La dinámica espacial en el Área Metropolitana de Buenos Aires: ¿de la dispersión al policentrismo? Autores y e-mail de la persona de contacto: Natalia Usach1 nataliausach@gmail.com María Teresa Gallo-Rivera2 Rubén Garrido-Yserte2 Departamento: 1Facultad de Ciencias Económicas. 2Departamento de Economía y Dirección de Empresas e Instituto de Análisis Económico y Social. Universidad: 1Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco. 2Universidad de Alcalá. Área Temática: Economía de las ciudades y ordenación del territorio. Resumen: El área metropolitana de Buenos Aires, Argentina, se encuentra, desde hace décadas, inmersa en un complejo proceso de reconfiguración territorial. Un claro patrón de expansión metropolitana fragmentada y difusa, consolidado en las últimas décadas, parece recientemente coexistir con un renovado dinamismo poblacional y productivo de espacios específicos en los corredores metropolitanos y de la ciudad central, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, conformando una compleja región metropolitana. El objetivo de este trabajo es identificar la dinámica espacial, considerando los fenómenos de dispersión y policentrismo que pudieran estar desarrollándose en el territorio metropolitano. Se exploran esos fenómenos en el caso de esta metrópolis argentina combinando datos de empleo y movilidad laboral a fin de aproximar las relaciones de dependencia funcional entre los diferentes territorios del área e identificar las subcentralidades existentes. Los resultados corroboran un patrón de crecimiento metropolitano mixto marcado por la dispersión residencial, especialmente en las coronas más alejadas de la ciudad central y la presencia de subcentros de empleo que mantienen una dinámica interna propia que logra ejercer influencia en la estructura urbana. Estos resultados aportan evidencias respecto a la existencia de pautas de policentrismo en la metrópolis que se estarían dando junto con cierta revitalización reciente del área central que continúa ejerciendo un papel importante en la dinámica espacial metropolitana. Palabras Clave: Buenos Aires, metrópolis, reconfiguración territorial, estructura urbana, dependencia funcional, subcentros. Clasificación JEL: R10, R12 1. Introducción El área metropolitana de Buenos Aires, Argentina, constituye una de metrópolis más grandes de América Latina y su preeminencia interna en términos poblacionales y productivos es incuestionable. La urbe, desde hace más de dos décadas, se encuentra inmersa en un complejo proceso de reconfiguración territorial, donde un claro patrón de expansión urbana fragmentado y difuso parece coexistir con un renovado dinamismo de espacios específicos en los corredores metropolitanos y la ciudad central, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA). En este trabajo se propone un análisis de la dinámica espacial del área metropolitana considerando los fenómenos de dispersión y policentrismo que pudieran estar desarrollándose en el territorio. En el epígrafe 2 se desarrolla el marco teórico y metodológico en el que se sustenta el trabajo. El mismo se encuadra teóricamente en una perspectiva que fundamentalmente distingue entre policentrismo y dispersión como dos procesos de estructuración territorial distintos, donde la diferencia esencial se encuentra asociada la capacidad de las áreas de aglomeración de influir en la estructura urbana. Por este motivo, la dinámica metropolitana es analizada bajo la perspectiva de las ciudades en red, dotando de un marco teórico adecuado para comprender el funcionamiento de los sistemas urbanos más allá de los modelos clásicos; permitiendo analizar la capacidad de influencia de algunos subcentros en el entorno en el que se desenvuelven. El marco teórico adoptado condiciona la metodología a implementar dado que se hace imprescindible la inclusión de datos relacionales para identificar estas dinámicas. Se trabaja por tanto con datos de movilidad laboral que se combinan con los tradicionales de empleo y población. En el tercer epígrafe, la descripción preliminar de estos datos aporta las primeras evidencias respecto a los cambios en los procesos de estructuración territorial metropolitana. Posteriormente, se realiza el análisis empírico (epígrafe 4) que se desarrolla en tres etapas: identificación de los subcentros; cálculo de índices de movilidad laboral pertinentes para establecer la incidencia de los subcentros en su entorno, considerando como áreas de influencia los corredores metropolitanos; y por último análisis de dichas áreas de influencia mediante una síntesis entre los índices de movilidad obtenidos y los datos de concentración laboral que permita clasificar las distintas áreas según el grado de incidencia de sus subcentros. 2 El epígrafe 5 expone la discusión y conclusiones finales. Allí se hace hincapié que la reestructuración metropolitana en curso sigue un patrón de crecimiento mixto marcado por la dispersión residencial, especialmente en las coronas más alejadas de la ciudad central y la presencia de subcentros de empleo que mantienen una dinámica interna propia que logra ejercer influencia en la estructura urbana. Estos resultados aportan evidencias respecto a la existencia de pautas de policentrismo en la metrópolis que se estarían dando junto con cierta revitalización reciente del área central que continúa ejerciendo un papel importante en la dinámica espacial metropolitana. 2. Dinámica espacial de las economías metropolitanas: dispersión y policentrismo Las metrópolis en todo el mundo han venido experimentando cambios profundos tanto en su fisonomía externa como en su organización interna. Cambios estructurales, morfológicos, funcionales, culturales y sociales se vinculan a las dinámicas de la actual fase del desarrollo capitalista. En todos los ámbitos, la flexibilidad, la apertura, la integración, la competitividad, las relaciones a distancia, se ven favorecidos por las innovaciones tecnológicas que han alterado las relaciones espacio/tiempo (Harvey, 1996, Caravaca Barroso, 1998) y con ello han promovido la diversificación de las trayectorias espaciales de las actividades, funciones, empresas y empleos (Méndez, 2007). El declive poblacional de la ciudad central tradicional frente al auge de áreas suburbanas se hizo patente en las ciudades estadounidenses en la década de los años setenta y el fenómeno fue asociado inicialmente a procesos de contraurbanización (Berry, 1976) o desurbanización (Van Den Berg, 1982) en el contexto de la crisis economía que, por aquellos momentos, atravesaban los países industrializados. Estos fenómenos se hicieron evidentes también, aunque con posterioridad y connotaciones propias, en las ciudades de Europa y Latinoamérica, en donde las nociones de “ciudad difusa” (Indovina, 1990) y “ciudad dispersa” (Munclús, 1998) vinieron a nombrar los nuevos patrones de crecimiento urbano disperso que no sólo han consistido en la pérdida de población del área central y de algunos suburbios tradicionales; sino que han comportado la disolución de la ciudad compacta tradicional por la ocupación discontinua del territorio (Munclús, 1998 y 1999). Entrados en el siglo veintiuno, la humanidad es cada vez más urbana y el fenómeno de urbanización y crecimiento metropolitano no se ha detenido; sino más bien ha adquirido 3 connotaciones inéditas y gigantescas en gran parte del mundo. Es que los avances tecnológicos en la producción, las comunicaciones y el transporte, posibilitan la reducción de costes de transacción y gestión a distancia; y con ello una ampliación de las externalidades asociadas a lo urbano que, a las clásicas economías de aglomeración, adicionan economías de red (Trullén y Boix. 2003; Boix, 2004). Gracias a ello las ciudades y metrópolis crecen con pautas locacionales y residenciales desconcentradas, distintas a los clásicos modelos de crecimiento urbano compactos y concentrados (Cuadrado Roura y Fernández Güell, 2005). Se asiste a una dinámica conjunta de difusión-concentración espacial selectiva de la población, de las actividades productivas y de las funciones económicas que impacta directamente en la organización y funcionamiento de las ciudades en todas las escales. En el nivel metropolitano es posible constatar no solamente procesos de suburbanización a partir de la mera difusión residencial hacia las periferias, que las redes de autopistas y