artículos de revisión Evaluación imaginológica de las lesiones quísticas del páncreas Pancreatic Cystic Lesions: Imaging Evaluation Maurizio Massaro Ceballos1 Tamara Estrada Tangarife2 Patricia Mejía Ruiz2 Palabras clave (DeCS) Resumen Páncreas Quistes Tomografía Imagen por resonancia magnética Key words (MeSH) Pancreas Cysts Tomography Magnetic resonance imaging La detección de las lesiones quísticas del páncreas ha aumentado en los últimos años, gracias al desarrollo tecnológico de las imágenes. Dado que hay un amplio espectro de lesiones, es necesaria una adecuada interpretación de sus características para definir su manejo. La resonancia magnética (RM) y la tomografía computarizada (TC) son modalidades excelentes para la detección y la caracterización de este tipo de lesiones. En este artículo se revisan las lesiones quísticas del páncreas más frecuentes y sus características imaginológicas más importantes. Summary Recently, wide application of Computed Tomography (CT) and Magnetic Resonance Imaging (MRI) has increased detection of incidental cystic lesions of the pancreas. In this article we describe the most frequent pancreatic cystic lesions based on the morphologic imaging features. Introducción Radiólogo CEDIMED. Coordinador del Servicio de Tomografía INDEA. Profesor del Departamento de Radiología Universidad de Antioquia. Profesor del Fellow de Imagen Corporal. Medellín, Colombia. 2 Residente de tercer año de Radiología, Universidad de Antioquia. Medellín, Colombia. 1 Rev Colomb Radiol. 2010; 21(2):2882-900 Recientemente, las lesiones quísticas del páncreas han recibido especial atención por parte de los cirujanos, gastroenterólogos y radiólogos, debido a que cada vez es mayor su detección incidental, gracias al uso extendido de las diferentes modalidades de imagen (1). En el pasado, dichas lesiones eran consideradas de naturaleza inflamatoria, pero en las últimas dos décadas la experiencia ha demostrado que muchas de ellas corresponden a neoplasias (2). La prevalencia en la población general es incierta; sin embargo, estudios en autopsias han reportado frecuencias del 1,2%. De estos pacientes, 58% no tenían antecedentes de pancreatitis. De 49 quistes resecados, la mitad eran asintomáticos, 29% fueron clasificados como benignos, 51% como premalignos y 20% como malignos (1). Clínicamente las lesiones pueden manifestarse con dolor abdominal, ictericia o pancreatitis recurrente (lo cual sugiere comunicación con el conducto pancreático, obstrucción o compresión del conducto biliar). Los seudoquistes se asocian con más frecuencia a procesos agudos, aunque se puede presentar un curso clínico asintomático (3). 2883 En la Tabla 1 se ilustra la clasificación de la Organización Mundial de la Salud para las lesiones quísticas del páncreas (4). El cistoadenoma seroso, la neoplasia quística mucinosa y la neoplasia mucinosa papilar intraductal representan el 90% de las neoplasias, de las cuales esta última es la más frecuente. Tabla 1. Clasificación histológica de las lesiones quísticas del páncreas Cistoadenoma seroso (adenoma seroso microcítico y adenoma seroso oligoquístico) Cistoadenocarcinoma seroso Cistoadenoma mucinoso II. Neoplasia quística mucinosa Neoplasia quística mucinosa con displasia moderada Cistoadenocarcinoma mucinoso (no invasivo e invasivo) Adenoma mucinoso papilar intraductal III. Neoplasia mucinosa papilar Neoplasia mucinosa papilar intraductal con displasia moderada intraductal Carcinoma mucinoso papilar intraductal (no invasivo e invasivo) Neoplasia seudopapilar sólida IV. Neoplasia seudopapilar sólida Carcinoma seudopapilar sólido I. Tumores quísticos serosos Fuente: tomado de Hamilton SR, Aaltonen LA, editor. Pathology and genetics of tumours of the digestive system. Lyon: World Health Organization Classification of Tumours-IARC Press; 2000. La tomografía computarizada (TC) con multidetectores ha sido la modalidad de elección para la detección y la caracterización inicial de las lesiones (5). Por otro lado, la resonancia magnética (RM), y principalmente las secuencias de colangiopancreatografía, brinda una mejor descripción de estas lesiones. Pese a que estas dos modalidades pueden caracterizar adecuadamente los quistes en la mayoría de pacientes, el solapamiento de los hallazgos imaginológicos para ciertos tumores quísticos puede dificultar su diferenciación (6). Acercamiento diagnóstico Las lesiones pancreáticas pueden detectarse por ultrasonido (US), TC o RM. En muchos casos, el US es la modalidad de abordaje inicial de las afecciones pancreatobiliares; sin embargo, con frecuencia se requieren estudios adicionales, pues la apariencia ultrasonográfica de las lesiones pancreáticas no permite predecir su naturaleza, aunque pueden catalogar la lesión como sólida, quística o compleja. La presencia de componente sólido, excrecencias papilares, tabiques gruesos y flujo en las imágenes Doppler son hallazgos inespecíficos e incluso pueden presentarse en ambos tipos de lesión. El rendimiento diagnóstico del US para lesiones focales pancreáticas es muy limitado, especialmente para lesiones menores a un centímetro; por lo tanto, depende de la experiencia del operador y requiere una ventana acústica apropiada. En ocasiones no se identifica alguna lesión focal y la dilatación del conducto pancreático principal es el único signo de lesión pancreática valorable por US. La única ventaja del US en las lesiones quísticas del páncreas consiste en su utilización por vía endoscópica, pues por la contigüidad de la lesión al tubo digestivo se obvian los artificios de ventana acústica, se aumenta la detección de lesiones pequeñas y es posible realizar biopsias y aspirados por poca morbilidad (7). La TC se conoce como una herramienta