6º Año Social-Economía y Social-Humanístico Docente: Bruno

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FICHA Nº 2: Escuelas del Pensamiento Económico
6º Año Social-Economía y Social-Humanístico
Docente: Bruno Giometti
Breve reseña histórica sobre las escuelas del pensamiento económico
Consideraciones iniciales
En primer lugar es importante destacar la importancia de conocer el contexto histórico del
surgimiento de cada una de las distintas corrientes de pensamiento económico y las teorías
económicas.
Las teorías económicas no se crean por casualidad o por inspiración súbita de científicos
geniales, sino que surgen “atadas” al momento histórico en que se encuentra determinada
sociedad. El objetivo de determinada concepción económica puede ser justificar la
organización económica existente (por ejemplo, el mercantilismo durante el Renacimiento
o la teoría neoclásica en el siglo XIX) o intentar explicar los problemas del sistema vigente
en ese momento y proponer medidas para superarlos (por ejemplo, los primeros autores
clásicos o el marxismo). Pero en ambos casos se relaciona la teoría económica en cuestión
con el momento histórico en que la misma ve la luz.
Antecedentes a la teoría clásica
La corriente mercantilista se desarrolla en Europa durante el Renacimiento (siglos XV a
XVIII), que coincide con la llamada época de la conquista (recordar como fecha
emblemática el descubrimiento de América en 1492). Algunos de sus principales
exponentes son los franceses Bodin y Colbert (este último, ministro del rey Luis XIV), el
inglés Thomas Mun y el italiano Antonio Serra.
El mercantilismo no es una teoría económica propiamente dicha, sino que es un conjunto de
ideas y propuestas de política económica surgidas a lo largo del período absolutista, en
distintos países de Europa.
Por obvias razones, la actividad económica más dinámica de la época es la comercial y
siendo coherentes con esto, los mercantilistas consideran que la riqueza nacional la
determina la cantidad de oro y plata que posee cada país (metales preciosos que se usan
como moneda para comerciar).
No obstante el énfasis que ponen en el comercio exterior como fuente principal de riqueza,
los autores mercantilistas destacan la importancia del desarrollo de la producción industrial
nacional (en aquel momento, los artesanos de las ciudades). Este objetivo de política
económica (que encuentra su ejecución a través de mecanismos proteccionistas) se
considera importante porque aquellos países con mayor producción local de bienes, deberán
gastar menos recursos monetarios en importaciones e incluso podrán exportar parte de lo
que producen. Como se ve, la producción de bienes y servicios no se considera la actividad
central, sino que se ve como funcional al atesoramiento de metales preciosos.
En el sentido de lo anterior, los mercantilistas destacan la importancia de tener una balanza
comercial favorable (es decir, que las exportaciones superen en monto a las importaciones).
En resumen, los mercantilistas ven a la esfera de la circulación como la principal actividad
generadora de riqueza. La riqueza se conceptualiza como atesoramiento monetario y no
como la acumulación de bienes y servicios útiles. En estos puntos se encuentran sus
principales limitaciones teóricas.
Los fisiócratas surgen en Francia en el siglo XVIII. Su principal referente teórico es
François Quesnay, aunque también fueron relevantes los aportes de Mirabeau y Dupont de
Nemours. Otro destacado fisiócrata fue Turgot, ministro de finanzas de Francia en el siglo
XVIII.
En aquel momento histórico, Francia era un país escencialmente agrario, dado que la
revolución industrial todavía no había despegado. La escuela fisiocrática entiende, a
diferencia de los mercantilistas, que tanto el comercio como la producción industrial sólo
transforman la riqueza, pero que la misma es creada únicamente en las actividades agrarias.
La tierra es para los fisiócratas, el factor productivo imprescindible para que exista creación
de riqueza.
En este sentido, los fisiócratas dividen a la sociedad en tres clases. La clase propietaria es
quien posee el factor productivo tierra, recibiendo una renta por alquilar la misma. La clase
productiva es quien posee el capital, e invierte en producción agrícola (para lo cual debe
pagar la renta a los propietarios) obteniendo una ganancia. La clase estéril está compuesta
por los trabajadores y capitalistas de la industria y los servicios y no genera valor, pero
interviene en el proceso económico comprando alimentos y materias primas a la clase
productiva. La riqueza es un flujo de bienes y servicios que se intercambia entre las clases y
que se renueva período a período.
