2 PUSKAS DEMASIADO BUENO PARA SER VERDAD Fue en 1971, en vísperas de la final de la Copa de Europa Ajax-Panathinaikos. AS Color viajó a Grecia para encontrarse con el viejo Pancho, el hombre más popular de Atenas JUANMA TRUEBA / N i siquiera le valieron dos carreras en una, gloriosas ambas. Diríamos que le falló el marketing, de haber existido tal cosa. O la televisión, perezosa todavía. O que le traicionó la parte más débil del fútbol: la memoria. Cada vez que alguien menciona a los dioses del fútbol y olvida a Puskas, cosa habitual, comete una injusticia histórica. Aunque quizá la explicación sea todavía más retorcida. Además de un artillero incomparable y de un futbolista único, Puskas era, según cuentan, una persona excepcional. Tal vez eso, que le hizo inolvidable para quienes lo frecuentaron, arruinó su recuerdo para los demás. Se construyen mejores le- Como futbolista hizo dos carreras, ambas gloriosas. Como técnico llevó al Panathinaikos a la final de la Copa de Europa de 1971. Quienes le conocieron coinciden: “Era tan bueno dentro del campo como fuera de él”. yendas alrededor de tipos excesivos, caprichosos o egocéntricos. La bondad se entiende, demasiadas veces, como la virtud de quien no tiene otras. Sí, Puskas compartía el moderado perfil de los bondadosos. Y, durante un tiempo, también compar tía con tantos hombres eso que llamamos benévolamente cur va de la felicidad, pero que en realidad es barriga rebosante. Asociar a Puskas con su tripa antes que con su zurda es otra equi- vocación histórica, expansiva y juvenil. Puskas no se abandonó: se retiró. O para ser más precisos, le retiraron. La expedición del Honved estaba camino de Bilbao para jugar contra el Athletic en Copa de Europa cuando los tanques soviéticos entraron en Budapest. La revolución húngara no había llegado a las tres semanas. Los sueños de libertad fueron fulminados con la invasión de 31.000 soldados y más mil de tanques del Ejército Rojo. El mejor futbolista de Hungría corrió la misma suer te que otros 200.000 compatriotas: se exilió. Otros tuvieron peor suerte: las revueltas se zanjaron con 2.500 muertos. En su país le declararon traidor y la FIFA, atenta a los deseos de libertad de los pue- PRINCIPIOS. Puskas debutó en Primera a los 16 años, con la camiseta del Kispest, equipo del que había sido recogepelotas. El club, vinculado al Ejército, cambió de nombre en 1944 y pasó a llamarse Honved (“defensor de la patria”). 3 4 GENIO. Después de las victorias contra Inglaterra, Puskas se convirtió en un ídolo en su país y en el jugador más afamado de Europa. A su éxito sumó una nueva condición: teniente coronel. En Madrid se confirmó como un genio accesible. blos, le sancionó con dos temporadas. Por desertor. Tenía 29 años y una carrera cumplida: además de campeón olímpico y subcampeón mundial con Hungría (84 goles en 85 partidos), había ganado cinco ligas con el Honved y cuatro trofeos al máximo goleador (349 partidos y 358 goles). Eso, sin considerar otros méritos sin medalla, como su absoluto liderazgo en la selección que cambió el orden mundial del fútbol después de dos victorias fabulosas sobre Inglaterra. La primera, en Wembley (3-6), significó la primera derrota de los pross en su santuario. Puskas, cómo no, consiguió el gol más bello del partido y patentó un regate. Perseguido por el mítico Billy Wright, se frenó y pisó la pelota para burlar el tackling del inglés. Ya saben, esa caricia con la suela que hace rodar la pelota hacia atrás para luego sacarla controlada con el interior de la bota. Después, fusiló al portero. “Me sentí como un bombero que llega tarde al incendio equivocado”, dijo después el defensa. Puskas le respondió sin “Me sentí como un bombero que llega tarde al incendio equivocado”, dijo Billy Wright tras ser regateado por Puskas ánimo de ofender: “Si puedes eliminar a un defensor con una sola palabra, para qué contarle una historia entera”. En el partido de vuelta, jugado en Budapest, tampoco hubo debate: 7-1 para los magiares mágicos. Puskas tenía ya