El Doctor Emilio Roux y la difteria. por el Dr. J. GUERRA ESTAPE El presente trabajo lo motiva mi obediencia al acuerdo que tomó la Academia, en su sesión del primero de diciembre del presente año, de publicar e ulos Anales de la misma, todo cuanto tuvieron la bondad de oírme, en aqueila sesión, mis estimados compaüeros cuanto dije y propuse, m recuerdo y buena memoria del doctor Roux, del eminente médico, que tan bien supo colmar un colosal vacío de la ciencia, logrando con ello ,quedasen bien iluminadas grandes obscuridades, que en ella existían, dotándola, al mismo tiempo, de conocimientos y de medios, que habían de servir, en lo sucesivo, para salvar a innumerables vidas humanas. I,us adolescentes estudiosos de entonces, recordamos aCin aquel perfodo de 1878 a 1883 durante el que recibíalnos, con emoción y entusiasmo juvenil, la enseñanza de los nuevos descubrimientos de b bacteriologfa, cuyos estudios metódicos había iniciado el gran Pasteur; y todo cuanto se iba dando a la luz, debido a sus trascendentales descubrimientos, era seguido con anhelo por toda la juventud de nuestra tierra. Acá, mis primeras nociones sobre bacteriología, las recibf en la cátedra de Química del doctor Luanco, cuando mi maestro y buen amigo, explicaba las teorías que entonces atraían la atención del mundo científico y él poda en parangón 1;. teoría sobre las fermentaciones de Liebig y la nueva de Pasteur, a la cual apoyaba el maestro y defendía con sólidos experimentos, que nos demostraban cuan positivos y ciertos eran y el gran valor que para la ciencia tendrían los descubrimientos de Pasteur. No es mi objeto, reproducir ahora, la relación de los prodigiosos &Scnbrimientos de Pasteur, desde entonces hasta la muerte del glorioso sabio, que son muy bien conocidos de todos los seüores académicos. No, la Academia ya prestó un gran homenaje, a su tiempo, a Pasteur y de eilo aun conserva buena memoria y en forma material se recuerda en sitio de honor de sus salas ; hoy mi fin es cooperar a los deseos de nuestra veterana corporación d,e honrar como se merece y exige de todos, el exeelente recuerdo del hombre eminentísiino cuyos descubrimientos para la. ciencia han Uegado a una grandísima altura, tan elevada como lo han sido su laboriosidad y su modestia. Tengo el convencimiento de que Roux, vino a ser para Pasteur, un complemento que le fué un gran auxiliar, pues Pasteur no era médico y los conocimientos médicos de Roux sirvieron para muchas experiencias qoe se iniciaron en el Instituto Pasheiir, sobre todo en experimentos hechos en animales o en las clínicas humanas, sobre el tétanos, la rabia Y la difteria. De suerte que el nombre de Ronx va sólidamente unido a todos los estudios ekctuados en el Instituto, desde que comenzó a trabajar en él, y no pocos de los descubriinientos hechos son debidos a su iniciativa, como v. gr. en sus desciibrimientos sobre las toxinas solubles y a la acción de los sueros, sobre cuyas materias se han publicado páginas en las cuales, aun hoy día, no <es posible hacer enmienda alguna. Ayudó activamente a Pasteur en siis investigaciones sobre el cólera de las gallinas, en el carbunclo, la rabia, el tétanos, etc. ; pero en donde sobresale la personaiidad de Roux y le han dado nombradía y gloria mundial, han sido sus estudios sobre la difteria, dedicándose años y años, con constancia y pacienci.a benedictina, al estudio de su etiología, la patogenia y sil tratamiento. Si es cierto, qiie respecto a la difteria, no fué él quien descubrió el microbio caiisal, ni fué tampoco É l quien inici6 la sueroterapia, a Roux se debió el que se conociese bien la etiología del mal, qute merced a él se puediese preparar el suero con el hallazgo de la toxina y a sus trabajos la aplicación de tan excelente tratamiento autidiftérico a la humagidad. Porque dígase Cuanto se quiera, resultará siempre que la sueroterapia, en la difteria, no entró Irancarnente en la práctica, hasta qiie Roux hubo presentado siis memorias en el VI11 Coi~gresode Higiene y de Demografía, celebrado en Budapst del 2 al 7 de septiembre de 1894. E s verdad que la sueroterapia de la difteria ya había sido planteada por Behring Kitasato eii 1890 y aplicada al hombre por Behring, Boer, y Kossel en 1892 ; pero taiiibién es cierto, qiie por l a desconfianza de la mayoría de los clínicos Y experimentadores de laboratorio, como luego diré, y la escasez de suero obtenido, no había entrado >enla clínica hwnana el nuevo tratamiento. Entre los méritos sobresalientes de Roux hay uno que contribuyó, de iin modo decisivo, a que fuese fácil el establecimiento de la siieroterapia antidiftérica ; nie refiero al descubrimiento de la toxina diftérica en colaboración con Iersin e!? !931 ( 1 ) . Era un Iiecho, el haber encontrado antes el bacilo productor de la difteria por Klebs y Loeffler ; pero aun por muPor alguna persona de nuestra tierra que, por su posición científica,debía estar mejor (1) enterada, en 1891 aun sc decía que Te dyfcrio ridiico rr inicinbnporfrnónzetioi gencraier rr 20s qql<c r r p n las lornljencionei ..... y en ella se habían de evitar las auto-infecciones producidas por la regresi6n de los productos