Asociatividad Empresaria Regional en el Ámbito del Mercosur Los Primeros Pasos Pablo Trucco FLACSO Argentina Al igual que los defensores del proceso de globalización productiva, los impulsores de la integración regional en el ámbito del Mercosur vieron en el proyecto de unión aduanera una formidable oportunidad para acelerar los procesos de desarrollo económico de los países que la integran. La sana competencia entre los productores de los diferentes países derivaría en el mediano plazo en una también saludable especialización de la oferta en base a las ventajas comparativas. Esto último junto al incremento de la escala de producción y del número de oferentes contribuiría a disminuir tanto los costos de producción como los precios de venta, permitiendo satisfacer crecientemente las necesidades de los consumidores de un mercado ampliado cuya demanda resultaría más dinámica y sostenida. Al mismo tiempo, el proceso tendría un impacto positivo sobre la competitividad de las empresas de la región que las ubicaría en una posición de mayor fortaleza para enfrentar a sus competidoras extraregionales. La oportunidad trascendía a los grandes jugadores alcanzando también a las Pequeñas y Medianas Empresas (PyMEs), quienes no solamente ampliaban las posibilidades para colocar su producción sino que veían facilitado su primer paso de internacionalización en un entorno cercano y “amigable”. Los cuatro gobiernos fundadores negociarían y consensuarían las reglas de juego, los mecanismos de solución de controversias y los plazos diferenciales de la integración en cada sector, en base a su respectivo grado de maduración/competitividad (y su poder de lobby con sus gobiernos). A partir del conocimiento adquirido en esta primera experiencia de internacionalización, las empresas se encontrarían en condiciones más competitivas al momento de llevar adelante un nuevo paso en mercados localizados más allá de la región. El mercado común se convertía así en una plataforma de lanzamiento de empresas regionales hacia los campos de competencia globales. Al facilitar la especialización productiva de cadenas de valor sectoriales y, fundamentalmente, de eslabones dentro de cada cadena (especialización intrasectorial) entre los países del bloque, el Mercosur abría el camino a la complementariedad productiva y ofrecía un entorno propicio para la asociatividad empresaria. Los gobiernos establecerían los lineamientos para configurar el marco de la integración productiva pero, en los hechos, la misma sería llevada adelante por las empresas. Conscientes de ello, los gobiernos del bloque establecieron en su decisión del Consejo Mercado Común 12/08 un Programa de Integración Productiva del Mercosur que proponía, entre otros aspectos, la promoción de la cooperación interempresarial; el incremento de la asociatividad empresaria de una forma que trascendiera la integración comercial (es decir, que comprometiera de manera creciente eslabones anteriores de las cadenas de valor) así como el fomento de las estrategias asociativas de empresas PYMES de un mismo sector productivo o de servicios y el estímulo de mecanismos de desarrollo de joint ventures, clusters, entornos productivos locales, redes de proveedores y clientes, y consorcios de exportación, entre otras formas asociativas. El corolario de esa aproximación a la integración productiva y su respectiva planificación de políticas para llevar adelante la integración regional es que la asociatividad empresaria en general, y entre PyMEs en particular, ha sido identificada por gobiernos y académicos como un factor central para el éxito de la integración y sus objetivos intrínsecos. Profundizar en el conocimiento sobre este fenómeno, su grado de difusión y las características esenciales de su desarrollo en el Mercosur constituye una condición necesaria para el diseño de políticas orientadas a la promoción de la asociatividad entre empresas radicadas en los países del bloque. Con este espíritu, el Observatorio de Emprendimientos Empresariales e Integración Productiva Regional1 de la Red LATN ha llevado adelante una investigación sobre la existencia y consistencia de los Emprendimientos Empresariales Conjuntos en el Mercosur. La investigación incluyó en una primera instancia el desarrollo de una metodología2 para definir, clasificar y llevar adelante el relevamiento empírico de emprendimientos empresariales conjuntos a partir de información tanto primaria como secundaria. Habiéndose definido las variables de interés, se diseñó un formulario para implementar la recolección de información de manera estandarizada, dejando campos abiertos para permitir la incorporación de cualidades no estandarizables de las empresas (de manera de preservar y explotar en la mayor medida posible la riqueza de la información). Sin duda alguna el trabajo de campo constituyó el mayor desafío de la investigación, dada la escasez de registros u otros recursos que facilitaran la detección de emprendimientos empresariales conjuntos entre empresas/empresarios de diferentes países del bloque (cuyo universo ya representaba una proporción infinitesimal dentro del universo de empresas de los países involucrados). A ello se sumó la dificultad para lograr la atención y la disposición de los empresarios para recibir a los especialistas y responder el cuestionario. Sin embargo, ninguno de estos contratiempos y dificultades logró impedir la construcción de una base de datos de emprendimientos empresariales conjuntos en el Mercosur3 que, aunque aún modesta en términos del número de casos, ha logrado allanar el camino para el desarrollo de un campo de investigación escasamente explorado en la región. 