el primero de los motes que harían fama durante su carrera: “The Gallopin Major”. En el otoño de 1956 la política volvía a cruzarse en su vida. El desenlace de la Segunda Guerra Mundial hizo que cambiara su apellido de origen alemán, Purcfeld, por el de Puskas, expresión magiar que significa escopeta. Su padre, promotor de la ocurrencia y excelente futbolista, también entrenador, acer tó con el nuevo apellido. Hasta que un buen día el jugador Puskas se convirtió en el teniente coronel Puskas. Así se camuflaba en los países comunistas el demonizado profesionalismo. Suspendido y llegado a la treintena, Puskas se dedicó a jugar amistosos en Europa y América y fijó su residencia en La Riviera. De ese apacible retiro le rescató Emil Oestreicher, su antiguo entrenador en el Honved y entonces ojeador del Real Madrid. “Mi reunión con Bernabéu fue bizarra”, contaría años después el técnico. “Sin intérpretes, traté de explicarle que sólo había un problema: Puskas pesaba 18 kilos de más. Don Santiago me dio 5.000 Bernabéu apostó por su fichaje a pesar de que tenía 31 años y doce kilos de más: 236 goles le darían la razón dólares, miró mi barriga y me contestó: ese es tu problema”. Luis Carniglia, entonces entrenador del Madrid, se horrorizó al comprobar el estado de forma de aquella vieja gloria de 31 años. Sin embargo, Puskas se machacó y, en cuanto pudo meterse la camiseta por dentro del pantalón, le marcó tres goles al Sporting. Así fue su debut de blanco. La coincidencia con Kopa, Rial, Di Stéfano y Gento provocó un estallido de fútbol como no se había visto antes. En esas primeras semanas, Puskas sólo sabía decir “motor, motor”. Es decir, “correr, correr”. Las anécdotas de aquella época darían para un libro. Cuentan que Puskas era capaz de controlar con el empeine zurdo una pastilla de jabón lanzada al aire (el prodigio tiene más mérito sin pensamos que calzaba un 36). Apuntaba al larguero y le acertaba hasta seis veces seguidas. Una tarde le marcó al Atlético dos goles de falta consecutivos, uno tras otro. El árbitro anuló el primero y Puskas metió el segundo por el mismo ángulo. “¿Quiere que lo tire otra VETERANO. El paso de los años se refleja en el rostro de Puskas. Su zurda, sin embargo, mantiene el tacto y la potencia. Lo dejó claro desde su debut con el Real Madrid: tres goles al Sporting de Gijón. Marcaría 233 más con la camiseta blanca. 5 6 BANQUILLOS. En Atenas recuperó el primer plano mundial. Diez meses después de llegar, metió al equipo del trébol en la final de la Copa de Europa. Entrenó en Chile, EE UU, España o Egipto, pero no pudo cumplir su sueño de dirigir al Madrid. vez?”, le preguntó al trencilla. A esas alturas Puskas ya era Pancho para los amigos y “Cañoncito Pum” para la Prensa. Sus compañeros estaban cautivados por él, dentro y fuera del campo. En una reunión organizada por AS para homenajear a Puskas, Zoco recordaba su extraordinaria generosidad: “Se cruzaba en la calle con un vendedor de lotería y le compraba todos los boletos. ‘Así puedes ir te pronto a casa’, le decía”. “Un día pasó junto a un mendigo y le regaló el abrigo de Cachemira que llevaba puesto y que costaba un dineral”. “Te invitaba a comer en su casa y nunca había menos de diez o doce comensales húngaros. En aquella época eran muchos los que dejaban el país y él acogía a todos los que podía”. Dicen que hasta le prestó dinero a un espía del gobierno húngaro que tenía como misión vigilarle. “Cantaba viejas y tristes canciones húngaras y luego se echaba a llorar. Y sólo bebía vino blanco y cerveza”. Entretanto, pulverizaba records. Marcó cuatro goles en el “Se cruzaba con un vendedor de lotería y le compraba todos los boletos. ‘Así puedes irte pronto a casa’, le decía” 7-3 al Eintracht, en la final de la Copa de Europa de 1960, y acabó cuatro veces como máximo goleador en España. Ganó cinco Ligas, una Copa, tres Copas de Europa y una Intercontinental. Consiguió 236 goles como madridista. Un día explicó su sobriedad al festejarlos, en comparación con los teatrillos que se montan ahora. “¡Qué quieres que hagan si meten un gol cada tres años!”