fibrinosos y por las leucomainas que puedan elaborarse iz rihr. chos experimentadores, incluso el mismo Loeffler, se estaba en duda sobre el carhcter específico del bacilo como productor de la difteria. Fué tan sólo cuando Roux descubrió la toxina y se pudo reproducir con ella, en los animales, fenómenos iguales o análogos, a los producidos por la difteria en el hombre, se estableció el sello de identidad, que sirvió para que fuese aceptada por todo el mundo, como prueba irrecusable de que el bacilo de Klebs-Loeffler es el productor específico de la difleria humana. El descnbritniento de la toxina ftié el poderoso foco de luz, que aclaro positivamerte el problema, por cuaiito ya era sabido, por muclios trabajos anteriores, que los prodiictos solubles o toxinas de ciertos niicrobios, especialmente el de la fiebre tifoidea, sometidos a la acción del calor e inoculados en pequeñas dosis a animales, eran susceptibles de darles inmunidad contra la inoculación viriilenk del mismo microbio y coiiio consecuencia, que lo mismo debía suceder en la difteria, lo que se demostró positivamente al siguiente año por Fraenlcel. Comprol~adoesto, fiié cuando en 1890 Beliring y Kitasato vieron conro el suero de animales vacunados contra la difteria, contenia una substancia, qiie llamaron antitoxina, que inoculada a animales antes y despiiés de la infección diftérica, les daba el poder resistir a esta irifección y aun triunfar de ella, cuando ya se había desarrollado y fué ciiaiido Behring tuvo la iniciativa de aplicar este tratainiento a la huiiianidad. Con todo, tanto en Aleriiania coino eii otros países, la mayoría de los hombres prácticos y eminentes, tal vez influídos por el fracaso de 1;i tuberculina de Icoch y lo ocurrido en niuclios casos de tétanos, pusieron gran resistencia a1 iiso del suero aiitidiftérico con un fin terapéutico humano. A nii juicio el gran merito de Roiix aunientó, no tan solo al descubrir la toxina y con ella demostrar la especialidad del bacilo de KlebsLoeffler, sino cuando pudo, por iiietiio de siis metiiorias leídas en el Coii. greso de Budapest, dar a luz para todo el iniiiido, su procediiniei~topara obtener grandes cantidades de suero, va!i&ndose de caballos vacunados, lo que antes no era posible vaciinando animales pequeííos y así tuvo bastantes elementos para poner en práctica, en gran escala, el tratamiento siieroterápico de la difteria humana en el hospital d'Enfants-Malades. Con las inyecciones del siiero de caballo vacunado contra b difteria, había logrado, ya desde el principio, roeducir la mortalidad de los niüos diftéricos que antes era la terrible de un 50 por 100, a la halagadora cifra del 24 por 100 y que muy pronto, conforme se perfeccionó la técnica del tratamiento, se pudo disminuir aíin la mortalidad Ilegá~idose,ien el bello descenso, hasta bajar a un 12 por 100. Y aun diré después algo que mejora aún esta última cifra. Pero el mérito de Roux aun aumentó, resolviendo otra dificultad, que consistía en la necesidad de ;>oseer grandes cantidades de toxina, para preparar los caballos que habían de dar el niievo antitóxico, lo que alcanzó con su procedimiento de cultivo del bacilo diftérico virulento, siguiendo un proceder práctico y muy ingenioso, por el q w se podían ob- tener, en un plazo de 25 días, grandes cantidades de toxina, siificientes para poder vacunar niciclios caballos a uii inisino tieinpo. Con sus estiidios logró Roiix que se pudiese dar extensión insospechada al tratamiento y de u11 inodo prodigioso, aiimeiitar cada día el número de vidas hiiiiiaiias salvadas. Si entre todos los trabajos de Roiix ineritisiinos, no h u b i e s ~otros que los descubrimientos que aportó para d tratauniento de la difteria, que el&aquella época era z1 terror de ?as madres y motivo de continuo espanto para todo médico celoso de su profesión, por hallarse completaniente desarmado contra tan terrible inal y que con la siieroterapia se transformó, en seguida, eri una enfer~iiedad doiuinable por todo {el inui~do,ya sería u n gran rimbre de gloria para iin hoiiibre y uii motivo de gratitud uuiversai. Tanta fué la inipresi6n que prodiijeron en mi áninio la lectura de las memorias que Roiix pnesentó al Congreso de Budapest y las noticias particulares que telía de la capital de Francia, iiiiiy diferentes de cuanto se publicaba por presiimidos indocurneutados, de todas partes y de todas categorías. ine decidieron ir a estiidiar, sobre el terreno, cuanto hacían los colegas franceses. Séame permitido ahora una digresión, que jiizgo inuy pertinente a mi fin. Para que los médicos actuales puedan formarse concepto de lo que representaba, para los que ya estábanios entonces en niuy activo ejercicio de la profesión, el nuevo descubrimiento que 110s llenaba el corazón de tan halagüeñas esperanzas, yo podría darles nota detallada de ntds de ciento cuarenta y cinco llamados métodos de trataiiii4ento de la difteria, con igual ncimero d e nonibres de las entonces principales einineucias del mundo médico. Entre ciiyos métodos había no pocos que Iiacian más daño y hacían sufrir más a los niños ayudando a mandar iufantitos al cielo con mayor furia que