ABSTRACT TRES POETAS CON HERÁCLITO: BORGES, HAHN, PACHECO. By Jorge Emilio Strittmatter This paper closely studies most of the poems related and inspired by the doctrine of the presocratic philosopher Heraclitus written by Jorge Luis Borges, Oscar Hahn and José Emilio Pacheco. It aims to explain why and how these three Latin-American poets coincided in their election of that Greek philosopher as a way to express their metaphysical concern about the changing world. In addition, it examines in which ways they were influenced not only by Heraclitus, but also by other poets that preceded them in the admiration and interpretation of his thought, and what are the intertextual relations that exist among them all. TRES POETAS CON HERÁCLITO: BORGES, HAHN, PACHECO A Thesis Submitted to the Faculty of Miami University in partial fulfillment of the requirements for the degree of Master of Arts Department of Spanish and Portuguese by Jorge Emilio Strittmatter Miami University Oxford, Ohio 2007 Advisor_________________________ María Auxiliadora Álvarez, Ph.D. Reader________________________ Kerry Hegarty, Ph.D. Reader________________________ Raúl Ianes, Ph.D. Indice Introducción:…………………………………………………………………… p. 1 Capítulo 1:………………………………………………………………………. p. 6 Capítulo 2:………………………………………………………………………. p. 27 Capítulo 3:………………………………………………………………………. p. 38 Conclusión:……………………………………………………………………… p. 52 Obras citadas:…………………………………………………………………… p. 54 Notas:…………………………………………………………………………….. p. 58 ii “Toda poesía es, en cierto modo, un palimpsesto.” (Antonio Machado, Los complementarios). Introducción Como los niños, los hombres en la antigüedad clásica se asombraban ante la naturaleza. El temor ante lo desconocido comenzaba a quedar atrás, dando paso a la curiosidad. Estaban cada vez más insatisfechos, sostiene Edward Hussey, con la religión de sus antepasados, que no era capaz de llenar nuevas necesidades espirituales, y con las fuentes de información tradicionales acerca del mundo (The Presocratics 10). Los filósofos presocráticos fueron los primeros en dejar constancia escrita de esa admiración, y de las reflexiones que sus observaciones les sugerían. Al tiempo que pensaban sobre el maravilloso mundo que les rodeaba, necesitaban palabras nuevas para nombrar los objetos de su experiencia, y los conceptos abstractos que derivaban de ella. Y cuando no se podía formar una palabra, le daban nuevo significado a las que tenían. “In sorting things out, Heraclitus had to forge his language, to transform the Greek language to make it work as reflective language of a sort for which there was… still no tradition, no established precedent” (Richard Gotshalk 165). Y en esto los presocráticos y los poetas modernos se parecen. Se vuelve al comienzo, al asombro y a jugar con las palabras. Como los filósofos de la antigua Grecia, los poetas hoy toman ideas, conceptos, versos, de quienes les precedieron y los ciernen, mezclan, amasan junto con la levadura de las nuevas ideas; aún reconocibles, pasan a integrar el pan que el poeta partirá y dará a los comensales de esta cena sin fin que es la poesía. No es extraño por tanto que algunos poetas contemporáneos sean tan conscientes de filósofos como Heráclito de Efeso. “Don de Heráclito”, “Heráclito” y “Fragmentos de Heráclito al estrellarse contra el cielo”. Tres poemas, tres poetas latinoamericanos - José Emilio Pacheco, Jorge Luis Borges y 1 Oscar Hahn, - y un mismo referente, el filósofo jonio del siglo V a.C. Cada uno de estos poetas expresó con singular voz poética, en no menos de una treintena de poemas en total, las ideas que les sugirió el verbo del pensador griego. La influencia de Heráclito sobre Pacheco, Borges y Hahn ha sido estudiada por la crítica, pero no se ha hecho hincapié sobre la admiración colectiva y compartida que los tres demuestran, hasta el punto que podría hablarse de ellos como “poetas heracliteanos”, en el sentido que G. S. Kirk utiliza el término: “The ‘Heracliteans’ had not been members of a ‘school’ of Heraclitus, but were simply devotees of his book” (The Cosmic Fragments 9). Refiriéndose a Borges y su relación con Heráclito, ha preguntado Florence L. Yudin: “¿…cuál es el ámbito intelectual que comparten estos notables pensadores; por qué resucita al presocrático ‘oscuro’ el gran escritor moderno?” (258). Reformulamos su interrogación para incluir a Pacheco y Hahn: ¿Qué hace coincidir a estos tres artistas en su evidente entusiasmo por Heráclito? ¿Qué ecos despertaron en ellos los pensamientos del filósofo? ¿Qué tensión (para seguir un ejemplo del filósofo) produjo en sus liras? ¿Es Heráclito sólo un antecedente común, o hay además un juego de influencias entre ellos? ¿Es directa la relación de estos autores con el filósofo, o existen poetas y filósofos entre ellos que establecen algún tipo de intermediación? Sugerimos que hay relaciones de intertextualidad no sólo con Heráclito sino entre estos mismos poetas y otros escritores contemporáneos influenciados por el filósofo. Proponemos como hipótesis de trabajo que Heráclito, el filósofo del cambio, testigo él mismo como fue de una época de tensiones y opuestos, de inestabilidad política y económica, de guerras y dictaduras, presenta para nuestros tres poetas un atractivo basado en las parecidas circunstancias vitales que formaron y constituyeron sus entornos marcando con su impronta sus pensamientos. Mostraremos las correspondencias que existen entre el filósofo que amaba el acertijo, y la poesía, 2 muchas veces enigmática y elusiva, de Borges, Pacheco y Hahn. Estableceremos conexiones y explicaciones para señalar la marcada coincidencia entre ellos y su expresada y evidente atracción por las ideas de quien, ya en su época, fuera llamado “El Obscuro”. Heráclito floreció aproximadamente en el año 500 a.C. y habría completado su obra en el 480 a.C. Nació y vivió en Éfesoi, una colonia griega en la costa oeste de la actual Turquía. Según varios historiadores, entre ellos C. J. Emlyn-Jones, Éfeso tendía a mirar hacia el Este desde una temprana época y mantenía relaciones con Lidiaii tanto a través de la población como de su culto religioso (19). Señala Hermann Bengtson que, en general, los griegos detestaban los frecuentes ejemplos de administración arbitraria de los gobernadores persasiii y el aliento que los persas daban a los tiranos griegos en las ciudades jonias (80). Las colonias emprendieron una revuelta en el año 500 a.C., cuyo resultado, luego de cinco amargos años de lucha, fue mejorar las condiciones políticas para los jonios asiáticos. Pero pocos habitantes de Éfeso deseaban una revuelta en contra de Darío, pues bajo sus sátrapas habían gozado de cierta independencia en el gobierno de su propia ciudad (Huxley 140). Karl Popper señala que: “Heraclitus, the first philosopher to deal not only with ‘nature’ but even more with ethico-political problems, lived in an age of social revolution” (10). Heráclito acostumbraba a expresar su opinión abiertamente sobre la vida política de su ciudad: The Ephesians deserve, from the young men to the old, to be hanged, and to leave the city to the beardless youths, since they cast out Hermodorus, their best man, saying, ‘let no one be the best among us; if he is, let him be so elsewhere and among others (Fr. 121) (Sweet 51). John Burnet asegura al respecto que Heráclito era un convencido aristócrata y tenía un soberano desprecio por las masas (Greek Philosopy 58). Es probable que Heráclito haya 3 sobrevivido para ver pasar a Jonia de las manos persas a la de los griegos continentales, en 479 a.C. (Emlyn-Jones 144). La obra de Heráclito era un tratado llamado Sobre la naturaleza, que el filósofo habría depositado en el templo de Artemisa (Diogenes Laertius 9.5), y que luego se perdió, probablemente en el gran incendio que destruyó el templo en el siglo IV a.J.C. (Huxley 140), a excepción de los fragmentos que se conservan a través de citas. “In the same streams we both step and do not step; we both are and are not" (Fr. 49 a) (Sweet 21). A través de unos cien fragmentos como éste, aceptados como genuinos y otros veinte o treinta dudosos, fue transmitiéndose hasta nuestros días el pensamiento de Heráclito. Esos trozos de información permiten rescatar algunas de sus ideas. Una de ellas es que la inteligencia no consiste en acumular conocimiento, sino en comprender la totalidad de las cosas, o una cosa, y esta es el Logos (Λόγος), aunque la mayoría de los hombres no la pueden entender aún cuando se la expliquen (J. M. Cook 115). El Logos tiene muchas acepciones: verbo, palabra, discurso, significado, creencia, medida, proporción, recuento, dice Kirk en The Cosmic Fragments (38), con un uso que coloca a la palabra en oposición a “historia”, para implicar una relación “verdadera” o “razonada”. En algún sentido, el Logos es el principio acorde al cual el mundo está organizado (Emlyn-Jones 150). Para Heráclito el mundo no era una acumulación de cosas, sino un proceso en marcha. En este proceso, una cosa pasa a ser su contrario u opuesto sin dejar de ser esa misma cosa, lo que resulta en una unidad de opuestos (Huxley 141). Así, la noche sigue al día, pero no se trata de dos cosas distintas sino de dos extremos de lo mismo. El fuego es un ejemplo de este proceso. Una vela encendida es combustible (pabilo y cera) que el fuego transforma en luz, calor y humo. Las tensiones entre los opuestos, como en el arco y en la lira, crean estabilidad, y, puesto que la contienda y el cambio subyacen en todas las cosas, la guerra no es antinatural (Huxley 141). Además existe una cierta relatividad, por que lo que es bueno 4 para algunos, es malo para otros. Hay una ley, y ese es otro significado del Logos, que gobierna a la totalidad de las cosas, así como la ciudad se gobierna por sus leyes. La doctrina del cambio permanente se ilustra con el ejemplo del río, cuyas aguas son siempre distintas pero que mantiene su identidad como río: podemos hablar del Sena, del Mississippi, del Paraná, aunque cada vez que los veamos sean distintos, ellos y nosotros. Comenta J. Barnes: “The obvious and the natural message of rivers is this: stability may cover constant change” (66). Las ideas de Heráclito se transmitieron a través de historiadores y filósofos como Platón y Aristóteles, entre otros, quienes las utilizaban muchas veces para apoyar sus propias doctrinas, ya sea refutándolas o tomándolas como antecedentes. De su renombre y reputación da habida cuenta el hecho que Quevedo haya titulado “El Heráclito Cristiano” a una colección de sus poesías con contenido religioso, los Salmos. Estudiado nuevamente a partir del siglo XIX, despertó entusiasmo y admiración en Hegel y Marx y, como dice Barnes, “The truth is that Heraclitus attracts exegetes as en empty jampot wasps; and each new wasp discerns traces of his own favourite flavour” (57). En nuestros días, sin embargo, no son Borges, Pacheco y Hahn los únicos escritores conmovidos por Heráclito. T.S. Eliot comienza sus Four Quartets citando los fragmentos 2 y 89; Blissett, comentando las conexiones directas del poeta con Heráclito, asegura haber encontrado en los Complete Poems and Plays referencias a no menos de cien fragmentos (29). Antonio Machado lo cita y comenta en Los complementarios, y lo alude en poemas “¡Oh, tarde viva y quieta / que opuso al panta rhei su nada corre,” (6-7) (Obras 429)iv; Amado Nervo escribió un poema titulado “Heráclito”v, incluído en su Estanque de los lotos; Julio Cortázar entrelazó la historia, muy probablemente apócrifa, de las circunstancias de la muerte de Heráclito con el capítulo 73 de Rayuela, y el ensayo de Octavio Paz El arco y la lira toma su nombre de un 5 fragmento del filósofovi. Heráclito tiene una peculiar relevancia para aquellos que en la persecución de la verdad y auto-realización buscaron una alternativa a la lógica y al descubrimiento científico y encuentran inspiración en una percepción intuitiva de la realidad (Emlyn-Jones 143). Veamos ahora cómo lo modifican y reprocesan nuestros tres poetas, comenzando por Borges. Capítulo 1 Jorge Luis Borges: “Uno falta”. En la vasta obra de Jorge Luis Borges, Heráclito ocupa un lugar prominente, tanto en la prosa como en la poesía, y en ésta