el automóvil posibilitan; sino la formación de verdaderos subcentros metropolitanos especializados según las funciones empresariales en ellas localizadas (Duranton y Puga, 2005). En consecuencia, las estructuras metropolitanas tienden a ser cada vez más multipolares o policéntricas (Méndez, 2007) donde nuevas centralidades se constituyen no sólo como lugares de residencia, pauta típica de los procesos de sprawl y suburbanización, sino también como centros de producción, consumo, comercio, recreación y ocio y de servicios a la producción y a las personas (Vecslir y Ciccorella, 2011). Una diversidad de flujo de interconexión ligan áreas relativamente dispersas y distanciadas al centro metropolitano; trastocando la noción de distancia y continuidad, modificando las relaciones centro-periferia y expandiendo la metrópolis a niveles regionales. Como se mencionó con anterioridad, los conceptos de difusión o dispersión vinieron a interpretar en el plano europeo las nuevas dinámicas de reestructuración espacial. Por dispersión suele entenderse el crecimiento urbano que se genera de forma espontánea y se despliegan sin un orden aparente (Munclús, 1998) a partir de las opciones de las clases medias y altas por viviendas unifamiliares de baja densidad, más amplias y alejadas de los centros urbanos, que les permite escapar de ciertos problemas asociados a la vida urbana y contar con un mayor contacto con entornos naturales; sumado esto a 4 las facilidades de viajar cotidianamente por el mayor acceso a la movilidad particular y las mejoras en infraestructuras viarias. En efecto, la baja densidad en la ocupación del suelo, la preferencia por la vivienda unifamiliar y la dependencia del automóvil, la fragmentación de los mercados de trabajo y la disociación entre los lugares de residencia y empleo (Precedo, 2004) son características de los modelos de urbanización dispersa. Otras notas particulares asociadas a la noción de dispersión son el carácter ilimitado de su desarrollo hacia fuera; la fragmentación del uso de la tierra; disparidades fiscales entre los municipios; la generación de mecanismos de exclusión en la vivienda y el empleo basados en la raza y en clases sociales; la congestión y la contaminación ambiental que la dependencia de los trasportes particulares genera; concentración de la pobreza en determinadas áreas y un declinante sentido de pertenencia a la comunidad entre los residentes (Squires, 2002). No obstante, el vocablo dispersión es utilizado en la literatura para caracterizar fenómenos de expansión urbana de diferente naturaleza. Retomando las aportaciones de diversos autores, Muñiz y García-López (2013) advierten sobre la no univocidad del término y efectúan una síntesis de las formas en que la literatura suele utilizar y presentar el término dispersión: como suma exhaustiva de dimensiones descriptivas; como equivalente a suburbanización en tono peyorativo; como sinónimo de contraurbanización; también como proceso nocivo o como consumo excesivo de suelo más allá de la tasa de crecimiento de la población; como un proceso contrario al policentrismo; como difusión de servicios urbanos y como espacio desestructurado. Estos autores definen la dispersión como un proceso de expansión urbana que implica la descentralización de la población y del empleo siguiendo un modelo desconcentrado, poco denso, discontinuo y falto de estructura, aleatorio o caótico (Muñiz y GarcíaLópez, 2013). En la literatura el concepto de policentrismo suele estar asociado al de dispersión siendo visto como como una forma que puede adoptar la misma, como un proceso contrario a ésta (Muñiz y García-López, 2013), como su estadio posterior superador o como una etapa previa a ella (García-López y Muñiz, 2007) por lo que suele no haber una división conceptual clara entre estos términos. Porque además el policentrismo es también una noción versátil a la que generalmente se le atribuye un contenido normativo, como un objetivo de la política territorial, tendiente a generar sistemas urbanos equilibrados, 5 cohesionados y bien jerarquizados. Valga de ejemplo la Estrategia Territorial Europea, en la que el desarrollo territorial policéntrico constituye un objetivo de política territorial clave (Comisión Europea, 1999)1. Burger y Meijers (2012) se esfuerzan por distinguir y medir dos tipos de policentrismo: el morfológico y el funcional. El primero alude a la distribución de tamaño de los centros urbanos en todo el territorio, y equivale a una distribución de los centros equilibrada; es decir una desconcentración de ciertas variables demográficas y económicas en el territorio (Green, 2007), que no implique grandes diferencias en el tamaño de los centros urbanos del sistema. Para los referidos autores, el policentrismo funcional se refiere a una dimensión relacional, que considera las conexiones funcionales entre los núcleos; donde el equilibrio conjunto da lugar a relaciones multidireccionales entre los centros del sistema. Ambas perspectivas pueden ser complementarias ya que la dimensión funcional no descarta el enfoque morfológico, sino que se extienden para incluir también el patrón de interacción funcional entre los centros urbanos (Burger y Meijers, 2012). La mixtura entre lo morfológico y lo funcional pero con fuerte hincapié en este último aspecto está presente en la definición de policentrismo ofrecida por Trullen y Boix (2003) y adoptada en este trabajo: policentrismo como la tendencia de la población y la actividad económica a aglomerarse de forma significativa en algunos núcleos del sistema urbano con capacidad para ejercer influencia sobre el mismo. Esta visión del policentrismo implica la mayor relevancia de núcleos no tradicionales que, al adquirir funciones y mantener relaciones distintas a las predichas por los modelos clásicos, redunda en un mayor equilibrio entre centros, acercándose a la noción de policentrismo morfológico. Pero además en esta definición es fundamental el elemento funcional que alude a la interacción entre núcleos y la posibilidad de que estos ejerzan influencia en el sistema. Entendido el policentrismo en estos términos además permite diferenciarlo operativamente de la dispersión. 1 En el contexto de Argentina, el Plan Estratégico Territorial 2010-2016 elaborado en el marco de la Política Nacional del Desarrollo Territorial tiene como línea rectora la concreción de un esquema policéntrico de ciudades (SSPTIP, 2008). 6 La dispersión en este marco es comprendida como un tipo de reestructuración metropolitana que genera espacios de simple concentración poblacional (subáreas), mientras que el policentrismo implica dinámicas de interacción de núcleos con cierta jerarquía en el espacio metropolitano (subcentros) con sus áreas de influencia. Son los subcentros los que efectivamente combinan dinámicas poblacionales y económicas, que integran procesos de desconcentración de residencia, empleo y ocio, y que pueden ejercer influencia sobre la estructura urbana con poca dependencia del centro metropolitano (Trullen y Boix, 2003). Desde esta perspectiva, los subcentros se definen por dos cuestiones: en primer término su autonomía de la ciudad central; y segundo pero fundamental es que en ellos se establece una serie de funciones que sirven y transforman las relaciones en un ámbito territorial más amplio (Borsdorf, 2005). En el mismo sentido, Roca et al. (2009) y Roca et al. (2011) sostienen que los subcentros no sólo son concentraciones densas de población y empleo en la metrópoli, sino que constituyen verdaderos elementos integradores y polos de atracción en los subsistemas urbanos en los que tiene lugar una dialéctica con los territorios aledaños entre los que se establecen flujos de interacción de distinta naturaleza (mano de obra, capital, conocimiento, información, etc.). Es decir, el elemento funcional del policentrismo está asociado a la generación de flujos de interacciones de distintas manifestaciones socioeconómicas entre los actores del espacio metropolitano. Como dice Méndez (2007) la diferencia del modelo policéntrico respecto del modelo de exclusiva suburbanización residencial es la conformación de núcleos que integran la residencia con actividad de empleo, lo que reduce los flujos y la dependencia respecto de los espacios centrales de aglomeración. En consecuencia, desde el enfoque adoptado en este trabajo dispersión y policentrismo son procesos diferentes aunque no necesariamente excluyentes dado que pueden manifestarse de manera conjunta en el espacio metropolitano, donde es posible que algunas zonas del mismo sigan uno u otro proceso, dotando al área en su conjunto de características complejas. Cada metrópoli presentaría por lo tanto características particulares respecto a sus patrones de configuración monocétrica, dispersa y policéntrica; la conjunción en la metrópolis de procesos de difusión y policentrismo o el tránsito de un patrón de crecimiento a otro. Es factible entonces que la dinámica de reestructuración territorial pueda seguir, en determinados espacios metropolitanos, una 7 aceleración de las tendencias difusoras por coronas metropolitanas y ejes radiales, consolidando la generación de subcentros (Mendez, 2007). La perspectiva adopta en ese trabajo posibilita comprender la forma compleja en que las áreas metropolitanas crecen en la actualidad, ya no solamente a costa de la dependencia de la ciudad central, sino por la interconexión funcional y física de los nodos metropolitanos que tienden a conservar y potenciar su propia dinámica interna. 