la misma enfermedad. Dejando aparbe irracionales tratamientos interiios, tendré bastante ahora con decir que siguiendo alguno de aquellos niktodos se frotaba desapiadadamente la garganta de los iiiños con percloruro de hierro, nitrato d e plata, ácido clorhídrico, ácido fénico, ácido salicílico, con soluciones saturadas de ácido liipocloroso, con soluciones saturadas de permanganato de potasa, y aun inhalaciones de ácido fluorhírlrico, etc., etc., facilitando, con tan bárbaros tratamientos, que muchas difterias benignas, que probablemente habrían curado mejor sin uingílu tratamiento, se extendiesen a la laringe, a los oídos, ojos, etc., o sobreviniesen grandies y graves intoxicaciones. Imagínese, por un irioinento, la triste situación de un niño disneico quejumbroso, apoyadas sus manecitas en las barandillas de la cama, con la cabeza kndida atrás, jadeante, buscando el aire vivificador que escaseaba en sus pulmones ; hinchado el cueUo por los grandes iufartos ganglionares, pálido azulado su rostro abotagado, los labios ennegrecidos por la fiebre y quemados por el contacto de los cáusticos, una boca y faringe Uenas de coigulos sanguinolentos, estando todas las mucosas ennegre- cidas y mal olientes y en tal estado desapiadadaiiiente se le practicaba aún con gran vatontia una cura con alguno o algunos a la vez, de los métodos a que aludí. Presenciar una cwra de un niño así tratado, conio había tenido ocasión de ver, constituia iin cuadro tan horrible que aun, después de más de cuarenta aiios, iio se lia podido borrar de inis recuerdos la pena que me producía su visión. Cualquiera que con la iiiiagiuación se traslade a aquella época, comprenderá mis entusiasiiios para aprender bien el nuevo tratamiento y que no fuese tardío en ello. No fué pequeña tiii suerte, la que tuve al llegar a París, siendo guiado, en seguida, por mi maestro y amigo Dr. Jules Sinion, amigo íntimo de la familia Pasteur, quien me llevó al Instituto de este nombre, en donde, yendo coz tan buen padrino, fuí espléndidainente recibido por los amigos de Jules Simon, a cuya compaiiía se unió el doctor Roux a los p* cos minutos y de qnienes he recordado siempre su cariñoso acogimiento que tanto iacilitó mis estudios en el Institiito Pastenr. Pero el padrino hizo más aún, li'evá~ido~ne al día siguiente a los hospitales de Enfants-Malades y Trousseau (en éste hacía pocos días se usaba la sueroterapia), y presentiiido~iiea los jefes de clínica, recibí de eilos tan solícito y fino trato, d8ndoiiie toda suerte de facilidades, que superaron a todo cuanto aspiraba al salir de Barcelona. A todos estuve siempre agradecidísimo. Al recordar iiiis estudios sobre la difteria en París, en octubre y noviembre dc 1894, que al regresar sinteticé en una conferencia que dí en el Ateneo Barcelonés, en 16 de novieiiibre del mismo año, tengo un grandísimo plac+r, viniendo a recrear mi merii6ria pensando en aqueilos días de actividad febril de que fui testigo J. actor en el Instituto Pasteur y en los hospitales, y durante los cuales se me hacían fugaces las horas y rápidos los :lías, estaticio poseído de una alegría pernianneiite al ver los triunfos cotidianos de la sueroterapia y el gozo continuo de presenciar cómo se salvaban taiitos niliitos, qiie, sin el nuevo tratamiento, seguramente habría2 failnecido, víctimas de iina enferinedad gravísima y contra la cual, hasta aquellos momentos felices, liabíamos estado completamente desarmados, poseyendo tan sólo trataniieutos empíricos y algunos bárbaros, como ya dije, para combatirla. Después del descubriiniento de la biología del bacilo y saber que vida inal en un inedio ácido, se me había ocurrido ya el limpiar la garganta de los niños con una solucióii débil de &ido cítrico, procurando no herir la niucosa, añadiendo el mino de liiuón a pequeñas dosis, pero frecuentes, para conservar la acidez de la saliva de la boca, de un modo permanente, como ya expliqué a su tiempo en la Academia y Laboratorio de Ciencias MCdicas ( l ) , lo que ine daba éxitos halagüeños, a que antes no estaba acostuinbrado, pero aun así, siempre era para mí un inanantial de zozobras y tenores cada caso de difteria que debía tratar, temien(E) V. Actas 1894a 1895. - GUERRA. Le rwmrrrapia en la difirrie. do siempre al terrible garrotillo o un desenlace funesto, y es por todo esto que el nuevo tratamiento constituía para mí una perpetua esperanza. Al toniar e: tren para París, h e (le confesarlo, a pesar de haber seguido año Iior año y casi día por día, los estudios que se efectiiaban en Alemania y en Francia, como ini experiencia ya era suficiente y inis conocimientos bastantes para saber cómo se habían derrumbado otras esperanzas teraptutiias, iba algo descoiifiado de la realidad del éxito que se había pregonado, lo que ine hubiera producido hondo disgusto, aunque no dejaba de aiiiinarme !a coincidencia que se establecía entre los investigadores aleinanes y franceses. Pero las diidas se me desvanecieron así que conienzaron mis observaciones en los hospitales, adquiriendo pronto el convencimiento de que era espectador y actor en ia solución venturosa de un gran problema científico y huniauiiario. A los pocos días de ini vida en las clínicas, tenía ya el gozo de haber aprendido chmo se curaba la difteria, poseyendo nuevos conociiiiientos qiie, en lo sitcesivo, habían de libraririe de muchas coiigojas y de temores, con !a seguridad qite adquiría de que, ante un caso de difteria, podría actuar siempre conio iiiédico y no conio curandero, como se nos habii, eiisefíado hasta entonces en todas partes. 