excelente para valorar lesiones pancreáticas, pues tiene una sensibilidad de 2884 entre 89% y 97% para lesiones mayores a un centímetro; es una modalidad excelente para identificar extensión vascular y afectaciones metastásicas, y caracteriza muy bien la presencia de calcificaciones, pero presenta limitaciones para la parte blanda y quística de las lesiones, sobre todo en la detección de pequeños tabiques y la relación de la lesión con el sistema ductal pancreático (6). En el protocolo de evaluación para TC multicorte se administra contraste oral neutro (200-300 cm3), 10 o 20 minutos antes de la adquisición; así como 100 cm3 de un medio de contraste intravenoso (300 mg/cm3) con una velocidad de inyección de 3-4 cm3/s. Se recomienda adquirir imágenes simples, contrastadas en la fase pancreática (40 s) y en fase venosa (70 s), con posteriores reconstrucciones finas a 0,5 o 1 mm (8). Únicamente en la fase venosa se hace barrido de todo el abdomen. Los factores utilizados son generalmente: grosor de corte de 1,25 mm con intervalos de 1 mm, pitch de 1,375:1, 120 Kv y 400 mA. La fase simple es indispensable en la detección de calcificaciones, hemorragia, cálculos y necrosis. Si existe sospecha de tumor neuroendocrino, se sugiere realizar una fase arterial temprana (15-20 s). Las fases pancreática y venosa muestran la vasculatura arterial y venosa del páncreas, respectivamente, y además evalúan la captación del parénquima (9). Algunas herramientas posproceso de los equipos multidetectores aumentan la utilidad diagnóstica de la TC, como las reconstrucciones curvas, la renderización de volúmenes (VR, por su sigla en inglés), así como las proyecciones de máxima (MIP) y de mínima intensidad (MinIP) (10). La RM, y principalmente las secuencias sopesadas en T2, es útil en la evaluación de las lesiones quísticas del páncreas y tiene ventaja sobre la TC, por su habilidad para determinar la comunicación de la lesión con el conducto pancreático principal (11). Igualmente, es mejor que la TC para evaluar la extensión extrapancreática de la lesión y en pacientes con función renal deteriorada. Evaluación imaginológica de las lesiones quísticas del páncreas, Massaro M, Estrada T, Mejía P artículos de revisión La evaluación óptima por RM del páncreas incluye secuencias T2 single-shot con pulso de saturación grasa y sin éste; al igual que T1 gradiente de eco (GRE) simple y dinámicas, con saturación grasa y sin ésta, y secuencias de colangiopancreatografía con reconstrucciones 3D y MIP. Las secuencias de saturación grasa son útiles en las lesiones seudoquísticas para detectar cambios inflamatorios (12). Es posible realizar secuencias T2 rápidamente (30-45 s) y evitar los artificios de movimiento, peristaltismo y pulsación, utilizando los siguientes parámetros para equipos de 1,5 T: FOV de 350 mm2, matriz de 256×198, grosor de corte 7 mm, TR/TE 1500/83 s y ángulo de inclinación de 180° (11). Las secuencias de colangiopancreatografía por RM son secuencias altamente sopesadas en T2, útiles para demostrar la relación de la lesión con el conducto pancreático. Se adquieren con los siguientes parámetros: FOV de 300 mm2, matriz de 384×269, grosor de corte 7 mm, TR/TE de 1500/685 y ángulo de inclinación de 180° (11). El uso de secretina previo a la adquisición de la imagen es una herramienta descrita para casos en los cuales se desea aumentar la sensibilidad de la RM, principalmente para lesiones de los conductos pancreáticos distales; sin embargo, aumenta el tiempo y costo del estudio (13). En Colombia no contamos con este recurso. Las secuencias T1 precontraste evalúan el componente hemorrágico y contenido proteínico de la lesión. Las secuencias T1 simple con pulso de saturación grasa (SPIR o fat-sat) son útiles para evaluar la intensidad del parénquima pancreático y evidenciar cambios asociados de pancreatitis. Finalmente, las secuencias dinámicas son indispensables en la evaluación por RM de las lesiones pancreáticas para identificar componente realzante, necrosis y extensión vascular (11). La tomografía por emisión de positrones (PET) ha demostrado ser útil para diferenciar lesiones benignas de malignas, de acuerdo con la captación de 18-fluorodeoxiglucosa (FDG). En un estudio reciente que incluyó a 50 pacientes con lesiones quísticas del páncreas se evaluó la precisión del PET-TC para determinar la naturaleza de la lesión. De las lesiones, 17 se catalogaron como malignas por estudio histopatológico o seguimiento, de éstas 16 se clasificaron como malignas según las características de PET-TC. Según estos hallazgos, el PET-TC tiene sensibilidad, especificidad, valor predictivo positivo y valor predictivo negativo para detectar lesiones pancreáticas malignas de 94%, 94%, 89% y 97%, respectivamente (14). Clasificación morfológica Las lesiones quísticas del páncreas pueden clasificarse de acuerdo con su morfología (Fig. 1). Las uniloculares son aquellas que no presentan tabiques, componente sólido ni calcificación central o de la pared; además, su contorno generalmente es liso o lobulado. Las lesiones microquísticas son las que están compuestas por múltiples quistes que varían de 1 mm a 2 cm. Las macroquísticas u oligoquísticas son infrecuentes (menos del 10%) e incluyen los quistes multiloculares con menos de seis compartimientos, los cuales son mayores de 2 cm. Por último, están las lesiones quísticas con componente sólido, que pueden ser uni o multiloculares; en esta categoría se incluyen los tumores sólidos con componente o degeneración quística (Tabla 2) (15). Fig. 1. Clasificación morfológica de las lesiones quísticas del páncreas. Rev Colomb Radiol. 