ha tenido una presencia constante desde su primer libro de poemas, Fervor de Buenos Aires (1923) hasta el último, Los conjurados (1985). Heráclito, Parménides, Platón, Berkeley, Spinoza y Schopenhauer son filósofos a los que acude constantemente para referirse a ciertos temas que le inquietaron desde siempre, y que sometió una y otra vez a la consideración de sus lectores: la naturaleza del tiempo, el cambio, el ser. La crítica se ha explayado profusamente, sobre la preocupación de Borges acerca del tiempo y no intentaremos repetir aquí lo mucho que se ha comentado al respecto; sí, en cambio creemos que interesa señalar cuántas veces y en qué contextos Borges aludió a Heráclito, particularmente al mensaje contenido en el Fragmento 49a ya citado y el Fr.12: “Upon those who step into the same stream ever different waters flow” (Sweet 7). En “Final de año” aparece, por primera vez en la poesía de Borges, una mención al filósofo jonio, y con él la inquietud metafísica en su poesía. No volverá a surgir como tema central, como lo señala David Viñas Piquer (4) hasta 1960, en El Hacedor. Destacamos el momento de su vida en que esta inquietud se expresa. Fervor de Buenos Aires, donde está incluido este poema, fue escrito entre 1921 y 1922 y se publicó en 1923. En su prólogo, decía 6 Borges que había querido “…cantar un Buenos Aires de casas bajas y, hacia el poniente o hacia el Sur, de quintas con verjas. En aquel tiempo, ‘buscaba’los atardeceres, los arrabales y la desdicha…” (Obra poética 19). El poeta había pasado mucho tiempo fuera de su patria, pues un viaje que estaba programado para durar unos meses, a causa de la Primera Guerra Mundial terminó durando seis años, durante los cuales debió cursar el bachillerato – en idioma francés – e hizo, en España, sus primeros pinitos literarios. A su regreso, recuerda: “Pude ver Buenos Aires de cerca y con ansias, porque había estado alejado de ella mucho tiempo” (Un ensayo autobiográfico 57). En “Final de año”, la voz poética de Borges habla de los motivos por los cuales esperamos en vigilia – y celebramos – el último día de un año y el comienzo del siguiente: Ni el pormenor simbólico de reemplazar un tres por un dos ni esa metáfora baldía que convoca un lapso que muere y otro que surge ni el cumplimiento de un proceso astronómico aturden y socavan la altiplanicie de esta noche y nos obligan a esperar las doce irreparables campanadas. La causa verdadera es la sospecha general y borrosa del enigma del Tiempo; es el asombro ante el milagro de que a despecho de infinitos azares, de que a despecho de que somos las gotas del río de Heráclito, perdure algo en nosotros: inmóvil, algo que no encontró lo que buscaba (Obra poética 37). 7 Este poema podría dividirse en dos partes. En la inicial, que comprende los nueve primeros versos, Borges comienza señalando la futilidad de etiquetar al tiempo utilizando el sustantivo “pormenor” unido al adjetivo “simbólico”, indicando que el mudar o cambiar una fecha por otra es apenas una representación de una menuda circunstancia. Y refuerza el concepto al ridiculizar la idea de comparar el final de un ciclo y el comienzo de otro con el nacimiento y la muerte, llamándola “metáfora baldía.” Subyace en estos sintagmas un aristocrático desdén, un desprecio heracliteano por las creencias populares, por el lugar común. Así, Heráclito se burla en su Fr. 106 de Hesíodo que, en Los trabajos y los días “counted some days as good, others as bad, not knowing that the nature of every day is one.” (Sweet 47). Borges redondea su idea sumando a la metáfora y el símbolo (actividades humanas) el proceso astronómico, uniendo a los tres por medio de la anáfora: “Ni el pormenor… / Ni esa metáfora… / Ni el cumplimiento…” (1-5). Luego el poeta nos indica que ninguna de las razones antedichas (el “pormenor simbólico”, la “metáfora baldía” o el “proceso astronómico”) son las verdaderas razones por las cuales esperamos el comienzo de un nuevo año, puesto que ninguna de ellas conmueve, “aturden y socavan” (6) “la altiplanicie de esta noche” (7). Esta metáfora de comparar la Nochevieja con una meseta, es en cierto modo antitética con los versos anteriores, que restaban importancia a la diferencia entre un día y otro, ya que nos está hablando de un accidente en el terreno, una elevación que surge en la llanura que además tiene la característica de ser plana en su parte superior, lo que nos da la idea de extensión. Esa superficie, esa extensión, de un día que sobresale como una altiplanicie entre los demás, es la que tendremos que recorrer, hasta llegar a “las doce irreparables campanadas” (9) que señalan el arbitrario fin de un año y el comienzo de otro. El verso “que convoca un lapso que muere y otro que surge” tiene ecos de otro admirador de Heráclito, Antonio Machado, cuando habla del “…español que quiere / vivir y a vivir 8 empieza, / entre una España que muere / y otra España que bosteza” (243). Resaltamos también la forma en que Borges expresa el cambio numérico de año calendario: “…reemplazar un tres por un dos” (2). ¿Por qué el poeta no dice “un dos por un tres”? La respuesta la ofrece el mismo Borges: En su Historia de la eternidad, hablando del tiempo, dice: Una de esas oscuridades, no la más ardua pero no la menos hermosa, es la que nos impide precisar la dirección del tiempo. Que fluye del pasado hacia el porvenir es la creencia común, pero no es más ilógica la contraria, la fijada en verso español por Miguel de Unamuno: Nocturno el río de las horas fluye desde su manantial que es el mañana eterno… Ambas son igualmente verosímiles – e igualmente inverificables (12) (Las itálicas son nuestras) En otro ensayo, no menos comentado “El tiempo y J. W. Dunne” Borges dice que Dunne “postula que ya existe el porvenir, con sus vicisitudes y pormenores. Hacia el porvenir preexistente (o desde el porvenir preexistente, como Bradley prefiere) fluye el río absoluto del tiempo cósmico, o los ríos mortales de nuestras vidas. Esa traslación, ese fluir, exige como todos los movimientos un tiempo determinado; tendremos pues, un tiempo segundo para que se traslade el primero; un tercero para que se traslade el segundo, y así hasta lo infinito (Obras completas 2: 25) (Las itálicas son nuestras). En la segunda parte – versos 10 a 19 – la voz lírica nos explica los motivos por los cuales estamos obligados a “esperar” la señal que marca un hiato entre dos períodos. “La causa verdadera” (10) dice, asumiendo la posición de un profeta o de un maestro, “es la sospecha general y borrosa / del enigma del Tiempo” (11-12). Nuevamente Borges alude al tema caro a los griegos de la doxa, la opinión, que es del común de las personas (“general”), que no es certeza, es conjetura. Esta sospecha, además, no está dirigida a un objeto que se puede aprehender con facilidad, sino a un enigma, incomprensible o al menos inteligible para unos pocos, algo que 9 Heráclito señaló en su Fr. 2: “…but although the Logos is common the many live as though they had a private understanding” (Kirk 57). El hablante lírico continúa abriendo una nueva instancia, ya que “la causa verdadera” no es una, sino dos: la segunda “es el asombro ante el milagro…” (13-14), admiración, asombro que estimamos tiene en estos versos el sentido que Platón le daba en el Theaetetus, como origen de la filosofía: “For this is an experience which is characteristic of philosopher, this wondering: this is where philosophy begins and nowhere else” (Complete Works 173; 155d). Borges utiliza aquí la palabra “milagro” con la segunda acepción que le da la Real Academia: “Suceso o cosa rara, extraordinaria y maravillosa”, ya que en el contexto no tendría sentido referirse a una intervención de origen divino. El poeta subraya la duplicidad de causas utilizando nuevamente la anáfora: “Es la sospecha… / Es el asombro…”. El “milagro” se producirá aunque median circunstancias que la voz poética refuerza con otra anáfora: “de que a despecho de infinitos azares, / de que a despecho de que somos / las gotas del río de Heráclito…” (14-16), y ese milagro será que “perdure algo en nosotros: / inmóvil, / algo que no encontró lo que buscaba” (17-19). Viñas Piquer señala que “Borges plantea en este poema la contradicción del tiempo que pasa y la identidad que perdura” (4). En principio, esta aseveración coincidiría con la interpretación de los fragmentos citados que sostiene que aunque todo cambia o fluye algo se mantiene inalterable: el ejemplo ya citado del río, cuyas aguas nunca son las mismas pero mantiene su “cauce”, esto es, sus rasgos propios, su identidad, o como asevera W. H. Bossart: “Yet within the flux there remains an element of stability, the logos, which states the law governing the flux…”(3). Pero esta explicación no aclara la intención del último verso: ¿qué es lo que busca y no encuentra ese “algo…inmóvil”?. En nuestra opinión, estas palabras podrían conducirnos nuevamente hacia Platón, y esta vez hacia el Symposium. Recordamos la fábula que 10 Platón pone en boca de Aristófanes respecto del origen de los sexos, y cómo los seres humanos buscan completarse con la mitad de la que fueron separados por los dioses. La prueba de esto es, según Aristófanes “that the soul of every lover longs for something else; his soul cannot say what it is, but like an oracle it has a sense of what it wants, and like an oracle it hides behind a riddle” (Complete Works 475; 192d). Que todo cambie, inclusive nosotros, y sin embargo el amor hacia alguien permanezca, podría estar expresado también en un poema muy posterior, que también hace mención a Heráclito: “Le regret d’Heraclite” que apareció en El Hacedor: “Yo, que tantos hombres he sido, no he sido nunca / aquel en cuyo amor desfallecía Matilde Urbach” (OP, 163). Nuevamente la idea del flujo, del cambio, de “ser y no ser” y a la vez una sensación de permanente ausencia e inmutable necesidad de alguien. En Un ensayo autobiográfico, dictado en 1970, Borges finaliza sus recuerdos del pasado y plantea sus deseos para el futuro: “Lo que busco ahora es la paz, el disfrute del pensamiento y de la amistad, y aunque sea demasiado ambicioso, la sensación de amar y ser amado” (97). No es sino hasta El Hacedor (1960) que Borges vuelve a tocar en su poesía la problemática del tiempo, el ser, el cambio, y lo hace en tres poemas: “Le regret d’Heraclite”, ya comentado, “Arte poética y “El reloj de arena”. Diez años antes de aparecer El Hacedor el poeta había experimentado un nuevo cambio en su vida, el comienzo de su ceguera. El año 1955, que marca el fin del gobierno peronista, bajo el cual había padecido las desdichas que conlleva ser opositor de un régimen dictatorial, es también el momento en el cual ya ha perdido la posibilidad de leer e, irónicamente, se le nombra Director de la Biblioteca Nacional. La privación de la vista le obliga a cultivar otro tipo de poesía, de la cual es un ejemplo “El reloj de arena”, con sus estrofas regulares, verso endecasílabo, rima consonante ABBA, encabalgamientos suaves y abruptos: 11 Está bien que se mida con la dura Sombra que una columna en el estío Arroja o con el agua de aquel río En que Heráclito vio nuestra locura El tiempo, ya que al tiempo y al destino Se parecen los dos: la imponderable Sombra diurna y el curso irrevocable Del agua que prosigue su camino. Está bien, pero el tiempo en los desiertos Otra substancia halló, suave y pesada, Que parece haber sido imaginada Para medir el tiempo de los muertos. Surge así el alegórico instrumento De los grabados de los diccionarios, La pieza que los grises anticuarios Relegarán al mundo ceniciento Del alfil desparejo, de la espada inerme, del borroso telescopio, Del sándalo mordido por el opio, Del polvo, del azar y de la nada. ¿Quién no se ha demorado ante el severo Y tétrico instrumento que acompaña En la diestra del dios a la guadaña Y cuyas líneas repitió Durero? Por el ápice abierto el cono inverso 12 Deja caer la cautelosa arena, Oro gradual que se desprende y llena El cóncavo cristal de su universo. Hay un agrado en observar la arcana Arena que resbala y que declina Y, a punto de caer, se arremolina Con una prisa que es del todo humana. La arena de los ciclos es la misma E infinita es la historia de la arena; Así, bajo tus dichas o tu pena, La invulnerable eternidad se abisma. No se detiene nunca la caída. Yo me desangro, no el cristal. El rito De decantar la arena es infinito Y con la arena se nos va la vida. En los minutos de la arena creo Sentir el tiempo cósmico: la historia Que encierra en sus espejos la memoria O que ha disuelto el mágico Leteo. El pilar de humo y el pilar de fuego, Cartago y Roma y su apretada guerra. Simón Mago, los siete pies de tierra Que el rey sajón ofrece al rey noruego, Todo lo arrastra y pierde este incansable Hilo sutil de arena numerosa. 13 No he de salvarme yo, fortuita cosa De tiempo, que es materia deleznable. (OP 115-17) En las dos primeras estrofas, la voz lírica en primera persona habla de la medición del tiempo en la antigüedad, con relojes de sol y de agua, y nuevamente menciona a Heráclito, esta vez citando el Fr. 109, pero en la traducción de Burnet (a quien nombrará en el segundo poema de su obra titulado “Heráclito”, incluído en La moneda de hierro): “It is best to hide folly; but it is hard in times of relaxation, over our cups” (Early Greek Philosophy 140). Juega en estos versos Borges con la idea de la sombra y la corriente de agua como metáforas del tiempo y el destino: la sombra es “dura” (un buen ejemplo de sinestesia) e “imponderable”, esto es, sin peso, pero también imprevisible; el agua sigue un curso “irrevocable”, en el sentido que no se puede hacer volver hacia atrás; algo como las “irreparables campanadas” de “Final de año”. La alusión en los versos 9-12 a la arena del desierto, “que parece haber sido imaginada / para medir el tiempo de los muertos” nos recuerda a las tumbas egipcias, como el fracasado intento del hombre de perdurar más allá de la muerte y el tiempo. Y luego aparece el mismo reloj de arena, y el mundo de los anticuarios, en estrecha relación con el pasado. En ese “…mundo ceniciento / del alfil desparejo, de la espada / inerme, del borroso telescopio, / del sándalo mordido por el opio, / del polvo, del azar y de la nada”, Borges entrevera dos textos provenientes, uno del Barroco español, el otro de un bardo popular argentino del siglo veinte: Enrique Santos Discépolo, quien escribió, en 1935, la letra de un tango (“Cambalache”) que dice: Igual que en la vidriera irrespetuosa de los cambalaches se ha mezclao la vida, y herida por un sable sin remaches ves llorar la Biblia 14 contra un calefón... (37-41) y el último verso del soneto 166 de Don Luis de Góngora nos muestra como el tiempo convierte a la belleza “…en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada” (14).” Borges utiliza nuevamente el adjetivo “borroso”, esta vez aplicado a un telescopio, lo cual es una antinomia, pero que ilustra muy bien el efecto del tiempo sobre los objetos, lo mismo que “sable inerme”, equivalente al “sable sin remaches” de Discépolo. El reloj de arena es un atributo de la Muerte, con cualidades humanas: “severo y tétrico”. La voz lírica, usando nuevamente la prosopopeya, también le adjudica a la arena características propias de los hombres: es “cautelosa” y, “…se arremolina / con una prisa que es del todo humana” (31-32). Luego señala “La arena de los ciclos es la misma / e infinita es la historia de la arena” (33-34). Aquí está diciendo que toda arena es una y la misma, una idea que se puede comparar también con la concepción de que toda el agua es siempre la misma agua, o que entre las moléculas del aire que respiramos, como imaginó alguien, puede haber algunas que fueron respiradas por Shakespeare. Esta inmortalidad de las cosas también la comparte la humanidad como género, y así lo comenta en “Inscripción en cualquier sepulcro”, versos aparecidos en Fervor de Buenos Aires: Ciegamente reclama duración el alma arbitraria cuando la tiene asegurada en vidas ajenas, cuando tú mismo eres el espejo y la réplica de quienes no alcanzaron tu tiempo y otros serán (y son) tu inmortalidad en la tierra. (11-15) (OC 42) Los dos versos siguientes de “El reloj…” marcan el contraste entre los efímeros, fugaces acontecimientos y emociones de la voz poética y la eternidad: “Así, bajo tus dichas o tu pena, / la invulnerable eternidad se abisma”. También podría estar haciendo alusión Borges a la noción de que “no hay nada nuevo bajo el sol”, que nos viene desde el Eclesiastés (1.9). 15 En la estrofa que sigue, la voz poética compara a la arena con la sangre que cae – y utiliza para ello la palabra “decantar”, que en su acepción original se refiere a líquidos –, y con el proceso de su propia existencia, pues “Yo me desangro, no el cristal… /Y con la arena se nos va la vida”. Hace alusión luego a otros temas caros a Borges: los espejos, la memoria, eventos relativos a la religión, la historia, la mitología, cuya aparente importancia no será obstáculo para ser llevados, arrastrados, perdidos por “…este incansable / hilo sutil de arena numerosa” (49-50) del cual formará parte también la voz poética, que reconoce ser una “…fortuita cosa / de tiempo, que es materia deleznable” (51-52). Prefiguran estos versos el que aparecerá en su primer “Heráclito”, de Elogio de la sombra: “De una materia deleznable fui hecho, de misterioso tiempo… (24). Comparado con aquellos acontecimientos registrados o perdidos, Borges no es más importante ni tiene más mérito para salvarse del olvido. Encontramos en este poema muchos ecos de Omar Khayyámvii – recordemos dos versos del cuarteto VIII de sus Rubáiyat, en la traducción de Edward FitzGerald de 1879: “The Wine of Life keeps oozing drop by drop / The Leaves of Life keep falling one by one” (97). Hay una estrecha relación entre las ideas de Heráclito y las de Kháyyam; explicando la filosofía de éste último dice Mehdi Aminrazavi: “What lies at the heart of the Khayyamian message is the notion of impermanence. Life is in a state of flux; it is changing like the sands of the desert and clouds in the sky, and only a fool can take this game seriously” (99). También parece haber influido el poema “Ozymandias” de P. B. Shelley, con su canto al tiempo, destructor de glorias e imperios, y la arena que los sobrevive “…boundless and bare / The lone and level sands stretch far away” (13-14). Recuerda al respecto Borges: “La poesía me llegó a través del inglés; de Shelley, Keats, FitzGerald y Swinburne, los cuales eran grandes favoritos de mi padre, quien podía citarlos copiosamente, y a menudo lo hacía” (Un ensayo autobiográfico 16). 16 El tercer poema inspirado en Heráclito que Borges incluyó en El hacedor es “Arte poética”: Mirar el río hecho de tiempo y agua Y recordar que el tiempo es otro río, Saber que nos perdemos como el río Y que los rostros pasan como el agua. Sentir que la vigilia es otro sueño Que sueña no soñar y que la muerte Que teme nuestra carne es esa muerte De cada noche, que se llama sueño. Ver en el día o en el año un símbolo De los días del hombre y de sus años, Convertir el ultraje de los años En una música, un rumor y un símbolo. Ver en la muerte el sueño, en el ocaso Un triste oro, tal es la poesía Que es inmortal y pobre. La poesía Vuelve como la aurora y el ocaso. A veces en las tardes una cara Nos mira desde el fondo de un espejo; El arte debe ser como ese espejo Que nos revela nuestra propia cara. Cuentan que Ulises, harto de prodigios, Lloró de amor al divisar su Itaca Verde y humilde. El arte es esa Itaca 17 De verde eternidad, no de prodigios. También es como el río interminable Que pasa y queda y es cristal de un mismo Heráclito inconstante, que es el mismo Y es otro, como el río interminable (Obra poética 155-56). En este poema, también en cuartetos endecasílabos, Borges juega con la conversión en todas las estrofas; utiliza también el políptoton “…que sueña no soñar” (6), metáforas explícitas “Ver en la muerte el sueño, en el ocaso / un triste oro, tal es la poesía / Que es inmortal y pobre…” (1315) y el encabalgamiento, como en los versos precedentes. El tema central del poema es la poesía misma, rodeado nuevamente por las obsesiones del poeta: el tiempo cíclico, la historia, los espejos, Heráclito y su río, el sueño y la muerte. Las alusiones son por demás claras: la voz lírica recuerda textos, como los fragmentos de Heráclito ya mencionados – pero también los referentes al sueño y la vigilia, como el Fr. 77, translated by Burnet: “Man kindles a light for himself in the night time, when he has died but is alive. The sleeper, whose vision has been put out, lights up from the dead; he that is awake lights up form the sleeping” (Early Greek Philosophy138). Creemos que hay además señales hacia las coplas de Jorge Manrique a la muerte de su padre, La vida es sueño de Calderón de la Barca, La Odisea. Pero el poeta también se cita a sí mismo, y esto es explicado por Borges; hablando de Fervor de Buenos Aires dice: “Siento que todos mis textos siguientes simplemente han desarrollado temas que estaban inicialmente allí; siento que durante toda mi vida he estado rescribiendo ese único libro” (Un ensayo autobiográfico 57). Así, los versos “Ver en el día o en el año un símbolo / de los días del hombre y de sus años,” (9-10) nos retrotraen al poema “Final de año”. En aquel, se hablaba del último día del año; en este, de los cumpleaños, cuyos festejos 18 convierten “…el ultraje de los años / En una música, un rumor y un símbolo,” (11-12). El poeta ciego recuerda esos homenajes por sus sonidos, más que por aspectos visuales. La voz lírica también nos da claves sobre lo que Borges piensa sobre la creación poética. Para él, la poesía es “inmortal” y “Vuelve como la aurora y el ocaso”, es decir, es cíclica. Además, es un reencontrarse con algo conocido: “…El arte es esa Itaca / De verde eternidad, no de prodigios” (23-24) y además es una (como el río) y diferente, como el reflejo de Heráclito. En otras palabras, los poetas son muchos, pero son uno, como la poesía, como las gotas de agua, como los granos de arena. Dice Zunilda Gertel, en Borges y su retorno a la poesía: “La poesía es también una, siempre igual y distinta” (139). La tentación de fatigar, como diría el mismo Borges, la totalidad de sus poemas donde Heráclito está incluido, es grande, pero la debida extensión de este trabajo nos limita. En “A quien está leyéndome”, aparecido en El otro, el mismo (OP 247) encontramos nuevamente temas recurrentes: el destino, que comparte con el universo, de todo ser humano, su brevedad, la cualidad de ser y no ser – vivo y muerto al mismo tiempo. El primer “Heráclito” publicado en Elogio de la sombra (OP 315-16) ha sido estudiado exhaustivamente por Gertel en el trabajo que lleva el mismo nombre, al cual referimos a nuestros lectores. Señalaremos únicamente en ese poema, un juego intertextual que no debe pasar desapercibido. Nos referimos a los versos La noche que se ahonda en el sueño. La purificación y el olvido. …………………………………….. Ese otro hábito del tiempo, la noche. La purificación y el olvido. (2-3, 9-10) Notamos la importancia que para Borges tenía la idea que propone en estos versos en su necesidad de repetir dos veces el mismo sintagma “La purificación y el olvido”. La idea del 19 olvido que trae el sueño está presente en el Fr. 1 de Heráclito, cuyo último párrafo reza, en la traducción de Burnet: “But other men know not what they are doing when awake, even as they forget wat they do in sleep” (Early Greek Philosopy 133). Lo que los hombres olvidan al despertar son sus sueños, y esto es comparado por Heráclito con la falta de capacidad de la mayoría de ellos para comprender lo que les rodea cuando están despiertos (The Cosmic Fragments 44). Creemos que para Borges el sueño es una forma de alejarse, de esconderse de la realidad de su mortalidad, de la que es demasiado consciente cuando está despierto, al contrario de lo que sucedía a los contemporáneos de Heráclito. Borges dice más adelante: “Es inutil que duerma. / Corre en el sueño, en el desierto, en un sótano. / El río me arrebata y soy ese río” (2123). El crepúsculo (central en Borges), la noche y la oscuridad relacionadas con la purificación, están presentes también en “Burnt Norton”, de T. S. Eliot, otro “heracliteano” …Time before and time after In a dim light: neither daylight ………………………………. Nor darkness to purify the soul (III: 2-3, 7) Los siguientes poemas que elegimos para este trabajo son centrales para comprender cómo y por qué los interrogantes metafísicos propuestos por el filósofo griego continuaron inquietando a Borges. Recordamos que el poeta viajó varias veces a los Estados Unidos para enseñar, dar ciclos de conferencias y recibir honores. Ya había perdido la vista y dependía de otras personas para desplazarse y “conocer” su entorno. Uno de sus destinos fue la Universidad de Michigan, en East Lansing, donde recibió un doctorado honoris causa en 1972. En su libro El oro de los tigres, aparecido ese mismo año, incluyó un poema titulado “East Lansing”, fechado 9 de marzo de 1972. En el refleja al mismo tiempo la esperanza que deposita en el inminente viaje a la Universidad “mi propósito de hoy es celebrarte, oh futuro inmediato” (7), la resignada 20 aceptación de su discapacidad, que hará menos grata su estancia “árboles que miraré y no veré…/ amigos y amigas que serán voces” (9, 15), y también la decepción, la amargura respecto de su propia tierra chica, de “…lugares de Buenos Aires / en los que no he sido feliz / y en los que no podré ser feliz” (18-20). Los acontecimientos políticos en la Argentina justificaban su temor y pesar, pues una dictadura militar que había durado seis años estaba a punto de dar lugar a un nuevo intento de restaurar la democracia, en medio de la violencia desatada por facciones políticas extremistas y la posibilidad del retorno al poder de Juan Domingo Perón, bajo cuyo gobierno Borges había sido perseguido. Tres años después, la situación de la Argentina era caótica, económica, política y socialmente, y se precipitaba hacia la siguiente dictadura militar que tomaría el poder en marzo de 1976. En un contexto tal, no es extraño que Borges haya concebido un poema como “Cosmogonía”. Este soneto, contenido en La rosa profunda (1975), desde su mismo título nos retrotrae, no solo al comienzo de los tiempos, sino también al Antiguo Testamento, al inicio de la literatura griega, y a los primeros intentos de explicar el origen de todo lo creado sin utilizar el mito. El primer sintagma “Ni tiniebla ni caos” alude ya a la Teogonía de Hesíodo: “In the beginning there was only Chaos, the Abyss” (116) y al Génesis: “La tierra era caos y confusión y oscuridad por encima del abismo…” (1.2) Ni tiniebla ni caos. La tiniebla Requiere ojos que ven, como el sonido Y el silencio requieren el oído, Y el espejo, la forma que lo puebla. Ni el espacio ni el tiempo. Ni siquiera Una divinidad que premedita El silencio anterior a la primera Noche del tiempo, que será infinita. El gran río de Heráclito el Oscuro Su irrevocable curso no ha emprendido, 21 Que del pasado fluye hacia el futuro, Que del olvido fluye hacia el olvido. Algo que ya padece. Algo que implora. Después la historia universal. Ahora (OP 416). El poema de Hesíodo narra que la Tierra apareció luego del Caos, que del Caos nació la Noche, de la Tierra nació el firmamento estrellado (Ouranos), y que de la incestuosa unión de Ouranos y la Tierra nació el Tiempo (Cronos). Ouranos sepultaba a sus hijos en un hueco en la Tierra que “…groaned under the pressure inside” (160). En este poema, Borges se coloca en una postura agnóstica y pragmática, parecida a la de Heráclito, quien no ocultaba su desdén por Hesíodo y los mitos. El fragmento 30 (20b) del filósofo dice, según Burnet: “This world (kósmos) which is the same for all, no one of gods or men has made; but it was ever, is now, and ever shall be an ever-living Fire, with measures of it kindling, and measures going out” (Early Greek Philosophy 134) (Las itálicas son nuestras). La voz lírica utiliza paradojas para mostrar su incredulidad: la oscuridad precisa de la vista, el silencio del oído y el espejo la forma que refleja para existir. En las palabras de Berkeley, otro de los filósofos favoritos de Borges, esse est percipi. Pero para la voz lírica ni siquiera Dios está presente, y Él es quien hace que las cosas existan (también de acuerdo a la explicación de Berkeley) porque están presentes en su mente. Nada es, ni siquiera el tiempo. Y sin embargo, hay dolor, hay sufrimiento: “Algo que ya padece. Algo que implora” (13). Por colocar ese verso entre la nada y la historia universal, la voz lírica suena tremendamente trágica. Si siguiéramos a la Teogonía podríamos suponer que el poeta está hablando de los dolores de la Tierra y sus hijos, el Tiempo entre ellos. Pero Borges ya ha descartado al comienzo del poema su creencia en este u otros mitos originales. Asevera que en el mismo inicio de todo estaba la angustia, la pena, que ese padecimiento impregna toda la historia, y sigue “Ahora”. Y si observamos el Antiguo Testamento, vemos que Borges coloca a la 22 aflicción antes del pecado original. Esta permanencia del dolor en medio del cambio permanente está relacionada también con la inmutabilidad de la sensación de ausencia que comentábamos en “Final de año”. El poeta reunirá ambas ideas en el soneto “Son los ríos”, de su libro Los conjurados: “Y sin embargo hay algo que se queda /y sin embargo hay algo que se queja” (1314) (OP 639). El último verso “Después la historia universal. Ahora” pone el acento en lo breve, lo efímero de nuestra existencia; son doce versos para hablar de la eternidad, uno para marcar que el sufrimiento es anterior al tiempo, y el último para recordar el paso (registrado en documentos) de la humanidad por la tierra. Borges defiende la existencia de la eternidad como justificación de la historia universal y privada de cada persona: “Sin una eternidad, sin un espejo delicado y secreto de lo que pasó por las almas, la historia universal es tiempo perdido, y en ella nuestra historia personal – lo cual nos afantasma incómodamente” (Historia de la eternidad 3536). La historia universal es otra de las manifestaciones del flujo, en el cual el hombre es partícula y es corriente. En Otras inquisiciones, Borges recuerda: “En 1833, Carlyle observó que la historia universal es un infinito libro sagrado que todos los hombres escriben y leen y tratan de entender, y en el que también los escriben” (OC 2: 47). En 1976, la situación argentina había mejorado, al menos desde la óptica de Borges y esto se nota en su prosa y su poesía. En el prólogo a La moneda de hierro, publicado ese año, habla nuevamente de la Universidad de Michigan y de la Argentina, pero los términos de la esperanza y la decepción se han invertido: “Sé que este libro misceláneo que el azar fue dejándome a lo largo de 1976, en el yermo universitario de East Lansing y en mi recobrado país…” (OP 463) (Las itálicas son nuestras). En el poema “Heráclito”, incluído en el libro citado, Borges es nuevamente el filósofo griego, pero ya no hay expectación; prima la nostalgia, el extrañamiento. El flujo es una huída, una pérdida: 23 Heráclito camina por la tarde De Éfeso. La tarde lo ha dejado, Sin que su voluntad lo decidiera, En la margen de un río silencioso Cuyo destino y cuyo nombre ignora. Hay un Jano de piedra y unos álamos. Se mira en el espejo fugitivo Y descubre y trabaja la sentencia Que las generaciones de los hombres No dejarán caer. Su voz declara: Nadie baja dos veces a las aguas Del mismo río. Se detiene. Siente Con el asombro de un horror sagrado Que él también es un río y una fuga. Quiere recuperar esa mañana Y su noche y la víspera. No puede. Repite la sentencia. La ve impresa En futuros y claros caracteres En una de las páginas de Burnet. Heráclito no sabe griego. Jano, Dios de las puertas, es un dios latino. Heráclito no tiene ayer ni ahora. Es un mero artificio que ha soñado Un hombre gris a orillas del Red Cedar, Un hombre que entreteje endecasílabos Para no pensar tanto en Buenos Aires Y en los rostros queridos. Uno falta. (OP, 496-97). El poema congela un momento de la vida de Borges, su segundo paso por East Lansing. Al mismo tiempo reitera sus inquietudes de siempre: la eternidad, el paso del tiempo, el cambio, el sueño. Y todo esto es traído hacia la voz lírica por una fuerza irresistible, la nostalgia. Muchos 24 años antes de escribir este poema, Borges se preguntaba: “¿Cómo fue incoada la eternidad?” y su respuesta era: San Agustín ignora el problema, pero señala un hecho que parece permitir una solución: los elementos de pasado y porvenir que hay en todo presente. Alega un caso determinado: la rememoración de un poema... Esa comprobación del íntimo enlace de los diversos tiempos del tiempo incluye, sin embargo, la sucesión, hecho que no condice con un modelo de la unánime eternidad. Pienso que la nostalgia fue ese modelo. El hombre enternecido y desterrado que rememora posibilidades felices, las ve sub specie æternitatis, con olvido total de que la ejecución de una de ellas excluía o postergaba a las otras. En la pasión, el recuerdo se inclina a lo intemporal. (Historia de la eternidad 36-37) Todas estas ideas están presentes en “Heráclito”; como el desterrado, el filósofo es juguete de fuerzas más poderosas que él mismo: “...La tarde lo ha dejado, Sin que su voluntad lo decidiera, En la margen de un río silencioso Cuyo destino y cuyo nombre ignora. (2-5). Heráclito ignora el nombre del río, pero la voz lírica lo conoce: “Un hombre gris a orillas del Red Cedarviii” (24). Para acentuar la idea del destierro, la voz poética dice que el filósofo siente que él es “una fuga” (14). El pasado y el porvenir también confluyen en el presente de Heráclito, primero por la mención del dios bifronte “Hay un Janoix de piedra y unos álamos.” (6), luego cuando el filósofo “Quiere recuperar esa mañana / Y su noche y la víspera...” (15-16) y finalmente al ver sus palabras impresas “En futuros y claros caracteres / En una de las páginas de 25 Burnet” (18-19). La imagen de Heráclito comienza a desdibujarse, a fluctuar, para dar lugar a otra; la voz poética nos muestra incongruencias: “Heráclito no sabe griego. Jano / Dios de las puertas, es un dios latino.” (20-21). El filósofo pierde su pasado y su presente, se convierte en un ente creado por la imaginación del poeta, un “mero artificio”. El poeta mismo no tiene una presencia concreta, es “un hombre gris” y la tarea a que se dedica tiene un algo de mecánico, él “entreteje endecasílabos”. Pero su persona cobra vida cuando confiesa que hace esa labor “Para no pensar tanto en Buenos Aires / Y en los rostros queridos. Uno falta.” (26-27). Y en esta declaración está toda la tristeza de la ausencia; la voz lírica deja la última frase incompleta para que el lector la concluya con sus circunstancias personales. En otros tres poemas Borges nombra aún a Heráclito (“Adán es tu ceniza”x, de Historia de la noche, “El Hacedor”, publicado en La cifra, y “Son los ríos”, de Los conjurados) (OP 548, 585-86, 639). Nuevamente acude en ellos a sus temas predilectos: el tiempo como un río, auroras y ocasos, los espejos, el sueño y la muerte. También se repiten los adjetivos que usa una y otra vez en su poesía: agua invulnerable, verso incorruptible. Es novedosa la presencia del fuego, protagonista del cambio en Heráclito, pero que hasta ahora no había sido mencionado por Borges: “intrincado fuego” (17) lo llama en “Adán es tu ceniza”, o lo une al agua y al espejo en “Son los ríos”: “…Su reflejo / cambia en el agua del cambiante espejo, / en el cristal que cambia como el fuego” (6-8). Durante más de sesenta y cinco años Borges recurrió una y otra vez a Heráclito para corporeizar sus obsesiones, sus preocupaciones, tal vez sus miedos. Ernesto Sábato lo acusó, probablemente influido más por sus divergencias políticas que por una lectura cuidadosa de su obra, de ser racionalista, parmenídeo, platónico, en fin, de tratar de huir de una realidad ingrata y cambiante buscando el ideal, lo inmutable. Apenas si le concedió que“… sus más entrañables 26 angustias y pasiones reaparecen… en algún poema o en algún fragmento de prosa en que de verdad se manifiestan esos sentimientos demasiado humanos…” (309). Creemos que esto es absolutamente injusto. Borges era harto consciente de la realidad que lo rodeaba; como la mayoría de los seres humanos no estaba satisfecho con ella, se equivocaba muchas veces al juzgar los eventos que sucedían cerca de él, pero comprendía que vivía en un mundo aceleradamente cambiante, y esto se refleja en su poesía y en sus ensayos, conversaciones y entrevistas. Capítulo II Un espectro en Iowa City: Oscar Hahn. Dijimos al comienzo de este trabajo que nuestros poetas “heracliteanos” estaban relacionados intertextualmente y a través de eventos que habían marcado profundamente sus vidas y su obra. Según Oscar Hahn, una poesía de Jorge Luis Borges fue lo primero que acudió a su mente en el momento en que le anunciaron que iba a ser fusilado al amanecer (Obras selectas 181). Desde temprana edad, confiesa Hahn, es admirador de la poesía de Borges, a la que también recrea. En su Encuentros cercanos con escritores y otras prosas dice: “Si tuviera que señalar un solo poema mío que procede directamente de mi trato con la obra de Borges, ese poema tendría que ser “Reloj de arena” (Obras selectas 187). Hahn, como Heráclito, como Borges, vivió una época conmocionada. El golpe militar chileno de 1973 puso su vida en peligro y tuvo que emigrar a los Estados Unidos. Dice de él Oscar Galindo: “Su poesía es una exhibición precisamente del constante fluir heraclitiano, y de la inestabilidad de la naturaleza y del mundo, encarnada en la presencia de la muerte, explicación del movimiento”. Contrapone además Hahn 27 al cambio, la alteración, la inmovilidad, la quietud parmenídea en un juego de opuestos, como en “Iowa River”, incluído en Apariciones profanas. El río duerme en su cauce de hielo como si esperara el Juicio Final Si tuviera que volver a mi casa ¿a dónde volvería? El cementerio está cubierto de nieve Apenas sobresalen las lápidas como si todavía los muertos quisieran decirnos sus nombres Nada fluye ni cae ahora La eternidad ha encontrado su sitio en el mundo. (Obras selectas 34) Desde los dos primeros versos sentimos la angustia de la voz poética, que nos da cuenta de su percepción subjetiva del tiempo. El río congelado podría permanecer en ese estado hasta el fin del mundo. Y, luego de una significativa pausa, un grito de desesperación por la patria, el hogar perdidos. Después, en cuatro versos, la imagen pictórica del cementerio cubierto de nieve. Como las lápidas, el poeta también siente la necesidad de dar cuenta de sí mismo, de informarnos que está allí, en Iowa. En los dos últimos versos, nos informa que el río no corre, el agua (la vida) no fluye, ni siquiera se derrama (cae) y que la eternidad se ha instalado allí. El horror metafísico de Hahn está dirigido, más que hacia el cambio, hacia una eternidad de inmovilidad y olvido, de permanencia en un estado ingrato. El siguiente poema en Apariciones... “Iowa City” concluye diciendo, con la voz poética en primera persona: “Nunca seré más viejo que este invierno” (OS 24). Por algo el poeta ironizaba con Miguel Angel Zapata, en 1987: “A Oscar Hahn hace algún 28 tiempo que no lo veo. Se me perdió en Chile un día de septiembre de 1973. A veces se ve su espectro caminando por la nieve de Iowa City, sin dejar huellas” (145). Al tema de la eternidad y el flujo se incorpora el del sueño en el soneto “El soñador”; como veremos, Hahn reconstruye las inquietudes de Borges, y para ello utiliza no sólo sus lecturas del escritor argentino sino también las que sirvieron a éste de inspiración, en este caso Calderón y Heráclito: Dicen algunos que la vida es sueño y otros hablan del sueño de la muerte Quiero saber si el día en que despierte despertaré a la muerte: mi otro sueño Oh duro trance o malhadada suerte no saber nunca en qué poner mi empeño si en continuar dormido como un leño o en continuar despierto como un muerto Y así pasan los días y las horas los minutos de arena y los instantes que van cavando surcos en mi frente Eternidad que tanto te demoras sácame de esos sueños inquietantes y déjame flotar en tu corriente (OS 33) En el primer cuarteto de este soneto, la relación intertextual con “Arte poética” de Borges es evidente. Comparemos con los siguientes versos de ese poema: “Sentir que la vigilia es otro sueño Que sueña no soñar y que la muerte Que teme nuestra carne es esa muerte 29 De cada noche, que se llama sueño (4-8). Y para ambos poetas, la inspiración viene del Fragmento 21 de Heráclito: “Death is what we see when awake, but what we see when sleeping is sleep” (Sweet 11). Hasta aquí la semejanza; sin embargo, el tono general del poema de Hahn es mucho más personal, comenzando por el uso que la voz lírica hace de la primera persona del singular, de símiles populares “dormido como un leño”, o metáforas comunes “…los instantes / que van cavando surcos en mi frente”. Como lo ha señalado repetidamente la crítica, el poeta intercala estas formas coloquiales con sintagmas que nos remiten a la poesía del Siglo de Oro “Oh duro trance o malhadada suerte” de eco cervantino, o a canciones, también del acervo popular, pero del siglo XX “Y así pasan los días….”xi De “El reloj de arena” borgiano está tomado el sintagma “los minutos de arena”. Otra vez vemos la reacción del poeta ante una realidad que le desconcierta, que le abruma. De la duda inicial, de no saber si está dormido o despierto, muerto o vivo, pasa a una certeza: está dormido y soñando, y quiere despertar, pero a la muerte, a la eternidad, tal como lo expresa en el último terceto. En el poema “El loco amor” (Obras Selectas 23), clara alusión al hereos del amor cortés, Hahn parte de un viejo refrán español, recogido por Ricardo Palma en las Tradiciones Peruanas: “El hombre es fuego, la mujer estopa, / viene el diablo y ¡sopla!”, para luego erotizar a Heráclito – la humedad de las almasxii es ahora la humedad de los cuerpos – una asociación de ideas lógica si observamos el Fragmento 36 “…out of earth comes water;” (Sweet 17) y recordamos que, según el Génesis, el hombre fue hecho de tierra. Al loco amor que sopla donde quiere le gusta mucho para bien o mal jugar con fuego Y mientras más mojada está la leña con la humedad que fluye de los cuerpos 30 más arde el mundo (1-6) La voz poética señala, con cierta amargura, las acciones del “loco amor” que “toma un ingenuo corazón humano / y sin escrúpulos le prende fuego / de arriba abajo” (7-9). Fuego y agua se mezclan, como en “Viento entero”xiii de Octavio Paz, para simbolizar el amor carnal, y sobre el fuego el loco amor unirá hasta lo más opuesto: Pues no vacila nunca el loco amor en celebrar su rito aunque despose a Dios y al Diablo (16-18) Los contrarios, que son dos y el mismo, aparecen en el Fragmento 67 de Heráclito: “The God: day/night, winter/summer, satiety/hunger. [He] is changed in the manner (of fire)…”(Sweet 29). Otro poema donde el filósofo griego y las preocupaciones existenciales de Hahn están presentes, es “Reloj de arena”, aparecido en el libro Estrellas fijas en un cielo blanco. Desdichado lector tuya es la mano que puso en marcha este reloj de arena: las sílabas ya caen grano a grano allá abajo palpita tu condena Estas líneas que miras ahora mismo son columnas de arena vertical: vas con ellas fluyendo hacia el abismo vas goteando hacia el fondo del cristal Ay como entre los versos te deslizas Mira cuán bajo has descendido ya De peldaño en peldaño viento pisas: casi vacío el otro vaso está 31 Se te acaba la arena: no hay demora Despídete lector: llegó tu hora (OS 89) Como vimos, el poeta chileno reconoció el carácter de hipertexto de su poema con referencia a “El reloj de arena” de Borges. Pero Hahn le da a su soneto el aspecto de un conjuro, o una broma de humor negro. La lectura del primer verso inicia un proceso que culminará con la muerte del lector, como una especie de bomba de tiempo. Creemos que, además de “El reloj de arena”, este soneto le debe mucho también a otro poema de Borges; hablamos de “A quien está leyéndome”, aparecido en El otro, el mismo (OP 247). Allí también se menciona a Heráclito y se expresa la angustia de saber que el destino de cada hombre es irreversible, que estamos muriendo con cada instante que pasa: “Piensa que de algún modo ya estás muerto”(14), es el verso final del poema de Borges, no tan concluyente como el de Hahn pero igualmente trágico. “Reloj de arena” es un soneto con reminiscencias de Edgar Allan Poe y de tango porteñoxiv, y al mismo tiempo de pintura surrealista. Salvador Dalí o René Magritte podrían haber pintado un cuadro donde las palabras del poema se desgranaran, como la arena, en sílabas y los versos cayeran desde la ampolla superior a la inferior como “columnas de arena vertical”. Enrique Lihn comenta: …su surrealismo… se articula en formas de expresión artístico-literatias estrictamente contemporáneas que admiten, entre sus procedimientos, el reprocesamiento de viejos materiales de lectura combinados de nuevo como en la actividad del bricoleur. (49) Hahn le da otra vuelta de tuerca a la comparación que hace Borges de la arena con la sangre, y le otorga al material las propiedades de un líquido, en el que el lector está inmerso o del cual forma parte. Para resaltar más aún la inseguridad de la vida, recurre al aire en forma de viento, el cual forma la escalera descendente de nuestro existir. Como en el “Romance del enamorado y la 32 muerte” el soneto concluye con la invitación que al lector hace la voz lírica (la muerte) a despedirse de la vida. De todos los poemas donde Hahn introdujo a Heráclito, ninguno tan cargado de significados, alusiones y relaciones hipertextuales (y tan comentado por la crítica) como “Fragmentos de Heráclito al estrellarse contra el cielo”, incluído en Arte de morir (OS 142-43). Desde el mismo título el poeta juega con su fuente de inspiración, los “Fragmentos” de Heráclito. El mismo filósofo se “fragmentará” de distintas formas, en “astillas de hielo” en una “tempestad de aerolitos”, en “desperdicios”. El poema describe un ciclo completo de vida, como movimiento simbolizado por el agua (Galindo 167) desde la placenta misma hasta su muerte “encallado”. Sugiere al respecto Gabriel Rosado: “Para Hahn, emerger del agua es nacer, como para Freud y Jung.” (194). En el primer terceto Heráclito vivía en un río de Efeso encerrado en la placenta del sueño lejos de los dormidos de la ribera la voz lírica recuerda al Fr. 89 de Heráclito.: “(For those awake there is one common world; but for those sleeping each deserts into a private world.)” (Sweet 39). El mundo privado de Heráclito es la “placenta del sueño”, diferente, alejado del común de los mortales, los “dormidos de la ribera”. Los dos versos siguientes “Heráclito tenía la barba luenga / y la lengua larga para lamerte mejor” (4-5), un juego de palabras con reminiscencias de Perrault, han sido muy celebrados por la crítica y son una prolepsis, de acuerdo a la denominación de Genette, a los versos “…y desemboca en la Biblioteca de Londres / con la barba más negra y ancestros de aire” (12-13), de los que nos ocuparemos más adelante. En el segundo terceto “No nos bañamos dos veces en el mismo río / No entramos dos veces en el mismo cuerpo / No nos mojamos dos veces en la misma muerte” (6-8) la voz lírica 33 juega con dos Fragmentos: el 91 “(One cannot step twice into the same river…nor can one twice take hold of mortal substance in a stable condition…”(Sweet 39), y el ya citado Fr. 77 “It is delight or death for souls to become moist”(Sweet 33). Si el primer verso de Hahn es una cita literal, el segundo en cambio, con su “No entramos dos veces en el mismo cuerpo” abre una posibilidad de significado erótico. La voz lírica sigue la trayectoria de Heráclito hacia su destino final. “A bordo de un tonel sube el Oscuro / en dirección a los rápidos rápidos” (9-10) recuerda a los muchos que intentaron pasar las cataratas del Niágara dentro de barriles (y no sobrevivieron). Aparece la primera alusión a Parménides “a contracorriente de Parménides” (11), y su doctrina opuesta a la de Heráclito, de ahí la “contracorriente”. Los versos que completan la estrofa “y desemboca en la Biblioteca de Londres / con la barba más negra y ancestros de aire” (12-13), ya citados, recuerdan a Karl Marx, quien dijo en una carta a Ferdinand Lassalle “I have a great tenderness for the latter philosopher [Heraclitus]”(citado en Fenves 433). Los “ancestros de aire” se refieren, probablemente, a la tesis doctoral que escribió Marx sobre la diferencia entre Demócrito y Epicuro quienes, según Burnet, sostenían la existencia del vacío, antes identificado con el “aire” (Greek Philosophy 95). La actividad lúdica de Hahn con las palabras y las imágenes aparece otra vez en la quinta estrofa. Heráclito vivía en un río de Efeso pero no se bañaba dos veces en el mismo río Se bañaba en la catarata de un ojo Se bañaba en su acuoso cuerpo y rielaba fluía y ondulaba Parménides vivía en un bloque de hielo y se bañaba siempre en el mismo bloque (14-20) 34 Heráclito ha dejado su placenta (pero no el río). La voz poética lo sumerge ahora “en la catarata de un ojo” y alude a la fisiología del órgano (el humor acuoso que contiene) en “Se bañaba en su acuoso cuerpo”. Probablemente Hahn haya recordado a Alicia en el País de las Maravillas y su “Drawling, Stretching, and Fainting in Coils” cuando escribió “y rielaba fluía y ondulaba” pero también está atribuyendo cualidades del agua a un ser humano – lo contrario de la prosopopeya. Parménides es nombrado por segunda vez en esta estrofa; el hielo donde vive y se baña representa para Hahn lo inmutable, lo inmóvil, reflejo de la filosofía parmenídea (recordemos su percepción del río congelado en “Iowa River”). Otro fragmento de Heráclito es el núcleo de la próxima estrofa: El que se purifica manchándose con sangre el que se limpia el barro con barro en este punto trata de retornar contradiciéndose y reingresa en las llamas acuáticas en las aguas flamígeras que flamean (21-25) Utiliza Hahn aquí el Fr. 5: “They purify themselves vainly by staining themselves with blood, just as a man, having stepped in dirt, may try to wash himself with dirt…”(Sweet 5). ¿Es ésta una alusión política? Las palabras de Heráclito, que se referían a rituales religiosos, bien pueden contener, en labios de Hahn, una referencia a la “purificación” que emprendió la dictadura militar chilena. Agua y fuego son verdaderos elementos de purificación, y también los elementos con que Heráclito simboliza el proceso de cambio. Señalamos el uso del oxímoron y la paronomasia en los dos últimos versos. El filósofo griego se dirige ahora hacia el elemento a través del cual se producen las transformaciones, simbolizado aquí por el Sol “el gran Fuego celeste”. Va montado “a grupas”, esto es, en ancas detrás de la luz : 35 A grupas de la luz monta el Oscuro en dirección al gran Fuego celeste a la velocidad del sentimiento de los que se aman a primera vista y se destroza en astillas de hielo contra los muros del espacio finito embarrado de estiércol y fango estelar (26-32). Reemplaza una figura de lenguaje “a la velocidad del pensamiento” por otra que contiene un cierto dejo de ironía pero que de alguna manera preludia lo que acontecerá luego, el final “fragmentado” de Heráclito. ¿Porqué dice Hahn que “… se destroza en astillas de hielo”? Creemos que “la luz” que menciona el poeta es un cometa, que como sabemos están hechos de hielo. La obsesión de Hahn por los cuerpos celestes se manifestó en varios de sus poemas (“Cometa”, “Aerolito”, “Estrellas fijas en un cielo blanco”, “Hipótesis celeste” “Vía láctea”). En el último verso de esta estrofa “embarrado de estiércol y fango estelar” y las dos estrofas siguientes se alude a la forma en que murió el filósofo, según lo relata Diógenes Laercio.xv Si Heráclito no tuviera hidropesía las clínicas se llenarían de agua las camas blancas de arroyos enfermos si Heráclito no tuviera hidropesía (33-36) La voz lírica le adjudica aquí al filósofo un papel redentor, salvador. Gracias a su enfermedad, los arroyos están sanos y las clínicas secas. Y en el Corral de las constelaciones los animales luminosos disputan los desperdicios de su cuerpo encallado La Osa chupa la miel de sus vértebras el Pez desgarra sus carnes con algas 36 y el Can entierra en el cielo sus huesos (37-42) En lugar de ser sólo perros los que se disputan los restos del filósofo, tenemos a las constelaciones. Su cuerpo ha “encallado”, como si fuera una ballena moribunda. Hahn recobra también aquí otro fragmento de Heráclito, el 120: “The limit of dawn and evening is the Bear and opposite the Bear is the Watchman of luminous Zeus” (Sweet 51). La actividad de los animales celestes sobre los “desperdicios” de Heráclito, bien puede referirse al trabajo de los filósofos posteriores, que “usaron” trozos de su doctrina para su propio provecho. Pero el ciclo ya se ha cumplido, y los fragmentos de Heráclito renacido regresan a la Tierra, pero no a cualquier lugar; volverán al agua donde nació: Heráclito vivía en el éter del cosmos y era una tempestad de aerolitos en dirección a los Mares terrestres (43-45) Hahn concluye el poema citando dos fragmentos, el 118: “A dry soul is sunlight, wisest and best” y el 117 “When a man gets drunk he is led by a beardless boy, staggering, unaware of where he walks – having a moist soul” (Sweet 49). Heráclito tenía el alma seca y el vino triste y un aire soñoliento (46-47) La voz lírica humaniza al filósofo, dotándolo a la vez de un alma seca – señal de abstinencia – y un alma húmeda (la que produce el exceso de vino). Se ha dicho que este poema “ha sido explicado por Hahn como un poema sobre el exilio” (Galindo 181). En soledad, quizás no sea suficiente representante de los sentimientos del poeta sobre el alejamiento, pero creemos que la suma de la poesía estudiada es suficiente evidencia de que Heráclito, para Hahn como para Borges, era el referente adecuado para expresar sus ideas sobre el movimiento, el cambio, la ausencia de permanencia y seguridad. 37 Capítulo III José Emilio Pacheco y la naturaleza José Emilio Pacheco es uno de los poetas hispanoamericanos más cruzado de intertextualidad por los presocráticos (y muchos otros autoresxvi). El poeta, dice Doudoroff, trata de encontrar las fuentes de la mentalidad pan-mediterránea / europea en Parménides, Empédocles y Heráclito, precisamente porque ellos representan el punto donde la ciencia y la poesía eran idénticas (266). Como ellos, Pacheco es un espectador curioso, asombrado, de la naturaleza, del devenir de las cosas inanimadas y animadas, del nacimiento, crecimiento, reproducción y muerte. Le fascinan el juego de los elementos (aire, agua, fuego, tierra) en relación con la naturaleza y el hombre, y a este respecto es además un artista comprometido, porque está muy involucrado con la defensa del medio ambiente y la ecología. Veamos entonces cómo integra estos temas — y autores — con su poesía. En su poema “Don de Heráclito” (Selected Poems 24), tomado del libro El reposo del fuego [1963-1964] comienza como si el primer verso fuera un fragmento de un texto mayor, del cual falta la primera parte: Pero el agua recorre los cristales musgosamente: ignora que se altera, lejos del sueño, todo lo existente. (1-4) Pacheco utiliza un adjetivo de su creación (“musgosamente”) para mostrar la morosidad, la lentitud — que permite se críe el musgo — con que corre el agua sobre el lecho del río/arroyo, 38 cubierto de piedras, guijas “los cristales”. Asociamos también el musgo con la quietud, lo estático. “Piedra que rueda, no cría musgo”. Otra imagen posible sería la de la lluvia que se desliza sobre los cristales de una ventana en una casa en algún lugar de la campiña. Y aquí el poeta inserta su versión del fragmento 21 de Heráclito, que dice: “Death is what we see when awake, but what we see when sleeping is sleep” (Sweet 11). El agua — el sujeto poético — no sabe (porque no tiene conciencia) que cuando estamos despiertos vemos el cambio en las cosas vivas, su movimiento hacia el fin. En cambio, dormidos, no tenemos conciencia del paso del tiempo, de su efecto sobre lo animado. O quizás el sueño (en oposición a la muerte que presentimos despiertos) es vida. Señalemos aquí que el poema tiene forma de silva (versos alternados de 7 y 11 sílabas) El fuego (otro elemento, otro sujeto poético) no descansa. Puede esperar, latente en una brasa, pero acechando el momento de crecer y devorar. El fuego era para los presocráticos una de las demostraciones más visibles de las mudanzas de la materia, por su propiedad de consumir y por tanto cambiar la naturaleza de las cosas que tocaba. Y el reposo del fuego es tomar forma con pleno poder de transformarse. Fuego del aire y soledad del fuego Al incendiar el aire que es de fuego. Fuego es el mundo que se extingue y prende Para durar (fue siempre) eternamente. (5-10) Aquí encontramos entrelazado el fragmento 76 del filósofo: “(The death of fire is the birth of air, and the death of air is the birth of water” (Sweet 33). Heráclito habla de transformación en 39 términos de muerte y nacimiento. El fuego origina al aire, el aire al agua, y en otro fragmento señalará que la muerte del agua es el nacimiento de la tierra. Pero Pacheco no está hablando sólo del cambio. Se insinúa otra metáfora, esta vez sobre el verano. Es un lugar común decir “La calle es un fuego”. Y el origen de ese fuego es el sol, el mundo “que se extingue” (cuando se oculta) y “prende” al salir. Medido por los parámetros de nuestra efímera humanidad, el sol fue y será eterno (ya estaba antes de la aparición del hombre y tal vez siga calentando la tierra cuando el hombre ya no esté sobre su faz). Observamos el empleo por el poeta de la anáfora y la antinomia. La siguiente estrofa — de sólo dos versos — también aludirá al cambio y a la movilidad de las cosas: Las cosas hoy dispersas se reúnen y las que están más próximas se alejan.(11-12) Este cambio y movilidad puede estar referido a nuestro propio Yo. Nos ocupamos de tantas cosas, fútiles muchas de ellas, que dispersamos nuestro ser. Como lo señala Paz, el yo del hombre se disgrega. Al mismo tiempo, pierde al Otro (316). En un momento de reflexión, podemos concentrarnos, recuperar el yo, alejando de nosotros lo que nos aliena. Estos versos también sirven como introducción a la siguiente estrofa, donde el poeta se convierte en el hablante poético e introduce al Otro — tal vez el ser amado. Soy y no soy aquel que te ha esperado En el parque desierto una mañana Junto al río irrepetible en donde entraba (y no lo hará jamás, nunca dos veces) la luz de octubre rota en la espesura.(13-17) 40 Reescribe aquí el poeta dos fragmentos del filósofo. El primero, número 49ª dice: “In the same streams we both step and do not step”, y el segundo, número 91, propone que “(One cannot step twice in the same river…nor can one twice take hold of mortal substance in a stable condition; for by the quickness and swiftness of its alteration it scatters and gathers – at the same time it endures and dissolves, approaches and departs” (Sweet 21,39). Vemos aparecer aquí nuevamente el tema de los versos 11-12 (lo que se acerca y aleja, se dispersa y reúne) y, en uno de los fragmentos más citados de Heráclito, la idea del cambio aplicada al ser. La forma en que se expresa es contradictoria (algo que es no puede dejar de ser, y lo que no es no puede llegar a ser) pero tiene sentido si se aplica al cambio constante que experimentamos en nuestra vida. Segundo a segundo dejamos de ser lo que éramos, para ser algo nuevo, distinto. Nuestras células mueren y nacen nuevas, nuestra psiquis se modifica constantemente. Por eso el que esto escribe puede ser, y no ser, ya que en la próxima letra habrá cambiado. Tampoco la naturaleza es constante, por eso ni el rayo de luz que ilumina el río ni el río que alumbra serán los mismos el siguiente microsegundo. Nuevamente Pacheco utiliza una estrofa más breve para enlazar una nueva idea. Esta vez, recurrirá a una sensación olfativa y a una imagen. Y fue el olor del mar: una paloma, como un arco de sal, ardió en el aire. (18-20) El aroma del agua (salada) se une a la de la paloma (blanca como la sal) que arde, como un relámpago en el aire, y la figura del arco — como símbolo de unión, de puente, introduce a la próxima estrofa. La rima interna en esta estrofa está dada por la repetición de las vocales a, o, i; 41 también hay aliteración, por la reiteración de la “r”. Hay aquí una evidente relación intertextual entre estos versos y los de T.S. Eliot en “Little Gidding” (207) “The dove descending breaks the air / with flame of incandescent terror” (4.1-2). Continúa Pacheco: No estabas, no estarás pero el oleaje de una espuma remota confluía sobre mis actos y entre mis palabras (únicas nunca ajenas, nunca mías): El mar que es agua pura ante los peces Jamás ha de saciar la sed humana.(21-27) En los siete últimos versos del poema — en los cuales observamos rima interna dada por la repetición de la vocal “u” — Pacheco introduce otro fragmentoxvii de Heráclito, el 61, junto con algunas ideas oscuras e inquietantes. Comienza el hablante poético dirigiéndose al Otro, al que faltó a la cita y nunca vendrá. Sin embargo, hay algo que lo consuela de la ausencia. Ese “oleaje de una espuma remota” que viene a quedarse “sobre” sus actos y “entre” sus palabras — utilizando deliberadamente dos preposiciones distintas — ¿qué es?xviii Sugerimos que puede ser la presencia textual, la palabra de Heráclito intercalada en sus versos, que desde las costas de Éfeso, lejanas en el tiempo y en el espacio, le llega como la espuma que las ondas dejan sobre la arena. Tal vez por eso diga de sus palabras, las palabras del hablante poético que son las “únicas nunca ajenas, nunca mías.” Como en el principio, utiliza el topos “ser y no ser”. No son ajenas las palabras, porque las incorporó a su poesía. No son suyas, porque las tomó de Heráclito. Al respecto, asevera Friis: “Verse 24 is strange confesión for a young poet. It demonstrates a rare and precocious freedom from the self-imposed shame of the anxiety of influence. The 42 parenthesis is like acknowledgement of complicity…” (José Emilio Pacheco…73) La técnica de integración al poema de los fragmentos de Heráclito — su lectura y reescritura — “does not involve violating, destroying, or eliminating one’s predecesor, but rather becomes a collaborative process in which both works are energized, transformed and given new life” (Docter 374). Y con las palabras del filósofo finaliza el poema. Casi con un grito de desesperación. Porque dice que lo que para algunos es vida, para otros es muerte. Que seres de distinta naturaleza no pueden compartir el mismo elemento, respirar el mismo aire, beber el mismo líquido, ni vivir en el mismo lugar. Luego de hablar de encuentros y desencuentros, de reunión y separación, de ausencias y presencias — de opuestos, en fin — señalará la suprema incompatibilidad. Pacheco retoma, una y otra vez en su obra, el tema de los ríos. De su libro No me preguntes cómo pasa el tiempo [1964-1968] extractamos el poema en verso libre “Île SaintLouis” (Selected Poems 68). El hablante poético es el artista, que nos coloca en un lugar a la orilla del Sena, en París. Desde el balcón El Pont de la Tournelle Una muchacha se detiene y mira (1-3) El primer sujeto poético, la muchacha, comparte con el segundo sujeto poético, el río, la atención del poeta, en un tono meditativo: Fluye el Sena Desgarrado un instante por la isla 43 corre al encuentro de sus mismas aguas (4-6) La palabra “desgarrado” le da vida al río, lo convierte en un ser animado. Al mismo tiempo, destaca la dualidad momentánea del río, que se abre en dos brazos alrededor de la isla, y vuelve a reunirse consigo mismo en su extremo. La repetición de la “rr” en “desgarrado” y “corre” (aliteración) enfatiza esta separación y duplicidad. En la siguiente estrofa, y como en el poema “Don de Heráclito”, aparecen el agua y el musgo como una pareja. Aguas de musgo verde verdes aguas con el verdor de miles de veranos (7-10) Esta estrofa es una alusión evidente al “Romance sonámbulo” de Federico García Lorca: “Verde que te quiero verde / verde viento, verdes ramas…” y también una celebración de la vida representada por el musgo, el color verde y el verano. El empleo de la anáfora y la aliteración coadyuvan para crear la sensación de repetición, que, junto a la idea de un gran espacio de tiempo — miles de veranos — señala la permanencia del río. El poeta hace un paréntesis, para ocuparse nuevamente de la viandante. La muchacha se aleja se extravía se pierde de mis ojos para siempre (11-14) En esta estrofa, la rima interna está dada por la repetición de diptongos. Hay anáfora con la palabra “se”. Con sus palabras, el hablante poético crea un sentimiento de pérdida irreparable. 44 “se aleja”, “se extravía”, “para siempre”, que se hace más personal al aclarar que “se pierde de mis ojos”. Fue un instante fugaz. La muchacha no comparte con el río la cualidad de duración. Pero su imagen es repetible, porque Arde la misma rosa en cada rosa El agua es simultánea y sucesiva El futuro ha pasado El tiempo nace de alguna eternidad que se deshiela. Aquí vemos rima interna en la repetición de la vocal “u”. La rosa ideal se repite en todas las rosas – y la mujer ideal en todas las mujeres. Somos (simultáneos) en el tiempo con el agua del río a cuya vera estamos, pero también sabemos que hay una sucesión de aguas, como en la película cinematográfica hay una sucesión de imágenes. Proyectada la película, veremos al río transcurrir en nuestro tiempo. Sin embargo sabemos que el río que vemos en este momento (simultáneo) no estará junto a nosotros un segundo después. Será como un cuadro que ya pasó por el lente de la cámara y está siendo rebobinado. El concepto del futuro como tiempo pasado es una idea de Octavio Paz, que sugiere, en “Los signos en rotación” que la técnica ha destruido el futuroxix al hacerlo inimaginable (Obras Completas 1: 320). Destruido el futuro, sólo nos queda el presente, que inmediatamente se hace pasado. Finalmente, Pacheco presenta en una nueva metáfora una comparación del tiempo con el agua de deshielo. Como los ríos de montaña nacen de los glaciares, así el tiempo nace del deshielo de “alguna” eternidad. Cierra así la imagen fluvial con que empezó el poema, otorgándole al río, nuevamente, la cualidad de eterno, en contraposición a lo efímero. El amor, las rosas, el verano, son fugaces, de corta duración. El río permanece. Como evidencia de la recurrencia, a través del tiempo, de los mismos temas en la 45 poesía pachequiana, veremos a continuación un tercer poema, también en verso libre, donde el río (aquí el Mississippi) es el sujeto poético, perteneciente a su libro Los trabajos del mar [19781983]. Se titula “Muelle de Nueva Orleáns” (Selected Poems 170). Desde los primeros versos escuchamos al hablante poético — esta vez omnisciente — que nos recuerda el ciclo natural de nacimiento y muerte. Éste es el río envolvente, éste es el Padre de las Aguas y su sepulcro. En su rueda giran sin pausa el barro del principio y los desechos letales que acabarán con el mundo. Pero tal vez no porque el Misisipi ha estado siempre y seguirá para siempre. (1-7) La noción de ciclo y circularidad está reforzada por el adjetivo “envolvente” y la metáfora “en su rueda giran sin pausa” (¿alusión tal vez a la rueda budista de oración?). Hay rima interna por repetición de la vocal “u”, y aliteración por repetición de “r”. El apelativo “Padre de las Aguas” (traducción del nombre indígena Mississippi) conlleva la idea de origen y, a continuación, la mención del sepulcro, el fin. Parafraseando la afirmación de Octavio Paz respecto del poema crítico (Obras Completas 1: 329), el río contiene también su propia negación. Aparece la preocupación ecologista del poeta, porque junto a “el barro del principio” — otra referencia al comienzo del mundo y de los tiempos — aparecen los “desechos letales” que terminarán con el planeta. No quiere cerrar el poeta la estrofa con esta afirmación apocalíptica, y afirma su confianza en la permanencia de la naturalezaxx en un mensaje a medias esperanzado (porque no 46 hace alusión a la humanidad) inserto en los dos últimos versos, que nuevamente aluden a la eternidad. Siempre en un tono reflexivo e intimista, el hablante poético comienza a dirigirse a un interlocutor (¿el lector?) haciendo reflexiones sobre el río Mississippi. En ellas, le confiere al río espíritu, conciencia de sí mismo, lo humaniza. Es probable que Pacheco haya recordado los versos de Oscar Hammerstein II en la canción “Ol’ Man River”xxi de la comedia musical Show Boat (1927). Al verlo transcurrir con ese aplomo majestuoso y ensimismado y también muy triste dirías que él engendró al planeta y aún es el magma en donde bullen como agua y lodo formas de vida.(8-12) Contrariamente al Mississippi de Hammerstein, a quien “qué le importa si el mundo tiene problemas / qué le importa si la tierra no es libre” el río de Pacheco no corre ajeno. Su majestad, el aplomo con que pasa no quitan que esté pensativo y “muy triste”. La tristeza, sugiere el poeta, puede venir de la posible relación con la paternidad del río respecto del planeta, y esto conduce al estado en que Pacheco piensa está la Tierra — el ser engendrado. La idea del agua dando nacimiento a la tierra, y la tierra dando nacimiento al agua son parte, también, del pensamiento heracliteano. También está implícita la noción de comienzo, del “barro primigenio”. Hay rima interna utilizando las vocales “a, o, u”. El poeta continúa hablando con el lector. Desde su lugar en el muelle de Nueva Orleáns, señala que el silencio del río puede ser interrumpido. 47 Desde esta orilla lo ves pasar en silencio. Puedes tocarlo. Si escuchas oirás como un suspiro muy hondo que se difunde entre la bóveda de agua.(13-16) Invita al interlocutor a tocar el agua del río, y escuchar “un suspiro muy hondo / que se difunde entre la bóveda del agua ” ¿Es el río quien suspira? La clave puede estar en el sintagma “entre la bóveda de agua”. En la Biblia encontramos la siguiente línea: “Entonces dijo Dios: ‘Haya una Bóveda en medio de las aguas, para que separe las aguas de las aguas’” (Gen. 1.6). Tal vez el suspiro sea el aliento de Dios. La rima interna recae sobre las vocales “o” y “a”. En la siguiente estrofa, el poeta vuelve a Heráclito, fragmento 12: “Upon those who step into the same stream ever different waters flow” (Sweet 7) Comenta sobre este fragmento Hussey: “the very being of a river depends upon its changing its waters constantly through time. If it did not flow, it would be no river. In other words, it has to change constantly in order to stay the same river” (54). Ni un solo río ha usado nunca la palabra reposo. Pero éste no solo fluye, no sólo ilustra el vuelo del tiempo, la única vuelta de nuestras horas irrepetibles; el Misisipi trabaja, el Misisipi desgasta el macizo continental. (18-23) La imposibilidad de permanecer quieto, y continuar llamándose río, es lo que ha inspirado a Pacheco el primer verso de esta estrofa. Ya bien segura su calidad de corriente fluvial, el 48 Mississippi no se conforma con su papel de río. Debe además “ilustrar” el vuelo del tiempo. Ahora bien, según el Diccionario de la Real Academia Española, “ilustrar” es aclarar un punto o materia con palabras, imágenes, o de otro modo. Digamos que al fluír, el río nos aclara de qué modo pasa o “nos” pasa el tiempo. Y al mismo tiempo, nos muestra la única posibilidad de regresar hacia atrás en el tiempo, y esta es viajando contra la corriente… lo cual hasta ahora sólo se puede hacer en el río. El Mississippi tiene otro trabajo, una tarea hercúlea. Y es — nada menos — desgastar “el macizo continental.” Pero para esa tarea tiene a su favor al tiempo. Todo el tiempo del mundo. La estrofa siguiente comienza con palabras que tienen un sabor político: “socavando”; “enemigo de adentro”; “firme”; “acabado con todo”. Términos que aluden a quintacolumnistas, opositores. El poeta emplea la anáfora al repetir “Y”. La rima interna está dada por la vocal “a”. También aquí Pacheco hará referencia a Heráclito. Desde siempre está socavando la tierra firme. Es el enemigo de adentro. Y un día habrá acabado con todo lo que no es agua y también acabará por imponer su ley de arena a los mares.(19-25) En el fragmento 31b, el filósofo afirma: “(Earth) is dispersed into sea and is measured in the same logos as it was before it came earth.” (Sweet 15). Aquí, tanto Pacheco como Heráclito están haciendo mención, en primer lugar, a un hecho de la experiencia, y este es que los ríos 49 arrastran constantemente detritos hacia su desembocadura, formando, en muchos casos, deltas como el del Nilo, el Paraná o el mismo Mississippi. Pero también está hablando de un proceso de cambio, de destrucción que comienza desde dentro. Que puede ser propio de la naturaleza como de la política. Y eventualmente modificará radicalmente todo lo existente, lo establecido. Volviendo al comienzo, al mundo cubierto por las aguas. Al bíblico y a aquel en que los griegos creían. Hay muchos más poemas que muestran la relación de Pacheco con la naturaleza y la filosofía griega. Por falta de espacio, no es posible estudiarlos todos aquí. Sin embargo, creemos que no es posible cerrar este trabajo sin mencionar otro poema, en verso libre, de Los trabajos del mar. Se trata de “Peña en el mar” (Selected Poems 160). Extrañamente, y a pesar que menciona uno de los principios de la filosofía de Heráclito ya mencionados — el de la transformación del agua (mar) en tierra (roca), el poema contradice la posibilidad del cambio. Cómo sufre la roca atada siempre a su noria de espuma. El mar, el mar inconsolable que la está batiendo desde que la inventó con su materia. Aparece nuevamente la idea de proceso cíclico, de rueda (la noria). La piedra aparece como indefensa (atada) y sufriente. El hablante poético, omnisciente, tiene dos sujetos poéticos: la piedra / tierra y el mar / agua. El mar “batiendo” trata de desmenuzarla, de disgregarla, de convertirla nuevamente en mar, puesto que, como ya hemos señalado antes, Heráclito creía que de la muerte del agua nacía la tierra. Por eso el poeta dice que el mar “la inventó con su 50 materia”. Y desde que la piedra nació, el mar “inconsolable” trata de volverla a su estado original. En la siguiente estrofa, el poeta hace una afirmación y una pregunta: Cuánto acarreo de furia y para qué tanta inmovilidad como contraste de aquella fluidez de la fijeza. No pasarán, dice la tierra perpetuamente a la avidez de las olas. El hablante señala el contraste entre el trajín de las olas, que llevan con ellas furia, cólera, y la quietud de la piedra. Llama al agua “fluidez de la fijeza”, una antinomia donde se refiere a una cualidad inherente al líquido y a la permanencia, a la insistencia con que el mar bate la roca, como una idèe fixe. Y a continuación, una alusión política. No pasarán fue una consigna lanzada al ejército republicano y al pueblo durante la guerra civil española por Dolores Ibarruri, una comunista conocida como La Pasionaria, cuando las tropas fascistas amenazaban Madrid. Es un homenaje a una lucha que, el hablante poético sabe, está perdida de antemano. Dijo Ezra Pound, hablando de los escritores, que el término maestro “se aplica con propiedad a los inventores que, aparte de sus propias invenciones, son capaces de asimilar y coordinar un número considerable de invenciones anteriores.” (38) José Emilio Pacheco nos ha mostrado, en su producción poética, cómo es posible unir a ideas originales textos tomados de diversas fuentes dándoles nueva y atractiva forma. Tal como en un tejido son importantes los materiales, porque han de notarse en la trama, pero es mucho más importante la calidad del diseño y el trabajo del artesano, así en Pacheco se traslucen los originales, pero es la obra 51 terminada la que denota al gran artista. Su preocupación por la naturaleza y la sociedad lo convierte además en un poeta comprometido con su mundo, ese mundo que observa con el asombro del niño o el griego antiguo y la mirada crítica del erudito. Conclusión Tres poetas latinoamericanos, tres interpretaciones de Heráclito diferentes pero al mismo tiempo coincidentes. El origen de su inquietud metafísica fue, con certeza, el mismo que tuvo el filósofo. Popper, hablando del enorme descubrimiento que Heráclito hizo, comenta que It has been described as a terrifying one...And I do not doubt that this discovery was impressed upon Heraclitus by terrifying personal experiences suffered as a result of the social and political disturbances of his day. (10) América Latina también ha sido, en particular en los últimos cincuenta o sesenta años del siglo XX, una región azotada por trastornos políticos y sociales, muchos de ellos iniciados muy lejos de sus fronteras. La propensión metafísica de los escritores latinoamericanos puede tener origen, dice Ernesto Sábato en tiempo en que el ser humano parece encontrarse como un extranjero solitario y desamparado. Son tiempos en que se ha dislocado una imagen del universo, desapareciendo con ella la sensación de seguridad que los mortales tienen en lo familiar. El hombre se siente entonces a la intemperie, el antiguo hogar destruído. (300). Como señalamos oportunamente, ninguno de nuestros poetas fue ajeno a esta sensación de desamparo, de extrañeza. La velocidad de los cambios a todo nivel acaecidos durante el siglo 20, acelerados por el desarrollo de las comunicaciones, ha promovido un estado general de desorientación e incertidumbre, al convertir en obsoletos y antiguos no sólo objetos, sino 52 también hábitos, costumbres y normas. En El reposo del fuego, publicado en 1964, Pacheco afirmaba: “Nuestra moral, sus dogmas y certezas / se ahogaron en un vaso (9. 1-2) (Tarde o temprano 47). En Otras inquisiciones, aparecido en 1952, Borges señalaba que: “El mundo, para el europeo, es un cosmos en el que cada cual íntimamente corresponde a la función que ejerce; para el argentino, es un caos.” (Obras completas 2.37). Por una vez, Ernesto Sábato coincide con Borges, cuando en El escritor y sus fantasmas, publicado en 1963, sostenía que, si el problema metafísico central del hombre era la transitoriedad, los latinoamericanos eran más transitorios y efímeros que los europeos “vivimos”, decía “como en un campamento en medio de un terremoto” (301). Y el factor que contribuyó decisivamente a conmover el mundo personal de nuestros poetas, fue el alejamiento de sus respectivas patrias, ya fuera éste forzado o elegido. Ya vimos cómo reaccionaron Borges y Hahn, a través de su poesía, a éste estímulo. José Emilio Pacheco también fue muy claro al respecto. En su poema “Los emigrantes” (Tarde o temprano 407) dice “Me dan lástima los emigrantes: hacen el largo viaje / para escapar del infierno y no saben que vienen a cumplir la cita / con el abismo” (7-9). Acomodarse a este mundo mudable, efímero, requiere una apoyatura, y ésta la lograron recurriendo al filósofo por excelencia del cambio. Hélène Tuzet dice, hablando de los heracliteanos que éstos prefieren el devenir al serxxii; nosotros podemos afirmar que Borges, Hahn y Pacheco son, en sí mismos, protagonistas del cambio y creadores del devenir. 53 Obras citadas Aminrazavi, Mehdi. The Wine of Wisdom: The Life, Poetry and Philosophy of Omar Khayyam. Oxford: Oneworld, 2005. Barnes, Jonathan. Thales to Zeno. Vol. 1 of The Presocratic Philosophers. London: Routledge, 1979. Bengtson, Hermann. History of Greece: From the Beginnings to the Byzantine Era. Trans. and upd. Edmund F. Bloedow. Canada: U of Ottawa P, 1988. Blissett, William. “T. S. Eliot and Heraclitus.” T. S. 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Se relata que la población íntegra de una ciudad, Focia (Fokaia, en griego) emigró en masa, y luego de distintas peripecias fundaron Elea en el sur de Italia (Hussey 32). iii Sólo un griego, agrega Bengtson, podía apreciar cuál era el significado de que su propio destino ya no fuera determinado por la Ekklesia de su ciudad natal sino por los sátrapas o por el gran rey de Persia en la distante Susa (90). iv XCIII ¿Cuál es la verdad? ¿El río que fluye y pasa donde el barco y el barquero son también ondas del agua? ¿O este soñar del marino siempre con ribera y ancla? (Obras completas 321). 58 v Mira todas las cosas curioso, embelesado, mas sin querer asirlas: como ves el reflejo de la luna en las aguas del estero encantado; como la sombra trémula de una nube en un prado; como la imagen móvil de un rostro en un espejo. Y acertarás, sin duda, porque nada se plasma fuera de ti; ninguna forma realidad es, y aun cuando su ilusoria corporeidad te pasma, si vas resueltamente a su encuentro, el fantasma te dejará que pases de su engaño a través. (Febrero 11 de 1918). vi “The bow’s name is life, its deed is death” (Fr. 48) (Sweet 21). vii En Elogio de la sombra Borges incluyó un poema titulado “Rubaiyat”. viii El Red Cedar es un río que corre hacia el este, en Michigan, y se prolonga por unas 45 millas a lo largo de Okemos y East Lansing, incluyendo el campus de la Universidad del Estado de Michigan. ix Borges nombrará a Jano nuevamente en su poema “El hacedor”, incluido en La cifra: “Las dos caras de Jano que se ignoran” (11). x La espada morirá como el racimo. El cristal no es más frágil que la roca. 59 Las cosas son su porvenir de polvo. El hierro es el orín. La voz, el eco. Adán, el joven padre, es tu ceniza. El último jardín será el primero. El ruiseñor y Píndaro son voces. La aurora es el reflejo del ocaso. El micenio, la máscara de oro. El alto muro, la ultrajada ruina. Urquiza, lo que dejan los puñales. El rostro que se mira en el espejo No es el de ayer. La noche lo ha gastado. El delicado tiempo nos modela. Qué dicha ser el agua invulnerable Que corre en la parábola de Heráclito O el intrincado fuego, pero ahora, En este largo día que no pasa, Me siento duradero y desvalido (OP, 548). xi “Y así pasan los días y yo, desesperando, y tú, tú contestando, 60 quizás...quizás...quizás...” xii “It is delight or death for souls to become moist” (Fr. 77) (Sweet 33). xiii …Si el fuego es agua eres una gota diáfana …………………………………………….. eres la llama de agua la gota diáfana de fuego” (Obras completas 7: 469, 472). xiv Afirma Enrique Lihn: “Si yo diera una buena definición de arrabalero, intentaría su trasposición al discurso connotado por estos poemas burlones y patéticos…(52-53). xv Finally, he became a hater of his kind and wandered on the mountains, and there he continued to live, making his diet of grass and herbs…this gave him dropsy…he asked the doctors whether anyone could by emptying the intestines draw off the moisture; and when they said it was impossible, he put himself in the sun and bade his servants plaster him over with cow-dung…Neanthes of Cyzicus states that, being unable to tear off the dung, he remained as he was and, being unrecognizable when so transformed, he was devoured by dogs (Diogenes Laertius 9. 2-5). xvi “from Sor Juana to Cernuda, Tu Fu to T.S. Eliot; from the Bible to Borges…to Hemingway” (Docter 376). xvii “Sea is the most pure and most polluted water. For fish it is drinkeable and life- preserving; for people it is undrinkable and deadly.” (Sweet 27) xviii Recordamos a Boris Vian y su La espuma de los días. 61 xix Así, cuando una colección de ensayos publicada en 1967 por la editorial Siglo XXI que había sido titulada El mundo en 1984 (en clara alusión a la novela de Orwell) y que proponía una visión del posible estado del mundo en sus distintos aspectos — artístico, científico, político, social — llegó al año 1984, evidenció que buena parte de las predicciones eran erróneas (sobre todo las políticas) y que otras habían quedado obsoletas. Veinte años después, el contraste entre la realidad y las extrapolaciones que habían hecho los autores, convertían al libro en una obra tragicómica. xx Tal como lo hiciera en el poema “Por Vietnam”: “Vuelve al Mekong la primavera / Los árboles / comidos por el defoliador / tienen renuevos”(1-4) (cit. en Binns: 5) xxi Dere's an ol' man called de Mississippi Dat's de ol' man dat I'd like to be What does he care if de world's got troubles What does he care if de land ain't free Ol' Man River Dat Ol' Man River He mus' know sumpin' But don' say nuthin' He jes' keeps rollin' He keeps on rollin' along 62 He don' plant taters He don' plant cotton An' dem dat plants 'em Is soon forgotten But Ol' Man River He jes' keeps rollin' along (1-16) xxii Les fils d’Heraclite trouvent leur délectation à se sentir entraînes dans le courant du Fleuve. Ils ont le goût de la durée, du perpétuel dépassement; ils subissent l’atrait de l’Infini. Au simple, ils préfèrent le divers, se grisent de la richesse du monde, louent Dieu de sa puissance créatrice inépuisable. Mais cette multiplicité des choses, ils l’aiment non arrêtée dans ses formes, mais en passage incessant d’une forme à l’autre: ils aiment non le distinct mais le continu; non l’etre mais le devenir. Leur esthétique est romantique, ou, si vous préférez, baroque” (18-19). 63