231-98. Colindres vrs. Asamblea Legislativa SALA DE LO CONSTITUCIONAL DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA: Antiguo Cuscatlán, a las dieciséis horas del día cuatro de mayo de mil novecientos noventa y nueve. El presente proceso de amparo constitucional ha sido promovido por el doctor Eduardo Benjamín Colindres, de cincuenta y dos años de edad, del domicilio de San Salvador, contra acto de la Asamblea Legislativa que considera vulnera sus derechos constitucionales. Además de la parte actora, han intervenido en el proceso los señores Julio A. Gamero Quintanilla y Gerardo Antonio Suvillaga, primer y cuarto Secretario de la Asamblea Legislativa, respectivamente; y el doctor René Mauricio Castillo Panameño, en su calidad de Fiscal de la Corte. Leído el proceso; y, considerando: I. El actor manifiesta esencialmente en su demanda: que en el proceso de amparo 44-C-96 que promovió por su inconstitucional destitución, esta Sala resolvió el cuatro de noviembre de mil novecientos noventa y siete que había lugar al amparo porque se le había violado su derecho de audiencia y a la estabilidad en el cargo; que posteriormente a dicha sentencia, se le notificó el quince de abril de mil novecientos noventa y ocho el Acuerdo Legislativo doscientos ochenta y uno del veinticuatro de marzo de mil novecientos noventa y ocho, por medio del cual se crea una Comisión Especial de la Asamblea Legislativa para investigarle y proponer respecto de su destitución, con previa audiencia por tercero día, a efecto de que en forma escrita, presentara a dicha comisión los alegatos pertinentes; que igual como la vez anterior, la noche del dos de julio de mil novecientos noventa y ocho, en una nueva pieza de correspondencia solicitaron su destitución como Magistrado Propietario del Tribunal Supremo Electoral; que la Asamblea aprobó por mayoría simple dispensa de trámite para su conocimiento; que también por mayoría simple, y mediante Decreto Legislativo trescientos cuarenta y ocho de esa misma fecha, se le destituyó inconstitucionalmente a partir de ese mismo día. Por otro lado, manifiesta: que el considerando IV dice que "aún persisten las causas que motivaron el Decreto 899" que fue a través del cual se le destituyó la primer vez, por lo que ese mismo considerando establece que, habiéndosele otorgado derecho de audiencia, es procedente su nueva destitución; que en su lugar se ha nombrado al licenciado Martir Arnoldo Marín Villanueva; que el considerando IV antes aludido es prueba de que está siendo enjuiciado dos veces por la misma causa, pues los que propusieron su destitución sostuvieron que "A esta fecha aún subsisten y se han potenciado las causas que motivaron la cesación de las funciones al referido Magistrado..."; que, por otro lado, la Asamblea Legislativa no tiene facultades para proceder a su destitución, ya que la Constitución no se las otorga; que, por tanto, la Asamblea no puede arbitraria y caprichosamente destituir a un Magistrado del Tribunal Supremo Electoral; que por ello su destitución y el citado Decreto Legislativo trescientos cuarenta y ocho es inconstitucional, porque le viola su derecho a la estabilidad en el cargo y se vulnera el principio de legalidad; que, por último, pide la suspensión del acto reclamado, ya que si antes no procedía el amparo por no haber un agravio definitivo, si hoy que lo hay no se suspende el acto reclamado, esto sería una disposición que nunca podría ser aplicable. Se admitió la demanda, se declaró sin lugar la suspensión del acto reclamado y se pidió informe a la autoridad demandada, quien en síntesis expuso: que sí destituyó al señor Eduardo Colindres como Magistrado Propietario del Tribunal Supremo Electoral, a través del Acuerdo Legislativo Número trescientos cuarenta y ocho de fecha dos de julio de mil novecientos noventa y ocho; que con dicha destitución no se han violado los derechos constitucionales del señor Colindres, pues actuaron dentro del marco constitucional. En este estado del proceso, el demandante solicitó revocatoria de la resolución de no suspender el acto reclamado, sobre lo que esta Sala, en esencia, resolvió: que a la fecha no se han alterado las circunstancias en virtud de las cuales se negó la medida cautelar; que, por ello, en su oportunidad se resolvería la petición, es decir, al momento de resolver sobre la confirmación o no de la suspensión del acto reclamado. A fin de continuar con el trámite, de conformidad al artículo 23 de la Ley de Procedimientos Constitucionales, se mandó oír al Fiscal de la Corte en la siguiente audiencia. Dicho fiscal no hizo uso de la misma. Por resolución de fs. 22, sobre la revocatoria solicitada, esta Sala estableció en síntesis: que ha sido jurisprudencia que la suspensión del acto reclamado resulta improcedente contra actos estatales cuya ejecución ya se ha consumado, es decir, cuando el acto se ha ejecutado o realizado total o íntegramente; que si se ordenara la suspensión, ésta no tendría ya materia en que operar o respecto de la cual surtir sus efectos. Por lo anterior, en la misma resolución se declaró sin lugar la revocatoria solicitada; se confirmó la no suspensión del actor reclamado y se pidió nuevo informe a la autoridad demandada. La Asamblea Legislativa, en suma, expresó: que la Asamblea Legislativa, a través de Acuerdo Número doscientos ochenta y uno, integró una Comisión Especial a efecto que se instruyera un informativo que garantizara el derecho de audiencia del doctor Colindres; que esa Comisión, el quince de abril del mismo año, le concedió la oportunidad al doctor Eduardo Benjamín Colindres para que, dentro de tercero día, manifestara en forma escrita sus alegatos; que, por tanto, el doctor Colindres tuvo oportunidad real de defensa de los hechos que se le atribuyeron; que esa Asamblea ratifica en todas sus partes la emisión del Decreto Número trescientos cuarenta y ocho, ya que considera que en ningún momento han sido violentados los derechos del referido doctor; que se le destituyó pues cuando fungía como Magistrado del Tribunal Supremo Electoral, causó malestar general en los organismos de la administración pública, obstaculizando la buena marcha del mismo, no respondiendo a las necesidades y exigencias de la dinámica administrativa demandada por ese Tribunal. Por resolución de fs. 77 se corrieron los traslados que ordena el artículo 27 de la Ley de Procedimientos Constitucionales, tanto al Fiscal de la Corte como a la parte actora. El Fiscal de la Corte manifestó en síntesis: que la privación de un derecho debe de hacerse mediante un proceso previo