. A los 40 colgó las botas y el Real Madrid le homenajeó el 26 de mayo de 1969, en partido contra el Rapid de Viena. Tal vez fue un gesto hacia el equipo de la ciudad donde le sorprendió la invasión soviética. Los blancos vencieron 4-2 y José Solis, Ministro de Trabajo, le impuso la medalla al Mérito Deportivo. Para muchos, su biografía finaliza aquí. Sin embargo, Puskas siguió en el fútbol y siguió siendo grande. En 1971 logró una hazaña comparable a sus conquistas de cor to. Como entrenador del Panathinaikos, y sólo diez meses después de hacerse cargo del equipo, lo metió en la final de la Copa de Europa. Por el camino eliminó a los campeones de Inglaterra, Checoslovaquia y Yugoslavia. En vísperas de la final contra el Ajax, nuestros compañeros Gerardo García y Javier Gálvez lo visitaron en Atenas para publicar un reportaje para el AS Color. Tendrán ocasión de com- “Cuando he negado a alguien una cosa que podía dar, me he pasado cuatro o cinco noches sin poder dormir” probarlo: era el Puskas de siempre. Tan amable y dispuesto que hacía una prueba para el equipo a cada ciudadano que se lo pedía. Tan desprendido como en sus tiempos de juventud: “Cuando he negado algo que podía dar, me he pasado cuatro o cinco día sin dormir”. Conducía un Seat 1.430 y ganaba 2.500 dólares al mes. Como no podía ser de otra forma, el Panathinaikos perdió aquella final contra el Ajax de Cruyff y Neeskens (2-0). Puskas se quedó sin calle en Atenas, pero los griegos le guardaron siempre un respeto reverencial. En 1981 regresó a Hungría y en 1993 llegó a entrenar a la selección nacional. Fueron sus últimas alegrías antes de la arterioesclerosis y el Alzheimer. El hombre que marcó más de dos mil goles no pudo cumplir su sueño de entrenar al Real Madrid. Sin embargo, nunca decayó el enamoramiento entre el genio y el club que lo resucitó. Murió sin dinero, naturalmente. Bueno y sin dinero. Quienes le conocieron no olvidarán nunca su generosidad; su leyenda no se la perdonará jamás. ETERNO. El Alzheimer y la esclerosis hicieron mella en Puskas en los últimos años de su vida. El Real Madrid no le dejó de ayudar nunca y, a su muerte, en 2006, el Gobierno húngaro le rindió funerales de héroe de la patria. 7 18 Un torneo a imagen y semejanza de la Copa América, donde se enfrentaban las selecciones nacionales del continente americano desde 1916. Ese fue el sueño que persiguió Henry Delaunay en los primeros momentos de la recién creada UEFA en 1954. EUROCOPA UN TORNEO DE SELECCIONES CREADO A IMAGEN Y SEMEJANZA DE LA COPA AMÉRICA AGUSTÍN MARTÍN / E n el año 1954, y aprovechando el Campeonato del Mundo que se estaba celebrando en Suiza, nació la UEFA, con las 33 federaciones europeas existentes por aquel entonces. Uno de sus primeros planes fue la creación de una competición de selecciones nacionales europeas a imagen y semejanza de la Copa América que se celebraba en el continente americano desde 1916. El primer Congreso de la UEFA tuvo como sede Viena y se celebró el 2 de marzo de 1955. En una de las primeras sesiones, Henri Delaunay propugnó la creación de un torneo continental de selecciones nacionales. Llegó incluso a presentar un borrador, que hizo llegar a todas y cada una de las distintas federaciones, donde llegaba a incluir el reglamento y las directrices a seguir. Su deseo era que se estudiase para posibles modificaciones posteriores y asegurarse si se estaba de acuerdo en el contenido o no. Sin embargo, su esfuerzo no tuvo mucho Como casi toda gran idea en el mundo del fútbol, la creación de la Eurocopa surgió de la mente de un francés, Henri Delaunay. Nacido el 15 de junio de 1883, era la mano derecha de Jules Rimet y organizador a su vez de numerosas competiciones futbolísticas... éxito: de todas las federaciones consultadas (33), sólo 17 contestaron positivamente. Henri Delaunay fallecería en noviembre de 1955, apenas siete meses después de su propuesta, pero tuvo un digno sucesor en la figura de su