1 Prodavinci Notas (3), por Patricio Pron Patricio Pron · Thursday, July 3rd, 2014 V/SUICIDAS/ COLABORADORES Págs. 113-115 Acerca de la desaparición de la autora véase el libro de Jared Cade Agatha Christie and the eleven missing days [Agatha Christie y los once días que faltan] (Londres: Peter Owen, 1998). Págs. 116-123 A la extensa, escandalosamente larga lista de escritores suicidas de El libro tachado, se debe agregar el nombre de Karoline von Günderrode, poeta romántica alemana que Prodavinci -1/7- 04.09.2015 2 se suicidó cuando creyó que su amante, el importante filólogo alemán Friedrich Creuzer, estaba mortalmente enfermo; Creuzer se recuperó, sin embargo, pero esto von Günderrode nunca lo supo: se había clavado una daga en el corazón (sic) poco antes. También el de Hans Hebert Grimm, autor de la novela Las aventuras del desconocido soldado Schlump, que se creía desaparecida y fue descubierta recientemente (y convenientemente publicada) en una pared de su casa en Altenberg, mientras la familia de Grimm llevaba a cabo unas obras. Acerca de este tema hay un libro reciente de Toni Montesinos titulado Melancolía y suicidios literarios. De Aristóteles a Alejandra Pizarnik (Madrid: Fórcola, 2014). Pág. 123 Amedeo Modigliani, Arshile Gorki, Mark Gertler, Jackson Pollock, Mark Rothko, Vincent Van Gogh, Alberto Greco. Lo que se ha roto, el lector se ve obligado a recomponerlo; lo que falta, a completarlo. Pág. 123 El artista del siglo XIX, el poeta maldito, al suicidarse hacía un acto de afirmación: está bien, mi vida ha fallado, pero no mi espíritu, y algún día mi obra me resarcirá de la vida que he arruinado por ella. Desaparecida toda idea de posteridad, el artista suicida se suicida frente a la nada. El suicida es hoy infinitamente más suicida que el suicida de ayer. El juicio final que nos espera a todos es el juicio de la nada. Raúl Zurita. En: Zurita, Raúl e Ilan Stavans. Saber morir. Conversaciones. Santiago de Chile: Universidad Diego Portales, 2014. 46. Pág. 127 Acerca de la colaboración entre Chatrian y Erckmann, Lafon y Peeters recuerdan que, en el busto esculpido por Frédéric Auguste Bartholdi, Erckmann, quien posa el brazo izquierdo en los hombros de Chatrian, es el que sostiene en una mano (la derecha) la única pluma del dúo. Pág. 128 Naturalmente, existen otros dúos literarios en español, siendo uno de los más interesantes el conformado por Ángel Gutiérrez Tapia y David Zurdo Saiz, autores de más de veinte libros, buena parte de ellos en el ámbito de la ciencia ficción, traducidos a ocho idiomas. Pág. 130 A esta forma de colaboración a menudo involuntaria entre autor y editor debemos también la centralidad de algunas obras que quizás no hubiesen tenido la misma (buena) suerte de haber conservado su título original, el que concibió para ellas su autor: Orgullo y prejuicio (Primeras impresiones), Alicia en el país de las maravillas (Las aventuras de Alicia bajo tierra), Guerra y paz (Bien está lo que bien termina), La isla del tesoro (El cocinero del mar), La máquina del tiempo (Los argonautas empedernidos), Tiburón (El verano del tiburón), El lamento de Portnoy(Un Prodavinci -2/7- 04.09.2015 3 paciente judío comienza su psicoanálisis), Peyton Place (El árbol y la flor), Al este del Edén (Salinas Valley), De ratones y hombres (Algo que ha pasado), Tener o no tener (Los muchos ejércitos), Lo que el viento se llevó (La oveja negra Ba Ba), El cartero siempre llama dos veces (Bar-B-Q), El sonido y la furia (Crepúsculo), El amante de Lady Chatterley (Ternura), 1984 (El último hombre en Europa), El gran Gatsby (Incidente en West Egg), A este lado del paraíso (El egotista romántico),Hijos y amantes (Paul Morel), Sentido y sensibilidad (Elinor y Marianne). Pág. 133 El escritor fantasma de Philip Roth (1979), Los negros del traductor de Claude Bleton (1997), Roman de gare de Claude Lelouch (2006), Ghostwriter de Alan Cumming (2007), The ghost