Delegaciones y organismos diocesanos que colaboran: Apostolado Seglar, Cáritas, Consejo Diocesano de Acción Católica, Manos Unidas, Migraciones, Misiones, Pastoral Juvenil, Pastoral Obrera, Pastoral Penitenciaria y Pastoral Universitaria, APRENDER DE LA CRISIS: URGENCIA DE UNA PERSONA Y UNA TIERRA NUEVA Casi 3 años de crisis son tiempo suficiente para un balance de lo que está suponiendo y de cómo la estamos afrontando en orden al “advenimiento del Reino de Dios y la salvación de toda la humanidad” (GS, 45). En ese sentido hemos aprendido algunas cuestiones respecto a: La comprensión de la crisis y del mundo que entra en crisis: - Que no se trata fundamentalmente de una crisis financiera y económica sino, ante todo, de una crisis de sufrimiento del ser humano, especialmente de los más pobres. Un sufrimiento que no es fruto del azar, de leyes naturales,… sino de decisiones y responsabilidades humanas. - Que el problema de fondo de la actual crisis es de tipo espiritual: divinización del dinero, al que todo está sometido. - Que este ídolo ha creado un modelo de persona a su imagen y semejanza: productor-consumidor, materialista, individualista-hedonista, de deseos ilimitados,... Un tipo de persona alienada en su ser, porque confunde el ser con el tener, un ser que vive en el engaño y en la mentira. - Que, en coherencia con ese modelo de persona, ha creado un sistema basado en la primacía de la producción sobre la persona del dinero sobre el trabajo y del beneficio monetario sobre cualquier consideración. - Un sistema basado en la explotación: * De la mayoría de la humanidad, especialmente del Tercer Mundo, expoliado de sus principales recursos, lo que dificulta afrontar la crisis, y provoca un fenómeno masivo de inmigración. En el inmigrante, y en su tenaz lucha por la supervivencia, descubrimos hoy uno de los principales gritos de defensa de la vida. * De la naturaleza, reducida a base del enriquecimiento, poniendo en peligro su dimensión básica de sustento a la vida, al provocar una crisis ecológica que está siendo catastrófica para los más débiles; y que está hipotecando el futuro de las próximas generaciones en el planeta. Las medidas que se están adoptando y sus consecuencias: Desde el inicio de la crisis, se nos pide que confiemos en los que tienen el poder, que van a enderezar la economía, pues esa es la única solución y no hay otra alternativa. Otro sistema menos injusto no es posible. La experiencia nos demuestra, sin embargo, que la mayoría de las medidas adoptadas obedecen a intereses de los grandes grupos financieros y empresariales, y hacen recaer el peso de la crisis sobre los trabajadores; también sobre los autónomos y los pequeños empresarios. Medidas amparadas en un marco de legalidad, pero que recuerdan aquello que denunciaba San Pablo: la verdad ha sido hecha prisionera de la injusticia (Rom 1,18). Esta mirada crítica nos permite descubrir, además, las raíces profundas de la corrupción en nuestra sociedad, que más allá de sobornos y corruptelas, tiene que ver con el sometimiento de la acción política, el bien común, a los intereses económicos de determinados grupos. Así, vivimos en una sociedad donde la economía ha abandonado su función de satisfacer las necesidades básicas de todas las personas, y se ha convertido en una forma de enriquecerse sin límites, desnaturalizando todas las relaciones y convirtiéndose en fuente permanente de conflictos, especialmente entre capital y trabajo, alcanzándose una situación, a nivel mun- dial, en la que el capital tiene todos los derechos y el trabajo y los pobres ninguno. Las medidas que se están adoptando, en este contexto, manifiestan que la nuestra es una democracia enferma, ya que frente a un empleo lúcido y sensato de los recursos de que se disponen, reclamado por la situación de paro y empobrecimiento de amplios sectores de población, los poderes públicos siguen sin atajar drásticamente el despilfarro, sin controlar los sueldos desorbitados del mundo económico, político y social, sus viajes, protocolos, etc. y haciendo recaer los