i UNIVERSIDAD SIMÓN BOLÍVAR Decanato de Estudios de Postgrado Maestría en Filosofía EL PROBLEMA DE LA UNICIDAD DE LA MENTE EN LA ÉTICA DE SPINOZA Trabajo de Grado presentado a la Universidad Simón Bolívar por: Hakim Márquez Duband. Como requisito parcial para obtener el grado de Magíster en Filosofía Realizado con la tutoría del profesor: Erik Del Bufalo. Marzo, 2006 ii AGRADECIMIENTOS Esta investigación no hubiera sido posible sin un horizonte definido, trazado mediante conceptos claros e intuiciones bien fundamentadas. Ese horizonte se lo debo a mi Tutor, Dr. Erik del Bufalo, cuyo dominio de una interpretación de Spinoza a un tiempo contemporánea e inspiradora, me permitió sortear las trampas de la comprensión de una obra filosófica tan compleja, y robusteció las ideas que creí poder desarrollar en este Trabajo de Grado. Su conocimiento, dedicación, esfuerzo y capacidad para motivar y guiar en su labor como tutor van mucho mas allá de lo que cualquier discípulo podría exigir. Deseo agradecer en especial al Dr. Mayz Vallenilla por ofrecerme su confianza y por darme la oportunidad de dedicarme exclusivamente a mis estudios filosóficos, proporcionándome no solo una oportunidad de trabajar en un ambiente favorable para la vida intelectual, sino también la sabia compañía de sus ref1exiones, tanto las que están contenidas en su obra escrita, como las expresadas de viva voz en conversaciones inolvidables. De tal contacto conservare siempre el asombro ante el brillo de una filosofía poderosa, acompañada del talante moral, la disciplina y la pasión de un hombre que admiro profundamente. Por ultimo quisiera agradecer a Mayka su paciencia, su sabiduría, su comprensión, su sacrificio, su apoyo y su maravillosa compañía durante el tiempo que duró esta investigación. iv RESUMEN La pregunta por la unicidad en el hombre es una constante de la modernidad. Su más conspicua aparición en el horizonte filosófico puede atribuirse al ego cartesiano, y a partir de allí ocupa un espacio prominente en el quehacer de muchos pensadores. Un examen de los derroteros que ha tomado el estudio de aquello que constituye, garantiza o permite la unicidad del hombre, puede resultar en la preponderancia de sistemas conceptuales y prácticos que persiguen su definición como un elemento inmutable, puntual y simple que puede identificarse con el alma de cada hombre. El alma o el espíritu en Spinoza están representados por el concepto de Mente (Mens). En su propuesta a un mismo tiempo continuadora y renovadora de la de Descartes, la Mente pierde el carácter de sustancia autónoma que poseía en la filosofía cartesiana, al mismo tiempo que adquiere una forma incompleta y fragmentaria que genera dificultades al tratar su unicidad. La presente investigación persigue explorar el problema de la unicidad de la Mente en la obra mayor de Spinoza; la Ethica ordine geometrico demonstrata. La configuración de las características ontológicas, epistemológicas y éticas de la Mente nos permitirán demostrar la comprensión de sí mismo como una virtud fundamental, que depende de la unicidad lograda a través de la razón, y no de una concepción basada en la sustancialidad del individuo. Palabras Clave: Spinoza, unicidad, mente, razón v INDICE GENERAL TITULO……………………………………………………………………………. i AGRADECIMIENTOS…………………………………………………………... ii APROBACIÓN DEL JURADO…………………………………………………... iii RESUMEN………………………………………………………………………… iv INDICE GENERAL……………………………………………………………….. v LISTA DE ABREVIATURAS……………………………………………………. vi INTRODUCCIÓN…………………………………………………………………. 1 CAPÍTULO I: La Unicidad de la Sustancia……………………………………………………... 12 Lo extenso como atributo de Dios…………………………………………………………………………... 15 Dios como sustancia absolutamente infinita………………………………………………………………... 22 Los atributos como multiplicidad esencial………………………………………………………………….. 26 Las cosas singulares son modos finitos de la sustancia…………………………………………………….. 31 CAPÍTULO II: Unicidad del modo……………………………………………………………… 37 La relación entre la sustancia infinita y los modos finitos…………………………………………………. 45 CAPÍTULO III: Unicidad, Paralelismo e Inmanencia………………………………………….. 60 La Mente y el Paralelismo………………………………………………………………………………….. 60 La Mente como idea de la idea y el conocimiento de sí misma……………………………………………. 69 La idea adecuada…………………………………………………………………………………………… 76 La memoria…………………………………………………………………………………………………. 79 Unicidad e Inmanencia……………………………………………………………………………………... 81 CAPÍTULO IV: Unicidad de los afectos………………………………………………………... 90 Individuo Único…………………………………………………………………………………………….. 90 Afectos e individuo…………………………………………………………………………………………. 95 El conocimiento de sí mismo……………………………………………………………………………….. 97 CAPÍTULO V: La Unicidad de la Mente………………………………………………………... 112 CONCLUSIONES: La Unicidad como perspectiva……………………………………………. 136 APÉNDICE No. 1: Singularidad, Particularidad e Individuo…………………………………... 148 APÉNDICE No. 2: La aniquilación del sujeto………………………………………………….. 153 BIBLIOGRAFÍA: ……………………………………...…………………………. 160 vi LISTA DE ABREVIATURAS Y SÍMBOLOS E Ethica more geometrico demonstrata TTP Tratado Teológico Político TB Tratado Breve TRE Tratado sobre la Reforma del Entendimiento P Proposición Scol Escolio Dem Demostración Cor Corolario Def Definición DefAf Definición de los Afectos Ax Axioma Ap Apéndice C Capítulo Lem Lema 1 INTRODUCCIÓN ¿Por qué la unicidad de la mente es un problema? Es en Descartes donde la individuación de la mente comienza a tomar la forma con que se le conoce hoy en día. Su concepción del ego como una sustancia independiente y autónoma, salvo por la intervención de Dios para la creación y como garantía de la certeza, subraya una realidad particular que pareciera constituir el carácter distintivo de cada individuo y el centro desde el cual se conoce a sí mismo y a la realidad. Es en el individuo donde están las ideas. Es en el individuo donde el pensamiento construye un orden objetivo. El hombre cartesiano es un ser único ante todo por ser una sustancia mental, con la clara y distinta delimitación que provee la sustancialidad de su ser, que existe porque piensa. La aparición del individuo como ser autónomo desde el cual se produce pensamiento ya es evidente en las Confesiones de San Agustín, precisamente porque el carácter confesional implica la particularidad de lo que va a expresarse, lo singular de las ideas que allí se muestran a través de una exposición de lo visto en un viaje a través de sí mismo. Pero en Descartes “ya no hay una exploración para encontrarse con Dios en el interior, como en San Agustín. Ya no es más una vía para una experiencia de todo en Dios. Más bien con lo que ahora se consigue un individuo es consigo mismo: el yo logra una claridad y una completitud de auto-presencia que faltaba antes.” 1 El ego cartesiano posee un cariz intelectual, en el que el cuerpo pierde importancia, aún cuando el alma esté estrechamente ligada a él, y más bien representa la fuente principal del error, con lo que se refuerza el carácter de interioridad y de aislamiento del alma dentro de una dualidad que desconfía de lo corporal 2 . La mente cartesiana es la depositaria de la individualidad en su sustancialidad auto-contenida, y se conoce a sí misma toda vez que se distancia de los objetos externos, de los cuales no sabe si pueda tener certeza alguna. En este 1 TAYLOR, Charles. The Sources of the Self. Harvard University Press. 1989. p. 157. “Il est certain que ce moi, c’est a dire mon âme, par laquelle je suis ce que je suis, est entierement et vèritablement distincte de mon corps et qu’elle peut être ou exister sans lui”. DESCARTES, René. Oeuvres et lettres. Gallimard, París: 1953. p. 120. 2 2 proceso de distanciamiento el alma termina por alejarse incluso de sus particularidades, y las cancela en una ecuación en la que sólo deben figurar elementos objetivos que se relacionen causalmente de forma clara y distinta, en un método racional que debe ser igual para todos, y que va desde lo más simple a lo más complejo para ordenar lo que supone piensa realmente (y por tanto lo que es en realidad) 3 . Aquél de Descartes es un individuo que gana en autonomía pero pierde en particularidad; gana en amplitud de pensamiento pero pierde en diferencia e infinitud. Es así una individualidad sustancial, hecha de sustancia pensante, con las complicaciones que se derivan del hecho de que el cuerpo – la superficie donde se produce su contacto con el mundo – debe relacionarse de alguna forma con algo de lo que es completamente diferente. En resumen, en el ego cartesiano la unicidad del hombre esta garantizada por el hecho de ser una sustancia pensante, separada e independiente del mundo extenso; aislamiento que solo puede ser superado en detrimento de la particularidad, objetivando el pensamiento en un método científico que exige la garantía divina para asegurar el cumplimiento de sus criterios 4 . Este problema – es lo que se propone plantear esta investigación– se encuentra replanteado de forma innovadora en la propuesta espinosiana. En la obra de Spinoza, la unicidad del cuerpo y la unicidad de la mente están intrínsecamente relacionadas, de modo que a la evidencia de la particularidad corporal puede añadirse la superación de los problemas surgidos al postular sustancias separadas para la extensión y el pensamiento. Pero esta no es la única ventaja de la propuesta de Spinoza. Como se verá, el efecto 5 de las fuerzas que genera su sistema modifica varios de los aspectos éticos de la unicidad. A la pregunta por la individualidad puede dársele variadas respuestas, que dependerán de las circunstancias, la profundidad o el propósito que tenga su enunciación. Cuando se responde a una pregunta que busca indagar sobre los rasgos que hacen a un individuo diferente de otros individuos las respuestas usuales pueden ser la apariencia corporal, pero también 3 “La diversité de nos opinions ne vient pas de ce que les uns sont plus raisonnables que les autres, mais seulement de ce que nous conduison nos pensées par diverses voies…”. Descartes, op. cit., p. 126. 4 “Mais après que j’ai reconnu qu’il y a un Dieu, parce qu’en même temps j’ai reconnu aussi que toutes choses dépendent de lui, et qu’il n’es point trompeur, et qu’en suite de cela j’ai jugé que tout ce que je conçois clairement et distinctement ne peut manquer d’être vrai”. Descartes, op. cit., p. 317. 5 Este efecto Spinoza se corresponde con una transformación que sufren conceptos como Dios, sustancia, individuo, libertad, etc. Se hablará un poco más de él al final de esta Introducción, y se hace una breve mención en el Capítulo II. 3 ciertos aspectos circunstanciales como la profesión que se ejerce, el registro psicológico de la personalidad, una adhesión religiosa, una gloria pasada, una distinción honorífica o un propósito de vida; respuestas que ocupan un rango que va desde la configuración interna de los deseos y reacciones ante la realidad. Sin embargo, cada uno de estos aspectos que pueden ser utilizados como modo de individualizar, puede resultar vago e insuficiente para explicar eso que es el individuo. Pareciera que en última instancia terminan por dispersar lo uno en lo múltiple. Aquel individuo eficiente y responsable en su trabajo, que por las mañanas maltrata a sus empleados, por las tardes juega cariñosamente con sus hijos, y por las noches gasta grandes cantidades de dinero en el juego o junto a su amante, pareciera, por lo menos desde el punto de vista de lo que es ‘bueno’ y ‘malo’, un cúmulo de contradicciones y paradojas. Para agravar esto, si a ese mismo individuo se le pregunta cómo se definiría él, sus elaboraciones acerca de la identidad de la que tiene conocimiento cambiarán radicalmente si quien pregunta es su jefe en el trabajo, sus parientes en una fiesta familiar, o sus amigos en un bar. Lo mismo ocurrirá si se pregunta por la identidad de ese individuo a sus empleados, su esposa o su amante. ¿Existe entonces algo (además del cuerpo) que permita hablar de unicidad de los individuos? El problema radica en la antigua preocupación por la unicidad frente a la multiplicidad 6 . El hombre no conoce su unicidad de manera clara y distinta 7 y lo que en la actualidad se llama frecuentemente una ‘crisis de identidad’, es decir una sensación de confusión, debilidad y desorientación vital; una individualidad que no logra identificarse totalmente con el aspecto de su cuerpo, su profesión, su religión, su familia, su nacionalidad, o sus metas; tiene que ver con la misma preocupación ancestral. Es la hipótesis de este trabajo el que esa unicidad es impedida por una comprensión inadecuada de la propia esencia, es decir, con una auto- 6 Al inicio del Parménides de Platón puede conseguirse el planteamiento de este problema: “Si las cosas son múltiples, ¿cuáles deben ser las consecuencias para lo múltiple en relación consigo mismo y en relación con lo uno, y para lo uno en relación consigo mismo y en relación con lo múltiple?”(136b) Este problema “apenas manejable” (136d), debe ser discutido a fondo, y para ello se puede empezar por preguntar: “¿Si lo uno es, lo uno no podrá ser múltiple, o sí? […] Entonces no puede haber una parte de él ni puede haber un todo” (137c), “si no tiene partes, no puede tener un principio, ni un fin, ni una mitad, porque estas serían en realidad partes de él” (137d), “no podría estar en ninguna parte, porque no podría estar en otro o en sí mismo” (138a). (Plato. Complete Works. Editado por Cooper, John M. (1997). Cambridge: Hackett Publishing Company. [Traducción nuestra]). 7 Un individuo no tiene garantizada su individualidad, su característica particularidad, por el hecho de poseer una huella digital irrepetible, o un código genético único. Esta es más bien la evidencia o precisamente la ‘huella’ de algo que subyace: la unicidad dentro de la infinitud; pero no es de ninguna forma la garantía de su conocimiento. 4 comprensión representada con ideas inadecuadas, jaloneadas o anuladas por afecciones que tienen como causa un elemento externo a lo que realmente se está siendo. Un conocimiento de sí mismo en una serie de afecciones y de ideas de esas afecciones encadenadas inadecuadamente, proporcionando un dato fraccionado e incompleto. Algo como un rompecabezas, separado en piezas, pero con algunas faltantes. La “Mente” de Spinoza, aunque tomando como punto de origen lo propuesto en la “nueva filosofía” de Descartes 8 , presenta diferencias notables con respecto a las características que se desprenden del cogito. En primer lugar no es una sustancia. En Spinoza la Mente es o bien una manera de expresarse de los atributos en el modo finito o un reflejo de esta expresión. Ya no es, en todo caso, una sustancia separada, sino que es sólo parte de una infinitud. Con esto pareciera que Spinoza resuelve el problema de la separación entre las sustancias, pero… ¿podría ocurrir que al mismo tiempo haga que la Mente pierda su autonomía e independencia? Esto último no necesariamente es así, y como se elaborará con más detalle en la presente investigación, el modo finito implica la búsqueda de la expresión lo más amplia posible de esa parte de la infinitud que corresponde con un individuo particular, y el plano general desde el que se pueden conocer verdades que corresponden con una realidad, es tan sólo una fase para llegar al conocimiento intuitivo, en el que la particularidad del modo finito se comprenderá en la infinitud de sus relaciones. La propuesta de Spinoza busca eliminar la radical separación entre mente y realidad, proponiendo un individuo que es Cuerpo y Mente 9 como expresiones distintas de una única cosa: un modo de la sustancia infinita que se manifiesta en dos de sus atributos. Esta sustancia infinita podría hacer pensar en una anulación de la individualidad, que quedaría solapada por la imposición de “demasiado Dios”, según una conocida crítica Hegeliana 10 . Pero aunque 8 “¿Qué había de nuevo en la filosofía de Descartes? En primer lugar y sobre todo el método para preguntar empleado por Descartes. A diferencia de los escolásticos de la época, él rechazó el método de autoridad. […] Una segunda diferencia […] era que, pese a centrarse en Dios, no era una teología. […] A Descartes le interesaban en primer lugar sus propias dudas…” (WIENPAHL, Paul. Por un Spinoza Radical. Fondo de Cultura Económica. México: 1990. p. 43). 9 El uso de las mayúsculas para Cuerpo y Mente es en Spinoza una designación especial para destacar que se está refiriendo a una mente o un cuerpo humanos. (Cf. WIENPAHL, op. cit., p. 58 y ss.) 10 “Spinoza afirma que lo que se llama universo no existe en modo alguno, pues solo es una forma de Dios y no algo en y para sí. El universo no posee una realidad verdadera sino que todo esto se lanza al abismo de una identidad única. Nada es, pues, en la realidad finita: esta no posee verdad alguna; para Spinoza, solamente Dios 5 Spinoza se muestra contrario a la sustancialización del individuo, es decir, a la afirmación de una individualidad basada en una ontología del alma que la postule como una sustancia separada e independiente de todo lo demás; propone la unicidad de los individuos como un resultado de la forma precisa y determinada de relacionarse con esa sustancia infinita. Aunque la Mente esté inmersa y profusamente interconectada con los objetos externos esto no le evita el poseer de sí misma una idea inadecuada, incompleta y fragmentaria. De la comprensión de esta conexión depende el que se revele a sí misma la unicidad. De ahí que esta indagación sobre el modo finito en Spinoza pretenda evitar cualquier tendencia simplificadora de la cualidad de infinitud en la que está inscrita la esencia de cada hombre. Esta tendencia a la simplificación de la mente puede explicarse como alimentada por una triple raíz: La primera, la propensión a concebir la individualidad como un punto 11 o un lugar geométrico simple e indivisible. Esta es un posible efecto de la sustancialidad del ego cartesiano, y su concepción del alma como unidad simple. 12 Un punto puede ser el reflejo de la imagen que se tiene del conocimiento de sí mismo como lugar geométrico por el que pasa un haz de sensaciones, historias ocurriéndole a ‘un’ X, ‘un’ referente circunscrito para todos los eventos de una vida; y en fin, una analogía con la simplicidad de Dios. La idea de la simplicidad de la mente es poderosa y contiene un valor normativo bastante arraigado en las disciplinas psicológicas; tanto que las patologías relacionadas con la personalidad, involucran siempre nombres como escisión, multiplicidad, dispersión, contradicción, incongruencia o ambigüedad. Así, de alguna manera se asocia la ‘normalidad’ a la simplicidad de lo indivisible. La segunda raíz, podría atribuirse al principio de antropocentrismo: “[Los hombres] consideran los entes naturales como medios en función de lo que les es útil.” 13 En función de la regulación de la vida en común debe controlarse y entenderse la Naturaleza en función del es. La verdad es, pues exactamente lo contrario de lo que afirman quienes acusan a Spinoza de ateísmo: en él, Dios es demasiado.” (HEGEL, Lecciones sobre la Historia de la Filosofía. México, Fondo de Cultura Económica. 1955. Tomo II. p. 304). 11 Tal como lo concibe Locke, la continuidad de conciencia de unas coordenadas espacio-temporales. 12 “…il n’y a en nous qu’une seule âme, et cette âme n’a en soi aucune diversité de parties… ”. (Descartes, op. cit., p. 579). 13 E1Ap. 6 hombre, y para lograrlo con mayor efectividad se debe reducirla a su mínima expresión. Las relaciones que establezca una persona con su entorno estarán entonces limitadas por líneas de conjunto que circunscriben su caracterización a eventos que lo ponen en relación ordenada y/o jerárquica con el grupo social en el que se desenvuelve. Estos conjuntos bien delimitados que pretenden circunscribir la mente humana pueden atribuirse al perfil profesional (y los ascensos que obtenga en el mismo), su pertenencia a un culto (y la búsqueda del tipo de vida que más enteramente se ofrende a la divinidad), el bien común (y la mayor cantidad de felicidad que produzcan sus acciones), el honor y la fama (y el número de trofeos que representen el reconocimiento público) o la expresión artística (y el número de obras que muestren su grandeza). De esta manera, el embarazoso dilema del abanico de opciones que podrían en determinado momento definir la unicidad del hombre, quedan reducidas a un único elemento basándose para ello en un método que: o bien suprime dicha multiplicidad en función de una escogencia sustentada en la postulación de un ‘hombre ideal’, para manejar ese aspecto de las vidas humanas en función de la convivencia; o bien suprime todo aquello que no resulte ‘correcto’ a la hora de decidir por el carácter ético y político de las acciones dentro de un entorno social. El individuo deja de preocuparse por los aspectos que conforman su particular configuración de existente, y lleva a cabo una especie de collage discriminante, que da coherencia al cuadro de identidad, justificando los vacíos y las privaciones por una atribución de autoridad que está basada en las prescripciones comunitarias. El problema, argumenta Spinoza es que “los cuerpos humanos convienen en muchas cosas, y sin embargo difieren en muchas más” 14 , por lo que es absurdo que la individualidad responda a ‘un’ elemento externo, y vuelve inútil cualquier receta o prescripción que emane desde una instancia que se crea autorizada para ello. La tercera raíz de la simplificación es el finalismo. El hecho de que los hombres consideraran que la Naturaleza estaba concebida para su utilidad llevó a que “cada uno puso el máximo esfuerzo en entender y explicar las causas finales de todas las cosas” 15 , representado por la búsqueda de un bien trascendente. Esta configuración ética o Bien consiste en afirmar la simplicidad del individuo basándose en el argumento de un fin común, por el cual resultarían accesorias todas las facetas de la mente humana que no se correspondan con dicha 14 15 Ídem. Ídem. 7 meta; o se muestra renuente a discutir la unicidad a favor de un modelo supeditado a un objetivo de mayor relevancia: el fin mismo. Un individuo es entonces un punto espaciotemporal organizado para un cierto fin, como un reloj, en el que cada una de sus partes existe y está relacionada para cumplir con la función de medir el tiempo 16 . Así puede encontrarse la disolución del individuo con distintos marcos conceptuales, el objetivismo científico que execra la particularidad del sujeto, el universalismo que lo conmina a aceptar de sí sólo lo que se correspondería con una escogencia insoslayable para el fin último, el naturalismo que transforma sus decisiones en instintos y un determinismo que le niega cualquier posibilidad de acción particular. A partir de una concepción finalista de la mente humana, esta se transforma en un agente, unas veces activo y otras pasivo, un instrumento en el que el valor de la individualidad sólo se mide por las decisiones que toma en función de un panorama enfocado hacia una meta, y no por el conocimiento que tiene de sí mismo y el perfeccionamiento de esa constitución a través de la realización más completa de su existencia. Pero al igual que en el punto anterior, ésta conmina al individuo a buscar las fuentes de su unicidad en un elemento que es ajeno. Dicho brevemente, le indica que no importa lo que sea siempre y cuando que éste haga y piense en función de lo que debe ser. Para Spinoza esta triple raíz de la simplificación de la Mente tendría consecuencias funestas. El inevitable encuentro con el azar de las interacciones externas (Ej., los cambios en la profesión, las pérdidas familiares, los encuentros y desencuentros amorosos, los cambios corporales) y el continuo cambio de las configuraciones internas (Ej., los cambios sustanciales de perspectiva vital que se suceden a medida que pasamos por la infancia, la adolescencia, la adultez y la vejez), provoca eventos y situaciones vitales en los que uno o más de los elementos que pueden ser atribuidos a la individualidad se vean desviados, contrariados y muchas veces anulados. Si ésta confluencia de circunstancias afecta el aspecto privilegiado en la simplificación del ego, el individuo puede encontrarse con la angustiante sensación de vacío, desorientación y pérdida que se caracterizó más arriba como ‘crisis de identidad’. 16 “If we would suppose this machine one continued body, all whose organized parts were repaired, increased, or diminished by a constant addition or separation of insensible parts, with one common life, we should have something very much like the body of an animal. […] This also shows wherein the identity of the same man consists” (Locke. J. An Essay concerning human understanding. Libro II. Capítulo XXVII. §5 y §6) 8 A partir de ese momento el individuo comienza a sentirse impulsado en la búsqueda de un nuevo aspecto que le confiera unicidad a su vida, y de esa forma la justifique, dándole sentido y propósito. O en caso contrario, lo lleva a plegarse a una especie de ‘conciencia colectiva’ que le anula como individuo. Esta nueva conquista le exige la inversión de toda su energía, y se ve obstaculizada por la fijación en otro punto simple de identificación La filosofía de Spinoza puede revelarse como un esfuerzo consistente para resolver los tres problemas antes señalados. En su obra pueden encontrarse planteamientos que apuntan a la necesidad de una concepción no-unitaria, no-substancialista y no-trascendente del individuo, y muy especialmente en la Ética, obra en la que se concentra esta investigación. En ella, el individuo es una modificación de un atributo infinito, necesariamente determinada por un Cuerpo (modo finito de la extensión) y una Mente que es la idea de ese cuerpo (modo finito del pensamiento). Día tras día, el individuo establece relaciones que necesariamente afectan tanto el Cuerpo como la Mente. Ambos sufren afecciones que debilitan o aumentan su conatus, el esfuerzo por perseverar en su ser, y cada una de estas afecciones ejerce su influencia en la “fórmula” o proporción de movimiento y reposo que es característica de los infinitos elementos que constituyen su Cuerpo 17 . De la capacidad para asimilar las modificaciones de los componentes sin perder la particular disposición de su fórmula, depende el bienestar humano. Este bienestar y la libertad humana estarían referidos a un determinismo espinosiano 18 . Aunque todo está determinado causalmente en la sustancia infinita, para Spinoza la libertad no consiste en sustraerse voluntariamente a las causas que afectan al individuo, sino más bien en la interacción con las mismas, para lograr una comprensión lo más profunda posible de los efectos que pueden resultar del contacto entre su configuración particular y esas causas. Esta interacción es la acción incesante para crear las relaciones adecuadas que garanticen la 17 “La fórmula F […] no puede ser otra cosa que la relación (rapport) entre la cantidad total de movimiento y la cantidad total ded reposo del cual un individuo es afectado. […] La fórmula desarrollada F’, que evoca la secunda mitad de la definición de la individualidad, y que expresa el conjunto de las relaciones constantes según las cuales las partes de I [el individuo] se comunican mutuamente los movimientos”. (Matheron, Alexandre. (1988). Individu et communnauté chez Spinoza. París: Editions de Minuit, p. 40. [Traducción nuestra]). 18 Que no es ni el encadenamiento ciego de causas y efectos (atomistas o vitalistas), ni el instrumento por el que se manifiesta una voluntad divina, ni los límites para el libre arbitrio. El determinismo espinosiano sólo expresa la imposibilidad de sustraerse a la interacción con causas (internas y externas), y la necesidad de entenderla para ser libres. 9 perseverancia (en un estado de beatitud) del ser que le es propio al individuo. La perseverancia de un ser propio, de un ser a-propiado o compuesto por las escogencias de cada quien. Este determinismo espinosiano consiste en escoger un estado en el que el individuo se vea determinado a lo que le es propio. Es entonces la racionalidad de la escogencia, el conocimiento de si mismo como poder de actuar, en una actividad que va más allá de la noción de sujeto como algo unitario, sustancial y trascendente, modelo este que ha sido impuesto en relaciones que entristecen y debilitan. Precisar lo que está en juego en el establecimiento de estas relaciones ‘debilitantes’ es fundamental según el planteamiento de Spinoza para explicitar la importancia de una concepción de individuo como infinitud 19 . Una adecuada interpretación del sistema espinosiano para hablar de la unicidad de la Mente exige el recorrido cuidadoso por los conceptos que estructuran sus planteamientos. Es, a fin de cuentas, una filosofía que intenta aprovechar los pensamientos confusos productos de la imaginación y llevarlos a un tipo de conocimiento plenamente racional, caracterizado por una expansión de las relaciones que establece el individuo con lo que lo rodea, de manera que capte el componente único que las caracteriza: su propia esencia. Spinoza representa, adicionalmente, uno de esos casos en que lo propuesto en su filosofía es consecuente con el modelo de vida que adoptó el pensador. Su característica sobriedad y frugalidad; la humildad y el respeto con el que interactuaba con sus semejantes, admiradores o no; la tolerancia que pregonaba y defendía para con otras posturas intelectuales, políticas y religiosas; y la serenidad ante la fragilidad de su constitución física son, en su vida y como el caso de la justicia en la vida de Sócrates, un ejemplo de que sus propuestas no eran mera teoría, contemplación o simple palabrería, sino las ideas que se correspondían con sus acciones en el terreno de lo práctico. En su obra principal, la Ética, Spinoza expone un modelo ontológico, epistemológico y moral que se ofrece como una manera de hacerse virtuoso por la razón, en aras de alcanzar una vida en la que los padecimientos no sean preponderantes. La unicidad de la Mente en la 19 Esta idea del individuo como compuesto de una infinitud de relaciones está tomada de la concepción que sostiene Deleuze sobre la filosofía de Spinoza, tanto en sus cursos integrales recogidos en el libro En el Medio de Spinoza como en su Tesis Doctoral Spinoza et le problème de l’expression. 10 filosofía de Spinoza, en la que está conspicuamente representada la esencia del hombre, establece bases conceptuales para el estudio de la individualidad que no han sido suficientemente exploradas. Esta afirmación no sólo esta basada en el escaso número de las investigaciones referentes al tema de la unicidad en la filosofía de Spinoza sino también a las lecturas que ven en su obra una supresión de la individualidad, y en el poco provecho que se ha sacado en la literatura específica sobre el tema de conceptos espinosianos como la sustancia única y su expresión, la inmanencia, el paralelismo de los atributos de la sustancia, la infinitud del pensamiento intuitivo y la comprensión racional de sí mismo. Los aportes de Spinoza al pensamiento moderno podrían esclarecer caminos nuevos para entender al individuo positivamente como un ente único en comunión estrecha con un infinito sistémico, y no negativamente como el producto de un aislamiento sustancial con respecto al ‘Todo’. Esto puede resultar especialmente provechoso en temas como los que se discutirán en esta investigación: el principio de individuación, la autonomía personal, las características duales del individuo, la memoria, las posibilidades del hombre para comprenderse a sí mismo y las consecuencias de esta comprensión en su vida. Abismarse (en la doble acepción del término: asombrarse y perder el apoyo) ante la concepción espinosiana de unicidad depende de que se deje de lado una línea de interpretación que comienza con la recepción de sus contemporáneos, y se prolonga, afortunadamente cada vez con menos frecuencia, hasta el presente. Es decir, es abandonar la perpetuada tendencia a formular juicios centrados en aspectos como la supresión del individuo frente a la sustancia, la dificultad ‘lógica’ de su obra mayor, el ateísmo, el monoteísmo, el panteísmo, o el carácter inconcluso de su propuesta. Estudiar a Spinoza, y dejarse abismar por él, comienza entonces por asumir una línea de interpretación que destaque lo que tiene de sorprendente su propuesta: una intuición de conceptos transgresores para pensar lo humano, la realidad y Dios; transgresores no sólo para su tiempo, sino como filosofía esclarecedora para la comprensión de la época contemporánea, y para desarrollos futuros. La unicidad, tema específico de esta investigación, pretenderá catalizar las reacciones que se producen cuando se juntan ciertos conceptos, importantes para el siglo XVII, y que no lo son menos para un siglo XXI, que trata de escarbar en los restos de 11 las esperanzas metafísicas para replantearse las grandes preguntas humanas sobre su puesto en el universo, su relación con Dios, su capacidad para conocerse, conocer al otro y relacionarse adecuadamente con él. La unicidad, como acicate, impulsa preguntas, causas y afirmaciones que permiten apreciar mejor el panorama de una concepción compleja, y aún hoy, innovadora. La realidad, comparada con un río, tal como la imaginaba Heráclito, tiene en el sistema de concepciones espinosianas lo que se correspondería con una serie de rocas en la corriente. Cada uno de estos obstáculos producen turbulencias que a un mismo tiempo detienen el flujo para después dejarlo continuar; le cambian la dirección pero permiten apreciar otros aspectos que hubieran quedado ocultos bajo la aparente apacibilidad de la superficie; lo transforman y revolucionan sin desdibujar la identidad que permite seguir reconociéndolos como parte de una discusión cíclicamente retomada. Flotando sobre la unicidad –superficie construida con los materiales que pueden encontrarse en el mismo río– chocando, hundiéndose, tomando velocidad, girando, deteniéndose en un remanso, pueden verse afectadas, transformadas y renovadas las concepciones de Dios, sustancia, atributo, modo, jerarquía, imaginación, pensamiento, conocimiento, afecto, Estado e individuo. Esta renovación, a contrapelo y a destiempo de su época, hace de su propuesta un reto para la filosofía y son la muestra de un genio que pone a prueba incluso la utopía de los comentaristas contemporáneos. 12 CAPÍTULO I Unicidad de la Sustancia y los atributos. Deus sive Natura: ya era causa de escándalo el disyuntivo condicional que usa Spinoza 1 . Puede interpretarse como univocidad entre los términos, o como existencia de un otro que es lo mismo (Dios llamado también Naturaleza). En ambos casos evoca una concepción de Dios que establece distancia tanto de la trascendencia monoteísta como del panteísmo: un Dios que es equivalencia y mismidad polar 2 con la Naturaleza o la infinitud de lo existente. Totalidad y Multiplicidad, Eternidad y Duración, Substancia y Modo son los polos opuestos de los que se sirve Spinoza para definir la realidad como sustancia única 3 . Y esto lo logra con una paradójica polaridad de lo Uno, que no hace uso de síntesis en la cual Dios sea una suma de sus componentes; o de una ontología dialéctica en la que un polo viniera a constituirse en la negación o superación del otro. El hecho de que la Ética de Spinoza se inicie con una conceptualización de Dios, si bien puede atribuirse a la prudencia de los pensadores del siglo XVII, que trabajan bajo la férrea vigilancia que se ejercía sobre la producción intelectual, sobre todo cuando esta pudiera resultar ofensiva para la Iglesia 4 ; también es cierto que Dios es un concepto que permitió a los grandes pensadores de la época la exploración de lo que estaba más allá del horizonte del mundo visto desde la mortalidad y finitud del hombre. “Dios y el tema de Dios han sido para 1 Tanto en el prefacio del Cuarto Libro (donde utiliza más bien la partícula seu, equivalente al sive) y en E4PIV (donde utiliza el sive). 2 Expresión que podría emparentarse con la concepción heracliteana de la realidad, compuesta de pares contrarios de un mismo continuo: “Dios es día noche, invierno verano, guerra paz, saciedad hambre (todos los opuestos, este es el significado); él experimenta el cambio del mismo modo que el fuego, cuando es mezclado con especias, es llamado según el aroma de cada una de ellas” (Kirk, G.S., Raven, J.E., y Schofield, M. (1983). The presocratic philosophers. Cambridge: University Press. Fr. 67, p. 190). 3 Antonio Negri diserta ampliamente sobre esta interpretación del Dios de Spinoza: “Los extremos alternativos (la espontánea totalidad de la Divinidad con la infinita multiplicidad de lo causal) cohabitan, y solo la absolutidad de su oposición garantiza su complementariedad”. (Negri, Antonio. (1991). The Savage Anomaly. Minneapolis: University of Minnesota Press. p. 67. [Traducción nuestra].) 4 O para el Estado, porque se asociaba ateísmo con la renuencia a una autoridad cualquiera. 13 la filosofía la ocasión irremplazable de liberar lo que es el objeto de la creación en la filosofía –los conceptos– de las coacciones que se le habían impuesto, de ser la simple representación de las cosas” 5 . Spinoza no se queda atrás en esta gesta, y lleva esta ventaja hasta un límite escandaloso para su época 6 . Esta trasgresión es clave para entender las propuestas de su sistema y es por ello que toda elucidación de su pensamiento debe empezar por su concepción de la sustancia infinita, la Naturaleza, o Dios. Spinoza comienza con denunciar un giro conceptual pernicioso, que ocurre con la igualación de Dios a los hombres (en una interesada interpretación de la semejanza creadorcreación), igualación que termina por postular a un humanoide omnipotente cuya voluntad es visible en el mecanismo de la Naturaleza (por lo menos a la vista de los más sabios) y debe ser obedecida. “Todos los prejuicios que me propongo denunciar aquí vienen solo de esto, que los hombres suponen comúnmente que todas las cosas naturales actúan, como ellos mismos, a causa de un fin, y van hasta el punto mismo de tener por cierto que Dios mismo regula todo en vista de un cierto fin preciso: dicen en efecto que Dios hizo todo a causa del hombre, e hizo el hombre para que lo honre”, afirma Spinoza en el Apéndice del Primer Libro de su Ética. De esta forma, el Creador crea todo para que sirva al protagonista de la creación, pero, inconsecuente, después pide a cambio que esta no se envanezca, y que lo retribuya con obediencia y admiración. Podría decirse que “los juicios de Dios escapan de muy lejos a la captación de los hombres” 7 . Porque… ¿Cómo entender que el hombre es el centro de la creación pero no puede hacer todo lo que su “ciego deseo y su insaciable avaricia” 8 le dictan? 5 Deleuze, Gilles. (2003). En medio de Spinoza. Buenos Aires: Cactus. p. 21 “El Tratado de la Moral [la Ética] comienza por definiciones o descripciones de la Divinidad. ¿Quién no creería en primera instancia, con un comienzo tan hermoso, que se trata de un Filósofo Cristiano el que habla? Pero cuando se examina de cerca sus sentimientos, se consigue que el Dios de Spinoza no es sino un fantasma, un Dios imaginario, que no es nada menos que Dios. […] Spinoza se toma la libertad de usar el nombre de Dios, y de emplearlo en un sentido desconocido para todo el que jamás haya sido Cristiano. […] Es pues lo que da pié a Mr. Burmanus, Ministro de los Reformados en Enkhuise, a llamar Spinoza, a justo título, a el más impío Ateo que haya visto jamás la luz del día”. Estas afirmaciones no vienen de algún diletante asumido como crítico feroz, o la de un filósofo herido por el ingenio de Spinoza, sino de uno de sus primeros biógrafos, Jean Colerus, Ministro de la Iglesia luterana de La Haya, que paradójicamente, inicia la obra con la minuciosa labor de referir los hábitos, costumbres, oficios y obras del pensador, en una compilación que parece reflejar admiración, y que termina por convertirse en un estridente catálogo de las iniquidades presentes en la obra espinosiana. La atribución por parte de Colerus del término “moral” a la Ética de Spinoza es el inicio de un equívoco insuperable y una tensión que no deja resquicios para aceptar como un trabajo racional de repensar el ser lo que le parece una estratagema perversa para atacar la Religión. 7 E1Ap. 8 Ídem. 6 14 Este ejercicio narcisista y megalómano del hombre es el que Spinoza intenta desmontar. Para lograr esto la semejanza entre creador y creación es llevada a una igualdad, esto es, se actualiza lo que antes era una identidad eminente a la que debía tender el hombre, y se hace inmanente la relación que sólo podría ser alcanzada después de la muerte. El Dios de Spinoza existe en y por sus manifestaciones, como sustancia única que ahoga cualquier jerarquía, o como existencia necesaria que suprime cualquier preeminencia entre las esencias. “Como poder existir es potencia, de ahí se sigue que, mientras más realidad pertenece a la naturaleza de una cosa, más esta tiene fuerzas por sí para existir, y por consecuencia el Ente absolutamente infinito, es decir Dios, tiene por si una potencia de existir absolutamente infinita, y entonces existe absolutamente.” 9 En Spinoza, la esencia de Dios, como causa de sí mismo, es pura afirmación de existir, potencia de manifestarse existente que se constituye en infinitud de modos que dejan de ser algo inferior e imperfecto para convertirse en manifestación de la realidad absoluta de una sustancia que está en eterna expansión 10 . Esta definición de Dios contenida en el sistema espinosiano termina modificando notablemente todos los elementos que lo conforman, sustrayéndoles todo contenido trascendente y antropomórfico. Esto afecta no solo a la concepción de Dios, que se manifiesta y se modifica a sí mismo como causa inmanente, y deja de ser una idea superior a la que todo se dirige y subsume; sino también al Estado, el cual Spinoza concibe como comunidad pactada para buscar potenciar el Derecho Natural de cada individuo, y no para secuestrarlo y administrarlo; hasta llegar a cada hombre particular como razón de la perfección en su manifestación de una potencia única de existencia en la Naturaleza. Es de este último aspecto del que se ocupa esta investigación, aunque las relaciones sistemáticas de la propuesta de Spinoza se determinan por completo entre sí, y de forma consistente con la racionalidad que propugna, estarán presentes de una u otra forma en la elucidación del concepto de unicidad en el hombre. 9 E1PXIScol Y no en continua expansión, ya que no es una progresión hacia el ser perfecto, sino la perfección eterna ya dada toda de una vez en la sustancia absolutamente infinita, pero expandiéndose en la duración, que es lo que podría llamarse el polo finito de la eternidad. Esta eterna expansión es el desarrollo expresivo o productivo de la perfección que envuelve el ser visto bajo una especie de eternidad. 10 15 Esta unicidad del hombre es explicada en la filosofía espinosiana sin recurrir a la sustancialidad que le atribuye a la Mente su más influyente antecesor. Si la unicidad de la mente, tal como Descartes lo plantea, depende del carácter de sustancia que esta posee 11 , se desprenden de allí consecuencias que conducen a diversas aporías: ya que la sustancia individual es sólo pensamiento, el cuerpo no es parte de esa sustancia, sino otra sustancia de la que se puede prescindir para pensar la individuación; y como consecuencia subsiste una complicada interacción entre el yo-pensamiento y el cuerpo. Adicionalmente se establece una jerarquía y separación entre la sustancia divina y las sustancias que dependen de ella, separación que hace más compleja la interrelación ontológica entre ellas. Esto sin tomar en cuenta características de la sustancia como la inmutabilidad, indivisibilidad y constancia, que entran en contradicción con la variabilidad de la mente consigo misma y la diferencia entre la mente de individuos distintos, en cuanto a lo que puede considerarse racional o verdadero; y más aún con respecto a las emociones humanas 12 . Lo Extenso como atributo de Dios. Para entender la propuesta espinosiana sobre la unicidad del hombre necesariamente debe regresarse (una y otra vez) al tema de Dios, y de las trasgresiones que Spinoza propone cuando lo define. Es necesario porque la clave que Spinoza argumenta como una alternativa ingeniosa a la dualidad cuerpo-mente es la mismidad polar que existe entre Dios y sus modos, concebida a través de las diversas parejas conceptuales señaladas arriba. Cada uno de los pares –extremos, opuestos, contrarios– que deberían corresponderse con dos caras de la realidad, como en una moneda, en realidad deben entenderse como una misma cara o 11 Lo que podría llamarse una “amputación radical”, cuando dice en el Discurso del Método: “je pouvais feindre que je n’avais aucun corps”. Esta amputación ficticia es el resultado de la idea clara y distinta que se deriva a partir del cogito, alcanzado después de prescindir del cuerpo y del mundo. Esta no es la única propuesta cartesiana al problema de la individuación y a la relación cuerpo-mente, porque en otras ocasiones insiste en la unidad indisoluble, en que la mente no va como un piloto en el navío del cuerpo, y propone que interactúan en la glándula pineal. Evidentemente no resuelve el problema de cómo interactúan y eso es lo que nos interesa contrastar con respecto a la propuesta espinosiana. (Cf. Ferret, Stéphane. (1998). L’identité. París: Flammarion. Capítulo XXI, p. 161) 12 Síntoma de lo cual puede encontrarse en las teorías de la modernidad que intentan entender la variabilidad de la emoción por el hecho de ser algo exterior a la razón o accesorio a la mente, como un resto irracional que la debilita y entorpece, por lo que deben ser postulados métodos o mecanismos de control suplementarios tales como el sentido moral de Shaftesbury, la voluntad en Descartes y la motivación social o simpatía en Hume. O en última instancia, el pacto social en Hobbes. 16 superficie que siempre está por cambiar; incluyendo, suponiendo, exigiendo y pasando por cada uno de los pares complementarios 13 . Con esta mismidad polar resuelve su principal problema: la conexión entre lo Extenso y lo Pensado, dos caras no distinguibles de una misma realidad. Este argumento sólo es abordado a partir de la Proposición XVI del primer libro, en la que Spinoza plantea la necesidad de que, de la esencia y del intelecto divino, se sigan infinitas maneras de existencia 14 . Más adelante, la propuesta se concreta en el Segundo Libro de la Ética, en la proposición VII, donde se argumenta que tanto el orden como el encadenamiento de lo que ocurre a nivel de la Extensión son los mismos en el Pensamiento. Sin embargo, en esta investigación se coloca este tema antes de la definición de sustancia (que ocupa las primeras proposiciones de la Ética espinosiana) por considerarlo fundamental para entender el talante disruptivo de la propuesta espinosiana, sin que se confunda –como ha sucedido con frecuencia– con sistemas panteístas o panenteístas. Dios no es todas las cosas, como si fuera la sumatoria de sus existencias. Y tampoco esta en todas las cosas, como contenido en ellas. Es por ello que la sustancialización de lo extenso juega un rol fundamental en la comprensión del Dios de Spinoza. Es lo que algunos han percibido “como detrás de una nube. Que Dios, el intelecto de Dios, y las cosas de las cuales tiene intelección, son una misma cosa” 15 . Entonces en Dios, la potencia de actuar o existir y la de pensar son equivalentes, por lo que cuando actúa, esta produciendo a un mismo tiempo una acción en el ámbito de las cosas y en el ámbito de las ideas. Lo que ocurre en lo Extenso es ‘paralelo’ a lo que ocurre en lo Pensado porque se corresponden con una única causa o acción: Dios 16 . Así, el pensar absoluto de Dios se hace 13 Tal como ocurre con la Banda de Möbius. La banda de Möbius es un objeto que tiene una sola cara y no puede orientarse definitivamente, es decir, siempre pareciera que existe la posibilidad de mostrar otra cara. Para construirla se parte de una cinta cerrada de dos caras, se hace un corte, se gira uno de los extremos y se vuelve a pegar. De esta forma, si se recorre la cinta por una de sus caras, nunca se permanece en ella sino que se recorre de forma continua lo que antes eran dos caras. 14 Veremos más abajo que el Atributo es lo que el Intelecto percibe como esencia de una cosa (Axioma IV, Primer Libro). Dios piensa la realidad no sólo infinitamente, sino absolutamente infinita, por lo que los aspectos de la realidad (pensamiento, extensión, etc.) tienen que existir infinitamente expresados de infinitas maneras, para que se correspondan unívocamente con el Intelecto Absoluto de Dios. 15 E2PVIIScol 16 La palabra ‘paralelismo’ no es usada por Spinoza, pero expresa bien el concepto contenido en E2PVIIScol: “Un modo de la extensión y la idea de ese modo son una y la misma cosa, expresada de dos maneras”. El paralelismo de los modos esta sustentado en el hecho de que los atributos de la sustancia, como la extensión y el 17 una misma cosa con la existencia de infinitas cosas en la realidad, es decir, el Pensamiento y la Extensión deben ser considerados como una misma manifestación de ese existir. Los polos de la realidad tienen que corresponderse con lo que en ella ocurre, en existencia unísona o paralela. Los detalles de cómo se justifica este ‘paralelismo’ entre Pensamiento y Extensión, y sus consecuencias en la ética espinosiana se discutirán en el tercer capítulo de este texto. Por lo pronto se estudiará cómo, en el sistema espinosiano, el paralelismo como resolución del problema del dualismo esta garantizado por (y sustentado en) la vindicación del atributo extensión como parte de la sustancia infinita 17 . Argumentando que la extensión es también atributo de Dios –tanto como lo es el pensamiento inmaterial– inicia Spinoza su lucha contra una forma de concebir la realidad como una serie de compartimientos estancos y jerárquicos, entre los cuales la conexión es impensable (y en el que pensar la conexión es colocarse en un punto superior que permita concebir esos límites 18 ), para sustituirla por un sistema de superficies infinitamente relacionadas, entre las cuales están las ideas del pensamiento. Para poder pensar las pensamiento, son claramente distintos pero no son entes diferentes, como puede verse en E1PXScol: “Aunque uno conciba dos atributos realmente distintos, es decir el uno sin la ayuda del otro, no podemos sin embargo concluir que constituyen dos entes, o dicho de otro modo, dos sustancias diferentes”. 17 Lo extenso como infinito perteneciente a Dios está directamente relacionado con la concepción de infinito en Spinoza, que busca evitar el mal infinito hegeliano, aquel que no se realiza jamás, que no está completo y contenido en sí mismo. Hegel lo plantea como “Lo infinito propuesto como lo contrario a lo finito, en una relación en la cual están como cualitativamente otros, debe ser llamado el infinito espurio” (Hegel, G.W.H., Ciencia de la Lógica. Buenos Aires: Hachette. §277.). No existe pues infinito como lo contrario a lo finito, o lo que está más allá de él, producto de una adición interminable de finitos. Lo que debe entenderse, afirma Hegel, es que “la finitud es solamente como trascendencia de sí misma; por tanto contiene infinitud, lo otro de ella misma” (Ciencia de la Lógica, §293). Spinoza argumenta que lo finito se debe a que “prestamos atención a la cantidad tal cual ella es en la imaginación” (E1PXVScol). Si prestamos atención a lo que es en el intelecto nos damos cuenta que “la materia es en todas partes la misma, y que uno no distingue partes en ella sino a condición de concebirla, en tanto que materia, afectada de maneras diversas, de tal forma que esas partes no se distinguen que por la manera, y no en realidad” (Ídem). En consecuencia, podemos comprender el infinito como aquello que no puede ser limitado más que por sí mismo, y por tanto es un infinito cualitativo. Así también lo entenderá Hegel: “En el ser-por-sí, el ser cualitativo encuentra su consumación” (Ciencia de la Lógica, §318). Y también puede comprenderse como un infinito actual o en acto (que no es finito ni indefinido) como veremos en el individuo, como relación entre infinitos corpore simplissima, equivalentes a un grado de la potencia infinita de Dios. Esta noción de individuo como infinito actual contribuye a eliminar de él la tristeza de la finitud, tal como la concibe Hegel: “El pensamiento de la finitud de las cosas conlleva esta tristeza porque es negación cualitativa llevada hasta el extremo, y en la singularidad de tal determinación no resta a las cosas un ser afirmativo distinto a su destino de perecer” (Ciencia de la Lógica, §250). 