7i es que, al seguir la observación iiiethdica dre los enfermitos de los pabellones de difteria, auotáiidolos tino por tino, en mis apuntes había yiginas seleccionad~s, en las cuales anotaba los casos más graves, así juzgados, ora por haber llegado ya gravísiinos al entrar en la sala, por llevar iniichos días de enfermedad sin tratamiento, lo que ocurría cada día en las urevas entradas al hospital, o por tratarse de difterias malignas ya desüe luego, por ser hipertóxicas o de gran extensión, propagadas a los hrganos vecinos, todo bien observado clínicamente, y en los laboratorios niicrobiolhgico y químico. Y me resultaba que, enfermitos juzgados ya desde su entrada en la sala, coino gravísiinos y con toda probabilidad iiiortaies, a las 24 horas o a lo más a los dos días, el cuadro, era del todo distinto sonriendo el niño a nuestras caricias y innchos jugando sentados en sus camitas. Por aquellos días, la difteria abundaba más en las salas, porque acudían a buscar el auxilio del hospital, numerosos niños de familias pudientes, que er. otros circiinstancias habrian seguido la enfermedad en 511s donticilios y por un iuédico particular; pero era que tan sólo había suero para los hospitales, siendo iniposibie obten~erlopor ningún otro medio. Esto hacía que tanto en las visitas de la mañana conio de la tarde, había en los dos hospitales nuevas entradas de enfermitos, estando muchos de ellos e n situaciím desesperada, tanto qiie en muchos casos no hubo ni tiempo de ponerles la priniera inyecci6n. El retraso de entrar en el hospital se debía muchas veces a que el enfermito estaba al ciiidado de un m6dico de esos que !een a la ligera y su supercieiicia presumida ya les hace juzgar y hablar nial, de toda innovación científica incapaces de entender y menos de acatar. Pero eran las iiiadres, vehenientes y presurosas, las que, a pesar de su médico, nos traían a srts Iiijos moribundos, impiilsadas por el clamor ciudadano que hacía conversación cotidiana de los triunfos de Bnfants-Malades y Trousseau.; corriendo de boca en boca el iioiiibre de Koux como gloria cientifica y benemérito bienhtwhor de la liiiinanidad. Hallo en inis apuntes observaciones muy notables sobre anginas y laringitis diftéricas puras, o con asociaciones inicrobianas-Loeffler y esque revistieron gravedad inusitada tafilococos, Loefíler y estreptococos-, y con resultados óptimos y de un modo especial notabilísiinos casos de crup simples o niistos, sencillos o coinplicados, iiitubados o traqueotomizados, o sin intervención ninguna con éxitos tan sorprendentes que fueron siempre insospechados hasta los niomentos a que me refiero. El relato de las observaciones a que antes aludí, por aquellas fechas tenía u n gran valor, que no posee hoy y por este niotivo no las relato ahora, pues observaciones como las iriías, después de la sueroterapia, se han visto a millares por todo el iniindo y heinos tratado todos en Barcelona desde 1894. Un resumen de aqiiellas observaciones lo hice en la conferencia del Ateneo a la que me he referido, pues aquel día tenían gran valor para instruir o a lo menos hacer callar a los detractones inconscientes del nuevo tratamiento y para destruir los efectos de estadísticas mal formadas y que rodaban por aquí, con la inalévola iiiterición de desacreditar la sueroterapia aun antes de conocer en qué consistía. Como muestra de los datos que yo poseía, bastará ahora recuerde que de un primer !ote de 120 niños con anginas difti-ricas Loefflerianas, tan sólo murieroli 9 y de entre estos 9 ~iiiiertos,siete tilurieron antes de las 24 horas de einpezar #e! trataiiiiento, tal era su estado de intoxicación y, por lo tanto, d r gravedad, al entrar ya en el hospital y los dos restantes faUecieron tuberciiloso uno y iiiorbiloso el otro. En las anginas diftéricas con asociación de estafilococos o de estreptococos. se obtenía ciia inortalidad, que antes era suficiente para destemplar los nervios del rirédico mejor equilibrado, que con el suero no llegaba al 14 por 100. Y el terrible y pavoroso garrotillo, cuando era diftérico simple, los muertos no alcanzaba el 17 por 100 y en los asociados teníamos alrededor del 18 por 100. De qierte qiie los resultados qne alcanzáhaiiios, nos daban cifras mucho mejores que lns expuestas por el iiiisnio Roux en el Congreso de Higiene y Demografía de Budapest y a mi juicio era debido a dos hechos capitales y eran, uno de ellos, que el personal de todas categorías estaba muy unido y mejor adiestrado en el tratamiento (el logro de tan excelente organiiación, fué precisaniente obtenido meroed a la iniciativa y enseiianzas de Roux) y el segundo, la inejor instalación de los pabellones destinados al trataniiento d s la difteria, holgados y mantenidos siemprr a iina