ÉTICA PROFESIONAL EN LA DOCENCIA: RESPONSABILIDAD PERSONAL Y SOCIAL ≠ EN LA FORMACIÓN DE LA PERSONA Y DEL CIUDADANO Prof. Carolina Pallas Febrero 2009 Introducción Profundizar en la ética y la práctica pedagógica del docente es indagar en un ámbito insuficientemente abordado y con escasos tratamientos desde la investigación. Es importante señalar que el desempeño ético del docente depende de la formación personal y profesional a través de su praxis, dentro y fuera de la institución educativa, lo cual le permite asumir un compromiso activo o pasivo. El docente sabe que tiene una responsabilidad ética y social que cumplir, me refiero a que en la praxis educativa se encuentra como una de sus funciones centrales: confiar el mundo a nuevos sujetos. La formación docente como una actividad permanente no puede centrarse sólo en la formación para la docencia y para la investigación y producción de conocimientos, sino que de forma transversal se encuentra la formación actitudinal que es necesaria para desarrollar ambos aspectos esenciales de la labor del docente. (Manjón Murillo, 2001) Como reconocen diversos autores, en toda aproximación pedagógica al conocimiento se hayan imbricadas implicancias formativas cuyo valor ético, caracterizado por el incentivo de virtudes sociales y capacidades de autonomización y deliberación, constituye el núcleo de una reformulación no sólo de la labor cotidiana del docente, sino de su necesidad de profesionalización; la que debe entrañar una docencia comprometida con los intereses comunes de la sociedad y de quienes reciben formación educativa. (Montenegro y Peña, 2004) Dadas estas consideraciones previas, presentaremos las cuatro secciones en las que se divide este artículo: ≠ Publicado en “Materiales para el concursos de efectividad de Maestros”. Aula, Montevideo, Julio 2009. 1 En primer lugar es necesario aclarar de lo que no trata un artículo que pretende dar cuenta de la ética docente, es decir, el presente texto no pretende ser ni un ensayo sobre el perfil del docente, ni un listado de las cualidades que debe reunir para ejercer su oficio, ni es sobre la educación moral o axiológica de los educandos, ni de la enseñanza filosófica en ética. Pretendemos, entonces, hacer una introducción a la problemática que implica la “ética docente”, enmarcada en las discusiones sobre la ética profesional. Por tal motivo, en la primera parte se hará una breve introducción a la ética y a la ética profesional para dar el marco desde el cual se realiza este trabajo. En segundo lugar, haremos una aproximación a los elementos fundamentales de la Ética Docente. Como es harto sabido por todos los docente, partimos de la afirmación de que el acto de enseñar no está divorciado de la ética en general ni de la ética profesional, ya que se exige del docente valores, conductas, normas, principios, obligaciones tanto individuales, como grupales e institucionales. El docente tiene una responsabilidad deontológica, esto es una serie de deberes como profesional de la educación, y nos referimos al docente en un sentido amplio, ya sea que ejerza la docencia en el aula o desde otros ámbitos directivos o académicos, en los cuales nunca deja de ser docente. A la responsabilidad intrínseca de cada profesión, en el caso de la educación, la escuela y el educador nos encontramos en la actualidad en la asunción de un nuevo rol como actores sociales y como ciudadanos comprometidos en mejorar la calidad de los procesos educativos en un mundo donde se nos ha impregnado el escepticismo, el relativismo, y la subjetividad descomprometida como paradigma ético dominante. Es decir, que el comportamiento ético es tanto como docente como en su condición de ciudadano pleno, y por lo tanto presentaremos lo que se entiende por una docencia responsable y comprometida éticamente con el contexto social, nacional y mundial que lo rodea y afecta. La segunda parte de este artículo abordará la acción educativa como inevitablemente conectada con el compromiso social. Y como se verá, no sólo implica la responsabilidad individual de actualización y disposición permanente a aprender 2 y a construir conocimiento sobre su propia práctica, sino que conlleva prácticas concretas hacia los educandos, hacia sus colegas y hacia la institución en general. En tercer lugar, partiendo de la relación dialéctica entre democracia y educación, se presenta una concepción de ciudadano -basándonos en la democracia deliberativa- y los aspectos en que la educación debería formar para esta concepción. Entendemos que la tarea docente constituye un aporte valioso en el desarrollo de una conciencia crítica transformadora, elemento fundamental para favorecer los cambios sociales y valorativos. En este sentido, enseñar a convivir o vivir en convivencia, implica la aplicabilidad de una ética común, la cual conlleva al reconocimiento del otro. El educador además de ser facilitador en la construcción de los conocimientos, debe convertirse en fomentador de análisis, inductor de cambios, activador de búsqueda, motivador de experiencias, suscitador de discusión y crítica, generador de hipótesis, planteador de problemas y alternativas, para dar respuestas a un grupo de personas que piensan, crean, transforman, organizan y estructuran conocimientos y viven con otros pares. En definitiva asumimos en este trabajo que todo acto educativo encierra un comportamiento ético y toda educación es ética. Y por tanto tiene como imperativo formar y preparar sujetos morales, capaces de construir y ejercer su condición de ser humano en el mundo. (Prieto Sánchez, 2007) Finalmente, aportamos como anexo una guía que colabore en el imprescindible debate entre todos los integrantes de la comunidad educativa, que posibilite la construcción de un código de ética docente. 3 I- Aclarando términos1 La primera dificultad con la que nos encontramos al abordar de qué trata la ética es que hay dos cosas diferentes, de naturaleza diversa, que abarca distintos niveles y que ambos se relacionan con la filosofía moral: por un lado hay acciones o prácticas que son ético morales, y por otro lado, hay un discurso, un lenguaje moral. El ser humano es un ser que realiza acciones, no sólo tiene comportamientos o tiene conductas, ya que cuando actuamos, tomamos decisiones, y además deliberamos y justificamos nuestras acciones, intentamos demostrar que hemos tomado la mejor decisión, o al menos, la menos mala. Estas acciones o prácticas se califican en morales cuando al menos cumplen estas dos condiciones: son acciones libres y voluntarias, es decir, las elegimos, conscientemente y, por tanto, son susceptibles de responsabilidad; y por otro lado son acciones que afectan a otros. Si bien hay dos fenómenos de naturaleza diversa que son ético morales, como lo son las acciones y el discurso, quizás lo más complejo de entender es el carácter de “universabilidad” de la ética. Si bien todo acto y juicio ético-moral implica una elección individual, decimos que la ética supera el punto de vista individual, supone una extensibilidad a los otros, además de que los afecta. ¿Por qué? • Porque en las relaciones cotidianas surgen problemas prácticos morales. Los individuos se plantean constantemente, tanto sobre las cosas más triviales como sobre las más graves, preguntas del siguiente tipo: ¿Qué debo hacer? y ¿Qué debería haber hecho?, ¿No hubiera sido mejor que hiciera...? ¿Qué límites tienen mis acciones?, ¿Hasta dónde puedo llegar? O ¿es deseable este fin? ¿son legítimos estos medios? ¿qué consecuencias tiene?2 La reflexión moral aparece cuando se guarda cierta 1 Parte de esta sección está basada en el artículo: Bioética: Panorama actual de los modelos de fundamentación. Pallas. 