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Regreso a Macondo
Tras las huellas de
Gabriel García Márquez
Texto y fotos: Javier Sulé
El escenario permanece completamente
vivo. También los personajes que acuden
como sombras al encuentro del viajero. Es
el Caribe más mágico, desde la joya colonial
de Cartagena de Indias hasta la secreta
región de la Guajira, donde leyenda y
realidad confunden sus límites. Son los
lugares en que vivió el más grande escritor
de lengua castellana de todos los tiempos
tras Miguel de Cervantes, los que lo
inspiraron. Y los recorrimos casi todos en
este año considerado como el año de
Gabriel García Márquez. El autor
colombiano celebrará en diciembre próximo
25 años de haber recibido el Premio Nobel
de Literatura, pero este mismo año también
ha celebrado sus 80 años de vida y 40 de
haber publicado su novela más famosa:
Cien años de soledad, la historia que narra
las vivencias de la familia Buendía en un
pueblo fantástico llamado Macondo.
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ienvenidos al mundo mágico de Macondo”, dice un enorme cartel en la carretera de entrada a Aracataca, una somnolienta y calurosa localidad del norte de Colombia, de no más de
56.000 habitantes. Aquí nació hace 80 años Gabriel García Márquez y aquí todos sitúan el universo mítico de Macondo, nutrido
de los recuerdos de infancia del premio Nobel y teñidos de una
gran fantasía. Aracataca ya no es la aldea polvorienta que describió el autor. Ahora es tan sólo un pueblo costeño de sol abrumador y calor inaguantable, ruidoso y alegre, de amplias calles arenosas y grandes casas de madera con tejados de zinc que, después de cien años de soledad, comienza a tener algunos
privilegios por haber parido a todo un premio Nobel. Aracataca
tiene esa atmósfera caribeña de gente que se entretiene jugando
billar y dominó, se transporta en bicitaxi, escucha vallenatos y
cumbias a todo volumen o asiste a la iglesia y a las peleas de gallos todos los domingos.
“B
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La casa museo
La vieja estación de tren de Aracataca por
donde pasa el tren transportando carbón de
una mina cercana.
Una de las máquinas de escribir del escritor y el telégrafo
del padre de García Márquez en la casa natal de Gabo en
Aracataca.
Iglesia de San José, en la Plaza de Bolívar de
Aracataca, donde fue bautizado Gabo.
La antigua casa del telegrafista donde trabajó el
padre de García Márquez, hoy servicio de correo.
La escuela donde aprendió a leer y escribir
Gabo en Aracataca sigue estando en el mismo
lugar, pero cambió de nombre. En la imagen,
diferentes escenas del colegio llamado en su
tiempo Maria Montessori.
La localidad de Aracataca, al norte de
Colombia, es el municipio donde nació Gabriel
García Márquez y donde se sitúa el universo
mítico de Macondo, el pueblo recreado en
varias novelas garciamarquianas. Macondo en
realidad era el nombre de una hacienda de una
compañía bananera en Aracataca. El banano
sigue siendo un cultivo importante pero ya no
tiene el peso que describe García Márquez en
una época en la que la multinacional United
Fruit Company explotaba toda la región.
La semiabandonada estación de tren, por
donde hoy sólo pasa un interminable convoy de 120 vagones cargados de carbón, es
uno de los lugares de paso obligado para los
cada vez más numerosos peregrinos literarios que buscan las huellas de “Gabo”. Pero
cualquier habitante del pueblo nos mostrará también con orgullo la Iglesia de San José, donde fue bautizado el niño Gabriel; el
Colegio Maria Montessori, donde el escritor aprendió a leer y escribir; la casa del telegrafista, donde trabajó su padre, y ¡cómo
no!, la vieja casa donde nació el escritor, reconvertida hoy en un humilde museo.
Adrián Mercado y Rubiela Reyes, los
guías de la casa-museo, están siempre ocupados en sus quehaceres. Ella atiende a los
turistas repitiendo incansablemente la
misma historia: “Gabo nació aquí en marzo
de 1927 y fue el primero de los doce hijos
que tuvo el boticario y telegrafista del pueblo con la hija del coronel Nicolás Márquez
y de Tranquilina Iguarán. Gabriel Eligio
García, su padre, fue uno de los numerosos
inmigrantes que, con la ‘fiebre del banano’,
llegaron al pueblo en el primer decenio del
siglo XX . Su madre, Luisa Santiaga Márquez, pertenecía, en cambio a una de las familias eminentes del lugar, la cual no vio
con buenos ojos los amores de su hija con
uno de los ‘aventureros’ de la ‘hojarasca’,
como llamaban despectivamente a los inmigrantes. Gabo fue criado aquí hasta los
nueve años por los abuelos maternos.”