writer (2009) de Roman Polanski. Pág. 139 Que ponen de manifiesto que la verdadera autoría no consiste en la producción sino en la asignación de sentido, que siempre entraña la participación activa de dos o más sujetos, llámense “autor” y “lector” o como se desee. VI/FALSIFICADORES Pág. 145 A continuación, algunos pseudónimos, y (en algunos casos) las razones que llevaron a sus creadores a adoptarlos: Lemony Snicket (Daniel Handler), Ellery Queen (Frederic Danna y Manfred Lee), Mark Twain (Samuel Langhorne Clemens), Clive Hamilton y N.W. Clerk (C.S. Lewis, para no poner en riesgo su reputación en Oxford), George Orwell (Eric Blair), Yukio Mishima (Kimitake Hiraoka, para que su padre no supiese de sus actividades literarias), Ford Madox Ford (se llamaba Ford Madox Hueffer, pero se cambió el nombre debido al sentimiento anti alemán imperante en Inglaterra durante la Primera Guerra Mundial), Myles na gCopaleen y Flan O’Brien (Brian O’Nolan, porque los empleados gubernamentales irlandeses no tenían permitido publicar; otros pseudónimos suyos fueron Lir O’Connor, John J. Dowe, James Knowall, Jimmy Cunning, Count O’Blather, Sephen Blakesley, Th Cruiskeen Lawn y Brian O’Nualláin), Jean Lahor (Henri Cazalis), Kozma Prutkov (pseudónimo colectivo de los escritores rusos Alekséi Konstantínovich Tolstói y los hermanos Alexander, Alekséi y Vladimir Schemtschuschnikow), Ed McBain (Evan Hunter, que también utilizó los pseudónimos Ezra Hannon, Curt Cannon, Hunt Collins y Richard Marsten; su verdadero nombre era Salvatore Albert Lombino), James Tiptree Jr. (Alice Bradley Sheldon, por ser mujer en un género notablemente masculino como la ciencia ficción, y por ser oficial de inteligencia), Nik. T.-o (que en ruso significa “Nadie”: Innokienti Ánnienski), Samuel or Samy Rosenstock (Tristan Tzara), Cecily Isabel Fairfield (adoptó el pseudónimo Rebecca West a los diecinueve años en procura de un modelo para el tipo de escritora feminista que aspiraba a ser; de hecho, Rebbeca West es el nombre de la mujer liberada que protagonizaRosmersholm [La casa de Rosmer] de Henrik Ibsen, 1886), Azorín (José Martínez Ruiz), Lord Auch (Georges Bataille para la publicación de Historia de un ojo en 1928 porque era director de la Biblioteca Nacional francesa), Henri Troyat (Lev Tarassov), Bauchard (Albert Camus, escribiendo panfletos antinazis Prodavinci -3/7- 04.09.2015 4 durante la Segunda Guerra Mundial), Bernd Diksen y Hans Walldorf (pseudónimos de Erich Loest, escritor de la República Democrática de Alemania sobre el que pesaba una prohibición de escribir desde 1964), Epígono (Karl Adolph Gjellerup), E.V. Cunningham (Howard Fast, quien tuvo que adoptar ese pseudónimo después de que, tras obtener el Premio Stalin de la Paz por su “contribución al fortalecimiento de la paz entre los pueblos” en 1953, cayese en desgracia entre sus compatriotas), George Grosz (Georg Ehrenfried), Elvira Hernández (Teresa Adriazola), Italo Svevo (Aron Ettore Schmitz), George Orwell (Eric Blair con motivo de la publicación de su primer libro, Sin blanca en París y Londres, en 1933, y después de considerar otros pseudónimos posibles como “P.S. Burton”, “Kenneth Miles” y “H. Lewis Allways”), Vernon Sullivan (Boris Vian en Escupiré sobre vuestra tumba y otros libros; el autor tuvo varios pseudónimos: “Navis Orbi”, “Baron Visi” y “Bison Ravi”, todos anagramas de su nombre), Veneranda Cuahutemoc (Alberto Cardín), Yvastock O’ Park y Clavel d’Haurimonts (porque estaban locos; véanse Blavier 973 y 983), Roderick Jaynes (Joel y Ethan Coen), Joseph Kell (en 1961 Anthony Burgess publicó con ese pseudónimo su novela One hand clapping [Aplaudir con sólo una mano] porque su editor temía que la productividad del autor fuese ridiculizada por la crítica; Anthony Trollope, que había tenido un problema similar un siglo atrás, publicó varias novelas de forma anónima: véase Mullan 294), Alan Smithee (pseudónimo utilizado colectivamente