2010; 21(2):2882-900 2885 Tabla 2. Apariencia morfológica de las lesiones quísticas del páncreas Uniloculares Microquísticas Macroquísticas Sólidas con componente quístico Seudoquiste Neoplasia mucinosa papilar intraductal Cistoadenoma seroso unilocular macroquístico Quiste lifoepitelial Enfermedad de von Hipple Lindau Cistoadenoma seroso Cistoadenoma mucinoso Neoplasia mucinosa papilar intraductal Tumor seudopapilar sólido Tumores neuroendocrinos Adenocarcinoa Metástasis Caracterización de las lesiones quísticas del páncreas Seudoquiste pancreático Es la lesión quística más frecuente, compuesta de amilasa y otras enzimas pancreáticas, rodeada por tejido fibroso sin verdadero recubrimiento epitelial. Se asocia con antecedente de pancreatitis, traumatismo o cirugía abdominal, y requiere más de cuatro semanas para su formación. Se debe sospechar si hay cambios inflamatorios, atrofia o calcificaciones del parénquima pancreático asociados (16). En US se aprecian como lesiones hipoecoicas de márgenes bien definidos con refuerzo acústico posterior; sin embargo, ocasionalmente tienen aspecto sólido o complejo especialmente a durante su formación o cuando hay sangrado e infección (7). En la TC y la RM se observa como una acumulación oval o redonda con pared bien definida que capta el medio de contraste. Los seudoquistes crónicos pueden tener calcificaciones en su pared (17). Generalmente son uniloculares y con bajo coeficiente de atenuación (figs. 2 y 3). Entre las complicaciones que pueden presentarse están: infección (Fig. 4), hemorragia, ruptura o compresión de órganos adyacentes (15). En tales casos hay aumento en la intensidad de señal, detritus en la porción dependiente o incluso gas en el contexto de infección (18). El manejo de los seudoquistes es expectante en la mayoría de los casos, pero aquellos que persisten durante más de seis semanas, mayores a 6 cm, sintomáticos (dolor u obstrucción intestinal) o complicados (infección o hemorragia) deben tratarse, sin importar su tamaño. El tratamiento convencional es la cirugía abierta o laparoscópica. El drenaje percutáneo se ha utilizado, pero estudios recientes han demostrado un incremento en la mortalidad, la estancia hospitalaria y las complicaciones. Esta técnica sólo se reserva para el drenaje de acumulaciones agudas complicadas (19). En este caso se usa drenaje con catéter multipropósito (pigtail), guiado por TC o US. Teniendo en cuenta que la formación de los seudoquistes pancreáticos implica la disrupción del sistema ductal, siempre debe verificarse que no exista conexión directa entre la lesión y un conducto pancreático, mediante colangiopancreatografía retrógrada endoscópica (CPRE) o colangio-RM, ya que, de ser así, el manejo percutáneo no está indicado, por el alto riesgo de recidiva de la lesión o de formación de fístula pancreática (20). El drenaje endoscópico es otra técnica alternativa y se hace vía transpapilar o mediante la realización de enterostomía; no obstante, requiere que la lesión esté en contacto o cerca al tubo digestivo (21). b Fig. 2. Seudoquiste pancreático. TC abdominal contrastada en el plano axial (a) y reformato coronal (b) en una paciente con antecedente de pancreatitis. Se identifica una lesión quística unilocular, carente de realce poscontraste. Hay un ligero aumento de la densidad de la grasa peripancreática sin observar dilatación del conducto pancreático. 2886 Evaluación imaginológica de las lesiones quísticas del páncreas, Massaro M, Estrada T, Mejía P artículos de revisión a b * Fig. 3. Seudoquistes pancreáticos en un paciente con historia reciente de pancreatitis. RM con secuencia potenciada en T2 (a) y secuencia de colangio-RM (b). Se definen dos seudoquistes de alta señal en la cola del páncreas (cabeza de flecha) y en el omento (*). Se muestra la comunicación con el conducto pancreático, el cual tiene un contorno irregular en la serie de colangio-RM (flecha blanca). a b Fig. 4. Seudoquiste sobreinfectado. Imágenes de RM. Secuencia sopesada en T2 con saturación grasa (a) en la que se evidencia concentración de líquido-líquido (flecha blanca). En la imagen sopesada en T1 ecogradiente con saturación grasa poscontraste (b) se evidencia realce de la cápsula (cabeza de flecha), lo que indica cambios inflamatorios en una paciente con antecedente conocido de pancreatitis hace cinco semanas. Cistoadenoma seroso El cistoadenoma seroso es una neoplasia benigna también conocida como adenoma microquístico (22). Es la lesión más representativa del grupo de las microquísticas y tiene esta morfología en el 70% de los casos con histología que revela células cuboides ricas en colágeno. Es un tumor sin potencial maligno, en el cual la progresión a cistoadenocarcinoma es extremadamente rara, con pocos casos reportados. Es más frecuente en mujeres entre la séptima y octava décadas de la vida y tiene especial asociación con el síndrome de Von Hippel Lindau (23). Puede ser un hallazgo incidental o manifestarse con dolor y pérdida de peso. Dependiendo de su tamaño, es variable la apariencia ultrasonográfica: desde masa multiquística hasta una lesión sólida. Rev Colomb Radiol. 