establecido para cada caso por las disposiciones infraconstitucionales respectivas, ante entidades previamente establecidas, ante autoridad competente, donde se observen de forma evidente las formalidades esenciales procesales o procedimentales; que el debido proceso implica ser condenado por causas previamente establecidas por la ley; que las Comisiones Especiales de la Asamblea Legislativa no son competentes para garantizar el derecho de audiencia; que sólo pueden hacer lo que establece el artículo 131 #32 de la Constitución; que los funcionarios de gobierno no tienen más facultades que las que expresamente les da la ley y no las que se atribuyan arbitrariamente; que en lo personal estima que la Comisión no tenía competencia legal y que además no se aplicó el procedimiento establecido en la ley secundaria; que, por todo, hay una evidente violación al artículo 11 de la Constitución. Por su lado, el demandante manifestó lo mismo que en sus anteriores escritos, demanda incluida; agregando esencialmente lo siguiente: que la Asamblea se atribuyó la facultad de destituirlo mediante un procedimiento ad hoc inventado que viola la Constitución; que el vacío constitucional que genera la destitución de un Magistrado del Tribunal Supremo Electoral, no puede ser suplido de manera arbitraria por la Asamblea Legislativa; que el único medio que tiene para destituir a los Magistrados de dicho Tribunal es que éstos hayan cometido delito oficial o común y previo antejuicio; que ha presentado todas las pruebas pertinentes relativas a su nombramiento, acuerdos legislativos, procedimiento para su destitución, así como la versión taquigráfica de la Sesión Plenaria del dos de julio de mil novecientos noventa y ocho; que la Comisión Especial no podía garantizarle su derecho de audiencia; que dicha Comisión no valoró su escrito de descargo ni resolvió nada de lo que pidió; que dicha Comisión ocultó documentos; que al final se le imputaron nuevos hechos de los cuales no tuvo la oportunidad real de defensa; que lo están destituyendo por las mismas causas que originaron la anterior destitución, por lo que está siendo enjuiciado dos veces por la misma causa; que, por último, solicita de conformidad al artículo 29 de la Ley de Procedimientos Constitucionales, que se suprima el plazo probatorio, ya que no es necesario recabar más prueba para dictar sentencia. Por resolución de fs. 250, esta Sala advirtió que de la documentación anexa a la demanda, informes de la autoridad demandada y prueba agregada, era innecesario abrir el plazo probatorio, por tenerse ya todos los elementos fácticos y jurídicos necesarios para entrar al pronunciamiento de fondo. Por tanto, en la misma se resolvió omitir el plazo probatorio y los traslados que establece el artículo 30 de la Ley de Procedimientos Constitucionales, quedando el proceso en estado de dictar sentencia. II. Dado que no hay ninguna causal de terminación anormal del proceso, es necesario entrar a conocer y decidir sobre la pretensión objeto del mismo. Para ello, resulta óptimo tener presentes los argumentos centrales de las partes para poder delimitar expresamente el objeto procesal del caso sub judice. Y es que si bien el actor y la autoridad demandada han navegado por distintos hechos, muchos de ellos sólo han sido aspectos sin mayor relevancia constitucional por su falta de argumentación lógica y sistemática, teniendo este Tribunal que cobijar como tema de decisión únicamente los hechos sobre los cuales hay sustrato fáctico y fundamento jurídico basado en la Constitución. Al respecto, el doctor Eduardo Benjamín Colindres expresa en su demanda (fs. 8-10) únicamente dos hechos con fundamento constitucional y base fáctica bastante en cantidad: (a) que la Asamblea Legislativa no tenía facultades constitucionales para destituirlo de su puesto como Magistrado del Tribunal Supremo Electoral; y (b) que dicha Asamblea lo ha enjuiciado dos veces por la misma causa, ya que el Decreto Legislativo trescientos cuarenta y ocho establece expresamente que se le destituye por persistir las causas que originaron su anterior destitución. Por su parte, la autoridad demandada sostuvo escueta pero enfáticamente (fs. 25-26) que no ha existido ninguna violación constitucional en la destitución de dicho Magistrado, pues el Decreto Legislativo trescientos cuarenta y ocho se hizo respetando los parámetros constitucionales. En virtud de lo anteriormente expuesto, es objetivamente constatable que el tema de decisión del presente amparo gira alrededor de los hechos de la realidad expuestos por las partes, por lo cual habrá que determinar, en primer lugar, si la autoridad que destituyó al doctor Colindres tiene facultades para destituir a un Magistrado del Tribunal Supremo Electoral; y, en segundo lugar, habrá que analizar si al doctor Eduardo Benjamín Colindres se le ha enjuiciado dos veces por la misma causa. Y es que sólo a través de un resultado negativo de la primera interrogante o corroborando la segunda, podrá válidamente estimarse la pretensión constitucional de amparo presentada por el demandante. Ahora bien, determinados los puntos esenciales del amparo, hay que expresar el iter lógico del análisis de los mismos. Al respecto, esta Sala entiende que, previo análisis de su facultad de concretar jurisprudencialmente las "lagunas" del texto constitucional, el conocimiento de la esencia de este amparo debe de ajustarse al siguiente orden: la destitución de los Magistrados del Tribunal Supremo Electoral: causas, procedimiento y autoridad competente; la proyección procesal o procedimental de los efectos de una sentencia de amparo estimativa por violaciones a derechos constitucionales en los procesos o procedimientos de que se trate; el principio "non bis in idem", reconocido en el artículo 11 de la Constitución; y por último, la concreción de las anteriores consideraciones al caso sub judice. 