Para los fisiócratas la medida más correcta de política económica es que el Estado no
intervenga en ningún momento de este proceso económico, dado que se considera que es
justamente la intervención estatal lo que impide alcanzar la armonía entre todas las clases
sociales a través de la libre competencia (dejar hacer, dejar pasar).
Si bien se parte de la concepción errónea de que la única actividad productiva es el agro, la
fisiocracia constituye un avance sustancial respecto a la concepción mercantilista. La
riqueza pasa a ser considerada en términos reales, como un flujo de bienes y servicios que
se produce y se consume año tras año, descartándose la concepción de riqueza como
acumulación de metales preciosos. Además son los primeros en plantear que el sistema
económico está regido por ciertas leyes que deben ser descubiertas.
Los clásicos
La teoría clásica surge en la época de la revolución industrial en Inglaterra. Su fundador
(también catalogado como el padre de la economía) fue el escocés Adam Smith. Su obra
principal, Una investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones, fue
escrita en 1776. Posteriormente, los ingleses David Ricardo y John Stuart Mill continuaron
la escuela clásica.
En el contexto de auge de la producción industrial, es coherente que tenga entre sus
postulados básicos al trabajo humano como fuente de riqueza.
Uno de los aportes principales de los clásicos es la llamada teoría del valor. Según los
clásicos, el valor de un bien depende del trabajo incorporado en el mismo. El trabajo
humano, interactuando con los factores de producción (capital o tierra) es la fuente
generadora de la riqueza. Con el desarrollo de la división social del trabajo, aumenta la
productividad del trabajo y por ende la capacidad de generar riqueza. Como se ve, se
considera al trabajo en términos generales como productor de la riqueza y no únicamente al
trabajo agrícola. Esto supone un avance relevante con respecto a la fisiocracia.
El precio de mercado de un bien, tiende a ser el precio natural (que viene dado por el valor
del mismo), si bien puede estar afectado por variaciones coyunturales de la oferta y la
demanda.
El modelo teórico construido por los economistas clásicos se basa en un conjunto de fuertes
supuestos. Entre ellos se destaca la división de la sociedad en tres clases sociales
relativamente homogéneas (terrateniente, capitalista y trabajadora) y el supuesto de que
cada individuo se mueve en función de su interés personal.
Los clásicos se caracterizan por tener una visión optimista respecto del sistema capitalista.
Sostienen la idea de que existe una “mano invisible” que regula la actividad económica,
por lo cual la intervención del Estado no solamente no es necesaria, sino que es perjudicial.
Se considera que si todos los individuos actúan persiguiendo sus intereses personales
(egoísmo), el mercado hace que se alcance finalmente la mejor situación posible para todos.
Pero para ello, es necesario que el sector público no se involucre en los asuntos
económicos.
El marxismo
La teoría marxista surge en una etapa de consolidación del capitalismo en Europa, donde
comienzan a saltar a la vista ciertas problemáticas no visualizadas por los economistas
clásicos. Marx y Engels (los fundadores de la escuela marxista) entienden que el
capitalismo es una etapa más dentro del desarrollo histórico de la humanidad y al igual que
las anteriores, contiene en su interior las contradicciones que harán que sea sustituida por
otra.
La escuela marxista parte de la teoría del valor clásica, pero la profundiza planteando que el
valor de una mercancía cualquiera viene dado por el trabajo necesario para producirla en las
condiciones medias de producción de la sociedad. Es decir, una mercancía
individualmente considerada no es más valiosa porque haya demandado más trabajo para
ser producida, sino que el valor de dicha mercancía se determinará de acuerdo a cuanto
cueste producirla en las condiciones “promedio” de esa sociedad. El valor es una relación
social, se determina socialmente. De esa forma, los productores eficientes de una rama van
a recibir por sus mercancías un valor mayor que el trabajo que les costó producir dicho
bien, mientras que los menos eficientes verán que el mercado valora sus mercancías por
debajo de lo que les costó producirlas. Este mecanismo funciona como estímulo a la
búsqueda permanente de mejoras tecnológicas en las empresas capitalistas, para
incrementar la eficiencia en la producción.
