Origen de la Cultura griega 1. Creta, la civilización minoica El mundo griego más antiguo se halla emparentado con los reinos del Cercano Oriente. Un mismo tipo de organización social, un género de vida análogo, una humanidad similar, se revelan en los escritos en lineal B de Cnosos, Pilos o Micenas y en los archivos en cuneiforme encontrados en Ugarit, en Alalakh, en Mari o en la Hattusa hitita. Por el contrario, cuando se encara la lectura de Homero el cuadro cambia: es otra sociedad, un mundo humano diferente el que descubre la Iliada, como si desde la edad homérica los griegos no pudieran ya comprender exactamente el rostro de la civilización micénica a la cual se vinculaban y que, por intermedio de los aedos, creían hacer resurgir del pasado. En los albores del segundo milenio, el Mediterráneo no marca todavía, a una y otra orilla, una fractura entre Oriente y Occidente. El mundo egeo y la península griega se relacionan sin discontinuidad ni étnica ni cultural: por un lado, con la planicie Anatolia, a través del collar de perlas de las Cícladas, Chipe y la costa norte de Siria, con la Mesopotamia y el Irán. Cuando Creta se separa del cicládico, en el cual habían predominado las relaciones con Anatolia, y construye en Festo, Malia y Cnosos su primera civilización palatina (2000-1700), queda orientada hacia los grandes reinos del Cercano Oriente. Entre los palacios cretenses y los de Alalakh y en Mari hay grandes semejanzas. Por la costa siria los cretenses entraban igualmente en contacto con el Egipto del Nuevo Imperio cuya influencia sobre ellos es notable, aunque no absolutamente determinante. En el curso del segundo milenio a. C. mientras florece en Europa la cultura de la Edad del Bronce se desarrolla en la cuenca del mar Egeo una espléndida civilización, que irradia de la isla de Creta. El nombre de Minos, legislador mítico de la isla, se ha utilizado para designar todo este círculo cultural con el epíteto de minocio. Sus creadores no fueron gentes de habla indoeuropea, sino emigrantes del Asia Anterior que ocuparon la mayor parte de la isla durante el Neolítico, a partir del sexto milenio. La Edad del Bronce comienza en la isla alrededor del año 3000 a. C. Por entonces Egipto entra en la historia con el decisivo paso de la unificación del país, al término de un proceso de cruentas guerras intestinas. Nada tiene de extraño que, como consecuencia de ellas, algunos contingentes del Delta o del sur de Palestina hubiesen buscado refugio en Creta. La situación privilegiada de Creta, en el centro de un mar frecuentadísimo por barcos mercantes, favoreció su rápido desarrollo cultural y el bienestar económico de sus habitantes, que desde muy pronto dominaron con su flota las aguas del Egeo, antes que los fenicios. La tradición griega posterior conservó únicamente los nombres de dos de sus reyes, Minos e Idomeneo. Los súbditos de estos monarcas vivían del mar y de la agricultura. En el campo de las artes los cretenses mostraron un admirable espíritu de independencia. Pero esta cultura perduró poco tiempo, por eso los griegos tuvieron más influencia egipcia. Durante el Minoico Medio I, alrededor del segundo milenio, se levantan los primeros palacios de Knossós y Phaistós. Los ceramistas inventan entonces el estilo Kamarés, con sus bellas decoraciones en blanco y rojo sobre fondo negro. A esta época corresponde una expansión colonial. Hacia 1700 los palacios de Creta sufren destrucciones e incendios bien por terremotos, guerras o invasiones. Nuevos y más grandes palacios se levantan, la cerámica de Kamarés inicia su declive, reemplazada por la de motivos oscuros, en rojo y negro sobre fondo claro. Introduce el “estilo marino” junto a las decoraciones naturalistas (hojas y flores) heredadas del período anterior. En 1530 la isla de Tera (Santorini) sufre una erupción volcánica que debió de sentirse en todas las islas del mar Egeo. Como consecuencia de esto varias ciudades cretenses son destruidas sólo el palacio de Knossós se recupera del desastre. En él se fabrica la cerámica del “estilo de palacio” que sirvió a Evans para caracterizar el M.R. II. Los nuevos señores del país, los que hablaban