1º Encuentro Nacional de Docentes de Enseñanza en Bibliotecología Córdoba, 15 y 16 de agosto 2013 ------------------------------------------------------------------------------- Aproximaciones sobre la teoría y la investigación en Bibliotecología y Ciencia de la Información. Perspectiva desde las Ciencias Sociales Mg. Mercedes Patalano Resumen Los fundamentos teóricos de la Bibliotecología y Ciencia de la Información (ByCI), resultan uno de los aspectos más ausentes y silenciados en el campo de la formación académica universitaria y no universitaria. Durante todo el Siglo XX y las décadas del Siglo XXI que estamos transitando, el abordaje teórico presenta resistencias desde diferentes perspectivas que tratan de encuadrar a la ByCI como un conjunto de prácticas y normas que regulan el ejercicio de la bibliotecología en el ámbito de las bibliotecas, inclinadas hacia lo empírico y bajo la supremacía del mandato tecnológico de la época. Se analizan algunas de las distintas aproximaciones teóricas sobre la ByCI, en las cuales se abordan aspectos tales como: la teoría y la epistemología social; la ideología de las prácticas; y la lectura y los lectores. Con el objetivo de aportar algunas reflexiones acerca de los fundamentos teóricos de la Bibliotecología y Ciencia de la Información, para lograr las transformaciones que en el nuevo modelo de biblioteca se imponen. Introducción En este estudio se presentan un conjunto conceptos y posiciones teóricas provenientes de especialistas en Bibliotecología y Ciencia de la Información (ByCI), que demuestran que toda práctica, todo acontecimiento, toda acción, está sustentada en un complejo entramado de ideas, reflexiones, creencias, posiciones teóricas y filosóficas, mitos, tradiciones, ideologías e intereses económicos y políticos. Mas allá de todas las definiciones filosóficas que se puedan presentar sobre la teoría de una disciplina, existe un mal entendido en ByCI, que consiste en la creencia que las prácticas de las bibliotecas son acontecimientos que se dan en la realidad de todos los días y que no responden a ninguna elaboración teórica. Esta posición y esta creencia a lo largo de toda la historia de la ByCI producen una división, una dicotomía, hasta se diría un enfrentamiento entre los conceptos de teoría versus práctica. Y se dice también ampliamente en la literatura especializada sobre bibliotecología que lo sustancial e importante son las prácticas, que las teorías o son muy herméticas y sólo para los eruditos o son etéreas casi pensadas para los ángeles, y no para los bibliotecarios que están inmersos en las tareas de todos los días. Es decir, que se entiende y se cree que toda práctica está libre de reflexión crítica, filosófica y teórica. Se parte de un supuesto equivocado, por el cual todo el proceso que va desde que un libro llega a la biblioteca hasta que sale de ella en manos de un lector/usuario, es pura acción, puro acontecimiento. En términos comunicacionales hablaríamos de comunicación formal pura sin intencionalidad, preconceptos, objetivos, presiones, contradicciones, frustraciones, etc. A las bibliotecas les interesa que el libro se ingrese, se catalogue, se coloque en el estante, se elabore el catálogo, se preste, se devuelva y sigue el circuito. En nuestra opinión, esta forma de círculo vicioso se debe aclarar desde la formación en las Escuelas de ByCI, porque es también desde allí, en dónde se percibe con mucha fuerza la división entre práctica versus teoría, y esta toma de posición no es inocente dada la fuerza de su aceptación y persistencia histórica. Líneas teóricas Los fundamentos teóricos de la Bibliotecología y Ciencia de la Información (ByCI), resultan uno de los aspectos más ausentes y más silenciados en el campo de la formación académica universitaria y no universitaria. Durante todo el Siglo XX y las décadas del Siglo XXI que estamos transitando, el abordaje teórico fue resistido desde diferentes perspectivas que tratan de encuadrar a la ByCI como un conjunto de prácticas y normas que regulan el ejercicio de la bibliotecología en el ámbito de las bibliotecas, inclinadas hacia lo empírico y bajo la supremacía del mandato tecnológico de la época. Por otro parte, los acercamientos teóricos son vistos con cierta desconfianza de sustancia difusa, como alejados de la realidad; y en otras ocasiones como complejos y poco pragmáticos, más inclinados a oscurecer que iluminar. De esta manera, se presenta el campo de la ByCI, configurado como: -más interesado en los sistemas y los procesos que en las personas; -atrapado en reglas, estándares y clasificaciones herméticas y excluyentes; -con barreras de comunicación y comprensión entre los lectores/usuarios y los libros/recursos de lectura e información que imponen las bibliotecas; -con una división radical e irreconciliable entre práctica y teoría con sobre valoración de la primera sobre la segunda; -con indiferencia y desconocimiento sobre los alcances políticos, sociales y económicos de las tecnologías; -condicionado por las reglas del juego financiero, empresarial y económico de los monopolios productores de contenidos impresos y digitales; -con absoluto desconocimiento sobre