El Siglo XIX: Artes plásticas

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El Siglo XIX: Artes plásticas
LOS PRIMEROS MOVIMIENTOS
ROMANTICISMO
La pintura romántica sucede a la pintura neoclásica de finales del XVIII, con unos
nuevos gustos desarrollados por todas las facetas artísticas del Romanticismo como la
literatura, la filosofía y la arquitectura. Está hermanada con los movimientos sociales y
políticos, que ganaron cuerpo con la Revolución francesa. El término romántico, surgido
en el Reino Unido en el siglo XVII para referirse a la novela, fue adaptado a principios
del siglo XIX a las artes plásticas, en contraposición al neoclasicismo imperante.
El romanticismo en la pintura se extiende desde 1770 hasta 1870, prácticamente cien
años, distinguiéndose tres periodos: 1770-1820 o prerromanticismo El apogeo del
romanticismo pictórico se da, aproximadamente, entre 1820 (hay fuentes que
señalan 1815) y 1850 (o, por adoptar una fecha simbólica, 1848). 1850-1870 o tradición
post-romántica Cada uno de estos períodos posee sus particularidades en cuanto a
lugares en que se desarrolló o artistas que lo adoptaron.
 El sistema y los valores del romanticismo
El primer período del romanticismo (1770-1820) se desarrolla en paralelo con
el neoclasicismo (1760-1800) o más bien en oposición a esta corriente. En efecto, allí
donde el neoclasicismo propone una belleza ideal, el racionalismo, la virtud, la línea, el
culto a la Antigüedad clásica y al Mediterráneo, el romanticismo se opone y promueve
el corazón, la pasión, lo irracional, lo imaginario, el desorden, la exaltación, el color, la
pincelada y el culto a la Edad Media y a las mitologías de la Europa del Norte. La obra
de Turner Light and Colour (Goethe's Theory) — The Morning after the Deluge — Moses
writing the Book of Genesis (Luz y Color (Teoría de Goethe) - La mañana después del
Diluvio - Moisés escribiendo el Libro del Génesis), ejemplifica esta oposición.
Esta pintura se caracteriza por un torbellino sensual de colores y de luz en torno a un
personaje o persona que no podría identificarse sin conocer el título.
Light and Colour (Goethe's Theory) — The Morning after the Deluge — Moses writing the
Book of Genesis, de Turner.
Pero el romanticismo no puede sólo definirse en términos de oposición, pues desarrolló
sus propias características; el sentimentalismo, el misticismo, la expresión de los
sueños. Charles Baudelaire (principalmente escritor, pero también crítico de arte), con
motivo del Salón de Pintura de 1846, declaró: «El romanticismo no se halla ni en la
elección de los temas ni en su verdad exacta, sino en el modo de sentir. Para mí, el
romanticismo es la expresión más reciente y actual de la belleza. Y quien dice
romanticismo dice arte moderno, es decir, intimidad, espiritualidad, color y tendencia al
infinito, expresados por todos los medios de los que disponen las artes.».
Según él, la modernidad constituye un leitmotiv. Esta forma de pensar se encuentra
asimismo en Stendhal, que considera que el neoclasicismo está superado y que lo
moderno era el romanticismo (por tanto, los sentimientos, el color, pero también el
individualismo). Este movimiento consiste en una forma de sensibilidad que glorifica al
individuo. Delacroix dijo que el romanticismo era «la libre manifestación de sus
impresiones
personales».
El
romanticismo
defiende
la
superioridad
del sentimiento sobre la razón, y por ello exalta la sensibilidad, la imaginación y
las pasiones. Más que como un estilo pictórico, ha de concebirse como un movimiento
social y espiritual. El individualismo propio de la época hizo que, por vez primera, los
pintores no trabajasen de encargo, sino conforme los dictados de su imaginación,
expresándose a través de la pintura, buscando pintar sus ideas y sentimientos
personales. Centró su atención en el paisaje y la naturaleza, así como la figura humana
y la supremacía del orden natural por encima de la voluntad de la Humanidad.
