Filósofos medievales San Tomas Biografía: Llamado Doctor Angélico; Roccaseca, actual Italia, 1224 - Fossanuova, id., 1274) Teólogo y filósofo italiano. Hijo de una de las familias aristócratas más influyentes de la Italia meridional, estudió en Montecassino, en cuyo monasterio benedictino sus padres quisieron que siguiera la carrera eclesiástica. Posteriormente se trasladó a Nápoles, donde cursó estudios de artes y teología y entró en contacto con la Orden de los Hermanos Predicadores. Escuela: La Universidad de París era ideal para las aspiraciones del joven Tomás, por su marcada predisposición al Trivium (ya tradicional en París) y por sus escuelas de teología. Tuvo por maestros más destacados a Alejandro de Hales y a Alberto Magno, ambos acogedores de la doctrina aristotélica (especialmente el segundo). Entre sus compañeros estaba Buenaventura de Fidanza con quien mantuvo una singular relación de amistad, aunque también de cierta polémica intelectual. Antes de que Tomás acabara los estudios, Alberto Magno, sorprendido por el entendimiento de su alumno napolitano, le encarga un Acto escolástico, y a sus fortísimos argumentos el alumno responde con perfecta distinción, deshaciendo el discurso del Doctor alemán, el cual dijo a la asamblea: "Vosotros llamaís a éste el Buey mudo, pero yo os aseguró que éste Buey dará tales mugidos con su saber que resonarán por el mundo entero 3 " Pensamiento: EL PROBLEMA DE LA RELACION FE Y RAZON Dicho problema llega en Sto Tomás a su punto culminante y, para muchos, a su solución. La distinción filosofía/teología descansa en la separación entre orden natural y sobrenatural. Son dos órdenes distintos, pero no opuestos ni contradictorios sino complementarios: el orden de conocimiento natural procede de la razón humana, da lugar la filosofía y posee leyes y métodos propios, con valor demostrativo. Por su parte el orden sobrenatural procede de la revelación y de la fe y es un conocimiento oscuro por naturaleza (“creer es un acto del entendimiento que asiente a la verdad divina por imperio de la voluntad movida por Dios mediante la gracia”); algunas de sus verdades están al alcance de la razón, y otras la exceden. Ambos conocimientos provienen, en último término, de Dios, por lo que entre ellos no puede haber contradicción. De esta forma, Sto Tomás rechazará la teoría averroísta de la doble verdad. LA EXISTENCIA DE DIOS II.1. El problema de su demostración. Podríamos pensar que si bien Dios no es perceptible por los sentidos puede ser perceptible directamente, sin embargo, por la razón. Ejemplos de conocimiento de este tipo son "los hombres son animales racionales" o "los triángulos tienen tres lados"; a estas proposiciones las denomina Sto Tomás evidentes en sí mismas; ello quiere decir que en la esencia de los objetos en cuestión se encuentra la propiedad referida en la proposición (que el predicado se incluye en el sujeto). Los ejemplos anteriores son, además, evidentes para nosotros pues los vemos como verdaderos con solo comprender el concepto sujeto. Si la existencia de Dios fuese una característica esencial, si se incluyese en su esencia, entonces podríamos suponer que la proposición "Dios existe" puede ser mostrada como verdadera con la mera comprensión del término "Dios"; algunos filósofos (S. Anselmo y Descartes) creerán que se puede mostrar la existencia de Dios basándose en ese supuesto (ese es el "argumento ontológico"). Sto Tomás mantendrá, por el contrario, que no cabe una argumentación de ese género porque la esencia de Dios no nos es dada con la misma claridad que por ejemplo, la esencia del triángulo. Ello quiere decir que la proposición "Dios existe" no es evidente para nosotros, aunque sea evidente en sí misma (pues es verdad que la existencia se incluye en la esencia de Dios). Retrato: Guillermo de Ockham Biografía: también Occam, Ockam, o varias otras grafías (en inglés: William of Ockham) (c. 1280/1288 – 1349) fue un fraile franciscano, filósofo y lógico escolástico inglés, oriundo de Ockham, un pequeño pueblo de Surrey, cerca de East Horsley. Como franciscano, dedicado a una vida de pobreza extrema, murió a causa de la peste negra. Ockham se unió a la Orden Franciscana siendo aún muy joven, y fue educado primero en el convento franciscano de Londres y luego en Oxford. No completó sus estudios en Oxford, pero fue durante este periodo y los años inmediatamente siguientes cuando escribió la mayoría de las obras filosóficas y teológicas sobre las que descansa primordialmente su reputación. Escuela: La posición que adoptará Occam respecto al tema de la relación entre la razón y la fe supondrá no ya la distinción entre ambas y la concesión a cada una de un espacio particular de aplicación, como había defendido santo Tomás, sino su radical distinción e independencia. La razón no está ya al servicio de la fe, ni la fe necesita de la razón para esclarecer sus propios dictados. La fe depende estrictamente