costes sobre los sectores sociales más desfavorecidos. Especialmente grave resulta la falta de una “ética pública” y de un “liderazgo moral”; ausencia que está afectando negativamente en la falta de confianza y de esperanza en los líderes, pero también en el sentido de solidaridad, tan necesario para fortalecer la convivencia humana. Las víctimas y sus aportaciones a la construcción de un futuro mejor: En cuanto crisis de “sufrimiento humano”, provoca innumerables víctimas inocentes. Como primera y más grave consecuencia de la crisis encontramos el incremento de hambre, especialmente en los países más pobres. La crisis mundial y el cambio climático han aumentado en 100 millones de personas el número de hambrientos en el mundo, superando ya los mil millones. Una hambruna que se ceba especialmente en una treintena de países. Esta crisis está reduciendo de forma significativa el poder adquisitivo mermando las posibilidades de empleo de los pobres, que gastan el 70% de sus ingresos en comida, con unos precios muy por encima de los registrados hace unos años. En los países desarrollados paro, precariedad y pobreza son las consecuencias más visibles de la crisis, especialmente en el nuestro, y quienes más la están sufriendo son los trabajadores, especialmente los parados y los que tienen contrato temporal. Más de 8 millones de trabajadores y trabajadoras que alternan contratos temporales con periodos de paro. Víctimas que encontramos más fácilmente entre inmigrantes, jóvenes, mujeres… También autónomos y trabajadores independientes pagan en sus carnes la crisis, con una pérdida de 800.000 ocupados. Tampoco podemos olvidar a familias y parejas, especialmente jóvenes, a las que la precariedad no les permite hacer frente a sus necesidades de supervivencia, y acaban convirtiéndose en nuevos pobres. Por otra parte, medidas como el desahucio exprés, generan más pobreza y exclusión, al hacer que muchas familias pierdan su vivienda. Constatamos, por tanto, una vez más, que los pobres aparecen en muchos casos como resultado de la violación de la dignidad del trabajo, bien porque se limitan las posibilidades del trabajo mediante el desempleo, pero también con el pluriempleo (acaparación del trabajo) o las horas extras, siempre y cuando no sean consecuencia de la falta de un salario digno, .. Vemos también que, junto a todas esas víctimas, una buena parte de la sociedad (clases altas y medias, y buena parte de los 12 millones de trabajadores con contrato fijo) vive la crisis como amenaza, como miedo a perder parte de su bienestar y seguridad. En este contexto descubrimos signos positivos, como un incremento de la solidaridad que se concreta en diversas formas de compromiso y voluntariado, desde la entrega gratuita y generosa, en el aumento de las ayudas económicas a algunas organizaciones comprometidas en la lucha contra la pobreza; en el mantenimiento de políticas de protección social; en una mayor sensibilidad hacia los problemas del Tercer Mundo (objetivos del milenio, pobreza cero, ..); en el compromiso de los jóvenes en plataformas de solidaridad. También observamos con esperanza el desarrollo de formas de autoayuda entre las propias víctimas y que les lleva a compartir sus escasos recursos (habitación, vivienda, dinero, alimentos,…) Pero también constatamos, especialmente en ese sector instalado en el miedo, la aparición de comportamientos peligrosos: el egoísmo grupal e insolidario –y peligrosamente alentado desde intereses electorales- (así, oímos que España no debería ayudar a otros países, que antes son nuestros problemas; que las ayudas sociales no deberían ser para los inmigrantes, …); la criminalización de comportamientos y problemas sociales vinculados con la pobreza, como el “top manta”, con elevadas penas de cárcel, en tanto que delitos fiscales se consideran “faltas administrativas”; formas de racismo más o menos encubiertas, que no son sino estigmatización de la pobreza; individualismo, p.e. oponiéndose a pagar impuestos para favorecer el consumismo individual,... Nosotros y nuestras esperanzas. Desde