2008. 4 distancia crítica respecto, tanto a la situación en la que nos hallamos, como así, de las necesidades y deseos inmediatos. • Porque la libertad humana no es incondicionada: la presencia del otro es irrenunciable: hacemos nuestra vida con otros, dependemos de otros y es esa convivencia lo que es constitutivo de nuestra condición y lo que reclama la justificación de nuestros actos. • Porque las preguntas presentadas anteriormente cobran sentido respecto a la presunta existencia de reglas comunes. Reglas o normas de convivencia relacionadas con la comunidad, la tradición, la historia y que pueden ser explícitas o no, o ser universales o no. Pero su presencia estructura el ámbito de las acciones posibles, ya que tales reglas permiten discernir entre lo que es legítimo o no, entre lo que está y lo que no está justificado, entre lo que es más o menos legítimo, entre lo que es o no es moral. Es decir, la moral y la ética no son una cuestión de preferencias individuales, tampoco depende de una concepción estrictamente personal de lo que está bien o mal, no consiste en que cada cual se forje su sistema de valores o principios y se sienta legitimado para llamarlo ético. Esa es precisamente la razón por la que tiene sentido una reflexión común sobre los principios que se comparten. En principio, toda afirmación moral intenta, en cierto sentido, superar el punto de vista individual. "No debes matar", significa que "No es correcto ni por tu parte, ni por la mía, ni por la de ningún individuo, matar". En este contexto de universalidad, el enunciado moral iría más allá de nuestros deseos particulares. En otras palabras, resulta que la moralidad no es sólo una cuestión de creencias e inclinaciones arbitrarias personales: afecta a todos. 2 Cfr. Sánchez Vázquez, 1969:. ¿Debo cumplir la promesa que hice ayer a mi amigo, a pesar de que hoy me doy cuenta de que su cumplimiento me producirá ciertos perjuicios? Con referencia a los actos criminales cometidos por los nazis en la Segunda Guerra Mundial, ¿los soldados que, cumpliendo órdenes militares, los llevaron a cabo, pueden ser condenados moralmente? ¿Debo decir la verdad siempre, o hay ocasiones en que debo mentir? ¿Podemos considerar que es bueno el hombre que se muestra caritativo con el mendigo que toca a su puerta, y que durante el día -como patrón- explota implacablemente a los obreros y empleados de su empresa? Si un individuo trata de hacer el bien, y las consecuencias de sus actos son negativas para aquellos a los que se proponía favorecer, ya que les causa más daño que beneficio, ¿debemos considerar que ha obrado correctamente cualesquiera que hayan sido los resultados de su acción? 5 A partir de estas consideraciones podemos diferenciar la moral de la Ética (o Filosofía Moral). La moralidad es un factum, un hecho empírico, que tiene un origen histórico, ha sido legado, son las tradiciones y valores que influyen y que coexisten diversos en la moralidad actual. La pluralidad de valores no socava en absoluto el carácter común y compartido de nuestra experiencia moral. La moral se define como el conjunto de reglas y valores de conducta, admitidas (esas reglas se cumplen libre y concientemente, por convicción) por una comunidad en una época determinada, para regular las relaciones mutuas entre sus integrantes. Como señala el filósofo español Aranguren es una “moral vivida” a diferencia de la ética que es una “moral pensada”. En la primera se trata de responder a ¿cómo se espera que actué?, en la Filosofía Moral se busca responder a ¿qué se debe hacer? y ¿por qué?. La Ética es la reflexión filosófica sobre la moralidad, trata de indagar porqué hay moral y porqué determinadas normas pretenden obligar con legitimidad. La ética como disciplina filosófica centra su atención en los principios, formas y sentido de la praxis humana, en la naturaleza de la conducta individual y colectiva, sus fines, normas y valores, en el problema inherente al deber ser, la libertad, la obligatoriedad, las virtudes morales, entre otros. Es decir que la Ética, además de ser reflexión, es un saber para actuar. Podemos destacar dos tareas propias de la ética: fundamentar las normas (o cuestionar determinadas fundamentaciones), y la aplicación de las normas a ámbitos específicos, la llamada Ética Aplicada, que abarca desde la bioética a una ética de la empresa, de la publicidad, de las profesiones, entre otras. De acuerdo con lo anterior, el comportamiento ético adquiere significado cuando se le considera en función del ser humano y de la sociedad. La ética busca comprender que las personas viven en comunidad, no solo como humanos sino también con los humanos, es decir, viven en convivencia. Por tanto la Ética Aplicada tiene su especificidad y relevancia, ya que no basta con aplicar las teorías éticas a cada ámbito concreto, sino que es preciso tener en cuenta que cada tipo de actividad tiene sus propias exigencias morales y 6 proporciona sus propios valores. Así se distinguen campos de intereses particulares (como la Bioética, la ética ambiental, la ética empresarial) dado que la ética aplicada implica un análisis ético de las situaciones precisas destacándose la resolución práctica. Es en el marco de la Ética Aplicada donde se enmarca la llamada ética profesional o deontología. Habiendo presentado que es la Ética, es necesario definir “profesional”, como lo relativo a la profesión, sin desconocer que la noción de profesión aparece con la organización y la división del trabajo, y también, como consecuencia de ello, la distribución de los servicios. Entendiendo que la “profesión” es “el empleo, facultad u oficio que alguien ejerce y por el que percibe una retribución”3, la ética profesional trata de los cuestionamientos éticos que remiten a los problemas prácticos de orden socioprofesional a los que se enfrentan los miembros de una misma profesión, como por ejemplo, la peligrosidad de una técnica, la cuestión de la responsabilidad social, la confidencialidad, la honestidad e integridad profesional, la igualdad en la contratación, etc. La ética profesional requiere un diálogo interdisciplinario que permita la ampliación del problema identificado e introducir una perspectiva descentrada, es decir, irreductible a saberes de expertos. (Parizeau, 2001.) W. Carr y S. Kemmis (1988) reducen a tres los rasgos de la profesionalidad, los que nos remiten a la docencia como profesión: 1.- Conocimiento fundado en un saber teórico. 2.- Subordinación del profesional al interés y bienestar. 3.