1. La importancia de la concreción constitucional se plantea cada vez que ha de darse respuesta a una cuestión constitucional que la Constitución no permite resolver ni de forma expresa ni de manera tácita. Y es que hay que tener presente que no toda realización de normas constitucionales es simple o pura "interpretación", en tanto que en el curso de la interpretación constitucional la Constitución algunas veces resulta "concretada" cuando en sus disposiciones no se anida un determinado supuesto fáctico de obligada resolución, es decir, cuando el resultado interpretativo es tal que, si bien constitucional, se aleja del contenido expreso o tácito de las normas del mismo rango, convirtiéndose en verdadera concreción constitucional vía jurisprudencia. La labor anteriormente señalada es importante para el Derecho Constitucional pues, dado el carácter abierto y amplio de la Constitución, los problemas de supuestas "lagunas" surgen con mayor frecuencia que en otros sectores del ordenamiento cuyas normas son más detalladas, debiendo resolverlos integrando el texto de la Constitución. Y es que es fundamental para el cumplimiento del cometido del Tribunal Constitucional, así como para el proceso constitucional en su conjunto, el modo como se resuelva la problemática de la concreción constitucional vinculada a la interpretación de la misma naturaleza. En efecto, en última instancia hay que decir que la interpretación constitucional siempre tiene un mayor o menor grado de concreción, aunque como se ha dicho, en algunos supuestos donde el interprete tiene un punto de partida definido, la interpretación parecerá pura, y en los supuestos en donde no hay tal referencia, aparecerá la concreción con mayor fuerza y cobrará relevancia formal y esencial. Precisamente lo que no aparece de forma clara como contenido de la Constitución es lo que debe ser determinado mediante la incorporación de la "realidad" de cuya ordenación se trata. En este sentido, la interpretación constitucional tiene carácter creativo. En relación a esta facultad de "concretar", hay que decir que la misma presupone la "comprensión" del contenido de la Constitución, puesto que el intérprete no puede captar el contenido de la norma desde un punto situado fuera de la existencia histórica sino únicamente desde la concreta situación histórica en la que se encuentra. Comprender y, con ello, concretar también sólo es posible con respecto a un problema concreto; por consiguiente, el proceso de concreción debe venir determinado por el objeto de la interpretación y por el problema en cuestión. Ahora bien, el resultado interpretativo base de la concreción genera diversidad de criterios; sin embargo, ello no es obstáculo siempre que estos puntos de vista contengan premisas objetivamente adecuadas y fecundas para la solución del problema o que, al menos, cooperen a ello. Y es que el intérprete sólo puede utilizar en la labor de concreción aquellos puntos de vista que se encuentran relacionados con el problema. Por otra parte, se halla obligado a la inclusión de los elementos de concreción que le proporciona el texto constitucional mismo: las grandes directrices en la aplicación, coordinación y valoración de sus elementos. Por último, hay que hacer referencia a los elementos interpretativos bases de las concreciones. Prima facie pareciera que todos los métodos de interpretación tradicionales encuentran su sitio en la concreción del texto constitucional, referida a su significación vinculante para la solución del problema. Tales puntos de vista tradicionales pudieran en efecto ayudar a precisar posibles variantes de sentido; sin embargo, el literalismo si que se aparta de este objetivo, en tanto que la sola interpretación textual o literal no puede proporcionar una concreción suficientemente exacta. En efecto, en toda premisa interpretativa de una concreción constitucional, se hace preciso acudir entonces a los datos aportados por el "ámbito normativo". Veamos: como las normas de la Constitución persiguen la ordenación de la realidad, habrá que aprehender dicha realidad en los términos marcados en el programa normativo, en su forma y carácter materialmente determinados, que supone lo contrario de ese "normativismo" literal y ciego frecuentemente reprochado a los juristas. Si bien el programa normativo se encuentra en estrecha relación con todos los elementos interpretativos, la concreción correspondiente a la interpretación de una realidad constitucional va más allá de ese simple punto de vista. No obstante lo anterior, el abandono del literalismo no supone arbitrariedad en la concreción, pues los límites de esta necesaria actividad -infranqueables por cierto- se sitúan donde acaban las posibilidades de una comprensión lógica del texto de la norma o donde una determinada solución se encontrase en clara contradicción con el contenido global de la norma. La existencia de este límite es presupuesto de la función racionalizadora, estabilizadora y limitadora del poder que le corresponde a la Constitución y a su interprete supremo, el Tribunal Constitucional, pues dicha función admite la posibilidad de un "relleno" constitucional por medio de la interpretación; pero excluye el quebrantamiento y la reforma de la Constitución. 2. En cuanto a la destitución de los Magistrados del Tribunal Supremo Electoral, el análisis esencial estará enfocado, previa reseña de la naturaleza y derechos que poseen tales funcionarios, al descubrimiento de las causas, procedimiento y autoridad competente para decidir sobre tal destitución. 2.1. Ya desde la sentencia dictada en el proceso de amparo calificado bajo el número de expediente 44-C-96, esta Sala entendió que los Magistrados del Tribunal Supremo Electoral son en verdad funcionarios públicos, puesto que en ellos concurren los elementos indispensables para la concurrencia de tal figura: (a) son nombrados por autoridad competente; (b) sus actividades tienen como fin la realización de funciones públicas; (c) si bien sus actividades no se realizan dentro de uno de los órganos tradicionales del Estado, sí se ejecutan en servicio de todos sus miembros y forman parte esencial de éste; y (d) tienen derecho de mando, iniciativa y decisión respecto de un grupo de personas y sobre una área específica de trabajo, como bien lo comprueban los artículos 1, 55 y 57 del Código Electoral. 2.2. En virtud de lo anterior, todo Magistrado del Tribunal Supremo Electoral, como cualquier otro funcionario o empleado público -por el hecho de serlo-, es titular de lo que en términos genéricos la doctrina ha denominado "derecho al trabajo" de los servidores públicos; derecho que, en puridad, y de acuerdo al artículo 2 de nuestra Constitución, se refiere a una estabilidad laboral, ya que únicamente tiende a impedir la remoción arbitraria de los empleados y funcionarios de las plazas que ocupen, pero no al proporcionamiento de trabajo o creación de plazas para dotar de empleo a aquellos exservidores públicos que por alguna circunstancia han dejado de prestar servicio al Estado salvadoreño. Por ello, la interdicción de la remoción arbitraria de servidores públicos supone, desde el plano subjetivo y respecto de la esfera jurídica de la persona física que ocupa el cargo, no un derecho al trabajo, sino un derecho a la estabilidad en el cargo, puesto que su propósito esencial -se insiste- es brindar protección contra las remociones arbitrarias de los servidores públicos de las plazas que ocupen; sin embargo, ha de insistirse que el reconocimiento de dicha categoría jurídica en la esfera de los servidores públicos no está concebido en beneficio de la persona física que ocupa el cargo, sino que ello es efecto reflejo de la independencia funcional de la entidad estatal a la que está integrado. 