Año: 4 Número: 4 IV Foro Universitas 2012 HumanidadesUP 1 Tabla de contenido Introducción .............................................................................................................................. 3 Hacia una idea de ‘Universidad’ a partir de algunos escritos de Benedicto XVI ............... 4 La crítica de Benedicto XVI a la noción de moralismo ....................................................... 20 Acceso a la Verdad a través de la contemplación de la belleza de la ciencia ..................... 33 El énfasis dialógico y social del cristianismo en Benedicto XVI ......................................... 43 Lógica divina, cósmica y humana: conjugadas para el conocimiento de la verdad.......... 59 La caridad en la economía para lograr un desarrollo integral ........................................... 71 El bien, la verdad y la belleza en el mensaje de su santidad Benedicto XVI para la Jornada Mundial de las comunicaciones sociales ................................................................. 84 El pensamiento de Ratzinger como solución al nihilismo moral: Creación, Verdad, Conciencia y Libertad .............................................................................................. 94 Significado del cuidado como compromiso, intención y meta hacia el ser humano, en su condición de vulnerable .............................................................................................. 107 Juventud universitaria y misión de vida ............................................................................. 120 La caridad: don excelso de Dios........................................................................................... 131 2 INTRODUCCIÓN La coordinación de Humanidades de la Facultad de Filosofía de la Universidad Panamericana presenta la revista Humanidades UP, cuya reflexión versa en esta edición sobre los temas propuestos en el Foro Universitas 2012: Benedicto XVI, colaborador de la Verdad. Con motivo de la visita del Santo Padre a México en el mes de marzo, la Universidad Panamericana invitó a sus alumnos y maestros a que realizaran una investigación, análisis y reflexión personal sobre las ideas de Benedicto XVI en cualquiera de sus textos, discursos, homilías, encíclicas, etc. Humanidades UP presenta aquí los trabajos ganadores del Foro Universitas 2012 – el cual fue llevado a cabo el 27 de marzo del presente año – y pretende ofrecer este espacio de reflexión para toda la comunidad universitaria. El Foro contó con la participación de los alumnos de todas las escuelas y facultades de la Universidad Panamericana, y estuvo a cargo de la Coordinación de Humanidades, el Departamento de Desarrollo social y la Fundación de Medicina y Asistencia social A.C. 3 Hacia una idea de ‘Universidad’ a partir de algunos escritos de Benedicto XVI Jorge Medina Delgadillo INTRODUCCIÓN El objetivo del presente ensayo es intentar una reconstrucción de la “idea de universidad” que ésta se pueda obtener de diversos textos del pontificado –aún en curso– de Benedicto XVI. Las limitaciones que han de considerarse son fundamentalmente dos: que antes de ser nombrado Papa, Joseph Razinger trató el tema en distintas ocasiones y aunque estas fuentes se pueden considerar para completar más la noción o la evolución de la noción, por ahora nos hemos ceñido a sus discursos pronunciados como Pontífice; también, el hecho de reconstruir una noción a partir de textos diversos, donde cada uno obedece a un propósito distinto, puede declarar artificial la unidad de la reconstrucción, a menos que presupongamos la unidad en la persona misma del artífice, que se verifica en la unidad de intensión subyacente a todos sus escritos: “la imagen cristiana de Dios y también la consiguiente imagen del hombre y de su camino”1. Declaradas estas limitaciones, y teniendo presente el gran texto de John H. Newman: The idea of university, hoy se nos vuelve de nuevo imperioso volver a reflexionar sobre el ser y quehacer de la universidad. Esta institución, dada a luz por el occidente cristiano, no es ajena al ambiente cultural en que se desenvuelve, al contrario, es construida por éste, y a la vez, lo construye permanentemente. Esta simbiosis la torna muy especial: la universidad es de la pocas instituciones donde la persona, en la madurez de la razón, puede tener, en diálogo con sus semejantes, “una introducción a la realidad, pues en esto consiste la educación” 2 . Si la universidad quiere ser fiel a sí misma, debe introducirnos, entre otras cosas, a la aventura de reflexionar sobre su propia identidad. En este intento de autoexamen es donde la voz de Benedicto XVI, no menos académico que Pontífice, se presenta con una altura y densidad tales, que lo insertan al debate más actual, serio y comprometido de resignificación sobre la universidad, a la cual él mismo llamó su “patria espiritual” (A1). En efecto, como 1 Deus caritas est, 1. JUNGMANN J. A., Christus als Mittelpunkt religiöser Erziehung, p. 20, apud: Giussani L., Educar es un riesgo, Ediciones Encuentro, Madrid 19912, p. 37. 2 4 sugiere el rabino de Nueva York, “Lo que el mundo ha aprendido en estos cinco años respecto al Papa-estudioso es el precio que la academia paga por sostener la verdad y mantener la propia integridad. La infalibilidad tiene sus costos. La gente prefiere políticos capaces de mediar antes que personajes críticos y propensos a las controversias (…) La genuina integridad de este hombre y su capacidad de exponer la verdad a la humanidad entera, mueven intereses muy fuertes. Y por esto, también los musulmanes, los anglicanos y los judíos deben prepararse a un debate de alto perfil sobre la razón y la racionalidad compartida”3. A este debate, sobre las bases de la razón y la racionalidad compartida es que se suma este breve ensayo sobre la idea de universidad según algunos textos de SS Benedicto XVI. Son cuatro las partes en que he querido dividir el trabajo: la esencia y las bases en que se asienta la universidad; su finalidad o vocación; el modo de su concreción y, por último, algunos retos actuales que enfrenta la universidad. La apertura del logos como fundamento de la universidad El Papa Benedicto XVI en diversas ocasiones se ha pronunciado acerca de la base sobre la que se funda la Universidad: la apertura de la razón. Para él, “el verdadero e íntimo origen de la universidad está en el afán de conocimiento, que es propio del hombre. Quiere saber qué es todo lo que le rodea. Quiere la verdad” (Sap). En efecto, el deseo natural de conocer en todos los hombres, de acuerdo a la célebre sentencia de Aristóteles en su Metafísica, encontraría cabal cumplimiento, si la razón a sí misma no se limita a: 1) dar cuenta sólo de lo ya conocido; 2) imponerse un único método de acceso a lo real; 3) conocer fragmentariamente la realidad; y 4) no confrontarse y dialogar respetuosamente con otras posiciones razonables. Analicemos cada uno de estos puntos con más detalle. Investigar es acceder a lo desconocido, acceder a lo real que en su enorme riqueza siempre ofrece aspectos nuevos y asombrosos. Afirmar que una misión fundamental de la universidad es la investigación es declarar la perpetua valentía del hombre. Como lo comentaba el Papa a alumnos universitarios: “… vuestra valentía en la entrega a la verdad, vuestra valentía para buscar más allá de los límites de lo 3 NEUSNER J., “La forza della ragione nel confronto con le altre religioni”, Corriere della sera, (18 Abr 2010), p.25. 5 conocido, para no rendiros ante la debilidad de la razón” (Pav). Investigar es, tácitamente, reconocer el que “la verdad misma siempre va más allá de nuestro alcance. Podemos buscarla y acercarnos a ella, pero no podemos poseerla del todo: más bien, es ella la que nos posee a nosotros y nos motiva” (Esc). La aventura universitaria se verifica en que, lejos de construirse sobre la base del círculo de sus propias argumentaciones, está en una permanente búsqueda de la verdad. (Cfr. Sap). El logos humano, es estudio, paciencia investigadora, desarrollo científico continuo, que se hereda generosamente (traditio) a las siguientes generaciones, para aproximarnos cada vez más –como una asíntota que se aproxima continuamente pero indefinidamente– a la verdad. Pero, ¿cómo abrir de par en par las puertas del logos a la verdad, si no se reconoce que cada aspecto de lo real exige un método de aproximación propio? El Pontífice critica que sólo aquél tipo de “certeza que deriva de la sinergia entre matemática y método empírico pueda considerarse científica”(Rat), no porque dicho “la tendencia a considerar verdadero solamente lo que se puede experimentar constituye una limitación de la razón humana y produce una terrible esquizofrenia, ya declarada, por lo que conviven racionalismo y materialismo, hipertecnología e instintividad desenfrenada” (Ang 1). En efecto, asistimos a una era en donde la aparente reducción de todos los lenguajes científicos a una expresión binaria, y la reducción de toda comprobación a la experimentación en un laboratorio, se nos vuelve un fardo difícil de sacudir. Esto se puede palpar desde la obsolescencia de los métodos cualitativos frente a los cuantitativos en las ciencias sociales, hasta la declaratoria de no cientificidad de la literatura, la filosofía o la teología. Por el contrario, para el Pontífice, humanidades y ciencias son como las dos caras de una misma medalla (Cfr. A4). El Papa invita, permanentemente a volver a abrir el horizonte de la razón en toda su amplitud, lo cual implicaría “ampliar nuestro concepto de razón y de su uso” (Rat). Y he aquí otra de las tareas permanentes de la universidad: protegerse a sí misma de la cerrazón; la universidad es por esencia apertura, la apertura es exigida por la investigación y la investigación es suscitada por la verdad. Y, sin embargo, la verdad que es rica en aristas, también es una. Ensanchar los espacios de la racionalidad también supone “volver a abrirla a las grandes cuestiones de la verdad y del bien, conjugar entre sí la teología, la filosofía y las ciencias, respetando 6 plenamente sus métodos propios y su recíproca autonomía, pero siendo también conscientes de su unidad intrínseca” (Ver). El logos del hombre, podemos decir que es logos sobre el cosmos, y en ello estriba la ciencia; pero también es logos sobre lo divino, sobre lo que le trasciende, y este intento funda una teología natural que es ya apertura que se consuma con la recepción del don de la fe revelada; más aún, es también logos que reflexiona sobre el logos, y que nos manifiesta así, críticamente, sus alcances y límites, y nace así la filosofía. A fin de cuentas, conocer lo real, siguiendo el razonamiento de San Agustín4, sólo se alcanzaría si yo lo conociese en sí (tal cual es), lo conociese en mí (tal cual lo concibo), pero también tal cual es en el Verbo (tal cual debiera ser según el plan eterno). A esta gran interdisciplinariedad nos invita el Papa: a la que considera ‘todo’ con el logos que está abierto, incluso, al Logos; vivencia que, desde luego, se verifica en el diálogo sincero y serio entre investigadores, pero también, y no menos importante, “en personas abiertas a la verdad total en las diferentes ramas del saber, sabiendo escuchar y viviendo en su propio interior ese diálogo interdisciplinar” (Esc). Si atendemos a estas dos interdisciplinariedades (inter pares e interior), descuella una cuarta y última característica del logos humano: la apertura a todo lo razonable. El que dialoga no puede dejar de confrontarse con quien expone algo razonable. Incluso así se expuso el cristianismo en medio del mundo pagano, como una verdad razonable –testimoniada por mártires, sin duda, pero razonable–. De hecho, si como telón de fondo tenemos que el corazón humano (toda nuestra persona) busca la Verdad, y ésta es el Sumo Bien, entonces “sólo una verdad que trascienda la medida humana, condicionada por limitaciones, da serenidad a las personas y reconcilia a las sociedades entre sí” (AM) y es por esto que la fe tiene cabida en la universidad, pues ella “amplía el horizonte de nuestro pensamiento, y es camino hacia la verdad plena, guía de auténtico desarrollo. Sin orientación a la verdad, sin una actitud de búsqueda humilde y osada, toda cultura se deteriora, cae en el relativismo y se pierde en lo efímero” (Sagr). Si consideramos lo anterior, podremos valorar más la expresión utilizada por el Papa al afirmar que la universidad está llamada a ser “un espacio donde toma forma de excelencia la apertura al saber” (Sagr), pues la meta propuesta no es una apertura fingida o limitada, es una apertura total, y en su totalidad, que no es más que fidelidad a la riqueza de lo real, es que la fe puede considerarse como aporte para un 4 Cfr. In Evangelium Ioannis, tract. 1, 16, véase también el comentario de Santo Tomás donde sigue fielmente a San Agustín en el mismo pasaje evangélico: Super Ioannem, cap. 1, lect. 2. 7 completo humanismo. El estudio sincero de cada alumno, por ejemplo, sigue la tridimensionalidad antes expuesta: ciencia-filosofía-fe: “El mundo necesita buenos científicos, pero una perspectiva científica se vuelve peligrosa si ignora la dimensión religiosa y ética de la vida, de la misma manera que la religión se convierte en limitada si rechaza la legítima contribución de la ciencia en nuestra comprensión del mundo. Necesitamos buenos historiadores, filósofos y economistas, pero si su aportación a la vida humana, dentro de su ámbito particular, se enfoca de manera demasiado reducida, pueden llevarnos por mal camino” (Twick; Cfr. Vísp). Si la apertura del logos a la verdad supone una interdisciplinariedad interior, como se ha analizado, también supone una interdisciplinariedad de la “la confrontación, el diálogo franco y respetuoso entre las recíprocas posiciones” (Ang 2; Cfr. Mad). Su Santidad reconoce que el diálogo, siempre, pero hoy con más acuidad, es indispensable en las universidades; y esto no sólo debido al ensanchamiento del campo científico y la vastedad de aportes que nos ofrece, es decir, debido a la complejidad del saber actual (Cfr. Eur), sino también por el encuentro de culturas diversas que favorece este siglo global (Cfr. ER1). Esta coyuntura histórica hace que la apertura del logos, sea apertura al otro logos. La valoración de la alteridad y de la diferencia son una constante en los documentos del Papa; digamos que el binomio ‘adhesión a la verdad y diálogo’ son en el fondo la expresión de una posición consistente respecto a la verdad, pues si ésta es tan rica como para no poder asirla desde una sola óptica, y en esto se funda el diálogo, también es tan integral como para no poder asirla asépticamente, y por eso es llamado a entrar en ella la totalidad del hombre que la busca: intelecto, afectos, costumbres, cultura, lenguaje, relaciones sociales, voluntad, creencias, etc. El mismo Papa nos ofrece una gran síntesis al afirmar: “es verdad que sólo poniendo en el centro a la persona y valorando el diálogo y las relaciones interpersonales se puede superar la fragmentación de las disciplinas derivada de la especialización y recuperar la perspectiva unitaria del saber. Las disciplinas tienden naturalmente, y con razón, a la especialización, mientras que la persona necesita unidad y síntesis” (Pav). La base de la universidad es la apertura del logos, y sin embargo, contra esta apertura es que a veces la misma universidad combate. El riesgo que supone un logos vuelto contra el mismo logos es tal vez una enseñanza que la prensa no aquilató suficientemente tras el discurso del Papa Benedicto en Ratisbona. Hay un llamado permanente del Papa a que la universidad, no sólo viva de y en la apertura, sino también 8 la garantice. (Cfr. A4) Es una institución privilegiada y, única en su género, que no sólo es –como quieren algunos intelectuales– la conciencia crítica de la sociedad, sino incluso la pervivencia del criterio mismo. En las aulas universitarias se puede formar el logos que “toda persona necesita para dar a su existencia un sólido fundamento y una finalidad válida” (Lat). La sabiduría como vocación universitaria Ahora bien, la apertura del logos, es hacia la verdad; y por eso “emerge la vocación originaria de la Universidad, nacida de la búsqueda de la verdad, de toda la verdad, de toda la verdad de nuestro ser” (Sagr). Pero, ¿qué nos quiere decir el Papa cuando utiliza la expresión ‘de toda la verdad de nuestro ser’? Un recorrido por los textos donde el Pontífice aborda este punto nos hace ver que la respuesta no es simple: la riqueza de lo real, también se verifica en nosotros mismos: somos un punto que explota a diferentes magnitudes pero en todas direcciones, y ante esta realidad es que la universidad no puede ser indiferente. La Universidad se encuentra hoy en una encrucijada de acciones: la profesionalización del alumnado y la radicación del sentido de la vida en la verdad. El Papa no deslegitima la primera acción de la universidad, sino que la subsume a la segunda. Esta ‘jerarquía’ de quehaceres al interior de la universidad, refleja su vocación misma: fue creada para ‘impartir sabiduría’: “la tarea de un maestro no es sencillamente comunicar información o proporcionar capacitación en unas habilidades orientadas al beneficio económico de la sociedad; la educación no es y nunca debe considerarse como algo meramente utilitario. Se trata de la formación de la persona humana, preparándola para vivir en plenitud” (Twick). Este es el fundamento por el cual la universidad ensancha su misión de la sola investigación, a la docencia y el asesoramiento. Una universidad no es, repito, un instituto de investigación, es una institución más ambiciosa, pues “la investigación tiende al conocimiento, mientras que la persona necesita también la sabiduría, es decir, la ciencia que se manifiesta en el saber vivir” (Pav). La apertura del logos a lo real, incluso en medio de una interdisciplinariedad dialogante, se hace desde la autenticidad. A la par de la búsqueda de toda la verdad, está 9 la búsqueda del bien, y esta obligación no sólo es del individuo en cuanto tal, sino también de las ciencias que están llamadas “a defender siempre al hombre y promover su búsqueda del bien auténtico” (Lat). Por otra parte, la unidad a la que están llamadas las ciencias entre sí es la unidad o coherencia que buscan en su sujeto, y un hombre uno, es un hombre sabio. Una de las definiciones más bellas que el Papa nos ofrece de las universidades por su misión es cuando afirma que ellas “están llamadas a ser «laboratorios de humanidad», ofreciendo programas y cursos que estimulen a los jóvenes estudiantes no sólo en la búsqueda de una cualificación profesional, sino también de la respuesta a la demanda de felicidad, de sentido y de plenitud, que anida en el corazón del hombre” (CM). La universidad es un lugar privilegiado para preguntarse por el sentido de la vida, para encontrar respuestas razonables en la etapa donde el joven empeña su existencia a los ideales más nobles. Sin duda detrás de estas líneas, como detrás de muchas otras, el Papa muestra su herencia agustiniana y hace eco de ella. Ciertamente el corazón está inquieto, y busca la plenitud, y la época universitaria –donde se razona maduramente sobre lo razonable, en una comunidad de profesores y alumnos– es la época de la inquietud. Si la docencia y el asesoramiento son mudos frente al interrogante existencial, y sólo cualifican técnicamente a los individuos, ahí no hay universidad, sino instituto tecnológico. Sin embargo, riesgo de infidelidad que afronta la universidad frente al problema anterior, no es sólo una falta de coherencia respecto a su fin de ‘formación integral’, como si esta falta repercutiese sólo en un aspecto que el joven pudiera suplir por otros medios como los amigos o los grupos sociales intermedios. La cobardía de las universidades por una apuesta decidida a la educación integral engendra individuos ‘tristes’. En uno de los textos papales que me ha sido más significativo se lee lo siguiente: “El hombre quiere conocer, quiere encontrar la verdad. La verdad es ante todo algo del ver, del comprender, de la theoría, como la llama la tradición griega. Pero la verdad nunca es sólo teórica. San Agustín, al establecer una correlación entre las Bienaventuranzas del Sermón de la montaña y los dones del Espíritu que se mencionan en Isaías 11, habló de una reciprocidad entre "scientia" y "tristitia": el simple saber — dice— produce tristeza. Y, en efecto, quien sólo ve y percibe todo lo que sucede en el mundo acaba por entristecerse. Pero la verdad significa algo más que el saber: el conocimiento de la verdad tiene como finalidad el conocimiento del bien. Este es 10 también el sentido del interrogante socrático: ¿Cuál es el bien que nos hace verdaderos? La verdad nos hace buenos, y la bondad es verdadera” (Sap). El Papa pues, nos invita seriamente a todos los agentes universitarios a sopesar el conocimiento sin sabiduría ante la sabiduría con conocimiento; entre el logos parcial y el total. La idea anterior tiene una base antropológica importante: el ser humano entero transita a la verdad por un cambio dual: la inteligencia y el amor, en donde no sólo no podemos conocer lo que previamente no hemos apetecido, y no podemos amar lo que previamente no hemos conocido, sino que radicalmente nuestro intelecto se muestra rico en amor, y el amor es inteligente (Cfr. Esc). Estas ideas, más desarrolladas en su tercera encíclica, hilvanan la tesis de la sabiduría como meta del universitario. El Papa ve en la universidad el lugar donde el sujeto que ha roto consigo mismo y que ha roto en sus relaciones interpersonales puede recuperarse, pues la universidad, “por su misma naturaleza vive precisamente del equilibrio virtuoso entre el momento individual y el comunitario, entre la investigación y la reflexión de cada uno y la participación y la confrontación abierta a los demás, en un horizonte tendencialmente universal” (Par). Sólo un ambiente que fomenta tanto la reflexión (recuperación de la subjetividad madura) como el diálogo (recuperación de la intersubjetividad madura), puede ser un camino de sabiduría. Por último, reste decir que para el Papa la sabiduría, al ser un ‘saber vivir’ –y por tanto ‘saber’ o logos–, no prescinde de la referencia última a Dios. Su búsqueda por Dios (quaerere Deum) y su disposición a escucharlo (Cfr. Cass; Eur), son indispensables, pues “al hombre no se lo puede entender plenamente, tanto en su interioridad como en su exterioridad, si no se lo reconoce abierto a la trascendencia” (Greg). Esto abre un diálogo muy interesante con los no creyentes, y aunque a primera vista parece que el Papa propone una sabiduría maximalista, por llamarla de algún modo, sin embargo simplemente nos hace notar que los hombres verdaderamente sabios han buscado lo absoluto e incluso muestran una disposición frente a él. Se comprende más fácilmente esto cuando vemos que la universitas medieval nació al interior de la Iglesia y, por tanto, constituye un esfuerzo por abrir el logos al don de fe, y es en esa Iglesia donde se ha distinguido entre una sabiduría del mundo, y una sabiduría de Dios. El Papa, no obstante, llama a la apertura, invita al introducirnos todos, creyentes y no creyentes, en el ‘atrio de los gentiles’ donde la búsqueda sincera de toda la verdad, y el diálogo respetuoso, hará surgir frutos a todos: a los creyentes les invitará a dar mayor 11 testimonio y a rechazar cualquier práctica religiosa desviada, a los no creyentes, el examen reflexivo sobre la propuesta de un saber vivir que es, en último término, cara Dios. La universitas de profesores y alumnos como camino de sabiduría Recapitulemos y demos un paso adelante en la reconstrucción que estamos haciendo: la apertura del logos a toda verdad responde a un deseo natural del hombre por saber; esta apertura busca la sabiduría, es decir, un saber vital pleno. Pero ¿cuáles son las condiciones donde esta intención se puede consumar?, ¿qué nos muestra la razón y la historia respecto a esta pretensión?, ¿cuáles son las modalidades de su concreción? La razón que dialoga con otra razón, buscando la sabiduría de vida por el camino de la rica verdad, es universitas. Una en su fin, diversa en sus dialogantes; una la sabiduría, diversas las ciencias; una la verdad, diversas las aproximaciones. El suelo fértil donde se cultiva la sabiduría es la universidad. El Papa hace suyas las palabras de Alfonso X, cuando expone en qué consiste la empresa universitaria: “el trato con colegas de las diversas disciplinas y el deseo de responder a las inquietudes últimas y fundamentales de los alumnos. Esta universitas que entonces viví, de profesores y estudiantes que buscan juntos la verdad en todos los saberes, o como diría Alfonso X el Sabio, ese «ayuntamiento de maestros y escolares con voluntad y entendimiento de aprender los saberes», clarifica el sentido y hasta la definición de la Universidad” (Esc). El trato entre profesores y alumnos tiene una meta: alcanzar la sabiduría, como ya se ha dicho. Este afán se cristalizó en la historia en tres intenciones culturales: la paideia griega, la humanitas latina y la universitas cristiana. Cada intención traía consigo lo mejor de la anterior y añadía algún aspecto de novedad. Así, ya “desde la época de Platón, la instrucción no consiste en una mera acumulación de conocimientos o habilidades, sino en una paideia, una formación humana en las riquezas de una tradición intelectual orientada a una vida virtuosa” (Prag). La tradición occidental, en sus raíces paganas, no es ajena a una concepción de la sabiduría como un saber orientado a la virtud, y sobre este suelo germinó la idea, más romana que griega, donde la humanitas era además una disposición del sujeto para entablar un diálogo con quien 12 no es de su comunidad. El derecho de gentes romano da cuenta de la consideración que este pueblo tuvo para con el otro, e instauró una concepción más amplia de hombre: la humanidad que subyace a todos nos hermana; nadie está excluido del logos que se plasma en lex, incluso por eso, todos, en distinta medida, pero todos, debemos responder ante la ley. Este doble aporte, el de la paideia que considera al individuo virtuoso y al de la humanitas que busca la armonía social, es recuperado en la universitas al buscar la verdad en los saberes, pues por una parte la verdad exige coherencia y sabiduría, y por otra, la verdad es una búsqueda comunitaria. La síntesis entre individuo y comunidad que realiza la universitas es expuesta de esta manera por Su Santidad: “toda universidad tiene por naturaleza una vocación comunitaria, pues es precisamente una universitas, una comunidad de profesores y alumnos comprometidos en la búsqueda de la verdad y en la adquisición de competencias culturales y profesionales superiores. La centralidad de la persona y la dimensión comunitaria son dos polos igualmente esenciales para un enfoque correcto de la universitas studiorum. Toda universidad debería conservar siempre la fisonomía de un centro de estudios ‘a medida del hombre’, en el que la persona del alumno salga del anonimato y pueda cultivar un diálogo fecundo con los profesores, que los estimule a crecer desde el punto de vista cultural y humano” (Pav). Este texto es muy significativo, porque subraya la adquisición de personalidad social, es decir, el reconocimiento racional que de alguien hacen otros. El diálogo fecundo entre un profesor y un alumno, es decir, el asesoramiento o tutoría, tiene como efecto colateral el que el alumno, al ser interpelado directamente, responda también desde sí, y así fragüe su propia identidad intelectual. Si en los apartados anteriores se habló de los roles de investigación y docencia en la universidad, ahora salta claramente el rol de la tutoría. Sin ésta, el alumno no llegaría a ser un uno en la diversidad que compone la universitas. Y así, el proyecto de madurez personal es sintónico al proyecto de intervención social: “construir la propia existencia, construir la sociedad, no es una obra que puedan realizar mentes y corazones distraídos y superficiales” (Vísp; cfr. ER1). Persona y sociedad, esta es otra de las síntesis que da a luz la universidad. Por su propia constitución, más aún, gracias a su peculiar constitución, la universidad ha hecho consciente y razonable al individuo la hipótesis de perfeccionarse dentro de una sociedad, y de perfeccionar una sociedad a través de su intervención personal, y “lo mismo sucede hoy: los jóvenes, cuando se despierta en ellos la comprensión de la 13 plenitud y unidad de la verdad, experimentan el placer de descubrir que la cuestión sobre lo que pueden conocer les abre el horizonte de la gran aventura de cómo deben ser y qué deben hacer” (Prag); o como afirma en otro texto el Papa, aclarando la misma idea: “la vocación de la Universidad es la formación científica y cultural de las personas con vistas al desarrollo de toda la comunidad social y civil” (Par). Ahora bien, la experiencia de universitas que tiene el alumno a través del diálogo con profesores y con otros alumnos, ¿termina allí, en las aulas? Lo más interesante es que esta experiencia marca la vida del universitario, digamos que lo reviste de un ethos peculiar que motiva futuras acciones: en lo laboral, académico o político será un agente de universitas, de unidad en la diversidad, de sociedad, y habrá aprendido que “la libertad no es la facultad para desentenderse de; es la facultad de comprometerse con” (Wash). Más aun todavía: el Papa apunta que “una experiencia de Universitas (…) la experiencia de que, no obstante todas las especializaciones que a veces nos impiden comunicarnos entre nosotros, formamos un todo y trabajamos en el todo de la única razón con sus diferentes dimensiones, colaborando así también en la común responsabilidad respecto al recto uso de la razón” (Rat) y así nos hace ver que la experiencia de universitas, al ser colaboradores de la verdad –como reza su lema episcopal–, todos cooperamos en la consolidación de una globalización razonable, y que así como se dio la revolución de terciopelo, o algunos movimientos recientes en medio oriente o protestas juveniles en contra del capitalismo férreo, así también el siglo presente sea transformado desde su interior por los universitarios: “se trata de una tarea que tenemos por delante, una aventura fascinante en la que vale la pena embarcarse, para dar nuevo impulso a la cultura de nuestro tiempo” (Ver). Por último, la experiencia universitaria es una escuela de generosidad. Apunta el Papa: “la Universidad (…) existe para vosotros, para los estudiantes. Todas las energías gastadas por vuestros profesores y docentes en la enseñanza y en la investigación son por vosotros. Por vosotros son las preocupaciones y los esfuerzos diarios del rector magnífico, de los vicerrectores, de los decanos y de los directores. Vosotros sois conscientes de ello y estoy seguro de que también os sentís agradecidos” (Greg). El agradecimiento a la generosidad es asimismo generosidad. El cultivo de las ciencias, la búsqueda de la sabiduría, el diálogo abierto y fecundo, son la mejor vía para formar “una nueva clase de intelectuales capaces de interpretar las dinámicas sociales y culturales, ofreciendo soluciones no abstractas, sino concretas y realistas” (Vísp). Esta 14 visión de la universidad como institución que transforma la sociedad, de ninguna manera es un idealismo ingenuo, es un realismo optimista si es que se enraíza en el agradecimiento, y que deberá verse ya antes de terminar los estudios universitarios tanto en labores de servicio social como de voluntariado y prácticas profesionales; más aún si esa institución es de creyentes, pues “las universidades de inspiración cristiana han de ser lugares de testimonio y de irradiación de la nueva evangelización, seriamente comprometidas a contribuir en el ambiente académico al progreso social, cultural y humano, además de promover el diálogo entre las culturas” (ER2). El desafío del utilitarismo en el seno de las universidades Aunque varios puntos merecerían una atención final, a modo de breve corolario, en tanto desafíos o retos de la universidad actual, nos centraremos sólo en uno que destaca por su frecuenta en los discursos del Papa frente a universitarios: el utilitarismo. Benedicto XVI ve un ambiente generalizado donde el logos es fácil que claudique frente a lo útil: “Hoy, el peligro del mundo occidental —por hablar sólo de éste— es que el hombre, precisamente teniendo en cuenta la grandeza de su saber y de su poder, se rinda ante la cuestión de la verdad. Y eso significa al mismo tiempo que la razón, al final, se doblega ante la presión de los intereses y ante el atractivo de la utilidad, y se ve forzada a reconocerla como criterio último” (Sap). Este ambiente general decimos que ha influenciado a la universidad porque en cierta medida la reducción de la toda la misión universitaria a capacitación técnica obedece a una respuesta efectiva y momentánea a los requerimientos del presente. Esto no significa que se esté en contra de actualizar los planes de estudio o los acervos bibliográficos, sino en una relación de subordinación que ha establecido la academia con el mercado, y de esto muchas instituciones de educación superior continuamente dan prueba. La libertad que caracterizaba a la universitas medieval, era mucho más importante de lo que tal vez nos imaginamos; su autonomía era, simultáneamente, la condición de posibilidad para mejorar el mismo contexto social al que la universidad se debía. Por el contrario, la identificación paulatina entre mercado y universidad, minan la capacidad de autodistanciarse –tanto para la universidad como para la sociedad en su conjunto– y ni la universidad sirve de referente de verdadero desarrollo y creatividad a 15 la sociedad, en especial, al mercado, ni éste ofrece verdaderas problemáticas (de justicia en la distribución de bienes o de generación de riqueza) a la universidad. Es muy sugerente la insistencia del Papa en este punto: “una reforma de la Universidad no puede menos de tener como resultado su libertad: libertad de enseñanza, libertad de investigación, libertad de la institución académica frente a los poderes económicos y políticos” (Par). Después de todas las conquistas de autonomía que han hecho las universidades, tal vez nos quede la conquista de la libertad frente al poder económico (especialmente las universidades privadas) y al poder político (especialmente las universidades públicas). Si la universidad claudica a su vocación, la investigación misma se vuelve contra el hombre (Cfr. A2); la docencia se reduce a capacitación técnica; el asesoramiento a clientelismo y la difusión social de la cultura a propaganda o publicidad. Cuando el Papa nos dice: “no tengáis miedo, cuando sea necesario, de ser inconformistas en la universidad” (A3), nos invita a no temer el ir a contracorriente, a que cada agente universitario asuma el reto de la formación humana integral enraizada en la verdad. El utilitarismo se presenta como un riesgo mucho más peligroso que otros porque pasa inadvertido, porque carcome desde dentro: porque nos acostumbramos, adormecidos, a él. Es un juego donde todos pierden: el mercado perderá progreso; la universidad, libertad, que eran, ambos, los ideales del positivismo que engendró al mismo utilitarismo. Curiosamente una de las soluciones que el Papa propone ante el reduccionismo utilitarista de las universidades vuelve a ser la unificación de los saberes en el sujeto, que es también la base para la interdisciplinariedad. Comentando de Newman afirma que él “contrario a cualquier enfoque reductivo o utilitarista, buscó lograr unas condiciones educativas en las que se unificara el esfuerzo intelectual, la disciplina moral y el compromiso religioso” (Bir). Es, de nuevo, la apertura del logos a toda la verdad sobre todo el hombre, la que está de telón de fondo; sin dicha apertura se cae fácilmente en una concepción mecanicista de las relaciones sociales, incluidas las de producción, cuyo único aliciente es sobre estimular la conducta de cualquier cliente o incluso descifrar los resortes anímicos que hacen de cualquier humano un potencial cliente. Una advertencia aún mayor del Papa estriba en que “sabemos que cuando la sola utilidad y el pragmatismo inmediato se erigen como criterio principal, las pérdidas pueden ser dramáticas: desde los abusos de una ciencia sin límites, más allá de ella misma, hasta el 16 totalitarismo político que se aviva fácilmente cuando se elimina toda referencia superior al mero cálculo de poder. En cambio, la genuina idea de Universidad es precisamente lo que nos preserva de esa visión reduccionista y sesgada de lo humano” (Esc). 