-Apelación a la autonomía (derecho a formular juicios autónomos, exentos de control extraprofesional). Respecto al primer elemento, que cumple el ejercicio de la docencia, se pueden plantear diversos interrogantes como: ¿Cuál o cuáles son los saberes que fundamenten la práctica educativa?. ¿Son suficientes unos saberes meramente teóricos para dicha práctica?. ¿Puede pensar que la docencia es una práctica que pueda realizarse como aplicación de dicho saber teórico?. Sin 3 Diccionario de la Real Academia Española. 7 lugar a dudas en la acción educativa debe haber conocimiento teórico pero no resuelve por sí mismo el cumplimiento de la tarea educativa. Referente al interés y bienestar, la docencia se caracteriza que estos apuntan a un bien común, de la sociedad en su conjunto. El docente no tiene ni podrá tener nunca un control del aprendizaje, pues éste depende de muchos y diversos factores además de su actuación didáctica. No obstante ello, esta dimensión de la profesionalidad nos acerca al carácter ético del ser docente, como un acto público, y por tanto con compromiso social. En el aspecto de la autonomía, es donde hay más limitaciones en la profesionalidad del docente, dependiendo del poder de participación en el contexto organizativo general dentro del cual se desarrolla su actividad. Pero si bien no es contradictorio la autonomía del docente con la consecución del bien común que implica educar, aparecen aspectos en tensión que se presentan como problemas éticos a resolver. (Molino Contreras, 2001). Los códigos profesionales sirven como marco de conducta de los profesionales y proporcionan directrices en el procedimiento de toma de decisiones éticas. Cuando se apela a la responsabilidad profesional no hay que pensarlo como contrapuesta o que disminuya la capacidad de decisión autónoma. Ambas son necesarias, ya que carecer de una deontología cuya base sea no violar este principio de autonomía, se presenta como básico. Asimismo, los códigos de ética profesional son un recurso importante contra los actos docentes no éticos que dañan la profesión, y lo que es más importante la educación y formación ciudadana (como el no respeto a la forma de pensar de los educandos, el desinterés en su labor docente, la negligencia en su formación, entre otros). Dentro de este marco, la docencia cumple y recrea específicamente estas tres exigencias fundamentales, propias de cualquier profesión: la construcción de conocimientos pertinentes para el estudiantado; el carácter de formación ciudadana, y la autonomía del docente que conlleva toda actividad profesional. La Ética Docente se encarga del estudio del carácter o modo de ser del profesional de la docencia, y a su vez del estudio de los derechos y los deberes que la práctica docente conlleva, y los códigos de Deontología profesional 8 consisten en un conjunto de normas morales que regulan el comportamiento del ejercicio profesional. Desde este punto de vista la praxis educativa encuentra en la ética un guardián que garantiza el bienestar y la calidad de vida del educando distanciándose de cualquier posibilidad de abuso, manipulación e injusticia, como también delimita el alcance de la tarea educativa y la responsabilidad del docente. La sociedad concede al docente una gran responsabilidad al reconocerlo como formador de hombres no sólo en habilidades y destrezas operativas y cognitivas, sino además en actitudinales.” (Jimenez, Luque y Chacin, 2005) Siguiendo a Huaquin, en este artículo, se utiliza el término responsabilidad en el sentido, que aunque si bien es personal, implica siempre un compromiso social. “El hombre es un ser personal y comunitario. Por lo tanto, su plena realización no puede darse en forma puramente individual. Toda responsabilidad, aunque personal, tiene un sentido comunitario. La relación con otros es tan natural que el hombre puede ejercer mejor su libertad en presencia de otros que absolutamente solo. Más aun, la libertad humana se desarrolla gracias a la presencia de otros; la convivencia establece relaciones de sentido que llevan a un crecimiento de libertades mutuas dirigidas a resolverse en responsabilidades compartidas. Evidentemente, la libertad humana implica también el abuso de ella, la presencia de otros puede significar la "coacción" en el sentido negativoesclavizador (hasta la aniquililación del otro); pero también significa en el sentido positivo-liberador, acción compartida, "co-acción" o, más claramente, "conacción". Si el otro significa la pérdida de libertad individual en una suerte de relación de "ser-contra-otro", también significa, esencialmente, la posibilidad de crecimiento de libertades individuales en la acción compartida. De esta forma, el hombre es más libre con otros que solo.” (Huaquin, 2005) 9 II. Una aproximación a los elementos fundamentales de la Ética Docente Ante el proceso de globalización, se le demanda a la educación que vaya gestando una cultura que globalice también la justicia, la solidaridad, y la igualdad. Para lograrlo, se requieren cambios estructurales en las funciones y formas organizativas, además de considerar cambios en la valoración del hombre, como en la experiencia cotidiana y profesional de sus docentes. Les corresponde a los docentes transmitir la herencia cultural con mentalidad crítica, propiciando a su vez la autonomía social y cultural del país. Esto requiere a su vez, de un docente calificado, motivado, reconocido por la sociedad, capaz de relacionarse con su medio social y sobre todo consciente de su responsabilidad con los estudiantes y de la unidad de su quehacer personal y profesional, como modelo de comportamiento ético para las nuevas generaciones y como orientador del conocimiento. Esta afirmación no implica desconocer que el desarrollo pleno de una profesión, tiene sus raíces en las condiciones económicas y sociales en las que se encuentra; que en nuestro país aún hay necesidades básicas que no están satisfechas. La ética en la práctica pedagógica se concreta en diversas dimensiones, de las cuales señalaremos las siguientes, siguiendo en gran medida la propuesta de Jimenez, Luque y Chacin: lo organizacional e institucional, lo colectivo y lo individual. Dimensión organizacional e institucional Según Cortina (1996), las organizaciones definen la responsabilidad moral al desarrollar un clima de confianza al respetar el pluralismo que la caracteriza, y al responder con responsabilidad social. Son las instituciones educativas en las que se debe aplicar los principios de la ética del diálogo que considera moral, correcto, justo el lograr un consenso, un acuerdo entre todos. Para ello se tiene que promover la comunicación entre el personal académico, valorar su trabajo, promover el debate que conlleve la construcción de un código de ética docente, organizar el trabajo en equipo de docentes para compartir experiencias y proponer cambios organizacionales deseados, estimular la cooperación, solidaridad y el respeto en las actividades organizacionales, como 10 también promover la formación de la ciudadanía convirtiendo a la institución educativa como el espacio propio para ello. Dimensión colectiva o intergrupal En el quehacer ético la decisión individual se une a la de otros y el resultado final es el de la acción colectiva y no el de la acción individual. No se puede ser libre o justo si no es a través de la relación con otros. La ética se ocupa de la dimensión racional de los fenómenos y la