2.1. Nuevas realidades, nuevas interpretaciones: la ciudad en red En el plano teórico, hasta la década de los años 1970, la teoría sobre la organización económica del espacio de Von Thünen (1826); adaptada por Alonso (1964) y otros; así como los modelos del lugar central de Christaller (1933) y Lösch (1940), han sido aptos para explicar el modelo de crecimiento urbano monocéntrico en el marco de sistemas jerárquicos. En la combinación de ambas perspectivas, donde el espacio es homogéneo e isótropo, la distancia constituye un coste, que rige el modo del crecimiento de la ciudad caracterizada por la compacidad y la alta densidad. En estos modelos, la ciudad central es la de mayor tamaño y por lo tanto la más compleja del sistema, en ella se concentra una diversidad de funciones y actividades; de las cuales, las superiores y de comando le son exclusivas. En relación con otros centros la ciudad central, mantiene vínculos verticales con otros núcleos de rango inferior, marcadamente dependientes de ella, que cumplen funciones de menor jerarquía. Ciertamente, estos modelos monocéntricos, centralizados y jerárquicos presentan dificultades a la hora de explicar el funcionamiento actual de los sistemas urbanos en general y metropolitanos en particular. Entonces, cuál es el marco apropiado para interpretar, analizar y comprender las formas de reestructuración metropolitana contemporánea, en la que las relaciones interurbanas no son necesariamente jerárquicas, donde los subcentros ejercen funciones e interacciones diferentes a las que les correspondería por su rango jerárquico y en la que las actividades de diverso orden no tienden a preferir únicamente localizaciones centrales. El enfoque de redes resulta en este contexto pertinente para representar y estudiar los fenómenos urbanos actuales, su dinámica de crecimiento y estructuración; ya que privilegia el espacio discontinuo sobre el continuo, los flujos sobre los lugares y 8 el principio reticular frente al areal (Dematteis, 2002, 2006; Camagni, 1993 y 1994; Capello, 2000; Trullen y Boix 2003). La noción redes de ciudades o ciudad en red puede entenderse como conjuntos de relaciones horizontales y no jerárquicas entre centros complementarios o similares, que generan externalidades de, respectivamente, especialización/división del trabajo y de sinergias/cooperación/innovación (Camagni y Salone, 1993; Camagni, 1994; Camagni, 2005). Haciendo hincapié en el elemento funcional del concepto, refiere a configuraciones urbanas policéntricas interconectadas por infraestructuras entre las cuales fluyen diferente tipo de flujos (de bienes, financieros, de personas, información etc.) (Vartianen, 1997); es decir un sistema de ciudades interrelacionadas en un área funcional. En el mismo sentido, Trullen y Boix (2004) entienden que las redes de ciudades como espacio en la cual las ciudades se conectan por relaciones de naturaleza socioeconómica e intercambian flujos de distintos tipos, sustentados sobre infraestructuras de comunicaciones y telecomunicaciones. No se trata de que en el territorio metropolitano desaparezcan las estructuras jerárquicas de tipo christalleriano, sino que estas persisten como una memoria del territorio (Camagni, 2005), en combinación con estructuras de otro tipo, donde es posible la convivencia de relaciones interurbanas verticales y horizontales. Este enfoque permite comprender que una ciudad pueda relacionarse directamente con una o varias ciudades de igual, menor o mayor jerarquía y que el tamaño urbano no sea el factor determinante del tipo de función, bienes y servicios que la ciudad brinda. En este caso ciudades pequeñas pueden cumplir funciones intermedias y las ciudades de tamaño medio proveer bienes o servicios superiores. El intercambio no se produce exclusivamente cuando los bienes son distintos, lo que da lugar a relaciones de complementariedad, sino también cuando son del mismo tipo originando relaciones de sinergia. La configuración resultante, vista como una red, no está definida solamente por la dimensión urbana y las funciones relativas a su rango jerárquico, sino que principalmente está determinada por la diversidad de relaciones y flujos que unen a los nodos en la metrópolis. 9 Asimismo, desde el enfoque de las ciudades en red es posible considerar también como subcentro a un conjunto de ciudades medias que comparten una serie de funciones y que en forma integrada ejercen influencia sobre la estructura metropolitana. Así, en la lógica de redes, un corredor que liga a un conjunto de ciudades medias que comparten funciones y generan una serie de relaciones entre ellas y con otras ciudades del entorno periférico podría constituir en sí mismo un subcentro y ser analizado como tal. En consecuencia el enfoque de redes permite entender la complejidad de la metrópoli contemporánea, como una ciudad de ciudades, donde el área metropolitana está conformada por subsistemas urbanos donde se presentan, con mayor o menor intensidad, pautas de monocentrismo, dispersión o policentrismo (Roca et al., 2009). A continuación se exponen los lineamientos metodológicos adoptados a fin de indagar en qué medida estas pautas están presentes en la metrópolis de Buenos Aires. 2.2. Metodología De acuerdo al enfoque teórico y conceptual previamente definido, la metodología empleada ha de permitir hacer operativos los conceptos de dispersión y policentrismo como dos fenómenos diferenciados por la capacidad de las áreas de aglomeración de influir en la estructura urbana, bajo la perspectiva de las ciudades en red. Por lo tanto, dar cuenta del aspecto relacional o funcional resulta absolutamente determinante. Como se ha dicho antes, el enfoque funcional no es el privilegiado en las investigaciones aplicadas (Green, 2007; Burger y Meijers; 2012) donde la técnica habitualmente utilizada suele consistir en la estimación de funciones de densidad de algunas variables de stocks (empleo y población especialmente) y observar sus cambios en un periodo de tiempo determinado. Este tipo de indicadores no muestran las relaciones funcionales entre los diferentes espacios metropolitanos ni el grado de incidencia de los subcentros en su entorno; ya que el mero volumen y concentración de estas variables en algunas áreas de la metrópolis no resulta indicadores suficientes para revelar la existencia de subcentros (García-López y Muñiz, 2007). La concentración y alta densidad de estas variables stock podrían evidenciar un fenómeno de dispersión o desconcentración de las mismas en subáreas; pero no la existencia de subcentros en los términos definidos anteriormente. Por lo tanto es importante medir, de alguna manera, 10 la capacidad de influencia que tienen esas concentraciones de población y empleo en su entorno. Los flujos de movilidad por motivos de trabajo, commuting, permiten aproximar las relaciones e influencias de y entre los subcentros y su entorno (Trullén y Boix, 2003, Roca et al., 2009 y 2011; Marmolejo, 2011), siendo una forma de estimar la existencia de estructuras dispersas y funcionales policéntricas. Los flujos de movilidad entre el lugar de residencia y el de trabajo resultan pertinentes como indicadores de la interacción intrametropolitana, ya que en los modelos