1 Proyecto de la Red LATN, financiado por el Banco Interamericano de Desarrollo en el marco de su programa para la Promoción de Bienes Públicos Regionales. 2 La metodología fue desarrollada por Ariel Melamud (2012). Posteriormente se implementaron ajustes con importantes aportes de Natalia Dos Santos y Joon Hee Bang. 3 Para ingresar a la base de datos de acceso libre y público del Observatorio, por favor, dirigirse a: http://admin.sistemarrii.flacso.org.ar/consulta/ El trabajo de campo fue realizado por cuatro especialistas, cada uno de ellos radicado en uno de los países fundadores del Mercosur,4 quienes luego de recabar la información delinearon las primeras conclusiones. Éstas últimas han quedado plasmadas en artículos pensados para servir de referencia a funcionarios con responsabilidades en la materia y a futuras investigaciones sobre el desarrollo de la asociatividad intraregional. Así, el presente artículo intenta ofrecer una síntesis entre las conclusiones derivadas de los trabajos de investigación de Natalia Dos Santos en Argentina, Uallace Moreira Lima en Brasil, Juan Jung en Uruguay y Gilda Arrellaga en Paraguay, de manera de contar con un abordaje a la temática que englobe las realidades observadas en cada país del Mercosur.5 Con ello en mente, en la segunda sección del artículo se presentan de manera sintética algunas consideraciones teóricas acerca del impacto económico y tecnológico de la asociatividad empresaria. La sección tercera, que constituye el núcleo del artículo, desarrolla de manera comparativa los hallazgos obtenidos en las investigaciones realizadas en cada país así como las conclusiones que se derivan de ellas. Finalmente, en la última sección se ofrecen algunas reflexiones finales. Consideraciones Teóricas del Asociativismo Empresario: La microeconomía del desarrollo en el marco de la integración productiva.6 Sumado a las claras motivaciones políticas y estratégicas, el objetivo subyacente de los procesos de integración económica en general, y del Mercosur en particular, es la aceleración del crecimiento económico. Al igual que en las economías del resto del mundo, los procesos de producción en los países de la región tienen lugar en contextos específicos en materia política, tecnológica, institucional (en el sentido amplio del término – instituciones formales e informales), de infraestructura, de capacidades promedio de la mano de obra, etc, que, al menos en el corto plazo, determinan el potencial de producción de cada una de las economías y de la región como un todo. Al mismo tiempo, este contexto regional (heterogéneo) opera en el marco de un contexto productivo a escala global de carácter exógeno, caracterizado por la emergencia de un nuevo paradigma tecnológico-productivo (Dosi, 1982) apuntalado por el proceso de globalización de las fuerzas productivas (outsourcing, subcontratación, redes de proveedores) (Williamson, 1985). El nuevo paradigma se encuentra inherentemente marcado por el surgimiento y la difusión de las tecnologías de la información y las comunicaciones que han tenido un impacto decisivo en la organización de las empresas y su producción, al igual que la propagación del uso de nuevos materiales y el desarrollo de la biotecnología. Ante estos cambios estructurales en la organización productiva global, los países en desarrollo no pueden ni deben aplicar las viejas recetas de contextos pasados ante nuevos desafíos que ocurren en escenarios marcadamente distintos. La concentración de las actividades productivas en aquellos sectores con ventajas comparativas estáticas en función de la dotación 4 Al momento de iniciarse esta investigación la República Bolivariana de Venezuela no era aún miembro pleno del Mercosur y, en consecuencia, no fue incluida en el análisis. 5 La versión original de los artículos de referencia elaborados por los especialistas se encuentra disponible en el sitio web del Observatorio. 