razón está ligada a la intersubjetividad. “Supongamos que una norma me parece correcta entablo un diálogo sobre ella con otras personas y descubro que carezco de argumentos, no sólo para convencerlos, sino para confirmar yo misma mi convicción “. (Cortina, 1996). Desde esta dimensión se propone: fomentar el desarrollo de las potencialidades a partir del colectivo y la influencia del entorno, procurar el bien colectivo basándose en la justicia, lograr el desarrollo de una aptitud emprendedora para resolver problemas más allá de las necesidades individuales, estimular a través del diálogo el establecimiento de acuerdos y consensos sobre lo correcto, de las actividades educativas, promover una democracia más solidaria desarrollando ambientes de trabajo altamente participativos, promover los procesos colaborativos de enseñanza aprendizaje actuando como co-aprendíces dentro del proceso educativo, así como, generar la reflexión sobre problemas éticos propios del acontecer académico. Dimensión Individual Esta dimensión se traducen en praxis cotidianas del docente en relación a diversos aspectos concretos, que como sostenemos en este trabajo si bien tienen un componente de responsabilidad individual se traducen en el compromiso social de la profesión docente. A modo de introducción presentaremos algunos de los aspectos que entrañan esta dimensión: • Con respecto a su formación personal, se incluye una actitud reflexiva y crítica ante su tarea, como también la búsqueda de una actualización y educación permanente.4 Es decir, docentes 4 Como señala Kart Marx en la Tesis 3 “Sobre Feuerbach”: La teoría materialista de que los hombres son producto de las circunstancias y de la educación, y de que por tanto, los hombres modificados son producto de circunstancias distintas y 11 estudiosos, capaces de desarrollar los planes y programas de estudios, para los cual deben prepararse consecuentemente, y poner especial atención a la preparación metodológica programada. Por la necesidad de teorías y métodos de enseñanza con el uso de recursos y medios que tengan la direccionalidad para llegar a sus estudiantes, lo que no se resuelve mediante el aprendizaje de meros saberes teóricos o puramente técnicos. • En la responsabilidad individual del docente aparece como ineludible que promueva una formación en los estudiantes que los haga capaces de discutir y confrontar diferentes puntos de vista que los guíen hacia la validación y comprensión del conocimiento, hacia la posibilidad de pensar, planificar y responder creativamente a las demandas cambiantes, en relación con otros sujetos. Como también saber comprender el mundo social y físico en el que interactúan y saber convivir con la pluralidad cultural desarrollando el respeto y la solidaridad. En relación a este aspecto, Manjón Murillo (2001) señala que no es estéril ni reiterativo -ya que no es ni harto sabido ni practicado- señalar como central la aceptación de la libertad de pensamiento de los estudiantes, pues a veces da la sensación de que se está adoctrinando o manipulando más que formando. No se debe imponer una determinada forma de pensamiento, sino que hay que enseñar a los estudiantes a pensar por sí mismos y a crear su propio pensamiento en la materia. En este sentido, se sostiene que la responsabilidad educadora de los docentes es pues la presentación de un mundo de conocimientos a nuevos sujetos, dentro de contextos que favorezcan su participación, crítica y desarrollo de un pensar propio". La autora también señala que en la consideración y respeto por los estudiantes implica eliminar la despersonalización, lo que requiere la inexistencia de aulas masificadas; conjuntamente con ello de una educación modificada, olvida que son los hombres, precisamente, los que hacen que cambien las circunstancias y que el propio educador necesita ser educado. 12 se debe tender a establecer una auténtica escucha y comunicación con los estudiantes, es decir, entablar una relación de empatía, pues la educación se basa fundamentalmente en un proceso de relación personal. Esto supone una actitud de humildad y disposición a aprender de los estudiantes. Como todos sabemos, si el proceso de relación y comunicación es unidireccional -sólo del docente hacia los estudiantes- no se deja espacio para que la educación se dé, incluso ni para que la instrucción se produzca. En todo caso el estudiante repetirá los conocimientos pero no aprenderá. • En la evaluación: relacionado con la difícil tarea de aplicar justicia en la evaluación de contenidos y actitudes. Hay veces, que parece dar la sensación, de que se realiza con menos transcendencia de la que tiene, pues es posible que no se sea, en ocasiones, muy conscientes de que se "cierran" o "abren puertas" al futuro y el hecho de realizarla con justicia es totalmente necesario. En este sentido, los autores indican algunas claves éticas como: en primer lugar, la coherencia en el tipo de evaluación que se elige. Es decir, debe existir una relación de coherencia entre los objetivos establecidos, el método seguido para la exposición de los contenidos y el sistema de evaluación que se utiliza. En segundo lugar, establecimiento, a priori, de pautas claras y objetivas de corrección que den como resultado una imparcialidad de tratamiento. Y por último, tratar de evaluar "algo más" que los conocimientos, incluyendo la evaluación de los procesos y actitudes. Molino Contreras (2001) presenta cinco características de la profesionalidad del docente en sentido ético: Competencia (se refiere a la habilidad o capacidad para resolver los problemas propios del trabajo. No solo se refiere a un saber teórico, sino a un saber práctico, o a la acción racionalpráctica; no es tanto un saber objetivo, sino la realización de ese saber teórico en una subjetividad, desde la experiencia y con un conocimiento suficiente, distinto y actualizado), Iniciativa (vinculada directamente a la competencia), 13 Responsabilidad (es una obligación acogida por el sujeto, que quiere hacerse cargo de las consecuencias de su acción por un lado, y pretende constantemente mejorar dicha acción por otro lado, para que las consecuencias sean crecientemente beneficiosas, para uno mismo y para los demás. La responsabilidad es la otra cara de la libertad; la cara de su incremento o desarrollo. La libertad aumenta progresivamente el potencial operativo del sujeto; y desde ese crecimiento se da cuenta de las acciones y se responde de los efectos), Dedicación (se refiere al ofrecimiento, entrega o asignación, el significado de dedicación aquí es el “estar por”. Dedicarse a algo es más que ocuparse de ello; la ocupación, aunque sea intensa, es un quehacer transitorio e inestable que concluye tendencialmente en la des-ocupación, en liberarse de la ocupación. Mientras que la ocupación tiene un carácter de imposición o necesidad externa, la dedicación es fruto de una voluntad íntima y constante. La dinámica de un quehacer realizado con dedicación tiende a la persistencia y no a la desocupación. La dedicación no tiene un sentido extensivo y cuantitativo, sino intensivo y cualitativo.), y Compromiso (todas las características anteriormente no pueden realizarse si no es desde un compromiso personal, que es un elemento radicalmente anti-objetivo, y reacio a toda medida y a toda estandarización, un compromiso sólo puede entenderse como un acto enteramente personal, pero, dada nuestra tarea, con responsabilidad social). Cómo transversal a todas dimensiones y aspectos que señalan los autores anteriormente citados, aparece como paradigmático el aprender a convivir, donde no se excluye la formación disciplinar y humanista, e integral, ya que la educación cumple con una de las funciones esenciales: el desarrollo pleno del ser humano, su libertad y la construcción de sociedades armoniosas. La práctica pedagógica que tenga a la ética como centro debe permitir a los estudiantes convertirse en seres capaces de construir su dirección racional en apertura, respeto y solidaridad hacia los demás hombres, lo que propone un docente motivado, capacitado y comprometido que contribuya a la formación integral de los ciudadanos. 