cielo nuevo y tierra nueva

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CIELO NUEVO Y TIERRA NUEVA
“En el principio creó Dios los cielos y la tierra”, son las palabras con las que inicia el
Antiguo Testamento, las cuales dieron comienzo a nuestro planeta Tierra hace
aproximadamente seis mil años atrás.
Nuestro Dios, creador de todo el universo, con su voz llena de poder ordenó e hizo que
surgiera todo lo que se menciona en el primer capítulo de Génesis durante los seis
días de la creación y el séptimo, el cual reconocemos como el día de reposo.
Actualmente existen muchas versiones sobre cuánto tiempo fue necesario para crear
la Tierra, personalmente creo que todo fue creado en seis días tal cual lo registra la
Biblia, y esto lo comento por algo que mencionaré más adelante.
Salmos 90:4 dice: “Mil años, para ti, son como el día de ayer, que ya pasó; son como
unas cuantas horas de la noche”. Este versículo hace referencia a un pensamiento que
he tenido desde los once años, pero que nunca he desarrollado o ido más allá en busca
de información. Y el pensamiento es que Dios ya está muy pronto a volver; este
planeta tiene seis mil años y no sé, pero mi pensamiento positivo me indica que Dios
regresará un poco antes del atardecer del sexto día, hablando milenialmente, un poco
antes de llegar a los siete mil años, es decir, antes de que para Él sea sábado. Aún no
tengo bases que sustenten este pensamiento, pero dentro de mí existe un sentimiento
que me dice que solo falta un día en el calendario de Dios para que Él vuelva.
Después de haber pasado tanto tiempo en esta Tierra conviviendo con el dolor y el
sufrimiento como parte de la vida cotidiana, después de haber sufrido desprecio a
causa de nuestra fe, de haber pasado por tantas dificultades y separaciones familiares
a causa de la muerte, muchos de nosotros añoramos la nueva Jerusalén que menciona
Apocalipsis 21, ese lugar especial que Cristo ha ido a preparar para cada uno de los
fieles y obedientes a su palabra. Ese lugar tan maravilloso donde ya no habrá más
llanto ni dolor, ni lágrimas, porque todo lo viejo habrá desaparecido, todo aquello que
un día tuvo la mancha del pecado, ya no existirá más.
Algo muy importante que nos da a conocer este capítulo de Apocalipsis es que Dios no
reutilizará las cosas viejas y llenas de pecado para crear la nueva Jerusalén, sino que
como rey de todo el universo tiene el poder de crear de la nada algo realmente
hermoso, tal como lo hizo al principio, nuestro gran diseñador y perfecto arquitecto
construye esta nueva ciudad absolutamente diferente a la otra.
Esta ciudad tiene un muro grande y alto con doce puertas; y en la puerta doce ángeles,
y nombres inscritos, que son los de las doce tribus de los hijos de Israel. Al oriente tres
puertas; al norte tres puertas; al sur tres puertas; al occidente tres puertas. Y el muro
de la ciudad tiene doce cimientos, y sobre ellos los doce nombres de los doce apóstoles
del Cordero. La ciudad se halla establecida en un cuadro, y su longitud es igual a su
anchura. La ciudad mide doce mil estadios; la longitud, la altura y la anchura de ella
son iguales.
El material de su muro es de jaspe; pero la ciudad es de oro puro, semejante al vidrio
limpio; y los cimientos del muro de la ciudad están adornados con toda piedra
preciosa. El primer cimiento es jaspe; el segundo, zafiro; el tercero, ágata; el cuarto,
esmeralda; el quinto, ónice; el sexto, cornalina; el séptimo, crisólito; el octavo, berilo;
el noveno, topacio; el décimo, crisopraso; el undécimo, Jacinto; el duodécimo,
amatista.
Las doce puertas son doce perlas; cada una de las puertas es una perla. Y la calle de la
ciudad era de oro puro, transparente como vidrio.
Cuando leemos la descripción que hace Juan no creo que alguno de nosotros se pueda
imaginar la belleza que implica tener a todas estas piedras preciosas juntas, es más ni
siquiera creo que podamos imaginarnos un rio de cristal que se asemeje al que Dios ha
preparado, y creo que eso también se debe a que nada de lo que tenemos en esta
tierra será utilizado en la nueva Jerusalén, la ciudad santa.
Las palabras que hacen ruido en mi mente son las siguientes: “El que venciere
heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo. Pero los cobardes e
incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y
todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la
muerte segunda”.
Muchas veces no es necesario decir una mentira para faltar a la voluntad de Dios,
simplemente ser cobardes y no compartir el mensaje de Cristo con las demás
personas puede hacernos acreedores del fuego consumidor. Y lo sé, suena extremo,
pero si realmente viviéramos como Cristo quiere que lo hagamos no pensaríamos en
las consecuencias malas, si no en la recompensa tan grande que nos espera.
Dios nos ha dado el libre albedrío, y dentro de nosotros está la capacidad de decidir y
elegir día a día lo que nosotros creamos conveniente, pero si tomáramos en cuenta los
planes que Dios tiene para cada uno de nosotros nuestras vidas serían distintas.
Actualmente muchos de nosotros venimos de familias disfuncionales, pero Dios nos
quiere dar una familia eterna, donde todos los que vayamos al cielo seremos
hermanos y nuestro padre será Cristo, y nos abrazará y nos dará su calor, y nunca más
estaremos en tinieblas, porque su luz alumbrará toda la ciudad.
Ves, los planes de Dios siempre incluyen a la familia, tal como lo hizo en el principio, y
nos quiere unir para que todos juntos vivamos en armonía, no como aquí en la Tierra,
llenos de envidia, de rencor, con problemas que muchas veces a causa de nuestro
orgullo no son resueltos.
Pero recordemos que en la nueva Jerusalén no entrará ninguna cosa inmunda, o que
hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la
vida del Cordero. ¿Y tú, en qué libro estás?
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