6 Se agradece a Alejandro Naclerio por sus valiosas contribuciones para la elaboración de este apartado. factorial, que comúnmente para los países en desarrollo se traduce en la explotación de recursos naturales (en caso de existir) y mano de obra de bajo costo, resulta inconducente a un proceso de desarrollo sostenido en el mediano y largo plazo. La inserción exitosa en la economía regional y global en el marco del nuevo paradigma tecnológico demanda tecnologías de producción más flexibles que en el pasado y mano de obra con mayor calificación y capacidad de rápido aprendizaje (frecuentemente con remuneraciones medias o altas), cualidades indispensables para afrontar la necesidad de continuos cambios en procesos y productos. En efecto, las capacidades de aprendizaje, de interacción con el ambiente y de incorporación de innovaciones tecnológicas, se han convertido en las fuentes de las ventajas competitivas en un entorno productivo intensivo en capital humano y en conocimiento (Naclerio, 2010). La competitividad sistémica está fundada sobre “ventajas competitivas dinámicas” basadas en el esfuerzo innovativo, en contraposición con las ventajas comparativas estáticas basadas en la dotación factorial. Estos cambios estructurales que se reflejan tanto a nivel sectorial como macroeconómico son, en los hechos, cambios microeconómicos, dado que operan en las formas organizacionales al interior de las empresas. El nuevo paradigma tecnológico exige a las empresas un mayor esfuerzo en innovación de procesos y productos a través de la implementación de nuevas tecnologías y mejora de las existentes. De hecho, el surgimiento de innovaciones ocurre solamente cuando existe esfuerzo para mejorar y adaptar la tecnología incorporada. La incorporación al proceso productivo de un paquete tecnológico cuyo funcionamiento se desconoce o se comprende solo parcialmente resulta desfavorable para el surgimiento de innovaciones ya que comprime el espacio para la realización de ajustes orientados a la continua mejora en la producción. La innovación se funda necesariamente en la comprensión y el conocimiento, y la incorporación de ese conocimiento exige un esfuerzo de aprendizaje tecnológico basado en la aplicación práctica del conocimiento. El conocimiento no se trata únicamente de información transferible. Puede ser codificado pero en una proporción muy significativa es tácito (Nelson y Winter, 1982). Requiere experiencia práctica, contacto con la realidad. La innovación es el resultado de un trabajo acumulativo muy difícil de conseguir de manera aislada (OCDE, 1999). La idea arquetípica del lúgubre investigador solitario trabajando encerrado en un laboratorio de I&D, o investigando con un núcleo cerrado de colaboradores sin interacción con el día a día del sistema productivo, con los otros estamentos de la empresa, con equipos de investigación de otras firmas, instituciones de ciencia y tecnología, etc. (ligada a un entendimiento lineal de la cadena de innovación que pasaba por alto la interacción y el reforzamiento sistémico) se ha desvanecido ante la arrolladora irrupción de la globalización productiva cuyo modo de estructuración en redes trastocó la vieja lógica fordista de organización empresaria. Así, el hito trascendental que fundamenta las ventajas de los procesos asociativos es el pasaje de la concepción lineal de innovación a su concepción interactiva (Naclerio, 2010). Las empresas tienden a innovar en conjunto en base a su participación en redes productivas (Kline y Rosenberg, 1986) articuladas a partir de rutinas que regulan las relaciones de intercambio de información y conocimiento (Johnson y Lundvall, 1994). De hecho, los acuerdos de cooperación entre empresas han marcado el paso de la organización industrial en los países más industrializados desde la década de 1980 (Chesnais, 1988). Así, las diversas formas asociativas estimulan la innovación, la transferencia y absorción de conocimientos y, en definitiva, el aprendizaje interactivo (fundamentalmente cuando la asociatividad involucra eslabones en la cadena de valor relacionados con la producción y la investigación). La sinergia derivada de la asociatividad ofrece al conjunto de empresas capacidades para alcanzar mejores y mayores resultados que aquellos posibles de alcanzar en forma individual, en consonancia con la máxima aristotélica de que “el todo es mayor que la suma de las partes”. El desarrollo de la asociatividad empresaria resulta crucial para alimentar el proceso acumulativo de aprendizaje en la práctica que posibilita el surgimiento de la innovación, ya que el mismo es catalizado por la interacción (Meyer-Stamer y Harmes-Liedtke, 2005). De ello se deriva que el incremento de la participación de las empresas en redes productivas cada vez más sofisticadas constituye un factor de vital importancia para impulsar el desarrollo económico y reforzar el dinamismo de la economía a partir del crecimiento de la competitividad sistémica. Y la integración regional ofrece a las empresas una valiosa oportunidad para ampliar su horizonte en materia asociativa dado que les abre un inmenso abanico de nuevos socios potenciales con quienes llevar adelante su proceso innovativo y de constante reinvención y reajuste de procesos y productos. Partiendo de esa idea, en el siguiente apartado se pone la lupa sobre la asociatividad empresaria en el Mercosur y se lleva adelante un análisis de sus características particulares, manteniendo como hilo conductor el siguiente interrogante: ¿En qué medida las empresas de la región están aprovechando al Mercosur como un espacio de crecimiento basado en la innovación, a partir de la asociación con empresas competidoras o complementarias radicadas del otro lado de la frontera? Los Emprendimientos Empresariales Conjuntos (EECs) en el Mercosur7 El relevamiento llevado adelante por los especialistas radicados en los cuatro países fundadores del Mercosur resultó