EJERCICIO 1: PREGUNTAS DE COMPRENSIÓN SOBRE EL TEXTO. Lee el texto de D. Hume, Resumen de un Tratado de la naturaleza humana en Lecturas fundamentales de historia de la filosofía, pp. 295-300 y con ayuda de los textos del autor y los pertenecientes al contexto, contesta a las siguientes preguntas: 1-Cuando aceptamos que el curso de la naturaleza es uniforme ¿Qué otros supuestos estamos aceptando? ¿Por qué nuestra experiencia del pasado no constituye ninguna prueba de cómo será el futuro? Lee el texto 4 del autor. 2-Explica por qué renuncia Hume a la demostración en el ámbito de las cuestiones de hecho. 2- Busca en el segundo párrafo del texto (p. 295) alguna frase que identifique al autor como empirista. ¿A qué se refiere Hume cuando separa los “poderes” de las “cualidades sensibles de los cuerpos? 3-¿Qué diferencia establece Hume entre las proposiciones demostrativas y las cuestiones de hecho? ¿Cómo argumenta el autor el hecho de que cuando anticipamos el movimiento de una bola de billar esa anticipación es sólo una creencia? (p. 296). Lee el texto 1 del autor. 4- Describe las dos hipótesis que expone el autor con respecto a la naturaleza de la creencia y explica por qué razones rechaza la primera y acepta la segunda. (pp. 296297). Busca los párrafos en los que relaciona Creencia, Costumbre y experiencia. 5- Si lo que moviliza la imaginación y las pasiones es el “sentimiento y la costumbre” y éste es una determinada manera de concebir determinados pensamientos sobre la que no tenemos dominio ¿Cuál es la naturaleza de la mente humana? Compara las tesis de Hume con las de Descartes. Lee los textos 1 y 3 de Descartes así como el 7y el 8 del propio Hume. 6- En la página 298 Hume hace un llamamiento al lector para que resuelva una dificultad que se le ha presentado. Describe de qué dificultad se trata. 7-Explica cómo argumenta acerca de la posible carencia de significado de términos como “Fuerza”, “Poder” y “Energía”. ¿Por qué tendemos a atribuir las ideas de poder o fuerza a una causa? 8-¿Qué relaciones, dice el autor, que hallamos comunes en todas las relaciones causaefecto similares al ejemplo de las bolas de billar? Lee el texto 7 del autor. 9- ¿Por qué no es efectiva la analogía entre la idea de Dios y la de nuestra propia mente? 10-¿A qué cuestiones se extiende el escepticismo de Hume? Recoge los argumentos e escépticos derivados de su teoría acerca de las impresiones. Lee los textos 9 y 10 del autor. 1 11-¿Qué es el libre albedrío? ¿Existe el libre albedrío para Hume? Razona la respuesta. 12-¿Cómo justifica Hume la relación constante entre los motivos y las acciones humanas? Ayúdate con el texto 5 del autor. 13-Explica por qué llama Hume a esas tres relaciones “el cemento del universo” (p.300 de Lecturas....) TEXTO 4: Crítica de la inferencia inductiva “Es por todos aceptado que no hay una conexión conocida entre cualidades sensibles y poderes ocultos y, por consiguiente, la mente no es llevada a formarse esa conclusión, a propósito de su conjunción constante y regular por lo que puede conocer de su naturaleza. Con respecto a la experiencia pasada, sólo puede aceptarse que da información directa y cierta de aquel periodo de tiempo abarcado por su acto de conocimiento. Pero por qué esta experiencia debe extenderse a momentos futuros y a otros objetos, que, por lo que sabemos, puede que sólo en apariencia sean semejantes, ésta es la cuestión en la que deseo insistir. El pan que en otra ocasión comí, que me nutrió, es decir un cuerpo con determinadas cualidades sensibles estaba en aquel momento dotado con determinados poderes secretos. Pero ¿se sigue de esto que otro trozo distinto de pan también ha de nutrirme en otro momento y que las mismas cualidades sensibles siempre han de estar acompañadas por los mismos poderes secretos. De ningún modo parece la conclusión necesaria. Por lo menos ha de reconocerse que aquí hay una conclusión alcanzada por la mente, que se ha dado un paso, un proceso de pensamiento y una inferencia que requiere explicación. Las dos proposiciones siguientes distan mucho de ser las mismas: He encontrado que a tal objeto ha correspondido siempre tal efecto y preveo que otros objetos, que en apariencia son similares, serán acompañados por efectos similares. Aceptaré, si se desea, que una proposición