por los guionistas de Hollywood para preservar su verdadera identidad cuando el filme en el que han participado no los satisface), Copi (Raúl Damonte Botana), Porfirio Barba Jacobs (Miguel Ángel Osorio: otros pseudónimos suyos fueron Maín Ximénez y Ricardo Arenales), Italo Svevo (Aron Hector o Ettore Schmitz), Andrei Biely (Borís Nikoláyevich Bugáyev), Jean Moréas (Ioannis Papadiamantopoulos), Jean Rhys (Gwen Williams), James Hadley Chase (Rene Raymond), Saki (Hector Munro), John Le Carré (David Cornwell), George Orwell (Eric Blair), Pablo Neruda (Ricardo Neftali Reyes), Alberto Moravia (Alberto Pincherle), O.Henry (William Sydney Porter), Maxim Gorki (Aleksei Peshkov), Harold Robbins (Francis Kane), Edgar Wallace (Richard Horatio), Isak Dinesen (Karen Blixen), Elizabeth Bowen (Elizabeth Dorothea Cole), Seán O’Faoláin (John Francis Whelan), Nicholas Blake (Cecil Day-Lewis), Charles Norden (Lawrence Durrell), Corno di Basseto (George Bernard Shaw), Gabriela Mistral (Lucila Godoy), Pablo Neruda (Neftalí Reyes). Kurt Tucholsky, por su parte, tuvo infinidad de pseudónimos y proyectaba sobre sus amigos y amantes nombres falsos y con frecuencia inapropiados; a alguna de sus amantes le dio un nombre masculino, y de alguna consiguió que se dirigiera a él como “él”. Además de Tucholsky y de Brian O’Nolan, otros escritores que utilizaron más de dos o tres pseudónimos fueron Walter Scott (Captain Clutterbuck, Lawrence Templeton, Malachi Malagrowther, Crystal Croftangry y Jebediah Cleisbotham, absurdamente en todos los casos), William Makepeace Thackeray (Michael Angelo Titmarsh, Dorothea Julia Ramsbottom, Our Fat Contributor [sic], Frederick Haltamount de Montmorency, Fitzjeames de la Pluche, Paul Pinder, Miss Tickletoby, George Savage Fitzboodle, C.J. Yellowplush [sic], Theophile Wagstaff), Jonathan Swift (utilizó quince, desde el transparente “The Great Dean” hasta “A Shoeboy”, pasando por Abel Ripper, Dr. Andrew Tripe, T. Fribble y Lemul Gulliver, entre otros). No son los campeones de la pseudonimia, sin embargo: según Aubrey Dillon Malone, Georges Simenon utilizó veintitrés; Charles Hamilton, 24 y John Creasey, veinticinco: el dramaturgo ruso Konstatin Arsenivich Mikhailov tuvo trescientos veinticinco, siempre según Malone. Aquí, algunas tareas para lectores: averiguar cuántos premios Nobel tuvieron pseudónimo (respuesta provisoria, Prodavinci -4/7- 04.09.2015 5 muchos); ampliar la lista de autores que adoptaron un heterónimo; proponer explicaciones plausibles al interrogante que supone el retroceso de la práctica de la pseudonimia, apuntada ya por el escritor chileno Alejandro Zambra en el siguiente pasaje de su notable novela Formas de volver a casa (Barcelona: Anagrama, 2011): En vez de preguntarme qué clase de libros escribo, sin embargo, la mujer que iba a mi lado quiso saber cuál era mi seudónimo. Le respondí que no tenía seudónimo. Que desde hacía años los escritores ya no usaban seudónimos. Me miró con escepticismo y a partir de entonces su interés en mí fue decayendo. Al despedirnos me dijo que no me preocupara, que tal vez pronto se me iba a ocurrir un buen seudónimo (69). Una última tarea para lectores: Responder por sí o por no a la pregunta de si la adopción de un pseudónimo propio de otro género no constituye una variante de la desaparición parcial del escritor en el sentido que se le otorga en El libro tachado. Es el caso del cubano Alejo Carpentier, quien firmaba con un pseudónimo femenino, “Jacqueline”, la columna “S.M. La Moda” en la revista Social de Cuba en 1962; en su columna, Carpentier informaba a “nosotras las mujeres” sobre los últimos estilos de París. Véase el artículo de Jossiana Arroyo “Ben Sifuentes-Jáuregui. Transvestism, Masculinity, and Latin American Literature. Genders Share Flesh. New York: Palgrave, 2002″ (Revista Iberoamericana 70, 207 (2004) 604-608). Marcel Duchamp, por su parte, tuvo durante años un alter ego