Un descubrimiento fundamental de Marx y Engels es que la fuerza de trabajo es también
una mercancía, que los capitalistas compran para utilizar en el proceso productivo. Ellos
pagan por esta mercancía lo necesario para reproducirla (es decir, para que el trabajador se
mantenga en condiciones de trabajar y se reproduzca). Pero el trabajo crea más valor del
necesario para reproducir a la fuerza de trabajo. Así es que surge el concepto de explotación
de los trabajadores y la apropiación de plusvalía por parte de los capitalistas. Además,
existe un ejército industrial de reserva (desempleados) que permite a los capitalistas pagar
el mínimo necesario para la subsistencia de los trabajadores, sin arriesgarse a que los
trabajadores no acepten estas condiciones.
Para Marx, en el sistema capitalista las crisis económicas no son una falla o un
comportamiento anómalo (como afirman los clásicos y también lo harán los neoclásicos),
sino que son inherentes al propio funcionamiento del sistema. Existe un conjunto de
contradicciones en el sistema que generan un comportamiento cíclico de la economía.
Durante la crisis se generan a su vez las condiciones para la salida de la misma y el inicio
de un nuevo período de acumulación de capital.
Los neoclásicos o marginalistas
La corriente neoclásica recoge algunos de los supuestos clásicos (por ejemplo, el
componente racional y egoísta de los agentes económicos, la competencia perfecta en los
mercados, los rendimientos marginales decrecientes) pero a diferencia de los clásicos que
analizaron la economía desde una visión tanto micro como macroeconómica, los
neoclásicos utilizarán exclusivamente un enfoque microeconómico. Surge hacia fines del
siglo XIX en Europa, siendo sus primeros grandes exponentes el británico Stanley Jevons,
el francés León Walras y el austríaco Carl Menger. Un poco más tarde, Alfred Marshall
realizaría grandes aportes a la teoría neoclásica.
Otro de los cambios que introducen los neoclásicos en la teoría económica, es la
consideración del valor como una categoría subjetiva. Es decir, para ellos el valor de un
bien no se relaciona con el trabajo incorporado en el mismo, sino que depende de la utilidad
que cada individuo le asigne al mismo, en el marco del libre juego de oferta y demanda.
Aparecen así conceptos como función de utilidad y curva de indiferencia.
Los neoclásicos tienen una visión a-histórica de la economía: postulan leyes y teorías
generales que, afirman, tienen validez para cualquier tipo de sociedad en la que haya
vivido, o pueda vivir, el hombre. También se apartan de la escuela clásica al analizar a los
agentes económicos en forma aislada, sin tener en cuenta por ejemplo, la pertenencia de los
individuos a distintas clases sociales.
Los neoclásicos utilizaron más que ninguna otra corriente previa, el instrumental
matemático para el análisis económico. Para ellos, la economía debía parecerse a las
ciencias exactas, dado que esto le otorgaba mayor seriedad. Su metodología de análisis es
formal, es decir, no buscan contrastar los modelos con la realidad, sino que el objetivo de
esta escuela es formular modelos que tengan coherencia interna, en base a determinados
supuestos no necesariamente realistas. Es así que se postulan supuestos como el de
competencia perfecta, libre movilidad de factores productivos, flexibilidad total de precios
y otros que en la realidad no se cumplen.
Podemos decir que esta corriente surge como defensora del sistema capitalista y la no
intervención del Estado en los asuntos económicos de los países.
La escuela keynesiana
Surge en el marco de la crisis más profunda vivida por el capitalismo, en los años
posteriores al crack de 1929, período conocido como la Gran Depresión. La teoría
neoclásica tradicional, dominante hasta ese momento, con su planteo de “dejar hacer, dejar
pasar” no daba soluciones al elevado desempleo, los bajos niveles de inversión y la
estancada producción. A grandes rasgos, la innovación introducida por Keynes va en el
sentido de la necesidad de que el Estado desarrolle un conjunto de políticas fiscales y
monetarias con el propósito de reactivar la producción y de esa forma, reducir el
desempleo. Las políticas planteadas por Keynes son utilizadas hasta el día de hoy como
recetas a aplicar para salir de las crisis.
Keynes comprendió que las crisis en el capitalismo se producen por un desfasaje entre la
oferta de bienes y servicios y la demanda efectiva, también llamada demanda solvente.