puede correctamente inferirse de la otra. Sé que, de hecho, siempre se infiere. Pero si se insisten que la inferencia es realizada por medio de una cadena de razonamientos, deseo que se represente aquel razonamiento. La conexión entre estas dos proposiciones no es intuitiva. Se requiere un término medio que permita a la mente llegar a tal inferencia, si efectivamente se alcanza por medio del razonamiento y la argumentación. Lo que este término medio sea, debo confesarlo, sobrepasa mi comprensión, e incumbe presentarlo a quienes afirman que realmente existe y que es el origen de todas nuestras conclusiones acerca de las cuestiones de hecho” D. Hume, Investigación sobre el entendimiento humano, pp. 150 y 151. 2 TEXTO 1: Impresiones e ideas .“He aquí, pues que podemos dividir todas las percepciones de la mente en dos clases o especies, que se distinguen por los distintos grados de fuerza o vivacidad. Las menos fuertes e intensas comúnmente son llamadas pensamientos o ideas; la otra especie carece de un nombre en nuestro idioma, como en la mayoría de los demás, según creo, porque solamente con fines filosóficos era necesario encuadrarlos bajo un término o denominación general. Concedámonos, pues, a nosotros mismos un poco de libertad y llamémoslas impresiones, empleando este término en una acepción un poco distinta de la usual. Con el término impresiones, pues, quiero denotar nuestras percepciones más intensas: cuando oímos, o vemos, o sentimos, o amamos, u odiamos o deseamos, o queremos. Y las impresiones se distinguen de las ideas en que son percepciones menos intensas de las que tenemos conciencia, cuando reflexionamos sobre las operaciones o movimientos arriba mencionados (…………) En resumen, todos los materiales del pensar se derivan de nuestra percepción interna o externa. La mezcla y composición de ésta corresponde sólo a nuestra mente y voluntad. O, para expresarme en un lenguaje filosófico, todas nuestras ideas o percepciones más endebles son copias de nuestras impresiones o percepciones más intensas. Para demostrar esto, creo que serán suficientes los dos argumentos siguientes. Primero, cuando analizamos nuestros pensamientos o ideas, por muy compuestas o sublimes que sean, encontramos que siempre se resuelven en idas tan simples como las copiadas de un sentimiento o estado de ánimo precedente. Incluso aquellas ideas que, a primera vista, parecen las más alejadas de este origen, resultan, tras un estudio más detenido derivarse de él. La idea de Dios, en tanto que significa un ser infinitamente inteligente, sabio y bueno, surge al reflexionar sobre las operaciones de nuestra propia mente y al aumentar indefinidamente aquellas cualidades de bondad y sabiduría. Podemos dar a esta investigación la extensión que queramos, y seguiremos encontrando que toda idea que examinemos es copia de una impresión similar. Aquellos que quisieran afirmar que esta posición no es universalmente válida ni carente de excepción tienen un solo y sencillo método de refutación: mostrar aquella idea que, en su opinión, no se deriva de esta fuente” D. Hume, Investigación sobre el entendimiento humano, Editorial Tecnos (Grupo Anaya S.A.) 2007 pp., 123 y 124. TEXTO 7. Negación de la sustancialidad del yo. “Cuando vuelvo mi reflexión sombre mi mismo nunca puedo percibir este yo sin una o más percepciones; es más, no puedo percibir nunca otra cosa que las percepciones. Por tanto es la composición de éstas la que forma el yo. 3 Podemos concebir que un ser pensante tenga muchas o pocas percepciones. Supongamos que la mente se reduzca a un nivel incluso más bajo que el de la vida de una ostra. Supongamos que no tenga sino una sola percepción: la de sed o la de hambre. Examinemos la mente en esa situación. ¿Concebiréis alguna otra cosa allí que la mera percepción? ¿Tendréis alguna noción de yo o de sustancia? Y si en ese caso concreto no la tenéis, la adición de otras precepciones no podrá daros nunca tal noción. La aniquilación, que, según suponen ciertas personas sigue a la muerte, destruyendo por completo nuestro yo, no es otra cosa que la extinción de toda percepción particular: amor, odio, dolor y placer, pensamiento y sensación. Por tanto, estas percepciones deberán ser la misma cosa que el yo, dado que no pueden sobrevivir a éste. ¿Es el yo lo mismo