17 Abreviaturas A1 A2 A3 A4 AM Ang 1 Ang 2 Bir Audiencia general (20 sep 2006) Audiencia general (27 jun 2007) Audiencia general (19 mar 2008) Audiencia general (30 sep 2009) Exhortación Apostólica Postsinodal Africae Munus (19 nov 2011) Angelus (28 ene 2007) Angelus (20 ene 2008) Homilía en la misa de Beatificación del Card. John Henry Newman, Birmingham (19 sep 2010) Cass Homilía en Cassino (24 may 2009) CM Discurso a los participantes en el congreso mundial de pastoral para los estudiantes internacionales (2 dic 2011) ER1 Mensaje para la Jornada mundial del emigrante y del refugiado 2011 ER2 Mensaje para la Jornada mundial del emigrante y del refugiado 2012 Esc Discurso con los jóvenes profesores universitarios, San Lorenzo de El Escorial (19 ago 2011) Eur Discurso a los participantes en el primer encuentro europeo de estudiantes universitarios (11 jul 2009) Greg Discurso en la visita a la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma (2 nov 2006) Lat Discurso en la visita a la Pontificia Universidad Lateranense (21 Oct 2006) Mad Discurso en la Universidad de Madaba (9 may 2009) Par Discurso a los profesores y alumnos de la Universidad de Parma (1 dic 2008) Pav Discurso en la Universidad de Pavía (22 abr 2007) Prag Discurso en el Castillo de Praga (27 sep 2009) Rat Discurso en la Universidad de Ratisbona (12 sep 2006) Sagr Discurso a la comunidad de la Universidad Católica del Sagrado Corazón (21 may 2011) Sap Discurso preparado para el encuentro con la Universidad de Roma “La Sapienza” (15 ene 2008 - cancelado) Twick Discurso en la celebración de la educación católica, Colegio de Santa María de Twickenham. London Borough of Richmond (17 sep 2010) Ver Discurso en la visita pastoral a Verona (19 Oct 2006) Vísp Celebración de las vísperas con los universitarios romanos en preparación de la Navidad (16 dic 2010) Wash Discurso en la Universidad Católica de América en Washington (17 abr 2008) 18 Bibliografía Carta encíclica Deus caritas est. Carta encíclica In Evangelium Ioannis. JUNGMANN J. A., Christus als Mittelpunkt religiöser Erziehung, apud: GIUSSANI L., Educar es un riesgo, Ediciones Encuentro, Madrid 19912. NEUSNER J., “La forza della ragione nel confronto con le altre religioni”, Corriere della sera, (18 Abr 2010). TOMÁS DE AQUINO, Super Ioannem. 19 La crítica de Benedicto XVI a la noción de moralismo Dr. Ezequiel Téllez Maqueo IINTRODUCCIÓN Desde los comienzos del pensamiento griego, y más concretamente en Aristóteles, aparece una clara distinción entre lo que constituye la vida contemplativa, es decir, una consagración desinteresada del hombre en cuerpo y espíritu a la verdad y a lo divino como fin último de la vida humana, y por otra parte, la vida activa, que ya sea en su vertiente práxica o poiética, se dirige a canalizar por medio de la acción toda la inmensa riqueza afectiva y volitiva de que es capaz el humano con vistas al mejoramiento de sí mismo o de los objetos por él producidos respectivamente. Dicha preocupación contemplativa por la verdad y lo divino, acompañada de la posibilidad humana de percibir la realidad tal como es, se extiende al medioevo llegando a impregnar el pensamiento de algunos escolásticos; quizás con mayor vehemencia que la que tuvo entre los griegos. Uno de éstos escolásticos del siglo XIII como Tomás de Aquino, para explicar el placer intelectual que el conocimiento de la verdad por sí sola proporciona a las almas exquisitas avezadas al goce de la sabiduría, recurre a una comparación intrépida en un pasaje poco conocido de su obra en el que afirma que: «en las cosas del cuerpo primero vemos y luego degustamos, en cambio, en las cosas del espíritu el sabor es anterior a la vista, porque el que no saborea no conoce»5. Efectivamente, según el Aquinate, para conocer la verdad hay que «saborear» lo cognoscible, tomarle gusto con el intelecto, pues saber por medio de la mente equivale a percibir a qué sabe el conocimiento. No es casualidad que los romanos empleasen en latín un mismo verbo como sapere para designar lo que sabe alguien con el intelecto así como aquello a lo que sabe un alimento al paladar. Estamos aquí ante la esencia de la sabiduría aristotélica y tomista explicada a partir de una bella analogía: la sabiduría, que es la cumbre de la vida contemplativa, consiste en aprender a degustar de lo divino en 5 TOMÁS DE AQUINO, Comentario a los Salmos, parte 33, núm 10. 20 todas las actividades humanas. Nada hay superior a esto, pues en la visual tomasiana cualquier otra actividad humana estaría ordenada a alcanzar cada vez mayor profundidad y familiaridad con Dios. Por eso es sabido que eran tan apreciables al espíritu escolástico el silencio y la soledad, porque en ellas se encontraban excelentes ocasiones para el encuentro del hombre con lo genuinamente relevante: lo divino y la verdad acerca de Dios, pues del encuentro personal que el hombre podía alcanzar con Él, dimanaba la energía espiritual necesaria para la realización de todas las demás acciones y ocupaciones del hombre. A decir verdad, esta preocupación por el cultivo de la vida contemplativa y no sólo de la vida activa, que es el eje intelectual y ascético del pensamiento de Tomás de Aquino, también se encuentra en el corazón de las reflexiones teológicas y filosóficas de Josef Ratzinger. Con todo, siempre será poco lo que pueda decirse para subrayar la importancia de la vida interior en sus diversos escritos: primero como teólogo, después como obispo, posteriormente como cardenal y finalmente como Papa (Benedicto XVI). El objetivo de estas líneas es reflexionar sobre un punto relevante del pensamiento del Papa que lo vincula notablemente a esta preocupación tan antigua por el cultivo de la dimensión contemplativa aquí esbozada a modo de introducción y por una primacía teleológica de la verdad antes que por la acción y la ejecución práctica del bien, tan vigente como necesaria para nuestra cultura contemporánea: se trata de la crítica de Ratzinger-Benedicto XVI al moralismo, y paralelamente a dos concepciones con las que dicho fenómeno poco mencionado está estrechamente vinculado, es decir, el activismo y el regnocentrismo. La propagación gradual de estos tres modos inapropiados de pensar entre los cristianos no es asunto de poca entidad porque es precisamente en la ausencia o al menos cierta deminutio de vida contemplativa donde descansa según el pontífice el clima ambiente de secularización e indiferentismo religioso en que nos encontramos, al igual que algunos de los diversos desórdenes éticos, económicos y sociales que alcanzan a la sociedad contemporánea. Naturaleza del moralismo Ratzinger concibe el moralismo como: “la reducción del cristianismo a una entidad puramente moral” 6: un atender en tan gran medida a la dimensión útil de la fe que el ANTÚNEZ ALDUNATE, J., “Entrevista con Josef Ratzinger”, en Crónica de las ideas. En busca del rumbo, Ediciones Encuentro, Madrid, 2001, p. 156. En su Mensaje para la cuaresma del 2006 (miércoles 6 21 valor de los dogmas, la liturgia, los sacramentos y otras facetas de la vida contemplativa del cristianismo como la vida interior o la adoración, está completamente anulado o se le reduce a la esfera privada, ya que el valor de la fe y la religiosidad se medirían exclusivamente porque permiten el establecimiento de relaciones armónicas entre los ciudadanos, o porque simplemente ayudan a mantener el orden social de una nación. A este mismo propósito habría obedecido, por ejemplo, la actitud que caracterizó al Estado enciclopedista francés del siglo XVIII (y quizás al mismo Estado mexicano de mediados del siglo XIX) en el que los diversos gobiernos de inspiración liberal en turno, no obstante haber dado muestras de animadversión y rechazo hacia la religión católica, consideraban sin embargo que era útil para el mismo Estado permitir la labor de la Iglesia en determinados sectores de la actividad laboral (como la salud y la educación) porque ello garantizaba el funcionamiento de la vida social. De esta manera, dice el cardenal Ratzinger: El cristianismo se medía sólo por su utilidad para el Estado […] pero las realidades más profundas del cristianismo como la fe en el Dios uno y trino, en la salvación por Jesucristo, en la nueva vida divina dentro de nosotros se consideraban inútiles, aunque se les permitía existir porque de alguna forma estas realidades estaban entrelazadas con el servicio moral que la fe prestaba a la humanidad7 Por la misma razón, si para algunos teóricos 8 la religión es vista aún hoy como una institución aceptable en la sociedad, ello no obedecería a otra razón sino porque se ve en las distintas confesiones religiosas medios de fomentar la solidaridad funcional entre los hombres (y no porque se considere que entrañen de suyo alguna verdad). Y así es como hoy: “a las religiones individuales se les permite conservar sus símbolos, sus formas de culto y sus mitos, pero se les exige considerarse unidas en el concepto de que todo esto sirve para aumentar el potencial de las fuerzas de liberación en el mundo”9. de ceniza: 1 de marzo de 2006), BENEDICTO XVI cita unas palabras de JUAN PABLO II en las que se refiere al moralismo como «la tentación de reducir el cristianismo a una sabiduría meramente humana» (Redemptoris Missio, 11). 7 ANTÚNEZ, “Entrevista con Josef Ratzinger”…, p. 156. 8 Refiriéndose al caso de Alemania, dice HABERMAS: «si miramos históricamente hacia atrás, veremos que un trasfondo religioso común, una lengua común, y sobre todo la conciencia nacional recién despertada, fueron elementos importantes para el surgimiento de esa solidaridad ciudadana altamente abstracta» (Diálogo entre Habermas y Ratzinger sobre la fe y la razón: Parte 3: Discusión sobre las bases morales del Estado liberal, Academia Católica de Baviera, 2004, p. 21). 9 ANTÚNEZ, “Entrevista con Josef Ratzinger”…, p. 156. Sin entrar aquí en un análisis de lo que entiende por tal liberación, el cardenal Ratzinger reconoce que el problema no es sólo lo que deba entenderse por 22 Esta visión utilitaria del cristianismo, inspirada sin duda por el noble deseo de satisfacer necesidades materiales (salud, alimentación…) e incluso educativas, y sin negar la conveniencia de responder a ellas, en opinión del cardenal es insuficiente cuando tiende a limitar la grandeza del cristianismo a lo que puede ser comprendido por todos, y porque obedece cada vez más a una estrategia errónea de los cristianos para ganar aceptación en un mundo secularizado, lo que contribuye a reducir a la Iglesia y su misión como institución fundacionalmente de carácter sobrenatural y divino, a una institución filantrópica o una agencia de caridad social que pretende exclusivamente fines esencialmente humanitarios (al nivel de la Cruz Roja internacional, la FAO o Médicos sin fronteras, por mencionar algunas conocidas). Sin duda Ratzinger acepta que la Iglesia está compuesta por hombres y su labor apostólica y operativa es inestimable y se dirige también a ellos. Pero el alcance de sus actividades no puede estar basado en una visión puramente «horizontal» de sus objetivos, en la que sus beneficios se midan por su contribución a la praxis de la liberación, porque entonces la salvación del hombre sería una salvación «a medias», es decir, una liberación sólo de sus miserias humanas, lo que conduciría a una secularización de la salvación misma; salvación que para un cristiano tendría que tener como télos ir más allá del mejoramiento social y terreno de las condiciones de vida natural humana. El moralismo como activismo regnocentrista Esta reducción del cristianismo a una fuerza puramente moral, característica esencial del moralismo, ha sido según Benedicto XVI una continua tentación histórica para el hombre y la Iglesia misma. Pues de su encuentro con otros sistemas filosóficos se ha pretendido convertir el cristianismo en casi una ciencia del vivir bien, lo cual puede resultar temporalmente útil, pero incompatible con el perfeccionamiento integral del libertad sino el hecho de que la verdad esta siendo sustituida por la praxis, y así es como la fe acaba por ser reducida a la utilidad. Pero como él mismo señala enseguida: «La fuerza moral de la fe está ligada a la verdad de nuestro encuentro con el Dios vivo. La grandeza que la fe cristiana llevó a las cuestiones sociales y políticas del mundo siempre nació del amor a Cristo, de la fuerza salvadora de su Pasión. Allí donde el cristianismo se reduce a la moral, muere precisamente como fuerza moral» (ANTÚNEZ, “Entrevista con…”, p. 156). 23 hombre, llamado a buscar primero los bienes eternos, metafísicos o espirituales y posteriormente todo lo demás según el conocido texto de Mt 633. En su discurso pronunciado el miércoles de ceniza de 2006 comenta el soberano pontífice: Con frecuencia, ante problemas graves algunos han pensado que primero se debía mejorar la tierra y después pensar en el cielo. La tentación ha sido considerar que, ante necesidades urgentes, en primer lugar se debía actuar cambiando las estructuras externas…La consecuencia de esto ha sido la transformación del cristianismo en moralismo, es decir, la sustitución del creer por el hacer10 Aunque ascéticamente el activismo se caracteriza por querer hacer obras sin tener vida interior, en la lectura que de este concepto realiza Ratzinger, el activismo es una consecuencia típicamente posmoderna de la falsa modestia del hombre hacia Dios. Mientras los medievales, como decía Chesterton, sabían dudar de sus propias fuerzas aunque pocas veces solían desconfiar de Dios, los posmodernos en cambio se atreven a desconfiar de Dios, pero nunca de sus propias fuerzas. Por eso hoy no tenemos razones para dudar de la posibilidad de construir un mundo más justo y solidario por medio de la razón instrumental y la libertad, y la aparente prueba de este optimismo que lo apuesta todo por el hombre está en los incontables progresos tecnológicos que vemos por todas partes (i-pads, móviles, etcétera). Pero para transformar el mundo para bien sería un error, según Ratzinger, suponer que no contamos con la ayuda de Dios o que es imposible que Dios se preocupe por nosotros y nos hable como a menudo se piensa: “El ser humano ya no se atreve a aceptar que es capaz de reconocer la verdad pues ello le parece presunción: por eso piensa que debe conformarse con tener acceso a la acción”11. Y por eso, la acción humana que marcha a la par de la movilización de las fuerzas morales y políticas (piénsese en el caso de los “indignados” en 2011) se ha convertido en el refugio más «a la mano» del hombre por cambiar las cosas y no la comunicación con Dios, de quien al parecer no nos atrevemos a afirmar ni negar nada porque hacerlo o querer confiar en Él pararía actualmente en ser una empresa demasiado ambiciosa o atrevida, por no decir, poco modesta12 ý totalmente impráctica. 10 11 BENEDICTO XVI, Mensaje para la Cuaresma 2006, Vaticano, 29 de septiembre de 2005. ANTÚNEZ, “Entrevista con Josef Ratzinger”…, p. 150. 12 El mismo RATZINGER señala las graves consecuencias de esta pusilanimidad ante lo divino: «en este mismo instante, enmudece la Sagrada Escritura: pues no nos dice lo que es verdad, sino que sólo nos informa lo que tiempos y hombres pretéritos pensaban que era verdadero. Con esto cambia también la imagen de la Iglesia: ella deja de ser la transparencia de lo Eterno, para pasar a ser sólo una especie de 24 Cuando este desplazamiento paulatino de la verdad por la praxis conduce a que la razón última del cristianismo sea lograr «un mundo mejor», es decir, el reino (término bíblico pero usado aquí en sentido profano) surge lo que Ratzinger denomina el regnocentrismo13. Para éste, el valor de la Iglesia se limita como decíamos a lo que puede ser comprendido por todos, y su vinculación con el activismo es inmediata desde el momento en que se intenta presentar ante todo el valor practicista de la fe, dando menos importancia a todo lo demás. Esta tendencia podría servir muy bien al cristianismo si lo que se pretendiese alcanzar es su integración a la ecúmene de las religiones, en la que el encuentro entre los distintos credos se mantiene en un nivel periférico porque el diálogo entre ellos versaría sólo sobre asuntos de orden temporal. Las religiones no tendrían que encontrarse sino tan sólo para resolver problemas de orden local o mundial. Pero como Ratzinger señala, todo esto equivale reducir las religiones a simples “instrumentos para una configuración del futuro”14, algo que sólo ha contribuido a hacer que sus contenidos se estén quedando sin objeto, porque las religiones ya no son caminos que vienen y conducen hasta Dios sino sólo hacia los humanos. La mística existencialista del moralismo El moralismo ha traído como consecuencia filosófica un robustecimiento de la vieja noción marxiana de ideología como construcción del mundo, como ordenación de la realidad guiada por el sueño utópico de conquistar un pedazo de armonía en la tierra partiendo de una determinada estrategia comercial o una plataforma política; ideología de la cual las mismas religiones no han estado exentas cuando desnaturalizan sus fines de corte espiritual para venir a ser puros instrumentos de poder15. liga en pro de la moral y el mejoramiento de las cosas terrenales; la medida de su valor estaría en su éxito terreno» (ANTÚNEZ, “Entrevista con Josef Ratzinger”…, p. 150.). 13 «El eclesiocentrismo, el cristocentrismo, el teocentrismo, todos estos conceptos parecen haber quedado anticuados y superados por el de regnocentrismo: centrarse en el reino como tarea común de las religiones»: RATZINGER, J., Fe, verdad y tolerancia. El cristianismo y las religiones del mundo, Sígueme, Salamanca, 2005, p. 65-66. 14 RATZINGER, J., Fe, verdad y tolerancia…, p. 66. 15 Ratzinger reconoce que, a pesar del ocaso gradual del comunismo en Occidente, aún existe la posibilidad ideológica de encerrar al hombre en la esfera de la economía a partir de la ideología consumista, la de la sociedad permisiva, pero especialmente la ideología tecnocrática vinculada al progreso científico y tecnológico (tema suficientemente explanado en el cap. 6 de Cáritas in veritate), 25 Pero sobre todo, con el moralismo revive la preocupación típicamente existencialista de fines del XIX y mediados del XX por hacer compromisos, aunque no cabe hacer compromisos con Dios ni compromisos abstractos, sino únicamente con las existencias concretas, con las causas sociales (al modo de Greenpeace, Amnistía internacional, ONG’s,…), es decir, sólo con el hombre (por eso el existencialismo era un humanismo para Sartre). Y ese mismo sentimiento existencialista de soledad y abandono que condujo al hombre a una entrega activista de la propia persona para encontrar algún sentido a la vida del hombre, es el que explica la actual preocupación por salvar a las especies en peligro de extinción, por tratar de detener los efectos negativos de la industrialización sobre el medio ambiente natural o la obligación que los gobiernos mantienen por luchar contra el cambio climático. Y Benedicto XVI está consciente de que todas estas preocupaciones por el hombre y la naturaleza pueden ser legítimas16 pero también que no se puede suplir con obligaciones humanitarias lo que sólo se suple cumpliendo nuestras obligaciones hacia Dios, es decir que no se puede buscar en la tierra lo que sólo baja del cielo como fruto del encuentro con ese Dios que para algunos no existe más o que de existir no tiene ya que ver con nosotros. Y aquí es donde el planteamiento moralista se manifiesta con toda claridad, pues en él: Las obligaciones que teníamos ante Dios y ante el juicio divino han sido suplantadas por las que tenemos ante la historia y ante la humanidad. Esto ha originado nuevas pautas morales que se aplican con cierto fanatismo: como por ejemplo la batalla contra el exceso de población, unida a la batalla general para mantener el equilibrio ecológico…todo lo que no se oponga a ello está permitido 17 Nuevamente, ante la presencia de los grandes males de la humanidad, en los que aparentemente Dios se esconde, pues ya no es Él quien da sentido al mundo, ni hay ese orden inmutable de causas y normas que algunos filósofos esencialistas enseñaron que según la cual sólo existe lo factible: «nuestra cultura de la técnica y del bienestar se basa en la convicción de que en el fondo, todo es factible. Naturalmente, si pensamos así, la vida termina en lo que nosotros podemos hacer, construir y de mostrar. Por tanto, la cuestión divina queda relegada a un segundo término»: RATZINGER, J., Dios y el mundo. Creer y vivir en nuestra época, Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2002, p. 21. 16 «La aparición del movimiento ecologista en la política alemana a partir de los años 70 ha sido un grito que no se puede ignorar…Gente joven se dio cuenta de que, en nuestras relaciones con la naturaleza algo no funcionaba; que la materia no es sólo un material para nuestro uso, sino que debemos seguir sus indicaciones»: BENEDICTO XVI, Discurso en el Bundestag, Berlín, 22 de septiembre de 2011. 17 RATZINGER, J., La sal de la tierra. Cristianismo e Iglesia católica ante el nuevo milenio, Palabra, Madrid, 1997, p. 137. 26 había en el hombre y el universo, el sentido del mundo para un moralista será el sentido que el hombre quiera darle libremente, en la misma línea manejada por algunos románticos como Schiller según el cual el mundo es lo que hacemos de él. Pero para Ratzinger es totalmente cierto que el mundo tendría sentido por sí solo aunque no hubiese hombres porque Dios es quien le da sentido. Por eso enseña que el sentido del mundo está más allá del sentido que el hombre pueda darle, porque el sentido del mundo trasciende al mundo, lo desborda: por eso estrictamente el hombre no da sentido al mundo, simplemente tiene que descubrir el que ya posee, no inventarle o buscarle uno18. La mística del activismo moralista es la misma del compromiso puro: embarcarse en una misión que comprometa todas las fuerzas morales del hombre y lo lleve a hacer algo por los miserables, por las minorías, por los desfavorecidos, es decir, un acto que comprometa a algo aunque no se comprenda jamás enteramente por qué se hace (semejante a: “no importa lo que hagas, pero haz algo” o “no atendemos el punto hacia el que vamos, pero vamos”). Y la posmodernidad en que vivimos pareciera que no es sino la prolongación contemporánea del existencialismo: pues ante la presencia de males de todo tipo en el mundo, nuestra respuesta sigue siendo ese afán demasiado humano de donación libre que de suyo no es inadecuado pero en el que no brilla la presencia de Dios, ni hay siempre espacio para la alegría a pesar de que se hacen cosas, con lo que fácilmente se cae en el abismo sombrío y taciturno del moralismo19, pues no hay alegría auténtica sin vida interior, es decir, sin vida contemplativa. Retorno a la dimensión contemplativa Para el moralismo, de Dios hay que guardar silencio pues no hay más espacio para la verdad como reflejo de la realidad ni como origen de la acción (mucho menos para la Verdad que salva). Por eso, contra esta percepción el Papa propone el retorno a esa dimensión sapiencial de la que hablaba Tomás de Aquino centrada en el cultivo de la 18 «El sentido no es un producto humano sino dado por Dios: el sentido es algo que nos sustenta, que nos precede y desborda nuestros propios pensamientos y descubrimientos, y sólo de esa manera posee la capacidad de sustentar nuestra vida»: RATZINGER, Dios y el mundo,…p. 171. 19 «Por un lado, no hay que apartar la mirada de los grandes males de la historia y de la existencia humana y, por otro, hay que dirigir la mirada con la luz que nos da la fe y ver que el Bien también está ahí…Precisamente cuando se quiere resistir el Mal, conviene no caer en un moralismo sombrío y taciturno que no es capaz de alegrarse con nada»: RATZINGER, La sal de la tierra,…p. 75. 27 vida espiritual y el gusto por las cosas divinas que tiene como centro de la persona el corazón, facultad a la que Ratzinger considera «el punto más elevado de la inteligencia humana» 20 con el que se vuelve real la posibilidad de ver a Dios y de introducirlo posteriormente en el mundo, para sobrenaturalizar así todos los actos de la vida propia y de quienes nos rodean, juzgando todos los acontecimientos históricos de la humanidad desde una perspectiva más vertical y superior a la que tenemos ante nuestros ojos. El corazón está en el centro de la vida interior del cristiano porque es el camino más corto para llegar a la experiencia de Dios, que es en lo que consiste el cristianismo finalmente, porque el cristianismo no es un simple libro de cultura o un sistema intelectual (pues aunque tiene una filosofía detrás no es una filosofía), tampoco es un sistema de valores o principios por muy elevados que sean, sino más bien es una historia de amor, y como el amor se da sólo entre personas, el cristianismo es básicamente una persona y un rostro, pues es el encuentro del hombre concreto con Alguien, es ponerse en relación con el Desconocido que le trasciende y al que la fe llama Dios21. Cierto que esta prelación benedictiana de la verdad sobre la acción y sobre el compromiso social o el bienestar de tipo puramente humanitario podría a más de alguno parecer un tanto pasiva, quietista, e incluso «inquisitorial». Pero como deberá comprenderse plenamente, la prelación por él defendida indica ante todo primacía de la verdad sobre la bondad mas no exclusividad. Efectivamente, tanto por la célebre afirmación joánica (inspirada en Juan 1334-35) difícilmente desconocida por Ratzinger de que al atardecer de nuestras vidas seremos juzgados por la ley del amor y no por lo que aprendimos, así como por el hecho de que «es bueno ser sabio, pero es más sabio ser santo», pues toda genuina sabiduría nos conduce a la santidad, el Papa conoce absolutamente la importancia que para un cristiano reviste el seguir haciendo el bien y el aspirar a la ejecución libre de acciones esmeradas y buenas a las que la religión no puede ni debe renunciar como parte de su ethos. 20 RATZINGER, J., “Por qué el cristianismo no es visto como fuente de alegría”, en Zenit, 07-05-2004. «El hombre vive de relacionarse, y la calidad de su vida depende de que sus relaciones esenciales sean justas y buenas,…pero si la primera de todas esas relaciones, es decir, si la relación con Dios no es buena, entonces ninguna de las otras podrá ser buena. Yo diría que esta relación es, en definitiva, el verdadero contenido de la religión»: RATZINGER, La sal de la tierra…, p. 23. 21 28 A lo que en cambio se opone el Papa es a esa caricatura que se ha hecho de la bondad entendida en el sentido de falsa bondad como la del que dice “no quiero causar un disgusto a nadie”, o “no me voy a meter en eso porque sería mi perdición”22 cuando en realidad la verdad no es nada barata sino que más bien es exigente y quema, pues “sólo entendemos bien la paz que trae Cristo si no la interpretamos de manera banal como una evasión de la verdad y de las confrontaciones que ésta conlleva”23. Pero sobre todo, el Papa se opone a la creencia de que es posible actuar bien por medio de la voluntad a pesar de la ineptitud de la inteligencia para alcanzar la verdad. Pues si actuamos bien es porque nuestra acción tiene un sentido, y tiene sentido cuando dicha acción va de acuerdo con nuestro ser, es decir, cuando encontramos la verdad y la realizamos. En consecuencia, hacer el bien conduce necesariamente a la verdad, y por eso: Prescindir de la cuestión de la verdad también liquida la norma ética. Si no sabemos lo que es verdad, tampoco podemos saber lo que está bien y ni siquiera el bien en absoluto. El bien es remplazado por «lo mejor», vale decir, por el cálculo de las consecuencias de una acción. En realidad, para decirlo sin adornos, esto significa que el bien se ve desplazado, favoreciéndose lo útil en su remplazo. El hombre vive, por así decir, con los ojos y los oídos cerrados al mensaje de Dios en el mundo. Pero si consideramos que la verdad y el bien constituyen el corazón de toda cultura, es fácil deducir las consecuencias que se siguen de la progresiva difusión de una postura tal24 De sus palabras no sólo se desprende su rechazo del consecuencialismo ético que mide la bondad o maldad de una acción según sean buenas o malas las consecuencias de ésta última, sino que para el Papa, así como para Tomás de Aquino, la moral se basa en el orden interno de la propia realidad porque “la creación lleva en sí la moral”25. La moral es buena porque es el reflejo intrínseco de las cosas tal como son, en cambio el moralismo es vituperable porque intenta separar el bien de la cuestión de la verdad, con lo que acaba por hacer de la moral un asunto consensual de acuerdos, dictado por el 22 «Yo no estoy en desacuerdo con la bondad en general; porque la verdad triunfa y sale adelante sólo con la bondad. Yo me refería concretamente a esa caricatura de bondad que, lamentablemente, tanto se ha extendido. So capa de bondad se descuida la conciencia, a la verdad se antepone la búsqueda del consenso, el deseo de evitar contrariedades, una vida tranquila, la buena fama, el bondadosismo»: RATZINGER, La sal de la tierra…, p. 75. 23 RATZINGER, Dios y el mundo,…p. 209. 24 ANTÚNEZ, “Entrevista con Josef Ratzinger”…, p. 153. 25 ANTÚNEZ, “Entrevista con Josef Ratzinger”…, p. 154. 29 criterio de la mayoría26 o practicado por motivos de utilidad o comodidad, es decir, el moralismo acaba paradójicamente por convertirse en algo inmoral. CONCLUSIONES Vivimos en una sociedad demasiado practicista, en la que es fácil suponer que lo que confiere valor a la persona es lo que hace, su acción. Y aun sin haber examinado aquí las consecuencias prácticas que de esta suposición se desprenderían para muchos seres humanos incapacitados para realizar acciones propiamente dichas por sí mismos (como los concebidos aún no nacidos, los enfermos terminales, algunos ancianos o los individuos que se hallan en cierto estado psicológico-jurídico de interdicción) cuyo valor como personas quedaría entonces seriamente disminuido, el análisis presentado resulta suficiente para descubrir los inconvenientes a que conduce la reducción de la religión a un ente puramente moral, esto es, a un instrumento de transformación del mundo en un lugar más habitable humanamente hablando (lo que de suyo no entraña despropósito alguno) pero puesto al servicio de fines de carácter antropocéntrico y regnocentrista, bien sea de tipo sociopolítico, comercial e incluso terapéutico (como Jung y Drewermann habrían pretendido, al concebir las diferentes religiones como instrumentos de sanación de la persona a través de imágenes con facultades curativas). Sin negar la obligación cristiana de mejorar la calidad de vida de las personas por medio de relaciones justas y buenas con los demás, desde antes de su pontificado y durante el mismo, Benedicto XVI subraya de manera discreta pero taxativa que una visión utilitaria de la fe como la aquí esbozada puede llegar a desdibujar el contenido de la religión, apartándola de su verdadera esencia, que no radica en la acción por la satisfacción de necesidades ni mucho menos en la acción por la acción misma, sino en ser una tendencia a lo Eterno, al totalmente Otro, para buscar ponerse en relación con Él. 26 «El criterio de la mayoría puede ser un criterio suficiente. Pero es evidente que en las cuestiones fundamentales del derecho, en las cuales está en juego la dignidad del hombre y de la humanidad, el principio de la mayoría no basta»: BENEDICTO XVI, Discurso en el Bundestag, Berlín, 22 de septiembre de 2011. 30 El problema final del cristianismo moralista no consiste en proponer la realización de acciones concretas sin saber por qué o para qué hacerlas, sino en desconocer cuál es el sentido último en el que se resuelven todas las actividades de la vida y del mundo. Esta misma preocupación por la acción sin sentido de trascendencia fue la que hizo célebre según Papini al siglo XVIII, un siglo campeón en la fabricación de «religiones para el consumo de irreligiosos», precisamente por haber convertido las grandes tradiciones religiosas, en guisados de insípido racionalismo, y al catolicismo en un condensador al vacío, en un cristianismo sin Dios, sin médula y sin proyecto de eternidad. Que la verdad nos hará libres (Juan 832) alcanza aquí su mayor plenitud. Pues en la visual teocéntrica de Benedicto significa que para estos tiempos aciagos necesitamos recuperar la dimensión contemplativa centrada en la búsqueda de lo divino y en el cultivo de todo aquello que favorezca la mayor identidad y comunión con Dios por medio de la alabanza y la intimidad con Jesucristo, sin las cuales se destruyen todos los resortes de la actividad espiritual, con lo que cualquier acción de cambio languidece y la Iglesia pasa a convertirse en una organización exclusivamente humana en la que hay poco espacio para la alegría sobrenatural, el recogimiento de la piedad silenciosa y el sentido del asombro y la belleza. Los antiguos pensaban que «somos infelices como bestias porque nuestro destino es vivir como ángeles». Sirviéndonos de esta misma analogía podríamos afirmar con lo dicho hasta aquí que, «somos infelices como humanos porque nuestro destino es vivir a lo divino». Vivamos por tanto, según lo divino de nosotros, de lo contrario acabaremos pensando que nuestro destino es vivir sólo como humanos… 31 Bibliografía TOMÁS DE AQUINO, Comentario a los Salmos, parte 33, núm 10. ANTÚNEZ ALDUNATE, J., “Entrevista con Josef Ratzinger”, en Crónica de las ideas. En busca del rumbo, Ediciones Encuentro, Madrid, 2001. Diálogo entre Habermas y Ratzinger sobre la fe y la razón: Parte 3: Discusión sobre las bases morales del Estado liberal, Academia Católica de Baviera, 2004. BENEDICTO XVI, Mensaje para la Cuaresma 2006, Vaticano (29/09/2005). RATZINGER, J., Fe, verdad y tolerancia. El cristianismo y las religiones del mundo, Sígueme, Salamanca, 2005. RATZINGER, J., Dios y el mundo. Creer y vivir en nuestra época, Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2002. BENEDICTO XVI, Discurso en el Bundestag, Berlín, 22 de septiembre de 2011. RATZINGER, J., La sal de la tierra. Cristianismo e Iglesia católica ante el nuevo milenio, Palabra, Madrid, 1997. BENEDICTO XVI, Discurso en el Bundestag, Berlín, (22/09/2011). 32 Acceso a la Verdad a través de la contemplación de la belleza de la ciencia Rosa Luz Garnica Gutiérrez INTRODUCCIÓN “El hombre puede morir por efecto de la técnica que él mismo desarrolla, nunca por la verdad que él descubre mediante la investigación científica”. Asamblea general de la Pontificia Academia de Ciencias Reflexionar sobre el origen fundamental de los seres, sobre su causa, sobre su fin y sobre el sentido de la historia humana y del universo, permite que el hombre se planteé naturalmente cuestiones concernientes a la relación entre la lectura del mundo que hacen las ciencias y la trascendencia de la misma naturaleza, encontrando en este ejercicio un camino para descubrir la verdad. Benedicto XVI, describe que la naturaleza es como un libro que tiene sus raíces en el cristianismo y que ha sido apreciada por muchos científicos, como ejemplo se tiene a Galileo que veía la naturaleza como un libro cuyo autor es Dios, del mismo modo que lo es de la Escritura. “Es un libro cuya historia, cuya evolución, cuya escritura y cuyo significado leemos de acuerdo con los diferentes enfoques de las ciencias, mientras que durante todo el tiempo presupone la presencia fundamental del autor que en él ha querido revelarse a sí mismo”27. Por lo anterior descrito se entiende que entonces el quehacer científico, a pesar de que en sí mismo es limitado, es una de las formas más nobles de acceso a la verdad, y que si se dirige el conocimiento al bien común, el científico dará testimonio de que sus aplicaciones lo llevarán a respetar y en consecuencia a amar al prójimo, pues aunque la ciencia tiene raíces en lo inmanente lleva al hombre a lo Trascendente. 27 Benedicto XVI. Discuso a la Asamblea Plenaria de la Academia Pontificia de las Ciencias (31/10/2008). 33 DESARROLLO En una época donde el mundo está inmerso en un sistema globalizado por las tecnologías de información, avances en la salud y en la ciencia en general, ha permitido que éstas sean aceptadas por el hombre, de tal manera que determinen su pensamiento y comportamiento; un mundo donde también los elementos físicos, psicológicos, o culturales en las creencias de las personas, desembocan en muchas concepciones y cambio de ideas a través del tiempo, permitiendo que el relativismo se permee de forma significativa en la sociedad; entendiéndose por relativismo, cuando hay opiniones consideradas verdaderas si a las personas que las defienden les parecen verdaderas, es decir que mantiene que existen muchas verdades acerca de las cosas o al menos tantas como personas creen tener un conocimiento de ellas. Todo ello puede favorecer la convicción de que realmente es imposible dejar de lado la subjetividad en la adquisición de la verdad y de la concepción del mundo. Este fenómeno ha afectado de tal forma, que hoy por hoy el mismo conocimiento se pone en duda, no obstante, esta situación de desconfianza hace que el hombre tienda a buscar certeza; es por eso que la ciencia experimental, consolidada en el siglo XVII, actualmente sea uno de los esquemas más confiables para depositar la verdad, puesto que ésta “responde a métodos sistemáticos considerándose como el conocimiento más fiable, y que por sus modelos puede someterse al control experimental, proporcionando conocimientos auténticos y comprobados acerca de la naturaleza, permitiendo el desarrollo de tecnologías de alta precisión”28. Benedicto VXI, colaborador y apasionado por transmitir la verdad, se encuentra con una problemática ante sus ojos, un mundo relativista y positivista; tendencias filosóficas que se convierten en desafíos centrales de la Iglesia. En esta línea, el Santo Padre, al inicio de su pontificado se dirigió al mundo comunicando que su papel, después del magnánimo desempeño de Juan Pablo II, debería ser mantener una experiencia sumamente viva de la catolicidad y de la unidad de la Iglesia para poder enfrentar estas problemáticas. “La síntesis entre catolicidad y unidad es una sinfonía, no es uniformidad. Lo dijeron los Padres de la Iglesia. Babilonia 28 ARTIGAS Mariano. Filosofía de la Naturaleza. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid: 2003, p. 126 34 era uniformidad, y la técnica crea uniformidad. La fe, como se ve en Pentecostés en donde los apóstoles hablan todos los idiomas, es sinfonía, es pluralidad en la unidad”29. Esto permite comprender el por qué ahora el Papa invita al hombre, a vivir una unidad de vida que le haga crecer en amor a la verdad, para poder llevar a Cristo a todos los rincones de la tierra, defendiendo en este caso, las sinergias que existen entre fe y las demás disciplinas que el hombre realiza, siempre teniendo apertura a las demás comunidades cristianas, a las demás religiones del mundo, al mundo profano, a las ciencias. Las palabras anteriormente citadas nos facilitan profundizar en el tema de cómo a pesar de estar inmersos en una sociedad, alejada de Dios, podemos llegar a descubrirlo a través del ejercicio científico, que como se mencionó en un inicio, es donde una gran cantidad de personas depositan su confianza. El buen uso y la profundidad en el estudio de las aplicaciones científicas, permiten que el hombre pueda y deba hacer de éstas, un instrumento para acceder a la verdad; “Dios no nos exime de pensar, dice el Santo Padre, tampoco entra de un salto en los resquicios de nuestro conocimiento, sino que nos da sabiduría – que naturalmente conlleva conocimiento, pues de lo contrario no sería auténtica sabiduría”30. Para lograr este ascenso, se debe considerar que existen grandes dificultades, “ ya que cada vez hay que descubrir de nuevo, pues los paradigmas científicos cambian, y de este modo la situación del diálogo entre ciencia y fe se encuentra ante nuevos desafíos” 31, y se ha visto que es verdaderamente difícil el diálogo entre las ciencias, la filosofía y la teología pues son modos totalmente diferentes de afrontar la realidad, como lo menciona un especialista en la investigación del cerebro humano: “existen dos mundos inconciliables, por una parte tenemos la ciencia exacta para la cual –en su campo– no hay libertad, no hay una presencia del espíritu, y por otra parte, me doy cuenta de que soy un hombre y sé que soy libre”32. Él mismo reconoce que creía en los dos mundos, en la ciencia que niega la libertad y en su experiencia de hombre libre; sin embargo esta 29 El pensamiento del Papa Benedicto XVI, según el Cardenal Ratzinger, en encuentro con periodistas de la agencia Zenit, abril 2005 - El anuncio de Cristo y su Evangelio en un mundo relativista es para el nuevo Papa Benedicto XVI uno de los desafíos centrales de la Iglesia. 30 Id. 31 Id. 32 Id. 35 postura es descrita por Benedicto XVI como una esquizofrenia permanente, ya que la persona humana tiene que luchar o tender a una unidad de vida. Es cuestión de encontrar que en la vida, la ciencia experimental y las demás disciplinas tienen cada una su especialización metodológica y que hay que buscar la manera en la que una descubra la racionalidad de la otra, fomentando un auténtico diálogo para aceptar que todas son expresiones de la razón auténtica, es decir llevarlas a la práctica en unidad, para no caer en “esquizofrenia”, pues todas permiten acceder a la verdad participando cada una como verdad parcial. Esto nos señala que el conocimiento del hombre es tan amplio y verdadero que lo lleva a trascender a través del estudio de la naturaleza, siempre y cuando acepte que la aplicación de su técnica tiene límites, sin tener que rebajar los verdaderos logros científicos y la capacidad racional que los hace posibles, ya que la ciencia es un bien universal, que orientada a la transformación del mundo, “se justifica por su servicio al hombre y a la humanidad”33. Ahora bien, entender las limitaciones del quehacer científico, posibilita que el ser humano lo utilice como medio más no como fin, ya que sería éste como una especie de plataforma para ir del mero conocimiento natural al sobrenatural, por eso es importante comprender que si la ciencia es entendida fundamentalmente como ciencia técnica, y el científico se queda en ese plano, entonces su éxito será técnico y en consecuencia “la noción de ciencia ampliamente funcional, según la cual lo decisivo es el éxito técnico no dejará lugar a la misma noción de verdad”34, pues las verdades de la ciencia son meramente contextuales, ya que “sólo tienen sentido dentro de un contexto teórico y experimental que dan como resultado una verdad que no agota todo lo que puede decirse acerca de la naturaleza”35. Otra forma de reconocer que la ciencia es sólo medio para acceder a la verdad, es analizar otra perspectiva de sus límites, que es el constante cambio en las teorías que provienen de la aceptación de innumerables descubrimientos que proporcionan buenas explicaciones y predicciones, especialmente si arrojan resultados exactos y coherentes, 33 34 Juan Pablo II. Discurso a científicos y estudiantes en la Catedral de Colonia (1980). Juan Pablo II. Discurso a la Academia Pontificia de Ciencias (1979). 35 ARTIGAS Mariano. Filosofía de la ciencia experimental. Ediciones Universidad de Navarra, Navarra: 1989, capítulo 6. 36 puesto que “los resultados corresponden a la realidad y que por tanto, son verdaderos”36. Sin embargo, esta correspondencia no significa que sean una réplica exacta de la naturaleza, porque una de las dificultades de la verdad científica, es que se utilizan modelos abstractos y conceptos matemáticos que no son una simple traducción de la realidad y dependen del lenguaje propio de cada teoría y se concluye que nunca podrá establecerse definitivamente la verdad de éstas por ser convencionales, revisables, mejoradas incluso sustituidas por nuevas que den mejores explicaciones de la realidad. Esto confronta la incapacidad que tienen las teorías para resolver problemas, que según Thomas Kuhn, se refieren, “al fracaso de las realizaciones científicas universalmente aceptadas, que durante cierto tiempo proporcionan modelos y soluciones a un determinado problema”37 o cuando existe una cuestión que pone a prueba el ingenio del científico, enfrentándolo a reconocer de nuevo sus límites, que son una “consecuencia de la limitación voluntaria de la perspectiva científica, excluyendo deliberadamente las dimensiones que no puedan relacionarse con el control experimental”38. La ciencia experimental goza además de una autonomía propia, porque sus resultados se valoran utilizando cánones científicos, mas no es independiente porque se apoya en supuestos filosóficos, como el realismo ontológico y gnoseológico refiriéndose a la existencia de un orden natural y a la capacidad humana para conocerlo, sin estos, la ciencia no podría existir y ni siquiera tendría sentido; por tanto, si el científico carece del conocimiento de estos supuestos, sus descubrimientos podrían verse mal orientados y en este caso, como lo menciona Juan Pablo II: “tendrá que proponerse, inmediata o mediatamente, la tarea de revisar continuamente el método y la finalidad de la ciencia bajo el aspecto del problema relativo al sentido de las cosas. En esta situación, la Iglesia no aconseja prudencia y precaución, sino valor y decisión. Ninguna razón hay para no ponerse de parte de la verdad o para adoptar ante ella una actitud de temor. La verdad y todo lo que es verdadero constituye un gran bien, al que nosotros debemos tender con amor y alegría. La ciencia es también un camino hacia lo 36 Idem. 37 KUHN Thomas. La estructura de las revoluciones científicas. Fondo de Cultura Económica, México: 2006, p. 113 -114. 38 Juan Pablo II. Discurso a la Academia Pontificia de Ciencias (10/11/1979). 37 verdadero, pues en ella se desarrolla la razón, esa razón dada por Dios que, por su propia naturaleza, no está determinada hacia el error, sino hacia la verdad del conocimiento”39. Si el hombre reconoce entonces la bondad de la ciencia al ver que a través de ella puede descubrir la belleza del objeto de estudio, ese hombre será capaz de llegar a descubrir a Dios por medio del que hacer científico. El Santo Padre, en la misma línea que su predecesor Juan Pablo, toma la belleza de la ciencia como parte esencial para comprender la trascendencia del conocimiento humano, tomando como ejemplo para su explicación, un relato conmovedor de Enrico Fermi, genio de la física que produjo la primera fisión nuclear controlada y que habla sobre una experiencia que vivió de joven: “Una tarde, mejor dicho una noche, mientras esperaba que me llegara el sueño, que tardaba en venir, sentado en la hierba de un prado, escuchaba las plácidas conversaciones de algunos campesinos cercanos, que decían cosas muy simples, pero de ninguna manera vulgares o frívolas, como sucede a menudo en otros ambientes. Nuestro campesino habla poco y toma la palabra para decir cosas oportunas, sensatas y a veces sabias. Finalmente se callaron, como si la majestad serena y solemne de aquella noche itálica, sin luna pero cubierta de estrellas, hubiese vertido sobre aquellos espíritus simples un misterioso encanto. Rompió el silencio, pero no el encanto, la voz de un campesino fornido, en apariencia inculto, que mientras estaba tirado sobre el pasto con los ojos vueltos hacia las estrellas exclamó, como obedeciendo a una inspiración profunda: ¡Qué belleza! Y pensar que algunos dicen que Dios no existe. Lo repito, aquella frase del viejo campesino en aquel lugar, a aquella hora, después de meses de estudios aridísimos, tocó en vivo mi alma, tanto que recuerdo aquella escena como si fuera hoy”. (M. Micheli,1979, Enrico Fermi e Luigi Fantappié. Ricordi personali). 39 Juan Pablo II. Discurso a científicos y estudiantes en la Catedral de Colonia (10/11/1979). 38 Una sensación semejante impacta en la vida de aquellos científicos que logran llegar al plano de la contemplación, porque son conscientes de que el ejercicio de su estudio los lleva a estar inmersos en la belleza de la naturaleza y con esto, tener la experiencia de una conexión o diálogo continuo con Dios que los haga vivir reconociendo esto como el resplandor de la verdad, splendor veritatis. Benedicto XVI, hace una conexión realmente conmovedora, pues citando a Platón quien considera el encuentro con la belleza como esa sacudida emotiva y saludable que permite al hombre salir de sí mismo, que lo entusiasma atrayéndolo hacia otro distinto de él, hace ver a los hombres que llevan en sí un deseo tan poderoso que supera su naturaleza, y que desean y anhelan más de aquello a lo que el hombre puede aspirar, a darse cuenta que han sido traspasados por el mismo Dios. La belleza es conocimiento, ciertamente; una forma superior de conocimiento, puesto que toca al hombre con toda la profundidad de la verdad. En este sentido la belleza del ejercicio científico toca al hombre con la profundidad de la verdad que a ésta le corresponde. El verdadero conocimiento se produce al ser alcanzados por el dardo de la Belleza que hiere al hombre, al vernos tocados por la realidad. “El ser alcanzados y cautivados por la belleza de Dios produce un conocimiento más real y profundo que la mera deducción racional”40. La razón para el Papa tiene la nariz de cera, es decir, basta con ser un poco hábiles para dirigirla en cualquier dirección. “El encuentro con la belleza puede ser el dardo que alcanza el alma e, hiriéndola, le abre los ojos, hasta el punto de que entonces el alma, a partir de la experiencia, halla criterios de juicio y también capacidad para valorar correctamente los argumentos”41. El secreto para el científico está en querer contemplar aquello que es estudiado para que tanto del objeto de estudio como quien lo estudie, sean elevados a un orden donde Dios toma el papel principal y viviendo la humildad, el hombre podrá ver en su pequeñez la grandeza que existe en ordenar su conocimiento hacia lo verdadero. 40 41 Cardenal Joseph Ratzinger. La contemplación de la belleza (30/08/2002). Id. 39 Quien ha percibido esta belleza sabe que la verdad es la última palabra sobre el mundo, y no la mentira. No es verdad la mentira, sino la Verdad. Digámoslo así, como se planteó al comienzo del escrito, si la tendencia es una sociedad alejada de Dios es porque un nuevo truco de la mentira es presentarse como verdad y decirnos: más allá de mí no hay nada, dejar de buscar la verdad o, peor aún, de amarla, es ir por el camino equivocado. Y camino equivocado o no ver la verdad en la belleza que tare consigo la ciencia como uno de los caminos de acceso a Dios, sería aceptar que el hombre vive en la mentira, es decir que puede morir por efecto de la técnica que él mismo desarrolla, pero si crece en él la semilla de la contemplación entonces nunca morirá por la verdad que él descubre mediante la investigación científica. CONCLUSIONES El hombre con la capacidad de razonar sobre las verdades que la naturaleza le proporciona, puede llegar a tener un amplio conocimiento de la realidad, que en ocasiones lo conduce a verse a sí mismo como el único agente que la manipula, utilizando para esto, técnicas que por su complejidad, lo llevan a creer que todo es experimentalmente comprobable y en consecuencia, vivir en una ceguera provocada por no querer ver más allá de lo que sus aplicaciones le descubren. Esta corriente positivista, es una realidad en la que vive un gran número de intelectuales apasionados de la ciencia, que para la Iglesia se convierte en foco de atención y que se debe de enfrentar según el Papa Benedicto XVI, mostrando a estos hombres que el amor al conocimiento, es una tendencia noble para llegar a amar a la verdad. Si el científico, a pesar de ver que su técnica le hace conocedor de una verdad sobre la naturaleza, ve más allá de su conocimiento, es decir contempla lo estudiado, ese hombre aceptará que la verdad científica, “que es en sí misma participación en la Verdad divina”42, le ayudará a comprender que el mundo, lejos de tener su origen en el caos, se parece, en palabras del Papa Benedicto XVI, a un libro ordenado: es un cosmos. Un 42 Benedicto XVI. Discurso a la Academia pontificia de ciencias (10/11/ 2003). 40 cosmos que le posibilitará ser testimonio viviente de una extraordinaria continuidad, de una fusión constante con la obra de la Creación. La belleza de la creación por tanto da la capacidad de valorar correctamente los supuestos de que la verdad es la última palabra sobre el mundo. Y repitiendo las palabras del Santo Padre, se hace una exhortación a que el verdadero conocimiento se producirá entonces cuando el hombre científico o no, quiera por libertad, ser cautivado por la belleza de Dios que produce el conocimiento más real y profundo que la mera deducción racional. 41 Bibliografía KUHN Thomas. La estructura de las revoluciones científicas. Fondo de Cultura Económica, México: 2006. ARTIGAS Mariano. Filosofía de la Naturaleza. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid: 2003. ARTIGAS Mariano. Filosofía de la ciencia experimental. Ediciones Universidad de Navarra, Navarra: 1989. Juan Pablo II. Discurso a científicos y estudiantes en la Catedral de Colonia (1980). Juan Pablo II. Discurso a la Academia Pontificia de Ciencias (1979). Juan Pablo II. Discurso a la Academia Pontificia de Ciencias (10/11/1979). Benedicto XVI. Discurso a la Academia Pontificia de Ciencias (10/11/2003). Benedicto XVI. Discurso a la Asamblea Plenaria de la Academia Pontificia de las Ciencias (31/10/2008). Juan Pablo II. Discurso a científicos y estudiantes en la Catedral de Colonia (10/11/1979). El pensamiento del Papa Benedicto XVI, según el Cardenal Ratzinger, en encuentro con periosistas de la agencia Zenit, abril 2005. Cardenal Joseph Ratzinger. La contemplación de la belleza, 30 de agosto de 2002. 42 El énfasis dialógico y social del cristianismo en Benedicto XVI Casandra Fernández Diez La existencia finita es la medida de todas las cosas puesto que es el lugar ineludible de todo posible discurrir, de todo posible preguntar, de todo posible pensar. La razón no solo no puede demostrar la existencia de Dios y la inmortalidad del alma, sino que puede demostrar <<que no>>. ¿Por qué la realidad más importante debería ser la más oculta?43 Este es el reto fundamental al comienzo del tercer milenio cristiano. La cuestión no puede recibir una respuesta meramente teórica, del mismo modo que la religión como actitud última del hombre no es sólo teoría. Precisa de esta combinación de conocimiento y acción en que se basó la fuerza de convicción del cristianismo de los Padres44. Es innegable la incidencia recíproca, a lo largo de la historia, entre las distintas corrientes filosóficas y la religión. Para lo cual cabe preguntarse si hoy día, bajo un marco posmoderno, sigue habiendo espacio para la religión, a la vez de que disminuye la asistencia a los templos y atestiguan las encuestas una menor inclinación por la profesión de alguna religión. A la par de estos hechos, Mauricio Beuchot en su ensayo Catolicismo y posmodernidad, reconoce un nuevo interés respecto a lo religioso, no tanto por aquel renacer de fenómenos “mágicos” característicos del New Age, sino sobre todo por el debate abierto, en algunos congresos, al análisis de lo religioso. Pero fuera de estos coloquios, cuya participación no queda al alcance de la mayoría, el ambiente arrastra un fuerte dejo nihilista: Dios ha dejado de ser el foco de atención y se ha optado más bien por otros estímulos como fuente de sentido, entre los cuales destaca fuertemente el hedonismo―basado en la voluntad de poder―, frente a las actitudes “mojigatas y farisaicas” del cristianismo. Las críticas que Nietzsche expresa no han de ignorarse, sino que deben ser objeto de reflexión para profundizar en las verdaderas raíces del cristianismo y mejorar su condición actual. Tal objetivo, insiste Beuchot―en sintonía con E. Mounier, H.G. Gadamer y P. Ricoeur―, no puede lograrse al margen 43 44 FLORED D’ARCAIS, P., “Ateísmo y verdad”, en: ¿Dios existe?, Editorial Planeta, México: 2009, 130. RATZINGER J., “La pretensión de la verdad puesta en duda”, en: Ibid., 19. 43 del diálogo y de un testimonio que dé sentido a nuestras narraciones, si se pretende revitalizar el cristianismo y tener un punto de encuentro entre creyentes y no creyentes45. Esto es lo que precisamente ha caracterizado la postura de Benedicto XVI, antes el cardenal Joseph Ratzinger, cuyo pensamiento acerca del cristianismo sigue un continuo entre lo teórico y lo práctico, cuyas verdades se concilian en una coherencia de vida, atenta a la razón y a aquello que la supera(pero que se le manifiesta mediante la revelación), y en todo momento a la escucha de otras disciplinas y necesidades humanas. El rodeo de Benedicto XVI a lo largo de sus obras no ha tenido otro objeto sino el de acercar al Dios de la fe cristiana a hombres de distintos contextos religiosos y no religiosos. Esto se ve reflejado en varios de sus encuentros, que han dado pie a la publicación de dichas entrevistas. Por mencionar alguna, el debate que sostuvo Ratzinger en el año 2000, entonces cardenal, con el filósofo ateo Paolo Flores d’ Arcais. El diálogo y la autocrítica de la Iglesia han sido el sello distintivo del teólogo Benedicto XVI, con una presentación siempre erudita y renovadora del cristianismo. Por ello, en el presente ensayo pretendo exponer a manera de ejemplo algunas de sus ideas sobre la doble dimensión del cristianismo ―reto para todo creyente―, que abarca tanto un ámbito de comprensión racional ―a la luz de la fe―, una incidencia social abierta a la escucha y a la argumentación, así como un interés participativo en las distintas comunidades a través de la caridad; pues sólo en el encuentro con el otro cobra sentido el mensaje del cristianismo. Desde cierto horizonte ateo, a la religión ―tal como la presenta Flores d’ Arcais―, si pretende integrarse a la sociedad, no le queda mas que aceptar su irracionalidad, su “locura”; pues si Dios es lo “total y absolutamente” Otro, no puede ser rozado por nuestras capacidades humanas de conocimiento, como tampoco podría siquiera autocomunicarse en la medida en que permanece como un hecho ajeno a nuestra experiencia. De manera que el encuentro entre el cristiano y el ateo sólo podrá hacerse, no por vía teórico-dialógica (dado que los contenidos religiosos son irracionales o sin contenido, al permanecer Dios inefable) sino a partir de la ética, en la Cfr. BEUCHOT M., “Catolicismo y posmodernidad”, en Ixtus (¿Una modernidad católica?), no. 48 (2004), 100-104. 45 44 primacía del “tú”, del individuo irrepetible, sujeto de dignidad que, en este sentido, no es contradictorio con el mensaje del Evangelio46. Esto último no es rechazado por Benedicto XVI, pues, como veremos, el cristianismo tiene también una dimensión moral; sin embargo ésta, para su puesta en práctica, requiere de criterios más sólidos que la fundamenten, además de la libertad como capacidad humana de decisión, que se pone valores a sí misma. Pues debe concebirse también un sano uso teórico de la razón, que paulatinamente ha sido violentado al irle excluyendo de toda dimensión metafísica y, con ello, de una apertura a la fe; la razón ha quedado mermada y reducida a lo fáctico de las ciencias naturales positivas, que dejan poco lugar “para una ética de la paz universal, del amor práctico al prójimo y de la necesaria abnegación de cada uno”47. La racionalidad ha quedado mutilada paulatinamente con la “evolución” de lo que los escolásticos entendían por verdad, a saber Verumestens (el ser es la verdad) a lo que en el siglo XVIII y más adelante se interpretaría como Verumquiafactum (la verdad es lo hecho por el hombre), que a su vez daría pie al Verumquiafaciendum (la verdad como factibilidad o transformación). Benedicto XVI explica así el olvido del quehacer metafísico y contemplativo, por la primacía de la labor histórica (como la concebía G. Vico), en la que la verdad quedaría circunscrita a las acciones humanas, las cuales, posteriormente, estarían delimitadas al ámbito meramente poiético o productivo de la téchne y con ello, también, se enclaustraría ahí a la verdad. De tal suerte que lo únicamente admisible como serio y digno de estudiarse sería aquello que pudiera ser repetible, observado y medido bajo la metodología propia de las ciencias naturales, dejando de lado al “estudio del ser” mediante el logos y, por supuesto, cualquier aproximación a Dios48. Cuando más bien el “proceso” resulta a la inversa, pues sea cual fuere la trasformación que hace el hombre del mundo y de sí mismo, requiere de acciones puntuales referidas al ser del hombre como punto de partida y como criterio. Para lo cual es necesario tener una idea que asuma al hombre en su totalidad y que lo estructure con todas sus facultades, al mundo y a todo aquello que va más allá de los límites de su propia dimensión fáctica y comprensión intelectual. Cfr. FLORES D’ ARCAIS P., op.cit., 121-132. RATZINGER J., op.cit., 23. 48 Cfr. RATZINGER J., La introducción al cristianismo, Planeta-DeAgostini, Barcelona: 1995, 38-46. 46 47 45 El problema anterior ha dado pie a lo que en el siglo XX implicó la completa separación entre las ciencias naturales y la religión; las ciencias se ocupaban pretendidamente de lo verdadero y lo falso, mientras que la religión aludía a lo bueno y a lo malo; ello escindió al ser humano tanto en su esfera objetiva como en todo lo subjetivo. Por supuesto, la racionalidad, junto con toda capacidad dialógica, quedó en la primera esfera, mientras que la religión fue relegada al ámbito de lo incomunicable, y de lo sentimental, de lo completamente subjetivo. Esta absoluta separación resulta incomprensible frente a hechos históricos en los cuales seres humanos reaccionaron en desacuerdo a injusticias políticas, precisamente al hacer uso de su conciencia cristiana. Dicha escisión en un hombre de esferas discordantes e incomunicables, de razón y sentimientos inconexos, ha separado al hombre del mundo, de la vida y de la religión, al grado de que tanto racionalidad como sentimientos acabaron por enfermarse49. La religión en este escenario no sería más que alguna de las siguientes opciones: o un sistema acabado de pensamiento, que en última instancia no lo es por derecho propio, o la reducción a un cultismo de reglas y sacrificios por cumplir (pura costumbre sin contemplación). Pero el cristianismo no puede entenderse como una religión reducida al cumplimiento meticuloso de determinados ritos y obligaciones, dejando de lado la fe en lo sobrenatural; como tampoco ésta queda subsumida bajo un sistema de creencias cualquiera -de entender “x” como “y”, y su funcionamiento (pura racionalidad teórica fijada en las estructuras del mundo). Pues en el caso de la religión, su “objeto” (Dios) no aparece ante el campo visual del hombre (al ser invisible), ya que en una comprensión elemental o puramente sensible de las cosas no logrará apresar la totalidad de lo que le compete en cuanto ser humano. Para ello necesita echar mano de otra vía de acceso, que es la fe con su paradójico “salto”: ver lo que no es evidente a nuestra comprensión inmediata ―y que, sin embargo, es lo más real―, junto con una “firme decisión” por una opción fundamental de vida ante el mundo y ante todo lo que existe, mediante la “conversión” y el “arrepentimiento”50. Una lectura positivista y matemática de la realidad, sólo da cuenta de cierta parte de la realidad, mas no de la totalidad de la misma, al excluir de entrada cualquier sentimiento moral, de donación y por tanto de amor, dejando lugar solamente a un cálculo instrumentalcara al mundo y al hombre. Sin embargo esto no permite hacer 49 50 Cfr. RATZINGER J., Fe, verdad y tolerancia, Ediciones Sígueme, Salamanca: 2005, 123-127. Cfr. RATZINGER J., La introducción al…, op.cit., 30-33. 46 sentido de lo “irracional” en el mundo: por ejemplo, no permite plantear el tema del mal, como tampoco accede a aquello que supera una racionalidad interesada: el amor. Pues es sólo por un Logos libre y que crea por amor, que puede comprenderse este mundo que no se da abasto con explicaciones matemáticas. Siempre habrá un espacio para lo incomprensible, lo cual abarca tanto el amor (que dista de toda posibilidad de cálculo) como lo incomprensible del sufrimiento inocente, causado por el mal51: El matemático descubre la matemática del cosmos, el ser-pensado de las cosas. Pero nada más. Descubre solamente el Dios de los filósofos.¿Ha de extrañarnos esto? El matemático considera el mundo matemáticamente; ¿puede encontrar en él algo que no sea matemática? ¿No tendríamos que preguntarle antes si ha considerado el mundo de otro modo, de modo no matemático? (…) El físico no lo ha descubierto, ni nunca lo descubrirá porque en su estudio prescinde esencialmente del sentimiento y de la actitud moral, porque estudia la naturaleza desde un ángulo puramente matemático; consiguientemente sólo puede ver el lado matemático de la naturaleza52. Si ya se dijo cómo no se puede encontrar a Dios mediante un materialismo histórico ―pues la materia no se comprende a sí misma―, tampoco el Dios de los filósofos es suficiente para dar cuenta del Dios de la religión, en cuanto éste no se agota en otorgar orden al cosmos como tampoco en un espíritu que se comprende a sí mismo, por cuanto que éste es, además de una conciencia creadora no anónima, una libertad creadora, por amor, de otras libertades particulares, es decir, de individuos, de personas. La libertad (frente a la necesidad) y lo particular, lo irrepetible (frente a lo general), distinguen al idealismo de la fe cristiana.53. La religión del cristianismo despuntó frente a las religiones paganas por dos aspectos principalmente: por un lado, por asumir el conocimiento filosófico ―y con ello la racionalidad―, haciendo de aquélla una religio vera; por el otro, por su dimensión moral, que saca a la luz lo que el hombre tiene escrito en su corazón. De tal manera que Dios no sólo coincide con la moral filosófica, sino que a la vez trasciende el Cfr. Ibid., 130-132. Ibid., 126. 53 Cfr. Ibid., 129-130. 51 52 47 sólo dominio de la contemplación del pensamiento y desciende, haciéndose un Dios vivo, inserto en una moral “de amor a Dios a través del prójimo”54: Tampoco la religión ha de entenderse como “lo eterno que queda fuera del mundo y del tiempo humano como cosa totalmente distinta de ellos. La fe trata más bien de Dios en la historia, de Dios como hombre (…) Dios nos lo presenta como un hombre, al eterno como temporal, como uno de nosotros. Funda su pretensión de ser revelación en la que ha introducido lo eterno en nuestro mundo (…) El salto que antes nos llevaba a lo infinito, parece reducirse a una grandeza humanamente posible, ya que basta que nos acerquemos a este hombre de Palestina para que nos encontremos con Dios”55: Con esto, Benedicto XVI, tampoco afirma que con la aceptación de una philosophia universalis retroalimentada por la fe, quede excluida cualquier duda o capacidad de revisión crítica. La religión inspirada por una fe revelada aporta a la filosofía conocimientos nuevos sobre Dios, en cuanto incide en el mundo y el hombre a través de la historia, sin ser lo completamente Otro. No es un Dios que sólo sustenteal mundo, sino que resulta también el Dios de los hombres: de Abraham, Isaac, Jacob, etcétera: un Dios interpelable por el hombre, que lo escucha y le habla; es decir, un Dios personal. La fe, a su vez, se apoya en los contenidos filosóficos, los cuales hacen comprensible y comunicable a los demás la religión56. Por eso el cristianismo no sólo requiere de los fieles para su vivencia, sino también de la retroalimentación de los no creyentes para un encuentro de horizontes, de ciudadanos participativos en sus comunidades y por tanto en el bienestar del mundo: El que no cree puede sentirse seguro de su incredulidad, pero siempre le atormenta la sospecha de que “quizá sea verdad”. El quizá es siempre tentación ineludible a la que uno no puede sustraerse (…) Nadie puede sustraerse totalmente a la duda o a la fe. Para uno la fe está presente a pesar de la duda, para el otro mediante la duda o en forma de duda. Es ley fundamental del destino humano encontrar lo decisivo de su existencia en la perpetua rivalidad entre la duda y la fe, entre la impugnación y la certidumbre. La duda impide que ambos se cierren herméticamente en su yo y tiende al mismo tiempo al puente que los Cfr. RATZINGER J., ¿Dios…, 16-17. RATZINGER J., La introducción al…, op.cit., 35. 56 Cfr. RATZINGER J., El Dios de la fe y el Dios de los filósofos, Ediciones Encuentro, Madrid: 2007. 54 55 48 comunica. Impide que ambos se cierren en sí mismos: al creyente lo acerca al que duda y al que duda lo lleva al creyente57. Por otro lado, el pensamiento liberal actual y el discurso religioso presentan en primera instancia distintos razonamientos; sin embargo sus conclusiones sobre las preocupaciones morales parecen converger en algunos puntos. Esto se manifiesta cuando se plantea la cuestión sobre las actitudes cognitivas y las expectativas normativas que el Estado liberal exige de sus ciudadanos con trasfondos culturales, hoy día, diferentes. Sin caer en un positivismo legal cerrado prejurídico , como tampoco en una falsa tolerancia que no dé pie a un éthos que encierra pura individualidad y el desmoronamiento de la solidaridad ciudadana con aires relativistas , el análisis sobre las relaciones entre fe y razón es posible no sólo desde la teología sino desde el plano filosófico, en la medida en que razón y religión se ilustran mutuamente a partir del reconocimiento epistemológico del lenguaje de la segunda y de los límites de ambas. Otro encuentro reciente en el que se discute este tema, es el que tuvieron J. Habermas y J. Ratzinger, recopilado en Entre razón y religión: Dialéctica de la secularización en 2004, que esbozaré para tratar la aparente tensión en la filosofía habermasiana, que diluye a la religión en la razón comunicativa y en una ética discusiva, a la vez de considerar que la religión alimenta contenidos semánticos imprescindibles para la ética y la moral, y para la filosofía. El encuentro fue célebre. Es también conocido que, en él, Habermas parece flexibilizar su postura respecto a una fundamentación a priori de las condiciones del diálogo y de la democracia, y parece reconocer la relevancia de las tradiciones y de los fundamentos pre-políticos de la sociedad moderna. Ambos pensadores coinciden en que la cohesión necesaria para un Estado democrático no puede ser proporcionada por las propias leyes de dicho Estado, pues aun cuando dichas leyes estuvieran basadas en una razón autónoma apriori, su cumplimiento exige una motivación externa y presupone ya una cohesión social que por tanto esas mismas leyes no pueden proporcionar. 57 RATZINGER J., La introducción al…, op. cit., 28. 49 Ambos pensadores están particularmente sensibilizados ante la cuestión de los totalitarismos del siglo XX: la democracia, el diálogo y el pluralismo parecen ser los remedios para evitar que estos escenarios históricos se repitan. Sin embargo, ambos son conscientes también de que estos “remedios” no están exentos de problemas y de ambigüedades; el propio Habermas, seguidor de Horkheimer y Adorno, sabe que la Ilustración y su movimiento secularizante sufren contradicciones intrínsecas: no por ello propone, como los posmodernos, echar atrás el proceso de modernización, sino que pretende corregirlo y completarlo para que no se atenga sólo a una razón instrumental y alcance efectivamente sus pretensiones de universalidad. No debemos engañarnos: aún el Habermas tardío, más moderado, propone la secularización, aunque una “secularización no descarrilada”: Queda en pie el hecho de que un ordenamiento liberal necesitaría siempre de la solidaridad de sus ciudadanos como fuente, y de que esta fuente podría desaparecer completamente a causa de una secularización “descarrilada” de la sociedad. Este diagnóstico es indiscutible, pero no por ello debe entenderse de forma que los intelectuales defensores de la religión saquen de ello cierto tipo de “plusvalía”58. Esta aclaración de Habermas significa que ni el Estado ni las leyes tienen una fundamentación religiosa, y ni siquiera la tienen, según este filósofo, en un derecho natural de connotaciones clásicas o religiosas ni en cosmovisiones o perspectivas asociadas a la historia de la salvación. Lo que Habermas pretende garantizar es el pluralismo y, en efecto, ello es necesario en una sociedad multicultural. Reconoce que ideas como los derechos humanos, la igualdad universal e incluso cierta idea de la justicia, son un legado de la tradición judeocristiana, pero insiste en que una vez asumidos en un discurso racional secularizado, dichos conceptos e inquietudes son ya patrimonio de la razón, y pueden y deben tratarse como tal en un nivel jurídico, político y filosófico para asegurar precisamente el pluralismo. Así, como reitera Habermas en su libro titulado Israel o Atenas, la modernidad se apropió del punto de vista de Dios y ello permitió extender “el mundo social conocido hasta la comunidad inclusiva e ilimitada de todas las personas que actúan con conciencia de sus acciones, (…) [es decir], la HABERMAS J., “¿Fundamentos prepolíticos del Estado democrático de derecho?”, en Entre razón y religión: Dialéctica de la secularización, Pablo Largo (trad.), FCE, México: 2008, 10. 