clásicos los flujos del commuting fluyen de los núcleos periféricos de menor tamaño hacia la ciudad central. Mientras que en el enfoque de las redes de ciudades los flujos del commuting no están centralizados sino que son recíprocos, en el sentido de que pueden originarse tanto desde el centro metropolitano con destino a los diferentes núcleos suburbanos (fenómeno conocido como reverse commuting) como desde ellos hacia otros centros periféricos o bien estar crecientemente autocontenidos, en el sentido de que una parte importante de los residentes trabaja en el propio subcentro con bastante autonomía de la ciudad central. Por lo dicho, la metodología empleada combina indicadores tradicionales de concentración y densidad de población y empleo, con datos de flujos de movilidad laboral a fin de aproximar el grado de dependencia funcional de la ciudad central por parte de los distintos espacios de la metrópoli e identificar subcentralidades relevantes que estén indicando pautas de una estructura metropolitana policéntrica. Los datos de empleo y población corresponden a información censal de los años 2001 y 2010, provista por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) y los relativos a la movilidad residencia-trabajo son tomados de la Encuesta de Movilidad Domiciliaria 2009-2010 (ENMODO) de la Secretaría de Transporte de la Nación, efectuada en 27 partidos y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, los que constituyen las 28 jurisdicciones que componen el área de estudio de la referida encuesta. Se trata de la primera encuesta en su tipo cuyas bases de datos son de acceso público2. De la 2 Existes antecedentes de este tipo de estudios en la región metropolitana de Buenos Aires, aunque las bases de datos no se encuentran disponibles para público acceso. El primero de ellos es el Estudio Preliminar de Transporte de la Región Metropolitana llevada a cabo por el Ministerio de Obras y Servicios Públicos en 1973; el segundo antecedente corresponde al estudio efectuado por el Observatorio 11 misma, correspondiente al total de los viajes, se han seleccionado los que tienen como origen el hogar y como destino el lugar de trabajo. Se obtiene con estos datos una matriz origen – destino donde existen 28 orígenes, área donde la encuesta fue aplicada, siendo los destinos lugares (partidos) declarados por el encuestado como el partido hacia donde viaja para efectuar su trabajo (se registra un total de 42 destinos posibles). En la Figura 1 se muestran las jurisdicciones que componen el área de aplicación de la ENMODO, las coronas y corredores metropolitanos. Figura 1: Zona de estudio Fuente: Elaboración propia. Nota: Por presentar características demográficas y de empleo diferenciadas, el partido La Matanza ha sido dividido en dos sectores, La Matanza A, que entra en la primera corona metropolitana, y La Matanza B, sector que queda comprendido en la segunda corona; sin embargo todo el partido pertenece al corredor Suroeste. El análisis de las pautas de dispersión y policentrismo ha sido realizado en tres etapas: en primer lugar, se identifican los posibles subcentros; a partir de allí se calculan índices de Movilidad Urbana de la Corporación Andina de Fomento del año 2007 y el tercero se trata de la Investigación del Transporte Urbano Público de Buenos Aires, llevada adelante por la Secretaría de Transporte de la Nación durante los años 2006 y 2007, en el marco del Plan Integral de Transporte de la Región Metropolitana de Buenos Aires. 12 de movilidad laboral pertinentes para establecer la incidencia de los subcentros en su entorno, considerando como áreas de influencia los corredores metropolitanos, y finalmente se elabora una síntesis con los índices de movilidad obtenidos y los datos de concentración laboral en los corredores para identificar las tendencias hacia la dispersión y el policentrismo en la región metropolitana de Buenos Aires. En la primera etapa, la identificación de los posibles subcentros, a los que también se denominará centros de empleo, se efectúa mediante la determinación de umbrales de concentración laboral, calculando porcentajes y densidad de empleo para cada uno de los partidos para los que se tienen datos de movilidad; es decir los 27 partidos y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (Área de aplicación de la encuesta en Figura 1). En esta etapa cobra especial relevancia definir un área de influencia de los posibles subcentros identificados sobre la cual se busca posteriormente medir la evolución del grado de interacciones. En el caso de la región metropolitana de Buenos Aires se consideraran como áreas de influencia los seis corredores metropolitanos; zonificación efectuada por Secretaría de Transporte de la Nación en función de los principales patrones de circulación de las líneas de autobuses y de la orientación de las principales vías de comunicación (red principal de autopistas, ferrocarriles, carreteras y avenidas), las que en su mayoría convergen a la Ciudad de Buenos Aires (Figura 1). Esta decisión metodológica es pertinente porque, como apuntan Vecslir y Ciccorella (2011), el crecimiento de las últimas décadas en la metrópolis de Buenos Aires se organiza a lo largo de los grandes ejes de circulación. En esta parte, la identificación y caracterización preliminar de los subcentros y las posibles tendencias hacia una estructura dispersa o policéntrica se efectúa considerando dos periodos (2001 y 2010), lo que posibilita comprender la evolución temporal. Sin embargo, no será posible considerar en la siguiente etapa los subcentros identificados en el año 2001 debido a que, como se aclaró precedentemente sólo se dispone de datos de movilidad laboral para el periodo 2010. La segunda etapa consiste en el análisis de la incidencia de los centros de empleo en su entorno, que se efectúa siguiendo el criterio de la movilidad laboral generada desde cada corredor hacia los diferentes destinos, como proxy de las relaciones de dependencia funcional entre los territorios (Gutiérrez, 1992; Díaz et al., 2002 y Gallo, et al. 2010). 13 Para ello, tomando los datos de la ENMODO de la Secretaría de Transporte de la Nación, se construyen tres índices de movilidad laboral: a- El índice de cohesión interna: Informa respecto al grado de autocontención de territorio considerado y el peso de sus subcentros. Se define como el porcentaje de viajes que tienen como destino el mismo corredor. b- El índice de dependencia funcional: Da cuenta de la relevancia de la ciudad central y de la pervivencia de la tradición monocéntrica del área. Es definido como el porcentaje de viajes que tienen como destino la ciudad central, en este caso la CABA, sobre el total de viajes originados. c- El índice de dispersión: Captura la dinámica del modelo de dispersión. Se define como el porcentaje de viajes que tienen como destino partidos diferentes a los del corredor y a la ciudad central. Mediante estos índices se busca capturar la capacidad de los subcentros y sus entornos para generar dinámicas laborales internas relevantes, respecto de las relaciones con la ciudad central u otras áreas. La interpretación conjunta que se da a los índices es que mientras más cohesión exista al interior de un área, y menos dependencia se genere del centro, se estaría en presencia de subcentros y de un dinámica metropolitana policéntrica (Gallo et al. 2010; Gallo y Garrido, 2012). Por último se efectúa una síntesis con los índices de movilidad obtenidos por corredores y los datos de concentración laboral que resulta útil para identificar las pautas de dispersión y el policentrismo en la metrópolis. Para distinguir el grado de influencia de los subcentros en sus entornos se han seguido los siguientes criterios de clasificación distinguiéndose: - Áreas de influencia de incidencia alta: corredores que presentan índices de cohesión superiores al 55% y además índices de dependencia inferiores al 30%: - Áreas de influencia de incidencia media-alta: corredores que presentan índices de cohesión por encima del 50%, pero sus índices de dependencia son iguales o superiores al 30%. - Áreas de influencia de incidencia media-baja: corredores cuyos índices de cohesión si bien superan el 50% son los menores del conjunto de área y además los índices de dependencia son iguales o superiores al 30%. 