en la detección, investigación y posterior análisis de 90 Emprendimientos Empresariales Conjuntos entre países del bloque.8 A partir de esta fuente de 7 Este apartado se basa en los trabajos de investigación realizados por especialistas contratados para el trabajo de campo de este proyecto y en la base de datos sobre emprendimientos empresariales conjuntos del Observatorio. Dado que la inclusión de los casos de EECs en la base de datos es resultado de una metodología de bola de nieve que no tiene un final definido, la incorporación de nuevos casos puede llevar a que las estadísticas que aquí se mencionen difieran (aunque difícilmente modifiquen la tendencia en el corto plazo) de aquellas que aparecen en el Observatorio al momento en que el lector ingrese a la base. 8 Este relevamiento incluye a un subconjunto del universo de EECs en el Mercosur dado que, por un lado, algunos de los emprendimientos contactados se negaron a proporcionar información y en consecuencia no pudieron ser incluidos en la base de datos, mientras que por otro lado la inexistencia de registros administrativos oficiales de emprendimientos conjuntos imposibilita contar con la certeza de que los EEC detectados son los únicos existentes. Ello implica que las conclusiones derivadas de este información y de los análisis mencionados, en este apartado se ensayarán algunas conclusiones preliminares para ir delineando un panorama de la asociatividad empresaria regional en el ámbito del Mercosur. Para ello se llevará adelante un análisis comprehensivo que englobe a las diferentes características que adoptan los EECs en cada país y, a partir de las principales tendencias en común, se podrá ir echando luz sobre el rumbo que están transitando los emprendimientos empresariales conjuntos regionales. En este sentido, la cuestión medular y punto de partida obligado para abordar el análisis es la motivación de las empresas para llevar adelante una asociación con sus contrapartes del otro lado de la frontera. ¿Por qué las empresas encuentran conveniente asociarse para un proyecto determinado? ¿Qué buscan? La respuesta a estas preguntas varía en función de varias cuestiones, como el sector de actividad, el tipo de acuerdo legal utilizado en el emprendimiento conjunto e, inclusive, el sentido en el que tiene lugar la asociación (vertical – a lo largo de la cadena de valor– u horizontal –dentro del mismo eslabón). Una primera aproximación al conjunto global de emprendimientos relevados indica que la mayor parte de los EEC están orientados a actividades comerciales, seguidos por emprendimientos productivos y, muy lejos de ellos, por emprendimientos tecnológicos.9 Figura 1. Distribución de Emprendimientos Empresariales Conjuntos en el Mercosur según Tipo de Actividad apartado deben ser utilizadas a modo indicativo, sin ser extrapoladas en forma directa y concluyente al total del universo de EECs en el bloque. 9 Los emprendimientos comerciales hacen referencia a los EEC que tienen como finalidad alguno de los siguientes objetivos: acuerdo comercial per se, acuerdo de distribución (aprovechamiento de canales de distribución) y/o representaciones (mercados externos, franquicias, etc.). Por su parte, los emprendimientos productivos son los que se enfocan en alguno de los siguientes objetivos: participación accionaria; complementación productiva y/o ampliación de la capacidad productiva. Adicionalmente, con emprendimientos tecnológicos se hace referencia a los EEC que tienen como finalidad alguno de los siguientes objetivos: intercambio tecnológico (incorporación o abastecimiento), cooperación en investigación y desarrollo y/o asistencia. Finalmente, se existe la posibilidad de que los emprendimientos tengan OTRA finalidad diferente de las anteriores. En el caso de los emprendimientos comerciales, las motivaciones principales para realizar la asociación se relacionan con la expansión en nuevos mercados y explotación de marcas, no solamente para la venta de bienes sino también de servicios. Las actividades económicas terciarias con mayor frecuencia entre las empresas que participan en los EECs son Comercio al por Mayor y Menor (CIIU 50 al 52); Hoteles y Restaurantes (CIIU 55); Actividades Inmobiliarias, Empresariales y de Alquiler (CIIU 70 al 73) y Enseñanza (CIIU 80).10 Estos cuatro rubros concentran el 71% de las actividades terciarias incluidas en la muestra y el 39% del total de EECs relevados. Si bien los casos de emprendimientos conjuntos en el sector de comercio y servicios forman parte del proceso de integración regional, constituyen fundamentalmente un indicador de la integración comercial. Su impacto específicamente en la integración productiva, sin embargo, no se aprecia de manera directa. En efecto, el hecho de que se hallara una importante concentración de emprendimientos conjuntos en los últimos eslabones de las cadenas de valor estaría indicando que, a primera vista, el asociativismo entre empresas de la región no estaría orientado en forma sustancial hacia la integración productiva. Ello es de particular importancia dado que el proceso de aceleración del crecimiento económico basado en el aprendizaje tecnológico y en