cuando el resto del mundo enloquece, debemos imitarlo en cierta medida” (Kindleberger 1991: 49).
12
Otros casos de conductas irracionales sería “mantenerse a la expectativa con la
esperanza de alguna mejora, o bien no emprender un tipo determinado de acción cuando se
producen cambios en las circunstancias” (Ibíd.: 59), o “tener un modelo racional en la
mente, pero que sea erróneo” (Ibíd.: 60). Como ejemplo de esto último cita la psicología de
la Línea Maginot francesa, y la observación de Ponzi (un banquero famoso por sus
especulaciones arriesgadas): “cuando la visión de una persona se halla fija en una cosa,
daría lo mismo que fuera ciega” (Ibíd.: 60). También puede darse el caso de “una sociedad
que pone sus esperanzas en algún suceso sobresaliente, cuya relevancia para la situación es
nula” o de “una sociedad que ignora la evidencia, sobre la cual prefiere no pensar” (Ibíd.:
61).
Kindleberger concluye así que “pese a la utilidad general de la suposición de
racionalidad, los mercados pueden actuar en ocasiones (aunque [...] infrecuentes) de forma
desestabilizadora; que son, en conjunto, irracionales, incluso aunque todos los participantes
del mercado actúen en forma racional” (Ibíd.: 62).
El individualismo metodológico en Weber
Las objeciones que encontré al individualismo metodológico prácticamente se
desvanecieron al leer acerca del enfoque dado al mismo por Weber. Como señala Naishtat
(1998b) ”el peculiar individualismo metodológico de Weber dista mucho [...] de
asemejarse a una naturalización de la conducta social basada en el agente racional” (Ibíd.:
13). Más aún, en Weber “el individualismo metodológico no se traduce en una teoría
genética de la realidad social, sino en una teoría genética de la comprensión de la realidad
social” (Ibíd.: 13).
Para de la Vega (1998) “en Weber descubrimos la raíz del individualismo
metodológico: la última instancia de esa regresión es la acción social individual” (Ibíd.:
53).
Pero se trata de un individualismo metodológico distinto al de las corrientes
anglosajonas, en particular, la de la elección racional. Siguiendo a Naishtat (1998b), se
destaca que “el agente de la acción social weberiana se encuentra embebido en una trama
de valores culturales e históricos cuya formación no es ella misma un producto de la
interacción individual teleológicamente mediada [...] el agente social weberiano ya es
portador -en su cabeza- de una mediación cultural e histórica que [...] no es un producto
que pueda reconstruirse en los términos del individualismo metodológico” (Ibíd.: 63). Es
decir, “el agente social weberiano se encuentra inmerso, de entrada, en una red de sentido
13
que excede el marco estrictamente individual, lo cual introduce en el seno mismo de la
acción un elemento de mediación cultural e histórica que no es deducible en los términos
del individualismo metodológico” (Ibíd.: 89).
Para Weber la sociología no “puede proceder sino de las acciones de uno, de
algunos o de numerosos individuos separados. Por eso se encuentra obligada a adoptar
métodos estrictamente individualistas” (carta de Weber a Robert Liefmann del 9 de marzo
de 1920, citada en Naishtat 1998b: 92). En oposición a Durkheim, para Weber la acción
tiene que tener sentido desde el punto de vista del individuo, la explicación tiene que ser
comprensiva también desde la perspectiva del participante. Para Durkheim, en cambio,
importa la perspectiva del observador.
Lo que es crucial en Weber es el sentido. El carácter social de la acción no está
dado por el número de individuos que participan, sino por el sentido de la acción, que está
orientada a los otros.
Farinetti (1998) señala que, pese a que el individualismo metodológico parecería
no ser de mucha utilidad para explicar causalmente la acción social, Weber asume “esta
tensión” y la resuelve a nivel del método. Weber critica a los holistas señalando que los
colectivos “no son otra cosa que los desarrollos y entrecruzamientos de acciones
específicas de personas individuales, ya que tan sólo estos pueden ser sujetos de una
acción orientada por su sentido” (Weber 1987: 12, citado en Farinetti 1998: 115). A través
del uso de tipos ideales Weber logra “explicar fenómenos sociales concretos [...]
capturando su individualidad” (Farinetti 1998: 116). A través de los tipos ideales se logra
el acceso al sentido, que es la columna vertebral de la comprensión. Pero el límite de toda
comprensión es una conciencia como la mía.
Al plantear los cuatro tipos ideales de acción, Weber marca una clara diferencia con
el individualismo metodológico de los austríacos, ya que éstos eliminan al individuo del
estudio cuando desaparece la racionalidad. Weber, en cambio, es capaz de incluir
individuos cuya acción no responde al criterio de racionalidad.
Así el individualismo metodológico weberiano se basa en dos pilares: a) para la
comprensión, el individuo es “el límite y el único portador del comportamiento provisto de
sentido” (Weber 1990: 187, citado en Farinetti 1998: 119), b) “la utilización del
comportamiento racional con arreglo a fines como tipo regular para determinar el sentido
de una conducta” (Farinetti 1998: 119).