hijo, Pierre, que se tomó como un asunto personal el llevar a cabo la idea de su padre. Pierre siguió con la ardua tarea de su padre. Gracias a la ayuda del entonces presidente de la UEFA, Ebbe Schwartz, se organizó una comisión, formada por el griego Constantaras, el austríaco Frey, el español Agustín Pujol y el húngaro Sebes. Pierre Delaunay sería el secretario de la misma. Ellos serían los encargados de dar forma definitiva al proyecto. El principal problema existente era la escasez de fechas, ya que cada federación tenía fijados sus respectivos calendarios competitivos. La idea era que se disputase entre medias de la disputa del Campeonato del Mundo. Pero para ello había que renunciar al Pese al empeño inicial de Henri Delaunay, y luego de su hijo Pierre, al principio sólo 17 federaciones dieron su visto bueno al proyecto sistema de liguillas que habían propuesto bastantes federaciones, y adoptarlo al sistema copero. Tras muchas tensiones resueltas, en Copenhague, el 28 de junio de 1957 se aprobó este procedimiento, pero las diferencias separaban dos bloques. No sería hasta noviembre de ese mismo año, 1957, y tras un día de infar to, cuando saldría adelante el proyecto: a los 15 países que habían votado afirmativamente (Alemania Oriental, Checoslovaquia, Hungría, Polonia, Rumanía, URSS, Yugoslavia, Dinamarca, España, Francia, Grecia, Luxemburgo, Portugal, Suiza y Turquía) se unieron Bulgaria y la República de Irlanda. El voto de ésta última tuvo su miga, pues llegó en telegrama y a última hora, despertando ansiedad entre los impulsores del proyecto. Era el voto decisivo. Por 17 votos contra 16, la idea de Henri Delaunay y desarrollada por su hijo Pierre veía la luz. La Copa de Europa de Naciones comenzaba. Y así, el 3 de junio de 1958, en el Traveller’s Club del Hotel Floresta en Estocolmo, se procedía 19 EL IDEÓLOGO. Henri Delaunay fue el principal promotor de la Eurocopa de Naciones. Fallecido el 9 de noviembre de 1955, tuvo en su hijo Pierre a un más que digno continuador de su obra. 20 REGLAMENTO. La normativa reglamentaria de la primera Eurocopa se aprobó en Bruselas en noviembre de 1957. al primer sorteo, que fue dirigido por el húngaro Gustav Sebes. Así, poco después de que se celebrase el Mundial de Suecia58, se ponía en marcha la primera edición, aunque como ya se ha explicado antes, para diversas federaciones fue un atentado contra sus calendarios futbolísticos. Las cuatro británicas, conservadoras a más no poder, se aferraban a sus tradiciones. En otros países, el profesionalismo no se había instaurado todavía y la mayoría de sus jugadores tenían sus relaciones laborales. Todo lo contrario pasaba en los países que conformaban el denominado Telón de Acero. Había jugadores profesionales que a su vez eran funcionarios del Estado, que se agrupaban en equipos representativos como la Policía, el Ejército, etc etc. Estos no tenían ningún problema a la hora de jugar allá donde fuera menester. Así, 17 de las 33 federaciones componentes de la UEFA participaban en la primera edición que comenzaba el 29 de agosto de 1958 y cuyo primer par tido fue entre la URSS y Hungría. Moscú acogió dicho encuentro en el colo- sal estadio Lenin, donde más de 100.000 personas fueron testigos del primer gol de la competición. Este le corresponde al soviético Anatoly Ilyin, que marcó a los cuatro minutos de haber comenzado el encuentro, aunque previamente tuvo que disputarse una eliminatoria preliminar entre la República de Irlanda y Checoslovaquia. España debutaría en Chorzow, donde se impuso a Polonia (2-4), con sendos dobletes de Alfredo Di Stéfano y Luis Suárez. Sin embargo, la política se inmiscuiría de grave manera para los intereses españoles. El 11 de diciembre de 1959 se procedió al sor teo de cuartos de final en París. Hasta allí se trasladó el presidente de la RFEF, Alfonso de la Fuente Chaos. El azar deparó un enfrentamiento entre España y la URSS. Inmediatamente tras el sorteo, el máximo rector del fútbol nacional se reunió con su homólogo soviético para