la innovación requiere que los beneficios de la integración regional se concentren fundamentalmente en los eslabones de la cadena relacionados con la producción. En ese sentido es preciso resaltar que una minoría del 40% de los EEC tiene una actividad de tipo productivo. De éstos últimos, algo más de la mitad (58%) están relacionados directamente con la Industria Manufacturera, el 11% con Agricultura, Ganadería, Caza o Silvicultura, y el 17% se vinculan con el Suministro de Electricidad, Gas y Agua. En línea con el argumento expuesto en el apartado anterior, el escenario más auspicioso sería la existencia de una importante concentración de emprendimientos conjuntos vinculados con la industria manufacturera, ya que es en esa fase de la cadena donde se encuentra el mayor potencial para el aprendizaje tecnológico y la generación de nuevos desarrollos (aunque sea de manera incremental y en pequeña escala) capaces de mejorar la competitividad sistémica en línea con el nuevo paradigma tecnológico-productivo. Si bien se han logrado detectar algunos emprendimientos de gran potencial en términos de aprendizaje y desarrollo tecnológico, tales como el emprendimiento para la construcción de aviones KC390 entre la Fábrica Argentina de Aviones (FAdeA) y EMBRAER; la construcción de buques y plataformas off-shore (Torre Vega Pláyade) entre TANDANOR, AESA de YPF y Oderbrecht de Brasil; la construcción de parques eólicos en Rio Grande do Sul entre IMPSA y CHUI Holding S.A.; entre otros emprendimientos relevantes, los emprendimientos productivos conjuntos relacionados con la industria manufacturera no parecerían aún suficientes, a primera vista, para conformar una masa crítica que alimente el círculo virtuoso conducente a un incremento de la competitividad sistémica. 10 Actividades a nivel de división (dos dígitos) de acuerdo a la Clasificación Industrial Internacional Uniforme (CIIU) de las Naciones Unidas, Revisión 3.1. Los relevamientos incluidos en la base de datos alcanzan hasta el nivel de clase (cuatro dígitos). Por otro lado, los emprendimientos productivos no ligados a la industria manufacturera, tales como aquellos relacionados con el Suministro de Electricidad, Gas y Agua, están fuertemente vinculados a represas hidroeléctricas binacionales. En estos emprendimientos los estados nacionales son el actor principal, dado que los astronómicos niveles de inversión requeridos para llevar a cabo este tipo de obra, así como cuestiones jurídicas que implican la firma de tratados internacionales, expropiaciones de zonas inundadas, etc, dificultan en la práctica el surgimiento de iniciativas de este tipo por parte de la gran mayoría de las empresas del sector privado. El sector privado puede tener participación como contratista, pero no participa en términos de la iniciativa de integración productiva. Si bien requieren complejos niveles de conocimiento de ingeniería y de la utilización de equipos y tecnologías avanzadas, parece improbable (aunque ciertamente no imposible) el surgimiento de mejoras tecnológicas a partir de la implementación de un emprendimiento de este tipo dado que los mismos están diseñados desde el comienzo para cumplir con estándares internacionales que limitan el margen de maniobra para introducir innovaciones. Es decir, resulta innegable que se trata de emprendimientos conjuntos con un efecto muy positivo en el sistema productivo, dado que permiten incrementar la provisión de energía para la producción a un costo menor que otras fuentes energéticas (como por ejemplo el petróleo), pero su impacto sistémico en términos de desarrollos tecnológicos que deriven en innovaciones es, en el mejor de los casos, indirecto. Asimismo, trayendo a colación los objetivos de esta investigación, cabe resaltar que estos emprendimientos son independientes y en la mayoría de los casos también anteriores al establecimiento del Mercosur. Por lo tanto, no estarían relacionados con una integración productiva orientada a maximizar los beneficios potenciales del mercado común. Algo similar ocurre con otros emprendimientos relevados relacionados con la minería y la explotación de otros recursos energéticos. Los estados llevan la delantera en estas iniciativas de naturaleza productiva que son consideradas estratégicas por los gobiernos y que requieren una importante movilización de recursos. Así, la explotación conjunta de recursos naturales en general y particularmente aquellos vinculados a la explotación de fuentes de energía constituye una importante motivación para llevar adelante emprendimientos conjuntos de largo plazo motorizados (y generalmente implementados) por el sector público. El resto de los emprendimientos ligados a actividades productivas se encuentran en manos del sector privado, sobresaliendo por su cantidad los emprendimientos ligados a la industria alimenticia en diversos eslabones productivos y varios casos de emprendimientos en la industria del cemento. En el caso de algunos emprendimientos en los que participan empresas brasileñas se incluyen motivaciones relacionadas con el incremento en la capacidad productiva y de distribución para atender la demanda del Mercosur a partir de