14 Cabe mencionar que, lamentablemente, no se cuenta con datos de commuting para otro periodo distinto a 2010 que permitan efectuar un análisis dinámico de las tendencias de dispersión y policentrismo posibles de ser identificadas en la metrópolis de Buenos Aires. Si bien esta limitación en la información impone restricciones al estudio realizado, su desarrollo igualmente aporta evidencias de interés para reconocer las pautas de crecimiento metropolitano. 3. Evidencia de los cambios territoriales y funcionales en el área metropolitana de Buenos Aires La dinámica poblacional metropolitana de Buenos Aires da cuenta del estancamiento y tendencia decreciente que la ciudad central ha experimentado desde 1960. En efecto, la tasa de variación de la población en la CABA, entre esa fecha y 2010, resulta negativa (2.6%). Sin embargo, en el corto periodo que va desde 2001 a 2010 la ciudad ha experimentado un relativo dinamismo, incrementando su población en un 4,1%. Si bien este porcentaje es inferior al incremento porcentual de la población total y de la población urbana nacional (10,6% y 12,6% respectivamente entre 2001 y 2010) resulta llamativo dado el referido comportamiento negativo que había evidenciado la ciudad central en las últimas décadas. En contraste, los corredores metropolitanos han ganado progresivamente población, aunque con diferencia entre ellos. Llama especialmente la atención el corredor Sudoeste, donde la población se incrementó un 375,2% desde 1960 a 2010; siendo la tasa de variación más alta del conjunto. El corredor Norte, con un 98,2%, evidencia la menor variación, después de la CABA, en cuanto poblacional en 2010 respecto a 1960. En el último periodo intercensal (2001-2010) todos los corredores han visto incrementada su población en una proporción mayor que la ciudad central (Figura 2), pero el caso del corredor Sudoeste vuelve a ser el más significativo: el incremento poblacional ha sido del 38,5% (a causa del importante crecimiento de los partidos que lo integran La Matanza, Ezeiza y Esteba Echeverría). A éste le sigue el corredor Sudeste con una tasa del 12,9%, con especial dinamismo del partido de Florencio Varela, Berazategui y Quilmes (véanse Figura 2 y En mayor o menor medida todos los corredores metropolitanos han incrementado su participación en la población total a costa de la pérdida de peso de la ciudad central de casi 22 puntos porcentuales entre 1960 y 2010. Sin embargo este crecimiento no ha alcanzado para modificar la 15 preponderancia demográfica que aún mantiene la CABA respecto al resto de la metrópolis. Figura 3). Figura 2: Distribución relativa de la población por corredores 2010 y tasa de variación poblacional en los corredores metropolitanos y CABA, 1960-2010 y 20012010 Fuente: Elaboración propia con datos de INDEC. En mayor o menor medida todos los corredores metropolitanos han incrementado su participación en la población total a costa de la pérdida de peso de la ciudad central de casi 22 puntos porcentuales entre 1960 y 2010. Sin embargo este crecimiento no ha alcanzado para modificar la preponderancia demográfica que aún mantiene la CABA respecto al resto de la metrópolis. Figura 3: Distribución relativa de la población en 2010 y variación poblacional 2001-2010, por partidos del área 16 Fuente: Elaboración propia con datos de INDEC. El Cuadro 1 ofrece información respecto a cómo se distribuye la población entre los corredores del área metropolitana y cuál ha sido su comportamiento temporal. Se destaca que entre 1960 y 2010 el corredor Norte, ha experimentado un cierto estancamiento en torno al 10%, con leves incrementos y leves bajas en la participación poblacional respecto al resto del área. Cuadro 1: Distribución relativa de la población, 1960 – 2010; distribución relativa y empleo por cada mil habitantes 2001-2010, por corredores metropolitanos y CABA Población 1960 (%) Población 1970 (%) Población 1980 (%) Población 1991 (%) Población 2001 (%) Población 2010 (%) Empleo 2001 (%) Empleo 2010 (%) Empleo por 1000 habitantes 2001 Empleo por 1000 habitantes 2010 Ciudad central 43,5 35,2 29,4 26,5 23,3 21,6 31,5 24,2 419,0 572,4 Norte 9,7 10,1 10,1 10 10 9,8 10,7 10,0 331,1 521,0 Fuente: Elaboración propia con datos de INDEC. 17 Noroeste 10,9 12,3 13,3 13,8 16,1 15,7 14,6 15,3 280,5 497,7 Oeste 7,4 9,3 10,9 11,8 11 11 9,4 10,4 263,5 481,7 Sudoeste 6,9 9,1 11,5 12,5 13,6 16,7 11,1 16,2 252,5 495,4 Sur 11,5 13,1 13,2 13,3 13,6 12,8 12,1 12,2 275,3 489,1 Sudeste 10,1 10,9 11,6 12,1 12,4 12,5 10,7 11,6 265,3 474,4 La participación poblacional del corredor Noroeste ha tenido un ritmo constante de incremento hasta 2001, aunque en 2010 el mismo cae, ubicándose en el 15,7% de la población metropolitana. Los corredores Oeste y Sur han seguido un comportamiento similar de lento incremento en su participación en la distribución de la población metropolitana, aglutinando en el último censo el 11% y el 12,8% respectivamente. El eje que reúne una mayor cantidad de población es el Sudoeste, con el 16,7%; porcentaje que ha venido creciendo desde en magro 6,9% de 1960 y evidenciando un permanente dinamismo. Finalmente, el corredor Sudeste, con una evolución positiva desde 1960 reúne en 2010 al 12,5% de la población del área estudiada. Desde una perspectiva de largo plazo los datos sugieren que si bien en la última década la población asentada en la CABA ha vuelto a crecer, no podría afirmarse aún la presencia de un proceso de reconcentración poblacional, aunque sí resulta un dato necesario de ser considerado y estudiado. Así, en principio, lo que aparece es un proceso de dispersión de la población a lo largo de los corredores metropolitanos y en las coronas más alejadas de la ciudad central. Numerosas investigaciones previas dan cuenta del proceso de suburbanización que ha sufrido Buenos Aires. Torres (2001) argumenta la existencia en la metrópoli de un proceso de “suburbanización de las élites” especialmente visible durante la década de los años noventa; que presenta contrastes sociales y espaciales con la más antigua suburbanización de trabajadores urbanos que se había producido entre los decenios de 1940 a 1960. Dichos contrastes se traducen en la “ciudad fragmentada” estudiada por Prévôt-Schapira (2000) y modelizada por Borsdorf (2003), que da cuenta de las contradicciones, oposiciones y disparidades socioterritoriales en la metrópolis impulsadas, desde inicios de los años noventa, por diversos factores: condiciones macroeconómicas y políticas que redujeron la acción directa del Estado en términos de planificación y de inversión frente a la desregulación, promoción y apertura al capital privado, particularmente inversión extranjera, que realizó la modernización y ampliación de las carreteras, la ejecución de grandes emprendimientos inmobiliarios (edificios inteligentes de alta gama, complejos empresariales para sedes corporativas y 18 barrios privados cerrados y exclusivos), hoteleros y de restauración de nivel internacional y grandes superficies comerciales y de ocio (Ciccolella, 1995 y 1999; Clichevsky, 1999; Vecslir y Ciccolella, 2011 y Ciccolella y Vecslir, 2012). Con respecto al reciente dinamismo demográfico experimentado por la CABA, probablemente esté asociado al hecho de que, desde hace algo más de dos décadas, el área central tradicional ha sufrido un proceso de densificación, modernización y verticalización (Ciccolella y Vecslir, 2012); ha mantenido su preeminente centralidad en cuanto a la concentración de funciones político-administrativas; así como en lo referente a la localización residencial de alto y medio alto nivel socioeconómico (Torres, 2001) posibilitada por la oferta de desarrollos inmobiliarios de alta gama. A lo que cabría agregar la preponderancia de la ciudad central en la concentración del poder económico, como centro de negocios y comando, impulsada por los emprendimientos inmobiliarios de construcción y reconversión de edificios corporativos (Ciccolella y Vecslir, 2012). Un claro ejemplo de esto es la operación urbanística Puerto Madero3, entre otras. Desde el punto de vista del empleo, los patrones de concentración laboral son análogos a los poblacionales (véase Figura 4 y Figura 5). Los datos disponibles corresponden al periodo intercensal 2001 y 2010, etapa en la que se puede observar que en términos relativos, la variación más moderada se ha dado en la CABA (42,2%) y la más abrupta en el corredor Sudoeste (171,7%) como consecuencia de los incrementos que han experimentado los partidos que componen este corredor: La Matanza (185%), Ezeiza (154,1%) y Esteban Echeverría (117,2%). Asimismo, es relevante observar que el empleo metropolitano ha experimentado cierta redistribución dado que la ciudad central concentra en 2010 una proporción menor de empleo que en 2001, del 31,5% el porcentaje se ha reducido al 24,2%; mientras que el corredor Sudoeste ha visto incrementada su participación del 11,1% al 16,2%. 