griego micénico, la introdujeron. Hacia el 1370 también el palacio de Knossós sufre la destrucción definitiva. La lengua escrita en lineal B desde el M.R.II, 1450, hasta el 1200 a. C. es un griego arcaico, el micénico. A parte de estas hay testimonios en Creta de escrituras jeroglíficas o pictográficas que ya estaban en uso desde el 2300 a. C., probablemente derivaban de Egipto y se utilizaron hasta el 1700 a. C. La escritura lineal A nace casi al mismo tiempo que las jeroglíficas, probablemente como simplificación de las mismas. Las pinturas al fresco, combinadas a veces con relieves de estuco, nos dan la faceta más brillante del arte prehelénico. Desde los centros minoicos, las técnicas y los estilos irradian sobre los palacios micénicos y sobre los albergues de los gobernadores de las Cícladas, que por entonces integraban el Imperio colonial de Minos. Heródoto nos cuenta que los carios eran sus súbditos. La decoración mural del palacio de Knossós es coetánea de su última reconstrucción en el Minoico Reciente, entre los años 1550 y 1370 a. C. fecha esta última de la ruina definitiva de los palacios. Igual que los ceramistas, los pintores disfrutan de libertad absoluta. Una de las muchas sorpresas que este arte áulico ha dado al mundo moderno es la falta de cuadros heróicos. Las pinturas de Tera muestran las agudas dotes de observación de los cretenses. Estilo desenvuelto con escenas de animales, cacería de toros, de leones, manada de gacelas atacadas por leones, etc. Pero aunque Creta ha sido el foco de la civilización griega del segundo milenio, en realidad forma parte de un mundo mucho más amplio, que comprende las islas del Egeo, la costa occidental de Asia Menor y toda la tierra firme de Grecia. El tránsito del Neolítico al Heládico I significó la apertura de nuevas actividades industriales y comerciales junto a las antiguas formas de vida pastoril y agrícola. La arquitectura de la época acredita el empuje de comunidades como la de Troya II, que entonces se rodea de una muralla provista de recios bastiones y monumentales propíleos. Al mismo tiempo, como heredera de una tradición egea de casas de una sola habitación rectangular precedida de una pórtico, la misma Troya II ofrece los prototipos del mégaron en dimensiones asombrosas para esa época, hacia 2300 a. C. Andando el tiempo el mégaron será el módulo o unidad principal de los palacios micénicos, y mucho más tarde, el embrión del templo griego. También las Cicladas ofrecen en las estatuillas una sorpresa por su carácter abstracto, son las figuras femeninas, los tocadores de flauta y de arpa, prototipos de los instrumentos de viento y cuerda de la música griega clásica. 2. Micenas Hacia el año 2000 a. C. Grecia inicia la fase del Heládico Medio, y entre sus pobladores figuran ya los introductores del griego los aqueos. El antiguo idioma de los egeos dejará vestigios pero se perderá. A los antiguos egeos la historiografía clásica los recordará como carios, pelasgos, lelegos, etc. Los aqueos no aparecen en escena invadiéndolo todo, sino que su introducción es paulatina, solo aparecen como guerreros fuertes con una ajuar importante en las tumbas de pozo de Micenas, hacia el 1550 y 1500 a. C. La máscara del que Schliemann llamó “Agamenón” representa seguramente el tipo ideal de la sociedad micénica, distinto del cretense. Una de las estelas representa a un príncipe en su carro de guerra, el ingenio bélico más poderoso y temible de la época. Esta sociedad guerrera exige de infraestructuras como calzadas y puentes, palacios y fortalezas y una organización burocrática y administrativa. En el panorama político que Homero dibuja del mundo aqueo, unos cuatro siglos después de que éste hubiera desaparecido se observa que el país se hallaba dividido en pequeños reinos dependientes de sus respectivas capitales, sobre las cuales Micenas ejercía una hegemonía. Pero debieron mantener confrontaciones pues terminaron por amurallarse. Murallas, por otra parte, ciclópeas como dice Pausanias refiriéndose al Pelárgikon ateniense. “La Puerta de los leones”, leones que flanquean la columna símbolo de la diosa “del Pilar”, Gran Madre anatólica y prehelénica, como otros monumentos desaparecidos hacen pensar que la arquitectura micénica superó el nivel del arte minoico. 