Efectivamente, Nicolás Márquez, el
abuelo, fue el personaje fundamental de la
infancia del escritor. Solía contarle historias y enseñarle el mundo circundante hasta que murió en 1936 y el pequeño Gabito
tuvo que irse a Barranquilla. Ya no regresaría a su pueblo natal hasta catorce años
después, en compañía de su madre, para
vender la casa de su infancia. Desde aquel
día, el encuentro con los paisajes y personas de su niñez empezaría a transformarse
en Macondo,, que en realidad era el nombre
de una hacienda de la compañía bananera.
Fue quizá frente a las ruinas de aquella casa grande y muy triste donde había vivido
los primeros años de su vida —con una hermana que comía tierra, una abuela que adivinaba el porvenir y un abuelo atormentado por la sombra de un hombre al que había
tenido que matar en un duelo—, donde sintió, tal vez por vez primera, la necesidad de
dejar constancia poética del mundo de su
infancia.
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El Caribe colombiano
Pero el camino que lleva a Macondo pasa por otros muchos lugares del Caribe colombiano, donde se sitúan muchos otros escenarios literarios íntimamente ligados a la
vida y la obra de García Márquez.
Cartagena de Indias, la ciudad amurallada, bien podría ser la
primera etapa de un viaje literario por esa accidentada geografía
caribeña buscando las huellas de “Gabo”. No es fácil escapar al
hechizo que ejerce la que dicen es la ciudad colonial más bella del
mundo. La misma ciudad ardiente donde un día Florentino Ariza
vio a Fermina Daza, “encinta de seis meses y con pleno dominio
de su nueva condición de mujer de mundo, y tomó la determinación feroz de ganar nombre y fortuna para merecerla”. García
Márquez dio vida a estos dos personajes en El amor en los tiempos del cólera (1985), para recrear el difícil noviazgo de sus propios padres en Aracataca. Gabo residiría bastantes años en Cartagena y allí creó también Del amor y otros demonios, una novela ambientada en la Cartagena de Indias del siglo XVIII, que
cuenta los amores imposibles entre un cura de treinta años y una
marquesita criolla de doce a la que debía exorcizar.
Barranquilla. El Caribe es música, color y ritmos sensuales;
es también la luz de un mar cálido y la fusión de tres culturas: la
africana, la indígena y la europea. El Caribe es en definitiva una
forma de ser, y donde más se nota el carácter caribeño es en la
ciudad de Barranquilla. Asentada a orillas del río Magdalena, es
la ciudad más festiva, acogedora y alegre de toda la costa, sobre
todo si se llega para su famoso Carnaval. Es en Barranquilla donde tras abandonar sus estudios de derecho, García Márquez viviría hacia comienzos de la década del 50 y orientaría su vida al periodismo y a la literatura. Aquí, Gabo gestó su primera novela,, La
hojarasca (1955) donde aparece por primera vez bosquejado el
pueblo mítico de Macondo
Santa Marta. A partir de Barranquilla, en dirección a Santa
Marta, el Caribe se vuelve silencioso y mágico. Aracataca queda a
algo más de la mitad de camino entre estas dos ciudades. La topografía se vuelve desmesurada y de la planicie fogosa aracatana se
pasa a contemplar las estribaciones de la Sierra Nevada de Santa
Marta, las montañas más altas de la tierra junto al mar. Desde allí
también se puede viajar a la pantanosa ciénaga Grande de Santa
Marta y sus pueblos lacustres, donde los cayucos con sus velas al
viento surcan las tranquilas aguas y los pescadores lanzan sus redes al unísono formando abanicos en el aire. El Macondo de Cien
años de soledad es deudor de estas ciénagas perdidas entre laberintos de manglares. La Ciénaga, al igual que la Sierra Nevada de
Santa Marta, son dos de los lugares que atraviesa la expedición de
José Arcadio Buendía en Cien años de soledad al partir desde la
ciudad de Riohacha, en la Guajira.
Río Magdalena. La misma carretera de la costa que cruza la
ciénaga y la sierra, pasa por el río Magdalena, presto ya a desembocar en el mar, y protagonista de múltiples novelas de Gabo, especialmente en El general en su laberinto (1989) una novela
histórica en la que relata el camino hacia la muerte de Simón Bolívar tras un largo y penoso viaje por este gran río colombiano.