2.3. Ahora bien, en el caso de los Magistrados del Tribunal Supremo Electoral existe la peculiaridad que se trata de un cargo público con período o plazo consagrado a nivel normativo -tanto constitucional como legalmente-, por lo que es necesario hacer al respecto algunas consideraciones. El lapso que normativamente se establece -sea a nivel de Constitución, sea a nivel de leycomo período del cargo se fija en vista del interés público y no en el del funcionario que ocupará el cargo, por lo que una norma del mismo rango puede modificar el período a pesar que haya empezado éste a transcurrir, sin que el servidor público pueda reclamar contra ello; pero mientras la ley esté en vigor, una destitución, cesación o remoción no dictada conforme a ley significaría una violación de ésta. Este período o plazo se relaciona indiscutiblemente con el derecho a la estabilidad en el cargo anotada y, al respecto, debe aclararse que el mismo de ninguna manera supone inamovilidad dentro del plazo, pues tal derecho surte plenamente sus efectos frente a remociones arbitrarias, caprichosas o realizadas con transgresión de la Constitución o las leyes, pero ello no impide que pueda separarse a un servidor público de su cargo -sea empleado o funcionario- cuando el mismo incumple con sus deberes o cuando incurre en una causal de destitución, debiendo la misma efectuarse con estricta observancia de la Constitución y del principio de legalidad. En efecto, la noción que sirve de parámetro para confirmar las anteriores afirmaciones es el artículo 60 del Código Electoral, que establece: "Son requisitos para ser Magistrados del Tribunal Supremo Electoral: a) Para los tres Magistrados propuestos por los Partidos Políticos o Coaliciones que hayan obtenido el mayor número de votos en la última elección presidencial, se requiere: ser salvadoreño, mayor de treinta años de edad, del estado seglar, de notoria instrucción y honradez, y estar en el ejercicio de los derechos de ciudadano y haberlo estado en los últimos cinco años anteriores a su elección; b) Los dos Magistrados restantes propuestos por la Corte Suprema de Justicia deberán de reunir los requisitos para ser Magistrados de las Cámaras de Segunda Instancia y no tener ninguna afiliación partidista". Como se aprecia fácilmente de la disposición transcrita, no hay motivos expresos de destitución o remoción antes de la finalización del período o plazo para el cual fueron electos los Magistrados del Tribunal Supremo Electoral, es decir, no se establece si dichos Magistrados pueden ser removidos de su cargo antes de la finalización de los cinco años para los cuales fueron electos; sin embargo, la mera interpretación literal de dichas disposiciones mencionada ayuda escasamente para la solución del problema planteado, pues simplemente omite consideración al respecto. Entonces, en atención a los fines y principios consagrados en la Constitución, la naturaleza jurídica del Tribunal Supremo Electoral expuesta abundantemente en el referido amparo 44-C-96, así como a la facultad interpretativa de esta Sala antes expuesta, se advierte que los requisitos que la Constitución y la ley contemplan para ocupar el cargo de Magistrado del Tribunal Supremo Electoral deben cumplirse, no sólo al momento de la elección por la Asamblea Legislativa, sino que también han de mantenerse durante la vigencia del plazo para el cual fueron electos. Y es que precisamente para garantizar la actuación independiente de la entidad electoral, es indispensable que el Magistrado se mantenga en una posición tal que se reduzcan o se vuelvan fútiles las presiones y/o influencias; posición que sólo se logra con el mantenimiento de los requisitos de nombramiento. En otros términos, no se trata aquí que el Magistrado, una vez electo, deba conservar la confianza política del partido que le propuso o de los grupos parlamentarios que intervinieron en su elección, sino que debe posicionarse frente a los mismos de modo independiente y, por ello, ha de cumplir con los requisitos y no ha de incurrir en las inhabilidades para el cargo. En conclusión, pues, es procedente considerar en este punto como causal de destitución de un Magistrado del Tribunal Supremo Electoral -aunque se encuentren dentro del período o plazo para el cual fueron electos- dejar de reunir o apartarse de los requisitos establecidos en el artículo 60 del Código Electoral, ya que la indispensable reunión de dichas calidades al momento de su elección, debe mantenerse -por su esencial relación con las funciones del Tribunal Supremo Electoral- durante la vigencia del plazo para el cual fueron electos. 2.4. Ahora bien, bajo el supuesto que algún Magistrado del referido tribunal deje de reunir, durante la vigencia de su ejercicio, los requisitos y las calidades esenciales al cargo, se hace necesaria la tramitación de un procedimiento previo a su destitución, en aplicación del artículo 11 constitucional, que establece que "Ninguna persona puede ser privada del derecho a la vida, a la libertad, a la propiedad y posesión, ni de cualquier otro de sus derechos sin ser previamente oída y vencida en juicio con arreglo a las leyes...". En efecto, respecto de los Magistrados del Tribunal Supremo Electoral, esta Sala entiende que, luego de admitirse la posibilidad de remoción durante la vigencia del plazo para el cual han sido electos aquéllos, a fin de evitar que tal remoción se produzca de modo arbitrario, y volver posible el derecho a la estabilidad en el cargo, resulta imprescindible que una destitución o cesación esté precedida de un procedimiento previo y, además, ventilado ante autoridad competente; es decir, que para que la destitución o separación del cargo a un Magistrado del Tribunal Supremo Electoral, sea coherente con nuestro sistema constitucional, es necesario respetarle el contenido esencial del derecho de audiencia por ser titulares del derecho a la estabilidad en el cargo. Esto significa que, independientemente de los motivos o causas que se alegan como justificativas de la destitución o separación del cargo, ha de cumplirse con la exigencia del proceso previo ante autoridad competente de conformidad al artículo 11 de la Constitución, verdadero derecho constitucional procesal de todo justiciable. 