Grado 4º R.·.E.·.A.·.A.·. Maestro Secreto La Masonería es una sucesión de alegorías, sin embargo, son meros vehículos que transportan grandes lecciones de moralidad y filosofía. Uno aprecia más completamente su espíritu, sus objetivos, sus propósitos, cuando avanza en los diversos grados, puesto que constituyen un gran sistema, completo y armonioso. Los primeros tres, grados simbólicos, nos han llegado a nosotros de una edad cuando los símbolos eran utilizados, no para revelar, sino para cubrir. Era una edad, cuando el aprendizaje más común era confinado a unos pocos selectos. Era una edad en la que los principios más simples de moralidad parecían verdades recientemente descubiertas. Por lo tanto, pudo parecerle a uno que sus lecciones en moralidad no eran nuevas, la instrucción científica solo rudimentaria, y los símbolos explicados en forma imperfecta. Sin embargo, estos grados antiguos y hermosos ahora se mantienen, en su grandeza ruda y mutilada, como columnas quebradas de un templo Druídico sin techo. Son la entrada al gran templo Masónico, las triples columnas del pórtico. Habéis dado el primer paso sobre el umbral, a través del pórtico, hacia el santuario interno y el corazón del templo. Ahora estáis en el camino que conduce cuesta arriba a la montaña de la verdad. Depende de vuestra Reserva, Obediencia y Fidelidad, para avanzar, o seguir estacionario. Pensad no que podéis haceros verdaderamente Masón aprendiendo lo qué comúnmente se llama "el trabajo". La Masonería tiene una historia, una literatura y una filosofía. Sus símbolos y ceremonias os enseñaran mucho, pero mucho debe ser buscado en otra parte, porque el Masón verdadero es, o debe ser, un serio investigador del conocimiento. Unas pocas lecciones rudimentarias en arquitectura, algunas máximas familiares de moralidad, no deben satisfacer más al investigador serio que persigue la verdad Masónica. Dejad al que esté contento con tan poco, no busque subir más arriba. Si quisierais entender las hermosas y armoniosas proporciones de la Masonería, debéis leer, estudiar, reflexionar y discriminar. Si hicierais esto, aprenderéis que la francmasonería es una benefactora universal de la humanidad, nacida en la misma cuna de la raza humana. Aprender, hacerse sabio, es una necesidad de cada alma verdaderamente noble. Enseñar, compartir nuestra sabiduría y conocimiento con otros, es el impulso de una naturaleza noble, y el trabajo más digno del hombre. Lograr la verdad, y servir a nuestro país y la humanidad, es un destino verdaderamente noble. De aquí en adelante y toda vuestra vida, estos principios deben dirigir vuestra conducta diaria. Si ascenderéis a este destino alto, avanzad. Si tenéis otros objetivos menos nobles y estáis contento con un vuelo más bajo, deteneos aquí; dejad a otros escalar a las alturas y la Masonería que satisfaga su misión. Si avanzáis, ceñid vuestras espaldas, pues el camino es largo y laborioso. El placer, todo sonriente, os hará señas por un lado, mientras que por otro, la indolencia os invitará a soñar entre las flores. Preparaos a través de la Reserva, Obediencia y Fidelidad para resistir las tentaciones de ambos. Cuando prestáis un juramento ante Dios, evitad el no pagarlo. Es mejor que vos no juréis, a que juréis y no pagarlo. No seáis impetuoso con vuestra boca, no permitáis que vuestro corazón sea precipitado de proferir cualquier cosa frente a Dios. Pues Dios está en el cielo y vos estáis sobre la tierra. Por tanto, haced que vuestras palabras sean pocas. Considerad bien que es lo que vos prometéis, pero una vez que se dé la promesa y el compromiso, recordad que aquél que es falso con sus obligaciones será falso con su amigo, con su familia, con su país y con Dios. La palabra de un Masón, como la palabra de un Caballero en la época del Código de Caballería, debe ser sagrada, y el juicio de sus hermanos sobre él que viole su obligación debe ser tan severo como el juicio de los censores Romanos sobre el que violó su juramento. La buena fe es venerada entre los Masones como era entre los Romanos, los que colocaron su estatua al lado de Júpiter Optimus Maximus. Nosotros, como los Romanos y los caballeros de antaño, sostenemos que la calamidad debe ser elegida siempre antes que la bajeza y que uno debe elegir siempre morir antes que ser deshonrado. Un francmasón, por lo tanto, debe ser un hombre de honor y de conciencia, prefiriendo su deber antes que cualquier otra cosa, incluso antes que su vida; independiente en sus opiniones, de buenas morales, sumiso a las leyes, dedicado a la humanidad, a su país, a su familia; bueno e indulgente con sus hermanos, amigo de todos los hombres virtuosos, y listo para asistir a sus compañeros por todos los medios en su poder. Así vos fuereis fiel a vos mismo, a vuestros compañeros, y a Dios, así haréis honor al nombre y al grado de Maestro Secreto; el cuál, como otros honores Masónicos, degrada si es que no es merecido.