El anteproyecto de Ley de 2011 no llegó a tramitarse en el

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TIEMPOS DE HOY
El anteproyecto de Ley de 2011 no llegó a tramitarse en
el Congreso de los Diputados
EL DERECHO A MORIR, SIN
LEGISLAR
En el conflicto ético que cíclicamente aparece y desaparece en las sociedades,
algunas optaron por regularlo; a otras les tiembla la mano al autorizar un suicidio, y
muchas ni se lo plantean.
Ayudar a morir es un acto repleto de empatía y respeto para unos, y de ausencia de ética e insensatez para otros.
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24–30 de noviembre de 2014. nº 1087
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Por Verónica Gayá
roporcionar los cuidados y herramientas necesarias para que alguien
acabe con su vida es algo tan escalofriante como alocado y generoso.
Un acto repleto de empatía y respeto para unos
y de ausencia de ética e insensatez para otros.
La sociedad se divide en un debate sobrecogedor representado por miles de casos difíciles dolorosos y únicos. Las leyes ayudan poco y los profesionales sanitarios, unos más y
otros nada. Parece que decisiones cruciales
como el derecho a morir no se afrontan con
la valentía suficiente para garantizar a estas
personas la tranquilidad y dignidad ese día.
El conflicto moral de muchos profesionales
sanitarios, legisladores, pacientes y familias se
ve en parte aliviado por la clasificación de eutanasia. Eutanasia directa es aquella en la que
la muerte se adelanta ante una enfermedad incurable. Ésta, a su vez, se presenta en dos formas, subdivisión no reconocida por la Organización Médica Colegial Española: activa, con
la que se provoca la muerte de manera directa (se suelen recurrir a fármacos en sobredosis), y pasiva, omitiendo el tratamiento o la alimentación, en lo que se considera muerte por
omisión. La eutanasia indirecta es la realizada
por procedimientos terapéuticos que pueden
llevar a la muerte como efecto secundario. La
mayoría de las veces ocurre cuando se opta
por administrar una cantidad de analgésicos
narcóticos suficientes para calmar el dolor, a
sabiendas de que dicha decisión puede causar la muerte, pero en ningún momento la decisión de hacerlo nace de ese deseo.
A estas opciones se les suma además la
del suicidio asistido, en el que al enfermo se
le suministra la medicación y utensilios apropiados para poner fin a su propia vida.
En España no existe una legislación al repecto. Tan sólo se recogen en el Código Penal (en el artículo 143) las penas de los que
induzcan al suicidio:
“1. El que induzca al suicidio de otro será castigado con la pena de prisión de cuatro a ocho años.
2. Se impondrá la pena de prisión de dos
a cinco años al que coopere con actos necesarios al suicidio de una persona.
3. Será castigado con la pena de prisión
de seis a diez años si la cooperación llegara hasta el punto de ejecutar la muerte.
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4. El que causare o cooperare activamente
con actos necesarios y directos a la muerte de
otro, por la petición expresa, seria e inequívoca de éste, en el caso de que la víctima sufriera una enfermedad grave que conduciría
necesariamente a su muerte, o que produjera
graves padecimientos permanentes y difíciles
de soportar, será castigado con la pena inferior en uno o dos grados a las señaladas en los
números 2 y 3 de este artículo”.
Desde 2002 existe también la Ley Básica
Reguladora de la Autonomía del Paciente y
Derechos y Obligaciones en Materia de Información y Documentación Clínica que permite la realización de un documento de voluntades anticipadas, más conocido como
testamento vital, en el que se expresa la voluntad sobre las atenciones médicas que se
desea recibir, o no recibir, en el caso de enfermedad irreversible o terminal que impida
la posibilidad de expresarse (rechazar tratamientos, solicitar cuidados paliativos…)
La potestad conferida a las autonomías ha
permitido que en Andalucía, Navarra y Aragón se aprueben leyes que vigilan los derechos y garantías de la dignidad de las personas en el proceso de muerte, con las que
se prohíbe el ensañamiento terapéutico, se
permite a los pacientes rechazar tratamientos que alarguen artificialmente su vida y
permiten la sedación paliativa, aun a sabiendas del peligro que pueda entrañar para la vida del paciente. De esta manera, ante la inminencia de la muerte los pacientes
se enfrentan a un maremoto de pesquisas,
diferencias entre comunidades autónomas,
opiniones y problemas éticos propios y ajenos que dificultan o impiden morir en paz.