2.5. Por último, especial atención merece, en conjunto, el procedimiento previo a que debe ajustarse la destitución de un Magistrado del Tribunal Supremo Electoral y la autoridad competente para tramitarlo y decidirlo, pues ambos aspectos están íntimamente vinculados. Los Magistrados del Tribunal Supremo Electoral, de acuerdo al artículo 4 de la Ley del Servicio Civil, están excluidos de la carrera administrativa. Prima facie pareciera entonces que habría que remitirse a la Ley Reguladora de la Garantía de Audiencia de los Empleados Públicos no Comprendidos en la Carrera Administrativa, pues ella establece su observancia cuando no existe un procedimiento específico establecido en las leyes secundarias para garantizar el derecho de audiencia y cuando el servidor público de que se trate -entiéndase empleado o funcionario- esté excluido de la carrera administrativa, sin menoscabo de los demás derechos y obligaciones que la Ley del Servicio Civil establece. No obstante lo anterior, esta Sala entiende que la exclusión de la carrera administrativa no implica per se la aplicación de la Ley Reguladora de la Garantía de Audiencia de los Empleados Públicos no Comprendidos en la Carrera Administrativa, en cuanto procedimiento para la validez constitucional de una decisión de destitución, pues -en ese punto- lo esencial viene determinado tanto por el órgano competente para decidir sobre la destitución como por la naturaleza y caracteres del cargo que ocupa el funcionario a ser sancionado. En efecto, si bien la Constitución -en específico, su artículo 131 ordinal 19°- y el Código Electoral no contemplan de forma expresa quién es la autoridad competente para destituir a un Magistrado del Tribunal Supremo Electoral -habida cuenta del reconocimiento que se hiciera de tal posibilidad-, esta Sala interpreta, en primer lugar, que tal facultad no puede estar atribuida al mismo Tribunal Supremo Electoral, pues precisamente el posible afectado con la decisión estatal forma parte del estrato superior administrativo del mismo, lo que volvería inocuo el procedimiento; y, en segundo lugar, que la facultad de poder sustanciar el conjunto de pasos tomados en sí mismos para poder luego decidir sobre la destitución del funcionario en comento, no puede estar en manos de un órgano estatal ajeno a la relación génesis del nombramiento de los Magistrados del Tribunal Supremo Electoral, ya que para no crear zona exenta de control administrativo, es dable entender que la atribución ahora en comento está en manos del mismo órgano que decidió el nombramiento, pues si fue éste el que estudió liminarmente la concurrencia de los requisitos de los sujetos a ingresar a tales magistraturas, es lógico que sea el mismo órgano el encargado de fiscalizar que, en la prosecución del ejercicio del cargo de un Magistrado del Tribunal Supremo Electoral, se mantengan las calidades inherentes; de modo inverso, las aptitudes y circunstancias que rodean el ámbito de competencia de los Magistrados en comento, quedarían exentas de control, algo incompatible con nuestro Estado de Derecho. Por lo anteriormente expuesto, esta Sala estima que puede perfectamente interpretarse -y en atención también al origen político del nombramiento- que la autoridad competente para nombrar a dichos Magistrados de conformidad a la disposición constitucional citada, tiene también la competencia para decidir sobre su destitución. Ahora bien, la sujeción de dicha atribución a lo establecido en la Ley Reguladora de la Garantía de Audiencia de los Empleados Públicos no Comprendidos en la Carrera Administrativa, merece también especial atención. Al respecto, esta Sala considera enfáticamente que suponer que las potestades decisorias de la Asamblea Legislativa respecto de las magistraturas superiores de la estructura orgánica del Estado -por ejemplo, las destituciones de los funcionarios establecidos en el artículo 131 ordinal 19° de la Constitución-, tengan que ser autorizadas por tribunales con competencia en materia civil y a cargo de funcionarios sin la misma legitimidad democrática, está fuera de la estructura lógica de la división de funciones y potestades del Estado salvadoreño. En consecuencia, el procedimiento de destitución de los magistrados tantas veces aludidos, no se sujeta a lo establecido en la Ley Reguladora de la Garantía de Audiencia de los Empleados Públicos no Comprendidos en la Carrera Administrativa, pues los límites de la cobertura de dicho cuerpo legal, ateniéndonos a la naturaleza del órgano del cual forman parte y por las propias características y funciones que desempeñan, no abarcan la figura de los Magistrados del Tribunal Supremo Electoral. Por otro lado, dicha ley es aplicable en los casos en que, por encima del empleado o funcionario vinculado a dicho procedimiento, haya una estructura administrativa superior dentro de la misma entidad a la que pertenece y frente a la cual esté subordinado, lo cual no se adecua a la posible destitución de un Magistrado del Tribunal Supremo Electoral. Entonces, para la destitución de un Magistrado del Tribunal Supremo Electoral, habrá que aplicar directamente la Constitución creando un procedimiento en el cual se respete el contenido esencial del artículo 11 de la misma, tantas veces aludido en la jurisprudencia constitucional. Y es que no obstante la anterior exclusión -reconocida la existencia de la titularidad del actor de categorías subjetivas protegibles constitucionalmente y el necesario proceso previo para poder despojarlo de dichas categorías-, la destitución de los Magistrados del Tribunal Supremo Electoral no puede quedar sujeta a arbitrariedades ni mucho menos apartada de los derechos constitucionales de los justiciables. En efecto, si la Constitución es, en primer lugar, norma inmediatamente aplicable para todos -eficacia directa- por ser el orden básico de toda la estructura jurídica estatal; y, en segundo lugar, norma cuya capital finalidad es crear instituciones para limitar y controlar los poderes estatales, se concluye enfáticamente que la destitución a que pueden ser sujetos los Magistrados del Tribunal Supremo Electoral, no ha de implicar violación o desconocimiento del derecho de audiencia de los referidos funcionarios, porque el artículo 11 de la Constitución tiene aplicación directa por su fuerza normativa y ha de ser respetado por todos los órganos del Estado. En otras palabras, el vacío legal que supone la no consagración de un procedimiento específico para conocer y decidir sobre la destitución o cesación de un Magistrado del Tribunal Supremo Electoral, de ninguna manera significa que aquélla pueda producirse sin previo procedimiento, sino que corresponderá a la entidad estatal competente para decidir la cuestión -Asamblea Legislativa-, aplicar directamente la Constitución, siguiendo un procedimiento que garantice el derecho de audiencia y de defensa. 