femenino de nombre “Rrose Sélavy” que (perdónesenos la expresión) desempolvaba cada cierto tiempo; Duchamp utilizó la imagen de Sélavy en botellas de perfume diseñadas por él mismo que llevaban el epígrafe de “Eau de Voilette”, un juego de palabras entre “toilette” y “veil” [velo] que indica un disimulo y un secreto que, paradójicamente, esconden a Sélavy a la vez que la exhiben. Man Ray la retrató magníficamente y Andy Warhol la homenajeó en la famosa fotografía de Chris Makos que lo muestra con una peluca rubia y maquillado, en tejanos y corbata ocultando su nuez de Adán. Rrose Sélavy firmó también otras obras y artefactos creados por Duchamp, quien, en la fotografía de Man Ray, aparece fugazmente, exhibiendo a Rrose Sélavy y luego haciéndola desaparecer para siempre, con una peluca rubia, maquillaje, collares, vestido de noche y sombrero. Rrose Sélavy es fea, pero el travestí del artista que ella inaugura tiene su descendencia en Warhol, Robert Mapplethorpe, Patti Smith y una gran cantidad de íconos culturales del último siglo, lo que demuestra que también de la fealdad pueden nacer hijos hermosos. Algunos otros autores que utilizaron pseudónimos del sexo contrario: Emma Blair (pseudónimo de Ian Blair), Rahila Khan (Toby Forward), George Eliot (Mary Ann Evans), Frances Lengel (Alexander Trocchi), George Sand (Amandine Dupin), Jessica Stirling (Hugh C. Rae), Martin Ross (Violet Martin), Sally Mara (Raymond Queneau). Pág. 147 Para el estudio de otro caso de falsificación sobre el que (al igual que en el de El Don apacible de Mijaíl Shólojov) no existe unanimidad entre los críticos, el Testimoniode Dmitri Shostakóvich, se puede consultar el libro A Shostakovich casebook, editado por Malcolm Hamrick Brown (Bloomington, Indiana: Indiana University Press, 2004). Algunos casos de falsificación que completan los presentados en El libro tachado: 1) Jonathan Swift publicó con el pseudónimo de Isaac Bickerstaff una obra titulada Bickerstaff predictions for 1708 en la que, haciéndose pasar por un astrólogo, anunciaba la muerte de uno de sus enemigos, un astrólogo llamado John Partridge, Prodavinci -5/7- 04.09.2015 6 para el día 29 de marzo de ese año; naturalmente Partridge no murió, pero el éxito del libro de Swift llevó a que se lo diese por muerto sin importar cuánto hiciese Partridge por demostrar lo contrario: fue el comienzo del declive de su carrera. Un año después, en 1709, Swift volvió a firmar con el pseudónimo de Bickerstaff una “reivindicación” en la que aportaba presuntas pruebas de la muerte de Partridge, entre las cuales se encontraba la de que resultaba imposible que alguien vivo pudiera escribir semejante bazofia. / 2) “Thomas Hardy escribió una biografía de sí mismo minuciosamente saneada y en tercera persona y la dejó para que su viuda simulara haberla escrito” (Markson 2013: 48). / 3) Constantine Samuel Rafinesque escribió un libro titulado Las naciones americanas en el que intentó fundar el linaje de los habitantes originarios del continente en una expedición de “atlantes” mediterráneos producida miles de años antes de la llegada del hombre blanco a América; más tarde fingió haber encontrado unas escrituras de los indios lenape que darían cuenta de su historia; esas escrituras, bautizadas “Walam Olum”, fueron denunciadas definitivamente como un fraude en 1994. Para John Jeremiah Sullivan, quien cuenta la historia en su ensayo “La-Hwi-e-Ski: La carrera de un naturalista excéntrico”, “es la encantadora y desconcertantemente moderna poesía que asoma en los versos del Walam Olum, cuando se los libera del lastre de la expectación académica, la que merece ser aplaudida” (148-149). Rafinesque también intentó hacer pasar por una frase de Benjamin Franklin la siguiente: “¡Naciones agricultoras! ¡No tengáis esclavos entre vosotros; la tierra es un regalo libre de Dios, y debe ser cultivada por campesinos libres” (157). Véase el libro de John Jeremiah