las expectativas, comportamientos y hábitos de los lectores/usuarios de las bibliotecas en todos los niveles; -alejado del campo de la reflexión crítica y de la investigación social por su persistente resistencia al trabajo interdisciplinario; -aislado de las necesidades, intereses y demandas sociales de la comunidad en la que desarrollan sus acciones las bibliotecas; -con seguimiento y acatamiento a los modelos tecnocráticos impuestos de manera hegemónica por las empresas multinacionales. Como resulta evidente suponer, los planes de estudio y los objetivos de formación de las respectivas escuelas de ByCI, del ámbito público como privado, del nivel universitario y no universitario, responden de manera exacta a la descripción de los alcances actuales de la disciplina, casi se puede afirmar que existe o no existe un área de estudio que responde a cada uno de ellos. En este sentido resulta difícil arriesgar una hipótesis acerca de quién es el mayor responsable, si las prácticas de todos los días que se imponen o la formación académica que las convalidan y reproducen. Como dice Bourdieu (1988) es el sistema educativo el mejor y más extendido ámbito de reproducción social e ideológica que las sociedades han creado y sostenido a lo largo de los tiempos. Las instituciones educativas son de una importancia central en la transmisión de un efectivo dominio cultural. Por lo cual, resulta muy oportuna la reflexión acerca de los fundamentos teóricos de la Bibliotecología y Ciencia de la Información como disciplina académica para lograr las transformaciones que en el nuevo modelo de biblioteca se imponen. La teoría y epistemología social En la interesante propuesta que hace Christine Pawley (1998) sobre la necesidad de adoptar una teoría social para la formación en Bibliotecología y Ciencia de la Información, sustentada en la proclama por una nueva profesión de la información. Y orientada hacia correr el riesgo de perder los privilegios de clase y hacer que la mayor cantidad de información sea más equitativa entre la mayoría de la población. La autora analiza los sustentos teóricos e ideológicos que rigen en la Bibliotecología y Ciencia de la Información desde principios del siglo XX y destaca dos conceptos rectores en el desarrollo de la disciplina, alrededor de los cuales se despliegan los programas de estudio y de formación tanto universitaria como no universitaria. Estos conceptos son el del “pluralismo” y la “gestión”. El pluralismo se concentra sobre la conducta desde la perspectiva de interacción de los individuos. Y la gestión enfatiza a las organizaciones tratadas como sistemas. Es fácil imaginar dentro de los programas de formación en ByCI en nuestro país y también en la esfera internacional cuáles son los contenidos que responden a estas concepciones del mundo. El lenguaje del pluralismo tiene sus raíces en la teoría política y económica clásica; el lenguaje de la gerencia, en la teoría de la burocracia y las organizaciones con fuertes conexiones con la ciencia y la tecnología. A modo de ejemplos ilustrativos, podemos enmarcar como propios de la mirada pluralista, los estudios de usuarios y diseño de servicios en especial en las bibliotecas universitarias, aunque no de manera excluyente. En los cuales se trabaja para un colectivo indiscriminado conformado por la suma de individuos, a favor de “información para todos” por igual, descontextualizada según el género, el país, los intereses individuales, la situación económica, la ubicación laboral, la edad, la formación y todo rasgo que permita percibir una expectativa, una preferencia, una inclinación, un comportamiento o hábito particular y diferenciado. Otra funcional visión del pluralismo se observa en la adopción de métodos para una distribución eficiente de los recursos en términos de maximizar la utilización de los mismos por parte de los individuos. Abundan los ejemplos de cursos, talleres y entrenamientos sobre acceso y recuperación de información académica en bases de datos internacionales con alto compromiso hegemónico por parte de las empresas multinacionales que las proveen, respecto al tipo, cantidad y calidad de la producción científica registrada orientados a toda la comunidad académica sin distinción. Otro ejemplo muy cercano, aportado por Pawley (1998), es el análisis del comportamiento de internet en términos de pluralismo, se enfatiza lo fácil que es la comunicación, lo rápido del acceso a la información y el intercambio de ideas desde el individuo hacia otros individuos. En el mencionado estudio, además, se pone énfasis en el concepto de marketing informático, con mucha influencia en los contenidos de las escuelas de Bibliotecología y Ciencia de la Información; en donde se integra el sistema de marketing con las nuevas tecnologías y procesos, para descubrir y presentar la profundas relaciones entre unos y otros; y para reconocer y comprender las necesidades de los usuarios/clientes y sus conductas; particularmente observando como influyen en las decisiones y elecciones entre la competencia De productos y servicios. Desde la perspectiva de la gestión, las organizaciones son tratadas como sistemas determinados por las tecnologías, las