58 50 racionalización en términos social-cognitivos de la totalidad de las relaciones personales reguladas moralmente”59. De este modo, creo que debemos ser muy precisos al entender la postura habermasiana. Al menos en el momento de su diálogo con Benedicto XVI, el filósofo no sólo “tolera” el pensamiento religioso, sino que lo valora al menos desde dos puntos de vista: (1) como precursor de ideas centrales del pensamiento humanitario de la modernidad, y (2) como factor insoslayable en el presente, de cohesión para la sociedad y de motivación para el cumplimiento de la ley. Este segundo punto por el que se valora a la religión proviene de que el Estado democrático contemporáneo tiene una mayor exigencia en sus presupuestos normativos, pues se espera de los ciudadanos que sean a la vez co-autores y destinatarios del Derecho. Esto implica que sean participativos y que sean capaces de ir más allá del interés propio para enfocarse en el bienestar común. Ello no se logra sin “virtudes políticas”, las cuales “se alimentan de fuentes espontáneas o, si se prefiere, ‘prepolíticas’” 60 . Esto no significa que dicha fuente deba ser religiosa necesariamente, o que sea la religión cristiana en específico, pues pueden ser fuentes seculares con ideales éticos y culturales de vida; sin embargo, de hecho, es el Cristianismo el que ha jugado este papel históricamente. Así lo admite el propio Habermas en una entrevista con Eduardo Mendieta, quien le pregunta si su ponderación de la religión es la de un precursor, un catalizador o una condición de posibilidad de la modernización y de la globalización61. El filósofo responde: El Cristianismo representa para la autocomprensión normativa de la modernidad no sólo una forma precursora o un catalizador. El universalismo igualitario, de donde proceden las ideas de libertad y convivencia solidaria, así como las de forma de vida autónoma y emancipación, moral de la conciencia individual, derechos humanos y democracia, es directamente una herencia de la ética judía de la justicia y de la ética cristiana del amor62. Este reconocimiento le permite a Habermas superar los estrechos moldes de un racionalismo que quisiera prescindir de la religión o reducirla a un discurso racional. Él sabe que hay algo propio de la religión que, de ser desnaturalizado o “desmitificado”, HABERMAS J., Israel o Atenas: ensayos sobre religión, teología y racionalidad, Eduardo Medieta (ed. y trad.), Trotta, Madrid: 2001, 184. 60 HABERMAS J., “¿Fundamentos prepolíticos…, op. cit., 17. 61 Cfr. HABERMAS J., Israel o Atenas…, op. cit, 183. 62 Ibid., 185. 59 51 implicaría que las religiones perdieran su sentido propio y se vieran impedidas también para desempeñar su función social de motivación y cohesión. Cuando se pretende racionalizar a la religión, traspasarla del todo a una justificación racional, se dan: [D]esarrollos errados que sobrevienen cuando los elementos contradictorios de una tensa síntesis cultural sacrifican su sentido propio. Esto se muestra también en la relación de la religión con la filosofía: el sentido existencial de la liberación del alma individual por medio de la promesa de salvación del Dios redentor no puede ser equiparado a la exaltación contemplativa ni a la fusión intuitiva del espíritu finito con el Absoluto (…) La tensión tiene que ser estabilizada, no puede ser superada, si no se debe desbaratar la red del discurso intercultural63. Justo porque esta tensión debe ser equilibrada, Habermas plantea que la razón reconozca lo específico de las religiones a la vez que éstas, enfrentadas con el pluralismo contemporáneo, así como con el discurso científico y un sentido común secularizado64, se atengan a las “razones públicas” y planteen sus contenidos en formas aceptables para la razón comunicativa. Hay aquí connotaciones que recuerdan, por ejemplo, la Encíclica de Juan Pablo II, Fides et ratio, de 1998. En ella se reitera la enseñanza magisterial sobre el papel ejemplar de Santo Tomás de Aquino (no oficializando ninguna de sus tesis filosóficas sino proponiendo como paradigma su trabajo para armonizar razón y fe), y Habermas se declara admirador del Aquinate precisamente por el mismo mérito: Cuando me sumerjo en la Summa contra Gentiles de Tomás de Aquino, me siento arrebatado por la complejidad, por el nivel de diferenciación, por la seriedad y la rigurosidad de la argumentación elaborada de manera dialógica. Soy admirador de Tomás de Aquino. Él representa una forma de espíritu que podía responder por sí mismo de su autenticidad65. Aunque esta admiración está enmarcada en una postura general en la que la exigencia de pluralismo ciertamente parece incómoda frente a un discurso fuerte y estructurante como es la fe cristiana. Me parece que tanto Benedicto XVI como Juan Pablo II en la Encíclica citada entienden la necesidad de pluralismo y asumen que, en Ibid., 192. Ibid., 187. 65 Ibid., 189. 63 64 52 efecto, la fe cristiana ha entregado a la razón contenidos, que pueden ser tratados racionalmente y de forma plenamente intersubjetiva. Ello no supone renegar del origen cristiano de estas inquietudes, sino al contrario, mostrar que lo entregado por la fe es asimilable en la razón y que por tanto ésta queda elevada por la revelación, cooperando para la humanización del mundo y de la vida social: La Revelación propone claramente algunas verdades que, aun no siendo por naturaleza inaccesibles a la razón, tal vez no hubieran sido nunca descubiertas por ella, si se la hubiera dejado sola. (…) El anuncio cristiano de la dignidad, de la igualdad y de la libertad de los hombres ha influido ciertamente en la reflexión filosófica que los modernos han llevado a cabo. (…) Al especular sobre estos contenidos, los filósofos no se han convertido en teólogos, ya que no han buscado comprender e ilustrar la verdad de la fe a partir de la Revelación. Han trabajado en su propio campo y con su propia metodología puramente racional, pero ampliando su investigación a nuevos ámbitos de la verdad66. Me parece que la tensión habermasiana entre el pluralismo y la exigencia veritativa de la fe, se resuelve con un sistema de perspectivas. En efecto, como hemos visto que se puede admitir desde el Cristianismo, algunas enseñanzas cristianas pueden ser asumidas en la razón y tratadas de un modo estrictamente racional y por tanto, plenamente intersubjetivo, aunque para el cristiano, desde la perspectiva de la fe, esas mismas enseñanzas la igualdad, la libertad, la solidaridad se ven siempre validadas desde las dos esferas: son racionalmente exigibles y a la vez son parte de su identidad y su deber como cristiano. El cristiano, por serlo, tiene la exigencia de ser capaz de interactuar con los no-creyentes o los creyentes de otras religiones, en busca del bien común, consciente de que las reglas de su interacción con estas personas, que tienen otros horizontes de comprensión, han de ser las dictadas por la razón y ha de trabajarse a partir de los intereses compartidos. Los ciudadanos secularizados, por su parte, no pueden negar: [P]or principio a los conceptos religiosos su potencial de verdad, ni pueden negar a los conciudadanos creyentes su derecho a realizar aportaciones en lenguaje religioso a las discusiones públicas. Es más, una cultura política liberal puede incluso esperar de los ciudadanos secularizados que participen en los esfuerzos para traducir aportaciones importantes del lenguaje religioso a un lenguaje más asequible para el público general67. 66 67 FR, 76. HABERMAS J., “¿Fundamentos prepolíticos…, op. cit., 33. 53 Esto, porque el interés del Estado supone también el cuidar la relación con todas “las fuentes culturales de las que se alimentan la conciencia normativa y la solidaridad de los ciudadanos”68 y, particularmente con el Cristianismo que, como ya hemos visto, Habermas admite que al menos históricamente ha desempeñado ese papel, y que también lo ha hecho de modo primario y paradigmático. Hemos visto, pues, que las “concesiones” que hace Habermas a la pretensión de verdad del Cristianismo son limitadas, pero importantes. Joseph Ratzinger supo aprovechar dicho espacio y supo también acotar aún más las pretensiones de una ética universalista desde la rica tradición católica, y sus elementos de comprensión de la fe, de la razón y de las culturas en que tanto fe y razón se despliegan. Si en Habermas parece que el factor de universalidad es la razón pura, y las religiones, como otras fuentes pre-políticas de la moralidad, funcionan más bien como precursor y como factor motivacional y de cohesión, Benedicto XVI admite todo ello (de hecho, su intervención en el diálogo se titula Lo que cohesiona al mundo: los fundamentos morales y prepolíticos del Estado liberal), y va incluso más allá: la universalidad de la ética no se da por una discusión al nivel de la razón pura, ya que tampoco los principios de esta razón y su orientación fundamental son aceptados por todos, sino en un contexto más amplio de interculturalidad, de contacto entre culturas, lo cual exige una disposición moral mucho más compleja, y en ese sentido depende aún más del impulso que puede dar la fe: Hoy es indispensable la dimensión intercultural para plantear la discusión sobre las cuestiones fundamentales acerca del hombre, que no se puede entablar pura y simplemente entre cristianos ni únicamente dentro de la tradición racionalista occidental. Es cierto que ambas perspectivas consideran como universal su autocomprensión, y quizá, de iure, lo sea. Sin embargo, de facto, deben reconocer que sólo son aceptadas e incluso comprensibles en determinados sectores de la humanidad (…) aunque la cultura laica rigurosamente racional que Habermas nos acaba de ilustrar con eficacia ocupa un papel preponderante y se concibe a 68 Ibid., 28. 54 sí misma como el elemento unificador, lo cierto es que la comprensión cristiana de la realidad sigue siendo una fuerza activa69. Esa comprensión cristiana de la realidad, señala Benedicto XVI en el mismo debate, sí incluye consideraciones sustantivas que, como vimos, Habermas no aborda: y así Benedicto XVI recupera en esta discusión el carácter normativo del concepto de naturaleza y también el alcance metafísico de la razón humana. Sin embargo, consciente de que el tema del derecho natural es controvertido y admite muchas interpretaciones, algunas de las cuales no son fiables70, el Cardenal prefiere no basar su participación en el debate en dicho concepto, y más bien insiste en el tópico de los derechos humanos (que debe complementarse, con una doctrina de los deberes y los límites del hombre) 71. Además de afirmar que ideas como la de los derechos humanos deben ser respaldadas desde ambas trincheras, la de la razón y la de la fe, en una “correlación polifónica”72, Benedicto XVI presupone una noción de interculturalidad que, de nuevo, abreva en la Fides et ratio: Las culturas se alimentan de la comunicación de valores, y su vitalidad y subsistencia proceden de su capacidad de permanecer abiertas a la acogida de lo nuevo. ¿Cuál es la explicación de este dinamismo? (…) toda cultura lleva impresa y deja entrever la tensión hacia una plenitud. Se puede decir, pues, que la cultura tiene en sí misma la posibilidad de acoger la revelación divina (…) El anuncio del Evangelio en las diversas culturas, aunque exige de cada destinatario la adhesión de la fe, no les impide conservar una identidad cultural propia. Ello no crea división alguna, porque el pueblo de los bautizados se distingue por una universalidad que sabe acoger cada cultura, favoreciendo el progreso de lo que en ella hay de implícito hacia su plena explicitación en la verdad (…) Las culturas no sólo no se ven privadas de nada, sino que por el contrario son animadas a abrirse a la novedad de la verdad evangélica recibiendo incentivos para ulteriores desarrollos73. Me parece que, entre los temas que suelen subrayarse en la Fides et ratio (las aportaciones que hace la fe a la razón y viceversa, la necesidad de una razón fuerte, de alcances metafísicos, para colaborar con la fe, las relaciones entre filosofía y teología, RATZINGER J., “Lo que cohesiona al mundo: los fundamentos morales y prepolíticos del Estado liberal”, en Entre razón y religión: Dialéctica de la secularización, ed.cit., p. 50. 70 Ibid., 46. 71 Cfr. Ibid., 48. 72 Ibid., 54. 73 FR, 71. 69 55 etcétera) éste es uno que normalmente no es destacado: sólo fe y razón, en cooperación, pueden acceder a principios normativos para la relación sana entre los diversos credos y las diversas culturas, conciliando entre el consenso necesario y el deseable respeto a las diferencias. Así, si Habermas ha dado algunos pasos adelante, mostrando que la secularización no puede hacer a un lado los alcances veritativos de la fe, y que de hecho los alcances de la modernidad occidental deben mucho a sus fuentes prepolíticas cristianas, Benedicto XVI echa mano de las importantes reflexiones de la Fides et ratio para recordarnos, como dice la propia Encíclica, que si la secularización de algunos contenidos de la fe es políticamente necesaria, la evangelización de la cultura es igualmente indispensable: El punto capital y como el meollo de la solución casi profética a la nueva confrontación entre la razón y la fe, consiste en conciliar la secularidad del mundo con las exigencias radicales del Evangelio, sustrayéndose así a la tendencia innatural de despreciar el mundo y sus valores, pero sin eludir las exigencias supremas e inflexibles del orden sobrenatural74. Dicha inculturación a través de las aportaciones de la religión del cristianismo fortalece no sólo las relaciones entre ciudadanos, al ser una religión universal con una moral común, sino también incluye a los menos protegidos y favorecidos por los intereses individuales de la economía actual: [E]l cristianismo convenció por la unión de la fe con la razón y por la orientación de la actuación hacia la caritas, a la ayuda con amor a los que sufren, a los pobres y a los débiles. Por encima de todo límite de condición. La fuerza que llevó al cristianismo a convertirse en religión universal radicaba en su síntesis de razón, fe y vida; precisamente esta síntesis queda concretada en la expresión de religio vera.75 La grandeza del mensaje de Benedicto XVI radica en sus fuentes: en la profunda inspiración cristiana que responde a la realidad integral del ser humano, armonizando tanto fe y razón en un diálogo mutuamente enriquecedor, como la creencia verdadera desde el punto de vista teórico con el auténtico interés social en el práctico, interés que se realiza en el amor: El intento de dar de nuevo un sentido claro al concepto del cristianismo como religio vera en medio de esta crisis de la humanidad debe basarse por igual, por 74 75 FR, 47. RATZINGER J., “La pretensión de…, op. cit., 17. 56 así decirlo, en el recto obrar (ortopraxis) y el recto creer (ortodoxia). Su argumento más profundo debe consistir al fin y al cabo igual que entonces en que el amor y la razón coinciden como verdaderos pilares fundamentales de lo real: la razón verdadera es el amor, y el amor es la razón verdadera. En su unión constituyen el verdadero fundamento y objetivo de lo real76. 76 Ibid., 23. 57 Bibliografía BEUCHOT Mauricio, “Catolicismo y posmodernidad”, en: Ixtus (¿Una modernidad católica?), no. 48 (2004), pp. 100-104. HABERMAS Jürgen, Israel o Atenas: ensayos sobre religión, teología y racionalidad, Eduardo Mendieta (ed. y trad.), Trotta, Madrid: 2001. JUAN PABLO II, Carta Encíclica Fides et Ratio: sobre las relaciones entre fe y razón, 14 septiembre 1998. RATZINGER Joseph, La introducción al cristianismo, L. Domínguez Villar (trad.), Planeta-DeAgostini, Barcelona: 1995. __________: Fe, verdad y tolerancia, RUIZ-GARRIDO C. (trad.), Ediciones Sígueme, Salamanca: 2005. __________: El Dios de la fe y el Dios de los filósofos, AGUIRRE J.(trad.), Ediciones Encuentro, Madrid: 2007. __________y HABERMAS J., Entre razón y religión: Dialéctica de la secularización, LARGO P. (trad.), FCE, México: 2008. __________y FLORES D’ ARCAIS, P., ¿Dios existe?, Editorial Planeta, México: 2009. 58 Lógica divina, cósmica y humana: conjugadas para el conocimiento de la verdad Gabriel González Nares “No nos ponemos de acuerdo para que algo sea verdad, sino que nos ponemos de acuerdo porque algo es verdad” Mauricio Beuchot O.P77 INTRODUCCIÓN En nuestros tiempos, poca importancia es dada a lo que los teólogos piensan sobre el mundo. Si al común de la gente se le preguntara por el perfil profesional del teólogo, seguramente dirá que es un profesional enfrascado en problemas metafísicos y que aparta su mirada del mundo. Como queriendo escapar de él para ir a uno mejor. Mas, contario a esta opinión, está el hecho de que el teólogo parte del mundo para llegar a las alturas divinas. El teólogo se interesa por el mundo como un todo ya que busca su última explicación. Ante la exploración de la naturaleza, los científicos se topan con algunas preguntas como estas: ¿Hay un Ordenador del universo? ¿Tienden las cosas hacia un último fin? Por limitación, las ciencias particulares no pueden resolver estas preguntas trascendentes por sí mismas. Se necesita un profesional que tenga una visión integradora de todas las cosas. Hablo aquí del filósofo, pues su vocación se inclina a la interpretación y explicación de la realidad como un todo. Aunque bien puedo referirme por igual al teólogo, ya que no hay buen teólogo que no sea buen filósofo. El teólogo estudia la realidad en su conjunto y no se detiene a ver las particularidades del mundo, porque así se obstaculizaría su misión. Podríamos decir que el teólogo es un científico en la medida que busca causas explicativas, pero no es un científico experimental ni particular, pues su campo de conocimiento trasciende lo experimentable. Joseph Ratzinger es un ejemplo del teólogo interesado por el mundo. Una parte importante de su obra se centra en la interpretación teológica del mundo. Nunca ha BEUCHOT Mauricio. “Conferencia pronunciada en Torreón, Coahuila, el 12 de mayo de 2008”, consultada en http://www.youtube.com/watch?v=4s00nkJiCd8 (12/03/2012). 77 59 estado al margen de los últimos descubrimientos y siempre ha tenido una visión conciliadora entre fe y razón. El teólogo alemán y actual pontífice se vuelca sobre los temas cosmológicos con una gran pasión razonada. Gracias a su formación filosófica puede establecer nexos coherentes entre lo experimentado y lo revelado. Si se me preguntara qué disciplinas filosóficas son usadas por Ratzinger para establecer estos nexos, diría que se sirve principalmente de la lógica y de la metafísica. De la lógica porque busca mediaciones o términos medios que articulen la realidad como un todo comprensible. De la metafísica porque busca los primeros principios y causas explicativas del ser. Ante todo y como filósofo, Ratzinger cree que el mundo tiene un logos. Esto es, que hay orden y racionalidad, lo que permite la comprensión científica y la técnica industrial. Luego, como teólogo cristiano, Ratzinger cree que Dios es el dador y sustentador del orden cósmico. En el pensamiento del papa, Dios no es el completamente distinto del universo, sino que “vive” en él. De esta manera, Ratzinger piensa al modo de San Buenaventura, que el universo “es el templo que anuncia a Dios.” Sabemos que el papa Ratzinger es un cooperador de la verdad. Por tanto, todo su pensamiento podría guiarse por el prolegómeno: “El hombre es capaz de la verdad”78. Ratzinger ama la verdad revelada en Cristo y en el Evangelio. No obstante, también ama y defiende la verdad que la razón humana puede descubrir en el orden del cosmos. Según él, el hombre es capaz de ver la verdad de Dios en el mundo porque hay connaturalidad entre el logos del mundo, el logos de Dios y el logos del hombre. Es aquí que podemos ver una lógica de tres dimensiones: la divina, la cósmica y la humana. Mismas que, al conjugarse, hacen al hombre capaz de la verdad por naturaleza. En este texto deseo recorrer con claridad cada una de estas dimensiones lógicas, a fin de postular que lo divino, lo cósmico y lo humano tienen una comunidad en el logos, con lo cual veremos que, por naturaleza, el hombre es capaz poseer la verdad. DESARROLLO 78 RATZINGER, Joseph. “The dictatorship of relativism” en The light of the world, a conversation with Peter Seewald. Ed Ignatius, San Francisco, EUA: 2010, 51. 60 1) La Razón de Dios, el logos divino. El Dios de Ratzinger es el Dios cristiano. No obstante, según el papa, este Dios también es el dios de los filósofos, y por tanto, el Dios de la razón. He querido comenzar este apartado hablando de Dios para aclarar su naturaleza razonable a fin de dar pie al tema del logos cósmico. Como veremos, Ratzinger propone que la lógica del universo está basada en la lógica de Dios. Por tanto, debemos primero atender a esta lógica. Desde los tiempos apostólicos, el cristianismo se enfrentó a un mundo lleno de opiniones teológicas distintas. Por una parte, existía el dios de los estoicos o de los peripatéticos: una divinidad que era toda razón, inmutabilidad y perfección, pero no una persona cercana y amorosa. Por otra parte, existían los antiguos dioses mitológicos: personajes caprichosos, vengativos y sobornables pero lejanos a los problemas humanos. ¿Cómo saber cuál de todos esos dioses era el Dios del cristianismo? Así como los hebreos tuvieron que distinguir a su Dios de entre los dioses paganos en el tiempo del destierro, así los cristianos distinguieron al suyo fundamentándose en las palabras de Cristo en el Evangelio de Juan: “Yo soy el camino, la verdad y la vida, nadie va al Padre si no es por mí”79. El pensamiento patrístico tomó esta oración como estandarte guía de la filosofía. Un ejemplo de ello es Tertuliano, quien dijo “Cristo no se llamó a sí mismo costumbre, sino verdad” 80 . Es decir, la verdad de lo inmutable y de lo que siempre es tiene primacía sobre la costumbre de una religión encerrada en parámetros humanos. De este modo, el Dios cristiano es también el dios de los filósofos. Ratzinger escribe sobre esto puntualmente: “La fe cristiana optó (…) por el dios de los filósofos frente a los dioses de la religiones, es decir, por la verdad del ser mismo frente al mito de la costumbre. La Iglesia rechazó la antigua religio, pues la consideraba una pura y simple costumbre vacía que se alzaba contra la verdad”81. 79 80 Jn. 14, 16 TERTULIANO, De Virginibus velandis, I, 1 Corpus Christianorum II 1209, apud: RATZINGER, Joseph. “El Dios de la fe y el Dios de los filósofos” en Introducción al Cristianismo, Ed. Sígueme, Salamanca, España: 2005, 120. 81 RATZINGER, J. Ibid., 121. 61 Ratzinger aclara esta elección del dios de los filósofos ayudándose de la disparidad entre mythos y logos. El cristianismo prefirió el logos porque Cristo se autoproclama como Verdad que está basada en el ser inmutable, y porque Dios es creador y ordenador del universo. Es importante destacar que esta capacidad creadora, Dios no la tiene solamente por ser el eternamente supremo. Ratzinger postula que el Dios del logos y de la verdad ya no es sólo eterna matemática ni pura eternidad. En el contexto cristiano, Dios es agapé, potencia de amor creador. Por tanto, Dios ya no se relaciona consigo mismo, sino que se comunica a sus creaturas y las hace partícipes de su naturaleza perfecta en diversos modos. Para el contexto cristiano, el Dios del logos y de la verdad sigue siendo lo que los antiguos filósofos dijeron. Sin embargo, en el cristianismo (y previamente en el judaísmo) Dios se presenta con características personales y amorosas. Dios sigue siendo eterna geometría del universo porque es amor creador. Por eso Ratzinger dice que “es verdad que sólo se le conoce (a Dios) cuando se comprende que él, auténtica verdad y fundamento de todo ser, es también e inseparablemente el Dios de la fe, el Dios de los hombres”82. Así pues, perfilándonos al ámbito cosmológico, ¿Qué es Dios? El Dios de la fe y los filósofos, en cuanto pensar es amar. El logos de todo el mundo, la idea creadora original es también amor, y este pensamiento es creador porque como pensamiento es amor y como amor es pensamiento 83 . En un modo, Dios es la razón amorosa en la que el universo está principiado. 1.2) El logos de Dios es Cristo Como versado teólogo, Ratzinger sigue la doctrina del Evangelio de San Juan que indica que el mundo fue principiado “en” el logos, que en él fueron creadas todas las cosas y que esta Razón procedía directamente de Dios, y por tanto, era Dios. El papa sigue a varios padres de la Iglesia, como Orígenes y Agustín, para basar su discurso cosmológico en lo teológico. 82 83 Ibid., 123. Cfr. Ibid., 126. 62 Como ya hemos visto, Dios crea el amor. Dios crea “en” la razón amorosa que procede directamente de él mismo. “La razón de la creación procede de la Razón de Dios”84. Este pensamiento de Ratzinger, es piedra de toque de su ideario cosmológico. Ratzinger da a entender que la razón de Dios tiene una presencia en el mundo. Presencia que ordena, que ama y que provee. Pero esta razón que salió de Dios, no lo es sólo del pensamiento o conocimiento, sino que es presencia personal viva, dados su origen y perfección. “Dios está en el origen de todo y lo gobierna todo, pero no a la manera de un frío y anónimo motor, sino como Padre, Esposo, Amigo, Hermano, como Logos, “Palabra- Razón” que se unió a nuestra carne mortal una vez para siempre y compartió plenamente nuestra condición, manifestando el sobreabundante poder de su gracia”85. Siguiendo este corolario, podemos pensar que el culmen de la creación está en la encarnación de Cristo, pues él es patente muestra del cuidado de Dios por su creación. En Cristo, Dios se muestra personalmente en el mundo. Esta razón de la que hablamos anteriormente es Cristo, quien unifica en sí todas las cosas porque es Logos, engendrado del Padre. “El amor divino, encarnado en Cristo, es la ley fundamental y universal de la creación”86. Vemos así que este postulado cosmológico, nutrido de las profundas interpretaciones teológicas, da un lugar fundamental a la Razón amorosa del Padre, la cual aparece en el cosmos personalmente como Cristo. Al modo de decir de Ratzinger, hombre amante de la música clásica y excelente pianista, el universo es una sinfonía de diversos órdenes y movimientos. Dentro de esta sinfonía se encuentra un “sólo”, tema encomendado a un instrumento y que da el significado a toda la obra. Este “sólo” es Jesús, el Logos amoroso del Padre. He querido tratar de la Razón de Dios como Cristo a fin de aclarar que el cristianismo es una religión lógica, que confía en la razón. Y así, garantizada la presencia racional de Dios en el cosmos, podemos pasar al siguiente tema: la naturaleza razonable del cosmos. 84 85 RATZINGER, Joseph. Creación y pecado. EUNSA, Pamplona: 2005, 40. RATZINGER, Joseph. “La estrella y la revolución cosmológica causada por Jesús” en Homilías de Benedicto XVI, MANGLANO J. (ed.), Cobel, Madrid: 2009, 123. 86 Id. 63 2) El universo es razonable. El logos cósmico Ya hemos visto la opinión de Ratzinger sobre la prevalencia del cristianismo sobre las antiguas religiones mistéricas de los primeros siglos de nuestra era. Gracias a su opción por el Dios del logos, el Dios de Cristo no es el frío motor inmóvil o el impersonal ser necesario. Tampoco es un dios caprichoso y necesitado de culto. La opción del cristianismo por el dios de los filósofos se debe a la natural tendencia humana por la búsqueda de la verdad. “El hombre busca la verdad en cuanto tal y no lo que no es tal verdad pero que puede ser indirectamente compatible con ella utilizando el método de la interpretación”87. Es decir, el hombre tiene necesidad de saber por causas y razones. No le bastan las explicaciones indirectas o alejadas de la realidad. En pocas palabras, digamos que el hombre reclama el logos en el punto en que, por madurez, no le satisface el mito. ¿Por qué necesita el hombre de la razón? Parece que, naturalmente, el hombre se satisface intelectualmente con explicaciones que estén más apegadas a la realidad que a las categorías humanas. Una vez, Aristóteles dijo que, por su conocimiento, el hombre podía hacerse todas las cosas sin dejar de ser él mismo. ¿Por qué no retomar el pensamiento aristotélico y atrevernos a decir que el hombre puede dejar de juzgar la realidad sin sus solas categorías antropológicas y que puede ver la esencia de las cosas? En mi opinión, diría que este deseo natural es prueba de que el hombre requiere del conocimiento de la verdad para hacerse óptimo. Parece que el hombre tiende naturalmente al conocimiento de la verdad. Pero el alcance de la verdad y las garantías de ese logro son tema que revisaremos en el tercer apartado. Ya hemos visto desde la teología que Ratzinger desarrolla, que Dios es razón creadora y amorosa. También hemos visto que, por su amor creador, Dios tiene presencia en el cosmos, pues “Todo ha sido hecho por y “en” el principio”88. Entonces podríamos bien pensar que la naturaleza del cosmos participa con Dios de una lógica que puede leerse. Volvamos a los días de los primero siglos, en lo que el cristianismo debía decidirse por un dios de los filósofos o un dios sólo de la religio. Al tender el cristianismo hacia RATZINGER J. “El Dios de la fe y el Dios de los filósofos” en Introducción al Cristianismo, Ed. Sígueme, Salamanca: 2005, 121. 87 88 Jn. 1,2 64 el dios razonable por su natural deseo de verdad, adquiere una “cosmología peculiar”, según el mismo Ratzinger la nombra. Una vez reconocido el dios de la razón amorosa, el cosmos se desmitifica. Los astros ya no son dioses temibles, el universo no se origina a partir de un caos sin sentido, sino que se reconoce la señoría metafísica de Dios sobre el universo. En el primer capítulo de creación y pecado, Ratzinger compara la propuesta de creación del Génesis, frente al Enuma Elish babilonio. He aquí que la fe de Israel es más razonable que los mitos mesopotámicos, pues su propuesta se abre a la ordenación según un principio claro, donde es patente la organización jerarquizada. “…frente a cualquier temor ante estas fuerzas demoníacas (del Enuma Elish) se nos dice: sólo Dios, la eterna sabiduría que es el eterno amor, ha creado el universo, que en sus manos está (…) Es la osadía y la sobriedad de la fe la que, luchando con los mitos paganos, pone de manifiesto la luz de la verdad al enseñarnos que el universo no es una lucha de demonios, sino que procede de la razón, de la Razón de Dios y descansa en la palabra de Dios”89. Con estas palabras, Ratzinger indica con claridad y elegancia que el mundo es razonable gracias a la razón que recibe de Dios. La desmitificación del universo hace posible el acercamiento a Dios sin tener que parar en obstáculos de superstición. De hecho, podríamos decir que esta desmitificación promueve una ilustración del pensamiento humano. El cosmos no es de temer, no es insondable y no es el último principio explicativo de la realidad. Si la razón humana se sitúa en el punto de vista de la razón creadora de Dios, entonces puede haber una adecuación entre el ser propio del que conoce y de lo que es conocido, es decir, puede haber verdad. Como Aristóteles, Buenaventura y Tomás de Aquino, Ratzinger es un atento observador del mundo. Somete el cosmos a un juicio crítico y obtiene conclusiones con un proceso deductivo. Por eso concluye acerca de la racionalidad del mundo que “el 89 RATZINGER J., Creación y…, 37. 65 universo no es producto de la oscuridad ni de la sinrazón. Procede del entendimiento, procede de la libertad, procede de la belleza que es amor”90. Podría pensarse que Ratzinger basa su cosmología sólo en las interpretaciones patrísticas y medievales. Sin embargo, el Papa está al tanto de los recientes descubrimientos científicos y toma en cuenta las opiniones de la física y la biología, a las que considera “ciencias por excelencia.” De hecho, Ratzinger comenta una idea de Einstein, piedra de toque de la física contemporánea, para puntualizar sobre la ordenación del cosmos. “Albert Einstein dijo una vez que en las leyes de la naturaleza se manifiesta una razón tan considerable que, frente a ella, cualquier ingenio del pensamiento humano no es más que un pálido reflejo”91. Vemos cómo el Papa rompe con la imagen del teólogo enfrascado en meditaciones metafísicas. Más bien, voltea al cielo y ve orden en los astros. Echa un vistazo al microscopio y ve jerarquías de células vivas. En cierta manera, Ratzinger recupera el tháumaxein aristotélico, pues descubre una racionalidad que asombra. En última instancia, el Papa encumbra la razón amorosa de Dios en el “trono” del cosmos al decir que “la razón de la creación procede de la razón de Dios”92. 3) El hombre capaz de Razón. El logos humano Para Joseph Ratzinger, la razón humana ocupa un lugar fundamental. Frente a la filosofía posmoderna, que comenzó a dudar de la razón humana luego de dos guerras mundiales, rescata esta facultad humana. Claro que no la hace el criterio único de interpretación del mundo, como hicieron muchos modernos, sino que la enmarca en un contexto de naturaleza cósmica y teológica. El hombre no debiera dudar de su racionalidad. Debe saber que es falible y que no es el principio rector del universo, pero que se puede adecuar a él. El hombre es ser capaz de razón. El hombre es capaz de verdad. Cuando se le preguntó a Benedicto XVI por la “dictadura del relativismo”, fundamentÓ su respuesta diciendo que el hombre es capaz de verdad y que debe usar su razón para poseerla. “Yes, man must seek the truth: he is capable of truth. It goes without saying that truth requires criteria for verification and 90 Ibid., 49. EINSTEIN, Mein Weltbild. STUTTGART Seeling (ed.), 1953, apud: RATZINGER J., Creación y… 92 RATZINGER J., Creación y…, 40. 91 66 falsification. (…) That is why the humility to recognize the truth and to accept it as standard has to be relearned and practiced again”93. El hombre es capaz de razón, y por tanto, puede ser capaz de la verdad. Ya hemos dicho que esto es posible, si la razón humana se sitúa en el punto de vista de la razón creadora de Dios. El hombre debe estar “bien parado” en la razón creadora de Dios, pues si no participa, en cierto modo del lugar privilegiado de Dios, no puede contemplar la verdad. Es decir, sólo hay un verdadero momento de ilustración cuando se comparten los criterios de amor y lógica que Dios tiene. Ratzinger es claro sobre estas condiciones: “Este relato de la creación resulta ser como la “ilustración” decisiva de la Historia (…) Significa la liberación del universo por la razón, el reconocimiento de su racionalidad y de su libertad. Pero este relato también resulta ser como la verdadera ilustración, porque sitúa la razón humana en el fundamento originario de la razón creadora de Dios, para basarla así en la verdad y en el amor, ya que sin esta ilustración sería desmesurada y en última instancia necia”94. Pero ¿cómo es que la razón divina toma a la razón humana en comunión para contemplar la verdad? ¿No tiene Ratzinger que recurrir a una especie de rapto para que la razón humana se ilumine? No. Ratzinger se atreve a postular que toda esta comunión se da en el ámbito de lo natural. Dice que el hombre puede ser sujeto de esta relación con la lógica divina gracias a la observación del mundo. Desde el ámbito teológico, Ratzinger dice que el hombre es capaz de razón porque es “Imagen y Semejanza de Dios” 95 . El hombre es connatural a Dios porque así ha sido creado. Este parecido originario con Dios hace que el hombre pueda leer con su razón la lógica que Dios ha inscrito en el cosmos. Podría bien pensarse que Ratzinger da dos respuestas sobre el problema de la adecuación de la razón humana a la razón cósmica. Digamos que ambas trabajan en conjunto y se dan en el orden natural. La primera es la “ilustración” humana desde los RATZINGER, J. “The dictatorship…, 51. RATZINGER J., Creación y…, 37. 95 Ibid., 70 93 94 67 criterios de Dios: la razón eterna, la sabiduría y el amor. La otra es la simple observación del cosmos que el hombre hace naturalmente. Esta capacidad de observar es propia del intelecto humano, pero se perfecciona en la “ilustración” que Dios da desde sus criterios. Es decir, el hombre da cuenta del orden del universo, pero el orden cósmico no es el último principio explicativo de la realidad. Debemos remitirnos a Dios para tener la verdad, pues Él es el sustentador de todo ser. Dicho de otro modo, quien no se remite a Dios como la razón buena, creadora y amorosa no puede poseer la verdad porque no está situándose en el último principio. A esto se refiere Ratzinger metafóricamente cuando dice que el hombre debe estar situado en el punto de vista de la razón creadora de Dios. De esta manera, observamos que la razón humana es compatible con la razón divina, pues puede “decodificar” la lógica con la que el cosmos ha sido principiado. Esta adecuación de lógicas sólo es posible cuando el hombre reconoce a Dios como el principio de la realidad y toma su óptica para interpretar plenamente la realidad y poseer la verdad. CONCLUSIONES Conjunción de lógicas. El hombre es capaz de la verdad Si recapitulamos lo que hemos examinado, veremos que Dios es razón creadora amorosa y principio último de todo ser. Dios tiene una presencia en el mundo a través de la ordenación del cosmos, pues él es la razón que ha dado el orden. El universo tiene jerarquía y es razonable gracias a la razón que Dios infunde en él. “El mundo es el templo que anuncia a Dios.” Por otra parte, el hombre es capaz de leer esa lógica del universo gracias a su razón natural que le es dada por semejanza con Dios. Es así que hay una lógica principal que es la de Dios. Ella comunica su naturaleza a la lógica del cosmos y a la lógica del hombre. Si el logos de Dios es el principio último de la realidad y en Dios no se puede dar falsedad dada su perfección, entonces el hombre es capaz de poseer la verdad si se mantiene en las condiciones que Dios tiene para contemplar la verdad. Estas condiciones son la aceptación de Dios como principio último y como razón amorosa y creadora y el reconocimiento de que sólo en la lógica de Dios la lógica del hombre se hace óptima y también el hombre como un todo. De este modo 68 podremos decir con Joseph Ratzinger que “La razón del universo nos permite reconocer la razón de Dios”96. 