3. Corresponde ahora presentar las cuestiones teóricas vinculadas con el segundo fundamento de la pretensión del actor. En este sentido, se indagará sobre la proyección procesal o procedimental de los efectos de una sentencia de amparo estimativa por violaciones a derechos constitucionales. El proceso constitucional de amparo es un instrumento procesal que brinda una protección reforzada a los derechos constitucionales de las personas cuando éstas no han obtenido (en palabras del artículo 2 constitucional) "protección en la conservación y defensa" de los mismos en los procesos o procedimientos ordinarios. En efecto, en un primer momento, en los procesos y procedimientos ordinarios que se ventilan ante los demás juzgadores o autoridades administrativas, por la misma estructura normativa de nuestro ordenamiento y por el sometimiento de todo funcionario a la fuerza normativa de la Constitución, tanto los juzgadores como las autoridades administrativas están llamadas a proteger los derechos constitucionales materiales o procesales de los justiciables. Y es precisamente frente a una violación de algún derecho constitucional en dichos grados de conocimiento que los ciudadanos pueden optar, como último camino, a la protección reforzada que brinda el proceso de amparo. En el supuesto anotado previamente, la pretensión constitucional de amparo tendrá como sustrato fáctico lo acontecido en el proceso o procedimiento de que se trate y como fundamento jurídico el contenido esencial del derecho constitucional vulnerado. Entonces, y partiendo de dicha pretensión, si el demandante del amparo demuestra en la prosecución del proceso su aseveración subjetiva y liminar, tendrá que estimarse la pretensión en sentencia definitiva, teniendo que volver las cosas en el proceso o procedimiento de que se trate, al estado en que se encontraban antes de la violación constitucional. Lo anterior implica que demostrada la existencia de una violación constitucional dentro de un proceso o procedimiento, la sentencia estimativa se tendrá que proyectar de manera positiva frente a dicha violación; es decir, tendrá que buscar la forma de que las cosas vuelvan al estado en que se encontraban precisamente hasta antes de la violación, y esto se logra únicamente invalidando las actuaciones procesales o procedimentales sobrevenidas con posterioridad a la violación. En efecto, la vía procesal idónea para que se restablezca el orden constitucional es la invalidación de los actos procesales acaecidos con posterioridad a la violación, sean estos constitutivos de procesos o procedimientos completos o sólo parte de los mismos, ya que ésto dependerá de la etapa en que se dio la violación y de la naturaleza del proceso o procedimiento. En virtud de lo anterior, el efecto reflejo lógico es la reposición de todo lo actuado e invalidado, pues el primer dispendio jurisdiccional o administrativo "desaparece" del mundo jurídico. Y tal invalidez, en conclusión, viene determinada por tres caracteres esenciales. A saber: (a) es estructural, puesto que la violación constitucional que la genera debe de concurrir en el momento del nacimiento del acto o, en último término, al momento del desarrollo de sus efectos; (b) es radical, puesto que no cabe su convalidación en sede constitucional como si se tratase de una nulidad ordinaria; y (c) no es automática, puesto que requiere de la sentencia declarativa de amparo para surtir efectos concretos. 4. Por último hay que teorizar sobre el principio reconocido en el artículo 11 de la Constitución y conocido jurídicamente como "non bis in idem". Desde un plano doctrinario, hay que decir que el principio se derivó de la "en quis ob idem crimen pluribus legibus reus fierete"; sin embargo, como se acotó, es conocido hoy día simplemente como "non bis in idem", el cual se refiere a la prohibición de ser juzgado dos veces por una misma causa. Ahora bien, no obstante la claridad formal del enunciado, ha sido muy áspero lograr consenso en relación a su real significado -punto de vista esencial-. Y es que se advierte que tal principio -vinculado indiscutiblemente con el derecho a la seguridad individual- está conformado esencialmente en el artículo 11 inciso 1° de la Constitución salvadoreña por dos vocablos que le dan su significado: "enjuiciado" y "causa". En efecto, toda la discusión y la crítica ha girado en torno de la correcta formulación semántica del principio para el establecimiento real de su significado. Sobre el vocablo "enjuiciado", las distintas constituciones y leyes procesales del mundo han utilizado nombres diferentes para aludir al destinatario del principio: "perseguido judicialmente", "procesado", "encausado", "juzgado" etc.; nombres que a su vez poseen un significado técnico variable o, en el peor de los casos por uso vulgar, son usados sin alusión técnica alguna. Y sobre el vocablo "causa", también han aparecido frases diferentes para indicar el objeto del principio: "delito", "hecho", etc. Corresponde pues, prescindiendo de filigranas semánticas, establecer su real significado. Si se quiere garantizar, sin hipocresías, un verdadero Estado de Derecho y si se quiere evitar sinrazones en la aplicación práctica del principio, hay que decir que el vocablo "enjuiciado" se refiere a la operación racional y lógica del juzgador a través de la cual se decide definitivamente el fondo del asunto de que se trate; y la frase "misma causa" se refiere a la identidad absoluta de pretensiones. Entonces, lo que este principio pretende cuando en términos generales se traduce en un "derecho a no ser juzgado dos veces por una misma causa..", es establecer la prohibición de pronunciar más de una decisión definitiva respecto de una pretensión; decisión que, por lógica, ataca su contenido esencial afectando -también en forma definitiva- la esfera jurídica del "procesado". En efecto, el principio "non bis in idem", en esencia, está referido a aquel derecho que tiene toda persona a no ser objeto de dos decisiones que afecten de modo definitivo su esfera jurídica por una misma causa, entendiendo por "misma causa" -aunque no tengamos una definición natural- una