3 En el marco de la llamada Reforma del Estado, en 1989, por Decreto del Poder Ejecutivo Nacional 1279 se crea la Corporación Antiguo Puerto Madero S.A. Por convenio entre el Ministerio de Obras y Servicios Públicos de la Nación y la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, se transfirieron a dicha Corporación el dominio de una amplia zona ferroportuaria subutilizada, contigua al centro comercial, administrativo y político de la ciudad. La superficie edificable sumó 1.400.000 m2, para usos residenciales, de oficinas, equipamientos culturales y recreativos, así como la recuperación y puesta en valor de edificios históricos. Véase para más detalle y otros casos: Mignaqui (2012) y Clichevsky (2012) 19 En términos de empleo por cada mil habitantes, se mantiene cierta estabilidad en los datos de 2001 y 2010, donde la ciudad central y los corredores Norte y Noroeste muestran los índices más altos. En este sentido el principal cambio observado es el incremento del empleo por cada mil habitantes en el Sudoeste que pasó de tener el índice más bajo en 2001, 252 empleados por cada mil habitantes, a 495 en 2010. Figura 4: Distribución relativa del empleo por corredores, 2010 y tasa de variación del empleo por corredores metropolitanos y CABA, 2001-2010 Fuente: Elaboración propia con datos de INDEC. Con todo, en términos de empleo por cada mil habitantes se presenta una situación de relativo equilibrio entre los corredores y la ciudad central. En esta última es donde se registra mayor cantidad de empleo por cada mil habitantes en 2010 (572) seguida por el corredor Norte (521); mientras es el eje Sudeste (474) el que menos empleo reúne en estos términos. La evolución de los datos censales de población y empleo permiten afirmar que junto con la desconcentración de la población se ha producido una desconcentración del empleo hacia la los corredores en especial, en la segunda y tercera corona. 20 Si bien las mayores concentraciones de población y empleo, aparte de la CABA, se encuentran en el Sudoeste y en el Noroeste, la mayor variación poblacional (2001-2010) y también de empleo se presenta claramente en el Sudoeste, seguido por el corredor Sudeste en tanto variación de población y por el eje Oeste en lo referente al empleo. Se destaca desde otro ángulo, la importancia del corredor Norte en términos del empleo por mil habitantes, aunque ninguno de los corredores presenta un índice superior al de la ciudad central. Por lo dicho se constata el crecimiento de las periferias metropolitanas, fenómeno que podría estar evidenciando solamente dinámicas de difusión, pero también podría tratarse de verdaderas pautas de policentrismo, en una suerte de reequilibrio territorial metropolitano, justificando ampliamente el análisis que se acomete en el siguiente epígrafe. Figura 5: Distribución relativa del empleo en 2010 y tasa de variación del empleo 2001-2010, por partidos del área Fuente: Elaboración propia con datos de INDEC. Ahora bien, con los datos estáticos no basta para reconocer las interacciones que se producen en la región metropolitana, es preciso incluir datos relacionales. Al respecto, 21 la consideración de los datos de commuting, a partir de la ENMODO, aporta evidencias interesantes. Una primera observación es que, la CABA además de ser el principal centro de población y empleo, genera y es receptora de importantes flujos en relación al el resto del área. De hecho, la ciudad central genera el 26,4% del total de viajes laborales y a su vez recibe el 45% de todos los viajes de este tipo producidos en la región metropolitana. En la CABA, el 88,2% de la población residente se moviliza dentro de la ciudad central para desempeñar su actividad laboral y el flujo de ellos que viaja hacia los corredores lo hace principalmente hacia el Norte, Noroeste y Sudoeste; destacándose en la primera corona el partido de Vicente López, San Isidro, General San Martín y La Matanza A. Es que los partidos de la corona más cercana a la ciudad central, ocupan una importancia relativamente similar como destino de trabajo para la población residente en ella, no existiendo mayores diferencias, y para los partidos de la segunda corona la importancia relativa de la CABA es aún menor como destino laboral. Los datos de movilidad apuntan a que la CABA no es el principal destino laboral para los residentes en los distintos corredores metropolitanos ya que en los seis se verifica que es mayor el porcentaje de residentes que se mueven dentro del corredor que hacia la ciudad central. En definitiva, los datos descritos dan cuenta de la complejidad de relaciones laborales que se genera en la metrópolis y aportan indicios claros respecto a la existencia de una dinámica interna en las periferias metropolitanas, donde posiblemente existan importantes subcentros de empleo que estarían alterando la tradicional jerarquía de la ciudad central y las relaciones centro – periferia. Un análisis de estas dinámicas urbanas es lo que se presenta a continuación. 4. Análisis empírico: dinámica e interacción de los subcentros en sus áreas de influencia 4.1. Identificación y análisis de subcentros De acuerdo a lo señalado en el epígrafe metodológico, siguiendo las observaciones efectuadas en García-López y Muñiz (2007) y Muñiz y García-López (2013) se aplican umbrales estadísticos flexibles en 2001 y 2010 al porcentaje de empleo y a las condiciones de densidad. El criterio seguido por estos autores y tomado en este trabajo 22 es considerar como subcentros a los partidos con una densidad de empleo por encima de la densidad media y que además cuenten con un porcentaje de empleo superior al 1% del total. De tal manera, se obtiene que en 2001 el número de partidos que cumplen con ambas condiciones y que, por tanto, pueden ser clasificados como subcentros de empleo son 11; mientras que en 2010 son 12 al incorporándose La Matanza a los 11 subcentros que se mantienen desde 2001. En el Cuadro 2 se muestra la distribución del empleo en la ciudad central, los subcentros identificados en cada año y el resto de los partidos. Como puede apreciarse, la concentración del empleo en la CABA se ha reducido del 32,1% al 24,2%; mientras que los subcentros han incrementado la concentración; pero no sólo a costa de la primera, sino también porque en el conjunto del resto de los partidos se ha reducido la concentración. Esta primera evidencia indicaría que el reequilibro estaría produciéndose a favor de los corredores donde se emplazan los subcentros identificados y que, en efecto, es posible suponer la existencia de verdaderas pautas de policentrismo, con subcentros potentes para incidir en la dinámica espacial de sus áreas de influencia. Pero también es importante notar que si bien las subcentralidades se distribuyen entre los distintos corredores (véase Figura 6), casi en su totalidad, salvo San Fernando, se emplazan en la primera corona, la zona más próxima a la ciudad central. Y como se ha dicho son precisamente esos subcentros los que han incrementado su grado de concentración de empleo (Cuadro 2). Cuadro 2: Evolución de la distribución del empleo 2001 11 31,5% 32,1% 36,4% Nº de subcentros % Empleo en el CABA % Empleo en subcentros % Empleo otros partidos 2010 12 24,2% 42,8% 33,0% Fuente: Elaboración propia con datos de INDEC. La ubicación de los subcentros de 2010 se ilustra en la Figura 6, en la que puede apreciarse que en los corredores Norte y Noroeste se localizan tres subcentros de empleo en cada uno; en los corredores Oeste y Sudoeste un subcentro y en los corredores Sur y Sudeste dos subcentros, respectivamente. 23 Figura 6: Distribución subcentros en corredores metropolitanos, 2010 Fuente: Elaboración propia Una vez identificados los subcentros potenciales, cabe preguntarse ahora por las dinámicas que se establecen en cada uno de los corredores metropolitanos en los que se emplazan, entendiéndolos como áreas de influencia de los subcentros y considerando los partidos que éstas áreas involucran incluidos los subcentros de empleo identificados. En el siguiente epígrafe se efectúa este análisis. 