Se sigue una filosofía panteísta (véase Spinoza y Hegel). Es una concepción opuesta
a los ideales ilustrados, pues ve el destino de la humanidad bajo una luz más trágica o
pesimista. La idea que los seres humanos no están por encima de las fuerzas de
la Naturaleza entra en contradicción con los ideales de la Antigua Grecia y
del Renacimiento, en los que la Humanidad estaba por encima de todas las cosas y era
dueña de su destino. Este pensamiento llevó a los artistas románticos a representar
lo sublime, iglesias en ruinas, naufragios, masacres y locura. El romanticismo tiene su
origen en la filosofía del siglo XVIII, pues en autores como Rousseau o Goethe se ve ya
ese culto al sentimentalismo, el amor a la naturaleza y el rechazo de la civilización.

El culto a la Edad Media, las «brumas del Norte» y el exotismo (civilización
árabe)
La imaginación de los pintores románticos se sintió atraída por la Edad Media y las
leyendas del Norte. El romanticismo desarrolla la pasión por los temas históricos. En
particular se trata la Edad Media, más que otros períodos como la Antigüedad. A los
pintores les atraía de esta época su exotismo, por el cambio de fondo y de accesorios,
así como por ver en ella una época de piedad intensa a la que se deseaba retornar. Las
ruinas, como la Abadía en el robledal de Caspar David Friedrich, se convierten en un
tema romántico por excelencia. La mitología nórdica sustituyó en los cuadros a
los dioses grecolatinos. Además, les atrae el exotismo, sobre todo las civilizaciones
árabes, dando lugar a una corriente pictórica particular: el orientalismo, que recorrerá
todo el siglo XIX. Muchos pintores representaron escenas árabes y edificios islámicos.
Los pintores ya no viajaban sólo a Italia, como habían hecho hasta entonces, hasta
abarcar otros lugares como Turquía, Marruecos, Argelia o España, que se puso de moda
en toda Europa como prototipo de un exotismo cercano. En parte, el orientalismo se
debió a las campañas napoleónicas por Oriente, que permitieron descubrir
un Mediterráneo de paisajes inéditos, con civilizaciones que resultaban misteriosas,
como
la
árabe
y
judía.
Esta
influencia
es
muy
evidente
en
pintores
franceses como Delacroix o los orientalistas. Pero, al mismo tiempo, debido a las
convulsiones históricas y sociales, vuelven los ojos al pasado del propio país, como
ocurre con el purismo nazareno y el llamado estilo trovador. También se recurre a
temas folclóricos, costumbristas o populares. Por último, la literatura se convirtió en
fuente
de
inspiración.
Se
utilizaron
autores
clásicos
(Froissart, Tasso, Dante o Shakespeare) y también otros contemporáneos (Byron,
Goethe o Walter Scott).
LA VIOLENCIA
En muchos cuadros del romanticismo se aprecia un interés por la violencia, el drama, la
lucha, la locura. Ocuparon un lugar preponderante en muchos cuadros lo misterioso y
lo
fantástico,
expresados
de
forma
dramática.
También
se
representaron
la melancolía extrema y la pesadilla, llegando a combinar en ocasiones el tema de
la muerte con el erotismo. Los temas fantásticos y macabros comenzaron a aparecer en
pintura
a
partir
de
1775,
por
influencia
de
la
literatura
alemana.
Monstruos, brujas y espectros poblaron los lienzos. El romanticismo concede gran
importancia a lo irracional. Autores como Füssli, Blake o Goya, en plena época
neoclásica, pintaron cuadros que rendían culto al inconsciente, a la irracionalidad,
la locura y el sueño. La locura fue un tema que particularmente ocupó a Géricault, quien
al final de su vida realizó toda una serie de locos, por ejemplo, El cleptómano. En cuanto
al tema de la muerte combinada con el erotismo, el ejemplo más evidente es La muerte
de Sardanápalo, de Delacroix.
IDEOLOGÍA POLÍTICA
En un primer momento, el romanticismo es un movimiento cultural vinculado con
la
Restauración,
pues
se
inicia
como
reacción
conservadora
al Neoclasicismo revolucionario. Pero después, en un segundo período, el romanticismo
se hace liberal y revolucionario. Ejemplo de ello es La libertad guiando al pueblo,
de Eugène Delacroix, protagonizado por Marianne llevando la bandera francesa. Es una
imagen de combate dentro de una «nube luminosa». Delacroix asume la causa de la
libertad: se pinta en la tela (inclusión del artista entre los movimientos sociales y
políticos).