que la sustancia? Si así lo fuese, ¿Cómo puede darse el problema concerniente a la subsistencia del yo bajo un cambio de sustancia? Y si son cosas distintas, ¿en qué se diferencian? Por lo que a mí respecta, no tengo noción ni de una ni de otra cuando se las concibe como algo distinto a las percepciones particulares. Los filósofos comienzan a coincidir en el principio de que no tenemos idea alguna de sustancia externa distinta de las ideas de cualidades particulares. Y este principio debe abrir el camino para aceptar otro similar por lo que respecta a la mente: no tenemos noción alguna de la mente distinta de las percepciones particulares.” D. Hume: Tratado de la naturaleza humana, Editora nacional, Madrid, 1977, tomo II, p. 886. TEXTO 1: Descartes, a propósito de la idea de espíritu “Advierto al principio de dicho examen, que hay gran diferencia entre el espíritu y el cuerpo; pues el cuerpo es siempre divisible por naturaleza, y el espíritu es enteramente indivisible. En efecto: cuando considero mi espíritu, o sea a mí mismo en cuanto que soy sólo una cosa pensante, no puedo distinguir en mí partes, sino que me entiendo como una cosa sola y enteriza. Y aunque el espíritu todo parece estar unido al cuerpo todo, sin embargo, cuando se separa de mí cuerpo un pie, un brazo, o alguna otra parte, sé que no por ello se le quita algo a mi espíritu. Y no pueden llamaras “partes” del espíritu a las facultades de querer, sentir, concebir, etc., pues un solo y mismo espíritu es quien quiere, siente, concibe, etc. Mas ocurre lo contrario en las cosas corpóreas o extensas, pues no hay ninguna que mi espíritu no pueda dividir fácilmente en varias partes, y, por consiguiente, no hay ninguna que pueda entenderse como indivisible. Lo cual bastaría para enseñarme que mi espíritu es por completo diferente del cuerpo, si no lo supiera ya de antes” R.Descartes, Meditaciones metafísicas. Ediciones Alfaguara, 1977. Meditación sexta, p. 63. 4 TEXTO 3: La teoría de las impresiones de Hume puede entenderse en relación al problema presentado por Descartes “Ahora bien: entre mis ideas, además de la que me representa a mí mismo (y que no ofrece aquí dificultad alguna) hay otra que me representa a Dios, y otras a cosas corpóreas e inanimadas, ángeles, animales y otros hombres semejantes a mí mismo. Más, por lo que atañe a las ideas que me representan otros hombres, o animales, o ángeles, fácilmente concibo que puedan haberse formado por la mezcla y composición de las ideas que tengo de las cosas corpóreas y de Dios, aun cuando fuera de mí no hubiese en el mundo ni hombres, ni animales, ni ángeles. Y, tocante a las ideas de las cosas corpóreas, nada me parece haber en ellas tan excelente que no pueda proceder de mí mismo; pues si las considero más a fondo y las examino como ayer hice con la idea de la cera, advierto en ellas muy pocas cosas que yo conciba clara y distintamente; a saber, la magnitud, o sea la extensión en longitud anchura y profundidad ; la figura, formada por los límites de esa extensión, la situación que mantienen entre sí los cuerpos diversamente delimitados; el movimiento, o sea , el cambio de tal situación, pueden añadirse la substancia, la duración y el número. En cuanto a las demás cosas, como la luz, los colores, los sonidos, los olores, los sabores, el calor, el frío y otras cualidades perceptibles por el tacto, todas ellas están en mi pensamiento con tal oscuridad y confusión que hasta ignoro si son verdaderas o falsas y meramente aparentes; es decir, ignoro si las ideas que concibo de dichas cualidades son, en efecto, idas de cosas reales, o bien representan tan sólo seres quiméricos, que no pueden existir. (…………….) Y por cierto , no es necesario que atribuya a esas ideas otro autor que yo mismo, pues si son falsas –es decir, si representan cosas que no existen- la luz natural me hace saber que provienen de la nada, es decir, que si están en mí es porque a mi naturaleza –no siendo perfecta- le falta algo; y si son verdaderas, como de todas maneras tales ideas me ofrecen tan poca realidad que ni llego a discernir con claridad la cosa representada del no ser, no veo por qué no podría haberlas producido yo mismo” R.Descartes, Meditaciones metafísicas. Ed. Alfaguara, 1977. Meditación sexta, p. 63. TEXTO 8. El yo puede ser pensado