4.2. Análisis de las áreas de influencia Ahora bien, de acuerdo a lo señalado en las consideraciones metodológicas, los corredores metropolitanos son examinados en tanto representan unidades territoriales donde los subcentros ejercen influencia, áreas que, según el enfoque de ciudades en red, concentrarían muchas de las funciones centrales características de ciudades de mayor tamaño. Recuérdese también que al inicio de este trabajo se ha afirmado que el policentrismo involucra dinámicas de interacción de núcleos con cierta jerarquía en el espacio metropolitano con sus áreas de influencia; y que el modelo policéntrico se diferencia del modelo de exclusiva suburbanización residencial por la conformación de 24 subcentros que integran la residencia con actividad de empleo, reduciéndose los flujos y la dependencia respecto a la ciudad central. Se trabaja con los datos de movilidad laboral correspondientes a 27 partidos distribuidos en los seis corredores de la región metropolitana. Estos corredores contienen entre tres y siete partidos, incluidos los subcentros de empleo identificados y entre ellos la población y el empleo se concentran de manera no uniforme. Con el propósito de analizar cómo se comportan estas áreas de influencia de los subcentros a fin de poder distinguir relaciones de dependencia funcional entre los territorios y detectar las tendencias hacia una estructura metropolitana policéntrica, se utilizan los datos disponibles de movilidad entre el lugar de residencia y trabajo, detallados en el epígrafe metodológico; que resultan adecuados para los objetivos planteados (Díaz et al., 2002 y Gutiérrez Puebla, 1992). Así, tomando los viajes que se originan en cada uno de los corredores metropolitanos y sus diferentes destinos se han calculado los índices de cohesión interna, dependencia funcional y dispersión, por corredores y la ciudad central, para el único año del que se disponen datos (2010) (ver Figura 7). Figura 7: Índices movilidad laboral, 2010 Fuente: Elaboración propia. 25 En primer lugar se observa que todos los corredores tienen índices de dependencia respecto a la ciudad central inferiores al 35% y que los índices de cohesión superan el 50% del total de flujos laborales en todos los corredores, siendo siempre superior a los índices de dispersión. Con respecto a la ciudad central, el porcentaje de viajes con motivo de trabajo que salen desde ésta con destino hacia otros lugares del área metropolitana, lo que se conoce como reverse commuting, no es elevado, apenas llega al 11,8%, mientras que el resto de los viajes laborales generados en la CABA tienen como destino la propia ciudad (88,2%). En el Cuadro 3 se presenta una síntesis que relaciona los índices de movilidad obtenidos y los datos de concentración laboral en los corredores para clasificarlos según el grado de incidencia de los subcentros, siguiendo los criterios explicitados en la parte metodológica. Cuadro 3: Evolución de los índices movilidad y concentración laboral por corredores Corredor Norte Noroeste Sur Sudeste Oeste Sudoeste Empleo por 1000 habitantes 2010 521,0 497,7 489,1 474,4 481,7 495,4 Variación Empleo 20012010 73,1 94,2 87,4 101,8 103,9 171,7 I. Cohesión - I. Dependencia I. Cohesión - I. Dispersión Clasificación 0,37 0,32 0,24 0,23 0,21 0,20 0,57 0,37 0,41 0,48 0,31 0,37 A.I.I. Alta A.I.I. Alta A.I.I. Media Alta A.I.I. Media Alta A.I.I. Media Baja A.I.I. Media Baja Fuente: Elaboración propia. En la primera clasificación, áreas de influencia de incidencia alta de los subcentros, se encuadran los corredores Norte y Noroeste. Es el eje Norte el que presenta el mayor índice de cohesión interna (65%) y la menor dispersión (apenas el 8% de los viajes laborales tienen como destino otros corredores), siendo su grado de dependencia funcional relativamente bajo (28%). Además, es el eje en el que menor medida ha aumentado el crecimiento del empleo (73,1%), pero en el cual registra la mayor cantidad de trabajadores por cada mil habitantes. Los resultados obtenidos estarían abonando la idea de que este corredor es el más consolidado internamente, con mayor estabilidad en el empleo y donde una importante proporción de sus residentes trabajan en el propio corredor, lo que implicaría una incidencia alta de los subcentros de empleo. No obstante, cabe señalar que al examinar los índices de movilidad individualmente por 26 subcentros, destaca que en este corredor uno de ellos, el partido de Vicente López, limítrofe a la CABA, ostenta un índice de dependencia funcional que se aparta de la media del corredor: 47% de los viajes laborales tienen como destino la ciudad central. Este dato no resulta sorprendente dado que la vinculación, expansión y consolidación metropolitana desde la zona norte de la CABA hacia los partidos del corredor Norte se ha visto reforzada, en las dos últimas décadas, por la localización de algunas actividades del terciario superior (sedes de grandes empresas nacionales y multinacionales junto a otras pequeñas y medias, despachos profesionales y servicios, etc.) y de importantes cadenas internaciones de consumo (Vecslir y Ciccolella, 2011), conformando un continuum metropolitano, donde el mercado de trabajo es compartido. De hecho, la vinculación al Norte es tal que el partido del Vicente López conforma el principal destino de los trabajadores que salen de la CABA para desempeñar sus actividades, con un 16%, mientras el resto de ellos se reparte entre los otros 41 destino. El corredor Noroeste ha sido clasificado también como área de influencia de incidencia alta y se destaca por ser el de menor dependencia funcional (24%), siendo el segundo en empleo por cada mil habitantes. Sobresale individualmente el partido de Hurlingam, donde la mayor proporción de viajes laborales (el 41%) se dispersa hacia otros partidos; en particular hacia Morón que recibe el 33% de esos flujos. Esta situación encuentra clara explicación en la inercia que la historia del propio partido imprime a su dinámica de movilidad laboral. Es que en 1994 por ley provincial se crea el municipio de Hurlingham y también el de Ituzaingo, a partir de la división del partido de Morón (estos dos últimos pertenecientes al corredor Oeste). Esa decisión política h separando legalmente procesos y mercados de trabajo que de hecho parecen ser compartidos. Por este tipo de interacciones es que el corredor Noroeste evidencia un índice de dispersión del 20%. Clasificados como áreas de influencia de incidencia media-alta de los subcentros se encuentran los corredores Sur y Sudeste. En éste último, si bien el 57% de los flujos laborales se realizan dentro del corredor, la dependencia funcional es relativamente alta (34%). Esto probablemente se deba al influjo individual del partido de Avellaneda, limítrofe a la CABA, cuyo índice de dependencia roza el 49%. 27 El corredor Sur muestra una situación similar pero aquí los índices de dependencia y cohesión son algo más bajos por una mayor importancia de las dinámicas de dispersión, en particular dirigidas hacia el eje Sudeste. Finalmente, como áreas de influencia de incidencia media-baja se han clasificado los corredores Oeste y Sudoeste. En estos ejes los índices de cohesión son los menores (51% y 52%, respectivamente) en comparación con el resto de los corredores y los índices de dependencia están en el orden del 30% y 32%. En el corredor Oeste, esta relativa mayor dependencia puede ser tributaria de lo que ocurre en uno de los subcentros, Morón, que individualmente presenta un índice de dependencia del 35%. Morón, aunque no es colindante a la CABA se encuentra bien conectado a través de la Autopista Oeste, las Rutas 7 y 200 y el ferrocarril Sarmiento, lo que explica los importantes flujos hacia la ciudad central. Una situación llamativa es la del corredor Sudoeste, donde se registran las mayores variaciones en términos de aumento del empleo entre 2001 y 2010 y es de suponer que una parte importante del mismo es absorbido por el propio corredor, aunque sí que hay un porcentaje no mayoritario que es captado por la ciudad central. ayudaría a distinguir claramente el destino del nuevo empleo generado en el Sudoeste poder contar con datos de movilidad laboral de otros periodos, sin embargo esta tarea queda pendiente para futuros avances en la medida que se disponga de dichas informaciones. En 7 de los 12 subcentros de empleo identificados en 2010, el índice de cohesión es mayor que los de dependencia y cohesión, de lo cual es posible inferir que los mismos ejercen una importante influencia en sus respectivos entornos metropolitanos, aportando a estas áreas cierta autonomía de la ciudad central, donde parte importante de los residentes trabaja en el propio corredor. Estas evidencias apuntan a la existencia de pautas de policentrismo en la estructuración funcional de la metrópolis. Al parecer, las relaciones entre la ciudad central y la periferia no están fuertemente marcadas por la dependencia funcional como pudo haber sido en el pasado ya que, en la actualidad, se estaría en presencia nuevas pautas de estructuración metropolitana más ligada a la relevancia de espacios específicos que se articulan en torno a los ejes de circulación dentro del territorio metropolitano que parecen ostentar dinamismo propio. 