18 Por el contrario, Spinoza propone como la máxima sabiduría el conocimiento de la interdependencia de todas las partes en la sustancia única, esto es, el amor intelectual por Dios. E5PXXX: “Nuestra Mente, en tanto que se conoce y conoce el Cuerpo bajo el aspecto de la eternidad, posee así necesariamente el conocimiento de Dios, y sabe que es en Dios y se concibe por Dios”. 18 conexiones de la realidad sin establecer jerarquías presupuestas, Spinoza emprende la labor de igualar el estatus de la menos valorada de las agrupaciones ontológicas: lo extenso. Contra la idea de que la res extensa podía ser considerada un atributo de Dios se acumulan argumentos que Spinoza discute para refutar a los que “niegan que Dios sea corporal” 19 . Esta discusión se desarrolla como un diálogo en el que se hacen presentes las objeciones de aquellos que niegan la posibilidad de que la materia sea un atributo divino, y las respuestas de Spinoza a esas afirmaciones: 1. “Por cuerpo entendemos cualquier cantidad que tenga longitud, largo y profundidad, limitada de alguna manera por una cierta figura; nada más absurdo que eso puede decirse de Dios, es decir, del ente absolutamente infinito”. A este primer argumento Spinoza responde de forma indirecta, afirmando que aquellos que aseguran que la extensión no es parte de la naturaleza de Dios, no son capaces de explicar con qué potencia crea lo extenso. Spinoza “al menos” (como él mismo afirma) refuta esta explicación que utiliza el argumento de la ‘creación’ (que en última instancia no explica nada), basándose en lo que después constituirá el V axioma del Primer Libro de la Ética, a saber, que “las cosas que no tienen nada en común entre ellas no pueden comprenderse la una por la otra”, y así demuestra que Dios y la extensión no pueden tener una relación causa-efecto, que es la que posibilitaría dicha comprensión 20 . Per absurdum explica Spinoza en el Corolario de E1PVI, que si Dios es la causa de la extensión, esta no es una sustancia (porque las sustancias son causa sui). Entonces, si no es creada por Dios, y volviendo al Escolio de E1PXV, “la sustancia extensa es uno de los infinitos atributos de Dios”. 2. “La materia se divide en partes” y por tanto, no puede ser infinita ni pertenecer a Dios. A este argumento Spinoza responde que la sustancia no es divisible 21 , y que esta 19 La naturaleza corporal de la divinidad (y por ende todo lo citado en la lista que se presenta a continuación) se discute en E1PXVScol. 20 Por el axioma IV: “El conocimiento del efecto depende del conocimiento de la causa y lo envuelve”. 21 E1PXII: De afirmarse la divisibilidad de la sustancia debe postularse que sus partes conservan o no la naturaleza de la sustancia. En el primer caso, “cada parte tendrá que ser infinita y causa de sí misma, y deberá consistir en un atributo diferente, y por tanto de una sola sustancia se podrá constituir varias, lo cual es absurdo. Añádase que las partes no tendrán nada de común con su todo, y que el todo podría ser y concebirse sin sus partes, absurdidad de la cual nadie podrá dudar”. En el caso de que la divisibilidad se explique como resultado de que las partes pierden la naturaleza sustancial “entonces, cuando se haya dividido toda la sustancia en partes iguales, ella dejaría escapar su naturaleza de sustancia, y cesaría de ser, lo cual es absurdo”. En el primer caso, las partes serían múltiples sustancias independientes de la sustancia original. En el segundo, en el proceso de ir extrayendo partes no sustanciales de la sustancia, esta desaparecería al quitarle la última porción divisible, y las 19 división tan solo es modal, como uno de los polos de su existencia 22 . La Extensión no es una cantidad infinita que se mediría, de forma absurda, en partes finitas (lo que daría infinitos de distintos tamaños, p.e. si medimos en pies o en pulgadas), sino una cantidad infinita que se mide, imaginariamente, en partes, y que depende de los modos de la sustancia, es decir de la forma en que se expresa esta en los modos finitos. 3. Si la materia se dividiera realmente en partes tendría que existir el vacío en la naturaleza, cosa que Spinoza no acepta. Sólo este vacío garantizaría que una parte fuera realmente distinta de la otra, es decir, que las partes estuvieran separadas unas de otras. Además, el horror vacui de la naturaleza haría necesario que ‘algo’ garantizara que las partes se adaptaran unas a otras perfectamente, sin dejar espacio vacío 23 . Pero postular ese ‘algo’ es afirmar de nuevo una sustancia, lo cual es un argumento tautológico y multiplicador, del tipo ‘las partes de la sustancia están unidas por una sustancia’. Por el contrario, la divisibilidad de los modos, que son una manera de presentarse la sustancia, está garantizada por la continuidad de lo extenso. Si esto no fuera así, eliminar una parte cualquiera forzaría un reacomodo de las partes restantes, con la finalidad de evitar el vacío, lo cual niega la postulada independencia o distinción entre las partes, que entonces dependerían de un principio finalista de horror vacui. Esta distinción de las partes es pues, el producto de la manera en que se presenta la materia. El agua, en tanto que agua contenida en la oquedad de una mano, puede ser concebida como divisible, distinguible como superficie extensa distinta a la mano; pero como materia, en tanto que esta indivisiblemente unida a la mano (sin que exista vacío o ausencia de ser entre el líquido y la superficie de la piel) es tan sólo un continuo de extensión que se distingue sólo como imagen de un modo. De esta forma, “reconocer la indivisibilidad de la extensión […] es reconocer su infinitud y, elevándola así por encima de lo ‘creado’, convertirla en atribuible a Dios” 24 . sustancias, al ser causa sui, no pueden dejar de existir (ver también E1PVII: “Existir pertenece a la naturaleza de una sustancia”). 22 Es decir, su existencia eterna y su existencia en la duración. Negri lo explica admirablemente con la ecuación: “Si Dios es todo, todo es Dios”, de la que extrae la siguiente conclusión: “La diferencia [entre ambos lados de la ecuación] es importante: en un lado un horizonte idealista, en el otro lado una potencialidad materialista”. (Negri, op. cit., p. 64. [Traducción nuestra]) 23 Spinoza no puede aceptar vacío porque esto negaría la infinita interconexión y determinación de los singulares entre sí en el todo de la sustancia. 24 Gueroult, Martial. (1968). Spinoza. París: Aubier-Montaigne. Tomo I (Dieu). p. 217 20 4. “La materia padece afecciones”. Y Dios no puede padecer, ni depender de una composición de partes, ni ser sujeto a corrupción por desagregación de partes. Spinoza responde que no existe otra sustancia además de Dios, que pueda ejercer un efecto sobre él, y por tanto no puede padecer o sufrir la acción de otra cosa sobre él. Esta nopasividad de Dios es consecuencia de la inequívoca utilización del concepto de Dios como sustancia infinita, que como tal, no puede estar limitada por la existencia de otra sustancia 25 . De esta forma procede Spinoza para argumentar que la res extensa es un atributo de la sustancia infinita, dejando de lado las concepciones que la clasifican como receptáculo de las formas, causa del mal por su naturaleza corruptible, ausencia de ser o elemento prescindible o incognoscible para el intelecto. Así, lo extenso queda equiparado con la res cogitans en calidad de atributo de Dios, lugar que esta última ocupaba sin cuestionamientos debido precisamente a la inmaterialidad del pensamiento, que lo hacía más acorde con la trascendencia y lo supra-terrenal. ¿Cuál es el propósito de destacar el papel de la Extensión? Spinoza no emprende esta exigencia sólo para afirmar que el individuo es una sustancia corporal y mental, tal como ya lo hiciera Descartes con la res cogitans y la res extensa. Su verdadero objetivo es postular una sustancia única en la realidad, compuesta de infinitos atributos o cualidades, entre los cuales está la Extensión. Spinoza quiere establecer de jure que toda sustancia tiene que ser ilimitada, porque no puede oponerse a sí misma y no puede verse obstaculizada por sustancias de otra naturaleza. Por tanto no puede haber sino una sustancia infinita, en la que puede “aprehenderse objetivamente formas actualmente distintas, pero que, como tales, componen un solo y mismo sujeto” 26 . Las formas que pueden percibirse son estos infinitos cualitativos, sus atributos y de estos, los humanos conocen (y están constituidos por) las modalidades del atributo pensamiento y el atributo extensión. Todo lo que ocurre en duración y espacio, ocurre como manifestación de esa sustancia única e infinita, que se produce y se conoce a sí misma, lo que quiere decir que, toda idea que pueda producirse en un intelecto absolutamente infinito, 25 26 Y sin embargo, como veremos, Dios se ve afectado por sí mismo. Deleuze, Gilles. (1968). Spinoza et le problème de l’expression. Paris : Les Editions de Minuit. p. 54-55. 21 tiene necesariamente expresión paralela y equivalente en la extensión, y en todos los atributos que constituyen esa sustancia única e infinita 27 . “Dios debe hacerse conocer él mismo por sí mismo” 28 , dice Spinoza en su Tratado Breve sobre el Hombre, Dios y la Felicidad. Esta definición a priori implica no tener que recurrir a una causa externa, o a sus consecuencias para entender el concepto de Dios. Y esto es lo propio para respetar su carácter sustancial como ser increado. Esta renuencia a utilizar definiciones a posteriori representa en el Tratado Breve un primer intento de definir la sustancia única como causa sui “que además no puede ser subordinado a otra cosa porque es todopoderoso” 29 . Esto lo alcanza con mayor claridad en el desarrollo posterior de su obra 30 , en la primera parte de la Ética, dentro de las primeras ocho proposiciones en las que argumenta la imposibilidad de que una sustancia infinita pueda interactuar con algo más que con ella misma. Tratar de definir la realidad puede llevarse a cabo describiéndola como compuesta de un elemento estable que sustenta, une y posibilita unos elementos variables. Lo primero está representado por la sustancia que depende sólo de sí misma y se concibe en sí misma y por sí misma. Lo segundo por los accidentes de esa sustancia, que dependen de ella y se conciben sólo por ella. El problema se presenta cuando se va a los extremos del plano ontológico: Dios, por su eternidad, inmutabilidad y perfección, debería ser pensado como una sustancia. Pero en el caso de las cosas singulares, si bien poseen aspectos ‘sustanciales’ como la estabilidad de su forma en el tiempo y el carácter de ‘sujeto’ descriptible, también poseen las características ‘accidentales’ de color, tamaño y contingencia existencial. ¿Y el humano? Posee un alma reputada inmortal y un cuerpo perecedero… ¿Es sustancia o accidente? Si es sustancia de 27 E1PXVI: “Estando dada la definición de una cosa cualquiera, el intelecto concluye varias propiedades, las cuales, en realidad, se producen necesariamente (es decir de la esencia misma de la cosa), y tantas más propiedades cuanto la definición de la cosa expresa más realidad, es decir que la esencia de la cosa envuelve más realidad”. 28 TB1C1P1 29 TB1C1P9 30 Sus primeros intentos en el Tratado Breve, no pasan de ser repeticiones de las pruebas cartesianas, que todavía presentan el riesgo de un círculo vicioso entre la idea clara y distinta de Dios, y Dios como garante de las ideas claras y distintas. Es por esto que la metafísica de la Ética obvia tanto las pruebas a priori (la concepción clara y distinta de Dios, el hecho de que las esencias son eternas y la existencia de Dios es su esencia) como aquellas a posteriori (el hecho de que el hombre, cuyo pensamiento es finito posea la idea de Dios, que es una idea infinita, implica que este tiene que existir para ser causa formal de esa idea), y busca demostrar la existencia de Dios como sustancia única que no puede, por definición, interactuar con nada más que consigo mismo, y que es por tanto causa de sí mismo y de todo lo que existe. 22 alguna forma participa de la divinidad, y debe aclararse la forma de esta participación. Si es accidente debe justificarse su relación con la sustancia y su unicidad, en el caso de que la posea. La propuesta espinosiana, hasta donde se ha explicado aquí, no responde a estas preguntas. La polémica atribución de lo Extenso a la sustancia divina hace pensar que la realidad material está sustentada por una sustancia infinita. Con ello Spinoza logra reducir el ser y la realidad a un mismo plano, eliminando la preeminencia de lo inmaterial sobre lo material. Pero esto no permite entender el principio que permitiría pensar a Dios como sustancia única, tal como indicábamos es la meta de Spinoza, ni tampoco aclara el estatus ontológico humano. Dios como sustancia absolutamente infinita. Para mostrar la construcción de su particular sistema ontológico –que comienza por definir a Dios como sustancia única y absolutamente infinita, para pasar luego a definir al hombre como modo finito de esa sustancia–, Spinoza utiliza un método similar al que se usa para definir las figuras geométricas, método al que Deleuze ha dado el nombre de “genético”31 por consistir en definiciones hechas utilizando causas próximas situadas en el interior de la cosa definida, o en otros términos, la definición que va de la implicatio (la cosa enlazada, entremezclada, unida) a la explicatio (la cosa desarrollada, explicada, aclarada). Este procedimiento tiene como resultado un “aplanamiento del ser y la Divinidad, del atributo y el modo, hacia un solo nivel sustancial” 32 mediante una definición que parte de lo más íntimo de aquello que se va a definir, hasta el concepto definitivo: desde lo que genera hasta lo generado 33 . La esencia de una cosa es lo implícito, y la existencia es su determinación, la cual se lleva a cabo desplegando, desarrollando o produciendo aquello que se encuentra envuelto en la esencia, haciéndolo explícito. En este sentido Dios se ‘auto-determina’, ya que su esencia es 31 Deleuze, Spinoza et le problème de l’expression. p. 17. Este método de exposición es el more geometrico que consiste en una deducción racional a partir de axiomas y definiciones que hacen que el resultado sea necesario. 32 Negri, op. cit., p. 24 33 TREP92: “Per solam suam essentiam vel per proximam suam causam”. El ejemplo espinosiano clásico es el círculo, que se genera por el giro de una línea fija en un punto. La línea girando es el generador, el círculo es lo generado. 23 causa de su existencia. Es también de esa forma, de lo implícito a lo explícito, como se construye la Ética y el concepto de Dios como sustancia absolutamente infinita 34 . Esta definición de Dios está pues elaborada con la relación que Spinoza establece entre aquello que se concibe a sí mismo (en todas las acepciones de concipio: expresar, dar cabida, entender) y los resultados de esa concepción. Una tensión dinámica (y eterna) por sobre el horizonte de lo que se encuentra en el interior de la sustancia (la esencia) y lo que se encuentra en su exterior (la existencia). Y aquí las palabras ‘interior’, ‘horizonte’ y ‘exterior’ (conocimiento de la imaginación) no deben prestarse a confusión, ya que la sustancia no está determinada desde adentro, como desde un núcleo incognoscible que produce una excreción aparente (y por ello prescindible e innecesaria) cuyo estatus ontológico se ha degradado en el proceso de exteriorizarse. Núcleo y corteza visible conforman una unidad de relaciones dinámicas interactuando y determinándose entre sí en el horizonte entre lo eterno y lo temporal 35 . El núcleo implica una corteza y la corteza es un desarrollo de lo que está implicado en el núcleo, una explicación de lo que allí se encuentra envuelto 36 . La sustancia es así una naturaleza productora (Natura Naturans) que se muestra en una naturaleza producida (Natura Naturata) 37 . Es pues, lo que los comentaristas explican como la infinitud de actividad productiva y el resultado expansivo de esa actividad 38 , o como la terna: lo que se expresa (sustancia), la expresión (atributo) y lo expresado (esencia) 39 . El “método genético”, sin embargo, no es el único utilizado por Spinoza para consolidar el sistema de su Ética. Como de primordial importancia para sentar las bases de lo que será la 34 El método genético evita, por otra parte, el problema del conocer como una acumulación ‘exhaustiva’ de propiedades del objeto, sustituyéndola por un conocimiento de las causas que revelan la naturaleza de aquello que se quiere conocer. De ahí que, para Spinoza, Dios sea comprensible por la Mente humana. 35 Este horizonte es antropomórfico en sí, es decir, es el resultado de que seamos un modo de existencia. El conocimiento que nos permite ver a través de él, desde nuestra subjetividad hasta la infinitud es el que constituye la verdadera virtud. 36 E1PXIX: “per Dei attributa intelligendum est id, quod Divinae substantiae essentiam exprimit, hoc est, id, quod ad substantiam pertinet: id ipsum, inquam, ipsa attributa involvere debent” [por atributo de Dios debe entenderse lo que expresa la esencia de la sustancia Divina, es decir, eso que pertenece a la sustancia: es esto mismo lo que deben envolver los atributos. Traducción nuestra]. 37 E1PXXIXScol. Este concepto, ya presente en el Tratado Breve, posee el mismo carácter incompleto que señalábamos en la Nota No. 9 (y que lo pone en relación con las corrientes que explican la relación entre infinitud y finitud como una emanación que degrada el ser), ya que no explica el enigma de esa unión indivisible, como sí lo hará en la Ética por medio de la identidad entre esencia y potencia de Dios, y la necesidad de verse afectado infinitamente. 38 Matheron, Alexandre. Individu et communauté chez Spinoza. Les Editions de Minuit. Paris, 1988. p. 12. 39 Deleuze, Spinoza et le problème de l’expression, p. 21. 24 definición de la sustancia única, Spinoza alterna el método genético con el método de reducción al absurdo para explicar ciertos conceptos. Contrariamente al primero, la reducción al absurdo va de afuera hacia adentro, mostrando que rehusarse a aceptar lo que allí se afirma es contradecir las evidencias elementales que expresan las definiciones de la substancialidad, de la causa sui, del atributo, etc. El procedimiento por el absurdo es pues necesario “para hacer evidente la naturaleza de la cosa a partir de la cual será posible la génesis” 40 . Es una pedagogía que sólo debe ser usada cuando se trata de proposiciones negativas 41 . También para exponer evidencias primarias, indemostrables: mostrando la absurdidad de las proposiciones que las niegan, las quimeras que envuelven, las ficciones verbales que están contenidas en ellas 42 . Estas definiciones por el absurdo le sirven a Spinoza fundamentalmente para explicar el hecho de que toda sustancia tiene que ser infinita: 1. Si dos cosas no tienen nada en común, una no puede concebirse por la otra, y por tanto no pueden tener relación causal. Esto implica que todo lo que establece relaciones causales tiene un atributo común (E1PIII) 43 . De aquí se puede concluir que el atributo Pensamiento no influye sobre el atributo Extensión, ni viceversa. Esta independencia de los atributos tiene diversas aplicaciones en el sistema espinosiano: la autonomía sustancial y la igualación de los atributos, la negación de la voluntad como jerarquía de la Mente sobre el Cuerpo y la separación de las potencias de existir y de pensar. 2. No pueden existir varias sustancias con un mismo atributo. Si existieran varias sustancias con un mismo atributo, por ejemplo varias ‘sustancias pensantes’ (como es el caso del individuo en la propuesta cartesiana), estas tendrían que diferenciarse por sus afecciones. Si se distinguieran por sus afecciones, la diferencia no se concebiría en sí (E1Def3), y por tanto serían modos (E1Def5) y no sustancias. Por tanto los atributos constituyen una distinción real entre las sustancias, y por ello cada atributo es 40 Dentro de las proposiciones que usan el recurso del absurdo pueden encontrarse: 3, 5, 6 (2da. Dem), 8 (Dem), 11 (Dem 1, 2, 3), 13, 14, 21, 22, 26, 33 (Gueroult, op. cit., p. 39, nota 73). 41 Ver Carta LXIV de Spinoza a Shuller. “Esta proposición podría demostrarse mejor por una reducción al absurdo, y usualmente escojo este modo de demostración cuando se trata de una proposición negativa, porque concuerda con la naturaleza de las cosas”. Cuando se intenta definir lo que algo ‘no es’ resulta más claro y menos engorroso plantear ‘lo que sería’ si lo contrario a la proposición negativa fuera cierto. 42 Gueroult, op. cit., p. 180 43 Precisamente, un atributo es lo que se piensa como propiedad esencial de algo. E1Def4: “quod intellectus de substantia percipit, tanquam ejusdem essentiam constituens” [todo lo que el intelecto percibe de una sustancia como constituyendo su esencia]. 25 “considerado verdaderamente” 44 una sustancia. Es decir, considerado en sí mismo (Def. III del Primer Libro) y de forma verdadera porque se tiene una idea clara y distinta de cada uno de ellos (Axioma VI del Primer Libro). Cada atributo posee características sustanciales: se posee una idea de ellos, y esta idea es concebida por ellos mismos, es decir no es producida por otra cosa. De esta forma, los atributos representan aquello por lo que se conoce y se distingue a una sustancia, y esta pierde la cualidad de ser un substrato ignoto e indiferenciado 45 . Las ‘sustancias pensantes’ son verdaderamente una sola sustancia: el atributo pensamiento, y lo que Descartes considera como sustancias separadas se debe a una distinción numérica. 3. Las sustancias no ejercen influencia entre sí. Esto es evidente, porque si una sustancia es producida por otra, entonces tiene que ser conocida por su causa y no por sí misma (E1PVIDem2), lo cual no es propio de una sustancia. 4. Una sustancia no puede ser finita. Una sustancia finita tendría que estar limitada por sí misma o por otra sustancia. Estar limitado por sí mismo es absurdo porque implicaría la coexistencia de elementos afirmadores y negadores de la existencia en su definición46 , lo que es contradictorio. Estar limitado por otra sustancia implicaría que esta tuviera el mismo atributo, lo cual ya quedó probado como absurdo (E1PVIIIDem). Por tanto, cada atributo –como sustancia– es infinito en sí, y alcanza su perfección por la expresión infinita de toda la realidad de la que es capaz según su naturaleza 47 . Las proposiciones III, V, VI y VIII del Libro Primero, usan la reducción al absurdo para que el entendimiento encadene las causas que conllevan la definición de la infinitud de cada atributo. A partir de ellos Spinoza habla de “sustancia de un atributo” 48 , con las características que corresponden con la sustancialidad: ser concebida en sí misma, y nunca limitada por otra cosa o por sí misma (infinita, perfecta y eterna). 44 E1PV Gueroult, op. cit., p. 119: “La demostración [de la Proposición 5] de la Ética es más rica en sus prolongaciones, porque ella, a un mismo tiempo, exorciza el concepto de un substrato de las cosas oculto e indiferenciado, y funda positivamente, y de manera necesaria, el atributo como esencia constitutiva de cada sustancia” (Traducción nuestra). 46 E2PIV 47 Spinoza asocia realidad a perfección, tanto en E1PIX como en la Def. VI del Segundo Libro. 48 Desde E1PVIII: “Sustantia unius attributi non, nisi unica, existit” (Las sustancias de un solo atributo son únicas). 45 26 A través de la definición genética, que se presentará a continuación, se aclarará la idea (que hasta ahora solo es un esbozo hecho de proposiciones negativas), de que Spinoza va a privilegiar en el concepto de sustancia la definición que la postula como lo más básico ontológicamente hablando, es decir la función de ser el fundamento metafísico de todo, y por lo que todo existe, albergando sus propiedades y soportando sus cambios. Su concepción de sustancia conservará también el aspecto de eternidad e inmutabilidad, pero dejará de lado las concepciones de sustancia como elemento que individualiza, o tipifica; y por sobretodo eliminará la concepción de sustancia como la que aporta definición teleológica a cada particular 49 . Debe recordarse que hasta el momento, con las definiciones per absurdum, pareciera que la realidad está compuesta de sustancias de atributo único 50 , razón por la cual no pueden interactuar entre ellas. Pero entonces, tiene que existir una explicación que integre los elementos de la realidad (las cualidades que pueden percibirse en ella), y que de razón del nexo existente, específicamente entre el pensamiento y el cuerpo. Debe darse cuenta tanto de la unidad como de la distinción entre lo que percibimos como Extensión y Pensamiento delimitados de forma que pueden distinguirse clara y distintamente. Los atributos como multiplicidad esencial. ¿Los atributos son sustancias separadas? debería ser la primera pregunta a responderse. Después de postular que toda sustancia necesariamente es infinita (como consecuencia de la imposibilidad de su auto-limitación o de su limitación por una sustancia de otra naturaleza), el paso siguiente de la metafísica espinosiana, tal como se presenta en la Ética, es probar que estas sustancias de atributo único son realmente “el desarrollo de una contradicción, la misma 49 Todas estas características de la sustancia definidas por Aristóteles en Categorías y en Metafísica Z y revisadas, refutadas o adoptadas en las diversas concepciones y usos que se ha dado al concepto en la historia de la filosofía hasta el sigo XVII. 50 Macherey hace la corrección a la denominación “sustancias de un solo atributo” que hace Gueroult por consistir en una confusión de unicus con unius en el concepto espinosiano substantia unius attributi. “Tal concepción es absolutamente extraña al espinosismo, lo que M. Gueroult él mismo explicó magistralmente: «La numeración [de los atributos] no puede terminarse porque jamás comenzó, por esta buena razón es que no hay ninguna numeración». No se pasa de los atributos, que serían dados uno por uno, a la sustancia por medio de una progresión al infinito”. (Macherey, Pierre. (1990). Hegel ou Spinoza. París: La Decouvérte. p. 126. [Traducción nuestra]). 27 que identifica en la sustancia su unidad absoluta y la multiplicidad infinita de sus esencias” 51 . Los atributos no preceden a la sustancia única ni son posteriores a ella: son la sustancia única en la absoluta manifestación de su realidad. Si se habla de manifestación de un absoluto, o producción del mismo, este absoluto no puede consistir en oposiciones que se suceden progresivamente hasta agotar las posibilidades de la realidad. Tiene que ser la manifestación articulada de esa multiplicidad infinita toda de una vez. Hasta este momento se genera la aparente contradicción de hablar de sustancias, en plural, cuando el objetivo es demostrar la existencia de una sustancia única. Pero el término “sustancias de atributo único” solo representa la transición necesaria para demostrar que cada uno de los atributos de Dios posee el mismo estatus ontológico: se concibe en sí mismo, es infinito y eterno. Esto no significa que existan por sí mismos, cosa que Spinoza nunca afirma. Los atributos son la forma en que se expresa (y por la que es concebida) otra cosa: la esencia de la sustancia absolutamente infinita 52 . Los atributos son, a la productividad espontánea del ser de la sustancia, lo que sería una valoración o distinción cualitativa de la realidad que así se crea. Los atributos son así “el principio de la articulación de los varios niveles de la realidad” 53 . En el momento en que Spinoza logra demostrar su implicación en una sustancia única (a partir de E1PXI), el sustantivo ‘sustancia’ se usará exclusivamente en singular. Las sustancias de atributo único (Ej. Extensión, Pensamiento) pueden percibirse (y concebirse) existiendo, se tiene una idea clara y distinta de ellas en la realidad. Lo que no implica que son la ‘apariencia fenoménica’ de la sustancia como cosa en sí. Los atributos son reales, son forma sustancial y contenido sustancial. Tal como ocurre con las sustancias, los atributos no pueden ser causados por un ente externo. No son emanación pasiva, está en su esencia la causa de existir, es decir, son causa sui. Pero esto no significa que sean existencias autónomas, ‘increadas’, lo que implicaría regresar a la concepción de una discontinuidad en la 51 Y no los “elementos simples” de los que se compone como pareciera interpretar Gueroult, (Ver Gueroult, op. cit., p. 109) lo que implicaría que existieran intermediarios poseyendo dos, tres, cuatro o más atributos, cosa que niega expresamente Spinoza en su Carta 64 a Shuller. (La cita entre comillas está en Macherey, op. cit., p. 127, y forma parte del extenso comentario que hace Macherey sobre el tema. 52 Tal como dice Macherey (Macherey, op. cit., p. 114), Spinoza no inicia la Ética con Dios. Llega a él en algún momento después de una serie de demostraciones. Pero desde el inicio ambos conceptos están claramente definidos. Def4: “Por atributo, entiendo lo que el intelecto percibe de una substancia como constituyendo su esencia”, y poco después, Def6: “Por Dios, entiendo un ente absolutamente infinito, es decir, una substancia que consiste en una infinidad de atributos, cada uno de los cuales expresa una esencia eterna e infinita”. 53 Negri, op. cit., p. 51 28 cadena causal, y por tanto una instancia metafísica ‘superior’ que escapa de la necesidad de una causa, aunque sea una interna, favoreciendo el estilo de pensamiento de aquellos que “no acostumbran a buscar conocer las cosas por sus primeras causas” 54 . Los atributos no deben confundirse pues, ni con formas vacías de la divinidad, ni con percepciones subjetivas de la sustancia, ni con nombres atribuidos a un universal 55 . Ellos no son meros reflejos de la realidad en el entendimiento, sino la producción de esa realidad incluso en el entendimiento. Tampoco pueden tomarse como determinaciones que limitan a Dios. Por el contrario, Dios es ens realissimum, es decir, el ente que es la relación entre todas las perfecciones de la realidad. De su esencia debe desarrollarse ‘genéticamente’ un absoluto, esto es, una multiplicidad de infinitas cualidades infinitas. Estas no irán oponiéndose las unas a las otras, complementándose o superándose en su devenir. La infinitud en Spinoza no es una sucesión numérica, ni una suma aritmética. La infinitud es actual, presente en cada instante, en todo lo que existe. La unicidad divina no depende de que este sea un ente simplísimo y sin predicados. La sustancia única es simple porque es indivisible, pero ello no implica que no albergue una absoluta complejidad en su esencia. Dios es “abigarrado, pero indivisible; constituido de atributos heterogéneos, pero inseparables” 56 . Su unicidad depende del hecho de que los atributos constituyen un acto único e indivisible de la sustancia, por el cual, “todos al mismo tiempo, de la misma manera y con la misma necesidad, se causan y causan sus modos” 57 . La existencia de Dios no debe “resultar de la existencia de sus atributos constituyentes” 58 , porque esta síntesis de elementos disímiles comprometería su unidad. Es decir, Spinoza quiere demostrar la absolutidad de Dios por sus características sustanciales, por la necesidad interna que conlleva la producción de estas características, y no visto desde 54 E1PVIIIScol2 “La imposibilidad de asimilar los atributos a los universales se asevera además de otra manera: 1. Los universales ‘no son nada’ (TB1C6P7). Los atributos son los más perfectos y los más reales de todos los seres, debido a que existen necesariamente por sí (E1PXX). 2. Los universales son ideas imaginarias inadecuadas, mutiladas y confusas (E2PXLScol1), y las ideas que tenemos de los atributos son ideas adecuadas del entendimiento, claras y distintas (E2PXLV). 3. Los universales son seres de razón, es decir nadas (neants) que no pueden causar nada (E2PXLVIIIScol). Los atributos son realidades infinitas y perfectas, que son causa de si y causas por si de la infinidad de sus modos (E1PXIXScol). Para una discusión detallada de estas posibles confusiones ver el Apéndice No. 3 de Gueroult, op. cit., p. 444. 56 Gueroult, op. cit., p. 447 57 Ídem. 58 Gueroult, op. cit., p. 184 55 29 afuera como un conjunto de atributos 59 . Ellos son el resultado genético de una necesidad interna: la esencia de lo absoluto. Los atributos infinitamente perfectos deben usarse pues, para entender la necesidad de una sustancia única, no de la cual ellos emanan y que las reúne dentro de sí, sino de la cual ellos son expresión esencial. Para ello Spinoza propone desde el inicio la noción de Dios como sustancia absolutamente infinita, es decir, como una sustancia infinitamente infinita, o constituida por una infinidad de atributos infinitos. De esta forma la perfección de Dios es mayor que la de sus atributos, es decir, es absoluta, y no, como en los atributos, relativa a su naturaleza. De la esencia de Dios como ens realissimus¸ la mayor de las perfecciones debe desarrollarse genéticamente la realidad, tiene que generarse una infinita multiplicidad que se constituya en un absoluto. Ya que la sustancia no puede tener límites, y los atributos son la sustancia en su infinitud, y tienen que ser infinitos en sí mismos y constituir esa multiplicidad. No es la suma de ellos, uno a uno, progresivamente, lo que constituye la esencia de Dios. Es su manifestación infinita, infinita de una vez. No como un ‘Todo’ rígido, completo y acabado, sino como producción bajo una especie de eternidad 60 , “movimiento irresistible, por el cual los atributos pasan y se unifican en la sustancia que se los apropia” 61 , como eterna expansión de la realidad. En cada instante, Dios se manifiesta ‘de una vez por todas’, en absoluta infinitud, y la duración, el pensamiento y la extensión son los fragmentos que los hombres logran percibir de ese absoluto. Los atributos son la producción divergente y omni-abarcadora de una unicidad: la de Dios. “Aunque se conciba dos atributos realmente distintos, es decir el uno sin la ayuda del otro, no podemos sin embargo concluir que ellos constituyen dos entes, dicho de otro modo dos sustancias diferentes; porque es de la naturaleza de la sustancia que cada uno de los 59 Esta es la conocida Paradoja de Russell. Dios, en el sistema espinosiano, tendría que ser un conjunto que se contiene a sí mismo. Pero no puede ser el conjunto de todo lo que no se contiene a sí mismo y al mismo tiempo estar dentro del conjunto, como algo que se contiene a sí mismo. Es por esto que Dios no puede ser concebido como un conjunto de elementos que le son propios. 60 “sub specie aeternitatis” (Ver E2PXLIVCor2, E4PLXIIDem, E5PXXII, E5PXXIIIScol, E5PXXIX, E5PXXX, E5PXXXIDem, E5PXXXVI). Este término espinosiano indica el conocimiento adquirido por la naturaleza de la razón, cuya naturaleza es percibir las cosas como necesarias y no contingentes. Este conocimiento se da en forma de nociones que explican lo que es común a todo y que por tanto no tienen ninguna relación con las esencias singulares, ni con la duración. Pero bajo una especie de eternidad encontramos también la idea –necesariamente existente en Dios– de la esencia de cada Cuerpo humano, por lo que esta idea es alguna cosa que pertenece necesariamente a la esencia de la Mente humana. La eterna actualidad de Dios se comprende cuando se comprende esa cosa eterna que tiene la Mente humana: su esencia singular. Ver las cosas bajo una especie de eternidad es también ver su indiferencia teleológica, o la instantaneidad con que ocurren los afectos. 61 Macherey, op. cit., p. 123. 30 atributos se conciba por sí” 62 . Concebirse por sí, es precisamente, no estar sujeto a causalidad externa (Axioma 5), pero ello no implica el pertenecer a sustancias separadas. Los atributos se conciben independientemente los unos de los otros porque son la expresión autónoma de la multiplicidad que encierra la esencia de lo absoluto. Además no dependen del entendimiento, como si solo en él se reflejaran y existieran, sino que a un mismo tiempo que existen, se generan como ideas del entendimiento. Así, Dios es infinito desde cualquiera de los generadores esenciales de la existencia en la realidad. Es sustancia única, con infinitos atributos, que a su vez son infinitos 63 : Deus sive Natura. Esta es pues, una concepción de la sustancia que la aleja de conceptos vagos o confusos, que hablan de la sustancia como un ‘algo’ ignoto que sostiene todo lo que existe. Spinoza asimila la sustancialidad a la infinitud del ser y sus manifestaciones, es decir, a la afirmación de la realidad constituida y perfecta. El concepto de sustancia en Spinoza abandona el énfasis en el carácter estático y adopta el complejo dinamismo del ser en la realidad: potencia, producción, acto de existencia. Deja de restringirse al hypokeimenon aristotélico, como lo que subyace (subiectum) al cambio, la base invariable que sostiene los accidentes o el sujeto de todas las predicaciones, y envuelve las características que el estagirita describía en forma general en la realidad (ousia): dynamis, energeia y poiesis. Tampoco es, simplemente, como pretenden algunos autores 64 , la exacerbación de la sustancia como res per se subsistens (es decir, el ser causa de sí misma como característica fundamental, y que de alguna forma anuncia el desgaste del concepto de sustancia, que de otra forma no tiene justificación racional y que en el fondo no explica nada) en oposición a los empiristas ingleses que la entenderán más bien en su aspecto substans accidentibus, es decir, como sustrato de inherencia para los accidentes. Por el contrario, la sustancia espinosiana es la identificación del concepto de sustancia con lo real en sí, el ser, tanto en su carácter sustantivo como atributivo, pero sobre todo asociada a la idea de infinitud debida a la producción sin límites y a su potencia de existir. 62 E1PXScol E1PXI 64 “Puede resumirse este proceso disolutivo de la sustancia en pocas palabras: el supuesto sostén se transformó con Locke en un vacío e incognoscible punto de referencia de las cualidades, desapareció por completo del ámbito de lo material con Berkeley; y Hume mostró su inexistencia e inutilidad en el órden del espíritu. No es por azar, a su vez, que el racionalismo continental se haya referido a la sustancia casi exclusivamente como res per se subsistens y haya terminado con Spinoza en la identificación de la sustancia con Dios. Frondizi, Rizieri. (1970). El yo como estructura dinámica. Paidós: Buenos Aires. p. 51 63 31 Las cosas singulares son modos finitos de la sustancia. La finitud como concepto ontológico pasa en Spinoza a ser una forma, una manera en la que se expresa y se produce a sí misma la sustancia. Esto traerá consecuencias importantísimas para la lucha espinosiana contra el poder omnímodo y trascendente que aprovecha las categorías infinito-creador/finito-creado como una relación que justifica sumisiones. Dada la importancia de este aspecto de la filosofía de Spinoza se dedicará para su desarrollo el Capítulo III del presente trabajo. Por lo pronto téngase en cuenta que la esencia eterna de las cosas singulares es la participación intensiva (como no separable en porciones extensas o como grado de una cualidad) en esa substancia infinita e infinitamente variada. Y en cuanto a su existencia, la cosa singular no es un ente separado y autónomo, sino que es lo que es por una interacción infinita. Esto queda claro cuando Spinoza afirma que “toda cosa singular no es tal cosa sino por el infinito de causas que ella envuelve” 65 . La finitud es la mismidad polar de lo que se causa a sí mismo, porque es la expresión de esa causalidad, la forma en que se manifiesta. Esta sustancia de la que forma parte determina entonces no sólo la esencia de su singularidad, inscrita en esa infinitud, sino también su existencia, ya que son las causas externas a la cosa singular las que la sustentarán. Esta relación causa-efecto entre la cosa singular y la sustancia única e infinita no es tomada de la experiencia ni está “instituida arbitrariamente por Dios en nosotros como una fórmula vacía” 66 , sino que esta basada en el hecho de que el efecto envuelve a la causa (así como el cuerpo lo hace con sus genes) y la sustancia es en y por lo que se dan todas las cosas. ¿Podría decirse que las cosas singulares son sustancias? En el caso de los individuos, puede observarse que están separados unos de otros en la realidad. Esta distinción numérica implica que “si en la naturaleza existe un cierto número de individuos, es necesario que se de una causa para que existan aquellos individuos y no un número mayor o menor” 67 . levanta dos problemas: 65 Gueroult, op. cit., p. 96 Ídem 67 E1PVIIIScol2 66 Esto 32 1. La causa de la distinción no puede ser la limitación de una sustancia producida por otra sustancia porque sólo aquellas que posean una naturaleza común (esto es, solo aquellas que pertenezcan a un mismo atributo) pueden interactuar entre si (Axioma IV del Primer Libro), tal como se estableció en el razonamiento per absurdum. Si los individuos fueran sustancias, tendrían que estar limitados por sustancias de su misma naturaleza que interactuaran con ellos. Y aquí se presenta el problema, porque los individuos no solo no se limitan los unos a los otros, sino que, en el caso de que dos sustancias poseen una naturaleza común, no podrían ser distinguidas numéricamente, salvo por sus accidentes. Tendría que hablarse por ejemplo de una ‘Sustancia Humana’, en la que los individuos, los hombres, se corresponderían con accidentes particulares de esa sustancia (unos más bajos que otros, unos menos pesados que otros, unos más claros que otros). Con los perros se presentaría el mismo problema, y tendría que postularse una ‘Sustancia Canina’. Pero como entre la ‘Sustancia Humana’ y la ‘Sustancia Canina’ también existe distinción, tendría que postularse una ‘Sustancia Animal’, de la cual son accidentes particulares los humanos y los caninos. Y si se piensa que es una distinción cualitativa entonces no podría haber interacción entre ellos. Y así sucesivamente. Tal proceder multiplica las sustancias concebibles, desviando el problema hacia la jerarquía entre ellas sin resolver el problema de su interacción; y reduce la singularidad a un accidente, consecuencia que no es aceptable para el sistema espinosiano 68 . 2. La causa de la distinción tiene que ser externa. Ya que no puede ser por otra sustancia, ni puede ser una auto-limitación (porque ningún ente limita consigo mismo, ni se limita a sí mismo 69 ). Pero una causa externa sólo puede actuar sobre algo finito (E1Def2), es decir, sobre un modo, porque, como deja establecido Spinoza en su sistema, las sustancias no pueden ser finitas. Es por ello que Spinoza despoja a los individuos del carácter de sustancia y postula que la distinción numérica responde al ámbito modal, es decir, la distinción numérica se corresponde con una determinación de (o con una causa que actúa en) las expresiones de la sustancia. Como la sustancia es previa a sus afecciones (E1P1), es decir, a “las maneras en 68 Como se verá más adelante, el conocimiento de la unicidad es fundamental en la propuesta ética de Spinoza. La definición de lo singular como un accidente degrada su cognoscibilidad, o la hace contingente. 69 E3PIV 33 que ella se expresa” (Def. 5), entonces la distinción numérica es una de esas expresiones. Es en los modos donde pueden manifestarse los cambios (y entre ellos la individuación) sin que estos afecten la eternidad e inmutabilidad que le es característica a la sustancia. De ahí que no exista una ‘Sustancia Animal’, una ‘Sustancia Humana’, una ‘Sustancia Canina’o una ‘Sustancia Individual’. Lo animal, humano, canino e individual son conceptos imaginarios que reúnen expresiones o modos de una sustancia única. Debe recordarse que Spinoza afirma 70 que de la naturaleza divina se sigue necesariamente una infinidad de cosas de una infinidad de modos, esto es, todo lo que pueda caer bajo un intelecto infinito. Por tanto, la realidad de la sustancia infinita está expresada en una multiplicidad infinita de cosas finitas, a los que se da el nombre de ‘modos’ de esa sustancia. Dios es potencia de existir en la misma medida que es potencia de pensar: todo lo que cae en el intelecto divino tiene que ser idea de algo existente y todo lo existente se encuentra también en las ideas. Esta realidad existente, propone Spinoza, se produce en un modo infinito y en un modo finito de expresarse Dios. En el modo infinito, se produce el paso abrupto, la disrupción en la realidad de la Natura naturans (la sustancia infinita como productora) a la Natura naturata (la sustancia infinita como producto), en la que se mantiene todavía la infinitud del atributo, pero ya no como resultado de la existencia por sí, sino como efecto del ser infinito que es su causa 71 . Cada uno de los atributos, como infinita multiplicidad de la esencia, genera existencia en modos infinitos. Esta realidad constituida por los modos infinitos es por tanto realidad inmediatamente infinita y eterna. A este modo infinito, la totalidad de los modos producidos por un atributo, se le llama por ello inmediato, y es por ejemplo, en el atributo Extensión, el Movimiento y el Reposo como principio universal y eterno que rige las relaciones entre los cuerpos extensos. La disrupción de la sustancia en la realidad se da también en el atributo inmediatamente modificado, esto es, como un modo del modo infinito, y es a lo que se le da el nombre de 70 71 E1PXVI E1PXXI 34 modo mediato infinito 72 . Siguiendo el ejemplo anterior, Movimiento y Reposo definen relaciones entre todo lo Extenso, que como modo mediado por estas relaciones constituye la facies totius universi 73 , la superficie total del universo, todo lo que en él existe de real extenso, relacionándose en Movimiento y Reposo. De esta forma, el modo inmediato está constituido por la totalidad de las esencias eternas de cada atributo, y el modo mediato esta constituido por la totalidad de las cosas existentes, que no están en relación causal únicamente con el atributo, sino también entre ellas mismas, en la interacción con otras existencias singulares. Por último, la realidad está dada como cosas singulares, los modos finitos, que son descritos por Spinoza como: 1. Seres no-sustanciales: su esencia no envuelve su existencia 74 , es decir, no son necesarias, ni causa sui, y por tanto deben ser considerados, según el Axioma 1 del Primer Libro como siendo en otra cosa. Esto es, no poseen existencia separada de la sustancia única y por ello Dios es la causa de su perseverancia en el ser, ese impulso que los lleva a existir de una forma determinada al que Spinoza da el nombre de conatus. Son pues modificaciones de un atributo de Dios, que manifiestan su existencia. 72 E1PXXII Estos ejemplos pueden encontrarse en la carta LXIII de Schuller a Spinoza y la carta LXIV de Spinoza a Schuller. Aquí no damos ejemplos del atributo pensamiento por dos razones: primero, Spinoza no los ofrece para el modo mediato, y por tanto es obligado hacer interpretaciones que no vienen al caso en la presente investigación. Segundo, el modo inmediato de la extensión no parece simétrico con el ejemplo proporcionado para el pensamiento. El Entendimiento Absolutamente Infinito, como modo inmediato del Pensamiento, no puede ser lo mismo que el Movimiento y el Reposo. El primero puede ser interpretado como la facultad cognoscitiva de Dios, como el efecto de la totalidad de las ideas de esencias eternas. El segundo pareciera un principio por el que se establecerán las relaciones entre lo extenso. En este caso es interesante comentar (por su vinculación con los temas de esta investigación) que no estamos de acuerdo con la interpretación de Gueroult sobre esta incongruencia (Ver Gueroult, op. cit., p. 323), atribuida a la dificultad de equiparar la física de Galileo (física del movimiento) con la metafísica de Spinoza. Si el modo infinito inmediato de la Extensión tiene que corresponder con las esencias corporales eternas, estas son, precisamente, una ratio o proporción de Movimiento y Reposo, y no un elemento material con el que no se corresponderían dichos conceptos. Esto último es lo que pareciera querer argumentar Gueroult. El problema es que el Movimiento y el Reposo serían un efecto que se seguiría de la proporción de movimiento y reposo… ¿Cómo pueden ser los elementos de una relación posteriores a ella en relación causal? Para dar respuesta adecuada a esta interrogación, y quizás resolver la incongruencia, se debe evitar pensar los modos inmediatos como ‘emanaciones’. Ellos son efectos inmediatos de la actividad productiva de la sustancia única, y se puede deducir que el efecto inmediato de una infinitud de proporciones de movimiento y reposo es el Movimiento y el Reposo en el universo, como actividad del atributo extenso. De esta forma las ideas de esencia en el atributo Pensamiento tendrían que ser la consecuente actividad con esas ideas, y el efecto en el modo inmediato sería, consecuentemente, el Entendimiento de Dios. 74 E1PXXIV 73 35 2. Seres cuya causa eficiente es Dios: Dios es causa tanto de su esencia como de su existencia. Son las maneras por las cuales los atributos de dios se expresan de manera precisa y determinada 75 . Dios es pues la causa de su esencia: esta no es ‘increada’ y eterna sino que es un grado intensivo de la potencia de existencia de la Naturaleza. 3. Seres que operan necesariamente, esto es, determinados por Dios 76 . Pero esta determinación ocurre dentro del modo mediato infinito, formando parte de una infinitud de cosas, o causas externas y finitas que se determinan entre sí. Dios no puede determinarlas a través de la naturaleza infinita de un atributo, porque todo lo que se sigue de una interacción como esta resultaría necesario e infinito por univocidad de causa. Y este no es el caso de los individuos, que aparecen y desaparecen en la Naturaleza sin afectar por ello su infinito en acto. 4. Seres determinados a efectuar una parte de la potencia causal de Dios, es decir, determinadas por Dios a ser causas de un efecto particular y único, del cual no se pueden sustraer 77 . Esto hace de cada una de sus interacciones una necesidad que, como se verá más adelante, no es contraria a la libertad. Esta descripción de las cosas singulares explica su quid pero no su quod, es decir, dice lo que es una cosa singular, pero no la razón por lo que es tal cosa. No será hasta la Proposición 13 del segundo libro de la Ética que Spinoza aclare cómo están organizadas las cosas singulares entre sí y con el infinito de lo existente. Este es el tema del próximo capítulo. Adelantemos sin embargo, a guisa de conclusión y puente, las características generales de lo que Spinoza considera como individuo. De la misma forma que los modos de la Natura naturata, los individuos están dados en relaciones simultáneas más o menos amplias. Para explicar esto se utilizará el ejemplo propuesto por Spinoza del gusano presente en la sangre 78 . En este ejemplo Spinoza explica que, ese gusano, al ver los componentes de la sangre que están a su alrededor, tiende a considerar que ellos, junto a él, conforman el todo de la realidad, tal como los hombres tienden 75 E1PXXV E1PXXVI, E1PXXVII y E1PXXVIII. 77 E1PXXVII y E1PXXIX 78 Ver la carta XXXII de Spinoza a Oldenburg. 