continua temperatura y ventilación uniformes, y, sobre todo, por disponer de salas separadas, en los que se podían aislar a los afectos de bronconeiimonia o sos~~echosos de afecciones pulmorlares, o de infecciones coino la essarlar!na o el sarampiórr. Pronto nos couvenciinos todos de que el iiiievo tratamiento era más eficaz y ripido, conforme era aplicado más pronto y era mejor dosificado e: suero, toda vez que éste podía obrar con niayor or~ortiinidady éxito, si la toxina diftérica aun no había tenido tieinpo para producir daiios e n k s células y tejidos del niño, o conrplicaciones en órganos y aparatos vitales. E n aquellos días felices. qiie recuerdo ahora rejuveneciéndoine, en cada visita, tanto en las de la rnariana como de la tarde, beníamos sorpresas agradables, obteniendo señalados triunfos terapéuticos, que no habíamos esperado consegiiir tan pronto y de tal magnitud. Entonces hube de oir los elogios tributados por la Comisión nombrada por la Acadenria de Medicina, que había de inforniar, a petición del Gobierpo, sobre el valor del nuevo tratamiento, y presenciar el entusiasmo que producía a pediatras veteranos coriio Cadet de Gassicourt y Bergeron - que formabair parte de aquella comisión-, de suerte que una tarde que estaba con ellos, comentando aquellas tristes fechas, en las que se tratab.1 empíricamente a los diftéricos y aquellas epidemias de difteria letales para los pobres niños y aun para los iiiayores, como lo demostraban las dos largas listas, una de médicos y otra de alumnos, que habían sucumbido al terrible mal y cuyos ironibres estaban esculpidos en dos grandes tablas de mármol coiocadas a anibos lados del vestíbulo del hospital Trousseau y ahora la belleza clínica del tratamiento, fijándonos sobre todo e n el rápido descenso de la temperatura, despnés de la primera o de la segundz inyección y que muy pronto los enfermitos ya no tenían la palidez, la tristeza y la riostraci611, que todos estában~osacostumbrados a ver e n los pequeños enfermos de difteria. Ad~emás, la traqueotomía se hacía cada Jía nienos necesaria, según se iba perfeccionando la técnica y pulcritud en el tratainieuto. E n aquella conversación me dijeron, que d o s aconsejarían a la Academia que diese un informe del todo favorable al empleo del suero antidiftérico y, ademiis, que se procurase por todos los medios y lo más pronto posible, el dotar al Instituto Pasteur de todo lo qiie fnese necesario para que, a la mayor brevedad, pudie* atender a todas las peticiones de suero, que fuesen formuladas indistintamente por todos los médicos o por 10s poderes públicos. Y e n efecto, en la sesión del 16 de octnbre, la Academia aprobó el informe de la Comisihn, sin discutirla y por unanimidad. Por aquellos días era extraordinario el eutiisiasnio del pueblo parisién para allegar fondos con que tener y mantener caballos, para ol~tenerel siiero precioso. Como ejemplo, bastará ahora que recuerde como un periódico <<LeFigaroi, abrió una suscripción pública entre los niños, obteniendo a los pocos días la suma de 200.000 francos para el Instituto Pasteur, y sería larga la lista que podría dar de corporaciones y entidades que todos los días se esforzaban en reunir prontos auxilios para qiie nada faltase al Instituto. E n las cowersaciones de cuantos nos reuníainos y trabajábaiiros en el Instituto y en-!os hospitales, sobresalía siempre la nota alegre y entusias- ta por el nuevo desciibriiniento y por el apoyo económico y moral que se encontraba por todas Darles; es inútil decir que quienes participaban en grado superlativo de este anibiente cristiano y científico eran el gran Pasteur y su heredero científico Koux, glorias de la hiiinanidad. Hasta los discipiilos C.ramos iniratlos y tratados coi1 respeto y afecto por el público; coiilo recuerdo y prueba de ello clirE que cuando fui a la casa Simal a comprar la jeringa modelo Roiix, para aplicar el suero en Barcelona y la caja muy bien construida para la intubación - instrumentos que conservo y guardo conio dos reliquias - sólo quisieron cobrarme la mitad del precio que la casa tenía establecido. Cuando irle hallé en posesión, a juicio de mis maestros y mío, de u n conociiniento perfecto de la técnica para podoer cumplir con mis obligaciones, me despedí de los buenos amigos que dejaba en Francia y de un modo especialísiino de rnis maestros Jiiles Simon, Cadet d;r Gassicourt, Graucher, Sevestre, Lebretoil, Chaillou, Martin (qiie tan prácticas y sabias lecciones habíi dado de bacteriología! y la emocionante con Pasteur y Roux, quien con un buen abrazo me regaló dos frascos de siiero, que entonces no se podía adqiiirir en ninguna parte por ningún precio (1). El suero lo traje giiardado con mayores precaiiciones que hubiera tenido para una joya de inestimable precio y fné el que tuve la gloria de exponer al auditorio que tuvo la bondad de escucliar mi conferencia del Ateneo y de aplicar co.n éxito a los pocos días. Sobne ésta he tenido la siierte de hallar entre ~ n i sapuntes, dos ejenipiares, uno del iiCorreo Catalán)) (sábado, 17 de noviembre de 1894) y el otro dmel .Diario de Barcelona» (lunes, 19 de noviembre de 1S94),. . periódicos