2010; 21(2):2882-900 En el caso de las de menor tamaño, los quistes miden entre 1 y 20 mm. Cuando es visible, la cicatriz central es ecogénica y presenta sombra acústica posterior por la presencia de calcificaciones. La seudocápsula es muy vascularizada en el modo Doppler (7). En el 30% de los casos se presenta la cicatriz central con calcificación o sin ésta (figs. 5 y 6); hallazgo altamente específico de este tumor. Es frecuente ver un contorno fino y lobulado y rara vez se observa dilatación del conducto pancreático. El tamaño del tumor varía entre 1,4 y 27 cm (17). En RM, la lesión se aprecia hipointensa en secuencias sopesadas en T1 e hiperintensa en secuencias T2 (Fig. 7). La cicatriz central es de señal intermedia a baja y con realce tar- 2887 dío en las fases contrastadas (22). En el 20% de los casos está compuesto por microquistes con patrón en panal de abejas y se observa como una lesión espongiforme con atenuación de tejido blando o mixta; incluso cuando es pequeño, puede simular un tumor sólido (24). También puede tener aspecto unilocular, macroquístico u oligoquístico (Fig. 8), lo que hace difícil la diferenciación con cistoadenoma mucinoso o seudoquiste; sin embargo, la localización en la cabeza, el contorno lobulado y la falta de realce de las paredes se considera muy específico para el diagnóstico de cistoadenoma seroso (22). La presencia de componente sólido, excrecencias papilares, paredes y tabiques gruesos hacen pensar en la contraparte maligna de esta lesión (cistoadenocarcinoma). En general, sólo los pacientes sintomáticos necesitan resección quirúrgica (25). Neoplasia quística mucinosa Fig. 5. Cistadenoma seroso por ecografía. Lesión heterogénea multilocular en la cabeza del páncreas, con tabiques y con una pequeña calcificación ecogénica (flecha). Esta neoplasia afecta a mujeres entre los 40 y los 60 años de edad y generalmente se detecta después de haber alcanzado un tamaño importante (26). Se clasifica en benigna (cistoadenoma mucinoso), limítrofe y maligna (cistoadenocarcinoma mucinoso). a b Fig. 6. Cistadenoma seroso. TC con imágenes multiplanares axial (a) y coronal (b) Tumor quístico multilocular del cuello del páncreas con calcificaciones en su margen anterior. No hay invasión de las estructuras adyacentes. 2888 Evaluación imaginológica de las lesiones quísticas del páncreas, Massaro M, Estrada T, Mejía P artículos de revisión b a c Fig. 7. Gran cistoadenoma seroso. TC (a) que presenta una gran lesión quística con cicatriz estrellada central calcificada. Secuencias de RM con imágenes sopesadas en T2 con saturación grasa (b), donde la cicatriz calcificada carece de señal (cabeza de flecha). Hay realce de los múltiples tabiques internos que separan los pequeños y múltiples quistes de la masa luego de administrar gadolinio venoso (c) (pequeñas flechas blancas). a b Fig. 8. Cistadenoma seroso macroquístico. TC contrastada que demuestra una lesión quística lobulada entre el cuerpo y la cola del páncreas, carente de captación del medio de contraste. (a) Imagen por RM sopesada en T2 en la que se observan los quistes de tamaño variable con delgados tabiques de partición (b). Rev Colomb Radiol. 2010; 21(2):2882-900 2889 a b c Fig. 9. Neoplasia quística mucinosa (cistoadenoma mucinoso). En el ultrasonido (a) se observa un gran quiste dominante con un pequeño quiste loculado en su porción medial e inferior (cabeza de flecha) que presenta mayor densidad, pero sin captación en la TC contrastada (b). En la pieza macroscópica de patología se observa el pequeño lóculo en el interior de la lesión quística (c). Se localiza en el cuerpo y la cola del páncreas, en el 70% de los casos. Los quistes se encuentran revestidos de epitelio columnar, alto productor de mucina; son uni o multiloculados, aunque en la mayoría de los casos es un gran quiste central con varios quistes pequeños de distribución periférica (Fig. 9). Son ovales o redondos con superficie lisa (27). Pueden tener excrecencias papilares, pero la ausencia de éstas no descarta malignidad. En general, los quistes son mayores de 6 en número y de 2 cm en diámetro. Se han catalogado en cuatro categorías de acuerdo con la apariencia ultrasonográfica de la lesión: quistes claros, quistes ecogénicos con detritus, quistes con vegetaciones murales sólidas y lesiones de aspecto sólido. En ocasiones, pueden identificarse calcificaciones periféricas. El US no diferencia de forma clara entre naturaleza benigna y maligna. Las características que hablan de mayor agresividad son la presencia de paredes gruesas, proyecciones papilares y componente sólido (7). Típicamente se observan tabiques que realzan con el contraste y nódulos intramurales (Fig. 10). En el 10%-25% de los casos hay calcificaciones periféricas, lo cual ayuda a diferenciarlo del cistoadenoma seroso. A veces se observa comunicación con el conducto pancreático y tienden a invadir estructuras vecinas. En las imágenes de RM se aprecia hiperintensidad en T1 y T2 por el contenido de mucina (Fig. 11). Por imagen no es posible 2890 diferenciar con certeza entre las lesiones benignas y las malignas; por consiguiente, estos pacientes deben ser llevados a resección quirúrgica, considerando el potencial maligno de la lesión. Cuando hay metástasis hepáticas, son característicamente quísticas, con realce en anillo y componente mucinoso (28). Neoplasia mucinosa papilar intraductal La neoplasia mucinosa papilar intraductal corresponde al 24% de las neoplasias quísticas (1). Crece en el epitelio del conducto pancreático e histológicamente tiene un amplio espectro de anormalidades que incluyen: hiperplasia, adenoma, lesiones limítrofes y adenocarcinoma; éstas pueden coexistir en la misma lesión. Afecta ambos géneros por igual, con un pico de incidencia en la sexta y séptima décadas de la vida. La mayoría de las lesiones se ubican en la cabeza del páncreas, aunque pueden estar en cualquier localización (29). La enfermedad multifocal es común y, característicamente, el quiste se comunica con el conducto pancreático a través de un cuello estrecho (Fig. 12). Como es productor de mucina, genera dilatación variable del conducto pancreático (30). Morfológicamente se clasifica como de conducto principal, de rama o mixto. La neoplasia mucinosa papilar intraductal del conducto principal se caracteriza por dilatación del conducto mayor Evaluación imaginológica de las lesiones quísticas del páncreas, Massaro M, Estrada T, Mejía P artículos de revisión a b Fig.10. Neoplasia quística mucinosa. TC contrastada de abdomen (a) y (b). Se observa una gran lesión quística en la cola pancreática con engrosamiento nodular de su pared anterolateral (flechas). a b c d Fig. 11. Neoplasia quística mucinosa. Se define una lesión quística de alta señal en la imagen sopesada en T1 con saturación grasa (a). Secuencia sopesada en T2 con saturación grasa (b), donde se aprecia una pared gruesa y proyecciones papilares (flechas negras). En las imágenes poscontraste en el plano axial (c) y coronal (d) se observan lesiones nodulares de tejido blando adheridas a la pared engrosada (flechas blancas). Rev Colomb Radiol. 