14 Parece ineludible la tarea de promover la reflexión ética entre los docentes, a través de una participación activa dialógica, la sensibilización y la reflexión sobre los sistemas de valores que sostienen la convivencia, que permita construir un código de ética docente para resolver conflictos interpersonales de la práctica profesional, y concientizar acerca de la responsabilidad social y la colectiva de nuestra profesión. De esta forma se necesita el debate necesario para el desarrollo de un modelo ético consensuado para la práctica pedagógica que regule el desempeño profesional de los docentes. Esta discusión implicará reconocer que el imperativo económico de formación para el trabajo carece de fundamento sin la debida formación ética de los futuros ciudadanos, quienes habrán de juzgar y de decidir acerca de los rumbos adoptados en el pasado y a seguir en el futuro por sociedad. Siguiendo a Manjón Murillo (2001) “no se trata de que el docente tenga que ser un predicador moral, sino que en el desarrollo de su labor docente, el saber ser y el saber hacer son cuestiones que se implican de tal manera que no puede existir una sin la otra, por lo tanto la tarea de cualquier docente, si verdaderamente lo es, transciende del puro quehacer intelectual para llegar a todas las manifestaciones de la existencia humana, individual y social. Por lo tanto, la reflexión sobre la práctica no sólo debe ser sobre el dominio de lo cognitivo, sobre el dominio de la metodología y de los contenidos, sino que debe transcender este ámbito y situarse también en el dominio de lo ético, de lo afectivo, de los social, del ambiente de clase, y otros tantos factores y elementos que intervienen en el ejercicio de la función docente". 15 III. Hacia una concepción de ciudadano como fundamento de la praxis educativa5 Aprender a vivir con los demás es uno de los pilares de la educación, por tal motivo debe ser parte de la praxis docente de carácter ético fomentar el respeto de los derechos humanos, la democracia, la diversidad y la solidaridad, de manera que el aprendizaje conlleve a una convivencia pacifica, donde confluyan la adquisición de conocimientos y la formación responsable de la ciudadanía. Por ello, el diálogo y la reflexión deben protagonizar el proceso educativo y trascender el entorno de los centros docentes, contando con la implicación de toda la sociedad: estudiantes, docentes y comunidad. En este sentido, se debería desarrollar un modelo de educación que supere la tradicional perspectiva monocultural y etnocéntrica, y que favorezca el modelo de educación intercultural potenciador de la participación ciudadana como reflejo de integración social. Le corresponde al cuerpo docente fomentar estos ciudadanos activos e innovadores de la vida diaria, conscientes de sus derechos pero también de sus obligaciones. De hecho, es en la sociedad y en las instituciones educativas donde se inicia el aprendizaje de hábitos democráticos que permitan desarrollar conductas acordes con la vida en convivencia. Quizás la pregunta previa que debemos responder es ¿Qué tipo de ciudadanos debe formarse en el proceso de construcción de una sociedad civil fuerte y organizada, cimentada en los valores de la democracia, justicia, solidaridad, paz, respeto al medio ambiente, respeto por los derechos humanos y el desarrollo de los seres humanos, como mínimos para asegurar la convivencia democrática? (Prieto Sanchez, 2007) 5 En esta sección nos basamos en Pallas, C: Democracia Deliberativa y Educación: Una aproximación a Jürgen Habermas. Revista Conversación. Revista Interdisciplinaria de Reflexión y Experiencia Educativa. Nº8, Montevideo; Setiembre 2004. 16 La respuesta a esta pregunta, presupone un acuerdo sobre qué concepción de democracia nos basamos. Defendemos una democracia deliberativa que se separa tanto de la concepción liberal, como de la republicana, las que implican diferentes nociones de “ciudadano”6. Para la concepción de democracia liberal, en la que la política es el medio para realizar en la vida privada los ideales de felicidad, el ciudadano es receptor-pasivo-votante, y esencialmente portador de derechos. Para la concepción republicana, la política es el ámbito en el que los hombres buscan conjuntamente su bien, persiguen el bien común, el ciudadano es constructor-activo-participante, y es el soberano. La concepción de democracia deliberativa de Jurgen Habermas, siguiendo al republicanismo, tomará la necesidad de vinculación entre los miembros de una comunidad para ejercer el poder, como también la posibilidad de llegar a acuerdos. El problema está en que, en el marco del creciente pluralismo de culturas y de formas de vida de las sociedades actuales, no puede haber acuerdo total sobre todo y es posible superar las divergencias sólo en los aspectos básicos de la convivencia, en un nivel de consenso ético, pero sobre cuestiones políticas opera la negociación y el compromiso. Los republicanos no diferencian entre estos niveles y la política queda inmersa en la ética. Habermas sostiene que la ventaja del modelo republicano es la “autoorganización de la sociedad mediante ciudadanos unidos de manera comunicativa”, aunque tiene el inconveniente de ser “demasiado idealista y hace depender el proceso democrático de las virtudes de los ciudadanos orientados hacia el bien común. La política no consiste sólo en la autocomprensión ética, el error radica en el estrechamiento ético al que son sometidos los discursos políticos.” (Habermas, 1992) Este nivel donde es imposible el consenso debido a las sociedades plurales actuales, lo acerca a la propuesta liberal en la medida que el modelo republicano idealiza la política, ya que desde esta perspectiva todo puede resolverse en 6 Sobre teorías de la democracia, véase: Jurgen Habermas: “Tres modelos normativos de Democracia” (1992) en La inclusión del otro. Paidós, Barcelona, 1999 y Felix Ovejero Luna: “Teorías de la democracia y fundamentaciones de la democracia”, Revista Doxa, 19 (1996); pp. 309-355. 