E8TUDI08 de fIL080fIL\ 2 r . I Ero!). Recurrimos ~ algunos tl!xtos tl el 'Cratil o' para m o~ tr a r la vinculación entre la filo!Sofí~, el Ero~ y el prc gll nl ~ r. rn el 'TectclO' I'I~tón afirma que Iris (la filosofí<l) es hij a de T/¡aul1Ia (155c - d). Ins c~t~í v in culado a ei "ei" ( hnbl ¡H) y u erOfao. eroma; (prcgunw r ) y ambo!:> no!S pl'rmiten al Eros' (Cr:'lI il o, 39H d Y 4013 b). lI ... y en con!-ecuen cia una rela ció n e!S trec ha enlre el Ero!) y el pregunt ar qu e se po ne de manifie sto cuando repararnm, qu e 10:-' dos es tán est ruc turad os, por así decir, tlt.:' ]¡.l misma numera . La pregunta po50CC I<lmbién una rcalid ... d intermedia en tre el saber y el no saber ( M enón, HO d-e). El Eros tic la filosofía !Se exprc:-.a en el pregunwr . A p.artir tic aquí se puede comprcntll: r que en 1:.1 fil oso fía llegan Il<l:-. ta MIS ll l ti mas t:onsccuenci<l:-' Ius po1'> ihilitlatl cs del pregunlHr. NOTAS Pos ibk fccha en Ag;lIón: 416 ;Il'. I\po lodoro: .lOO I.'Ompue!'> lo h:¡cia 2 lju e tu vo lu ga r el ho me naj e a Fec ha pro hable de l relal o de a.c hl diálogo habrla ~ido el JtlJ -5 a.(' . Pur cjemplo el carácler !'>in lc li ctl del ero!'> c~ l á :1 11 unci:Hhl en el diM'ur!'>u llu e pronunl'i;¡ Arblólanc$. ya IIII1LIOGRAI'IA Bury. R.O. Th e Sympv!'>ium 01 I'lalu. I:.dilcd in Ih e iU lrodu Cli ou. cri lieal n o l e~ ¡l lId co mm c nlary by R.G. Bury. C'amhrid gc: W . I Idrcr :Iu d Sonso 1909. G il , Luis ( 11':111. ) I ~ [ Ihnqu c le. A¡;.u i l¡¡r.I968 [JU C ll l)S Aires : L~d. l'A RTl C ll'ANTES Se eli g ió el texto gri ego e~ t ablcdtlo por R.G. 13ury ( Th e Sy mposium of Pl ato. EtlilCd in Ihe introdu¡;tion, cr itical noles ami cOl1lmcntary by R .G. Bur y. W . ¡¡e ffer and !Sons, Cambridge; 1909) y la traducción es p<lñol a de Lui s Gil Fermí ndez ('El Banquete') Ed. Aguil ~l r ; Bu eno50 Aires, 1968). Jorge \V ong Cilu, Eduard o C:.k:eres, Juan Tafur Rivera, Jol1nny Alva Cotri na , Carlos De la Put.:'nlt.:', Julio Del Valle, Agustín Nafac. Myriam Falla, Fla vio !'¡Hiño, Pedro Le ón, Carmen Almenma, M anuel Alia ga, Eliana Mory, CéS<lr Ramos Ald:ma , Fernando Naupay. SEMINARIO DE FILOSOI'lA MEnIEVAL BERNARDO CONTRA ABELARDO: MORAL y POLITlCA EN EL SIGLO Xl! Ba chillera!o, /988-/ Profesor: Luis Bacigalupo (1) Un ... de lél !oo l1l :.í~ ¡,;élehres co ntienda s ti c la Ed<Jd M edia es h1 <Iue enfrentó en Sens ( 1140 ) a Pedro Abel ard o )' Bernardo de Clamval. El pri mero llegó {} e~~ localidad como ¡¡cusado; el !Segundo había reunido el concili o como acu~ador. Ad ve rt ido de cie rta s intrig<l s que pre si o n<lban su condena, Abclard o no quizo presenlar el descargo tle las impul aciones ante un ¡,;:ondlio que lo condenaba de antemano, y npeló .. 1 Papa. había lan zado un reto <1 su ¡ICllsador; pero disputar ah iert <lme nte co n un dilll éc ti co de c~a enve rgadura era algo que Bern ardo de CJarav al no c~lélba dispuesto a intcnl<lr. No obsta nte , era necesario sile nciar definitivamen te a un Magistcr poderoso por su pres tigio inlele ctual y peligroso en el manejo lemcnHio de la lóg ica y la con troversia en el terreno de la teo logía. No pocos contemporáneos comp rendi cron que ese temo r era la motivaci ón principal del encue ntro en Scns. ¿Porqu é <lc tuaban así sus jueces'! L <I respu esla probablemente se encucntra en el temor que in spir<lba en aquel los hombres 1<1 enseña nza li be ral de la filosofía . Ab elardo La disputa abierta ent re los dos hombrcs m:.