El Escapulario del Carmen (I) I. LA APARICION A SAN SIMON STOCK En 1251, la Bienaventurada Virgen María, acompañada de una multitud de ángeles, se apareció a S. Simón Stock, General de los Carmelitas, con el escapulario de la Orden en sus manos, y le dijo: “Tú y todos los Carmelitas tendréis el privilegio, que quien muera con él no padecerá el fuego eterno”; es decir, quien muera con él se salvará. Este relato lo encontramos ya en un santoral de fines del s. XIV, que sin duda lo toma de códices más antiguos. En el mismo s. XIII Guillermo de Sandwich O.C. menciona en su “Crónica”, la aparición de la Virgen a S. Simón Stock prometiéndole la ayuda del Papa. La promesa del Escapulario es de tal trascendencia, que precisamente por ello suscitó fuerte oposición, y bien merece nuestra curiosidad. Para comprender las circunstancias que la originaron, empecemos con una breve historia de la Orden del Carmelo. Origen y espiritualidad de los Carmelitas Carmelo significa viña de Dios (de carmen, = viña, y El = Elohim = Dios). El monte Carmelo, en Palestina, al oeste de Nazaret, es una pequeña cordillera de unos 60 kilómetros, que acaba en el mar junto a S. Juan de Acre, con alturas de 500 metros, arroyos y bosques, se da la vid (también el olivo, el laurel, pinos, jacintos, narcisos, mirtos...), su belleza frondosa es alabada por la Escritura. El suelo calcáreo ofrece más de 1.000 cuevas espaciosas, de entrada estrecha. En ellas vivieron en el s. IX a. C. el profeta Elías y su discípulo Eliseo. Se dice que continuó una comunidad de profetas que en el s. I, tal vez esenios, se convirtieron al Cristianismo. Y en los primeros siglos de nuestra era muchos cristianos se retiraron allí para hacer vida eremítica, con especial devoción y culto a la Virgen. Está probado que en 1155 uno de los Cruzados, el caballero Bertoldo, llamado Calabrés (es decir, de Occidente, no precisamente italiano), hijo del conde de Limoges, también se hizo ermitaño en el Monte Carmelo, y con otros diez compañeros reconstruyeron un antiguo monasterio y se llamaron “Hermanos ermitaños del Monte Carmelo”. En 1220 tomaron el nombre de “Hermanos de la Orden de la Stma. Virgen del Monte Carmelo “. Los ermitaños del Monte Carmelo ¿se sucedieron sin interrupción desde Elías, siguiendo sus normas? No consta, pero sí es cierto que Elías fue su modelo y ha influido en la Orden tanto quizás como S. Agustín en los que adoptaron su regla. Ya S. Jerónimo y los principales Santos Padres griegos pusieron a Elías y Eliseo como ejemplo y patronos de monjes y ermitaños. En 1198 murió S. Bertoldo, y le sucedió S. Brocardo. Como el número de los Carmelitas aumentaba, S. Alberto de Vercelli, Patriarca latino de Jerusalén (+ 1214), les dio una regla, tomada en gran parte de la de S. Agustín, que fue aprobada por el Papa Honorio III en 1226: debían obedecer a un prior, vivir sin nada propio, en celdas separadas, dedicados a la oración y el trabajo manual, no podían comer nunca carne, y debían ayunar desde la fiesta de la Exaltación de la Sta. Cruz (14 de septiembre) hasta la Pascua, como los Cistercienses, y guardar silencio desde vísperas hasta tercia. En 1247, a petición de S. Simón Stock, Inocencio IV, asesorado por los dominicos, transformó la orden de eremita en conventual, con refectorio común, mitigación del silencio y de otras austeridades. Inocencio IV la incluyó también entre las órdenes mendicantes. Paulatinamente la orden fue adquiriendo una marcada espiritualidad mariana desde la dedicación de su iglesia madre en el Monte Carmelo a la Stma. Virgen en 1220, e incluso cambiaron el nombre, como decíamos. Sin duda no dejó de influir en esta devoción a la Virgen el cisterciense S. Bernardo (+ 1153), el gran predicador de las Cruzadas, pues muchos de los Carmelitas habían sido cruzados; y los Cistercienses eran profundamente marianos. La devoción a la Virgen fue uniéndose a la del profeta Elías, y ya en el libro “De institutione primorum monachorum”, del s. XIII, se interpreta la nubecilla que vio Elías subir del mar (1 Rey. 18,44) y se convirtió en lluvia abundante, como símbolo de la Stma. Virgen, a la cual había visto Elías en visión profética, que transmitió a sus sucesores, quienes incluso llegarían a servir a la Virgen en la cercana Nazaret, etc. Sin embargo, en la primitiva regla llamada de S. Alberto, no se menciona ni una sola vez a la Stma. Virgen, aunque en el siglo XIV comienza a decirse que la Orden había sido instituida en su honor. Pero lo que sí es cierto es que la veneración y dedicación de la Orden a la Stma. Virgen fue creciendo, aplicándole lo que dice Isaías (35,2) de Jerusalén: “Se le ha dado el esplendor del Carmelo”, etc. Y ser reformada la orden no por un hombre, sino por una mujer (Sta. Teresa) lo atribuyen los Carmelitas Descalzos a ser también una mujer, la Stma. Virgen, quien dirigió esa obra. A S. Brocardo sucedió como prior general S. Cirilo. Desde el comienzo la orden fue extendiéndose (en el siglo XV llegó a los 20.000 frailes, hoy son unos 3.500 los carmelitas descalzos —O.C.D.— reformados por Sta. Teresa, y unos 2.300 los calzados —OC.—; las monjas comenzaron a mediados del s. XV, hoy son unas 11.000 descalzas, y 900 las calzadas). Tuvo conventos en S. Juan de Acre, Jerusalén, etc, y siendo la mayoría de los Carmelitas europeos, a principios del s. XIII pasaron a Chipre (1238), Sicilia, España (primera fundación en Peralada, Gerona, en 1206), Francia (S. Luis llevó 6 Carmelitas a París en 1254) e Inglaterra (1240). Además las invasiones musulmanas, fracasadas las Cruzadas, les fueron expulsando de los conventos del Medio Oriente; en 1240 tuvieron que abandonar el Monte Carmelo, y aunque luego pudieron volver, en 1291 fue allí martirizada toda la comunidad mientras cantaban la Salve, y era quemado el convento. En 1245 se celebró en Inglaterra (Aylesford) el primer capítulo general: fue elegido VI prior general S. Simón Stock (+ en Burdeos en 1265, a los cien años de edad). Las dificultades para la supervivencia de la orden eran enormes: expulsados del Monte Carmelo, con un tipo de vida que no se adaptaba a los ambientes donde habían emigrado, con la oposición de la Iglesia a nuevas órdenes, según lo decretado en 1215 en el Concilio IV de Letrán, y con su tradición, inadmisible para muchos, de tener como fundador al profeta Elías. Agobiado por tales problemas, el nuevo general, hombre de gran devoción a la Virgen y santidad (por algo fue canonizado), acudió a la que ya toda la Orden miraba como especial patrona suya y objeto de su veneración. Le rogaba con insistencia: Flor del Carmelo, viña florida, esplendor del cielo Virgen singular que diste a luz, Madre dulce que no conociste varón a los Carmelitas sé propicia, Estrella del mar. La respuesta de Sta. María fue espléndida. Entonces se le apareció y le prometió la ayuda del Papa, y que se salvarían los que muriesen con su escapulario, es decir, los que muriesen en la Orden del Carmelo, según las palabras que transcribimos al principio. Continuará… (P. José Luis de Urrutia, S.J.)