tareas y el medio ambiente. La perspectiva gerencial describe este modelo de relaciones en términos de entrada y salida (input/output). Esta perspectiva se apoya fuertemente sobre el lenguaje de la ciencia y la ingeniería: eficiencia, eficacia, efectividad, con intereses en la medición, la retroalimentación, la racionalidad y los sistemas. Todos recordamos el Ciclo de la Información de Lancaster, en forma circular y desde un discurso gerencial, se incluyen el uso de la información y los usuarios; la producción y distribución; colección y almacenamiento; registro y representación; acceso y suministro a la información; a los que se le agrega interpretación; liderazgo y gestión; y métodos de investigación como periféricos a lo central y circular del sistema. Según la autora, para poder lograr un cambio en la disciplina es necesario que en los programas de formación en ByCI se produzca una renovación a través del análisis de las relaciones sociales en las que están involucradas las bibliotecas, incorporando la teoría social heredera de los estudios culturales y las ciencias sociales. La formación desde la perspectiva de la teoría social incorpora contenidos aún inexplorados y ajenos a los actuales programas de estudio en ByCI como: cuestiones políticas relativas al control de la producción, distribución y definición de la información; y las maneras de emponderar a los individuos, a la comunidad y a las organizaciones en la recuperación y apropiación de la información. Con una formación en teoría social los estudiantes y los profesores estarían mejor preparados para investigar los caminos inexplorados de la ByCI: por ejemplo qué se sabe sobre la explosión de la información, más que como cliché, acerca de montañas de datos y que rápidamente cambian las tecnologías, lo cual produce nuevos fenómenos psicológicos entre los trabajadores de la información produciendo fatiga tecnológica. Otros aspectos poco considerados para ser investigados son los referidos a: Descripción y análisis de las calificaciones de los profesionales de la información; cambios estructurales en la industria editorial a través de la concentración de empresas; la relación de las bibliotecas individuales o redes de bibliotecas con la comunidad durante la última década; formas en que los recursos y los servicios de información son producidos, comercializados y distribuidos entre las bibliotecas. Esta clase de análisis pueden también iluminar y dar mayor visibilidad a las prácticas de los bibliotecarios y especialistas en información, lo cual contribuye a incrementar el capital cultural de la disciplina. Las bibliotecas y los bibliotecarios juegan un amplio rol, aún no estudiado, como parte integrante del proceso de la producción cultural. Es responsabilidad de la Escuelas en ByCI buscar en el afuera y en el pasado estas herramientas de estudio, formación e investigación para las próximas generaciones de profesionales, es necesario proveer elecciones teóricas acerca de cómo desarrollar las prácticas para no participar en las redes de la anti-disciplina. Aunque los cambios no se puedan hacer de inmediato, es bueno que entre los profesores y los estudiantes comience el debate, el mayor problema consiste en no saber que tenemos un problema, esto sucede cuando la hegemonía se hace natural e invisible, y el control acerca del permiso para mirar más allá es completo Una visión similar, aunque desde aproximaciones teóricas diferentes, plantea Capurro (2007), si bien también se concluye con una epistemología, que de manera acertada se enmarca dentro del “corte tecnológico social”. Se comienza el recorrido a mediados del siglo XX con un paradigma físico, que es rápidamente cuestionado por el enfoque cognitivo idealista e individualista, siendo reemplazado por el paradigma pragmático y social de amplia vigencia en nuestros días, y muy fuertemente sostenido por el auge tecnológico de la disciplina. El autor reconoce como formando parte de la epistemología de la Bibliotecología y Ciencia de la Información a las disciplinas como la hermenéutica y el racionalismo crítico que a pesar de sus diferencias acuerdan en el carácter interpretativo y conjetural del conocimiento científico y en el rol fundamental de la comunidad de intérpretes condicionados por la situación histórica. Estas aproximaciones teóricas, asociadas a la semiótica de Pierce (1987), influyen fuertemente en la disciplina, y en las últimas décadas teóricos como Bourdieu, Foucault y Vattimo provenientes de las ciencias sociales, también han contribuido a la comprensión y reflexión crítica de la Bibliotecología y Ciencia de la Información. Capurro (2007) observa, cómo está estructurada la bibliotecología hoy e identifica dos orígenes en la teoría de la ciencia de la información; por un lado el de la bibliotecología clásica inclinado hacia el estudio de los problemas relacionados con la transmisión de mensajes como una red de relaciones. El otro origen es tecnológico de reciente aparición y se refiere al impacto de la informática en la producción, organización, almacenamiento y recuperación de la información, de manera especial la científica, expresada en documentos impresos y