adquisiciones parciales de empresas en los países socios del bloque (fundamentalmente en Argentina y Uruguay), tanto como un mercado estratégico y primordial en sí mismo así como un paso previo (para la acumulación de recursos, aprendizaje y maduración) en las estrategias empresarias de internacionalización en mercados extra-regionales (Moreira Lima, 2014). En este sentido, parecería que estos emprendimientos productivos estarían más relacionados con integrar una estrategia de avance de empresas brasileñas con mayor capacidad de financiamiento sobre competidores de menor tamaño radicados en los otros países del bloque, en lugar de una estrategia asociativa-cooperativa capaz de inducir mejoras en la competitividad sistémica a partir del aprendizaje tecnológico. Son los emprendimientos conjuntos de naturaleza comercial, sin embargo, quienes dominan por mayoría. Y dentro de los emprendimientos conjuntos comerciales, las estrellas de la integración asociativa son, de acuerdo al relevamiento, las franquicias (uno de cada 3 emprendimientos conjuntos en el Mercosur ha adoptado esa forma de acuerdo). Las empresas de Argentina son quienes sin lugar a dudas han explotado esta forma de integración de manera más intensa como una vía de expansión en nuevos mercados. Su principal propósito ha sido incrementar sus ingresos a través de la percepción de regalías a cambio de autorizar a otras empresas la utilización de su marca, logrando una gran penetración en Uruguay y Paraguay. Por su parte, las empresas franquiciatarias en esos dos países adquieren el derecho a explotar la imagen de empresas Argentinas de renombre y, dependiendo del caso, acceden también a transferencias de estándares y know how de procesos.11 Argentina tiene entonces una posición de exportador neto de marcas relacionadas fundamentalmente con empresas gastronómicas y de textil-indumentaria, calzado y artículos de cuero, así como de algunas empresas de capacitación. El hecho de que dentro de los emprendimientos conjuntos comerciales exista una marcada preeminencia de las franquicias como modalidad de asociatividad empresaria (el 69% del total de emprendimientos comerciales) tiene implicancias que no son alentadoras para la integración productiva. Se trata de la forma asociativa que involucra el menor compromiso entre las partes, limitándose a una autorización para explotar una marca a cambio del cumplimiento con los estándares de la casa matriz y del pago del canon correspondiente. No existe sin embargo un proyecto en común a largo plazo que implique una gobernabilidad compartida del emprendimiento conjunto. Ambas partes continúan siendo independientes aunque sujetas a un acuerdo en el que una de las partes contribuye con la marca, la imagen, el procedimiento operativo y en ocasiones también productos e insumos, y la otra parte contribuye con capital, trabajo, el mantenimiento de estándares y asume la totalidad del riesgo. En esta modalidad asociativa con tenues lazos de compromiso entre las empresas resulta improbable (aunque no imposible) que los emprendimientos comerciales constituyan la punta de un ovillo que con el tiempo avance hacia una integración localizada en los eslabones productivos. Siguiendo la pirámide de clasificación de marcos legales para la asociación entre empresas elaborada por Dos Santos (2014)12 que ubica a las franquicias en la base en términos del nivel de compromiso entre las partes, el plazo de la asociación y el riesgo compartido) se observa que, con excepción de las sociedades (que agrupan al 38% del total de los emprendimientos conjuntos y que son el peldaño inmediatamente superior a las franquicias (38%) en términos de compromiso), a medida que se incrementa el compromiso y los riesgos compartidos (hacia una Unión Transitoria de Empresas –UTE– 10% del total y, como asociación más 11 12 Ver Dos Santos, Natalia, pp 22 y 23. Ver Dos Santos, Natalia, pp 24 y 25. comprometida, la Agrupación de Colaboración Empresaria –ACE– 3% del total) disminuye el número de emprendimientos conjuntos. Lo interesante de este resultado es que los emprendimientos que se encuentran al final de las cadenas de valor (comercio y servicios) tienden a concentrarse en la base de la pirámide, mientras que los emprendimientos productivos y tecnológicos tienden a ubicarse en la cima. Por ejemplo, el emprendimiento para la construcción de aviones KC390 está basado en un acuerdo de tipo ACE; o el emprendimiento de la Torre Vega Pléyade se basa en un acuerdo de tipo UTE, por mencionar algunos de los más notables. Ello resulta consistente con las necesidades del nuevo paradigma tecnológico en el sentido de que es necesario que los emprendimientos conjuntos de naturaleza productiva permanezcan en el tiempo y que involucren grados significativos de compromiso por parte de las empresas socias para abrirle el camino a la innovación. Por otro lado, el hecho de que en términos cuantitativos (sobre el total de EECs) prevalezcan las formas asociativas que implican lazos más endebles entre las empresas que llevan adelante los emprendimientos conjuntos (fundamentalmente emprendimientos de tipo comercial) dificulta el paulatino desplazamiento