2010; 21(2):2882-900 2891 a b * Fig. 12. Neoplasia quística papilar intraductal mucinosa. TC contrastada de abdomen (a). Se identifica una lesión lobulada de aspecto quístico en el cuerpo del páncreas (*) que comunica con el sistema ductal, lo que se asocia con dilatación del conducto pancreático principal (flechas). En la secuencia de RM sopesada en T2 (b) se define claramente la comunicación con un conducto secundario (de rama) (flecha abierta). a 1 cm, abundante producción de mucina y excrecencias que realzan con el medio de contraste (Fig. 13). A su vez, se clasifica en difusa, si afecta todo el conducto, y segmentaria, si involucra una porción (31). Por US es posible identificar la dilatación del conducto pancreático afectado; sin embargo, es difícil visualizar la comunicación con el sistema ductal (7). En CPRE es característica la salida copiosa de mucina a través de la papila, la cual se observa de baja señal en las secuencias sopesadas en T2 y las series de colangio-RM (Fig.14). Con frecuencia, esta lesión corresponde a un carcinoma y por ello precisa una resección quirúrgica. Cuando afecta alguna rama, la lesión es menor de 3 cm y el paciente es asintomático, se considera que el curso es benigno, por lo cual puede hacerse seguimiento anual (32). Tumor seudopapilar sólido Esta entidad representa el 1% de las neoplasias pancreáticas (1). Ha recibido diferentes nombres: neoplasia epitelial sólidopapilar, tumor sólido-quístico y tumor papilar y quístico. Es de bajo potencial maligno y pronóstico favorable, aunque existen pocos reportes de extensión metastásica al hígado, al peritoneo y al tejido linfoide (33). La localización más frecuente es en la cola o cuerpo del páncreas. Se presenta predominantemente en mujeres menores de 30 años de edad, y en la mayoría de los casos es asintomática hasta que la lesión alcanza un tamaño considerable. En ese momento puede manifestarse por masa abdominal, dolor y síntomas digestivos. El tumor tiene una apariencia variable. Además, dependiendo de su grado de transformación necrótica, componente hemorrágico y presencia de calcificaciones, puede ser desde completamente sólido hasta completamente quístico. Los quistes que presenta el tumor no son verdaderos; en realidad son cavidades llenas de sangre y detritos, formadas por la transformación necrótica (34). La manifestación imaginológicamente más frecuente es como una gran masa, heterogénea con componente sólido 2892 importante, áreas quísticas de paredes gruesas y captación tenue con el contraste (Fig. 15). Se puede asociar con hemorragia y en el 20% de los casos se han descrito calcificaciones. Aunque clásicamente se describe como una lesión única, se han reportado algunos casos de lesiones múltiples sincrónicas (35). Su resección es curativa hasta en el 80% de los casos, con una sobrevida a cinco años (>95%) y debe ser amplia y con bordes negativos, idealmente utilizando el recurso de biopsia por congelación, para evitar el riesgo de metástasis local y a distancia, que aun cuando es bajo existe. El procedimiento más empleado es la pancreático-duodenectomía (36). Histológicamente puede ser similar a una neoplasia endocrina, por lo que se recomienda la inmunohistoquímica en la pieza patológica (37). Luego de la cirugía se recomienda seguimiento imaginológico anual (38). Tumores neuroendocrinos quísticos Los tumores de las células de los islotes pancreáticos son neoplasias de origen endocrino y se clasifican en funcionantes o no funcionantes, según su producción hormonal. Los insulinomas y glucagonomas ocupan más del 90% de estas lesiones. Todos los tumores neuroendocrinos, sin importar el tipo de hormona que produzcan, tienen igual potencial de transformación quística (39). Aunque no se conoce con exactitud la causa de esta transformación, las teorías más aceptadas son la presencia de necrosis y hemorragia, lo que ocurre principalmente en los tumores no funcionantes de gran tamaño. Hasta en el 2% de los casos, los tumores neuroendocrinos se manifiestan como lesiones quísticas (40). Los tumores quísticos de células de los islotes se pueden presentar en dos contextos clínicos: asociados a neoplasia endocrina múltiple (MEN) o de forma aislada, que es la más infrecuente. Las MEN son un grupo de enfermedades genéticas caracterizadas por lesiones proliferativas (hiperplasia, adenoma y carcinoma) que se originan de los tejidos endocrinos (41). Los tumores endocrinos en los síndromes MEN son Evaluación imaginológica de las lesiones quísticas del páncreas, Massaro M, Estrada T, Mejía P artículos de revisión a b m c d Fig. 13. Neoplasia quística papilar intraductal mucinosa. TC simple con reformato coronal oblicuo (a). Se identifica una masa quística (m) en la cabeza del páncreas, con dilatación del conducto pancreático principal (cabeza de flecha). En las secuencias de RM sopesadas en T1 ecogradiente con saturación grasa poscontraste (b) hay realce de los tabiques y de la cápsula (flechas), los cuales son de baja señal en las secuencias sopesadas en T2 (c) y de colangio-RM (d). a b Fig. 14. Neoplasia quística papilar intraductal mucinosa. Imágenes de RM con secuencias sopesadas en T1 ecogradiente con saturación grasa poscontraste (a), T2 con saturación grasa. Lesión quística con tabiques captantes que se conectan con el conducto pancreático principal dilatado, con una imagen de baja señal intraductal (flecha) por depósito de moco (‘plug’). Rev Colomb Radiol. 