digitales. Desde esta visión de la ByCI, no hay entre estas dos concepciones, ninguna unión, ni construcción social posible, son entes separados con vida propia e independiente, por lo tanto no hay teoría social sobre las necesidades de los usuarios, de los archivos de conocimiento, sobre los esquemas de producción, transmisión y distribución de información, queda así excluido el paradigma epistemológico social de la teoría de la Bibliotecología y de la Ciencia de la información. Para superar estas limitaciones, en necesario, tal como argumenta Hjørland (2003) que la ByCI, tenga como objeto el estudio de las relaciones entre los discursos, áreas del conocimiento y documentos en relación con las posibles perspectivas de acceso de las distintas comunidades de lectores/usuarios. Es decir, desde esta perspectiva se integra el paradigma cognitivo individualista con el contexto social de las comunidades dando relevancia y sentido a la disciplina. La ideología de las prácticas La introducción del concepto de ideología desde el análisis hermenéutico para examinar los contextos sociales del discurso y los elementos formales de la práctica discursiva y su interpretación, son comentados a continuación según la visión de Budd (2001). El autor interpreta a la ideología actual que subyace en la ByCI como el elemento que condiciona la ruptura y ausencia de creatividad y sustenta la dominación a través de la práctica discursiva. Esto no significa que toda presencia ideológica sea de esta naturaleza, hay ideologías liberadoras y creadoras. Para Budd (2001) la comunicación formal que se presenta en las prácticas de la ByDI involucra una relación discursiva de transmisión de información entre los medios de comunicación tales como: libros, revistas, materiales audiovisuales, recursos electrónicos, objetos digitales, y bases de datos, destinados a la recuperación de la información, hay por lo tanto una dependencia respecto a la eficacia de esta comunicación formal. También hay en la búsqueda de información situaciones que involucran a la comunicación individual, como son las relaciones de consulta, búsqueda y recuperación de la información con los usuarios. Es decir, que la cuestión central en ByCI es que la comunicación se produce a través de compartir los medios de comunicación como vehículos de transmisión formales y el foco se orienta al análisis de la ideología que se transmite, que resulta un aspecto muy escasamente analizado y estudiado en la disciplina. Las raíces del discurso ideológico, se encuentran en descubrir cuáles intereses han sido expresados y con qué fines. Pero no toda comunicación formal es intencionalmente ideológica. A través de la práctica discursiva de la ByCI, se observa la comunicación ideológica y se pueden establecer las formas de los significados que sostienen relaciones de dominación En los discursos de la ByCI se observan varios ejemplos de prácticas que responden a la ideología de la dominación. Uno de ellos es el de la “estandarización”, el intercambio simbólico expresado a través de las prácticas responde a una estructura estándar, la cuál es presentada como una forma básica de interacción. Por ejemplo, en las Bibliotecas Públicas a principios de siglo XX, se establecieron formas básicas de cómo construir las colecciones y la provisión de servicios según una manera y de acuerdo a una visión. Esta primitiva visión no era dada como una entre otras, sino como la única legítima. Presentaba características casi como de un distintivo de “marca”, como un uniforme escolar o empresarial. Algunas prácticas discursivas definen el foco central de la disciplina y el papel que juegan los programas de estudio dentro de ese foco. La ByCI a través de sus voceros orgánicos y representativos como ALA, IFLA, entre otros, presentan como racionales y universales criterios y normas para la formación y educación dentro de la disciplina, sin proveer evidencia de su legitimidad. Se posicionan a las bibliotecas dentro del mandato estrecho, pero indiscutible e incuestionable de su absoluta vocación de servicio hacia la educación y la lectura. Transformándose en un imperativo de servicio que aún hoy se sostiene. El esfuerzo de legitimación, se sostiene a través de la racionalización de su propia posición, se reemplazan libros, revistas y lectura textual, por uso de tecnologías, información e internet; antes se proclamaba la alfabetización a través de la lectura, ahora se habla de la alfabetización informacional. La mayoría de las prácticas discursivas que se representan en la ByCI, son prácticas culturales que se reproducen socialmente a través de una teoría consensuada por los involucrados. En la cual, la reproducción de las relaciones sociales depende en parte de la existencia de valores y creencias (servicio para la educación y la lectura), las cuales son colectivamente compartidas y aceptadas por los individuos, y así obligan a los individuos al orden social establecido. Otra característica de las prácticas discursivas de dominación de la ByCI, está expresada a través de la negación de la información como “commodity”, es decir vacía de contenido mercantil. Para lo cual se utilizan mecanismos de seducción