3. La Edad Oscura El final del segundo milenio vive un período de grandes cambios: la caída del imperio hitita, los movimientos generales de población y las invasiones dorias transforman el mundo hasta entonces conocido. Durante el siglo XII a. C. las invasiones dorias destruyen y obligan a abandonar muchos centros de población y de arte. A partir de la destrucción de Micenas, c. 1150 o 1100, toda la península entra en un período que se extiende hasta los principios del siglo VIII a. J. C. y que se ha llamado “Edad Oscura”, a causa sobre todo de la falta de información histórica sobre la misma. Con ella tiene lugar la Edad del Hierro. La aportación doria no debe subestimarse puesto que gracias a ella Grecia y Asia Menor reciben su población definitiva. La sociedad se transformó, sus bandas, organizadas en torno a jefes militares, procedían de la primigenia tradición indoeuropea. El matriarcado cretense dejó paso a una civilización en que predominaba el hombre guerrero; de esta época proceden costumbres del helenismo como la desnudez atlética, la pederastia y la exaltación de las virtudes viriles de la fuerza y de la fidelidad. La sociedad doria se basa en la igualdad y en la sumisión de las poblaciones conquistadas. En el plano religioso se instaura una sociedad divina de tipo patriarcal, concebida a imagen y semejanza de la humana. En las prácticas funerarias también se introduce una novedad profunda con el paso de la inhumación a la cremación. Otro factor importante es la aparición de la ciudad, contrastando por su dispersión con la unidad de la sociedad anterior. Se recupera la escritura con el alfabeto, el arte y la literatura se desarrollan, los mitos y las divinidades constituyen un cuerpo de referencia simbólico y material. 4. S. VIII-VII, la aparición de la ciudad La Edad Oscura se caracteriza por la presencia de un poeta excepcional, Homero, que ensalza los valores aristocráticos de una sociedad guerrera; y de otro, Hesíodo, que nos cuenta la vida y el ideal educador del agricultor, en “los Trabajos y los días”, así como el orden de los dioses en la Teogonía, y que refleja una nueva clase social basada en el trabajo agrícola y comercial. Con las invasiones dóricas desaparece prácticamente la figura del rey y la sociedad centrada en el palacio. Grecia se pliega sobre sí misma, aislada de Asia y entregada a una vida campesina. No es que desaparezca por completo la estructura social, subsiste un cierto recuerdo como se puede apreciar en las obras de Homero, en la figura de Agamenon de la Iliada o en la sociedad que nos pinta en la Odisea de Itaca. Subsisten las dos fuerzas sociales de las comunidades aldeanas y la aristocracia guerrera, desarrollándose posteriormente, tras un período de turbulencias, un pensamiento político que será asociado a personajes vitoreados por los griegos como los verdaderos “sabios”, como tales, Solón, etc. La idea del rey como dueño y señor absoluto de todo poder se reemplaza por la idea de funciones sociales especializadas. Así el mito ateniense relata una crisis de soberanía que no se arregla con la victoria de uno de los pretendientes sino con la división de la soberanía. Cuatro principios concurren: uno religioso, otro de fuerza guerrera, un principio vinculado al suelo y otro al poder mágico que interesa a las artes del fuego y está vinculado a los artesanos. Lo que el mito sugiere mediante el relato de un conflicto entre hermanos, la historia y la teoría política lo expondrá en forma sistemática, tratando de comprender la unidad en la multiplicidad. Poder de conflicto, poder de unión, Eris-phlía, lucha y unión, el espíritu de agón no ya entre guerreros o genes nobiliarios sino de lucha política, en la justa oratoria, en la dialéctica en el ágora. Pero ese espíritu de lucha se da entre iguales, porque el asunto es de todos, el Estado. La ciudad se organiza en torno al ágora. Sobre las ruinas del palacio se edifica la Acrópolis, espacio público en el que los griegos se proyectan hacia lo sagrado, como en lo profano se dirigen hacia sí mismos