NATURALEZA
La pintura romántica apela al subjetivismo y la originalidad. Se inspira en escenas
violentas como en La carga de los Mamelucos de Goya, tiene un gusto por
el dramatismo, que utiliza para remover el sentimiento del público. En cuanto la
expresión, utiliza con frecuencia fuertes contrastes de luz y sombra (claroscuro).
El colorido es característico del romanticismo, pues prevalece sobre el dibujo, que
asume un papel secundario. La pincelada se hizo visible, impetuosa. El empaste es en
general grumoso y espeso, de manera que la pintura adquirió una naturaleza táctil que
reforzaba su carácter de creación impulsiva y espontánea. A veces el acabado del
cuadro tiene un aspecto de esbozo. En cierto sentido, al hablar del romanticismo se
puede hablar de un neo-barroco, por el movimiento, la tensión, el empuje, los contrastes
y los colores de estos cuadros. Son, en general, pintores barrocos los que influyen a los
pintores románticos: la huella de Caravaggio
es evidente en Géricault, mientras
que Rubens influye en Gros y en Delacroix. Ello no elimina que en casos concretos otros
sean los pintores que influyeron: así los nazarenos pretenden acercarse a los primitivos
italianos como Fra Angélico, Gérard a Leonardo y, finalmente, Prud'hon se ve influido
por el manierista Correggio.
La Muerte de Sardanápalo, de Delacroix, h.1827, Museo del Louvre. Cuadro que ejemplifica
el gusto romántico por lo exótico, la unión de erotismo y muerte y la influencia de autores
barrocos como Rubens; logra una escena tumultuosa en la que domina el color sobre el
dibujo.
Los temas que preferían los románticos se evidencian en los géneros que cultivaron.
Así, el tema de la naturaleza hizo que los paisajes se convirtieran en un género mayor,
cuando hasta entonces era considerado menor o mero fondo decorativo para las
composiciones de figuras. No se trataba de descripciones topográficas, sino de
expresar emociones humanas a través del paisaje. Es en Gran Bretaña donde el paisaje
experimentó el cambio radical. También alcanzó cierto desarrollo la pintura animalista,
esto es, la que representaba animales, tanto salvajes como domésticos, si bien con
tendencia a mostrarlos fieros, por lo que se pintaron numerosos cuadros reflejando
actividades como la caza, y animales como el león o el caballo, siendo este último el
animal fetiche de Géricault. Otro género que cobró importancia fue la pintura
costumbrista, que reflejaba los tipos y personajes populares. El tratamiento de las
figuras procura ser realista. Así, cuidan de que la ropa de los personajes se corresponda
con la época histórica que pretenden representar o con el lugar en que tiene lugar la
escena (por ejemplo, Oriente en los cuadros orientalistas). Si el cuadro lo requiere, no
evitan pintar personas heridas, deformes o muertas, llegando a recurrir al depósito de
cadáveres para poder conocer y reflejar más verosímilmente a los muertos; así lo hizo
Géricault cuando pintó La balsa de la Medusa. Las técnicas usadas variaron. Predominó
la pintura al óleo sobre lienzo, de variados tamaños, inclinándose los franceses, en
general por los de grandes dimensiones. Pero también se utilizó la acuarela, técnica
preferida por muchos pintores ingleses, y que era especialmente útil para aquellos
pintores que viajaban. El dibujo experimentó cierto auge, debido a la facilidad con que
expresaba el mundo interior del artista. La pintura al fresco intentó ser recuperada por
los nazarenos. Muchos dibujos y pinturas alcanzaron una gran difusión gracias a medios
de reproducción como la litografía, la aparición de prensas metálicas y el renacimiento
del grabado en madera. En el aguafuerte destacó la figura de Goya. Gracias a estos
medios, a través de periódicos y revistas, se popularizaron numerosas imágenes, al
alcance de todo el público.
REALISMO
En las décadas centrales del S. XIX, el Romanticismo y su idealización de la historia, de
la sociedad y sobre todo de la naturaleza, cuyo tratamiento era un motivo de evasión,
deja paso a una corriente que se interesa por la realidad.