y simulación que aspiran a legitimar el canon establecido, mediante la negación, ocultamiento, o desvío de la atención hacia otros procesos. Por ejemplo, durante más de dos siglos las bibliotecas de todo el mundo catalogan con todo empeño y dedicación libros, con responsabilidad y vocación de servicio, y se ignora o se niega que los libros son bienes culturales, publicados por grandes grupos editoriales, muchos de ellos monopólicos, que degradan el reconocimiento de la autoría y venden esos bienes a precios relativos de acuerdo a su peso en papel. Situación que es ocultada y negada de manera histórica y sistemática. Si bien Budd (2001) reitera el concepto que no toda comunicación es ideológica en su propósito o en su efecto. Y además también enfatiza el carácter de las múltiples formas que adopta el conocimiento. No obstante, la práctica discursiva de ByCI, como resulta evidente, pone el énfasis en la “técnica” entendida como saber, y más particularmente como el conocimiento en el uso de las tecnologías. Y esta es la estructura teórica sobre la cual se sustentan los programas de formación actuales. Analizar y reflexionar críticamente sobre tal conocimiento es profundamente importante, porque está categorizado como el verdadero y correcto objetivo de toda la estructura argumentativa y configuradora de prácticas en la ByCI. Además, la reducción de la realización de las múltiples formas del saber en la técnica como definición de conocimiento, es la aceptación sin crítica de las formas ideológicas descriptas anteriormente. La necesidad en la ByCI y en todas sus orientaciones y áreas, es la de recuperar a través del análisis crítico el lugar del conocimiento en la acción. Y es a través de la acción que el conocimiento ético se realiza y puede ser aparente para nosotros de dos importantes formas o maneras: mediante el análisis critico de la práctica discursiva se puede comprender la aplicación de la técnica y del saber con un propósito ético como el de informar de manera integral a toda la comunidad. Será necesario comprender de nuevo desde el análisis de la práctica discursiva y aprender luego cómo coordinar la acción con los objetivos del conocimiento y de la ética. El primer paso es desarrollar una comprensión de las prácticas discursivas presentes, que pueden distorsionar el crecimiento del conocimiento y excluir ideas que puedan ser innovadoras. La consideración ética de nuestra relación con la tecnología tiene propósitos filosóficos y prácticos. Hay consecuencias prácticas de nuestras acciones, incluyendo la decisión de cómo organizamos las bibliotecas, la disponibilidad de los servicios de búsqueda, y la accesibilidad de la información en general. Estas consecuencias pueden ser inmediatas o a largo plazo. La interpretación del análisis de las prácticas en ByCI puede ayudarnos a comprender las implicancias de nuestras decisiones en el futuro. Por ejemplo, hacer una selección de los libros en función de su utilidad inmediata, puede de forma inicial ocasionar un incremento en la cantidad de préstamos, pero en el largo plazo, el efecto puede contribuir a una disminución de la literatura del pasado o especializada en las colecciones de biblioteca y por lo tanto a una disminución de la circulación de las colecciones. La lectura y los lectores Otro aspecto olvidado en el campo de la ByCI es la problemática alrededor de la lectura y los lectores, según Pawley (2006) en los últimos años recién se ha comenzado a reconocer la riqueza de información que encierran los registros de las bibliotecas respecto a la relación existente entre los lectores y los libros que se prestan. Se puede decir que la Biblioteca tiene un gran potencial como fuente de datos primarios sobre una institución social como es la lectura. Son las bibliotecas las que pueden dar cuenta de las prácticas de lectura de colectivos sociales a los que de otra manera sería imposible acceder, como los miembros del pequeño grupo familiar, los vecinos de un mismo barrio, los estudiantes de una universidad, los miembros de un club o asociación, sin los registros de las bibliotecas toda esta información sería irrecuperable. Desde siglos las bibliotecas han desarrollado prácticas para facilitar la recuperación de los textos a través de una variedad de actividades, como las de la catalogación y la clasificación por medio de procesos de estandarización y de convenciones, que permiten lograr la facilidad de conectar a los lectores con los libros correctos según sus intereses. Pero sin embargo, para las bibliotecas el acto de la lectura es evanescente. Los lectores dejan pocas huellas perdurables de sus actividades y los estudiosos de la lectura tienen que ejercitar todo su ingenio para poder lograr la información que se necesita. El estudio de los lectores y la lectura siempre estuve superpuesto a la historia del libro y de la cultura impresa y se basa en las teorías y métodos de la historia, la crítica literaria, la retórica, los estudios culturales y la sociología. Tradicionalmente, hay dos métodos para el estudio de la lectura, uno es el de la crítica literaria y el otro el histórico, sobre ninguno de ellos durante la formación en ByCI se