misma pretensión: eadem personas (identidad de sujetos), eadem res (identidad de objeto o bien de la vida) y eadem causa petendi (identidad de causa: sustrato fáctico y fundamento jurídico); es decir que está encaminado a proteger que una pretensión no sea objeto de doble decisión jurisdiccional definitiva, en armonía con la figura de la cosa juzgada y la litispendencia. Toda esta reyerta teórica ha sido recogida a lo largo y ancho de la jurisprudencia constitucional. Por ejemplo, en el amparo 109-98, resolución de las once horas del día veintitrés de abril de mil novecientos noventa y ocho, se estableció que "la prohibición del doble juzgamiento significa, pues, la prohibición de la duplicidad de decisiones respecto de un mismo hecho y en relación a una misma persona; y específicamente en el área judicial, la inmodificabilidad del contenido de una resolución estatal que decide de manera definitiva una situación jurídica determinada, salvo los casos expresamente exceptuado por la ley.."; para luego remarcar que el non bis in idem "adquiere sentido y contenido en cuanto pone fin a una contienda o controversia de manera definitiva...". En conclusión, también de acuerdo a nuestra construcción jurisprudencial, una misma pretensión puede verse sujeta a varios procesos, siempre y cuando en los anteriores no haya habido un pronunciamiento jurisdiccional definitivo relativo al fondo; ahora bien, es oportuno aclarar que, bajo el supuesto de que los procesos a que está siendo sometida una misma pretensión sean simultáneos, tendrá entonces que operar la figura de la litispendencia en aplicación directa del non bis in idem. En efecto, nuestra Constitución, como se ha dicho, en su artículo 11 inciso 1° parte final dice que ninguna persona "... puede ser enjuiciada dos veces por la misma causa." Tal disposición se establece como garantía que rodea con efecto concreto el derecho a la protección jurisdiccional a través del proceso de la misma naturaleza, y que busca principalmente revestir de seguridad jurídica a aquéllos que se siguen en contra de una persona, con la finalidad de evitar duplicidad de decisiones sobre el fondo de la controversia, es decir, entendiendo por "ser enjuiciada dos veces" de acuerdo a nuestra Constitución el ser objeto de una doble decisión simultánea o sucesiva, con carácter definitivo, sobre el fondo "de la misma causa", que quiere decir la misma pretensión: identidad absoluta de sujetos, objeto y causa. 5. Concretando las anteriores consideraciones al caso su bjudice, es pertinente retomar las problemáticas relativas al fondo, cuales eran: (a) si la autoridad que destituyó al Magistrado del Tribunal Supremo Electoral, doctor Eduardo Benjamín Colindres tiene facultades para hacerlo; y (b) si al mencionado doctor se le ha "enjuiciado dos veces por la misma causa". (a). Respecto del primer supuesto, hay que traer a consideración el apartado teórico relativo a los Magistrados del Tribunal Supremo Electoral, en específico, lo establecido en el punto 2.5 del romano II, ya que ahí se estableció, en síntesis, que podía perfectamente interpretarse, en atención al origen político del nombramiento de los Magistrados que conforman dicho Tribunal, que la autoridad competente para nombrar a éstos funcionarios del Estado, de conformidad a sus potestades constitucionales, tiene también la competencia para decidir sobre su destitución, lo cual implica que la Asamblea Legislativa es la autoridad investida de competencia para destituir a un Magistrado del Tribunal Supremo Electoral, por las causas también advertidas y bajo el procedimiento señalado en ese punto del romano II de la presente decisión. Teniendo de nuevo claro lo anterior, se tendría que estimar la pretensión constitucional del doctor Colindres en este punto si se verifica que fue otra instancia la que procedió a su destitución. Ahora bien, consta en este expediente judicial, específicamente a fs. 9, que la autoridad que destituyó al Magistrado del Tribunal Supremo Electoral fue la Asamblea Legislativa, a través del Acuerdo Legislativo trescientos cuarenta y ocho tomado en la Sesión Plenaria celebrada el día dos de julio de mil novecientos noventa y ocho. Por lo antes expuesto, sin mayor fundamentación es simple constatar que en este punto no ha existido ninguna violación que trascienda al ámbito constitucional de parte de la Asamblea Legislativa, por lo que habrá que desestimar la pretensión constitucional de actor relativa a este aspecto. (b). Respecto del supuesto de que el doctor Eduardo Benjamín Colindres ha sido enjuiciado por la Asamblea Legislativa dos veces por una misma causa, es indispensable hacer un recuento histórico. Dicha Asamblea, a través de la emisión del Decreto Legislativo Número ochocientos noventa y nueve, de fecha veintidós de noviembre de mil novecientos noventa y seis, cesó por primera vez como Magistrado Propietario del Tribunal Supremo Electoral al doctor Eduardo Benjamín Colindres. Con posterioridad, dicho doctor promovió amparo ante esta Sala (44-C-96) por violación a su derecho de audiencia, ya que consideró que en la Sesión Plenaria donde se decidió aquella destitución no fue oído y vencido conforme a la Constitución. El anterior amparo le fue concedido el cuatro de noviembre de mil novecientos noventa y siete, básicamente porque esta Sala determinó que la Asamblea Legislativa no aplicó directamente el artículo 11 de la Constitución, realizando un procedimiento sin el respeto del derecho constitucional procesal de audiencia de que es titular el doctor Colindres. La consecuencia natural y lógica de dicha sentencia, reconocida por este tribunal la existencia de un agravio personal y directo al actor, fue la de reparar el daño causado, restaurando las cosas al estado en que se encontraban antes de la ejecución del acto violatorio de derechos, restableciendo al agraviado en el pleno uso y goce de sus derechos violados; es decir, invalidar el Acuerdo Legislativo a través del cual se le destituyó al mencionado doctor y además reinstalarlo en el cargo que ocupaba, precisamente por la invalidez del acuerdo y por ser un cargo de elección secundaria a plazo. Luego de lo anterior, y fungiendo de nuevo el doctor Colindres como Magistrado del Tribunal Supremo Electoral, la Asamblea Legislativa el dos de julio de mil novecientos noventa y ocho, a través del Decreto Legislativo trescientos cuarenta y ocho, destituyó de nuevo al referido magistrado, argumentando la persistencia de las razones que habían originado el Decreto ochocientos noventa y nueve. Ante esta situación, el doctor