El realismo surge después de la revolución francesa de 1848. El desencanto por los
fracasos revolucionarios hace que el arte abandone los temas políticos y se concentre
en temas sociales. La industrialización determinó la desaparición del artesanado y la
formación de una numerosa población obrera acumulada en los centros urbanos. Con
ello, las condiciones de vida económica y social sufren una alteración profundísima, que
se refleja en las ideologías. Los artistas toman conciencia de los terribles problemas
sociales como el trabajo de niños y mujeres, los horarios excesivos, las viviendas
insalubres y consideran que deben denunciar estas lacras.
Mientras Augusto Compte elaboraba la filosofía del Positivismo, quien estima que la
única fuente de conocimiento es la observación y la experiencia, tenían lugar una serie
de descubrimientos científicos que fomentaron la formulación de una doctrina optimista,
la del progreso social. En vez de soñar con la mejoría de la vida, hay que especular
partiendo de la realidad. El hombre es representado en sus tareas normales y el tema
de la fatiga se convierte en motivo de inspiración.
Quienes mejor manifiestan este cambio son los paisajistas de la Escuela de Barbizón,
que a través del paisaje transmitieron la conquista de la realidad. La escuela fue creada
por Rousseau y la integraron un grupo de artistas que se propusieron construir un tipo
de pintura diferente. Realizaron un estudio objetivo y directo de la naturaleza plasmando
los sentimientos que ésta les despertaba. A ellos les debemos el inicio de la práctica de
pintor al aire libre, pues tomaban sus apuntes directamente de la naturaleza y luego
ejecutaban sus obras definitivas en el estudio.
Jean François Millet (1841-1875), hijo de campesinos pobres, fue uno de los máximos
representantes de la Escuela de Barbizón. Se distinguió como paisajista, pero en sus
paisajes no olvida nunca a los campesinos, humildes, cabizbajos, pesimistas y
redimidos por el trabajo. Es el mejor intérprete de la vida campesina y del hambre y la
miseria que éste trae consigo. Contempló de cerca la situación en la que vivía, pero no
la denunció en sus pinturas, sino que la representó tal y como era, plasmó la realidad.
Sus obras más características son Los Gavilladores, El Ángelus, Los canteros, La
costurera, La colada y Las espigadoras.
En esta última, muestra el trabajo rural, pero haciendo hincapié en lo social. Tres
campesinas ataviadas con la vestimenta típica normanda recogen inclinadas los restos
de la cosecha, el trabajo más duro y menos reconocido entre las tareas rurales. Sus
posturas reflejan la fatiga que provoca su labor. Los personajes se sitúan en primer
plano elevándolos a la categoría de héroes y la iluminación infiere dramatismo a toda la
escena.
Las pinturas de Gustave Courbet (1819-1877) suscitaron enormes polémicas por su
selección de temas vulgares como Un entierro en Ornans (1849) y por sus ideas
pragmáticas sobre el arte. Ornans es su pueblo natal. Este entierro es una de las obras
en las que más claramente aparece una manera nueva de ver la realidad. El tema se
podía haber tratado solemnemente, pero lo hace de forma peculiar, es un cuadro
desolador. Se trata de un entierro en un pueblo al que asisten los aldeanos y el clero y
apenas hay diferencias entre ellos, en un intento de hacer crítica. Al contrario que en los
cuadros que representan entierros y en los que está presente lo religioso invocando el
más allá, aquí todo es deprimente, no se espera ni se cree nada.
Una de sus obras más significativas, que denotan el modo de ser del autor, es El Taller
(1855). Aquel año, no siendo admitido por el jurado en el Salón, inauguró una exposición
particular paralela a la Exposición Universal y allí exhibió su enorme lienzo. En el cuadro
resume su mundo social. Courbet aparece en el centro dando los últimos retoques a un
paisaje de su tierra natal, un muchacho mira como pinta y detrás del artista está su
musa, un bello desnudo de mujer que personifica sus modelos vivientes. A la derecha,
sus amigos, los artistas, y a la izquierda, los miserables y quienes viven explotando su
miseria.
Otras obras son Buenos días, señor Courbet (1854), Jóvenes a orillas del Sena (185657), La Siesta (1866), Mujer en las olas (1866), Las Bañistas (1853). Cultivó el desnudo
femenino con gran libertad e incluso a veces con total impudor. Su trayectoria artística
se mezcla con su actividad política, llegando a ser director de Bellas Artes durante el
periodo de La Commune de 1871. Al término de esta experiencia revolucionaria tuvo
que exiliarse en Suiza, donde falleció en 1877.