96 Ibid., 40. 69 Bibliografía RATZINGER, Joseph. Creación y pecado, EUNSA, Pamplona: 2005. RATZINGER, Joseph. “The dictatorship of relativism” en The light of the world, a conversation with Peter Seewald. Ignatius, San Francisco, EUA: 2010. RATZINGER, Joseph. Homilías de Benedicto XVI, MANGLANO José (ed.), Cobel, Madrid: 2009 RATZINGER, Joseph. “El Dios de la fe y el Dios de los filósofos” en Introducción al Cristianismo, Sígueme, Salamanca: 2005. 70 LA CARIDAD EN LA ECONOMÍA PARA LOGRAR UN DESARROLLO INTEGRAL Andrea Oviedo Villasana INTRODUCCIÓN El mundo en el que vivimos se encuentra fuertemente afectado por una crisis de valores de la que cada vez parece más complicado salir. En las últimas décadas, el desarrollo tecnológico ha sido muy superior al que hubo previamente en toda la existencia del hombre. El desarrollo económico de varios de los países de primer mundo y de ciertos grupos de población de países en vías de desarrollo ha sido exponencial. La innovación en sistemas de mejoramiento ambiental y el interés de la humanidad por la ecología es cada vez mayor. Sin embargo, debido a la crisis de valores que padecemos, no ha sido posible el desarrollo humano integral, que consiste en “promover a todos los hombres y a todo el hombre” 97 .En su encíclica Caritas in Veritate, Benedicto XVI destaca la necesidad de la caridad en la verdad como fuerza impulsora del desarrollo de la humanidad, de apoyarse en Dios para que las micro y macro relaciones permitan desarrollar a la sociedad en vías de globalización, siempre a través de la justicia y el respeto a la libertad de todos para lograr el bien común. El énfasis de este texto en la importancia de la caridad, el amor al prójimo y la verdad en los ámbitos social, jurídico, cultural, político y económico, nos permite reflexionar acerca del verdadero por qué de la crisis actual. Además, nos brinda la posibilidad de comprobar que la Iglesia Católica no se encuentra rezagada en el tiempo, pues tiene un gran interés en comprender las situaciones actuales y sobre todo, tiene el objetivo de lograr que el ser humano comprenda los problemas que vive para que mediante el amor y la verdad logre resolverlos. 97 Pablo VI, Populorum progressio, 15. 71 DESARROLLO “El auténtico desarrollo del hombre concierne de manera unitaria a la totalidad de la persona en todas sus dimensiones” 98 . Esta visión sólo puede ser entendida desde la perspectiva de vida eterna que Dios nos da, buscamos nuestro perfeccionamiento y desarrollo integral, porque deseamos parecernos a Dios para agradarle. Fuera de esta perspectiva, como bien advierte Benedicto XVI, el desarrollo queda reducido al incremento del tener material. “Así, la humanidad pierde la valentía de estar disponible para los bienes más altos, para las iniciativas grandes y desinteresadas que la caridad universal exige”99. El desarrollo no puede limitarse al tener, hemos centrado nuestras vidas y fines en las riquezas materiales, en nuestro poder adquisitivo: los países más ricos no son necesariamente los que tienen mayor calidad de vida, ni los de mayor desarrollo tecnológico sufren en menor medida de la desigualdad social. Esto pone de manifiesto que el desarrollo humano no es sólo material. “No es malo el deseo de vivir mejor, pero es equivocado el estilo de vida que se presume como mejor, cuando está orientado a tener y no a ser, y que quiere tener más no para ser más, sino para consumir la existencia en un goce que se propone como fin en sí mismo” 100. Si bien es cierto que es necesaria cierta estabilidad económica para poder resolver nuestros problemas y mantener una calidad de vida, no debemos olvidarnos que lo espiritual es fundamental para nuestro desarrollo y para la búsqueda de nuestra felicidad. Las personas nos hemos vuelto muy egoístas, podemos observarlo en múltiples situaciones de la vida cotidiana. El tránsito en las grandes ciudades es cada vez más conflictivo, genera agresión en aquellos que lo sufren y estas personas, a su vez, son causantes de que aumente el problema, pues por su falta de tolerancia y su deseo de pasar primero que el otro, se obstaculiza por completo la vialidad y todos salen perdiendo. Desde situaciones que parecen tan simples como ésta, hasta otras más complejas, que incluyen fraudes, corrupción, trata de personas y todo tipo de delitos, el 98 Pablo VI, Populorum progressio, 14. 99 Gaudium et spes, 35. Pablo VI, Populorum progressio, 19. 100 72 ser humano cada vez con mayor frecuencia pone su bien individual por encima del resto; incluso atentando contra la dignidad de otras personas. La fraternidad entre hombres y entre pueblos está en grave peligro, se ha convertido en un tema ajeno a nuestra sociedad. En la actualidad, encontramos un problema de falta de ética que lleva a los seres humanos a pensar que si el fin que se persigue es bueno, los medios para alcanzarlo son irrelevantes. Pareciera que si se logra el bien de la mayoría, el de la minoría no es tan relevante, que si un negocio genera ganancias que beneficien a empleados y a empresarios, la ecología pasa a segundo término, que si los padres de familia ocupan su tiempo libre en más trabajo para darles una mejor calidad de vida a sus seres queridos, la pérdida de integración familiar se justifica. Por otro lado, se entiende que cuando los medios son razonables, el fin es bueno. Esto es falso, pues existen algunos medios cuyo valor ético dependerá de la intención con la que sean utilizados, del fin que se busque a través de ellos, por sí solos no son necesariamente buenos ni malos. Algunos ejemplos de ello podemos encontrarlos en temas tan actuales como tecnología, ciencia y globalización. Vemos adelantos en la ciencia y la tecnología que benefician al ser humano en muchos aspectos. La esperanza de vida ha aumentado y la calidad de vida ha mejorado gracias a los grandes adelantos de la medicina. La tecnología reduce distancias, permite nuevas formas de comercio y de entretenimiento, potencia las capacidades humanas y da un nuevo sentido a la manera de socializar. En contraparte, los inventos de la ciencia han llevado también a atentar contra la dignidad humana. El humano ha adquirido por múltiples medios la posibilidad de decidir si otro debe nacer o no, la forma en que debe hacerlo y el momento en que debe morir. El internet y las telecomunicaciones nos han hecho más cercanos, pero no precisamente más unidos, ahora es sencillo y económico comunicarnos con el primo que vive en otro país, pero también es común alejarnos de nuestros padres y hermanos, de los seres con los que vivimos, pero no convivimos realmente. El uso de videojuegos, por ejemplo, además de una forma de entretenimiento, representa una posibilidad atractiva para niños, jóvenes y adultos de desarrollar habilidades y ejercitar la mente. En su justa medida podrían ser muy benéficos, mas cuando impiden la integración familiar, 73 la convivencia con otros y las formas de juego que también posibilitan la adquisición de otras habilidades, frenan el desarrollo integral del individuo. Además, la constante innovación tecnológica ha transformado las necesidades humanas en algo completamente artificial. Cuando un teléfono celular o una computadora aparecen en el mercado, pocas semanas después es lanzado un producto similar pero con ciertas ventajas competitivas sobre su predecesor, despertando el deseo de los consumidores en adquirir ese nuevo producto y disminuyendo la satisfacción que sienten con el que previamente habían adquirido, pese a que poco tiempo atrás aparentaba ser lo que más deseaban. Pablo VI desde hace varias décadas, advertía en la carta Populorum progressio esta ambivalencia de la tecnología, del arma de doble filo que representa, por una parte si se le confía completamente el proceso de desarrollo y por otra, si se niega como utilidad para el desarrollo y es considerada antihumana y degradante. La necesidad del ser humano de ser y tener cada vez más no puede ser ignorada, sin embargo, ese tener debe estar referido al conocimiento, a la experiencia, a los valores, no únicamente a lo material, pues esto nunca nos va a satisfacer, especialmente con los constantes cambios en el mercado. “Ser más” implica crecer como seres humanos en todos los aspectos de nuestra vida. La ciencia y tecnología están al servicio del hombre para ayudarle en este crecimiento, pero también deja en su poder la posibilidad de usarlas para su propia destrucción. Benedicto XVI hace destacar estos temas para enseñarnos que la Iglesia Católica tiene la misión de orientar al hombre para evitar la destrucción de sí mismo, que no tiene el objetivo de juzgar los avances tecnológicos, pero sí de motivar a la reflexión para el mejor uso de ellos evitando que se vuelvan contra la humanidad. El enfoque negativo de ciencia y tecnología, al generar daños severos a la ecología y la integridad de la familia, ha sido una de las principales causas directas e indirectas de la crisis mundial actual. Definitivamente, otra de las razones causantes de la crisis ha sido el desigual desarrollo económico, que ha beneficiado solamente a ciertos sectores de la sociedad. Es un fenómeno común, tanto en países desarrollados como en aquéllos en vías de desarrollo, que las clases sociales altas sean aquellas que se enriquecen más, a medida que el resto, siendo por mucho la mayoría, empobrecen. Por lo tanto, como 74 consecuencia del aumento de la riqueza se genera un crecimiento de la desigualdad. Este problema no es exclusivo de los países menos desarrollados, se trata de un grave conflicto de talla mundial. Mientras exista esta desigual concentración de la riqueza, el desarrollo económico planteado por Pablo VI no va a lograrse, aquel desarrollo en el cual el crecimiento es real y abarca a toda la población. En el plano macroeconómico, muchas veces se entiende el bien común como el aumento de la riqueza de la nación, y parece que cualquier medio es válido para llegar a ella. Es inconcebible que estando en el siglo XXI, después de que se ha luchado tanto por los derechos humanos, los derechos de los trabajadores sean violados con tanta frecuencia. La búsqueda de la maximización de la utilidad, ha llevado a las potencias mundiales a realizar acciones que carecen de toda ética. Debido al nivel de subdesarrollo de otras naciones, la mano de obra en ellas es mucho más barata y los recursos naturales comúnmente son los más abundantes. Por estas razones, se ha procedido a aprovecharse de los bajos costes y a explotar la naturaleza, negando la posibilidad de que estos países puedan lograr el desarrollo, dejándolas incluso en peores condiciones de las que ya tenían. Nuevamente nos encontramos con esas dos caras de la globalización, que nos ha permitido el intercambio cultural y la producción de nuevas riquezas y formas de negocio, pero a costa de enriquecer a una parte o partes, mientras que otras quedan obstaculizadas en muchos sentidos. Vivimos en un mundo en el que la felicidad, fin último del hombre, se ha confundido con tener dinero, siendo que éste, en su debida proporción, sólo es un medio que nos acerca a la felicidad. Además, parece que lo que importa es la felicidad propia, la cual llega a incluir a amigos y familiares, mas no al resto de miembros de la sociedad. El egoísmo del ser humano lo ha llevado a ver a su prójimo como una realidad ajena, de la cual no es responsable. -¿Por qué tendría yo que preocuparme por los africanos si no tengo nada que ver con ellos, si mi familia no vive en África y no tengo amigos ahí?-, pareciera que es un pensamiento común entre una gran cantidad de empresarios. Por eso es tan esencial el amor de Cristo, al ver en el prójimo la imagen de Dios, podemos 75 amarlo, y amarlo implica interesarnos en él, preocuparnos y trabajar por su bien, ser justos con él y respetarle. Benedicto XVI nos transmite en su encíclica que el amor con caridad va más allá de la justicia, pues la justicia es la medida mínima del amor. “La caridad va más allá de la justicia, porque amar es dar, ofrecer de lo «mío» al otro; pero nunca carece de justicia, la cual lleva a dar al otro lo que es «suyo», lo que le corresponde en virtud de su ser y de su obrar”101. Se puede ser justo sin amar, pero el amor necesariamente contempla a la justicia, nunca carece de ella. Así, podemos desear el bien común, el cual es moralmente vinculante pues no sólo somos receptores, somos contribuyentes, responsables de procurarlo. Existen formas de esclavitud muy sutiles, pero de la misma forma atentan contra la dignidad humana. En México, como en numerosos países más, el desempleo es un problema gravísimo que genera muchos otros, tanto o más graves, uno de ellos es el fuerte daño emocional y psicológico del que son víctimas los desempleados. Los adultos mayores, e incluso personas que no violan los 60 años de edad, han sido consideradas en el campo laboral como innecesarias, incluso improductivas, siendo que son ellos quienes cuentan con la mayor experiencia y conocimiento, que los jóvenes aún con la mejor preparación académica no pueden alcanzar. Quedan entonces reducidos a una máquina que después de un periodo de tiempo no funciona óptimamente. Sienten que en realidad ya no pueden aportar nada a la sociedad y todo su potencial, sus capacidades, quedan desperdiciados, privando al mundo de un desarrollo real y mayor al que existe actualmente. Al prescindir de los adultos mayores en una empresa se niega la posibilidad de que colaboren en la resolución de problemas a través de su experiencia y de que transmitan sus conocimientos a los empleados más jóvenes, no sólo en el aspecto profesional, sino en muchos otros ámbitos. Una de las formas sutiles de esclavitud más comunes tiene que ver con la necesidad de conservar un empleo, la cual ha llevado también a muchos individuos a aceptar condiciones de trabajo que exceden los reglamentos laborales, como trabajar horas 101 Benedicto XVI, Caritas in Veritate. 76 extras sin la debida remuneración, aceptar viajes prolongados o ir a vivir a otros lugares alejándose de sus familias, evitar exigir el cumplimiento de sus derechos por temor a ser despedidos, trabajar en condiciones insalubres o de alto riesgo en el campo de trabajo, e incluso la pérdida de valores al verse obligados a ser cómplices o autores de acciones que van en contra de toda ética. Aceptar estas condiciones nos lleva innegablemente a la desintegración familiar, problema causante de muchos otros. La familia, siendo la institución fundamental de toda sociedad, no recibe la valoración que debería por su importancia. ¿Qué puede esperarse de aquellos niños que han crecido sin la convivencia necesaria con sus padres, sin la debida educación en los valores, sin ejemplos positivos tanto del actuar como del carácter? La información sobre sexualidad que reciben y sus ídolos a seguir, con frecuencia provienen de la televisión, o de lo que consultan en internet, pues sus padres no están presentes para darles la orientación y el amor que necesitan porque son esclavos del trabajo. No se puede concebir una sociedad en desarrollo donde los principales problemas provienen del pilar que la fundamenta. La compasión por nuestros semejantes y la caridad son necesarias para corregir estas situaciones. La Iglesia se preocupa por dar vida a más asociaciones que defiendan los derechos de los trabajadores, que establezcan acuerdos en el ámbito internacional y local para que la generación de riqueza a través de la globalización sea posible, pero generando un bien para todas sus partes. El primer capital que se ha de salvaguardar y valorar es el hombre, la persona en su integridad, dice Benedicto XVI: “Pues el hombre es el autor, el centro y el fin de toda la vida económico-social”102. Las actividades humanas deben estar basadas en los valores, pues todas ellas han sido creadas con la finalidad de lograr el bien del hombre. Por esta razón, las formas sutiles de esclavitud que he mencionado son inaceptables. Se debe fortalecer la educación moral, de la cual en gran medida es responsable la sociedad, pero el lugar en el que nace y se fortalece es sin duda alguna la familia. Sólo a través de la formación de valores en 102 Id. 77 el pilar de la sociedad, la familia, es como se pueden superar los problemas actuales y lograr una sociedad justa. ¿Es posible que en las relaciones económicas medie algo más que solamente la justicia? La caridad nos remite de inmediato a relaciones particulares y familiares, pero Benedicto XVI nos hacer verla como una parte fundamental en todas las relaciones humanas, incluyendo las mercantiles, ¿cómo podría ser esto posible? Nuestro sistema económico ha colapsado desde que lo único que se busca es la utilidad económica. Después de todo, el sistema financiero está basado en algo que no pertenece al área de la economía, está basado en la confianza. Una persona tiene un billete y cree que ese billete vale. Trabaja porque confía en que su labor será retribuida. Cuando hay ausencia de valores, no existe la confianza y la crisis es inevitable. Uno de los ejemplos más evidentes de nuestro tiempo quizá sea la Crisis Europea103; debido a las deudas adquiridas por parte del Gobierno de Grecia y su gasto desmedido, se generó una fuerte desconfianza al creer que habría suspensión de pago de la deuda, dando como resultado que los inversores exigieran tasas mucho mayores por prestarle dinero el gobierno. El capital de la nación fue entonces insuficiente para cubrir los gastos, viéndose en la necesidad de tomar medidas de austeridad tales como elevar los precios, bloquear sueldos a funcionarios, aumentar impuestos e incrementar la edad de jubilación. Estas medidas dieron origen a protestas y violentos conflictos. La crisis de desconfianza ha llegado a afectar a los 16 miembros de la Unión Europea desde hace 2 años, y parece que salir de ella aún no es posible a pesar de las medidas empleadas. Existe otra crisis económica mundial104 que inició en el año 2008 y persiste en nuestros días. Para nuestra sorpresa, los más afectados han sido los países desarrollados, siendo los Estados Unidos de América el país de origen. Una de las principales causas, fue una Cfr. “State of the Union: Can the euro zone survive its debt crisis?” en: http://pages.eiu.com/rs/eiu2/images/EuroDebtPaperMarch2011.pdf 103 104 Cfr. “The new inflation”, en http://research.cibcwm.com/economic_public/download/smay08.pdf 78 crisis de confianza en los mercados, en la cual se presentó un conjunto de caídas en el mercado de valores mundiales, resultado del miedo a que la economía estadounidense entrara en periodo de recesión por la crisis hipotecaria, que debemos destacar, fue también producto de la desconfianza crediticia. “El mercado es la institución económica que permite el encuentro entre las personas, como agentes económicos que utilizan el contrato como norma de sus relaciones y que intercambian bienes y servicios de consumo para satisfacer sus necesidades y deseos” 105 , menciona Benedicto XVI. Podemos reflexionar entonces sobre la importancia del mercado en la vida del hombre al ser tanto parte fundamental de su proceso de subsistencia como de su desenvolvimiento social, en el cual la justicia juega un papel primordial. El dar y recibir en el mercado, se asemeja con el dar y recibir necesario en cualquiera de nuestras relaciones, y nos enseña a tener conceptos ordenados de justicia conmutativa, distributiva y social, así como a identificar que la solidaridad y confianza recíproca son estrictamente necesarias en el sistema económico, de lo contrario, éste no puede cumplir realmente con su función. La actividad económica, surgió en sus inicios por necesidades que al ser cubiertas de la mejor manera permitirían el bien común. En cuanto se pierde esta visión, y su único fin es la ganancia por la ganancia, el dinero por el dinero, el mercado adquiere un sentido negativo y perjudicial, contrario al desarrollo humano, y no porque su naturaleza sea mala, sino porque es un instrumento que puede ser mal utilizado por una persona egoísta. Juan Pablo II y Benedicto XVI hacen un énfasis especial en lo que representa una inversión económica, que tiene sobre todo un significado moral. Invertir de manera local, aumenta las posibilidades de crecimiento a quien ha trabajado esa tierra, ese espacio, esas ideas. La inversión en el extranjero por simple búsqueda de la maximización de la utilidad puede frenar esta posibilidad, pero cuando no es ésta la intención, sino la de dar la oportunidad a otros de verse beneficiados, nos permite un crecimiento mutuo y una verdadera contribución al bien común. 105 Benedicto XVI, Caritas in Veritate. 79 Debemos tomar en cuenta que política y economía deben trabajar en conjunto, aunque en ocasiones resulta muy complicado lograr esto pues a causa de la globalización estas dos áreas se han separado. Mientras que podemos comprar por internet en casi cualquier lugar del mundo, las leyes que nos rigen son las de la nación y la entidad en las que vivimos. Sin embargo, se debe procurar que la búsqueda del bien común y la generación de la riqueza vayan de la mano, tomando también en cuenta a la justicia como parte de cada una de sus etapas, en la definición de los derechos del hombre, no como un apéndice que debe añadirse al final. Benedicto XVI nos indica la importancia de que política y economía trabajen en conjunto. “Por tanto, se debe tener presente que separar la gestión económica, a la que correspondería únicamente producir riqueza, de la acción política, que tendría el papel de conseguir la justicia mediante la redistribución, es causa de graves desequilibrios” 106. En Centesimus annus, Juan Pablo II señala la necesidad del un sistema basado en el mercado, el Estado y la sociedad civil, destacando la sociedad civil como el ambiente óptimo para una economía que permita la justicia. La caridad en la verdad es necesaria en las empresas privadas y públicas, con o sin fines de lucro, para que sin renunciar al beneficio que persiguen, se logre aportar a la sociedad algo positivo y colaborar en el bien común de todos los seres humanos. Algunos sistemas modernos de recursos humanos enfocan sus esfuerzos en poner atención a sus empleados, en fomentar actividades de integración, en proporcionarles incentivos y reconocimientos por sus trabajos bien logrados y en crear un ambiente de trabajo agradable. Estas medidas que normalmente representan la necesidad de realizar una inversión que para muchos directores resulta innecesaria, posteriormente dan resultados muy positivos, el rendimiento del personal mejora considerablemente y esto se ve reflejado en mayores utilidades. No necesariamente buscar el beneficio de otros implica una renuncia para nosotros, en ocasiones, cuando las ideas se trabajan y se estructuran correctamente, se pueden lograr incrementos en los beneficios de ambas partes, pero comúnmente parece más fácil creer que esto no es posible y que la única 106 Juan Pablo II. Centesimus annus, 32; Pablo VI. Populorum progressio, 25. 80 manera de lograr un bien individual es a costa de otro. Resulta que esta creencia puede ser cierta en varias ocasiones, sin embargo, es común que el beneficio logrado es sólo inmediato, pero la sostenibilidad a largo plazo no puede lograrse con esta forma de pensar. “El ser empresario, antes de tener un significado profesional, tiene un significado humano”107. La posibilidad de superar fronteras que nos brinda la globalización, nos permite ahora más que nunca, tener recursos materiales para sacar a los pueblos de la miseria. No es válido que al tener esta oportunidad, sólo algunos países se aprovechen y exploten los recursos para su beneficio propio, que en ocasiones no es siquiera el beneficio de una nación, sino de ciertos grupos únicamente. Lo único que se logra de esta forma es incrementar la pobreza y la desigualdad. Si los países subdesarrollados se volvieran más productivos, tanto ellos como los desarrollados se verían beneficiados, es nuevamente esta forma egoísta de interpretar el mundo y nuestros intereses particulares los que nos impiden verlo, los que nos impiden crecer y desarrollarnos, los que nos impiden buscar en el bien del prójimo nuestro propio bien. CONCLUSIONES Los estudiantes universitarios, como miembros de la sociedad y como empresarios potenciales, tenemos la obligación de recibir una formación humana que nos permita contribuir con el bien común. La palabra de Dios y el pensamiento de Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI resultan fundamentales para comprender lo que siempre ha sido y lo que es ahora, para entender la misión de la Iglesia en su contribución para el desarrollo humano integral. Una sociedad en la que la institución de la familia se encuentra en una fuerte crisis, deriva en múltiples problemáticas que incluyen crisis de valores, que a su vez generan crisis económicas. Las crisis económicas impiden la integración de la familia y el desarrollo humano de la persona. 107 Benedicto XVI, Caritas in Veritate. 81 Los avances tecnológicos han dado origen al daño ambiental más grande de toda nuestra historia, mismo que en algunos casos ya es irreversible, la tecnología se ha puesto al servicio del medio ambiente para solucionar dichos problemas, pero a su vez otros tipos de innovación científica siguen dañando cada vez más a nuestro planeta. Parece que la crisis mundial en la que nos encontramos desde hace más de tres años, es un círculo vicioso del que sólo podremos salir si realizamos un ejercicio individual de reflexión, análisis y concientización de la situación actual, para posteriormente trabajar en conjunto en todas y cada una de esas partes del círculo. Nuestra meta es realizar reformas para resolver los problemas de injusticia, lo cual sólo puede ser logrado a través de la caridad en la verdad. Necesitamos recuperar la fraternidad entre los seres humanos, lo cual solamente será posible a través del cambio de los procesos económicos y sociales actuales hacia metas plenamente humanas, para lograr promover a todos los hombres, y a todo el hombre. 82 Bibliografía PABLO VI, “Carta encíclcia Populorum progressio”, consultado en: http://bit.ly/ag6Xlo (08/03/2012). “Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual”, consultado en: http://bit.ly/as0llv (08/03/2012). JUAN PABLO II. “Carta Encíclica. Centesimus annus”, consultado en: http://bit.ly/x8t0ze (08/03/2012). 83 El bien, la verdad y la belleza en el mensaje de su santidad Benedicto XVI para la Jornada Mundial de las comunicaciones sociales Santiago de Jesús Seguí Cano INTRODUCCIÓN Desde poco antes de haber entrado a la carrera de comunicación que curso actualmente en la Universidad Panamericana, he notado, y se me permitirá expresarme de esta manera, me he entercado y empecinado con una idea: ¡Yo quiero comunicar el bien, la verdad y la belleza! Al inicio, bien recuerdo, sólo quería estudiar esto porque un buen día hice una lista de mis habilidades y defectos que compaginó casi perfectamente con el perfil de un estudiante de comunicación en mi actual institución. Pues bien, estaba yo entusiasmado pero nunca tanto hasta el momento en que, por cuestiones de trabajo, fungí como chofer de una maestra que había presentado un nuevo libro suyo cerca de mi casa. El camino fue muy largo, yo vivo en ciudad Satélite y tenía que llevarla hasta su casa en Coyoacán. Durante el trayecto, atorados en el tráfico, ella me confesó que era maestra de vocación y que sentía la necesidad imperiosa de enseñarme algo. Accedí a su petición e inmediatamente me preguntó qué quería estudiar yo, a lo que respondí “comunicación”. De facto me hizo otra pregunta: ¿Y tú qué quieres comunicar? Me quedé pasmado, jamás en la vida me había hecho tal pregunta. Traté de responder cualquier cosa, justificando mi decisión de ser un profesional de la comunicación pero fue inútil, no tenía la más remota idea. Entonces la maestra me dijo que si iba a comunicar algo tenía que ser, ¡Necesariamente el Bien, la Verdad y la Belleza! Que estos eran los tres valores trascendentales que llevaban al hombre hacia su razón de ser. Desde entonces me quedé con una inquietud inmensa. Voy en cuarto semestre, he investigado y platicado el tema con diferentes profesores y personas de confianza dentro de mi escuela y la universidad. De entre todos, sólo dos hombres me han sabido dar razón o se han interesado en lo que me propongo, uno de ellos era un invitado de Roma (con esto no quiero decir que estoy rodeado de negligentes o incompetentes. Hasta ahora, en realidad tampoco me había abierto tanto). Cuando vi publicada la 84 convocatoria al IV FORO UNIVERSITAS que consistía en crear un ensayo o un video que abordara el pensamiento del Papa Benedicto XVI a través del análisis de cualquiera de sus textos y homilías. Sabiendo de antemano que a este Papa lo precede su reputación de colaborador infalible de la verdad, que es algo de lo que “yo pido mi limosna”, y habiendo leído ya el último de sus mensajes para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, decidí abrirme, como comunicador interesado, las puertas a todos sus mensajes anuales para dicha Jornada desde que empezó su pontificado, entender el mensaje completo, encontrar (de ser posible) algo sobre el bien, la verdad y la belleza en ellos y finalmente comunicarlo todo a través del mejor ensayo. Así lo hice. PALABRAS CLAVE: 1.- Cristo. 2.- Comunicación. 3.- Comunión. 4.Cooperación. 5.- Integridad. 6.- Bien. 7.- Verdad. 8.- Belleza. Para entrar en contexto, ya he escrito sobre las Jornadas Mundiales de las Comunicaciones Sociales (JMCS) pero muchos se han de preguntar ¿qué es esto? ¿Acaso es como la Jornada Mundial de la Juventud que se da en un lugar específico del mundo donde se reúnen jóvenes de todos lados para recibir un mensaje del Papa? La respuesta es sí y no. En cuanto al no me refiero a que las JMCS no se dan en un lugar en específico sino que es una celebración eclesiástica mundial irradiada que se viene realizando cada año a partir del primer domingo después de la fiesta de la Ascensión de 1967. Y sí en cuanto a que, a parte de los objetivos generales con que nació la JMCS (que son la formación de conciencias, la exhortación a la oración y la colaboración de los cristianos, incluso en materia económica para la causa), los objetivos particulares son los que proponga el Papa en los Mensajes (mi objeto de estudio) para las distintas Jornadas de cada año. Pues bien, como todos sabemos, entre 1967 y 2012 existe una línea de tiempo de varios años y cuatro pontificados: Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II, hasta el actual de Benedicto XVI que inició el 19 de abril de 2005. Es importante hacer este recuento porque los objetivos particulares en los conjuntos de los mensajes para la JMCS de cada representante de la Iglesia deben ir por líneas diáfanamente distintas. Es decir, cada cual fue y es una persona distinta con visiones distintas dentro de la principal e inamovible de la Iglesia misma que ellos representan. Dicho esto, ahora comienzo a abordar cada uno de los siete Mensajes que Benedicto XVI ha tenido oportunidad de enviar a la JMCS desde el año 2006 hasta el 2012. 85 Empezaré desde el más actual, con la inocente creencia de que los mensajes más recientes son más aplicables al momento justo que estamos viviendo, hasta el más antiguo, teniendo la esperanza de que sea el punto clave para entender el mensaje completo que el santo padre ha ido desarrollando. “Silencio y Palabra: camino de evangelización” es el título de su cuadragésimo sexto Mensaje. Silencio y palabra son elementos esenciales e integrantes de la acción comunicativa de la Iglesia, y no sólo de la Iglesia sino de la acción comunicativa en general, puesto que con ellos se obtiene el “auténtico diálogo y una profunda cercanía entre las personas”108. Gracias a los cuales se abre un espacio de escucha recíproca y se hace posible una relación humana más plena. Pues con la palabra se transmiten imágenes conceptuales o conceptos solos, y en cambio con el silencio se puede expresar lo mismo o más de una forma particularmente intensa, especialmente las emociones como la alegría, las preocupaciones o el sufrimiento mismo. Con él se potencia el significado de la palabra porque es una pausa que invita a la reflexión, a profundizar en lo que se dice o se va a decir, y sobre todo con lo que se escucha de nuestro interlocutor. Todo ello se aplica perfectamente para un “renovado anuncio de Cristo en el mundo contemporáneo”. Si nosotros, los actores en los medios masivos de comunicación, propiciamos los momentos de silencio y de palabra estratégicos para que las personas que nos leen, que ven o escuchan nuestros programas y series televisivas y radiofónicas, o que vivan nuestras campañas de comunicación o incluso que vean una “simple” película en el cine, sean motivadas a su razón de ser, que encuentren las respuestas a la inquietud de su corazón o bien se despierte en ellas la necesidad de tomarse un momento en su vida ajetreada para reflexionar sobre su sentido de vida. De esta manera se les abrirá el horizonte hacia la libertad de los hijos de Dios, de ser hijos de Dios. Yo pienso, para esto, no necesariamente tenemos que ser explícitos en el “evangelio” que comuniquemos, sino guiar a las personas de manera implícita y sólo dar los fogonazos expresos en el momento indicado, y sobre todo, dar esos fogonazos con nuestro modus vivendi, con nuestro agere, en donde demos testimonio de católicos con nuestra palabra y con nuestros actos, como muy bien lo dijo su santidad en el párrafo seis de su Mensaje dirigido a la cuadragésima quinta JMCS: “Comunicar el Evangelio a través de los 108 Benedicto XVI. Mensaje para la XLII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales: “Los medios: en la encrucijada entre protagonismo y servicio. Buscar la Verdad para compartirla” (4 de mayo de 2008). 86 nuevos medios significa no sólo poner contenidos abiertamente religiosos en las plataformas de los diversos medios, sino también dar testimonio coherente (…)”109. En “Verdad, anuncio y autenticidad de vida en la era digital”, las reflexiones que hace el Papa van motivadas por la propagación de la comunicación a través de Internet. Para él las nuevas tecnologías han modificado la comunicación en sí misma que conlleva una transformación cultural, pues con ella nace un nuevo modo de aprender y de pensar. Y esto es evidente puesto que ahora para comunicarnos nos valemos de imágenes, videos, sonidos y otras ínfimas herramientas que ha proporcionado la tecnología y que se integran a la red global. Gracias a ello podemos comunicarnos más fácilmente, pero sin duda se conserva nuestra naturaleza comunicadora en la que sigue y seguirá existiendo una persona como transmisor, otra como receptor y un mensaje que se comunica dentro de un canal. Sí, los medios de comunicación son herramientas. Junto con todo el bien que los medios representan también viene una urgente reflexión sobre su sentido mismo. Las nuevas tecnologías deben ponerse al servicio del bien integral de la persona y de la humanidad entera, pueden y deben contribuir al deseo del sentido de verdad y de unidad que sigue siendo la aspiración más profunda del ser humano. De aquí viene un contraste importantísimo que se presenta en la utilización de los medios de comunicación, por un lado estos ayudan al diálogo, al intercambio, la solidaridad, y creación de relaciones positivas; y por el otro, debido al perfil público que creamos de uno mismo ahí dentro, se puede caer en la autocomplacencia. Por ejemplo, en cuanto una persona incide más en el espacio público digital (y honestamente también en cualquier otro espacio público) establece nuevas formas de relación interpersonal que influyen necesariamente en su imagen propia. Esto nos lleva a pensar reflexiones como: “Yo actúo, hago cosas y escribo cosas en Internet… ¿todo esto es igual a como me comporto con las personas que conozco y que tengo cerca físicamente hablando? ¿Somos lo mismo, auténticos y transparentes en la vida real (análoga) y en la Internet?”. No debemos olvidarlo, la comunicación implica también mucho más que los datos y las herramientas que pudiéramos utilizar en la red, implica 109 Benedicto XVI. Mensaje para la XLV Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales: “Verdad, anuncio y autenticidad de vida en la era digital” (5 de junio de 2011). 