de la revelación, por lo que la razón no tiene nada que decir, no tiene nada que añadir ni quitar, nada que aclarar a la palabra divina. La razón, por su parte, siendo una facultad otorgada por Dios al hombre, para ordenarse en este mundo, no tiene nada que tomar de la fe: ha de recurrir a las otras facultades naturales y, exclusivamente con ellas, obtener los conocimientos necesarios para la vida más perfecta posible del hombre. Pensamiento: Ockham ha sido llamado el filósofo «el mayor nominalista que jamás vivió» y tanto él como Duns Scoto, su homólogo en el bando realista, han sido considerados por algunos como las dos «mentes especulativas más grandes de la Edad Media» entre los pensadores pertenecientes a la escuela franciscana. Por ello, se ha escrito que son «dos de los metafísicos más profundos que jamás vivieron» (C. S. Peirce, 1869), honor que comparten con otros autores medievales como Agustín de Hipona, Alberto Magno, Tomás de Aquino, Buenaventura de Fidanza, Nicolás de Cusa o Giordano Bruno (cfr. cualquiera de las ediciones de la conocida obra de E. Gil son, Historia de la filosofía Medieval). En sus razonamientos hizo frecuente uso del principio de economía de entes, conocido en el ámbito cultural anglosajón como principio; por ello, aunque es muy anterior a él —ya lo utilizaban los antiguos griegos y aparece en el Órgano aristotélico—, fue bautizado como «navaja de Ockham». La formulación de esta máxima, que realizó Bertrand Russell (1946, 462—463) en los Principia, establece que si un fenómeno puede explicarse sin suponer entidad hipotética alguna, no hay motivo para suponerla. Es decir, siempre debe optarse por una explicación en términos del menor número posible de causas, factores o variables. Nominalismo. No es Ockham el iniciador de esta corriente aunque sí su más conocido representante. Ya otros le habían precedido en el camino de eliminar algunas de las muchas cosas que suprimiría su “navaja”. Pero el mismo achaca a estos autores su ambigüedad al mantener en último término bastantes vestigios del resumió moderado, resistiéndose a negar absolutamente la existencia de las ideas ejemplares divinas o algún tipo de base del universal de los seres, mientras que él adopta una postura realmente nominalista, o mejor, conceptualista, al afirmar que el universal es una elaboración mental. Esta corriente no es fácil de caracterizar, ofreciendo la propia concepción de Ockham puntos oscuros y difícilmente expresables en pocas palabras. La manera más sencilla es la vía negativa, lo que niega esta opinión: la posición de Ockham supone la negación de todas las cuestiones que en la filosofía medieval estaban ligadas de alguna manera a la concepción platónica aristotélico-tomista de los universales. El individuo, e ser concreto, singular, se afirman como única realidad existente con todas sus consecuencias. A partir de aquí: No tiene sentido la cuestión del principio de individuación (aquello que hace que una esencia universal- se concrete en un individuo, en una existencia particular). Carece igualmente de sentido la distinción esencia-existencia, materia-forma, sustancia-accidentes. No hace falta el largo proceso cognoscitivo hasta llegar a la captación de lo universal. Desaparecen las ideas ejemplares, calificadas como de origen no cristiano por Ockham y que, según él, lo único que hacen es limitar el poder de Dios, cuya omnipotencia absoluta es suficiente base para el contintengismo radical de todo lo creado. Invalidez de las pruebas de la existencia de Dios que se apoyan también en lo universal (esencia común, relación, causalidad, perfección…) Retrato: Epicuro: Biografía: De padres pobres (Neocles, su padre, era maestro de escuela y Queréstrates, su madre, adivina), nació y se educó en Samos, lugar en el que los atenienses habían establecido una cleruquía (colonia). A los catorce años, se trasladó a Teos, donde estudió con Nausífanes, discípulo de Demócrito. En el año 323 a.C. se trasladó a Atenas para cumplir el servicio militar. Cumplido éste, tras diez años dedicados al estudio de la filosofía, comenzó a enseñar en Mitilene, de donde fue probablemente expulsado (310 a. C.), y después en Lámpsaco.1 En el año 306 a. C., a los 35 años, regresó a Atenas, donde fundó su escuela, denominada Jardín. Fue maestro de la misma hasta su fallecimiento en el año 270 a.C., a la edad de 72 años. Dejó la dirección de su escuela a Hermarco de Mitilene, quien afirmó que su maestro, después de verse atormentado por crueles dolores durante catorce días, sucumbió víctima de una retención de orina causada por el mal de la piedra. En su testamento, conservado por Diógenes Laercio, otorgó la libertad a cuatro de sus esclavos. Escuela: El Jardín es el nombre de la escuela de filosofía fundada por Epicuro en las afueras de Atenas, próxima a la Academia platónica, en el camino de El Pireo.1Epicuro se estableció definitivamente en Atenas en el año 306 a. C. (cerca