17 términos de consenso comunicativo. Este acento en el consenso implica, para Habermas, demasiada confianza en la comunicación. Pero se distancia del liberalismo – donde la ética no juega ningún papel políticoen la medida que entiende que la ética es fundante, es la condición de legitimidad del proceso político. Si en el modelo liberal tiene prioridad la autonomía privada sobre la dimensión pública, lo contrario ocurre en el republicanismo. Habermas se ubica en un punto medio: ambas dimensiones serían complementarias, igual de importantes y asentadas en un origen común, son “co-originales”. El ciudadano no podría hacer un uso de su autonomía pública si no poseyera la independencia necesaria garantizada por la autonomía privada; y, a la inversa, no podría asegurarse esta última si no puede hacer un uso adecuado de su autonomía pública. El objetivo es que se restrinjan simétricamente, de forma que se encuentren en una situación de equilibrio mutuo. No hay escisión entre autonomía privada y pública; ambas se posibilitan y condicionan mutuamente. Habermas entiende que los sujetos modernos actuales de las sociedades complejas ya no se pueden basar para vivir en común en mitos, religiones o en cosmovisiones metafísicas -no hay solución o acuerdo en estas discrepanciaspero pueden encontrar formas comunes de convivencia, porque la necesidad de vínculos sociales se mantiene. Únicamente puede haber democracia si los ciudadanos, más allá de sus ideas y sus intereses particulares, pueden entenderse sobre proposiciones aceptadas por todos. Se trata de consolidar la coexistencia y la comunicación entre posiciones, opiniones o gustos que se presentan primero como puramente subjetivos, y por lo tanto, reacios a toda integración. Para Habermas, esto es posible, pero, ¿cómo vincular lo universal con lo particular? ¿Qué forma de gobierno en el marco del pluralismo razonable en las sociedades actuales complejas? Mediante la comunicación y más concretamente, a través de la discusión y la argumentación.7 7 Josua Cohen, (2001) en el marco del llamado pluralismo razonable – aceptado tanto por los pensadores liberales como por Habermas-, afirma que “la gente es razonable, políticamente hablando, sólo si está dispuesta a vivir con otros en términos que esos otros, como libres e iguales, también encuentran aceptables”. Los ciudadanos son libres si no hay 18 El modelo normativo de democracia deliberativa propuesto por Habermas tiene en cuenta “el derecho a mantener la propia forma de vida cultural y la obligación de aceptar el marco político de convivencia definido por los principios constitucionales y los derechos humanos.” Si bien entiende que el ciudadano “se constituye mediante una red de relaciones igualitarias de reconocimiento recíproco... [que] exige de cada uno el adoptar perspectivas de participante en primera persona del plural, y no sólo la de un observador o actor que orienta en cada caso su propio éxito.”, el problema con el que se encuentra es que este reconocimiento implica esfuerzos cooperativos de una práctica que no se puede imponer. Frente a la concepción liberal "pasiva", dado su énfasis en los derechos puramente privados y en la ausencia de toda obligación de participar en la vida pública, Habermas entiende que hay que revertir el papel pasivo y marginal que tiene el ciudadano liberal, que sólo toma en cuenta el interés individual, sin autocomprenderse en una práctica política común. Pero su acercamiento a la concepción republicana de ciudadano tiene su límite, en tanto no toma en cuenta cómo efectivamente se puede hacer uso del rol de ciudadano, cómo se vehiculiza el ejercicio real de los libertades políticas. La vida privada también necesita ser protegida. Jurgen Habermas en Tres modelos normativos de democracia (1992), deslinda el concepto de ciudadanía tanto: “como un actor colectivo en el que todo se refleja y actúa por sí (...) [ni como] actores individuales que actúan como variables dependientes en los procesos de poder que transcurren de manera ciega, ya que más allá del actor individual de votar no puede darse ninguna decisión colectiva plenamente conciente”. perspectiva religiosa o moral que fundamente el poder político, los ciudadanos pueden rechazar o aceptar distintas opiniones sin condicionamientos. Pero además, esta perspectiva requiere igualdad: todos los ciudadanos tienen la capacidad de discusión que autorice el ejercicio del poder. Frente a la pluralidad de cosmovisiones la única fuerza integradora es la razón pública, lo que significa que podemos aceptar que los otros pueden tener buenas razones para seguir sus formas de vida. No significa que estas deban converger, sino que pueden coexistir políticamente. Para ello deben tener puntos comunes, se requiere algún acuerdo, por ejemplo la injusticia de ciertas prácticas, como es la esclavitud. La perspectiva de que la justificación de las decisiones colectivas deberá ser pública, ha recibido críticas desde diferentes contiendas: Hayeck, Lyotard, Foucault. 19 Es necesario caracterizar la deliberación, requisito fundamental del ciudadano habermasiano, para la cual se basa en el procedimiento ideal de deliberación y toma de decisiones que presenta Josua Cohen: Las deliberaciones se realizan en forma argumentativa, es decir, mediante el intercambio regulado de informaciones y razones entre partes que hacen propuestas y las someten a crítica. Las deliberaciones son «inclusivas» y públicas. En principio no puede excluirse a nadie; todos los que pueden verse afectados por las resoluciones han de tener las mismas oportunidades de acceso y participación. Las deliberación están exentas de coerciones externas. Los participantes son soberanos en la medida en que sólo están ligados a los presupuestos comunicativos y reglas procedimentales de la argumentación. Las deliberaciones están exentas de coerciones internas que puedan mermar la igual posición de los participantes. Todos tienen la misma oportunidad de ser escuchados, de introducir temas, de hacer contribuciones, de hacer propuestas, y de criticarlas. Las posturas de afirmación o negación vienen sólo motivadas por la coerción sin coerciones del mejor argumento.” ¿Qué nos reclama esta caracterización de la deliberación? Las capacidades que necesitan los ciudadanos parecen ser rigurosas y exigentes: reflexionar y hacerlo adecuadamente, saber escuchar, saber deliberar, no excluir y tolerar a los “otros”. Pero así mismo estas sólo son posibles desarrollarlas en función de la educación que le brindemos a las generaciones futuras, por ello una ética docente deberá tener en cuenta qué ciudadano, para qué democracia. Si nos enmarcamos en la propuesta habermasiana tres elementos nos resultan básicos: la argumentación, la información y la cultura política -formación y práctica ciudadana-. Capacidad Argumentativa 20 La deliberación exige no sólo el diálogo sincero y el explicitar razones; sino que nos compromete con la disposición a cambiar el propio juicio. Sostener que mi juicio es correcto supone admitir que es defendible por razones, al invocar razones reconozco que mis preferencias están subordinadas a un tribunal que muy bien puede mostrar- a mí, que soy el que lo invoca- que estoy equivocado: mi compromiso no es con las preferencias, sino con la argumentación que la fundamenta. En ese sentido, rectificar mi juicio es, en rigor, confirmar la corrección de mi sistema de fundamentación.” Que todas las ideas (menos el fundamentalismo, que no dan cabida a