motiva a los futuros bibliotecarios. También se estudia la lectura desde el periodismo, la educación, la comunicación, y en menor medida desde la ByCI. Las fuentes que se utilizan son registros institucionales, censos, informes gubernamentales, catálogos de bibliotecas, registros de librerías, inventarios de bienes para identificar lectores del pasado, comparados muchas veces con los títulos y revistas que se leen. Algunos teóricos de la literatura se han centrado en lo textos impresos mismos para poder contestar preguntas acerca de cómo y por qué la gente lee. Y en la décadas de 1980 y 1990 se comienza a realizar investigación sobre la lectura basada en la teoría de la respuesta del lector, que se sustentaba más en una base empírica sobre el estudio de las experiencias reales de los lectores. También las aproximaciones histórico etnográficas han ampliado el horizonte de análisis de los textos y de las fuentes primarias que se emplean comúnmente, en estos casos se usan como corpus de investigación las cartas de lectores publicadas o inéditas; las anotaciones al margen en los libros realizadas por los lectores; relatos de protagonistas de novelas que comentan sus lecturas; memorias de intercambios entre autores y editores acerca de las obras. Todos los diversos aspectos que se han mencionado y los abordajes teóricos que se abren ante la perspectiva de tomar el universo de la lectura, el libro y los lectores, como objeto de estudio, refuerzan la ausencia y el vacío existente en la fundamentación teórica, la investigación y en la formación en ByCI. El destacado especialista en historia de las bibliotecas Wayne Wiegand (1999) comenta irónicamente, sobre la enorme influencia que tienen las bibliotecas públicas en los Estados Unidos y su certeza sobre el gran impacto que tienen en la sociedad, pero la gran parte de la comunidad de ByCI no están interesados en la lectura, a pesar que las bibliotecas públicas tienen más sucursales que el MacDonald. El autor agrega que la comunidad de ByCI se ha limitado a invertir importantes cantidades de esfuerzos materiales y humanos en investigación y docencia sobre las bibliotecas como proveedoras de materiales de lectura, con la atención centrada en los aspectos técnicos y de gestión relacionados con la prestación de “información útil” (Wiegand 1999). El desinterés de las bibliotecas por el estudio sobre la lectura, además ha ocasionado que también los investigadores de la lectura pasen por alto a las bibliotecas como sujetos de estudio, perdiendo de esta manera, la posibilidad de analizar un contexto relevante en el que la lectura es un protagonista principal. Se trata de poder incluir en el centro de interés de la disciplina a la biblioteca como un recurso clave en el estudio de la cultura y la historia de las prácticas de lectura y no dejar librado al universo de los estudios culturales la investigación sobre el análisis de la “biblioteca en la vida del lector”. En un estudio anterior, Wiegand (1997), focaliza su interés en la aparente contradicción que presentan las bibliotecas, por medio de la cual, son las principales consumidoras de libros y materiales para la lectura, pero no se dedican a estudiar, ni a investigar el mundo de los libros, y se excluyen por ende los aspectos referidos a la lectura y desde luego a los lectores. Sugiere que es muy alto el precio que pagan las bibliotecas por ignorar el mundo de la lectura, dejándolo en manos de otras disciplinas y particularmente de la industria editorial. Otro investigador del mundo de los libros y la lectura es Robert Darnton (2009a), Director del Sistema de Bibliotecas de la Universidad de Harvard, quien ha planteado una cuestión clave para la historia de la lectura: ¿Quién lee qué? Esta inquietud se orienta, a los estudios sobre la relación entre los lectores reales y los materiales específicos que leen, con el objeto de abordar las prácticas de lectura actuales. Sobre la importancia de los registros de bibliotecas acerca de los préstamos, si bien se considera a la biblioteca como una fuente importante de inspiración para la investigación, también se afirma que las listas de préstamos por sí mismas dicen muy poco, sólo los registros de préstamos revelan algo importante, cuando ellos están situados dentro de una descripción densa de la comunidad de la biblioteca. Sin embargo la problemática sobre lo qué se lee, no es la cuestión más interesante, Darnton (2009a) señala que más importantes son las cuestiones sobre cómo y por qué la gente lee. Las respuestas a la pregunta de cómo se lee, giran en torno a la controvertida revolución de la lectura en su pasaje de lo textual a lo digital, caracterizando a la primera como intensiva, lenta y repetitiva de un pequeño número de libros que fue reemplazada por una lectura extensa de gran alcance, superficial y de muchos y variados textos. Otra corriente teórica sobre el análisis de la lectura se orienta hacia la resistencia a la pasividad del lector, y argumentan que la lectura está muy lejos de la actitud de la recepción que se observa entre los espectadores de los medios de difusión y comunicación, los cuales son capturados por el espectáculo sin capacidad de