Los productores no pueden realizar sus ganancias en el mercado, porque no encuentran
compradores para sus productos en esa magnitud. Dicha situación genera el cierre de
empresas que dejan de ser rentables, lo cual produce a su vez desempleo, profundizando la
situación (el aumento del desempleo genera una caída aún mayor de la demanda efectiva).
Para la escuela keynesiana, el mercado actuando por sí solo tardaría años en solucionar la
situación, por ende se plantea la necesidad de que el Estado intervenga estimulando la
demanda agregada. Este estímulo puede ser directo (compras del Estado, instalación de
empresas públicas) o indirecto (políticas de ingreso a los ciudadanos que les permitan a
estos demandar bienes y servicios). Lo importante era generar demanda: como forma de
ilustrar esto, Keynes propuso como ejemplo que es conveniente que se rompa un vidrio
durante una crisis, puesto que esto hará necesario contratar un vidriero para repararlo, lo
cual implicará que esta persona obtenga un ingreso por ese trabajo (el cual gastará en
bienes y servicios), incrementando la demanda agregada.
Keynes introdujo el concepto de multiplicador: al estimular ciertas actividades centrales
de la economía, estas generan un efecto arrastre hacia el resto del sistema económico, que
permite acelerar la reactivación de la economía.
Más allá de los novedosos planteos de Keynes, debemos ubicarlo junto a los neoclásicos en
el grupo de los defensores del capitalismo. Bajo ningún concepto sus propuestas van en el
sentido de una superación de la economía de mercado, sino hacia la preservación de dicho
sistema.
El pensamiento latinoamericano
Hacia 1950 surge en el marco de la CEPAL (Comisión Económica para América Latina y
el Caribe) la concepción centro-periferia. El principal exponente teórico de esta
concepción es el argentino Raúl Prebisch (referente de la CEPAL en los primeros años),
pero también es importante destacar los aportes del chileno Enzo Faletto, el brasileño Celso
Furtado o el uruguayo Octavio Rodríguez. Dicha corriente de pensamiento surge al
constatar que la realidad de los países del llamado tercer mundo o subdesarrollados no
puede ser analizada a través de las teorías económicas tradicionales. Los países
subdesarrollados (de la periferia) muestran características estructurales radicalmente
diferentes a los países desarrollados (o países centrales). Los primeros se caracterizan por la
especialización productiva o mono-producción, la heterogeneidad productiva (conviven
sectores de alto nivel tecnológico con otros que producen en condiciones muy primitivas),
el atraso institucional y la elevada informalidad en el mercado laboral.
La división internacional del trabajo ha llevado a que los países de la periferia se
especialicen en producir bienes de bajo contenido tecnológico (básicamente materias
primas), mientras que los países centrales se dedican a producir los bienes industriales más
intensivos en tecnología. Esta situación, que se reproduce, genera una relación de
dependencia (comercial, financiera, tecnológica) en perjuicio de los países de la periferia.
Según la CEPAL, es necesario que el Estado lidere un proceso de industrialización en los
países latinoamericanos, como forma de romper el círculo vicioso del subdesarrollo y la
dependencia y alcanzar el desarrollo (por eso esta corriente de pensamiento también se
conoce como desarrollismo). Para ello, se plantea que se debe conformar una alianza social
entre los trabajadores de la ciudad y el campo, las clases medias y la burguesía nacional que
genere viabilidad política a este proceso.
En los años posteriores a la consolidación de la línea de pensamiento de la CEPAL surge en
América Latina una corriente que toma algunos elementos elaborados por la CEPAL pero
critica algunos de sus postulados. A partir de una base marxista, adaptando esta visión a la
realidad latinoamericana, la teoría de la dependencia plantea que es inviable que los
países subdesarrollados o dependientes logren incorporarse a la senda del desarrollo en el
marco del capitalismo global. Visualizan la dependencia como una articulación donde se
conjugan la dominación económica y política. Los principales exponentes de esta teoría son
los brasileños Rui Mauro Marini y Teotonio dos Santos, así como el alemán Andre Gunder
Frank (quien vivió buena parte de su vida en nuestro continente).