En una cultura donde el tema de la muerte
es tabú cada enfermo y su familia se enfrenta
de manera única al final de una vida.
Huérfanos de legislación, pacientes terminales, sanitarios y familias reclaman al menos un derecho sí reconocido y tan importante como son los cuidados paliativos, cuidados esenciales que acompañen al enfermo hasta el final de su vida y que le garanticen una vida digna, sin sufrimiento ni agonía. Sin embargo el deterioro de la sanidad
pública ha provocado que prácticamente la
mitad de los pacientes que requieren de este tipo de cuidados no estén debidamente
atendidos. España dispone de 425 unidades
de cuidados y se necesitarían cerca del do-
ble. Además, en muchas de ellas los recortes han eliminado a alguno de los profesionales como médicos, psicólogos o trabajadores sociales.
Para los niños y adolescentes estas cifras
son aún mucho más abominables. Tan sólo
el 10 por ciento de los menores que van a
morir reciben los cuidados necesarios, incluidos los garantes de ausencia de dolor y
sufrimiento.
Fuera de España, la eutanasia activa es legal en Holanda, Luxemburgo y Bélgica, país
que también reconoce el derecho de los niños a decidir sobre su muerte. Por su parte,
en Holanda es legal a partir de los doce años,
y sólo en casos de dolor físico (no sólo psíquico como los adultos), una decisión respaldada por el 74 por ciento de su población.
El suicidio médicamente asistido es legal
en Suiza, y en Oregón, Washington, Montana y Vermont (Estados Unidos).
Mientras, en España, los amagos de legislación como el anteproyecto de Ley de 2011
aprobado por el Consejo de Ministros, que
no llegó a tramitarse en el Congreso de los
Diputados, conviven con las voces agitadas
de los que luchan por el derecho a morir –opinión que, según el estudio del CIS
(Centro de Investigaciones Sociológicas) de
2009, comparten con seis de cada diez ciudadanos– y con aquellos que consideran que
la dignidad de la vida de las personas no se
ve dañada en ninguna circunstancia, y que
no hay argumentos, ni hechos, ni dolores tan
rotundos como para acabar antes de tiempo
con la vida. l
AL DÍA
Sin miedo,
todo atado
La mayoría de las veces no
somos tan precavidos como para cerrar algunos asuntos poco
apetecibles como pensar qué
querríamos en el caso de que
una enfermedad grave o un estado convaleciente nos impidiera expresarnos, o incluso si
muriéramos.
Son temas que no llevan mucho tiempo y aseguran que se
cumpla nuestra voluntad. Además facilitan enormemente la
vida a los que dejamos. Te ponemos en camino por si te animas a dar el paso.
Testamento vital. Cada comunidad tiene el suyo propio.
Lo mejor es entrar en la página de DMD (Derecho a Morir
Dignamente), imprimir el documento de instrucciones previas de tu comunidad y entregarlo a un notario, en el registro de tu Comunidad Autónoma
o a tres testigos –dos de ellos
siempre podrás renunciar a este testamento.
Carné de donantes. Esta tarjeta se puede solicitar a través
de www.ont.es o en cualquier
hospital. Es tan sólo un testimonio de tu voluntad de ser donante. Sin embargo, no es legal, por lo que es muy importante compartir con tus familiares tu deseo de hacerlo. Son
ellos los que tendrán que tomar
la última decisión.
no pueden ser familiares (los
documentos en esta página vienen preparados para las firmas
de los testigos)–.
El documento invita a nombrar un representante, que debiera ser alguien con ideas similares a las tuyas y con la
fuerza para defenderdas, y un
segundo representante por si
el primero falla.
Recuerda que debes intentar, en la medida de lo posible,
que tus allegados, tu representante o tu médico conozcan
estos documentos para acudir
a ellos en caso de ser necesarios. Tienes que saber que
Testamento. Sólo el 15 por
ciento de los españoles lo hace
y, sin embargo, es una garantía
de que nuestros bienes pasan a
quienes queremos, ahorrando
muchos problemas a nuestros
allegados y viviendo con la tranquilidad de que cosas tan importantes como la custodia de
nuestros hijos estará en manos
de quienes deseamos. Es muy
recomendable presentarlo ante
notario. Si tienes abogado, mejor, para que te ayude a redactarlo; si no hay libros de autoayuda e incluso un software diseñado al efecto.
nº 1087. 24–30 de noviembre 2014
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