87 un lenguaje corporal, de presencia táctil, de ejemplo, entre otras cosas. De ahí la importancia de no perdernos en el ciberespacio. Sin embargo, quiero aclarar que después de advertir sobre este “riesgo” que planteó Benedicto XVI, el Santo Padre no se queda con esa visión pura y aparentemente distópica de las nuevas tecnologías. “He de compartir que en cuanto a ellas se refiere, dentro del mundo de la comunicación se tienen dos visiones, la utópica: que enfatiza en las enormes capacidades de la tecnología de la computación para la conectividad global, y todos los atributos positivos que se le pudieran otorgar; y la distópica, que se preocupa por la gente esclavizada por la tecnología digital, su creciente dependencia y la ruptura de las estructuras de comunicación cara a cara y los valores sociales” 110. En realidad él no tiene ni una visión ni la otra, sino que advierte ambas y prefiere aprovechar las tecnologías para tomar la verdad que deseamos, y que debemos, compartir los cristianos y convertirla en alimento cotidiano de todos aquellos que entren en contacto con nosotros a través de Internet, sin desvirtuarla, sin transformarla en atracción de un momento y, sobre todo, siendo congruentes con ella, aplicando lo que digamos en nuestra vida diaria con las personas que tenemos más cerca, también siendo auténticos en todo momento, siendo nosotros mismossin caer en el llamado bluff. Previo a la carta posterior, cuyo tema he tratado, continúo con el mensaje para la cuadragésima cuarta JMCS dirigido especialmente a los sacerdotes, por el año sacerdotal (2010). Aquí el Santo Padre enfatiza en el mundo digital como nueva posibilidad para los sacerdotes de realizar su servicio a la palabra y de la Palabra, insiste en que la reciente y amplia difusión hace más importante y útil su uso en el ministerio sacerdotal. Queda claro que lacarta va dirigida expresamente a los presbíteros, pero yo quiero extender su mensaje y aplicarlo para a aquellos que si bien no somos presbíteros, sí somos sacerdotes laicos, porque Jesús comparte su sacerdocio eterno con nosotros, el pueblo de la Iglesia en el Bautismo111. Pero tampoco se trata de dejar el mensaje sólo en 110 ARÁMBURU Priscila. La comunicación interpersonal mediada por computadora: un caso de investigación sobre los usos y gratificaciones de MSN messenger percibidos por mujeres adolescentes de un colegio privado (Tesis de licenciatura). Escuela de Comunicación, Universidad Panamericana. México: 2007, 6. 111 Cfr. TRESE J. Leo. La Fe explicada. Editora de Revistas S.A. de C.V. México: 1983, 177. 88 la Iglesia, puesto que sirve también a aquellos que están cerca de la verdad. El Papa nos exhorta a que pongamos los medios al servicio de la palabra y nos recuerda, además, que si Dios da más, va a exigir más y por lo tanto, si da mejores medios, más inmediatos, de mayor alcance, entonces los tenemos que aprovechar más. Después, como suele hacer, nos recuerda de algún riesgo que ronda por el uso de las nuevas tecnologías, y no sólo la Internet. Nos comenta que ese no es el único canal, que no tenemos que usar los medios sólo porque todos lo hacen y como todos lo usan, sino que debemos tener el verdadero propósito de comunicar la catequesis y evangelizar a través de estos instrumentos. Con esto se trata de transparentar el “corazón de consagrado” del sacerdote al continuo flujo comunicativo de “la red”. Yo agrego, recordemos que todos los bautizados somos sacramento salvífico de salvación para los demás (pero tampoco hay que ser soberbios). Tocado el tema de la soberbia que conlleva al egoísmo, quiero empezar el mensaje previo para la cuadragésima tercera JMCS, “Nuevas tecnologías, nuevas relaciones. Promover una cultura de respeto, de diálogo, de amistad.”, en donde Benedicto nos recuerda que uno de los riesgos, aunados a los ya vistos anteriormente, se encuentra dentro de la industria de los medios que, por dinero, ven en las personas a consumidores dentro de un mercado de posibilidades indiferenciadas, a quienes presentan la elección misma de algo como el bien, la moda como la belleza y la experiencia subjetiva como la verdad, todo ello sólo para vender más productos. Lo cual es un error garrafal (y aquí es donde mi incansable búsqueda en los mensajes de Benedicto XVI es finalmente respondida), pues, dice, “la vida es la búsqueda de la verdad, del bien, de la belleza, fines a los que se encaminan nuestras decisiones y el ejercicio de nuestra libertad, y en ellos –la verdad, el bien y la belleza- encontramos felicidad y alegría”. Aquí yo quiero agregar algo que he reflexionado y que, me parece, podría ayudar a diferenciar mejor lo que proponen los medios egoístas sobre los tres valores trascendentales y la realidad. Estos tres valores representan algo trinitario, están unidos entre sí, siempre que tengas uno, ese uno necesariamente vendrá acompañado de los otros dos. Si buscas la verdad, la encuentras junto con el bien y la belleza; si buscas el bien, lo encuentras junto con la belleza y la verdad; y si buscas la belleza, la encontrarás junto con la verdad y el bien. Dentro de este Mensaje Benedicto XVI planteó otros dos puntos importantísimos. Nos recuerda que, dentro de la comunicación, el hombre también es a imagen y semejanza de Dios, por su deseo fundamental de entrar en relación con otros, que tiene su raíz en la 89 naturaleza humana propia y que ha de entenderse como reflejo de nuestra participación en el amor comunicativo y unificador de Dios, el Dios de la comunicación y de la comunión, que quiere hacer de toda la humanidad una sola familia. El tercer punto que trata es un llamado a todos para que procuremos que todos tengan acceso a la misma tecnología, para que todos alcancemos los mismos beneficios. En cuanto a que todos tengamos acceso a los mismos beneficios que las nuevas tecnologías nos proveen y por lo que significa ser un usuario dentro de muchas de las redes sociales, todos nos convertimos, de alguna forma, en protagonistas de los contenidos que se manejan dentro de ellas. Es así como el Mensaje previo de la cuadragésima segunda JMCS “Los medios: en la encrucijada entre protagonismo y servicio. Buscar la Verdad para compartirla”, cobra vital importancia para nosotros que tenemos acceso, y sobre todo para los comunicadores que se convierten en principales responsables de lo que transmiten en los medios, llámense redes, televisión, radio, etcétera. Solicita la presencia de comunicadores valientes y testigos auténticos de la verdad que, fieles al mandato de Cristo y apasionados por el mensaje de la fe, se hagan intérpretes de las actuales exigencias culturales, comprometiéndose a vivir esta época de la comunicación no como tiempo de alineación y extravío, sino como tiempo oportuno para la búsqueda de la verdad y el desarrollo de la comunicación entre las personas y los pueblos. Cuando Benedicto XVI escribe sobre el protagonismo se refiere a que a veces los medios se ocupan en “crear realidades” no ciertas para aumentar su raiting y se olvidan del servicio social que deben realizar, imperiosamente, con el poder que manejan, el poder de la información, la verdad. Así como aquel Mensaje especialmente dirigido a los sacerdotes, el cuadragésimo primer Mensaje a la JMCS tiene un público objetivo muy específico. – “Los niños y los medios de comunicación social: un reto para la educación”– En efecto, se ocupa especialmente de la formación de los niños, y de la formación de los medios mismos, para que puedan ayudar en la de los primeros. El santo padre comenta que algunas personas afirman que la influencia formativa de los medios se contra pone a la de la escuela, de la Iglesia e incluso a la del hogar, que para muchas personas la realidad corresponde a lo que los medios de comunicación definen como tal. Pero también ha de verse, aclara, que la influencia de los medios en los niños depende tanto de los mismos medios como de los niños, que tengan una formación previa adecuada para enfrentarse a ellos. En esa formación previa los padres tienen el derecho y la obligación de preparar a 90 sus hijos, con el apoyo de las escuelas y de las iglesias, para que los niños tengan la facultad y las habilidades específicas para expresar juicios serenos y objetivos que después les guíen en la elección o rechazo de los contenidos propuestos. Recuerda nuevamente el tema de la belleza, que es como un espejo de lo divino que inspira y vivifica los corazones y mentes jóvenes, mientras que la fealdad y la tosquedad tienen un impacto deprimente en las actitudes y comportamientos. Ve la belleza reflejada en los clásicos de la literatura y sugiere que se introduzcan en los jóvenes. De nueva cuenta recuerda a los operadores de los medios, los exhorta a ser valientes frente a las múltiples exigencias y dilemas éticos que se les presentan frente a la competencia comercial, a salvaguardar el bien común, preservar la verdad, proteger la dignidad humana individual y promover el respeto por las necesidades de la familia, sólo que en este caso hace extensiva esta responsabilidad a los padres y educadores. Finalmente (y ya de buena vista hacia la conclusión) presento el primer Mensaje que Benedicto XVI dirigió a la JMCS: “Los medios: red de comunicación, comunión y cooperación”. El Santo Padre deja en claro desde el inicio que los medios de comunicación son herramientas que ya forman parte de nosotros, de nuestra forma de comunicarnos, pero que deben ayudar al bien de la humanidad, como una red que facilite la comunicación, la comunión y la cooperación. Comenta por vez primera que la inmediatez de la comunicación no necesariamente se traduce en la construcción de la cooperación y la comunión en la sociedad. Nos recuerda que la comunicación auténtica demanda valor y decisión radicales, que requiere determinación y que necesita tanto de la búsqueda como la transmisión de lo que es el sentido y el fundamento último de la existencia humana (no olvidemos que quienes están detrás de los medios de comunicación también son humanos). Habla de las dos facetas, positivas y negativas, de los medios: la negativa en cuanto a la “mono cultura” (que significa la pérdida de cultura y tradiciones propias de los diferentes territorios y sociedades, invadidas por una sola, generalmente occidental, promovida gracias a la globalización), la desestimación de las prácticas culturales que a veces promueven guiados por el lucro; y la faceta positiva que representa todo lo bueno, todos los avances que ya he tratado anteriormente. Como hemos visto, el Papa Benedicto XVI, desde que empezó su pontificado, emprendió un viaje junto con la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, un viaje de siete años en los que ha desarrollado un tema, partiendo de lo general, donde 91 expresa las bases específicas de aquello que iría a desarrollar, hacia lo particular, en donde se aventura, en el año 2012, a platicar sobre el silencio y la palabra como instrumentos integrantes de la acción comunicativa. Los medios de comunicación deben aprovechar y ejercer las grandes oportunidades que les brindan la promoción del diálogo, el intercambio de conocimientos, la expresión de solidaridad y los vínculos de paz. Ellos se transforman en recursos incisivos y apreciados para la construcción de la civilización del amor que toda persona anhela. Cristo es la respuesta plena y auténtica a ese deseo humano de relación de comunión y de sentido que se manifiesta también en la participación masiva en las diversas redes. Los creyentes deben animar a todos a mantener vivas las cuestiones eternas sobre el hombre, que atestiguan su deseo de trascendencia y la nostalgia por formas de vida auténticas, dignas de ser vividas. Quiero expresarles que personalmente tengo un nuevo sentir, al inicio del ensayo yo me atreví a nombrarme, sutilmente, como un comunicador interesado y ahora no me creo sólo eso, sino también uno comprometido. Yo buscaba algo cuando inicié esta investigación, y encontré poco de eso, pero me llevo mucho, muchísimo más de lo que esperaba. Benedicto XVI entiende la labor de los comunicadores, que tienen en sus manos potencializar las facultades de la persona, inteligencia y voluntad, que a través de los medios de comunicación pueden llevarla a conocer la verdad, el bien y la belleza que la guiarían hacia el encuentro de la alegría y el sentido de su razón de ser. 92 Bibliografía Benedicto XVI. Mensaje para la XLII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales: “Los medios: en la encrucijada entre protagonismo y servicio. Buscar la Verdad para compartirla” (4 de mayo de 2008). Benedicto XVI. Mensaje para la XLV Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales: “Verdad, anuncio y autenticidad de vida en la era digital” (5 de junio de 2011). ARÁMBURU Priscila. La comunicación interpersonal mediada por computadora: un caso de investigación sobre los usos y gratificaciones de MSN messenger percibidos por mujeres adolescentes de un colegio privado (Tesis de licenciatura). Escuela de Comunicación, Universidad Panamericana. México: 2007. TRESE J. Leo. La Fe explicada. Editora de Revistas S.A. de C.V. México: 1983. 93 El pensamiento de Ratzinger como solución al nihilismo moral: Creación, Verdad, Conciencia y Libertad Daniel Ulises Rocha Argudín «Nihilismo: falta el fin; falta la respuesta al “¿por qué?”; ¿Qué significa nihilismo: que los valores supremos se desvalorizan». F. Nietzsche, Fragmentos póstumos «El deseo de verdad pertenece a la naturaleza misma del hombre» Benedicto XVI, Discurso 5 de junio de 2006. INTRODUCCIÓN El siguiente ensayo tiene como objetivo principal demostrar que las tesis formuladas por Joseph Ratzinger referentes a la Creación, a la verdad, a la conciencia y a la libertad sirven como fundamento para solucionar el nihilismo moral del ser humano actual. Para lograr dicha finalidad, el ensayo se divide en dos partes: la primera pretende ser una reflexión de varios aspectos sociales actuales para identificar signos de un nihilismo moral; la segunda, corresponde al análisis de las tesis de Ratzinger que, a mi parecer, son puntos de referencia para erradicar el nihilismo moral. Asimismo, tengo como objetivo secundario mostrar que los planteamientos de Ratzinger, además de ser religiosos, son también sociales y políticos. Las pantomimas de una sociedad nihilista Vivimos en una época en donde la tecnología y el avance abrazan al mundo casi en su totalidad. La ciencia progresa sin cesar, la decisión de la mayoría tiene al Estado en sus manos, el erotismo se ha deformado y la bolsa de valores morales está en crisis. Es claro que debemos preguntarnos: ¿Atravesamos una época nihilista? ¿Dudar de la verdad es el camino correcto? Analizaremos tres sectores importantes de nuestra sociedad con la 94 finalidad de encontrar señales de un nihilismo latente, y así, dar una respuesta a nuestras preguntas. Ciencia, la negación del primer principio. La ciencia, investigadora de los principios y portadora del saber, se ha transformado en puro progreso. ¿Cuál es el problema con querer avanzar? ¿En qué afecta el avance o los descubrimientos de la ciencia? En Joseph Ratzinger encontramos una primera respuesta del problema: “El concepto de verdad ha sido prácticamente abandonado y sustituido por el de progreso. El progreso «es» la verdad. Mas con esta aparente elevación se desmiente y anula a sí mismo, pues cuando no hay dirección, la misma cosa puede ser tanto progreso como retroceso”112. Es claro que el error no está en el avance científico, sino en creer que es el único que existe. Reducir la razón del ser humano a un carácter meramente científico tiene como consecuencias la negación de otros aspectos en los que la razón también cuenta con un papel importante, por ejemplo: el ámbito espiritual del ser humano pasa a segundo plano. De este modo, la ciencia se convierte sólo un “medio para liberarse de la gran esclavitud de la existencia humana respecto de los «ideales», para escapar al dominio de la religión, de la metafísica y la moral”113. Ya no hay verdad absoluta; tal y como nos dice Ratzinger: “La verdad, lo absoluto, el punto de referencia del pensamiento ha dejado de ser evidente”114. El progreso ya no está atado a la verdad, ahora “lo que consideramos dirección no descansa en una medida verdadera, sino en una decisión nuestra y, en última instancia, en el punto de vista de la utilidad”115. La negación de una verdad absoluta provoca un escepticismo ante aquello que no es comprobable; en consecuencia, la contemplación es sustituida por mera transformación. De esta forma, la negación de la verdad y la falta de contemplación son síntomas de un nihilismo latente en la ciencia. Pasemos a reflexionar acerca del siguiente sector importante para el desarrollo de nuestra sociedad: los medios de comunicación. Una contradicción en los medios de comunicación 112 RATZINGER J., Verdad, Valores, Poder: piedras de toque de la sociedad pluralista. RIALP, Madrid: 20066, 61. FINK E., La Filosofía de Nietzsche. Alianza, Madrid: 1989, 62. 114 RATZINGER J., op. cit., 61. 115 Ibid., 61-62. 113 95 “¿Si nosotros los inmoralistas hacemos daño a la virtud? —Tan poco como los anarquistas a los príncipes. Sólo desde que se dispara contra éstos vuelven a estar firmemente asentados en su trono. Moraleja: hay que disparar contra la moral”116. Tal parece ser el lema de los medios de comunicación. Cabe preguntarnos: ¿Hay moralidad en los medios de comunicación? ¿Dónde estriba el problema de la difusión de información? En primer lugar debemos mencionar que los medios de comunicación sirven como influencia para la educación de los jóvenes, por consiguiente, preguntarnos acerca de su material educativo es pertinente. Mas aquí se presenta el siguiente problema señalado por Ratzinger: “En la actualidad, un obstáculo particularmente insidioso para la obra educativa es la masiva presencia, en nuestra sociedad y cultura, del relativismo, que al no reconocer nada como definitivo, deja como última medida sólo el propio Yo con sus caprichos”117, como consecuencia ya no se busca la verdad definitiva, porque no la hay. Así la finalidad de la información ya no es comunicar la verdad, sino simplemente entretener al público. Lo anterior es claro con el ejemplo de la tergiversación del amor erótico que ya no se busca mediante la contemplación, sino por medio del placer; erotismo se ha confundido con pornografía. No obstante, hemos visto que los medios pretenden fomentar valores en varios de sus contenidos, y es ahí donde se halla una contradicción, pues si los valores son meros puntos de vista no se pueden fomentar porque ninguno es definitivo; cada persona tiene su propio referente moral. Desde este punto de vista la libertad de expresión en realidad se basa en un individualismo que funge como regidor de un relativismo social. Por eso, a estas alturas de nuestra reflexión, podemos señalar que en los medios de comunicación los valores morales han sido disgregados y, en consecuencia, su influencia en los jóvenes puede ser dañina. No se puede buscar una moralidad basada en un relativismo, en un utilitarismo o en un pragmatismo sin llegar a un nihilismo. Falta de contemplación, tergiversación de valores, influencia poco educativa, todos son caminos que llevan al nihilismo si no hay una búsqueda de la verdad. 116 NIETZSCHE, Friedrich. “Sentencias y flechas: Aforismo 36” en El Crepúsculo de los ídolos. Alianza, Madrid: 1993, 35. 117 Discurso del Santo Padre Benedicto XVI a los participantes en el Congreso eclesial de la diócesis de Roma sobre "Familia y comunidad cristiana: formación de la persona y transmisión de la fe" (06/06/2005). 96 La decisión mayoritaria y su carácter nihilista La democracia es un tema de gran importancia para nuestra reflexión, pues aunque parece ser el mejor sistema para asegurar la libertad no escapa del peligro nihilista. Por eso debemos preguntar: ¿Hay nihilismo en la democracia? ¿Qué consecuencias trae consigo la decisión de la mayoría? Utilizo el texto The Closing of the American Mind de Alan Bloom para identificar la raíz del problema democrático. Bloom identifica el relativismo de los valores como el reflejo de un nuevo punto de vista que constituye nuestro pensamiento moral y político 118 . Asimismo, debido a que la ciencia ha desmitificado y desencantado las palabras «bueno» y «malo», pues la naturaleza no sabe de bien y mal, el relativismo de los valores les da un nuevo significado muy alejado de contextos metafísicos, por tanto, los valores ya no tienen más fundamento que el que nosotros le demos. Para dejar aún más claro el problema primero debemos señalar el gran peligro de la democracia: la esclavitud a la opinión pública119. Cada hombre tiene la libertad de elegir por sí mismo lo que para él es bueno o malo, verdadero o falso. No hay ninguna autoridad intelectual. Todos somos iguales. De esa manera la democracia rompe con la tradición, que en otros regímenes constituye la fuente de decisión, y convierte a la opinión pública en su única guía. Aunque la igualdad de derechos permite el libre ejercicio de la racionalidad, al final, no hay más autoridad que la creencia común; la liberación de la razón tiene los pies atados a la bola metálica de la opinión pública120. La decisión de la mayoría elige lo que es «bueno» y «malo», ya no se basa en la verdad sino en las creencias comunes. Joseph Ratzinger permite ver con más claridad el problema aquí planteado con las siguientes palabras: “es difícil ver como puede la democracia, que descansa sobre el principio mayoritario, mantener la vigencia de valores morales no apoyados por la convicción de la mayoría sin introducir un dogmatismo que le es esencialmente extraño”121. Ahora bien, el problema de la decisión mayoritaria estriba de nuevo en el olvido de los valores morales universales, es decir, en el olvido del fundamento de la verdad. Además, la democracia presenta otro problema digno de señalar: una libertad vacía que ya no es colaboradora de la verdad, sino de lo 118118 Cfr. BLOOM, Alan. The Closing of the American of the American Mind. Touschstone Books, New York City: 1988, 141. 119 Cfr. Ibid., 246. 120 Cfr. Ibid., 247. 121 RATZINGER J., Verdad…, 35. 97 útil. Además, en ocasiones la decisión de la mayoría puede derogar la libertad. “El positivismo estricto, que se expresa en la absolutización del principio mayoritario, se transforma inevitablemente antes o después en nihilismo”122. La libertad queda reducida “tan sólo a la posibilidad de hacer todo lo que en algún momento pueda considerarse interesante y entretenido, una libertad vacía”123. El olvido de la verdad y la libertad sin fundamento son signos de un nihilismo oculto en la democracia. Creación, Verdad, Conciencia y Libertad Una vez señalados los signos latentes del nihilismo moral en un nuestra sociedad, pasaremos a examinar las tesis de Joseph Ratzinger que nos sirven como fundamento para encontrar una solución a los síntomas nihilistas. Primeramente, analizaremos su tesis sobre la Creación. Joseph Ratzinger presenta en su libro Creación y Pecado una tesis muy importante para la finalidad de este ensayo: la Creación no debe ser olvidada, aún es válida. ¿A qué se refiere la tesis de Ratzinger? ¿Por qué es tan importante para luchar contra el nihilismo? ¿Es válida aún para aquellos que no sigan religión alguna? Tales son las interrogantes necesarias para abordar la tesis sobre la Creación. El libro Creación y Pecado es, en primera instancia, un análisis de los pasajes de la Creación, sin embargo, es el análisis el que contiene varios puntos a señalar. En primer lugar, Ratzinger señala que la Escritura no se debe leer en su “desnuda literalidad”, sino como una totalidad; no es una novela con introducción, desarrollo, clímax y final, es más bien un avance progresivo de la comprensión de Dios124. Por tanto, cada pasaje debe ser leído como parte de una totalidad y no como un fragmento separado. La unidad de la Escritura como criterio de interpretación permite que la Creación sea aún válida, ya que “la Escritura no pretende contarnos cómo progresivamente se fueron originando las diferentes plantas, ni como se formaron el sol, la luna y las estrellas, sino que en última extremo quiere decirnos sólo una cosa: Dios ha creado el Universo”125. No obstante, en la actualidad “la Creación creada no cuenta; es el hombre el que debe producir la verdadera Creación que luego le será útil. De ahí la transformación del mandato 122 Ibid., 36. Ibid., 37. 124 RATZINGER J., Creación y Pecado. EUNSA, Navarra: 1992, 31. 125 Ibid., 27. 123 98 fundamental del hombre, de ahí que el progreso sea la auténtica verdad y la materia el material a partir del cual el hombre crea el Universo que lo hará digno de vivir en él”126. Pero progreso sin verdad puede ser retroceso, pues sin una base no se puede distinguir ningún punto de referencia. La Creación es, en última instancia, un fundamento esencial para el ser humano. El siguiente punto a remarcar consiste en el papel del hombre dentro del Universo creado. En la sociedad científica en la que se vive hoy en día se ha “desmentido” la Creación, es decir, descubrimientos científicos como: la evolución y la teoría de la relatividad han probado que el mundo no fue creado en siete días, y por lo tanto, creer en la Creación ya no es válido. No suena totalmente alarmante, por eso hay que plantearlo de la siguiente manera: la evolución establece que el ser humano no fue creado como tal desde el origen del universo, sino que es parte de un avance evolutivo, por tanto, el universo no es inmutable sino completamente mutable; la hipótesis del Bosón de Higgs supone que el universo fue creado por un choque de partículas lo que hace que suene innecesario hablar de un Dios creador; por último, algunas teorías afirman que la vida humana es simplemente pura casualidad, lo que quiere decir que la existencia del ser humano no es necesaria, por tanto, el hombre ya no es el culmen de la Creación. La vida del ser humano deja de ser vista como un regalo, como un don, para ser vista como producto de un azar, “Y de hecho si solamente es la ciega casualidad la que nos ha arrojado en el mar de la nada, entonces existen motivos más que suficientes para considerarlo una desgracia”127. Los ejemplos mencionados son un claro indicio de que el ser humano ha sido segmentado, es decir: ya no se ve como una totalidad y menos aún como parte de una totalidad. Los ámbitos del hombre han sido disgregados; ya no está clara la relación entre Física y Moral, entre Política y Ética, sino que el hombre queda reducido a diferentes ámbitos sin una conexión entre sí, de tal manera que queda hundido en un total relativismo en donde se piensa que los planteamientos biológicos desmienten a los espirituales, o que las teorías físicas desmienten la existencia de una ley moral natural. Por eso es tan importante regresar al planteamiento de la Creación, porque, abordada desde la interpretación de Ratzinger, da sentido a la vida humana pues “sólo si sabemos que existe alguien que no nos ha arrojado a un destino ciego, y sólo si sabemos que no somos casualidad sino que procedemos de la 126 127 Ibid., 60. Ibid., 79. 99 libertad y del amor, sólo entonces podemos nosotros, los no-necesarios, estar agradecidos por esta libertad y saber, agradeciéndolo, que no es sino un don el ser hombre”128. Ahora bien, se puede poner como objeción que la creencia en la Creación sólo es para aquel que crea en la religión, a lo que responderemos con el siguiente planteamiento: la tesis de Ratzinger va allá de un ámbito religioso. El criterio de interpretación de Ratzinger, la Escritura vista como unidad, también se aplica al ser humano, es decir, el ser humano es una totalidad no la suma de los ámbitos que lo conforman. La tesis de la Creación nos invita a ver al ser humano como una totalidad y como la parte de un todo, lo que permite la interdisciplinaridad de todos los ámbitos humanos. De tal manera que la fe no esté en desacuerdo con la ciencia, y que la evolución sea una prueba más del milagro de la vida, pues “es tarea de la ciencia aclarar cuáles son los factores que determinan el crecimiento del árbol de la vida y la aparición de nuevas ramas. Esto no es cuestión de fe. Pero […] los proyectos de la vida no son producto de la casualidad ni del error” 129 . Desde una visión unitaria del hombre el Bosón de Higgs es compatible con la razón de Dios, porque “cuanto más sabemos del Universo más nos sale al paso, procedente de él, una razón cuyos caminos sólo con asombro podemos considerar”130. La ciencia, con una visión unitaria del hombre, es capaz de dirigir sus proyectos al descubrimiento de la verdad, fundamento del progreso, sin olvidar la existencia de una razón que va más allá de lo empírico. La Tesis sobre la Creación nos brinda un fundamento muy importante para luchar contra el nihilismo: la visión unitaria del hombre. Verdad y Conciencia Nuestro siguiente punto de reflexión es la verdad, puesto que hemos dicho que es el marco de referencia del progreso. El tema de la verdad recorre todo el pensamiento Ratzinger. No obstante, quisiera atenerme a la segunda parte de su libro Verdad, Valores, Poder titulada: Conciencia y verdad, en donde analiza el concepto de conciencia en relación con la verdad. En este punto debemos preguntarnos: ¿qué relación hay entre la verdad y conciencia? Además, ¿si la conciencia es subjetiva cómo 128 Ibid., 79. Ibid., 82. 130 Ibid., 47. 129 100 puede darnos una verdad objetiva? Para dar un primer indicio de la respuesta, analicemos qué es la conciencia errónea. Ratzinger establece: “es incuestionable que debemos seguir siempre el veredicto evidente de la conciencia, o al menos no contravenirlo al obrar. Cosa muy distinta es saber si el fallo de la conciencia, o lo que consideramos como tal, tiene razón siempre, si es infalible”131. Lo anterior es un reflejo de la problemática a la que se enfrenta la conciencia, pues si se dice que el fallo de la conciencia es infalible muchas atrocidades humanas quedarían justificadas, por ejemplo: Hitler que estaba profundamente convencido de lo que hacía, no podía actuar de otro modo, porque su conciencia le decía que sus acciones eran correctas; en pocas palabras, si se dice que el fallo de la conciencia es infalible, Hitler actuó moralmente bien132. Además, dado que los juicios de conciencia de las personas se contradicen entre sí la verdad del sujeto queda reducida a su propia veracidad, es decir, no hay una verdad universal, sino que cada hombre tiene su propia verdad. En este punto de nuestra reflexión podemos sacar la siguiente conclusión: ver como infalible el fallo de la conciencia es escudar la subjetividad, de tal manera que “desaparece el deber buscar la verdad […] Basta el conocimiento logrado por uno mismo y la adaptación a los demás. El hombre queda reducido a su convicción superficial, y cuanta menos profundidad tenga tanto mejor para él”133. Ratzinger encuentra la solución al problema de la conciencia errónea en el sentimiento de culpa, que rompe con la falsa tranquilidad de la conciencia. Debido a que la conciencia errónea no exculpa al ser humano, aquel que no sea capaz de sentir culpa está espiritualmente enfermo134. Para aclarar este punto pongamos el siguiente ejemplo: los soldados falangistas que seguían con fanatismo a Franco estaban convencidos que perseguir y asesinar a los opositores era lo correcto, de esta manera, nublaban su capacidad de sentir culpa al apretar el gatillo. Podríamos decir que el sentimiento de culpa es esencial para poder discernir si el fallo de la conciencia es correcto o no. Además, sentir culpa es una señal de la existencia de una verdad que va más allá de un campo subjetivo; no atada a los requerimientos de un régimen; no susceptible a difuminarse en lo relativo, pues si no existiera una verdad así los 131 RATZINGER J., Verdad…, 45. Cfr. Ibid., 50. 133 Ibid., 49. 134 Ibid., 51. 132 101 parámetros de lo «bueno» y lo «malo», que se dicen meros puntos de vista, no podrían distinguirse y no podrían cambiar. Debemos mencionar que, para Ratzinger, la conciencia es un hábito, es perfectible, no es un acto consumado. Asimismo, tiene dos estratos ontológicos: el primero de ellos es la anamnesis y corresponde al recuerdo primordial de lo bueno y lo verdadero (en Ratzinger son idénticos)135, este estrato no quiere decir que el hombre tenga toda la verdad, sino que tiene un recuerdo de ella que le permite buscarla. El segundo estrato es la conscientia definido como el pleno juicio de la conciencia en situaciones concretas, este estrato depende del talante moral de antemano, que se deforma o purifica progresivamente136. Escuchar sólo a la conscientia puede llevarnos al error, pues su fallo no es infalible, ya que puede ser modificado por las convicciones del medio en el que se vive, por eso necesita la anamnesis para recordar que la verdad debe ser buscada más allá de los requerimientos de una sociedad. La comunión de los estratos ontológicos es necesaria para que la conciencia sea utilizada de manera correcta, porque, como señalamos al principio de este apartado: “es cierto que seguir la convicción alcanzada no es culpa nunca […]. Pero sí puede ser culpa adquirir convicciones falsas y acallar la protesta de la anamnesis del ser”137. Los dos estratos ontológicos mencionados permiten a la conciencia ir más allá de la subjetividad, y buscar el rastro de una verdad esencial. Abordemos ahora el problema de los medios de comunicación a partir de la conciencia. Los medios de comunicación, al igual que todos los sectores de la sociedad, deben escuchar la demanda de la conciencia y comprender que no porque muestren en su contenido temas polémicos significa que fomenten la reflexión acerca de ellos, sino que el bombardeo de noticias homogeneizadas no permite distinguir lo bueno de lo malo, es decir, al no haber jerarquías en la información podemos ver violencia, respeto, sexualidad, amor, odio, amistad y traición, casi al mismo tiempo sin poder detenernos a reflexionar acerca de cada tema. Con el tiempo esta falta de reflexión provoca que lo mismo dé ver una matanza que la venta de un perfume nuevo. Es por eso que la conciencia debe jugar un papel muy importante en los medios de comunicación, pues para poder fomentar valores se necesita el conocimiento de la existencia de una verdad 135 Cfr. Ibid., 67. Cfr. Ibid., 71-72. 137 Ibid., 73-74 136 102 esencial y permanente, no sujeta a los cambios sociales. El problema es que en una sociedad relativista hay más cabida para una conciencia errónea porque no se acepta una verdad universal. No obstante, aceptar la verdad es lo primero que deben hacer los medios de comunicación para lograr fomentar los valores, y poder así escapar del nihilismo; además, deben buscar la verdad y ayudar a formar las conciencias jóvenes de un modo correcto. Con este fin, la tesis propuesta por Ratzinger permite entender que el ser humano es capaz de hallar el indicio de una verdad universal desde su interior, a través de la conciencia. Fomentar la conciencia es esencial para la solución del nihilismo moral. Libertad Dirijamos ahora nuestra reflexión a resolver la siguiente problemática: si en una democracia la decisión de la mayoría es la autoridad ¿cómo defender las evidencias morales esenciales sin que sean vistas como límites de la libertad de decisión? ¿Cómo establecer la existencia de una verdad universal sin coacción alguna? Ratzinger nos ofrece una primera respuesta al establecer que el Estado no es absoluto, no puede producir la verdad por sí mismo, cuando se piensa lo contrario y su ideología —que puede estar basada en el pueblo, la raza, la mayoría o cualquier otra dimensión— intenta ser la última palabra acerca de la verdad, el Estado tiende a absolutizarse138. En el caso concreto de la democracia, la participación de todos en el poder es la expresión de la libertad y la igualdad de todos. La decisión mayoritaria es la base democrática, pero, como ya hemos señalado, hay ocasiones en que la decisión de la mayoría sirve para derogar la libertad. Además, existe otro factor sin el cual la mayoría no puede funcionar: la libertad del individuo. De ese modo la comunidad “existe únicamente para permitir al individuo que sea él mismo. Pero la libertad individual sin contenido, […] se anula a sí misma, pues sólo puede subsistir en un orden de libertades” 139. Es aquí en donde ya se deja ver la raíz del problema: una libertad vacía. Actualmente, nadie niega que la libertad sea un bien del hombre. No obstante, esta libertad se presenta como una libertad vacía, pues se cree que si tuviera contenido estaría limitada, y por tanto, no sería libertad. De esta manera la libertad fracasa y se convierte en libertinaje al no comprender que no puede ir sola, y si se le llena de contenido es para dirigirla 138 139 Cfr. Ibid., 103. Ibid., 82. 