Derecho Civil: objetivos, métodos e ideología. Francisco Flores Ulloa, carrera de Derecho Universidad de Concepción. Con esta investigación pretendemos demostrar la relación que debiese existir entre métodos y objetivos de la enseñanza jurídica del Derecho Civil, al punto que, si el método es inadecuado no podrían lograrse las finalidades propuestas, e insistir en ello a pesar de no obtener los resultados queridos puede dejar en evidencia una tendencia hacia la enseñanza de ciertos contenidos sin tener en cuenta su objetivo, lo que contribuiría a la idea de una finalidad ideológica en la enseñanza del Derecho Civil. Se parte de la constatación de que la rama ocupa un espacio considerable en las mallas curriculares, entre 3 y a 4 años, ello sin considerar la asignatura de Derecho Romano que es una suerte de introducción a este, por lo mismo debe haber una justificación a la importancia que se le otorga. El trabajo se divide en tres capítulos Objetivos de la enseñanza del Derecho Civil: Según la mayoría de la doctrina son tres principalmente: 1. ser formador de criterio jurídico (que entenderemos en este trabajo como la capacidad de entender y analizar el Derecho en general, su justicia (o axiología) y de aplicarlo a las distintas situaciones concretas). Función que no sería exclusivamente del área. 2. Porque los temas estudiados son en su mayoría zonas jurídicas de mucha aplicación práctica en la vida profesional. Así debe enseñarse pues posteriormente los alumnos, y futuros abogados se desempeñarán aplicando dichas materias cotidianamente, y por lo mismo deben estar preparados de manera adecuada para enfrentarse a ellas. Argumento un tanto criticable a la luz de ciertos datos empíricos. 3. La llamada supletoriedad del Derecho Civil (por ser un Derecho Común), a otras ramas del Derecho privado, punto que complementa la segunda función. Del primer punto se concluye que si bien las finalidades que se mencionan existen realmente, la satisfacción de dichas exigencias es una opción que toman las escuelas de Derecho, pues en otras ramas jurídicas hay objetivos similares que podrían cumplirse, y que fácilmente pueden quedar de lado con el espacio que se otorga al Derecho Civil. El método: La primera constatación es que todo profesor de Derecho, debe haber cursado al menos una mínima preparación en el área de la docencia, sea cual fuere la materia que se proponga enseñar, pues no basta el conocimiento técnico, si no que se requiere la capacidad de transmitirlo a los estudiantes. Los métodos de enseñanza del Derecho son el objeto principal de este trabajo. Nosotros nos basaremos principalmente en la conferencia dada por el profesor Peñailillo en el congreso del common core del año 2007. Un primer alcance que cabe formular es que los contenido, objetivos y métodos empleados dependen en gran medida de las características de la sociedad. A través de la metodología que se use, puede considerarse en todas las asignaturas las características de la sociedad, en materia de contenidos hay asignaturas en que la influencia de la realidad en ella es dispar, y otras que son especialmente sensibles al medio y debe haber una conexión entre la enseñanza y sus características. Así los métodos a utilizar dependen del contexto (social) en que se enseñe, y así mismo los objetivos de la enseñanza, por tanto estos no podrían sino guardar directa concordancia con ellos y dejarse impregnar por sus particularidades. Luego se conciben dos metodologías teóricas y que están relacionadas con la investigación, por un lado el método pasivo, de enseñanza magistral y memorístico junto a la investigación eminentemente dogmática, y por otro el método activo, con participación de los estudiantes y que junto a las normas positivas agrega los demás elementos de la realidad circundante. Así, el profesor que se limita a repetir la ley, a analizar su fundamento dogmático, y que exige a sus alumnos lo mismo incurre en el método pasivo, lo cual es deficiente pues, de los aspectos del Derecho, que serían regla de conducta, fenómeno social y valor (justicia, axiología jurídica), solo lo abordaría en tanto regla de conducta, lo cual es vacío de cualquier valoración sustantiva, y sobre todo anula el espíritu crítico del estudiante, que es a nuestro juicio uno de los valores más importantes de la enseñanza jurídica. Además transforma al pupilo en un ente que por una parte retiene y memoriza y por otro lado repite, así si el sistema es injusto, el estudiante y futuro operario jurídico (llámese juez, litigante, asesor, legislador etc.) perpetuaría injusticia, y tendría los ojos vendados ante la realidad sustantiva. De ahí podemos concluir que de ninguna forma podría ser ente impulsor de los cambios que se necesitaran, incluso si individualmente tuviese aptitudes, difícilmente puede derrotar el ambiente imperante que exige, valora y aprueba todo lo contrario a un estudio razonado, que analiza la implicancia real de las normas. Por otro lado está el método activo relacionado con la investigación empírica, y enseñanza activa, en que el alumno participa de las clases, respondiendo e interrogando. Para el profesor Peñailillo este es el método ideal, pues no solo aborda el contenido material de la norma, la ley en sí (que no puede ser ignorada mucho menos en un sistema de Derecho legislado como el nuestro), pero que además considera su aplicación en la práctica y el impacto que esta tiene en la sociedad. Así el método activo debería ir encaminado