recurriendo a una metáfora. “Por lo que respecta a la causalidad, podemos señalar que la verdadera idea que tenemos de la mente humana consiste en considerarla como un sistema de percepciones diferentes, o existencias diferentes, unidas entre sí por la relación de causa y efecto, y que mutuamente se producen, destruyen, influyen y modifican unas a otras. Nuestras impresiones originan sus correspondientes ideas, y éstas producen a su vez otras impresiones. Un pensamiento sigue a otro, y es seguido por un tercero que le 5 obliga a su vez a desaparecer. A este respecto, no puedo comparar el alma con nada mejor que con una república o estado en que los distintos miembros están unidos por lazos recíprocos de gobierno y subordinación, y que dan origen a otras personas, que propagan la misma república en los cambios incesantes de sus partes. Y del mismo modo que una república particular no solamente pude cambiar sus miembros sino también sus leyes y constituciones, de forma similar puede una misma persona variar su carácter y disposición al igual que sus impresiones e ideas, sin perder su identidad. Cualesquiera que sean los cambios que experimente, sus distintas partes seguirán estando conectadas por la relación de causalidad” D. Hume: Tratado de la naturaleza humana, Editora nacional, Madrid, 1977, tomo I, p.413. TEXTO 9. Refutación del escepticismo radical. “Cuando reflexiono sobre la falibilidad natural de mi juicio, confío todavía menos en mis opiniones que cuando me limito a considerar los objetos sobre los que razono; y cuando voy aún más allá, y vuelvo mi mirada hacia cada estimación sucesiva que hago de mis facultades, todas las reglas de la lógica sufren una disminución continua, con los que al final se extingue por completo toda creencia y evidencia. Si en este momento se me preguntara si creo sinceramente en este argumento, que con tanto trabajo parezco inculcar a los demás, y si soy realmente uno de esos escépticos que mantienen que todo es inseguro y que nuestro juicio no posee en ninguna cosa medida ninguna ni de verdad ni de falsedad, replicaría que esa pregunta es completamente superflua, y que ni yo ni ninguna persona ha sido nunca sincera y constantemente de esa opinión. La naturaleza por medio de una absoluta e incontrolable necesidad, nos ha determinado a realizar juicios exactamente igual que a respirar y a sentir; tampoco está en nuestra mano evitar que veamos ciertos objetos bajo una luz más intensa y plena, en razón a su conexión acostumbrada con una impresión presente, más de lo que podamos prohibirnos a nosotros mismos el pensar mientras estamos despiertos, o el ver los cuerpos que nos rodean cuando dirigimos hacia ellos nuestra vista a plena luz del sol. El que se tome la molestia de refutar las sutilezas de este escepticismo total en realidad ha disputado en el vacío, sin antagonista y se ha esforzado por establecer con argumentos una facultad que ya de antemano ha implantado la naturaleza en la mente y convertido en algo insoslayable.” D. Hume: Tratado de la naturaleza humana, Editora nacional, Madrid, 1977, tomo I, p. 315. 6 TEXTO 10: Clasificación de las áreas de conocimiento. “Me parece que los únicos objetos de las ciencias abstractas o de la demostración son la cantidad y el número, y que todos los intentos de extender la clase más perfecta de conocimiento más allá de estos límites son mera sofistería e ilusión (……….) Todas las demás general investigaciones de los hombres conciernen sólo a cuestiones de hecho y existencia. Y, evidentemente, éstas no pueden demostrarse. Lo que es, puede no ser. Ninguna negación de hecho implica una contradicción. La no existencia de cualquier ser, sin excepción alguna, es una idea tan clara y distinta como la de su existencia. La proposición que afirma que no es, por muy falsa que sea, no es menos concebible e inteligible que la que afirma que es. El caso es distinto con las ciencias propiamente dichas. Toda proposición que no es verdadera es confusa e ininteligible. Que la raíz cúbica de 64 es igual a la mitad de 10 es una proposición falsa y jamás podrá concebirse distintamente. Pero que Cesar o el ángel Gabriel, o cualquier ser nunca existió, podrá ser una proposición falsa, pero de todas formas es perfectamente concebible y no implica contradicción. Por tanto, la existencia de cualquier ser sólo puede demostrarse con argumentos a partir de su causa o de su efecto, y estos argumentos se fundan exclusivamente en la experiencia. Si razonamos a priori, cualquier cosa puede parecer capaz de producir cualquier otra. La caída de un guijarro puede, por los que sabemos, apagar el sol o el deseo de un hombre controlar los planetas en sus órbitas. Sólo la experiencia nos enseña la naturaleza y límites de la causa y el efecto y nos permite inferir la existencia de un objeto de la de otro. Tal es el fundamento del razonamiento moral, que forma la mayor parte del conocimiento humano y es la fuente de toda acción y comportamientos humanos. Los razonamientos morales conciernen a hechos generales o a hechos particulares. Todas las deliberaciones en la vida conciernen a éstos, así como también todas las disquisiciones históricas, cronológicas, geográficas y astronómicas. Las ciencias que tratan de hechos generales son la política, la filosofía de la naturaleza, la física, la química etc., donde se investigan las cualidades, causas y efectos de una especie entera. La teología, como demuestra la existencia de una divinidad y la inmortalidad de las almas, se compone en parte de razonamientos sobre hechos particulares, en parte de razonamientos sobre hechos generales. Tiene su fundamento en la razón en la medida en que está apoyada por la experiencia, pero su mejor y más sólido fundamento es la fe y la revelación divina. La moral y la crítica no son propiamente objetos del entendimiento como del gusto y del sentimiento. La belleza moral o natural es sentida más que percibida. O si 7 razonamos acerca de ella, e intentamos fijar su patrón, consideramos un hecho nuevo, a saber: el gusto general de la humanidad o algún hecho que pueda ser objeto de razonamiento o investigación. Si procediéramos a revisar las bibliotecas convencidos de estos principios, ¡qué estragos no haríamos! Si cogemos cualquier volumen de teología o metafísica escolástica, por ejemplo, preguntemos: ¿Contiene algún razonamiento abstracto sobre la cantidad y el número? No. ¿Contiene algún razonamiento experimental acerca de cuestiones de hecho o existencia? No. Tírese entonces a las llamas pues no puede contener más que sofistería e ilusión” D. Hume, Investigación sobre el entendimiento humano, pp. 282-285. TEXTO 5: La costumbre es el origen de la inferencia causa-efecto. “Aquí hay pues una especie de armonía preestablecida entre el curso de la naturaleza y la sucesión de nuestras ideas, y, aunque los poderes y las fuerzas por las que la primera es gobernada nos son totalmente desconocidos, de todas formas encontramos que nuestros pensamientos y representaciones han seguido la misma secuencia que las demás obras de la naturaleza. La costumbre es el principio por el cual se ha realizado esta correspondencia tan necesaria para la supervivencia de nuestra especia y la dirección de nuestra conducta en toda circunstancia y suceso de la vida humana. Si la presencia de un objeto no hubiera inmediatamente excitado la idea de los objetos usualmente unidos a él, todo nuestro conocimiento hubiera tenido que limitarse a la estrecha esfera de nuestra memoria o sentidos, y nunca hubiéramos sido capaces de ajustar medíos a fines o emplear nuestros poderes naturales para hacer el bien o evitar el mal. Añadiré, para mayor confirmación de la teoría precedente, que como esta operación de la mente, por medio de la cual inferimos los mismos efectos de causas iguales y viceversa, es tan esencial para la subsistencia de todas las criaturas humanas, no es probable que pudiera confiarse a las engañosas deducciones de nuestra razón, que es lenta en sus operaciones, que no aparece en grado alguno durante los primeros años de la infancia y que, en el mejor de los casos, está en toda edad y periodo de la vida humana muy expuesta al error y la equivocación. Concuerda mejor con la sabiduría habitual en la naturaleza asegurar un acto tan necesario de la mente con algún instinto o tendencia mecánica que sea infalible en sus operaciones, que pueda operar a partir de la primera aparición de la vida y pensamiento y que pueda ser independiente de todas las deducciones laboriosas del entendimiento. ” D. Hume, Investigación sobre el entendimiento humano. pp. 171 y 172. 8 9