hacia eslabones de la cadena productiva que resultan más permeables al aprendizaje tecnológico. Por último, cabe resaltar una tendencia generalizada en los emprendimientos, válida tanto para las empresas estatales como para las mixtas y privadas, e independiente de la forma jurídica que adopten en sus acuerdos y del tipo de actividad que realicen conjuntamente: la utilización de la asociatividad siguiendo un criterio fundamentalmente intrasectorial. El predominio de emprendimientos conjuntos entre empresas que operan en el mismo sector de actividad (comparten el mismo CIIU) estaría indicando que la integración a través del asociativismo empresario no pasaría por las cadenas de valor en el sentido tradicional (división del trabajo vertical), dado que la integración ocurre en el mismo eslabón de la cadena. Ello refuerza las anteriores conclusiones en relación a la motivación de las empresas para asociarse, en el sentido de que por encima de las ventajas comparativas en el sentido ricardiano (sectorial) y de la búsqueda de complementariedades productivas dentro de una cadena de valor, la motivación de las empresas para llevar adelante emprendimientos conjuntos regionales estaría ligada al aprovechamiento de otro tipo de ventajas, tales como la explotación de recursos energéticos o la búsqueda de beneficios a partir del acceso a activos intangibles (marcas, posicionamiento en el mercado/inserción en el mercado). Inclusive se han relevado emprendimientos cuya motivación principal es la participación conjunta en licitaciones para la construcción de hoteles (como el consorcio Narampark integrado por el grupo uruguayo ICM y la empresa argentina Boldt para restaurar el Salto Hotel y Casino; o el consorcio Manteo integrado por las mismas empresas para la construcción de un hotel en la ciudad de Rivera). A ellos se suman otros emprendimientos como el desarrollado por la empresa CIE de Paraguay y ABB de Brasil, quienes se presentaron conjuntamente a la licitación para la construcción de una línea de transmisión y subestaciones de 500/220/66 KV, así como la producción de diversos equipos para centrales eléctricas. Es preciso mencionar en éste sentido un caso particularmente interesante en el que un EEC horizontal se origina motivado principalmente por la búsqueda de realizar mejoras en la integración vertical de su cadena de valor a partir de la transferencia de tecnología. Específicamente, la asociación entre Carne Hereford S.A. de Argentina y la Sociedad de Criadores de Hereford del Uruguay (Jung, 2014; Dos Santos, 2014), dio lugar a un emprendimiento conjunto para incrementar el valor de las carnes a partir de un mejoramiento en la integración vertical de la cadena cárnica, aplicación de programas de calidad y control de la producción, todo ello complementado con enfoques de marketing innovadores. Reflexiones Finales: Un largo camino por andar El horizonte de la integración productiva está aún distante. Queda todavía mucho por andar para capturar los beneficios de las sinergias derivadas de la asociatividad empresaria de una manera que tenga impacto, aunque sea de manera meramente incipiente, en la competitividad sistémica de la región. En base a los datos relevados y a las conclusiones de las investigaciones desarrolladas por especialistas en los cuatro países fundadores del Mercosur, el exiguo número de emprendimientos conjuntos regionales y la naturaleza de los mismos han obstaculizado la conformación de una masa crítica capaz de alimentar el círculo virtuoso conducente a un incremento de la competitividad sistémica a través de la integración productiva regional. El aprendizaje tecnológico y la innovación productiva se producen fundamentalmente en los eslabones de las cadenas de valor vinculados con la producción, que abarca a apenas cuatro de cada diez emprendimientos empresariales conjuntos en el Mercosur. De éstos últimos, los más significativos en términos de volúmenes de inversión y solidez de los acuerdos asociativos están vinculados a la explotación de recursos energéticos por parte de los Estados en base a estrategias más ligadas a una mentalidad extractiva (en muchos casos de recursos renovables) que a estrategias orientadas a incrementar los niveles de productividad conjunta fundada en mejoras tecnológicas. En otros casos, como la expansión de empresas brasileñas a partir de adquisiciones parciales de competidores en los otros países del bloque, se constituirían emprendimientos productivos de capitales mixtos pero motivados fundamentalmente por una estrategia de avance de empresas brasileñas que persiguen incrementar su capacidad productiva y dar sus primeros pasos en los mercados externos, muy distante de una asociatividad fundada en la cooperación entre las partes con capacidad para alimentar las sinergias positivas. De esta manera, el impulso a la integración productiva por parte de los Estados, que tiene lugar tanto en forma indirecta (a través de políticas públicas) como directa (a través de las acciones de las empresas estatales o mixtas) es muy relevante y trae aparejados innegables beneficios pero, por la propia naturaleza de los EECs en los que dichos Estados