por un lado al juzgamiento técnico de las normas en tanto un todo sistemático con las instituciones del Derecho privado y la Constitución, y por el otro su vigencia real en la práctica. Ello mediante clases activas que se salen de lo netamente teórico, y que revisan el impacto, implicancias y otras opciones a las dispuestas por las leyes imperantes. El método activo es relevante, pero no es más que un presupuesto, pues alcanzar las finalidades también se supedita a otros factores que son analizados por el trabajo, métodos complementarios, la realidad social y el carácter interdisciplinario de la enseñanza y la investigación. Nos limitamos a señalar que una formación que llega hasta la etapa del examen de la calidad dogmatica de la norma es enteramente vacía y solo calza con el método pasivo antes señalado, la triple dimensión del Derecho debe llegar hasta la fase del debate, luego del análisis dogmático para el cual es un presupuesto el método activo, y de la “escena” pero no son garantías de ello. Relación entre objetivos y método, la finalidad: Aplicando el método pasivo, que se centra en la memorización, sin más discusión de fondo, es imposible o a lo menos muy dificultoso, lograr los objetivos señalados. Si se enseña Derecho Civil por ser una rama muy aplicada en la vida profesional, no basta retener la ley o la doctrina para obtener las competencias necesarias para su aplicación, la vida en general se presenta con formas mucho más diversas y complejas que los manuales. Para formar el criterio jurídico del estudiante, y capacitarlo con ello para la vida profesional y abordar el resto del Derecho en general, no es si no evidente el que nada coopera aprender Derecho por saber la ley, si el estudiante durante su vida universitaria basó su aprendizaje en escuchar al profesor, luego retener y repetir las materias, en una suerte de alianza con el docente que no se esfuerza más de la cuenta, es imposible salga de la facultad listo para enfrentar y cuestionar leyes desconocidas (ejercicio que es relevante en la profesión, pues está implícito en muchas instituciones, pues nunca ha razonado la ley realmente, al menos no más allá de los límites dogmáticos aceptados por la propia doctrina, no puede si no plantear las discusiones aprendidas, y por lo mismo el cuestionamiento de fondo se pierde. Así mismo sería incapaz de criticar los fundamentos de la norma, y por tanto no sería si no un ente perpetuador de las situaciones justas y posiblemente también injustas del ordenamiento jurídico (todo lo antes dicho admite graduaciones considerando las aptitudes del estudiante y docente, pero como modelo teórico es este el resulto probable que arrojaría), pues al tener un conocimiento exento de toda crítica no se puede constatar los posibles errores legislativos, o situaciones injustas consagrados, y el abogado operador jurídico con ellos se transforma en un ente legitimador de la situación legal consumada. La aplicación supletoria es la que menos se ve perjudicada con este método. El método activo es más apto para conseguir las citadas finalidades, el no solo retener y repetir la norma, sino que estudiarla a fondo, aplicarla en situaciones reales o ficticias como se señalara, habilita de mejor manera al pupilo para enfrentar las exigencias de la vida profesional, pues más allá de la complejidad de las situaciones no debería encontrarse con nada nuevo. Así mismo una comprensión acabada del ordenamiento jurídico como todo sistemático, aprendiendo los principios e inclusive formando los propios hace más factible una aplicación supletoria (o sistemática) de lo estudiado, y no requiere como en el caso contrario una memorización. Y como el factor más importante a nuestro juicio lo formador de criterio jurídico, es un fin mucho más alcanzable si se utiliza la citada metodología, pues involucra no solo atender a la norma y doctrina, si no a su aplicación y por lo mismo su fundamento de justicia, si esta es una labor constante en clases, el alumno será no sólo un ente pasivo, si no que sujeto activo de lo que aprende, así el método de la escena en que los problemas son planteados por el profesor y resueltos con él y los alumnos primeramente en su conjunto satisface tales exigencias. En cuanto a la finalidad ideológica, Es innegable que la enseñanza de cualquier rama jurídica está impregnada con las características de la sociedad de que se trata lo cual parece razonable, pero es muy distinto que deba cumplir un rol legitimador de tales situaciones, es decir, el Derecho vigente debe enseñarse pues es la norma que rige la realidad jurídica, pero su enseñanza no debiera estar impregnada de un tinte validador de lo existente, de lo actualmente normado, si es así se estaría cumpliendo una finalidad ideológica no explicitada. Al respecto Duncan Kennedy señala que muchas veces se legitima la situación injustamente mediante: en primer lugar el argumento de autoridad del docente, y en segundo en que la solución es dogmática y jurídicamente más correcta. El método pasivo es el validador por excelencia, e insistir en el pese a constatar que no cumple las finalidades de la enseñanza del Derecho Civil podría demostrar la finalidad ideológica tras ella. El método activo al requerir el debate en cambio habilita a estimar que no se persigue un fin validador, pero solo ne la medida en que la conclusión obtenida luego de ser revisada dogmáticamente sea debatida en su axiología por los alumnos y el profesor en conjunto.