en la amplitud del ágora. Entre los siglos VIII y VII con la aparición de la ciudad se pasa de la monarquía a la aristocracia, se da un desarrollo del comercio, un nuevo contacto con oriente y una expansión colonial por todo el mediterráneo. Con la aparición de la ciudad la palabra es la que domina, medio de mando y de dominio sobre los demás, recordando la eficacia de las expresiones y las fórmulas en ciertos rituales religiosos, aunque ya no es fórmula justa sino debate contradictorio en la asamblea, que es la que decide. Mediante este arte político toman los griegos conciencia del logos, y de la unión entre política y logos surge primero la retórica y la sofística, después la filosofía de Sócrates, de Platón y Aristóteles, es decir, las reglas de la demostración, la lógica de lo verdadero, de lo teórico, frente a la lógica de lo verosímil que caracteriza a los azarosos debates de la práctica, de la política. Un segundo rasgo de la polis es el carácter de plena publicidad que se da a las manifestaciones más importantes de la vida social. Se hace público y común el dominio privado, que era privilegio del basileus, o de los gene detentadores de la arkhé. Esto supone una democratización hasta el punto de incluir a todo el demos en el ámbito de la polis, de la ciudadanía. La palabra es el instrumento de la vida política, la escritura es el medio de la cultura común, por cuanto da publicidad, hace tomar conciencia del ser, de la historia, de la Paideia. De ahí el alcance que tuvo la fijación de las normas en leyes escritas, pues sustrae a la autoridad privada de los basiléus esa autoridad, dictando para todos, aprobado por la asamblea, pero imponiéndose como expresión de un orden sagrado. La expresión del pensamiento en la escritura muestra la voluntad de hacer de éste bien común de la ciudad. Al publicitarse, el pensamiento quiere hacerse verdad, objetividad. Pero no se trata ya de un secreto religioso, y aun cuando supone el descubrimiento de una realidad superior que sobrepasa el entendimiento común de los hombres, siendo obra de una ascesis espiritual todavía heredera de las prácticas religiosas, supone salir del círculo cerrado de la sectas, y poner ante el juicio de todos una verdad que espera sea aprobada y reconocida. Al mismo tiempo, los ritos religiosos, en manos de ciertos gené, se hacen cultos oficiales de la ciudad. Lo cual hace que se pierda el sentido mistérico, secreto y privado, puestos los objetos sagrados a la vista de todos, administrado por el estado todo lo referente a las prácticas religiosas. No desaparecen estas, pero ya no son privativas de ciertas gené, se las apropia el Estado. Lo sagrado se separa de lo profano, se hace trascendente, pero es custodiado por el Estado. La filosofía nace en ese orden autónomo de espiritualidad, en una posición ambigua entre lo privado y lo público, como se aprecia en los pitagóricos. La sophia reemplaza los ritos iniciáticos por un camino ascético, una senda de investigación que, junto a las técnicas de discusión y argumentación, o de nuevos instrumentos como las matemáticas, todavía siguen manteniendo las antiguas prácticas adivinatorias, ejercicios espirituales de concentración, de separación de alma y cuerpo. Junto al poder de la palabra se desarrolla el espíritu de la comunidad, de la unidad y reciprocidad de los individuos, frente a las antiguas relaciones jerárquicas. Tal vez la aparición del hoplita, de esa fuerza de infantería propia de la ciudad, en la que virtud no consiste en acciones individuales sino en mantener la cohesión del grupo, el resultado de la sophrosyne, un dominio completo de sí mismo. La falange, como la ciudad, supone una unidad intercambiable, la masa como instrumento para la victoria. Se rechazan las conductas tradicionales de la aristocracia tendentes a exaltar el prestigio, se condena la riqueza, el lujo en el vestir, el ser demasiado audaz. Esta es la imagen de Esparta, proveniente del factor militar, que se fija en los siglos VII y VI, el orden es anterior al poder de los individuos, la arkhé está en la ley. 6. El ideal educador de los poetas: Homero y Hesíodo. La influencia educadora de la poesía en