76 36 a considerar como un ‘Todo’ la parte de la realidad en la que están viviendo, y de la que tienen comprensión. Es verdad que si se abstrae la sangre de su interacción con otros componentes del organismo, esta permanece inalterable, como un todo estable, porque aún cuando alguno de sus componentes pueda destruirse, esta desaparición será compensada por el establecimiento de nuevas relaciones entre los componentes restantes. Pero esta abstracción sólo puede tomarse como un instrumento de la imaginación con un propósito determinado. El gusano que piensa en la sangre en la que vive como si fuera un todo completo, está llevando a cabo una reducción imaginaria, y esto le proporciona una idea fragmentada de su realidad. Para Spinoza un pensamiento vermiforme es el que se reduce a pensar que el mundo en el que vive es el ‘Todo’, organizado alrededor de él y ordenado para satisfacer sus fines (perspectiva antropocéntrica). Un individuo es, para Spinoza la perspectiva más o menos cerrada de una interrelación 79 . A medida que se abre el compás de la comprensión, la palabra individuo recoge niveles cada vez más complejos de interacción entre partes, desde una cosa singular, pasando por el hombre, las agrupaciones, organizaciones, Estados, o comunidades, hasta comprender la Naturaleza por entero, es decir, Dios como individuo. Lo que nunca debe perderse de vista, al ampliar el campo, es la unicidad de lo abarcado y la infinita interacción de sus componentes, que no tiene límites y por tanto número, y es por ello que debe considerarse como un infinito en acto, un infinito produciéndose causalmente. Como el propósito de esta investigación es determinar si la Mente de un modo finito es única, se deberá estudiar si esa interrelación particular a la que se llama individuo (este hombre particular y no el ‘Hombre’ en general) ya posee, desde la configuración metafísica y física de esa interrelación (en las esencias singulares eternas y en la existencia en acto), una unicidad que deba corresponderse, por paralelismo y unicidad de la sustancia, con un conjunto de ideas que también es único en su configuración; o, lo que es lo mismo, con una Mente que posee un carácter de unicidad. 79 E2PXIIIDef: “Cuando un cierto número de cuerpos, del mismo tamaño o de tamaño diferente, son llevados por los otros de tal suerte que se apoyen los unos sobre los otros; o bien, si están en movimiento, a la misma velocidad o a velocidades diferentes, de tal forma que ellos se comunican los unos a los otros sus movimientos según una cierta proporción precisa, estos cuerpos, los llamaremos unidos entre ellos, y diremos que componen todos juntos un solo cuerpo o Individuo, que se distingue de todos los otros por esta unión entre cuerpos.” 37 CAPÍTULO II Unicidad del modo. Tomando cada hombre particular como una cierta y determinada relación, más o menos amplia o inclusiva, pero irrepetible, a la que también puede llamársele individuo, puede hacerse la pregunta fundamental para la presente investigación: ¿En qué consiste su unicidad? Los individuos son modos finitos, manifestaciones de la sustancia que aparecen y desaparecen sin que esta varíe la composición total de sus relaciones. Pudiera pensarse entonces que los individuos son accidentes, meras apariciones que se corresponden con una configuración momentánea de la sustancia, ‘fenómenos’ de la misma u ‘objetivaciones’ de un pensamiento infinito; y por tanto nada más alejado de la noción de unicidad como potencia inigualable para la afirmación o la constitución de la realidad. Pero esto no es así. Cada modo finito se corresponde con una esencia única, que se corresponde con un grado de la potencia de Dios, y que no debe manifestarse solo para representar o exteriorizar su existencia; sino que en su manifestación se afirma o constituye esa perfección. Esta individuación del modo finito en Spinoza no es cualitativa ni extrínseca, sino cuantitativa, intrínseca e intensiva 1 . No es cualitativa porque la individuación no es el resultado de un accidente de la sustancia. La cualidad del atributo es esencia, y por tanto inseparable e indivisible de la realidad sustancial. Toda cualidad lo es de algo que permanece constante, una propiedad del sujeto que le es predicativa 2 . Pero los modos finitos no son formas vacías de una apariencia o meros quales que permitirían la percepción de la sustancia que los sustenta. La individuación 1 Deleuze, Spinoza et le problème de l’expression. p. 180 Como veremos, el ‘sujeto’ espinosiano no es un ‘lugar autónomo’ y separado claramente de todo lo demás, un punto de coordenadas existenciales desde el que se lleva a cabo acciones únicas y extraordinarias. El sujeto espinosiano es la acción misma, y sobre todo, la acción como resultado de una relación única con la infinitud. 2 38 de los modos no depende de una característica que pueda ser atribuida a la sustancia como si esta fuera un sujeto, ya que los modos son expresiones de ella –esto es, ni participan de, ni son parte de, ni contienen a la sustancia–, sino que son el desarrollo de su infinito en acto. Este infinito en acto permite que los individuos puedan ser cuantificados porque se determinan unos a otros constituyendo la realidad de la sustancia en infinitas relaciones. Por otra parte, la individuación no es extrínseca porque su existencia en acto “envuelve” una intensidad del atributo, es decir, es la expresión de un grado de intensidad intrínseco, o de aquello que se concibe como esencia sustancial. Los modos finitos no son la máscara externa con la que se esconde (o con la que se muestra) la sustancia. No son una emanación visible que pierde valor al alejarse de su núcleo, como una copia que se desgasta, un reflejo que se debilita, o una proyección que queda limitada por los límites de su escenario. Los modos finitos son la sustancia única que expresa su esencia múltiple, y lo hace en infinitas unicidades. Los modos finitos constituyen una serie absolutamente infinita de grados contenidos o complicados en la cantidad intensiva del atributo. En fin, la individuación no es extensiva porque no es divisible en partes de un todo, y solo puede ser dividida imaginariamente, como una forma aun limitada de conocer la realidad. Pero estas partes imaginadas no representan en ningún nivel a un individuo, ya que la individuación depende de la proporción en la que se combinan esas partes, proporción que depende a su vez de las esencias singulares, contenidas en un todo intensivo, no divisible y cuya unicidad dependen de las infinitas relaciones que sólo pueden ser establecidas por cada modo finito según su particularidad. El carácter cuantitativo de la individuación se manifiesta en la existencia. Desde el momento en que un modo finito comienza a existir en acto, se inscribe en la duración 3 , y puede ser diferenciado de forma clara de cualquier otro modo finito existente. El hecho de que se manifieste en el momento en que el individuo existe en acto no significa que no dependa también de un carácter ontológico. ¿Es la individuación cuantitativa el resultado de una 3 Lo que llama Spinoza estar en la duración es la existencia indefinida en tiempo y espacio (Def5 de la Segunda Parte), diferente de la eternidad como polo contrario de una mismidad. Esta existencia es la propia de los modos infinitos, y su captación es dada a través de la imaginación, que capta imágenes de la continuidad del tiempo como separadas en momentos sucesivos. Es por esto que es una idea fuertemente inadecuada (E2PXXX) y depende de la existencia en acto del Cuerpo, ya que la Mente es eterna (E5PXXIII). 39 diferencia en las esencias? La respuesta es importante para comprender el lugar de lo particular en el infinito de la sustancia, en ambos polos de la temporalidad: duración y eternidad. Como se verá más adelante, la unicidad de los individuos está garantizada una vez que estos existen, por la ratio que define su cuerpo, esto es, por una cierta proporción que define (particularmente) la relación entre los elementos más simples que están implicados en ese individuo. Ahora, si estas singularidades están dadas sólo por la existencia en la duración, entonces después de la muerte, en la que se pierde la conexión entre la Mente y el Cuerpo del individuo existente, lo que era individual perdería esa distinción, y pasaría a formar parte indiferenciada del infinito de la sustancia, con lo que la singularidad de los individuos sería mortal, o para ser más exactos no eterna, dependiente de la duración. Para precisar esta cuestión debe recordarse lo que se venía afirmando: el fundamento ontológico de la unicidad de los individuos está garantizado por el hecho de que “las esencias de los modos son modos intrínsecos o cantidades intensivas” 4 . Esto significa que los modos finitos existen ‘virtualmente’ (como una realidad, aunque no actualizada) en los atributos infinitos 5 . Cada atributo, como toda cualidad, contiene una serie de intensidades o grados que va hasta el infinito 6 (como del blanco más puro al negro más profundo). Esta serie va desde los individuos más simples hasta los más complejos, es decir, aquellos que son más perfectos; hasta alcanzar la perfección última en la existencia, que es la Naturaleza o Dios. Es decir que existen individuos que poseen mayor o menor intensidad que otros, y este grado intensivo depende de su realidad 7 . El punto máximo de perfección y realidad es la relación entre todos los elementos: Dios. Cada una de estas gradaciones se corresponde con la esencia de un modo finito, y de la infinitud proviene su causa (la sustancia única), que es en última instancia aquello de lo cual el modo es afección. Esta intensidad esta dada como una cantidad de relaciones. Mientras 4 Deleuze, Spinoza et le problème de l’expression, p. 179 Existiendo solo en cuanto comprendidas en los atributos de Dios (E2PVIII). Por eso el uso de la palabra “virtual”, en el sentido más contemporáneo de ‘existencia real sin existencia física’. 6 Al que Deleuze llama Infinito ‘por su causa’: “Es en este sentido que el atributo contiene, es decir complica todas las esencias de modos; las contiene como la serie infinita de grados que corresponden con su cantidad intensiva” (Deleuze, Spinoza et le problème de l’expression, p. 180). 7 Debe recordarse que para Spinoza, perfección es realidad (Ver Nota 43 del Capítulo I). Algo es más perfecto mientras mayor realidad posee, mientras más elementos de la realidad se relacionan con él en una proporción que le es propia. 5 40 mayor cantidad de relaciones posee un individuo, más perfecto es, y mayor es la intensidad que expresa, o dicho de otro modo, mayor es la existencia que produce 8 . Cada individuo posee una potencia única, su conatus, que lo lleva a establecer la cantidad de relaciones que se corresponden con su particularidad, relaciones que sólo ese modo particular podrá establecer y que por ello son únicas. La esencia es entonces una potencia para establecer relaciones únicas en la existencia. Un modo singular existe ‘virtualmente’ en el atributo, alojado en una comunidad de esencias. Su esencia singular corresponde con un grado de intensidad del atributo (y de todos los atributos en paralelo) y se diferencia de las otras infinitas esencias individuales que constituyen el atributo (y la sustancia) como lo haría el color blanco de un muro 9 , que varía en su luminosidad debido a la inclinación de los bloques que lo conforman, o a los relieves del friso, o al espesor de la capa de pigmentos que lo recubre. Bloques, friso y pintura constituyen –hacen, con la relación que establecen entre ellos– el muro en su infinita gradación y coherencia unitaria. Pero la inclinación de los bloques, los relieves del friso, el espesor de la capa de pintura son elementos que están relacionados de una manera única a lo largo de la superficie del muro, y de los cuales depende la forma en que la luz incide sobre él. Es decir, la calidad del blanco en un muro varía por intensidades que no cambian el hecho de que el muro es blanco (y es único) sin que los límites entre estos grados lleguen a ser completamente evidentes. Esto ocurre sólo en el momento en que la esencia singular (la relación entre los elementos del muro) existe en acto. Es sólo en la duración cuando puede percibirse estas diferencias particulares de lo que, contenido en los atributos sería concebido como un muro blanco. Concebido bajo una especie de eternidad, el muro blanco no es finiquitado en la representación rectangular y uniformemente blanca del atributo, sino que, enriquecido por un aprovechamiento adecuado de la imaginación, se convierte en la riqueza infinita de una multiplicidad de grados de intensidad concretadas en unicidades puestas en relación: cada grano de arena, piedra, pigmento y argamasa, en su particular disposición. 8 Puede decirse que una piedra en un museo (un fósil, un pedazo del Muro de Berlín, un meteorito) es más perfecta, tiene más realidad que una piedra cualquiera de cualquier jardín. 9 Este ejemplo es utilizado notablemente por Duns Scottus para explicar sus modus intrinsecus, y comentado por Deleuze en sus cursos sobre Spinoza: “Ahora bien , he aquí que un filósofo de la Edad Media –es aquí cuando recurro a un poco de saber– que tiene mucho genio y se llamaba Duns Scotto recurre al muro blanco, al mismo ejemplo. ¿Spinoza ha leído a Duns Scotto? Eso no tienen ningún interés porque no estoy seguro de que haya sido él quien inventó este ejemplo. Es un ejemplo que recorre toda la Edad Media en todo un grupo de teóricos”. (Deleuze, En medio de Spinoza, p. 128). 41 Este ejemplo para explicar la individuación no es aseverado de forma evidente por Spinoza, y el ejemplo del muro blanqueado es tan sólo una parte de un largo pie de página del Tratado Breve en el que explica la interacción de los modos finitos. En ella, dice que las esencias se distinguen claramente cuando pasan a la existencia, porque antes de que eso ocurra (mientras son parte de un atributo), no puede considerarse como cosa separada, pues “por ejemplo, cuando la muralla es blanqueada, no hay nada ahí que uno pueda llamar esto o aquello, etc.” 10 Este ejemplo, y tomando en cuenta los avances de su obra después del Tratado Breve, puede desarrollarse con el concepto que se viene proponiendo: puede distinguirse un esto y un aquello a manera de gradaciones que son el producto de la interacción en acto de los materiales del muro. Es en la superficie del muro donde puede evidenciarse ciertas particularidades, que sin embargo dependen de su constitución. Y es que para Spinoza cada cosa particular es una manera en la que un atributo de Dios se manifiesta de modo preciso y determinado 11 . Solo la identificación de esencias individuales “complicadas” en el atributo puede dar sentido al sistema espinosiano, y el modelo explicativo del muro blanco, aunque apoyado en una escasísima referencia, forma parte de una corriente de pensamiento sobre el tema de la individuación, y resulta coherente con dicho sistema. Todavía podría argumentarse que tal gradación de la existencia en acto se corresponde solamente con naturalezas específicas y no particulares. Tal cosa parece sugerir Martin Lin 12 . Para ello cita un pasaje de E4PXXXI: “mientras una cosa más conviene con nuestra naturaleza más nos es útil” 13 . La palabra más hace pensar a Lin en una progresión de la conveniencia entre las naturalezas de las cosas, la cual implicaría una ratio común entre los hombres, con diferencias graduales. Pero el argumento de Lin no aclara el asunto, porque en las proposiciones siguientes, Spinoza habla de convenir en naturaleza gracias a la razón, por lo que la ratio común podría explicarse de dos formas: a. Cada ser humano tiene una esencia singular, completamente diferente a la de cualquier otro, y solo logran convenir en una naturaleza común a través de la predilección racional por los afectos activos, o en general, por todo lo que pueda resultar útil a una comunión 10 TB2C20 Nota al pie No. 3 “Dei attributa certo, et determinato modo exprimuntur” (E1PXXVCor) 12 Lin, Martin. Memory and personal identity in Spinoza. [Documento en línea] Disponible: http://individual.utoronto.ca/mtlin/identity.pdf. [Consultado: Enero, 2005] 13 “…quo res aliqua magis cum nostra natura convenit, eo nobis est utilior” 11 42 de esos individuos. Los afectos activos, como se verá, se corresponden con un progreso de lo racional, en el sentido de establecer las proporciones y las relaciones que abarcan una mayor comprensión de Dios. Es de esa forma como se alcanzaría una naturaleza común con la sustancia infinita y no (en una perspectiva antropocéntrica) con los hombres. En este caso la esencia es singular y no Humana, y la conveniencia entre la naturaleza de los hombres una predilección racional. Pero también podría ocurrir que: b. Los humanos poseen una esencia común (y no una singular) y lo que ocurre es que, a pesar de esa naturaleza común, no logran convenir entre ellos porque los afectos pasivos (no racionales) los hacen diferir. Esta inferencia parece inadecuada, porque Spinoza afirma: “solo cuando viven bajo la conducta de la razón los humanos hacen necesariamente las acciones que son necesariamente buenas para la naturaleza humana y por consecuencia para cada hombre” 14 . Por tanto no hay cabida para definir una esencia ‘humana’, más allá de la que se puede establecer con respecto a la interacción con el infinito de la Naturaleza. La racionalidad constituye una naturaleza humana. “Lo más útil al hombre, es lo que conviene más a su naturaleza, es decir, el hombre” 15 , insiste Spinoza. Si se dice que algo es lo más parecido a otra cosa, no se afirma identidad, sino una base común (la razón como capacidad de relación) y una diferencia gradual (la expresión o la producción de una intensidad particular). Esa base común puede ser extendida, ampliada y perfeccionada para que los hombres convengan más. El fundamento de esa extensión es la misma razón, y por eso Spinoza concluye: “allí donde los hombre convienen en naturaleza al máximo, es bajo la conducción de la razón” 16 , y no, como pareciera sugerir Lin, debido a una esencia humana establecida ontológicamente. Hablar de una naturaleza común entre los hombres, es decir, una esencia común, no significa hablar de una similitud ontológica que concluya la existencias de una ‘esencia humana’, sino de la flexibilidad de la razón como 14 EIVPXXXV (Subrayado nuestro). EIVPXXXVCor1 16 EIVPXXXVCor2. 15 43 relación, que permitiría a dos individuos establecer la misma proporción con respecto a un conjunto de relaciones 17 . Es importante precisar por qué se afirmaba más arriba que las esencias singulares se corresponden con una determinación que no es solo el resultado de la existencia en acto 18 , sino que están sustentadas ontológicamente por unas correspondientes esencias singulares eternas. Gueroult sugiere para aclarar este punto un ejemplo presente en la Ética, en E2PVIIIScol. El ejemplo consiste en un círculo con dos rectángulos inscritos, y la idea de otros tantos rectángulos infinitamente inscribibles en el círculo. Tal como lo asevera el autor, el problema estriba en que se debe “saber como se distinguen las unas de las otras las esencias que están comprendidas en Dios como lo están los rectángulos en el círculo” 19 . Tal como se mencionaba más arriba, si sólo se distinguen porque unos existen in concreto y los otros tan sólo como posibilidad 20 , una vez que dejen de existir en la duración ya no se distinguirán, y “se desvanecerán totalmente en el ser absolutamente homogéneo del atributo, que les será tan indiferente como el bloque de mármol lo es a las formas posibles que el martillo del escultor puede hacer surgir” 21 . Pero las esencias no pueden estar en Dios en potencia, como en el bloque de mármol, porque esto implicaría una actividad trascendente de esculpir, lo cual va en contra de lo propuesto por Spinoza, que afirma que la realidad, tanto de lo eterno como de lo que está inscrito en el tiempo, están en un mismo plano, como una mismidad polar. Así, Dios tendría que ser el bloque de mármol y la actividad de esculpir y la escultura. Las esencias individuales tienen que ser la misma potencia de existir de Dios, y es por ello que, para poder ser producidas inmanente y no trascendentemente (es decir, dentro de un mismo nivel del ser, y no como producto de una relación asimétrica entre un ser perfecto y sus excreciones) tendrían que ser eternas. La dificultad estriba en que esas esencias individuales eternas, que 17 Así lo afirma Matheron: “Dos cuerpos tienen la misma naturaleza cuando sus esencias singulares, aun cuando diferentes, se asemejan lo suficiente para permitirles de jugar el mismo rol y de ocupar el mismo sitio en una misma totalidad”. (Cf. Matheron, op. cit., p. 39). 18 Como ocurre con el ejemplo de las huellas digitales (Ver Introducción), que es una individuación por contingencia del desarrollo embrionario. 19 Gueroult, op. cit., Tomo II (L’Ame). p. 98. 20 Es decir, no virtualmente como afirmábamos más arriba, sino tan sólo como algo que podría ser pero no es real. 21 Ídem 44 son Natura naturata, debido a su característica sustancial de eternidad, tendrían que estar comprendidas en el atributo, que es Natura naturans, y esto hace pensar en una contradicción 22 . Pero esta contradicción se resuelve si se toma en cuenta que los modos están comprendidos en los atributos 23 , pero lo están “como en otra cosa” 24 , y no por sí mismos. De esta forma resulta perfectamente plausible concluir tanto la singularidad de las esencias existentes en acto, como la eternidad de las esencias complicadas en el atributo expresándose en grados de su cantidad intensiva. Esto queda más claro si se considera que Spinoza sugiere en E1PXVIIScol que: “Un hombre es la causa de la existencia y no de la esencia de otro hombre; pues esta es una verdad eterna: y es por lo que según la esencia pueden convenir indiscutiblemente; pero, en el existir, ellos deben diferir; y es la razón por la cual, llegado el momento de perecer la existencia de uno, la del otro no perecerá por ello; pero, si la esencia de uno pudiera ser destruida y convertirse en falsa, se encontraría destruida también la esencia del otro”. Esta interdependencia entre las esencias podría prestarse a confusión porque haría pensar que existe una sola esencia humana para todos los individuos, que sólo se individualiza con la existencia. Pero esta no es la interpretación más adecuada. Tal como lo expone Deleuze, “cada esencia [individual] conviene con todas las otras, todas las esencias están comprendidas en la producción de cada una. Ellas son eternas, y una no podría perecer sin que las otras perezcan también” 25 . Esto no implica que la esencia no esté expresada en forma única en el atributo, sino que el hecho de estar “complicada” en el atributo la conecta irremisiblemente con todas las demás esencias, y obliga a su eternidad dentro de un infinito intensivo, constituido por grados que se imbrican necesariamente 26 . Con la existencia no ocurre lo mismo. Un individuo puede dejar de existir sin anular la existencia de los demás con los que está relacionado, porque “todas las relaciones están compuestas hasta el infinito, pero no toda 22 Debe recordarse que la Natura naturata es producida por la Natura naturans, y por tanto no puede ser identificada como atributo, que es causa sui (E1PXXIXScol). 23 Como ya lo explicábamos en el Capítulo I, los modos estarían implicados en el atributo como modos infinitos, que son eternos por su causa. Ver E1PXV y E1PXXV 24 Axioma 1 del Libro 1 y E1PVIIIScolII 25 Deleuze, Spinoza et le problème de l’expression, p. 216. 26 Tal como ocurre con toda curva energética, el pico de su intensidad exige que todos los grados inferiores de energía estén presentes, sin los cuales no podría darse ese máximo de intensidad. 45 relación con toda otra” 27 . Cada individuo se relaciona con otros, y estos con otros hasta el infinito. Pero esto no implica que cada individuo dependa de la existencia de esas infinitas relaciones para existir, sino que depende de aquellas con las que interactúa directamente. Solo estas determinaran si continúa existiendo, y en caso de que perezca, esas relaciones sólo se verán afectadas en función del efecto que provoque esta desaparición. La relación entre la sustancia infinita y los modos finitos. Si puede pensarse que existe una esencia singular eterna, como representante de un cierto grado de potencia de existir de la sustancia infinita, el siguiente paso es determinar que ocurre con los modos finitos en la existencia, es decir, por qué existen elementos finitos y cuál es su relación con la infinitud de la sustancia. Al por qué de la articulación entre la sustancia infinita y los modos finitos ya se le ha dado amplia dilucidación. ¿Por qué necesita Dios expresarse o producir existencia particular? Y sobretodo, ¿por qué necesita hacerlo en modos finitos, cuando ya posee infinitas infinitudes en los atributos? Spinoza define a Dios como la mayor de las perfecciones, el absoluto. La realidad, la afirmación exultante de la existencia de algo en vez de nada, la constitución irrefrenable de ser, es la evidencia en medio de la cual surge el sistema filosófico de Spinoza. Esta afirmación de la existencia que se manifiesta en la Ética de Spinoza es el efecto de la comprensión de la evidencia ineluctable de una mismidad polar: la manifestación general del ser en sus atributos, continua, estable y sustancial; la manifestación particular del ser en sus modos, discontinua, variable y modal. No es oposición, ni agregación, ni síntesis, sino el alcance de la absolutidad en la infinitud de las singularidades, en la multiplicidad infinita de unicidades. Lo absolutamente infinito tiene que estar dado por una afirmación del ser en un infinito expansivo o productivo de sus expresiones únicas, y no sólo en bloques homogéneos de materia o pensamiento que no dependerían de la multiplicidad que manifiestan. La potencia de acto y pensamiento de la sustancia infinita esta determinada o actualizada en un existir y pensarse en sus particularidades, en una serie causal que las interconecte en un 27 Ídem 46 infinito en eterna expansión. Dios o la Naturaleza, como el individuo más perfecto constituyen este axioma espinosiano. “En otras palabras, la divina absolutidad es, por medio de la forma superior de conocimiento que es determinada en la identidad ontológica de las cosas, atribuida al mundo, revelada por el mundo, en su singular pluralidad” 28 . Como se verá con más detalle, la libertad de la singularidad, la infinita interacción del azar de los encuentros y las acciones que puedan producirse a partir de las cosas singulares son la garantía de la perfección absoluta, que solo puede darse si nunca se agota, en el borde de su concreción nunca finiquitada, en la constitución de ser que no había sido pero que necesariamente tenía que ser, dada la absoluta infinitud de la realidad. Es la multiplicidad de los modos la que permite alcanzar la perfección y concebirla, producirla y pensarla, generarla e imaginarla. La realidad es, en el extremo polar de la duración, la mismidad extrema del polo eterno, extremo que da cabida a un conocimiento claro y preciso (y no como posibilidad o conjetura) de todo lo que podría concebir un intelecto absolutamente infinito 29 . Por lo que concierne a la explicación del cómo de la articulación entre Dios y sus modos, ya se comentaba anteriormente que Dios produce infinitamente. Dios debe ser causa, por tanto, de las res singulares, tanto de su esencia como de su existencia, y además, de su accionar 30 . Entonces, la existencia de una singularidad, un individuo único, tiene que estar complicada en la infinidad de la sustancia, y debe aclararse como procede algo finito de la infinitud. Si el infinito es causa de lo finito, según el Axioma 5 de la primera parte, ellos deberían tener algo en común. Además, el problema se complica al tener que explicar como puede ser que desaparezcan aquellos efectos de una causa que es eterna. 28 Negri, op. cit., p. 82 Esto explicaría también la existencia de las ideas de todas aquellas cosas singulares que no poseen manifestación en el modo Pensamiento. Si la piedra es un modo del atributo extensión, debería tener una representación equivalente en el modo Pensamiento (y en cada uno de los infinitos modos). Y así ocurre, existe la idea de la piedra, pero no en ella, sino en la Mente del Cuerpo Humano que se la tropieza. Es el nivel de realidad del Cuerpo Humano el que le permite esta relación contemplativa de una cosa externa, que completa la perfección del todo sustancial. 30 E1PXXIV señala que Dios es causa essendi de las cosas (de su perseverancia en el ser), E1PXXV señala el hecho de que Dios es causa eficiente no sólo de la existencia sino de la esencia de las cosas y desde E1PXXVI para culminar en E1PXXIX se establece que Dios determina y hace necesaria las acciones de las cosas, sin permitir la contingencia. 29 47 Todo esto se aclara, según lo postula Spinoza, porque esa existencia es dada por la interacción con otros modos existentes 31 , o más bien, con una infinidad de ellos. Entonces la infinita gradación de las esencias tiene su polo correspondiente en la infinita causalidad que determina a los modos. Esto es lo que Spinoza llama un infinito en acto32 . Cada cosa finita esta afectada por una serie infinita de causas finitas que la determinan. Esta serie infinita de causas proviene del modo infinito mediato, este del inmediato, y este, directamente de Dios. De ahí que pueda hablarse de Dios, impropiamente, como causa remota de las cosas singulares 33 . Las cosas particulares o singulares existen como una composición de “partes extrínsecas o extensivas, exteriores las unas a las otras, actuando desde afuera las unas sobre las otras” 34 , y provenientes de la forma extrínseca o extensiva del infinito de cada atributo 35 . Cada una de estas partes es una causa, más precisamente una cosa simple que es capaz de producir una causa al relacionarse con otras. Esta composición tiene como característica más importante la de poseer cierto límite, como ocurre con el ejemplo espinosiano de los círculos noconcéntricos 36 . Esta característica permite que los modos compuestos tengan “una gran cantidad de partes” 37 , es decir, una cantidad incontable, pero limitada, como ocurre en el Cuerpo Humano. Esta cantidad extrínseca de los atributos es la que permite postular a Spinoza un sistema de superficies, que permite a los modos finitos interactuar entre si, y es la causa de su existencia, formando parte de ellos hasta su muerte. 31 E1PXXVIII El término es explicado por Macheray: “¿Qué es un infinito en acto? Es un infinito que no está dado en una serie ilimitada, esto es, de una manera virtual o potencial, sino todo de golpe: es el que se hace presente en una realidad limitada, como una variación comprendida entre un mínimo y un máximo” (Macheray, op. cit. p. 171). 33 Así lo expresa en E1PXXVIII. Pero no debe olvidarse que aquí habla de la separación imaginaria, dentro de una mismidad polar, de lo eterno y la duración, ya que en realidad, Dios es causa de sí mismo, y no puede ser causa remota de sí mismo. 34 Deleuze, Spinoza et le problème de l’expression, p. 173 35 Esta parte extensiva de los atributos es lo que Spinoza explica en la Carta a Meyer (XII) como infinitos por indefinición, como aquellos números ‘muy grandes’, que no pueden hacerse equivalentes a ningún número, pero que pueden ser concebidos como más grandes o más pequeños. Deleuze aclara (Spinoza et le problème de l’expression, p. 174) que estas partes extensivas de los atributos no son un privilegio de la extensión, ya que el atributo pensamiento tiene partes modales extensivas, las ideas que se corresponden con los cuerpos más simples. E2PXV: “Idea Corporis humani ex plurimis hisce partium componentium ideis est composita” [La idea del Cuerpo humano esta compuesta de este muy grande número de ideas que son las de las partes que lo componen]. 36 Ver carta XII: “si quisiéramos determinar por el número la suma de todas las distancias diferentes, tendríamos al mismo tiempo que hacer que un círculo no fuera un círculo”. 37 E2PXIX 32 48 Como se explicó al final del Capítulo I, el Cuerpo Humano es un nivel intermedio de la organización a la que Spinoza da el nombre general de “individuo”, el cual está compuesto de múltiples corpora simplissimis 38 . Entre estos últimos se establece una proporción de movimiento y reposo que es característico de la naturaleza 39 del individuo que conforman, es decir, una ratio que se corresponde con su esencia singular. Mientras esta proporción se mantenga, el Cuerpo Humano seguirá vivo, como expresión de esa esencia particular. Para permanecer vivo deberá cuidarse de mantener esa ratio, deberá administrar el conatus, o el impulso de su existencia, racionalmente, estableciendo contactos con los cuerpos externos según esa razón (ratio) que está inscrita en su esencia. Deberá cuidar entonces, que los otros cuerpos que interactúan con él no alteren esa proporción, y es por esto que resultaría irracional favorecer la colisión (que es un tipo de relación) con un autobús desplazándose por la calle, debido a que las características de esa causa externa van a modificar de tal forma la proporción de movimiento y reposo de los cuerpos que conforman al individuo, que lo pondrían en peligro de morir. Las circunstancias externas determinan un cierto estilo con el que se presentan las causas con las que interactúa, y el individuo racional favorece la expresión de su conatus tomando en cuenta las relaciones que este le dicta, por lo que se viste de cierta manera cuando hace frío, y mantiene una vigilancia 38 En E2PXIII se encuentra la exposición completa sobre los cuerpos. Esta comienza con enunciar lo que se corresponde con la mente humana, esto es, ser la idea de un cierto modo de la Extensión: el Cuerpo Humano. Por tanto, un individuo humano está constituido de una Mente y un Cuerpo, y nos advierte que “ninguno podrá comprender la Mente humana de manera adecuada, o dicho de otro modo distinta, si no conoce primero de manera adecuada la naturaleza de nuestro Cuerpo”. La clave para entender la superioridad de unas Mentes sobre otras está en la mayor o menor capacidad que tiene un Cuerpo para actuar y padecer de muchas maneras a la vez, lo que resulta en una Mente apta para percibir una mayor cantidad de cosas a la vez, y comprenderlas de manera distinta a partir del aumento de la cantidad de acciones en las que el Cuerpo depende sólo de su naturaleza y no de las causas externas. Después de esto Spinoza explica que los cuerpos se distinguen entre ellos por la proporción de movimiento y reposo. Este movimiento y reposo lo adquieren de otros cuerpos que se la confieren, y estos de otros hasta el infinito. Los modos del movimiento y el reposo dependerán tanto de la naturaleza del cuerpo afectado como de las del cuerpo que lo afecta, por lo que la forma en que un cuerpo reacciona ante la presencia de otro varía cada vez según las naturalezas de los involucrados. Se habla de Individuo cuando un cierto número de cuerpos se mantienen juntos en una relación estrecha, constante y precisa, y se comunican los unos a los otros su movimiento según esta relación, que es única y los distingue de cualquier otra unión de cuerpos. Los cuerpos que conforman el Individuo pueden desaparecer o separarse de la unión inicial, siempre y cuando sean sustituidos por otros de la misma naturaleza y en la misma cantidad. También pueden cambiar de tamaño mientras introduzcan variaciones que mantengan la proporción de movimiento y reposo. De la misma forma podrán cambiar de dirección, mover solo una parte o añadir nuevos cuerpos siempre que la proporción inicial se vea invariada por mecanismos compensatorios. 39 E2PXIIILemIIIDef. 49 excepcional cuando se encuentra en ambientes que no conoce (y de los que puede sacar pocas e inadecuadas nociones racionales), como en el medio del mar o en una fábrica de explosivos. El individuo deberá alterar la proporción de otros cuerpos para aprovecharse de ellos, y de ahí que sea racional consumir alimentos para regenerar el cuerpo, pero irracional consumirlos en cantidades que sobrepasen la capacidad del cuerpo para procesarlos. Esta capacidad variará según la naturaleza de los individuos y las circunstancias en las que viven (la dieta del esquimal variará notablemente con respecto a la del habitante del desierto) ya que las causas externas a las que se ven enfrentados exigen distintas formas de regeneración (en el primer caso la prioridad es la obtención de calor, en el segundo la obtención de agua). También es irracional consumir alimentos que no pueden ser aprovechados por el cuerpo (tal como un veneno), o dejar de consumir ciertas sustancias que, aún cuando no son propiamente alimenticias e incluso puedan resultar dañinas, le permitirán compensar variaciones de su ratio (tal como ocurre con las medicinas). El individuo incluso será capaz de generar otros cuerpos, que se corresponderán o no con una esencia eterna. La combinación genética de una pareja dará como resultado un cuerpo nuevo, que dependerá de las proporciones de esta nueva combinación de partes extrínsecas para poder tener vida correspondiente con una esencia singular. Cuando esta combinación no es ‘viable’ (de ahí un tabú racional-relacional como el del incesto), cuando la proporción de los cuerpos que la conforman no se ajusta a una razón que permita la vida, el resultado es un ‘monstruo’, aquello que no se explica racionalmente, y termina en una ‘pérdida’, una norelación). Esta ratio del Cuerpo Humano se mantiene pues, independientemente de que los elementos que la conforman varíen, mientras la variación ocurra sin desmedro de la proporción que le es natural 40 . Como ya se mencionaba en el inciso anterior, debe aclararse que esta proporción o ratio no se mantiene por la relación intensiva entre las esencias, sino siguiendo necesariamente las leyes físicas de la materia, tal como las plantea Spinoza en E2PXIII. Las esencias individuales 40 Spinoza lo aclara así: “todas las partes están bajo el dominio de una sola naturaleza, y obligadas a ajustarse las unas a las otras siguiendo lo que exige esta naturaleza para que dentro de su movimiento se establezca una relación que les permita acoplarse” (Carta XXXII de Spinoza a Oldenburg). Esta naturaleza no es la que proporcionan las esencias, sino las leyes de la Naturaleza entendida como individuo existente en el nivel más alto de organización, para el cual Spinoza confiesa conocer que existe tal relación pero que, “saber absolutamente en cual manera las cosas se relacionan las unas con las otras y se armonizan con el todo, yo no poseo la ciencia”. 50 mantienen entre sí una relación que conforma el infinito de la sustancia, pero una vez que las partes extrínsecas se relacionan de acuerdo al ratio individual ya no dependen directamente de la sustancia infinita o de su “complicación” en el atributo, y la causalidad que las determina es estrictamente del tipo finito. La causalidad mecánica que la determina en la existencia es una causalidad de superficies que chocan, se mueven o mantienen el reposo. La naturaleza humana debe someterse a estas leyes de la naturaleza, esta forzado a obedecerlas y a “adaptarse a ellas de una infinidad o casi una infinidad de maneras” 41 . Esta mecánica natural está además signada por el azar de los encuentros 42 . De la compatibilidad que tenga con aquello con lo que se encuentra, y el poder que tenga el Cuerpo para verse afectado por ellos sin perder su ratio característico dependerá la sobrevivencia del individuo, y no esta determinada desde la esencia. (Es por esto que –en contra de aquellos que usan la idea entristecedora del ‘castigo divino’– Dios no tiene conocimiento o influencia sobre la duración de los individuos 43 ). Adicionalmente, esta proporción particular le permite al Cuerpo Humano ser afectado por las causas exteriores de cierta manera. Cada individuo está definido por la mayor o menor capacidad de adaptarse a los cambios que se producen por efecto de una causa externa. Mientras mayor número de acciones se es capaz de ejercer, más numerosas son las propiedades que el Cuerpo posee en común con otros cuerpos y más numerosas las afecciones (y las acciones que disparan estas afecciones) que se explican por la propia naturaleza; y por tanto mayor cantidad de cosas serán concebidas adecuadamente 44 , siguiendo el principio de paralelismo entre la acción y el pensamiento. 41 E4ApCVI Este es el fortuito occursu, que puede leerse en E2PXXIXScol. Macherey parece no estar de acuerdo con la actuación del azar en el sistema de Spinoza cuando dice que: “El encadenamiento de las determinaciones finitas, que transcurre al infinito, es pues él mismo completamente determinado en Dios, y es por lo que no admite ninguna contingencia, es decir, ninguna indeterminación” (Macherey, op. cit., p. 179). Pero no leo aquí un antagonismo a la idea de que no está determinado con qué cosas o causas se encontrará cada individuo en el futuro, sino una aclaratoria de la imposibilidad de que algo ocurra sin causa. Lo que no implica que esa causa sea una especie de ‘designio divino’, ya que el azar de los encuentros sólo está determinado en Dios porque se reporta a otra causa, y esta a otra y así hasta el infinito, como tantas veces lo indica Spinoza. 43 E2PXXX: “La duración de nuestro Cuerpo depende del orden común de la naturaleza y del estado de las cosas”, es decir, las leyes naturales y la forma en que las cosas estas interactúan en un momento dado, de las cuales Dios solo tiene conocimiento “en tanto que tiene idea de todas”. Este conocimiento no depende pues de la relación total de las esencias complicadas en los atributos: “de la naturaleza absoluta de Dios”. Y es por esto que “el conocimiento de la duración de nuestro Cuerpo es completamente inadecuado en Dios”. 44 Gueroult, op. cit., p. 74 42 51 En resumen, para Spinoza un individuo es aquel que mantiene, bajo cualquier circunstancia de su existencia, de su interacción con otros cuerpos o causas externas, una fórmula de relación entre sus componentes, esto es, una proporción o ratio. Sus componentes pueden variar en infinidad de formas mientras no se rompa con esta ratio. El Barco de Teseo, ejemplo frecuentemente utilizado para discutir las paradojas de la individualidad 45 , tiene en la filosofía de Spinoza una respuesta basada en esta ratio. Pueden sustituirse una o todas las planchas del Barco de Teseo sin que este deje de ser el Barco de Teseo, siempre y cuando no se altere la ratio, la razón que regula sus relaciones con la realidad, esa proporción que es propia de ese individuo. De esta forma se hace más sencillo determinar el ‘punto crítico’ en el que el barco dejaría de ser él mismo. Es decir, si las planchas del barco son cambiadas respetando los materiales y la disposición de las mismas, este punto crítico nunca ocurrirá. Si las planchas son sustituidas por planchas del mismo material pero de otro color, el barco tampoco se alterará porque el color del barco no es fundamental en la ratio que lo define (a menos que el aspecto del barco sea fundamental, en el caso de que esté en un museo o pertenezca a una flota que se identifica con dichos colores 46 ). En un individuo humano, por tanto, la variación constante de las partes de su Cuerpo y de su Mente no resultará en un cambio de la identidad siempre y cuando la fórmula que le corresponde se mantenga invariable dentro de la variación de sus elementos. Esta proporción se ve alterada gravemente, con la consecuente desaparición del individuo, tan pronto una causa externa viene a cambiar completamente la forma en que se relacionaban los componentes del cuerpo (el ejemplo de un autobús que golpea un cuerpo) o de la mente (en el caso de amnesia total 47 ). Esta individualidad no depende de una diferencia en la historia causal, es decir, en la serie de 45 “Sin embargo, una condición necesaria no es una condición suficiente, y el hecho de mantenerse el mismo tipo o la misma especie de cosa no implica que se trate realmente de la misma cosa, como atestigua el célebre enigma del barco de Teseo, barco del cual los materiales constitutivos son progresivamente reemplazados en el transcurso de los desplazamientos de Teseo entre el Pireo y Delos, del cual los sofistas de Atenas se preguntaban si se trataba siempre del mismo barco. Esta perplejidad ilustra bien las dificultades del problema de la identidad a través del tiempo, por lo menos en lo que concierne a los artefactos” (Ferret, Stephane. (1998). L’identité. Paris: Flammarion. p. 25 [Traducción propia]). 46 Nótese que el truco de disfrazar una galera de guerra como si fuera un barco comercial era tremendamente efectivo para atraer barcos piratas. Ese cambio en el aspecto de la galera de guerra no cambia su relación con el barco pirata, pero puede traerle problemas con otro barco de guerra. Si esta es hundida por error, bastaría que uno de sus tripulantes se salvara para dar fe de su relación con el barco original, y la relación de este con la realidad. 47 Aunque en este caso la unicidad del individuo puede ser reconstituida a partir de la interacción con causas externas (Ej. otros individuos). Más evidente sería un caso de locura irreversible y repentina, en el que la capacidad del individuo de mantener sus relaciones con la realidad quedan totalmente impedidas o trastocadas, por lo que puede decirse que está ‘irreconocible’ en ese estado. 52 cadenas causales distintas que conducen a un individuo tal o cual, sino de una disposición interna que prefigura como reaccionamos ante tales cadenas causales. Esto explica el por qué dos individuos, enfrentados a las mismas circunstancias o cadenas causales, pueden actuar de forma completamente distinta. Finalmente el conatus 48 , concepto del que ya se había echo breve mención al final del Capítulo I (Ver p. 23), debe comprenderse como una de las características más importantes que se derivan de la relación ontológica del modo finito con la sustancia. Concebido por Spinoza como el esfuerzo por perseverar en el ser, el conatus esta dado por el hecho de que cada esencia singular es parte de la potencia de existencia de Dios, y por ello se corresponde con la vida, la acción o el ser, indistintamente. El conatus se da a medida que se es, a medida que se ‘hace’ o se produce el ser individual, y es expresión de una ley natural que dicta la esencia individual y sólo ella, señalándole lo que le resulta dañino o beneficioso 49 . Debido a que cada esencia individual representa una forma precisa y determinada de manifestarse la (eterna e infinita) potencia de la Naturaleza, el conatus es pues, una energía eterna e infinita 50 , que sólo se verá interrumpida con la muerte del individuo. Este conatus no es tan solo un esfuerzo por la conservación de la naturaleza individual 51 , sino que es un esfuerzo de expresión y desarrollo de su ser a medida que se encuentra con las causas externas: es la esencia misma de cada hombre, y su necesaria manifestación como modo de la sustancia 52 . No es pues, tan sólo un intento de proteger de encuentros nocivos con otros cuerpos la ratio individual que caracteriza al individuo, sino que se corresponde con una búsqueda racional (relacional según una cierta y determinada proporción) de todo lo que pueda favorecer o potenciar su ser, de modo que alcance la mayor perfección posible a través del establecimiento de la mayor cantidad de relaciones con el infinito que lo rodea. Como se volverá a insistir más 48 ‘Esfuerzo’ es la traducción más utilizada para conatus, y es más preciso que ‘tendencia’, aunque cualquiera de los dos puede ser utilizado, siempre que se entienda fuera de todo finalismo. No es un esfuerzo o una tendencia hacia algo, sino en perseverar en la existencia. 49 E4PXIX: “Cada uno necesariamente aspira a eso que juzga ser bueno, y al contrario tiene aversión por lo que juzga ser malo. Pero este apetito no es otro que la esencia misma o naturaleza del hombre”. 50 E3PVIII 51 Matheron, op. cit., p. 245: “Si la Razón debe formular apreciaciones éticas, ella no puede inspirarse sino en una sola norma: nuestra naturaleza individual, solamente nuestra naturaleza individual, toda nuestra naturaleza individual”. 52 E3PVII: “La potencia o el esfuerzo por el cual una cosa se esfuerza por perseverar en su ser no es nada a parte de la esencia dada, dicho de otro modo actual, de esa cosa”. 53 adelante, esta consecución de la perfección pasa necesariamente por un conocimiento adecuado de lo particular de esa esencia. Este conatus lleva al modo finito literalmente a ‘chocar’ con el mundo. El azar de los encuentros con las causas externas lo lleva a sufrir afecciones, que son las modificaciones que ocurren en el ser del modo finito, producidas por estos encuentros, o por el recuerdo de ellos. Al estado de mayor o menor potencia de actuar que ellos provocan en el ser, a la idea consciente que genera ese estado, Spinoza le da el nombre de Afecto 53 . Si estos choques con el exterior aumentan la capacidad de perseverar en el ser (se crean relaciones con otros cuerpos que son provechosas para el modo finito, como por ejemplo las que se establecen con la comida, regenerando aquellos elementos que se desgastan o consumen; o aquellas que amplían la cantidad de relaciones que constituyen al individuo, cuando se asocia con otros individuos para protegerse, ayudarse, procrear, o compartir las relaciones con la realidad), se produce un afecto de Alegría. En caso contrario (en el encuentro con un veneno, que descompone relaciones del cuerpo que lo consume, y que lo obliga a invertir su potencia en evitar esta descomposición, o de un Individuo que lo coacciona o le causa temor para controlarlo) se produce afecto de Tristeza. Lo que afectan las afecciones es la esencia, ya que ella es precisamente la potencia o el esfuerzo (conatus) con el que algo persevera en su ser. Debido a las afecciones que sufre, el individuo se ve determinado a llevar a cabo ciertas acciones que sirven a la conservación del ser. A la conciencia de esta determinación, Spinoza la llama Deseo 54 , y es el tercer afecto considerado por Spinoza como principal. El Deseo es, en palabras de Spinoza, “la conciencia del apetito, y el apetito es la esencia misma del hombre, en tanto que ella esta determinada a hacer lo que es útil a su propia conservación” 55 . Lo que determina a un hombre a hacer algo es entonces la afección de su esencia, y esta determinación puede no estar clara en la conciencia, por lo que Spinoza precisa su definición: 53 Por lo que toda afección no es un afecto, ya que una afección que nos deje indiferentes, no provoca ni ayuda ni contraría nuestra potencia de actuar. 54 E3PLVIScol. La naturaleza de un Deseo debe diferir de la de otro tanto como difieren entre ellos los afectos de donde nace cada uno de ellos. 55 Definición de los Afectos en el Tercer Libro: “Cupiditatem esse appetitum cum ejusdem conscientia, appetitum autem esse ipsam hominis essentiam, quatenus determinata est ad ea agendum, quae ipsius conservationi inserviunt.” 54 “Entiendo por el nombre de Deseo todos los esfuerzos, impulsos, apetitos y voliciones del hombre, los cuales varían en función del estado del mismo hombre, y no es raro verlos de tal forma opuestos entre ellos que el hombre, jaloneado en sentidos diversos, no sepa a donde voltearse 56 . Lograr la claridad de la conciencia del apetito, es la diferencia entre actuar y padecer. La fuerza con que un hombre padece traduce un grado –aunque mínimo– de afirmación del ser. Aunque “envuelva” solamente impotencia, es decir, limitación de la potencia de actuar para invertirla en la evitación de aquello que le produce Tristeza 57 , en la imaginación provee información sobre la realidad que puede ser utilizada en provecho de la Alegría. Por el contrario, la fuerza de actuar, por ella sola, es idéntica al poder de ser afectado en toda su amplitud: la potencia de actuar expresa completamente la esencia de cada individuo, y las afecciones activas, ellas solas, afirman la esencia 58 . Las pasiones alegres contribuyen con la potencia de actuar, sumándose a la fuerza de actuar de cada ser, llevando al individuo a estar más cerca de emprender una acción que dependa tan sólo de su naturaleza 59 . Ellas son el indicativo de que aquello que está interactuando con el Cuerpo le es conveniente, lo ayuda a perseverar en su ser, le es útil porque se constituye en un individuo con mayores relaciones de las que tenía previo al encuentro. De este aumento de la fuerza de actuar se deriva el hecho de que el individuo desee y haga todo lo posible por conservar, recordar, prever, imaginar, promover, compartir y comparar la Alegría, por lo que una serie de afectos se encadenan para lograrlo: amor, esperanza, estima, inclinación, devoción, y la satisfacción de sí mismo. Las pasiones tristes, en cambio, por el hecho de ser un obstáculo debilitante, tienen que ser combatidas por la capacidad de actuar, se sustraen a ella, y debido a esto, la disminuyen. Sin embargo, “a medida que comprendemos las causa de la Tristeza ella cesa de ser una 56 Ídem: “Hic igitur Cupiditatis nomine intelligo hominis quoscunque conatus, impetus, appetitus, et voliciones, qui pro varia ejusdem hominis constitutione varii, et non raro adeo sibi invicem oppositi sunt, ut homo diversimode trahatur, et, quo se vertat, nesciat. 