Colindres promovió el presente amparo porque considera, entre otra causa, que se le ha enjuiciado dos veces por la misma causa. Abstracción hecha del posible tracto sucesivo de las causales invocadas en el Decreto trescientos cuarenta y ocho justificativas de la destitución del doctor Colindres, esta Sala para decidir sobre este punto, quiere volver a establecer los efectos de una sentencia que concede el amparo; efectos ya relacionados en el punto 3 del romano II de la presente decisión. Veamos: se ha dicho que demostrada la existencia de una violación constitucional dentro de un proceso o procedimiento, la sentencia estimativa tendrá que buscar la forma de que las cosas vuelvan al estado en que se encontraban precisamente hasta antes de la violación, y esto se logra únicamente invalidando las actuaciones procesales o procedimentales sobrevenidas con posterioridad a la violación. En efecto, se estableció que la vía procesal idónea para que se restablezca el orden constitucional es la invalidación de los actos procesales o procedimentales acaecidos con posterioridad a la violación, sean estos constitutivos de procesos o procedimientos completos o sólo parte de los mismos, ya que ésto dependerá de la etapa en que se dio la violación. En virtud de lo anterior, se vuelve a afirmar que el efecto reflejo lógico es la reposición de todo lo actuado e invalidado, pues el primer dispendio jurisdiccional o administrativo "desaparece" del mundo jurídico. Por lo anteriormente expuesto, se establece afirmativamente que los efectos de la sentencia del cuatro de noviembre de mil novecientos noventa y siete que concedió en esa oportunidad el amparo al doctor Colindres, fueron los de invalidar el procedimiento seguido en esa ocasión por la Asamblea Legislativa, es decir que como resultas de dicho amparo dejó de tener existencia jurídica el Acuerdo Legislativo ochocientos noventa y nueve, porque este fue invalidado. Entonces, siendo este el panorama jurídico para la fecha en que se dicta el nuevo acuerdo de destitución, es evidente que, para esa época, no existe dentro del mundo jurídico ningún acuerdo legislativo que decida sobre los hechos alegados por los diputados en los considerandos de su Acuerdo Legislativo trescientos cuarenta y ocho, puesto que el anterior fue invalidado como efecto de la sentencia que concedió el amparo en el expediente 44-C96. Por otro lado, los hechos justificativos de esta nueva decisión -como se mencionó- no están delimitados en relación a los que originaron la primera cesación, por lo que tampoco es viable considerar que este nuevo Acuerdo de destitución tiene la misma base fáctica que el anterior; parecieran más bien reflejar un tracto sucesivo que estancamiento temporal. No obstante lo anterior, habiendo interpretado que el principio non bis in idem no significa, bajo ninguna circunstancia, que no pueda volverse a conocer sobre unos mismos hechos cuando el procedimiento donde se conocieron la primera vez fue invalidado, es evidente que este nuevo "procesamiento" por invalidez sobrevenida de uno anterior -donde, se insiste, aparentemente se decidió el mismo sustrato fáctico pues no están determinados los hechos con precisión-, no vulnera el citado principio, ni la figura procesal de la cosa juzgada porque precisamente desapareció la decisión que había establecido de manera definitiva la situación del Magistrado Colindres. En términos simples, no es cierto que la Asamblea Legislativa haya emitido dos acuerdos sobre un mismo caso, en primer lugar, porque no se ha comprobado que el caso tenga la misma base fáctica, más bien pareciera ser ésta de tracto sucesivo; y, en segundo lugar, bajo el supuesto que se trata de los mismos hechos, porque el primer Acuerdo fue invalidado dejando al sustrato fáctico de la petición de destitución sin decisión jurídica definitiva que afecte la esfera jurídica de los intervinientes. En conclusión, con la emisión del Acuerdo Legislativo trescientos cuarenta y ocho se ha dictado una decisión definitiva sobre unos hechos respecto de los cuales no existe ningún tipo de pronunciamiento, sea porque nunca la ha habido -bajo el supuesto del posible tracto sucesivo anotado-, sea porque la primera decisión respecto de ellos fue invalidada por sentencia anterior de esta Sala; teniendo, entonces, que desestimar también la pretensión del actor en este punto. En efecto, el dato objetivo es que en el caso sub judice si bien existía una decisión definitiva sobre la situación del doctor Colindres, esta fue invalidada, por lo que el Acuerdo Legislativo trescientos cuarenta y ocho se emite sin vulnerar el non bis idem, ya que solo existe a la fecha una decisión que decide y afecta la situación jurídica del doctor Colindres, pues sólo a través de la misma fue cesado en sus funciones. POR TANTO: A nombre de la República, y en aplicación de los artículos 32 al 35 de la Ley de Procedimientos Constitucionales y artículos 11 y 131 de la Constitución, esta Sala FALLA: (a) declárase que no ha lugar el amparo solicitado por el doctor Eduardo Benjamín Colindres contra providencias de la Asamblea Legislativa; (b) condénase en costas procesales al demandante; y (c) Notifíquese.---TENORIO---HERNANDEZ VALIENTE--MARIO SOLANO---O. BAÑOS---PRONUNCIADO POR LOS SEÑORES MAGISTRADOS QUE LO SUSCRIBEN---J ALBERT ORTIZ---RUBRICADAS. VOTO EN CONTRA DOCTOR JOSE ENRIQUE ARGUMEDO La Asamblea Legislativa no tiene más atribuciones que las que le señala la misma Constitución según el Art. 131 No. 38. Así, los Arts. 131 No. 16, 131 No. 37, 186, 192 y 196, tratan sobre desconocer al Presidente de la República, destitución de Jefes de Seguridad Pública o de Inteligencia del Estado, de Magistrados de la Corte Suprema de Justicia, de Fiscal General, Procurador General de la República y Procurador para la defensa de los Derechos Humanos, así como Magistrados de la Corte de Cuentas de la República; pero no existe un artículo que trate sobre destitución de miembros del Tribunal Supremo Electoral. Estoy de acuerdo con mis compañeros Magistrados que el derecho a la estabilidad laboral de ninguna manera supone inamovilidad, pero debe darse la remoción con estricta observancia de la Constitución. A falta de regulación la aplicación del Art. 236 Cn. es la única vía para separar del cargo a un miembro del Tribunal Supremo Electoral, lo cual no se ha hecho en este caso. Es de consignar, que el Fiscal de Corte, consideró que se daba violación constitucional en el procedimiento.---E. ARGUMEDO.---PROVEIDO POR EL SEÑOR MAGISTRADO QUE LO SUSCRIBE.---J ALBERT ORTIZ.---RUBRICADAS. AS023198.99