2010; 21(2):2882-900 2893 a b c d Fig. 15. Tumor sólido seudopapilar. Imágenes de RM sopesadas en T2 con saturación grasa (a), T1 ecogradiente con saturación grasa poscontraste axial (b) y coronal (c) y secuencia de colangio-RM (d). Masa de realce heterogéneo con componente sólido y quístico localizado en la cabeza pancreática. histológicamente iguales a sus homólogos esporádicos, pero a menudo son multifocales y precedidos por hiperplasia endocrina. Las lesiones neoplásicas puede desarrollarse al mismo tiempo (sincrónicamente) o en diferentes momentos (metacrónicamente). Existen dos variedades de MEN: tipo 1 y tipo 2. La primera o síndrome de Wermer consiste en hiperplasia o neoplasias de la glándula pituitaria, páncreas, timo y paratiroides (42). El MEN 2 se subclasifica en 2A o síndrome de Sipple, caracterizada por lesiones adrenales (feocromocitoma) y de la tiroides (cáncer medular) e hiperplasia paratiroidea y a veces hiperplasia cortical adrenal, y 2B, por ganglioneuromas mucocutáneos (41). Los tumores neuroendocrinos del páncreas asociados a MEN 1 tienden a ser múltiples, de localización preferente en la cola y funcionantes; mientras que los esporádicos general- 2894 mente son únicos y no funcionantes. Su diagnóstico se facilita teniendo en cuenta el contexto clínico (43). Por otro lado, en los pacientes con tumor no funcionante quístico hallado de forma incidental es prácticamente imposible diferenciar por imagen de otra lesión quística del páncreas. Se han descrito dos hallazgos imaginológicos que sugieren el diagnóstico de tumor neuroendocrino quístico de páncreas: la presencia de paredes gruesas, irregulares e hipercaptantes, con algunas calcificaciones (Fig. 16), y la imagen de quiste dentro de quiste. Ambos son signos con buena especificidad, pero baja sensibilidad (44). En RM estos tumores pueden tener alta señal en las secuencias potenciadas en T1, debido a su importante contenido proteico. Los tumores neuroendocrinos quísticos pueden ser uniloculares o multiloculares y se pueden asociar con tumores neuroendocrinos sólidos. Evaluación imaginológica de las lesiones quísticas del páncreas, Massaro M, Estrada T, Mejía P artículos de revisión a * b * s q c Fig. 16. Tumor quístico de células de los islotes. TC (a) y contrastada (b). Lesión de bajo coeficiente de atenuación con calcificaciones periféricas (flechas), componente sólido (s) y quístico (q). Hay pequeños quistes hepáticos simples (*). La pieza macroscópica muestra masa heterogénea con tabiques (c). Aunque su pronóstico es relativamente favorable, se han descrito casos en los cuales se decidió hacer seguimiento y observación con posterior metástasis y muerte de los pacientes. Esta es la razón por la cual ante la sospecha diagnóstica se recomienda la enucleación completa del quiste (45). mucina, rodeados por tabiques de tejido conectivo (46). Estos últimos generalmente captan el medio de contraste. Se observa hipoecoico en US y de baja densidad en TC. Luego de quimioterapia pueden observarse aéreas de necrosis y calcificaciones. Adenocarcinoma quístico de páncreas Los linfangiomas son lesiones benignas compuestas por canales linfáticos dilatados, desorganizados y divididos por tabiques delgados. La ubicación pancreática es extremadamente infrecuente; sólo los linfangiomas de tipo quístico y cavernoso afectan el tejido pancreático. Por TC son lesiones bien definidas, homogéneas, no infiltrantes, con múltiples tabiques, de paredes delgadas con realce tenue de éstos, sin calcificaciones ni masa sólida asociada (48). Los quistes linfoepiteliales son lesiones extremadamente infrecuentes, sin potencial maligno, tanto que en la actualidad hay aproximadamente 12 casos reportados en el mundo (49). Representan al menos el 0,5% de las lesiones quísticas del páncreas y afectan principalmente a los hombres (1). Son lesiones quísticas uni o multiloculadas, rodeadas por epitelio escamoso estratificado y tejido linfoide maduro. Su etiología es incierta. Se cree que ocurren por tejido epitelial y metaplasia escamosa atrapados en un conducto pancreático obstruido y dilatado. Sin embargo, esta teoría no explica la presencia de tejido linfoide. El adenocarcinoma es el tumor maligno primario más frecuente del páncreas. Por lo general, es una masa sólida, hipovascular e infiltrante, preferentemente localizada en la cabeza. En el 8% de los casos se ha descrito su transformación quística (Fig. 17), la cual ocurre por tres mecanismos (46): necrosis central intratumoral, que se manifiesta como una cavidad quística y ocurre principalmente en tumores grandes (además, si esta necrosis es extensa, puede simular seudoquistes o neoplasias quísticas); dilatación quística obstructiva del conducto pancreático principal, lo que puede simular una neoplasia papilar intraductal mucinosa, y una variante infrecuente de adenocarcinoma ductal, llamada de ducto largo, caracterizada por ectasia microquística de la glándula invadida (47).También hay que tener en cuenta que la pancreatitis crónica puede ser el origen de un adenocarcinoma y la posibilidad de que las dos condiciones estén presentes de forma simultánea. El adenocarcinoma mucinoso de páncreas es una variante infrecuente de carcinoma (menos del 2%), que se caracteriza por la presencia de múltiples y grandes espacios quísticos llenos de Rev Colomb Radiol. 