28 Por otra parte, las pautas de policentrismo parecen estar generada por territorios cercanos a la ciudad central, la primera corona, donde se emplazan los 7 subcentros de mayor cohesión interna. Esta franja es más consolidada y densa en términos poblacionales y productivos que las más distantes. En ellas, segunda y tercera corona, las pautas de expansión metropolitana parecen relacionarse más con una relativa desconcentración poblacional que se expresaría principalmente a través de pautas de dispersión, no distinguiéndose subcentros que generen una dinámica propia en términos de empleo en el corredor. 5. Discusión y conclusiones El estudio del proceso de reconfiguración territorial del área metropolitana de Buenos Aires ha sido enfocado generalmente en el paso de la ciudad compacta a una ciudad que se expande sobre sus límites tradicionales con una fuerte fragmentación socioespacial. El enfoque de este trabajo se ha centrado en, primero reconocer estos cambios sobre la base de las investigaciones precedentes y aportar nuevos datos que permitan diferenciar los fenómenos de dispersión y de policentrismo que pudieran existir en la metrópolis. La conceptualización diferenciada de ambas pautas de crecimiento urbano ha permitido reconocer que en la metrópolis de Buenos Aires las dos están presentes aunque se manifiestan en distintas partes del espacio metropolitano. Los resultados corroboran un patrón de crecimiento metropolitano mixto marcado por la dispersión residencial, especialmente en las coronas más alejadas de la ciudad central y la presencia de subcentros de empleo que mantienen una dinámica interna propia que logra ejercer influencia en la estructura urbana. Estos resultados aportan evidencias respecto a la existencia de pautas de policentrismo en la metrópolis que se estarían dando junto cierta revitalización reciente del área central que continúa ejerciendo un papel importante en la dinámica espacial metropolitana. La expansión metropolitana más allá de la primera corona se encuentra fundamentalmente marcada por pautas de crecimiento difuso con fuerte aumento de la población residente y también una variación importante del empleo, pero donde no se registran subcentros relevantes capaces de generar dinámicas propias. Al constatar la existencia de subcentros que ejercen influencia en sus entornos respectivos, se verifica también que existe una cierta concentración espacial de los flujos laborales en los corredores. En este sentido la estructuración metropolitana 29 policéntrica resulta positiva ya que tiende a atenuar los costes de la dispersión asociados a las distancias y tiempos de viaje proporcionando una reducción en los costes individuales y sociales y con ello aportando a una mejora de la calidad de vida de los residentes. Desde el punto de vista de la gobernanza metropolitana, resulta imprescindible en la actualidad el planteamiento de estrategias conjuntas y consensuadas entre los actores públicos vinculados a las políticas urbanas: el Estado nacional, el gobierno de la provincia de Buenos Aires, los gobiernos locales de cada uno de los partidos y por supuesto el gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Los acuerdos básicos deberían considerar las nuevas tendencias en la organización y relación espacial señaladas en este trabajo y otros precedentes, orientando las políticas hacia medidas que, entre otras cosas, privilegien el transporte público frente al privado y así evitar la congestión y los impactos medioambientales que se plantean con la consolidación y crecimiento de los subcentro de empleo como núcleos fundamentales de la dinámica metropolitana. El análisis efectuado ha incluido datos de concentración de empleo y de movilidad laboral, intentando con ello incorporar aspectos funcionales o relacionales al estudio de la dinámica intrametropolitana. En este aspecto, el trabajo realizado presenta novedad y una fortaleza interesante y poco explorada en la literatura sobre ciudades de Argentina. La Encuesta de Movilidad Domiciliaria efectuada por la Secretaría de Transponte de la Nación entre 2009 y 2010 es la única fuente disponible sobre flujos de movilidad en la región metropolitana de Buenos Aires. Si bien es una fuente de datos poco explotada hasta el momento, resultaría deseable que en el futuro se actualicen sus datos a fin de contar como mayores insumos que permitan identificar tendencias de cambio a lo largo del tiempo y un análisis de la evolución de los subcentros y sus áreas de influencia. Por otra parte, la noción de ciudades en red ha proporcionado el encuadre correcto para el análisis relacional de las ciudades, sin el cual no es posible comprender cabalmente las nuevas dinámicas de estructuración metropolitana. Metodológicamente, el trabajo se ha basado en un criterio concreto para la identificación de los subcentros y ha sido combinado con datos de movilidad laboral para ofrecer indicios que permitan detectar, preliminarmente, aquellos territorios que dada su naturaleza (alta densidad y concentración laboral) ejercen influencia en el sistema metropolitano. No obstante, se 30 hace necesario probar en trabajos futuros otras formas de identificación de subcentros incluyendo cuestiones tales como el sector de actividad laboral y tipo de ocupación, nivel de cualificación de los trabajadores, la especialización productiva y funcional de cada área, entre otras. La utilización de criterios semejante derivaría de la posible definición de redes policéntricas de diferente tipo, como redes urbanas de cooperación, de sinergia, de complementariedad, redes de conocimiento, etcétera, que pudieran estar articulando el espacio metropolitano. Asimismo, cabría en el futuro explorar formas alternativas de medición de la interacción entre centros urbanos mediante otros datos de flujo que estuviesen disponibles y que aportarían nuevas evidencias sobre las relaciones funcionales en el territorio. Por último, es de recordar que el trabajo efectuado no ha pretendido ofrecer un análisis de los factores explicativos de las actuales formas de reestructuración urbana ni sus consecuencias. Acometer un estudio de este tipo constituye otro desafío adicional a emprender en el marco de la investigación más amplia en la que se encuadra el presente trabajo. Allí se profundizará en cómo los cambios demográficos, socioeconómicos, culturales y en las políticas públicas (tanto territoriales como sectoriales) influyen en la reorganización territorial; el papel que juegan las economías de aglomeración y de red; cómo opera el cambio estructural en el espacio metropolitano, etcétera. Asimismo, debería ampliarse el estudio a las consecuencias potenciales del desarrollo de los modelos de crecimiento metropolitano tales como las disparidades socioeconómicas, la integración social y las condiciones de sustentabilidad ambiental. Con todo, el trabajo efectuado aporta nuevos elementos al estudio de la estructuración de la región metropolitana de Buenos Aires y constituye un avance sobre el cual continuar la investigación y los desafíos futuros. 6. Bibliografía Alonso, W. (1964): Location and Land Use, Harvard University Press, Cambridge, MA. Boix, R. (2004): “Redes de ciudades y externalidades”, Investigaciones Regionales, nº 4, primavera, p. 5-27. 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