Sullivan Pulphead: Crónicas desde la otra cara de Estados Unidos (Trad. Mauricio Bach. Barcelona: Literatura Mondadori, 2013). / 4) Gabriele D’Annunzio “inventó” al poeta inglés Adolphus Hannaford para dar cuenta de sus ideas sobre “técnica poética, rima, ritmo, prosodia, estilo, temática, recuperación de la naturaleza y ensalzamiento de las costumbres” (35); para Hannaford, D’Annunzio escribió un poema de “sospechosa similitud” a la “Oda al otoño” de John Keats: “su poesía es pura plástica y música, libre de toda preocupación y moralidad”, dice de él (87). Véase el artículo “Un poeta de otoño”. En: D’Annunzio, Gabriele. Crónicas literarias y autorretrato. Trad. Amelia Pérez de Villar. Madrid: Fórcola, 2013. 87-93. / 5) Jaume Riera i Sans argumentó con datos inquietantes que la novela sentimental medieval Curial e Güelfa era, en realidad, una sofisticada falsificación del erudito decimonónico Manuel Milà i Fontanals; su tesis aún se discute, y este mismo verano ha habido quien cree haberla desmentido, aunque probablemente haya en breve publicaciones que la confirmen. / 6) El escritor chileno Eduardo Labarca escribió en 1975 las memorias falsas del general Carlos Prats, asesinado el año anterior en Buenos Aires por orden del dictador Augusto Pinochet; las memorias de Prats escritas por Labarca fueron publicadas por el Fondo de Cultura Económica en México bajo el título de “Una vida por la legalidad”. Treinta años más tarde, en 2005, Labarca admitió la autoría del libro y pidió disculpas a las hijas de Prats, afirmando haberlo escrito por orden del Partido Comunista chileno / 7) Otra falsificación literaria es la de la traducción de unos poemas de Gilberto Owen que supuestamente habría realizado el poeta norteamericano Louis Zufosky en el libro de Valeria Luiselli Los ingrávidos (Ciudad de México: Sexto Piso, 2011). / Acerca de todas estas falsificaciones, se puede concluir, con el magnífico escritor argentino Roberto Fontanarrosa que “la mentira se ríe de la verdad. Pero su risa es falsa”. Pág. 158 Prodavinci -6/7- 04.09.2015 7 Al tiempo que este libro salía a la calle, se publicó una obra que analiza estas y otras falsificaciones en el ámbito de la literatura española. Véase el libro de Joaquín Álvarez Barrientos El crimen de la escritura: una historia de la literatura apócrifa española. Madrid: Abada, 2014. VII/ANÓNIMOS Pág. 181 Las chanzas de Martín Fierro lucían en las resonantes “Baladas, Odeletas y Parodias”, en la invención de materiales literarios, como un “Saludo a Buenos Aires” atribuido a Rudyard Kipling, o una carta apócrifa de Máximo Gorki a Manuel Gálvez o la invención de una poeta rival de Delmira Agustini y la condesa de Noailles, afirma Alvaro Abós en su libro sobre Xul Solar. Pintor del misterio (Buenos Aires: Sudamericana, 2004); también en el Parnaso Satírico y en los textos del Cementerio, que eran publicados anónimamente. Aquí, algunos: “Aquí yace, bien sepulto, / Capdevila en este osario; / Fue niño, joven, adulto, / Pero nunca necesario”, “Borges que reposa aquí / Pudo ocupar gran volumen / Mas derrochó su cacumen / Con Brandán y con Smith”, “Aquí yace Manuel Gálvez, / Novelista conocido; / Si hasta hoy no lo has leído, / Que en el futuro te salves”, “Bajo esta losa pesada, / libre de malos momentos, / tiene Gálvez su morada. / Sus versos no fueron nada / sus novelas fueron cuentos”, “La muerte que desencuaderna / Te ha tornado un Gómez más / Sin ‘RAMÓN’, ni ‘de la Serna’…/ Pero alégrate: aquí estás, / Disuelto en la nada eterna, / Lejos de Soler Darás! / Más nunca descansarás, / Pues tu enorme cráneo roto / Han de hurgar todos los días. / Para formar alboroto / O encontrarles porquerías. / Mariani. Barletta y Soto”. This entry was posted on Thursday, July 3rd, 2014 at 1:00 am and is filed under You can follow any responses to this entry through the Comments (RSS) feed. 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