esa mirada de fe aprendemos, además, que la crisis es ocasión de conversión, de reflexionar sobre nuestro estilo de vida y nuestro compromiso en el mundo, y para repensar el talante comunitario necesario para anunciar el Reino de Dios hoy y aquí (¿cómo tenemos que ser personal y comunitariamente para llevar adelante ese programa?). En ese sentido tenemos que reconocer que: • esta situación de crisis la hemos creado todos y cada uno, aunque con diferentes responsabilidades a la de los poderes financieros, económicos y políticos, • los graves problemas que ha engendrado la crisis no los va a solucionar sólo la economía, • que la superación de la crisis tener elevados costes y, por tanto, tenemos que plantearnos, desde una conciencia social y moral ¿quién paga los costes? • es necesario el esfuerzo y la participación de todos, aportando lo mejor de cada uno; nosotros, como cristianos, estamos llamados a aportar los valores del Evangelio, sintetizados en el Padrenuestro y las Bienaventuranzas. Y hacerlo sin dejar de actuar por miedo a “mancharnos las manos” y que es necesario, en expresión paulina: “hacerse pecado sin tener pecado”. • que esa aportación implica la búsqueda de nuevos modelos de persona y de sociedad, desde los valores recogidos en la Doctrina Social de la Iglesia, nacidos del encuentro del Evangelio con las vida de los pobres, en concreto: - La persona humana, como valor supremo de la vida social, ha de ser el sujeto y fin de todo orden social y político, nunca objeto y medio de nada, ni de nadie (GS. 25). - La dignidad de la persona como el fundamento de una igualdad fundamental entre todos los pueblos y entre todos los seres humanos, a partir de los más desfavorecidos. - La solidaridad universal, desde los más desfavorecidos. Solidaridad, que es la traducción de la filiación divina y de la fraternidad. - El derecho a un trabajo digno, como fuente de realización y de dignidad de la persona; en ese sentido es necesario evitar que el trabajo y la persona misma se reduzcan a simple mercancía, para ello es necesario un salario suficiente para la vida de la familia, seguros sociales para la vejez, enfermedad y desempleo, condiciones de trabajo adecuadas, … (CA 34, LE, 8)) - Participación corresponsable, esto es, el pueblo entero ha de ser el protagonista de su historia. Dicha participación evita el tener que esperar la respuesta en orden a solucionar los problemas sólo de la decisión de un solo factor: el partido, el gobierno; de una sola acción principal: la conquista del poder; de un núcleo social principal: la económico, lo tecnológico etc. DECÁLOGO Proponemos una reflexión orientada a buscar y vivir, como cristianos y como comunidad eclesial, una salida a la crisis a través de un desarrollo integral humano, universal, solidario y ecológico, capaz de satisfacer las necesidades básicas de toda la humanidad. Este material responde a las preocupaciones expresadas por la Iglesia Universal, especialmente en la última encíclica “Caritas in veritatis”, por la Iglesia española en su “Declaración ante la crisis económica y moral”, y por la iglesia diocesana que, en la línea 2ª del Plan Pastoral (“Desde la experiencia de Dios y desde la opción por los pobres promover (en parroquias, comunidades, …) la acción caritativa y social”) propone como objetivo hacer una lectura de la crisis y dar respuesta como cristianos. A Para aportar a la construcción de una mujer y un hombre nuevos, protagonistas del nuevo orden, en una naturaleza creada por Dios a su servicio. El dios-dinero tan presente en la actual sociedad capitalista, ha creado un modelo de persona a su imagen y semejanza: un tipo de mujer y de hombre productor-consumidor, materialista, individualista-hedonista, de deseos ilimitados,...; una persona alienada en lo profundo de su ser porque confunde el ser con el tener… por eso superar la crisis implica también respondernos a otra pregunta ¿qué significa ser persona, aquí y ahora?, ¿qué humanidad queremos? 