El aspecto a mi juicio sobresaliente de Weber es lograr una síntesis entre el punto
de partida individual para la explicación social y la influencia del entorno, la estructura, la
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historia, en el individuo. Además, como señala Farinetti (op.cit.), “Weber no introduce
ningún criterio universalista, similar al principio de maximización, que atraviese
ahistóricamente a todo fenómeno social y opere como llave de acceso al sentido subjetivo
y como garantía de su comprensión” (Farinetti 1998: 110).
Conclusiones
Este trabajo sólo ha pretendido repasar brevemente las cuestiones vinculadas al
individuo metodológico y la racionalidad en economía. A partir de los autores consultados
he llegado a una serie de conclusiones de mucha utilidad para mí. Como señalaba en la
introducción, se trata del primer contacto profundo que tengo con cuestiones
epistemológicas, de las ciencias sociales en general, y de la economía en particular.
En primer lugar, he podido constatar que el postulado de racionalidad de los
agentes, que ocupa un papel central para los desarrollos de la economía teórica, en especial
la microeconomía y la economía del bienestar, es tomado como una afirmación apodíctica,
sin una base sólida. Si bien este postulado puede haber demostrado su utilidad en la
práctica, esto me muestra que mi incomodidad con respecto a él no era infundada. Postular
una racionalidad perfecta por parte de los agentes económicos, de carácter ahistórico,
parece bastante criticable.
En cambio, plantear diversos tipos de acción, al estilo de Weber, donde la acción
racional con arreglo a fines se considera el tipo regular, parece mucho más apropiado.
Desafortunadamente, es difícil encontrar que se tomen este tipo de recaudos en la teoría
económica predominante. Aunque siempre aparecen las voces disonantes (inclusive dentro
del mismo esquema, es decir, sin necesidad de llegar a posturas totalmente contrarias,
como el marxismo), como el citado Kindleberger en cuestiones vinculadas a la
racionalidad, o la escuela del desequilibrio, donde autores como Clower y Leijonhufvud
enfatizan los problemas provenientes del desajuste entre ofertas y demandas nocionales y
efectivas, o de la falta de coordinación.
En segundo lugar, debo admitir que mis reparos al individualismo metodológico en
cuanto al punto de partida individual han sido casi totalmente superados, aunque siempre
teniendo en cuenta los recaudos al estilo de Weber, evitando los peligros de un extremismo
exagerado.
Queda como pendiente profundizar en los textos originales, particularmente de
Menger, John Stuart Mill, Robbins y Schumpeter, para alcanzar una mayor comprensión
de estos problemas en el terreno propio de la economía.
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Bibliografía
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obra de Weber”. En NAISHTAT, Francisco (comp.) Max Weber y la cuestión del
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Para citar este texto:
GOLOVANEVSKY, Laura (2012) Individualismo metodológico, racionalidad y
economía. Documento de Trabajo Nº 13. San Salvador de Jujuy: SIMEL Nodo
NOA/FCE/UNJu; en: www.fce.unju.edu.ar/simel
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Documentos anteriores de la serie “Documentos de Trabajo SIMEL Nodo NOA”
Nº 1: BERGESIO, Liliana (2010) Antropología y Economía. Encuentros y distanciamientos
a partir de la obra de Pierre Bourdieu.
Nº 2: GOLOVANEVSKY, Laura (2010) Algunos debates de la sociología contemporánea
en “La metamorfosis de la cuestión social. Una crónica del salariado” de Robert Castel.
Nº 3: LÓNDERO, María Eugenia y CABRERA, César (2010) Regulación de la actividad
turística en la República Argentina y la Provincia de Jujuy.
Nº 4: GOLOVANEVSKY, Laura (2010) Breve historia de la economía andina. Principales
temas y debates teóricos.
Nº 5: BERGESIO, Liliana (2010) Historias debidas. Instancias personales y afectivas del
trabajo de campo como vías para el conocimiento.
Nº 6: GOLOVANEVSKY, Laura (2011) La economía de la papa andina. Principales
debates teóricos.
Nº 7: BERGESIO, Liliana (2011) Las tecnologías rurales andinas de América Latina desde
los estudios de la Filosofía de la Cultura.
Nº 8: CARRILLO, Ivone, COLQUE, Fernanda y LÓNDERO, María Eugenia (2011)
Generación de riqueza en la Quebrada de Humahuaca (Jujuy-Argentina). Un análisis de los
problemas fundamentales de la economía.
Nº 9: CABRERA, Raúl Hernán (2011) Superficie implantada y mano de obra en el sector
tabacalero de la Provincia de Jujuy. Avances y retrocesos de la frontera de posibilidades de
producción agrícola.
Nº 10: BERGESIO, Liliana y GOLOVANEVSKY, Laura (2011) La agroindustria rural en
la economía andina. Principales debates teóricos.
Nº 11: CABRERA, César (2012) Instrumental aplicable al estudio del sector agropecuario
de la Provincia de Jujuy.
Nº 12: GUZMAN, Gustavo Damián Fernando (2012) Juventud: origen, visiones y debates
en torno a su definición.
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