participan, tienen un impacto limitado sobre el aprendizaje tecnológico. Algo similar ocurre con las asociaciones entre empresas de la región para presentarse conjuntamente en licitaciones de construcción de obras. Si bien pueden existir derrames de aprendizaje tecnológico, desde la intencionalidad misma de la asociación empresaria se priorizan objetivos que nada tienen que ver con lograr mejoras productivas (en productos o procesos) e incrementos de productividad. Más lejos aún de lograr un impacto en la competitividad sistémica, los emprendimientos conjuntos localizados en los últimos eslabones de las cadenas de valor (comercio y servicios) constituyen la mayoría de los casos relevados (57%). Los emprendimientos comerciales están copados por el sector privado en búsqueda de expansión en nuevos mercados y la comercialización de marcas de bienes y servicios con buena imagen y aceptación en el mercado regional. Hacia el interior de los emprendimientos conjuntos con finalidades comerciales prevalece el sistema de franquicias como la forma jurídica de acuerdo más utilizada, seguida por sociedades de diferente tipo. Entre ambos tipos de acuerdo cubren el 86% de los emprendimientos conjuntos de naturaleza comercial. Ello es muy significativo ya que la prevalencia de las formas asociativas que implican lazos más endebles entre las empresas dificulta (aunque no impide) el paulatino desplazamiento hacia eslabones de la cadena productiva que resultan más permeables al aprendizaje tecnológico. Independientemente de que los emprendimientos se encuentren focalizados en actividades productivas, comerciales, etc, se observa un predominio de asociación entre empresas que operan en el mismo sector de actividad (comparten el mismo CIIU). Ello resulta consistente con las conclusiones anteriores en el sentido de que por encima de las ventajas comparativas ricardianas (sectoriales) y de la búsqueda de complementariedades productivas dentro de una cadena de valor, la motivación de las empresas para llevar adelante emprendimientos conjuntos regionales estaría predominantemente ligada al aprovechamiento de otro tipo de ventajas, tales como la explotación de recursos naturales vinculados con la energía o la búsqueda de beneficios a partir del acceso a activos intangibles (marcas, posicionamiento/inserción en nuevos mercados). Por último, del relevamiento realizado se desprende que las empresas de Argentina son las más proclives a llevar adelante emprendimientos conjuntos con sus pares del Mercosur, dado que constituye el socio principal (en términos cuantitativos) de las empresas radicadas con base en cada uno de los otros tres países. Una de las posibles causas de ello obedecería al éxito de algunas marcas de productos textiles y de indumentaria, artículos de cuero y calzado, hoteles, bares y restaurantes, con gran aceptación en sectores de consumidores medios y medios altos en los países que conforman el bloque. Otra causa posible es el tamaño de la economía Argentina y su número de PyMEs con capacidad de llevar adelante los primeros pasos de su internacionalización la afinidad, conjuntamente con afinidades culturales con los socios de menor tamaño en el Mercosur. Esta segunda causa, en realidad, estaría reforzando la primera. Y una tercera causa posible podría obedecer a la búsqueda por parte de empresas argentinas de acceder a mercados externos cercanos que les permitan amortiguar la volatilidad en sus flujos de ingresos derivada de la mayor volatilidad del mercado argentino. Es innegable que se han dado pasos importantes. Tanto el sector privado como el público han realizado esfuerzos en la dirección de la integración regional general y también de la integración productiva. Estos pasos les han traído beneficios a los actores participantes y, en algunos casos, como por ejemplo la explotación de recursos energéticos, han tenido derrames positivos sobre muchos otros actores y en general sobre la economía de los países de la región. Sin embargo, la naturaleza y motivación de los EECs analizados han tenido, con excepciones, limitaciones sobre el impacto potencial de estas asociaciones sobre el desarrollo tecnológico y la innovación productiva. Es menester que los encargados de diseñar e implementar políticas públicas relacionadas con la integración productiva y particularmente con la asociatividad empresaria regional pongan especial atención sobre los efectos de las políticas bajo su responsabilidad sobre la particular naturaleza de las asociaciones empresarias y sus efectos sobre el aprendizaje tecnológico, la innovación productiva y, a fin de cuentas, la competitividad sistémica. Bibliografía Arrellaga, Gilda (2014). “Emprendimientos Empresariales Conjuntos del Mercosur en el Paraguay”, Estudio elaborado para el Componente 2 del Proyecto BID (TG-2016). Chesnais, F. (1988). “Technical Cooperation Agreements between Firms”, STI (4), OCDE. Dosi, G. (1982). “Technological Paradigm and Technological Trajectories”, Research Policy (11): pp. 147-162. Dos Santos, Natalia (2014). “Identificación y Seguimiento de los Emprendimientos Empresariales Conjuntos. 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