qiie a la sazón dieron cuenta de ella. Coincidiendo las reseñas de ambos periódicos en lo esencial, juzgo necesario publicar, en Iionienaje y buen recuerdo a Roux, lo que dijo la prensa entonces y por ser de las dos resefias, la primera que se publicó la del aCorreo Cataláiiii, copiaré a la letra lo que dice Este, añadiendo e n letra bastardilla, algo que tal vez, por exigencias de espacio, no puso el periodista y qne ahora es interesante no quede en el olvido. Decía así el periódico barcelonés : [(ELREMEDIO DE LA DIFTERIA. E1 interés que despierta en los monmentos actuales el tema que encabeza estas líneas, atrajo, anoche, a la riconferencia aniinciada sobre el mismo por el Dr. Guerra, en los salones adel Ateneo una co~rcurrencianumerosa, entre la ciial figuraban notabili~rdadesmédicas de esta capital, catedráticos de las facultades universitanrias y pexsonas de gran ilitstracián científica. Empezó el doctor Guerra ~iencareciendola importancia del tema Y manifestando las razones que le iiindujeron a emprender el viaje a París, para estudiar sobre el terreno el ( 1 ) Por aquellas fechas, se refería, que un acadudalado vecino de Marsella, había pedido suero para un hijo suyo, sometiendose a cualquier tasa que pusiera el Instituto sobre su forhina, mientras le enviase suero, Se le contesth que era imposible complacerle parque era severa 18 of den de que el suero obtenido solo debía ser aplicado en los hospitales Enfants-Malades y Trousseau: iiinvento del ernineiite fisiólogo rlzédico, doctor Roux, que tan grandes iibeneficios puede producir a la hunianictad y tantas lágrimas puede ahorrar iia las madres de familia. ,>Susimpresiones han resiiltado coiisoladoras, pues de los hechos exa,,minados en los liosptales resulta quie el procedimiento es eficaz y hasta iihace esperar que además de curativo pueda ser empleado como preven»tivo de la terrible enferiiicdad iiifantil que tantas víctimas causa en esta ilépoca del año.11 >)Enla primera parte de sil peroración, describió el conferenciante las >>diferentes clases de difteria y las diferencias que a cada una distinguen, explicando minuciosamente su proceso curativo. Hizo resaltar que las »estadísticas médicas son las más falsas de todas las estadísticas, por la svariabilidad de las condiciones individuales de los enfermos, y que, por lo »tanto, déhese fiar riiiiy poco en ellas sobre todo czcando se forjan con ~rezcesivapresunción pura cultlbntir uli descubriiitie?tto que se desconoce. i:Explicó luego el modo de obteiier la tosiria de la difteria, haciendo ,>resaltar las dificiiltades que tal operación ofnece, de tal modo que sólo >,sepuede obtener en las coridiciones indispensables de pureza, disponien))do de u n laboratorio iiiontado a la perfección y contando con una gran ~~expiriencia de la ciencia bacteriológica ; explicó tainbién el doctor Gueilrra como se opera la inwulación del caballo, a fin de obtener en las coni~dicionesnecesarias el suero antidiftérico. 1iInsisti6 iiiucho el coiiferenciante en los vastos conocimientos de bac~iteriología que es necesario poseer para la buena preparación del suero iiantidiftérico, sin lo cual se correrían muy serios peligros. Afirmó, el docntor Guerra que preparado este líquido corno lo preparan Beliring, Aronson ~ i yRoux, es completaiiiente inofensivo, hasta el punto de que pueden innyectarse a un niño sin temor alguno hasta 110 y 120 c . c . de suero; y iuañadió que por su iinpresión personal, iorniada con lo que vió por sí inismo >¡en los hospitales de París, es que con este tratan~ientomueren solamente tilos niños que han estado escesivainente desciiidados en los principios de iisu enferniedad y en los cuales el mal ha destruído ya elementos esencia):les del orgauisrno. ))Elpeligro del trataniiento IZoux consiste principalmente en la defeclltuosa preparación d,o! suero por quien no tenga la pulcritud y conoci>>mientosesenciales, y en iinirlo a otro procedimiento ciirativo cualquiera. s E n reslimen : ei siiero antidiftérico es el mejor y más eficaz de los limedios hasta hoy conocidos para combatir tan terrible dolencia y es, adei~más,una fundadísima espranza para la vaciinación de la misma enfer>)medad. iiFinalizó su conferencia con las siguientes palabras : Señores, os pido ilioda vuestra si;izpnt.ia alabanza para Rour por sus últimos descubrii?«tientos, u n recuerdo cariñoso para aquel anciano que, a116, a orillas del )>Sena,después de haber dado miichos días de gloria a su patria y enriquecido la ciencia con ii~rportantísimosdescubrimientos, hoy se halla casi »sin ver, sin poder I~alhucearlas palabras, ni andar por los jarditieS del Irisatituto que Ueva su nombre, M . Pasteur. oUna salva de aplausos coronó estas palabras demostrando al conferennciante el interés y el placer con que el auditorio había escuchado su inte»resante conferencia.11 He copiado lo que anúxede para reiiovar el homenaje que rendí a Roux en nuestro -4teneo en 1894 y al que se adhirieron tantísimas perjonas y porque los hechos han demostrado a todo el mundo hasta hoy, que cuanto dije aquella noche a mis paisanos era un trasunto fiel de la bondad dri tratamiento de los enfermitos y de los