UNIDAD DE CAPACITACION Y SUPERVISION, MINISTERIO PUBLICO, COSTA RICA PODER JUDICIAL Temas: (UCS-MP) Sumario: Delitos contra el honor: Concurso ideal entre injurias y calumnias Prueba de la verdad Legitima defensa. No puede darse un concurso ideal entre las normas o delitos de Injurias y Calumnia, dado que, si se da el supuesto de que la única acción que constituye una ofensa al honor, simultáneamente conforma la imputación falsa de un delito, las normas en aparente concurrencia en realidad se excluyen entre sí y queda vigente sólo la última, a saber, la Calumnia. 59 2002 El tipo penal contenido en el artículo 147 del Código Penal tiene, como uno de sus elementos descriptivos, la atribución falsa de un hecho delictivo, no tiene sentido en estos casos, entrar a discutir acerca de si procede o no la prueba de la verdad porque, siempre debe probarse la falsedad de la atribución para que el tipo penal se perfeccione, cuando de calumnia se trata, invariablemente, debe demostrarse por parte de quien acusa, que la imputación que se le hizo por parte del ofensor era falsa. No basta, para arribar a una condenatoria, afirmar entonces que se ha imputado un delito, ni en sentencia es suficiente con tener por cierto que tal imputación se llevó efectivamente a cabo. Puede darse legítima defensa no sólo frente a agresiones a la vida, la integridad física, la propiedad, la libertad, etc., sino también frente a agresiones al honor, derecho de la personalidad que puede ser también salvaguardado mediante este instituto jurídico Es posible aceptar la legítima defensa frente a agresiones ilegítimas y actuales al honor. Así, ha de aceptarse, por ejemplo, que el que responde con un puñetazo a quien lo injuria o calumnia para que cese en su ataque verbal, perfectamente está amparado a la causa de justificación dicha. Pero no puede admitirse que ante una agresión previa al honor – mediante injuria o calumnia- se entienda que la respuesta por esos mismos medios, sea un mecanismo legítimo e idóneo “para repeler o impedir la agresión” tal y como el tipo penal de la legítima defensa lo requiere en su inciso b). Por su propia naturaleza estamos ante el intercambio de expresiones ofensivas al honor que no pueden compensarse o anularse recíprocamente y guardan independencia en su contenido de ilicitud Transcripción en lo conducente: TRIBUNAL DE CASACION PENAL, Voto No. 226 del dieciséis de marzo del dos mil uno. “…Como puede observarse, el recurrente en realidad interpone dos distintos motivos de casación por el fondo que debieron haberse alegado separadamente. (1) Se entra a conocer en consecuencia y por su orden, la alegada violación –por no aplicabilidad- del numeral 149 del Código Procesal Penal (procedencia de la prueba de la verdad en virtud de mediar interés público actual). En realidad, debe en la especie partirse del marco fáctico tenido por cierto en sentencia para resolver el delicado punto sometido a consideración de este Tribunal. En lo que resulta pertinente, el A quo, después de describir una serie de antecedentes periféricos, consideró “Que en determinado momento el querellado le dijo al querellante que él tenía comprados a los funcionarios del (…) y que no los iba a seguir comprando”(punto d., Aparte I., RELACIÓN DE HECHOS PROBADOS). Más adelante, la juzgadora afirma que no le cabe duda de que ese hecho ocurrió y que constituye el delito de injurias en concurso ideal con el de calumnias. Como puede verse, estamos ante una única acción que, según el criterio de la juzgadora, lesiona dos normas jurídicas, a saber, la disposición del artículo 145 (Injurias) y la del 147 siguiente (Calumnia). En este punto hay que hacer una primera corrección al fallo bajo examen. No puede darse un concurso ideal entre las normas o delitos de Injurias y Calumnia, dado que, si se da el supuesto de que la única acción que constituye una ofensa al honor, simultáneamente conforma la imputación falsa de un delito, las normas en aparente concurrencia en realidad se excluyen entre sí y queda vigente sólo la última, a saber, la Calumnia. La calificación correcta al hecho nuclear objeto de esta causa sería entonces, -caso de comprobarse la falsedad de la atribución delictiva-, la de un único delito de Calumnia. Pero, hay otras importantes consideraciones que hacer en el planteamiento traído ante esta sede. El tipo penal contenido en el artículo 147 del Código Penal tiene, como uno de sus elementos descriptivos, la atribución falsa de un hecho delictivo. En consecuencia, no tiene sentido en estos casos, entrar a discutir acerca de si procede o no la prueba de la verdad porque, como se dijo, siempre debe probarse la falsedad de delito, ni en sentencia es suficiente con tener por cierto que tal imputación se llevó efectivamente a cabo. Sin embargo, esto es precisamente lo que sucede en la resolución ahora impugnada. Se tuvo por cierto que (…) acusó públicamente a (…) de haber “comprado” a funcionarios públicos del (…). Ello conformaría el delito de Penalidad del Corruptor (artículo 343 del Código Penal), debiéndose analizar en consecuencia, para demostrar la calumnia, si en efecto (…) dio dineros o hizo pagos ilícitos a dichos funcionarios para que le permitieran la explotación de bienes estatales sin los debidos permisos. Pero nada de eso se discute ni se expone en el fallo. Únicamente se tiene por cierto que el querellado imputó o atribuyó un delito al ofendido y eso le basta a la autoridad juzgadora para condenar. Véase que aunque el alegato que hace el recurrente no es de recibo, sí permite a este Tribunal entrar a conocer el fondo del asunto y, aunque se haya concluido que la prueba de la verdad resulta intrascendente, conforme el marco fáctico tenido por demostrado y la fundamentación que se da del mismo, no es posible sostener una condenatoria en razón de que la conducta achacada a (…) es atípica, razón