El pensamiento latinoamericano mantiene su vigencia y se sigue desarrollando en la
actualidad, tanto desde la CEPAL como a partir de nuevos planteos de autores vinculados a
la teoría de la dependencia.
El neoliberalismo
Esta escuela surge como reacción ante la teoría keynesiana, que se había establecido como
dominante hacia mediados del siglo XX. Hacia finales de los años 60 se comienzan a ver
signos de agotamiento de las políticas keynesianas desarrolladas por las principales
economías del mundo, con un fenómeno inédito: la “estanflación” que significa
estancamiento (ausencia de crecimiento económico) con inflación (crecimiento de los
precios).
La teoría de Keynes es incapaz de explicar el problema del estancamiento y la inflación
simultáneos, dado que basa su modelo en un escenario de precios relativamente fijos
(recordemos que el keynesianismo surge en una situación de crisis, donde el problema es la
ausencia de crecimiento pero no la inflación).
Ante esto, los neoliberales plantean volver a un viejo postulado liberal: no intervención
del Estado en ningún asunto de la economía. Esto implicaba (al menos en los países
desarrollados, pero también en algunos del tercer mundo donde el Estado de Bienestar
había llegado) desmontar un complejo aparato de regulaciones en distintos mercados,
privatizar las empresas públicas y liquidar buena parte del sistema de protección social
existente. De acuerdo a la teoría neoliberal, si se dejaba a los agentes privados actuar
libremente en el mercado, todos se verían a la larga beneficiados, puesto que el sector
privado es más eficiente que el sector público en todos los aspectos.
Para los neoliberales, el Estado se debe ocupar de establecer reglas claras y luego dejar
operar a los actores privados; se manifiestan en contra de las políticas llamadas
discrecionales (keynesianas).
La teoría hoy
Actualmente podemos decir que no existe una escuela o teoría absolutamente hegemónica
en términos del pensamiento económico, más allá de que en términos generales, las teorías
que buscan justificar y defender al sistema capitalista como tal son las dominantes, mientras
que aquellas que lo cuestionan son naturalmente combatidas desde el propio sistema.
En muchos países donde gobiernan partidos de la derecha política, más afines a la ideología
neoliberal, por distintos motivos sigue en pie buena parte del Estado de Bienestar creado
por las políticas “de demanda” realizadas durante buena parte del siglo XX (como ejemplo
se pueden citar distintos países de Europa Occidental, como España, Francia o Italia).
Existen desarrollos teóricos interesantes sobre la articulación de lo público con lo privado,
que tratan de evitar la polarización entre Estado y mercado. Se basan en experiencias
exitosas de países no desarrollados que tuvieron procesos de crecimiento espectacular (los
tigres asiáticos, Finlandia, Nueva Zelanda, entre otros), con el objetivo de generar insumos
teóricos para que estas experiencias puedan ser aprovechadas en otros países.
La escuela marxista, que postula una alternativa al sistema capitalista, también tiene su
lugar en el debate académico y político. Luego del estallido de la crisis capitalista
internacional en 2008, las ventas del libro “El Capital” de Marx se dispararon, lo que da
cuenta de la existencia de un debate teórico en torno a la idea de que el capitalismo puede
no ser el único sistema posible y tal vez valga la pena buscar otras alternativas. Algunos
países latinoamericanos como Venezuela y Bolivia han empezado a explorar caminos en
este sentido.
Agradecimientos
Para la preparación de este material, se contó con el apoyo y los valiosos aportes de
compañeros del Espacio de Economía Crítica de la Universidad de la República.
Bibliografía consultada
- “Ensayos sobre economía teórica”. Juan Carlos Dean. CECEA-FCEA-UDELAR.
Montevideo, Uruguay.
- “Ficha bibliográfica 1 y 2”, Cátedra de Economía. EDA-FCEA-UDELAR. Montevideo,
Uruguay.
- “John Maynard Keynes. El economista más importante del siglo XX”. Emiliano
Gómez y Gustavo Melazzi. FCU. Montevideo, Uruguay.
- “La economía de la sociedad capitalista y sus crisis recurrentes”. Guillermo Foladori
y Gustavo Melazzi. CSEAM-UDELAR. Montevideo, Uruguay.
- “Presentaciones de clase”. Cátedra de Economía de América Latina. FCEA-UDELAR.
Montevideo, Uruguay.
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