el pueblo es enorme, se puede decir que fue a través de la poesía que se forjó el ideal de una cultura y, por lo tanto, de una educación. En este sentido tenemos los primeros poetas Homero, Hesíodo, Tirteo, Solón, etc. El concepto de areté es usado por Homero no solo para designar la excelencia humana, sino también la superioridad de seres no humanos, como la fuerza de los dioses o el valor y la rapidez de los caballos nobles. Los griegos consideraron siempre la destreza y la fuerza sobresalientes como el supuesto evidente de toda posición dominante. La raíz de la palabra es la misma que la de aristos, el superlativo de distinguido y selecto., usado para designar a la nobleza. Homero entiende la areté como la fuerza y la destreza, solo en algunos pasajes de los últimos libros va asociado con lo moral. No obstante, en la Odisea, Homero ensalza en Ulises por encima del valor la prudencia y la astucia. También en la poesía tiene esta significación aristocrática. Es normal que en tiempos de la edad guerrera, con grandes migraciones, se apreciara el valor del hombre. La ética posterior de la ciudad heredó de Homero la exigencia de l valor como una de las más altas virtudes. También a través de Homero llega a la ética el deber como una medida rigurosa. La fuerza educadora de la nobleza se halla en el hecho de despertar el sentimiento del deber frente al ideal, que se sitúa así siempre ante a los ojos de los individuos. Su violación despierta la némesis. Estos son los dos conceptos homéricos del ideal ético de la aristocracia. La característica esencial del noble es el sentido del deber, aspirar a sobresalir, alcanzar la areté y mantenerla en el rudo dominio de la naturaleza, por encima incluso del placer de la victoria. Glauco le dice a Diómedes: “Hipóloco me engendró, de él tengo mi prosapia. Cuando me mandó a Troya me advirtió con insistencia que luchara siempre para alcanzar el precio de la más alta virtud humana y que fuera siempre, entre todos el primero.” La Ilíada muestra cómo el viejo concepto guerrero de la areté no era suficiente para los poetas nuevos, sino que traía una nueva imagen del hombre perfecto para el cual, al lado de la acción, estaba la nobleza del espíritu. Es el fin para el que ha sido educado, que le recuerda Fénix, el educador de Aquiles, cuando éste va a recibir la legación de los jefes griegos: “Para ambas cosas, para pronunciar palabras y para realizar acciones”. Íntimamente vinculado con la areté se halla el honor, que en Homero es reconocimiento público de la nobleza y del valor del individuo. El hombre filosófico de los tiempos posteriores puede prescindir del reconocimiento exterior, aunque, como reconoce Aristóteles, no puede serle del todo indiferente. Para Homero la negación del honor era la mayor tragedia. Los héroes se trataban entre sí con constante respeto y honra. La sed de honor era en ellos insaciable. No tenían una conciencia personal a la manera moderna, sino comunitaria, de ahí que la areté heroica se perfeccionara sólo con la muerte del héroe, que perpetuaba su fama. La negativa de Aquiles a combatir no es consecuencia tan solo de su terquedad, sino del problema de si es posible reparar el honor ofendido. En los tiempos de la democracia el afán del honor no es tan reconocido, aunque siga manifestándose, de ahí la apelación aristotélica a la magnificencia como la virtud que presupone a todas las demás. La soberbia no es por sí misma una virtud moral, debe estar encuadrada por la plenitud de la areté, aquella unidad suprema de todas las excelencias, en la kalokagathía. La areté solo puede hallar su perfección en las almas selectas.entendida en un sentido aristocrático de selección. El pensamiento griego sobre el hombre y la areté muestra su unidad a lo largo de la historia. Aristóteles habla del esfuerzo humano hacia la perfección de la areté como producto de un amor propio elevado a su más alta nobleza, la filantía. Homero expresa la conciencia pedagógica de la nobleza, ser el primero entre todos. Pero si la Iliada tiene todavía el recuerdo de la vieja nobleza guerrera, el concepto de areté une al lado de la acción la nobleza de espíritu. Fénix recuerda