í s fam osos del si g lo no se produc iría nun ca; pero las posturas en con fl icto permanece71 enfrentamiento entre all clo ri/fls y ratio. mlll , impregnando larvadumentc el mundo de lus escuelas y esperando el momento propi. d o para desplegarse en una nueva contienda. Tíll diferencia, que en buena cuenta represen· la sendas pos tura con respecto l.I la filosofía, <.Icluará sobre el medio académico como el de· tonante de posiciones polí ticas que empezarán a buscil r una adecllm.la expresión teórica. En efecto, esa fue una pugna que , por la naturaleza de la fi losofía y el carácter eclesiéll de Sll cultivo , tenía que atfélvcsar necesaria e íntegramente los mil años que se conocen como Edéld M edia. En el caso de lélS diferen· das entre Abelardo y Bernardo, el terreno privilegiado en qlle se config ura el antagonismo en tre rHzón y au toridéld lo constituye la rencx ión éti ca y sus repercusiones políti cas. Conoce mos el dcsenl ;:lI.;e de los even tos una vez disue l to el conc ili o en Sens: Abc lardo em pren de viaje a Roma con la in· tcnc ión de exponer sus puntos de vis ta ant e el Papa y la Cur ia. Berna rdo se le anticipa mediante co mun icac io nes escritas que urgen de l pon tífice y sus carde nules 1<1 ratificadó n de la conde na que se ll egó a emit i r en ausencia de l reo . I nocencio 11 c~de ante las presiones del ci sterc ience, y 1<1 noticia de lo inútil del viaje sorprende a Abelardo cuando apenas abandonaba r-rancia. Cansado por las fa ti gas de las ultimas jorn<ldas y abutido si n duda algunl.l por la derrow, Abe lardo se retira de lu con tienda y pide rdugio en Cl unny. Dos anos después mucre , reconciliado con Romu, en el llJonusler io de SI. Marce!. (3) L a moral abclard iana de 1;:1 i nte nción, por el peso asignado en ella a I<lS funciones de la concienc ia y por la fuerza lógica de su plant eam iento, conduj o a Sll au tor a sostener 1<1 lI <1mada tesis de /a distinción de fueros. Con ella pretende Abelél rdo establecer como defini tiv,1 la idea de que en los asun tos mora· les, propinme nt c hélblélndo, sólo Dios puede ser juez .y en llO sentido deri vndo, 1<1 propia concienc i a del individuo·. Los hombres no puede n juzgur sobre lo que esHÍ pélra ellos ocu lto, y lo que ellos no ven es la intención de l <.1genlc mora l. Siendo ést<l, según Abe lardo, el criterio de la mOf<l l idad, los hombres deben limi tar sus- juicios a lo maní· f ies ta, i.e. , a las obras· exterio res y sus cfec· tos. Es tas son moral mente indife ren tes. Uno es en tonces lo que ll amaríamos cl 'fucro !TIa· ra l ', y otro el ' fuero po l í ti co'. Abe l<lrdo ha· bl<l del fuero divino y del fllero Il umallo, res pec ti vamente. (2) Lo qllC de esta fLl mosa co nfro ntación se conoce menos son las pos turas intelectuales en conflicto. El sem i na ri o se pro puso bri ndar un apo rt e al escl arecimiento de las mi smas, confiél ndo ofrece r d e ese modo un ma teri al para la reflexión f il osófica sobn: la polí tica, que hoy puede resulta r pm ti cu l:umente releva nt e. En ese sentido, la i nves ti ga. ción no pretendió ocupa rse ex haus ti vamente de los argumc nlOs teológicos esgrimi dos por I3crnardo y Abclardo, si no que buscó se r más bien una ap roximac ión a aque ll as posturas que, como co nSUlnlCS del pensamien to y 1<1 cul tura med ieva les, ha ll aron en estos dos hombres una expres ión, si se quie re, p<l radi gmát ica. Co n esta doc tr i n<l, y dadiJ su agudél hlndamen w ción dial ét; tica, Abdardo estaba sin I llga r u du das socavando la política cistc rciencc de su époc<l. L ejos de distinguir éticél y política como fue ros distintos, los ciste rciences aspiraban a su plcna identifica· ción en la pfélxis eclesial. Ciertos homb res debían necesa riamcn te tener inge rencia di· rcc t<l en los asuntos de 1<1 moral si es que estaban llamados, corno reclores de los rum· bos de la Iglesi a, ;:) reformarlél y co nso li da r la en sus turcas tempor ales. Si n esa i ngerencia , caí,l defini tivamente el principio de la élutori · dad divina ejercida por la I glesia sobre el mundo, y ella se veía entonces desarmada f ren te <1 las pretensiones imperiales de la realeza . El Cister había I1m;ido t;omo una comunid<.Jd dc benedictinos reformados que profesaban llllJ doc trina de marcado dcsprc· U no d e los nucleos de atención en el se· mina rio f ue el sentido que pod ría tene r par<l los hombres de aque l sig lo Jo que hoy llama· mos ' Iwce r his to ria '. Las posturas en disputa en la segunda mitad de l si g lo X II dcscmpcnmon un importan te papel en ILI ges tación dc ILls primeras teorías de 1<1 historia. La manera de Llp ro,xinw rse a esta cues tión fue enfocando los térmi nos de la displll<t como el 72 cio del mundo. Pero lo que ellos despreciaban cm el mundo corrupto y carnal, saturada de concesiones a la scnsibil idad que se reflejaban i nel uso en el cuila. Si bi en es cierto que se puso acento en la vida de renuncia y contemplación, la Orden uspiraba sin emb<lrgo a un ideal de unidad que trascendiese los mu ros monaculcs y pudiese ex tenderse a la cr i stiandad en su conjunto. Convertir al mundo era la larca a la que se creían llamados, y ello significaba convertirlo al más auténtico espíritu monástico. concepción conv l vlO en la Edad Media con o tra, sólo ha sta cierto punto an tagónica, y que puede llamarse alltigua . Visto el conOicto desde esta perspectiva , fue l3ernardo quien , en este sentido, innovaba . Ambos tienen elementos en común. Los dos deben ser considerados hombres de la Reforma . Si n embargo, mientras que las novedades por las qlle fue condenado Abelardo no impl icaba n di rectamente una concepción po lítica de la hi storia, sino que má s bien concernían a unél mancrél moderna de ent en der la teología, Ber nardo no quería ver alterada la tradici ó n exegé ti ca monástica , y acusaba a su adversario porqu e precisaba veía en él un o bstáculo para el proyecto histórico de lu Iglesia. Am bos se creían comb¡nicn tl:s de la verdad cri sti¿lIla ; pero mientras que para l:l uno esto só lo significada hUl.:crsl.! palallin de 1<1 verdad dialéctica, d otro se I.:omprendía a sí mismo como 'hacedor de l él historia' . (4) Ralio y auctorittls están sin dud'l enfrentadas en las postura s intelectuales y políti cas de Abelurdo y Bernardo ; pero la razón abe l'.lfdiana no es progresista, ni se entiende desvinculud!.l del indivilluo. Cuando ella se pl:.nte<l algo ¡lsí como 1<1 histori<l, piensa cn hl historia person<ll dc salv:.¡ción . El futuro como tal I.:arcl.:c dt.: dimcnsión política; es un asunto exclusivamente moral , que ~ ó lo conI.:icrne <11 fuero divino, donlle la l:onciencia se entiende como el lugar de encuentro de la personé:! con Dios. En cambio, el principio de <lutoridad qlle Bern ardo quierc hacer valer con tnl las prctensionl:s abclurdianas, él pesar de sub rayar con el mismo énfasis la lIimensión personal , se encuadra no obs tante per fectamente dentro de la gestación de la idea oCl:identul de progreso . E~ta idea no sc conc ib e sin la rcprcsenl:.1~ión de un hlluro gobernable por aquellos hombres de Iglesia co nol.:cdorcs de los de sig ni os divinos, (.llle l.:omprelH..lían el [jn dt.:! <J postolado como la difusión de un espíritu l11 onú stil.:o basado en la virtud la obcdienda a la autoridad, pues ella era vista C01110 el verdadero susten to de todas las demás virtudes necesarias para lu sa lvac ió n individual y colec tiva . Este modo de entcndcr la gesta de los hombres de Iglesia y Estado ya tenía unos ¡;il.!l1 !.Iños dI.! erl.!ctiva pre:-.encia en las esfefHs 11l:lS altas de la sociedad 111t;: dicva l , y sin cmbargo no había logrado hasta enton ces una expre~ i ó n teórica diMana . La s disputas entre los intelc:ctualcs que veían de esta manefH la historia obedecen en último términ o a lecturas divergelltl!s de la s obras de Agustín, en particular, de la Ciudad de Dios. Se trata de distinws interpretaciones del principio de la s dos d udades. Propiamen te hablando, Ab elHfdo no ofrece una interpretación de la hist oria . Por el cont rario, él pone el acento en una comprensió n cxcl usiva mentl: moral o individual de lo que pod riamos llamar la 'ciudad¡lIlía divina'. Dc~dc esa óptic<.l, él es un filósofo que tiend e él scpma r moral y polítil.::.l, logrando así que la ¡;i udl.ld divina permanezca invisible has ta el final dI.! los ti em pos. Lo (lIlico 'lul.! ve rd eW 11lentc importH I.!S lognu desde esta vida la ci ud<ldanÍ<.1 divin<l medianle la lucha m Ofé.l1. En tal sen tid o, lél historia en tanto despliegue del plan divino ya Iwbia con dui do. Lo que restaba del tiempo co rres pondía II la ofe rta de salvación hedm por Di os a c<lda lino dI! los hombre s. Po r l:SIa razó n, la moral es para Abclardo la metH de todH disciplina A Pedro Abelardo se le acusa en Sens de inn ovado r; pero en co ntra quizá de lo uno pudiera esperm, no es él quien representél 1<1 concepción progresista de I¡J hi sto ri a. Su enl:onado rival, en cambio , impulsor de l<l Segunda Cruz.ld<l y cabeza lIc 1<1 poderos<l C inl"luyentc Ordcn Cist crcicm,;c, se in~cribe cn una tradición polítil.:a forjada en la gesl<J de la Refo rma Grt!goriana, en la c ual S l' vino eonfigur¡llldo desde llluy temprano una cierta comprensión modcma de la J¡i ~ilo ria . ESIéJ 73 racio nal , y constiluye la razó n de se r de la du rac i ón temporal misma. God. Ne w York , MenlorOmcga Boo ks, 1961 . Le Goff, J ., La civ ili zación del Occide nle medicval. Barcelona, Ju ve nlud , 1969. En es to Abe/ard o se apartaba oS h:nsible · mente de la tend encia hegemónica en la tm· dici ó n gregoriana a la que pertenece Bernardo . Esw última vio matizada su interpre ta. ción de l a ciudad de Di os po r un marcado optimismo con re specl o a l a ciudad terrenal . En tal op timi smo, ges tado inicialmente en la en.l caraJi ngia y confi rmado después por la efectiva obtenci ón del poder temporal de la Iglesia Romí..lna , los clérigos medieval es hicieron na· ce r la intcrpretación política de Agustín . En la l uch.l co ntra I"IS pretension es del l aicado, Ber· mmlo y los hombres C0l110 él se esforzab.lO por lograr la plena fusión de mond }' política . ..•• Los inleleclualcs en la &l:Id Media . Bu enos Aires, EUOEUA, 197 J. Murr:ty , A ., R3í'.Ón y Soci edad en M:ttlrid , Taurus , 1982. Edad Me di :.. Wo lff, Ph ., L 'cve il in lc ll cluel de r Eumpc. Pari s, Edi lion!> du Se uil , 1971. C hc nu . M. O. La Ihéol og ie a u Xll c siccle . Pa ri s . 1957. CarlyJc. R.W., A.J. , A hi s lo ry of medieval politieal Ih co ry in th e Wes t. Edi mburg h, 13lackwood & So ns, 19 03·1936. Gic ll..c , O., Po liti ca l Thcories 0 1' Ihe Midd le Ages. Clllllbridge, Uni\'ersil y Pres:-' I 1959. K:IIIllIrOwi cz, E.H., Th e Kin g':-, Two Bo di es. 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