otras interpretaciones) tienen presumiblemente el mismo valor, es lo que constituye el sentido del respeto democrático. Se quiere decir que, todas las valoraciones, preferencias e intereses pueden ser sometidas al foro, a la discusión pública, pero no todas tendrán igual valor. Esto también consiste en que es posible demostrar que no todo es lo mismo, no todas las ideas valen per se: La democracia se justifica como un procedimiento para determinar las mejores ideas, y el procedimiento requiere que todas las ideas se puedan expresar. El diálogo hace posible que en la relación con el “otro” y el “diferente” pueda desarrollarse un intercambio. Ese intercambio de opiniones posibilita la comprensión recíproca, que tiene como consecuencia, por un lado, no usar la violencia en contra del otro -en contra de quien profesa ideas distintas- y por otro lado, el reconocimiento del otro como igual en dignidad y conocimientos, es decir, reconocer a todos los participantes la distribución simétrica de oportunidades de hablar y sacar temas, la libertad para iniciar y mantener una discusión crítica y evaluar argumentativamente todas las posturas. El reconocimiento de toda persona como interlocutor válido, con derecho a expresarse y defender sus argumentos, comprende que las personas no se crean portadores de la verdad y que es posible llegar a entenderse, aunque no signifique llegar a acuerdos totales. Estar predispuesto no sólo a aceptar la resolución final sino a entender que la decisión correcta es la que atiende a intereses universalizables y no grupales o individuales. Supone la empatía con los otros y sus problemas, tomar la autonomía de los demás y la nuestra en serio, atender igualmente los derechos e intereses de 21 todos, respetar al interlocutor desde la solidaridad: pensar poniéndose en su lugar. Información La discusión racional debe estar enmarcada no sólo en los derechos de libre pensamiento y participación; sino que – y en este caso creemos que es decisivoen la información que tengan los ciudadanos. Uno de los problemas a los que se tiene que enfrentar Habermas consiste en que la aparición de los nuevos medios de comunicación, en especial las grandes agencias de noticias bajo la influencia de los Estados, han convertido al ciudadano en consumidor de entretenimientos y de noticias presentadas en forma “manipulativa” y controladora. Es en este ámbito dónde una praxis educativa juega un papel central, ya que no se trata de transmitir mera información, sino que se debe brindar elementos para la comprensión, la crítica y la elaboración de conocimientos. Formación y Práctica ciudadana El ciudadano habermasiano exige conciencia no sólo de derechos, sino también de responsabilidades; es decir, de una participación responsable en el desarrollo del proyecto comunitario. Parece necesario que la comunidad política se responsabilice de la formación ciudadana, sino carecería de sentido involucrarlos en la formación de la opinión pública. Para que los ciudadanos, teniendo los canales necesarios, participen de manera más sistemática, se debe promover e impulsar la importancia que tiene el incidir en las decisiones públicas, y además, que esto suceda –que realmente incidany que no sea puro fiasco. Por lo tanto, la propuesta habermasiana exige una nueva cultura y práctica política ciudadana, la que podemos caracterizar como una actitud propositiva y responsable en la participación pública por parte de los ciudadanos. 22 Será necesario quebrar la concepción dominante acerca de la participación, romper con la desconfianza en la capacidad de los ciudadanos como sujetos políticamente capaces para ejercer su facultad de decisión y juicio. Esto implica: o el ciudadano no puede ejercer su tarea y responsabilidad total como constructor de lo público si el Estado no le reconoce esta posibilidad como parte de su ciudadanía. o cambiar la relación ciudadano-político: los representantes emanados de los procesos electores deben abrirse a una real participación de los ciudadanos en el ámbito público, promoviendo e integrando a los ciudadanos al mismo. Esto no significa sustituir las funciones de las autoridades públicas sino que debe convertirse la autorización de ejercer el poder político de manera corresponsable: uno influyendo en las decisiones y el otro escuchando y acatando el mandato que la ciudadanía le otorgó. Los ciudadanos deben estar más informados y preparados en cuanto al funcionamiento de las estructuras e instituciones de gobierno; por lo tanto resulta necesario que los ciudadanos conozcan las reglas y los procedimientos formales de la democracia. La necesidad por parte de los ciudadanos de un conocimiento de sus derechos ciudadanos y un ejercicio responsable de los mismos, nos plantea que el sistema educativo esté acorde, teniendo que contribuir a la construcción de espacios democráticos de donde emerjan ciudadanos participativos. La educación debe proveer de información, dotar de elementos argumentativos, críticos, de evaluación; y promover actitudes específicas; rompiendo con la idea de que el gobierno y la sociedad deben estar separados. Esto quiere decir que nuestro papel de educadores es facilitar la discusión reflexiva ciudadana. Y como mínimo nos exige que los estudiantes: 23 - Conozcan los derechos y obligaciones que como ciudadanos les asignamos a nuestros gobernantes, y los que nosotros mismos tenemos como ciudadanos. - Entiendan la necesidad de buscar el equilibrio entre los intereses de los ciudadanos particulares con los otros grupos de ciudadanos como para alcanzar el interés general. - Entiendan que ningún gobierno puede hacer bien sus funciones si no cuenta con el apoyo razonado y decidido de la ciudadanía. - También es insoslayable formar en ámbitos de tolerancia (respeto mutuo) y de pluralismo (diversidad cultural y étnica). Estos dos valores son prerrequisito para que las condiciones básicas del diálogo se den realmente, esto implica que se deben admitir y reconocer en principio a todos los actores. Esta ciudadanía activa, y no de mero observador que evalúa – aunque “débil” en relación a las exigencias del republicanismo-, es contraria a lo que ha prevalecido históricamente en amplios sectores de la sociedad: el desinterés en la participación en los asuntos de interés público. Esta pobre atención hacia lo público de los ciudadanos nos hace reafirmar la urgencia no sólo de garantizar la participación, sino las condiciones para que la participación sea significativa. La dificultad se encuentra en el compromiso de los ciudadanos con la cosa pública, conseguir que los ciudadanos preocupados por satisfacer sus deseos individuales, o privados, cooperen también en la construcción de la comunidad toda, y la apertura de los gobernantes a la sociedad civil. Los tres elementos básicos que requiere de los ciudadanos la democracia deliberativa propuesta por Jürgen Habermas: la argumentación, la información y la cultura política formación y práctica ciudadana-; demandan una educación pensada y practicada de una manera diferente a lo existente . En definitiva, resulta esencial para la sociedad, y en particular para los educadores, la discusión de cómo contribuir a la construcción de una nueva cultura política ciudadana, la cual se pretende que sea participativa y 24 democrática, y cuya finalidad es que los ciudadanos tengan una mayor presencia y corresponsabilidad en las decisiones públicas. Una educación para la vida democrática es condición necesaria para ello, y esto atraviesa a la ética docente. 