negociar las fechas del doble enfrentamiento. Acordaron todo sin ningún tipo de problema (incluso la cantidad de personas que formarían cada expedición), pero todo daría un vuelco espectacular. LA URSS, PRIMER CAMPEÓN. Netto, seguido de Yashin y del resto de jugadores rusos, celebran el primer título de la Eurocopa. Incluso, un mes después, el 12 de enero, la propia UEFA mandaba la confirmación oficial de las dos fechas convenidas para la disputa de la eliminatoria: 29 de mayo de 1960 en Moscú y 9 de junio del mismo año en Madrid. Si hubiese que jugar un tercer encuentro de desempate, Roma o París serían las encargadas de acoger dicho partido. Tal era la atención que generó, que el estadio Lenin agotó sus localidades. Pero todo se fue al traste. Al parecer, los ministros Carrero Blanco y Alonso Vega influyeron para que no se celebrase el do- La URSS fue el primer campeón. Vencedor en los JJ OO de Melbourne-56, éste éxito le abriría las puertas del panorama mundial ble enfrentamiento. De la Fuente Chaos y Agustín Pujol, representante español ante la UEFA, plantearon hasta tres posibles soluciones: jugar los dos encuentros en Moscú, con la taquilla íntegra para los soviéticos, con una semana de intervalo y libre de cargas. La segunda fue ofrecer jugar el par tido de vuelta en terreno neutral, con reparto de taquilla y la última fue jugar la eliminatoria en un campo neutral a elegir por la URSS. Ninguna fue aceptada por las autoridades rusas, que exigieron una sanción de 600.000 rublos. Al final sí hubo sanción económica, no muy cuantiosa, ya que se valoró el esfuerzo de la RFEF por solucionar el conflicto. Finalmente, fueron Checoslovaquia, Francia, la URSS y Yugoslavia, las cuatro selecciones clasificadas para disputar las semifinales. El país organizador fue Francia, con dos sedes, París y Marsella. La primera semifinal enfrentó a franceses con yugoslavos. Ganaron estos últimos al marcar tres goles en apenas cuatro minutos para darle la vuelta a la eliminatoria (4-5). Por su parte, los rusos no tuvieron piedad 21 EL PRIMER GRAN ÉXITO ESPAÑOL. La Selección logró su primer gran éxito a nivel europeo en 1964 al conquistar la II Eurocopa al derrotar a la URSS (2-1) en el estadio Santiago Bernabéu. de los checos, a los que vapulearon (3-0). Así, la primera final de una Eurocopa enfrentaba a dos países del llamado ‘Telón de Acero’, siendo la victoria final para los soviéticos (2-1) con un tanto de Ponedelnik en la prórroga. La segunda edición, disputada en 1964, tuvo como principal protagonista a España. Tras la mala experiencia en el Mundial de Chile-62, la Selección goleó cómodamente ante Rumanía en la primera ronda. En octavos de final, una genialidad de Paco Gento dio la victoria ante Irlanda del Norte, en Belfast, ante 46.000 enfervorizados seguidores, antes de medirse a la República de Irlanda, a la que derrotó en los dos encuentros sin problemas. A primeros de mayo de 1964, el Comité Ejecutivo de la UEFA adjudicó a España la organización de la fase final de la II Eurocopa. Madrid y Barcelona fueron las sedes elegidas. La URSS, vigente campeona, Hungría y Dinamarca serían los otros tres rivales. Los españoles se enfrentaron a los húngaros en un partido sumamente disputado en semifinales. Amancio, en el minuto 115 de partido, dio la victoria a los de Villalonga. En la otra semifinal, los rusos no tuvieron piedad de los daneses (3-0). La final estaba dispuesta. La URSS ante el país anfitrión, y que cuatro años antes no había podido medirse a los soviéticos, que defendían título. El par tido comenzó vibrante: en apenas dos minutos los locales se adelantaron en el marcador gracias a un tanto de Chus Pereda, pero los campeones supieron reaccionar rápidamente: un disparo de Jusainov superó a Iribar. Había que comenzar de nuevo. Nervios, tensión, jugadas de peligro… todo hasta que, a falta de seis minutos para el final del encuentro, un centro de Pereda era rematado certeramente por Marcelino. España se colocaba (2-1) en el marcador y así acabaría el encuentro. Era