El General Enmascarado. Corre al año mil novecientos ocho, y nos situamos en España. Verán ustedes por esas épocas Napoleón invade este país y obliga a abdicar al rey Carlos IV y a su hijo Fernando VII a favor de su hermano, José Bonaparte. Aquí un joven José de San Martín (que ya era soldado) se incorpora en el regimiento de caballería de Borbón y a causa de su valor en batalla es nombrado Teniente Coronel. Unos años después de esto se entera de que en su tierra natal se ha llevado a cabo la revolución de mayo, por lo que decide volver. Cuando se dirige a pedir el retiro del ejército un muy buen amigo suyo, el Mudo Bernardo (llamado así por su personalidad silenciosa) le recomienda que si ha de volver para pelear contra los que ahora eran sus camaradas, primero observara como estaba el tema allá en américa. -José en Norte américa tengo un viejo amigo que me debe un favor, vive en Los Ángeles. Si nos hacemos pasar por ahijados nadie notara nuestra presencia. Ahí es fuerte la mano española. José no lo pensó dos veces y acepto lo que para él era una brillante idea. Así fue como a fines de 1910 nuestro gran héroe nacional arriba a Los ángeles, Norte américa. Ahí los recibe Don Alejandro de la Vega un hacendado de buen nombre querido por todos. Bernardo le comenta el porqué de su estadía. Don Alejandro le pide a José que use el nombre de Diego de la Vega y diga que es sobrino de Alejandro así no levanta sospecha entre los hombres del Capitán Monasterio, terrible tirano que tiene a toda la ciudad bajo su macabro mandato. José accede y se dispone a recorrer el lugar. Es en su primera salida llega a la plaza principal del pueblo donde observa como un grupo de soldados golpea sin piedad a un hombre trabajador adulto y a su hijo. José, he... digo Diego, desmonta su caballo y usando solo sus manos es capaz de reducir a más de diez soldados incluyendo su capitán. Un soldado que se encontraba rezagado en la taberna algo pasado de copas, pudo observar la increíble ferocidad con que este hombre había reducido a sus compañeros. Diego de la Vega se percató de este cabo suelto mientras ayudaba al hombre herido y su hijo. Embosca al soldado en un callejón y le ofrece un jugoso trato. - Como verá mi amigo, soy capaz de matarlo en este instante. Así que escuche con atención. Si guarda silencio sobre lo que vio yo mismo en persona atestiguaré ante el capitán Monasterio que fue usted quien logró defender a sus compañeros de los muchos hombres que atacaron a los soldados. Salvando a casi todos. El soldado no creía lo que escuchaba, tal testimonio de su valor podría convertirlo en Sargento. - Pero... El Sargento lo ha visto...no le creerán” Don Diego se subió a su caballo y sonriente le aclaró. - Como le dije soldado.... salvó a casi todos. Y se marchó en un corcel negro, de un tamaño nunca visto. Parecía como si el infierno hubiera escupido tanto al jinete como al corcel. Pasaron los días, y para evitar la vergüenza ante las autoridades españolas, el Capitán Monasterio mantuvo lo sucedido con mucha discreción. Gracias al testimonio del sobrino de Don Alejandro de la Vega pudo nombrar a un nuevo Sargento rápidamente. El Soldado Demetrio López García. No era el mejor soldado, ni el más prolijo, su forma no era...bueno la mejor forma. Pero tal muestra de valentía y de honor, no podía pasarse desapercibida. Fue por esas épocas que comenzaron a escucharse historias de un misterioso hombre que castigaba los malos hábitos del Capitán Monasterio, fuerte como un león y hábil con la espada como nadie había visto jamás. Los hombres de la cuadrilla a cargo del Sargento García jamás podían atraparlo, algunos juraban que era un santo vengador con poderes sobre naturales dado que siempre se enteraba de lo accionares del ejército y podía prever sus acciones. La verdad es que muchas se historias se contaban en las tabernas por las noches y más de un soldado herido juro que no se trataba de un humano. Luego de muchas aventuras el misterioso forajido dejó de aparecer, muchos juran que mató al capitán Monasterio en su última cruzada, otros niegan esto diciendo que el capitán se encontraba muy enfermo. La única certeza es muerto Monasterio dejó de oírse definitivamente sobre el vengador nocturno, ese zorro negro imposible de atrapar. Mordekay