de esta fecha debió de fundar su Jardín) y permaneció aquí el resto de su vida. Desarrolló en el Jardín sus ideas de amor hacia el campo (más que un verdadero jardín, su escuela se trataba de un huerto, de un espacio rural ajeno a la ciudad), 2 su ideal de vida oculta y su rechazo hacia los planteamientos intelectuales y políticos de la Academia platónica.3 Los seguidores de Epicuro fueron conocidos como los filósofos del jardín o aquellos del jardín. Pensamiento: La canónica es la parte de la filosofía que examina la forma en la que conocemos y la manera de distinguir lo verdadero de lo falso. Según Epicuro, la sensación es la base de todo el conocimiento y se produce cuando las imágenes que desprenden los cuerpos llegan hasta nuestros sentidos. Ante cada sensación, el ser humano reacciona con placer o con dolor, dando lugar a los sentimientos, que son la base de la moral. Cuando las sensaciones se repiten numerosas veces, se graban en la memoria y forman así lo que Epicuro denomina las "ideas generales" (diferentes a las platónicas). Para que las sensaciones constituyan una base adecuada, sin embargo, deben estar dotadas de la suficiente claridad, al igual que las ideas, o de otro modo nos conducirán al error. Diógenes Laercio, menciona un cuarto proceso de conocimiento, además de las sensaciones, los sentimientos y las ideas generales: las proyecciones imaginativas, por las cuales podemos concebir o inferir la existencia de elementos como los átomos, aunque éstos no sean captados por los sentidos. Todos esos aspectos, sin embargo, son sólo los principios que rigen nuestro modo de conocer la realidad. El resultado de su aplicación nos lleva a concluir la concepción de la naturaleza que se detalla en la física, segunda parte de la filosofía epicúrea. Retrato: Alberto magno: Biografía: Estudio en Padua, donde tomó el hábito de Santo Domingo de Guzmán y profundizó en el conocimiento de la filosofía aristotélica, y en París, doctorándose en1245. Enseñó en algunas de las pocas Universidades que existían en ese momento en Europa, también desempeñó su trabajo en distintos conventos a lo largo de Alemania. En la universidad de París tradujo, comentó y clasificó textos antiguos, especialmente de Aristóteles. Añadió a estos sus propios comentarios y experimentos, aunque Alberto Magno no veía los experimentos como lo verían luego los fundadores de la ciencia moderna y en especial Galileo Galilei, sino que en su opinión la experimentación consistía en observar, describir y clasificar. Este gran trabajo enciclopédico sentó las bases para el trabajo de su discípulo Santo Tomás de Aquino. También trabajó en botánica y en alquimia, destacando por el descubrimiento del arsénico en 1250. En geografía y astronomía explicó, con argumentos sólidos, que la tierra es redonda. En 1259 ó 1260, fue ordenado obispo de la sede de Ratisbona, cargo que dejaría poco después habiendo remediado algunos de los problemas que tenía ladiócesis. En 1263, el Papa Urbano IV aceptaría su renuncia, permitiéndole volver de nuevo a la vida de comunidad en el convento de Wurzburgo y a enseñar en Colonia. Murió a la edad de 87 (o 74) años, cuando se hallaba sentado conversando con sus hermanos en Colonia. Antes había mandado construir su propia tumba, ante la que cada día rezaba el oficio de difuntos. Está enterrado en la cripta de la Iglesia de San Andrés, en Colonia. Sus obras, recogidas en 21 volúmenes, fueron publicadas en Lyon en 1629. Fue beatificado en 1622, pero la canonización se haría esperar todavía. En 1872 y en 1927, los obispos alemanes pidieron a la Santa Sede su canonización, pero sin éxito. El 16 de diciembre de 1931, Pío XI, proclamó a Alberto Magno Doctor de la Iglesia lo que equivalía a la canonización. Su fiesta en la Iglesia Católica se celebra el 15 de noviembre. San Alberto es el patrono de los estudiantes de ciencias naturales, ciencias químicas y de ciencias exactas. Pensamiento: La escolástica (del latín scholasticus, y éste a su vez del griego σχολαστικός [aquel que pertenece a la escuela]) es el movimiento teológico y filosófico que intentó utilizar la filosofía grecolatina clásica para comprender la revelación religiosa del cristianismo. Escuela: La Filosofía de Alberto Magno es la Filosofía aristotélica, incorporada y como encarnada en la Filosofía cristiana, en la parte en que aquélla no se opone a las verdades fundamentales de ésta, pero sin excluir, antes bien asimilándose elementos platónicos e ideas de las escuelas árabes, judaicas y neoplatónicas. Alberto Magno, lejos de seguir ciegamente a Aristóteles, según piensan algunos, pone de manifiesto y combate sus errores cuando se presenta la ocasión; reprende y ridiculiza a los que hacen de él una especie de Dios, y recuerda oportunamente que, puesto que fue un hombre como nosotros, pudo errar como nosotros: Si autem creditipsum (Aristotelem) esse hominem, tunc proculdubio errare potuit, sicut et nos. Retrato: