Ecología Un documento de la OCDE Cómo hacer frente al reto del cambio climático El cambio climático impactará a la economía mundial. Hágase lo que se haga para hacer frente al reto del cambio climático, se reducirá la actividad económica. 26 ENTORNO P or un lado, la inacción generará costos económicos relacionados a los daños y riesgos asociados con el cambio climático. Por otro, las políticas que se instrumenten para mitigar la extensión y la velocidad del cambio climático también impondrán nuevas restricciones a la actividad económica. Al responder al cambio climático, las políticas tanto a nivel doméstico como internacional tendrán que diseñarse de modo que mantengan los costos globales lo más abatidos posible. (UNFCCC) que se celebrará en Copenhague en 2009. El clima global está cambiando, y la causa parece ser de origen humano. Si no se cambian las políticas actuales, la concentración de gases de efecto invernadero podrán alcanzar 630-680 ppm (partes por millón) para el año 2050. Aún asumiendo que se inicien acciones pronto para estabilizar las concentraciones a este nivel en el largo plazo, las temperaturas del mundo crecerían a un promedio de 2 grados (con un rango que fluctuará entre 2.5 y 5.5 grados). Dicha estimación plantea la instrumentación de las políticas de más bajo costo, y que cubren a todos los principales emisores, sectores y gases. Pero si no se cumplen estas condiciones —que rara vez se han cumplido en el pasado— los costos totales serán mucho más altos. Altos costos podrían echar por la borda las políticas de contingencia, por lo que la estrategia del menor costo es clave para el éxito. La incertidumbre es mayúscula respecto de estas estimaciones centrales y sus efectos económicos en el bienestar de la humanidad, lo que ha contribuido a la formación de un consenso internacional en el sentido de que las emisiones tendrán que reducirse significativamente hacia mediados del presente siglo. Han comenzado las negociaciones con miras a concluir un acuerdo marco internacional a más tardar en 2012 para enfrentar el cambio climático en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático Los costos económicos de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) son inciertos pero potencialmente altos y de distribución desigual. Proceden de los cambios necesarios en los procesos de producción y patrones de consumo. El costo de estabilizar la concentración de GEI a largo plazo a 550 ppm se estima que alcanzará entre 0 y 5% del PIB mundial para 2050. Lograr la disminución amplia de las fuentes de GEI planea una serie de cuestiones de política económica e igualdad. La incertidumbre respecto de las esperadas ganancias y costos de las políticas de reducción de emisiones, su distribución desigual tanto internacional como doméstica, y los incentivos de cada país para “montarse” en los esfuerzos de otros, hacen que llegar a un acuerdo internacional vinculante sea todo un reto. Más aún, aún cuando las políticas de contingencia puedan generar beneficios comunes, en términos de reducción de niveles locales de contaminación y mejorías en la seguridad energética, por sí solos estos beneficios podrían ser insuficientes para fomentar la participación. Los países en vías de desarrollo también hacen notar que sería inequitativo para ellos cargar con el peso del esfuerzo global de contingencia, en vista de sus legítimas aspiraciones para alcanzar mejores niveles de vida y su relativamente limitada contribución a las emisiones acumuladas en el pasado. Con estos antecedentes, una apropiada repartición de la carga tendrá que ser parte de un exitoso esquema de política ecológica internacional posterior a 2012. Existe una amplia gama de herramientas políticas disponibles para frenar las emisiones. La efectividad de la combinación de políticas alternativas puede aquilatarse tomando en cuenta tres criterios principales, dependiendo de: Si se logra una reducción en las emisiones actuales al costo más bajo posible. Si se canalizan recursos adecuados hacia la innovación y adopción de tecnologías ecológicamente amigables, que permitan bajar el costo de futuros recortes de emisiones. Si favorecen la toma de acción y cumplimiento tanto a nivel nacional ENTORNO 27 como internacional, lo que constituye también una precondición para que cualquiera de los dos criterios anteriores se cumpla. Reduciendo emisiones al más bajo costo posible Ponerle un precio a las emisiones de GEI desalienta el comportamiento que las genera, y se basa en el principio de que “el que contamina paga”. Al mismo tiempo —y a diferencia de otros instrumentos—, induce a los emisores a considerar las opciones de reducción de emisiones más baratas. Ponerle un precio a las emisiones de GEI, por lo tanto, tendrá que formar parte clave de cualquier acuerdo después de 2012. Esto puede lograrse ya sea gravando las emisiones o poniéndoles un tope, al tiempo de permitir que los derechos de emisión puedan transferirse. Ambas políticas tienen sus pros y sus contras. Un sistema de permisos genera certidumbre sobre las emisiones, pero el precio que se paga es la incertidumbre respecto de los costos que ello implica, mientras que un impuesto tiene el efecto contrario. Los impuestos pueden implicar costos administrativos más bajos y técnicamente son más fáciles de instrumentar en países en desarrollo, pero los derechos de emisión transferibles pueden generar una mayor aceptación política entre los tenedores de los permisos, interesados en implementar la política en el futuro. En un nivel más práctico, el mayor atractivo político de la transferencia de derechos parece proveer una base más sólida para futuras negociaciones. Los sistemas de transferencia de emisiones (STE) de GEI ya se han instrumentado en la Unión Europea (UE), Australia, Nueva Zelanda, Noruega y algunas entidades del noreste de Estados Unidos, y se están considerando 28 ENTORNO seriamente en un número creciente de zonas geográficas, incluyendo Canadá y las provincias canadienses, algunas entidades del oeste de Estados Unidos y Japón. Algunos de los esquemas tienen características que corrigen algunas de las desventajas del esquema de transferencia pura. Por ejemplo, la próxima fase de la STE de la UE incluye provisiones para la transferencia bancaria de permisos para evitar la volatilidad de los precios observada en el esquema de transferencia anterior. Junto con provisiones bancarias, los topes de precios también están bajo discusión para prevenir que los precios del carbón alcancen niveles que impongan una carga excesiva a las empresas y a los consumidores. A la larga, tanto el esquema de impuestos como el de permisos transferibles pueden perfeccionarse a la luz de la experiencia, para alcanzar un objetivo ambiental particular o un costo económico determinado. La grabación de emisiones de GEI podría generar significativos ingresos fiscales, ya sea a través de un impuesto directo sobre emisiones o a través de la emisión de derechos transferibles por parte de los gobiernos. Estos ingresos podrían destinarse, a su vez, a reducir los impuestos distorsionantes sobre el trabajo o el capital. Y aun cuando esto no llegue a generar un “doble dividendo” dado que es factible que el costo macroeconómico final de la disminución de emisiones se mantenga positivo, ese costo puede reducirse destinando el empleo de los ingresos fiscales que proceden del mismo costeo de las emisiones de GEI. Al revés, si se distribuyeran derechos de transferencia de manera gratuita, el costeo de las emisiones se lograría sin incrementar el ingreso fiscal, reduciendo por tanto la eficiencia macroeconómica. Sin embargo, los instrumentos basados en el costeo de emisiones no serán suficientes por sí mismos, dado que los emisores muestran poca sensibilidad de respuesta a las señales de precios en diversas situaciones: Cuando las emisiones son difíciles de monitorear (por ejemplo, emisiones fugitivas de ductos). En empresas que se enfrentan a pocas restricciones presupuestarias (por ejemplo, empresas propiedad del estado). Cuando la información sobre las emisiones y las opciones de reducción son costosas o incompletas (por ejemplo, el consumo de energía de los aparatos eléctricos caseros). Cuando los mercados fracasan (por ejemplo, cuando los caseros instalan materiales aislantes en las construcciones, mientras que los inquilinos pagan la factura de electricidad). En la presencia de tal falta de respuesta ante los precios, existe la opción de complementar los instrumentos de precios con otras opciones como los estándares (por ejemplo, los códigos de construcción o los estándares para los aparatos eléctricos en el hogar) o acuerdos voluntarios, para ayudar a recortar las emisiones a un costo relativamente bajo. Sin embargo, los estándares deben ser usados sólo como políticas complementarias y con parsimonia. Los estándares tecnológicos son propensos a volverse obsoletos conforme evoluciona la tecnología. Todos los estándares sufren de la falta de transparencia sobre los costos involucrados. Por tanto, tienen que ser evaluados no sólo cuando son implementados sino durante toda su vida. En efecto, antes de considerar el empleo de estándares, las fallas de mercado deben atenderse lo mejor posible a través de políticas de información (por ejemplo, los requisitos para la divulgación pública). La primera y mejor manera de reducir emisiones es retirando paulatinamente los subsidios directos e indirectos a las emisiones. Los subsidios son con frecuencia dañinos económicamente tanto a nivel nacional como global. Los reembolsos de impuestos a los energéticos y las regulaciones para costear la energía se han usado como mecanismos de política social en los países en desarrollo y de ingreso medio, incluyendo China, India, Rusia y partes de Europa del Este. Sin embargo, son económicamente despilfarradores, costosos para las finanzas públicas y reducen innecesariamente la eficiencia energética. Las preocupaciones sociales son mejor atendidas La silvicultura representa una parte significativa de las emisiones de los gases de efecto invernadero (GEI) Emisiones de GEI mundiales por sector en 2004 (como porcentaje del total de las emisiones mundiales) Residuos y aguas residuales 2.8% Silvicultura 17.4% Abasto de energía 25.9% Agricultura 13.5% Industria 19.4% Transportación 13.1% Edificios residenciales y comerciales 7.9% ENTORNO 29 directamente, en vez de interferir con las señales del mercado. Los subsidios a las reducciones de las emisiones son más amigables con el ambiente, pero tampoco son muy eficientes económicamente. En años recientes, los apoyos gubernamentales a la producción de combustibles bioenergéticos se ha incrementado drásticamente en los países de la OCDE, particularmente en la UE y Estados Unidos, a casi $15,000 millones de dólares por año, y algunos países están considerando ampliarlos aún más. Sin embargo, con la posible excepción del etanol procedente del azúcar, existe cada vez mayor evidencia de que los costos de los biocombustibles actuales, por tonelada de carbón evitado, exceden 30 ENTORNO cualquier beneficio ambiental, especialmente cuando se toman en cuenta sus consecuencias económicas y ambientales conjuntas, incluyendo posibles efectos en la deforestación, el uso de la tierra y los precios de los alimentos. Como mínimo, esto sugiere que las emisiones de los transportes podrían reducirse a un menor costo con sólo relajar las barreras a la importación de etanol de azúcar, más que a través de subsidios a la producción de etanol de grano o biodiesel de semillas de aceite. Otro caso de proteccionismo comercial que ha llevado al incremento en las emisiones tiene que ver con las barreras a la importación de focos de bajo consumo energético. Distintas herramientas políticas deben usarse cuando se atienden diferentes objetivos o se destinan a diferentes fuentes de emisiones. De otra manera las políticas se traslapan y la doble regulación incrementa los costos administrativos, con frecuencia sin beneficio económico o ambiental alguno. Por ejemplo, cuando se establece un esquema general de cuotas y topes, los estándares de eficiencia energética o las metas para los proveedores de energía eléctrica renovable por lo general imponen costos adicionales que no logran reducir más las emisiones, ya que estas fueron ya establecidas en la cuota. Estas políticas sólo podrían justificarse con otros propósitos, como el fomento a la innovación o la mejoría de la seguridad energética. Canalizando recursos hacia la innovación ecológica La economía mundial en última instancia requerirá encaminarse hacia una ruta de poco carbón si las concentraciones de GEI han de ser establecidas a un nivel que sea aceptable. Esto será un reto, en vistas del actual estado de la tecnología. En muchas áreas clave, incluyendo la producción de electricidad y el transporte, las tecnologías que no utilizan carbón siguen siendo significativamente más caras que las tecnologías contaminantes que podrían sustituir. La innovación ayudará a bajar estos costos. Un marco sano para la política ecológica no sólo reduciría las emisiones actuales a un menor costo, sino que canalizaría los recursos adecuados a la investigación y desarrollo (I&D) y la adopción de tecnologías ecológicamente amigables. Las expectativas de que las futuras emisiones de GEI serán costosas incentivan al sector privado a impulsar I&D y a adoptar tecnologías limpias. También contribuiría tener mayor certidumbre respecto del futuro de los precios del carbón, dado que los horizontes de inversión de las empresas en áreas como la producción de energía y la construcción pueden abarcar varias décadas, y ahora la respuesta natural ante la incertidumbre es invertir menos. Por otro lado, la cotización de emisiones futuras tal vez no sea suficiente para generar los esfuerzos de inversión que se necesitan, por varias razones: Como en otras áreas de investigación, las empresas sólo reciben compensación parcial por su contribución a las actividades de I&D que llegan al conocimiento público. Los derechos de propiedad intelectual (DPI), en principio, atienden este tema, pero pueden no ser lo suficientemente creíbles para los innovadores, quienes temen que habrá una fuerte presión internacional El clima global está cambiando, y la causa parece ser de origen humano. Si no se cambian las políticas actuales, las temperaturas del mundo subirían un promedio de 2 grados para el año 2050 por la concentración de gases de efecto invernadero. para transferir cualquier innovación tecnológica a un bajo costo. Este tema se ha presentado como un obstáculo para la inversión privada en vacunas contra algunas de las principales enfermedades del mundo, como la malaria y el SIDA. Los gobiernos tal vez no puedan comprometerse creíblemente a cualquier futura política ecológica. La resultante incertidumbre sobre el nivel y aún la existencia de un precio de carbón futuro puede disuadir aún más a una empresa a realizar investigación. En este contexto, además de asegurar el establecimiento de un marco de referencia político para la innovación (subsidios para la investigación básica, protección de los derechos de propiedad intelectual, etcétera), se necesitan más medidas específicas para impulsar aún más la innovación y la adopción de tecnologías más limpias. Dichas medidas serían un complemento a los gravámenes a las emisiones y/o permisos transferibles, pero no los sustituirían. En efecto, a falta de una política de costeo de las emisiones de GEI, el logro de las mismas restricciones de emisiones a través de políticas de I&D sería muy costoso, dado que se perderían las oportunidades baratas que hoy existen para reducir las emisiones. Los subsidios directos no son el único camino: asegurar las recompensas privadas por futuras innovaciones también sería efectivo para fomentar la I&D. Construyendo el consenso para la acción Si sólo un puñado de grandes emisores aplicasen las herramientas políticas correctas, poco se lograría para obtener importantes recortes a las emisiones a costos manejables. Para tener éxito, un acuerdo internacional de política ecológica post 2012 tendría que involucrar a la mayoría de los grandes emisores, tanto a nivel de país como de sector. Esto requerirá que también las preocupaciones de los grandes países en desarrollo sean reconocidas y atendidas. Ponerle un precio al carbón, que cubra una proporción lo suficientemente grande de las emisiones mundiales, tendrá que sobreponerse a una amplia gama de preocupaciones de equidad, economía política y competitividad internacional. Si sólo unos cuantos países se unieran al acuerdo, las reducciones en sus emisiones podrían verse ENTORNO 31 contrarrestadas por los incrementos en las emisiones de los países que no suscriban el convenio. Los esfuerzos de reducción de emisiones en los países participantes llevará a una menor demanda mundial de combustibles fósiles, resultando en una declinación global de su precio, que detonaría el uso mayor de combustibles fósiles y más elevadas emisiones de GEI en los países no participantes. Por otro lado, la pérdida de competitividad internacional en las industrias intensivas en carbón de los países participantes estimularía la reespecialización de las industrias y por ende generaría mayores emisiones en el resto del mundo. Se ha propuesto la imposición de tarifas y aranceles a las importaciones de bienes intensivos en carbón procedentes de países no participantes —conocido como ajustes a los impuestos fronterizos— como medida para reducir la fuga de carbón al tiempo de fomentar la colaboración. Otra posible opción son las políticas sectoriales, que consistirían en generar compromisos para reducir emisiones por parte de todos los grandes emisores de una industria específica de todo el mundo, posiblemente junto con el uso de derechos de transferencia entre los participantes. Dado que los riesgos de fuga se concentran en unos cuantos sectores grandes e intensivos en energía, dominados por pocos participantes (industrias de cerámica, aluminio, hierro y acero, por ejemplo), los acuerdos sectoriales internacionales pueden ser un complemento útil para un acuerdo con metas de emisiones que involucren a sólo unos cuantos países. En última instancia, la participación de los países en desarrollo de mayor tamaño en un acuerdo internacional 32 ENTORNO de política ecológica dependerá de los mecanismos adecuados de equidad que se establezcan. Se estima que los países en desarrollo sufrirán las mayores pérdidas por el cambio climático, pero tal vez su mayor preocupación sean los costos de contingencia que implicarán estas pérdidas. En efecto, un gran obstáculo para una amplia participación global será que un precio de carbón uniforme a nivel mundial sería en general más costoso para los países de menores ingresos. Esto refleja la mayor intensidad de combustibles fósiles en sus economías. Por lo tanto, mientras la acción es más necesaria donde es más barato implementarla —primariamente en los países en desarrollo—, sus costos tendrían que ser distribuidos de otra manera. Hay instrumentos de precios que tienen manera de desviar la carga financiera de las reducciones de emisiones de los países en desarrollo, aun cuando sea en estos países donde ocurran primariamente los recortes a las emisiones. En los esquemas de derechos de transmisión, por ejemplo, una distribución indeseable de los costos contingentes entre los países puede corregirse a través del establecimiento de reglas sobre la repartición de dichos derechos. La transferencia de tecnología también contribuiría a compartir la carga, ya que beneficiaría