procedimientos para producir el suero autidiftérico, seg6n el procedimiento inventado por Ronx. Si en Montevideo todas las madres del Uruguay levantaron un monumento a Roux, yo creo que todas las madres, de todas las naciones, que han podido saber que la salvación y curación rápidas de sus hijos, eran facilitadas por descubrimientos de Roux, también le han formado un inmenso monumento reuniendo un gran caudal de afecto y de gratitud ua todos sus corazones. Por mi parte, siempre he sentido profunda admiración y gran recpeto para Roiix, cuyo nombre no debe ser olvidado jamás por los hombres de ciencia y ha de ser venerado siempre por la hunianidad entera como uno de sus grandes bienhechores. Siguiendo escrupulosamente las enseñanzas que recibí en París y observando con la mayor fidelidad la práctica de la sueroterapia antidiftérica que alli aprendí, tanto en la oportunidad y dosificación del suero como en las minuciosas precauciones de toda índole al practicar las inyecciones y no usando nunca otro suero que el Roux del Instituto Pasteur de Pan's, desde 1894 hasta la fecha no he perdido ningún enfermo de difteria de mi visita particular. Esto lo digo, porqiie quienquiera lo puede comprobar y en honor y gloria del doctor Roux y en la buena memoria que guardo de las instrucciones que de 61 recibí. Y antes de terminar, no sabría hacerlo sin la siguiente afirmación y es que se han atribuído -para la ciial tengo muchos testimonios-: desaguisados a la sueroterapia antidiftérica, siendo así que el suero ha sido el más inocente en el desgraciado fracaso, contribuyendo, quizá en mayor proporción, en algunos de los malos resultados obtenidos, las pecadoras manos que lo han ela6orado mal o las que lo han manejado peor o acndiendo a éi fuera del tiempo oportuno de usarlo. En el acuerdo de la Academia, al que es debido el presente trabajo, se aceptó la idea del Sr Presidente de exponer en una de sus salas, un cuadro con las memorias del Dr. Roux leidas en el Congreso de Budapest, que tanto influyeron en que fuese aceptada y se propagase por todo el m u d o científico, la aplicación de la sueroterapia; pero como aquellos trabajas puede haliarlos, qiiien lo desee, en las actas de aquel Congreso y en los Annales de l'lnstitut Pasteur, tomo VITI de 1894 y son muy extensos para coger en las diunensiones de iin cuadro, se ha creído era más práctico,'para el objeto de exponer en la Academia, una cosa material permanente, en honor del Dr. Roux, un cuadro con un resumen de aquellas célebres municaciones de tan ilustre médico. E n la krinlera se refiere a los principios en que se basa la sueroterapia con el epígrafe de Sur les serunis antiioxiquas ( l ) , y en ella establece el Dr. Roux que es necesario distinguir en el poder antitóxico de lo-. sueros dos categorías : '1na de las que preservaii contra la toxina de un germen y la otra de los que actíian contra virus vivo. Entrando en la primera categoría los sueros antidiftérico y antitetánico. La segunda memoria Conlribution a l'étude de la di$Iithrie (sérumthbrapie) (2). E n los estudios y experimentos que desde 1891, hemos seguido sobre e; tratamiento por el suero antitóxico, al principio sobre los animales y después en los niños, han quedado confirmados los obtenidos por Behriug y de sus colaboradores. La toxina se produce cultivando el bacilo diftérico en caldo en contacto del aire. Antes se tenían que mantener los cultivos durante meses a la temperatura de 37" para que se aciiinulase el veneno. Un procedimiento más rápido ha sido adoptado por Roux y Yersin, que consiste en hacer los cultivos en una corriente de aire htímedo, en vasos de fondo plano, provistos de un tubo lateral (vasos de Fernbach) en los cuales se pone caldo alcalino peptonizado a 2 por 100, de modo que la capa líquida tenga un pequefio grueso. Acabados !os cultivos -- desoués de tres semanas a lo más de un mes son filtrados con bujías Cbamberlain y el líquido claro es guardado en vasos bien Ueno; y tapados, guardados de la l ~ i za la temperatura ordinaria. Así preparada, la toxina mata en cuarenta y ocho horas a un cobayo de 500 gramos a la dosis de iin décimo de centímetro cúbico. Eiia pierde su actividad con el tienipo, pero lentamente si se mantiene en las condiciones antes mencionadas. Inrnl~l~izacidn de los animales. El mdtodo empleado por Roux para la inmunización de los animales, se basa en que la inyección de toxina yodada es menos dañosa que la toxina pura; se añade a la toxina un tercio de su volumen de licor de Gram en el momento de emplearla y después de algunos instantes se inyecta l a me7cla debaio de la piel. Un conejo de talla mediana soporta, desde luego, un medio centímetro cfibico de este líquido : al cabo de algunos días se renueva la inyección y se continiia así durante algtinas semanas, Y entonces se puede aumentar la proporción de toxina yodada o disminuir la proporción de yodo. Más tarde, se puede inyectar ia toxina pura. Es necesario pesar frecuentemente los animales e interrumpir las inyecciones cuando se ve que pierden de peso, sin lo cual se les llevaría a un estado de caquexia que terminaría con la muerte. Los perros, los carneros y las cabras proporcionan también buenos sueros antitóxicos. La inmunización de ias hembras que da nmucha leche tiene un inter& particular, porque la antitoxina pasa a la leche como nos ha dicho (1) Annales de 1'Institut Pasteur arribo citados; página (2) LOC.cit. pág. 609. 