suficiente para proceder a anular la resolución tomada por el A quo, ya que no se entró nunca a conocer un elemento descriptivo determinante de la figura del 147, a saber, la necesaria demostración de la falsedad del hecho que se imputó a (…). Siendo un problema que no nos remite a la procedencia o improcedencia de la prueba de la verdad, sino a la tipicidad o atipicidad de la conducta establecida como cierta, no tiene relevancia alguna que en el fallo se haya omitido expresamente referirse al primero de los temas señalados, ni si se está ante una conducta motivada en la defensa de un interés público actual. Tampoco puede conceptualizarse el asunto como duda que deba favorecer al imputado puesto que, como se dijo, el problema es de otra índole. De igual manera resulta irrelevante si se demostró o no que el aquí ofendido (…) tenía permisos legalmente vigentes para realizar la actividad económica a la que se dedica, porque, como se dijo, lo importante era establecer, más allá de toda duda, si la imputación que se le hizo de “comprar” funcionarios públicos era cierta o falsa. Debe tenerse presente que la conducta que se tuvo por debidamente demostrada, descrita en el elenco de hechos probados y aceptablemente motivada en las consideraciones de fondo de la sentencia, resulta atípica, y por tanto, eso es lo que importa para declarar con lugar el recurso que se interpone. Por esta misma razón no resulta de trascendencia que el recurrente, en su impugnación altere el marco fáctico tenido por cierto y ponga en duda si el querellado expresó o no las frases ofensivas. Este punto pasa a un segundo plano por las causas que se vienen exponiendo. Quien recurre tiene razón, eso sí, al exigir que se debió comprobar, por parte de quien acusa, que la atribución del hecho delictivo era falsa, cosa que en sentencia se trata como presunción “ya que no se ha demostrado lo contrario” (ver folio 34 ab initio). Pero esto en el caso de la calumnia, dígase una vez más, no es una cuestión de prueba de la verdad ni de in dubio pro reo, sino de tipicidad. (2) Con respecto a la alegada desaplicación del artículo 28 del Código Penal (legítima defensa), los argumentos del recurrente no son de recibo. Este instituto penal, cuyo efecto consiste en eliminar la antijuridicidad del hecho imputado, señala que “no comete delito” el que actúa “…en defensa de la persona o derechos, propios o ajenos…” (los destacados son nuestros), lo cual nos permite afirmar que, en principio, puede darse legítima defensa no sólo frente a agresiones a la vida, la integridad física, la propiedad, la libertad, etc., sino también frente a agresiones al honor, derecho de la personalidad que puede ser también salvaguardado mediante este instituto jurídico. Lo decisivo en este problema atañe, sin embargo, no al inciso a) del artículo 28, a saber, la agresión ilegítima, respecto de la cual no hay discusión, es decir, se acepta, al menos tácitamente en la sentencia, que en la especie hubo una conducta previa agresiva por parte del ahora querellante al insultar a los miembros de la Junta Directiva que integraba, entre otros, el querellado. Esto se deduce, no sólo del dicho de algunos de los testigos, que la motivación del fallo no contradice, sino de las propias manifestaciones de la juzgadora que, en lo que interesa, expresó: “… los eventuales insultos que el querellante hubiese dirigido contra el querellado y los integrantes de la Junta Directiva de la Asociación, no autorizaban a este último a proferir las especies injuriosas y calumniosas de comentario, a lo sumo le permitían accionar en sede jurisdiccional contra él para pretender la sanción por el delito de injurias.” Con lo expresado, hay al menos, como queda dicho, una aceptación eventual por parte de la juzgadora, de que tales insultos efectivamente se produjeron. No obstante, lo que corresponde analizar es si en la especie se cumple con las exigencias del inciso b) del mismo numeral 28 C.P. Como se dijo, es posible aceptar la legítima defensa frente a agresiones ilegítimas y actuales al honor. Así, ha de aceptarse, por ejemplo, que el que responde con un puñetazo a quien lo injuria o calumnia para que cese en su ataque verbal, perfectamente está amparado a la causa de justificación dicha. Pero no puede admitirse que ante una agresión previa al honor –mediante injuria o calumnia- se entienda que la respuesta por esos mismos medios, sea un mecanismo legítimo e idóneo “para repeler o impedir la agresión” tal y como el tipo penal de la legítima defensa lo requiere en su inciso b). Por su propia naturaleza estamos ante el intercambio de expresiones ofensivas al honor que no pueden compensarse o anularse recíprocamente y guardan independencia en su contenido de ilicitud. Véase al respecto lo que la jurisprudencia de otras latitudes expresa: “Animus retorquendi”.- El animus retorquendi no es asimilable al animus defendendi, y no elimina, sin más, el animus injuriandi, toda vez que las injurias recíprocas, por naturaleza, no son compensables, por ser sustancialmente delictuosas; por su naturaleza intrínseca, por su contenido delictuoso, la primera injuria no cancela la segunda, ni ésta a aquélla…”(Rubianes, Código Penal, Interpretación Jurisprudencial, pág. 655, apartado 38; Ediciones Depalma, Buenos Aires, 1975). En vista de lo expuesto debe acogerse, por razones distintas a las alegadas por el recurrente, el motivo de casación por el fondo que se interpuso. Se absuelve de toda pena y responsabilidad a (…) en perjuicio de (…), por los delitos que han sido acusados. Por la misma razón que ya el A quo había eliminado de la calificación jurídica el delito de Difamación -punto que comporte este Tribunal-, se elimina el de injurias, con el fundamento dicho de no existir concurso ideal y se pronuncia esta absolutoria sobre la base de una única calificación, a saber, el delito de calumnia….”