1 Defender la dignidad de la persona y de todas las personas, como valor supremo de la vida social. Dignidad que se deriva de la fe en Dios Padre y Madre universal, desde la que todo hombre y mujer es imagen de Dios en la tierra, lo que se convierte en fuente de derechos y deberes humanos: la persona humana, centro y cima de todos los valores y valor supremo de la vida social, ha de ser el sujeto y fin de todo orden económico, social y político, y nunca puede ser reducido a medio (GS. 25); las instituciones son para servir a la persona, para procurar la convivencia en justicia y fraternidad, … Esta dignidad es fundamento de la solidaridad universal y de la igualdad fundamental entre todos los pueblos y entre todos los seres humanos; y expresión de la fraternidad cristiana que requiere la opción preferencial por el pobre. Además, implica la defensa de la vida en todas las situaciones. “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn. 10, 10). Ayudar a tomar conciencia del problema en todas sus dimensiones, con charlas, hojas parroquiales, manifiestos, etc.; educar a nuestros hijos, amigos y compañeros para que compartan, vivan solidariamente y acepten a todos, etc. 2 Una nueva forma de relacionarnos con los demás, especialmente con los pobres, desde su dignidad inalienable. Los pobres son el lugar teológico del encuentro con el Dios cristiano. La pobreza, creada por el pecado (explotación, dominación y opresión) niega al Dios de la Vida. La nueva sociedad no puede reducir al pobre a objeto de asistencia benéfica, pues aunque oprimido es digno de ser respetado en sus derechos como persona. Los pobres no solo tienen hambre de pan y de vestido... también de dignidad y salud integral, de sentido, de misterio y de protagonismo en su propia liberación. Los pobres para los cristianos no son so.o objeto de acción social/caritativa, sino también voz, presencia, llamada de Dios a nosotros. Acompañar a las víctimas, para que puedan defender sus derechos y no empeoren sus condiciones de vida a través de nuestra implicación en organizaciones como Caritas, Manos Unidas, Delegación Pastoral de Migraciones, etc Llevar una vida respetuosa con el medio ambiente. La naturaleza es el medio (espacio físico) necesario para cualquier acción que pretenda servir y promocionar a la persona. 3 Es la obra de Dios. La persona es “administradora”, no dueña o explotadora de la naturaleza. Hemos de traducir nuestra fe en Dios Creador en exigencias éticas y en propuestas humanistas, para afrontar un cambio en las actitudes culturales y en los presupuestos socio-económicos, que están dando origen a la explotación de la naturaleza. Opción por una forma de vida digna y austera, que sea universalizable a todos los pueblos, aprendiendo a valorar las pequeñas cosas, sin olvidar que no valemos por lo que tenemos, sino por lo que somos; en consecuencia, defensa de una economía no desarrollista, del decrecimiento económico, .. B Valores­marco y mediaciones para hacer posible la fraternidad uni­ versal, y cuya traducción laica es la solidaridad. (Cambia tu vida para cambiar el mundo).. Desde el evangelio no se deduce un proyecto de sociedad para superar la crisis; pero sí que nos proporciona una luz, una perspectiva, que orienta la determinación de aquellos valores-marco que pueden configurar esa nueva sociedad capaz de superar los rasgos negativos que la crisis ha dejado al descubierto. En ese sentido nos proponemos: Plantearnos una nueva forma de relacionarnos con los bienes económicos y la economía desde el Evangelio y desde la enseñanza social de la Iglesia, en particular: La persona es el centro y fin de toda la actividad económica. Priori-dad de la persona sobre el capital. Todo proyecto económico debe aspirar a la igualdad de todos los hombres y mujeres. Solidaridad real con los pobres como piedra angular. Los sistemas económicos deben buscar el satisfacer las “necesidades humanas”. Procurar que todos participen en lo económico. Facilitar la formación y la información. Los bienes creados han de llegar a todos. a. Destino universal de los bienes. Principio prioritario en la moral económica, que implica que la tierra con todos sus bienes han sido creados por nuestro Padre Dios para utilidad de toda la familia humana, no para unos pocos. b. Propiedad privada. Desde la fe cristiana la propiedad privada no es un derecho absoluto, pues su fin es hacer posible el destino común de todos los bienes. En ese sentido, lo que no necesitas, una vez suficientemente cubiertas tus necesidades básicas, deja de ser tuyo, si hay otros que lo están necesitando. 4 Decidirnos a caminar hacia una conversión personal de nuestra conciencia, planteándonos, en serio, cuánto tengo y necesito realmente en mi vida, y cuánto y cómo de lo que tengo y no necesito debo compartir; priorizar la solidaridad con los pobres, poniendo nuestra economía a su servicio, por ejemplo, aportando el 0,7% de nuestro presupuesto familiar a los países pobres; agradecer y gestionar responsablemente lo que hemos recibido, pues los bienes de la tierra son dones de Dios al servicio de todos. Un ser planetario y ecológico, capaz de adoptar el punto de vista de la humanidad y del planeta, que ejerce su responsabilidad para con los pobres, las ge neraciones futuras y toda la humanidad. 5 En particular con los pueblos y con las clases expulsadas a la periferia del desarrollo; y hacerlo en solidaridad con las generaciones venideras. Participación en movimientos y plataformas de solidaridad con el Tercer Mundo; hacer nuestra la conciencia ecológica y los esfuerzos por preservar la creación de los efectos devastadores de este sistema productivo. C Trabajar por una sociedad democrática y participativa, en la que la polí­ tica esté al servicio del bien común, y la economía al de la satisfacción de las necesidades básicas de toda la humanidad. Queremos denunciar y superar una economía que, bajo el mito del máximo crecimiento, como condición para crear empleo y salir de la crisis, persigue el máximo beneficio de las grandes corporaciones, dando lugar a una de las peores formas de corrupción, el secuestro de la política por la economía, del interés común por los intereses particulares. Nos parece urgente trabajar por una reforma social ineludible, así como por generar la mentalidad que la posibilite; esto es, iniciar un proceso de sanación de una sociedad gravemente enferma, y que ha de venir desde la participación popular, la solidaridad, la justicia, la libertad y la verdad.? 6 Apoyar e impulsar, en la medida de nuestras posibilidades, una economía de comunión, como señala la última encíclica Caritas in veritatis A través de fórmulas como el trabajo cooperativo, el consumo responsable y las finanzas éticas, realidades basadas en valores alternativos como la democracia participativa, igualdad, el apoyo mutuo, la solidaridad, y la justicia social. Apoyo a iniciativas sociales que buscan un modelo de sociedad más humano y solidario: banca ética, comercio justo, banco de tiempo, cooperativismo, creación y/o reparto del empleo, eliminando el pluriempleo y las horas extras innecesarias para una vida digna; voluntariado,… 7 Desarrollar un compromiso social y político con otros para hacer posible una transformación de nuestra sociedad. • Fortalecer los sindicatos y las organizaciones ciudadanas de defensa y promoción de una vida digna para todos, con atención preferente a los trabajadores/as que más sufren la precariedad y las injusticias sociales (jóvenes, inmigrantes y mujeres); • Reforzar las redes solidarias de la sociedad e intensificar los gestos de solidaridad con las víctimas de la crisis. • Cuidar y favorecer la formación de la dimensión socio-política de la fe cristiana de las personas cristianas comprometidas. Para cultivar nuestra espiritualidad y formación cristiana: d Hemos visto que una de las características más importantes de la crisis actual es que se trata de una crisis espiritual (divinización del dinero). Por ello, este bloque de compromisos está orientado a fortalecer nuestra espiritualidad; de lo que se trata es de respondernos, de forma práctica, a la siguiente cuestión: ¿qué significa y qué implica ser cristiano hoy y aquí? Renovar nuestra espiritualidad cristiana mediante el cultivo, personal y comunitario, de la experiencia de Dios, que tiene que manifestarse, de forma especial, en la atención a las necesidades trascendentes de los emigrantes y de los pobres en general. 8 Cultivo de la oración y celebración de la Eucaristía; encuentros, jornadas, retiros,… en los que poder contrastar nuestra vida y nuestra experiencia personal de la crisis con el Evangelio. Fomentar la lectura cristiana de la realidad, a fin de favorecer un cristiano lúcido y crítico frente a la sociedad, al colectivo político y religioso. 9 Asistir a jornadas de formación, planificarlas y organizarlas en nuestro grupo o comunidad, participar en algún grupo o comunidad de revisión de vida, … E Para avanzar en una renovación evangélica de la Iglesia, y de nuestros grupos y comunidades. Se trata de una renovación que nos capacite para anunciar el evangelio al hombre actual (con sus problemas, necesidades, sensibilidades tan marcadas por la huella de la crisis) y mediar la salvación y la liberación de Jesucristo, en la dirección marcada por el Concilio Vaticano II al definir la Iglesia como “signo” del Proyecto de Dios revelado y realizado en Jesús (Reino de Dios). Este Proyecto de Dios Padre, no sólo es el centro de la vida de Jesús, sino que necesita un pueblo concreto que lo acepte, lo haga presente en la historia y en la existencia humana y lo visibilice. Por eso, la preocupación primera de Jesús fue convocar y congregar al pueblo de Israel. Al servicio de este proyecto de Dios está la Iglesia, siendo signo. Colaborar en la construcción de una Iglesia mística, pobre, samaritana y fraterna que escucha, acoge, vive y transforma la realidad eclesial y del mundo para formar la familia de los hijos de Dios. • Desarrollo de la comunión y la comunicación cristiana de bienes. • favorecer, mediante la formación y el acompañamiento comunitario, la participación, compromiso y presencia de los cristianos en la vida pública; • acoger como hermanos a los más necesitados según las realidades parroquiales, en particular a los inmigrantes y otras víctimas de la crisis; • sensibilizar a la comunidad y a la sociedad sobre el amor que hay que tener a los más necesitados, siendo, además vehículo de denuncia de esas necesidades más marginales; • favorecer el encuentro y el diálogo interreligioso. 10 F UN “SIGNO” PARA EXPRESAR COMUNITARIAMENTE ESOS COM­ PROMISOS Invitar a todos los cristianos y cristianas de la diócesis, y a todas las personas que quieran expresar su solidaridad, a entregar un donativo generoso con motivo de la paga del mes de julio, para ayudar a los más desfavorecidos, a través de las Delegaciones Diocesanas de Caritas o Manos Unidas, o de otras entidades socio-caritativas. TEXTOS PARA LA REFLEXIÓN 1. 2. 3. 4. “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn. 10, 10). “La gloria de Dios es que el hombre vida” (San Irineo) “A ese que despreciamos y no podemos mirar porque su vista nos da náuseas, es un semejante nuestro, hecho del mismo barro y los mismos materiales que nosotros” (San Jerónimo). “Ellos representan a la persona del Salvador, porque el Señor por su bondad les prestó su propia persona” (San Gregorio de Nisa). “La Iglesia descubre en los pobres y en los que sufren la imagen de su Fundador pobre y doliente” (Lumen Gentium, n. S). “Todo hombre tiene derecho a la libertad de movimiento y de residencia dentro de la Comunidad política de la que es ciudadano; y también tiene derecho de emigrar a otras Comunidades políticas y establecerse en ellas cuando así lo aconsejen legítimos intereses. El hecho de pertenecer a una determinada Comunidad política, no impide de ninguna manera el ser miembro de la familia humana y pertenecer en calidad de ciudadano a la Comunidad mundial” (PT 20) ““La naturaleza ha producido todas las cosas en común para todos. Pues, Dios ordenó que todo se engendrase de forma que el sustento fuese común a todos y la tierra una especie de posesión común de todos. La naturaleza, pues, engendró un derecho común a todos, el uso creó el derecho positivo” (De officiis ministrorum, 1,28,132. PL. 16,62). “"Debemos advertir que la tierra es común a todos. Por tanto, no son inocentes, los que reivindican solo para ellos, lo que es un don de Dios para todos. Los que no reparten lo que tienen, son causa de crueldad y muerte de sus prójimos, ya que todos los días matan a cuentos mueren de hambre, en cuanto les niegan socorro, acumulando riquezas para sí. Cuando damos a los que lo precisan, les estamos devolviendo lo que les pertenece y no lo que es nuestro. Estamos pagando una deuda de justicia, más que realizando una obra de misericordia" (Papa Gregorio Magno, Regla pastoral PL.77, 87). (La naturaleza) es un don de Dios para todos, y su uso representa para nosotros una responsabilidad para con los pobres, las generaciones futuras y toda la humanidad. (CiV 48) “Cuando la interdependencia es reconocida, su correspondiente respuesta, como actitud moral y social, y como “virtud”, es la solidaridad. Esta no es, pues, un sentimiento superficial por los males de tantas personas, cercanas o lejanas. Al contrario, es la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común; es decir, por el bien de todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos. Esta determinación se funda en la firme convicción de que lo que frena el pleno desarrollo es aquel afán de ganancia y la sed de poder ... Tales “actitudes y estructuras de pecado” solamente se vencen —con la ayuda de la gracia divina— mediante una actitud diametralmente opuesta: la entrega por el bien del prójimo, que está dispuesto a “perderse”, en sentido evangélico, por el otro en lugar de explotarlo, y a “servirlo” en lugar de oprimirlo para el propio provecho (SRS 38) 5. “Amar a alguien es querer su bien y trabajar eficazmente por él. Junto al bien individual, hay un bien relacionado con el vivir social de las personas: el bien común. Es el bien de ese «todos nosotros», formado por individuos, familias y grupos intermedios que se unen en comunidad social. No es un bien que se busca por sí mismo, sino para las personas que forman parte de la comunidad social, y que sólo en ella pueden conseguir su bien realmente y de modo más eficaz. Desear el bien común y esforzarse por él es exigencia de justicia y caridad. Trabajar por el bien común es cuidar, por un lado, y utilizar, por otro, ese conjunto de instituciones que estructuran jurídica, civil, política y culturalmente la vida social, que se configura así como pólis, como ciudad. Se ama al prójimo tanto más eficazmente, cuanto más se trabaja por un bien común que responda también a sus necesidades reales. Todo cristiano está llamado a esta caridad, según su vocación y sus posibilidades de incidir en la pólis. (CiV 7) 6. 7. El mismo Señor, en efecto, invita de nuevo a todos los laicos, por medio de este santo Concilio, a que se le unan cada día más íntimamente y a que, haciendo propio todo lo suyo (cf. Flp 2, 5), se asocien a su misión salvadora; de nuevo los envía a todas las ciudades y lugares adonde Él está por venir (cf. Lc 10, 1» (ChL, 2) La formación de los fieles laicos tiene como objetivo fundamental el descubrimiento cada vez más claro de la propia vocación y la disponibilidad siempre mayor para vivirla en el cumplimiento de la propia misión (ChL 58) 8. “De los hambrientos es el pan que tú tienes; de los desnudos, la ropa que tú almacenas, y es la redención y liberación de los desgraciados el dinero que tú escondes en la tierra”. (S. Ambrosio) 10. 9. CUESTIONARIO PARA EL TRABAJO EN GRUPOS Tras leer el material personalmente y de dialogarlo y compartirlo en tu grupo, asociación, comunidad, movimiento, …: Qué aspectos consideras importante afianzar en tú vida, cristiana. ¿Cómo crees que puedes lograrlo? Para empezar a dar pasos: ¿qué compromiso sencillo y concreto te marcas? Qué aspectos deberías plantearos en vuestro grupo. Qué podéis hacer para avanzar en esa dirección. Qué cuestiones consideras que deberíamos plantearnos en la Iglesia diocesana. ¿cómo? Hacer llegar vuestras respuestas a la Delegación de Apostolado Seglar.