el primer gran título futbolístico que conquistaba la Selección española. La III edición de la Eurocopa se disputó en tierras italianas. España, tras superar un primer grupo clasificatorio, donde se midió a Checoslovaquia, República de Irlanda y Turquía, cayó elimi- ITALIA, A LA SEGUNDA. Riva marca el primer gol del segundo partido de la final. Paso de gigante italiano para alzar el título. nada en cuartos de final en una curiosa y sorprendente eliminatoria: España-Inglaterra, es decir, el campeón de Europa se enfrentaba a la selección que se había proclamado campeona del mundo dos años antes. La fase final, disputada en suelo transalpino, tuvo por primera vez tres sedes: Florencia, Roma y Nápoles, con cuatro selecciones dispuestas a alzar la copa de campeón: Italia, la anfitriona, Inglaterra, la campeona del mundo, la URSS, campeona en la I edición y finalista en la se- España e Italia fueron la segunda y tercera vencedora. Ambas selecciones lo lograron siendo el país anfitrión que acogía la fase final gunda, y Yugoslavia, finalista en la I edición. La primera semifinal vio la aparición estelar del extremo Dragan Dzajic, que desequilibró el marcador a falta de cinco minutos para el final. La segunda fue aún más tensa: tras los 120 minutos de par tido, el pase se decidió por el lanzamiento de una moneda. Esta cayó al suelo. Salió testa (cara), la opción elegida por los anfitriones. Así, la final la jugaron italianos y yugoslavos, que acabó en tablas (1-1). La labor del colegiado, el suizo Gottfried Dienst, fue muy discutida, ya que favoreció de manera descarada a los balcánicos. Al no haberse autorizado todavía la tanda de penaltis como medida resolutoria, se tuvo que jugar un segundo encuentro dos días después en el escenario romano. Bajo el arbitraje del español Ortiz de Mendíbil, una renovada Squadra azzurra (su seleccionador Valcareggi cambió hasta cinco jugadores, mientras que el yugoslavo Mitic sólo hizo un cambio) derrotó a la plavi (2-0). Era la segunda vez, y de manera consecutiva, que el país anfitrión se alzaba con el título de campeón. 44 LEGRÁ “Mamá, me voy a La Habana para conquistar gloria y fortuna en el boxeo. Ganaré mucho dinero y no te faltará nada”, así empezaba la entrevista de Fernando Vadillo a José Legrá. EL ‘PUMA DE BARACOA’ SIGUE ESQUIVANDO GOLPES (Y PERIODISTAS) HÉCTOR MARTÍNEZ / S u voz va por un lado y sus puños por otro. Y cuarenta años después, sigue esquivando los golpes (y los periodistas). José Legrá, Pepe, Pepito para quienes le quieren, que son casi todos, es leyenda pura del boxeo español. Es tan del barrio de Salamanca como el que más, pese a que naciera en Cuba, en su querida Baracoa. Pero él continúa por Madrid, escapándose a Canarias y a Marruecos, donde le llevan los negocios, dejándose ver por la calle de Núñez de Balboa, su casa, regalando sonrisas en los vagones del Metro, donde la gente se acerca a saludarle, ilocalizable para sus amigos, irrumpiendo en la Federación Española de Boxeo cuando nadie le espera (“¿qué tal todos?, hola y adiós”), dejándose ver sin ver... Volando como una mariposa y picando como una abeja, que por algo en Gran Bretaña le conocían como El pequeño Cassius Clay. Hoy sus amigos apenas dan con él. Un día está en Madrid, otro en Canarias o Marruecos. No para quieto En mayo de 1971, el púgil cubano, nacionalizado español, ya había ganado y perdido el título mundial pluma. Afrontaba la etapa más dura de su carrera Fernando Vadillo y Pepe Legrá compar tieron cuadrilátero más de una vez en AS. Muchos asaltos, muchas entrevistas, mucho jab/pregunta para que el cubano respondiera con un gancho/ respuesta directo al mentón. Al titular de la página: “No me han tirado mis rivales, sino las preocupaciones”, declaró al inolvidable Vadillo, referente del periodismo deportivo en este país, en el reportaje que cerrará este artículo. Lo decía porque el título de aquel repor taje le obligaba a ponerse en guardia: “Legrá: Un ídolo que puede caer”. ¿Por qué caer? Porque aquel Legrá no era el auténtico