2010; 21(2):2882-900 Otras lesiones 2895 a b c d e Fig. 17. Adenocarcinoma del páncreas, variedad quística. Imágenes de RM. Lesión hipointensa del cuerpo del páncreas (flecha) en secuencia sopesada en T1 en fase (a), hiperintensa en la imagen sopesada en T2 (b), carente de hipercaptación del medio de contraste (c), con realce periférico tardío en una secuencia coronal sopesada en T1 (d) y que restringe la difusión en el B500 (e). 2896 Evaluación imaginológica de las lesiones quísticas del páncreas, Massaro M, Estrada T, Mejía P artículos de revisión Otra teoría incluye la presencia de un nódulo linfático peripancreático que se invagina dentro del páncreas y se fusiona con él durante la vida embrionaria con posterior transformación quística (50). Pueden tener un componente sólido con proyecciones papilares y paredes delgadas, algunas veces calcificadas, que realzan en las fases contrastadas. Su apariencia es inespecífica y simula una neoplasia mucinosa quística, pues su contenido presenta altas concentraciones de antígeno CA19-9 y antígeno carcinoembrionario (ACE). Otros tumores no epiteliales de naturaleza vascular, como los hemangiomas y los hemangiopericitomas, son extremadamente raros y se caracterizan por el realce significativo con el contraste. Cuando alcanzan grandes tamaños, pueden tener degeneración quística (Fig. 18) (51). Las metástasis al páncreas no son muy frecuentes. Los tumores que mayor avidez demuestran por este órgano son: linfoma, mama, melanoma, pulmón, riñón y tubo digestivo. Las metástasis quísticas son el resultado de degeneración necrótica de la lesión inicial. Generalmente son múltiples y su comportamiento imaginológico depende del primario (2). a Factores pronósticos, evolución y seguimiento La meta del radiólogo y del médico tratante es establecer con certeza, previo a la intervención quirúrgica, si la lesión es benigna, maligna o indeterminada. Sin embargo, hoy en día no existe ningún método diagnóstico que nos permita lograr completamente este objetivo (52). La determinación del riesgo de malignidad de una lesión se establece sumando diferentes variables como las clínicas del paciente, los marcadores tumorales y la apariencia imaginológica (53). Como se mencionó, la edad y el género pueden orientar hacia cierto tipo de tumores. Las concentraciones de amilasa sérica elevadas nos orientan a pensar en seudoquistes pancreáticos secundarios a pancreatitis. La presencia ACE y CA19-9 son indicadores de malignidad. La cromogranina A sérica es un marcador presente en los tumores neuroendocrinos de páncreas, incluso en los no funcionantes (54). Existen múltiples consensos para el manejo y seguimiento de las neoplasias quísticas del páncreas. Está claro que en pacientes asintomáticos las lesiones que presenten tamaño mayor b Fig. 18. Hemangiopericitoma de la cabeza del páncreas. TC simple (a) y contrastada (b). Masa sólida hipercaptante con un componente quístico y nivel hidroaéreo por abscedación secundaria (flecha). Hay pequeñas calcificaciones periféricas (cabeza de flecha). a 3 cm, elevación de CA19-9, elevación de ACE, calcificaciones periféricas, componente sólido intramural y dilatación mayor de 6 mm del conducto pancreático principal necesitan resección quirúrgica. El valor predictivo positivo de la suma de estas características para determinar malignidad está entre 74% y 90% (55). Las lesiones que sí presentan dificultad en la decisión terapéutica son las neoplasias quísticas sin características de malignidad (ausencia de componente sólido, linfadenopatías o dilatación del conducto pancreático) y las lesiones con características indeterminadas, en especial si se descubren de forma incidental, pues se presenta el dilema entre observar o intervenir (56). Las características imaginológicas son insuficientes por sí solas para definir la naturaleza maligna o benigna de una lesión. Tampoco la aspiración con aguja fina (Fig. 19) es infalible para Rev Colomb Radiol. 2010; 21(2):2882-900 determinar el riesgo de progresión; este método tiene baja sensibilidad, pero es muy específico para tumor mucinoso papilar intraductal y para tumores quísticos malignos (57). Ante una lesión de características imaginológicas indeterminadas, lo recomendable es un estudio histológico mediante aspiración con aguja fina. Si el resultado sugiere malignidad, la indicación es resección quirúrgica. Si el resultado histológico es equívoco, es indispensable tener en cuenta el tamaño de la lesión y la edad del paciente para catalogar de forma adecuada su riesgo de malignidad y definir el manejo más apropiado (45). Diversos estudios han intentado predecir, con base en el tamaño, el potencial maligno de las neoplasias quísticas del páncreas, con el objetivo de determinar cuáles deben intervenirse y cuáles deben seguirse. El de mayor importancia es el estudio de 2897 Fig. 19. Biopsia transgástrica. Punción transgástrica de lesión quística de la cola del páncreas, de donde se obtuvo líquido café oscuro. El análisis de laboratorio e histológico reporta concentraciones elevadas de amilasas y citología negativa para malignidad. Hallazgos compatibles con seudoquiste. Allen y colaboradores, quienes siguieron a 539 pacientes durante 24 meses y concluyeron que los quistes menores de 3 cm sin componente sólido tienen un riesgo de malignidad inferior al 3% y, por lo tanto, deberían ser seguidos imaginológicamente (58). Este riesgo se asume como aceptable para indicar tratamiento conservador, teniendo en cuenta que el riesgo quirúrgico de la resección es del 2,9%; es decir, el riesgo de malignidad es equivalente a la mortalidad durante la cirugía (59,60). Sintomático Dreneje por CT/LAP Macroquístico o componente sólido Microquiste con cicatriz central Pseudoquiste Asintomático