a Aquiles para qué ha sido educado: “Para ambas cosas, para pronunciar palabras y para realizar acciones”. El dominio de la palabra significa la soberanía del espíritu. Íntimamente vinculado con la areté se halla el honor, porque el hombre homérico adquiere conciencia de su valor por el reconocimiento de la sociedad a la que pertenece, no ya como el hombre filosófico posterior que en cierta medida puede prescindir del reconocimiento exterior. Para Homero la negación del honor era una tragedia, como le pasa a Aquiles con Agamenón. La sed de honor era en ellos insaciable. Más tarde esa exigencia de honor, de elogio, será entendido también en relación a la reprobación, a la censura, como algo natural en la vida social. Este afán de distinguirse y la aspiración al honor, a sobresalir, serán vistos después por el cristianismo como pecaminoso. Pero en Homero hasta los dioses reclaman honor, en realidad los dioses son una sociedad inmortal de nobles. La piedad en los griegos era entendida como “honrar lo divino”. Aunque la ética de Aristóteles está impregnada de ideales altruistas, mantiene todavía ese recuerdo de la areté antigua, en el sentido del ideal del amor a sí mismo, no ya como en el humanismo del siglo XVIII, la formación ética y el enriquecimiento espiritual de la propia personalidad, sino en el de la entrega a un ideal. Quien se estima a sí mismo debe ser infatigable en la defensa de los amigos, sacrificarse en honor de la patria, abandonar gustoso dinero, bienes y honores para “apropiarse la belleza”. Es el sentimiento de heroísmo de los griegos. Aunque se habla de Homero como autor de la Iliada y la Odisea, en realidad son de épocas distintas. La Iliada es mucha más antigua, nos muestra el absoluto predomino del estado de guerra, sus héroes son grandes señores que no se pueden imaginar fuera del campo de batalla. La Odisea nos ofrece otra imagen. El motivo del retorno del héroe, el nostos, que se une de un modo tan natural a la guerra de Troya, conduce a la representación intuitiva y a la tierna descripción de su vida en la paz. La Odisea pinta la vida de los nobles de su tiempo proyectándola a una época más primitiva. Se trata de la cultura jonia, todavía con la fantasía aventurera de los poetas y las sagas heróicas, pero la épica se convierte en novela, más pegada a la realidad. Es verdad que se inspira todavía en los antiguos recuerdos del Fausto y el amor al arte de los grandes señores y los poderosos reinos de la antigüedad micénica, o en reinos orientales, pero la sociedad es ya otra. La comunidad de Ítaca se rige, en ausencia del rey, mediante una asamblea del pueblo, dirigida por los nobles. La nobleza heroica no es ya el problema, el trato entre los hombres es ya más humano. Todos tienen algo humano y amable, un ethos. El trato entre los hombres tiene algo altamente civilizado; las maneras y la conducta distinguidas son tenidas en la más alta estimación. La educación es una característica de la nobleza de todos los tiempos y pueblos. La educación se convierte por primera vez en formación, es decir, en modelación del hombre completo de acuerdo con un tipo fijo. En la Odisea, al ideal heredado de la destreza guerrera se añade ahora la alta estimación de las virtudes espirituales y sociales. La virtud de la inteligencia, de la prudencia, como cualidades humanas. En la mujer su areté propia es la hermosura, pero no aparece sólo como objeto de la solicitud erótica del hombre, como Helena o Penélope, sino también en su constante posición social y jurídica de señora de la casa. Sus virtudes son el sentido de la modestia y la destreza en el gobierno de la casa. Penélope es muy alabada por su estricta moralidad y sus cualidades caseras. Aun la pura belleza de Helena, que ha traído ya tantas desventuras sobre Troya, basta para que los ancianos de la ciudad, ante su sola presencia, se desarmen y atribuyan a los dioses todas sus culpas. La mujer es la mantenedora y custodia de las más altas costumbres y tradiciones. Agamenon dice a la Asamblea que prefiere a Criseida que a Clitemnestra, porque no le es inferior ni en presencia ni en estatura ni en prudencia y linaje, lo que resume