103 correctamente, no para limitarla. Ratzinger nos dice: “el concepto libertad reclama, por su misma esencia, un complemento que le proporciona estos dos conceptos: lo justo y lo bueno”140. Lo malo es que mientras no se duda que la libertad sea un bien del hombre, sí se duda de su contenido, es decir, lo justo y lo bueno pueden ser relativos, pero la libertad no. Por todo lo anterior, la demanda de conciencia es tan importante para nuestros tiempos, porque a partir de ella cada ser humano tiene la capacidad de reconocer en su interior los valores fundamentales que sostienen a la humanidad entera. La anamnesis de la conciencia nos permite distinguir entre los abusos de un Estado totalitario y uno verdaderamente justo. En este punto ya es evidente que el Estado no puede garantizar la libertad sin contenido, necesita un grado de conocimiento de la verdad y el bien (ambos son idénticos) para asegurar la convivencia razonable, conocimiento que le viene desde afuera141. Este conocimiento no puede proceder de una evidencia empírica, porque estaría sujeto a ser visto como ventaja y desventaja, lo que justificaría a los Estados totalitarios. Entonces, podríamos decir que la visión unitaria del ser humano, al relacionar todos los ámbitos humanos, permite que el Estado no sea visto como la fuente de verdad. Asimismo, la conciencia nos da la capacidad para reconocer la existencia de una verdad fundamental esencial que no es una imposición, sino que es necesaria para poder asegurar la libertad. “Cultivar las evidencias morales esenciales, defenderlas y protegerlas como un bien común sin imponerlas por la fuerza, constituye […] una condición para mantener la libertad frente a todos los nihilismos y sus consecuencias totalitarias”142. Si una democracia se basa en la verdad y es capaz deber al ser humano más allá de un ámbito judicial, será una democracia que escape al peligro de la decisión mayoritaria, pues cada individuo será capaz de reconocer la verdad como el fundamento de su libertad. Una vez más, la búsqueda de la verdad es la solución al nihilismo moral. CONCLUSIONES Para finalizar este ensayo quisiera señalar de nuevo, de forma resumida, los planteamientos de Joseph Ratzinger que ofrecen fundamentos para solucionar el nihilismo moral: en primer lugar, el planteamiento de la Creación nos sirve para unificar todos los ámbitos del ser humano, unificación que permite la convivencia pacífica para 140 Ibid., 33-34. Cfr. Ibid., 103. 142 Ibid., 39. 141 104 la búsqueda de la verdad. De tal manera que la ciencia y la religión puedan convivir pacíficamente y aceptar que así como hay verdades empíricas, también hay una verdad que trasciende más allá de la física; en segundo lugar, la conciencia, con sus dos estratos, nos permite identificar la existencia de una verdad esencial. Fomentar a las personas a escuchar su conciencia, no manipularlas, debe ser la labor de los medios de comunicación, sólo así lograrán su verdadero fin: comunicar; por último, la libertad sin verdad está vacía, El Estado debe comprende que la verdad unida a la libertad es el fundamento de una democracia. Joseph Ratzinger nos enseña, con sus planteamientos, que cuando se vive en una época que duda de la verdad, es cuando más hay que defenderla, porque no hacerlo es dejar el camino abierto al nihilismo. Es mirar al abismo de frente. 105 Bibliografía RATZINGER, Joseph. Creación y Pecado. Ediciones Universidad de Navarra (EUNSA), Navarra: 1992. RATZINGER, Joseph. Verdad, Valores, Poder: piedras de toque de la sociedad pluralista. José Luis Del Barco (Trad.) RIALP, Madrid: 20066. BENEDICTO XVI, “Discurso del Santo Padre Benedicto XVI a los participantes en la asamblea plenaria de la Congregación para la Doctrina de la Fe (10/02/2006)” en: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/speeches/2006/february/docum ents/hf_ben-xvi_spe_20060210_doctrine-faith_sp.html (09/03/2012). BENEDICTO XVI. Discurso del Santo Padre Benedicto XVI en la ceremonia de apertura de la Asamblea eclesial de la diócesis de Roma. (06/06/2005) BENEDICTO XVI. Yo, Benedicto XVI. Cobel Ediciones, Madrid: 2010. BLOOM, Alan. The Closing of the American Mind. Touschstone Books, New York City: 1988. FINK, Eugen. La Filosofía de Nietzsche. Alianza, Madrid: 1989. NIETZSCHE, Friedrich. El Crepúsculo de los ídolos, Alianza, Madrid: 1993. REALE, Giovanni. La Sabiduría Antigua. Terapia para los males del hombre de hoy. Herder, Barcelona: 20002. 106 SIGNIFICADO DEL CUIDADO COMO COMPROMISO, INTENCIÓN Y META HACIA EL SER HUMANO, EN SU CONDICIÓN DE VULNERABLE Mercedes Lobato INTRODUCCIÓN Actualmente nos encontramos en una época de evolución, con numerosos y excitantes cambios: tecnológicos, científicos, culturales y sociales. Vivimos un mundo radicalmente distinto del de hace unas décadas. Cada día esperamos novedades cibernéticas, tecnológicas, médicas. La pregunta es si esos cambios y descubrimientos valen la pena desde la perspectiva del mayor bien del hombre. Si se está hablando de una evolución tecno-científica y social, habría que preguntarse si es para que el hombre (todos los hombres) llegue a ser una mejor persona, alguien dispuesto a trascender su mundo exclusivamente personal, para llegar hacia los otros, dejando huella. Verse como un ser ejemplar. En una dimensión que se proyecta a lo social y más humano del hombre. Comenta Benedicto XVI en su Encíclica Caridad en la Verdad, “en el contexto social y cultural actual, en el que está difundida la tendencia a relativizar lo verdadero, vivir la caridad en la verdad lleva a comprender que la adhesión a los valores del cristianismo no es sólo un elemento útil, sino indispensable para la construcción de una buena sociedad y un verdadero desarrollo humano integral…”143. Es aquí cuando el hombre parece haber perdido la brújula en muchas de sus actividades, de un marco de referencia ético y se vuelve confuso el cómo. En muchos ambientes se olvida la esencia del hombre y el cuestionarse por qué y para qué está aquí, cambiando prioridades e intereses: familia por dinero; tener hijos y una familia por éxito personal; diversión por dignidad; pretender que no vemos las necesidades de los otros por abrir los ojos al mundo. 143 Carta Encíclica Deus caritas est, 18. 107 No está mal aspirar a ser una persona con más conocimientos o más medios, llegar a conseguir algunos ideales. Pero se torna arduo cuando no se tiene la costumbre de volver la mirada hacia el otro, que queda en un segundo plano. El yo toma el protagonismo y simplemente se vuelve indiferente al bien ajeno, a sus aspiraciones a sus necesidades, a su dolor, “esta circunstancia no significa que la persona esté bien; cuando se encierra en sí misma, cuando como individuo se transforma en un fin en sí mismo”144 y por lo mismo, se cree invencible y autosuficiente, se deshumaniza, se hace incapaz para pedir ayuda y para brindarla, por miedo, por orgullo, por egoísmo. Al final le queda tan solo un sentimiento de vacío, de insatisfacción, sin estar abierto al más profundo sentido del hombre que es el amor. Con todas las dimensiones de la verdadera caridad: el compañerismo, la honestidad, la verdad, la amabilidad, la preocupación por el otro, el cuidado. “La condición de ser relacional es inherente de la persona…(…)…así pues, la relación de la persona es, en primer lugar, interpersonal, pero también ha sido configurada como una relación hacia lo Infinito, hacia la Verdad, hacia el Amor” 145 . El hombre no puede permanecer simplemente como parte del desarrollo, sino como sujeto a trascender, para ello, necesita de los demás. Es que la caridad implica mucho de racionalidad, “sin verdad se cae en una visión empirista y escéptica de la vida, incapaz de elevarse sobre la praxis, porque no está interesada en tomar en consideración los valores —a veces ni siquiera el significado— con los cuales juzgarla y orientarla”146. Es una relación estrecha la que existe entre el cuidado y ciertas cualidades como la comprensión profunda de los modos de ser del hombre, la atención oportuna, la auténtica humildad, la honestidad. “La verdad abre y une el intelecto de los seres humanos en el logos del amor” 147 . Es más fácil la convivencia con el otro si se encuentran puntos en común y al encontrar esa coincidencia entre las partes se obtiene un punto de vista mucho más fuerte. 144 RATZINGER J., Dios y el mundo. Una conversación con Peter Seewald. Galaxia Gutenberg; Alemania: 2005. P.104. 145 Id. 146 Carta encíclica Deus caritas est, 18. 147 RATZINGER J., FLORES D’ARCAIS P. ¿Dios Existe? Espasa Fórum, España: 2008, p. 29. 108 Impacto del cuidado La experiencia sigue siendo muchas veces negativa, “el riesgo de nuestro tiempo es que la interdependencia de hecho entre los hombres y los pueblos no se corresponda con la interacción ética de la conciencia y el intelecto, de la que pueda resultar un desarrollo realmente humano. Sólo con la caridad, iluminada por la luz de la razón y de la fe, es posible conseguir objetivos de desarrollo con un carácter más humano y humanizado”148, es preciso entender la importancia del cuidado, del interés por el bien del otro. El carácter universal de la caridad que humaniza en este proceso. Se trata de un servicio para cualquier hombre. Porque todo hombre pasa por etapas más o menos difíciles en las que requiere de la ayuda de los otros. Es una criatura que se realiza en su condición de vulnerable. Requiriendo un cuidado que lo humaniza. Un alguien que atienda a sus necesidades, en cualquier cultura y en toda época. Sin dejar claro quien queda con mayor sentimiento de plenitud. No se puede dar el cuidado por sí solo. Es el resultado de una conjunción de virtudes y valores en la persona. Debe “haber convicciones fundamentales sobre los valores que dan sentido a la vida y hacen posible una convivencia digna en este mundo”149. Estos valores humanos son reconocidos como valores por los cristianos y por los no cristianos. No se necesita ser cristiano ni profesar alguna religión para reconocer que existen unos valores que deben respetarse, en cualquier época y bajo cualquier creencia: el valor de la vida, de la paz, de la belleza, del servicio, del cuidado, de la alegría, de la libertad. Es verdad que para que estos valores tengan sentido, se debe tener una experiencia humana de ellos. Una sociedad sin valores, va camino de deshumanizarse. Fortaleza e independencia del hombre El hombre no es un ente aislado, ni se construye a sí mismo sin los demás. Necesita de otros para vivir, desde lo que aportan los padres, la familia, la escuela, la sociedad, todos estos factores hacen al ser humano. El entorno nos educa para ser independientes, es cierto, pero a la vez nos hace dependientes de los otros. Está en nuestra naturaleza. El 148 149 Carta encíclica Deus caritas est, 18. RATZINGER J., FLORES D’ARCAIS P. ¿Dios…, p. 40. 109 ser humano no puede ser absolutamente independiente. El Robinson Crusoe es un mito. El hombre siempre necesita del hombre. Aunque no quiera reconocerlo. La independencia, que significa entereza, firmeza de carácter para poder decidir por uno mismo, tiene límites. El error está en pensar, que con esa fuerza de carácter podemos hacer solos las cosas, sin voltear a ver a los otros, sin atenderlos y sin recibir ayuda. “Ahí está el gusto por la contradicción, la comodidad de la mentira, la tentación de la desconfianza- todo eso también existe en el ser humano por una tendencia a la destrucción, por la voluntad del no”150. Tener entereza es aceptar y lidiar con las situaciones difíciles. Aunque en ningún momento nos dicen que es posible y más humanizado hacerlo con ayuda de otras personas, ya que como muchas veces escuchamos y repetimos “Dos cabezas piensan mejor que una”. Lo difícil es que hay corrientes de pensamiento que nos dicen que no se puede aceptar la ayuda de alguien más, porque podrían tomar la idea maestra y robarla. No ayudamos a cruzar a una persona discapacitada la calle, por temor a un asalto, o incluso por sentir repulsión y llegar al desprecio de aquella otra persona, a la que se puede ayudar con solo extender la mano y hacer una gran diferencia en la vida de aquel ser y en la nuestra. Merece la pena reflexionar en lo que nos orilla a ignorar a quien nos necesita. Es indispensable fomentar la idea de que “la convicción y también el compromiso a favor de valores de la humanidad y de la dignidad humana, dependen en definitiva de una presencia oculta de todo aquello que nosotros no podemos manipular”151. Es algo más profundo y con mayor impacto en la conciencia. Momentos en los que el cuidado se vuelve relevante Pero qué pasa cuando hay enfermedad o un momento difícil. Es ahí cuando comprendemos que es en ese momento de fragilidad y vulnerabilidad que necesitamos 150 151 RATZINGER J., Dios y el mundo…, p. 44. RATZINGER J., FLORES D’ARCAIS P. ¿Dios…, p. 40. 110 del otro para sentirnos mejor, o por lo menos acompañados y en esa compañía viene la tranquilidad, el agradecimiento y una visión totalmente diferente de lo que vivíamos anteriormente. Y darle valor a esa persona que quizá antes no habíamos ayudado cuando así lo necesitaba. Es importante comprender en qué momento surge esa necesidad de ayudar al otro y la descubrimos cuando nosotros mismos nos sentirnos vulnerables para voltear hacia el otro y sentir el verdadero significado de la necesidad, la ayuda y el cuidado. Dice la Encíclica: es imprescindible para hacer conciencia del don como realización, que madure en los países ricos una conciencia solidaria152. Una conciencia no sólo de manera personal sino en las instituciones y gobiernos. Mucha gente ve la caridad como algo para débiles, o solo para gente “buena”. Porque es algo que requiere de mayor esfuerzo, al atender también las necesidades de los demás, a veces, por encima de las nuestras. Es importante aclarar la relación que existe entre caridad, verdad, entrega y cuidado. De alguna manera, no puede haber una sin las otras tres. Actualmente se ha restado importancia y sentido a la caridad, porque no hay suficiente tiempo, porque eso es para personas que no tienen más que hacer, o que tratan de redimir sus culpas mediante la atención a los demás. El límite entre el egoísmo y la humildad es aparentemente claro, pero deja en duda un par de cosas: se puede ayudar a alguien más sin gritarlo o ayudar y decirle a las personas que pasan junto a nosotros. La humildad no busca reconocimiento, solo sentimiento. En cambio el egoísmo se caracteriza por buscar algo que enriquezca el ego. Cuando la gente habla de cuidado, cree que es algo desagradable, devaluado e inmoral. Se ha perdido esa vocación de servicio a la gente, ese es el trabajo que se le deja a la gente que, se piensa, tiene menor rango social en un lugar. Hay que remarcar que: “La vocación es una llamada que requiere una respuesta libre y responsable”153. Solo hasta que alguien vive una experiencia que requiere del cuidado, que comprenden la importancia de éste y sorprendentemente, llegan a admirarlo y repiten que es algo que ellos no podrían hacer y que es algo que requiere nada más y nada menos, que vocación. Hay veces que se cree que el dedicarse al cuidado es por falta de capacidad intelectual o falta de visión en la vida. Normalmente es algo que no se considera en la educación de 152 153 Cfr. Carta encíclica Deus caritas est, 18. Id. 111 las personas, por eso se ve como malo e inútil. O únicamente ayudar al conocido y dejar al desconocido aparte. Un enfoque distinto a la sociedad, es una necesidad que tienen las personas hoy en día; ser atendidas, ser escuchadas, ser cuidadas. Hemos abandonado a esa parte en nosotros que requiere atención y reconocimiento espiritual. Hemos olvidado quiénes somos y qué es lo que hacemos en esta vida. No son solo reconocimientos, ascensos y gerencias, “Esta falsa seguridad se convierte en debilidad, porque comporta el sometimiento del hombre, reducido a un medio para el desarrollo, mientras que la humildad de quien acoge una vocación se transforma en verdadera autonomía, porque hace libre a la persona”154; sino conocernos, querernos y darnos la oportunidad de conocer al otro y reconocer en él a un compañero, no a una amenaza. Comprender que ayudar no es denigrante, sino una clave muchas veces esencial en el tratamiento del enfermo y en la prevención de la enfermedad en aquel que goza de buena salud. Agradecer por atender o atender porque agradecen Hay que remarcar el honor que es atender a aquellos que se encuentran más vulnerables que otros. Es preciso utilizar esta palabra porque es una oportunidad para conocer a esa persona, aprender de ella y es una gran oportunidad para crecer intelectualmente. No es solo lo que te deja saber de la patología, sino vivir el impacto que esta tuvo en el paciente y su entorno, qué enseñanzas deja al enfermo y la forma de solidarizarse de la familia. Es en momentos como éste que cae la cuenta de la importancia que tiene echar semillas y cuidarlas y así poder vivir el verdadero valor que tiene la familia y una verdadera amistad. Nos hemos dejado envolver por el materialismo y dejado aparte el altruismo. “…éstas han de buscarse, a la vez, en el respeto de las leyes propias de cada cosa y a la luz de una visión integral del hombre que refleje los diversos aspectos de la persona humana, 154RATZINGER J., FLORES D’ARCAIS P. ¿Dios…, p. 42 112 considerada con la mirada purificada por la caridad” 155 . Es preciso observar para obtener datos exclusivos de una cosa. Se requiere mucho más que observación para conocer a una persona, aunque la atención que brindemos a los demás, nos puede hablar de que la persona necesita algún tipo de ayuda y es ahí donde reacciona la voluntad para poder brindar ayuda a quien así lo quiera. Muchas veces es difícil ayudar a los enfermos, ya que son vistos como un grupo renegado y apartado del resto de la sociedad, porque dejan de ser productivos en muchos sectores y por lo tanto, son abandonados. Como ejemplo, un desastre natural. Es sabido que mucha gente lo perdió todo, y por lo mismo, se vuelven vulnerables. Necesitan de los demás. Es evidente que por muchas razones no nos es posible llegar al lugar de los hechos y brindar ayuda a la gente, aunque hay muchas formas de llegar hasta los más necesitados, siempre y cuando se haga de manera consciente. No es solo depositar y esperar que los encargados se ocupen y listo. Sino donar, y estar al pendiente de las cosas que los demás pueden necesitar. Y la misma evolución después del desastre. Es ver más allá de la tragedia y confiar en que nuestro aporte dio fruto a algo mejor. No es solo dar dinero, sino la intención con que se da y la huella que deja en nosotros. De eso se trata el cuidado, la ayuda. De cambiar la manera de verlo y encontrar, en esos momentos de carencia, una gran oportunidad para ayudar a los demás. Y no exigir a quienes están “obligados” a ayudar a los afectados y hacerlo con la mejor intención. Ya es reconocido que esos desastres son tragedias, y es en esos momentos donde podemos demostrarnos y convencernos de que somos mucho más que un ser inteligente, sino también sentimental y lógico. Una persona que puede entregarse según las cualidades que cada uno posea. Muchas veces, con solo escuchar a una persona se puede volver un cuidado. ¿A qué? O ¿Cómo? Cuidar esas palabras que nos acaban de confiar para no hacer daño, tratar de entender la situación en que se vive, brindar apoyo y tal vez algún consejo o probable 155 Carta encíclica. Deus caritas est, 18. 113 solución al problema. La gente piensa que el cuidado es simplemente físico hacia un enfermo. Pero no lo es. Es un compromiso que se tiene primero consigo mismo para después brindarlo a los demás. El papa lo explica brillantemente en Dios y el Mundo: “La persona debe actualizar y aprender las posibilidades que le han sido dadas, tiene que hacer algo en este mundo. En este sentido, el aprendizaje de la profesión y trabajar por ello, en absoluto se oponen al cometido fundamental del amor. Sino que es su concreción. Yo no cumplo plenamente mi misión como amante, hasta que no me convierto del todo en lo que puedo ser. Hasta que doy todo lo que puedo dar. Hasta que abro en la creación y en el tejido de las relaciones humanas las posibilidades que nos ayudan a arrostrar juntos la vida y a configurar la fertilidad del mundo hasta convertirlo en un vergel en el que hallemos al mismo tiempo, seguridad y libertad”156. Es cuestión de aunar El cuidado requería cierta combinación de valores: La caridad, la verdad, la entrega, el cuidado; sin mencionar la solidaridad, honestidad, empatía, etc. Caridad –Siempre es en relación a alguna religión, especialmente la cristiana. Es darse a los más necesitados. Compartir lo que se tiene para un bien. Verdad –Para dar un cuidado de calidad, se necesita la verdad, “la verdad no es la propiedad privada de alguien, sino que ha de ser compartida, ha de ser conocida”157, no engañar ni brindar falsas esperanzas al enfermo. Se vuelve cruel y deshonesto. Entrega – hemos tocado mucho el tema de la entrega. Es darse en cuerpo y alma a alguien más, habla de forma física y espiritual, por ejemplo: Ayudar a cruzar la calle a una persona, escuchar a un enfermo. Cuidado –La importancia de la atención de forma holística a una persona, sea enfermo o sano. Siempre se necesita de alguien más para estar bien. Empatía – La capacidad de ponerse en el lugar del otro y entender lo que está sintiendo. 156 157 RATZINGER, J. Dios y el mundo…, p. 177 RATZINGER J., FLORES D’ARCAIS P. ¿Dios…, p. 29. 114 Esta combinación de valores, brindan una idea completa acerca del cuidado. Capacidad de compartir (dar y recibir) experiencias por medio de la entrega al vulnerable. Es importante entender claramente el término de vulnerabilidad, porque el vulnerable no es solamente una persona enferma. Lo somos todos nosotros, en distintos ámbitos de nuestra vida. Se vuelve un hecho la existencia de personas más vulnerables que otras, y eso no le resta importancia a las que no lo están. Actualmente hay carreras que se dedican a la enseñanza del cuidado a cierto sector vulnerable de la sociedad. Una de ellas es la enfermería, que se caracteriza principalmente por el cuidado y la especial vocación que se debe tener para abordar a los pacientes como lo hacemos y para enfrentar las situaciones que se presentan con los familiares. Ese abordaje al paciente es atención y con mucha precisión hacerse cargo de que se proporcione el medicamento a la hora indicada, que no se terminen soluciones, que se haya bañado, que su cama esté limpia, en fin, un conjunto de acciones en un cuarto que hacen que el paciente se sienta mejor, y por lo tanto, la relación con el familiar del paciente, más que soportable, se vuelve cordial, amable y se percibe en lugar de un ambiente hostil, un ambiente de agradecimiento por haber atendido al enfermo. A esto hay que sumar el trabajo con el equipo médico: con los superiores y su dinámica. Es verdad, la posición que la enfermera tiene es una situación de privilegio con el paciente, si la consideramos desde el contexto que hemos venido manejando del cuidado a plenitud y relacionado con la verdad. Pero es una posición difícil de comprender y valorar, por los demás. La enfermera la hace parte de su esencia o se frustra. Como lo plasma de Benedicto XVI: “el ser humano ha sido creado por una tendencia privada hacia el amor, hacia la relación con el otro. No es un ser autárquico, cerrado en sí mismo, una isla en la existencia, sino por su naturaleza es relación. Sin esa relación, en ausencia de relación, se destruiría a sí mismo”158. Así con otros ámbitos de servicio. Devaluación innecesaria 158 RATZINGER, J. Dios y el mundo…, p. 104 115 El cuidado muchas veces se puede ver devaluado porque mucha gente llega a ocupar esos trabajos por necesidad y no por vocación, y al estandarizar cierta atención, se puede ver de dos maneras: perder la esencia misma del cuidado como capacidad de amar y reducirlo a una obligación económica o social, sin ninguna relación esencial solo con el paciente. “La caridad en la verdad pone al hombre ante la sorprendente experiencia del don. La gratuidad está en su vida de muchas maneras aunque frecuentemente pasa desapercibida debido a una visión de la existencia que antepone a todo, la productividad y la utilidad. El ser humano está hecho para el don, el cual manifiesta y desarrolla su dimensión trascendente159”. Esto no es fácil de entender y vivir en una sociedad consumista que se detiene poco a atender las necesidades del prójimo. Pero aunque este desacreditado el hecho de procurar el bien de otros, sigue siendo lo que más nos llena como personas. Además, en cualquier momento una persona fuerte, sana e autosuficiente, se puede venir abajo: sufrir un accidente una enfermedad, un revés en su fortuna. Entonces es cuando requiere de los otros y se da cuenta, si es sencilla y humilde, lo indispensable del cuidado y la compañía y ayuda de alguien más. No importa si no se haya preparado para ello. Muchas veces la simple compañía de alguien familiar puede tranquilizar al paciente en lo que llega alguien preparado especialmente para atenderlo. El cuidado como cualidad Requiere estar conscientes de lo que pasa a nuestro alrededor, los problemas que la gente tiene y a poder valorar las virtudes que hay en ellos. Es difícil que se noten las virtudes en una persona debido al ruido que presenta el ambiente y nuestras falsas enseñanzas. Es constante la necesidad del hombre por trascender. Y la persona se empeña en buscar la manera, solo que es una idea que puede estar equivocada de la manera en que se logra. Por medio de puestos importantes, dinero, compras y prestigio. El hombre trasciende mediante dones, los cuales se reflejan en acciones y esas acciones dejan gratitud y satisfacción en ambas partes. 159 Id. 116 Se necesita quitar todo el ruido que está alrededor de nosotros, al decir ruido significa eliminar todos aquellos distractores que nos alejan de la posibilidad de descubrir el verdadero don que tiene el hombre pero que no está desarrollado porque se espera, generalmente, que este don sea de fácil acceso y que no requiera sacrificio o esfuerzo alguno. El cuidado, al parecer, es uno de los dones más preciados que posee la humanidad. Solo que a causa de todos aquellos mensajes erróneos, desviamos la atención de las cosas realmente importantes a cosas superficiales, que no enriquecen la vida en absoluto. Un ejemplo muy claro, es pensar y creer que hay gente especialmente educada para ayudar a los demás, cuidado, escuchando, etc. Y que al hacerlo y ser vistos por los demás transmite un mensaje de debilidad, incluso se llega a decir que esas actividades son propias de un sector de la sociedad. No se puede hablar de la posesión de un don sin haberlo descubierto y utilizarlo para algo bueno, para trascender. Un ejemplo muy burdo podría ser el papel tan importante que tienen las pinceladas para crear una obra de arte. Es verdad, se ve maravillosa, puede transmitir diferentes emociones y dejar una gran huella en los demás. Por lo general a nadie le importa cuánto tiempo tomó la creación de tal obra, sino del impresionante resultado. El don, en sí, es una pincelada que, poco a poco, creará una gran obra, una gran acción y podrá dejar esa semilla en otra persona y ahí habrá dos posibilidades: que la persona lo valore o que pase desapercibido. Actualmente nos presentamos en la actitud de pasar de largo los demás y si se llegara a hacer una obra de caridad, se desea que el mundo entero se entere para que vean lo buena que es la persona. Es una acción equivocada. Importa el resultado, es verdad, más no cómo se logra. En este punto se debe ser humilde y es con esa actitud de humildad que entendemos el sentido excepcional del don y como enriquece nuestras vidas, que no es algo que cause vergüenza ni mucho menos, sino que engrandece. Darse acrecienta el valor de las personas, las ayuda a trascender con pequeños actos realizados con constancia. Trascender no es algo sido fácil, requiere de lucha, de decisión y también de capacidad de sacrificio. La caridad es la que nos permite trascender lo meramente 117 ordinario, lo sentimental, lo que parece sin valor, para llegar a rescatar “a los hombres de las opiniones y de las sensaciones subjetivas, les permite llegar más allá de las determinaciones culturales e históricas y apreciar el valor y la sustancia de las cosas”160. El cuidado, para ser integral, necesita de la verdad, la humildad y la caridad. La necesidad del ser humano de descubrir su vocación al cuidado lo lleva a encontrar también la llave de su felicidad y plenitud- Es preciso estar convencidos y ser conscientes de que es un don latente en todos. Existen numerosas maneras de ayudar. Recibir ayuda no es un símbolo de debilidad sino de grandeza y de auténtico crecimiento en lo que tenemos de más humano. Es verdad que hay sectores mucho más vulnerables que otros, pero el hombre, por su condición de hombre, no es perfecto, por lo tanto es vulnerable en distintas áreas y requiere de los otros para trascender. Después de estas reflexiones, hemos de estar más conscientes de la responsabilidad de lo que vivimos. Entender la influencia que pueden tener esos dones en la vida de los demás, para regresar a nosotros y ayudarnos a crecer, a trascender. Es un reto para ponerlo en práctica diariamente., como nos dice Benedicto XVI “lánzate a la realidad, haz el intento, el experimento y luego verás la lógica que hay dentro”161. 160 161 Carta encíclica Deus caritas est, 18. RATZINGER, J. Dios y el mundo…, p. 54 118 Bibliografía RATZINGER J., Dios y el mundo. Una conversación con Peter Seewald. Galaxia Gutenberg; Alemania: 2005. RATZINGER J., FLORES D’ARCAIS P. ¿Dios Existe? Espasa Fórum, España: 2008. Carta encíclica Deus caritas est. 119 JUVENTUD UNIVERSITARIA Y MISIÓN DE VIDA Deyanira Montserrat Hernández Alvarez INTRODUCCIÓN Cada dos años, se realiza la Jornada Mundial de la Juventud. Una peregrinación de jóvenes en donde mediante la Oración y la celebración de la Misa se promueve la nueva evangelización. Para esta jornada, el Papa se dirige especialmente a los jóvenes para guiarlos espiritualmente y encaminarlos en su misión de vida. Tanto para la XXV como para la XXVI Jornada Mundial de la Juventud, el Papa Benedicto XVI enfoca su discurso hacia la búsqueda de una misión de vida de acuerdo a la voluntad de Dios y también enfatiza la importancia de buscar una vida encaminada a la fe y a la cristiandad. Existe también otro mensaje a los profesores en el Encuentro con Profesores Universitarios en agosto de 2011 en Madrid, en el cual el Papa Benedicto XVI cuestiona el enfoque que se le da actualmente a la educación universitaria y llama a los docentes a aplicar un sistema de educación basado en la verdad y en la formación de la persona de una manera íntegra y espiritual. El Papa enfatiza la importancia de que estos temas sean comprendidos y aplicados sobre todo en el contexto histórico y cultural que vivimos actualmente, y el hecho de que sean jóvenes y profesores los receptores principales del discurso es de suma importancia, ya que son las generaciones jóvenes las que llevan en sus manos el futuro del mundo, y a las que deben estar encaminados los esfuerzos de evangelización y de formación. Benedicto XVI es teólogo y fue además profesor universitario, por lo que conoce de primera mano el sistema educativo moderno tanto sus virtudes como sus deficiencias y además lo compromete a otro nivel para con los jóvenes. En sus mensajes se puede reconocer esa tendencia hacia la enseñanza y la importancia que da a la formación universitaria, aunque él mismo nos reitera que no existe mejor mentor que Dios, que mediante sus enseñanzas podremos alcanzar un estado de felicidad verdadera. 120 Gracias a su naturaleza de profesor y como Sumo Pontífice, ha podido difundir con elocuencia y autoridad, pero al mismo tiempo con paciencia y ternura la palabra de Dios y logra darnos estos grandes discursos acerca de la naturaleza del hombre y el propósito de la vida, temas sobre los cuales se fundamentan los mensajes elegidos para el presente ensayo. Siendo el tema de este IV Foro Universitas “Benedicto XVI colaborador de la Verdad”, veo muy conveniente el hacer este ensayo sobre uno de los temas que más preocupa al Vaticano, el descubrimiento de la verdad y la difusión del mensaje divino hacia las generaciones jóvenes para el descubrimiento acertado de su misión en este mundo. Juventud Universitaria y Misión de Vida Como universitarios y jóvenes que somos, nos encontramos ante infinitas posibilidades de realización que la vida nos ofrece, y estamos en un momento de la vida el cual, citando a Benedicto XVI “es tiempo privilegiado para la búsqueda y el encuentro con la verdad”162. Pero debemos estar conscientes de que no todas las opciones que se nos presentan en nuestra vida, son buenas. Para llegar hasta donde estamos ahora, estudiando en esta universidad, tuvimos que hacer una elección de carrera de acuerdo a nuestro plan de vida en ese momento y a nuestras aspiraciones tanto profesionales como humanas. Ese momento de decisión tan crucial debió de responder las interrogantes ¿Quién soy?, ¿Qué es lo que espero de mi vida?, ¿Por qué elegir este camino? Pero, ¿fueron en verdad acertadas nuestras respuestas?, esto no significa que tengamos que dudar de nuestra elección, sino reflexionar sobre si nuestra principal motivación para elegir fue una en comunión con la verdad y encaminada hacia un bien superior. En el mensaje de Benedicto XVI a los jóvenes en la XXVI Jornada de la Juventud, nos dice el Santo Padre que es natural para nosotros el querer buscar algo más grande para nuestra vida de lo que nos es planteado, no nos conformamos con sólo tener un empleo para subsistir, nos llaman las cosas más grandes, más trascendentes, más importantes. 162 BENEDICTO XVI. “Encuentro con profesores universitarios”, consultado http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/speeches/2011/august/documents/hf_benxvi_spe_20110819_docenti-elescorial_sp.html (03/03/2012). en: 121 Todo esto es porque en nuestra condición humana, estamos siempre llamados a la grandeza, a lo infinito. Aún así, casi siempre la grandeza que imaginamos no es la verdadera, no está mal querer ser más famoso, más próspero o más poderoso, pero un principio noble y bueno debe ser el motor y el fin de estos deseos así como la conciencia de que el fin supremo está mucho más allá de lo que podamos tener en este mundo, está en Cristo. Cuando no tenemos conciencia de este fin superior, nunca estaremos satisfechos y entonces podemos volvernos avaros, depresivos y perdernos en el camino. Respecto a esto, en su mensaje a los jóvenes encontramos esta frase de San Agustín: “nuestro corazón está inquieto, hasta que no descansa en Ti”163. Debemos considerar esto último para darle un sentido correcto a nuestro proyecto de vida, para encontrar esa motivación verdadera que nos impulsará a lograr grandes cosas, que tal vez la grandeza de estas cosas no caigan en la definición que entendemos comúnmente de la palabra grandeza, pero que ciertamente lo son dentro de la grandeza verdadera y suprema. Se trata de encaminar nuestro anhelo de grandeza hacia la vida eterna. Hablamos sobre descubrir nuestra misión en la vida, y enfatizo la palabra “descubrir”, no idear ni crear. La Iglesia católica nos enseña que Dios ya tiene de antemano un plan para todos nosotros, una misión que al ser creada por Dios, es perfecta y está encaminada hacia el bien común y objetivo, teniendo como fin el poder alcanzar la vida eterna. Es nuestro deber encontrar esta misión y seguirla de acuerdo a la voluntad de Dios. Pero antes hay que reconocer todas nuestras limitaciones, tanto internas como externas, conocer la situación en la que vivimos (como individuos y como comunidad), conocer nuestra Fe y replantear nuestras motivaciones, para así, comenzar a dirigirlas hacia un mejor futuro. Nos invita Benedicto XVI a hacernos entonces las siguientes preguntas: ¿Qué es una vida plena?, ¿Qué he de hacer para que mi vida tenga pleno valor y pleno sentido? , son 163 SAN AGUSTÍN. “Mensaje del Santo Padre Benedicto XVI para la XXVI Jornada Mundial de la Juventud”, consultado en: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/messages/youth/documents/hf_ben-xvi_mes_20100806_youth_sp.html (04/03/2012). 122 preguntas cuyas respuestas nos han de guiar a “cultivar deseos grandes de fraternidad, justicia y paz”164. Así, Benedicto XVI nos dice que amemos al mundo y nos dediquemos a su desarrollo, pero fundando nuestras acciones en la fe, que ésta junto con la esperanza, nos provee de la libertad y la alegría que nos ayudan a ver más allá de las realidades terrenas y estar más en contacto con el bien ulterior, haciendo de nuestras acciones terrenales un medio para llegar a este fin. No así debemos confundirnos y pensar en nuestro trato con otras personas o nuestros actos de bondad como medios, ya que el mismo Dios nos habla de la dignidad inquebrantable de la persona humana y la necesidad de hacer el bien por el bien mismo. Si pensáramos cada vez que hacemos algo bueno o ayudamos a alguien que ya estamos un paso adelante en nuestro camino al paraíso, en realidad damos diez pasos hacia atrás. Al pensar esto nos delatamos en un actuar por conveniencia, el fin de nuestras acciones ya no es la bondad sino el beneficio. La Iglesia Católica nos invita a practicar entonces la fe en toda su dimensión, para que nuestros actos bondadosos sean intrínsecos de nosotros y basados en la voluntad de Dios. Así, aunque nuestro fin esté en alcanzar la vida eterna, no será su alcance nuestra motivación para nuestros actos, sino nuestra tendencia y podremos poner como motor y fin al bien y a la verdad en cuanto a sí mismos. Toda esta reflexión sobre los fines y los medios es necesaria al querer plantear nuestro propósito y nuestro proyecto de vida, debemos discernir bien entre fin y medio para poder responder a las preguntas que hemos mencionado con anterioridad. Tal vez nos preguntemos ¿Esto me hará realmente feliz? Puede que al reflexionar y al tener en verdad un diálogo más profundo con Dios (Benedicto XVI nos anima a dialogar con el Señor frecuentemente) nos demos cuenta de que la misión que Él quiere para nosotros no satisface nuestros deseos del todo, o no nos parece tan atractiva como otras opciones de vida, pero debemos tener siempre presente que en cuanto nuestra relación con Dios 164 BENEDICTO XVI. “Mensaje del Santo Padre Benedicto XVI para la XXV Jornada Mundial de la Juventud”, consultado en: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/messages/youth/documents/hf_ben-xvi_mes_20100222_youth_sp.html (04/03/2012). 123 crezca y se arraigue en nuestro corazón, comprenderemos que Su camino es el que verdaderamente nos llevará a la felicidad y esa nube de dudas desaparecerá. El mismo Benedicto XVI nos relata que pasó por momentos de sufrimiento al haber decidido ser sacerdote ya que tuvo que volver a conquistar su convicción al haber caído en un momento de duda, pero gracias al Señor pudo tener la certeza de que su decisión era la correcta y que el ser sacerdote era la misión que Dios le había dado. Nos dice que puede haber sufrimiento en el momento de la decisión, pero que al rechazar nuestros propios deseos y hacer Su voluntad, la vida se vuelve verdaderamente auténtica. Otro aspecto que toca el Papa y que es de suma importancia para darle dimensión a todo lo antes visto, es el tema del bien común. Es necesario “servir de modo competente y generoso al bien común”165, en esta frase, Benedicto XVI le da importancia tanto a la educación como a la sociedad, ya que la primera ayuda al desarrollo de la segunda. Prestarse mucha atención de que no se usó la palabra “sirve” o “es útil para”. Es verdad que la educación le es útil a la sociedad, pero no es solo éste su propósito, la educación y el conocimiento nos forman como seres humanos, y es el deber de nuestros mentores el formarnos con valores fundados en la verdad. Al ser educados en la fe podemos afrontar y resolver los problemas y dificultades que se nos presenten de la mejor manera posible. En su encuentro con los profesores universitarios en agosto de 2011, Benedicto XVI hizo una denuncia: “A veces se piensa que la misión de un profesor universitario sea hoy exclusivamente la de formar profesionales competentes y eficaces que satisfagan la demanda laboral en cada preciso momento” 166 . Lamentablemente, este tipo de pensamiento se está extendiendo cada vez más en todas las universidades, no importa qué tantas materias de filosofía y humanidades tenga una carrera, los mensajes que recibimos cada vez con más frecuencia son “si no produces no sirves”, “debes de quedar bien posicionado en una buena empresa”, “perderás la beca si no cuidas tus calificaciones”. Casi nunca escuchamos a profesores dando materias por el simple valor del conocimiento, nuestra sociedad y nuestra cultura se han vuelto consumidoras de 165 BENEDICTO XVI. “Mensaje del Santo Padre Benedicto XVI para la XXV Jornada Mundial de la Juventud”, consultado en: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/messages/youth/documents/hf_ben-xvi_mes_20100222_youth_sp.html (03/03/2012). 166 BENEDICTO XVI. “Encuentro con profesores universitarios”, consultado en: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/speeches/2011/august/documents/hf_ben-xvi_spe_20110819_docenti-elescorial_sp.html (04/03/2012). 124 personas, no por nada se le llama mercado laboral. Incluso existe la expresión “tienes que venderte a ti mismo para conseguir empleo”. Quisiera por un momento hacer énfasis en la frase anterior “perderás la beca si no cuidas tus calificaciones”. Aquí debemos cuestionarnos muchas cosas ¿Por qué debería costar la educación y el conocimiento?, ¿Cuál es la finalidad de elegir una universidad privada sobre una pública? ¿Qué es lo más importante, mi integridad o mi beca? Estas preguntas más que atacar a la universidad en sí y entrar en temas como los salarios o el sistema y estado económico actuales, promueven un punto de reflexión hacia el alumno, ya que muchos jóvenes pudieron llegar pensar en cierto punto de su experiencia universitaria que el asistir a una privada les aseguraría un mejor empleo o que recibirían una mejor educación. Es verdad que los valores y la filosofía de vida son diferentes en diferentes universidades y que el nivel de exigencia académica también lo es, haciendo que las personas a las cuales se les exige más se acostumbren al trabajo duro y bien hecho. Esto constituye una gran ventaja, pero volvemos a lo anterior, constituye una ventaja para el mercado laboral. El caso es que muchos chicos sufren de estrés constante, y más aún cuando tienen una beca que mantener. En gran parte le estamos quitando el fin principal al hecho de esforzarse en los estudios, el cual es el conocimiento y la formación personal en cuanto a sí mismos. En vez de eso, los jóvenes solo buscan no perder su beca, distorsionando así el propósito de la universidad y dejando de lado el objetivo principal de vivir la experiencia universitaria. Dejándose llevar por esta visión utilitarista, se dejan ver entonces emociones tan pecaminosas como la envidia y la competencia maliciosa, la ira e incluso hasta la indiferencia, no solo de los jóvenes becados, sino de la comunidad universitaria en general, ya que es como puede llegar a sentirse, como una gran competencia laboral. Esto sucede tanto en universidades públicas como privadas. Debemos considerar que la Iglesia fue sin duda, quien promovió la educación universitaria tomando en cuenta que “Dios es el Logos por quien todo fue hecho (…) descubre una racionalidad en todo lo creado y contempla al hombre como una criatura que participa y puede llegar a reconocer esa racionalidad” y que por lo tanto la Universidad encarna un ideal y debe deslindarse del sentido utilitarista que se le da y que ve al hombre como un simple consumidor y peor aún, como un producto. 125 En vista de darle solución a este problema, el Papa se dirige a los profesores universitarios con la esperanza de que lleven dentro de sí el “anhelo más elevado que corresponda a todas las dimensiones que constituyen al hombre”. 167 Enfatiza los peligros de llevar un criterio pragmático en la educación universitaria y hace referencia al “Mensaje del Santo Padre Benedicto XVI para la XXVI Jornada Mundial de la Juventud” la cual llevó por tema principal y título “Arraigados y Edificados en Cristo, firmes en la fe” en cuanto a que una de las dimensiones que constituyen al hombre y tal vez la más importante, es la espiritual, y que su misión como profesores es guiarnos a los jóvenes a encontrar este sentido último de la vida, a confiar en Cristo y arraigarnos sólidamente en él. Los llama también a transmitir ese ideal universitario de conocimiento y diálogo, no solo a enseñarlo, sino a vivirlo. Es su responsabilidad no hacer de la educación una simple comunicación de contenidos y técnicas y transmitir ese amor por la verdad que buscamos todos. Este camino hacia la verdad requiere de una completa entrega tanto de los mentores como de los alumnos, ya que citando el mensaje: “No podemos avanzar en el conocimiento de algo si no nos mueve el amor; ni tampoco amar algo en lo que no vemos racionalidad (…) Si verdad y bien están unidos, también lo están conocimiento y amor” 168 . Dado a que somos seres que aprendemos del ejemplo, se necesitan de maestros cuyo estilo de vida y pensamiento estén en armonía, lo cual deriva de esta unidad entre conocimiento y amor. Debemos buscar la verdad, amar la verdad, vivir la verdad y hacer de su encuentro nuestro mayor anhelo. Otro punto muy importante de este mensaje de Benedicto XVI a los profesores es el de la verdad como elemento que va más allá de nuestro alcance, podemos acercarnos a ella pero nunca poseerla del todo “es ella la que nos posee a nosotros y la que nos motiva” 169 . Al comprender este principio, nos queda claro que como profesores, no pueden vanagloriarse delante de sus alumnos, la humildad es una virtud esencial para ser un buen maestro y gracias a la que pueden encaminar a sus discípulos en el rumbo correcto para encontrar la verdad, la cual ellos también buscan, pues como ya hemos dicho, nunca puede encontrarse y poseerse del todo, ya que solo Dios la posee. 167 BENEDICTO XVI. “Encuentro con profesores universitarios”, consultado en: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/speeches/2011/august/documents/hf_ben-xvi_spe_20110819_docenti-elescorial_sp.html (04/03/2012). 168 Id. 169 Id. 126 Los profesores también deben de encontrarse en un viaje espiritual personal hacia su propia felicidad, es en el camino en donde ganan la facultad de transmitir su conocimiento, pero no significa que su viaje haya terminado. Nosotros como alumnos debemos tener también una mente abierta para poder comparar puntos de vista y reflexionar sobre el mejor camino para encontrar nosotros la verdad y también ser capaces de recibirla de otros. Ser conscientes de que Dios es el principio de todas las cosas, que sin el creador todas la criaturas colapsan, nos ayuda a comprender que el excluirlo de la sociedad como muchos lo hacen, es un error garrafal. Quien no cree en Dios cree en cualquier cosa por más tonta que sea, por ello hoy existen seres humanos que ponen toda su fe en simples objetos como en los tiempos antiguos. Incluso muchos cristianos recurren a amuletos y “limpias” que utilizan la imagen de Dios en vano y confían más en este tipo de artefactos que en ir a Misa y tener un diálogo más directo con Dios. Esto se genera ya que en estas personas, su fe no se arraigó con la fuerza necesaria. Estar seguros y mantenernos firmes en nuestra fe, confiar totalmente en Cristo y encomendar nuestra vida a Él es el punto principal del mensaje que dio Benedicto XVI a los jóvenes en la XXVI Jornada Mundial de la Juventud. También nos invita a alejarnos de tipos de pensamiento laicistas y relativistas en donde no se da importancia al papel que la fe juega dentro de la sociedad. CONCLUSIONES Recapitulemos los puntos principales a tratar en este ensayo: la búsqueda de una misión de vida basada en la verdad, el enfoque pragmático de la educación universitaria actual y el arraigo de la fe en los jóvenes. Tomando elementos de todo lo escrito podemos afirmar que Benedicto XIV nos brinda soluciones basadas en la verdad para afrontar estos asuntos. Nuestro propósito en la vida debemos buscarlo confiando en el Señor y reconociendo lo que es bueno, pero un bien objetivo es el que debemos buscar, un bien que sea tanto personal como común. El Santo Padre nos dice “[en cuanto a lo que debe hacer los jóvenes] hacer fructificar los propios talentos y las propias responsabilidades 127 empeñándose en progresar constantemente en la fe y el amor”170. Debemos encontrar la verdadera misión que Dios nos ha encomendado, alejando nuestros pensamientos de ideales materialistas y egoístas, aunque éstos nos parezcan atractivos, pero entonces debemos comenzar por cambiar nuestro concepto de grandeza hacia uno más altruista y verdadero. En cuanto a la educación, debemos tener muy en claro que si escogemos una universidad, es porque estamos en comunión con que lo que predican y su modo de pensar es la verdad, y tener en cuenta que lo que buscamos es un acercamiento al conocimiento de la verdad y la superación de nuestra persona, entender que al formaros íntegramente en el ámbito espiritual y humano, las oportunidades pasarán a segundo plano. Es necesario dejar de vernos como un producto que necesita venderse, y empezar a pensar en nosotros como seres únicos enviados para servir a la sociedad dentro de todo lo que bueno teniendo la verdad y la vida eterna como fin último. Desde antes de ser Papa, el Cardenal Joseph Ratzinger se encargaba de trazar la línea sobre lo que es verdadero y lo que es falso dentro de la religión católica, fue el gran amigo Juan Pablo II y junto a él, se encargaba de que los mandamientos no fueran malentendidos, de proteger y difundir los dogmas en cuanto su verdad, no admitía flexibilidades dentro de lo dicho por Dios, y fue y es un gran conservador. Esto hace que no todas las personas simpaticen con lo que predica, especialmente en una sociedad como la nuestra, en donde el libertinaje y el relativismo se plantean contra la autoridad, aunque ésta venga del mismo Dios. Aún así, Benedicto XVI no cede en predicar la verdad absoluta, sin adornos ni permisividades, porque es solo ésta la que nos llevará a todos a la vida eterna, y nos invita a que nosotros como jóvenes la entendamos, la practiquemos y la prediquemos. Bases sólidas en la instrucción de la fe, garantizan un arraigo aún más fuerte con Dios desde el principio y disminuirán las dudas que suelen suscitarse cuando las bases no son tan fuertes. Toda esta formación en la fe no puede suceder en un mejor momento que durante nuestra formación universitaria, aún si desde pequeños tenemos bases sólidas dentro de nuestra religión católica, es en esta fase de nuestra vida en donde la religión se arraiga 170 BENEDICTO XVI.”Mensaje del Santo Padre Benedicto XVI para la XXV Jornada Mundial de la Juventud”, consultado en: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/messages/youth/documents/hf_ben-xvi_mes_20100222_youth_sp.html (03/03/2012). 128 con más fuerza para nunca dejarnos ir. Dios ya no se convierte en solamente un recuerdo de nuestros días tomando catequesis, que desgraciadamente es el estado al que queda relegado en la mente de muchos chicos y chicas actualmente. Pero sí logramos crecer en la fe y sentimos ese amor para encontrarnos a nosotros mismos dentro de la verdad y confiamos en el Señor y en la palabra del Santo Padre Benedicto XVI, podremos encontrar un propósito digno en la vida y convertirnos, como el Papa en colaboradores de la verdad. 129 Bibliografía Benedicto XVI. “Mensaje del Santo Padre Benedicto XVI para la XXV Jornada Mundial de la Juventud”, consultado en: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/messages/youth/documents/hf_ ben-xvi_mes_20100806_youth_sp.html (03/03/2012). Benedicto XVI. “Mensaje del Santo Padre Benedicto XVI para la XXVI Jornada Mundial de la Juventud”, consultado en: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/messages/youth/documents/hf_ ben-xvi_mes_20100222_youth_sp.html (03/03/2012). Benedicto XVI. “Encuentro con los jóvenes profesores universitarios”, consultado en: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/speeches/2011/august/documen ts/hf_ben-xvi_spe_20110819_docenti-el-escorial_sp.html (03/03/2012). “Biografía de su Santidad”, consultado en: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/elezione/biografia_sp.html (01/03/2012). 130 La caridad: don excelso de Dios Luis Alfredo Osorio De la Mora INTRODUCCIÓN Es cierto que en nuestros días hablar de espiritualidad nos parece tan difícil, sobre todo a nosotros los jóvenes; la percibimos como algo tan etéreo que muchas veces no nos es posible aplicarlo a nuestra realidad. Cuando decidí participar en el IV Foro Universitas: “Benedicto XVI, colaborador de la Verdad”, pensé en leer algo escrito por el Santo Padre, hacer mi resumen y exponer mi punto de vista solamente, ya que creí que los textos eran básicamente de contenido religioso y que difícilmente podría extrapolarlos a mi vida diaria y mucho menos a la vida social y económica actual. También subestimé mi formación al no haber dedicado mucho tiempo de mi vida al estudio teológico; seguramente, pensé, entenderé parcialmente el contenido y haré un esfuerzo sobrehumano para encontrar algo que pueda aplicarse en mi vida. Escogí la Encíclica Caritas in Veritate, traducida como “Amor en la Caridad”, al reconocer que era una publicación reciente y, que por lo tanto, estaría cumpliendo con el requisito de contemporaneidad que buscaba. Efectivamente, al ser publicada en junio de 2009, respondía vivamente al momento económico, social y político por el que la humanidad estaba pasando: una gran crisis económica que agravaba la pobreza de los países y que ponía en duda la efectividad de los sistemas capitalistas que habían sido considerados durante mucho tiempo casi perfectos. Durante muchos años nuestro propio medio social, económico y por supuesto político, ha cultivado la idea de que todo lo relacionado con los valores espirituales es únicamente válido en el terreno religioso y totalmente anacrónico con nuestra realidad. El reto para mí, en este ensayo, es demostrar que no hay nada más equivocado que estas afirmaciones, tomando en cuenta tres variables importantes: la verdad, la caridad y el desarrollo económico. Asimismo, es importante mencionar que, independientemente de la religión que se practique, hay verdades y valores absolutos, aplicables a la vida individual y colectiva. En la medida en que apliquemos dichos valores, seremos capaces de obtener y 131 proporcionar un bienestar que nos permita ser personas más compartidas, más generosas, más caritativas, más amorosas y, por ende, más felices. La caridad en la verdad, considera el Papa Benedicto XVI, es la principal fuerza impulsora del desarrollo de cada persona y de toda la humanidad. Haciendo una división de este término, tenemos que caritas, es decir, amor, es una fuerza que tiene origen en Dios, Amor eterno y Verdad absoluta. Las formas de caridad están basadas en la verdad: protegiéndola, proponerla con humildad y testimoniarla; por lo tanto siempre tenemos que manifestar la verdad a los demás pues es una manera de llegar a ser caritativos. La caridad es la vía maestra de la doctrina social de la Iglesia, por lo tanto, considera a la relación personal con Dios y con el prójimo. Se puede decir que la caridad es el don más grande que Dios ha a dado a los hombres171. Por otro lado, hablando de la verdad, debemos contribuir a dar fuerza en ella, mostrando su capacidad de autentificar y persuadir en la concreción de la vida social. Ahora bien, viendo la relación de la verdad con la caridad, se determina que es la expresión auténtica de humanidad así como un elemento de importancia fundamental en las relaciones humanas. La verdad actúa como luz que da sentido y valor a la caridad. Ésta también crea comunicación y comunión, abre y une el intelecto en el logos del amor. Pero hay un problema serio en la actualidad: el amor se ha vuelto una presa fácil de emociones y las opiniones de las personas abusan y lo distorsionan; por lo que ya no se habla de un amor puro y verdadero, sino de algo torcido y creado por el hombre que también afecta a la verdad172. La adhesión a los valores del cristianismo, como es la fe, la caridad, el amor, el respeto, entre otros, es indispensable para la construcción de una sociedad equilibrada y un verdadero desarrollo humano integral. Si la humanidad adoptara esos valores, hablaríamos de una sociedad realizada, estable y feliz. Dios le otorga al hombre caridad, para que éste a su vez la difunda a los demás, siendo así una especie de profeta que da a conocer la caridad a la humanidad. La verdad preserva los acontecimientos nuevos de la historia; sin verdad, no hay conciencia ni responsabilidad social, y la actuación social se Cfr. Benedicto XVI. “Caritas in veritate”, en http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/encyclicals/documents/hf_benxvi_enc_20090629_caritas-in-veritate_sp.html (03/03/ 2012). 171 2 Id. 132 deja en manos de intereses privados y de lógicas de poder, con efectos disgregadores sobre la sociedad. Es lo que está pasando hoy en día, la sociedad ha sido separada pues esa responsabilidad y conciencia se está dejando en manos de empresas y gobierno que solo velan por intereses personales y no por el bien común. A largo plazo, esto daría lugar a un desequilibrio social y moral que desencadenaría en una crisis social173. Para alcanzar un desarrollo de la sociedad en vías de globalización es necesario que exista la justicia y el bien común, dos principios fundamentales aplicados en el cristianismo. La justicia se define como dar a cada quien lo que le corresponde; es inseparable de la caridad pues es la primera vía para llegar a ésta. Debe haber un sentido de gratuidad, misericordia y de comunión para que haya justicia plena. El bien común, en cambio, es querer el bien para una persona y trabajar eficazmente en conjunto por él. Trabajar por el bien común es cuidar y utilizar la vida social para que se configure como ciudad o polis, puesto que somos la unión de personas con los mismos intereses y, por lo tanto, queremos llegar al bienestar. El compromiso con el bien común tiene un valor superior al compromiso meramente secular y político, pues es una responsabilidad muy grande no solo con un pequeño grupo político o secular, sino con toda la sociedad. En una sociedad en vías de globalización, el bien común y el esfuerzo por él han sido el principal objetivo de pueblos y naciones porque al ver a los países globalizados, presentan sentimientos de mejora y superación174. El amor en la verdad es un gran desafío para la Iglesia en un mundo en progresiva y expansiva globalización ya que las tendencias están cambiando constantemente y es muy difícil seguir su marcha. Sólo con la caridad, iluminada por la luz de la razón y de la fe, es posible conseguir objetivos de desarrollo con un carácter más humano y humanizador. Esto es lo que les hace falta a países desarrollados y altamente industrializados. Quizá tengan mucha riqueza material, pero sólo con la caridad pueden alcanzar ese desarrollo humano pleno ayudando a otras naciones más desprotegidas o necesitadas175. 173 Cfr. Id. Id. 5 Cfr. Id. 4 Cfr. 133 La Iglesia tiende a promover el desarrollo integral del hombre, el problema es que no todos practican el cristianismo que forja en la persona ese sentido de espiritualidad. El auténtico desarrollo del hombre concierne de manera unitaria a la totalidad de la persona, por lo que necesita lo social, lo político, lo biológico, lo moral y lo espiritual o religioso. Sin la perspectiva de una vida eterna, el hombre queda expuesto al riesgo de reducirse sólo al incremento del tener y del consumismo; así, la humanidad pierde la valentía de estar disponible para los bienes más altos. Este tema es sumamente importante, porque hoy en día se está viviendo muy fuerte: el consumismo. Las personas, por la globalización, tienen acceso a más productos de otras partes del mundo, por lo que la mercadotecnia de las empresas “hipnotiza” a la población para que creen una necesidad que no tienen. Por ejemplo, hace algunos años no era necesario un iPad, pero ahora han creado esa necesidad en donde tienes que comprar un iPad. Esto desencadena el consumismo, en donde las personas quieren lo nuevo y desechan lo viejo de manera acelerada. La ideología tecnocrática actualmente está arraigada y confía todo el proceso del desarrollo sólo a la técnica. Es decir, el desarrollo está basado en la tecnología, en lo material y no en lo que realmente es importante y trascendental para el hombre: la espiritualidad, porque sin ésta, no podríamos ser hombres íntegros y nos faltaría esa parte religiosa176. Voy a hacer más hincapié el capítulo tercero denominado fraternidad, desarrollo económico y sociedad civil pues es la base de la tesis que sostengo. Actualmente, la gratuidad pasa desapercibida pues se antepone la productividad y la utilidad. A las empresas no les importa la parte humana incluidos los valores de solidaridad y gratuidad, sino que sólo les interesa cumplir los objetivos personales basados en ingresos y utilidades177. Todos y cada uno de nosotros, no debemos olvidar que tenemos el pecado original, por lo que el hombre se inclina al mal y da lugar a graves errores en el dominio de la educación, de la política, de la acción social y de las costumbres. Creerse autosuficiente y capaz de eliminar por sí mismo el mal ha inducido al hombre a confundir la felicidad y la salvación con bienestar material y de actuación social. Gracias a esto, como lo mencioné anteriormente, nos hemos transformado en una sociedad a la que sólo le 176 Cfr. Id. 7 Cfr. Id. 134 interesa tener más que el otro y lo nuevo, mientras que se olvidan de la parte espiritual. El hombre ha llegado a abusar de los instrumentos económicos incluso de manera destructiva, esto ha desembocado en sistemas económicos, sociales y políticos que han tiranizado la libertad y no han sido capaces de asegurar la justicia. Por eso, es necesario que las personas empecemos a preocuparnos por la parte espiritual para que haya un equilibrio en su nosotros podamos actuar a favor del bien común, para que haya justicia y libertad y sobre todo, para que haya un equilibrio social caracterizado por valores sociales, morales y religiosos178. Dice el Papa Benedicto XVI: “La esperanza sostiene a la razón y le da fuerza para orientar la voluntad”179. Tiene mucha razón al decir que a través de la fe y la esperanza, podemos plantearnos un objetivo a futuro y lo podemos lograr. La caridad es un don absolutamente gratuito de Dios. El don supera al mérito; el alma de cada uno de nosotros es el signo de la presencia de Dios y de sus expectativas para con nosotros. La caridad en la verdad es una fuerza que funda la comunidad pues unifica a los hombres en pueblos y sociedades. Esta unidad del género humano, nace de la palabra de Dios-Amor que nos convoca. Es necesario el principio de gratuidad como expresión de fraternidad para ayudar al necesitado en momentos de dificultad. Si hay confianza recíproca y generalizada, el mercado es la institución económica que permite el encuentro entre las personas, como agentes económicos que utilizan el contrato como norma de sus relaciones y que intercambian bienes y servicios de consumo para satisfacer sus necesidades y deseos. Está sujeto a los principios de la justicia conmutativa donde se regula la relación entre dar y recibir entre iguales; también son necesarias la justicia distributiva y la justicia social porque si no estuvieran incluidas, el mercado no llega a producir cohesión social que necesita para su buen funcionamiento. Sin formas internas de solidaridad y confianza recíproca, el mercado no puede cumplir plenamente su propia función económica. Hoy, esa confianza ha fallado y esta pérdida de confianza es algo grave.180 Con esta frase de Benedicto XVI, podemos decir que esta definición del mercado esta dada en términos morales; este significado se ha ido transformando en otra más egoísta y consumista. Esto provoca que haya una falta de solidaridad y confianza recíproca que desencadena las diferencias marcadas entre países desarrollados y en vías de desarrollo. 8 Cfr. Id. 9 Id. 10 Id. 135 Es cierto, que es necesario hacer un cambio en la ideología de las personas para que esta definición dada por el Papa supla a la que se está viviendo hoy en día; dando prioridad a valores morales para que el mercado pueda ayudar y no perjudicar a la sociedad181. Desde el punto de vista económico, no se deben considerar a los países pobres como subvaluados sino como una riqueza. Debe haber igualdad y sobre todo un poco más de solidaridad y gratuidad. Es equivocada la visión de quienes piensan que la economía de mercado tiene necesidad estructural de una cuota de pobreza y subdesarrollo para que pueda operar bien. La actividad debe estar ordenada a la consecución del bien común; por tanto, no se debe separar la gestión económica de la acción política pues causaría graves desequilibrios. Entonces, la actividad económica no debe considerarse antisocial, pues siempre va dirigida al desarrollo y bienestar de la sociedad182. La doctrina de la Iglesia indica que dentro de la actividad económica se necesitan relaciones de amistad, de sociabilidad, de solidaridad y de reciprocidad. No sólo no se pueden olvidar o debilitar los principios tradicionales de la ética social, como la transparencia, la honestidad y la responsabilidad, sino que en las relaciones mercantiles el principio de gratuidad y la lógica del don, pueden y deben tener espacio en la actividad económica ordinaria183. La justicia afecta a todas las fases de la actividad económica, por lo que éstas tienen implicaciones morales. La economía se encarga de la producción de riqueza mientras que la política de su distribución; depende una de la otra para que pueda haber un equilibrio. El problema, por lo menos en México, es que la economía y el gobierno no están en sintonía y organización, por lo que quizá se produzca riqueza pero no se distribuye bien o ni produce riqueza ni se puede distribuir. Pero ahora resulta más difícil por la globalización porque las actividades económicas no se limitan a territorios definidos, mientras que las autoridades gubernativas siguen siendo locales184. El comportamiento económico y empresarial tiene en común el respeto de la justicia conmutativa. La vida económica necesita del contrato, de leyes justas y formas de 181 Cfr. Id. 12 Cfr. 13 Cfr. Id. Id. 136 distribución guiadas por la política, además de obras caracterizadas por el espíritu del don. La sociedad civil era apropiada para una economía de gratuidad y de fraternidad para llegar a una democracia económica, pero ahora, no se puede hablar de democracia económica; la crisis económica, fue resultado de una economía sin valores. Sin esta gratuidad no se alcanza ni siquiera la justicia. Se requiere un mercado en el cual puedan operar libremente empresas que persiguen fines institucionales diversos. En términos económicos, la caridad en la verdad significa dar la necesidad de dar forma y organización a las iniciativas económicas que quieren ir más allá de la lógica del intercambio de cosas equivalentes y del lucro como fin en sí mismo. Se busca un compromiso para promover un mundo más humano para todos. La caridad en la verdad tiene un significado humanizador en cuanto a la actividad económica, que no solo se reduce a ganar utilidades, sino que se debe formar a empleados, proveedores, clientes, entre otros: La lógica del mercado y la lógica del Estado al ponerse de acuerdo, a la larga, la solidaridad se debilita en las relaciones entre los ciudadanos, la participación, el sentido de pertenencia y el obrar gratuitamente, que no se identifican con el dar para tener, propio de la lógica de la compraventa, ni con el dar por deber, propio de la lógica de las intervenciones públicas, que el Estado impone por ley185. Debe haber una apertura progresiva en el contexto mundial a formas de actividad económica caracterizada por ciertos márgenes de gratuidad y comunión. El mercadoEstado corroe la sociabilidad mientras que la economía solidaria crea sociabilidad, el problema es que el mercado-Estado es una forma arraigada que será difícil de sustituir por la economía solidaria. La empresa responde exclusivamente a las expectativas de los inversores, pero debería responder a las expectativas de clientes y trabajadores que dependen de ella. Por eso, la gestión de la empresa no puede tener en cuenta únicamente el interés de sus propietarios, sino también el de todos los otros sujetos que contribuyen a la vida de la empresa. Se tiene que evitar a toda costa que el empleo de recursos financieros esté limitado a buscar un beneficio inmediato, en vez de la sustentabilidad de la empresa a largo plazo. También es necesario que las empresas, tengan responsabilidad social, para que no sea sólo una “máquina de dinero” sino también un sistema reformador y forjador de personas186. 14 Cfr. 15 Id. Id. 137 Es importante decir que la iniciativa empresarial tiene un significado polivalente, en donde tiene que destacar lo humano. También la autoridad política tiene un significado polivalente; se debe promover una autoridad política repartida y que ha de actuar en diversos planos187. La ayuda internacional es un proyecto inspirado en la solidaridad para solucionar los actuales problemas económicos, debería ayudar a la consolidación de los sistemas constitucionales, jurídicos y administrativos en los países que todavía no gozan plenamente de estos bienes. Es decir, países como Estados Unidos, Alemania, Inglaterra, entre otros, deberían ayudar a países africanos, con dificultades o con deficiencias, para que crecieran. Así, el mundo podría salir adelante en conjunto destacando valores como solidaridad y fraternidad188. La globalización es un proceso socioeconómico en donde hay una superación de fronteras. La verdad de la globalización como proceso y su criterio ético fundamental vienen dados por la unidad de la familia humana y su crecimiento en el bien. Hay que esforzarse para favorecer una orientación cultural personalista y comunitaria, abierta a la trascendencia, del proceso de integración mundial. Oponerse ciegamente a la globalización sería incorrecto porque sería ignorar los aspectos positivos que ésta produce como mayor comunicación, productos y servicios de distintos países, entre otros. La globalización ofrece la posibilidad de una redistribución de la riqueza a escala mundial pero si se gestiona mal, puede incrementar la pobreza y la desigualdad, cayendo en una crisis. Por eso, se debería implementar un organismo o institución que pudiera distribuir la riqueza de manera justa y equitativa a nivel mundial, para que hubiera una estabilidad económica, política y social189. Los recursos materiales para sacar a los pueblos hundidos en la pobreza son hoy mayores que antes, pero los países desarrollados se han servido y aprovechado de ellos. La difusión de ámbitos de bienestar en el mundo no debería ser obstaculizada con proyectos egoístas, proteccionistas o dictados por intereses particulares, sino que debe haber una conciencia de espíritu antropológico y ético que impulse la globalización 16 Cfr. Id. Cfr. Id. 18 Cfr. Id. 17 138 hacia metas de humanización solidaria. La globalización es un término multidimensional y polivalente, pero aplicado a la humanidad, se debe orientar en términos de relacionalidad, comunión y participación190. Después de haber visto todos estos argumentos de la Carta Encíclica Caritas in veritate, puedo decir que muchos postulados se aplican al mundo contemporáneo. Es cierto que cambiar esta ideología de los países, empresas y sociedad es muy difícil, pero podemos apoyar la idea de que hay que aplicar la ética y la moral en todos los actos que desempeñemos, para que así haya justicia, caridad, gratuidad, fraternidad y solidaridad para poder crecer juntos como país, continente y mundo. Hablando de la caridad, no puede quedarse en sólo recibirla por parte de Dios, sino que es importante proyectarla hacia los demás cuidando que esta caridad siempre esté acompañada de la verdad, para que pueda conseguirse con ella el bien común. No sólo las personas en lo individual deben practicar la caridad, sino que se debe extrapolar a instituciones gubernamentales y económicas para tener un alcance global. El Papa Benedicto XVI, hace hincapié sobre todo en la sociedad, economía y política donde existe una crisis de valores. Necesitamos que haya un sistema económico moralizado y humano, en donde se tome en cuenta a todo el mundo y no sólo a algunos privilegiados. Necesitamos de una espiritualidad, para conseguir una integridad como personas y para estar cien por ciento convencidos que lo importante es lo trascendental y no lo material y consumista. A través de esta religiosidad, se llega a la caridad en la verdad. El sistema económico actual ha provocado severas crisis en todos los ámbitos derivado de que se han antepuesto todos los planes y programas a la ética. Si la ética es considerada para la toma de decisiones es posible obtener una transparencia total de la política, de las instituciones y las empresas. En cada país, debe haber una economía y un Estado que estén en constante sintonía y organización para que se convierta en una Nación estable y equilibrada. Cada vez es más común que la sociedad se vaya desapegando de la religión, sobre todo del cristianismo. Para lograr todo lo expuesto por el Santísimo Padre, es necesario que 19 Cfr. 20 Cfr. Id. Id. 139 tengamos bases cristianas fundadas en el amor, en la verdad y gratitud. Esto quiere decir que estos valores no son anacrónicos, sino que están presentes en la vida económica, política y social. Así, podemos concluir que la caridad en la verdad siempre estará presente en el mundo contemporáneo, ayudando a que haya personas íntegras, un desarrollo importante y decisiones que velen por el bien común y la justicia; por eso se dice que la caridad es el don excelso de Dios. 140 Bibliografía BAUMAN, Zygmunt. La globalización: Consecuencias humanas. Fondo de Cultura Económica, México: 19992. KECKEISSEN, Joseph. “Encíclica Caritas in veritate, un análisis del Dr. Joseph Keckeissen”, en http://www.youtube.com/watch?v=pBWt42oCI1I (04/03/ 2012). RATZINGER, Joseph A. “Caritas in veritate”, en http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/encyclicals/documents/hf_benxvi_enc_20090629_caritas-in-veritate_sp.html (03/03/2012). RUBIALES, Francisco. “Caritas in Veritate: el papa denuncia un mundo sin ética", en http://www.votoenblanco.com/Caritas-in-Veritate-el-papa-denunciaun-mundo-sin-etica_a3153.html (04/03/2012). 141 142