crítica. Roger Chartier (2008) es uno de los principales representantes de esta corriente y pone el acento en el concepto de apropiación que se manifiesta a través de las prácticas históricas de lectura en determinadas comunidades. Se ha comprobado el valor comunitario de la lectura, aún en lugares donde la lectura en silencio es la norma, la lectura es ante todo una responsabilidad compartida y una práctica social que puede estudiarse a través de los métodos de investigación etnográficos. La lectura forma parte de un cuerpo y de un lugar, están los talleres de lectura, los eventos de abuelas que leen, las ferias de lectura, entre otras manifestaciones de la lectura compartida. El tomar en cuenta la acción de vinculación entre los lectores y los textos permite también que la biblioteca proporcione un punto de entrada al mundo de la lectura, aún cuando parece que las particularidades de tiempo y espacio no las involucran dado que se presentan con características muy estandarizadas y universales. Para finalizar, Alejandro Parada (2013), presenta un panorama integrador de las visiones acerca del mundo de los libros, la lectura , los lectores, la escritura y las bibliotecas. A igual que Wiegand destaca la necesidad de conocer la historia, para lograr una articulación dinámica y dialéctica entre pasado y presente. Encuadra a la Historia de Libro, la Lectura y las Bibliotecas bajo los fundamentos teóricos y metodológicos de las Ciencias Sociales y las Humanidades y particularmente de los Estudios Culturales. También coincide con Chartier y Darnton respecto a la necesidad de dar cuenta de la historia cultural y social que encierran los registros culturales de las bibliotecas como acerca de los lectores y los préstamos; y los soportes materiales de información como libros y bases de datos. Asimismo, propone articular la disciplina con los condicionamientos políticos y económicos; y plantea la necesidad de darle un marco teórico y filosófico. En este sentido, expresa que la Historia de Libro y las Bibliotecas pone de relieve la lucha por el poder de las producciones escritas y lectoras a lo largo de la historia. Es posible acercarse a las producciones textuales de los hombres (manuscritas, impresas, virtuales) como formando parte de la historia social y política de una época. Asimismo es un campo que nos muestra las pugnas por la lectura y la escritura, y el ejercicio del poder y la presión económica de los grupos con intereses políticos. Parada se interroga sobre el pasaje de los lectores/usuarios que se convirtieron en consumidores/clientes (customers) durante la década del 90, y sobre su no fortuita aparición. Por lo cual, se hace cada vez más necesario e indispensable tener una base fundada en una Teoría Social acerca de la ByCI basada en los distintos campos multidisciplinarios de los Estudios Culturales. Configuración del campo En el trabajo de Wiegand (1999) se pone en evidencia la tendencia fuertemente arraigada en ByCI, de las prácticas de la indiferencia y el aislamiento respecto a otras disciplinas y especialmente hacia los problemas externos al propio campo. El autor sostiene, además, que sin una profunda comprensión del pasado de las bibliotecas, no se puede evaluar su presente, ni planificar el futuro. Para lo cual propone, crear nuevas estructuras y nuevas maneras de hablar acerca de las bibliotecas y sus prácticas. En dicha investigación se analizan una secuencia de prácticas de las bibliotecas nacidas y muy difundidas durante todo el siglo XX, y se caracterizan por adolecer de una "visión túnel" y una "ceguera selectiva", es decir, se tiene la impresión de una profesión atrapada en su propia formación discursiva, en la cual los miembros hablan sobre los otros profesionales que pertenecen al propio campo, sin incorporar a los teóricos y pensadores de otras disciplinas. Se piensa y se analiza dentro de la propia disciplina y se deja de lado: el mercado de producción de bienes culturales; el entorno social, económico y político; las identidades de: los bibliotecarios, profesores, investigadores, estudiantes, hombres, mujeres, niños, niñas y usuarios en general con sus características de raza, clase, cultura y género, además de su condición social, política, económica y cultural; y el mercado de la información conformado por los proveedores de tecnologías, los editores, los productores de contenidos multimediales, las empresas de servicios de información, entre otros. Afirma Wiegand (1999), que a pesar de la cantidad de gente que concurre a las bibliotecas y a pesar de la cantidad de bibliotecas de todo tipo que existen, son las instituciones menos estudiadas y nada se sabe acerca de cómo las bibliotecas afectan la vida de las personas. Se tiene la impresión que las bibliotecas están mucho más interesadas en el proceso y la estructura a través de los cuales desarrollan sus prácticas, que en la gente. Se sabe como los lectores afectan la vida de las bibliotecas, pero nada se sabe como las bibliotecas afectan la vida de los lectores. Un ejemplo muy ilustrativo, sobre el desconocimiento y falta de información acerca de las personas que concurren a las bibliotecas, se pone en evidencia en la