57 Deleuze, Spinoza et le problème de l’expression, p. 204 58 Deleuze, Spinoza et le problème de l’expression, p. 205 59 E4PXVIII. El Deseo que se origina de la Alegría debe definirse simultáneamente por la potencia humana y la potencia de la causa externa. 55 pasión, es decir que cesa de ser una Tristeza”60 . El conocimiento del origen y la cadena causal que provoca una afección triste es ya de por sí una forma de acción, y produce Alegría. La razón es entonces el esfuerzo de organizar los encuentros de tal manera que se produzca un máximo de afectos por pasiones alegres 61 . A partir de estas afecciones es como el individuo puede conocerse a sí mismo 62 . Las dificultades de conocerse a sí mismo serán desarrolladas más adelante. Pero en adelanto a ello, puede afirmarse que el individuo siempre se conoce de manera confusa y mutilada. Es a lo que Spinoza llama “padecer”, es decir, estar controlado por pasiones. Sólo el conocimiento adecuado de sí mismo es considerado como el opuesto de la pasión, la acción. Precisamente a lo que apunta la Ética espinosiana es a señalar la necesidad de conocer la esencia de cada cual, para alcanzar un estado en el que la proporción de Alegrías es mayor que el de Tristezas, llamado Beatitud. La esencia particular de un individuo, el conatus, o el esfuerzo por perseverar en su ser, es una parte intensiva de la sustancia infinita, y el conocimiento adecuado de esa esencia permite la expresión, o la producción del ser que se manifiesta en ese modo finito. El desconocimiento de aquello que constituye la esencia particular tiene como resultado una pasividad del modo finito que lo transforma en una cosa con la que interactúan otras cosas singulares 63 . Limitarse a comprender las cosas de forma fragmentaria y confusa, es verse impelido por causas que resultan del choque con lo externo, sin lograr acercarse al pensamiento de la infinitud y la eternidad en la que está inscrito de forma única. Es la anulación del papel individual en el infinito, limitando la participación a fungir de instrumento indiferenciado de una cadena causal, que tendrá que lograr la expresión total del ser de la sustancia a pesar de la indeterminación de la pasividad individual. Ya que el total de las relaciones en Dios permanece siempre inalterado, la relación que debió establecerse a través de un individuo particular, y el conocimiento que favorecería esa relación, se compondrá in extremis, pero de forma inadecuada. 60 Este conocimiento de la E5PXVIIIScol DELEUZE, Spinoza et le problème de l’expression, p. 252 62 E2PXIX y E2PXXIII 63 “El hombre sufre de ser conducido por las cosas que están fuera de él, y que ellas lo determinen a hacer lo que exige el estado común de los cuerpos exteriores, y no su naturaleza propia, considerada en sí”. (E4PXXXVIIScol1) 61 56 relación entre lo particular y el infinito, que Spinoza llama del tercer tipo, implica ver las cosas desde una perspectiva en la que se anula la contingencia del azar de las múltiples variables que se presentan para el razonamiento (tomando en cuenta solo las relaciones que se establecen de acuerdo a la proporción particular que caracteriza al individuo), y se vislumbra la necesidad de todo lo que ocurre bajo una especie de eternidad. Actuar irracionalmente es la exploración mutilada de la esencia, que debería ser pensada de forma ‘inclusiva’ en la sustancia infinita, y no como una parte sin importancia dentro de la interacción, en una especie de fatalismo que considere la determinación como destino ineluctable que anule el carácter único de la existencia de cada individuo. El rol ético de cada individuo pasa por la comprensión de su particularidad, conocimiento que funge de causa adicional que modificará la serie causal de la que es parte. Esta modificación estará dada por transformación de la serie causal, por su diversificación o por su anulación, efectos que serían el resultado de la aparición de una acción particular proveniente del individuo y creadora de relaciones con la realidad que o bien cambian la serie causal, o la dividen en varias series nuevas, o detienen su progresión. Este esfuerzo, promovido por infinitas infinitudes de unicidades, es el que permite la expresión de la multiplicidad del absoluto espinosiano. Entonces podría llamarse efecto Spinoza a la gran importancia que confiere a la singularidad como factor dinámico de la producción de relaciones únicas dentro del absoluto de la sustancia infinita. Esta dinámica de la singularidad la efectúa por sí misma, consolidando la unicidad de su existencia como parte del resultado de esa producción (toda cosa singular hace su unicidad estableciendo activamente sus relaciones con la infinitud). El efecto Spinoza crea la necesidad de repensar lo imperfecto, lo incompleto, lo inacabado, incluso aquello considerado como ‘malo’ dentro de una cierta valoración, como otras tantas creaciones de relaciones únicas que están referidas a una multiplicidad esencial, y que deben ser tomadas en cuenta para la comprensión de la naturaleza en general. Tomadas en cuenta como presentes eternamente, sin oponerse, anularse o superarse unas a otras. Cada uno de esos adjetivos de carencia sólo puede ser correctamente atribuido cuando el individuo no participó activamente en la relación, cuando esta se produjo utilizando su Cuerpo como puente o instrumento de transición. Por el contrario, es pensamiento vermiforme llamar algo 57 imperfecto porque no cumple un objetivo que le es externo o ajeno, esto es, un objetivo que no tiene que ver con su conatus o con la creación de circunstancias comunes para la libre expresión de los conatus de cada uno de los miembros de un Individuo cualquiera (un hombre, una comunidad, un Estado) 64 . El efecto Spinoza promueve además la desaparición de la contingencia dentro de la Creación, del “salir de si” de Dios para producir las cosas singulares; de su “sobreabundancia” de la que seríamos un resto 65 . Cada uno de los modos finitos es una parte intensiva (sine qua non) de esa producción y de ese resultado. Esto implica que se abandona la preconcepción de un orden divino o un logos óntico que todo lo ordena (y ordena un ‘Todo’, completo, limitado, armónico), privilegiándose una visión del mundo como manifestación de una obra en gestación, expansiva, eterna e ilimitada. Es la liberación de la mente para buscar lo que en ella hay de único, como parte intensa de un infinito inabarcable dentro de un plan general, que no puede estar previamente pensado hasta que no lo piensa el individuo particular, ni puede orientarse o supeditarse a ningún factor extrínseco. Es la exigencia de las mejores condiciones para que se manifieste esa unicidad, en oposición a las concepciones enfocadas al ‘bien común’ 66 o a los valores universales. Para resumir, Spinoza esperaba que de sus planteamientos ontológicos se derivara una ética de características anómalas, menos hija de su época que transgresora de los usos y pensares de sus contemporáneos. En el apéndice del I Libro, Spinoza denuncia los prejuicios contra los que lucha, y que formarán parte indisoluble de los temas que se discutirán en el próximo capítulo. Entre ellos puede mencionarse: 64 Sería como lamentarse de la ceguera de las piedras, “pues la perfección de las cosas debe medirse solo a partir de su propia naturaleza y potencia, ya que las cosas no son ni más ni menos perfectas para complacer los deseos de los hombres, o para serles desagradable, para serle útil a la naturaleza humana o para serle dañina” (Apéndice final del Libro Primero). 65 Gueroult, op. cit., p. 265 66 Spinoza afirma que lo racional, o lo virtuoso es la persecución de la conservación del propio ser, impelido por la esencia individual (E4XXV). Pero “el hombre es un Dios para el hombre” (E4PXXXV), es la cosa singular que le resulta más útil porque es aquella con la que posee más cosas en común (sobretodo la necesidad de perseverar en su ser), y con la que puede establecer relaciones que le resultarán más provechosas para proveerse de las cosas que necesita y protegerse de los males que le acechan, porque aquellas y estos forman parte de eso que es común entre ellos. Y el punto más alto en el que su razón puede hacerlos concordar es la comprensión de la infinita relación que poseen con la sustancia infinita (E4PXXXVI). El hecho de que la mayoría de los hombres no viva según la Razón, es por el contrario, lo que obliga a los hombres a renunciar al derecho natural de juzgar lo que es bueno o malo para ellos, y a que se establezcan leyes que amenacen a aquel que actúe en detrimento de los demás (E4PXXXVIIScol2). 58 1. El “finalismo” 67 , no importa de que tipo, la postulación de una causa final a la que todas las cosas deben estar orientadas y supeditadas. El uso de una divinidad trascendental como la que regula todo hacia un fin (que es ella misma) y como la conceptualización de ese fin en una causa formal. 2. El antropocentrismo, es decir, la concepción de los entes como medios dispuestos para el uso de los hombres. 3. La voluntad de Dios como “asylum ignorantiae”, con el que se justifica todo lo que no logramos entender. De esta forma “como si el orden fuera una cosa en la naturaleza independiente de nuestra imaginación”, [… los hombres] atribuyen imaginación a Dios”. En fin, una manera de antropomorfizar a Dios. 4. La concepción del mundo como ‘bueno en sí’, por lo que se achacaría a la irracionalidad humana el hecho de que exista el ‘mal’. Si se le pregunta a Spinoza ¿Por qué Dios no creó a los hombres de modo que se gobernasen de acuerdo a la razón? este respondería, i. Porque no le faltó materia para hacer cosas de muchas formas (es decir, nadie puede aseverar que no hizo hombres que se gobernasen de acuerdo a la razón, unos lo hacen, otros no). Las leyes de la naturaleza son tan amplias que ellas mismas bastan para producir todo lo que puede ser concebido por un entendimiento infinito. ii. Y en última instancia… ¿Por qué habrían de considerarse imperfectas o ‘malas’ las cosas? Esto puede hacerse sólo basándose en un criterio interesado de lo que es bueno y malo, cosa que responde al afán del hombre de concebir el mundo como ordenado hacia un fin que le sea favorable. En Spinoza, la perfección es equivalente al esfuerzo en perseverar en su ser (y establecer racionalmente las relaciones que se ajusten a la proporción que le es natural), luego, hay cosas que perseveran más que otras y por ende son más perfectas. El sistema espinosiano, como se verá más adelante, combate el afán humano de analizar su realidad por estrechamiento de perspectivas. Y como ya se mostró, este error comienza a 67 No sólo de la teleología, porque esta es sólo discursiva, si no los prejuicios finalistas de todo tipo. 59 ser evidente desde el momento en que se postula el concepto de individuo, el cual implica una progresiva interconexión en conjuntos más amplios que terminan por conformar el Dios productivo, con su expresión de Natura naturata que le permite constituirse en infinidad de existencias particulares o entes únicos. Este afán de Spinoza que podría llamarse afirmación existencial de la unicidad, está justificado profundamente en la metafísica de su sistema, con el paralelismo y la inmanencia como garantes de una relación que proscribe las instancias desiguales de omnipotencia, tanto como las de prejuicio antropomórfico y universalista. 60 CAPÍTULO III Unicidad, Paralelismo e Inmanencia La unicidad del hombre esta sustentada en la expresión de una esencia individual, fórmula o ratio que determina la organización del Cuerpo en una cierta proporción de movimiento y reposo de partes extrínsecas. Pero esta esencia es también un impulso por perseverar en el ser, y encuentra en la realidad (junto a esta fuerza o conatus que lo lleva a conservarse, expresarse y a perfeccionarse o hacerse más real) una infinitud de causas externas que pueden contribuir con esta actividad (afecto de Alegría), o hacérsela más difícil (afecto de Tristeza), por un aumento o disminución de la potencia de su ser. De ahí que la unicidad no sea un hecho dado tan solo por poseer un Cuerpo singular, sino más bien una aspiración ética de beatitud. Según Spinoza, es en la Mente donde se alcanza la unicidad, ya que los afectos proporcionan conocimiento que permitirá la comprensión de la relación singular entre la sustancia infinita y los modos. Esta comprensión no se da sin problemas, y para resolverlos debe explorarse las soluciones que Spinoza propone con el concepto de paralelismo e inmanencia. La Mente y el paralelismo. Existe en Spinoza una conexión entre la realidad infinita y la finita. Y es que sustancia y modo no pueden ser tratados como dos conjuntos en los que puede ser totalizado el ser sin distinciones. Ciertamente la productividad de la sustancia atraviesa fases, su expresión varía, se modula. Pero esta transición tampoco puede ser tomada como “un mecanismo de degradación metafísica” 1 debida a una relación emanativa desde la ‘fuente’, a una participación (siempre incompleta) con lo divino, a una inclusión de lo divino dentro de la 1 Negri, Antonio. op. cit., p.127 61 realidad, o a un empobrecimiento de lo infinito y eterno. El Ser espinosiano es potencia de existir, que produce existencia, que se genera a sí mismo en actividad eterna. Esta potencia productiva no tiene jerarquía, ni divisiones. Va de la sustancia a los atributos, y de estos a los modos, en una dinámica horizontal, en un mismo nivel o plano, desplegándose en la duración, absoluta en la eternidad. En los ‘grados de intensidad’ puede pensarse la interacción entre las esencias singulares como la multiplicidad de una misma esencia, que hace necesaria la presencia integral de todos los componentes, sin que exista posibilidad de división de partes a un todo. Pero esto no agota la interacción íntima entre la sustancia y los modos en el sistema construido por Spinoza. Para entender esta conexión debe primero detallarse la noción de paralelismo, de la cual solo se hizo una breve mención en el Capítulo I. “Un modo de la extensión y la idea de ese modo son una y la misma cosa, expresada de dos maneras” 2 . A esta aseveración de Spinoza es a lo que se daba el nombre de ‘paralelismo’, e implica que la sustancia (la ‘cosa’ de la que habla el texto citado) se expresa de la misma manera en todos sus atributos, a través de los modos 3 . Este paralelismo esta justificado por dos argumentos 4 : 1. Dios produce como comprende 5 . Pensarse a sí mismo es parte de su naturaleza, como ocurre con el “primer motor” de Aristóteles 6 . Pero añadiéndose a la auto-contemplación del dios aristotélico, está el concepto de auto-producción, y el dios de Spinoza no sólo se piensa, sino que al pensarse se está produciendo a sí mismo; al comprenderse a sí mismo, necesariamente “hace una infinidad de acciones de una infinidad de maneras” 7 , y cada idea de su intelecto absolutamente infinito aparece en el horizonte de lo real como un acto de existencia modal en cada uno de sus atributos. Posee una infinidad de modos que “expresan” su esencia infinita, y a medida que son expresados, son pensados 2 E2PVIIScol (subrayado mío) “El paralelismo debe decirse de los modos, y solo de los modos. Pero se fundamenta sobre la sustancia y los atributos de la sustancia”. (Deleuze, op. cit., p. 97). Ver también el Capítulo 1 de esta investigación, Nota al pie No. 10. 4 Deleuze, Spinoza et le problème de l’expression, p. 88 y ss. 5 E2PIIIScol: “Dios actúa con la misma necesidad con la que se comprende a sí mismo” 6 Concepción que a Spinoza le parece unánime, o como propone Deleuze, axiomática: “Yo no someto a Dios a ningún fatum, pero concibo todas las cosas como siguiendo con una necesidad ineluctable de la naturaleza de Dios, como todos conciben que se sigue de la naturaleza de Dios que se conozca a sí mismo” (Carta LXXV de Spinoza a Oldenburg). 7 Ídem. 3 62 por Dios. Estos modos no son una idea ‘previa’ que después se hace real 8 , sino que al pensarlos los produce y produciéndolos los piensa. Como posee un entendimiento infinito, produce infinitamente. 2. Dios produce como existe 9 . Mientras una cosa tiene más potencia, mayor es su capacidad de verse afectado de muchas maneras 10 . Dios es causa inmanente de lo que existe (E1PXVIII), es decir de sí mismo. Existir no es solo ‘aparecer’, ‘mostrarse’; existir es también y sobre todo interactuar con lo existente, y verse afectado por esta interacción. Dios es superficie que afecta y se ve afectada. Como Dios tiene una potencia de existir absolutamente infinita, debe poder ser afectado de infinitas maneras. Dios es causa de la infinitud de lo que existe y por tanto de sí mismo “no en tanto que infinito” 11 (es decir, no en tanto que el ‘Todo’ acabado que tiene que estar incluido a priori en su ser), sino en tanto que la afección infinita de infinitas cosas singulares que se expresan como maneras de sus atributos. Y para ello produce infinitos modos que le sirven como ‘superficie’ sin fin para producir afectos, e infinitos modos que le sirven como superficie sin fin para recibirlos, o para intercambiarlos. Y produce, al mismo tiempo, las ideas de esos modos, que tienen el ‘privilegio’ de captar las afecciones no sólo del atributo Pensamiento (Ej. el efecto de otras ideas sobre la Mente) sino la de los demás atributos. (que en el caso del individuo humano es sólo del atributo extensión). El paralelismo implica entonces que los atributos de la sustancia única son perfectamente equivalentes entre sí. Cualquier cambio que ocurre en la extensión se corresponde con un cambio general en la sustancia, que aunque solo pueda verse expresado en los cuerpos, tiene que estarse expresando al mismo tiempo en el resto de sus infinitos atributos. 8 Aunque exista una idea de las esencias antes de que sean ‘acto’. Pero las ideas de esencias virtuales no expresan lo que estas son, lo que ‘envuelven’, sin concretar o explicar lo que de ellas puede generarse en la duración. 9 E1PXVIIScol: “de la suprema potencia de Dios, dicho de otro modo de su naturaleza infinita, una infinidad de cosas de una infinidad de maneras, es decir todo, ha surgido necesariamente”. 10 Es en este sentido que podría decirse que el hombre es semejante a Dios, ya que de su ‘sobreexposición’ a las afecciones que le deparan su contacto con la realidad, depende el que asimile de la forma más completa posible su propia esencia. Lo propiamente ético, para Spinoza, es interactuar con la multiplicidad más amplia para descubrir la propia unicidad, y de esta forma descubrir la mismidad polar que los define. 11 E1PIX 63 El paralelismo es así, una identidad conceptual de orden, de principio y de ser 12 . La identidad de orden esta referida al encadenamiento de las causas en una sucesión que se repite exactamente en cada uno de los atributos, desde los modos infinitos, hasta los finitos. Dios es causa de todas las cosas, y todas dependen de su capacidad de pensar y actuar infinitamente. Su pensamiento implica un acto de existencia actual, y por tanto su ordenamiento es el mismo que el de los actos extensos. De ahí que “…sean las cosas de las que tiene una idea las que se siguen y se concluyen con la misma necesidad de sus atributos…” 13 . Esta identidad de orden excluye la causalidad cruzada entre atributos, los cuales, aún siguiendo el mismo orden causal, son autónomos en la producción. Es por esto que, aunque puedan conseguirse en los atributos los mismos elementos, ordenados de la misma forma, esto no implica que exista influencia entre ellos. La identidad de principio es la regulación de la forma en que aparecen los modos. Esto no es lo mismo que el orden en el que se producen, sino que representa la razón formal que rige la conexión entre cada elemento causado dentro de la sustancia. Tal principio puede observarse en el paralelismo que se establece entre dos rectas, que no es igual al paralelismo que se establece entre una curva y su asíntota. Lo que fundamenta ambas trayectorias paralelas no es la misma razón (como relación), y por ello su paralelismo no podría hacerse equivalente. Así mismo, en la sustancia espinosiana todo debe ocurrir por vínculos equivalentes, “dicho de otro modo un solo y mismo encadenamiento (conexionem) de causas, es decir, las mismas cosas siguiéndose la una a la otra” 14 . De ahí que no solo es paralelo el orden en que se encadenan las causas, sino el principio que regula ese encadenamiento. Ese principio es la acción de la sustancia causándose a sí misma y por ello no es externo a lo que existe, es decir, no es un equilibrio preexistente a lo que todo tiende 15 . Es la perseverancia del ser expresando la multiplicidad infinita que alberga su absolutidad. La identidad de ser es el resultado de que todos los modos posean causa única, y por tanto que sean el mismo ser que se expresa a través de infinitos atributos. Los modos representan una forma en la que se modifica la sustancia, y esta modificación ocurre en cada 12 Cf. Deleuze, Spinoza et le problème de l’expression, p. 96 E2PVICor 14 E2PVIIScol 15 Leibniz en el Nuevo Sistema de la Naturaleza (§ 14) explica este equilibrio como “… esta relación mutua regulada previamente en cada substancia del universo, la que produce lo que llamamos su comunicación, y que constituye la unión del alma y el cuerpo”. (Leibniz, Wilhelm. Philosophical Writings. London: J. M. Dent & Sons. (1934). [Traducción propia]). 13 64 uno de los modos que se expresan a través de los distintos atributos. Es por eso que “Dios es realmente causa de las cosas como ellas son en sí, en tanto que consiste en una infinidad de atributos” 16 . Dios no está en los atributos, como contenido o dividido. Dios está siendo en sus atributos. El concepto de paralelismo levanta ciertas dificultades. Puede preguntarse, por ejemplo: ¿Por qué puede pensarse la fórmula matemática para un círculo (x2 + y2 = 0), que incluye todas las posibles relaciones de coordenadas, pero nunca puede dibujarse con la misma perfección? El encadenamiento de las causas que llevan a pensar la fórmula matemática del círculo no es equivalente al encadenamiento de causas que permitirían dibujarlo (pensar la fórmula no es pensar la forma). En el caso de la acción de dibujar se ven involucradas otras causas que no actúan a nivel del pensamiento: el temblor del pulso, la textura de la superficie donde voy a dibujar, la precisión del objeto con el que lo dibujo, etc. No se dibuja un círculo atribuyéndole valores a las variables X y Y de la fórmula, y aunque así se hiciera (en un papel milimetrado) el resultado final siempre estará modificado por la unión de los puntos en un trazo. En última instancia, incluso la imagen mental del círculo perfecto es imposible (tal como lo expresara Descartes con el ejemplo del polígono de mil lados), porque esto implicaría trazar mentalmente las líneas que unen los puntos de las coordenadas precisas 17 . Así mismo, podría argumentarse que el Cuerpo posee infinitas relaciones entre sus componentes que no se ven reflejadas en el pensamiento. Si la respiración no es percibida como una idea es sólo porque consiste en una afección indiferente cuando se produce de forma normal. Pero en contraste, es una afección triste cuando se ve impedida, y la idea de la respiración nunca es más clara y distinta que cuando se tiene problemas para respirar 18 . La digestión de un veneno, por otra parte, genera una imagen completa del Cuerpo en peligro, porque este evento implica una destrucción de la ratio de sus componentes, y en este caso la afección de la esencia no pasa desapercibida. La Mente del individuo que ha sido envenenado busca en la memoria los eventos causales que llevaron a ese estado, y prevé las acciones que podrían llevarlo a recuperar la proporción que le es característica. 16 El Cuerpo genera Idem Cosa que hacen los programas informáticos de dibujo, utilizando la fórmula para ubicar coordenadas en el plano, y utilizando la mayor cantidad de puntos posibles, multiplicando los trazos dentro de la medida de lo posible para que a gran escala, las líneas conformen una curva. Así, un programa de dibujo que quiera ser muy preciso, en vez de círculos, dibuja polígonos de infinitos lados, lo que es in-imaginable. La imagen mental que nos hacemos de un círculo es pues, tal como la que dibujamos con la mano, aproximada, movida, titilante. 18 Una antigua definición describe la salud como “el silencio de los órganos”. 17 65 mecanismos de defensa y dilación del proceso de destrucción (sed, vómito, etc.), de forma de poder permitirse la búsqueda de acciones que le permitan descomponer otros cuerpos que estén, o bien en concordancia con su ratio y aumenten su fuerza para actuar, como agua y alimento; o que ayuden a descomponer el cuerpo que lo está destruyendo, como en el caso de un antídoto. Para que el Cuerpo se provea de los elementos anteriores, estos deberán estar a su disponibilidad, de manera que buscará entrar en contacto con ellos, etc. Por otra parte, podría formularse una duda sobre la manifestación en los múltiples atributos. ¿Por qué Dios no podría manifestarse de forma no-paralela en los infinitos atributos? Es decir, la sustancia infinita podría ejercer una acción x en un atributo X, una acción y en un atributo Y, una acción z en un atributo Z. ¿Cuál es la justificación para postular que ejerce una acción x en infinitos atributos X, Y, Z…N-atributos? En primer lugar porque esta asimetría genera la posibilidad de que, en la duración (quizá no sub specie aeternitatis, ya que en un tiempo infinito pueden quedar equilibradas todas las acciones antagónicas) podrían producirse acciones contradictorias entre los distintos atributos, lo que haría del universo un ente incompatible para la razón (como relación). Una acción x de la sustancia que se expresara en Y y en Z con un orden causal distinto, exigiría una potencia de pensamiento para Y y una para Z, entre las cuales no habría relación, y por tanto serían irracionales. Se tendría la manifestación de causas sin efecto en la realidad, cosa absurda 19 . En segundo lugar, si una acción de Dios no se manifiesta en todos los atributos, es una acción limitada, que no se manifestó bajo cierto aspecto de su esencia, lo que es incompatible con una concepción unitaria de la sustancia infinita. Una acción de Dios tendría que verse limitada por ella misma en ciertos atributos de su esencia (lo cual es una contradicción) o verse limitada por otra cosa (lo cual es imposible). La unidad de la esencia de Dios, que por infinita, tiene que poder expresarse sin limitaciones en todos los atributos, encontraría dificultades cuando el orden causal exigiera modos de expresión distintos o contradictorios para los atributos. Cada acción debe poderse pensar como ontológicamente ‘una’, causada por Dios, y expresada en la infinita multiplicidad de lo que es. De ahí, por ejemplo, que se pueda afirmar que lo que ocurre en el Cuerpo no solo está siendo reflejado en la Mente como una idea de lo que le ocurre al Cuerpo, sino que existe 19 “Todo lo que existe expresa la potencia de Dios, que es causa de todas las cosas, de una manera precisa y determinada, y por consiguiente, debe seguirse a partir de ello algún efecto” (E1PXXXVI). 66 como una expresión, simultánea en la extensión y el pensamiento, de un cambio en la sustancia. “Mente y Cuerpo son una y la misma cosa, que se concibe ya sea bajo el atributo del Pensamiento o bajo el atributo extensión” 20 . El encadenamiento de las causas sigue el mismo orden en ambos atributos y las interacciones entre cada una de ellas se producen de manera paralela y exacta tanto en el Cuerpo como en la Mente. Es en este sentido que la filosofía espinosiana elimina la preeminencia jerárquica de la Mente sobre el Cuerpo: lo que es pasión y acción en uno, lo es en el otro. No obstante, Cuerpo y Mente actúan y padecen independientemente el uno del otro, y no existe un entrecruzamiento causal según el cual lo que ocurre en la Mente obligue al Cuerpo a llevar a cabo cualquier acción. La Mente no fundamenta su predominio en el hecho de que controle al Cuerpo, o en que sus decretos provoquen una determinación cualquiera que lo lleve a actuar. De la misma manera como cuando el sueño de un vuelo no implica que se esté produciendo tal vuelo con el Cuerpo, pensar que la Mente controla las causas que provocan el movimiento o el reposo del Cuerpo es “soñar con los ojos abiertos” 21 . Es por esto que para Spinoza actuar libremente no significa estar consciente de la acción que llevamos a cabo, como si de esta conciencia dependiera el que se concretaran. Actuar libremente es conocer las causas particulares que concurren para que se concrete, porque la conciencia de la acción es la relación paralela de esa acción de la sustancia. Debe aclararse que la Mente sí goza de un ‘privilegio’ especial. El evento de la conciencia posee autonomía, pero esta no deriva del hecho de ser la idea del Cuerpo involucrado en la acción, paralela e idéntica con la de cualquier otro atributo, sino en la capacidad de comprender como acción. Los atributos de la sustancia son distinciones reales, que el entendimiento percibe como diferencias formales en el ser. “Ontológicamente uno, formalmente diversos, tal es el estatuto de los atributos” 22 . El hecho de que el entendimiento distinga en la realidad una diferencia entre los planos que constituyen el ser, implica que Dios posee una potencia de pensarse como un conjunto de atributos expresando su esencia. Esta comprensión representa una igualdad entre las potencias divinas: la de existir y la de pensar. La primera exige que todos los atributos (incluyendo el del pensamiento) expresen las acciones de la sustancia. La segunda 20 E3PIIDem. E3PIIScol 22 Deleuze Spinoza et le problème de l’expression, p. 56. 21 67 exige que todo lo que ocurre en la sustancia sea pensado por ella, es decir, que de todo atributo y de todo modo de un atributo se produzca una idea distinta. Por tanto, cada acción de la sustancia se refleja en el atributo pensamiento como idea de otro atributo, y además es pensada por Dios, en la infinita expresión de los atributos, bajo la potencia de pensamiento. Por tanto las acciones de la sustancia ocurren dos veces en un solo evento, esto es, concurren en el pensamiento: como manifestación de la potencia de existir y como manifestación de la potencia de comprender. Toda modificación sustancial se expresa en infinitos atributos, y de infinitas maneras en el atributo Pensamiento. Así existirá la idea de todo modo (potencia de existir), y la idea de esa idea (potencia de pensar) o la capacidad infinita del pensamiento de pensarse a sí mismo. El hecho de que la Mente no sólo sea un mapa de un segmento de la extensión, sino también una parte perteneciente al atributo pensamiento que posee un accionar independiente (y paralelo) en la sustancia, tiene como consecuencia que la Mente tiene un campo de expansión que es causalmente independiente del Cuerpo 23 , lo que le permite pensarse a sí misma y de esta forma descubrir nuevas relaciones entre sus afectos. Así, cuando se ve un espejismo en el desierto, en un primer momento puede incurrirse en error 24 , porque existe verdaderamente la imagen del oasis; pero si la Mente analiza esta imagen y entiende las causas físicas y fisiológicas de su aparición, en lugar de engañarse con el fenómeno entiende mejor la Naturaleza y a sí misma a partir de ella. Esto no quiere decir, como sugiere Jonas 25 , que el concepto de paralelismo sea incongruente. El autor señala una doble disparidad 26 , la del hecho de que la mente sea idea 23 “As well as being mapped onto a segment of the material world, the mind is inserted into the totality of thought. This gives it, as it were, scope for expansion that is causally independent of the body. The mind strives to understand its own interconnections with other ideas. In doing so it comes to a clearer understanding of the body of which it is the idea” (Lloyd, Genevieve. (1994). Part of Nature. Self-Knowledge in Spinoza’s Ethic. Ithaca: Cornell University Press. p. 27 [Traducción nuestra]). 24 El error, tal como lo afirma Macherey, no es cuestión de una perversión de nuestro aspecto creador (la voluntad sobre el intelecto) sino un elemento como cualquier otro dentro del proceso cognoscitivo. “El sabio no es aquel que, por la decisión voluntaria de reformar de una vez por todas su entendimiento habría eliminado de este de una vez por todas las ideas falsas que podrían estar ahí, y habría suprimido así de su propia existencia todos los efectos del modo de conocimiento imaginario: este es el semi-sabio que cree haberse liberado de todas sus pasiones, cuando ellas no le pertenecen verdaderamente y no dependen de él; el hombre libre, por el contrario, sabe contar con ellas, pues ha aprehendido adecuadamente de que manera ellas son necesarias”. (Macherey, op. cit., p. 87). 25 Jonas, Hans. (1980). “Parallelism and Complementarity: the pshicho-physical problem in the sucesión of Niels Bohr”. En: Richard Kennington, ed. The Philosophy of Baruch Spinoza. Studies in Philosophy and the History of Philosophy. Volumen 7. Washington, D.C., The Catholic University of America Press. pp. 121-132. 68 del cuerpo, que lo supedita a él; y la que se produce por que “solo la Mente se trasciende a sí misma hacia todos los otros atributos” 27 . De entrada no puede hablarse de ‘supeditar’ o ‘trascender’ en el sistema espinosiano, ya que todo el ser y su potencia se encuentra en un mismo plano. Y por otra parte, se podría argumentar que, precisamente, el signo positivo de la diferencia de lo que puede abarcar la Mente, y el negativo de su dependencia con respecto a la extensión están en equilibrio dinámico dentro de la duración. Este equilibrio dinámico compensa un cierto tipo de dependencia con otro de autonomía. Sin entrar en la valoración que permitiría establecer la precisión de este equilibrio, debe tenerse en cuenta que la dependencia de la Mente puede atribuirse sólo en la duración, ya que las ideas que se corresponden con esencias singulares existen dentro del intelecto infinito de Dios, aun cuando no se haya producido la aparición del Cuerpo en acto 28 . De ahí que la actualización del Cuerpo es la concreción de un grado de intensidad de la potencia de existir, y la Mente es, paralelamente, la concreción de la idea de ese grado de intensidad. Por tanto es falso que la supeditación se reafirme porque el pensamiento sólo aparece cuando el Cuerpo comienza a existir en la duración 29 . La existencia virtual de las esencias complicadas en los atributos es pues, el supuesto de la existencia actual del Cuerpo, y representa la mismidad polar entre sustancia y modos. La Mente es idea del Cuerpo, pero se produce con la misma potencia de existir de la sustancia y por tanto no depende de su actualización como de un comienzo: se actualiza paralelamente con cada acción de la sustancia infinita. A esto habrá que añadir que si bien es cierto que la Mente es idea del Cuerpo y el Cuerpo no tiene tal tipo de ‘limitación’, el hecho de que la Mente también pueda ser idea de sí misma elimina la posibilidad de considerarla un mero reflejo de la extensión. La Mente es, a un mismo tiempo, expresión modal de la sustancia y comprensión de esa expresión en cada individuo particular. La singularidad que se encuentra en la ratio de un Cuerpo se constituye en una realidad única en su interactuar con las causas externas. Esta realidad es expresión de la sustancia en la extensión y el pensamiento, pero sólo se manifiesta en su unicidad toda vez que establece el nexo con su conatus, es decir, cada vez que la 26 Jonas, op. cit., p. 129: “De esto resulta una doble disparidad de la mente con el resto de los otros atributos, una positiva en alcance y una negativa en autonomía” (Traducción propia). 27 Ídem. 28 E2PVIII: “Mientras las cosas singulares no existen, sino en tanto que comprendidas en los atributos de Dios, su ser objetivo, dicho de otro modo sus ideas, no existen, sino en tanto que existe una idea infinita de Dios”. 29 Jonas, op. cit., p. 129: “Spinoza expresamente atribuye para el atributo del ‘pensamiento’ una referencia intrínseca hacia el atributo de ‘extensión’ (¡pero no viceversa!), en tanto que el define la mente humana desde el principio como la ‘idea’ de un cuerpo existiendo en acto.” 69 relación o la acción del individuo es consecuencia de su naturaleza singular. Los afectos – únicos para cada Mente humana– representan la forma en que la sustancia se entiende a sí misma como expresión determinada y precisa, que busca expresar su multiplicidad en la facies totus universi. Si la Mente sólo imagina y no comprende adecuadamente, la idea es un fragmento aislado, y el individuo humano es solo un cruce pasivo de causas. En última instancia, esa falta de comprensión de la intimidad de lo exterior hace de lo particular una exterioridad vacía. De la Mente depende que en todo hombre prevalezca su condición de individuo único. La unicidad no puede ser asociada en Spinoza exclusivamente a la ratio característica de cada Cuerpo, porque esta puede diluirse en pasiones tristes. Ni tampoco a un estatus metafísico de la Mente que le adjudicaría una autonomía sustancial a priori. La unicidad depende de la idea que la Mente tiene de sus ideas, porque la idea de la Mente es la forma de la idea, un modo de pensar sin que se considere la relación con el objeto pensado 30 , determinado exclusivamente por la naturaleza particular del pensante. Esta idea ideae es pues lo que se piensa sobre las ideas, lo que se sabe sobre ellas en cuanto a su encadenamiento causal con el Cuerpo y entre ellas. Este conocimiento puede ser fragmentario e incompleto, y es por eso que la unicidad depende tanto de los encuentros con los cuerpos externos como de la forma en que se piensan las ideas de los afectos que de ellos derivan. El primero es contingente, y el segundo depende del tipo de conocimiento que se logre extraer de esos encuentros. La Mente como idea de la idea y el conocimiento de sí misma. Como se decía arriba, la Mente puede poseer una idea inadecuada de sí misma. Para explicar esto se debe partir desde el concepto de idea ideae (E2PXXI), pasando por las ideas de afección (E2PXXII), hasta llegar al de la Mente como conocimiento de sí misma (E2PXXIII). En estas tres proposiciones Spinoza argumenta la concepción ontológica y ética de auto-conocimiento. 30 E2PXXIScol 70 La Mente es una idea en Dios (en tanto que posee la idea de todos sus modos, y por ende el de la Mente humana), que lo único que posee es un conocimiento incompleto y fragmentario de su Cuerpo, de otros cuerpos que con él interactúan y las ideas que ‘saben’ esas ideas. Lo primero en constituir la Mente es la idea de una cierta cosa singular existiendo en acto (E2PXI) 31 . Ese primer modo de pensar no puede ser la idea de algo que no exista, porque tampoco ella podría existir. Ni la idea de algo infinito, porque algo infinito debe existir siempre necesariamente, y ya que la esencia de un hombre no existe necesariamente, no es la esencia singular lo que constituye la primera idea de la Mente 32 . Tampoco es una idea adecuada o completa, porque al mismo tiempo que la Mente, en la sustancia infinita existen otras ideas que están conectadas causalmente con la idea que la constituye, y esa relación infinita no está a disposición de la imaginación. Como se verá, la idea adecuada no es en Spinoza una percepción interior de claridad y distinción, sino la comprensión de una relación única con el exterior. Actuar es generar una relación con el infinito de la sustancia, es un efecto que sólo depende de la naturaleza particular del modo finito involucrado, y una manifestación de su unicidad en el mismo instante en que la constituye. La idea de la Mente es entonces en primer lugar la idea de un Cuerpo existente en acto, y luego es la posibilidad de su adecuación por la idea de esa idea. Spinoza afirma que Mente y Cuerpo son uno y un mismo individuo 33 , y como la idea de la Mente y la Mente están unidas como la idea del Cuerpo y el Cuerpo, también debe concluirse que ambas son ‘individuo’: en el caso de Mente y Cuerpo, un individuo expresado en dos atributos diferentes; y en el caso de la Mente y la idea ideae, expresado únicamente en el atributo pensamiento. Aquel es el individuo como Cuerpo en contacto con otros cuerpos, y las ideas que esta interacción produce; este el individuo como conocimiento de sí mismo, que piensa objetivamente las ideas y se ve afectado por ellas. Aquel es el individuo empírico, que experimenta la realidad y produce ideas que son reflejo de esa experiencia; este el individuo ético, que conoce sus ideas y se afecta a sí mismo con este conocimiento, según piense que lo que piensa (y por tanto lo 31 Debe recordarse lo discutido más arriba: esa idea constituye a la Mente no como su origen, como una relación causa-efecto, sino como la manifestación paralela de la sustancia en dos atributos. 32 De ahí que la comprensión de la esencia singular sea el proyecto ético. La esencia singular, como ya se ha dicho, existe necesaria y eternamente, pero como grado de la potencia de Dios, y por tanto en todos los atributos al mismo tiempo. Por tanto también existe una idea de la esencia singular, como grado intensivo del atributo pensamiento. 33 E2PXXI 71 que interactúa con la superficie de su Cuerpo) lo hace más o menos capaz para aumentar sus relaciones con la realidad. Estas ideas, cuando se comprenden como producto de la naturaleza particular, constituyen la acción del individuo. La unión de la idea y la idea ideae tiene entonces el mismo fundamento pero distinta naturaleza que la unión del Cuerpo y la idea del Cuerpo. La individuación en el atributo pensamiento está constituida por ideas del Cuerpo y la forma como se piensan (también a través de ideas). De nuevo, no hay ‘supeditación’ de una a la otra, ya que la idea ideae se sigue de la misma potencia de pensar el Cuerpo 34 , y en esta forma de pensar reside la posibilidad de comprender la esencia propia y por tanto la unicidad de la Mente. Como en la sustancia infinita se producen las ideas de los modos al mismo tiempo que los modos, la Mente y la idea de la Mente son simultáneas, y no puede haber una Mente que posea ideas sin el conocimiento de esa posesión 35 . Sin embargo, la relación entre la Mente y el auto-conocimiento es una relación de sujeto a objeto (de la misma forma que Mente y Cuerpo), y por tanto el auto-conocimiento está dado “como identidad y diferencia” 36 entre la idea y la idea de la idea. Pero esta relación de sujeto a objeto no está dada como el contacto con una exterioridad, sino como series causales paralelas en un mismo plano. Cada una de las ideas del Cuerpo tendrá su contrapartida como idea de esa idea. Las idea ideae, generadas paralelamente a las ideas del Cuerpo, con el mismo orden y principio, tienen sin embargo una marcada diferencia con estas últimas: pueden ser acciones independientemente de que las ideas del Cuerpo sean pasivas o activas. Las ideas del Cuerpo no pueden dejar de ser imágenes de la interacción Cuerpo-realidad (sea esta pasiva o activa). Pero las ideas de las ideas, por intuición, pueden producir una idea que se entienda exclusivamente por la naturaleza del individuo, por su forma particular de pensar e interactuar con la realidad. 34 Entonces, puede decirse que la diferencia entre ambos E2PXXI: “Mentis, inquam, idea, et ipsa Mens in Deo eadem necesitate eadem necesítate ex eadem cogitandi potentia sequuntur dari” [La idea de la Mente y la Mente como tal se siguen en Dios con la misma necesidad de la misma potencia de pensar]. 35 La atención, es decir, el hecho de que enfoquemos la Mente en unas ideas y no en otras, no es en Spinoza un simple acto de la Mente, sino el proyecto ético como tal. Kant plantea la pregunta: “¿Cómo puedo ser yo objeto para mí mismo, objeto de la intuición y de las percepciones internas?” (CRP B156) y sugiere como respuesta la afectación del sentido interno por la atención (Kant, Immanuel. Crítica de la razón pura. Madrid: Alfaguara. Traducción de Pedro Ribas (2000). B157). Spinoza parece plantear que este no es un acto voluntario, es más bien un aprendizaje, un perfeccionamiento de la razón por medio de relaciones que diluciden la particularidad y su relación con la infinitud de lo existente. 36 Gueroult, op. cit., Tomo II, p. 247 72 encadenamientos está dada por ser dos causalidades distintas (y distinguibles) que coinciden 37 en el atributo pensamiento. La identidad estará dada por el orden y la conexión de las causas, y por el hecho de pertenecer a la misma naturaleza. Es pues, una identidad al mismo tiempo causal y esencial 38 . Sin embargo, no debe interpretarse esta identidad como una indicación de que la idea-objeto y la idea-sujeto son una y la misma cosa. El auto-conocimiento implica distinción para identificar las dos identidades mentales, lo que se piensa del Cuerpo, y lo que se piensa del pensamiento. La unidad de esos dos términos en un mismo atributo es el problema ético de verdad y error. A un lado del estatus ontológico de la idea ideae, como parte de la potencia de pensamiento de la sustancia, tenemos su estatus gnoseológico, como conocimiento o comprensión de las ideas. Esta forma de la idea se corresponde con el hecho de tener la certeza de que se sabe algo, es decir saber que se sabe 39 . Esta forma de la idea, la certeza de saber algo, alcanza su punto máximo de afirmación cuando la idea es verdadera. Se sabe que algo es verdadero, se tiene certeza de ello, de la misma forma que se sabe que la suma de los ángulos de un triángulo es igual a dos ángulos rectos, esto es, porque la verdad es marca para sí misma o se revela a sí misma: verum index sui 40 . Siempre se sabe que se sabe, y no existe una forma de lo falso que pueda ser identificada (cosa que haría imposible el error). Cada idea es pues un pensamiento verdadero, en el sentido de que representa algún encadenamiento causal entre Naturaleza y Cuerpo. Pero la verdad puede ser mayor o menor. Mientras mayor sea el número de relaciones que se establezcan con una idea, mientras mayor la cantidad de cosas que pueden llegar a ser relacionadas con ella, mayor es la ‘marca’ o ‘índice’ que esta posee sobre su veracidad. A esto debe añadirse el conocimiento de la forma particular como se relacionan estas marcas, que es la propia capacidad de conocer que tiene el individuo. Saber que se sabe (y cómo se sabe), produce afectos activos, cuyas ideas pueden constituirse en cadenas de ideas que se originen directamente de la naturaleza particular del individuo, y que por tanto expresen su unicidad. Debe añadirse que en esta expresión de la unicidad juega un papel fundamental el Cuerpo del individuo. Cualquier idea que excluya al Cuerpo es contraria a la Mente 41 y lo 37 Gueroult, op. cit., Tomo II, p. 248 Gueroult, op. cit., Tomo II, p. 249 39 E2PXXIScol 40 Spinoza, Carta LXXVI. 41 Esta explicación es una forma general de englobar cualquier cosa que disminuya la tendencia a perseverar en el ser. 38 73 primero que constituye la esencia de la Mente es la existencia del Cuerpo en acto, por lo que cualquier intento de explicar la constitución de la esencia del individuo como una realidad en la que no juegue un papel preponderante el Cuerpo como acción, o como relación particular con el exterior, es contrario a la esencia misma de la Mente. Para reafirmar el papel del Cuerpo en la expresión de la esencia individual, en la proposición XII de la segunda parte de la Ética Spinoza asegura que nadie puede conocer adecuadamente la Mente humana si no conoce la naturaleza de su Cuerpo. Es por ello que se ha hecho tanto énfasis en la reivindicación de la Extensión. La Mente es un cúmulo de ideas inadecuadas por la interacción con la infinitud exterior y el desconocimiento de la propia esencia. La claridad de las ideas no es pues, un trabajo de la mente substancial cartesiana, aislada e independiente, que usa la Razón (como método) para conocerse a sí misma, obviando tanto su Cuerpo como la realidad que la rodea. Por el contrario, Spinoza postula que mientras más apto es un Cuerpo para actuar y padecer de modos más diversos y simultáneos, mayor es su aptitud para percibir más cosas 42 . La Mente percibe las afecciones del cuerpo, y las ideas de esas afecciones43 . Esto es, tiene conocimiento de las afecciones del cuerpo. Y es a partir de estas afecciones que llega a conocerse 44 . Pero “nadie sabe de lo que es capaz un Cuerpo” 45 , y la exploración de esas potencialidades es lo que conduce a una expresión más intensa de la esencia propia. Esta exploración es la razón espinosiana: someter al cuerpo a una multiplicidad de causas externas (razón como relación) muestra la forma en que este responde al estímulo (razón como esencia) y la capacidad mayor o menor que tiene de manejar los cambios internos que se producen en su interacción con las cosas externas. De esta forma se amplía, se perfecciona o se hace más real la idea que la Mente tiene sobre el Cuerpo, y esta expansión facilita el conocimiento de sí misma, porque puede contar con más ideas sobre la interacción entre su unicidad y lo múltiple. Así lo explica Spinoza en E2PXXIII: “De las afecciones por las cuales el Cuerpo es afectado, las ideas envuelven la naturaleza del mismo Cuerpo humano, es decir, convienen con la naturaleza de la Mente [que es la de ser la idea del Cuerpo en acto]; y entonces el conocimiento de esas ideas envolverá necesariamente el conocimiento de la Mente”. La Mente tiene conocimiento de sí misma cuando tiene idea de las afecciones del Cuerpo: las afecciones le hablan de la naturaleza del 42 E4PXXXVIII E2PXXII 44 E2PXXIII 45 E3PIIScol 43 74 objeto del cual ella es idea, y con el cual forma una unidad ontológica: el individuo. Por tanto, cuando la Mente se conoce a sí misma, en las idea ideae, lo que conoce es al individuo que está en contacto con la Naturaleza, y se conocerá más mientras mayor, más variado y amplio sea ese contacto. Se conocerá a sí misma en la amplitud de su unión con el Cuerpo, y a esto es lo que se llama ‘auto-conocimiento’ 46 . Como la forma en que interactúan el Cuerpo humano y los cuerpos exteriores es única, el conocimiento de sí misma que tiene la Mente es la comprensión de la unicidad, acto que es fundamental para la consecución de una vida beatífica. Mientras las acciones del Cuerpo dependen más de él mismo, y mientras menos cuerpos concurren con él (es decir lo determinan u obligan) para actuar, su Mente es más apta para entender su unicidad. Esto es, comprender su propia constitución a través de la interacción con causas exteriores, y a partir de ello la constitución de las cosas y de la Naturaleza. Cuando el individuo efectúa lo que una cadena de causas le determina, está padeciendo. Sólo actúa si al efecto que producen los cuerpos que concurren, va aunado a la comprensión más perfecta posible de la interacción entre ellos y la propia naturaleza. En última instancia, el individuo debe buscar la satisfacción de sí mismo, que es “lo más alto que podemos esperar” 47 . Debe entender la razón, esto es, el hecho de que la Mente se comprenda clara y distintamente, como “el primero y único fundamento de la virtud” 48 . Esta comprensión virtuosa estará dirigida a conservarse a sí mismo 49 (razón como conatus), es decir, a actuar de forma particular, estableciendo la mayor cantidad posible de relaciones con la infinitud. En el individuo particular una cierta fórmula de proporciones y relaciones constituye su Cuerpo. Al entrar en contacto con causas externas, los elementos de la fórmula varían hasta un cierto rango, sin que el individuo se vea afectado. Cuando la afección es notoria por su destrucción de relaciones y proporciones, el individuo se entristece debido a una disminución de su perseverancia en el ser. Cuando la afección es notable en su construcción de nuevas relaciones el individuo esta alegre por un aumento de su perseverancia en el ser. Pero a 46 E2PXXIII: “El conocimiento de estas ideas se encuentra en la misma Mente humana; por lo que es solo en esta medida que la Mente humana se conoce a sí misma”. La Mente humana obtiene conocimiento de sí misma en la idea de las ideas de los afectos, es decir, el conocimiento de las ideas de aquellas cosas exteriores que afectan el Cuerpo. 