Legrá, era un Legrá menor, un púgil que ya había perdido el título mundial, que ya no volaba, que ya no picaba. Acababa de sufrir cinco caídas en sus dos últimos combates y eso invitaba a Vadillo a acercarse hasta el apartamento madrileño de Legrá. Estamos en mayo de 1971, imaginen. Richard Nixon aseguraba que las tropas estadounidenses no abandonarían el sudeste asiático. Carmen Sevilla estrenaba en cine El techo de cristal. En la prensa se anunciaba una semana de vacaciones en Canarias por 6.500 pesetas (39 euros), avión y todo incluido. Y Joan Manuel Serrat (entonces sin Sabina) ofrecía cinco recitales en el Palacio de la TODA UNA ESTRELLA. Legrá , con un ejemplar del AS Color, del que tantas veces fue protagonista. El de Baracoa coincidió en una época en la que el boxeo gozaba de una gran popularidad en España: Carrasco, Velázquez, Urtain, Durán... 45 46 SHOWMAN. Disfrutaba dentro y fuera del cuadrilátero. José, Pepe para los amigos, derrochaba simpatía y por ello se ganó al aficionado español y extranjero. Llegó a Barajas en 1963 y tres años más tarde se nacionalizó español. En 1968 ganó el título mundial del peso pluma Música. Mayo de 1971, sí. Es decir, tres años y medio después de que Legrá se proclamara campeón de Europa del peso pluma, tras derrotar a Yves Desmarets. “Fue mi mejor pegada”, ha dicho más de una vez. O dos años y medio más tarde de que se hiciera con el cinturón de campeón del mundo en esa misma categoría (versión CMB) al tumbar en Porthcawl (País de Gales) a Howard Winstone por KOT en el quinto asalto. Tal fue su euforia, que se puso a cantar el “la, la, la” de Massiel (había ganado Eurovisión tres meses antes) a dúo con Matías Prats, que retransmitía la pelea para RNE. Pero todo se truncó el 21 de enero de 1969, en Londres, cuando cayó derrotado (a los puntos) ante Johnny Famechon. Hay caídas y caídas, pero todos los boxeadores tienen su CAÍDA, y ésa no te permite levantarte, aunque creas que lo has hecho. Eso sí, Legrá no perdió nunca la sonrisa. Lo de que sus puños iban por un lado y su voz por otro no es una mera licencia periodística. Sus nudillos tenían un tono grave, pregunten a sus rivales, que padecieron la velocidad y exquisitez de su boxeo, pero en la garganta tenía (y tiene) un silbato. Pregunten para ello a sus amigos, a Ángel Nieto (“no tengo ni idea de por dónde anda, hace tiempo que no sé de él”, nos decía hace unos días) o a José María García, a tantos y tantos que se acercaron a él y no le fallaron. Quizá por ahí le llegaron sus peores golpes, los más bajos. Amigos que no eran tales, paisanos de su Cuba natal que aparecían por aquí y se arrimaban a él cuando el bolsillo estaba lleno. Nada que ver con sus primeros días de boxeador, en aquellos combates organizados en la playa y cuyo premio era un dólar, un bocadillo y un vaso de leche. Cuando inició aquel viaje profesional y de vida que le llevaría a lo más alto. De Baracoa, donde forjó su apodo de Puma, a La Habana, donde sólo había tigres, los tres tristes tigres que imaginaría apenas unos años después Guillermo Cabrera Infante, otro que luego se fue a Londres. Legrá llegó a Bara- CAMPEÓN PLUMA. Legrá se proclamó campeón de Europa del peso pluma en 1968 y un año después se hizo con el cinturón mundial del CMB. jas en 1963, se nacionalizó español en 1966 y creció en el pugilismo de la mano de Kid Tunero. Y casi medio siglo después de llegar a este país, por aquí sigue. Lejos de su Cuba, querida siempre, de La Ciudad del Chocolate (su natal Baracoa), de aquel Caribe en el que llegó a compartir alguna charla con Fidel Castro. “Tus triunfos son nuestros triunfos”, le decía el comandante del puro. Entre el humo. Puro humo. Como el que uno encuentra cuando trata de acercarse a él. Era famoso por su boxeo, de una velocidad y exquisitez admirables, y su verborrea 47 UN ESPECTÁCULO. Rápido y elegante eran dos de los calificativos que acompañaban las crónicas de los combates protagonizados por Legrá. Por su estilo de boxear recibió el apodo de ‘El pequeño Cassius Clay’.