Guajira. La carretera de la costa conduce también a la enigmática región de la Guajira, fronteriza con Venezuela y habitada por
los indígenas wayúus. De la Guajira provenía su familia materna y
Gabo viajó además por muchos de sus pueblos vendiendo enciclopedias y libros de medicina. Los paisajes, la gente y las costumbres
de la remota Guajira han quedado reflejados en cuentos como La
increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada (1972). Y como esta, tantas otras obras de Gabo se
inspiraron en estas tierras caribeñas para crear sus historias delirantes, llenas de realismo mágico.
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Cartagena de Indias
En esta ciudad amurallada se ambientan dos de las novelas de
García Márquez; El amor en los tiempos del cólera y Del amor
y otros demonios.
Vista parcial de la zona colonial de Cartagena de Indias, con la Iglesia de
San Pedro Claver a la derecha, y la nueva zona hotelera de fondo.
Kiosco donde venden El Heraldo, de Barranquilla y El Universal,
de Cartagena, dos de los periódicos en que inició su carrera periodística
Gabriel García Márquez.
Barranquilla
Gabriel García Márquez viviría en los años cincuenta en esta
ciudad, donde entabló gran amistad con un grupo de
intelectuales y donde nacería su primera novela La hojarasca
(1955). Su famoso carnaval es patrimonio de la Humanidad.
Carnaval de Barranquilla.
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Santa Marta
Guajira
Santa Marta es la segunda
ciudad más turística del caribe
colombiano tras Cartagena.
Aquí murió el libertador Simón
Bolívar y aquí se encuentra su
mausoleo. Gabriel García
Márquez se inspiró en este
hecho para escribir El general
Mausoleo de Simón Bolívar.
en su laberinto (1989). La
Ciénaga Grande de Santa Marta y la sierra nevada de Santa
Marta son lugares que aparecen permanentemente reflejados
en las novelas del escritor colombiano.
Los paisajes, la gente y las costumbres de la remota Guajira
han quedado reflejados en cuentos como La increíble y triste
historia de la cándida Erendira y de su abuela desalmada
(1972), en el cual Gabo hace gala de su talento fabulador e
imaginativo y retrata una tierra desértica y mágica, barrida por
el viento y habitada por orgullosos indios guajiros que
descifran el futuro por medio de los sueños.
Ciénaga Grande de Santa Marta
y Sierra Nevada de Santa Marta.
Cabo de La Vela. El cabo de La Vela es uno de lugares más mágicos de La
Guajira, el territorio desértico y duro que retrata Gabo en alguna de sus
novelas.
Río Magdalena
El río Magdalena es una fuente de inspiración permanente
para el escritor. Lo recorrió diez veces, lo que le permitió
ampliar su conocimiento de Colombia y más tarde ambientar
parte de sus novelas, especialmente El general en su laberinto,
una novela histórica en la que relata el camino hacia la muerte
de Simón Bolívar a los 47 años, tras un largo y penoso
viaje por este gran río colombiano.
El río Magdalena cruza gran parte del territorio colombiano.
Indígenas wayúus. Una celebración festiva popular de la cultura de los
indígenas wayúus, los habitantes de la región de La Guajira, cuyas
costumbres y gente retrata García Márquez en cuentos como La increíble y
triste historia de la cándida Erendira y de su abuela desalmada (1972).
Las minas de carbón del Cerrejón, en La Guajira, son las minas de carbón
más grandes de Latinoamérica a cielo abierto.
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2007, el año prodigioso
de Gabriel García Márquez
El escritor vive una triple conmemoración: 80 años de edad, 40 de la publicación
de Cien años de soledad y 25 de la concesión del Premio Nobel de Literatura.
Aníbal Álvarez
a Aracataca real y el Macondo literario se despertaron a las cinco de la
madrugada del 6 de marzo de 2007 bajo
el estruendo festivo de 80 cañonazos que
atronaron y rompieron el silencio para
honrar así los 80 años del hombre al que
parientes y amigos llaman cariñosamente “Gabo”, autor de libros de una extraordinaria importancia literaria pero fundamentalmente de Cien años de soledad,
esa obra maestra de la literatura universal que desde el principio atrapa al lector,
deseoso de saber cómo se desarrollará la
historia que comienza con estas inolvidables palabras: “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en la que su padre lo llevó a conocer el hielo”.
L
El Quijote de nuestro tiempo
Cien años de soledad, tildada por no pocos intelectuales
como el Quijote del siglo XX, y por Pablo Neruda como “el
Quijote de nuestro tiempo”, vio por primera vez la luz en
Buenos Aires en 1967 bajo el sello de la Editorial Sudamericana. Se cumplen, pues, 40 años de la publicación de los
ocho mil primeros ejemplares de la primera edición de una
obra de la que actualmente se han vendido más de 30 millones de libros y que ha sido traducida a 35 idiomas, se
cumplen igualmente 80 años de la vida de su autor, nacido
el 6 de marzo de 1927 en Aracataca, y se cumplen también
25 años de la concesión del Premio Nobel de Literatura a
García Márquez por el conjunto de su estimable obra.
Obras de García Márquez
La hojarasca, 1955
Textos costeños, 1981
Un día después del sábado, 1955
Viva Sandino, 1982
El coronel no tiene quien le escriba, 1961
El olor de la guayaba, 1982
Los funerales de la Mamá Grande, 1962
Historia de un secuestro, 1982
La mala hora, 1962
El asalto: el operativo con el que el
FSLN se lanzó al mundo, 1983
Cien años de soledad, 1967
Monólogo de Isabel viendo llover
en Macondo, 1968
Diatriba de amor contra un hombre
sentado, 1984
Relato de un náufrago, 1970
El amor en los tiempos del cólera,
1985
La increíble y triste historia de la cándida
Eréndira y de su abuela desalmada, 1972
Las aventuras de Miguel Littín
clandestino en Chile, 1986
Cuando era feliz e indocumentado, 1973
El general en su laberinto, 1989
Chile, el golpe y los gringos, 1974
Doce cuentos peregrinos, 1992
Ojos de perro azul, 1974
Del amor y otros demonios, 1994
El otoño del patriarca, 1975
Noticia de un secuestro, 1996
Todos los cuentos (1947-1972), 1976
Vivir para contarla, 2002
Crónica de una muerte anunciada, 1981
Memoria de mis putas tristes, 2004
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Comienza
la historia
Cien años de soledad fue escrita en Ciudad de
México en el transcurso de un año y medio, aunque el germen del que surgiría se remonta a
1952, como el propio García Márquez ha contado hasta la saciedad, cuando en unión de la madre regresa al pueblo para vender el viejo caserón de sus abuelos, un encuentro con sus raíces
del que nos diría años más tarde: “Me siento latinoamericano de cualquier país, pero sin renunciar nunca a la nostalgia de mi tierra, Aracataca,
a la cual regresé un día y descubrí que, entre la
realidad y la nostalgia, estaba la materia prima
de mi obra”.
Otro viaje, esta vez realizado en enero de 1965
desde Ciudad de México a Acapulco, le enfrenta a la soledad del paisaje mientras conduce y le
empuja a contar la historia de una abuela que
adivinaba el porvenir y un abuelo de voluntad
fuerte, aventurero e idealista, que se sentía perseguido por el fantasma del hombre al que había
dado muerte en el transcurso de un duelo. Ambos viajes avivan los recuerdos de infancia de
Gabo y propician la gestación de una novela llamada a conmover al mundo, considerada por
Mario Vargas Llosa como “una de las obras narrativas más importantes en nuestra lengua”,
calificada por Mario Benedetti como “una empresa que en su mero planteo parece algo imposible y que sin embargo en su realización es sencillamente una obra maestra”, de cuyo autor nos
dijo Norman Mailer que “creó cientos de mundos y personajes en una obra absolutamente
sorprendente”, tan sorprendente como para
que Pablo Picasso declarase que sintió un gran
impacto que no sentía desde hace muchos años
con una obra literaria.
Si la idea de escribir Cien años de soledad surgió, fundamentalmente, tras las impresiones
que le causarían los dos viajes a un Macondo
destinado a nacer y a morir en la obra, cuando
“los últimos recuerdos de las hordas de advenedizos que se fugaron” del pueblo lo hicieron “tan
atolondradamente como habían llegado” porque “Macondo era ya un pavoroso remolino de
polvo y escombros”, o como nos dirá también,
“una aldea de casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que
se precipitaban por un lecho de piedras pulidas,
blancas y enormes como huevos prehistóricos”,
acaeciendo todo ello en un mundo que “era tan
reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas
con el dedo”, si la idea, repetimos, surgió de
esos dos viajes, desde estas líneas invitamos al
lector a otro viaje, uno que le conduzca al interior
de tan admirable novela si no la ha leído todavía,
o a releerla si hace tiempo que lo hizo. Si lo hace
verá que a las cosas que carecían de nombre ya
se les ha asignado uno y forman parte del macrocosmos creado por el autor, donde pueden
ser encontradas si nos asomamos al bellísimo
universo creativo de Cien años de soledad, esa
catedral literaria de vitrales luminosos que en
2007 cumple 40 años de edad.J
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