47 E4PLII 48 E4PXXIV, E4PXXV y E4PXXVI 49 E4PXXII 75 diferencia de la sustancia infinita, donde estas relaciones de construcción y destrucción se mantienen constantes; en el individuo particular una marcada tendencia a la destrucción, fuera de las capacidades compensatorias de su fórmula particular, lleva a la muerte. Explorar la capacidad del cuerpo implica conocer ese límite inferior 50 y tratar de ubicarse siempre lo más lejos posible de él. Pero también significa conocer las posibilidades de acercarse asintóticamente al límite superior: aumentando la comprensión de la forma en que se interrelacionan las causas y las consecuencias y añadiendo nuevas causas que se entienden sólo por la naturaleza particular, esto es, actuando. En última instancia, esta expansión de la Mente lleva a comprender su papel único en relación con aquello que lo envuelve: la Naturaleza. Recapitulando, los estados de Tristeza y Alegría se corresponden con una afección que disminuye o aumenta el conatus. Spinoza llama afectos a estos estados en los que la capacidad de perseverar en la existencia se encuentran aumentados o disminuidos51 . Afecto es también la idea que tiene la Mente de ese aumento o disminución. Gracias a la potencia de pensar, también concibe la idea de esa idea de afecto. En la Mente existe entonces dos series de afectos: los afectos del Cuerpo que ocurren en paralelo en la Mente y las ideas de estos afectos. La Mente esta constituida por un cierto número de afectos que son el resultado de una interacción del Cuerpo con el entorno, y la comprensión misma de esos afectos, que en un primer estadio, es completamente inadecuada. Esta comprensión de los afectos, también es un afecto. Es decir, a la afección que produce Tristeza debe sumarse la comprensión del afecto, que puede, o bien producir otra Tristeza o una Alegría. El que la idea de la idea produzca Alegría o Tristeza dependerá de si la comprensión del afecto proviene de una idea adecuada o no. 50 “Las esencias son grados de potencias. ¿Qué es un grado de potencia? La diferencia entre un máximo y un mínimo […] El mínimo es la muerte. La muerte es la afección que, en el último instante de nuestra duración, efectúa nuestra potencia disminuyéndola al máximo. Lo contrario de la muerte es la Alegría. No el nacimiento – puesto que nacemos en lo más bajo de nosotros mismos–, sino una Alegría muy especial que Spinoza llama beatitud […] Ahí efectuamos nuestra potencia de tal manera que esta aumenta al máximo, es decir, bajo todas las relaciones a la vez.” (Deleuze, En medio de Spinoza. p. 89). 51 E1VPXIV: “Affectus est idea, qua Mens majorem, vel minorem sui Corporis existendi vim, quam antea, affirmat”. 76 La idea adecuada. Adecuado es aquello cuya causa se sigue enteramente de la naturaleza particular del individuo (Def.2 del Tercer Libro). La idea, como paralelo del Cuerpo, sólo es adecuada cuando proviene de o es causada por la naturaleza o la esencia del individuo que piensa. Se tiene idea adecuada de una cosa cuando se comprende la relación que tiene esta con la particularidad del Cuerpo propio, y esta relación sólo puede establecerse a través de la acción. Actuar es producir relaciones, constituir existencia, generar ser. Una acción de la Mente sólo es posible si se lleva a cabo mediante la comprensión de la particularidad propia y su interrelación con el infinito de la sustancia. La Mente es pasiva cuando no logra captar esa interrelación y se percibe a sí misma como aislada. Esto es, cuando la Mente “tiene algo que envuelve negación, dicho de otro modo, en tanto se le considera como una parte de la naturaleza que por si, sin las otras, no puede percibirse clara y distintamente” (E3PIII). Actuar es tener ideas adecuadas de las cosas (E3PI) y por tanto la idea es adecuada cuando es acción. Ante los afectos la Mente humana sólo poseerá ideas adecuadas cuando los comprenda como la relación que se establece de manera precisa y determinada de acuerdo a la fórmula o proporción que constituye al individuo (razón como esencia). Cuando esto es así, se siente Alegría. Cuando no, aunado al afecto como tal, se siente Tristeza. Esto no quiere decir que toda idea que produzca Alegría es adecuada, ni toda idea que produzca Tristeza será siempre inadecuada. Una idea que produzca Alegría puede estar incompleta, y por tanto ocultar la razón o la relación con la particularidad que constituye al individuo. Una idea que produzca Tristeza está dando información sobre la unicidad del individuo que debe ser aprovechada para aumentar la comprensión que tiene de sí mismo. La idea adecuada es el producto de una identificación entre la Mente y la esencia que expresa lo que envuelve. La idea adecuada es una idea expresiva52 , y expresa la esencia de la cosa como causa de su conocimiento. Toda idea es verdadera porque es el resultado de la capacidad de la Mente de pensar al Cuerpo. De ahí que en Spinoza desaparezca toda pretensión metódica de criterios para reconocer la verdad y el error. Pero una idea sólo es adecuada cuando logra extraer, a partir del conocimiento de la causa, el conocimiento de todo 52 “Al igual como se define la idea de la idea como idea reflexiva, la idea adecuada se define como idea expresiva. El término ‘adecuado’, en Spinoza, no significa jamás la correspondencia de la idea con el objeto que ella representa o designa, sino la conveniencia interna de la idea con algo que ella expresa. […] Ella no es un verdadero conocimiento sino en la medida en que versa sobre la esencia de la cosa: ella debe ‘explicar’ esta esencia”. (Deleuze, Spinoza el le problème de l’expression. p. 118). 77 lo que pertenece a la definición del efecto. Así, la idea adecuada es el ente paralelo al desarrollo de lo existente en su actuar; y como existencia en desarrollo deja de ser tan sólo una formalidad del pensamiento. La imagen de un espejismo es una idea verdadera en la Mente, no un fantasma, un noser o una falsedad. El espejismo es una expresión del ser, existe como tal en la Naturaleza o es verdadero. Pero para convertirse en una idea adecuada debe entenderse la refracción de la luz por cambio de densidad y la percepción visual que el Cuerpo adquiere en una circunstancia particular como su causa, y por tanto la adecuación viene de inferir que el efecto, la visión de un oasis con agua, es tan solo una ilusión óptica, como la que se produce cuando se introduce una varilla en el agua y se observa ‘quebrada’. Debe concluirse que sería inútil dirigir sus pasos hacia ese lugar porque sería perder potencia de existir en una dirección que no asegura mayores posibilidades para la sobrevivencia. Debe concluirse también que esa ilusión se presentará en ocasiones similares, y así sucesivamente, obteniendo la mayor cantidad posible de propiedades a partir de la causa conocida. A esto llama Spinoza actuar. Padecer, para el caso, sería dirigirse hacia el oasis, convencido de que se conseguirá agua. De ahí que el objetivo gnoseológico de la Mente no está solamente en conocer las cosas, porque estas ya están ahí, dadas como parte de su accionar debido a que las ideas son ideas de cuerpos en contacto con el Cuerpo, aquellas produciéndose y ordenándose rigurosamente con la producción y orden de estos. Su objetivo gnoseológico consiste en conocer la capacidad que tiene de conocer. Ya que la esencia del hombre es perseverar en su existencia, crear la mayor cantidad posible de relaciones con otros Cuerpos, en un estilo que le es particular, y cuya configuración única provoca las respuestas que se producen en cada una de esas interacciones; la forma en que esas ideas se generan, encadenan y ordenan le da a la Mente el conocimiento que le será imprescindible: la relación única que establece con la realidad. Pero esta forma, como ya se ha dicho antes, no es una forma vacía de contenido, un puro formalismo de la Mente, precisamente porque no puede ser adecuada si no se corresponde con una acción. El hombre no tiene conocimiento adecuado de sí mismo mientras no produzca ideas o movimientos corporales autónomos –no forzados por el flujo de la realidad–, que provengan exclusivamente de su esencia particular y no del encadenamiento mecánico de causas y efectos. Cuando ejerce una acción está tomando como punto de partida esa particularidad, y nada más, y por ello dicha acción se entiende sólo por su propia naturaleza. Así, el modo finito no es sujeto de su acción, como ya constituido y listo para ejercerla. El 78 modo finito se hace en su padecer, o a partir de su obrar, y en la comprensión de la diferencia entre ambos. Es por esto que la acción no solo debe entenderse como una actividad positiva, como pareciera establecerse con los verbos producir, generar, constituir. Actuar también consiste en una cierta evitación, en una demora, en una regresión, en un camino indirecto, en un obstaculizar aquello que intenta forzar el Cuerpo o la Mente del individuo a llevar a cabo un efecto ciego, en el que se convierte en instrumento de una acción que le es desconocida. La actividad de dilación evita que las infinitas fuerzas de las cosas exteriores obliguen un efecto que no provenga de la naturaleza propia del individuo. Pero la pausa solo es acción si proviene de la conciencia de un encadenamiento contra-natura-individual, advertido por la Tristeza, o por la Alegría sin explicación. Esta es la duda como acción, que no se constituye en una actitud permanente, sino que representa un momento de la comprensión de sí mismo. Para evitar el error, el hombre debe conocer su esencia, como garantía para conocer adecuadamente la causa que genera todos los efectos (ideas) de su pensamiento. Puede afirmarse que la unicidad de la Mente es el resultado de su acción. Se dice que la Mente actúa cuando tiene ideas adecuadas de sus ideas-afecto. Sin importar cuantos afectos tenga como producto de la interacción de la realidad con el Cuerpo, lo que garantiza la unicidad de esa configuración es la comprensión de sí mismo, y esta conlleva acción de la Mente entendida como ideas adecuadas. Las ideas inadecuadas “envuelven negación” y comprenderse a sí mismo es saber lo que está detrás de ella, es decir, la manera particular en la que el individuo encaja en las relaciones infinitas que establece con la sustancia, y por tanto la manera en la que los afectos dependen de la propia configuración. Esta configuración particular depende de la esencia, y depende también de ella el que ciertas cosas se sigan necesariamente en el conatus. Perseverar en el ser es comprenderse a sí mismo, saber las relaciones que convienen y las dañinas para su ratio particular. De ahí la relación directa entre la comprensión de los afectos y la comprensión de la propia esencia: comprender los afectos mediante ideas adecuadas, es comprenderse a sí mismo. 79 La memoria. La noción de paralelismo asienta las bases para explicar otros conceptos que son imprescindibles para hablar de la unicidad del individuo. Entre los más importantes está la “memoria”, como la capacidad de permanencia de las ideas en la Mente, esto es, de conservar lo que en el individuo constituye su particular historia causal. La memoria se define en Spinoza por la deformación de cuerpos blandos dentro del Cuerpo Humano. Una vez afectado el Cuerpo Humano, y establecida la marca, sólo una afección que excluya la afección anterior podrá hacer que desaparezca la idea de esa afección. A estas afecciones que sufre el individuo, provenientes de cuerpos exteriores se le da el nombre de imágenes 53 . El recuerdo de estas imágenes se conserva porque las partes fluidas del Cuerpo modifican la superficie de las partes más suaves, lo que hace que la relación de movimiento y reposo del flujo total de las partes se vea afectada permanentemente, o por lo menos hasta que se produzca otra modificación que excluya la imagen anterior por una nueva huella en la superficie blanda. Evidentemente, esta imagen que surge a partir de la interacción con cuerpos exteriores representa solamente esa interacción, es decir, no representa el cuerpo exterior como tal, lo que implica que no se conoce directamente el cuerpo exterior sino la manera como el Cuerpo humano reacciona ante él 54 . Estas imágenes no son causa del error. La Mente no se equivoca porque imagina, sino porque carece de la idea que excluya la existencia de esas cosas que considera presentes. Como el sol que se ve a dos pasos de distancia 55 , la imagen del sol ‘cercano’ sigue viéndose igual aún cuando se posea el conocimiento de que el sol está a una distancia muchísimo mayor. Pero acompañadas de otras ideas que le proporcionan coherencia y razón, estas imágenes pueden llegar incluso a desaparecer de la Mente (porque, como ideas inadecuadas, quedan vencidas por la fuerza de las ideas adecuadas, efecto que está basado en una presencia permanente). Añadiéndole la comprensión de la forma que caracteriza la relación con el sol, tanto su alejamiento de la tierra como la inmensidad de su volumen, se le concede más realidad a la imagen. 53 E2PXVII E2PXXV: “La idea de una afección cualquiera del Cuerpo humano no envuelve el conocimiento adecuado del cuerpo exterior” 55 E4PIScol 54 80 Del mismo modo ocurre con la historia causal asociada a la identidad. Una vez que el individuo supera la inicial fase de confusión, en la que las ideas son inadecuadas por fragmentarias, imprecisas e incompletas; las imágenes que conforman su identidad en el pasado encuentran su sitio como formas de pensarse, es decir, como una privación de la cadena causal que constituyó y ordenó esas imágenes en la memoria, privación que será corregida con las ideas adecuadas que su mente va adquiriendo sobre la particular forma de relacionarse con la realidad toda vez que produce una acción. La memoria involucra pues un encadenamiento de las ideas que envuelven la naturaleza de las cosas exteriores al Cuerpo humano 56 . Este encadenamiento, como principio, sigue el orden de los afectos, el de su ocurrencia en la duración; y no el del intelecto a través de causas que se entiende por la esencia singular. Esto reafirma la causa de error en la comprensión de la unicidad. Toda vez que la Mente del individuo comienza a conocer su propia esencia, este encadenamiento se hace de forma racional, ampliando las relaciones, o escogiendo las que contribuyen con el conatus, las ideas adecuadas, cuya conexión es más fácil, frecuente y diversificada. Así, el individuo usa la memoria para producir ideas que se relacionan con un aumento de su potencia de actuar, imaginándolas 57 , acordándose de ellas 58 , relacionándolas con otras que aparecieron simultáneamente 59 , estableciendo semejanzas con otras 60 , comparándolas con otras 61 , o imaginándolas destruidas o conservadas 62 . Es frecuente la sensación de incongruencia entre las imágenes de lo que le ocurrió al individuo en el pasado con la imagen de sí que tiene en el presente (un ejemplo sencillo puede encontrarse en la talla corporal, que varía la relación con el entorno, por lo que las cosas que se percibían grandes durante la infancia, pueden resultar decepcionantemente pequeñas cuando vuelven a ser percibidas en la adultez). Este hecho es de primera importancia para entender la epistemología del sistema espinosiano. A medida que la Mente humana logra hacerse de más ideas adecuadas producto de la comprensión de sí mismo, esta confusión desaparece, y la historia personal se muestra congruente con la causalidad particular de su 56 E2PXVIII E3PXII 58 E3PXIII 59 E3PXIV 60 E3PXVI 61 E3PXVII 62 E3PXIX 57 81 esencia (se entiende que la pequeñez de las cosas que antes parecían más grandes se debe a un aumento de la talla corporal). El individuo entiende su unicidad. El componente extenso y el componente pensado de la memoria interactúan de forma que la unicidad del individuo queda condicionada tanto por su experiencia con la realidad exterior como por la correcta comprensión de esos eventos por la Mente. Sin la primera, el individuo es una abstracción, una esencia sin desarrollo de su potencial. Sólo la actualización con el Cuerpo puede dar a la esencia singular la multiplicidad de lo concreto. Sin la segunda, el individuo es una idea confusa y mutilada, vapuleada por el azar y presa de la irracionalidad. Es una cosa. Lo recordado como propio, lo que más arriba se ha llamado la historia causal, solo se corresponde con la esencia del individuo cuando concierne a sus momentos de acción, cuando su Mente tuvo la intuición de la forma que poseen sus relaciones con la infinitud. No es un recuerdo de imágenes cualesquiera, sino de lo que esas imágenes dicen sobre su unicidad. Unicidad e Inmanencia. Cómo se planteaba al final del capítulo II, el anhelo de Spinoza para con los hombres es que tengan el alma libre de supersticiones, prejuicios y dogmas. El concepto de inmanencia en Spinoza está directamente relacionado con esta necesidad y busca hacer entender a los hombres que el mundo no gira alrededor de ellos, y que las fortunas y desgracias del azar no son el producto de un finalismo divino, de un Dios voluntarioso o de algún otro ente maligno o benigno que influya sobre el destino de los humanos. El individuo está pues, sujeto al azar de los encuentros y las reacciones o pasiones que se produzcan. Evidentemente, la angustia que esto produce (como miedo a lo desconocido y sin objeto definido) amerita la estructuración de una ética de vida que compense la indiferencia teleológica de la Naturaleza. De ahí que Spinoza conciba una ontología que empiece por eliminar el concepto de la trascendencia de la divinidad, y cuyas consecuencias deriven en la eliminación de cualquier otra trascendencia que implique la concepción de un modelo a seguir que empuje a los hombres no sólo a someterse a esa autoridad ideal, sino a olvidarse de sí mismos. Su denuncia 82 va pues, contra los hombres que equiparan a Dios con un hombre omnipotente que impone un camino a seguir, basándose en una inversión de la ‘semejanza con el creador’, y aprovechándose de ello para dominar a sus congéneres con pasiones tristes, es decir, con limitaciones impuestas a la realización de su ser. Esta inmanencia no elimina a Dios 63 . Las nociones comunes conducen a Dios. El estado de beatitud es el conocimiento de Dios. Pero este no es tratado como causa lejana, como tope trascendente e inalcanzable al que ‘Todo’ tiende y de lo que ‘Todo’ procede como una excrecencia. Es más bien la fuente de todas las relaciones constitutivas y causa de sí mismo, y del conocimiento más íntimo y más externo (razón como explicatio de lo implicatio). Es la infinitud de la realidad con el reto que significa para la comprensión humana. Spinoza invita a pensar lo infinito comprendiendo la forma particular en la que cada individuo, con sus acciones, se integra en su expansión eterna. Así como el paralelismo explica la unidad entre individuo y realidad, la inmanencia es garantía de adecuación y verdad en esa relación. En la medida en que la definición de cualquier cosa expresa la génesis de lo definido, la idea misma de la cosa expresa su causa, y por tanto es una idea adecuada 64 . El ser perfecto, del cual deriva la infinitud de lo que es, constituye la única idea adecuada necesaria para encadenar lo real en una génesis sin defectos. Más aún, la idea que tienen los hombres de este ser perfecto es clara, distinta y adecuada (aún cuando las ideas que la Mente humana tiene de las cosas son inadecuadas 65 ); y esto se debe a que la Mente es una parte del entendimiento infinito de Dios 66 . Spinoza postula la comprensión de Dios como necesaria y beatífica. Necesaria porque el humano es unívocamente causado por Dios que es causa de sí mismo. Dios como única sustancia elimina el problema de la equivocidad de relación entre un Dios-sustancia y un Hombre-sustancia 63 Aunque sea un adelanto de su muerte, tal como la entiende Nietzsche, como rechazo a la metafísica occidental por estar sustentada en el concepto y en la realidad ontológica de Dios: “¿Dónde se ha ido Dios? Yo os lo voy a decir”, les gritó. ¡Nosotros lo hemos matado, vosotros y yo! ¡Todos somos sus asesinos! Pero, ¿cómo hemos podido hacer eso? ¿Cómo hemos podido vaciar el mar? ¿Y quién nos ha dado la esponja para secar el horizonte? ¿Qué hemos hecho al separar esta tierra de la cadena de su sol? ¿Adónde se dirigen ahora sus movimientos? ¿Lejos de todos los soles? ¿No caemos incesantemente? ¿Hacia adelante, hacia atrás, de lado, de todos lados? ¿Hay aún un arriba y un abajo? ¿No vamos como errantes a través de una nada infinita? ¿No nos persigue el vacío con su aliento? ¿No hace más frío? ¿No veis oscurecer, cada vez más, cada vez más? ¿No es necesario encender linternas en pleno mediodía? (Nietzsche, Friedrich. La Gaya Ciencia. Madrid: Edimat Libros. Traducción Luis Díaz Marín. § 125). 64 Deleuze, Spinoza et le problème de l’expression, p. 120 65 E3PXICor: “…tum dicimus Mentem humanam rem ex parte, sie inadaequate percipere”. 66 E2PXLVII 83 (como en el modelo cartesiano). El humano como manifestación de esa sustancia, no es un reflejo exterior sino una indispensable concreción de ella. En segundo lugar, la comprensión de Dios es beatífica porque es a partir del conocimiento del lugar de la particularidad en la existencia como parte intensiva de la sustancia única que se puede llevar una vida sosegada y plena, que tendrá como resultado una muerte en concreta perfección. Lo que constituye el error, la falsedad, las ideas inadecuadas y confusas es una privación de conocimiento. Este conocimiento que falta no es absoluto, no es ignorancia o falta de conciencia, sino que depende del hecho de que los hombres están conscientes de sus acciones pero ignorantes de las causas que las determinaron 67 . El primer paso para alejarse del error es el conocimiento de segundo género, basado en las características que son comunes entre las cosas particulares. Este conocimiento es el fundamento de la razón 68 . Es de la naturaleza de la razón el percibir las cosas bajo un cierto aspecto de la eternidad (sub specie aeternitatis) 69 , es decir, reguladas por la necesidad y la eternidad, y no por el azar o la duración. La razón se constituirá superando la fragmentariedad de las imágenes que son el producto de la esencia de cosas particulares (que están en acto en la duración) y disciplinando su capacidad de comprensión a través de nociones comunes, y que no son contingentes por no depender del tiempo en el que ocurran o el modo en el que se presenten. Es una forma de conocimiento extrínseco que implica lo que está intrínseco (la sustancia absolutamente infinita), en el que un principio general se aplica a lo casos particulares y constituye su nexo. Estas nociones comunes no son lo que la tradición ha llamado trascendentales o universales, ya que estos últimos, en el sistema espinosiano, están atribuidos a ideas confusas debidas a las limitaciones de la fuerza de la imaginación, que la obligan a tratar de relacionar las cosas particulares de forma estable. Spinoza, a esta forma de conocimiento, que se produce por la confusión de singulares, por signos o por símbolos, la ubica en el primer tipo de conocimiento: la imaginación. Aprovechar mejor lo que las imágenes ofrecen a la comprensión (la interacción Cuerpo-realidad) es el método para pensar adecuadamente. 67 E2PXXXV E2PXL 69 E2PXLIV 68 84 La tercera forma de conocimiento es la ciencia intuitiva, que procede de la idea adecuada de la esencia formal de un atributo de Dios hacia el conocimiento adecuado de la esencia de las cosas, y entre ellas la del individuo que conoce. Es pues un conocimiento inmediato que progresa desde la generalización de las nociones comunes (y no en la abstracción, concepto que Spinoza combate por implicar una capacidad mental que desaprovecha el poder de la imaginación al eliminar la relación particular que las caracteriza, es decir, que no se relaciona adecuadamente con la realidad) y que luego regresa a las cosas singulares, utilizando el conocimiento de la sustancia infinita como procedimiento inmediato para deducir el lugar en el infinito de las esencias particulares y eternas. El conocimiento intuitivo es la extrapolación de la verdad racional de las relaciones comunes a la unicidad de las cosas, que permite conocer el sitio y las relaciones que establece cada particular con la infinitud. No existe entre los tipos de conocimiento postulados por Spinoza una jerarquía valorativa. Imagen, noción común e intuición son indispensables para el logro de la perfección del conocimiento y la existencia humana. La primera como el sínodo de realidad externa por relación, e irrealidad interna por particularidad y privación; la segunda como generalización de los nexos que se dan comúnmente entre los particulares y la realidad; la tercera como inmediatez cognoscitiva de lo particular en lo infinito. Los tres tipos de conocimiento se complementan y se suceden uno al otro, sin negarse o contradecirse. La intuición, conocimiento más perfecto (en el sentido espinosiano de la perfección) no es el resultado de una síntesis, la cual exigiría una amalgama y una completitud que resulta imposible dada la infinitud de las relaciones cognoscibles. La intuición es conocimiento inmediato de esa infinitud, pero nunca la sujeción absoluta, ni la objetividad más pura, que quedan siempre diferidas por la interacción del Cuerpo con la realidad en la duración. La intuición es esa especie de eternidad, que no posee un conocimiento absoluto, sino de relaciones. El error y la falsedad no son pues un producto de la voluntad. El hombre no se equivoca porque teniendo una idea clara de la realidad decida escoger erróneamente, engañado u obstaculizado por el Cuerpo 70 . Presente en diversos planteamientos filosóficos, la voluntad ha 70 “El error que se ha cometido haciéndole representar [al alma] diversos personajes que son comúnmente contrarios los unos a los otros no proviene sino de que no se ha distinguido bien sus funciones con las del cuerpo, único al cual debe atribuirse todo lo que pueda observarse en nosotros que repugne a nuestra razón”. Descartes, op. cit., Art.47. p. 579 (Traducción nuestra). 85 sido postulada como fuerza metafísica o moral que, bien residiendo en el individuo o bien en Dios, es el motor que produce los cambios necesarios para un fin último, frecuentemente relacionados con la idea de algo bueno a lo que deben inclinarse las acciones. Para Spinoza, por el contrario, no existe tal Voluntad, como una facultad del alma separada y autónoma, que apetece o rechaza algo. En vez de ello afirma que esta solo se manifiesta como “voluntad de afirmar o negar la verdad” en voliciones singulares. En la Mente, dice Spinoza 71 , ninguna voluntad es absoluta, sino que está determinada a querer esto o aquello por una causalidad infinita. La idea no es una pintura muda, insiste Spinoza 72 , donde las imágenes estarían allí para ser contempladas y juzgadas según la idea de Bien y Mal, sino que está presente como el resultado de un encadenamiento de otras ideas gracias a la interacción del Cuerpo con la realidad. La idea verdadera es el comprender mismo y la voluntad es un resultado conativo (y no cognitivo 73 ) que implica que este comprender puede modificar esa relación del Cuerpo con la realidad, produciendo un estado de tendencia, gusto por, deseo o intento, que potencia las posibilidades del conatus. Adicionalmente, en Spinoza la idea de Bien y Mal no es una abstracción moral que sirve de guía a un alma autónoma, sino tan sólo un afecto particular que produce Alegría o Tristeza, y que comprendido adecuadamente, conlleva acción74 , y no contraría ningún afecto salvo como otro afecto que se le opone 75 . Para Spinoza una volición es una manera de pensar76 en la que se afirma o se niega algo. La voluntad es un ente universal en el que agrupamos las voliciones singulares 77 . Eso que se afirma o se niega envuelve una idea, es decir, no podría ser o concebirse sin esa idea. De ahí que pueda afirmarse que “la volición no es nada aparte de la idea” 78 , es decir, que voluntad e intelecto son una y la misma cosa. La unicidad del individuo no está dada (como podría concebirse en busca de simplicidad y referencias que apunten hacia un ‘lugar’ psicológico de donde parten actos ‘propios’) por un centro de donde parten voliciones que le caracterizan. Es más bien, el producto de una acción, como relación única que se establece entre estas voliciones y la esencia particular. El 71 E2PXLVIII E2PXLIII y E2PXLIX 73 “[Spinoza] in identifying will and understanding, he transforms the concept of understanding so that it becomes conative”. Lloyd, op. cit., p. 61. 74 E4PVIII: “Id bonum, aut malum vocamus, quod nostro esse consevando prodest, vel obest”. 75 E4PXIV 76 E2PXLIX 77 Ídem. 78 Ídem. 72 86 Deseo resulta del conatus. Cada cosa querida debe comprenderse en el vínculo con la particularidad tratando de perfeccionar su existencia, de hacerse más real con relaciones que le provoquen Alegrías. El individuo debe desear la acción, es decir, todo aquello que se relacione con su particularidad, y provenga de ella. El propósito de Spinoza es hacer entender que la fuente de error se encuentra en el problema de la certeza y no en la voluntad de afirmar algo errado. El hombre que, por voluntad afirma una idea falsa, no alberga dudas sobre ella. Esta idea se le presenta como conocimiento de su Cuerpo en relación. Esto no quiere decir que posea una certeza, porque la certeza no es algo negativo, es decir, no es una ‘no-duda’. La certeza no resulta de la aplicación del criterio de claridad y distinción, ya que estos no son afectos que impulsen la potencia de actuar 79 . La certeza para un individuo es su Deseo. Si no es escogencia voluntaria, entonces ¿Cómo se diferencia una idea verdadera de una falsa? Ya se trató sobre esta diferencia cuando se discutía el tema de la idea adecuada. En resumen y para añadir detalle, Spinoza ofrece los siguientes argumentos: 1. La idea verdadera surge cuando conocemos algo de manera perfecta, excelente80 . No es el resultado de un método de comprobación, sino el hecho mismo de poseer una idea, verdadera en el sentido mismo de su existencia como concepción de la Mente, y cada vez más verdadera mientras más se corresponda con una acción del individuo. Por el contrario, 2. Las ideas falsas sólo lo son por una privación de conocimiento 81 , y su cualidad es tan marcada que se diferencian de las verdaderas como el no-ser del ser 82 . Las ideas falsas no tienen nada positivo que las distinga de una idea verdadera, y por el contrario, son verdaderas en Dios 83 , es decir, forman parte de la potencia de pensar, y como tal deben ser entendidas (y aprovechadas en su transformación a pasiones alegres). 79 De manera que podemos adherir a ideas que no son claras y distintas. De ahí que Spinoza afirme que “la voluntad se prolonga más allá del intelecto, si por intelecto se entiende solamente las ideas claras y distintas” (E2PXLIXScol). 80 E2PXLIII. Es decir, cuando actuamos, cuando la conocemos a partir de su esencia como causa y con la mayor cantidad de relaciones posibles. 81 E2PXXXV 82 E2PXLIII 83 E4PI 87 3. Necesitamos de menor potencia de pensar para afirmar que una idea es verdadera cuando es verdadera, que cuando es falsa 84 . Esto es consecuencia de una doble tributación: la contribución de fuerza que proporciona la pasión alegre por lo verdadero y la multiplicidad de relaciones que refuerzan el conocimiento por ideas adecuadas. 4. Por último, la idea ya planteada de la verdad como index sui. De la misma forma que la luz manifiesta a la vez a ella misma y a las tinieblas, la verdad es norma de ella misma y de lo falso 85 . Por tanto, el individuo siempre tiene certeza de sus ideas. Todas son verdaderas y pueden modificar el curso de su acción. No ocurre que voluntariamente se siga una idea falsa, sino que tanto las ideas falsas como las verdaderas pueden producir voliciones, deseos del conatus particular. El error tiene que ver con la adecuación de esas ideas. Tanto las ideas falsas como las verdaderas deben llegar a ser adecuadas, pero ya se sabe que la adecuación de la idea no se produce comúnmente porque es difícil comprender la unicidad. Las razones por las cuales el hombre no conoce su verdadera esencia, es decir, no produce acción, serían que: 1. La Mente humana no conoce al Cuerpo humano en si mismo, ni tampoco a las partes que lo constituyen, sino a través de afecciones 86 . A través de estas afecciones sólo conoce la forma en que el Cuerpo se comporta en su presencia, pero no su esencia, en el sentido de cómo se comporta en presencia de otras infinitas afecciones 87 . De ahí que su conocimiento es azaroso, dependiente de la contingencia de los encuentros. 2. Del mismo modo, la Mente humana no se conoce a sí misma sino a través de las ideas que tiene de las afecciones del Cuerpo 88 . 3. La idea de una afección del Cuerpo humano no envuelve un conocimiento adecuado del cuerpo exterior, ni de su duración 89 . De ahí la utilización de Spinoza de la palabra indicar en vez de explicar (que implica la expresión de su causa). “Las ideas de las 84 E2PXLIX E2PXLIIIScol 86 E2PXIX, E2PXXIV, E2PXXVIII 87 E2PXXVI, E2PXXVII, E2PXXX 88 E2PXXIII, E2PXXIX 89 E2PXXV, E2PXXVI, E2XXXI 85 88 afecciones indican mas un estado de nuestro Cuerpo que la naturaleza de los cuerpos externos” 90 . La Mente no tiene, ni de sí misma ni del cuerpo, una idea adecuada, sino solamente un conocimiento confuso y mutilado. La calidad de este conocimiento cambia por la determinación interna, es decir, cuando se contemplan simultáneamente muchas cosas, cuando se comprenden las conveniencias, diferencias y oposiciones que de ellas mismas se determinan 91 . Esto se logra una vez que, junto a la imaginatio, se adquieren conocimientos del segundo (nociones comunes) y del tercer tipo (intuiciones). Estas ideas adecuadas no sólo son norma sui 92 , sino que además son el comprender mismo 93 . Las ideas adecuadas proporcionadas por el conocimiento de segundo y tercer tipo resultan criterio de identificación de sí mismas porque enseñan la idea adecuada de lo que es una idea adecuada 94 . Esto es, la idea adecuada como acción. Solo se obtienen ideas adecuadas cuando estas son generadas por la naturaleza particular relacionándose con el infinito, cuando no se generan por reacción a una cadena causal, cuando por una indiferencia teleológica que se corresponde con la de la sustancia infinita, tienen como único objetivo expresar la particularidad de su existencia en relación. Entonces, ¿puede el hombre conocer su esencia? Por la lista anterior pareciera que es imposible y que es menester acostumbrarse a la idea de andar por la vida dando tumbos sin encontrar las relaciones que más se ajustan entre la disposición particular y la realidad. O supeditarse a una autoridad que establezca lo que más conviene para todos y cada uno. Aún cuando en los tratados políticos Spinoza considera prudente crear cierto orden que salvaguarde la comunidad de la tendencia suicida 95 de los hombres, en su Ética ofrece la posibilidad cierta de alcanzar un estado cercano al auto-conocimiento: la beatitud. 90 E2PXVICor2 E2PXXIXScol 92 E2PXLIIIScol 93 Idem 94 E2PXLII: “…adequatam veri, et falsi habere ideam” 95 Spinoza plantea que aquel que no es virtuoso se está suicidando. El suicidio es el resultado de un alma impotente que se ve vencida por causas exteriores que repugnan a su naturaleza (E4PXVIIIScol). Estas causas exteriores pueden llevar al Cuerpo a tomar una naturaleza distinta a la que le es original, y cuya idea no puede darse en la Mente (E4PXX ). Una causa evidente de suicidio es que te ordenen tomar veneno. Pero estas causas exteriores que llevan a una alteración radical del cuerpo pueden estar escondidas, y es por eso que conocerse a si mismo es fundamental para conservar el ser. Conocerse a sí mismo es conocer su esencia para controlar la dinámica del conatus, de forma que puedas tomar acciones efectivas para compensar el encuentro fortuito con otras naturalezas que no convengan con tu ratio. 91 89 Esto se logra a través del racionalismo más riguroso que se haya concebido 96 : utilizar la evidencia empírica para adecuar las ideas. Tomar como punto de partida aquello que de positivo tiene la idea falsa: la forma que adopta la potencia del pensamiento, la manera en que concebimos una idea, la forma del pensar. Este es el primer paso para lograr alcanzar aquello que comparten los cuerpos: las nociones comunes. El objetivo final es transformar las ideas inadecuadas en lo que tienen de útil: ser ejemplos de la forma en que se piensa cuando se esta en contacto con cuerpos externos. Las nociones comunes son necesariamente ideas adecuadas, y al llenar la Mente con ellas se deja poco espacio para las imágenes confusas. De esta forma los hombres asumen que su Mente funciona como lo que Spinoza denomina un “autómata mental” 97 , en el que las ideas expresivas se encadenan de forma lógica, según la potencia de existir de la sustancia y el modo como su causa, y no como un análisis posterior de sus efectos. En Spinoza, la causalidad es la que debe ser entendida correctamente para que nos revele la existencia. Pero no bajo la premisa de un orden trascendente y jerárquico al que se tiende por escogencia voluntaria, o una cierta armonía moral que apunta a Dios como fin, sino en un plano inmanente que apunta a sí mismo: a la relación entre los componentes del individuo, a la esencia de los modos 98 . 96 Cf. Deleuze, Spinoza et le problème de l’expression, p. 134 TREP85 98 Deleuze, Spinoza et le problème de l’expression, p. 213 97 90 CAPÍTULO IV Unicidad de los afectos. Conocer la propia esencia es actuar. Es la garantía de pensar con ideas adecuadas, mediante la comprensión particularizada de las relaciones que se establecen con el infinito. En otras palabras, la adecuación del pensamiento depende de conocer los efectos (o los afectos como resultado de la interacción con los cuerpos exteriores) a través del conocimiento de la causa (la ratio que deriva de la esencia singular). Esto es a lo que Spinoza llama actuar. El grado intensivo de la propia esencia es el principio generador de una dinámica de afectos que determinan el papel activo o pasivo del individuo dentro de la potencia de ser de la sustancia única. ¿Qué importancia tiene en Spinoza el individuo y su unicidad? Es preciso replantear la pregunta, porque afirmar el papel principal del individuo en la filosofía de Spinoza no cuenta, ni ha contado con aprobación unánime entre sus comentadores. Este capítulo estará dedicado en su primera parte a plantear los contornos de esta controversia, para luego retomar la discusión sobre las características de la Mente como acción que produce unicidad dentro del sistema espinosiano. Individuo Único. Si para responder la pregunta acerca del papel de los individuos en el sistema espinosiano se toma como guía las palabras de Hegel, la respuesta negaría incluso la existencia de tal concepto en Spinoza: “El principio de la subjetividad, de la individualidad, de la personalidad, no se encuentra en el espinosismo, porque la negación sólo fue aprehendida unilateralmente. […]En relación con lo determinado, Spinoza estableció la tesis: Omnis determinatio est negatio; sólo es pues verdaderamente real, ‘efectivo’, lo no particularizado, lo universal, es lo único substancial. El alma, el espíritu, es una cosa singular, y como tal está limitada; lo que hace que sea una cosa singular es una negación, por tanto no tiene 91 verdaderamente una realidad efectiva” 99 . La de Hegel no es, en palabras de Lloyd 100 , una lectura extravagante. Las características de la individualidad en Spinoza son complejas y permiten lecturas como esa 101 . Aunque esto sea posible, hacer honor a la complejidad del tema en Spinoza exige que se afirme también una lectura que revela una profunda articulación de individualidad, mismidad y libertad. Una lectura de ese tipo es la que se ha pretendido hacer en la presente investigación, y a la que habrá que darle su sentido más acabado. Que la propuesta espinosiana no reduce la unicidad del individuo, supeditándola a la sustancia, se ve claramente en lo que se ha llamado aquí la intensidad de las relaciones entre individuos. Los individuos poseen claras diferencias corporales entre ellos y cada uno es único e insustituible dentro de la intrincada e infinita red de causas y consecuencias que conforman la Naturaleza. Esa diferencia se manifiesta fundamentalmente en una cierta intensidad, en una potencia para llevar a cabo acciones basándose en una comprensión de su constitución, de las cosas, y de la sustancia en una idea adecuada. Es por esto que “una esencia de modo es una pars intensiva y no una pars totalis" 102 . No es entonces que cada esencia tenga dentro de sí una parte del ‘Todo’ que se corresponde con la sustancia, de modo tal que su individualidad sea inútil y accesoria por ser una simple repetición o reflejo de la totalidad, o un mecanismo para ‘engranar’ la totalidad; sino que la sustancia las produce (y se produce a sí misma) teniendo en cuenta todas las demás, como una cantidad indivisible y continua que tiene un mínimo y un máximo representado en sus particularidades. La comprensión humana pasa por explorar el Cuerpo como superficie de una de esas partes intensivas. El individuo posee un conatus que lo lleva a perseverar en el ser que su esencia hace necesario, y conocer sus alcances: la capacidad que tiene de padecer, o la de actuar por sí sólo. Llevar al Cuerpo a actuar al máximo de potencia como ser es establecer la mayor cantidad posible de relaciones con los Cuerpos externos. Mientras más reacciones se 99 Hegel, Lecciones sobre la Historia de la Filosofía, p. 308-309 Lloyd, op. cit., p. 7 101 Macherey atribuye la lectura hegeliana de Spinoza al hecho de que ambos sistemas coinciden en aspectos fundamentales, pero Spinoza refuta el finalismo y las jerarquías ontológicas, por lo que de alguna forma es una refutación de su propuesta. “Lo que Hegel no pudo soporta en Spinoza, y no pudo eliminar sin el costo de un trasvestismo, es un pensamiento por el cual su propio sistema es cuestionado” (Macherey, op. cit., p. 91). 102 Deleuze, Spinoza et le problème de l’expression, p.181 100 92 perciben como producidas debido a su constitución esencial y no a la concurrencia con ellos, mayor es la potencia de la Mente para comprender con distinción. “Es a partir de esto que podemos conocer la prestancia de una Mente con respecto a las otras” 103 . Por otro lado, Spinoza afirma claramente la diferencia particular como lo que define al individuo. “Lo que es común a todo no puede ser la esencia de una cosa singular” 104 . Ciertas generalizaciones son necesarias como basamento para el conocimiento adecuado 105 . Estas se corresponden con el comportamiento de los modos cuando interactúan en un mismo atributo. Así, pueden establecerse reglas generales sobre el comportamiento de los modos en el atributo Extensión, que permiten predecir lo que ocurrirá cuando choquen un cuerpo duro y uno blando. Pero de ninguna forma estas generalizaciones implican la existencia de una ‘naturaleza humana’, como una categoría sustancial que permitiría encasillar el comportamiento y los objetivos de cada individuo, y a la que deberían inclinarse para ser ‘mejores’ (hombres, ciudadanos, trabajadores o personas). Sin embargo, pueden encontrarse pasajes dentro de la obra espinosiana que parecen sugerir lo que Hegel afirma en su ‘lectura’. Véase por ejemplo: Si en efecto, dos individuos, p.e., poseyendo exactamente la misma naturaleza, se juntan el uno al otro, ellos compondrían un individuo dos veces más potente que cada uno tomado separadamente (E4PXVIIIScol). La expresión “exactamente la misma naturaleza” intenta explicar que la asociación de individuos, lo que produce un individuo de mayor perfección, produce un aumento de potencia. Pero esta similitud no implica una equivalencia entre esencias singulares, sino la equivalencia de su proporción de movimiento y reposo dentro de un individuo mayor 106 , que los complica. Así, dos medicamentos diferentes pueden producir el mismo efecto de curación, y dos individuos humanos pueden ocupar el mismo cargo en una organización pública. Esto explica el hecho de que los humanos representan un modo de expresión de la sustancia con 103 E2PXIII E2PXXXVII 105 E2PXXXVIII: “Todos los cuerpos convienen en ciertas cosas, las cuales deben ser percibidas de forma adecuada por todos”. 106 Matheron, op. cit. p. 39: “Dos cuerpos tienen la misma naturaleza cuando sus esencias singulares, aún diferentes, se parecen lo suficiente para permitir que jueguen el mismo rol y ocupar el mismo sitio en la misma totalidad”. 104 93 aspectos comunes en la configuración del Cuerpo debidos a la pertenencia a una misma cantidad intensiva. El Cuerpo humano es también una asociación de individuos más simples, que debido a su éxito en perseverar en la existencia, se ha perpetuado. Existe además una comunión de naturalezas que está basada precisamente en que todos desean conservar su ser. El conatus es pues también esa “misma naturaleza” que comparten los individuos, y es la que, al asociarse (al formar sociedad) genera una potencia mayor basada en la utilidad de unos humanos para con los otros en la obtención de bienes y la protección mutua contra cualquier peligro. Esto no implica que las esencias individuales sean las mismas (como una esencia humana, o una especie, conceptos que Spinoza clasifica dentro de lo imaginario, como ‘ayudas’ a la comprensión). En resumen, un tipo de expresión modal común y la naturaleza del conatus refuerzan el hecho de que los humanos conforman un Individuo que, unido a otros Individuos, poseerá perfección creciente, hasta alcanzar la sustancia infinita, Dios o Naturaleza. En cuanto al individuo como negación, no se trata, como parece sugerir Hegel, de que la negación no sea real, o que lo particular no sea real porque la negación tampoco lo es 107 . Este punto debe examinarse con atención. En primer lugar, la negación es para Spinoza simplemente una forma de concepción no mediada del ser 108 . La Mente, poseedora de ideas del ser que no son una simple reflexión sino una expresión paralela y unitaria de su existencia; establece unos límites de superficies según la imaginatio. Esto no indica que la cosa particular es una negación, o un conocimiento ilusorio y errado, sino que la Mente que la percibe como imagen la separa de un infinito, con fines cognoscitivos. No es pues que cuando se concibe un individuo se está pensando una 107 Aquí Hegel interpreta Spinoza desde su dialéctica, y toma la negación como una fase nunca concluida del proceso de concreción del Espíritu. Según Hegel, los modos finitos son “más imperfectos que los precedentes de los cuales surgen” y “lo negativo, es el término último de la línea, que no hace el regreso efectivo a la primera luz” (Hegel, Ciencia de la Lógica, § 1182) Pero ‘negación’ tiene otro sentido en Spinoza, asociado a la causalidad y la comprensión de lo real. 108 Esto puede verse aclarado en una carta de Spinoza a Jarig Jelles (Carta L): “Por lo que se refiera a esta idea de que la figura es una negación pero no algo positivo, es manifiesto que la pura materia considerada como indefinida no puede tener figura, y que no hay figura sino en los cuerpos finitos y limitados. Quien dice que percibe una figura, muestra por ello solamente que concibe una cosa limitada y en que manera ella lo está. Entonces, esta determinación no pertenece a la cosa en tanto que ella es, mas por el contrario ella indica a partir de donde la cosa no es. La figura entonces no es otra cosa que una limitación y, toda limitación siendo una negación, la figura no puede ser, como ya lo he dicho, otra cosa que una negación”. 94 negación, sino que se está estableciendo una negación imaginada con respecto al infinito de la sustancia. Es el poder negador de la imaginación al que debe someterse la concepción ética de Spinoza. No despreciándolo, o controlándolo a través de una Razón rectora, como si esta fuera un instrumento de purificación; sino utilizándolo para obtener información sobre la propia esencia en su interacción con la realidad, y de esa forma encadenar ideas adecuadas que ofrezcan un plano cada vez mayor de las relaciones infinitas de la Naturaleza desde la perspectiva única de la constitución de cada individuo humano. En segundo lugar, tal como afirma Negri, “la negación no es ya subsumida en la privación, la determinación no es más tomada como un elemento de un mecanismo de degradación metafísica y/o de oposición” 109 . Los modos finitos no son negaciones incompletas (a las que le falte la “negación de la negación” para llegar a ser conocimiento de sí mismas 110 ) porque son la sustancia misma, expresándose en su absoluta multiplicidad. Por tanto la negación implícita en lo imaginario, que permite pensar a los modos finitos, tiene en el sistema espinosiano el lugar de un conocimiento que debe ser ampliado, perfeccionado, positivado como la sustancia produciéndose a ella misma y haciéndolo en lo infinito como en lo finito, sin que esto se produzca en un movimiento dialéctico. En este sentido, la negación es tan solo el hecho de que los modos finitos están determinados no sólo por su conatus, sino también por una infinitud de cosas exteriores, que no son tomadas en cuenta por la imaginación, pero que forman parte del polo sustancial en la duración. Esta ausencia de una dialéctica de la individuación, es decir la necesidad real de la sustancia de hacerse perfecta por sus infinitas particularidades, evita la obliteración de lo “otro” que quisiera ver Hegel en la “negación de la negación”, porque no hay un regreso a sí mismo, porque no hace falta ese regreso para recuperar ese conocimiento concreto, porque la sustancia está siendo en el individuo, en la concreción y en el pensar de esa concreción. Incluso en este sentido queda reivindicada una libertad del individuo que es fundamental para la ética espinosiana: el pensar la concreción no es un acto determinado y necesario, y el individuo, sometido a la infinitud del azar de los encuentros, puede perder la oportunidad (¿única?) de conocer su particularidad a través de la acción. 109 Negri, op. cit., p.127 Tal como lo afirma Hegel: “Spinoza se queda en la negación como determinación o cualidad; no va hasta el conocimiento de esta misma como negación absoluta, es decir negación negándose” (Ciencia de la Lógica, §1183 96). 110 95 Afectos e individuo. Como ya se ha dicho, el afecto es percepción de disminución o aumento de la potencia de existir 111 . Los afectos pueden constituirse en una manera de individualizar a los modos finitos. Este ‘principio individualizante’ se puede definir como la capacidad que resulta de la interacción entre la potencia de la cosa y alguna causa exterior presente 112 . Esta interacción tiene como resultado que todos los individuos son diversos e inconstantes porque: 1. Están en contacto con causas exteriores infinitamente distintas, y por tanto, sus afectos son distintos. Cada individuo humano tiene, en el transcurso de su existencia, encuentro con causas o cosas que difieren de las de su prójimo, relaciones irrepetibles con su entorno, y que determinan afectos que no podrán ser englobados en un estado común ni comparados como equivalentes. 2. Aún cuando los individuos estén en contacto con causas exteriores iguales, sus afectos pueden ser distintos 113 , porque: a. Las esencias son distintas, y por tanto el afecto de cada individuo es completamente diferente a otro. La diferencia en cuanto a la respuesta a un mismo estímulo exterior depende del hecho de que el Deseo o el esfuerzo mismo por perseverar en el ser, “en cada individuo difiere del Deseo de un otro tanto como la naturaleza o esencia de uno difiere de la esencia del otro” 114 . De ahí que, en contacto con una misma cosa exterior, dos individuos reaccionen con una diferencia equivalente a la de su particularidad. Esta diferencia entre las esencias 111 “Yo no diría que los afectos señalen las disminuciones o aumentos de potencia. Diría que los afectos son disminuciones y aumentos de potencia vividos y no forzosamente conscientes”. Deleuze, Gilles. En medio de Spinoza. p. 82. 