722. ..<. .:I ( ; Ehrlich. Una vaca de leche y bien inii~unizada,es una fuente de antitoxina. Sin duda que la leche que ella proporciona, es menos activa que su suero, pero es posible condensar, en un pequeño volumen, la antitosiua que contiene ; por lo tanto, es una buena primera materia para la p q a r a c i ó n dr la antitoxina. Bs todos los animales capaces de proporcionar una gran cantidad de siiero a~ititósico,el i ~ ~ fácil á s de inmlinizar es el caballo; siendo el que soyos.ta III'L~OT las fuertes dosis de toxina qiie las deinás especies. Adeinis, se le puede sangrar con facilidad las veces que se deseen, habiendo cabaUos que después de veinte veces, se ha aplicado el trócar a su yugular y el vaso ha quedado blando y perineable como el priiner dia. E l poder inmunizante de su suero es actiialrnrnte niny cercano a 100.000; s k n de aún fácil auinentarlo. E l caballo es, pues, el anhnal escogido para la preparación del suero antidiftér.:co, asegtirándonos antes de que no reacciona a la maiieína y que, por consigiiiente, no son rnuerinosos. Vailiard y Roiix han observado que se obtiene el suero antitetánico inás activo siiultiplicando las inyecciones de dosis relativamente pequeñas de toxinas; esto mismo sucede para la difteria. Los iahallos soportan bien, no tan sólo las iiiyecciones de toxina, sino también ias inociilaciones de! bacilo diftérico. E n la memoria que se resunlie detalla la mejor uiauera de producir suero y las condiciones especiales del antidiftérico. La tercera.menioria ?'mis cents cas de diphterie traités par le sérunl antidiplztériqne por E. Rous, L. Martín y A , Cliaiiion (1). E n eUa refiere R o u coino creyó iique un ensayo verdaderaniente científico del niievo tratamiento antidift6rico no podía liacerse confiando el suero a diferentes médicos que lo emplearían segiin las circutistaucias.» i~Pensaudoque debía aplicarse desde liiego, y durante varios meses conseciitivos, en un servicio de hospital que recibe muciios enferi~iospresentando la difteria en todos los grados de intensidad. U n servicio especial fué del todo designado para este experimento en grande, tal es el de la difteria en el Hópital des Enfants Malades.11 Ejercido siempre por el misnio persoiial. Fub el l.' de febrero de 1894 cuando se conienzh a tratar los niíios diftéricos. A este propósito dice la memoria : Cada día, nosotros hemos liecbo nuestra visita al pabellón y nosotros li~emostratado a todos los uiños qne lien~oshallado, cualquiera fuese su estado. No se ha hecho ninguna elección, de suerte que los resultados de los meses de tratamiento pueden ser puestos en frente de los que se tenían antes : sob cornparab1es.n iiLas experiencias se han heclio desde el 1.' de febrero al 24 de jii1io.11 iiAdemás existe en París otro hospital de niños, con un servicio de diftericos : es el hospital Troussean ; el suero no ha sido empleado; y será para nosotros un término preciso de comparacióna. A contiunación se publican las estadísticas de 1890 a 1893 con 3.971 niños entrados en el pabeUón de diftéricos, que han dado 2.029 muertos o sea una mortalidad de 51'71 por término medio. Mientras que desde (1) Lac. cit. p6g. 640. el 1." de febrero al 24 de julio de 1894, el tratamiento por el suero ha sido aplicado sobre 448 niños entrados en el pabellón. habiendo 109 muertos o S& el 24'5 por 100. Habiendo sido las mismas todas las condiciones, la diferencia entre 51'71 oor 100 v 24'5 ~ o 100 r da la iriedidn de beneficio ~rocurado~ o el r tratamiento. ~ L r a n t eios mismos meses de febmro, i ~ a r z ó ,Abril, Gayo y junio de 1894 entraron en el hospital Trousseau 520 niños que no recibieron suero ; han muerto 316, o sea una mortalidad del 60 por 100. Explica luego la acción de suoero en las diferentes formas y localizaciones de la difteria, y la manera clínica de aplicarlo. De este estudio se deduce la observación de que los accidentes convecutivos a la difteria son inucho más raros en los tratados por el suero. Termina la memoria con las siguientes palabras : it300 niños afectos de difteria cierta, y tratados por el suero antidiftérico, han dado una mortalidad de 26 por 100 eii vez de 50 por 100 que era la mortalidad ordinaria,>. <i¿Podemos tener aún mejora? Estamos convencidos que esto es posible. Pero esta nueva mejora, ningúii medicamento la dará, eiia será la consecuencia de una niejor organización de los servicios. Tememos mucho que no se emplee m6s tiempo en realizarla que no se ha puesto en da;. cubrir la suero terapia^ (1). ~~ ~~~ Al final de 1s memaria hay una nota escrita por Roux (pág. 661)en la cual indica las (1) condiciones que debe reunir un buen servicio para combatir la diiteria. Gran parte de lo pedida por Roux estaba establecido en Octubre-Noviembre de 1894 y gracias a ello había disminuido muchísimo la mortalidad como se explica en el texto de mi trabajo. -J. Guerra Estapé.