la areté de la mujer. La civilización que presenta la Odisea, una cultura elevada y refinada, producto de la acción educadora de la mujer. El cuadro que esbozan los poemas homéricos nos muestra también vivaces descripciones de la educación usual. Junto al interés de la poesía épica por las sagas, se muestra el influjo de la educación, es el caso de Aquiles con el prudente centauro Quirón. El poeta pone a Fénix en lugar de Quirón como educador de Aquiles, en otro pasaje, para mediar entre el héroe y Ayax y Odiseo, entre la acción y la palabra. Nadie como el anciano educador para aducir el ejemplo admonitor de Meleagro y doblegar la inquebrantable voluntad del héroe y traerlo a razón. En parte alguna de la Iliada es Homero el maestro y guía de la tragedia, como lo denominó Platón. La educación se presenta como el problema de refrenar la poderosa fuerza irracional del hado ciego, de la diosa Até, aunque en el caso de Aquiles se revele como impotente. O bien en Telémaco, ante el problema de su padre perdido en el mar y la conducta de los pretendientes, con el consejo de un viejo amigo experimentado, de su madre, la figura de su padre perdido, etc. La educación de los tiempos primitivos se basaba en muchos casos en el ejemplo, a falta de leyes o de un pensamiento ético sistematizado, aunque hubiera unos pocos preceptos religiosos y una sabiduría proverbial transmitida por tradición oral. Ejemplos famosos transmitidos por la tradición de las sagas, la autoridad de los tiempos antiguos y de sus héroes. La nueva finalidad artística de la gran epopeya, al introducir un gran número de escenas de esta naturaleza y conectarlas a una acción unitaria, consistía, no sólo, como antes se usaba, en ofrecer cuadros particulares de una acción de conjunto que se supone conocida, sino en poner de relieve y destacar el valor de todos los héroes famosos. Mediante la conexión de muchos héroes y figuras crea el poeta un cuadro gigantesco, la guerra de Ilión en su totalidad. Trata de mostrar la más alta areté, no importa si los aqueos tratan de vengar la afrenta por Helena, sino el resplandor imperecedero de su heroicidad. Sobre el fondo sangriento de la pelea heroica se destaca, en la Iliada, un destino individual de pura tragedia: la vida heroica de Aquiles. A la trágica figura de Aquiles debe la Iliada el ser un monumento inmortal para el conocimiento de la vida y del dolor humano. La superior originalidad de la epopeya griega, en la composición de un todo unitario, brota de su acción educadora: de su más alta conciencia espiritual de los problemas de la vida. En lugar de una historia de la guerra troyana o de la vida entera de Aquiles, ofrece solo algunos momentos de importancia representativa y de la más alta fecundidad poética. Hesíodo En Hesíodo se revela una esfera social completamente distinta del mundo de los nobles y su cultura. Ofrece la pintura más vivaz de la vida campesina de la metrópoli al final del siglo VIII. Homero destaca el hecho de que toda educación tiene su punto de partida en la formación de un tipo humano noble que surge del cultivo de las cualidades propias de los señores y de los héroes. En Hesíodo se revela la segunda fuente de la cultura: el valor del trabajo. Como decía Heródoto “Grecia ha sido en todos los tiempos un país pobre. Pero en ello funda su areté. Llega a ella mediante el ingenio y la sumisión a una severa ley. Mediante ella se defiende Hélade de la pobreza y de la servidumbre”. 7. La primera filosofía Las dos formas fundamentales de polis en Grecia son el estado militar espartano y el estado jurídico originario de Jonia. La más característica creación de Esparta es su Estado. Resulta complicado determinar exactamente el ideal espartano pues el juicio que se nos transmitido muchas veces está distorsionado por los intereses de la aristocracia ateniense, que veía en Esparta el modelo que resolvería los problemas de la democracia. Aunque treinta años después de la guerra del Peloponeso y su hegemonía en Grecia sufrirá la catástrofe de Leuctra. La admiración por su eunomía se vendrá abajo al comprobar su afán de domino y de codicia. Tal vez representen más puramente el pueblo que