25 Anexo: Hacia la construcción colectiva de un código de ética docente Los códigos de éticas son instrumentos para orientar los actos humanos y para lograr la realización de cada sujeto; responden a intereses, fines, necesidades, aspiraciones, sentimientos y valores muy concretos, siendo el producto de una reflexión para la acción y su propósito es proporcionar principios generales, que sirvan como regla de decisión para cubrir las situaciones, en este caso, a las que se enfrentan los docentes. Teniendo como supuesto la necesidad de establecer normas de carácter general que orienten la praxis de todos los integrantes de la comunidad educativa docente en el desarrollo de las actividades inherentes a sus funciones respectivas, es decir que se ejerza las funciones de docencia, investigación y extensión y/o realiza actividades de planificación, experimentación, orientación, evaluación, dirección y supervisión en el campo educativo, se cree oportuno proponer aspectos ineludibles en el debate que permitan consensuar un código de ética docente. Además de tomar en cuenta las normas generales, constitucionales y específicas del ámbito educativo, parecen imprescindibles debatir sobre los siguientes aspectos, los cuales presentamos en forma interrogativa y no afirmativa, y que además no pretende ser completo ni exhaustivo8: - Los valores normativos de quienes integran la comunidad educativa docente: ¿la vida, la libertad, la igualdad, la verdad, la justicia, la paz, la solidaridad, la tolerancia, el respeto, el diálogo, la convivencia, la honestidad, la disciplina, la responsabilidad ciudadana, la defensa de los Derechos Humanos y el cultivo de los valores espirituales del hombre? ¿El respeto ineludible a la dignidad de la Persona así como la defensa de su pleno desarrollo corporal, psicológico, intelectual y espiritual, sin distinciones de ninguna clase? - Los deberes de quienes integran la comunidad educativa docente en general: ¿Respetar el local educativo como lugar de trabajo y estudio, propiciando ambientes donde se valoren las actitudes de dignidad personal, 8 Para la elaboración de esta guía se han tomado en cuenta diversos códigos de ética de distintas profesiones, tanto de la salud, como de investigadores, abogados, entre otros. Y en particular, véase: Angulo Nerkis y Acuña Iraima, 2003. 26 lealtad, decoro, limpieza? ¿Colaborar en la creación y mantenimiento de un clima organizacional que propicie las relaciones humanas y el mejoramiento de los canales de comunicación entre todos los miembros de la comunidad educativa?¿Actuar con objetividad y justicia en los juicios valorativos, éticos, morales que afecten la sana convivencia? ¿Evitar confrontaciones y actitudes negativas siendo respetuosos con el pluralismo valorativo? ¿Mejorar constante y sistemáticamente su formación académica, participando en los programas de actualización y perfeccionamiento? ¿Desarrollar actitudes de respeto, tolerancia, solidaridad, amistad, lealtad y servicio hacia los restantes miembros de la comunidad resaltando en todo momento su valor como personas, con el fin de propiciar un clima institucional de sana convivencia ciudadana? ¿Cumplir puntualmente con las funciones administrativas inherentes a su actividad académica? ¿Propender constantemente a la búsqueda del saber y 1a verdad a través de la investigación teórica y aplicada, como así mismo contribuir con el mejoramiento del nivel cultural, ético, científico, humanístico y tecnológico de los demás integrantes de la comunidad? ¿Velar por el buen uso y mantenimiento de los ambientes de trabajo y de los materiales y equipos utilizados en el cumplimiento de sus deberes académicos y administrativos? ¿Promover acciones, programas o campañas para la conservación de los recursos naturales y del ambiente? Los deberes de quienes integran la comunidad educativa docente con los estudiantes: ¿Observar en todo momento una conducta intachable, dada la enorme responsabilidad de contribuir con su ejemplo a elevar el nivel intelectual, ético y moral de sus estudiantes? ¿Colaborar con el fortalecimiento de la conciencia ciudadana en sus estudiantes por encima de los intereses personales? ¿Contribuir a la preservación y fortalecimiento de los valores culturales, la identidad nacional, la familia, la libertad, la democracia, la justicia, la solidaridad, la honestidad y la paz social en sus estudiantes? ¿Establecer con los estudiantes una relación de confianza comprensiva y exigente que fomente el respeto absoluto a la dignidad de la persona, además de su autoestima y su desarrollo integral? ¿Promover la educación a favor de los estudiantes sin 27 inducirlos o utilizarlos para intereses propios o ajenos, sean comerciales, económicos, políticos o religiosos? ¿Trabajar en forma integrada para que todos los estudiantes obtengan una sólida formación científica, humanística y tecnológica que les permita integrarse con éxito a la sociedad? ¿Garantizar un trato digno a los estudiantes y rechazar prácticas discriminatorias fundadas en la diferenciación étnica, el sexo, la religión, la condición social y, en general, todas aquellas que anulen o menoscaben el reconocimiento, goce o disfrute de las prácticas educativas en condiciones de igualdad, derechos y libertades de la persona humana? ¿Cumplir con las actividades docentes conforme a los planes de estudio y desarrollar la totalidad de los objetivos, contenidos y actividades establecidos en los programas de acuerdo con las previsiones de los organismos competentes, dentro del calendario escolar y su horario de trabajo, conforme a las disposiciones legales? ¿Planificar el trabajo docente y rendir oportunamente la información que le sea requerida por las autoridades competentes? ¿Evaluar al estudiante en forma integral, sistemática, reflexiva, transformadora, equitativa, justa, flexible y pertinente, de acuerdo con la normativa especifica? ¿Guardar un riguroso secreto profesional de las confidencias de sus estudiantes, de forma absoluta? Un código deontológico, construido consensuadamente, es estrictamente necesario para el buen desempeño de la profesión docente, no sólo para hacer uso de él en situaciones extremas, sino para reflexionar a través de él en aquellas situaciones diarias en las que se pueden lesionar los derechos humanos. 28 Bibliografía Altarejos, F. et al: Carr, W, y Kemmis, S: Cohen, J: Cortina, Adela: Habermas, J: Huaquin, V: Ética docente. Ariel Educación. Barcelona, 1998. Teoría crítica de la enseñanza. La investigación-acción en la formación del profesorado. Paidós, Barcelona, 1988. Democracia y libertad, en Elster, J., comp., “La democracia deliberativa”, Gedisa, Barcelona, 2001 El quehacer ético, Santillana, Madrid, 1996. Tres modelos normativos de Democracia en “La inclusión del otro”, Paidos, Barcelona, 1992. Ética y Educación Integral. Año 2 / Vol. 1 / Nro. 3. 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