Si Millet se muestra conformista con la realidad que le toca vivir, Honoré
Daumier (1808-1879) se muestra crítico y satírico. Se fija en la sociedad y en
determinados grupos sociales, poniéndose al lado de los desfavorecidos. Algunos de
sus temas evocan el mundo de la marginación como Los presos y Los mendigos. En El
vagón de tercera clase reivindica la dura vida de las clases populares en las grandes
ciudades. La ternura que despiertan los personajes en el espectador contrasta con la
sofisticación industrial del tren.
En El baño de las muchachas, los personajes son mujeres que se bañan en el Sena,
en plena ciudad. Es una imagen patética. Aparece una muchacha que se moja los pies
acompañada de una serie de personajes amorfos, casi sin facciones ni rasgos que
representan trabajadores. Sus vidas se limitan al trabajo, el esfuerzo los deforma y les
roba su identidad.
También fue un gran difusor de la caricatura, mediante la que hacía críticas mordaces
a la sociedad y al gobierno de Luis Felipe de Orleáns, lo que le costaría la cárcel.
LA REVOLUCIÓN IMPRESIONISTA
NEOIMPRESIONISMO
Neoimpresionismo es una palabra creada por el crítico de arte francés Félix
Fénéon en 1887 para caracterizar el movimiento artístico de fines del siglo XIX liderado
por Georges Seurat y Paul Signac, quienes primero exhibieron sus trabajos en 1884 en
la muestra de la Société des Artistes Indépendants en París. El término de Fénéon
señalaba que las raíces de estos desarrollos se situaban en las artes visuales
del Impresionismo, pero se ofrecía, a su vez, una nueva lectura del color y la línea en la
práctica de Seurat y Signac, y el trasfondo teórico de los escritos de Chevreul y Charles
Blanc.
Los impresionistas usan en su paleta colores puros, bajo ningún concepto admiten una
mezcla en la paleta, salvo la mezcla de colores vecinos en el círculo, estos, matizados
entre sí, y aclarados con el blanco, engendra la multiplicidad de los colores del prisma y
todas sus graduaciones. Merced al empleo de trazos aislados de pincel -cuyo tamaño
mantiene una correcta proporción con el tamaño de todo el cuadro-, los colores se
mezclan en el ojo del espectador, si este se coloca a la debida distancia. No hay otro
medio para detener satisfactoriamente el juego y el choque de elementos contrastantes:
la justa cantidad de rojo, por ejemplo, que se encuentra en la sombre de un verde, o el
efecto de una luz naranja sobre un color local azul o bien, a la inversa, el de una sombra
azul sobre un color local anaranjado. Si estos elementos se combinan de otra manera,
y no por mezcla óptica, lo que se obtiene es un color sucio.
Henri Edmond Cross
El objeto de la descomposición de los colores es conferir al color el mayor esplendor
posible, crear en el ojo -mediante la mezcla de las partículas de color yuxtapuestas- una
luz coloreada, el brillo de la luz y los colores de la naturaleza. De esta fuente de toda
belleza, tornamos nosotros las partes fundamentales de nuestras obras, pero el artista
debe seleccionar esos elementos. Un cuadro de líneas, y colores, compuesto por un
artista genuino, representa una plasmación más mediata que la copia de la naturaleza
tal y como nos la ofrece la casualidad. La técnica de descomposición de los colores
asegura precisamente a la otra, una armonía cabal -divina proportione-, merced a la
correcta distribución y exacto equilibrio de aquellos elementos, y según las reglas del
efecto de contraste, gradación e irradiación. Los neoimpresionistas aplican estas reglas
-que los impresionistas solo observaron aquí y allá y por instinto- en la forma más
constante y estricta. Los neoimpresionistas no atribuyen importancia a la forma de la
pincelada, puesto que no les sirve como medio expresivo del modelado, del sentimiento
o de la imitación de la forma de un objeto. Para ellos, la pincelada no es más que una
de las innumerables partes que, en conjunto, componen el cuadro; un elemento que
desempeña el mismo papel que la nota en una sinfonía. Sensaciones tristes o jubilosas,
estados de ánimo apacible o agitado no se expresan ya a través del virtuosismo de la
pincelada, sino mediante la correlación de líneas, colores y tonos. El arte de los
coloristas está evidentemente asociado, en cierto sentido, tanto con la matemática como
con la música. Frente a una tela todavía intacta, el pintor debería determinar ante todo
cuáles son los efectos de líneas y superficies que la cruzan, cuáles los colores y tonos
que deberían cubrirla. La descomposición de los colores es un sistema que busca
armonía, es más una estética que una técnica.