Control cada 6 meses Cistaadenoma serosa Cirugía Lesión indeterminada Aspiración Aspiración Aspiración Sintomático > 4 cm Además del tamaño de la lesión, la edad también es un factor importante en el seguimiento, pues se ha demostrado que el 60% de las neoplasias quísticas del páncreas, detectadas de forma incidental en los pacientes mayores de 70 años, son malignas (61). Los conceptos descritos fundamentan el manejo que se propone para las lesiones de características indeterminadas por imagen y resultado no concluyente en el estudio histológico. Lo recomendable es la resección quirúrgica en caso de que la lesión sea mayor a 3 cm, el paciente tenga más de 70 años de edad o ante la presencia de síntomas (60). La frecuencia y duración del seguimiento no está claramente establecida. La mayoría de los autores recomiendan evaluaciones imaginológicas, idealmente con RM, cada seis meses durante un período de dos a cuatro años (62). El tumor mucinoso papilar intraductal tiene características particulares. En el 2006, en el Consenso Internacional para el Tratamiento del Tumor Mucinoso Papilar Intraductal se estableció que los pacientes que presentaran dilatación del conducto pancreático principal no mayor a 6 mm, ausencia de nódulos murales y lesión inferior a 3 cm deberían ser tratados de forma conservadora con seguimiento. Se recomienda hacerlo durante dos años, dependiendo del tamaño de la lesión, así: menor de 10 mm, cada 6-12 meses, y entre 10-20 mm, cada 3-6 meses. Luego de dos años, el seguimiento puede ser anual (63). Teniendo en cuenta los diferentes consensos establecidos, la Fig. 20 compendia las recomendaciones en seguimiento y tratamiento de las neoplasias quísticas del páncreas (59,64). Neoplasia quística mucinosa Asintomático < 4 cm CT cada 2 años Tumor sólido papilar Neoplasia sólida con degeneración quística Tumor mucinoso papilar intraductal Elevación ACE, CA 19-9, citología anormal > 3cm Pte sintomático Pte mayor Cirugía Mama ilateral Observación Si -- cm y asintomático Citología equivocada > 3cm Pte asintomático CT cada 6 meses por 2 años, luego cada año Ducto principal Aumento de tamaño sintomas citología anormal Cirugía Cirugía Fig. 20. Manejo y seguimiento de las lesiones quísticas del páncreas (64,65) 2898 Evaluación imaginológica de las lesiones quísticas del páncreas, Massaro M, Estrada T, Mejía P artículos de revisión Procedimientos La aspiración con aguja fina por vía percutánea o endoscópica ha demostrado ser una herramienta útil que permite caracterizar el contenido de las lesiones con un riesgo de complicaciones inferior al 1%. Idealmente se debe puncionar la zona de la lesión más sospechosa con un máximo de dos pasos, si hay componente sólido o nódulo mural, y posteriormente aspiración de la porción líquida. Se prefiere la punción con guía US/endoscópica para las lesiones ubicadas en cabeza, cuello o proceso uncinado del páncreas, por su cercanía al tubo digestivo, ya que existe menor riesgo de siembras, al tener un trayecto mucho más corto. Algunos autores recomiendan profilaxis con ciprofloxacina de 400 mg IV, previos al procedimiento, y continuar por vía oral a la misma dosis durante tres días más; sin embargo, esta conducta no ha sido soportada por ningún estudio (65). Al material extraído de las lesiones se le debe realizar Gram directo, cultivo citoquímico, citología, amilasas y marcadores tumorales, los cuales ayudan a esclarecer el diagnóstico. Esto es especialmente útil para diferenciar los quistes mucinosos con potencial maligno de los quistes serosos y no neoplásicos, como el seudoquiste. El ACE es el más empleado para diferenciar lesiones mucinosas de las no mucinosas, con una sensibilidad del 75% y especificidad del 84% para concentraciones superiores a 192 ng/ml (60). La citología identifica la presencia de epitelio columnar de las lesiones mucinosas o epitelio cuboidal propio de las lesiones serosas; sin embargo, ésta tiene un pobre rendimiento con una precisión diagnóstica del 59%. Las amilasas se incrementan en el seudoquiste pancreático, la neoplasia mucinosa papilar intraductal y la neoplasia quística mucinosa, y están disminuidas en el cistoadenoma seroso (59). Para algunos expertos éstas tienen un valor muy limitado e incluso no las consideran. Actualmente se desarrollan técnicas basadas en la detección de ADN, que prometen una mejor caracterización de las lesiones benignas frente a las malignas (66). Aunque la biopsia obtenida por tru-cut se ha empleado de forma segura en un número reducido de pacientes, hasta ahora no se cuenta con estudios que evalúen su rendimiento (64). Conclusión Como se presentó en esta revisión, existe un amplio espectro de lesiones quísticas de origen pancreático. Además del seudoquiste pancreático, el cual es secundario a un fenómeno inflamatorio precedente y constituye la lesión quística más frecuentemente encontrada, de acuerdo con los antecedentes clínicos y la morfología por imagen, se debe considerar la posibilidad de otras etiologías, como las neoplasias quísticas. Los hallazgos por imagen son mejor valorados con la TC y particularmente con la RM. Aun cuando en muchos casos una caracterización definitiva es imposible, la diferenciación entre lesiones benignas de etiología inflamatoria y tumores quísticos es crucial para determinar un adecuado tratamiento de los pacientes. Rev Colomb Radiol. 2010; 21(2):2882-900 Referencias 1. Fasanella K, McGrath K. Cystic lesions and intraductal neoplasms of the pancreas. Best Practice & Research Clin Gastroenterology 2009; 23: 35–48 2. Salvia R, Festa I, Butturini G, Tonsi A, Sartori N, Biasutti C, et al. Pancreatic cystic tumours. Minerva Chir 2004; 59: 185–207 3. 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