112 E4PXXXIII: “Affectuum natura, seu essentia non potest per solam nostram essentiam, seu naturam explicari, sed pontentia, hoc est, natura causarum externarum, cum nostra comparata, definiri debet” 113 Cosa que se verifica en E3PIV, E3PV Y E3PVI, en las que se establece que la potencia de la cosa se define exclusivamente por su esencia. 114 E3PLVII 96 de los individuos y sus correspondientes apetitos difiere tanto entre un caballo y un hombre, como entre un borracho y un filósofo 115 . b. La historia causal del individuo lo lleva a relacionar cualquier causa exterior con otras con las que ha interactuado (y evidentemente no las mismas que cualquier otro individuo), y por tanto a reaccionar de forma diferente ante ellas 116 . De ahí que, en contacto con una misma cosa exterior, dos individuos reaccionen con una diferencia equivalente a la cantidad o la cualidad de relaciones que haya establecido con ella. 3. A partir de esto último, puede inferirse que incluso en un solo y mismo hombre los afectos con respecto a una misma causa exterior son distintos. Dada una misma causa exterior, el individuo podrá relacionarla, en momentos distintos, en circunstancias diferentes, con unas u otras causas de su pasado, en forma fragmentaria y confusa, produciendo el consecuente estado de flotación o fluctuación (titilatio) 117 de su Mente. Esta diversidad e inconstancia de los afectos disminuye en el hombre que conduce su vida por la razón 118 , y es mayor en el hombre vulgar 119 , lo cual hace pensar que depende directamente del conocimiento de la esencia individual. Esto pareciera evidente en lo que podría considerarse la proposición más clara de la Ética de Spinoza con respecto a la particularidad y su comprensión como ética de vida: “actuar, vivir y conservar su ser (tres formas de decir la misma cosa) bajo la conducción de la razón”, no es otra cosa que buscar lo que es útil para sí mismo 120 . Esto implica, conservar su 115 E3PLVIIScol La búsqueda de los afectos en la duración está explicitada en E3PXII (“durante el tiempo en el que el Cuerpo humano contempla un cuerpo exterior como presente, es decir, lo imagina, durante ese tiempo el Cuerpo humano es afectado de una manera que envuelve la naturaleza de ese mismo cuerpo exterior”), E3PXIII (“Cuando la Mente imagina lo que disminuye o contraría la potencia de actuar del Cuerpo; se esfuerza, tanto como puede, en recordar cosas que excluyan su existencia”) y E3PXIV (“Si el Cuerpo humano ha estado afectado una vez por dos cuerpos al mismo tiempo, cuando más tarde la Mente imagine a uno de ellos, simultáneamente recordará al otro”). 117 Está la fluctuación del alma, producida por los afectos contrarios (E3PXVII), y la fluctuación de la imaginación, producida por la duda (E2PXLIVScol). 118 E3PXXVI 119 E3PLVIII 120 E4PXXIV 116 97 ser en función de lo que necesariamente se desprende de su esencia y de nada más 121 , a través de la comprensión de sí mismo y de lo que sirve para comprenderse a sí mismo 122 , y el saber que ‘bueno’ y ‘malo’ es lo que ayuda a comprenderse a sí mismo o lo que lo impide 123 , como resultado de una comprensión de lo que conserva o destruye las relaciones de movimiento y reposo de las partes del Cuerpo humano 124 . El conocimiento de sí mismo. Spinoza en su Ética interconecta, vincula o relaciona lo que para él representa una sabiduría práctica: conocerse a sí mismo. El precepto socrático puede verse expresado en la obra espinosiana como una forma de llevar una vida de bienestar. “Cada uno tiene el poder de comprenderse clara y distintamente, si no absolutamente, por lo menos en parte, y por consecuencia, padecer menos” 125 . Responder a la pregunta ¿quién soy? 126 es aumentar la propia potencia y conlleva sustraerse de la actitud pasiva de aquel que se ve jaloneado por las circunstancias y los eventos de su existencia. Es sustraerse de la idea fija de una esencia como molde genérico del que diferimos por ‘accidentes’ de la producción de lo existente, lo que deja a los humanos con la opción de ‘progresar’ hacia ese ideal, o ‘recuperar’ lo que originalmente fue modelo, en la pasiva gravitación hacia un que de la existencia. Este qué sin su quién se impone en vez de la exploración vinculante de la unicidad, que es el resultado de infinitas respuestas a la pregunta por el individuo, obtenidas por dinámica de la generación de acciones propias y el encontrarse con reciprocidades que permitan formular (razón como ratio) las respuestas. 121 E4PXXV E4PXXVI 123 E4PXXVII 124 E4PXXXIX 125 E5P4Scol. 126 Y no ¿Qué soy?, pregunta que ya tiene respuesta en la ontología. Como lo afirmaría Levinas: “La palabra ser designa una entidad que es –ideal o real– o el proceso de ser de esta entidad: la esencia” (Levinas, Emmanuel. (1974) Autrement qu’être ou au-dela de l’essence. La Haye : Martines Nijhoff. p. 29 [Traducción nuestra]). Pero responder a la pregunta ‘qué soy’ implica responder previamente la pregunta ‘quién soy’, es decir, ‘¿Quién pregunta?’. Es la pregunta por el ser que pregunta, que es él mismo y otro cuando pregunta por sí. Y sobre esta pregunta afirma Levinas que “es ahí donde la quis-nidad del quien se aparta de la quiddidad ontológica del que buscado y orientando la búsqueda” (Ídem). 122 98 Esta capacidad aumentada conlleva un control de lo que ocurre a cada quien, como individuo que conoce de lo que es capaz, y a través de este conocimiento logra percibir la forma de ordenamiento con la que se presenta la Naturaleza, y la forma en la que puede aprovechar mejor este ordenamiento en el que se haya inmerso. Encontrar la esencia de una cosa es encontrar lo que ella puede, lo que ella puede siendo lo que ella es: una potencia de existir. La potencia es capacidad para algo. Pero en Spinoza, enemigo de finalismos que se convierten en cadenas y mutilaciones, la potencia es capacidad para conocer su propia potencia. “El fin último del hombre, es decir su deseo más grande, es el que lo lleva a conocerse adecuadamente a sí mismo” 127 . En un círculo virtuoso (lo opuesto a una idea fija), la potencia de actuar tiene como fin establecer la mayor cantidad de nexos con el exterior para conocer la particularidad intrínseca que los regula, y de esta forma aumentar la capacidad de establecer nexos con el exterior. Si no se alcanza la mayor comprensión posible de la esencia individual, la percepción consciente del grado de intensidad que se corresponde con esa manifestación finita resulta en una idea inadecuada, un conocimiento que se queda en el poder de la imaginación y desaprovecha la generalización y la intuición para precisar, detallar, matizar, combinar (y cualquier otro verbo que implique el aumento de grados de realidad) la comprensión de las imágenes. Es decir, lo que en algún momento el individuo considera como constituyente de su esencia, y de ahí, su capacidad, aquellos aspectos en los que debe concentrarse para realizar por completo su existencia, se convierten en una simple afección pasiva. El individuo que no se conoce a sí mismo reacciona inadecuadamente a los encuentros con la naturaleza porque ese sí mismo que logra percibir, y a partir del cual toma sus decisiones es una pasión de su Mente que no se corresponde con el modo de su existencia 128 . De esta forma el individuo se pone en relación con la naturaleza de forma errada, con elementos que no se corresponden con la particular configuración de su intensidad, y que le resultan desfavorables, entristeciéndolo y debilitando sus acciones. 127 E4ApCapIV Es por esto que si se quisiera hablar de un determinismo en el sistema espinosiano, este no implicaría que no se tomen decisiones. Podría argumentarse que una comprensión de la esencia particular no cambiará las series causales, pero eso sería olvidar que la comprensión, como acción, es una causa más dentro de la serie en la que participamos. Todo lo contrario ocurre con la pasión, en la que la acción es un efecto de las causas exteriores. 128 99 ¿Puede la Mente del individuo concebirse como un cúmulo de pasiones 129 ? Sí, y entender cómo, para superar ese nivel triste y debilitante, es la praxis que puede encontrarse en la filosofía de Spinoza. Para ello es necesario recapitular en qué consiste la unicidad del individuo. El carácter de único de un individuo, como se ha establecido en los capítulos anteriores reposa en tres instancias: 1. Su esencia individual y eterna. Este es el factor inmutable de la unicidad del hombre. Es la causa genética de la fórmula particular en la que se combinan los corpore simplissima que constituyen al hombre. No por ser inmutable es sustancial, sino que se corresponde con un grado intensivo de los atributos, y es por tanto una parte única e irrepetible de una interrelación infinita. Tal como lo hacen los genes, la esencia determina la conformación del Cuerpo humano, y esta relación única no puede ser modificada sin que las consecuencias impliquen un cambio profundo en el individuo, la modificación de su naturaleza e incluso su destrucción. Lo que no significa, por supuesto, la destrucción de su esencia, sino la de su existencia en acto. Esta esencia singular determina también la fuerza que impulsará al individuo a perseverar en su ser, manifestándolo como una manera precisa y determinada de la sustancia infinita. 2. La memoria o la relación Cuerpo-Mente. Está determinada por los encuentros entre el cuerpo humano y los cuerpos exteriores, y las modificaciones más o menos permanentes que se producen como consecuencia de ello. Cada una de estas modificaciones permanece como una ‘huella’ afectiva del contacto entre superficies, y sólo desaparece cuando una afección contraria niega su existencia. La memoria está estrechamente relacionada con la esencia individual porque las afecciones que se producen en un 129 Debe recordarse aquí a Hume cuando dice: “siempre que penetro más íntimamente en lo que llamo mí mismo tropiezo en todo momento con una u otra percepción particular, sea de calor o frío, de luz o sombra, de amor u odio, de dolor o placer”. Y concluye: “todos los seres humanos no son sino un haz o colección de percepciones diferentes, que se suceden entre sí con rapidez inconcebible y están en un perpetuo flujo y movimiento” (Hume, David. Tratado de la naturaleza humana. Madrid: Tecnos. Traducción de Felix Duque (1988). Libro I, Sección VI, p. 356 [252]). Esto no despertaría a Spinoza (o mi lectura de Spinoza) de un sueño dogmático: su propuesta es que la Mente hace la ligazón de ese haz (sin lo cual, precisamente, no sería un haz) descubriendo lo que hay de único en la relación individuo-mundo. 100 individuo dependen tanto del azar de los encuentros como de la particular configuración de su cuerpo, y de allí las marcas que dejen en su mente. 3. Los afectos. La forma como estos determinen lo que es propio del individuo es modificable por la Mente y es por ello que resultan fundamentales para la concepción ética de Spinoza. No es posible alcanzar beatitud modificando la proporción de la esencia singular, ni controlando el azar de los encuentros que dejarán su huella en la memoria. Sólo es posible actuar sobre los afectos. A medida que se producen las afecciones, el individuo sufre ese estado de disminución o aumento de su conatus. Cada uno de estos afectos en la Mente definirán el grado de conocimiento de sí mismo que pueda obtener el individuo. Según la comprensión que tenga de su unicidad podrá proyectarse más allá de su historia causal, integrando los aspectos prospectivos de la personalidad (aquello que desea el individuo en su futuro). También podrá perfeccionar las múltiples relaciones presentes con su entorno, favoreciendo las que favorecen su conatus. Estas acciones, sin embargo, no puedan estar comprendidas bajo un método abstracto cualquiera, ya que en la causalidad intervienen la esencia y el azar. En Spinoza, estas tres variables esencia-azar-afecto influyen profundamente en la caracterización del individuo. La individualidad podría concebirse como una transición en tres fases o variaciones existenciales 130 , basadas en un método de conocimiento perfectivo de sí mismo 131 : 1. La imaginaria: es la fase pueril 132 . En esta fase las causas externas ocupan la totalidad de la mente, y no se explican por la naturaleza del individuo, por lo que deben ser consideradas pasiones. Los efectos que provienen de causas externas son “signos”, “indicaciones” 133 de algo que le resulta vago, y fungen de guía irracional. En esta fase 130 Deleuze, Spinoza et le problème de l’expression, p. 268: “Los géneros de conocimiento son también maneras de vivir, modos de existencia”. 131 Camino que no ocurre por sustitución, superación o progresión entre las fases, ya que los tres modos de conocimiento (imaginación, nociones comunes e intuición) interactúan entre si, aumentando las relaciones con la realidad. 132 Este nombre ilustrativo que se atribuye a la primera fase esta basado en los ejemplos de Spinoza en E5PVIScol (“nadie recrimina a los bebés por no razonar”) y E5PXXXIXScol (“En esta vida nos esforzamos antes que todo de hacer que el Cuerpo del bebé se transforme, de forma que sea apto para muchas cosas, y que se reporte a una Mente que tenga una gran conocimiento de sí y de Dios y de as cosas”). 133 Deleuze, Spinoza et le problème de l’expression, p. 268. 101 el individuo actúa jaloneado por las fuerzas de la naturaleza en su encuentro azaroso con ellas, sin estar conciente de su lugar en el infinito, y el conocimiento de sí mismo se presenta como fuerza o potencia para padecer134 . Es una fase donde lo que priva es la conservación del ser contra la avasallante fuerza de la Naturaleza, o fase de egoísmo biológico 135 . 2. La consciente: es la fase reflexiva. En esta fase el individuo descubre que ciertas interacciones con el exterior responden a parámetros comunes, necesarios y frecuentes. Este conocimiento lo lleva a identificar diferencias con respecto a esa conducta general, lo cual acarrea conocimiento de sí mismo. La adopción de un modelo humano basado en el conocimiento de las nociones comunes es inevitable, porque la sensación de alegría que provoca el descubrimiento de las ideas adecuadas favorece un comportamiento común. De esta forma, ciertas afecciones comienzan a ser asociadas a la naturaleza del individuo, pero al estar todas referidas a una naturaleza común, resultan noidentificadoras y por tanto no satisfacen completamente la necesidad de comprenderse. Las nociones comunes representan la semejanza de composición de los modos finitos existentes y expresan o explican la esencia de Dios. La Mente comienza a entender así las acciones, conociendo la diferencia de forma que las hace ideas adecuadas. Esto implica así mismo, la adopción de una concepción de ‘bien’ y ‘mal’, basada en lo que se considera útil para la conservación del ser particular. Es una fase de utilitarismo racional 136 . La transición hacia el último tipo de conocimiento de sí mismo está marcada por la utilización de la imaginación como parte de la razón. A partir de este aprovechamiento racional de lo imaginado se evita la característica fluctuación de las imágenes (incertidumbre), y esto les proporciona necesidad, presencia estable y frecuencia relacional, utilizando el refuerzo que resulta de la acción conjunta de una mayor cantidad de causas 137 . Pero la evidencia de la existencia de una esencia individual que nunca podrá ser comprendida a través de las nociones comunes, resulta evidente una vez 134 Deleuze, op. cit., p. 201 Matheron, op. cit., p. 213 136 Matheron, op. cit., p. 213 137 E5PVIII 135 102 que la presencia de estas en la Mente se hace preponderante. Esta evidencia entra en tensión con el intento de entender ‘Todo’ a través del conocimiento general. Esta ‘naturaleza generalizada’ plantea en la Mente un conflicto entre el comportamiento común y la particularidad 138 . Ese conflicto debe ser superado con un mayor conocimiento de sí mismo, y la noción común debe entonces considerarse tan sólo como una pista de cómo funciona el humano, un punto de partida para alcanzar el conocimiento de los matices particulares de la individualidad, y nunca “una norma trascendente, un deber ser que se opone al ser, un ideal situado bastante más allá de nuestra naturaleza empírica y al cual debemos tender como a un fin” 139 . 3. La intuitiva: es la fase compleja o infinita, la de mayor “adecuación”. Implica la comprensión de la mayor cantidadde afecciones como eternas y necesarias (sub specie aeternitatis) 140 , y como parte de un infinito en acto que depende de la propia esencia individual. En esta fase la individualidad se presenta como fuerza o potencia para actuar 141 , porque conoce las esencias singulares de todas las cosas (especialmente la propia) y por ende la de Dios. A partir de este conocimiento intuye su papel único dentro de cada evento, intuición que le proporciona satisfacción de sí mismo y alegría, lo que genera mayor cantidad de relaciones con el infinito, y mayor potencia para comprenderlo. Es lo que podría llamarse una conocimiento intelectual de sí mismo 142 . Esta concatenación y co-determinación de los saberes, sin embargo, no ocurre con frecuencia, ni es un periplo sencillo para los humanos. Lo más común, desafortunadamente, es que la potencia de existir de los individuos, se transforme en impotencia, en una servidumbre bajo el imperio de los afectos. “El hombre sometido a los afectos esta bajo la autoridad no de sí mismo, sino de la fortuna, bajo cuya potestad se encuentra, hasta tal punto 138 Spinoza subraya la importancia del conocimiento de las esencias singulares en E5PXXXVIScol: “…la fuerza del conocimiento de las cosas singulares que yo he llamado intuitiva o del tercer género, y cuanto ella es preferible al conocimiento universal, que yo he llamado del segundo género” 139 Matheron, op. cit., p. 225 140 E5PXXScol 141 Deleuze, op. cit., p. 204 142 Matheron, op. cit., p. 225 103 que frecuentemente se encuentra obligado, aunque vea lo mejor para sí mismo, de hacer no obstante lo peor” 143 . ¿De qué resulta esta esclavitud del hombre, que lo reduce a la impotencia? Del miedo a ser destruido. Paradójicamente, el hombre escoge aquello que lo deteriora porque tiene miedo a ser destruido. Y lo más grave es que tiene razones (como relaciones) para tener miedo. El único axioma de la Cuarta Parte de la Ética lo plantea claramente: “No hay cosa singular, en la naturaleza de las cosas, comparada con la cual no exista otra más poderosa y fuerte. Así, dada una cosa cualquiera, existe otra más potente, por la cual la primera puede ser destruida”. Todos los hombres están en peligro de ser aniquilados por una causa externa, en cualquiera de los encuentros fortuitos que se produzcan en el próximo instante de la duración. Una afección (cualquier cosa que nos afecte, una percepción, el contacto con otro cuerpo, una idea) actúa instantáneamente sobre la esencia singular de un individuo. Un instante en el que produce un efecto sobre la potencia de existir, y la aumenta o la disminuye. La Alegría o la Tristeza que corresponden con esa influencia ya no son producto de ese instante de interacción, sino que representan ese intervalo en el que pasamos del estado de potencia A, al estado de potencia B, mayor o menor, y que se vive como una Alegría o una Tristeza. Se vive, y no necesariamente se conoce. Es a través de la idea ideae como se conoce el afecto, y se estudia su cualidad. Cuando el afecto representa una disminución de la potencia y por tanto un anuncio de la posible destrucción de la existencia en acto, se manifiesta la alerta. En esta inspección de las ideas de afecto, la imaginación utilizará los afectos pasados, los presentes y los futuros para advertir aquellas cosas que representan peligros cercanos o lejanos, aquellas que representan peligros contingentes (en la esencia de las cuales no ve causas suficientes como para asegurar su ocurrencia 144 ), de aquellas que representan peligros posibles (de las cuales observa causas que no se sabe si los determinarán a ocurrir 145 ) y de aquellos necesarios, atribulando al individuo con miedos que poseen diferente poder para generar la impotencia del hombre. 143 Prefacio a la Cuarta Parte: De la Servidumbre Humana, o dicho de otro modo, De la Fuerza de los Afectos. Def3 de la Cuarta Parte. 145 Def4 de la Cuarta Parte. 144 104 Evitar el miedo que paraliza la potencia de actuar depende de que el hombre contrarreste los afectos tristes con afectos alegres que sean más fuertes. De cada afecto puede nacer un Deseo, que lleva al hombre a buscar, conscientemente, el contacto o relación con alguna cosa que satisfaga el apetito generado por el afecto. Pero el Deseo de aquello que se sabe ‘bueno’, es decir, el Deseo por aquello que aumente la propia potencia de existir 146 , puede verse contrariado por otros Deseos, más poderosos 147 . Es por esto que la sola idea clara y distinta de que a lo que se da el nombre de ‘bueno’ es aquello que aumenta la potencia, no es suficiente para producir los Deseos adecuados, y la potencia suficiente como para neutralizar y superar otros Deseos menos convenientes. El Deseo por algo ‘bueno’, pero futuro, siempre se verá superado por el Deseo proveniente del afecto de una cosa presente, aunque su efecto sobre la potencia sea mucho menor 148 . Lo mismo ocurrirá si el Deseo de un ‘bien mayor’ es el producto de cosas contingentes 149 . No hay pues una Razón como facultad trascendente o universal que permita a los hombres controlar sus Deseos, sino que lo propiamente racional es la persecución de aquellos Deseos que se correspondan con la naturaleza individual (razón como ley natural individual 150 ). Más aún, cualquier imposición que vaya en contra de la naturaleza de un individuo (aún cuando se trate de una ‘naturaleza humana’) es en última instancia una manera de forzar al suicidio, es decir, una forma de conducirlo a no conservarse a sí mismo, cosa que sólo puede ocurrir cuando causas exteriores fuerzan acciones que van en contra de lo que es útil para ejercer su potencia de existir. O lo que es lo mismo para Spinoza, lo fuerzan a cambiar su forma esencial y adoptar una que no le es propia 151 , con lo cual nada queda del individuo original y esto es equivalente a un suicidio 152 . La verdadera y única virtud es la 146 E4PXIX: “Este apetito no es otra cosa que la esencia misma o naturaleza del hombre.” E4PXV 148 E4PXVI 149 E4PXVII 150 E4PXIX: “Ex solis suae naturae legibus id necesario appetit”. Aunque en E4PXVIII Spinoza dice: “affectus cum rationis humanae regulis conveniant”, no se refiere a una Razón en mayúsculas, como una facultado común para todos, y por ello aclara de seguido “cum ratio nihil contra naturam postulet, postulat ergo ipsa, ut unusquisque seipsum amet”. 151 E4PXVIIIScol y E4PXXScol. 152 Recordemos que en E4PXVIIIScol, Spinoza añade que la muerte del individuo, producida por causas exteriores, es el resultado de un alma impotente, que se rinde ante la imposición de una naturaleza que no le es propia (“ut id aliam naturam priori contrariam induat”). Lo que debe aclararse es que la impotencia, es decir, la traba para hacer uso de la capacidad del ser, tiene que ser impuesta, y no es una especie de ‘defecto interno’ que 147 105 conservación del ser 153 y se efectúa por la existencia misma como único objetivo 154 y no por alguna finalidad, paradigma o aspiración trascendente. Y aquí se entra en la zona problemática. La virtud como conservación del ser individual, como búsqueda de lo que es útil para cada quien, depende de la comprensión de esa esencia individual 155 , y por ende es ‘bueno’ y ‘malo’ lo que ayuda o impide esa comprensión. Pero comprender es pensar con ideas adecuadas, y ya se ha descrito lo difícil que esto resulta para el hombre. Debe añadirse que aquello que conviene con la naturaleza de cada quien, le es necesariamente bueno 156 , y lo que conviene más a la naturaleza del hombre es el hombre 157 . Se ha subrayado la palabra ‘convenir’ porque debe precisarse su significado en este contexto. El latín ‘convenio’ significa ‘venir juntos’, ‘unirse’, ‘juntarse’, ‘combinarse’, ‘emparejarse’; por lo que se entiende que cuando Spinoza usa esta palabra se refiera a la posibilidad que posee el hombre de establecer relaciones con otras cosas y especialmente con otros hombres, y de llevar a cabo interconexiones con la infinitud de la Naturaleza, para formar Individuos más reales, más intensos en su expresión de la perfección, mediante la vinculación asociativa. Debe entenderse aquí que la ratio humana puede crecer o disminuir a medida que se pasa de un individuo humano a una multitudo, a un colectivo en el que las relaciones se multiplican, y en el que cada una de las particularidades debe poseer su lugar inalienable. De ahí que el individuo espinosiano no sea una “mónada” 158 en la que la Razón está prefigurada por el equilibrio universal que se haya inscrito en ella, y que da cuenta de los demás seres. Es en la relación particular con un colectivo donde se constituye esta relación, y esto es la expresión de la perfección de la sustancia. La razón se constituye como expresión de los haría que una alma no actuara según su potencia, defecto que implicaría una contradicción dentro de la esencia individual, cuya virtud o razón es precisamente la conservación del ser (Ver Nota 95 en el Capítulo III). 153 E4PXXIV 154 E4PXXV 155 E4PXXIV: “Ex virtute absolute agere, nihil aliud est quam ex legibus propria naturae agere” 156 E4PXXXI: “Quatenus res aliqua cum nostra natura convenit, eatenus necessario bona est” 157 E4PXXIX, E4PXXX, E4PXXXI, E4PXXXII, E4PXXXIII, E4PXXXIV. 158 En Leibniz, “una criatura es más perfecta que otra porque se encuentra en ella lo que sirve para dar razón a priori de lo que pasa en la otra, y es por esto que se dice que tiene acción sobre la otra” (Monadología, § 50). Así, la razón da cuenta de lo que separa a las mónadas, y lleva consigo el lugar del ‘otro’ prefijado e inalterable: “la relación o el acomodamiento de todas las cosas creadas con cada una, o cada una con todas las demás, hace que cada sustancia simple tenga relaciones simples que expresan todas las demás, y que cada sustancia simple sea perpetuamente un espejo vivo del universo” (Leibniz, op. cit., Monadología (§ 56)) 106 individuos, como proyecto ético que favorece las relaciones de construcción, que favorezcan la proporción particular de las esencias singulares de cada uno de ellos. Esta naturaleza común no es pues la que definiría una ‘especie’ de los humanos 159 , sino el rasgo positivo compartido de poseer una potencia de existir. “Las cosas de las cuales se dice convienen en naturaleza, se entiende que ellas convienen en potencia” 160 . Convenir en naturaleza es convenir en capacidad de expresar el ser que está envuelto en su esencia. Esencia individual y naturaleza se corresponden para eliminar cualquier dejo de abstracción en los términos, y hacerlos corresponder con la conservación del ser que le es peculiar. El conatus es la naturaleza común, es la potencia que todas las cosas poseen, consistente en “el esfuerzo por el cual una cosa, sola o junto a otras, hace o se esfuerza por hacer algo” 161 . Naturaleza común es pues la capacidad de componer relaciones y a través de ello aumentar la potencia de actuar. El arsénico es contrario a la naturaleza del hombre cuando es administrado en cantidades excesivas (como veneno), bueno cuando es administrado en dosis adecuadas (como medicina), indiferente cuando consumido en trazas imperceptibles (presente en ciertos alimentos). Esto se debe a que en el primer caso la composición de relaciones afecta al organismo como tal destruyendo relaciones ‘sanas’ o ‘buenas’. En el segundo caso, se componen relaciones que evitan o destruyen las relaciones nocivas o ‘malas’ para el organismo 162 . En el tercer caso la composición de relaciones es tan pequeña comparada con el total de relaciones, que su efecto es inapreciable. 159 Aún cuando Spinoza nunca sugiere que no exista la ‘especie humana’, e incluso usa el término con respecto a los individuos humanos (E4CIX: “Nihil magis cum natura alicujus rei convenire potest, quam reliqua ejusdem speciei individua”). Pero la palabra ‘especie’ es una generalización nominal (usada para expresar ‘tipos’ de cosas) en la obra de Spinoza, y no se refiere a propiedades que deban ser tomadas como modélicas, salvo, como veremos, la capacidad de comprensión adecuada y la construcción de relaciones. 160 E4PXXXII 161 E4PVII: “rei potentia, sive conatus, quo ipsa vel sola, vel cum aliis qaudquam agit, vel agere conatur”. (Subrayado nuestro) 162 Aunque la “Ley de Individualización” de la Homeopatía se adapta muy bien a lo que sería una concepción espinosista de la medicina, es decir, la concepción de que ‘no hay enfermedades sino enfermos’, que quiere decir que los síntomas de una enfermedad son propios de cada persona; con el ejemplo del arsénico estamos pensando en sus usos Alopáticos, que toman en cuenta la experimentación para corregir sus inferencias. Fue muy usado antes de la llegada de la penicilina para combatir enfermedades infecciosas graves como la sífilis y actualmente para tratar la tripanosomiasis. Notablemente se ha utilizado desde el siglo XIX como terapia alternativa en el tratamiento de la leucemia promielocítica, y se cree que su efecto es anti-neoplásico, es decir que favorece una aceleración de la ‘muerte celular programada’ o apoptosis en las células cancerosas. 107 Entre los hombres la posibilidad de convenir en relaciones que aumenten su potencia de actuar es evidentemente mayor que entre hombre y mineral 163 . Los humanos, entre ellos, tienen la capacidad de crear esas relaciones, a través de un aprovechamiento racional de los afectos. Porque si en su interacción, los hombres son presa de afectos pasivos, es decir, de pasiones tristes, se “esforzarán por hacerse mal el uno al otro” 164 . Si Pedro y Pablo, ejemplifica Spinoza en E4PXXXIVScol, aman una misma cosa, esto hace que convengan en naturaleza, esto es, que posean una relación común con una cosa, y que esta aumente, por la alegría que les proporciona, su potencia de actuar. Pero si Pedro posee esa cosa, y Pablo lo envidia por ello, entonces Pablo es presa de una pasión triste, que lo debilita, y Pedro tenderá a evitarlo, porque tendrá miedo de que Pablo intente apoderarse de la cosa preciada. En este segundo caso, ya no convienen en naturaleza, aunque sigue existiendo la cosa común amada. Pero la relación con ella ha cambiado totalmente, Pedro sufre angustia por su posible pérdida, Pablo está triste por no poseerla, y siente envidia. En esta situación, Pedro y Pablo poseídos por afectos tristes, por pasiones, tienen naturalezas completamente distantes. Sólo si buscan solución a sus problemas de afectos tristes a través de la conducción de la razón, pueden convenir. Buscar lo que es útil para la conservación del ser, en su punto más óptimo, pasa por comprender que la comunión de los hombres permite “procurarse más fácilmente de lo que necesitan, y que no es sino uniendo sus fuerzas que pueden evitar los peligros que los amenazan por doquier” 165 . Lo verdaderamente racional es la búsqueda de construcción de relaciones entre los hombres. A la conservación del ser individual a través de la interconexión con el infinito puede ofrecerse como argumento contrario que, basar la supervivencia de la unicidad en la creación de relaciones sociales implica el fracaso del individuo por la dependencia que genera, por las inmensas dificultades que pueden encontrarse en la comunicación y por la sumisión al poder de la masificación que esta estrategia esconde en última instancia. Pero este sería un argumento válido si la existencia tuviera como objetivo la independencia, la comunicación o la 163 Spinoza aclara en E4PXXXIIScol, que no se puede decir que “el hombre y la piedra convienen en el hecho de que son finitos, impotentes, o bien en que no existen por la necesidad de su propia naturaleza” está diciendo que no convienen en nada, porque “las cosas que convienen sólo en negación, es decir en lo que no tienen, en verdad no convienen en nada”. La convención entre el hombre y este mineral, como comentábamos en la nota anterior, está basada en algo positivo: la composición de relaciones (aunque sea indirectamente, por destrucción de otras). 164 E4PXXXIV 165 E4PXXXVScol 108 lucha contra los fenómenos de masa. El Ser de Spinoza, la sustancia única, en su indiferencia teleológica, no tiene otro objetivo más que la constitución dinámica de lo existente, en su absoluta particularidad. La dependencia en el otro será sustituida por la independencia cuando esta favorezca el proceso ineluctable de la constitución del ser. La incomunicación produce un afecto triste que tiene que ser racionalmente superado a través de nuevas y variadas relaciones que busquen la comunicación a través de otras ideas, en producción constante de modos del pensamiento (acordes intrínseca y paralelamente con modos de existencia corporal como por ejemplo la escritura, el habla, la reunión pública) que expresen adecuadamente la relación con la infinitud, y hagan comprensible la interacción entre las superficies de lo existente. El poder de etiquetar, religar y conducir a las masas no proviene de una instancia aparte, sino que está envuelto en la conservación del ser, y sus errores y desviaciones se manifiestan en miedo o tristeza, afectos que deberán ser considerados como una forma de pensamiento que advierte sobre la disminución de la potencia de los individuos de ese agrupamiento. Por ello, lo mejor es que “el que se esfuerza de conducir a los otros por razón, no actúa por impulso, sino con humanidad y benignidad, y su mente está supremamente en armonía” 166 . El problema –ya se anunciaba–, es que “es raro que los hombres vivan bajo la conducción de la razón” 167 , y lo que ocurre con frecuencia es que los hombres están perennemente sometidos a pasiones que los obligan a dejarse llevar por un exterior abstracto y trascendente. Debido a esto, para vivir en las ciudades el hombre se ha visto obligado a renunciar a su derecho natural de buscar lo que es útil a su propia naturaleza. Para lograr esta renuncia en la comunidad de individuos se recurre al miedo, a través de diversas estrategias que buscan minimizar la potencia afirmadora de la existencia individual. Entre ellas, Spinoza menciona: 1. La promulgación de leyes y sus respectivos mecanismos de sanción a aquellos que las transgredan. Estas leyes establecen pactos de utilidad comunitaria para obligar a sus congéneres a no “actuar en detrimento de los demás” 168 . 166 Se constituyen pues en E4PXXXVIScol(1): “At qui reliquos conatur ratione ducere, non ímpetu, sed humaniter, et benigne agit, et sibi mente maxime constat”. 167 E4PXXXVScol. 168 E4PXXXVIIScol(2) 109 mecanismos anónimos que representan una forma de control externo y artificial, que busca compensar la renuencia del humano a buscar la racionalidad que permita la expresión única de la potencia de actuar del individuo. 2. La promoción de la Esperanza de que vendrán tiempos mejores en los que su situación cambiará, y será completamente libre, esperanza que nunca va sin temor a que esto nunca llegue, lo que lo aleja a los individuos de la posibilidad de afianzarse en su potencia de existir e “imperar sobre la fortuna” 169 , y los ata a una finalidad impuesta. 3. El fomento de la Piedad como forma de entristecer al virtuoso 170 , que se conduele del menos afortunado; en vez de contribuir positivamente con el aumento de la capacidad de conservar su ser en aquellos calificados como “dignos de Piedad” (frase que ya es contradictoria en sí). 4. La postulación de la Humildad y el Arrepentimiento 171 como virtudes, en detrimento de la comprensión adecuada de la verdadera naturaleza de cada quién, o el conocimiento de sí mismo que produciría la satisfacción mayor que pueda esperarse 172 . Humildad y Arrepentimiento, junto con la Piedad, llegan a ser considerados por Spinoza como males menores, toda vez que afirma que “si debe pecarse, mejor pecar en este sentido” 173 . Ambos afectos permitirían todavía la posibilidad de conocerse a sí mismo a través de los sentimientos que provocan. 5. La preconización de una noción universal y modélica de lo que es el mal, al que los individuos deben temer, engañando de esta forma a quienes no se conducen por la razón, y que por ello no entienden que el mal es sólo comprensión de la propia impotencia, es decir, comprensión de la Tristeza producida por una disminución de la potencia de actuar, y por tanto “una pasión que depende de ideas inadecuadas” 174 , basadas en la 169 E4PXLVIIScol E4PL: “Aquel al cual conmueve con facilidad el afecto de Piedad […] frecuentemente hace alguna cosa de la cual se arrepiente; tanto porque hacemos, por afecto, algo que no sabemos con certeza que sea bueno, o porque falsas lágrimas nos engañan con facilidad” 171 E4PLIII: “La humildad es una Tristeza, que nace del hecho de que el hombre contempla su propia impotencia”. 172 E4PLIIScol: “Est revera Acquiescentia in se ipso summum, quod sperare possumus” 173 E4PLIVScol 174 E4PLXIV 170 110 atribución de certeza a una idea que se presenta como fragmentaria e incompleta, ignorando sus relaciones con el infinito. A través de alguna de estas estrategias, o por la suma de ellas, el individuo queda supeditado a una mutilación organizada de su comprensión de la existencia. De esta forma cada uno de los hombres pierde su unicidad y el método para conducirse por la razón queda ‘estatizado’, dilatando el término para expresar la subordinación a un Estado que se constituye no como una producción de los individuos, sino como una forma trascendente de control, y a una eliminación de la dinámica de generación del ser que queda atrapada en una estructura estática. Así, la servidumbre humana queda garantizada gracias a la sustitución de un método progresivo de ampliar la comprensión del ser, por una institucionalización del miedo como límite y regulación de la convivencia. No sin cierto pesar afirma esta evidencia Spinoza: es más común el que critica y denuncia los vicios humanos, produciendo Tristeza, que aquel que cultiva la virtud en ellos para potenciar su Alegría 175 . Por ello, el quiere sumarse al segundo grupo, sugiriendo en el capítulo con que cierra la Cuarta Parte de la Ética, que se debe estar consciente de lo ínfima que resulta la potencia humana en comparación con lo ilimitado de la capacidad que poseen las causas exteriores para producir afectos que contrarían la potencia de actuar. Ecuanimidad, recomienda el filósofo. Sólo la tranquilidad de ánimo ante el panorama aciago de los afectos permitirá la praxis que ayudará a perfeccionar el intelecto. Esta tranquilidad ante el dominio que ejerce cada afecto sobre la Mente es la aceptación del lugar que se ocupa en la Naturaleza y el seguimiento de su orden impuesto. Es el primer paso para entender que los afectos no son una alteración del alma, o una parte débil y despreciable de ella, que sólo puede ser controlada por represión y castigo. Los afectos son para Spinoza entes 176 que pueden percibir en una especie de ‘sentido interno’ que mide el éxito o el fracaso de la auto-posición del ser individual. Sentido interno que no puede universalizarse ni hacerse categórico, como una facultad mental aislada y trascendente, porque depende del conocimiento particular de las formas que tiene cada quién 175 Esta crítica la manifiesta en Spinoza de diversas formas en E3PLXIIIScol, E3CXIII, E3CXXV Y E3DefAfXXIX 176 E4PLVIIScol. 111 de expresar su unicidad, en contacto con la existencia de las infinitas singularidades con las que coincide en el ser. “Contrariar y dominar los afectos” 177 , a pesar de su inmenso poder, es el objetivo de esa racionalidad basada en la comprensión de sí mismo y su unicidad. A ello dedicaremos el último capítulo de esta investigación. 177 E4Pref. 112 CAPÍTULO V La Unicidad de la Mente. El proyecto ético espinosiano es una praxis por medio de la cual se perfecciona la unicidad de la Mente. Se produce una expansión del conocimiento de sí mismo a través de la concatenación intelectual de toda afección que pueda conducir al conocimiento de la esencia individual, en un proceso racional que persigue ir constituyendo una existencia hecha de infinitas relaciones. Esta praxis ética persigue alcanzar un estado beatífico, en el que la inevitable interacción con fuerzas superiores a la fuerza del conatus individual no logre destruir la proporción esencial. En Spinoza el estado de beatitud implica una sustitución dinámica de las ideas inadecuadas sobre sí mismo y sobre las cosas exteriores. Esto implica un grado cada vez mayor de auto-comprensión, el cual permita sustituir un afecto pasivo (y estático) por una acción racional (relacional y dinámica 178 ). En palabras de Spinoza, “llevar a cabo acciones que se siguen de la necesidad de nuestra naturaleza, considerada en ella sola” 179 . Uno de los primeros obstáculos, señalados ya desde la Introducción de la presente investigación, es la tendencia simplificadora. El problema de reducir el número de causas que se consideran involucradas en un evento cualquiera es que los afectos presentes en la Mente, más específicamente, las ideas que se tienen de estos afectos, aumentan su fuerza a medida que se tiende a eliminar las causas que los provocan. La Mente esta constituida por la idea del Cuerpo existiendo en acto, las ideas de los afectos y las ideas de estas ideas, es decir, el conocimiento de sí misma 180 . Cuando la mayor parte de estas ideas son adecuadas, es decir cuando se conciben “envolviendo en parte tanto la 178 Porque busca el conocimiento profundo de las fuerzas que actúan sobre su particular proporción de movimiento y reposo. 179 Def2 de la Tercera Parte, E3PI y E4PLIX 180 E3PIII. El conocimiento que la Mente tiene de sí misma esta explicado con detalle en el Capítulo III. 113 naturaleza del Cuerpo humano como de los cuerpos exteriores” 181 , la Mente, de un estado pasivo y estático en la que sólo registraba afectos, o los padecía como impulsos que le producían sensaciones y sentimientos, pasa a ser un ente activo y dinámico que concibe los afectos como respondiendo a una necesidad de su esencia. Mientras más causas se es capaz de identificar con la particularidad de la esencia individual, es decir, mientras más causas se logran comprender adecuadamente, menor es la fuerza con que cada una de ellas afecta la esencia singular y por tanto mayor es la posibilidad de conocerlas como ideas adecuadas. Esto es lo que argumenta Spinoza en E5PIX, y no es nada trivial lo que trata de explicar en esta proposición: “un afecto no es malo, o dicho de otro modo no es dañino, sino en tanto la Mente se ve impedida por él, para pensar” 182 . Si esto es así, ¿por qué se vería la Mente impedida para pensar cuando piensa en una sola cosa, o en la menor cantidad posible de cosas? El sentido común dice que mientras más simple es una figura, mientras menos elementos esta tiene, más fácil es de comprender. El lenguaje matemático por su parte, indica que cuanto menos variables tiene un problema, más sencilla es su resolución. La dificultad estriba en que el conocimiento que la Mente tiene de sí misma no es una figura, ni la respuesta a un problema matemático. El conocimiento que la Mente adquiere de sí misma o conocimiento de la unicidad, se perfecciona con el aumento de las relaciones que establece con las cosas exteriores. Lo que hace que la Mente esté constituida por ideas que se corresponden con su unicidad, es la diferencia que puede establecerse entre estas ideas y cualquier serie de ideas que pueda pensar otra Mente con respecto a las mismas cosas exteriores. Esta diferencia esta basada en la aprehensión intuitiva (conocimiento del tercer género) de la diferencia particular, sobre el fondo de las nociones comunes y en interconexión con la sustancia infinita. Algunas cosas son comunes entre los humanos: tienen Cuerpos que padecen azarosamente, y estos Cuerpos reaccionan a los encuentros con la realidad, sintiéndose Alegres o Tristes. Todos desean, esto es, son conscientes de su conatus y de los apetitos por cosas exteriores que este le dicta. Este conatus es la esencia singular del individuo y es la potencia de su existir, o la 181 182 E2PXXXVIII E5PIXDem. 114 fuerza que lo lleva a perseverar en el ser particular que ella representa. Hasta ahí puede compararse lo que los une. Y de ello no podrá obtenerse conocimiento sobre la esencia singular. Desentrañar ese principio individuationis que lo hace único, es comprenderse a sí mismo y cada persona debe entender racionalmente sus afectos como el estado resultante luego de cada interacción en un proceso infinito e infinitamente variable, interacción que estará determinada por el arreglo único de su esencia. Es por eso que mientras más causas pueden asociarse a una idea particular, mayor es el impacto que esta tiene en la comprensión de sí mismo. Cada uno de los afectos que provocan estas causas, cuenta al individuo algo sobre esa relación entre su esencia y la realidad. Es desde ese punto de vista que se entiende que un menor número de elementos es un impedimento al pensar 183 . Simplificar es hacerle la tarea más difícil, al quitarle piezas del rompecabezas. (Se hace insistencia en el ejemplo 184 , aunque el asunto no estriba, realmente, en completar un rompecabezas, tarea imposible en espacio y tiempo 185 ; sino en ser capaz de intuir la sutileza de la forma necesaria de su disposición, y la de sus espacios vacíos; junto al inevitable desplazamiento y la deshora de su completitud). Simplificar es hacer de la Mente una idea fija, en la que los rasgos únicos de la proporción de movimiento y reposo que define la relación que establece el individuo con la realidad, queda petrificada en un solo aspecto, en una sola relación (o en cualquier cantidad finita de ellas, que haga pensar en el individuo como un conjunto a totalizar; o que por lo contrario, en la que solo se deje la posibilidad de un mal infinito de elementos que nunca podrán actualizarse). Es confundir la unicidad como cualidad, con la unicidad como cantidad, numero adjudicado al individuo como definidor, impidiendo la construcción de nuevos vínculos vitales. La Mente ocupada por una idea fija no es capaz de expandir los límites de su existencia en relación con las cosas exteriores, porque solo algunos estímulos pasan por el eje de identidad forzado, y el resto de las líneas de fuerza de las cosas 183 E3PXLVIII: “El amor y el odio, por ej. Hacia Pedro, son destruidos si la Tristeza que envuelve este, y la alegría que envuelve aquel, son juntadas a la idea de otra causa; y tanto uno como el otro se encuentran disminuidos, en tanto que nos imaginamos que no es Pedro solo el que fuera la causa de ambos”. 184 Ver Cap. I. 185 E4PIVCor: “El hombre, necesariamente, está siempre sujeto a pasiones”. Esto implica que no puede impedir el verse sujeto a cambios que le vienen del exterior, los cuales pueden variar infinitamente (y por lo que siempre le faltarán piezas para terminar el rompecabezas). Pero además, implica que el tiempo de juego es finito, porque esas causas externas, tarde o temprano, lo matarán, como lo expresa Deleuze (Deleuze, Spinoza et le problème de l’expression, op. cit., p. 218), de una muerte “brutal, violenta y fortuita; pero precisamente porque es enteramente necesaria en el orden de los encuentros”. 115 exteriores queda fuera de este eje, en una confusión de apariciones inconexas. Debido a esto el individuo es incapaz de actuar, porque en su interior encuentra pocos elementos para entender su naturaleza y captar la particularidad de su producción de existencia. Así, la dinámica de su ser se empobrece, circunscrita a una sola relación, y no logra comprender los efectos que no se generan a partir de ella. Una idea fija es pues un punto que reduce el lugar de la interacción entre el interior y el exterior, y un instante afectivo identificador que ocurre con poca frecuencia. Comprenderse a sí mismo es formar ideas claras y distintas de la propia esencia, y deducirlas las unas de las otras. Es también el ser capaz de evitar o transformar los afectos contrarios a la naturaleza individual, esto es, aquellos que impidan comprenderse. Estos afectos dañinos son aquellos que disminuyen o contrarían la capacidad de actuar 186 , todo afecto que entristezca o que evite que la Mente razone adecuadamente, y que se tenga certeza acerca de las cosas a través de ideas adecuadas 187 . Y esto no implica eliminar esos afectos, lo cual reduciría el número de causas, por lo que se recaería de nuevo en el reduccionismo. La solución estriba en comprenderlos bajo una especia de eternidad 188 . El humano, al principio de su vida, se enfrenta a la realidad que en todo momento, o bien intenta destruir la proporción de movimiento o reposo que lo constituye, causándole afecciones tristes; o bien contribuye con su naturaleza provocándole afecciones alegres. En esta fase se hace conciente del conatus, de la fuerza de su ser, a través del deseo, y es casi lo único que conoce y comprende. Deseos de evitar aquellas cosas que lo entristecen y deseos de relacionarse con aquellas que le proporcionan alegría. De la unicidad de esos deseos está echa su individualidad, pero como no tiene conocimiento de ella, no conoce su individualidad, es decir, su Mente no se conoce a sí misma. Esta individualidad ‘deseante’ tiene que perfeccionar o hacer más real su racionalidad (razón como relación) para tratar de mantenerse en el estado más favorecedor del conatus. Debido a que los afectos que provienen de causas externas son infinitos, la fuerza por la cual 186 E4PXXX E4PXXVII 188 Ver Nota 60, Capítulo I. Esta eternidad, como lo explica Spinoza en E5PXXIX, puede ser de dos tipos: la eternidad de lo que ocurre por necesidad de la naturaleza divina, percibida por la razón en las nociones comunes, y la que esta dada por la eternidad de la esencia singular, percibida por la intuición. 