Los cuadros neoimpresionistas no son estudios ni cuadros de caballete: son ejemplos
de un arte de gran despliegue decorativo, que sacrifica la anécdota a la línea, el análisis
a la síntesis, lo fugaz a lo perdurable, y confiere a la naturaleza -tan hastiada ya de que
se la reproduzca en forma dudosa- una verdad intangible"
POSTIMPRESIONISMO
El Postimpresionismo no es un movimiento propiamente dicho, en el sentido en que
lo era el Impresionismo y lo serían muchos otros después, es decir, un grupo de artistas
que se reúnen, discuten, intercambian ideas y logros para, finalmente, elaborar una
estética compartida, una técnica pictórica y una teoría artística más o menos explícita
que han de plasmar en sus obras. Tampoco puede decirse que es una escuela o estilo
a la manera del barroco, el clasicismo o el cubismo, es decir una estética compartida y
aplicada por muchos artistas en una misma época y en un amplio espacio geográfico.
Vincent Van Gogh “Noche estrellada – 1889”
Es más bien una categoría creada por los críticos e historiadores del arte para agrupar
a algunos artistas que comparten una misma ubicación cronológica: llegar tras el
impresionismo; haberse formado en él en los comienzos de su actividad artística; y
ubicarse estéticamente como una oposición o superación del impresionismo, sin que
ello signifique rechazar sus logros. Por lo demás, no pertenecen a una misma
generación; no trabajan en un mismo sitio; no tienen muy estrecha relación personal
entre ellos, y, fundamentalmente, sus búsquedas estéticas y plásticas son diferentes.
Cada uno, según su personalidad y convicciones, encaró de modo diferente la
rectificación de los errores que criticaban al Impresionismo. Pero, en conjunto, estos
artistas, Cézanne, Van Gogh, Gauguin y Seurat, constituyen el puente o la transición
entre el impresionismo y los movimientos del siglo XX: el cubismo, el fauvismo, el
expresionismo, el futurismo, etc. Y lo son precisamente por otro aspecto que los une y
justifica el agruparlos bajo un mismo rótulo: el común interés por recuperar para la
pintura el rigor compositivo, la clara definición lineal de las figuras, es decir, aquellos
elementos del gran arte de todos los tiempos que el Impresionismo sacrificó en haras
de la captación de lo fugaz. Y otro elemento común, este sí, inaugural en la Historia del
Arte: su afirmación de la autonomía de la imagen pintada de toda dependencia con la
realidad; para estos cuatro genios el motivo es sólo un pretexto para una creación
artística: el cuadro es una realidad, regida por sus propias leyes, que son las leyes de
la plástica.
Paul Gauguin Matamoe - 1892
El término postimpresionismo fue utilizado por primera vez en el año 1910, en ocasión
de una exposición de la Galería Grafton, donde se exhibieron obras de Cézanne, Van
Gogh, Gauguin, Seurat y Signac. En ese momento, estos creadores (excepto Signac,
todos fallecidos) ya hacía tiempo que habían alcanzado la madurez en sus propuestas,
cuyos postulados habían comenzado a elaborar en la década de 1880. La crítica
posterior separa a Seurat y Signac de éste grupo de postimpresionistas,
denominándolos como "neoimpresionistas", dado que ellos mismos no se colocan
como reacción al impresionismo, sino como «...un modo de pintar que es la
consecuencia necesaria del impresionismo.» En otro sentido, los neoimpresionistas, a
diferencia de los otros tres postimpresionistas, sí pueden ser considerados como un
movimiento, pues constituían un grupo que seguía y aplicaba en sus obras las ideas y
la técnica creada por Seurat y se reunía habitualmente en el taller de Signac o en
algunos bares de París, donde debatían los más diversos temas artísticos. Este no es
un aspecto menor; conscientemente o no, Cézanne, Gauguin y Van Gogh debieron
pagar un alto precio por su posición de vanguardia renovadora: la marginación de una
sociedad que no los comprendía y que ellos no aceptaban. La evasión era entonces, la
única salida posible a través de los pocos modos practicables: el refugio sereno y aislado
de Cézanne en un pequeño pueblo de la Provenza; la búsqueda de lo primitivo y lo
exótico, primero en Bretaña y finalmente en la Polinesia, de Gauguin o, más
trágicamente, la locura y el suicidio de Van Gogh.