a los países en desarrollo, donde actualmente existe un enorme potencial para mejorar la eficiencia energética y reducir las emisiones. Al acelerar la difusión internacional de tecnologías limpias, la transferencia puede también permitir que ocurran recortes de emisiones menos costosos en los países en desarrollo, reduciendo con ello el costo total de alcanzar una meta de reducción de emisiones para la economía mundial. El Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL) del Protocolo de Kioto es también un vehículo potencial para las transferencias financieras y tecnológicas. Permite alcanzar compromisos vinculantes para la reducción de emisiones. El MDL fue establecido en 2005 para impulsar el arranque de STE de la Unión Europea, y ha crecido rápidamente desde entonces conforme las empresas europeas buscan cumplir sus compromisos a través de recortes de emisiones más baratas fuera de Europa. Sin embargo, para asegurar que sean reales las reducciones de emisiones asociadas, cada proyecto del MDL tiene que pasar por un proceso de validación elaborado. Si el MDL fuese escalado en el futuro, tendrían que encontrarse maneras tanto para asegurar su integridad ecológica como para limitar sus costos administrativos. La industria forestal representa cerca de 17% de las emisiones de GEI (ver gráfica) y puede ofrecer oportunidades de reducción relativamente baratas, aunque permanecen grandes incertidumbres. Mientras una política ecológica rentable post 2012 tendría que incluir mecanismos específicos para frenar la deforestación de Sudamérica, el Sudeste Asiático y África, al mismo tiempo privaría a los países en desarrollo implicados de significativas fuentes de ingreso (como madera, leña para combustible, conversión a agricultura, asentamiento o infraestructura). En este sentido, tendrían que hacerse arreglos para compartir la carga que tomen en cuenta que la deforestación ya ocurrió en el pasado en muchos países desarrollados. Con respecto a los países en desarrollo, transferencias de ingresos para reducir la deforestación deberían ligarse a mejorías en los gobiernos locales para que estén mejor capacitados para administrar los recursos forestales. Luego de la conferencia climática de Bali de la UNFCCC en 2007, ya están en proceso las discusiones internacionales en esta materia. pequeñas. Integrar la adaptación a las políticas de ayuda internacional a los países más pobres también puede ayudar, y la OCDE está trabajando para proveer orientación en esta materia. En otros sitios, las políticas de adaptación esencialmente involucrarán la provisión de bienes públicos locales (como barreras marinas). Algunos países enfrentarán altos costos para arreglárselas con aquellos impactos del cambio climático que ya están causando estragos por emisiones pasadas, y podrán carecer de la capacidad necesaria para adaptarse. De las 10 ciudades portuarias más grandes del mundo más vulnerables a las oleadas de tormentas y al aumento en los niveles del mar inducidos por el cambio climático, sólo tres (Miami, Nueva York y Tokio) están en países de la OCDE. Las políticas para reducir emisiones afectarán la distribución del ingreso no sólo entre países sino también dentro de los hogares de cada país. Los hogares más pobres típicamente gastan una proporción mayor de su ingreso en bienes relacionados con la energía. Por lo tanto, es más probable que sean afectados por políticas que incrementen los precios de los energéticos, tales como las que le pongan un precio a las emisiones de GEI, o las que remuevan subsidios a los combustibles, que han sido usadas como mecanismos de política social especialmente en países de bajos ingresos en contextos institucionales débiles. Asimismo, más altos precios de carbón en última instancia implican Tal vez sea necesario incrementar la asistencia internacional y la apertura a la migración a otros países para relocalizar a las poblaciones de las áreas más afectadas, como las de islas la reasignación de recursos hacia industrias menos intensivas en carbón, con consecuencias negativas para las empresas y el empleo en aquellas industrias que son más intensivas en carbón. Sin embargo, las políticas de contingencia constituyen sólo una de las muchas influencias que afectan el empleo y la distribución del ingreso. Por eso, deben atenderse las preocupaciones de distribución del ingreso y empleo primordialmente a través de instrumentos de política general enfocadas a estas cuestiones sociales, en lugar de a través de costosos límites y exenciones a las políticas de contingencia. En los países en desarrollo con infraestructura institucional más débil, el reto consiste en reemplazar gradualmente los actuales subsidios al combustible y a otros recursos emisores de GEI con herramientas de política social menos costosos, tarea en la que la asistencia técnica de los países desarrollados pudiera ser de gran ayuda.E ENTORNO 33