187 116 el hombre persevera en el existir siempre es menos poderosa que la de ellos 189 . De ahí que Spinoza sugiera que el individuo debe adoptar una cierta praxis provisional, que le permita conservar intacta su fórmula vital mientras amplía el horizonte de sus relaciones con la realidad, y llega de esta forma a conocer su esencia particular. Evitar los ‘malos encuentros’ y los afectos tristes que ellos provocan, se logra en un principio viviendo con rectitud y disciplina, es decir, siguiendo ciertas normas que mantengan al individuo en el óptimo de su capacidad. Para ello Spinoza propone adoptar ciertos principios de vida, ciertas reglas prácticas que garantizan un encadenamiento de ideas adecuado, por lo que, durante un tiempo prudencial, tendrá una vida de bienestar que luego permitirá alcanzar un conocimiento más esencial de sí mismo. Por lo pronto, esta praxis se propone como una forma de ‘entrenamiento práctico’ que resulta en una ‘economía’ de la potencia de actuar, disminuyendo la inversión de fuerza en alejar aquello que descompone relaciones, y aumentando el gasto en aquello que las recompone. Esta praxis consiste en aplicar constantemente ciertos principios a las cosas exteriores con las que se enfrenta cada individuo, de modo que la imaginación se vea largamente afectada en ventaja de la Alegría. Estos principios se enumeran en el libro V, ‘De Libertate Humana’, y son una práctica cotidiana que permitirá ordenar y encadenar las afecciones del Cuerpo según la razón y no como una consecuencia pasiva de los encuentros con las cosas externas. Así, el conocimiento que el individuo tiene de sí mismo se hace menos flotante (o fluctuante), y no vacila entre estados emotivos y certezas, un titilar (titilatio) producto del enfrentamiento entre afectos poderosos e infinitos contra un pobre conocimiento de sí mismo. La posibilidad de alcanzar esta estabilidad mental, esta ecuanimidad de la que se hablaba en el capítulo anterior, está basada en el hecho de que “se requiere mayor fuerza para ejercer coerción sobre los afectos ordenados y encadenados según el intelecto que sobre aquellos vagos e inciertos” 190 . La firmeza del ordenamiento razonado esta basada en el hecho de que 189 190 E4PIII EVPXScol 117 no depende de afectos por cosas ausentes 191 sino de nociones comunes, conocimiento de segundo tipo que una vez alcanzado siempre está presente en la mente del individuo. Estas reglas prácticas son, por prescripción 192 , disciplinarias o de entrenamiento; útiles para la vida social y para gobernar en función de la sociedad común: a. El conocimiento de la virtud y sus causas, es decir la razón como relación y aumento de la potencia de actuar; así como una menor contemplación posible de los vicios del hombre 193 , evitando así invertir fuerzas en una actitud superior de crítica, que no contribuye con la comprensión de lo que es racional, b. la conquista del odio por el amor, sabiendo que “los hombres, como el resto, actúan por necesidad de naturaleza” 194 , y que por tanto sus acciones no deben despertar odio, ni desprecio, ni rabia, ni burla; sólo comprensión. De esta forma se sustituye un sentimiento que sólo puede llevar a la confrontación, por la cautela o la previsión que favorece la comprensión de lo necesario en sus acciones, c. la firmeza para vencer el miedo, lograda a través de la evocación de los peligros de la vida junto a las maneras de evitarlos 195 . Esto implica la comprensión del orden natural y la fortuna como elementos insoslayables dentro de la existencia, d. el ordenamiento de los pensamientos hacia lo bueno que tienen las cosas (lo que en ellas favorece el conatus) para llenarse de Alegría 196 , y aumentar la potencia de acción, e. la conciencia de la verdadera utilidad de las relaciones entre los hombres y del bien que resulta de la amistad mutua 197 , la constitución de comunidades humanas orientadas a 191 E5PVII. Los afectos por cosas ausentes son débiles porque el Cuerpo está afectado por otro afecto que excluye o es contrario al afecto producido por la cosa ausente. Esto no ocurre con las nociones comunes, porque al estar dadas por propiedades presentes en todos los cuerpos, a la imaginación llegan estímulos constantes que reafirman su existencia. 192 Es decir, están prescritas por Spinoza, que ya conoce el estado de beatitud, y sugiere estrategias basadas en el método genético (la comprensión por el desarrollo productivo causal). Son pues nociones comunes, cuyo objetivo no es un ideal de hombre racional, sino la Mente bien dispuesta para comprenderse a sí misma. No son pues un método de ética, sino un método de desarrollo de la capacidad ética particular. 193 EVPXScol 194 Ibídem 195 Ibídem 196 Ibídem 197 Ibídem 118 maximizar los beneficios particulares y combatir aquello que disminuya la capacidad de producir existencia particular, de forma que la comunidad sea conducida “no para que sean esclavos, […] sino para que hagan libremente lo mejor [para sí mismos]” 198 , f. la preferencia por los Deseos que toman en cuenta la utilidad del hombre entero y no de sus partes 199 , apetitos localizados, placeres específicos que generalmente descuidan el aspecto sistémico de la potencia del Cuerpo, g. la búsqueda racional de entre dos bienes el mayor y de entre dos males el menor 200 , lo que siempre resultará en una ganancia en la potencia de existir, h. la búsqueda de un bien futuro mayor que de un bien presente menor 201 , i. el declinar los peligros ante lo que sería una valentía ciega 202 , es decir, restarle fuerza a las acciones que podrían desencadenar destrucción de relaciones, j. el declinar los beneficios que aportan los ignorantes, que nunca pueden resultar beneficiosos 203 , y que por el contrario, terminan obstaculizando la razón al establecer relaciones inadecuadas, k. el nunca actuar fraudulentamente sino siempre de buena fe 204 , por el desperdicio de fuerza que implica actuar en contra de la naturaleza particular (lo que conlleva entristecerse a sí mismo) y por la consecuente ruptura de relaciones con otros individuos que ocurriría al conocerse la verdadera naturaleza de los actos; l. el vivir en función de los decretos comunes y en reconocimiento del otro 205 , para aumentar la potencia de la comunidad en favor de la expresión particular, 198 Ídem E4LX 200 E4LXV 201 E4LXVI 202 E4PLXIX 203 E4LXX 204 E4LXXII 205 E4LXXI y E4LXXIII 199 119 m. y por último, la búsqueda de multiplicidad de relaciones, ya que, tal como lo indica Spinoza en E4PXLVScol, el Cuerpo se compone de muchas partes de naturaleza diferente, que necesitan continuamente de contactos nuevos y variados, para que el Cuerpo, y por tanto la Mente, puedan llevar a cabo lo que se deriva de su naturaleza (comprender muchas cosas, en el caso de la Mente, actuar y padecer de muchas maneras en el caso del Cuerpo) 206 . Es entonces “la única regla de vida” o si no la mejor de ellas el disfrutar sabiamente de los placeres (sin alcanzar el displacer propio de los excesos) y hacer que estos sean tan variados como variada es la composición de la naturaleza humana: alimentos, bebidas y olores, música y teatro. Un Cuerpo al que se le dan las mejores condiciones para desarrollarse, dentro de lo que su propia naturaleza pueda convenir 207 , y al que se le pone en contacto con la mayor variedad de causas externas que puedan producir los más variados afectos en él, desarrolla en su Mente una idea más completa (más perfecta, más real) de las cosas de las que es capaz, y como consecuencia de ello, el individuo se comprende cada vez más a sí mismo, a través de una optimización del conocimiento de la interconexión de lo general con lo particular de su esencia. Estas reglas prácticas conducen a “dirigir la mayor parte de sus acciones bajo el imperio de la razón” 208 . El problema radica en que no puede pensarse que estas recomendaciones alberguen por completo la satisfacción de los deseos que el conatus del individuo exigirá, en toda su expresión. Esta ‘guía práctica’ no ofrece ninguna garantía contra el error (Ver las causas del error en el Capítulo III), porque no contiene ningún tipo de ‘valor de comparación’ que indique que es lo ‘bueno’, lo ‘malo’, lo ‘excesivo’, lo ‘util’. De ahí que podría pensarse que estas reglas son inapropiadas o insuficientes, y que sólo bastaría con buscar la receta idónea. O lo que sería peor, creer ciegamente en su infalibilidad, lo que conllevaría el riesgo de que se tomen como preceptos rígidos de una sabiduría universal a los que no debe añadirse mayor esfuerzo racional (relacional). 206 E2PXLVScol E5PXXXIXScol 208 E5PXScol. 207 120 De ahí que estos principios prácticos sean provisionales, y que deban ser acompañados por un intenso trabajo racional para comprender las características particulares de cada individuo, contrastadas con el fondo de las nociones comunes que están contenidas en esa prescripción. Una fuerte conciencia de sí mismo estará sustentada en la frecuencia con que la Mente es llevada a percibir su esencia. “Una imagen que tiene referidas más cosas y más frecuentemente, es más vigorosa” 209 . La Mente, cada vez que está en contacto con ideas a las que están referidas otras cosas, contempla todas las demás. La idea de la idea, como imagen de la Mente, se ve favorecida por la mayor cantidad de elementos que, adecuadamente, estén referidos a ella. La comprensión de sí mismo depende de la frecuencia con que la idea ideae, es decir, la conciencia de la forma como las ideas se encadenan, se entiende como particularidad, como forma única del entendimiento de cada individuo. El conocimiento de sí mismo se reafirma constantemente, no pierde sus contornos y de esta forma el individuo puede mantener fortaleza 210 ante el panorama aciago de la realidad, esto es, ante todas las posibles afecciones que puedan ser contrarias a su naturaleza, que lo entristecen, que disminuyen su capacidad de actuar, evitando que se comprenda adecuadamente a sí mismo por intentar integrar un afecto que anula su particularidad. Esto es, como se argumentaba en el Capítulo III, la satisfacción de sí mismo como virtud, alcanzada mediante la comprensión de lo que es adecuado a la naturaleza particular de la Mente como idea del Cuerpo, al encadenamiento de los afectos como paralelo al encadenamiento de las interacciones del Cuerpo con las cosas exteriores, y la idea que puede hacerse de la forma como cada una de esas ideas de afectos se produce, sucede y relaciona. De esta manera se constituye un círculo virtuoso. Mientras más fuerte (clara y distinta) se hace la comprensión de sí, mayor cantidad de imágenes de cosas se integran a la imagen que se tiene de sí mismo 211 , y esto aumenta la auto-comprensión. La expresión más amplia posible de la esencia individual se alcanza gradualmente con un encadenamiento de ideas adecuadas 212 , esto es, con la expansión de las relaciones con el infinito, basadas en la proporción única de cada individuo. 209 E5PXI E5PVIII: Mayor es un afecto excitado por la concurrencia de múltiples causas 211 E5PXIII 212 E2PXLScol2 210 121 El despliegue de la perfección absoluta de la sustancia esta dándose en la expresión de la particularidad modal. Los individuos, como modos de Dios, al alcanzar la óptima comprensión de su particularidad, están dando mayor perfección a Dios, porque establecen una infinidad de relaciones activas. De esta forma, el absoluto de la sustancia no es exterior a ella, ni se piensa como una relación externa y reflexiva. El absoluto se produce en una forma intrínseca de exterior, en una exterioridad íntima que se desarrolla a partir de su propia esencia en infinitos grados de intensidad que se piensan a sí mismos a medida que se generan. No es un proceso dialéctico porque no se da por instancias que son el producto de la negación de las anteriores, sino más bien evolutivo, infinito y no-teleológico. Evolutivo porque es el despliegue perfeccionador del ser, en el que no se desdeña ninguna manifestación, en el que cada variación se afirma sobre lo presente, dependiendo de lo que ya está pero añadiendo perfección según una necesidad eterna. El modo no subsume ni jerarquiza lo que está existiendo, que está absolutamente presente como potencia de existir y que permitirá nuevas relaciones perfectivas con lo que se genere en la duración. Infinito porque no tiene inicio ni final, porque no parte desde un antes absoluto a un después determinado, porque es la eternidad del instante en que todo está existiendo, desarrollándose, actuando. La sustancia nunca estará acabada con la llegada de alguno de sus modos, nunca será un ‘Todo’ homogéneo en el que se agoten las posibilidades de su manifestación. Ningún modo es inútil o accesorio, ninguno se repite, ninguno termina con la multiplicidad de infinitos que constituyen la absolutidad. No-teleológico porque no tiene una meta, un ideal, un modelo que alcanzar. Porque lo existente no tiene parangón sino con él mismo, no tiene posibles ni condicionantes. Lo existente no limita aquello por existir, que siempre será lo que todavía no ha sido. La reafirmación de la unicidad, como ya se explicó en el Capítulo III, puede comprenderla también el individuo en una reorganización de la historia causal, mediante la recolección de la misma y su asociación con la particularidad. Esto se debe a que usando la memoria puede producir nuevos encadenamientos de las ideas 213 , el cual les proporcione un 213 E2PXVIIIScol 122 ordenamiento acorde con el aumento gradual de la comprensión de sí mismo. Estas ideas, resultado de las huellas dejadas por los cuerpos externos que hacen contacto con el Cuerpo del individuo, se ven modificadas por la diferencia que se produce en la comprensión de los afectos, las nuevas relaciones que se establecen en función de un afecto más fuerte que es la intuición de la particularidad y su nexo con el infinito. El encadenamiento de esas ideas no es un encadenamiento de afecciones instantáneas que se produjeron en el pasado, sino de afectos, es decir, un encadenamiento histórico de los estados de la potencia del individuo como resultado de su interacción con causas externas. Lo que se recuerda, además de una imagen, es la serie de sentimientos (alegres o tristes) que produjeron en el Cuerpo las cosas exteriores. El orden de este encadenamiento influirá en lo que pueda percibirse como esencial. Si se restringe a un ordenamiento general, es decir, regido por el conocimiento de las nociones comunes sobre la forma en que la naturaleza humana reacciona ante las afecciones, el individuo puede establecer clara y distintamente una primera imagen de sí, como una intrincada trama de las expresiones de aquello de lo que es capaz su Cuerpo, en una duración determinada. Pero esta carece de unicidad, porque le falta el componente único de las relaciones con la sustancia infinita. Sin esta unicidad, la Mente del hombre sigue ocupada, en gran parte, por ideas inadecuadas. De ahí que no podría decirse que en la memoria resida, como en un recipiente, la continuidad del carácter único de un individuo. La amnesia no es pues la pérdida de la unicidad, sino la pérdida del registro de los afectos que permitirían comprender la unicidad. No puede recordarse lo que hace único a un individuo, como si se hubiera percibido en algún momento del pasado la unicidad en un conjunto de ideas que luego se repiten para consolidarse. Lo que define la unicidad es el afecto que ellos provocaron, es decir, su relación con la esencia del individuo. La memoria es más bien el instrumento que puede utilizar la Mente, en su dinámica búsqueda de afectos activos, para revisar su historia causal y encontrar la ratio particular que configura su individualidad. La unicidad no es un conjunto de piezas faltantes que completan un sentido, sino la clave relacional de esas piezas, la cual permitirá dar un orden a la historia causal del individuo, siempre en proceso de adecuación. 123 Todo se conjuga entonces en lo que “la Mente, por ella misma, es capaz contra los afectos” 214 . A guisa de recapitulación, y quizá para precisar detalles, puede resumirse el contenido de la Proposición XX del libro V, en el que Spinoza explica que esta capacidad de la Mente esta sustentada en: 1. El conocimiento de los afectos: la comprensión de sí mismo que se deriva de las ideas adecuadas de los afectos, es decir, la comprensión de cómo esos afectos dependen de la configuración esencial o la naturaleza individual. Pero sobre todo el control de los Deseos a través de esa ordenación racional de los afectos en un encadenamiento de ideas adecuadas. El mayor poder de la Mente esta representado por esta comprensión a través de ideas adecuadas, y la búsqueda de lo que es útil para sí. Ejercer este potencial es estar satisfecho de sí mismo, comprenderse para favorecer la conservación de su ser. Es, como ya se ha dicho antes, el fundamento de la virtud215 . 2. Separar el afecto de la causa exterior: ya que esta, por formar parte de un infinito, sólo puede ser comprendida de forma confusa con cada nuevo contacto, produciendo fluctuaciones en la Mente. La pasividad de recibir la afección por un cuerpo externo es un impulso no-racional (no-relacional, no-proporcional) que no se corresponde con la particularidad del modo finito sino con la ratio de un cuerpo anónimo. Debe entenderse el afecto como respondiendo a la naturaleza particular que está definida por la esencia del individuo, y no por una memoria de los encuentros convenientes o nocivos con la Naturaleza. Una vez que se logra entender los afectos como resultantes de la naturaleza individual, el individuo tiene menos dificultad en actuar adecuadamente, no fluctúa entre las posibilidades y las contingencias de la infinitud de afecciones que pueden producirse por el contacto con las causas externas, y las reduce a una infinitud mas manejable, la de su Cuerpo, la de sus causas particulares, que conoce como una mismidad polar de Alegría y Tristeza. 3. El aprovechamiento de la duración: porque las ideas adecuadas, a medida que se presentan con más frecuencia, superan a las ideas confusas. Esto se debe a que un afecto 214 E5PXXScol E5PXXV: “La suprema virtud de la Mente es la comprensión de las cosas por el tercer género del conocimiento”. 215 124 por cosa ausente se ve contrariado o debilitado por afecciones sucesivas que excluyen lo que fue su causa exterior 216 . Esto no ocurre con los afectos de los que se posee ideas adecuadas, ya que estos están referidos a las propiedades comunes de las cosas, las cuales siempre son pensadas como presentes, se imaginan sin variaciones y se ven reforzadas por la frecuencia con que aparecen. Los afectos cuya causa exterior ya no alimenta su presencia en la Mente del individuo, y que son contrarios a los afectos de los que se tienen ideas adecuadas, tienen que acomodarse progresivamente a los segundos 217 , hasta que ya no les sean contrarios. 4. La multiplicidad de causas que alimenten los afectos: porque cuando las causas estén referidas a las propiedades comunes de las cosas facilitarán la actividad de la Mente, esto es, el pensar, añadiendo más objetos para la consideración del pensamiento, y disminuyendo 218 el afecto al repartirlo en varias causas exteriores. Esta disminución de la intensidad por aumento de causas mejora la ‘economía’ de la Mente, exigiéndole una menor inversión de su potencia, la cual puede aprovechar para comprenderse en otras relaciones causales 219 . Pero la división en múltiples causas externas también provoca un aumento de la frecuencia de su auto-contemplación, a través de la gran cantidad de causas que pueden encadenarse con el conatus, y por ende con la idea de la propia naturaleza. 5. Y por último, en el orden con que la Mente encadena entre ellos a los afectos: el orden que los hace menos vulnerables a los afectos que disminuyen la capacidad de comprensión. ‘Pasivo’ está relacionado aquí con recepción sin comprensión, y conlleva la Tristeza asociada al estado de incertidumbre 220 . Los afectos pasivos necesitarán mucha más fuerza para contrariar los afectos de los cuales se tienen ideas claras; bien por que estos están soportados por una red de nociones comunes que los sustentan, y que 216 E5PVII Axioma I de la Quinta Parte: “Si en un mismo sujeto son excitadas dos acciones contrarias, necesariamente tiene que ocurrir un cambio, sea en las dos, sea en una sola, hasta que dejen de ser contrarios”. 218 Spinoza aclara que un afecto es mayor mientras más conflictos causa en el hombre, o mientras más lo conmueve, o mientras mayor es su potencia como causa exterior comparada con la nuestra (E5PXXScol). 219 Deleuze sugiere esta interpretación: “Mientras más pasivos somos, menos aptos somos para ser afectados de una gran cantidad de maneras”. (Deleuze, Spinoza et le problème de l’expression, p. 225) 220 “Llamamos mal a lo que es causa de tristeza” (E4PXXX) y “Sabemos con certeza que mal es lo que puede impedirnos comprender (E4PXXVII). 217 125 mantienen la Alegría necesaria para favorecer el conatus; bien porque al estar ensambladas junto con otros afectos están presentes con mayor frecuencia que aquellos que tienen menos conexiones por ser vagos y confusos; o bien porque están referidos a la idea de la Naturaleza como conjunto de leyes empíricas que ocurren necesariamente, y en el azar de los encuentros. La ley de la naturaleza permite que se conozcan y se prevean “los peligros corrientes de la vida” 221 , a los que se estará sometido por la ocurrencia fortuita de los mencionados encuentros. Por otra parte, lo que se concibe clara y distintamente permite enlazar con mayor facilidad nuevos elementos (porque la concepción clara y distinta implica noción común o deducción a partir de nociones comunes) 222 , y hacer que esta imagen este viva con mayor frecuencia por la mayor cantidad de causas que la estimularán 223 . Si la potencia de la Mente es comprender, entonces mientras mayor es la cantidad de ideas vagas y confusas que la ocupan, mayor es su padecimiento. El padecimiento mayor, aclara Spinoza, es tratar de controlar lo que es contingente 224 . De ahí las supersticiones humanas que consideran que los infortunios les son dirigidos como castigo, que implica una cierta finalidad punitiva del ‘mal’, que se mueve como una fuerza independiente y contraria a la de su capacidad de existir. Sólo cuando se es capaz de tener en la Mente la menor cantidad posible de ideas inadecuadas se puede vivir en la beatitud de los que contemplan sólo necesidad. Si bien se está determinado por una serie causal cognoscible, también se lo está por fortuitus occurso, por el puro azar de los encuentros con las cosas exteriores infinitas, de las cuales solo puede controlarse la propia actuación ante ellos. Esta potencia de la Mente, como ya se decía en la enumeración de principios prácticos de vida, depende directamente del desarrollo más amplio posible de la potencia del Cuerpo. El continuo cambio del Cuerpo, desde el nacimiento hasta la muerte, obliga al Individuo a perfeccionar su potencia de actuar y de esa forma generar los cambios paralelos en el pensamiento. Los cambios que sufre un Cuerpo pueden llevarlo a tratar de adoptar una 221 E4PXScol E5PXII 223 E5PXIII 224 E5PV y E5PVI aclaran que la Mente padece menos de los afectos que nacen de un encadenamiento necesario de causas. En E5PXXScol dice: “Las tristezas del alma, y sus infortunios obtienen principalmente su origen en demasiado Amor por una cosa sometida a muchas variaciones”. 222 126 naturaleza extraña 225 . Esto puede, por tanto destruirlo y llevarlo a la muerte 226 . Pero también puede llevarlo a transformarse en un individuo totalmente diferente, lo cual puede verse también por los cambios que ocurren entre el momento en que un individuo es un bebé y hasta cuando se hace adulto, o cuando un adulto pierde la memoria 227 . Este conocimiento de la Mente bajo una especie de eternidad, como conocimiento de la configuración particular del Cuerpo, y a partir de él, de la forma como interactúa con el infinito de la sustancia, es el que debe ocupar la mayor parte de la Mente para vivir en un estado beatífico (no feliz, porque nunca se puede estar a salvo de las pasiones tristes), y en el que no habrá espacio para el temor a la muerte, el regreso a la eternidad dentro de los atributos de la Naturaleza, regreso que no sería tal, porque ya estaría comprendido profundamente durante la existencia en la duración. La Mente, en la capacidad reflexiva de la idea ideae, en su propia forma de pensarse, adquiere un tipo de conocimiento directo e inmediato: la intuición. A través de la intuición el individuo es capaz de comprenderse a sí mismo como causa, como parte de un infinito, y fuera de un contexto espacio-temporal, como particular fuerza expresiva de un absoluto eterno. El Cuerpo apto para una gran cantidad de cosas posee una Mente que en gran parte es eterna, porque su conexión ampliada con la infinitud de la Naturaleza le evita sufrir de afectos malos 228 , ya que los afectos que se le presentan encuentran fácilmente su lugar como consecuencia de la interacción entre la esencia individual y la Naturaleza, y poco queda sujeto a la imaginación o a la memoria como garantes o productores de la unicidad de la Mente. El individuo que llena su Mente con la mayor proporción posible de afectos activos, como un ‘autómata’, es decir automáticamente ve (con los ojos de la mente) lo que hay en sí mismo de eterno e incambiable. De allí que puede incluso prescindir de lo archivado como afectos pasados, porque estos no le hacen falta para comprenderse a sí mismo 229 . 225 Es decir, llevar a cabo acciones que no se corresponden con su capacidad, porque se imponga un ideal de lo que ‘debe ser’. 226 E4PXVIIIScol 227 E2PXXXIXScol 228 E5PXXXIX 229 Con lo que la memoria, discutida más arriba, deja de ser necesaria para entender la unicidad. Esto daría respuesta a la dificultad de definir la identidad de un amnésico. Aunque no recuerde nada de su pasado, no por ello deja de ser el mismo. Y es que su intuición de la conexión particular entre su Cuerpo y Mente con el infinito no depende de sus recuerdos, aunque pueda ser descubierta en ellos. 127 Spinoza relaciona el hecho de comprenderse a sí mismo con el perfeccionamiento de la Mente 230 . Este perfeccionamiento es el aumento de la potencia de actuar, existir o vivir. Es la expresión óptima del grado de ser que esa singularidad representa dentro del infinito de la sustancia, instancia única, precisa y determinada de la intensidad absoluta de ser. Esto es comprenderse a sí mismo, ver claramente, con los ojos de la Mente 231 , la serie causal que está condicionada por la naturaleza esencial del individuo. Es el aumento del campo de visión de la realidad como serie de causas condicionada por la naturaleza propia. De ahí que Spinoza argumente en la Definición General de los Afectos que “la idea que constituye la forma del afecto afirma del Cuerpo algo que envuelve, en verdad, más o menos realidad que antes”. Este algo es la esencia, que se perfecciona con las relaciones particularizadas. La idea de la idea, es decir la forma de ese pensamiento, permite ‘saber’ más o menos realidad del Cuerpo, como resultado de un estrechamiento o un ensanchamiento del ángulo de visión con el que se comprenden las causas que le producen afectos. De ahí la capacidad ética del individuo, que puede tomar ese saber como lo que dirigirá sus acciones hacia lo ‘bueno’ y lo ‘malo’, saber de sí mismo como potencia, como particularidad que los define. Como propone Spinoza, “mientras un ente pensante puede pensar más cosas, más concebimos que contiene realidad o perfección” 232 . Para el individuo, esta realidad es también el ‘hacerse más real’, el acercarse más a su propia naturaleza. Esto implica ser capaz de actuar de acuerdo a lo que conviene a la esencia singular, lo que, al momento de tomar conocimiento de sí mismo, produce “una Alegría tan grande cuanto imagina mayor perfección expresada en sus acciones, y que se las imagina más distintamente, es decir, cuanto más las distingue de otros y las contempla como cosas singulares” 233 . No es pues perfecto el que, comparado con otros individuos que han sido agrupados en una categoría general, “posee más entidad o realidad que [esos] otros” 234 , ni 230 E3PXI: “La Mente puede padecer grandes cambios, y pasar a una perfección a veces mayor y a veces menor”. Esta metáfora quizá no sea la mejor. Aún puede inducir la idea de exterioridad, de la Mente ‘viendo’ desde afuera la particularidad. Cuando en realidad es la idea desarrollándose como cualquier otra cosa de cualquier otro atributo, a partir de la misma causalidad, el mismo principio y el mismo ser, y siendo pensada con ideae ideae como potencia equivalente. 232 E2PIScol. De ahí también que el hecho de que la Mente contemple las imágenes de objetos que no están presentes como si lo estuvieran, debe atribuirse “a una virtud de su naturaleza y no a un vicio” 233 E3PLIIIScol. El subrayado es nuestro. 234 Prefacio de la Cuarta Parte 231 128 menos perfecto el que “envuelve negación, como un límite, un fin, una impotencia”235 , como si le faltara algo que le pertenece o que respondiera a una carencia de la naturaleza. Perfecto es el que se adapta a (o establece relaciones convenientes con) su particularidad, y logra expresarla en el más alto grado de su potencia de existir, el que se interconecta con mayor cantidad de series causales, el que favorece los encuentros entre su Cuerpo y los cuerpos que le convienen, y el que, en última instancia, actúa y comprende sus actuaciones, no como algo propio del Humano o del Animal, sino como algo propio de él, como estilo único de causalidad que puede generar esa acción. En esta perfección de los infinitos modos particulares está la perfección de la sustancia infinita. Mientras más evidentes se hacen las características de la esencia del individuo para el intelecto, mayor es su realidad y su perfección. Incluso las alegrías que se desprenden de las ideas adecuadas son mayores que las del conocimiento del segundo género, porque poseen el matiz de entenderse por la esencia individual, y no por una característica común de la naturaleza. Ya esta no es tan solo una Alegría que aumenta la capacidad de actuar, es la Alegría de comprender la propia esencia y a partir de ella la de Dios. Esta Alegría de la autocontemplación, a medida que aumenta la comprensión de la relación entre su particularidad y el infinito, se transforma en conocimiento intuitivo. La intuición muestra el infinito desde la unicidad, y “quien conoce las cosas por este género de conocimiento pasa a la suprema perfección humana, y es afectado por la más alta Alegría” 236 . Esta unicidad es la esencia del Cuerpo concebida bajo una especie de eternidad, es decir, es la esencia singular como contenida en la Naturaleza y siguiendo su necesidad 237 y no como una interacción que puede aislarse en un lugar y un tiempo cualquiera. Cuando el individuo se contempla a sí mismo y su potencia de actuar como parte de un infinito, la satisfacción de sí mismo y la Alegría son las más altas posibles 238 , y de ahí nace necesariamente un amor intelectual por Dios, por “saber que es en Dios y se concibe por Dios” 239 , es decir, saber que el placer que se desprende del conocimiento intuitivo tiene por causa la pertenencia a un vinculación infinita, de la cual se es pars intensiva, elemento único entre un mínimo y un máximo de la potencia de existir de 235 Ídem E5PXXVII 237 E5PXXVIIScol 238 E5PXXXII 239 E5PXXX 236 129 la sustancia infinita. Es pues, el amor de Dios por sí mismo, produciéndose, generándose, desarrollándose en cada una de sus infinitas particularidades. La vida en duración es proceso infinito, y no existe para Spinoza un estado de beatitud estanco, en el que el individuo podría establecerse en un rapto extático indefinido. Es un estado siempre perfectible, que aumenta el gozo por la infinita presentación de lo durable y elimina la angustia por la incertidumbre del futuro y la muerte 240 . La absoluta infinitud, la eterna perfección, están siendo producidas en los infinitos recorridos que hace cada Mente particular en sus intuiciones, en una eternidad echa de infinitos instantes. La absoluta infinitud de Dios esta siendo en infinitas particularidades que intuyen adecuadamente el infinito en sus acciones. Mientras mayor es la potencia de la Mente a través de la comprensión, mayor la realidad, la perfección y la capacidad de acción. Actuar es moverse o pensar comportándose como causa adecuada de ese movimiento o pensamiento 241 , es decir, escaparse del mecanicismo de la red de causas externas que producirían un movimiento o pensamiento constreñido por una causa ajena a la naturaleza propia. Este conocimiento de sí mismo es dificultoso porque depende de las relaciones que se establecen con la realidad. Cada relación aumenta la unicidad 242 , porque cada relación con la realidad es única; y mientras mayor es el número de relaciones que se establecen, mayores la distinción y la diferencia con respecto a cualquier otra relación. Cada nexo con la realidad se distingue del que puede establecer otro individuo precisamente porque no puede ser repetido, es excepcional y exclusivo. Un individuo no es único solo porque su Cuerpo no tiene otro igual, o porque su Mente este separada de todo lo demás. Es único porque desde ese Cuerpo, con su capacidad particular de existir, con la fórmula precisa y determinada con la que 240 De ahí que Spinoza diga que “El hombre libre en nada piensa menos que en la muerte, y su sabiduría es una meditación no de la muerte sino de la vida” (E4PLXVII). 241 E3Def.2 242 Este concepto puede verse elaborado en una la propuesta filosófica de Stirner: “En cuanto único, tú no tienes ya nada en común con nada, y por eso mismo nada ya de inconciliable o de hostil”. “Si uno tiene alguna cosa más que otro, es uno mismo, es su unicidad; por eso cada cual sigue siendo excepcional y exclusivo”. “Mis relaciones con el mundo consisten en lo que yo gozo de él y lo empleo para mi goce. Relaciones equivale a goce del mundo, y eso entra en mi goce de Mi”. (Stirner, Max. El único y su propiedad. Barcelona: Editorial Labor S.A. (1974). p.60) 130 compone y descompone relaciones con los demás cuerpos, establece un siendo único, una producción de existencia que no puede ser repetida, sustituida, regulada, prescrita, o universalizada. De ahí que mientras más relaciones establece el individuo mayor es la unicidad en su Mente. Y esto ocurre siempre y cuando cada una de esas relaciones produzca una idea adecuada. Pero no debe olvidarse que es imposible un conocimiento de sí mismo sin pasiones. La unicidad de la Mente humana no implica un ‘Todo’ acabado y cerrado sobre sí mismo. La relación entre la esencia individual y la colisión entre las partes extrínsecas que constituyen la existencia con los cuerpos externos, conlleva una infinitud de afectos particulares que no puede ser abarcada en la duración, ni explicada en categorías generales, ni circunscrita a conjuntos homogéneos, ni ser sometida a códigos morales que estipulen las conductas-efectos. Es por eso que la beatitud no es un estado de felicidad perfecta, sino que implica un proceso constante de auto-conocimiento bajo una especie de eternidad, esto es, bajo un cierto estilo de pensar la esencia instantáneamente 243 , según se es afectado por el entorno. Del estado que resulta de cada uno de esos instantes deberá deducirse el aspecto único de la acción que identificará al modo. Es una auto-afirmación, una ética de la unicidad, en la que a cada modo finito le compete la responsabilidad de expresar su existencia hasta alcanzar el nivel óptimo de su perfección, a través de relaciones que son sólo suyas, contactos únicos porque están dados a partir de un solo ente constituido por la unicidad de lo interno, la infinitud de lo externo y su relación dinámica y productiva. ¿Qué ocurre si al hombre no lo guía la razón? Más aún, si todo está determinado por una cadena causal infinita… ¿qué sentido tiene conocer racionalmente su propia esencia, la de las cosas y la de Dios? Spinoza respondería: se pierde la oportunidad de vivir en beatitud. Porque como ya se ha citado antes, “el hombre se somete a ser conducido por las cosas que están fuera de él, y que ellas lo determinen a actuar según el estado común de los cuerpos exteriores, y no a aquello que determina su propia naturaleza, considerada en si” 244 . El hombre queda pues, a ‘triste’ disposición del azar. Todo ha de darse necesariamente pero él no estará involucrado en la cadena causal, o no tendrá conocimiento de ello. La infinita 243 Recordemos que la eternidad, como atemporal, puede ser equivalente a lo instantáneo. (Cf. Deleuze, En medio de Spinoza, p. 79). 244 E4PXXXVIIScol1 131 causalidad lo lleva a actuar pasivamente, a conducirse como una cosa sin potencia de pensar y no como un ser dotado de razón. Razón que revelaría las acciones que, en presencia de tal o cual causa, se desprenden de la esencia del individuo que las sufre. Revelación que tendrá su mayor importancia cuando, dada una cadena causal cualquiera, el individuo tenga que escoger entre múltiples acciones, dentro de las cuales solo podrán ser llamadas como tal las que se generen a partir de su naturaleza particular. Una ética de la unicidad no garantiza hacer el Bien como modelo trascendente y universal, o sustraer al individuo de lo necesario. Pero comprender la unicidad, y la ética que se desprende de ella mejora la ‘economía’ del individuo, aumenta las posibilidades de que en el transcurso de los encuentros fortuitos se acumulen suficientes causas para que las acciones tengan que ver con la esencia particular y no con impulsos, inercias o prejuicios. No es pues, que el individuo humano pueda evitar el mal, sino que debe comprender que el Mal y el Bien no existen como tal 245 . Las cosas y las causas con las que se encuentra son beneficiosas o dañinas en el sentido que aumentan o disminuyen su potencia de actuar, y en ese sentido disminuyen o aumentan la capacidad que tiene de expresarse, de vivir plenamente lo que puede según su naturaleza. Una cosa exterior nunca es mala universalmente (recordar el ejemplo del arsénico en el Capítulo IV), sino que llega a ser dañina cuando su relación destruye la ratio del individuo. De ahí que el individuo busque la comunidad con otros individuos que le recomienden las relaciones que podrían resultarle beneficiosas de acuerdo con sus características precisas y determinadas (y para ello pone en contacto su Cuerpo con otros cuerpos que considera adecuados: superficies racionales con las cuales interactuar para comprender 246 ). Si se comprende que la relación proporcional es importante, se busca, activamente el encuentro con individuos que puedan precisar la relación adecuada, que racionalicen el encuentro con otros cuerpos exteriores. Esta búsqueda activa añade una nueva causa a la serie, una causa que no es el efecto de la anterior, sino que proviene directamente de la potencia de existir del individuo, como una precisa y determinada manera de manifestarse la sustancia infinita. A esta causa producida, 245 Ver la célebre controversia de Spinoza con Blyenbergh en las cartas No. 18-24 y la carta No. 27. Continuando con el ejemplo del arsénico, si yo tengo leucemia, no le pregunto al cura o a la astróloga, o al chamán cuanto arsénico debo tomar. Para esto hay hospitales y médicos, de entre los cuales también deberé escoger, racionalmente, los mejores, los que tienen más relaciones adecuadas, los que han hecho más investigación durante más años. 246 132 causa particular, o causa sui del ámbito finito, es a lo que llama Spinoza una acción. “Digo que actuamos, cuando se hace en nosotros o fuera de nosotros alguna cosa de la que somos causa adecuada, es decir, cuando de nuestra naturaleza se sigue, en nosotros o fuera de nosotros, alguna cosa que puede comprenderse claramente y distintamente por ella sola” 247 . De acuerdo a su unicidad, el Individuo se relaciona activamente con las cosas externas comprendiéndolas como expansión de su ser, en función de que expanden su potencia de existir. Cuando se relaciona pasivamente, la Tristeza o la Alegría correspondiente reduce su ser a un evitar o a un aficionarse, una fuga o una persecución ciega (de los ojos de la Mente) de aquello que afecta su existir, sin que esté actuando por que no ve la razón de ese afecto. Esta reducción, en fin, limita los afectos que pueden ser comprendidos, disminuye la superficie de afección del individuo (Cuerpo y Mente) y lo reduce a un punto fluctuante entre la Tristeza y la Alegría. El hombre libre comprende las causas que lo llevan a actuar, y se esfuerza en aumentar los encuentros que le provoquen afectos alegres, o utiliza esa comprensión para transformar los afectos tristes en su contrario, entendiendo la razón esencial de esa afección triste. La dinámica de su ser está ‘entrenada’ por el seguimiento de las reglas prácticas que se comentaban más arriba, de manera que se producen encadenamientos de ideas adecuadas y afectos alegres, tanto en el Cuerpo como en la Mente. Obsérvese a manera de ejemplo que mientras se consume alimento se sienten afectos alegres (por composición conveniente de relaciones con cuerpos externos), pero el exceso puede conducir a un afecto triste (por la composición dañina de la sobrealimentación). Debido al estricto paralelismo de la ética espinosiana, el individuo no puede dar una orden mental para que el Cuerpo deje de introducir alimentos a su organismo. No existe tal preeminencia de la Mente sobre el Cuerpo, sino un mismo Individuo produciendo existencia. Pero sí puede comprender de lo que es capaz su Cuerpo, porque a medida que ha multiplicado el conocimiento que tiene de él (con previas comilonas, el dolor y el malestar que son su efecto) es capaz de reforzar las señales de alarma del Cuerpo con un encadenamiento de acciones que 247 “Nos tum agere dico, cum aliquid in nobis, aut extra nos fit, cujus adaequata sumus causa, hoc est cum ex nostra natura aliquid in nobis, aut extra nos sequitur, quod per eandem solam potest clare et distincte intelligi”. (Def2 de la Parte III). 133 no permitan alcanzar el punto de exceso. Por ejemplo, la distensión excesiva del estómago produce una idea de saciedad, pero tarda unos 15 minutos en producirse, por lo que debe acostumbrarse a comer lentamente. De ahí que lleve a cabo gestos prácticos preestablecidos, que impidan que el Cuerpo encadene los gestos de comer sin pausa alguna. En prevención, se podrán llevar a cabo acciones como servir porciones más pequeñas, respetar el tiempo de las comidas, no repetir platos, escoger alimentos menos grasos, etc., que permitan que las señales del Cuerpo aparezcan dentro de la serie causal, anulando el apetito. Estas no son acciones de la Voluntad, en el sentido que se desprendan de una elección libre de entre todas las posibles acciones, sino que pertenecen a una comprensión del estilo único de la existencia, cuyo conocimiento permitirá encadenar la causalidad pasada y los efectos futuros en la dinámica mental y corporal. Los afectos tristes del Cuerpo cuando la ingesta fue excesiva enseñan sobre los límites de su capacidad (que no es la misma en ningún individuo), y sirven para conocer la naturaleza de su particular forma de alimentarse, transformándose así, racionalmente en afectos alegres de auto-conocimiento. Sin transformación racional, el afecto triste de la sobrealimentación anula al individuo, lo deja concentrado en el dolor y desdibuja su existir. Los afectos alegres del cuerpo alimentado y satisfecho impiden la fluctuación que podría crear el hecho de desear (ser presa de la conciencia del conatus) cierto tipo de alimentos que resultan dañinos, cierta cantidad que deviene en indigestión, etc. De esta forma, el acto de alimentación se convierte en acción solo cuando se corresponde con las características propias de la naturaleza única del individuo. Y es, como ya se ha dicho en numerosas ocasiones, una consecuencia de la unicidad proporcionada por la Mente, entendiéndose como idea de ese Cuerpo que conoce bien. No existe pues, una alimentación buena o mala, en forma general. Sólo existe una alimentación apropiada para el individuo, y que sólo él (empezando por consideraciones generales) podrá descubrir. Ese proceso de apropiación se ve reforzado por las alegrías que le proporciona una alimentación adecuada a su naturaleza, y este círculo virtuoso lo llevará a desear comprender más, aprendiendo nuevas técnicas culinarias que le resulten beneficiosas, probando alimentos distintos, variando su combinación, etc. Para terminar, el comportamiento pasivo del individuo significará la muerte en una eternidad abstracta, es decir, vacía de los contenidos concretos de una vida de producción 134 activa de su propio ser 248 . La falta de conocimiento por vía de la experiencia de lo que puede afectar a la esencia individual, in concreto, es decir, a través de la ratio particular que se constituye en su existencia con las partes extrínsecas, implica que la esencia individual permanece abstracta, vacía del contenido activo de la comprensión de sí mismo que establece la relación única entre la constitución extrínseca y la intrínseca. Es el conocimiento del tercer género el que establece esta relación, y a través de él, el individuo intuye la capacidad de su Cuerpo bajo una especie de eternidad, por lo que ya no depende de la memoria o de la imaginación para saber adecuadamente su esencia única. Es por esto que Spinoza afirma que el individuo no debe pensar con temor en la muerte, porque la destrucción de su ratio particular solo trae como consecuencia la disolución de la memoria, la imaginación y la capacidad de verse afectado pasivamente 249 : todos elementos que no son él mismo, sino tan sólo su medio de conexión con el tiempo y el espacio en la existencia. Es a través de la intuición como se ganan asideros eternos con la existencia. La duración es la efectuación absolutamente infinita de la capacidad de Dios de afectar y ser afectado. Si el individuo particular –esa expresión única de una parte intensiva de Dios–, no ve afectada su esencia adecuadamente, sigue siendo solo una potencia eterna de ser afectada, es decir, una parte de Dios que no ha alcanzado su perfección 250 . En la medida en que logra alcanzar conocimiento del tercer género, cada individuo logra conocer su lugar, único y eterno, en la infinitud de la Naturaleza. En su complicación dentro del atributo, ese conocimiento de la articulación singular en el infinito es sólo una pintura muda, una idea dentro del conjunto de ideas que constituyen el intelecto absolutamente infinito de Dios. Es una idea de esencia singular, que conoce sólo la forma en que se relaciona con el absoluto infinito de la esencia de Dios. Es la idea de esencia singular, como grado intensivo, sin el conocimiento de sí misma en la mismidad polar de su concreción. 248 La preocupación ante la muerte y el afán por una vida eterna, como lo afirma Bataille, es angustia por la pérdida de lo particular que hay en nuestro modo de ser, para ser subsumidos en la infinitud de la sustancia. “En el deseo de inmortalidad, lo que entra en juego es la inquietud por asegurar la sobrevivencia en la discontinuidad – la sobrevivencia del ser personal”. (Bataille, Georges. (1957). L’Erotisme. París: Les Editions de Minuit. p. 29). 249 EVPXXI 250 Un razonamiento similar es la base de la creencia oriental en la reencarnación. 135 En la duración, sobre todo en la existencia en la que la Mente del individuo se llena de ideas activas con la intuición de su esencia única, es donde esta articulación es expresión de sí misma, ya no en función de la comunión de esencias, sino en función de la relación infinita entre lo existente en la duración, completando así, con el infinito matiz, con la multiplicidad de lo real, con la infinitud de relaciones conocidas, la realidad del puesto que ocupa en la mismidad polar de la sustancia. De esta forma, la parte inmortal de la Mente humana, la parte eterna, después de la muerte corporal puede seguir siendo afectada con ideas adecuadas sobre el infinito de la sustancia. Puede seguir produciendo existencia eterna, involucrado en los cuerpos y las ideas que se produjeron, se producen y se producirán a partir de las relaciones adecuadas que dejó a su paso, únicas e insustituibles dentro del infinito. En un proceso inverso al de aquel que utilizaba cuando era esencia existente en acto, entiende el infinito en la comunión con aquellas esencias existentes en acto que están siendo afectadas. Pero para esto debe haber formado la idea adecuada de la mismidad polar de lo eterno y la duración en su propia esencia. “Mientras más fuerte es cada uno en este tipo de conocimiento, mejor y más conciente es de sí y de Dios, es decir, es más perfecto y beato” 251 . Esta perfección y beatitud se prolongan pues son el entrever instantáneo de la eternidad. Representan el entrenamiento o método que hará al individuo capaz de comprender la duración desde la eternidad, y disfrutar su puesto único en la satisfacción eterna que proporciona el amor Dei intellectualis. Es esta la promesa que encierra la intuición en Spinoza. Promesa que sólo podrá confirmarse con la muerte, pero que se constituye en un potente sistema ético, que garantiza en el ahora una vida beatífica hecha a medida de cada cual, y que por lo mismo es responsabilidad particular de cada Individuo. No es una visión paradisíaca condicionada a un comportamiento ‘ideal’, sino la comprensión del comportamiento particular ante las vicisitudes terrenales, como garantía de la mejor vida posible: la propia, en su manifestación única, en su importancia inalienable para el logro de la perfección del infinito existente: Deus sive Natura. 251 E5PXXXIScol 136 CONCLUSIONES La Unicidad como perspectiva. Pensar la unicidad en Spinoza, es trabajar su sistema con dos claves de inicio: una propuesta ontológica (la relación entre la unicidad de la esencia singular y la multiplicidad de la esencia divina) y un cuestionamiento ético (la dinámica entre la individualidad del hombre y el fenómeno colectivo de las relaciones). La unicidad está dada en la esencia singular que determina un modo de expresión preciso y determinado de la sustancia (que también es única). Este modo de expresión de la sustancia está representado por cada una de las cosas singulares que existen en acto, o dicho de otro modo, que están produciendo su ser y perseverando en esta producción. Estos modos, en el caso de los humanos, poseen un Cuerpo configurado de forma única, y una Mente conformada por ideas que reflejan no solo este Cuerpo sino también su contacto con los cuerpos externos que lo afectan. Esta Mente posee además una capacidad de formarse ideas sobre las ideas del Cuerpo y las ideas de sí (idea de la idea), lo cual le permite tener conocimiento de la unicidad. Para que este conocimiento ocurra, las ideas tienen que ser adecuadas, exigencia que enuncia el problema ético fundamental para Spinoza. Entre dos Individuos existen pues tres diferencias radicales: una corporal, una mental y una ética. La primera está presente en la infinitud de formas con las que un Cuerpo interactúa ante los encuentros con las cosas que lo rodean. La segunda está dada por las ideas que se producen a partir de estos encuentros. La tercera viene por el estado de mayor o menor potencia para perseverar en el ser que se genera a través de la reflexión sobre estas ideas corporales. Esta diferencia entre individuos determina la necesidad de una ontología que la justifique, y una ética que piense las relaciones de fuerza que se producen entre estas superficies en contacto. Estudiar la unicidad en la obra de Spinoza proporciona una 137 perspectiva (y por ello una expresión) para dar respuestas y argumentos a tales problemas. Esta perspectiva ofrece además la ventaja de ser distinta a aquella que quiere leer en Spinoza una exaltación del pensamiento totalizador por medio de la intoxicación de la idea de Dios. Desde las primeras páginas de la obra mayor de Spinoza, con su concepción de Dios, golpea el fondo de las creencias más acendradas. La noción que propone Spinoza sobre Dios se aparta de las aquellas que lo personalizan, y en este mismo movimiento lo alejan del hombre, eliminando todo lo que en el concepto de Dios pueda resultar sugerente y problemático para transformarlo en un modelo regulador, en una amenaza ignota, en una culpa debilitadora. Quizá lo más impactante del sistema espinosiano es el haberse constituido en una propuesta teocéntrica que elimina a un mismo tiempo la magia, la superstición, la trascendencia y el antropocentrismo que hacían de Dios un asylum ignorantiae, argumento en el que se refugian los ignorantes, sí, pero también refugio desde el que se justifican modelos finalistas, poderes omnímodos y morales dogmáticas, como otras tantas formas de la ignorancia. Spinoza desfonda estos reductos centrando su identificación de Dios como ser absoluto en eterna expansión, es decir en la existencia como rasgo esencial e inicial, y en la generación o producción de la multiplicidad infinita del ser como manifestación de esa existencia, sin otro fin que el existir y lograr un saber alegre de esta existencia. De esta forma elimina la creación como concesión dual que a un mismo tiempo entroniza al ser humano como centro del universo, pero lo somete y estigmatiza por ser sólo parte de un ‘Todo’, y no estar a la altura de tal honor. La propuesta espinosiana deja como resultado un Dios impersonal pero hecho de particulares que constituyen un infinito, a su vez en infinita expansión; un Dios que es todo pero no ejerce su voluntad en mandatos, en una Naturaleza en la que nadie manda y todo se hace como está mandado. No es pues una propuesta atea, que haga desaparecer a Dios. Más bien es un empeño en subrayar la importancia de lo que siempre ha sido intuición sobrecogedora: la existencia de algo en vez de nada. Esta no es una propuesta panteísta o panenteísta, porque no se trata de la ubicación de Dios en todas las cosas, o de una simple identificación Dios y Naturaleza, y sobre todo porque el énfasis de Spinoza está en ir más allá de esa identificación, y pensarla como relaciones que constituyen un ser, como acto productivo o de generación de una existencia cada vez más compleja, más perfecta, a través de la constitución de esas relaciones. El sive del “Deus sive Natura” es la expresión que evidencia la construcción de relaciones que llevan al ser absolutamente infinito. 138 Sive: dicho de otro modo, da a entender que lo importante de la nominación ‘Dios’ no es el signo de un receptáculo de generalizaciones que no dicen nada, si se compara con la esencia del ser como potencia de existir. Dios y modos finitos no son ‘Uno’ como lo sería el agua dentro de una esponja, sino algo que está más allá y más acá de la superposición en un solo lugar. Habría de pensarse, para seguir con el mismo ejemplo, como la actividad que lleva a los átomos a combinarse de cierto modo extensivo de agua y esponja, la mano que vierte el agua, el ser humano que la ve ocupar espacios cavernosos en la esponja y formula una idea que refleja esta actividad, y luego una idea que da cuenta de la unión como noción general que ocurre con muchos cuerpos, y piensa en Dios o la Naturaleza como infinitos cuerpos estableciendo relaciones o destruyéndolas para manifestar infinitas formas de existir, tal como ocurre con la esponja que recoge el agua derramada. De esta forma, la definición de Dios no es un acto mental que da inicio a una propuesta filosófica, sino que ésta se instala en la constatación, in media res 1 , de la evidencia absoluta del ser como infinitud de una potencia de existir a la que se tiene pleno acceso por la potencia de pensar, que es una de las manifestaciones activas de esta existencia. De ahí que palabras como absoluto y perfección, cambien de espectro y dejen de ser ámbito exclusivo de la trascendencia, para reafirmar el valor de la unicidad. La absolutidad es la expresión incesante de lo particular, la perfección es la unicidad alcanzada en multiplicidad de relaciones que sólo ese particular puede establecer. Absoluto es la multiplicidad de particularidades. Perfecta la particularidad en su máxima expresión de relaciones. Otro rasgo distintivo de la propuesta espinosiana es la superación de la dualidad cuerpoalma. Gracias a ella, por un lado se alcanza la expresión unívoca del ser en su potencia; por el otro, la eliminación de lo superfluo que resulta siempre alguno de los elementos de la dualidad, cuando se analiza el Cuerpo como el ‘somatizar’ de la Mente, o la Mente rindiéndose ante la fatiga de los materiales que componen su ‘envase’. Y por añadidura, se elimina progresivamente la dualidad como forma de pensamiento, que separa la realidad en instancias contrapuestas y en las que siempre se considera a una subsidiaria y dependiente de la otra. 1 De esta forma explica Negri el proyecto espinosiano como propuesta filosófica que no es principio ni inicio ni mediación, sino “filosofía de afirmación pura que se reproduce a sí misma con intensidad creciente en un constante aumento de niveles sustanciales de ser” (Negri, op. cit., p. 479). 139 También es fundamental en la propuesta espinosiana el hecho de constituirse en una ‘filosofía de superficies’, en el que se revaloriza la importancia del conocimiento que aporta la imaginación como sínodo entre realidad y Cuerpo, y en el que se elimina su carácter de ‘contraria a la razón’ para transformarla en el inicio de todo conocimiento y su sine qua non. Esta filosofía de superficies puede explicarse como: 1. El hecho de que superficies extensas están moldeando un grado de intensidad. Aunque sólo puede relacionarse la división y las partes con lo extenso, los individuos espinosianos son divisibles sólo como producto de la imaginación, ámbito donde se produce el contacto del individuo y con todo lo que le rodea. En su existir pueden concebirse como superficies que interactúan las unas con las otras, componiendo o destruyendo relaciones con otras superficies que chocan con ellas según una fórmula o una proporción única, lo que les da un sitio preciso y determinado en función del infinito de superficies que constituyen la realidad. 2. Las ideas, como cosas del atributo pensamiento, son entes en interacción, es decir no son “pinturas mudas”, o meros reflejos, son expresión paralela a la extensión, expresión mental en el mismo ‘orden y conexión’, que por lo tanto también pueden comprenderse como un entrechocar de superficies, el cual construye y destruye relaciones. Concebir es un estado de ser que es producto de ese entrechocarse de las superficies, y no se alcanza una idea adecuada hasta que no se logra entender este dinamismo. Sin embargo, pareciera que la existencia material pudiera resultar limitante, un impedimento para la expresión de las partes intensivas del ser (o su gradación infinita), que requerirían de un atributo más maleable que los cuerpos para dar cabida a la infinita modulación de un carácter intensivo. Pero “no sabemos de lo que es capaz un Cuerpo”, responde Spinoza. La infinita variabilidad del ser manifestada en la precisa y determinada potencia de existir de cada individuo, hace difícil pensar la realidad como regentada por mentes que producen ideas, que después se hacen materia por creación, participación o progreso dialéctico. A pesar de esto, la sustanciación de la Mente y las Ideas han gozado siempre de una preferencia ontológica, por lo que se ha dejado de lado o se ha desconfiado de lo que llega por la extensión. En el sistema espinosiano, por el contrario, las sensaciones que llegan al Cuerpo a través de los sentidos producen modos de imaginar, y sólo conducen al 140 error porque contienen verdades fragmentarias e inconexas que deben ser completadas con un cierto estilo de vida en el que se da predilección a aquello que aumente las relaciones establecidas con el infinito, relaciones en las que el individuo ejerza un papel activo con la particularidad de su ser. Los afectos que cada uno de estos choques entre superficies produce, una vez descubierto el ordine conectio adecuado, (aquel que complica lo absolutamente infinito en Dios o la Naturaleza) se transforman en elementos que potencian el conatus y extienden la capacidad de relación de la superficie pensada que constituye al hombre. Mediante esta filosofía de superficies se pasa de un modelo de pensamiento que sondea las características del ser en profundidades conceptuales ignotas, o a distancias inalcanzables, por una concepción del ser como contacto, cercanía, proximidad, inmediación o juntura. Una concepción que busca entender la existencia como un entrechocar que deja huellas en el Cuerpo y en la Mente, que es acción y efectos de una acción, que está al alcance de la imaginación porque en ella concurren Cuerpo, Mente, interior y exterior. Una filosofía de profundidades es solo para doctos, es decir, para aquellos que administran la ignorancia de los otros, mientras que una filosofía de superficies debería serlo para cualquiera. La Teoría de los Afectos de Spinoza, por su parte, ofrece una concepción de la emoción humana como elemento constituidor de su ser, como expresión del ser de ese modo finito y efecto necesario de su interacción con las infinitas superficies que constituyen la Naturaleza. Spinoza relaciona las emociones humanas como la dinámica de una mayor o menor capacidad para realizar el ser, y alcanzar la perfección que envuelve las características particulares del individuo. La ventaja de un sistema dinámico para las emociones es que no permite el cierre o la completitud de la existencia. Las emociones empobrecedoras, como la Tristeza, no determinan un estado permanente de infelicidad. La Tristeza no implica una imposibilidad de ser feliz porque la transformación racional de los afectos fomenta la progresión a estados de potencia que llevan a realizar la perfección del individuo. Por el contrario, la infelicidad es antítesis estática de la perfectibilidad dinámica del ser, absurdo que es el sinónimo de la impotencia para expresar el grado de perfección del que es capaz cada singularidad. Decir de sí mismo que se es infeliz es concebirse como un ‘Todo’ acabado en el proceso de la existencia, es calificarse imposibilitado para la expresión óptima de lo que constituye su existencia particular, y es de alguna forma convencerse inadecuadamente con una supuesta 141 evidencia de vida malograda, que ya no tiene remedio, y que sólo podrá enmendarse siguiendo alguna prescripción externa de lo que se considera conveniente a su naturaleza. Sentirse triste, por el contrario, es recibir información interna sobre el estado de su ser, y contar con esos datos para tomar decisiones racionales que guíen la composición de relaciones para fortalecer o ampliar la expresión existencial; pues, la tristeza es también una ‘razón’, una proporción objetiva entre quien está triste y aquello que causa su tristeza. De esta forma, Spinoza concibe una ética de acción, que no califica las existencias como ‘exitosas‘o ‘malogradas’, lo que envolvería un fin a partir del cual establecer una comparación, sino que las obliga a concienciar su estado de ser particular e interactuar con lo que lo rodea, como método para incrementar las relaciones que potencien la expresión de su grado de intensidad modal. Es una exhortación a la apertura y a la constitución de comunidades que fortalezcan las potencias particulares. Un estudio de la dinámica de los afectos, la interacción y complementación que ocurre entre ellos, las vías para su racionalización y los efectos poderosos en el proceso de existencia de los seres humanos es una tarea pendiente, cuyos resultados enriquecerían la comprensión del legado espinosiano y proporcionarían claves de comprensión invaluables para los tiempos que corren, signados por una estrecha concepción de lo racional y la verdad, concepción que pasa por el desprecio de las emociones humanas consideradas irracionales, fuentes de error y controversia entre los seres humanos. La unicidad es, según la perspectiva de nuestro trabajo, una gran intuición de Spinoza, como oposición radical a la búsqueda de ideales, modelos y universales que ha dominado gran parte del pensamiento occidental. Pero la unicidad de los individuos exige una propuesta innovadora sobre la libertad y la comunidad que articulen el infinito en acto con los individuos, de manera que – preservando lo inalienable de la particularidad – no se pierda la utilidad de la vida en común. De esta forma, el hecho de que Spinoza postule una singularidad irreducible no implica que la libertad de los hombres esté basada en una concepción egoísta de la acción, y que la voluntad individual sin trabas sea la máxima expresión de ello. O en el otro extremo, tampoco consiste en la renuncia a los derechos individuales a favor de un poder mayor que atemorice a los egoístas y a los irracionales, para evitar que destruyan los bienes de la convivencia comunitaria. La propuesta espinosiana subraya más bien el cariz provisorio, siempre cambiante y perfectible, que debe caracterizar las leyes comunitarias, como protección de la asociación de individuos, y como comprensión de la profunda determinación 142 del ser que es la libertad misma. Comunidad es la protección de la multiplicidad contra el afán simplificador. En este sentido Spinoza plantea que libertad es ante todo la comprensión de la propia servidumbre. Sólo aquel que entiende las relaciones ontológicas que lo determinan alcanza el estado de ser que lo acerca a la beatitud, o felicidad serena. Este estado ‘abre’ la potencia del individuo para establecer relaciones con lo que le rodea. Cada uno de esos contactos implica un matiz nuevo, una idea más completa del puesto único que ocupa cada individuo en su interacción con el mundo. Y por ende aumenta la alegría, lo que se constituye en un círculo virtuoso: la virtud como razón, la razón como relación comprendida, la alegría como aumento de la potencia, el aumento de potencia como objetivo de la virtud, y la virtud misma. Por el contrario, el tipo de pensamiento que lleva a concebir la unicidad de un individuo como un aspecto sustancial incambiable, enfrenta el problema de que el individuo, a medida que interactúa con la realidad, debe tratar de explicarse los cambios que sufre preguntándose si la razón de la que esta constituido: 1. cambió de configuración externa o integró nuevas composiciones, 2. desapareció para dejar paso a otra proporción, que ahora constituye su particularidad, 3. o llevaba en sí el principio del cambio que le permitió ser otra manteniendo la misma composición. El individuo se encontrará con la paradoja de sentirse el mismo, aún teniendo conocimiento de los cambios que se produjeron en él. Este proceso de identificación propia no pasa sin generar problemas importantes. Pues, si la unicidad puede verse modificada (cosa ya de por sí absurda), ¿cómo saber si es la misma? o más bien ¿cómo saber si es la misma cuando está siendo comprendida desde un auto-conocimiento que se alimenta de nuevos elementos? Esto implicaría una sensación ilusoria de modificación de la unicidad, y quedaría por resolver la causa de esa sensación. Por el contrario, el individuo en Spinoza no rechaza los cambios de su constitución y los toma como lo que son: un proceso de perfección o realización de su ser. Existir es cambiar. 143 El esfuerzo por perseverar en el ser lo ha llevado a integrar nuevos elementos y desechar otros, manteniendo solamente una proporción que le es esencial, y bajo cuyos límites de intensidad debe hacer el juego de fuerzas y superficies de su existencia. Entender esta configuración singular, y lo que le resulta ‘bueno’ porque multiplica las relaciones, es la virtud espinosiana. Pero aceptando que la comprensión de la unicidad sufra modificaciones a medida que se delinea la identidad, y que por esto, la tarea es estar constantemente al acecho ¿Cómo determinar los elementos accesorios o accidentales que permitirán escoger aquel aspecto único que define la individualidad, sin que esta escogencia resulte espuria por estar basada en un elemento externo a la unicidad mental? En Spinoza no puede plantearse esta problemática. El individuo es lo que es, con todas sus relaciones de composición y destrucción, y no existe un único aspecto que defina su unicidad, una idea fija de su identidad que desgaste las energías de sus dos potencias vitales (la de existir y la de pensar, que son en realidad la misma potencia) en un efecto parecido al de aquel que sale de una caverna: el exceso de luz que borra los matices y enceguece. En Spinoza esta analogía no tiene cabida. La manera como estos cambios se producen, la relación ontológica que los regula (la interacción entre las esencias singulares en la Naturaleza), una cierta proporción que no tiene analogía con otra, es la razón del ser individual. Con esto debe recalcarse la nueva preponderancia que tiene la búsqueda de identidad para el hombre. La vida moderna, con la relativa paz y comodidad que ha aportado al hombre, con las jornadas laborales reducidas y la libertad con la que es posible escoger los tipos de existencia, en resumen, con la disminución de la presión sobre la supervivencia como preocupación fundamental; ha dejado un amplio espacio para las preocupaciones relacionadas con la esencia particular, con la vida como producción de existencia y perfección activa del ser, la identidad propia y las consecuencias sobre el sentido que debe darse a la vida, las decisiones que deben ser tomadas de manera de alcanzar la excelencia de acuerdo a las posibilidades con las que se cuenta, la expresión de un máximo de características particulares, el alcance del bienestar por la escogencia de circunstancias en las que sean más afines al perfil individual o la ética personal que garantice cualquiera de las anteriores formas de autorrealización que puedan escogerse. Spinoza afirma la importancia de esa búsqueda, pero 144 fija el objetivo en la búsqueda misma, en lo que el contacto traerá como conocimiento de sí, y no en la obtención de un rasgo esencial que sería la causa de las ‘propiedades’ que definen al individuo como si de una sustancia se tratara, sino por las relaciones que se establecen con las cosas externas y el poder de afectar y se afectado según una proporción que es le única: la esencia singular. Esta no es un rasgo, o una categoría. Es una cantidad intensiva, una interconexión de infinito que produce finitud. El valor de una propuesta filosófica puede establecerse por los conceptos que aporta para comprender la realidad. Evidentemente, este valor concedido dependerá de la época en la que se estudie la propuesta, el ámbito real que se pretenda explicar con dichos conceptos y las consecuencias negativas que puedan surgir a partir de esa concepción. Puede elaborarse un esquema de esos aspectos a través de dos de las críticas más comunes formuladas con respecto a la propuesta espinosiana: 1. La tendencia totalizadora de todo ‘sistema’ filosófico. 2. La ausencia de una idea de ‘bien’ que sea evidente y que oriente la brújula ética Para responder a la primera crítica, debe decirse que el sistema espinosiano queda siempre abierto, porque el individuo humano nunca cierra los ciclos ontológicos y epistemológicos de forma completa, nunca alcanza el absoluto que es propio de Dios. La beatitud no es completitud. No es culminación mística de la comprensión en un rapto extático que hace inútil cualquier otra experiencia vital. La beatitud es un concepto dinámico que expresa la predominancia de estados que favorecen la comprensión y por ende introducen esa comprensión como un elemento causal adicional dentro de la malla infinita del pensamiento. Esto es, que la comprensión de los afectos del Cuerpo produce afectos. La idea de la idea, cuando es adecuada, cuando esta producida solo por razón (por relación o proporción), pasa a jugar un papel activo dentro de la interacción infinita de causas. Se aprovecha en un primer momento de la memoria y la imaginación para prolongar su actividad en campos de duración mucho más extensos, y en la medida en que el contacto con el mundo haya sido más rico y variado, mucha mayor superficie recorrerá la idea de las ideas, que son ideas de superficies en 145 interacción. Pero una vez comprendida la razón particular que rige el establecimiento de relaciones con el infinito, memoria e imaginación se hacen cada vez menos importantes, quedando como vestigios del apoyo en la duración y el Cuerpo para entender lo que hace único a cada individuo. Son sustituidas por la intuición de lo que se es eternamente: una potencia o capacidad para producir existencia particular dentro del ser infinito. Por ende, la concepción filosófica de Spinoza implica la visión de conjunto, es decir la totalización de lo real, pero no es una propuesta totalitaria, es decir con ánimos de abstracción forzada de lo real que haga que la diferencia desaparezca. El rasgo principal que evita este cercenamiento de la diferencia en un ‘Todo’ inclusivo es el hecho de que los encuentros con el mundo exterior son infinitos, y por tanto nunca totalmente predecibles y controlables por la Mente humana. El sistema espinosiano es entonces un creador de sistemas particulares, que sólo darán respuestas adecuadas –acciones– a aquellos que logren entender lo que da coherencia y fuerza al sistema. La ausencia de una Idea de Bien que sirva de guía al comportamiento humano es sin duda uno de los aspectos más delicados y difíciles de asimilar. Si no existe un modelo de lo que representa el Bien para los Humanos, ¿cómo conducirse en el plano individual y en el político? Más grave aún, ¿cómo no caer en el estado de guerra en el que cada quién lucha por su propio provecho, cuando incluso pareciera que la propuesta espinosiana propugna esta acción como virtuosa? Spinoza lo aclara bien: lo más útil y por ende lo ‘Bueno’ para el hombre, es el hombre mismo. “El hombre es para el hombre un dios” 2 . A medida que el hombre combina su fuerza con otros hombres, crece la potencia de existir que posee, ya que cada uno de ellos incrementa la potencia que el otro necesita para expandir su ser particular y expresar su unicidad. Si aquel con el que se convive se encarga de proveer alimentos, y el otro protege las pertenencias o el descanso, a ambos les queda tiempo para llevar a cabo actividades más perfectas: las acciones individuales, que permiten la expresión de un grado de la multiplicidad absoluta de la sustancia infinita. 2 E4PXXXVScol 146 Si bien la habilidad para la caza o el insomnio que permite soportar las guardias nocturnas pueden estar determinadas por rasgos corporales particulares (y de ahí que la colaboración se decide según aquello para lo que se concibe como relaciones adecuadas: habilidad para construir y lanzar una flecha, olfato y oído para el seguimiento de una presa, insomnio), no hay duda que hay razones para adorar, admirar y servir a los hombres que permitieron el ocio de aquel con habilidades particularísimas para la abstracción, la concepción espacial del dibujo, el uso de pigmentos para diferenciar lo representado, y una admiración tan grande por la actividad humana que obliga a la búsqueda de métodos que la hagan permanecer en la duración, habilidades que lo condujeron, necesariamente, a pintar las cavernas donde vivía. Pintar una caverna es el producto de un Cuerpo descansado, bien alimentado, con tiempo libre, que puede jugar con un trozo de carbón quemado, o un pedazo de arcilla que dejan trazos en la piedra cuando se los manipula. No es pues, pintura muda, es el producto de una Mente que tiene tiempo de reflexionar sobre las ideas que se le presentan y no sólo de ser el reflejo de un Cuerpo que intenta por todos los medios conseguir alimento. Una Mente que se ve a sí misma pensando el mundo, y al ver una raya vertical recuerda otras rayas que ha visto de lejos y que resultaron ser árboles u hombres. Y así desarrolla la noción común de líneas limitando imaginariamente los cuerpos. Desarrolla la noción común de la simplicidad de las figuras vistas de lejos. Desarrolla la noción común de los recuerdos que despierta una imagen. Y a través de estas nociones comunes llega a la intuición del poder eternizador del dibujo. Y él también, sin cazar o proteger al grupo de las fieras, es Dios. Su Mente, en una acción que sólo él pudo llevar a cabo, estableció relaciones con las cosas externas (con el grafito y la arcilla, con la actividad de cacería, con la caverna como hábitat compartido, con otras Mentes) dentro de una comunidad que favoreció la expresión de esa particularidad. La unicidad de su Mente, capaz de relacionar otras acciones humanas con líneas, figuras y composiciones, está estrechamente relacionada con un Cuerpo no apto para la actividad de cacería, por lo que contemplaba está actividad con admiración3 , buscando la manera de relacionarse con ella a través de otras acciones (que quizá lo salvarían de morir de 3 Un no-afecto porque no tiene relación con las cosas que es capaz de hacer. Ver Apéndice No. 1. 147 hambre), Cuerpo que quedó relegado a quedar atrás pero que no renunció a expresar en el dibujo un aspecto singular de la multiplicidad esencial de la sustancia infinita. Evidentemente, también puede relacionarse con un Cuerpo extremadamente potente, capaz de realizar todas las actividades de sobrevivencia y conservar un conatus que lo llevaba a querer seguir estableciendo nuevas relaciones que expresaran ese grado intenso de su ser, produciendo acciones que iniciaron nuevos elementos de la compleja infinitud de la particularidad de los humanos. Pero lo que realmente interesa aquí es que, ya sea la expresión de un Cuerpo poco o demasiado apto, la pintura en las cavernas habla de un cambio en las acciones de ciertos individuos, que protegidos por una comunidad organizada, dieron cabida a conexiones innovadoras que producían alegría, la alegría de pensarse a sí mismos. La pintura en las cavernas habla de la unicidad de una Mente que utiliza las ideas que tiene sobre sus ideas para llevar a cabo un gesto que quiere perdurar. Una Mente que se explora a sí misma y expresa esta exploración en acciones que establecen una conexión que sólo ella puede establecer, que la distinguen de todas aquellas Mentes cuyos Cuerpos establecieron relaciones distintas con su entorno. Gesto único que relaciona a un individuo que se descubre a sí mismo pensando en la cacería (la de otros o la suya) y que busca dejar constancia de su pensar, para su comunidad, para toda la comunidad humana, de todos los tiempos. Ese gesto generado por su particularidad, esa producción, es una expresión del hombre que después será protegida por el hombre. Es la comunidad humana que busca salvar aquello que permite el perfeccionamiento infinito y siempre en expansión: la unicidad de la Mente en tanto vínculo colectivo. 148 APENDICE No. 1 Singularidad, Particularidad e Individuo Tres términos son utilizados por Spinoza en la Ética para referirse a los hombres como modos finitos. Estos son singular (como sustantivo o adjetivo), particular (como sustantivo o adjetivo) e individuo. Pueden ser considerados nombres para un mismo concepto, siempre que se tome en cuenta ciertos matices con respecto al uso que hace Spinoza de cada uno de ellos. Singularis (uno sólo, único, propio, característico, extraordinario) 1. Usado como nombre, para referirse a “toda cosa que es finita y tiene una existencia determinada” (E1PXXVIII), es decir, para referirse a los modos finitos. También puede ser usado como adjetivo, en frases como ‘cosas singulares’ (res singulares), equivalente al anterior y utilizado así en el Scholium de la misma proposición. Cosas singulares está referido pues a modos finitos, por ejemplo “cuerpos y maneras de pensar” (Ax5, Parte II de la Ética). 2. Usado como adjetivo, en la frase ‘imágenes singulares’ (singulares imaginatio), para referirse a esas ideas en las que la imaginación queda fija por no poseer otras cosas encadenadas a ella, por ser nuevas para la Mente: lo jamás visto, lo no común a muchos. Usado así, lo singular posee una identidad numérica y cualitativa. La imagen singular es una sola, y no puede ser aparejada con nada. Su ‘unicidad’ se da por la imposibilidad de establecer relaciones con otras cosas, por su aislamiento, y no por la identidad cualitativa de sus relaciones. Al efecto que produce esta singularidad, Spinoza lo llama Admiración, y no es un afecto, es solo “una distracción de la Mente” (Parte III de la Ética, Definición de los Afectos, § IV), debida al hecho de que no encuentra con qué relacionarla. Es una idea de la imaginación como cualquier otra, con la única diferencia 149 que la Mente queda ocupada en su contemplación hasta que otras causas vengan a determinarla a pensar en otras cosas. Se toma el tiempo para definirla “porque el uso ha hecho que se designe comúnmente ciertos afectos derivados de estos tres primitivos [Alegría, Tristeza y Deseo] por otros nombres cuando se refieren a objetos que admiramos”. Por ejemplo el Deseo al que se le suma Admiración se le llama Veneración o Devoción. Lo opuesto a la Admiración es la Desestima (E3PLIIScol), en la que la Mente se queda fija en una cosa, pero no por falta de relaciones, sino en la contemplación de lo que le falta, de lo que no está en el objeto. Una imagen singular es una idea fija, y representa lo contrario a lo que propone Spinoza como unicidad del hombre, concepto dinámico que se constituye como acción humana en el establecimiento de relaciones. La unicidad no es un aislamiento porque sea imposible establecer parangón o equivalencia, sino que está dada por una forma única de relacionarse. El hecho de que use el adjetivo singular para dos tipos de singularidad (la que no posee relaciones y la relacionante) no implica una contradicción, por que la singularidad relacionante se logra por un esfuerzo ético y esta es la propuesta de Spinoza. 3. Usado para referirse a ‘Mentes singulares’ (singulares Mens) en las que puede encontrarse ideas inadecuadas o confusas, por la mutilación que se produce al no poder pensar las relaciones infinitas (E2PXXXVI). Estas Mentes singulares son modos finitos y por tanto el término se usa para adjetivar de la misma forma que en cosas singulares. La unicidad de la Mente es, de nuevo, un logro ético. 4. Usado para ilustrar la formación de los Universales, como el resultado de la dificultad de pensar la unicidad. Un Universal es el producto de la Mente que no pudiendo “imaginar las pequeñas diferencias (a saber el color, el tamaño, etc. de cada uno), ni su número determinado, no imagina distintivamente sino lo que en todos, en tanto que afectan el Cuerpo, convienen” (E2PXL). Esto es, la transformación vía imaginación, de los singulares (con sus relaciones únicas en forma de diferencias cualitativas y numéricas) en universales. 150 5. Usado para referirse a voliciones singulares (singulares volitiones), “a saber, tal y tal afirmación, y tal y tal negación” (E2PXLIX). La adjetivación de lo particular queda aquí reafirmada con la preposición ‘tal’ (‘este’ deseo y no otro), que como se sabe, es un término lingüístico propio de la diferenciación. Según Spinoza, a la suma de los deseos singulares, que son realmente la actividad relacionante del conatus, se le atribuye incorrectamente el nombre de Voluntad. 6. Usado para referirse a los Afectos como cualquier otro singular (singularia), que “reconocen causa precisa, por las cuales se les comprende y tienen propiedades precisas” (Prefacio a ‘De los Afectos’, Parte III de la Ética). Esto subraya la extraordinaria concepción ética de Spinoza, que no considera la emoción humana como una especie de ‘resto’, margen o antinomia de lo racional, sino como un ente cualquiera, cuya dificultad de conocimiento estriba precisamente en su singularidad. De ahí que no pueda ‘universalizarse’ la afectividad humana en categorías sujetas a un conocimiento fijo; ni mucho menos cancelarse como aquello que impide el comportamiento racional. 7. Singular equivalente a hombre: “Praeter homines nihil singulare in natura novimus…” (“A parte de los hombres, no conocemos en la naturaleza un singular…” E4CXXVI). Particularis (parte de un todo) 8. Usado para referirse a cosas particulares (res particulares): “solo son afecciones de los atributos de Dios, dicho de otro modo maneras por las cuales los atributos de Dios se expresan de manera precisa y determinada” (E1PXXV). Por tanto exactamente equivalente a cosas singulares (ver §1 y §2 de este apéndice). 9. Usado para referirse a aquello de lo que formamos, ficticiamente, los universales (“universalia, quae ex particularibus formare solemos” EPXLVIIIScol). Por tanto, exactamente equivalente a singulares (ver §5 de este apéndice). 151 Individuus (inseparable, indivisible) 10. Usado en primer lugar para hablar de la diferencia numérica como aquello que sólo puede producirse por una causa externa: “todo en lo que su naturaleza es tal que pueden existir varios individuos debe necesariamente, para que existan, haber una causa exterior” (E1PVIII). De ahí que se refiera de forma equivalente a cosas singulares o modos finitos, pero haciendo referencia especial al hecho de que ese modo está sometido a causalidad externa, a diferencia de las sustancias. 11. Usado para referirse a todo lo que concurra para constituir una cosa singular, es decir sus elementos más simples: “Si varios Individuos concurren a una misma acción de suerte que ellos son todos juntos causa de un mismo efecto, los considero todos, en ello, una misma cosa singular” (Def. 7 de la Parte II de la Ética). De nuevo, refiriéndose a los modos finitos, hace especial referencia al hecho de que estos se encuentran asociados entre sí, formando individuos cada vez más perfectos (poseyendo cada vez más relaciones, y por tanto más realidad), hasta llegar a la Naturaleza como la intensidad máxima de la potencia de existir. 12. Usado cuando define el lugar (es decir, el Cuerpo) donde debe darse la necesaria existencia de la idea de una cosa (amada, deseada) cuando se produce un afecto como el amor y el deseo (Ax3, Parte II de la Ética). El individuo es el lugar donde existe la idea de una cosa deseada, siempre. El conatus lo lleva a buscar el contacto con otras superficies, que lo llevaran a aumentar su potencia de existir, y por ello siempre tendrá ideas acerca de estas cosas externas, que son el objeto de su deseo. 13. Usado como sinónimo de hombre, cosa singular o modo finito. Por ejemplo en la Demostración de E2PXI usa cada una de esas definiciones como equivalente. 14. Usado en la definición de las asociaciones de cuerpos que se combinan según una ratio (Definición del Ax2 de E2PXIII). De aquí que sea equivalente a Cuerpo humano (como agregado de cuerpos según una proporción precisa y determinada), y Mente humana (como agregado de ideas de esos cuerpos). Individuo es unicidad por una cierta proporción de movimiento y reposo que representa un grado de la intensidad de la 152 sustancia infinita. Este grado es único, irrepetible, insustituible y constituido de relaciones con el resto de los grados de esa intensidad absolutamente infinita. 15. Usado para discutir el problema de los universales (como en §5 y §10). En este caso aclara que una vez establecida una cierta idea común como universal, este necesariamente debe poder aplicarse infinitamente: “Y es que en efecto el universal se dice tanto de uno, como de varios como de una infinidad de individuos” (E2PXLIXScol) 16. Usado para hablar de los hombres, que pueden distinguirse entre sí por la diferencias entre sus afectos, la cual está dada o es equivalente a la diferencia entre sus esencias: “Cualquier afecto de cada individuo discrepa del afecto de otro, tanto como la esencia de no difiere de la esencia del otro” (E3PLVII). 17. Usado para definir los miembros de una especie o genero. Por ejemplo: “Nada puede convenir mejor con la naturaleza de una cosa que los otros individuos de la misma especie” (E4CIX). Como se ve en este análisis, los tres términos pueden ser utilizados para referirse a la unicidad del hombre. Lo que no niega que existan ciertos matices importantes. Es más correcto decir que singular y particular son perfectamente equiparables como modo finito, determinado y preciso. Son equiparables además como rasgos de lo existente que frecuentemente son obviados para crear imaginariamente un universal. Entre estos dos términos, sin embargo, Spinoza da a singular un papel adicional, utilizándolo para definir ciertos entes que no tienen parangón o equivalencia por su ausencia de relaciones, por lo que deja la actividad relacionante como proyecto ético. En el caso de individuo, además de su calidad de modo finito, también se hace precisión de la combinación de cuerpos según una ratio única, su esencia o proporción. 153 APÉNDICE No. 2 La aniquilación del sujeto. En el Escolio de la Proposición XI del Tercer Libro de al Ética puede leerse esta frase: La causa que hace que la Mente afirme la existencia del Cuerpo, no es que el Cuerpo comenzó a existir: y entonces, por la misma razón, si cesa de afirmar la existencia del Cuerpo mismo, no es tampoco porque el Cuerpo cese de ser, sino que nace de otra idea, que excluye la existencia presente de nuestro Cuerpo, y por consecuencia, de nuestra Mente, y que por tanto es contraria a la idea que constituye nuestra Mente. Existe según Spinoza, una idea que es contraria a la idea que constituye la Mente de un individuo cualquiera. Para cada individuo existente, modo finito que habrá de desaparecer, existe una idea que es contraria a su Mente, es decir, contraria a su propia existencia. Una idea que es su aniquilación. ¿Cómo puede existir tal cosa como una idea que sea la aniquilación de alguien? Si se consciente aquí la sustitución de la palabra individuo por la palabra sujeto podremos sugerir ciertas respuestas interesantes a este planteamiento espinosiano. La palabra latina subjecto aparece sólo dos veces en la Ética: en E3PV y en el primer Axioma de la Quinta Parte de la Ética. Esta palabra tiene connotaciones como puesto debajo de, sometido a; y en los párrafos citados, Spinoza usa la palabra Sujeto para referirse en forma general a sustratos en los que coexisten dos acciones contrarias, o en la que entran en relación dos cosas opuestas. En E3PV, Spinoza enuncia una noción general: dos cosas son contrarias cuando no pueden persistir en un mismo sujeto sin que una destruya a la otra. Allí dice: “Si en efecto pudieran convenir entre ellas, o bien existir al mismo tiempo en el mismo sujeto, entonces podría darse en el sujeto alguna cosa que pudiera destruirlo, lo que es absurdo”. Lo que 154 Spinoza intenta explicar aquí es que si algo pudiera sostener, o verse sometido a, es decir, ser el sujeto de dos cosas contrarias, en última instancia tendría que poder sostener el principio de su existencia y el de su destrucción a un mismo tiempo, cosa que es absurda. Puede entenderse a donde va Spinoza con esta explicación cuando se observa como utiliza más adelante esta proposición. En E3PX, Spinoza afirma que una idea que excluya la existencia de nuestro Cuerpo no puede encontrarse en nuestra Mente 1 , porque lo primero que constituye la esencia de la Mente es la idea de la existencia del Cuerpo en acto y su conatus, o esfuerzo por perseverar en esa existencia como una expresión precisa y determinada de la sustancia infinita. Esto es pues un principio general de lo existente. Aquello que está siendo no puede poseer dentro de sí algo que la lleve a no ser. Y más aún, aquello que está siendo de una forma precisa y determinada, una cosa singular, no puede poseer dentro de sí algo que la lleve a no ser de esa forma precisa y determinada. En consecuencia (y esto lo adelanta Spinoza en la proposición anterior 2 ) todo lo que destruye o cambia el ser preciso y determinado de una cosa singular tiene que provenir del exterior. Por ende, en el hombre en tanto sujeto, el conatus (que es su misma esencia, el esfuerzo constante por mantener su existencia) no puede coincidir con un esfuerzo por destruirse a sí mismo, por dejar de existir, tal como ocurriría con la idea del suicidio. O una idea que lo obligue a cambiar de naturaleza, esto es, a vivir como un perro o como una piedra. O simplemente como el individuo que no es, como la participación de una idea de Hombre, o lo que se decida por el ‘bien común’ 3 . 1 En lo que podría considerarse una alusión directa a la duda cartesiana sobre la necesidad de la existencia del cuerpo (“Il est certain que ce moi, c’est a dire mon âme, par laquelle je suis ce que je suis, est entièrement et véritablement distincte de mon corps et qu’elle peut être ou exister sans lui”. Descartes, René. Oeuvres et lettres. París:Gallimard, 1953. p. 120). Pero no es solo un acto de subrayar las diferencias con respecto al proyecto cartesiano, sino también para afirmar, como veremos el papel del Cuerpo en la comprensión y la afirmación de la unicidad. 2 ¿Por qué anunciar en E3PIV lo que pareciera ser una consecuencia de E3PV? Spinoza considera que E3PIV “es evidente por sí misma”, y sirve para introducir el concepto de competencia de los opuestos que es fundamental en su teoría de los afectos. 3 Este tipo de generalizaciones son resueltamente combatidas por Spinoza. No existe un modelo externo de lo que sería ‘razonable’ ser o hacer. “Actuar por la razón no es otra cosa que hacer las acciones que se siguen de la necesidad de nuestra naturaleza, considerada en ella sola” (E4PLIX). Esta naturaleza, que es común en los humanos, es la de poseer un conatus y por tanto la de perseverar en el ser preciso y determinado que se sigue de la esencia particular. 155 En E3PXXXVIIScol añade un matiz que desarrolla esta idea: no se genera contrariedad solamente cuando se presenta una idea que se opone a la existencia particular (la idea del suicidio o el cambio de naturaleza). Incluso la Tristeza como afecto que disminuye la potencia de perseverar en el ser “es contraria a este esfuerzo”, y mientras mayor sea el afecto de Tristeza, es decir, mientras mayor sea la disminución de la capacidad existencial que esta provoque, más contraria será a la existencia del sujeto, hasta llegar, progresivamente, a la idea de muerte o de una naturaleza completamente contraria a la del individuo, que es aquella completamente contraria a su esencia singular. Esto permite a Spinoza postular que “un afecto no puede ser contrariado ni suprimido sino por un afecto contrario y más fuerte que el afecto a contrariar” 4 . El afecto que disminuye la potencia del sujeto no puede ser contrarrestado solo por el conatus, ya que de ser así no se habría planteado la Tristeza en primera instancia. Debe descubrirse otra cosa singular que disminuya la potencia de la causa externa, o que la suprima completamente (este es el caso de un veneno y su antídoto). También le permite comenzar a argumentar lo que será el principio de la comunidad humana: los hombres no son contrarios entre sí. Para que algo sea ‘malo’ para un sujeto tiene que disminuir su potencia de actuar, y cuando esto ocurre, esa cosa puede llamarse contraria al sujeto, porque contraria a su conatus. Pero los hombres contribuyen con nuestra potencia de actuar, trabajando juntos para proveerse de todo lo que potencia la existencia y contribuyendo a protegerse los unos a los otros de aquello peligroso para la vida. Por tanto poseen la misma naturaleza y “ninguna cosa puede ser dañina por lo que tiene de común con nuestra naturaleza” 5 . De aquí podemos pasar a la Quinta Parte de la Ética, que en su primer Axioma nos indica: “Si en un mismo sujeto se activan dos acciones contrarias, deberá ocurrir necesariamente un cambio en las dos o en una sola, hasta que cesen de ser contrarias”. Como se ve, Spinoza es consistente en la utilización del concepto de subjecto para el mismo propósito, pero introduce un elemento de competencia y compensación de los opuestos. Dos cosas contrarias deben terminar por equilibrarse cuando están actuando sobre un mismo 4 5 E4PVII: “…causa corporea quae Corpus afficiat affectione illi contraria, et fortiore”. E4PXXX 156 sostén. Con esto termina de confirmar lo dicho hasta ahora: dos cosas contrarias pueden coexistir por un tiempo, siempre que tiendan a cambiar para dejar de ser contrarias. Este es el fundamento de la comprensión de sí mismo. Todo lo que nos provoca Alegría favorece nuestro conatus y debemos buscar su cercanía y continuidad en nuestra existencia. Todo lo que provoca Tristeza debe ser evitado, o mejor aún, comprendido en la razón (la relación) que lo lleva a provocarnos tal disminución de nuestra capacidad de existencia, de forma de establecer relaciones más adecuadas con esa cosa singular. De ahí que debamos responder con Amor al Odio, no como un acto ingenuo, sino como un acto de comprensión de las razones (las relaciones) que llevan a ese individuo a odiar(nos). Esa comprensión es comprensión de nuestra particularidad, del infinito de las relaciones en la sustancia y el particular odiante, y esto es el Amor según Spinoza. El subjecto es pues una representación de la individualidad, entendida aquí como sustrato para la interacción de fuerzas contrarias de la existencia. Cuando fuerzas contrarias de la existencia entran en conflicto, a lo que atenazan es al sujeto. Lo destruido por ellas es la existencia en acto de una esencia singular. Lo que logra perseverar manteniéndose como existente aún cuando se le impongan fuerzas contrarias es un sujeto manifestando una fuerte perseverancia de su ser. Un sujeto es aquello a lo que no se le puede imponer una fuerza de existencia contraria (por naturaleza o esfuerzo de descomposición de relaciones) y mayor a la suya sin que se vea destruido. El sujeto representa un espacio de conflicto entre emociones o afectos particulares. En el sujeto espinosiano pueden observarse ecos de los conceptos estoicos y epicúreos de la apatía y a la ataraxia, en los que se concebía al alma como reducto en el que se enfrentaban emociones contrarias y sin ninguna connotación valorativa que permitiera hacer de unas u otras más o menos ‘verdaderas’ o ‘buenas’. De ahí que debía reducirse en lo posible la respuesta ante ellas, llevando al alma hasta la impasibilidad o la más completa inmutabilidad. Pero Spinoza propone que esto puede lograrse a través de la acción. La beatitud, es para él la misma impasibilidad, pero sin la pasividad y la obliteración que esta última implica. Mediante acciones relacionantes, que conectan de forma particular, única, irrepetible e insustituible al sujeto con el infinito, se logra un estado donde predominan las alegrías (y no la abulia de la ausencia de emociones) 157 Tomando en cuenta la incompatibilidad de los contrarios, Spinoza hace más flexible la concepción aristotélica sobre la oposición de los contrarios por medio de una dinámica de competencia, complementariedad y compensación; la cual, asume el afecto como otro ente real producto de la interacción entre lo existente; lo transforma en la idea cognoscible de una relación, que de ser comprendida adecuadamente, se constituye en otras relaciones que hacen cada vez más fuerte el entendimiento para seguir ampliando la capacidad de producir existencia particularizada. De esta forma, la dinámica del sujeto debe llevarlo a estar ocupado por afectos alegres, es decir, que las oposiciones entre afectos deben resultar en un afecto alegre, sean cuales sean aquellos que se enfrenten en el sujeto. El sujeto no deberá estar impasible o inmutable, sino alegre, porque esta alegría es la representación de su esencia singular realizándose, es la percepción de su unicidad cuando percibe que se ha perfeccionado a través de emociones adecuadas con respecto a la interacción con el infinito que lo rodea. El darle cierta flexibilidad al principio de contradicción implica la posibilidad de coexistencia de contrarios en búsqueda de su equilibrio, deja abierta la posibilidad de comprender las emociones humanas desde otra perspectiva que el reduccionismo y la dualidad placer-dolor, en combinaciones que implican la coexistencia de gradaciones de afectos contrarios, emociones complejas que dan cuenta de la dinámica que genera la sensación de múltiples relaciones coexistiendo en cada sujeto. La idea que puede aniquilar a ese sujeto esta dada por una cierta configuración o equilibrio entre las circunstancias (el azar y los cuerpos externos) con las que se pondrá en contacto, y una decisión ética que determinará el resultado final de su potencia de existir, que se mueve entre un mínimo y un máximo, márgenes más allá de los cuales no es posible la existencia particular de ese modo. De ahí que la unicidad del individuo sea una acción. Sólo producimos una acción cuando establecemos una relación con el infinito, basada en nuestra particularidad. “Yo digo que actuamos cuando ocurre en nosotros o fuera de nosotros algo de lo cual somos la causa adecuada […] y no parcial” 6 . La realidad se despliega en y por lo existente. De esa realidad que se despliega, de esa existencia que se produce, es acción propia del individuo aquella de la cual el es la única causa. Y única no significa ‘una’, porque la 6 E3Def.2 158 realidad es el producto de infinitas causas; sino que esa realidad se produjo por una relación que únicamente pudo generarse con nuestra ingerencia en ella. Para poder comprender esta causa única de la que somos actores, debemos comprendernos a nosotros mismos. Y para llegar a esa comprensión tenemos que ponernos en relación lo más amplia y diversa posible con el entorno, para que cada una de esas interacciones nos diga algo sobre nuestra particularidad. “Padecemos en tanto que somos una parte de la Naturaleza, que no puede concebirse por sí sin las otras” 7 , y por tanto la superación de nuestro estado pasional pasa por entender la unicidad de nuestras relaciones con el infinito. El sujeto está en continua búsqueda de una comprensión de sí mismo como relación única. No es nunca un ‘Todo’ acabado y estático al que se puede acceder como resultado final de una programación de vida. La diversidad de interacciones con el entorno no responde a un plan prefijado, a algo que debería hacerse (‘escribir un libro, sembrar un árbol, tener un hijo’) sino que están moduladas por la configuración esencial de cada individuo. El hombre debe buscar no sólo manifestarse, sino también definirse, es decir, no limitarse a ser un producto acabado, sino producirse a si mismo. Pero para hacerlo no debe ‘mirarse el ombligo’ en una búsqueda interior y aislada. La existencia de la unicidad de cada hombre no es lo más claro y distinto que pueda pensarse, y sólo se comprende cuando se mira en su obrar, porque es ahí donde manifiesta lo que lo caracteriza: una cierta relación ontológica. Este saber le produce afectos alegres que fortalecen la potencia de existir, haciéndole cada vez más ‘automático’ el reconocimiento de las formas de pensamiento adecuadas. El Sujeto espinosiano busca entonces el equilibrio de sus emociones o afectos, tratando de alcanzar el punto en el que predominen aquellos que favorecen su capacidad de existencia. Así el sujeto se constituye en capacidad cada vez menos limitada de producción de existencia a través de acciones comprendidas como un efecto de su esencia singular, como causa única. Ese sujeto que es un Cuerpo único como sustrato, que se relaciona de forma única con los cuerpos exteriores, que reacciona afectivamente ante esos contactos y tiene ideas sobre esos afectos, y las encadena con unicidad. Pero por sobre todo que logra comprender esa unicidad, y de esa forma se hace libre. Se hace libre porque ya no reacciona ciegamente 7 E4PII 159 ante las causas que lo determinan, ni acepta como válidas imposiciones finalistas y modélicas que provengan de otras causas. Pero sobre todo se hace libre porque la comprensión de su unicidad comienza a jugar un papel activo en la causalidad. Si bien todo está determinado en la Naturaleza, lo está por infinitas causas. Cuál o cuáles de ellas predominen en el sujeto para efectuar (actuar como efecto de) un acción, siempre será su escogencia. De acuerdo con el conocimiento de las características particulares sujeto, la relación adecuada que pueda establecer con respecto a las ideas que se le presenten, y el equilibrio que logre establecer entre sus afectos; el sujeto escogerá un curso de acción en el que sólo su propia naturaleza está fungiendo de causa. El entorno actúa sobre él infinitamente, pero sujeto se substrae a toda esa causalidad y produce ser que es una consecuencia única de su esencia singular. Para substraerse tiene que tomar en cuenta las cantidades intensivas que coinciden con él en su realidad. Tiene que pensarlas y equilibrarlas, para luego adecuar su acción a esa unidad que conforma junto con la causalidad externa, y de esa forma termina siendo la única causa real de toda acción. El acto de substracción es pues primero una suma de lo infinito que interactúa, pero el resultado activo ya no es un producto de la fortuna, del azar de ciertas causas que se imponen. Cada acción del sujeto, aquel que se conoce a sí mismo como a la sustancia infinita y la esencia de las cosas singulares, es la acción más perfecta (la que suma la mayor cantidad de relaciones únicas), la más buena (la que suma la mayor cantidad intensiva de potencia de existir) y la más útil (la que suma la mayor cantidad de beneficios particulares, entre ellos, el más importante para Spinoza, la comunidad con otros hombres que potencien los beneficios posibles). Así, el conflicto de emociones o afectos que caracterizan al sujeto, la relación precisa y determinada que lo constituye como cuerpo, y la conciencia de la forma adecuada que alcanza de su accionar ético, son los componentes del concepto de sujeto en Spinoza, protagonista de una teoría ética compleja que toma en cuenta el Cuerpo, la Mente y las pasiones del hombre para conformar una individualidad que sólo lo es plenamente cuando produce su propia existencia y favorece las circunstancias para que otros hagan lo mismo. 160 BIBLIOGRAFÍA I. Obras de Spinoza 1. Spinoza, Baruch. Éthique. Edition du Seuil. 1999. 2. ----------------------. Tratado Teológico Político. Barcelona, Ediciones Folio. 2002. 3. ----------------------. Traité Politique. Lettres. París, Flammarion. 1966. 4. ----------------------. Opera quotquot reperta sunt. Texto establecido por J. Van Vloten y P.N. Land, La Haya, Martinus Nijhoff . 1914 5. ----------------------. Obras Completas. Buenos Aires. 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