Sin negar la importancia de Seurat y el Neoimpresionismo y su influencia sobre los
artistas de las primeras décadas del siglo XX, puede decirse sin dudar que estos tres
pintores son los fundadores del arte moderno, los visionarios sin los cuales no se pueden
comprender los movimientos más importantes que les sucedieron. No se entienden el
cubismo y la abstracción sin Cézanne, el fauvismo sin Gauguin ni el expresionismo sin
Van Gogh. Es en el marco del arte del siglo XX donde cobra sentido
el postimpresionismo y se puede percibir la verdadera dimensión de estos tres genios,
adelantados a su época y, por eso mismo, condenados a la soledad.
APORTACIÓN DE RODIN
Rodin es un escultor muy difícil de encasillar dentro de un estilo único y preciso. Se lo
puede ver, a veces, como impresionista, otras como simbolista o expresionista. Lo cierto
es que su aporte más significativo a la escultura fue su capacidad de liberarla de las
reglas académicas propias del siglo XIX, y crear una escultura viva, libre, humana.
La escultura era un instrumento para su personal interpretación de la naturaleza. Funde
la técnica impresionista, que con la rugosidad de las superficies y la multiplicación de
planos, obtiene efectos de luz y de vida profunda de las figuras.
 RODIN Y LAS EMOCIONES EN LA ACCIÓN CREADORA:
Para Rodin, la belleza en el arte consistía en una representación fidedigna del estado
interior, y para lograr este fin a menudo distorsionaba sutilmente la anatomía. Su
escultura, en bronce y mármol, se divide en dos estilos. El estilo más característico
revela una dureza deliberada en la forma y un laborioso modelado de la textura; el otro
está
marcado
por
una
superficie
pulida
y
la
delicadeza
de
la
forma.
Aunque sus obras sean hoy copiadas en mármol o en bronce, Rodin fue sobre todo un
modelador, decía: “Modelar es reflejar la vida”. Más que interesarle la perfección formal
o la belleza lo que pretendía era plasmar la vida, y para él la vida era la fuerza, el
movimiento y la acción. Afirmaba: “La escultura no tiene necesidad de originalidad sino
de vida… Creo que el movimiento es lo esencial y en todo lo que hago intento
conseguirlo.”
El Pensador (1880-1889)
Su obra nos señala que nada será siempre totalmente completo, que todo acontece en
la corriente del tiempo, y que la materia es la madre que continuamente da a la luz, que
la creación es un proceso inacabable, y no un hecho consumado, en resumen, la
aceptación de la teoría y la filosofía de la evolución, lo que da a la concepción de Rodin
su altura extraordinaria. Rodin poseía una extraordinaria pasión por el material que
trabajaba en su forma original, por el cual profesaba un deseo de explorar
continuamente todas sus posibilidades y capacidades. Si Miguel Ángel dejó sus figuras
incompletas y aún dominadas por la materia de la que estaban hechas, fue en gran parte
porque las circunstancias le impidieron terminarlas. En el caso de Rodin, lo incompleto
es parte consciente y calculada de su diseño expresivo. Rodin traspasa los límites más
allá de la mera descripción, para él los hechos no son nada en sí mismo; solamente
cuando se les trae de nuevo a la memoria adquieren el color subjetivo necesario, y el
artista puede tratar con ellos con la autonomía necesaria en su proceso de creación. Es
por esta razón, que Rodin prefería trabajar basado en una imagen de la memoria y no
directamente en un modelo vivo, y cuando lo hacía, solo realizaba un boceto rápido o
una impresión en cera o arcilla blanda. Así, luego de que las formas decantaban en su
memoria, y habían adquirido un carácter más subjetivo y personal, Rodin realizaba sus
obras, con la profundidad psicológica que las mismas poseen, y que elevaron a éstas
por encima de lo meramente académico y vulgar.
FIN DE SIGLO
ART NOUVEAU
Modernismo es el término con el que se designa a una corriente de
renovación artística desarrollada a finales del siglo XIX y principios del XX, durante el
periodo denominado fin de siècle y belle époque. En distintos países recibió diversas
denominaciones: Art Nouveau–en Bélgica y Francia–, Jugendstil –en Alemania y países
nórdicos–, Sezession –en Austria–, Modern Style –en los países anglosajones–, Nieuwe
Kunst –en Países Bajos– y Liberty o Floreale –en Italia–.
Todas
estas
denominaciones
hacen
referencia
a
la
intención
de
crear
un arte nuevo, joven, libre y moderno, que representara una ruptura con los estilos
dominantes en la época, tanto los de tradición academicista (el historicismo o
el eclecticismo) como los rupturistas (realismo o impresionismo). En la estética nueva
que se trató de crear predominaba la inspiración en la naturaleza a la vez que se
incorporaban novedades derivadas de la revolución industrial, como el hierro y el cristal,
superando la pobre estética de la arquitectura del hierro de mediados del siglo XIX.
En gran medida estas aspiraciones se basaron en las ideas estéticas de John
Ruskin y William Morris, que proponían democratizar la belleza o socializar el arte, en el
sentido de que hasta los objetos más cotidianos tuvieran valor estético y fueran
accesibles a toda la población, aunque sin utilizar las nuevas técnicas de producción
masiva que impedían el desarrollo del buen hacer artesanal. El modernismo no sólo se
dio en las artes mayores (pintura, escultura y arquitectura), sino también las artes
menores, aplicadas o decorativas, en las artes gráficas y en el diseño de mobiliario,
rejería, joyería, cristalería, cerámica, lámparas y todo tipo de objetos útiles en la vida
cotidiana, incluido el mobiliario urbano, que pasó a tener gran importancia
(kioscos, estaciones de metro, farolas, bancos, papeleras, urinarios ). Muchos artistas
identificados con el modernismo son artistas «integrales». Especialmente, en el caso de
los arquitectos, no sólo proyectaban edificios, sino que intervenían en el diseño de la
decoración, el mobiliario, y todo tipo de complementos y enseres de uso diario que
habían de contener.
El modernismo no fue unánimemente recibido: una amplia corriente de opinión
identificaba sus formas con el concepto de degeneración (una desintegración orgánica
que corresponde a la desintegración social).
Las características que en general permiten reconocer al modernismo son:

Inspiración en la naturaleza y el uso profuso de elementos de origen natural pero
con preferencia en los vegetales y las formas redondeadas de tipo orgánico
entrelazándose con el motivo central.

Uso de la línea curva y la asimetría; tanto en las plantas y alzados de los edificios
como en la decoración.

Tendencia a la estilización de los motivos, siendo menos frecuente su
representación estrictamente realista.

Uso de imágenes femeninas en actitudes delicadas y gráciles, con un
aprovechamiento generoso de las ondas en los cabellos y los pliegues de las
vestimentas (drapeado).

Actitud tendente a la sensualidad y a la complacencia de los sentidos, llegando hasta
el erotismo en algunos casos.

Libertad en el uso de motivos de tipo exótico, sean éstos de pura fantasía o con
inspiración en distintas culturas, como por ejemplo el uso de estampas japonesas.

Aplicación envolvente del motivo tomando alguna de las características
anteriormente mencionadas en contraposición con las características habituales del
elemento a decorar. El elemento destacado de tipo orgánico envuelve o se une con
el elemento que decora.
La derivación de estas características del modernismo o Art nouveau en la década de
1920 dio origen al denominado Art decó, con el que a veces se identifica, aunque tiene
características marcadamente diferentes.
La utilización habitual de los términos modernism (en inglés) o modernisme (en francés)
no se refiere a este movimiento artístico, sino genéricamente a las vanguardias o al arte
moderno, dentro de lo polisémico de ambos conceptos.
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