se aposentó en el sur de Grecia, los dorios, que constituyó la clase dominante entre la población laconia, sometiendo a los ilotas como siervos sin derechos, y con la clase trabajadora y campesina de los periecos. Vivía de un modo permanente en un campamento militar. El eforato o consejo de ancianos era el que mandaba y aunque proponía a la asamblea, ésta solo podía votar sí o no y no era vinculante. El Eforato era la única institución no atribuida a la legislación de Licurgo. En realidad esta legislación no era una codificación de leyes particulares civiles y públicas , sino el nomos, en el sentido originario de la palabra, de tradición oral, dotada de validez, de las cuales solo unas cuantas fueron fijadas en forma escrita. Es que cuanta mayor importancia se concede a la educación y a la formación, como en Licurgo, Sócrates o Platón, menor es la constricción mecánica y externa de la ley sobre los pormenores de la vida. Por eso fue Esparta el modelo para muchos. El gran problema social de toda la educación posterior fue la superación del individualismo y la formación de los hombres de acuerdo con normas obligatorias de la comunidad. Por lo que el estado espartano aparecía como la solución práctica de este problema. Para los atenienses, cada vez más individualistas, Esparta era un fenómeno difícil de comprender. No era tanto obra de un genio educador como la sobrevivencia de un Estado más simple y más primitivo. El pensamiento racional actúa desde el principio como materia explosiva, perdiendo validez las más antiguas autoridades. Sólo es verdad lo que “yo” puedo explicar por razones concluyentes. Sin embargo, con la aparición del yo racional se realiza la superación del individualismo, pues aparece el concepto de verdad. El punto de partida de los pensadores naturalistas del siglo VI era el problema del origen, la phyisis, que dio su nombre a la totalidad del movimiento espiritual y a la forma de especulación a que dio lugar. Ello no es injustificado si tenemos presente la significación originaria de la palabra griega y no mezclamos con ella la concepción moderna de la física. Su interés fundamental era la metafísica, al que se hallaban subordinados el conocimiento y la observación físicas. La ciencia racional de la naturaleza nació junto con este movimiento y solo gradualmente se fue independizando de la metafísica. En el concepto se la physis se hallaba un problema sobre el origen, que obliga al pensamiento a traspasar los límites de de lo dado en la apariencia sensorial, y la comprensión de lo que deriva de aquel origen y existe actualmente. (ta onta), mediante la investigación empírica. Es natural que la tendencia innata de los jonios (grandes exploradores y observadores) hacia la investigación, así como el contacto con otros pueblos como Egipto, les llevara a cuestionarse problemas últimos. La gran hazaña histórica de Grecia fue el descubrimiento de la filosofía científica, sometiendo el mito a la explicación causal, ateniéndose a observaciones empíricas, y todo ello con personalidades independientes pero comunicadas en un mismo movimiento espiritual. Es lo que ocurrió en Mileto con Tales, Anaximandro y Anaxímenes. El ejemplo de Anaximandro es notable, con su concepción geométrica del mundo, la tierra no es un disco sino un cilindro, el mundo no es una media esfera sino un esfera completa en la que el sol es el círculo más exterior, las estrellas también describen un círculo alrededor de la tierra. La misma tendencia matemática domina en la elaboración del mapa de la tierra que Heródoto en parte sigue y en parte contradice. Divide la superficie de la tierra en Europa y Asia y Libia separada. Se mofa Heódoto de la imagen de los jonios, de una tierra redonda, cuando no se ha visto mar el Este y al Norte. Anaximandro establece la imagen de un cosmos ordenado. Pero no se trata de la simple uniformidad del curso causal en el sentido abstracto de la ciencia actual. Lo que formula es una norma universal más bien que una ley de la naturaleza en el sentido moderno. La idea de justicia del mundo, es un recuerdo del sentido ético jurídico de Solón, el concepto de causa coincide con el de culpa.