investigación realizada por Verón (1999) en la cual se estudia el comportamiento de los lectores de las bibliotecas públicas de París, observando el recorrido realizado por ellos en la localización de los libros de su interés. Se concluye que la particular disposición del material, agrupado por áreas temáticas, no condiciona, ni favorece la lectura de tal o cual libro en especial, ni la preferencia por una temática determinada. Los lectores se dirigen a los espacios del local de la biblioteca, en dónde encuentran los libros de su interés, de manera independiente del orden o clasificación temática establecido por la biblioteca. Si los libros estuvieran en otro orden y lugar, también se dirigirían allí para leerlos. Los resultados provocaron la sorpresa e incredulidad de los responsables de las bibliotecas estudiadas, pero no un cambio de actitud. Están convencidos y creen que la distribución de los libros en un cierto orden temático o jerárquico y el establecimiento de recorridos entre la colección según clasificaciones externas a los propios usuarios, siguiendo normas y reglas establecidas dentro y para el propio campo, ayuda a los lectores en su elección, aún cuando no intervienen, ni participan de dicho proceso. No obstante, se puede considerar un avance significativo, haber encomendado la realización de este estudio a especialistas externos al campo. En este mismo sentido, Grüner (2005), propone la biblioteca como acción antes que como realización, lo que significa una biblioteca de la “praxis”, que rompa la lógica de lo práctico inerte y ponga los libros a disposición, para ser usados. Más adelante, se enumera la serie de actividades y prácticas nuevas que sería necesario desplegar, como : realizar la historia social, económica y cultural de cada libro; indagar sobre los rituales, actitudes, respuestas, obsesiones y búsquedas de los lectores; y diseñar un edificio con espacios de circulación permanente entre los lectores y los libros. Resultando una “praxis” social, una experiencia vital, en dónde fuera el lector y no el bibliotecario el que supiera dónde está su libro. Con respecto a la "ceguera selectiva", Wiegand (1999) identifica una serie de problemas que se arrastran desde siempre en el campo de las bibliotecas, que la mayoría de las veces son ignorados y cuando se los aborda no son atendidos en toda su magnitud. Los aspectos dejados de lado, pueden resumirse en: “desconocimiento sobre el impacto de las bibliotecas en la población”, no hay una historia crítica, ni casos de estudio, ni fundamentos basados en teóricos del pensamiento universal, que indaguen sobre los usuarios de las bibliotecas como tales; “la profesión está más interesada en los procesos que en la gente”, ausencia de interrogantes acerca de lo qué se lee y porqué se lee; “no se establecen las necesarias conexiones entre el poder y el conocimiento”, se cree en y se defiende el saber objetivo y racional; “el discurso está impregnado por el uso de la tecnología”, no se aporta una mirada crítica y se piensa que hay neutralidad en la aplicación tecnológica; “no hay relaciones interdisciplinarias con otros campos”, si bien se acepta que los estudios bibliotecológicos pertenecen a las ciencias sociales, no se establecen relaciones ni teóricas, ni metodológicas con ellas; “desinterés por la economía y política de la información”, no se abren interrogantes sobre la explosión de la información y sobre cómo cada vez mayor cantidad de gente obtiene más información; en síntesis las bibliotecas son una de las instituciones más encerradas en su propio discurso, menos estudiadas y las más ubicuas. En otro trabajo, Wiegand (2003) ofrece un sintético panorama sobre las tres tipos de cosas que las bibliotecas hacen bien: la información accesible para millones de personas sobre temas muy diferentes; proveen decenas de miles de lugares donde los usuarios pueden encontrarla; y almacenan billones de materiales de lectura para millones de usuarios. Por varias generaciones, la comunidad de bibliotecas devotamente ha prestado mucha atención al primer aspecto, pero corrientemente se le da muy poca importancia, para la reflexión teórica y la investigación, al segundo y tercer aspecto. A partir del análisis realizado podemos afirmar que el modelo cultural imperante en el campo de la ByCI, se caracteriza como: cerrado en su propio discurso sin interacción con otras disciplinas; sumergido en los aspectos técnicos y ajeno al contexto social, económico y político; sustentado en el control y en el ejercicio del poder simbólico; escasamente interesado en la fundamentación teórica de las prácticas; y en transición hacia su resignificación. Bibliografía Bordieu, P. (1988). La distinción. Criterios y bases sociales del gusto. Madrid: Taurus Ediciones. Budd, John (2001). Instances of ideology in discursive practice: implications for library and information science. Library Quarterly, 71( 4), 498-517 Capurro, Rafael (2007). Epistemología y Ciencia de la Información. Conferencia presentada en el V Encontro Nacional de Pesquisa em Ciência da Informação, Belo Horizonte (Brasil) el 10 de noviembre de 2003. 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